Jueves Santo. Con la Eucaristía de esta tarde inauguramos el Triduo Pascual, que estará formado por el viernes, sábado y domingo. En este Triduo celebramos el Misterio central de todo el año para los cristianos: la MUERTE y RESURRECCION de Jesús, su PASCUA, su “paso” a través de la muerte a la nueva existencia. Datos históricos. En el siglo V en África e Italia se empezó a llamar este día, la Cena del Señor, día dedicado a celebrar la institución de la eucaristía (antes de este siglo se celebraba un martes-miércoles). Además, a la liturgia del Jueves Santo se unieron otros episodios que dieron principio a la pasión de Cristo: la oración en el huerto de los Olivos y la traición de Judas (de ahí que en muchas iglesias llamasen a este día, el día de la traición). En este mismo día, desde la más remota antigüedad cristiana, se hacían dos ritos: La reconciliación de los penitentes (a partir del año 416, que después de un largo periodo de tiempo de penitencia, los penitentes se acercaban a la iglesia para obtener el perdón). Y la consagración de los Óleos (uno de los ritos más solemnes, aunque no se sabe cuándo se empezó a realizar el jueves, ya que al principio no se bendecían los óleos en el mismo día, y lo hacían por separado; es decir, el crisma y aceite de catecúmenos antes del bautismo, y el de los enfermos siempre que lo pedían los fieles). Con esto se quiere decir, que en algunos sitios existían tres misas el Jueves Santo: la misa de penitentes, la crisma y la Cena del Señor; incluso en muchos momentos fue mucho más importante la misa crismal, que la propia de la tarde o Cena del Señor. Como es de suponer, las dos primeras se realizaban por la mañana, y la llamada Cena del Señor, por la tarde. Actualmente, con esta misa comienza el Triduo Pascual. A partir del siglo IV hubo la tendencia a historizar los relatos evangélicos, se intentaba reconstruir fielmente los últimos días de la vida terrena de Jesús. Estos ritos, que en principio parecían enriquecedores, terminaron por disgregar la unidad del misterio pascual y desviar la atención de lo que es nuclear. El relieve dado a la institución de la Eucaristía en el Jueves Santo hizo perder la atención del verdadero culmen de la Pascua que lo constituye la eucaristía de la Vigilia Pascual. Este recuerdo por lo histórico y de la institución asumió un relieve tan que rompió la unidad viernessábado-domingo, para constituir el jueves-viernes-sábado, y la celebración de la institución eucarística entró en el cómputo de los tres días santos. Con el paso de los siglos se introdujeron dos ritos a la liturgia eucarística del Jueves Santo: la reserva y el despojo de los altares. El primero es un gesto práctico desarrollado en los siglos XIII-XIV, ya que se guardaba el pan eucarístico para el día siguiente, haciéndolo en un especie de monumento para que la gente “vea” y “adore”. Jueves Santo. 1 Antes se guardaba en la sacristía. Sin embargo, este monumento era una especie de “sepulcro” donde se guardaban las formas, incluso se enterraban, se colocaban guardias a los lados, se ponían emblemas fúnebres, e incluso se representaban dramas teatrales sobre el entierro de Jesús, se les ponía flores y se velaban como a un difunto. Como vestigio de todo esto ha quedado la Hora Santa. El segundo es un gesto funcional, se desnudaban los altares para lavarlos con agua y vino y prepararlos para la Vigilia Pascual; no obstante, hasta el siglo VII sólo se ponía el mantel para la celebración eucarística. A partir de entonces, se quitará el mantel como símbolo de que Jesús fue despojado de sus vestiduras. Nos queda el “lavatorio de los pies”, atestiguado en el siglo V en Jerusalén. Se comenzó a hacer en los monasterios. Se realizaba como acto de caridad después de la comida de 13 pobres, a los cuales se les invitaba a comer todos los días en el palacio papal. Actualmente, la Eucaristía de la tarde del Jueves Santo tiene un carácter festivo, unitario y comunitario. Lo que tendríamos que hacer es darle toda la celebración un sentido pascual, pues tiene una relación con la muerte y resurrección del Señor. Introduce una celebración que culminará en la solemne Eucaristía de la Vigilia Pascual. Sugerencias litúrgico-pastorales. Importancia de la preparación de las celebraciones: las celebraciones del Triduo Pascual tienen un carácter comunitario y eclesial, teniendo un cuidado especial en las homilías, en la moniciones, creando un ambiente de fe y a la vez un ritmo de pausa. Todos los aspectos de la celebración de hoy sólo adquieren su más profundo sentido de fe si se enlazan con la celebración pascual. No es hoy un “día del amor” o un “día del sacerdocio”, sino sobre todo, conmemoración de la Cena del Señor. Por eso, se han de cuidar los signos externos, el lugar de la celebración, la disposición de la asamblea, la comunión también con el vino (bajo las dos especies)… Remarcar de alguna manera el carácter sacramental del día, pues normalmente en la misa Crismal se han bendecido los óleos que se utilizarán en los distintos sacramentos del año, y que muchos de ellos los recibirán: bautismo, confirmación, unciones, etc. No gastar todos los cartuchos y recursos que tenemos en la celebración de la Cena del Señor; debe ser, ni más ni menos, una Misa. Realizando con mayor autenticidad y sentido lo que habitualmente celebramos en nuestra Eucaristía dominical. Destacar sobre todo, el canto y procesión de entrada, el Gloria, la presentación de las ofrendas: pan y vino, y el gesto del lavatorio de los pies. Para este rito, además de realizarlo, no estaría mal tener en una celebración aparte, u otro gesto al margen de este en la celebración de la Cena del Señor, una realización de un acto o gesto de actitud de acogida y servicio con los demás, un gesto de servicialidad. No exagerar la solemnidad la solemnidad en los cantos, ni en la procesión al lugar de la reserva. Que la reserva se haga donde se vaya a Jueves Santo. 2 tener la Hora Santa, o en el mismo Sagrario de siempre, sin grandes ostentaciones, ni monumentos. Un Cristo permanente en su Sacramento se nos está ofreciendo todo el año, aunque hoy tenga particular sentido el que lo recordemos. Sobre la Hora Santa: breve, profunda, con momentos personales y grupales, que valga para meditar, alabar y profundizar en el misterio, y que uno de los contenidos sea la Última Cena, y que se cumpla una condición: iniciar a la Pascua. El sentido del día. Aunque se le conceda el relieve que se merece, debería evitarse que le Jueves Santo parezca la gran celebración del año. La Eucaristía central es la de la Vigilia Pascual. La Cena del Señor debería revestirse de una cierta sobriedad. La dinámica pascual debe respetarse. Y esa dinámica va de la austeridad a la alegría, de la muerte a la resurrección. El sentido de este día es de unión, de fraternidad, hermandad, de cena todos juntos sentados a la mesa, de servicio e imitación del ejemplo de Cristo en la vida personal, de caridad. Y todo esto en un clima de fiesta. Jueves Santo. 3