La maleta de lucy 39 barrancabermeja mónica indira arias c at e g o r í a 1 b o g o tá l u c í a v e n e g a s d áv i l a moniquirá l i n a m a r í a a l ay ó n g a l l o La ciudad de los perros azules 21 b o g o tá j u a n pa b l o n o v o a g o n z á l e z Mi papá es un monstruo 27 El gran volador 33 e s t u d i a n t e s h a s ta s é p t i m o g r a d o v i l l av i c e n c i o d i a n a va l e n t i n a landázabal suárez cali jennifer ipiales No sabía lo que pasaba 55 riviera b o g o tá Dorotea 49 n ata l i a g a r c í a m e d i n a Flor en mi cabeza 71 b o g o tá s a r a va l e n t i n a miranda pérez Si les contara 65 e l ta m b o andrés santiago á lva r e z r a m í r e z El misterio del tren Alkatrán 43 mosquera Juan felipe rodríguez castellanos Juan Llamas salva el mundo de a poquitos 59 La ciudad de los perros azules l i n a m a r í a a l ay ó n g a l l o moniquirá Nací el 5 de enero del 2001 en Moniquirá Boyacá. Escribir, leer y dibujar son cosas que hacen parte de mi vida. Soy una niña como todas las demás, una niña común y corriente, una niña que hizo realidad el sueño de conocer personas importantes en la literatura, escribiendo un cuento con el que pude ganar este Concurso. Agradezco a los organizadores del CNC por darme la oportunidad de participar en este evento, a mi familia, a mis profesores, en especial a la profesora Sandra, mi directora y profesora de español de grado sexto. Grado séptimo, Institución Educativa Antonio Nariño, Moniquirá, Boyacá. 21 La ciudad de los perros azules l i n a m a r í a a l ay ó n g a l l o E n un lugar desconocido para el resto del mundo había una pequeña ciudad, habitada sólo por animales de extraños colores. La ciudad estaba dividida en pequeñas comunidades o barrios, y en cada uno de ellos vivía una especie diferente, de un color característico; así, estaba el barrio de los caballos rojos, la comunidad de los cerdos verdes, la comunidad de las vacas moradas, el barrio de los conejos amarillos, etc. Siguiendo las órdenes del jefe supremo, todas las cosas, hasta el más pequeño objeto, en cada comunidad, deberían ser del mismo color de la especie. En el centro de la ciudad se levantaban majestuosas las edificaciones de los perros azules, quienes gobernaban desde hacía muchísimo tiempo. Un imponente castillo de color azul celeste, con grandes salones, innumerables columnas y siete cúpulas, desde las cuales se podía divisar toda la ciudad, era el hogar del jefe supremo, Falkon, un enorme pastor alemán de color azul a quien todos los animales de la ciudad guardaban mucho respeto y admiración. Allí vivía, junto con su esposa Shira, sus dos hijas, Chily y Luna, y toda su servidumbre. Según las leyes, los habitantes de cada comunidad no podían salir de los límites de cada barrio, ya que existía mucho odio y 22 c o l o m b i a c u e n ta rivalidades, y algunos se sentían discriminados por ser de un determinado color. Un día llegó una perrita que decía llamarse Sacha, pidiendo ayuda a Chily, la hija mayor de Falkon. Dijo que no tenía familia ni un lugar dónde poderse quedar. Chily, que tenía un gran corazón, intercedió ante su padre para que le permitiera quedarse con ellos. El jefe estuvo de acuerdo, y ordenó que se le preparara una habitación. Pocos días después, cuando ya se había ganado la confianza de Chily, Sacha le dijo que tenía mucha curiosidad de conocer la habitación de Falkon y Shira. Un día en que Falkon y su esposa tuvieron que salir a solucionar un problema que se había presentado en la comunidad de los cerdos verdes, Chily aprovechó para mostrar la habitación de sus padres a su amiga. Sacha observaba cada rincón de la hermosa habitación; de pronto, se quedó mirando un pequeño frasco de vidrio que contenía un líquido, y preguntó a Chily: —¿Para qué sirve el líquido en ese extraño frasco? Chily contestó: —Es la medicina de mi madre, la toma todas las noches para poder dormir, ya que sufre de una extraña enfermedad que ningún médico ha podido curar y que, al parecer, se debe a una maldición que recibió de una malvada perra que estaba enamorada de mi padre y que, al verse rechazada, pidió ayuda a una hechicera para que le diera poderes y así vengarse de mi madre. En un descuido de Chily, Sacha aprovechó para echar en la medicina de Shira una poción que tenía el poder de cambiar el color de quien la bebiera; con esto, pretendía que el jefe Falkon odiara a su esposa. Sacha sabía que estaba obrando muy mal, pero debía obedecer las órdenes de su madre, la perra malvada que había sido rechazada por Falkon hacía algunos años. Esa noche, al llegar a su habitación, Shira se tomó la medicina, sin sospechar nada raro. l i n a m a r í a a l ay ó n g a l l o 23 Al día siguiente, Falkon quedó muy sorprendido al ver a su esposa de un color rojo brillante. Se sintió muy triste al pedirle que se marchara, ya que las leyes establecidas por sus antepasados le impedían vivir con alguien de distinto color al de la comunidad. Shira no tuvo otro remedio que abandonar el castillo e irse a vivir al barrio de los caballos rojos, donde la aceptaron y le brindaron protección. Al cabo de algún tiempo, la pequeña Luna, que estaba muy triste por la ausencia de su madre, decidió hablar con su papá, le dijo que el color no debería ser lo más importante para convivir con alguien, sino la forma de ser de cada individuo, los sentimientos, la comprensión y el amor por la familia. Falkon quedó tan impresionado con las palabras de Luna que no sólo le pidió a su esposa que regresara, sino que cambió todas las leyes que habían regido hasta ese momento en la ciudad, para que todas las comunidades se pudieran integrar, sin importar el color o la especie. A partir de ese día se terminaron las rivalidades y el odio que existía entre ellos. Para celebrarlo, Falkon ofreció una gran fiesta en el castillo, a la que absolutamente todas las comunidades pudieron asistir. Durante la celebración, Sacha confesó lo que había hecho, y pidió perdón ante todos los presentes. Falkon no sólo la perdonó, sino que además la adoptó como su hija y le agradeció por haberlo hecho caer en la cuenta de todas las injusticias que había cometido. Shira regresó al castillo, y también perdonó a Sacha. Desde ese día vivieron muy felices. 24 c o l o m b i a c u e n ta l i n a m a r í a a l ay ó n g a l l o 25