EL SISTEMA ECONOMICO MUNDIAL EN EL SIGLO XXI Bela Kadar Miembro del Consejo Monetario del Banco Nacional de Hungría Hace treinta años, cuando se comenzaba a hablar más seriamente sobre los primeros síntomas de una globalización, ya había una canción muy popular en Europa, de un conjunto sueco, que se trataba de la importancia de la moneda -Money, money, money- como la fuerza motriz principal de las actitudes gubernamentales, empresariales, individuales. Nosotros, en Europa y en los países ricos, vivimos en un mundo donde la mayoría de la población considera el bienestar monetario como el valor principal. Nos gusta o disgusta, pero esa es una realidad y muchos gobiernos consideran los procesos monetarios y la gerencia macroeconómica monetaria como la dimensión más importante de la gobernación. Vivimos en un mundo altamente monetizado y ahora tenemos una nueva época emergente, de nueva economía. Nueva economía que implica la dominación de los procesos monetarios. Hay un enfoque universal entre los economistas y políticos, particularmente los economistas monetaristas, según el cual son los procesos monetarios los que dominan los procesos de desarrollo socioeconómico de los distintos países. Este enfoque considera los procesos monetarios como la causa del desarrollo socioeconómico, debido a la emergencia de nueva economía en los últimos años o décadas. Hay otro enfoque que dice que los procesos monetarios son altamente importantes en nuestro mundo moderno; sin embargo, no son causa sino consecuencia de un sano desarrollo socioeconómico. Estas dos escuelas siguen luchando entre sí y todavía no hemos llegado al fin de este debate. Sin embargo, para visualizar los retos monetarios más importantes del comienzo de nuestro siglo tenemos que determinar cuáles son las nuevas realidades económicas en nuestro mundo, cuál es el fondo de la nueva economía, y espero que la globalización haya apreciado, definitivamente, la importancia relativa de los procesos monetarios. El primer problema es si se justifica hablar de una nueva economía, como está de moda por todas partes del mundo, particularmente en los países avanzados; si la economía ahora tiene rasgos característicos diferentes de la anterior. ¿Por qué se pueden mencionar algunos factores y fuerzas motrices de estas diferencias? Es bien obvio que hoy día las fuerzas motrices del dinamismo económico son resultado de la revolución científico-técnica, de las nuevas tecnologías en la industria computadora y de telecomunicaciones, las denominadas industrias ICD, y disponemos de muchas pruebas de que en los últimos cinco años el ritmo de desarrollo de estas industrias superó en tres, cuatro y hasta cinco veces el promedio nacional de los distintos países. También, se dice que la INF es una nueva economía para los teóricos, porque en la denominada curva Phillips, la teoría anterior, que dice que crecimiento e inflación son dos metas conflictivas para la política económica, prácticamente se ha liquidado porque en los últimos años, particularmente en los últimos 10 años en Estados Unidos, hubo una dinamización de la economía y esa dinamización ocurrió sin presiones inflacionarias. Algunos economistas, hace algunos meses, empezaron a hablar sobre la muerte de la inflación como reto para la humanidad y para la política gubernamental. Si estos supuestos son justificados, es una nueva realidad para la política monetaria y para el sector financiero; un crecimiento sin presión inflacionaria es un fenómeno absolutamente nuevo para la generación de los economistas y políticos de los últimos 60-70 años, porque hasta los últimos tiempos esa era la posición científica: que mientras mayor es la dinámica de la economía y la tasa de crecimiento, mayor es la presión inflacionaria y la tasa de inflación. Ese argumento no se puede probar sobre la base de las experiencias de los 90. Todo eso trataba de justificar la importancia saliente de los procesos monetarios y la novedad de la nueva situación económica mundial, pero tenemos que preguntarnos si es verdaderamente una cosa nueva o si solamente es una situación diferente, porque en este caso vamos a desarrollar nuestra búsqueda en distintas direcciones. Todos los cambios que se registran en el desarrollo del ambiente económico, financiero y monetario internacional se deben, en primer lugar, a las consecuencias de la revolución científico-técnica acelerada, es decir, al progreso técnico más rápido, que aumentó la productividad enormemente en los últimos 10 años. Si ustedes echan una mirada a los libros de estadísticas, verán que, en promedio, en los países industrializados la tasa media del aumento de productividad era de poco más de 1% entre 1970 y 1990 y, en el promedio nacional de los últimos 10 años, 2,5%. Esa productividad más elevada prácticamente ha disminuido mucho las presiones inflacionarias. Sin embargo, el progreso técnico no es el factor único: la desregulación y ciertas experiencias gubernamentales también han contribuido al funcionamiento más eficiente de las economías nacionales, pero un factor importante es el aumento rápido de la competitividad en comparación internacional. La competencia es mucho más fuerte que en cualquier otro período después de la crisis del 29. La liberalización, la apertura en distintos países, los esfuerzos y procesos de integración han creado grandes espacios competitivos y una competencia más intensiva contribuye al aumento de la productividad, a la desaparición o liquidación de las empresas menos competitivas, por lo que hay menos actores menos competitivos en la economía y en la sociedad. Una función de importancia creciente para la política económica y también de la política monetaria es que contribuye con el aumento de la competitividad de las empresas y de las economías nacionales, es decir, la política monetaria tiene una función mucho más fuerte en fortalecer la competencia que antes, pero eso no quiere decir que sólo la política monetaria es responsable por el aumento de la competencia, porque nosotros, actores iluminados de la sociedad, sabemos muy bien que ahora la competitividad de un país es una noción mucho más compleja que antes, abarca no sólo la esfera financiera, los costos, quién puede vender más barato y más, sino que también implica la competitividad administrativa, la eficiencia y la rapidez del funcionamiento de la administración estatal; incluye el nivel de educación y la calidad de la mano de obra, los costos de investigación y desarrollo; también implica el desarrollo de la infraestructura física, monetaria, financiera, comercial, moral, porque si un país está penetrado por corrupción, no se considera un país competitivo. Sistemas legales e institucionales compiten uno con el otro. Todo eso explica que los procesos monetarios son muy importantes, pero no pueden llevar toda la responsabilidad por el equilibrio y dinamismo socioeconómico. Si consideramos todos estos factores, quizá no sea tan difícil reconocer que hay muchos elementos nuevos; en algunos aspectos tenemos nuevos retos, nuevos desafíos, pero básicamente el desarrollo socioeconómico no es nuevo, sino diferente de lo anterior, con diferentes fuerzas motrices, con diferentes prioridades, con diferentes instrumentos. Y si agregamos otro factor, podemos ver aun más la importancia de la política monetaria. Gracias a la globalización, liberalización o desregulación, el valor total de los flujos monetarios mundiales alcanza 99 mil billones de dólares, mientras el valor total del comercio internacional es solamente de 6 billones de dólares, es decir, la intensidad de los flujos monetarios mundiales es casi doscientas veces mayor que la intensidad de los flujos comerciales, y es bien conocido que los flujos de capital de corto plazo pueden prácticamente destruir las bases monetarias de muchos países pequeños, o que las especulativas, por ejemplo, crearon grandes crisis en Asia hace tres años y medio, en Rusia, en América Latina. Todos esos flujos, por el momento, no son regulados internacionalmente, es decir, los impactos monetarios son o llegaron a ser muy intensivos sin una regulación internacional, y debido a falta de esta regulación internacional, ahora el mayor peligro para la soberanía nacional de los distintos países, particularmente de los pequeños países y países de menor desarrollo relativo, se encuentra en la esfera monetaria. En nuestros días, conflictos entre estados, entre países, no se combaten con raquetas o armamentos nucleares o mediante instrumentos bélicos, sino por los instrumentos de la política monetaria, debido a estos cambios. Y si nosotros pensamos en la categoría de la seguridad social, política, nacional, en este caso tenemos que apreciar mucho la importancia de la política monetaria. Esos son los retos globales. Sabemos que la globalización, la aceleración del desarrollo científicotécnico, la liberalización, la desregulación han producido ciertos beneficios en el ámbito mundial; sin embargo, estos beneficios se distribuyen de manera desigual entre los países y entre las capas socioeconómicas distintas. Los beneficios se concentran en los países más avanzados, en los actores socioeconómicos más competitivos; emerge una nueva sociedad, que se llama en inglés The winner takes all, es decir, el más competitivo, el que gana los concursos, tiene todos los beneficios sin tener que repartir entre otros esos beneficios. Ese es un nuevo modelo económico y es bien obvio que países pequeños no pueden permanecer fuera de este proceso. Nadie entre ustedes puede especificar o mencionar un país que ha prosperado en los últimos 10, 15, 20 años como un outsider del sistema monetario o del sistema económico internacional. Por eso, la gran tarea y gran misión de la política gubernamental y de las políticas económica y monetaria es buscar la fórmula para que un país pueda maximizar las ventajas de la participación en la división de trabajo global y minimizar los conflictos, consecuencias negativas y riesgos de la globalización. Naturalmente que la piedra de los sabios no se encuentra aquí y nadie la ha encontrado hasta ahora. ¿Cómo protegerse, en un país pequeño, de las consecuencias desfavorables y negativas? Los economistas están discutiendo las correlaciones entre el desarrollo financiero de un país y el grado de desarrollo económico. Hay una correlación estrecha entre las dos cosas, porque los países que son desarrollados, dinámicos, tienen al mismo tiempo un sistema financiero y monetario muy desarrollado; sin embargo, hay opiniones. Por ejemplo, el gran keynesiano John Robinston formuló hace casi 50 años que el desarrollo financiero y monetario de un país es creado por la demanda en ese país, es decir, si hay que realizar grandes obras, grandes misiones históricas, grandes proyectos de infraestructura de largo plazo, esas tareas van a desarrollar el sistema financiero y monetario. Ciertas dudas provienen del hecho de que esta opinión puede ser justificada en los países más avanzados, pero en los países de menor desarrollo, el mecanismo de mercado, el mercado de capital mismo, no se puede desarrollar sin asistencia gubernamental o internacional; la infraestructura financiera desarrollada sin una infraestructura física y financiera no tiene esperanzas o posibilidades de atraer capital directo extranjero que pueda servir más a los intereses de modernización de un país que el denominado proceso de endeudamiento. Esa es una de las sabias conclusiones de los últimos 20 años: que en la esfera financiera el rol de fuerza motriz de capital directo es mucho mayor que las operaciones crediticias, que no pueden atraer nuevas tecnologías, nuevas culturas gerenciales, nuevas relaciones microeconómicas y nuevos mercados. Por eso, un requisito importante para los países de menor desarrollo es crear las condiciones complejas que pueden hacerlos competitivos en el ámbito internacional, lo que implica, a la vez, ser atractivos para los inversionistas extranjeros, para crear las condiciones que permitan el funcionamiento sin restricciones de las empresas o actividades empresariales. Eso también tiene una dimensión social; porque si dos terceras partes del comercio internacional son dominadas por 500 grandes empresas transnacionales, como una respuesta al reto transnacional, el fortalecimiento del rol de las pequeñas y medianas empresas es muy importante, pero para fortalecer el rol del sector doméstico y de las empresas pequeñas y medianas hay que crear condiciones favorables a su desarrollo, programas profesionales, instrumentos financieros y monetarios. El aspecto monetario implica que una apreciación excesiva de una moneda no sirve mucho al desarrollo de la diversificación de las empresas pequeñas y medianas, pero ese es otro asunto, naturalmente. Si participamos en el gran concurso internacional mediante la mejora de la competitividad y sabemos que esta participación nos expone a los riesgos y a los peligros de los flujos monetarios, a las actitudes del capital cortoplacista -que entra y sale no siempre sobre la base de consideraciones racionales, sino muchas veces en función de consideraciones subjetivas, psicológicas, políticas, inspirado por mensajes políticos de factores importantes, es decir, se motivan por consideraciones transeconómicas, que no se pueden explicar mediante argumentación económica-, si esa es la situación, tenemos que proteger nuestra economía contra estos riesgos. Si sabemos que en la esfera financiera hay una concentración creciente, el número de los bancos va disminuyendo; del otro lado, los depósitos, los ahorros de la población en los países del mundo se va concentrando en un número reducido de bancos y hay nuevos servicios financieros, bancarios, que no se pueden todavía garantizar para los actores domésticos y extranjeros, requisitos de la estabilidad. Por eso, son importantes personalidades de responsabilidad en la jefatura de los bancos nacionales, porque garantizan los requisitos de estabilidad y fidelidad. Hace muchos años, en países de menor desarrollo o centralmente planificados, hubo un enfoque según el cual el banco central o la esfera bancaria tenía que seguir solamente estrategias nacionales; hoy en día decimos, y eso se refiere también al Federal Reserve, que un banco no puede seguir las tendencias del mercado solamente, porque el mercado no siempre se comporta racionalmente. Hemos visto cómo, sin motivos económicos, ha habido una gran huida de capital de una región, o cómo, si había crisis en México o Brasil, toda América Latina sufría, esa crisis influía desfavorablemente en las posiciones internacionales de todos los otros países latinoamericanos. En Europa Central sucedía la misma cosa, cuando se registró la crisis económica-financiera en Rusia, en 1998, hubo una baja drástica en todas las bolsas de Europa Central y hubo un escape de capital extranjero que representaba más o menos 5% del PIB. ¿Eso era racional? De ninguna manera, porque hace dos años la parte de Rusia en las exportaciones húngaras no representaba más que 2%. ¿Y qué pasa si 2% desaparece totalmente de las exportaciones? Nada. Eso no explicaba el pesimismo financiero universal por los países de Europa Central. ¿Qué pasó en Europa Occidental, en los países de la Unión Europea en los últimos dos años, cuando el euro se devaluó en 35% en comparación con el dólar? Hasta el momento de las elecciones presidenciales en Estados Unidos y durante las últimas tres semanas se apreció en más de 10%. Eso no tiene correlación, vinculación alguna con las realidades económicas y eso se explica porque los mercados financieros y monetarios pueden comportarse irracionalmente y seguir un comportamiento irracional no es una actitud sabia para la gerencia monetaria de un país. Por eso diría que la gerencia macro financiera y monetaria tiene que desempeñar un rol orientador, particularmente en países de menor grado de desarrollo. ¿Y qué implica eso? La responsabilidad indica una atención particular, un estudio muy cuidadoso del comportamiento de los grandes inversionistas; una calificación muy cuidadosa y permanente de las deudas y de los créditos, de la calidad de los créditos; una actividad de observación y monitoreo permanente, una reacción muy rápida a todos los cambios y, en síntesis, armonización, un uso sintetizado e integrado de los distintos instrumentos de las políticas económica, financiera, monetaria; una coexistencia pacífica y cooperativa entre la política fiscal y la política monetaria. Todo eso requiere una estrategia modernizada, pero no podemos abrigar ilusiones y esperanzas. Es bien obvio que, salvo algunos países donde la magnitud de las reservas monetarias y cambiarias da cierta seguridad nacional mayor, países pequeños, de potencial económico menor, o países en vías de desarrollo menores seguirán expuestos a las presiones exteriores o especulativas provenientes del mercado internacional, y eso implica que los países tienen muy pocas alternativas con respecto a su futuro monetario. La moneda regional, por ejemplo, es una de esas soluciones. En Europa Occidental y Central, el euro, que se va fortaleciendo paralelamente con los logros macroeconómicos en Europa, ofrece una solución; porque los países pequeños de Europa, que solos no podrían proteger su economía contra especulaciones exteriores dentro de una zona que representa más de 40% del comercio internacional y más de 30% del PIB del mundo, pueden existir sin riesgos exteriores mayores y sin volatilidades mayores, porque la volatilidad es siempre muy penosa. ¿Qué puede hacer? ¿Cómo puede planificar un país pequeño si las tasas cambiarias pueden fluctuar y cambiar en 30% o 40%? Por ejemplo, en el caso de dólar, el yen y el marco alemán, el franco suizo y el euro exactamente, eso es una pérdida y precio de adaptación imposible para los países pequeños. Por eso, la regionalización de la moneda es una de las respuestas. En América Latina, un futuro inmediato para muchos países es la dolarización. Otra solución sería una moneda regional; sin embargo, tenemos un concurso con el tiempo, porque crear una moneda regional requiere mucho tiempo y muchas fases preliminares anteriores de cooperación regional en la producción, en el comercio, de unificar el mercado regional, crear un ambiente homogéneo regional, y no sabemos si los problemas monetarios de algunos países de América Latina dan bastante tiempo para preparar una moneda regional, aparte de que la atracción de la dolarización será más fuerte. Todo eso requiere, naturalmente, ponderaciones nacionales muy serias, pero en los siguientes cinco o 10 años todos los países tendrán que encontrar una respuesta a estos nuevos retos, y eso, bajo las condiciones dadas, requiere creatividad y un espíritu de los bancos centrales y de todos los que actúan en la esfera financiera, monetaria y gerencia macroeconómica. Lo que sabemos es que el mundo va cambiando. Todavía no tenemos las soluciones, pero cada país y cada individuo, cada economista, tiene que buscar las soluciones adecuadas, porque esa es nuestra responsabilidad.