HF Act. 21 2º Bach La filosofía de Agustín de Hipona I Apellidos y nombre: Fecha: Lee la segunda parte del excelente resumen que está en la web San Agustín y elabora una respuesta a las preguntas empleando para ello todo el espacio disponible. 1. Explica el tratamiento del problema del conocimiento en la obra de Agustín de Hipona (Expón brevemente la manera en que concibe Agustín las relaciones entre razón y fe, su teoría del conocimiento y la noción de “iluminación” característica de su pensamiento). De entre las diferentes maneras de concebir las relaciones entre razón y fe características de la Edad Media, la posición de Agustín de Hipona es la defender la necesaria coincidencia entre ambas. La verdad es una y, por tanto, la creencia y el entendimiento como vías de acceder a ella se apoyan mutuamente según queda expresado en la frase: «Comprende para creer. Cree para comprender» dice en el Sermón, 43, 7. Sin embargo la primacía la tiene siempre la fe, ya que según Agustín no puede llegar a entenderse todo aquello que se ha de creer. En cualquier caso no hay que olvidar que el tipo de conocimiento al que aspira Agustín está siempre directamente relacionado con la planificación de la vida a través del acceso a su auténtico sentido trascendente y con la búsqueda de la salvación. Es un conocimiento que salva, esto es: que procura sabiduría, paz y felicidad. ¿En qué consiste ese conocimiento? Es el conocimiento de la verdad que sigue siendo interpretada como lo universal, necesario, inmutable, perfecto, etc. (de acuerdo con la concepción clásica del ámbito de lo inteligible). Por tanto «conocimiento» es término que designa la captación de un objeto inmutable y necesario. Sin embargo Agustín identificará ese ámbito con el Dios del cristianismo, de manera que podrá llegar a decir que el auténtico origen de la verdad y el conocimiento es Dios. Pero lo más característico de la posición de Agustín es el modo en que dirige esa búsqueda de la verdad hacia el interior del hombre. En primer lugar Agustín demuestra (en contra del escepticismo) que hay verdades de esa naturaleza, es decir, que es posible conocer algo con certeza: el alma. Lo hace mediante el argumento de la autoconciencia: aunque todo lo externo cambie incesantemente y pueda, por tanto dudarse de ello, de lo que no puedo dudar es de que, piense lo que yo piense, soy algo que piensa (Descartes, en otro contexto y con otra intención, utilizará tiempo después un argumento parecido). Esa permanencia del alma es concebida por Agustín como una imagen de la eternidad de Dios, y la indubitabilidad con que la conocemos (y que constituye la primera evidencia de un conocimiento universal, necesario, etc., que no puede proceder del mundo sensible) es la primera muestra de la presencia divina. El hombre la encuentra ya en su propio interior. HF Act. 21 La filosofía de Agustín de Hipona I 2º Bach 1 Pero cuando el hombre, vuelto hacia su interior y contempla su alma y lo que hay en ella se tropieza también con una pluralidad de conocimientos en los cuales va a encontrarse nuevamente con la presencia de Dios. Aunque lo primero que encontramos en el alma son sensaciones, que son representaciones de los objetos sensibles, a partir de ellas el alma genera activamente imágenes de las cosas, que pueden ser almacenadas en la memoria (gracias a esa permanencia propia del alma que la distingue de lo meramente sensible y la identifica con una imagen de Dios). Pero aunque los objetos de los sentidos cambian, en el alma hay también reglas, modelos, de acuerdo con las cuales juzgamos acerca de las sensaciones y de las cosas externas y las comparamos para (como decía Platón) establecer si son iguales (si son “lo mismo”) o diferentes, etc., y esas reglas no cambian. Mediante esa comparación con los que se establece la mayor o menor proximidad de cada cosa a un modelo, regla, patrón o ideal (que representa la perfección), se consigue el conocimiento científico y racional. Aunque el estadio realmente superior del conocimiento es propiamente el de la contemplación directa de los modelos ejemplares. Se pueden distinguir, por tanto, en relación con el conocimiento: a) Una parte inferior, la ciencia (scientia), en la que la razón se ocupa del mundo sensible y temporal (a partir de esos modelos) y es, así, capaz de orientarse prácticamente en ese mundo. b) Una parte superior, la sabiduría (sapientia), en que la inteligencia se ocupa directamente de los modelos ideales inteligibles y eternos. Dado que esos modelos eternos no puede provenir, a su vez, del mundo externo (mudable y cambiante), han de proceder de algo eterno e inmutable: de Dios. Son, nuevamente, la presencia de Dios en nuestro interior. Nosotros/as, que somos seres temporales y finitos, llegamos a conocer esos modelos ideales gracias a lo que Agustín de Hipona denomina la “iluminación”. Según esta noción tan característica del agustinismo, y cuya procedencia es claramente platónica (pues sigue una metáfora que se encuentra en la República que luego emplearía ampliamente el neoplatonismo, la de la idea del bien como sol del mundo inteligible) Dios aparece como aquella «luz inteligible» sin cuya intervención no le sería posible al hombre acceder al conocimiento de objetos intemporales que trascienden su condición finita y temporal. De la misma manera en que el alma no puede iluminar por sí misma los objetos sensibles, sino que es necesario que estos sean alumbrados por un foco exterior, tampoco puede, por sí sola, hacer visibles para sí los objetos eternos sino que necesita que reciban la iluminación proveniente de la luz infinita de Dios. La iluminación es, por tanto, una acción de Dios sobre los hombres que permite a estos captar lo inteligible en sí mismo. HF Act. 21 La filosofía de Agustín de Hipona I 2º Bach 2 2. Explica el tratamiento del problema de Dios en la obra de Agustín de Hipona (Expón en qué consiste la concepción de Dios como “esencia suma” y la explicación que da Agustín de la creación) La idea de Dios es uno de esos lugares en los cuales puede observarse la necesaria coincidencia entre lo revelado por la fe y lo que resulta accesible por el conocimiento, ya que Agustín considera que, al menos su existencia, es plenamente demostrable y proporciona diversas pruebas de ella tales como la prueba noética (a partir del conocimiento que posee el alma de unas verdades eternas y necesarias que no pueden proceder de ella misma ni del mundo externo), la prueba por el orden y la contingencia del mundo, o la prueba por la evidencia psicológica y moral del encuentro con Dios en el interior del alma que aparece en las Confesiones. Sin embargo lo que más interesa a Agustín es la cuestión de qué es Dios, de cuál es su esencia a Moisés: “Yo soy el que soy”); y, a su vez, de acuerdo con las concepciones platónicas que subyacen a toda su filosofía, entiende que sólo es verdaderamente aquello que es inmutable. Dios es, por tanto, el ser mismo. Deus est ipsum esse, es el verdadero ser, ya que sólo en él se cumple máximamente esa condición de absoluta inmutabilidad, es la esencia suma. Posee por tanto, en grado máximo, todas las características propias de la esencia. Pero, además, Agustín muestra cómo esas características son las del Dios cristiano: será único, simple, perfecto, subsistente, etc. Del mismo modo será también identificado por Agustín con el bien en sí, el principio y fuente de todas las cosas, la luz inteligible y la verdad esencial en la que se funda todo ser y toda verdad. Muchas de esas características coinciden con las que eran atribuidas por el neoplatonismo a la noción de “Uno”, o por el propio Platón a la de “Bien”. Sin embargo, lo que aparece como más propiamente cristiano en su noción de Dios, tiene que ver con el hecho de que en tanto que única esencia absoluta es concebido por Agustín como aquel ser que comunica a cualquier otra realidad la realidad misma, es decir, como el creador de todos los demás seres. HF Act. 21 creado a partir de la nada (de acuerdo con esa idea de creación absoluta propia del pensamiento cristiano que es totalmente extraña al mundo griego). Las razones por las cuales Dios decidió crear el mundo no son accesibles a la mente humana, pero lo que es importante señalar es que lo ha creado porque así lo ha querido, y que, puesto que Dios es infinitamente bueno, todo lo que Él ha creado ha de ser, igualmente, “bueno” (esto es lo que se denomina optimismo ontológico). Sin embargo, debido, precisamente al carácter inmutable de la esencia divina y al hecho de que ésta no pueda tener ninguna relación con el tiempo, la narración bíblica del Génesis (según la cual Dios creó el mundo en 6 días) debe tomarse alegóricamente y de forma literal. Dios tuvo que crear el mundo de una sola vez, y de acuerdo con los modelos «pre-existentes» en su «Verbo» (lógos) desde toda la eternidad, los cuales son ideas, increadas y consustanciales a Dios. Una vez creado el Agustín identifica a Dios con el ser, (tal y como Dios mismo hace cuando le dice Dios ha creado todo, lo ha creado como un acto de voluntad libre y lo ha mundo Dios sólo participa en su conservación, pero no crea nada más. Este punto de vista que se sigue necesariamente de la propia concepción agustiniana de la esencia divina, tiene algunas consecuencias muy importantes a la hora de concebir el orden mismo del mundo. Así, por ejemplo, supone que el curso entero de la historia tenga que haber sido previsto de antemano desde los orígenes mismos de la realidad, de manera que la historia no consista más que en el desarrollo de potencialidades fijadas por Dios desde la creación misma. Esta noción era explicada por Agustín recurriendo a la doctrina estoica de las «razones seminales» de las «semillas» por cuyo desenvolvimiento se explica todo lo que acontece. Esos «gérmenes» o «razones» fueron implantados por Dios en la materia cuando sacó a esta de la nada, y en esto consiste La acción «formativa» de Dios sobre dicha materia. Así, aunque todos los seres han sido creados desde el principio, lo han sido en forma de gérmenes o semillas, siendo la historia del universo, la historia de su despliegue y evolución. Los principales problemas suscitados por estas concepciones agustinianas surgirán a la hora de hacerla compatible con una idea que es fundamental para el cristianismo, la de la libertad humana (el libre albedrío). Estos problemas reaparecerán con fuerza con la Reforma. La filosofía de Agustín de Hipona I 2º Bach 3 HF Act. 21 La filosofía de Agustín de Hipona I 2º Bach 4