Novedades sobre la práctica entre varios*

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Dossier
Novedades sobre
la práctica entre
varios*
Textos: Bruno de Halleux
*Conferencia pronunciada en el ciclo “La práctica lacaniana en instituciones.
Otra manera de trabajar con niños y jóvenes”, organizado por el Departamento
de Psicoanálisis con Niños del NUCEP en colaboración con el EMPN, el 19 de
mayo de 2012. Texto establecido por Carmen Bermúdez y Alexandra Reznak, no
revisado por el autor.
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resentación del ciclo por Vilma Coccoz
Existen distintas maneras de concebir los síntomas de la infancia y la juventud. Por lo tanto,
existen diferentes maneras de tratarlos.
La manera propia del discurso analítico no se parece a
las demás. Freud definió el síntoma como una formación
de compromiso entre tendencias muy poderosas. Una,
intenta respetar la realidad, el discurso establecido. Es su
parte simbólica, significante. La otra, es su componente
libidinal, proviene de “las pulsiones crueles y egoístas”,
rebeldes a la educación. Lacan lo bautizó “goce”. Es lo
más íntimo y singular de nosotros mismos.
La psicología individual es, a la vez, social, decía
Freud. Porque no somos islas, sino seres hablantes, en
continua relación y conflicto con los demás. El síntoma
es relacional. Por ello un axioma del discurso analítico
es: “No hay sujeto sin Otro”, del que deriva su homólogo:
“No hay sujeto sin síntoma”.
¿Cómo tratar la parte asocial, no civilizada del síntoma, sin excluirla ni condenarla, sin anular lo más particular de nosotros mismos?
El discurso del amo se rige por una máxima: “¡Que las
cosas vayan bien!”. Su fin es que el sujeto renuncie a esa
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parte de su ser que habita en el síntoma. Habitualmente,
las terapias de reeducación, intentan tratar lo ineducable con imperativos superyoicos, con premios y castigos.
Con el amargo resultado de que cuanto más se fuerza al
sujeto a abandonar el síntoma incómodo, más oposición
despierta en él. En ocasiones, se forma una espiral de
violencia que induce a la medicación, la cual, en lugar de
aportar una significación benéfica, se impregna entonces
de un sentido punitivo. Luego, pueden llegar a sucederse
los ingresos en instituciones que serán vividos como
penalizaciones y rechazos incomprendidos y crueles.
Pero existe otra manera de tratar los síntomas, el psicoanálisis, que es el revés del discurso del amo.
El psicoanálisis considera los síntomas como intentos
de resolución de un problema existencial, un doloroso
compromiso entre fuerzas antagónicas. Los concibe
como creaciones personales y, en la práctica, se aboca a
extraer lo que Jacques-Alain Miller denomina su “lógica
secreta”, desconocida también para el propio interesado.
En el dispositivo analítico se explora esa solución fallida
de modo tal que el sujeto consiga hacer otra cosa con esa
parte tan íntima como ignorada, el inconsciente, hasta
encontrarle una dignidad social.
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¿Qué se puede hacer cuando el síntoma es invalidante
para la vida con los demás, cuando es netamente asocial? ¿Cuando su conducta toma el valor de una negativa
tajante a la comunidad hablante, volviéndose intratable?
Hemos aprendido en estos casos que, en su experiencia subjetiva, el Otro del sujeto, el complemento de su
síntoma, es caprichoso y malo, se opone a él, a sus intereses vitales, viéndose obligado, entonces, a una obcecada
negativa. Y de este modo queda expuesto a lo peor, a la
exclusión, a la segregación, a la condena.
En el año 1974 Antonio Di Ciaccia fundó algo nuevo,
una nueva manera de tratar el “No” de los síntomas
infantiles, de los niños psicóticos, autistas, neuróticos
graves. Síntomas rebeldes a la influencia de la palabra.
Antes de esta genial invención, se esperaba que el niño se
adaptara a la institución, a las normas válidas para todos.
Con Di Ciaccia se puso en práctica otro modo de actuar,
una nueva manera de acoger al síntoma hasta obtener
el “Sí” del niño, y su deseo de alojarse en la comunidad,
en la institución, con los otros.
Se trata de un trabajo institucional que anuda lo individual y lo grupal. Su fundamento esencial es un nuevo
tratamiento del saber, destinado a impedir que se vuelva
persecutorio para el sufriente.
A partir de entonces, se han fundado muchas instituciones inspiradas en esta nueva lógica. La Antena 110
sigue funcionando como una brújula internacional para
todos aquellos que quieren tratar los síntomas con respeto por la subjetividad que se encuentra amordazada
en el síntoma, esperando al buen entendedor a quien
dirigirle su saludo.
Tenemos el honor de recibir hoy a su Director, Bruno
de Halleux.
INTERVENCIÓN DE BRUNO DE HALLEUX
Introducción
Tiene 9 años y lleva 3 en nuestro centro. Se llama Gabriel.
Se ha hecho un inmenso trabajo con él. Llegó completamente retraído, pasaba el día observándonos, mostraba
una gran inercia y había que estimularlo muchísimo para
que se pusiera a trabajar. No hablaba con nadie y cuando
le hacíamos preguntas no decía nada y se chupaba el
dedo como un niño pequeño.
Ahora Gabriel va a clase, interviene con una voz clara,
nos pregunta, ha hecho amigos en la institución y me
saluda cuando llego a la Antena 110. Está previsto que
se inscriba en el colegio en septiembre próximo.
Esto es lo que va bien, es lo positivo, es lo que contamos cuando tenemos que mostrar ante el organismo que
nos subvenciona el camino recorrido por el niño.
Gabriel llegó con un diagnóstico de autismo atípico.
Hoy, cuando está a punto de irse, nos damos cuenta de
que ese diagnóstico, no verificado, se basaba en observaciones fenomenológicas.
Parecía un niño autista, retirado del mundo y de los
otros, pero se comprobó que no lo era. El diagnóstico
inicial no apuntó a la estructura.
Al inicio estaba aparentemente retraído y encerrado
en su soledad. Se protegía así de lo que Jacques Lacan
llamó el Otro con mayúscula o el gran Otro.
El trabajo en la Antena le ha permitido conectarse
con el Otro, con el cual tiene grandes dificultades; es un
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Otro que no es amable ni acogedor. Es decir el Otro y que
encarna inmediatamente para Gabriel un Otro malo, que
le persigue, que no le deja tranquilo.
Por ejemplo, la semana pasada, al final del día, mientras los niños estaban viendo unos dibujos animados,
Charlotte, una educadora, intervino con dulzura para
parar un principio de pelea entre Gabriel y una niña. Lo
que Charlotte no sabía era lo que había sucedido antes de
que ella llegara: la niña había molestado a Gabriel. Él le
dijo que parara de chincharle, que le dejara ver la película.
¡Qué formidable era que Gabriel pudiera hablar y pedir
a esta niña que le dejara tranquilo! Este era el resultado
de un largo trabajo: que hablara en vez de pegar.
Lo que había ocurrido era que la niña no había
parado de incordiar a Gabriel. Charlotte no sabía que
anteriormente él había hecho este esfuerzo por hablar.
Y cuando la educadora se dio la vuelta, pensando que la
pelea incipiente se había apaciguado, recibió un golpe de
Gabriel que la hirió y le hizo caer al suelo. Este ejemplo
muestra lo aplastante que resulta el Otro para este niño.
Cuando me referí a esta situación en una entrevista con
él y sus padres, Gabriel me dijo que Charlotte se burló de
él. Oyó: “Gabriel tú eres un niño enfermo”.
Le expliqué a Charlotte que esto era verdad: él realmente escuchó la frase y se la tomó como una burla.
Gabriel se enfrenta a lo que Jacques Lacan llama el
campo de lo real. Por supuesto, en la realidad, en el
campo de la realidad, Charlotte nunca dijo eso, ni se
burló del niño.
Preliminares
En 1974, cuando se crea la Antena 110, Antonio di Ciaccia toma especialmente en cuenta esta noción de campo
de lo real. Dos tesis le orientan.
La primera es ética: no juzgar al loco en términos de
déficit ni de disociación de funciones. Esta primera tesis
muestra el lugar que se otorga al niño autista como sujeto
de pleno derecho en la institución.
La segunda: la condición del sujeto depende de lo que
sucede en el Otro. Esta tesis nos remite a la necesidad
de tener en cuenta las condiciones del Otro en el tratamiento del autismo y la psicosis infantil.
Para el sujeto psicótico el Otro no está regulado. Le
hace falta un Otro de sustitución. En cierto modo, su Otro
está enfermo. Para los que conocen un poco la enseñanza
de Lacan, esto corresponde al Otro del primer piso del
grafo del deseo. El Otro es el tesoro de todos los significantes. Este Otro, previo al sujeto, es completo. Este Otro,
previo al sujeto, es, tan completo que no puede alojar a
dicho sujeto. Este sujeto no logra constituirse sustrayéndose de este Otro, no logra descompletar a este Otro. Eso
es lo que da una orientación clínica a nuestra práctica.
En nuestras intervenciones ¿Cómo intervenir con
los niños ¿cómo, para no reforzar la completud del Otro,
¿cómo, para no encarnar este Otro completo?, ¿de qué
diferentes maneras podemos intervenir para descompletar a este Otro al que el niño psicótico se enfrenta?
Para los niños autistas y esquizofrénicos lo simbólico es lo real. El Otro es omnipotente y omnipresente,
es decir, puede invadir el cuerpo del sujeto con un goce
desbordante. No hay censura, no hay límite al acceso al
goce. Algunos niños pueden masturbarse durante todo
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el día, otros pueden aterrorizarse ante la idea de expulsar
sus excrementos.
Para el niño paranoico el Otro está marcado por un
goce persecutorio. El más mínimo enunciado, el más
mínimo signo de presencia del Otro lo interpreta como
una amenaza.
Por eso el niño psicótico y, especialmente el autista,
reduce al Otro, se protege de él y lo pone a distancia,
cuida de que no se mueva. Él quisiera que fuera inamovible. Descubrimos en la Antena 110 que cuando algo del
mundo ya no está en su sitio, cuando el orden del mundo
está tocado, el niño entra en crisis.
En el momento de la creación de nuestro centro tuvimos que establecer las condiciones para que este Otro
fuera a la vez regulado y discreto. Tuvimos que someter a este Otro a un tratamiento y ajustarlo de la buena
manera para que se pudiera producir el sujeto, según la
expresión de Jacques-Alain Miller.
Durante las reuniones preparatorias a las Jornadas
sobre Psicoanálisis y Práctica en la Institución, Eric Laurent puso el acento sobre el registro del punto de almohadillado. Es una de las funciones esenciales del trabajo
con los sujetos que no están marcados por el nombre del
padre, que no tienen a su disposición el nombre del padre
como registro de punto de almohadillado.
Tratamiento del Otro
El tratamiento del Otro le corresponde al equipo. El
equipo y la práctica entre varios.
¿Cómo fundar un equipo en consonancia con la posición que requiere el trabajo con estos niños?
El trabajo del equipo se desarrolló de acuerdo a una
manera de hacer que Jacques-Alain Miller llamó práctica entre varios. Este sintagma desde entonces tuvo un
alcance considerable en el Campo Freudiano, e incluso
fuera de él. Sin lugar a dudas hay diversas modalidades
de práctica entre varios.
La nuestra no se reduce a ser varios partenaires interviniendo con un niño. Nuestra práctica, se define como
una práctica de la lengua y sobre la lengua. Se basa principalmente en la posición que adoptan los partenaires
de los niños frente al saber. Cada partenaire tiene, por
una parte, que poder autorizarse en nombre
propio y por otra, que seguir una estrategia
común con el colectivo al que pertenece.
Eso significa que, para operar, el partenaire tiene que estar a la escucha del significante o de los significantes del sujeto
para retomarlos inmediatamente y estar
pendiente de hacerlos más complejos, multiplicarlos, jerarquizarlos, es decir, darles un
orden que tenga el mismo valor que lo simbólico. Es lo
que Virginio Baio llama “salir al encuentro del sujeto”.
Advertimos que en estas condiciones se puede establecer
una transferencia entre un sujeto y su partenaire y que
ésta no se apoya en el sujeto supuesto saber, sino en la
vertiente afectiva.
Cuando cada partenaire juega su partida siguiendo
su propia táctica y la estrategia del conjunto, el resultado
es una multiplicación de ofertas que favorecen el surgimiento de un buen encuentro para el sujeto. Esta red de
ofertas, este campo de intervenciones dirigidas por una
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estrategia de equipo crea una atmósfera de deseo, deseo
para los educadores y tal vez también para los niños.
Dicha atmósfera puede permitir a un sujeto liberarse de
su Otro devastador.
En la presentación del número 9 de Preliminaire,
dedicado a la práctica entre varios, Eric Laurent subrayó
la ética analítica que teje nuestra práctica: “Practicamos
entre varios y entre algunos otros. Hace falta un espíritu
de responsabilidad compartida, agudizado por las propias dificultades. Se practica la autorización de jugar con
el cristal de la lengua ahí donde la mayoría se desespera
por no poder comunicarse con el sujeto. Hay que poder
autorizarse a hacerlo a pesar de que la intuición diga lo
contrario. No hay que ceder respecto al deseo de apostar
a favor de la existencia del sujeto ahí donde todo permite
olvidarlo fácilmente. Reunirse entre varios para darse
más ánimos de no ceder ante el deseo: una hermosa lección de virtud psicoanalítica.
Gabriel
Vuelvo ahora un momento sobre el caso. Para Gabriel la
persecución ha estado siempre presente: los insectos que
pican. En 2010, las brujas que veía desde su cama, las
brujas sobre los árboles del jardín. Sus primeras identificaciones no tienen ningún anclaje simbólico, sólo dan
cuenta del registro de la imagen, lo que Lacan llama el
imaginario. Gabriel sólo encuentra un poco de su ser en
la suma de una serie de imágenes. Se apoya en los personajes de las películas, necesita un soporte imaginario. El
problema es que sólo ve películas violentas, en un circuito
cerrado y escoge una y otra vez las mismas escenas de
violencia. El objeto mirada se torna insoportable, porque
este objeto no ha sido extraído del campo del Otro: todo
le mira y ¡se queja de ello! “¡Para de mirarme!”, nos dice
frecuentemente. Incluso cuando Gabriel se mira en un
espejo ha llegado a escupir e insultar a la imagen que ve
reflejada en él.
El mundo de Gabriel es un mundo de imágenes violentas que no para de mirar en películas y en internet,
son personajes de película como Buzz, los zombis, Hulk…
Ellas no le representan, ellas son él. Él es la imagen, la
encarna, le pega, le insulta y pega al otro, identificado
a sus héroes.
Marie, una educadora, nos contó en
una reunión cómo intentó ser la secretaria, el partenaire de Gabriel escuchando y
mirando los dibujos animados con él. Esto
sólo fue posible estando callada. Después le
propuso hacer búsquedas en Google sobre
los héroes que él escogió. Ella, por lo tanto,
partió de unos significantes y, gracias a la
oferta de Google, permitió que las significaciones de sus
identificaciones imaginarias se enriquecieran y de esta
manera desplazar la significación que había quedado
fijada anteriormente a la violencia.
Marie se dio cuenta de que Gabriel se apaciguaba
cuando ella le daba una identificación “neutra”, es decir,
cuando le daba un nombre, cuando le nombraba con un
significante cotidiano, un significante que no conllevaba
otra significación más que lo que nombraba. Nos contó
que en una situación complicada le llamó “mi pequeño
fish-stick”. Gabriel la miró con una amplia sonrisa,
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repitió la palabra y se rió de esta ocurrencia. Desde
entonces, esta palabra se convirtió en una clave, en un
código entre él y Marie. Llamarle “pequeño fish-stick”
significa que está allí para ayudarle y defenderle como
una “amiga” y no como una perseguidora. Actualmente
Gabriel se divierte jugando con esa nominación, añadiéndole un adjetivo a la palabra “fish-stick”. Su último
hallazgo es “mi pequeño fish-stick a la fresa”.
Charlotte consiguió evitar momentos difíciles dando
respuestas que no tenían sentido o más bien que se desviaban del sentido inicial. Cuando Gabriel viene hacia
ella y le pregunta “¿te gusta la violencia?” Charlotte se da
cuenta de que, más allá de la pregunta aparente, dicha
pregunta es una manera de hacer lazo con el otro. Frecuentemente Gabriel se pasea con un objeto que hace
las veces de pistola. Cuando apunta a alguien con este
objeto a Charlotte le evoca un teléfono móvil y se pone a
“Para el sujeto psicótico el Otro
no está regulado. Le hace falta un
Otro de sustitución”
cantar las primeras frases de una canción muy conocida
“Gaston, tiene un teléfono que suena…” y ella descuelga el
teléfono y de repente pierde el estatus de pistola. Gabriel
se ríe. Cuando ella coge el teléfono se presenta como la
secretaria de Gabriel. El hecho de coger el objeto de otra
manera destituye a Gabriel de su posición de matón.
Estas invenciones proliferan entre los miembros del
equipo. Cada miembro del equipo uno tiene que encontrar una modalidad para abordarle que no encarne una
mirada malévola y hablarle con un enunciado que no
sea persecutorio. Por ejemplo, Gabriel pregunta todas
las mañanas a otra educadora “¿te gusta la violencia?”
y le educadora le responde “no, la violencia no, pero me
gustan los espaguetis y las pizzas” y a Gabriel le entra
un ataque de risa.
Nuestra práctica entre varios
Remarcamos tres puntos que especifican nuestro funcionamiento en el Campo Freudiano.
El primero encuentra su apoyo en la tesis de Lacan.
“El sujeto está en el lenguaje: es un parlêtre”. El acento
está puesto en la dimensión del lenguaje y más precisamente en la dimensión del sujeto como efecto del significante y su relación parasitaria con el lenguaje. Pero hay
que tener en cuenta que, en la psicosis y el autismo, esta
relación se presenta de tal manera que la aplicación de
la cura analítica no es posible.
Recordemos una de las sorprendentes ocurrencias de
Lacan sobre el autismo: “pero, en fin, seguramente que
hay algo que decirles”. Se trata de una respuesta que da
Lacan al doctor Kramer cuando le pregunta sobre los
niños autistas.
Desde entonces estamos muy atentos a lo que podría
suplir esta ausencia del nombre del padre, esta forclusión. ¿El sujeto puede elaborar pseudo-puntos de almohadillado, suplencias que funcionen como puntos de
almohadillado? Nosotros pensamos que es posible, lo
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verificamos todos los días. Es por eso que nos orientamos
en la clínica del sinthome, que Lacan escribe de forma
diferente al síntoma. No sólo son el significante amo y las
identificaciones los que pueden funcionar como punto
de almohadillado. El sinthome puede hacer las veces de
suplencia del punto de basta que no está. Hablaré de ello
un poco más adelante.
El segundo punto concierne a las reuniones semanales de todo el equipo. Además de tener una función
de coordinación del trabajo, constituyen un lugar en
el que se construye una línea clínica para cada uno de
los niños. Hablar de un niño, de sus impasses o de los
impasses del equipo, produce efectos. Algunas veces nos
sorprendemos de la transformación subjetiva de un niño
por el simple hecho de haber hablado de él. Podemos dar
cuenta de este efecto sobre el niño teniendo en cuenta
diferentes hipótesis. La principal consiste en una destitución recíproca de nuestro saber a
priori sobre el niño. La reunión tiene
que permitirnos reencontrar un cierto
dinamismo de nuestro saber, a veces
coagulado. Una nueva hipótesis, una
pista inédita, produce un efecto de
relanzamiento para cada uno de los
partenaires del niño. Cada una de
estas reuniones afianza a cada uno de nosotros en nuestro trabajo clínico.
El tercer punto concierne a la función del director
terapéutico. Esta responsabilidad no se rige por una definición cerrada, que valdría para siempre. Se define por
lo que no es, se representa como lo que queda una vez
definido todo lo que no es.
Ni amo del saber, ni director de la organización del
centro, ni responsable médico o financiero. El saber hace,
más bien, obstáculo al sentido. Dicho saber atraviesa el
discurso común para preservar un lugar al sujeto que
queda por producirse –en el autismo- y para acelerar
una articulación de saber en cada uno de los partenaires
del niño.
¿Cómo ocupar un lugar adecuado, un lugar que sea el
reverso de la posición del amo? Para ello hay que dejar un
vacío central, un resto. Es necesario poner en suspenso
el saber fruto de nuestra experiencia, hay que ocuparse
día a día de agujerear la densidad de los enunciados, de
sostener lo inédito de una palabra en la reunión, de invitar a ponernos al trabajo, a descubrir la potencia de las
herramientas que nos legó Lacan, a servirnos de la claridad del pensamiento de Jacques-Alain Miller. Hay que
ocuparse de mantener, en cada una de nuestras reuniones, la lógica propia del funcionamiento del significante,
es decir, estar lo más cerca posible de los S1 producidos
por el niño, sin deslizarse hacia los efectos de significación. Está muy cerca de lo que Lacan llama el deseo del
analista: apuntar a la diferencia absoluta. Es sostener el
S1 solo, por fuera de los efectos de sentido.
Novedades de la práctica entre varios
Estas novedades están ligadas a la segunda enseñanza
de Lacan, donde la potencia de lo simbólico, anulando lo
real o el goce, (“la palabra es la mortificación de la cosa”)
es poco a poco aminorada, y se dirige hacia una nueva
concepción del significante, en la que éste encierra un
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goce en tanto cual. “El significante está en conexión con
el goce”, dice Lacan, en el Seminario 18. Es decir que el
significante no se concibe en la dialéctica S1-S2, sino
más bien, como S1 solo, significante asemántico, fuera
de sentido. El significante encierra un goce sin límites.
Es lo que encontramos en la clínica del autismo.
“Verificamos que el sujeto autista
está más en un S1 solo, es decir,
un S1 que se repite incansablemente”
De hecho la práctica entre varios, que es una práctica
sobre la lengua, se transforma porque responde “con precisión” acogiendo al sujeto, cuestionando la transferencia,
la pulsión, el deseo y la interpretación derivados de una
doctrina de lógica binaria del significante S1-S2. Hoy
en día se ha producido un cambio debido al declive de
los significantes amos que daban una organización simbólica, aunque fuera minimalista, a las familias con las
que teníamos que vérnoslas. Este declive se acompaña
de un incremento potencial de los modos de gozar de
cada sujeto. Se trata, por lo tanto, de tomar la medida, de
leer cada S1 aislado que produce el sujeto. Los S1 están
separados de los S2.
Así para ciertos niños autistas, una práctica sobre la
lengua, en tanto que articula un significante primero con
un segundo significante, no es suficiente para tratar las
dificultades encontradas.
En vez de tomar el sujeto como un efecto de la articulación de un S1 con un S2, como efecto del segundo
significante que viene a dar sentido al primero, verificamos que el sujeto autista está más en un S1 solo, es
decir, un S1 que se repite incansablemente. Entonces nos
encontramos orientados por una clínica que Alfredo de
Zenoni llamaba “vía de la sinthomatización”, es decir,
una clínica que parte de esos S1 solos y que nos obliga a
complejizarlos progresivamente.
Trabajar a partir de un S1 solo permite una cierta
localización, una cierta relación, incluso una cierta fijación de un goce que de otra manera no tiene límites.
Hamza
En el caso de Hamza, un niño de 8 años, que sigue con
nosotros, un trabajo a partir del sinthome ha constituido un límite al desbordamiento del goce. El desbordamiento hacía irrupción en lo real y el niño no paraba
de arrojar objetos: sillas, cuchillos, cualquier cosa que
encontraba a su alcance. Cédric, un educador, que en
un primer tiempo estuvo con él en un taller de dibujo,
notó que Hamza se dedicaba a hacer garabatos en una
hoja. Cédric encontró en sus dibujos una cierta estructura que se repetía. Descubre primero que el trazo no
puede interrumpirse y que recorre el conjunto del folio
como si constituyese una red que no deja ningún espacio
en blanco en el dibujo. Su último trazo hace un borde a
la red que ha realizado.
Él propone a Hamza trabajar en el ordenador con el
programa Google Street. Ahí el niño desarrolla su trabajo
y hace circuitos que parten de la Antena 110, recorriendo
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Bruselas con algunas paradas en el camino. Cédric verifica que dichas paradas son: la casa del padre, el gimnasio, donde van los fines de semana y L‘Atomium, por
donde pasea con su padre. Los circuitos son cada vez más
amplios, explorando lugares desconocidos, pero siempre
con vuelta al punto de partida. Con una memoria visual
sorprendente, Hamza realiza una verdadera red en Bruselas. Ese taller produce sus efectos. Ese S1 del circuito
viene a circunscribir lo innombrable o
lo insoportable en que está atrapado y
produce un cierto apaciguamiento del
goce: el lanzamiento de objetos disminuye considerablemente. Además,
este niño, que no paraba de querer salir del centro, se
encontraba muy angustiado en cuanto se alejaba de la
Antena. Estaba aterrorizado por los edificios, los perros,
los camiones…
Google Street le ayudó en ese punto: él sale del centro
de una manera virtual. Hacer circuitos le permite atemperar, en parte, esos peligros que aparecen todavía pero
sólo bajo la forma de una imagen.
El hecho de que Cédric haya podido unir ese S1 del
circuito con el programa Google Street, no sólo ha encuadrado sus desbordamientos sino que también ha dado un
lugar al educador como tal. Los días que Hamza tiene
taller con Cédric le está esperando en la puerta y le lleva
directamente al ordenador. Cédric ha conseguido insertarse en el circuito del niño.
Se trata de una nueva manera de abordar el significante tomándolo primero a la letra, fuera de sentido
y haciendo, después, un ofrecimiento de ampliarlo, de
volverlo más denso, más rico, más consistente. Descubrimos que esto tiene valor de sinthome para el niño. Esto
le anuda, esto limita el goce que no había encontrado la
manera de limitarse mediante la función paterna.
Lo que hay de nuevo en la clínica que muestra esta
viñeta y que va más allá de nuestra práctica entre varios,
es la necesidad de un saber hacer con el significante solo.
Se trata de inventar una clínica propia del significante
no articulado a otro, de un significante que no hace
cadena con un segundo. Es una clínica homogénea con
la última enseñanza de Lacan, esclarecida por JacquesAlain Miller, porque pone en juego la letra, nos invita a
bordear lo real, a escribir un trazo que pueda, aunque
sea sólo por un tiempo, poner una escansión en lo desbordante de esos S1 que no paran de repetirse.
Traducción: Alexandra Reznak
Revisión y correcciones: Pío Zelaya
EL AUTOR
Bruno de Halleux. A.E. Psicoanalista en Bruselas; Bélgica. Miembro de la ECF y la AMP. Director terapéutico de la Antena 110.
Email: z.de.halleux@skynet.be
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