EUROPA: LA TRANSICIÓN ECONÓMICA 155 EUROPA: LA TRANSICIÓN ECONÓMICA José María Casado Catedrático de Economía Aplicada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba. ∗ El primer impulso de la transición democrática de España fue político, pero después había que hacer la transición económica para acercar nuestra economía a la Unión Europea. El equilibrio de la democracia exigía la transición política previa. El Gobierno de Suárez hizo la transición política y avanzaba con dificultad en la transición económica porque tenía encima una crisis. Con el Gobierno de Felipe González se hablaba de nacionalizar la banca. A partir de 1982 la situación económica internacional mejoró, la transición política estaba ya atada y había un sindicato comprometido para hacer la transición económica. En efecto, con anterioridad al consenso alcanzado en los Pactos de la Moncloa, dicha transición no se pudo poner en funcionamiento, y, sin embargo, luego fue posible a partir del 82 por la complicidad sindical. Había que liberalizar la economía española para _______________________________________________________ ∗ Jornada de Córdoba. 13 de diciembre de 2002. LA INTEGRACIÓN EUROPEA Y LA TRANSICIÓN POLÍTICA EN ESPAÑA 156 prepararla para su entrada en la Unión Europea y, en consecuencia, se hicieron las necesarias reconversiones industriales con el apoyo de los agentes económicos y sociales. El dilema ante la entrada en la Unión Europea era la necesidad de liberalizar, frente a los planteamientos proteccionistas e intervensionistas que habían tenido lugar hasta entonces. Así, para facilitar la entrada en la Unión Europea y lograr las necesarias convergencias, la izquierda, que gobierna a partir de 1982, fue moderando gradualmente su discurso ante el asombro de propios y extraños. Lograda la transición y la convergencia política había que lograr y profundizar, primero en la convergencia económica (nominal y real) y en la convergencia social. ¿Cuáles se han logrado? ¿Cuáles están pendientes? La actual perspectiva de más de dos decenios sería un momento oportuno para hacer un balance. Simplificando mucho, lo que ocurrió durante la transición económica de España está unido a la dimisión de Miguel Boyer como Ministro de Economía y Hacienda. Sin duda, una de las claves principales de la transición está asociada al planteamiento que Miguel Boyer hace en el Consejo de Ministros de que la entrada de España en la Comunidad Económica Europa significa un choque para la economía española, ya que el resto de Europa Occidental es más competitiva, y que, por tanto, el cambio económico, en pro de una mayor competitividad, sólo podía hacerse a través de una reestructuración industrial y, en general, productiva. EUROPA: LA TRANSICIÓN ECONÓMICA 157 El temor principal era saber qué supondría esa reconversión en términos de empleo. La respuesta de Miguel Boyer fue que supondría medio millón más de parados, lo que puso nervioso al Gobierno, que en sus promesas electorales dijo que crearía 800.000 empleos. Además Miguel Boyer, quería coordinar a los Departamentos económicos desde una Vicepresidencia, a lo que el vicepresidente Alfonso Guerra se mostraba reticente. Se suspendió el Consejo de Ministros y, en el descanso, algunos de ellos —entre los que se encontraba Solchaga— se plantean que el derrumbamiento político iba a ser colosal. El Ministro Carlos Solchaga tomó las riendas y propuso un modelo neoliberal y monetarista para impulsar la economía a través del déficit y endeudamiento público y como las previsiones eran, en ese momento, de un amplio despliegue de la economía mundial, la coyuntura favoreció a su modelo frente al de Miguel Boyer que, finalmente, se rechazó, junto con su pretensión de una Vicepresidencia. Con el modelo de Carlos Solchaga para hacer frente al desafío europeo, los precios se elevaron, así como el déficit público, determinando un aumento del empleo, eso sí, con el complemento (que resultó nefasto para la economía española) de una elevación de los tipos de interés que disminuía la inflación, pero sobre todo, atraía capitales especulativos extranjeros a corto plazo. El esquema de Carlos Solchaga aprovechaba, como atractivo para los capitalistas extranjeros, nuestra inminente entrada en el Sistema Monetario Europeo (S.M.E.), que LA INTEGRACIÓN EUROPEA Y LA TRANSICIÓN POLÍTICA EN ESPAÑA 158 garantizaba la estabilidad de la moneda (mediante la banda de fluctuación), y un tipo de cambio alto. Pero se ocultaba la realidad a través de velos monetarios, ya que, al mismo tiempo que eso ocurría, se estaba aumentando la oferta monetaria (la cantidad de dinero en manos del público), porque la ingente cantidad de divisas extranjeras que estaban entrando atraídas por los altos tipos de interés se transformaban en pesetas. Y a estas pesetas había que esterilizarlas, para lo cual se subían más los tipos de interés, lo que producía una mayor entrada de capitales extranjeros; pero al mismo tiempo, caía la inversión por los altos tipos de interés y con ello la actividad económica, con lo que el modelo empezaba a ser caótico. ¿Qué acabó con esta situación? La unificación alemana. Alemania tenía que subir los tipos de interés para financiar la unificación y los capitales que venían a España se fueron a Alemania, que tenía un menor índice de riesgo-país. Con ello afloraron los problemas económicos, se produce un hundimiento general, de lo que no quedó exenta la bolsa, y comienza la crisis económica de 1992. Había obviamente que cambiar el modelo puesto que las soluciones monetarias no resolvían los problemas de la necesaria convergencia real que España necesitaba para hacer frente al reto europeo. Las medidas que la economía española necesitaba tomar deberían venir por el lado de la oferta (mejora de la capacidad productiva, reformas estructurales, mayor cualifica- EUROPA: LA TRANSICIÓN ECONÓMICA 159 ción de la oferta de trabajo, elevación del espíritu de empresa, etc.), y no por el lado de la demanda (manipulación de las variables monetarias, etc.), como se empecinaban los responsables económicos en el momento de la transición económica. Lo que queda, se va produciendo poco a poco, quizá lentamente, y es, sin duda, un cambio de actitud en la economía y en los empresarios españoles como consecuencia de nuestra entrada en la Unión Europea. Ante este hecho trascendental, un elemento que no ha sido suficientemente valorado, a mi juicio, es la imprescindible transición desde una cultura empresarial reactiva a otra proactiva, como consecuencia del reto, del desafío, que nuestra pertenencia a la Unión Europea implica.