"El Amor A Platón" (*) Escuela Freudiana De Buenos Aires. 2006 Jorge Luis Leiva - I -. La novela de Sacher Masoch El amor a Platón (1) pone en escena una concepción del amor que hoy podría resultarnos, cuanto menos, extraña. Masoch enmarca sus reflexiones sobre la felicidad en el intercambio epistolar con su madre, situando su tristeza al afirmar que sólo en el tiempo pasado junto a ella, él fue dichoso. El amor, en suma, nunca debe ligarse a la felicidad, en el amor, para Masoch, “no hay más que decepciones, dolores y heridas, procura nada más que momentos de alegrías imaginarias.” Esta idea primera le permite plantear que en el amor no existe nada sensible, que la carne, únicamente, perturba el alma, y por lo tanto, no debe ser identificado ni como una pasión transitoria, ni como placer. El amor es, así concebido, un don espiritual, al punto de que el autor lo esboza como “un intercambio de almas”. “Lo corporal obstaculiza nuestros más puros sentimientos”, escribe Masoch, “nuestras más matizadas sensaciones, nuestras más sagradas acciones” (2); y esta idea, que sintetiza su postura, guarda una relación estrecha con la concepción mística sobre el amor. Pero veámoslo más despacio. Cuando Masoch se pregunta qué es el amor, comienza sus reflexiones diciendo que el amor no es un estímulo sensual que mayormente pone en juego los opuestos más enfrentados, por ejemplo, que la gente se odie y se bese al mismo tiempo. “Tampoco tiene que ver”, continúa, “con la inclinación protegida por la casualidad y que la costumbre fortifica con un contacto amable en la que se encuentra tanto bienestar y alegría que en rigor sería imposible sentirlo con cualquier alma buena. En esto tampoco hay nada de casual. Tampoco es esa energía que enciende las tragedias de la vida, mientras dura la fuerza de sus llamas; pero cuando se desvanece da lugar a las más jocosas de las comedias, pues el amor no es una pasión efímera. El amor no surge ni acaba nunca, se da sólo entre dos personas determinadas que tienen el mismo sentimiento y una sola voluntad, y que cuando se encuentran saben desde el primer momento que son el uno para el otro. Nadie se los ha dicho, pero lo saben.” De esta forma, los planteos básicos se cierran con la cita siguiente: “Creo que cada persona siente el bello impulso, pero esa energía lo lleva a cada uno hacia el otro sexo donde me temo no se ha - Página 1 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados de obtener satisfacción, pues, miles de elementos sensibles obstaculiza el camino, creen encontrar lo ansiado, aman, pero ven demasiado pronto que se han equivocado, pero se lanzan nuevamente a la búsqueda y encuentran otra vez para volver a empezar y a equivocarse nuevamente, hasta terminar en una sed de placeres, un absoluto cansancio y asco.” Finalmente, esta serie de citas resultan similares a lo expuesto por el Marqués de Sade en Filosofía en el tocador: “no hay amor que resista a una reflexión sana”, dado que es “una embriaguez que absorbe en nosotros el resultado de nuestros sentidos y nos pone en un estado tal que ya no vemos, que ya no existe más que a través de ese objeto locamente adorado. ¿Acaso eso es vivir? … Huid cuidadosamente del amor…” (3) Y a lo pensado por otro filósofo, menos estudiado que el Marqués de Sade o que Sacher Masoch, ese humanista español que fue Juan Luis Vives (1492-1540): “que el amor es un olvido de a razón muy cercano a la locura, feo vicio y poco conveniente al ánimo sano; turba el entendimiento, desvía el ingenio, priva la memoria, destruye las fuerzas, consume la hacienda, estraga la hermosura, quebrante los altos y generosos deseos…” (4) Turbar, desviar, privar, destruir; consumir la hacienda y estragar la hermosura, esta cadena de cualidades calza perfectamente en el planteo de Masoch sobre el amor carnal, remitiéndonos, consecuentemente, a un amor espiritual. - II -. Al abordar cómo se articula el amor espiritual en la perspectiva de Masoch debemos completar, primero, la idea parafraseada más arriba: “Tampoco trata de un conocimiento previo que les muestra el camino a los amantes, no se trata de un bienestar que los aguijonee, no es la experiencia que les enseñe, pero lo saben y a cada hora a la que se entregan, cada día, cada uno les confirman que estaban en lo cierto. Uno entrega su alma a otra alma.” Vale destacar, ahora, que si Masoch propone un amor que está por fuera de toda sensibilidad -¿apatía sadiana?-, este amor no es fruto de una inclinación, ni fruto de una instancia azarosa, y así, evita toda metáfora planteada por Lacan en el Seminario de la Transferencia. O sea, evita lo que llamamos enamorarse, que se produce cuando la persona amada encuentra que ella ama a la persona que la ama. Ese es el momento en que toma relevancia una sustitución, dado que uno se descubre amando en lugar de ser amado. Sabemos por Lacan que la relación hombre-mujer juega un papel determinante en los síntomas de los seres hablantes. No bien algún aspecto de esta relación deja de funcionar, lo que tiene que ver con el sexo se muestra errado, la insatisfacción se instala e, invariablemente, se presenta el mal humor. La perspectiva lacaniana refuta, entonces, y esto es sólo un comentario al margen, esa humorada que señaló Aristófanes en la que el ser-uno-para-el-otro de los amantes no es más que una promesa impune e insolente que se declaran sin empacho. Siguiendo las ideas de Lacan en el Seminario XXI, el amor es la resonancia de lo que se - Página 2 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados escucha; cada resonancia se sostiene en el tiempo y se apaga de a poco; y más luego queda un “montoncito de hábitos y costumbres”. Ese montoncito de hábitos y costumbres es lo que podemos llamar amor. La dimensión del amor, por lo tanto, no es de ayuda, ya que se dirige al amado y la transferencia sustituye el amor por el deseo. Conjuntamente, podemos apelar a la definición organizada en el Seminario Aun aquella que plantea que “el amor es tomar al otro por su alma” y “mientras el ama ame al alma no hay sexo en el asunto, el sexo aquí no cuenta. Es el fuera sexo que consiste en que se mismen en el otro” (5).Vale decir, al almoralidad resulta de una sola puntada que enlaza amor-alma-moralidad. Alma concebida en tanto lo que anima, el aliento, y, más concretamente, lo que se articula con el objeto “a”. Quedó sin señalar el planteo freudiano. Para autor vienés, lo que hace al valor del amor es su condición de perecedero; o sea, su condición contingente. “El significante (amor) no admite la condición de lo eterno” (6), dice Freud. El valor de la transitoriedad es por lo tanto el de la escasez de tiempo. El neurótico opera transformando en necesario lo que es del orden contingente y así, la neurosis consigue que el amor sea un fin y no un medio. Pero cuando el amor es un medio, presupone un gasto, y el valor queda sólo en relación con ese mismo gasto; pues en el amor hay valor de cambio. La cuestión, en este caso, es dónde se instala el goce. Ahora bien. Si el amor planteado por Masoch implica lo insensible, si este amor es el lugar donde no se anotan los datos de la sensibilidad, esta insensibilidad tiene, al mismo tiempo, pretensiones de trascendencia. Sin poner el cuerpo en juego –ya que para Masoch el cuerpo sigue siendo el cuerpo del Otro, o sea, inexistente como tal-, este planteo delata un miedo a lo femenino (hetero) en tanto ser parlante que sufre-goza. Por lo tanto, su resolución llega cuando ama a una mujer pero sin poseerla; y este rechazo a la posesión se torna pureza espiritual en los criterios que edifican su amor. “¿Existirá una mujer que sea capaz de un amor espiritual?”, anota Masoch, “El intento sería interesante, pero no voy a dar el paso nunca. Todo lo que tiene que ver con los sentidos así como nace se muere” (7). Nuestro héroe, entonces, realiza una equivalencia entre posesión y pérdida. Y esta salvedad es interesante ya que no se trata de un miedo a interrumpir la posesión por una pérdida inevitable, sino, más claramente, de no poseerla para no perderla. Por otra parte, el hecho de no poseer a la mujer para no perderla coincide con el amor cortés. Este tipo de amor se instala en lo enigmático: eleva un objeto al rango de ideal. La pérdida no es consecuencia del amor, pues se posee a condición de la pérdida; la idealización de la mujer evita, elude la castración; es lo que hoy podríamos pensar como una dama a la que le gusta ser cantada, pero también tocada. De esta forma, Masoch le quita carnalidad al cuerpo femenino. Lacan, refiriéndose a este tipo de amor, pone el énfasis en que el amor cortés es un cortocircuito del amor cristiano, en la sustitución del deseo por el amor cristiano; y prueba de ello la encontramos en, por ejemplo, los poemas de Cátulo, donde el amor se muestra sin las mutaciones que el cristianismo introduce. - Página 3 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados Llegamos, entonces, a la bisagra del análisis. La intersección en la que, en vez de hablar del amor a lo femenino, estamos hablando del amor puro, del amor de los místicos –que no se relacionan con el mundo sensible-, del amor a Dios. - III El pensamiento místico es un problema serio para la iglesia, ya que los místicos no se separan del dogma, pero sí de la iglesia como Institución. O, para usar la expresión de Michel de Certaud, el misticismo es un cristianismo estallado. La mayoría de los místicos fueron condenados y perseguidos oficialmente por la iglesia católica, otros quedaron en el limbo como almas perdidas a quienes ninguna iglesia cristiana estaba dispuesta a aceptar. Pero, ¿cómo entender esta comunicación con Dios? ¿Cómo articular las junturas del alma y la fruición –el goce- con Dios? Porque, para nosotros, la experiencia mística no tiene sentido si es pensada como un asentamiento del dogma; debemos verla, en realidad, como una experiencia que da cuenta de un goce caracterizado por lo inefable. Algo así como transmitir con el lenguaje de una experiencia lo que el lenguaje mismo no puede alojar. Cuando Lacan plantea que en “Ama al prójimo como a ti mismo” se funda la abolición de las diferencias de sexos, esto no implica confundir la diferencia de sexos con el hecho de que “no haya relación sexual”. El amor divino trabajado en los Seminario XX y XXI es concebido como una herejía para la religión cristiana, pues los cristianos retiran el cuerpo de la escena. O sea, para el cristiano, la pasión de Cristo es la imagen de Cristo en su crucifixión, un cuerpo sufriente, doliente, en una postración casi obscena. Sin embargo, el interés real del análisis no se encuentra en el planteo del goce místico relacionándose con el goce femenino, sino en cómo se recorre ese vacío que abre la paradoja de lo inefable del amor. O, dicho de otra manera, “cómo entender lo que no se entiende.” La experiencia mística es definida por Kolakowki en su libro Si Dios no existe (8) como el contacto directo de una persona con Dios. En los místicos –de los cuales los cristianos forman el ejemplo de los caracteres más intensos-, la emoción y el anhelo de lograr una unión perfecta con el creador disuelve a la propia persona. “En el limitado océano de lo divino con el sentimiento que se ha logrado temporalmente esa misión”, escribe Kolakowski, “la unión perfecta del creado con el creador.” Pero antes de seguir adelante, vale una salvedad. La prueba de la existencia de Dios no es una imposición para el místico ya que, como plantea Kierkegaard, esto sería igual a demostrar que la miel es dulce o que quizá el agua es húmeda. El amor divino se vacía de todo contenido sexual, o, mejor dicho, otorga así un sentido pleno, ya que el sentido sexual revela plenamente su ausencia de sentido. El amor divino, de esta forma, expulsa al deseo; y en el cristianismo, particularmente, se sustituye el deseo por el amor, por el amor a Dios, alejándose del amor mundano en el que se sufre o se padece. Asegurando la fusión con el Otro Supremo, el místico, entonces, consigue asegurarse un goce. Su preocupación estriba en producir un cuerpo que no se haga carne, es decir, un cuerpo puro-amor. - Página 4 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados Así planteado, el ejemplo humorístico que sigue ayuda a caracterizar un poco las cosas: Línea directa entre Dios y la Casa Blanca – 7 de Octubre de 2005 - “La invasión de Afganistán en Diciembre del 2001 y de Irak en Marzo del 2003 no fue una decisión tomada libremente por George Bush. El presidente estadounidense había explicado a dos líderes palestinos que en ambos casos obedeció una orden divina… Dijo: “Estoy movido por una misión divina, Dios me lo ha dicho: George, ve y lucha contra los terroristas…” Más allá de la humorada, más allá de la indignación que este recorte de artículo causa a cada uno de nosotros, la cita de Diana Sperling nos permitirá, ahora, concluir la idea. “Si la cosa mística es inasible, sin embargo insiste, entonces es porque no cesa de escribirse”. Fantasma inconjurable, sombra pegada a los talones del lenguaje, ausencia forzosamente presente en tanto ausencia y como tal exigiendo, exigiendo su perpetua evocación, la memoria del olvido, la reiterada llamada a lo sustraído. Agujero que dibuja el borde, que marca el agujero, que lo realza y que lo abisma.” (9) “Sólo quiero hablarte y oírte”, anota Masoch, “nada corporal ha de suceder entre nosotros, nos evoca a la purificación del amor, equivalencia cátara –o los puros, como los solían llamar-, nada de carnalidad, nada de sensualidad, pues esto podría entorpecer la comunicación de las almas.” Para cerrar, retomemos una de las preguntas subyacentes del análisis: ¿Cómo se instala el goce? Quizá, sólo en pequeños fragmentos, retazos a través de la consistencia del síntoma, o en la efectividad de lo que un sujeto puede hacer y quisiera hacer; es decir, en sus inhibiciones. O, incluso, en la perentoriedad pulsional, el goce que se ancla en las marcas del cuerpo que se entreven en un sujeto cuando habla de amor. - IV Pensamos el masoquismo, a partir de Freud, como la alienación de un sujeto en el lenguaje y a los significantes del Otro. Lo ya apuntado nos permitiría, ahora, abrir una nueva perspectiva para pensar el masoquismo y su relación con el amor. Por ejemplo, al generar la demanda “te pido que rechaces lo que te ofrezco, porque no es eso” (10), esta demanda es el objeto amado, ya que no se dirige más que a alguien que sea el objeto de amor. El enigma del amor encierra ese querer apesadumbrado que es el hacerse-objeto-del-otro, aún extendiéndose en la reciprocidad. En los enamorados se juega este juego de demandas, rechazos y secretos, pero en el masoquista se juega el ardid de ser el desecho directo del Otro. El masoquismo, paralelamente, está en relación a la “reacción terapéutica Negativa” y a la culpa concominante, terca obstinación al acto, diría Freud, o vocación de fracaso. Los sufrimientos de otrora se instalan nuevamente, dificultando al Sujeto para situarse como responsable de un Saber Hacer. Si bien el masoquismo es un invento de Masoch, este invento se gestó con el cristianismo –ágape cristiano-, con el cuerpo sufriente ante la pregunta Padre, ¿por qué me has abandonado?, y puede ser pensado con pregunta freudiana, Padre, ¿no ves que ardo? Sufrimiento de un hijo quedando desecho, quemado o crucificado. - Página 5 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados -VPara concluir, en el análisis de la novela de Sacher Masoch encontramos que la verdad del amor no es la verdad revelada de la religión, ni la verdad de la bella alma; verdad que concebimos no como una propiedad sustancial, sino como el pasaje de un lugar, como el acto de atravesar un lugar. La verdad del amor, entonces, es lo que hace entrar en transferencia en tanto se dirige al Sujeto Supuesto al saber. Y esta verdad se ancla en que “no hay relación sexual”. En la transferencia se revela el amor haciendo entrar en la partida al deseo; por lo que, la verdad de un sujeto se sitúa en su síntoma, en su goce inconfesable y secreto. El semi-decir de la verdad no es decir la mitad. Si se exige: “diga la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad”, el sujeto sólo podrá decirla a medias o estará obligado a mentir. El amor es posible porque existe la palabra. Cuando la palabra pierde sentido, el psicoanálisis encuentra su necesidad. Enero de 2006 NOTAS: (1) Masoch, Sacher, El amor a Platón, Ed. Cuenco del Plata. (2) Id. (3) Marqués de Sade, Filosofía en el tocador, Ed. Austral. (4) Vives, Juan Luis, Instrucción de la mujer cristiana, Ed. Austral. (5) Lacan, J., Seminario XX: Ancord, Ed. Paidós. (6) Freud, S., La transitoriedad, Ed. Aamorrortu. (7) Id. 1. (8) Kolakowski, Leszek, Si Dios no existe, Ed. Tecno. (9) Sperling, Diana, J.Lacan y los filósofos, Ed. EFBA. (10) Lacan, J., Seminario VI: El deseo y su interpretación, inédito. - Página 6 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados