Rev. Casa de la Mujer ISSN 2215-2725. N°21 (1): 117-118, enero-junio 2012 Las otras formas de “la maternidad” M.Sc. Rosario Zúñiga Bolaños Comunicadora Recibido: 22 noviembre 2012 Aceptado: 8 diciembre 2012 En el discurso hegemónico, y por ello patriarcal, la maternidad parece tener solo una acepción. Y aunque la corriente de pensamiento feminista, desde sus diferentes posturas, ha venido cuestionando al respecto, lo cierto es que en el imaginario social prevalece el concepto de que la maternidad es una vivencia biológica dada solo a aquellas que han parido un/a hijo/a. Y sigue considerándose la máxima realización de una mujer. En medio de esas conversaciones animadas y personales que se dan en una reunión de amigos/as o compañeros/as de oficina, es frecuente que alguien, con cierto extraño dejo de pesar, me pregunte: -¿Es que usted no pudo tener hijos? Y yo suelo responder, parafraseando el nombre de una vieja lectura de la maestría en Estudios de la Mujer, que nunca me llegó la “llamada sagrada”. Mi juventud y época de adulta joven estuvieron llenas de proyectos, trabajos que me apasionaban y algunas oportunidades de viajes, que nunca dieron espacio para que deseara ejercer la maternidad. Influida casi inevitablemente por el imaginario, cuando me acerqué a los cuarenta años, temía que ese mandato social de la maternidad tomara forma de culpa, pesar o reclamo hacia mí misma, pero no fue así. Y es que por más transgresora que una haya querido ser, lo cierto es que también se está fuertemente marcada por tantos “deber ser” impuestos, de los que una no se libra fácilmente. Sin embargo, cuando llegué a ese momento, los temidos cuarenta, el grado de satisfacción personal y profesional que experimentaba en esa época, ni siquiera dio margen para pensar el tema. Además, de una u otra forma, mi condición de tía me dio la oportunidad de experimentar una Licencia Creative Commons Atribución-No-Comercial SinDerivadas 3.0 Costa Rica. Publicado: Abril 2014 117 Rev. Casa de la Mujer ISSN 2215-2725. N°21 (1): 117-118, enero-junio 2012 “especie de maternidad”, no biológica, en la que pude escoger cuándo y cómo quería estar en la vida de mis cinco sobrinos/as. A través de ellos/as, he podido vivenciar lo que supuestamente está dado solo para las “madres”. Supe lo que es estar sentada junto con otros padres, sintiendo un hueco en el estómago y las lágrimas a punto de salir, al ver a mi sobrina interpretar por primera vez un solo de corno francés, o la emoción de verla presentarse en un coro. También fui su cómplice cuando, a sus quince años, tuvo su primer romance. Hoy es una mujer de 24 años, graduada en terapia física, y como cualquier madre, me hace sentir la mujer más orgullosa. Por su parte, los sobrinos varones han sido una experiencia también cargada de mucha ternura, pero también de desafíos. Inculcar en los hombres: niños, adolescentes y ahora adultos jóvenes, una perspectiva distinta de la masculinidad sin duda no es tarea fácil. Sin embargo, quizá por los mismos esfuerzos que hay en el entorno sobre el tema, y por ser nuevas generaciones -al menos quiero pensar que así es- sus perspectivas de ellos como hombres y de la posición de las mujeres en la sociedad contienen un claro enfoque de equidad de género. Y al respecto, como cualquier otra madre lo pensaría, creo que hay un poco de mi contribución. Mi experiencia, que denomino de maternidad no biológica, es una vivencia que tenemos muchas mujeres, quizá cada vez más. Tengo un grupo de amigas, todas mayores de cuarenta años, que compartimos el hecho de no ser madres por elección; lo aclaro por si surge la pregunta, muy típica, ¿no podían tener niños? Todas de una u otra manera, hemos tenido niños/as o jóvenes a quienes hemos acompañado, con quienes hemos compartido una buena parte de nuestras vidas. Nos hemos enriquecido con la presencia de ellos/as y nosotras creemos haber aportado al crecimiento de ellos/as. Todo ello desde otra forma de maternidad, una en la que una se brinda y comparte con esos/as otros/as cuando se puede y quiere estar. Biológica o no, lo importante es que podamos hacer de la maternidad una experiencia de crecimiento humano, donde la libertad, y la autonomía, en ambos sentidos (de la madre y el/la hijo/a) sea lo que prime en esas relaciones, dejando de lado maternidades cargadas de culpas, de vidas pospuestas y prisioneras de un deber ser. 118 Publicado: Abril 2014 Licencia Creative Commons Atribución-No-Comercial SinDerivadas 3.0 Costa Rica.