Congr. N. 10/2014 A TODAS LAS HERMANAS DE LA CONGREGACIÓN Muy queridas hermanas: Con ocasión del 131 aniversario de la muerte de María Josefa Recio, quiero acercarme a cada una de vosotras e invitaros a que nos dejemos iluminar y guiar por la “estrella”1 de nuestra amada Madre Fundadora en este camino de revitalización hacia una hospitalidad recreada. Esta expresión “estrella” aplicada a María Josefa, la utiliza María Angustias cuando, en las primeras páginas de su Relación sobre los orígenes, describe con sencillez y humildad la necesidad de “revitalizar” su vida, de “volver a Dios”, de emprender de nuevo el “camino de perfección” que había abandonado. Precisamente en la situación de fuerte lucha entre “el deseo de agradar a Dios” y el de “ir en pos de sus criaturas”2, Jesús le presenta el resorte del que quería valerse para conquistarla: la “estrella de mi amada Madre Fundadora”3. También nosotras sentimos la llamada a redescubrir nuestra condición de mujeres consagradas para la hospitalidad, viviendo centradas y enraizadas en Cristo, construyendo comunidades samaritanas y testimoniando la compasión de Dios en el servicio a las personas que sufren4. Por eso, fijamos nuestra mirada en la “estrella de nuestra amada Madre Fundadora” y nos dejamos iluminar y guiar por el ideal que orientó su camino hospitalario: “el amor incondicional hacia Dios y la entrega sin reservas a las enfermas, expresión concreta de las virtudes que emergen de su vida, la caridad y la humildad”5. Teniendo como documento base el Decreto sobre la heroicidad de la virtudes de la Sierva de Dios María Josefa del Santísimo Sacramento, firmado en Roma el 10 de mayo de 2012 y entregado a la Congregación durante la celebración del XX Capítulo general, por el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, Angelo Amato, me centro en tres aspectos de su vida que pueden iluminar y guiar nuestro camino de hospitalidad renovada: el amor incondicional a Dios, la unión de corazones en la comunidad y el servicio sin reserva a las personas enfermas y necesitadas. 1. María Josefa: una “estrella” en el amor incondicional a Dios En el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes se afirma que María Josefa vivió “una espiritualidad contemplativa que la llevaba a buscar y a descubrir la presencia de Dios en todas las cosas y personas, haciendo de Él, el centro de su corazón […]; su existencia fue una búsqueda sincera de la voluntad del Padre, a través de la dirección espiritual, del encuentro cotidiano con Jesús en la Eucaristía y en los largos tiempos de oración”6. Desde la experiencia de su pequeñez, María Josefa vive totalmente centrada en Dios y en la búsqueda constante de su voluntad. María Angustias reconoce que Dios le había dotado “de un grande corazón para amarle con todo él; al mismo tiempo poseía en alto grado la esencial virtud para saber amar a Jesucristo, siendo la pequeña flor de la violeta símbolo de la humildad”; en ella, descubre “un insaciable deseo, muy ardiente, por querer saber amar a su Criador […] con la mayor perfección”7. En los caminos de la vida familiar y matrimonial transmite una vivencia sencilla pero honda de la fe cristiana; contribuye a la conversión de su marido, ayudándole a madurar una experiencia profunda de relación con Dios, forma y acompaña a sus sobrinos en la catequesis y en la práctica dominical y desea conquistar algunas jóvenes “a fin de darles a conocer lo hermoso del camino que conduce a Jesucristo”8. En la relación de amistad con María Angustias es esa “madre y pastora” que la reconduce al “sendero recto”: unidas en “un solo corazón y una sola voluntad” ponen en práctica todos los medios para alimentar su vida de intimidad y unión con Dios y “ adelantarse en las sendas de la perfección”9. En la búsqueda del proyecto de Dios, bajo la guía del P. Benito Menni, entre resistencias y deseos, con la confianza puesta en María, Señora del Corazón de Jesús, abandona todo y todos y parte con María Angustias para consagrarse totalmente a Jesús y realizar el proyecto de la fundación. En la pequeña comunidad de Ciempozuelos, María Josefa es ejemplo de mujer centrada totalmente en Dios. Nos dicen las primeras hermanas: “Era muy piadosa, muy dada a la oración; exacta en sus ejercicios espirituales y constante en sus devociones. Entre éstas, sus favoritas fueron la devoción al Santísimo Sacramento y a la Santísima Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón […]. Ella era la primera en acudir a este santo ejercicio [la Adoración perpetua ante Jesús sacramentado], aunque eran muchas sus ocupaciones […]; cuando hacíamos la vela al Santísimo, la veíamos entrar en la capilla, se arrodillaba, oraba durante algún minuto y se retiraba. Esto lo hacía con frecuencia y creo que siempre que pasaba por la puerta del coro […]; tenía gran interés porque ninguna de nosotras quedara sin comulgar […]10. Iluminadas y guiadas por la “estrella de nuestra amada Madre Fundadora”, queremos acoger la llamada a vivir de forma más radical el amor incondicional, sin poner límites a lo que Dios quiera regalarnos o pedirnos, centrando y enraizando cada vez más nuestra vida en Cristo. Esto nos pide cuidar de forma especial la relación personal de amor con Él; una relación que centre nuestros pensamientos, deseos y afectos; una relación que configure progresivamente nuestros sentimientos con los suyos11; una relación que nos haga crecer en la pasión por el Padre y por los preferidos del Reino: los pobres, los enfermos, los pecadores, los más necesitados; una relación que no nos aleje de la vida sino que nos capacite para descubrir sus huellas, su palabra y su imagen en las personas con quienes nos encontramos y a quienes servimos; una relación que haga de nosotras mujeres amadas y felices. Este tiempo nuevo que vivimos hacia una hospitalidad recreada nos invita, de forma especial, a escuchar y encarnar la Palabra, a celebrar y vivir la Eucaristía, experimentar la cruz desde el amor entregado en el servicio hospitalario. La vida de María Josefa es palabra encarnada, Eucaristía vivida y amor entregado. Que ella sea nuestra “estrella” en este camino de renovación hacia una vida más centrada y enraizada en Cristo. 2. María Josefa: una “estrella” en la unión de corazones en la comunidad Al declarar la heroicidad de las virtudes de nuestra Fundadora, la Iglesia afirma: “Como consagrada y primera superiora de la Congregación, se comprometió en la construcción de comunidades caracterizadas por el amor recíproco y por la unión de corazones”12. María Josefa comprende que el corazón del evangelio es el amor y se compromete con total dedicación en la edificación de una comunidad donde “reine siempre la caridad”13. María Angustias nos recuerda que “esta buena Madre […] tomó mucha parte para que 2 permaneciésemos en la grande paz y unión de corazones en que estábamos. Ella, con caritativo celo, tomaba para sí el peso de las fatigas […], portándose con nosotras cual madre solícita que, olvidada de sí misma, sólo piensa en cuidar a sus hijitos […], se valía de cuantos medios le sugería su industriosa caridad, para consolarnos y dejar nuestro espíritu en paz y tranquilidad. Esto lo hacía a costa de sacrificarse a sí misma. En fin, el elevado cargo que la obediencia le confió, sólo le sirvió para servir como humilde esclava a todas sus hijas”14. Vive y se desvive en el servicio a sus hermanas cual madre solícita; siempre afable y benigna busca constantemente consolar y comprender y siendo su gran preocupación que donde estén dos o tres hermanas se vea lo mucho que se aman. Este amor se hace concreto en la comprensión y ayuda mutua, en la capacidad de perdonar y de acoger la fragilidad humana, en la prudencia y en el respeto de la vida e intimidad de cada hermana, “no refiriendo nada de una a otra” 15; en la capacidad de dedicar tiempo para escuchar a las hermanas, en el intuir sus necesidades y, en la medida de lo posible, responderles de forma eficaz; en la realización de las tareas más sencillas y humildes en la comunidad, con espíritu de dedicación y servicio, sin quejarse, siempre pronta y disponible. En este sentido son preciosos los testimonios de las primeras hermanas: “Tenía grandísimo interés por conservar la unión, la paz y el amor entre las hermanas y si, a pesar de todo, ocurría a veces algún altercado, ella se interesaba tanto y aconsejaba con tal acierto y celo por nuestro bien espiritual, que pronto se terminaba la desavenencia pidiéndonos perdón mutuamente y con un abrazo fraternal. […] nos recomendaba que tuviésemos siempre grande empeño por conservar la unión de nuestros corazones, que sobrelleváramos mutuamente nuestras debilidades y que, sobre todo, nos amásemos mucho en Dios y por Dios”16. Iluminadas y guiadas por la ”estrella de nuestra amada Madre Fundadora”, queremos acoger la llamada a construir comunidades samaritanas “desde el amor y el perdón” 17, única fuente de la unión de corazones, potenciando entre nosotras actitudes de mutua valoración y aceptación, y ambientes relacionales donde cada una pueda “sentirse en casa”, comunicarse desde el corazón y experimentar en la hospitalidad fraterna, la alegría, la ternura y la sanación de Dios. Este tiempo nuevo que vivimos hacia una hospitalidad recreada nos desafía a ser mujeres profundamente humanas, constructoras de una comunión que se forja en la acogida y en el servicio incondicional y humilde a nuestras hermanas de comunidad. La vida de María Josefa es testimonio claro de esa caridad que “con las hermanas subía de punto”18. Que ella sea nuestra “estrella” en este camino de renovación hacia comunidades donde se viva la unión de corazones y el amor samaritano. 3. María Josefa: una “estrella” en el servicio sin reservas a las enfermas El Decreto sobre las virtudes heroicas empieza precisamente haciendo referencia a esas palabras de su “testamento espiritual” que bien conocemos y que sintetizan la vida de nuestra fundadora: “Tened mucha caridad y paciencia con las pobres enfermas, sed para ellas verdaderas madres”19. En este mismo documento se afirma que “María Josefa Recio se distinguió […] por el ejemplo de dedicación materna para con las enfermas mentales, hasta el punto de arriesgar la propia vida […] testimonió con la propia vida que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos”20. Al inicio de su Relación, María Angustias refiere que “por misericordia divina podemos gloriarnos que nuestra virtuosa y Rvda. Madre Fundadora ha muerto víctima de la más heroica 3 caridad, al mismo tiempo, ha dejado a sus hijas este tan raro ejemplo del verdadero amor que hacia sus pobrecitas tenía. Pues al querer prestar sus servicios con amor tierno y compasivo a una pobre demente, en acto en que estaba furiosamente agitada, cogiéndola a solas, la derribó al suelo y la golpeó; cuyo mal tratamiento lo sufrió nuestra buena Madre con santa paciencia y alegría, por amor a su Jesús”21. El amor que tenía hacia los pobres, un amor que la lleva en sus años jóvenes a recorrer las calles de Granada para llevar limosna y consuelo a personas necesitadas y enfermas; un amor que aquella noche la lleva a colocar su cama al lado de la primera enferma; un amor hacia las “pobrecitas enfermas confiadas a nuestros cuidados” a quienes “servía con suma caridad, con mucha amabilidad y para todas tenía una palabra de aliento y consuelo”; un amor que no se detenía ante nada con tal de poder servir a quien tenía necesidad de sus cuidados22; un amor que le llevó hasta el gesto extremo del servicio: dar la vida por amor. Un amor que estimulaba con el ejemplo “yendo siempre por delante”. Sor María de la Purificación afirma: “con frecuencia nos exhortaba a que tuviéramos con ellas una ardiente caridad y que debíamos asistirlas con veneración, haciéndonos cargo que, en la persona de las enfermas, servimos al mismo Dios […] se le veía que su corazón disfrutaba cuando trabajaba directamente para las enfermas”23. Iluminadas y guiadas por la “estrella de nuestra amada Madre Fundadora”, queremos acoger la llamada a vivir el envío al ministerio de la hospitalidad, en las diferentes tareas que nos sean confiadas, conscientes de que todas participamos de la misión de esta Iglesia que opta preferentemente por las personas enfermas y excluidas. Pero, al mismo tiempo, hemos de ser conscientes de que el servicio hospitalario es el lugar privilegiado para “tocar a Dios” y dejarnos tocar por Él, es el lugar privilegiado para testimoniar la compasión de Dios hacia las personas que sufren, una compasión capaz de superar cualquier dificultad por servir, incluso, “con el riesgo de la propia vida”24. Este tiempo nuevo que vivimos hacia una hospitalidad recreada nos interpela a buscar nuevos caminos que nos permitan revivir la experiencia del primer grupo de hermanas25 y volver al primer amor que, para nosotras, es siempre el encuentro con la persona enferma y necesitada. La vida de María Josefa, madre de corazón entrañable hacia las enfermas, es para nosotras una “estrella” en este camino de renovación hacia una misión hospitalaria más profética y cercana a quienes permanecen abandonados en la vera del camino. Queridas Hermanas, termino esta reflexión, deseando que en esta fiesta, “la estrella de nuestra amada Madre Fundadora” nos ilumine y nos guíe por los caminos de una hospitalidad recreada. Al mismo tiempo que os invito a continuar pidiendo a Dios gracias y milagros por intercesión de la Venerable María Josefa, dándola a conocer como testigo de esa santidad que encarna la hospitalidad hasta las últimas consecuencias: dar la vida por los demás. Os deseo, en unión con las hermanas del gobierno general, un FELIZ DÍA DE NUESTRA FUNDADORA. Recibid mi abrazo fraterno y hospitalario Anabela Carneiro Superiora general Roma, 29 de octubre de 2014 4 1 GIMÉNEZ VERA, MARIA ANGUSTIAS, Relación sobre los Orígenes, Madrid 1981, 40. Cf. GIMÉNEZ VERA, Relación…, 40, 41, 43, 44, 46, 52. 3 GIMÉNEZ VERA, Relación…, 40. 4 Cf. HERMANAS HOSPITALARIAS, Recrear la Hospitalidad. Caminos de revitalización, Roma 2012, 1, 2, 3, 9. 5 CONGREGACIÓN PARA LA CAUSA DE LOS SANTOS, Decreto sobre las virtudes de la Sierva de Dios Maria Josefa del Santísimo Sacramento, Roma 2012. 6 CONGREGACIÓN PARA LA CAUSA DE LOS SANTOS, Decreto. 7 GIMÉNEZ VERA, Relación…, 42, 43. 8 Cf. CONGREGACIÓN PARA LA CAUSA DE LOS SANTOS, Decreto; GIMÉNEZ VERA, Relación…, 54, 55; 70-71. 9 GIMÉNEZ VERA, Relación…, 43, 52, 10 Cf. MARTÍN MANUEL, Rasgos biográficos de la Madre Sor María Josefa del Santísimo Sacramento, Madrid, 1925, pp. 246, 250, 251. 11 Cf. HERMANAS HOSPITALARIAS, Recrear la Hospitalidad. Caminos de revitalización, 2, 12 CONGREGACIÓN PARA LA CAUSA DE LOS SANTOS, Decreto. 13 GIMÉNEZ VERA, Relación…, 240. 14 GIMÉNEZ VERA, Relación…, 169. 15 Cf. GIMÉNEZ VERA, Relación…, 240. 16 CARBAJAL A. F., María Josefa Recio Martín, Testimonio de caridad heroica, Burgos 2000, p. 770. 17 Cf. HERMANAS HOSPITALARIAS, Recrear la Hospitalidad. Caminos de revitalización, 9. 18 CARBAJAL A. F., María Josefa Recio Martín, p. 673. 19 GIMÉNEZ VERA, Relación…, 240. 20 CONGREGACIÓN PARA LA CAUSA DE LOS SANTOS, Decreto. 21 GIMÉNEZ VERA, Relación…, 34. 22 Cf. CARBAJAL A. F., María Josefa Recio Martín, p. 673. 23 CARBAJAL A. F., María Josefa Recio Martín, p. 679. 24 Cf. HERMANAS HOSPITALARIAS, Constituciones, Roma 1983, nº 62. 25 Cf. HERMANAS HOSPITALARIAS, Recrear la Hospitalidad, 3. 2 5