Poderoso caballero es don Dinero (Lucas 16,1-13) Javier Matoses http://www.bibliayvida.com [Evangelio del domingo, 22 sep 2013] Lucas 16,1-13: En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: —Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: »—¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. »El administrador se puso a a echar sus cálculos: »—¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. »Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero: »—¿Cuánto debes a mi amo? »Éste respondió: »—Cien barriles de aceite. »Él le dijo: »—Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe ‘cincuenta’. »Luego dijo a otro: »—Y tú, ¿cuánto debes? »Él contestó: »—Cien fanegas de trigo. »Le dijo: »—Aquí está tu recibo; escribe ‘ochenta’. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. »Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. »El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. »Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, lo vuestro ¿quién os lo dará? »Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Confieso que el comentario de esta semana me ha resultado muy difícil. La parábola lo es. A lo largo de la historia se han dado múltiples interpretaciones y han corrido ríos de tinta, pero tan sólo para constatar que no está claro a qué se refería Jesús cuando pronunció este relato, ni qué matices quería añadir Lucas cuando añadió las frases finales. El administrador obra injustamente, así que queda descartado que sea un modelo de actuación para nosotros en su forma de hacer. Algunos han sugerido que los cambios en los recibos sólo eran revisiones a la baja de unos intereses exagerados; de esta forma el administrador sería hasta buena persona, que se arrepiente de haber inflado tanto los recibos con su comisión, y ahora renuncia a ella para ganarse amigos. Así el dueño que lo despide, en realidad, no estaría perdiendo nada de lo suyo. Pero no parece que sea éste el sentido de la parábola. A Lucas le preocupa menos la justicia concreta del personaje, y se fija tan sólo en su actitud previsora y astuta ante la dificultad. En el fondo, para Lucas todo dinero es injusto. En aquella época, nadie tenía monedas más que los ricos; la clase media de ahora no existía, y los que tenían algo para vender (podríamos llamarlos los «menos pobres» del pueblo) lo intercambiaban por otros productos sin llegar a ver relucir nunca el oro y muy pocas veces la plata. Por tanto, si Jesús cuenta una parábola en la que los ejemplos se cuentan por cientos (cien barriles de aceite, cien fanegas de trigo), el auditorio entendía enseguida que se trataba de ricos de verdad. En este contexto, Lucas hace una suposición automática: los ricos son injustos. Tanto el dueño como el administrador viven en ese mundo de injusticia tan alejado del mensaje y la vida de Jesús. Hoy en día podríamos no estar de acuerdo, puesto que existen personas con grandes fortunas que hacen cuantiosas donaciones dedicadas a personas necesitadas. También existe una amplia «clase media» que no es rica… pero que podría ciertamente donar más a los que sí son pobres. El tema es muy fácil cuando se habla de los demás: algunos dicen que la Iglesia debería vender todo el Vaticano y darle el dinero a los pobres, otros pagan sumas astronómicas –nunca mejor dicho– para pasar unos días de vacaciones en la estación espacial, algunos deportistas reciben sueldos que no cobran muchos miles de trabajadores africanos juntos… Pero hablar de los demás nunca ha conseguido acercar a nadie a Dios. Lucas quiere con este texto provocarnos nuestra reflexión en dos sentidos: Por un lado, nos mueve a preguntarnos, ¿cuánta confianza ponemos en las riquezas, en los bienes, en la seguridad que nos da un techo, o una nevera? ¿Hacemos uso de lo que tenemos con total libertad y podemos renunciar a ello en cuanto vemos la necesidad de otra persona? ¿O más bien son las cosas las que, de forma muy sutil, nos esclavizan? Por otro quiere quitarle importancia al dinero poniéndonos como ejemplo de astucia a un administrador que se encontraba entre la espada y la pared. El despido del administrador en seguida se interpretó como símbolo del juicio final, de la decisión fundamental de la vida: ¿Yo para qué vivo? ¿Cuando me muera, qué me llevaré conmigo? Queda claro que no es la injusticia lo que quiere Lucas que imitemos, pero sí pretende que relativicemos nuestra relación con las riquezas. A lo largo del evangelio, Lucas insiste en que el principal fin de las riquezas es compartirlas con los que las necesitan. De hecho, después del texto de hoy nos contará la parábola del rico y del pobre Lázaro, que insiste en el mismo tema. El dinero se convierte fácilmente en un señor, en un dueño, en un tirano, en un «poderoso caballero» al que se debe servir a costa de la propia libertad. Es incompatible con el «servir» a Dios, que tiene un significado contrario, porque Dios mismo quiere nuestra libertad, nuestro crecimiento, nuestra autenticidad. Nadie puede servir a dos señores. ¿A quién sirves tú? vida en