Grupos paramilitares y delito político en Colombia

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Grupos paramilitares y delito político en Colombia
Iris Marín Ortiz
Comisión Colombiana de Juristas1
Un análisis del proceso de negociación con los grupos paramilitares en
Colombia y la teoría del delito político, para plantear lineamientos
para una propuesta normativa
Después de que la Corte Suprema de Justicia descartara la posibilidad de
que se considerara que los miembros de grupos paramilitares fueran
tratados como delincuentes políticos, el Gobierno presentó al Congreso un
proyecto de ley para resolver la situación jurídica de miles de paramilitares
que estaban en proceso de indulto2.
La solución al problema no es fácil, porque existen varios obstáculos que,
antes de tomar cualquier decisión, se deberían tener en cuenta para no
seguir enredando más la madeja de toda esta gravísima situación. En
primer lugar, se debería tener en cuenta que cualquier beneficio judicial
debe tener como contrapartida la justicia, la verdad, la reparación y la
paz. En segundo lugar, es importante contar con el hecho de que,
desafortunadamente, no estamos ante un genuino proceso de paz con los
grupos paramilitares. A continuación se presentarán estas ideas, se
analizará el concepto del delito político y se propondrán algunos
lineamientos para la construcción de una propuesta normativa que sea
conveniente y viable jurídicamente.
1. La propuesta actual del Gobierno
El 15 de agosto de 2007, el Gobierno presentó a consideración de Congreso
un proyecto de ley que difería de la propuesta dada a conocer a través del
portal electrónico del Alto Comisionado para la Paz. El proyecto no insiste
en cambiar el tipo penal de sedición para encuadrar en él la conducta de
conformación y participación en grupos paramilitares. Sin embargo, la
consecuencia práctica es la misma: conceder el beneficio de indulto, que
1
Organización no gubernamental con status consultivo ante la ONU. Filial de la Comisión Internacional de
Juristas (Ginebra) y de la Comisión Andina de Juristas (Lima). Personería jurídica: Resolución 1060, agosto de
1988 de la alcaldía mayor de Bogotá.
2
Proyecto de ley 067 de 2007 “por medio del cual se modifica el artículo 340 del Código Penal y se adiciona el artículo
69 de la ley 975 de 2005”
es exclusivo de delincuentes políticos, a los miembros de grupos
paramilitares.
El proyecto modifica el inciso primero del artículo 340 del Código Penal
para cambiar la tipificación del concierto para delinquir simple,
encuadrando en él la conducta de “los miembros rasos pertenecientes a
los grupos armados organizados al margen de la ley a quienes no se les
imputen otras conductas delictivas”. El proyecto también modifica el
artículo 69 de la ley 975 de 2005 para aclarar que los beneficios allí
previstos no serían aplicables a los políticos involucrados en
paramilitarismo.
La propuesta del Gobierno mantiene dificultades de constitucionalidad
pues pretende imponer a los jueces una interpretación, según la cual, los
paramilitares rasos incurren en concierto para delinquir simple. Esto
contraría la sentencia del 11 de julio de la Corte Suprema de Justicia, que
encontró que el paramilitar raso del caso que llegó a su conocimiento había
incurrido en concierto para delinquir agravado y no en concierto para
delinquir simple. No es conveniente que una ley desnaturalice un delito
para imponer una interpretación judicial, pues esto vulnera la autonomía
de la rama judicial.
Además, en todo caso, aun aceptando que los paramilitares rasos
incurrieran en concierto para delinquir simple, este delito no es per se un
delito político. Lo máximo que podría ocurrir es declarar su conexidad con
un delito que sí lo sea. Sin embargo eso no es posible porque los
paramilitares no son delincuentes políticos.
La ampliación indebida del concepto de delito político vulnera la
Constitución porque hace extensible el indulto a delitos comunes. El Estado
no tiene facultades para conceder indultos a delitos comunes, porque la
Constitución no lo permite, pero también porque hacerlo vulnera los
derechos de las víctimas, especialmente cuando el delito que está
perdonando es el concierto para delinquir agravado, esto es, una violación
de derechos humanos que consiste en la organización de grupos armados
para cometer graves violaciones de derechos humanos, infracciones al
derecho internacional humanitario, crímenes de lesa humanidad y crímenes
de guerra.
Por consiguiente, la propuesta del Gobierno no es viable y podría, además
de ser declarada inconstitucional, generar una nueva frustración
contraproducente para la justicia y para la paz.
2. El proyecto de ley presentado por el Gobierno
2
Antes de la presentación del proyecto de ley que está siendo considerado
por el Congreso de la República, el Gobierno había hecho la consulta
virtual de un ante proyecto de ley, que se colgó en el portal electrónico
del Alto Comisionado para la Paz. En dicho ante proyecto, el Gobierno
insistía en una reforma al artículo 468 del Código Penal, para cambiar la
tipificación del delito de sedición agregando a la descripción del tipo penal
la conducta de, mediante el empleo de las armas, constituir “grupos
ilegales con la pretensión de sustituir a la fuerza pública para resistir o
confrontar a grupos armados organizados al margen de la ley que realizan
conductas constitutivas de rebelión”. El ante proyecto incluía un parágrafo
para no hacer aplicable el beneficio a quienes usaron las conductas para
acceder a la función pública o que tengan la calidad de servidores públicos
durante su realización, con lo cual quedarían excluidos de los beneficios los
políticos involucrados en paramilitarismo.
El ante proyecto del Gobierno también proponía la inclusión de un nuevo
artículo en la ley de orden público3 para extender los beneficios de
resolución inhibitoria, preclusión de la instrucción o cesación de
procedimiento e indulto a miembros de grupos armados al margen de la
ley4.
Posteriormente, la Procuraduría General de la Nación presentó una
contrapropuesta que planteaba la aplicación de la figura del principio de
oportunidad, en su modalidad de suspensión del procedimiento a prueba
(arts. 325 y 326 de la ley 906 de 2004, Código de Procedimiento Penal).
El proyecto de la Procuraduría proponía la apertura del proceso por cuenta
de la Fiscalía General de la Nación por los delitos tales como el concierto
para delinquir agravados, el porte ilegal de armas, la utilización de
insignias o uniformes de las fuerzas militares. Una vez abierto el proceso y
realizada la imputación, la Fiscalía procedería al otorgamiento de la
suspensión del procedimiento a prueba. Para conceder la suspensión
debería haber: i. garantía de reparación a las víctimas; ii. garantías de no
3
Ley 418 de 1997, prorrogada y modificada por la ley 548 de 1999, prorrogada y modificada por la ley
287 de 2002 y prorrogada y modificada por la ley 1106 de 2006.
4
En la exposición de motivos presentada por el Gobierno para defender la propuesta, se menciona que
en la Constitución se define el delito político por su “motivación altruista”, que ni en la Constitución ni
en las leyes hay referencias para afirmar que el delito cometido por guerrilleros es político porque
responde a fines altruistas, mientras que el delito de las autodefensas no lo es por la razón contraria.
Según el Gobierno, desde la aprobación de la ley 782 de 2002, prorrogada por la ley 1106 de 2006, se
pasó de una comprensión subjetiva del delito político, a una objetiva: la del protocolo II y la comisión de
tal delito se consuma cuando se hace parte de un grupo armado al margen de la ley conforme al artículo 3
de la ley 782 de 2002. En ese sentido, los delitos de rebelión y sedición son una modalidad del concierto
para delinquir que comete tanto quien busca derrotar al Estado, como quien busca suplantarlo. En la
exposición de motivos, el Gobierno señala además que bajo este supuesto adelantó el proceso de
negociación con los paramilitares; de manera que con esta reforma se busca “dar solidez jurídica a los
beneficios recibidos o por recibir, de parte de miembros de dichos grupos que se desmovilizaron en el marco de la ley 782 de
2002 y que no son responsables de delitos no indultables”. El Gobierno también afirma que no se afectan los
derechos de las víctimas porque con esta regulación no se indultarían delitos graves.
3
repetición, incluyendo la asistencia a programas de resocialización,
reinserción y reconstrucción del tejido social y vigilancia sobre el
compromiso en lo que corresponde a lo no reincidencia de conductas
punible; iii. limitación de proselitismo político a través de la condición de
no participar en procesos políticos durante el tiempo de la suspensión; iv.
Control judicial sobre la suspensión.
En la propuesta de la Procuraduría, el otorgamiento de la suspensión se
haría por parte de la Fiscalía General de la Nación, pero la extinción de la
acción penal correría por cuenta del Juez competente. La extinción se
declararía una vez se extinga judicialmente la acción penal. El proyecto
exceptuaría la suspensión de procedimiento a prueba de las conductas de
delitos de tráfico de estupefacientes, graves violaciones a los Derechos
Humanos y al Derecho Internacional Humanitario, y en general los
contemplados en el Estatuto de la Corte Penal Internacional5.
2. Lineamientos para la construcción de una propuesta normativa
A continuación, con la finalidad de contribuir al debate sobre una solución
normativa a este tema, proponemos los siguientes lineamientos:
6.1.
No es posible equiparar la conformación y participación de
grupos paramilitares con el delito político, por consiguiente, la
pena no puede ser perdonada a través del indulto o medidas
equivalentes como las señaladas por la ley 782 de 2002,
prorrogada por la ley 1106 de 2006.
6.2.
La participación en grupos paramilitares, en la medida en que
consiste en una asociación delincuencial, creada con el apoyo del
Estado para cometer graves violaciones a los derechos humanos,
infracciones a los derechos humanos, crímenes de guerra y
crímenes de lesa humanidad; es una violación a los derechos
humanos que no puede ser indultada conforme al derecho
constitucional y al derecho internacional de los derechos
humanos que prohíben el indulto a delitos constitutivos de
violaciones a los derechos humanos.
6.3.
En consecuencia, serían nulos los beneficios concedidos a
quienes, estando en esta situación, ya se hayan beneficiado de
las medidas de la ley 782. Esto debido a que esto equivaldría a
conceder indulto a una grave violación de derechos humanos.
5
Procuraduría General de la Nación, Propuestas alternativas suspensión del procedimiento a prueba para quienes
hayan cometido concierto para delinquir agravado y otros delitos.
4
6.4.
Se pueden, sin embargo, diseñar mecanismos normativos para
conceder beneficios a combatientes rasos que se comprometan
con la paz y con la superación de la impunidad.
6.5.
Los beneficios jurídicos que se creen a través de la propuesta,
serían especiales y diferentes a la pena alternativa contemplada
en la ley 975 de 2005 y sólo tendrían como destinatarios a los
combatientes rasos. Quienes hayan actuado como promotores
fundamentales del paramilitarismo, ya sea porque se
desempeñaron como mandos militares, o que siendo
combatientes se desempeñaron como mandos políticos e
ideólogos, sólo podrían aspirar al beneficio de la pena alternativa
de la ley 975 de 2005, siempre que cumplan las condiciones de la
misma.
6.6.
Se diseñaría un proceso judicial abreviado que inicie con la
apertura de la investigación por la Fiscalía por el delito de
concierto para delinquir agravado y conexos.
6.7.
El procedimiento iniciaría con una diligencia en la que los
posibles beneficiarios rindan una declaración de conformidad con
el trámite señalado en el artículo 24 de la ley 782 de 2002, que
reformó el artículo 60 de la ley 418 de 1997. En tal declaración,
los aspirantes deben dar cuenta sobre la información de la que
tengan conocimiento sobre los delitos cometidos por los grupos y
las personas que participaron en ellos. La diligencia concluiría
con la firma de un acta en la que el aspirante declare bajo
juramento que no ha cometido más delitos que el concierto para
delinquir agravado y conexos.
6.8.
Posteriormente, el juez de conocimiento emite la sentencia
condenatoria y concede el beneficio de la suspensión condicional
de la ejecución de la pena por 8 años6 sujeto a:
a) La previa verificación del cumplimiento de los requisitos de
elegibilidad exigidos en la ley 975 de 2005.
b) La obligación de residir en un lugar determinado e informar al
fiscal del conocimiento cualquier cambio del mismo.
c) Participar en programas especiales de tratamiento con el fin de
superar problemas de dependencia a drogas o bebidas
alcohólicas.
d) No poseer o portar armas de fuego.
6
No se encuentra ningún argumento por conceder el beneficio por un tiempo menor al de la pena
alternativa, teniendo en cuenta que el beneficio consiste, principalmente, en no tener que pagar ni un día
de cárcel.
5
e) La reparación integral a las víctimas, incluyendo la entrega y
denuncia de todos los bienes que posea a cualquier título, de los
que tenga conocimiento poseídos por el grupo o cualesquiera de
su miembros, tanto lícitos como de procedencia ilícita.
f) La manifestación pública de arrepentimiento por el hecho que se
le imputa.
g) La obligación de observar buena conducta individual, familiar y
social.
h) La dejación efectiva de las armas y la manifestación expresa de
no participar en actos delictuales.
i) Estar sometido a un mecanismo de vigilancia.
j) La inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones
públicas, y no se podrán postular, entre otros, a la Presidencia y
Vicepresidencia de la República; ser congresistas, gobernadores y
diputados;
ministros
y
directores
de
departamentos
administrativos; magistrados de la Corte Constitucional, la Corte
Suprema de Justicia y del Consejo de Estado; Fiscal General de la
Nación, Contralor General y Registrador Nacional de conformidad
con los artículos 179-1, 197, 204, 207, 232-3, 249, 266, 267, 299 y
304 de la Constitución.
k) La asistencia a los programas de reincorporación, lo que
igualmente implica una vigilancia sobre el compromiso en lo que
corresponde a lo no reincidencia de conductas punibles.
6.7.
De comprobarse que la persona beneficiaria de la medida no dijo
la verdad completa o no contribuyó debidamente a la reparación,
perdería el beneficio. La pérdida del beneficio se podrá decretar
judicialmente dentro del término de prescripción para
violaciones de derechos humanos conforme al C.P.P. en un
proceso penal que se acumule con el proceso de justicia y paz.
Por último, con la finalidad de lograr la legitimidad del proceso los
instrumentos jurídicos que se adopten deberían ser elaborados, planeados
y ejecutados en procesos de consultas con grupos de víctimas para que se
genere confianza de parte de ellas, se involucren en el proceso y participen
en la construcción de una solución que sea aceptable para ellas y, por
consiguiente, favorable para la paz.
3. La concesión de beneficios jurídicos supone la existencia de una
situación de transición hacia la paz, es decir, de un genuino
proceso de paz
El Estado colombiano requiere de instrumentos jurídicos que permitan
viabilizar los procesos de negociación para desmantelar los grupos armados
que se encuentran cometiendo graves violaciones a derechos humanos,
6
infracciones al derecho internacional humanitario, crímenes de guerra y
crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo, la concesión de beneficios jurídicos no puede ser
incondicional, pues eso sería inconveniente y jurídicamente inaceptable.
Los instrumentos normativos que se adopten deben enmarcarse dentro de
un genuino proceso conducente a la paz y a la desarticulación y
desmantelamiento de las estructuras, acompañado de garantías de no
repetición, pues de lo contrario no son más que impunidad.
Los beneficios jurídicos son instrumentos necesarios dentro de procesos de
restablecimiento de la democracia o paz, o de transición hacia ellas,
entendidos estos como lo define el Conjunto de principios para la
protección y la promoción de los derechos humanos mediante la lucha
contra la impunidad:
“En el sentido de los presentes principios, esta expresión se refiere
a las situaciones al término de las cuales, en el marco de un proceso
que da lugar a un diálogo nacional a favor de la democracia o a
negociaciones de paz para poner fin a un conflicto armado, se llega
a un acuerdo, sea cual fuere su forma, en virtud del cual los
protagonistas o las partes interesadas convienen en tomar medidas
contra la impunidad y la repetición de las violaciones de derechos
humanos”.
Ese fue el entendimiento dentro del cual la Corte Constitucional aceptó la
pena alternativa como beneficio condicionado que sirviera de instrumento
para permitir la reincorporación a la vida civil de combatientes
paramilitares. Dichos criterios son también aplicables para combatientes
rasos que estén participando en procesos de negociación, en el sentido de
que los beneficios jurídicos que reciban deben encontrarse condicionados a
la efectiva y verdadera contribución a la paz y a la justicia.
La sentencia C – 370 de 2006 de la Corte Constitucional resaltó la
relevancia constitucional tanto del derecho a la paz como del derecho a la
justicia y, después de revisar y constatar la relevancia constitucional de los
derechos a la paz y a la justicia (acápite 4 de la sentencia)7, la Corte
centró el análisis de constitucionalidad en la aplicación del juicio de
ponderación entre la justicia y la paz y señaló:
“El logro de una paz estable y duradera que sustraiga al país del
conflicto por medio de la desmovilización de los grupos armados al
margen de la ley puede pasar por ciertas restricciones al valor
objetivo de la justicia y al derecho correlativo de las víctimas a la
7
Corte Constitucional, sentencia C-370 de 2006, Manuel José Cepeda Espinosa, Jaime Córdoba Treviño,
Rodrigo Escobar Gil, Marco Gerardo Monroy Cabra, Álvaro Tafur Galvis, Clara Inés Vargas Hernández.
7
justicia, puesto que de lo contrario, por la situación fáctica y
jurídica de quienes han tomado parte en el conflicto, la paz sería
un ideal inalcanzable; así lo ha demostrado la experiencia histórica
de distintos países que han superado conflictos armados internos.
(…)
Pero la paz no lo justifica todo. Al valor de la paz no se le puede
conferir un alcance absoluto, ya que también es necesario
garantizar la materialización del contenido esencial del valor de la
justicia y del derecho de las víctimas a la justicia, así como los
demás derechos de las víctimas, a pesar de las limitaciones
legítimas que a ellos se impongan para poner fin al conflicto
armado”.
En consecuencia, la Corte encontró que el beneficio de la pena alternativa
estaba, por definición, condicionado al cumplimiento de unas obligaciones,
entre las cuales está la contribución a la paz (considerándos 6.2.1.4.3.,
6.2.1.4.4., 6.2.1.4.5., 6.2.1.4.7. de la sentencia).
Es importante destacar que no se trata de que la pena alternativa per se
permita alcanzar la paz. Más bien, se trata de que el otorgamiento del
beneficio esté condicionado a la contribución a la paz por parte de quien
aspira a acceder a él. Tal contribución a la paz puede verificarse a través
de indicadores muy concretos, como los que se encuentran fijados en la ley
975 de 2005 y que buscan que el beneficio sirva para que el Estado
garantice el efectivo desmantelamiento de los grupos y el cese de
hostilidades, entre otros.
Además, la consecución de la paz está
directamente relacionada con el derecho de las víctimas a que existan
garantías de no repetición.
En conclusión, la ponderación entre paz y justicia es mucho más que una
intención retórica de los modelos de justicia transicional. La efectiva
contribución a la paz y la garantía de no repetición de las conductas son los
elementos que permiten que se dé el presupuesto de la concesión de
beneficios propios de modelos de justicia transicional. Sólo en una
transición es conveniente aplicar un modelo de justicia transicional 8.
Desafortunadamente, la desmovilización de los paramilitares en Colombia
no es un genuino proceso de paz. Durante este proceso de negociaciones
entre el Gobierno y los grupos paramilitares se ha violado de manera grave
y sistemática el cese de hostilidades al que supuestamente estaría
8
Sobre este punto, la Corte dijo: “4.2.4. La anterior declaración pone de manifiesto la admisión de una nueva noción
de Justicia en el contexto de la comunidad internacional, que atiende a la necesidad de alcanzar la efectividad del derecho a
la paz en aquellas sociedades en situación de conflicto, pero que a la vez pretende responder, aun en estas circunstancias, al
imperativo de enjuiciar y reparar las graves violaciones a los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario y
lograr el esclarecimiento de la verdad al respecto, nueva noción de Justicia que opera dentro del tránsito de un período de
violencia a otro de consolidación de la paz y de vigencia del Estado de Derecho, o de autoritarismo a otro de respeto al
pluralismo democrático”. Ibíd.
8
condicionado; se ha propiciado que los paramilitares continúen ejerciendo
y expandiendo su poder; el Gobierno ha promovido una política para
preservar las tierras usurpadas a través de la comisión de violaciones a los
derechos humanos; ha fomentado el uso de las armas por parte de los
paramilitares, y no ha hecho esfuerzos para poner fin a los nexos entre la
Fuerza Pública y tales grupos.
Los anteriores elementos permiten concluir que Colombia no asiste a un
proceso de negociaciones para la paz y que por el contrario concurre a una
reorganización de las fuerzas para la consolidación del paramilitarismo y
para la continuación de la guerra. Esto, por definición, constituye una
afrenta a las normas nacionales e internacionales de derechos humanos que
debe ser inaceptable para quienes tengan el mandato constitucional de
garantizar el derecho a la justicia9.
4. El problema actual era previsible, sin embargo el Gobierno
insistió en conceder carácter político a los paramilitares
El Gobierno colombiano, desde 2002, construyó una estrategia para otorgar
a los miembros de grupos paramilitares beneficios jurídicos propios de los
delincuentes políticos, como el indulto y sus equivalentes 10. En efecto, la
ley 782 reformó la ley 418 de 1997 (prorrogada por la ley 548 de 1999) para
eliminar la condición consistente en que, para adelantar una negociación
de paz, el grupo armado debería tener carácter político.
Con la aprobación de la ley 782 se abrió el camino una interpretación según
la cual los miembros de grupos paramilitares que participaran en procesos
de desmovilización podrían acceder a beneficios jurídicos de la ley 782 sin
que fueran considerados delincuentes políticos. Tales beneficios jurídicos
son las medidas de indulto, cesación de procedimiento, resolución de
preclusión de la instrucción o resolución inhibitoria. Dichos beneficios, de
acuerdo a la Constitución, son exclusivos para delincuentes políticos.
Posteriormente, a través del decreto 128 de 2003 y del decreto 3360 de
2003, el Gobierno estableció que tendrían derecho a los beneficios
jurídicos de la ley 782 quienes “hubieren formado parte de organizaciones
armadas al margen de la ley, respecto de los cuales el Comité Operativo
para la Dejación de las Armas, CODA, expida la certificación de que trata
el numeral 4 del artículo 12 del presente Decreto”. De acuerdo al decreto
3360 de 2003, en el caso de desmovilizaciones colectivas, tendrían derecho
a los beneficios quienes se encuentren en el listado de desmovilizados
suscrito por los voceros o miembros representantes del grupo, en el que se
9
El respecto ver: Este no es un genuino proceso de paz, Comisión Colombiana de Juristas, junio de 2007.
De acuerdo a artículos 150.17 y 201.2 de la Constitución, el indulto sólo procede respecto de delitos políticos.
10
9
reconozca expresamente la calidad de miembro del grupo y que sea
recibido y aceptado por el Alto Comisionado para la Paz.
En un segundo momento, el Gobierno sostuvo que no existía ninguna
limitación para otorgar estos beneficios a los miembros de grupos
paramilitares, porque era supuestamente claro que su conducta
encuadraba en el delito de sedición, que es una conducta criminal que
tradicionalmente se ha entendido como delito político11. Así, el Gobierno
empezó a defender abiertamente el carácter político de los grupos
paramilitares, a pesar de que en un principio, durante el trámite de la ley
782, había sostenido que no era necesario que los grupos tuvieran tal
carácter para entrar en negociaciones con el Gobierno.
A pesar de los esfuerzos del Gobierno, tal asunto no era lo suficientemente
claro. Tanto así, que por tal razón fue necesario aprobar una reforma
legislativa que hiciera encuadrar la conducta de participar en grupos
paramilitares como delito de sedición. Tal reforma se hizo dos años
después de iniciado el proceso de negociaciones y se aprobó a través de la
ley 975 de “justicia y paz”. En dicha ley se introdujeron dos normas que
intentaban salvar la discusión. Una, es el artículo 69, que permite acceder
a los beneficios jurídicos a quienes incurran en delitos como el concierto
para delinquir simple. Otra fue el artículo 71, que encuadraba en el delito
de sedición la conformación y pertenencia a grupos paramilitares.
Posteriormente, en la sentencia C-370 de 2005, la Corte Constitucional
declaró la inconstitucionalidad del artículo 71 por vicios de forma en su
tramitación. La Corte no se pronunció sobre la constitucionalidad del
artículo 71 por razones de fondo, es decir, la sentencia no dijo que su
contenido material era inconstitucional ni constitucional.
A través del decreto 4436 de 2006, el Gobierno, pretendiendo reglamentar
la ley 782 de 2002, señaló que, debido a que la sentencia de la Corte
Constitucional tenía solamente efectos hacia el futuro, todas las personas
que se hubieren desmovilizado o cometido el delito de sedición antes del
18 de mayo de 2006 (fecha del fallo de la Corte), podrían seguir siendo
considerados delincuentes políticos –sediciosos-. Por consiguiente, estas
personas podrían conservar u obtener su beneficio de indulto.
Meses después, la Corte Suprema de Justicia vino a zanjar el debate. Al
decidir la concesión de los beneficios contemplados en la ley 782 a un
paramilitar raso12 la corporación consideró que el artículo 71 de la ley 975
11
De acuerdo al artículo 468 del Código Penal, el delito de sedición se tipifica de la siguiente manera:
“Los que mediante el empleo de las armas pretendan impedir transitoriamente el libre funcionamiento del régimen
constitucional o legal vigentes, incurrirán (…)”.
12
La Corte Suprema de Justicia resolvió un recurso de apelación interpuesto por un paramilitar que,
después de haber sido capturado, se desmovilizó como parte del Bloque Elmer Cárdenas. El procesado
10
de 2005 era, materialmente, una norma contraria a la Constitución. La
Corte Suprema señaló:
“1) La Constitución establece ciertos criterios básicos sobre lo que
se debe entender por delito político; 2) Desde la teoría del delito se
puede distinguir y establecer el antagonismo entre los delitos
políticos y el concierto para delinquir; 3) Aceptar que el concierto
para delinquir es un delito político lleva al desconocimiento de los
derechos de las víctimas; 4) Al haber sido declarado inexequible el
precepto, no puede seguir produciendo efecto alguno hacia el
futuro en el mundo jurídico, y cualquier juez puede aplicar la
excepción de inconstitucionalidad por razones de fondo para evitar
su vigencia temporal antes de la declaratoria de inexequibilidad por
razones de forma” 13.
Además, en este caso, la Corte manifestó que la conducta en la que
incurrió el paramilitar fue el concierto para delinquir agravado –no
concierto para delinquir simple-, con lo cual el artículo 69 de la ley 975 de
2005 no es aplicable tampoco para los paramilitares que hayan participado
en procesos de desmovilización14.
En conclusión, a pesar de que existían argumentos para entender la
dificultad de considerar que los miembros de grupos paramilitares eran
delincuentes políticos, el Gobierno insistió vehementemente en el punto.
Es decir, el problema no ha sido creado por las instancias judiciales que
aplican las normas constitucionales sino por el Gobierno, que hizo caso
omiso de los argumentos existentes y adelantó todo este proceso hasta el
punto en que hoy hay que solucionar un problema cuyas consecuencias ya
están en proceso de consolidación o son hechos cumplidos.
5. El concepto de delito político y las características de los grupos
paramilitares en Colombia
La Corte Suprema de Justicia, en su sentencia del 11 de julio de 2007,
recogió la tradición jurisprudencial colombiana sobre el concepto del delito
político. Como lo mencionó la Corte Suprema, el delito político se
caracteriza porque atenta contra el bien jurídico del régimen
había solicitado la cesación de procedimiento, de acuerdo con la ley 782 de 2002 y el decreto 128 de 2003,
y el Tribunal de Antioquia se lo había negado.
13
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia del 11 de julio de 2007, segunda instancia
26945, M.P.: Yesid Ramírez Bastidas y Julio Enrique Socha Salamanca.
14
Incurren en concierto para delinquir simple quienes “se concierten con el fin de cometer delitos”
(inciso 1º del artículo 340 del Código Penal). Mientras tanto, incurren en concierto para delinquir
agravado quienes se concierten para cometer delitos de “genocidio, desaparición forzada de personas,
tortura, desplazamiento forzado, homicidio, terrorismo, tráfico de drogas tóxicas, estupefacientes o
sustancias sicotrópicas, secuestro, secuestro extorsivo, extorsión, enriquecimiento ilícito, lavado de activos
o testaferrato y conexos, o financiamiento del terrorismo y administración de recursos relacionados con
actividades terroristas” (inciso 2º del artículo 340 del Código Penal).
11
constitucional y legal, y generalmente busca el derrocamiento del Gobierno
legítimo para instaurar un régimen que considera más justo e igualitario.
La sentencia mencionada hace énfasis, además, en el carácter altruista del
delito político pues el delincuente político, a diferencia del delincuente
común, busca el bien común y no la satisfacción de necesidades egoístas e
individuales. En cuanto al dolo, señala que el delito político se dirige a
socavar la institucionalidad proponiendo un nuevo orden o perturbando el
existente y promoviendo otro en el que se mejore la dirección de los
intereses públicos. En lo que tiene que ver con el sujeto pasivo, el del
delito político es el Estado, la institucionalidad, no la sociedad. En relación
con la culpabilidad, en el delincuente político ésta se constata al
establecer que conocía la obligación de acatar y respetar las instituciones
estatales y decidió participar en su desestablización buscando su caída,
mientras que en el concierto para delinquir la culpabilidad del sujeto surge
del afán de satisfacer sus intereses particulares.
En cuanto a la punibilidad, el concierto para delinquir no permite tratos
permisivos a los condenados o el otorgamiento de gracias o perdones. Las
concesiones jurídicas son aceptadas para delincuentes políticos, como una
forma de solución al conflicto. Los delincuentes políticos son titulares de
prerrogativas excepcionales como el derecho al asilo o la prohibición de su
extradición, mientras que estas no son posibles para delincuentes comunes
(artículo 150.17 de la Constitución).
Además, el concierto para delinquir agravado no puede ser considerado
delito político teniendo en cuenta que su finalidad es cometer crímenes de
lesa humanidad, genocidio, crímenes de guerra, violaciones graves de
derechos humanos. El delincuente político, en cambio, tiene éxito cuando
erige un nuevo Estado15.
Cabe resaltar que la diferencia central entre el delito político y el delito
común es el bien jurídico tutelado. Como lo menciona la Corte Suprema,
mientras que con el delito político se afecta al Estado, en el delito
común se afecta a la sociedad. Y es también por esa razón por la que el
Estado no puede indultar un delito común, esto es, porque no es titular
de los derechos conculcados y no puede abrogarse la facultad de
perdonar delitos que causaron daño a derechos de los cuales no es
titular. El núcleo central del concepto del delito político es el
enfrentamiento con el Estado a través de la comisión de delitos que
pueden ser declarados conexos con la finalidad política, siempre que los
mismos no constituyan crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad o
infracciones al derecho internacional humanitario.
15
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, segunda instancia, No. 26945, M.P.: Yesid Ramírez
Bastidas y Julio Enrique Socha Salamanca, julio 11 de 2007.
12
La rebelión, en determinadas condiciones, es un recurso que se ejerce
contra el Estado, para resistirse frente a la tiranía y la opresión del mismo,
como lo señalan los considerándos de la Declaración Universal de Derechos
Humanos16. De acuerdo a lo anterior, la rebelión implica, que el grupo no
sólo sea autónomo e independiente del Estado, sino opuesto al mismo.
Por la razón anterior, principalmente, es que no es posible considerar que
en Colombia los grupos paramilitares sean delincuentes políticos. Los
grupos paramilitares no se crearon autónomamente del Estado, ni tampoco
en oposición al mismo.
Como lo señala la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, el
paramilitarismo en Colombia está constituido por ejércitos, creados
conjuntamente por el Estado y particulares, dirigidos a atacar a la
población civil a través de graves violaciones de derechos humanos e
infracciones a derecho internacional humanitario, con características de
sistematicidad.
Igualmente, como lo ha establecido la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, los grupos paramilitares se crearon y fortalecieron con el apoyo
del Estado y, en la generalidad de los casos, han actuado con el apoyo,
aquiescencia o tolerancia de la Fuerza Pública. En los casos de la masacre
de los 19 comerciantes, la masacre de Mapiripán, la masacre de Pueblo
Bello y la masacre de la Rochela, la Corte ha encontrado probados tales
hechos.
En particular, en la sentencia sobre la masacre de la Rochela, del 11 de
mayo del presente año, la Corte Interamericana señaló que el Estado
colombiano
es
responsable
internacionalmente
por
casos
de
paramilitarismo por las siguientes razones:
a. “el Estado estableció un marco legal a través del cual se
propició la creación de grupos de autodefensa, que contaban
con el apoyo de las autoridades estatales y que derivaron en
paramilitares. El Estado les otorgaba permisos para el porte
y tenencia de armas de uso privativo de las Fuerzas Armadas
(supra Párr. 82 a 87);
b. las violaciones ocurrieron en una época en que ese marco
legal se encontraba vigente, a pesar de que ya habían
transcurrido varios años desde que se hizo notoria la
transformación de grupos de autodefensa en paramilitares
(supra Párr. 84 y 85);
c. las violaciones se cometieron en el marco de reglamentos y
manuales de combate contra las guerrillas, adoptados por la
16
Este argumento no debe entenderse de ninguna manera en el sentido de que las guerrillas colombianas
se encuentren en ejercicio de tal derecho.
13
d.
e.
f.
g.
máxima autoridad de las Fuerzas Militares, que establecían
como funciones de los agentes militares el organizar “en
forma militar” a la población civil en grupos o juntas de
autodefensa y ejercer control y autoridad sobre tales grupos,
los cuales debían cumplir funciones de patrullaje y apoyo a la
ejecución de operaciones de combate y de inteligencia
militar (supra Párr. 88, 89, 96 y 97);
miembros del Ejército promovieron la formación del grupo
paramilitar “Los Masetos”, que perpetró la masacre de La
Rochela, y le brindaban apoyo (supra Párr. 94 y 95);
el Ejército utilizaba a miembros del grupo paramilitar “Los
Masetos” como guías, incluso realizando acciones de
patrullaje de manera conjunta y dotándolos de armamento
militar (supra Párr. 95, 96, 97 y 100);
el Estado reconoce que los miembros del grupo paramilitar
“Los Masetos” contaron con la cooperación y aquiescencia de
agentes estatales para ejecutar la Masacre de La Rochela;
el Estado reconoce que los miembros de la Comisión Judicial
fueron ejecutados mientras estaban investigando crímenes
presuntamente cometidos por paramilitares y miembros de la
fuerza pública en la zona del Magdalena Medio;
(…)
La Corte observa que en el presente caso el Estado permitió la
colaboración y participación de particulares en la realización de
ciertas funciones (tales como patrullaje militar de zonas de
orden público, utilizando armas de uso privativo de las fuerzas
armadas o en desarrollo de actividades de inteligencia militar),
que por lo general son de competencia exclusiva del Estado y
donde éste adquiere una especial función de garante. En
consecuencia, el Estado es directamente responsable, tanto por
acción como por omisión, de todo lo que hagan estos
particulares en ejercicio de dichas funciones, más aún si se tiene
en cuenta que los particulares no están sometidos al escrutinio
estricto que pesa sobre un funcionario público respecto al
ejercicio de sus funciones. Fue de tal magnitud esta situación en
la que particulares colaboraron en el desarrollo de dichas
funciones, que cuando el Estado trató de adoptar las medidas
para enfrentar el desborde en la actuación de los grupos
paramilitares, estos mismos grupos, con el apoyo de agentes
estatales, atentaron contra los funcionarios judiciales” 17.
En estas condiciones, la conformación de grupos paramilitares tal como han
operado en Colombia es, por definición, una violación de derechos
humanos. Por consiguiente, la conducta de conformación de estos grupos
no es indultable pues bajo el derecho internacional, la conformación de
17
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso La Rochela, párrafo 101.
14
bandas armadas por parte del Estado con la finalidad de atacar la
población civil es, per se, una violación a los deberes de respeto y garantía
de Derechos Humanos por parte de los Estados18.
6. ¿Por qué es grave que los grupos paramilitares sean considerados
delincuentes políticos?
La propuesta de que los paramilitares fueran considerados delincuentes
políticos fue divulgada desde mediados de 2003, cuando se conoció
públicamente un documento elaborado por el grupo de abogados
contratado por el Estado Mayor de las AUC, con el encargo específico de
hacer la propuesta de marco jurídico para la desmovilización que
ofrecerían al Gobierno. El primer aspecto de dicha propuesta era que el
Estado reconociera que los delitos cometidos por los grupos paramilitares
habían tenido móviles exclusivamente políticos y, por lo mismo, que se
calificara a los paramilitares como sediciosos. Dice el documento: “Se
debería modificar el Código Penal para hacer claridad acerca de la
sedición, los delitos conexos y el terrorismo, a fin de que n o se siga
abusando (…) de forzados y acomodados procedimientos contra los
militantes de las Auc, calificando sus acciones de terroristas y dándoles el
equivocado tratamiento de vulgares delincuentes comunes” 19. De esa
modificación se derivarían los otros aspectos contemplados en la
propuesta, como son la no extradición, la exclusión de la pena para los
delitos conexos, el asilo político y la amnistía o el indulto. La propuesta
también argumenta que las masacres son producto de una guerra irregular
y no actos de genocidio o crímenes de lesa humanidad, y que el
narcotráfico debe ser considerado conexo al delito de sedición.
La calificación de los grupos paramilitares como delincuentes políticos es
sumamente grave por varias razones. En primer lugar, el reconocimiento
político desconoce que el paramilitarismo fue creado por el Estado para
exonerarse de responsabilidad por violaciones a derechos humanos y
crímenes de lesa humanidad (acápite 3 de este escrito). El proceso de
negociación que se ha adelantado con grupos paramilitares tuvo como
presupuesto la negación de la responsabilidad estatal y de la participación
de agentes estatales en las acciones de grupos paramilitares. Por
18
De acuerdo al artículo 1.1. de la Convención Americana de Derechos Humanos: “1. Los Estados Partes
en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno
ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma,
religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social”. Por su parte, el artículo 2.1. del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
señala que: “1. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a respetar y a garantizar a todos los
individuos que se encuentren en su territorio y estén sujetos a su jurisdicción los derechos reconocidos en el presente Pacto, sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición social”.
19
“La propuesta de las Auc”, Revista Cambio, 7 de julio de 2003, pág. 18.
15
consiguiente, conceder el carácter político a grupos paramilitares
contribuye a afirmar su autonomía del Estado y, por consiguiente, a negar
la responsabilidad de este en su creación.
En segundo lugar, el reconocimiento político hace que la conformación
de grupos paramilitares sea indultable de acuerdo a los artículos 150.17 y
201.2 de la Constitución. En la práctica, se indultaría a un considerable
número de paramilitares desmovilizados. El Presidente de la República ha
dicho que serían 18.000 los combatientes paramilitares que requieren de
una solución, pues estaban a la espera del beneficio cuando se expidió la
sentencia de la Corte Suprema. Sin embargo, no es claro cuál es el origen
de esta cifra.
En total, durante la negociación del Gobierno con los grupos paramilitares,
se desmovilizaron 31.671 paramilitares de manera colectiva20. De ellos,
2.913 se encuentran postulados al procedimiento de la ley 975 de “justicia
y paz” 21. Esto quiere decir que poco más del 9% de los desmovilizados está
postulado al beneficio de la pena alternativa, de acuerdo al procedimiento
establecido en la ley 975. Mientras tanto, 28.758 paramilitares
desmovilizados, es decir, casi 91% de los desmovilizados colectivamente,
han recibido el beneficio del indulto o sus equivalentes, o están en tal
proceso.
Para justificar estos porcentajes, se podría sostener que el Estado debe
concentrar sus esfuerzos en la judicialización de quienes hayan cometido
delitos que constituyan graves violaciones a derechos humanos e
infracciones al derecho internacional humanitario o, incluso, únicamente
en la de los altos mandos de tales grupos. Tal argumento estaría fundado
en el hecho de que el aparato judicial no tiene capacidad para investigar a
31.000 personas.
Puede ser. Sin embargo, ese no es el criterio que ha primado. De acuerdo a
las normas aplicables, al procedimiento de la ley 975 de 2005 sólo acuden
quienes estén siendo procesados o hayan sido condenados por delitos que,
de acuerdo con la Constitución Política, la ley o los tratados
internacionales suscritos y ratificados por Colombia, no puedan recibir esta
clase los beneficios de indulto y sus equivalentes (artículo 10 de la ley 975
de 2005 e inciso 2º del artículo 21 del decreto 128 de 2003). Por
consiguiente, quien haya cometido un delito de estas características pero
no esté procesado o condenado por ello, puede acceder al beneficio de
indulto o su equivalente, sin importar su jerarquía dentro de estos grupos.
20
Presidencia de la República. Oficina del Alto Comisionado para la Paz, Proceso de Paz con las autodefensas.
Informe Ejecutivo, diciembre de 2006.
Consulta: agosto 9 de 2007
21
Fiscalía General de la Nación, http://www.fiscalia.gov.co/justiciapaz/Postulados975.htm, consultada el
9 de agosto de 2007.
16
De los 2.913 postulados a los beneficios de la ley 975, 2.183 no tienen
procesos ni condenas en contra, por lo cual, aunque sería una avance que
estén en el procedimiento de la ley 975, podrían acudir al artículo 21 del
decreto 128 de 2003 para solicitar el beneficio de indulto y, por
consiguiente, el cierre del procedimiento previsto en la ley 975 de 2005. Es
el caso de Ernesto Báez, alega no haber cometido ningún delito grave y no
tiene investigaciones ni condenas en su contra.
Varios miembros de los grupos paramilitares que se desmovilizaron
teniendo jerarquía dentro del grupo no fueron postulados al procedimiento
previsto en la ley 975. De un total de 29 miembros representantes que
participaron en la negociación de los paramilitares con el Gobierno, hay 9
de ellos que no fueron postulados al procedimiento de la ley 97522. De tal
manera que, a pesar de ser altos mandos reconocidos, no tienen que
contribuir a la verdad, a la justicia y a la reparación y pueden acceder al
indulto.
En conclusión, el contenido y la aplicación del decreto 128 de 2003 ha
favorecido la consolidación de la impunidad a favor de más del 90% de los
paramilitares desmovilizados, incluyendo combatientes que tenían mando
22
Al contrastar el listado de postulados a la ley 975 de 2005 con los nombres de los 29 miembros
representantes, se encuentra que los 10 siguientes miembros representantes no están postulados al
procedimiento de la ley 975: Giovanni Jesús Marín Zapata, Fabio Orlando Acevedo, Ruvinder Becoche,
Lizardo Fair Becoche, José María Barrera Ortiz alias “Chepe Barrera”, Ever Veloza García, Alcides de
Jesús Durango, Eder Pedraza Peña, Luis Eduardo Echavaría Durango. Además, Víctor Manuel Triana
alias “Botalón”, por ejemplo, tampoco se encuentra en el listado de postulados, a pesar de que es
miembro del Estado Mayor de las Autodefensas Unidas de Colombia.
17
dentro de los bloques. Por tal razón, la sentencia de la Corte Suprema de
Justicia, antes que ser un obstáculo, es una oportunidad para corregir esta
situación y prevenir la acción de la justicia internacional sobre Colombia.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ya señaló en la sentencia
sobre el caso de la Masacre de La Rochela, su preocupación por la
impunidad propiciada por el decreto 128 y por la necesidad de adelantar
investigaciones para evitar que sigan resultando indultados23. Este fallo,
interpretado armónicamente con las otras sentencias de la Corte
Interamericana sobre Colombia, impone el deber de crear un mecanismo
jurídico idóneo que corrija la impunidad generada por la aplicación del
decreto 128 de 2003 y que sea un medio adecuado para alcanzar la justicia
de las víctimas, sin desconocer las necesidades de la paz.
Como si fuera poco, el reconocimiento como delincuentes políticos, le
permite a los paramilitares participar en política y en el ejercicio del
23
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de la masacre de La Rochela vs. Colombia,
sentencia de 11 de mayo de 2007. En la sentencia, la Corte Interamericana señaló:
“194.
Los Estados tienen el deber de iniciar ex officio, sin dilación y con debida diligencia, una investigación seria,
imparcial y efectiva, tendiente a establecer plenamente las responsabilidades por las violaciones. Para asegurar este fin es
necesario, inter alia, que exista un sistema eficaz de protección de operadores de justicia, testigos, víctimas y sus familiares.
Además, es preciso que se esclarezca, en su caso, la existencia de estructuras criminales complejas y sus conexiones que
hicieron posible las violaciones. En tal sentido, son inadmisibles las disposiciones que impidan la investigación y eventual
sanción de los responsables de estas graves violaciones.
195.
En casos de graves violaciones a los derechos humanos, las obligaciones positivas inherentes al derecho a la verdad
exigen la adopción de los diseños institucionales que permitan que este derecho se realice en la forma más idónea,
participativa y completa posible y no enfrente obstáculos legales o prácticos que lo hagan ilusorio. La Corte resalta que la
satisfacción de la dimensión colectiva del derecho a la verdad exige la determinación procesal de la más completa verdad
histórica posible, lo cual incluye la determinación judicial de los patrones de actuación conjunta y de todas las personas que de
diversas formas participaron en dichas violaciones y sus correspondientes responsabilidades. Dicha investigación debe ser
asumida por el Estado como un deber jurídico propio y no como una simple gestión de intereses particulares, que dependa de
la iniciativa procesal de las víctimas o de sus familiares o de la aportación privada de elementos probatorios. En cuanto a la
participación de las víctimas, se debe garantizar que, en todas las etapas de los respectivos procesos, las víctimas puedan
formular sus pretensiones y presentar elementos probatorios y que éstos sean analizados de forma completa y seria por las
autoridades antes de que se resuelva sobre hechos, responsabilidades, penas y reparaciones.
(…)
293.
Cabe anotar, en el mismo sentido, que la concesión de beneficios legales para miembros
de organizaciones armadas al margen de la ley (como se encuentra establecido en el Decreto 128
de 2003) que son señaladas de involucrar una compleja estructura de ejecución de graves
violaciones a los derechos humanos pero que alegan no haber participado en tales violaciones,
exige la mayor debida diligencia de las autoridades competentes para determinar si realmente el
beneficiario participó en dicha compleja estructura de ejecución de tales violaciones.
294.
Al respecto, la Corte recuerda su jurisprudencia constante sobre la inadmisibilidad de las disposiciones de
amnistía, las disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad, que pretendan impedir la
investigación y, en su caso, la sanción de los responsables de las violaciones graves de los derechos humanos tales como la
tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias y las desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por
contravenir derechos inderogables reconocidos por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
295.
A la luz de las anteriores consideraciones, en un plazo razonable, el Estado debe conducir eficazmente los
procesos penales que se encuentran en trámite y los que se llegaren a abrir, y debe adoptar todas las medidas necesarias que
permitan el esclarecimiento de los hechos del presente caso, en aras de determinar la responsabilidad de quienes participaron
en dichas violaciones, tomando en cuenta lo indicado por este Tribunal en los párrafos 151 a 198 de la presente Sentencia”
(negrillas fuera de texto).
18
poder público. La Constitución Política excluye del acceso a ciertos cargos
públicos a los ciudadanos que hayan sido condenados con pena de privación
de la libertad por delitos comunes, es decir, delitos diferentes a los
políticos (artículos 179-1, 197, 204, 207, 232-3, 249, 266, 267, 299 y 304).
Con la calificación del paramilitarismo como sedición, las personas que
sean condenadas por conformar o hacer parte de estos grupos no quedarían
inhabilitadas para ejercer los cargos públicos de alto nivel a los que se
refiere la Constitución. Así, los desmovilizados podrían ejercer, entre
otros, cargos como la Presidencia y Vicepresidencia de la República; ser
congresistas, gobernadores y diputados; ministros y directores de
departamentos administrativos; magistrados de la Corte Constitucional, la
Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado; Fiscal General de la
Nación, Contralor General y Registrador Nacional. La participación en esos
cargos seguiría proscrita para los autores de delitos comunes, más no para
quienes sean responsables de conformar grupos paramilitares y cometer
graves violaciones a los derechos humanos.
Igualmente, estas personas no podrían ser extraditadas por ese tipo de
delitos. El artículo 35 de la Constitución, por el cual se permite la
extradición de nacionales colombianos, dispone expresamente en su inciso
tercero que “la extradición no procederá por delitos políticos”. Esa
prohibición también incluye los delitos que se consideren conexos al delito
político, es decir, los que resulten inherentes al accionar del grupo armado
(porte y fabricación ilegal de armas, uso de uniformes e insignias privativas
de la Fuerza Pública, etc.).
Septiembre 14 de 2007
19
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