FAMILIA, COMUNIÓN DE PERSONAS

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Estimados Padres de Familia:
Nadie puede poner en duda que nos encontramos
inmersos en una sociedad caracterizada por la difusión de
una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos
casos se configura como verdadera "cultura de muerte"
Sus estructuras, hace mucho que vienen siendo
activamente promovidas por fuertes corrientes culturales,
económicas y políticas, portadoras de una concepción de
la sociedad alejada de una visión cristiana del ser humano,
su dignidad, el sentido de su presencia en el mundo. Ante
este estado de cosas, el Santo Padre nos ha invitado a
promover con vigor la cultura de la solidaridad.
Es en la familia donde aprende el ser humano el sentido de
las virtudes, a veces con argumentos, las más de las veces
con el ejemplo y el trabajo diario. Una sociedad en la que
se permite que la familia cumpla con su papel de
formadora de personas que respetan a los demás, es una
sociedad sana.
Al encontrarnos en nuestra sociedad con diversos ejemplos de falta de civilidad, de violación
a los derechos de los demás y de falta de respeto a las leyes y a la autoridad, deberíamos
preguntarnos si la respuesta no está precisamente en aquellas familias en las que los hijos
no han tenido esa vivencia básica de solidaridad, como la virtud que dispone a las personas a
ver las necesidades del otro para hacerlas propias y ayudar a solucionarlas. La solidaridad se
aprende en casa. ¡La solidaridad se vive en la familia! Y en este mundo que es nuestro hogar,
todos somos miembros de la familia humana.
Aprovechemos el mes de febrero,
comúnmente llamado “El mes del
amor
y la
amistad”,
para
reflexionar en familia cómo es
nuestra actitud hacia los demás.
Recordemos que los hijos de hoy
serán los hombres de mañana. Y
una de las maneras de dejarles
para el futuro un mundo mejor, es
inculcarles valores como la
solidaridad, que constituye uno de
los
más
importantes
para
construir un mundo mejor.
Es comprensible que luchemos juntos cuando
tenemos las mismas necesidades, pero no es fácil
comprender que alguien que no tiene necesidad,
se una solidariamente con los necesitados y tome
su lucha como propia. Para eso se necesita amor.
La solidaridad es por eso una virtud
esencialmente cristiana. Jesús es solidario.
Nosotros, los hijos de Dios, deberíamos ver en
cada hombre de la tierra a un hermano, cuyas
penas son nuestras penas, porque lo amamos.
La solidaridad se demuestra generalmente en los
momentos difíciles ya que en las ocasiones
festivas o en los triunfos, tal vez demostremos
otros sentimientos; pero la solidaridad es prestar
apoyo a quien lo necesite por el sólo hecho de
que lo necesita.
En ocasiones las palabras pierden su significado por el uso indiscriminado que les damos,
a pesar de la enorme frecuencia con que las usamos. La palabra solidaridad sin embargo
aún mantiene su sentido primordial, es colocarnos en el lugar del otro, sentir lo que él
siente y regresar a nuestro lugar para actuar en consecuencia. Se nos pide ponernos en el
lugar del otro, pero actuar desde donde estamos y con las posibilidades que tenemos, y el
resultado es la solidaridad.
La solidaridad es el más hermoso
valor que tenemos los seres
humanos para demostrar el inmenso
espíritu bondadoso y comprensivo
con todos los que nos rodean; es la
sensibilidad que debemos tener para
apoyar a los demás cuando lo
necesitan. La solidaridad cristiana es
acción, es palabra, es presencia. Va
más allá de los bienes materiales es,
también,
compartir
los
bienes
espirituales de la fe. Con la práctica
de la solidaridad crecemos como
personas humanas.
La solidaridad es una urgencia para todo ser humano y se hace cada vez más exigente en la
medida en que crecemos en el aprecio de la dignidad de nuestros hermanos, sin que
importe —como decía san Pablo— que sean judíos o griegos, libres o esclavos, porque
todos somos iguales a los ojos de Dios. Ser personas solidarias nos vuelve empáticos y
agradables ante los demás, nos permite entablar buenas relaciones interpersonales y
empezar a contar con personas sinceras que también velan por nuestro bien.
El principio de solidaridad se basa claramente en el texto denominado “regla de oro”, donde
Jesús resume el Antiguo Testamento con esta frase: “Traten a los demás como ustedes
quieran que ellos los traten, porque en esto consiste la Ley y los Profetas” (Mt 7, 12).
Debemos pues cultivar la solidaridad frente a la
indiferencia.
La solidaridad siempre implica los siguientes puntos:
 Es una virtud contraria al individualismo y al egoísmo.
 Se refleja en el servicio y busca el bien común.
 Su finalidad es solucionar o intentar solucionar las
carencias espirituales o materiales de los demás.
 Requiere discernimiento y empatía, es decir, ponerse en el lugar
del otro.
La solidaridad no se aprende de la noche a la mañana y es precisamente en la familia donde
se pueden dar los primeros pasos. Desde compartir los juguetes, hasta realizar juntos una
acción común, son muchas las posibilidades a través de las cuales los padres pueden ayudar
a formar niños y niñas solidarios. Los niños aprenden mediante modelos y resulta difícil
pedirles que sean solidarios si no ven, habitualmente en casa, que sus padres lo son. Padres
que están pendientes de las necesidades familiares y que no son indiferentes a los problemas
de su barrio o su ciudad, son padres que con su testimonio están mostrando a sus hijos lo
que significa la solidaridad. Predicar con el ejemplo en las cosas más simples y estimular a
los hijos a salir de sí mismos para donarse a otros, es la mejor manera en que como familia
pueden educar en la solidaridad.
¿Cómo aprender a ser solidarios?
Ayuda a tus hijos a fijarse en los demás. Es importante que aprendan a ser
sensibles con la gente que los rodea, y que sepan reconocer sus necesidades,
como también dar mensajes de consuelo a las personas que sufren alguna
desgracia.
Enséñales a identificar las emociones dolorosas de los demás. Por ejemplo: "Yo
sé que tu amiga Fernanda está de malas. Pero acaba de perder a su abuelita.
¿Cómo crees que se siente?" Tus hijos deben reconocer la tristeza y el enojo
como emociones legítimas que requieren respeto. Enséñales a ser amables con
los que atraviesan una situación difícil y penosa.
Reconoce y fomenta el deseo de ayudar. Los niños tienen una voluntad natural
de ser útiles y hacer que otros se sientan bien. Cuando tus hijos demuestran
generosidad o se sacrifican para ayudar, manifiesta tu aprobación. Enséñales a
compartir no sólo bienes materiales, sino lo que saben, lo que son y su tiempo
en bien de otros.
Da un buen ejemplo. Cada vez que exista una oportunidad de ayudar a alguien
necesitado, deja que tus hijos te vean con las manos abiertas.
Aprendamos a organizarnos para conseguir lo que necesitamos: seguridad,
limpieza, salud, moralidad, espectáculos sanos, etc.
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Cómo se promueve y se vive la solidaridad cristiana en tu familia? ¿Cómo hacerlo de
hoy en adelante?
Si se nos examina en solidaridad, ¿cuál es la nota que nos merecemos como sociedad y
cuál como familia?
La solidaridad
La solidaridad
http://es.catholic.net/familiayvida/154/203/articulo.php?id=38496
http://www.vicariadepastoral.org.mx/proyectos/emf/valores_18.htm
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