Entrevista a Sor Ilona Kowalska 1. ¿Cómo surgió en ti la vocación a la vida religiosa? ¿Cuál fue tu reacción? Mi camino vocacional empezó desde una experiencia “de vacío”, de un sin sentido en mi vida, en la que aparentemente no me faltaba nada, familia feliz, estudios que se abrían delante de mí, amigos, implicación en las ayudas solidarias, etc. Pero aún con todo esto algo faltaba por dentro, y con el tiempo iba descubriendo que mi corazón me pedía otra cosa. Había en mí un grito profundo de dar la respuesta a todo lo que se despertaba en mi interior, pero no sabía como. Y así apareció en mi colegio una Hermana Hospitalaria. Bastó una palabra suya para que algo se despertase en mí, yo ya sabía lo que el Señor me pedía, pero era tan difícil darme del todo… Buscaba, igual yo no había entendido bien lo que me pasaba por dentro. Hubo momentos de rebeldía, de hacerme la sorda, de luchar contra todo y contra Él. Pero no pude seguir engañándome más. Después de algunas experiencias con las hermanas, yo sabía que este “vacío” lo podía llenar sólo el Dios hospitalario. Fue todo un entrelazarse de acontecimientos, de dolor y de gozo, de inseguridad y de Providencia que me hizo seguir este camino con fuerza. 2. ¿Cómo fue tu primer encuentro con la Congregación de Hermanas Hospitalarias? Como dije antes, conocí a las hermanas durante una charla/catequesis que nos daba una hermana en mi colegio. Ahí resonaron con mucha fuerza en mí las palabras que nos dijo: “no se puede amar a quien no se conoce”. Y yo sentía este deseo profundo de conocer más al Señor y de amarle como sentía que Él me amaba a mí. Lo que me impactó del encuentro con esta hermana era la felicidad que yo veía en sus ojos, un sentido de plenitud que me llevó a buscar algo más, o dejarme encontrar por Alguien más. 3. Resáltanos algunos elementos que consideres significativos en tu proceso como religiosa desde tu ingreso en la Congregación hasta el día de hoy. El tiempo de noviciado – difícil por el hecho de que tuve que salir de mi país, a una realidad totalmente distinta, cultura, lengua… Pero hoy le agradezco mucho al Señor por esta experiencia, porque desde ese momento experimenté que la Hospitalidad es universal que tiene puertas abiertas de par en par, que la Hospitalidad nos exige salir no sólo de nuestra tierra, sino de nuestro mundo, hacia los gritos de nuestros hermanos. Esto enseña también mucha humildad, sobre todo el darse cuenta cada vez más que somos instrumentos en las manos de Dios. La relación personal con Jesús, cada día más cercana, más personal, ir descubriendo ese Dios vivo, sanador en mi historia personal, Dios que me amó hasta el extremo a quien no puedo no responder con mi amor, pobre y limitado, pero decidido. La presencia de las hermanas – en todo mi proceso formativo han estado muy presentes, no me puedo imaginar mi caminar de hospitalaria sin ellas. Han estado presentes desde el acompañarme más de cerca en mi camino formativo, tantas veces haciendo de madres, compañeras, amigas, esa mano tierna y al mismo tiempo firme que me afianzaba a seguir adelante. También no puedo olvidar el testimonio de tantas hermanas entregadas a la misión, que me han edificado mucho y han enseñado a amar y servir. El encuentro con los enfermos – impresiona, asusta incluso al principio, pero cambia la vida totalmente. De alguien que se sentía enviada a sanar y apoyar, hoy puedo decir que han sido ellos los que me ayudaron en mi camino de sanación interior, de acoger mi pobreza y de entregarla a Dios, que la convierte cada día en vida y riqueza. 4. ¿Cómo estás viviendo este momento tan importante en tu vida? Como don, regalo, gracia, abrirme a tanto bien, asombro por tanto amor de un Dios infinito en mi pobre pequeñez. No tengo más sentimientos que la gratitud profunda por haberse fijado en mí, entre tantas otras a las que podría haber llamado para ser su presencia misericordiosa. Lo vivo con la actitud de escucha –ir acogiendo y discerniendo lo que se me ofrece desde la formación tan rica y amplia, escucha desde esta relación cada vez más intima con Él, que me pide fidelidad y dejarme amar. También es un tiempo de pedir, sobre todo, su gracia para abrir mi corazón, “vaciarlo” de mis proyectos, y dejar mi vida en sus manos, abandonarme en Él, como lo decía tantas veces padre Menni. 5. ¿Qué significa para ti la Profesión Perpetua? Significa poner toda mi vida en las manos de Dios, acoger su amor y su fidelidad, es sentir que todo, todo lo que tengo y soy, lo recibí como puro don de Dios y lo único que deseo es ir dándome, entregándome, haciendo que vivan también las personas que Dios pone en mi camino. Dios me consagrará para siempre, me quiere para Él para siempre, no hay más motivos de gozo, gratuidad y asombro porque este Dios se ha fijado en mí y quiere que yo sea sanación. Dios sella para siempre su alianza conmigo, su promesa de amor, con otros hermanos, dando hoy el rostro a la hospitalidad, que nos dejaron los Fundadores. 6. ¿Qué aconsejarías a los jóvenes que en estos momentos están pensando qué camino tomar en la vida? Que se paren a escuchar un poco lo que les dice el corazón. Sé que no es fácil en medio de tanto ruido pero hay que hacerlo porque tienen muchas cosas preciosas dentro y a veces por “tonterías” se puede perder tanto. Hay un amor más grande que les espera, que ha soñado desde siempre un proyecto de felicidad para ellos. Jesucristo está vivo, no es una historia pasada, muerta, Él está vivo, es un amor que sigue llamando y esperando nuestra respuesta. Es una locura también, sí, pero Él recorre esta locura con nosotros. Hay que abrirse, escuchar en lo más profundo porque Él no quiere engañar a nadie pero sí ayudarnos a encontrar el sentido de nuestras vidas. ¿Y si de Él hemos salido, si somos criaturas de sus manos, como no va a querer lo mejor para nosotros? No lo digo por decir, lo digo desde mi experiencia, luché contra mi vacío interior todo el tiempo hasta que me deje abrazar por Él. 7. ¿Y a las postulantes y novicias? Que están recorriendo un camino precioso, pero siempre un camino, no se trata de metas, sólo Él es nuestra meta. Las etapas formativas son “etapas” de un proceso en el que lo más importante es ir descubriendo este amor hondo e infinito de Dios, en medio de nuestra pobreza, porque sólo el tocarla nos puede llevar a tocar la pobreza de nuestras hermanas de la comunidad y de los hermanos que sufren. ¡No hay que temer nada! Él siempre va por delante, aunque no lo veamos en el momento. En este proceso es importante abrirse a las mediaciones que la Congregación nos pone, y caminar desde una actitud de apertura, transparencia, despojo interior (no siempre fácil). Porque al final se descubre que somos nosotras las que Él nos llama a tomar nuestra vida en nuestras manos para darla, entregarla con generosidad. ¿Pero si mi vasija está rota, como puede llevar el agua para apagar la sed de mis hermanos? Sí que el camino por donde llevo el agua con mi vasija rota se puede llenar de flores preciosas que yo regué con mi agua, pero las grietas las tengo que cuidar yo, reconocerlas, amarlas y dejar que el Señor se acerque a ellas, con su ternura, con el aceite del Buen Samaritano y despacito las va sanando. Estáis recorriendo un camino precioso, por el que vale la pena dejarlo todo, abrir las manos, dejar que se caigan nuestras seguridades, todo a lo que nos agarramos para que Él las llene, de su amor fiel e infinito.