T10// TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 14 de diciembre de 2013 Lo bueno, lo malo y lo feo de regalar Si se equivoca en elegir un regalo, no se preocupe: la ciencia dice que es (casi) misión imposible acertar. Y aunque no lo crea, ellos se ofenden más que ellas si no les gusta lo que reciben. Ahora, si no quiere apilar lo que no usará, no descarte la opción de volver a regalarlo. No es tan terrible. TEXTO: F. Derosas / J. M. Jaque ILUSTRACION: Rafael Edwards H ACE DOS años, Valentina (24) ensayó su mejor cara de sorpresa para recibir el regalo de Pascua de su hermana Javiera (34). “Lo abrí y eran unas poleras súper feas, una verde y la otra morada, tipo strapless, con lunares. Mal. Yo sabía que nunca las iba a usar, pero sólo atiné a decirle ‘ay, gracias, qué lindas’”. Para no repetir la misma mala experiencia, el año siguiente hizo una lista con algunas sugerencias: Javiera se matriculó con un bolso. “Pero era horrible, lo miré y pensé ‘con qué cresta me pongo esto, con qué lo combino’”, dice Valentina. Esta vez, no pudo disimular: “¡No te gustó!”, adivinó su hermana. Javiera no tiene la culpa. Si regalar (y apuntarle) no es un cacho, se le acerca mucho. Lo dicen sicólogos, antropólogos, economistas... Los mismos que después argumentan que hacerlo es importante porque facilita la interacción humana, porque fortalece los lazos con la familia y los amigos y por un largo etcétera. “Si no dejo que me des un regalo, no estoy motivándote a que pienses en mí y en las cosas que me gustan (...) Les haces un perjuicio a las personas cuando les quitas el regalo de dar”, dijo a The New York Times la profesora de sicología de Harvard, Ellen J. Langer, una de los tantos profesionales que alimentan esa idea. Porque, aunque le parezca curioso, diversos experimentos mustran que nos gusta regalar. Y que ese ejercicio de generosidad reporta más beneficios incluso que recibir, porque aumenta la autoestima, según una investigación de la U. de Virginia, que demostró que al hacerlo, nuestro cerebro activa áreas relacionadas con el bienestar en mayor medida que cuando nos regalan. Además, nos gusta ser generosos incluso con quienes no tenemos la certeza de que volvamos a ver y, por ende, no obtengamos algo a cambio. “La incertidumbre es inherente en la vida social. No sabemos qué puede pasar y ante cualquier caso, optamos por ser generosos por si hay una segunda instancia”, dijo Andrew Delton, académico del Departamento de Sicología y Ciencias del Cerebro de la U. de California en Santa Bárbara a la web de Psych Central. Eso significa que la generosidad parece ser un rasgo innato y no sólo una respuesta a la presión social o a tratar de dejar una buena impresión. Ahora, ¿cómo dejar una buena impresión con un regalo? “El gran desafío está en tratar de saltar a la mente de otra persona”, respondió Dan Ariely, profesor de la Universidad de Duke, a The Wall Street Journal. Y agregó un pero: “Las investigaciones sicológicas confirman que somos prisioneros parciales de nuestras preferencias y que nos cuesta ver el mundo desde otra perspectiva”. O sea, parecemos condenados a fallar. Por eso, una de las estrategias más conocidas para intentar disminuir las probabilidades de equivocarse es hacer un regalo caro. Malas noticias para quienes lo hacen. Dos investigadores de la Escuela de Negocios de Stanford comprobaron que en los regalos que más recuerda la gente el factor precio influye cero. Nada. Entonces ¿qué es lo que realmente valoran las personas? La empatía, responde a Tendencias la sicóloga Karen Pine, de la U. de Hertfordshire, en Inglaterra. Es decir, el regalo que demuestra que detrás de él hubo alguien que se tomó la molestia de pensar en qué era lo más adecuado para la otra persona. En definitiva, un re- galo que demuestra mayor dedicación. Otro mito que se cae: que no darles en el gusto a ellas puede ser peor que a ellos. Nada que ver. De hecho, ¿ha visto algún hombre excesivamente estresado por el regalo de su pareja? Un estudio de las universidades de British Columbia, de Loyola Chicago y de Virginia lo confirma: al analizar cómo reaccionaban frente a los regalos parejas que llevaban poco tiempo de relación, concluyó que cuando el regalo no gustaba, quienes más se molestaban eran los hombres. Las mujeres no parecieron demasiado preocupadas si el regalo era de su gusto o no. Estos resultados se exacerbaron en parejas que llevaban más tiempo. Y se agregó otro elemento: dependiendo del regalo, ellos devaluaban su relación al punto de no verle demasiado futuro, mientras ellas incrementaban la conexión con su pareja. Es decir, los hombres entendían el regalo como una señal clara del grado de compromiso y compenetración que se tiene con la pareja. Entre abuelas y Seinfeld ¿Y qué hacemos cuando no nos gusta un regalo? Una encuesta de la revista Consumer Reports dice que casi el 40% le busca un mejor destino: lo dona a la caridad, lo trata de cambiar (siempre se agradece el ticket de cambio) o lo re-regala. Sí, lo envuelve otra vez en un paquete y, como si nada, lo reparte. Algunos dicen que el término re-gifting tuvo su origen en un memorable episodio de la serie Seinfeld (si puede, véalo). Sin embargo, seamos honestos: las abuelas lo han hecho toda la vida. Violeta (80) se las sabe por libro. Cada vez que recibe algo, suelta un “pero qué cosa más linda”. Después, en su casa, sola, toma el regalo que abrió cuidadosamente, una tijera, scotch y lo deja como cuando lo recibió en sus manos. Va a la pieza de visitas y apila el nuevo regalo en el ropero donde guarda sus chalecos de invierno. ¿Las destinatarias preferentes? Su hija mayor y sus nietas. “Para mí, no tiene nada de malo porque son cosas que no necesito y que a mis nietas les sirven mucho más. Además, entre no usarlos, es mejor que los regale y queda en familia. ¿Si regalaran lo que yo regalo? No sé... mientras no me entere (ríe)”. Así, re-regalar es una práctica que parece cada vez menos reprobable. ¿Es mal vista? Sí. Pero los estudios dicen que los receptores exageran lo que podrían sentir quienes hacen los regalos. El año pasado, investigadores de las escuelas de Negocios de Stanford, Harvard y la London Business School analizaron qué tan ofensivo resulta el re-gifting. Sorpresa: quienes recibieron el regalo pensaban que el donante estaría más ofendido de lo que realmente estaba si lo daban a otra persona. Gabrielle Adams, del London Business School, explicó que re-gifting es una manera de asegurarse de que los regalos llegan a alguien que realmente va a disfrutarlos. Pero no todos están de acuerdo con eso. Verónica (50), la hija de Violeta, no le encuentra la gracia. “Uno dedica tiempo en pensar en regalos que la puedan hacer feliz. Lo que hace es desmerecer la importancia que le estamos dedicando a ella, porque los regalos son personales, son de mí para ti”, dice. Y asegura que nunca ha hecho lo de su mamá. “Yo uso todo lo que me regalan. Y lo uso con gusto porque hay una intención... O tal vez estoy mal y creo que todo me queda bien...”.T