No era mi propósito ser escultor. Nunca había pensado serlo. No

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Bio.
No era mi propósito ser escultor. Nunca había pensado serlo. No nací con una vocación innata o un
talento que se ha ido desarrollando en la escultura. Ha sido el estudio y el saber y el querer explicar
mis acciones lo que me ha llevado a convertirme en escultor o al menos a hacer esculturas y teorías
del arte.
Tras una época sumido en vacíos que en un principio no podía controlar y tras estudiar la carrera de
Humanidades por la rama de Historia del Arte conocí a innumerables artistas con sus respectivas
obras. Fue el escultor Jorge Oteiza quien despertó en mí una salvación y fueron sus obras, sus letras
y sus palabras las que me abrieron las puertas a un mundo pleno de vacíos con sentido que poco a
poco me llevaron a conocer a mis autores de cabecera. Todos ellos sintieron una necesidad vital de
explicar su pensamiento a partir de la obra plástica y alguno de manera teórica. Ellos son Giotto di
Bondone, Diego Velázquez, Paul Cézanne, Kásimir Málevich y el ya citado Jorge Oteiza.
La primera exposición que hice fue en la galería Lumbreras de Bilbao. En ella pretendía hacer una
labor pedagógica tratando de explicar tanto con teoría como con obra el paso de la obra pictórica
del ruso Kásimir Málevich a la escultura ya tridimensional de Jorge Oteiza. Una vez que conseguí
mi propósito, hacer una exposición con sentido, me di cuenta de que sin apenas proponérmelo había
dado luz a una serie de obras que si bien ascendían dos o cuatro milímetros del suelo casi se podrían
denominar esculturas. Fue en ese momento cuando pensé que habiéndome situado entre Malévich y
Oteiza yo podría proponerme abrir una nueva vía y crear desde mi obra otra nueva que fuera
rotundamente diferente a la de Oteiza. Me centré pues en la teoría con el fin de analizar el cómo uno
superó al otro para así yo crear mi obra. Volví a estudiar uno a uno a mis artistas de cabecera. Tras
muchas lecturas e innumerables momentos fui descubriendo asombrosas y verídicas conexiones
entre los unos y los otros. Primero el chispazo de Giotto di Bondone con sus reminiscencias a las
obras de los monjes del monte Athos y las teorías medievales que circulaban allá por el año 1300.
Luego, tras la edición de La Vida de Diego Velázquez de Bartolome de Bennassar, los textos que
Salvador Salort Pons escribiera sobre el segundo viaje del Maestro sevillano a Italia y su visita a
Padua; lugar en el que se encuentran las obras de Giotto di Bondone. Más tarde la historia del
expolio del Museo del Prado por obra de los franceses en 1814 y su posterior instalación en las
galerías del Louvre; el conocimiento del artista Manet de las obras de Velázquez y el grupo Des
Batignolles al cual pertenecía Paul Cézanne; la conexión exacta entre Cézanne y Velázquez. El
siguiente paso que dan las obras de Cézanne gracias a los coleccionistas Shuskin y Morozov
llevando la obra del francés a Moscú y su fulminante impacto en Kásimir Málevich quien no sólo
recoge el guante de Cézanne sino que en su teoría suprematista alaba y elogia sobremanera la forma
de crear de Cézanne…. Y por último la íntima y evidente relación entre Jorge Oteiza y el ruso que
se ve reflejada en todo el proceso práctico y experimental del vasco; primero con los cuboides
Málevich y posteriormente con las unidades livianas.
Así se ha ido hilvanando una teoría del arte espacial que tiene como fin explicar que no es la obra
en sí lo determinante sino la idea que ésta desprende: el vacío. La posibilidad de ocupar y desocupar
espacios y de esta manera dar sentido a la vida o por lo menos hacerla evidente.
Así se han creado las Ascensiones, unas esculturas nacidas de una teoría original que guardan una
estricta forma gracias a las enseñanzas de mis Maestros:
La fidelidad de Giotto di Bondone a su descubrimiento, la fidelidad siempre al plano irregular, a ¨su
roca¨.
La conjunción de planos irregulares de Velázquez; la profundidad espacial delimitada dentro de la
escultura como la ilimitada fuera de ella.
La repetición del plano irregular de Paul Cézanne creando unos planos irregulares más amplios que
otros y convirtiendo así mi escultura en un ir y venir de planos irregulares ilimitados.
La desnudez del plano irregular, su simpleza, su carencia de ornamento o semblanza con objeto
alguno. La supremacía abstracta que le otorgó Kásimir Málevich.
Y la tercera dimensión y el vacío real y físico que le diera Jorge Oteiza. La escultura.
Este es pues el camino que he seguido en mi desarrollo como estudiante primero y como creador
después. Un camino largo cuyo afán es ser explicado y comprendido.
Gonzalo Ortigosa Yoldi
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