Carta Pastoral Colectiva - Guiados por el Espíritu Santo 1 CARTA PASTORAL COLECTIVA DEL EPISCOPADO VENEZOLANO GUIADOS POR EL ESPÍRITU SANTO: CONCILIO PLENARIO PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Introducción Hermanos: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos ustedes" (1ª Co 13,12). En el umbral del Tercer Milenio Cristiano, cuando la Iglesia universal se prepara para el Gran Jubileo Bimilenario de la Encarnación del Hijo de Dios, los católicos venezolanos celebramos los Quinientos Años de la primera evangelización de nuestra patria. Es momento oportuno para reafirmar, con entusiasmo, nuestra identidad religiosa, moral y cultural, comunicando y testimoniando, con alegría, a "Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre" (cf. Hb 13,8). En esta ocasión tan hermosa, los Obispos venezolanos, por la presente Carta Pastoral Colectiva, anunciamos solemnemente y convocamos a la celebración del Primer Concilio Plenario de Venezuela (CPV) y damos inicio a su preparación, invocando, con fe y perseverancia, al Espíritu Santo, llamado por Jesús "Espíritu de verdad" y enviado por El, desde el Padre, al Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (cf. LG 7). El Espíritu Santo al descender en Pentecostés sobre los Apóstoles, los llenó de ardor y alegría; entonces la Iglesia comenzó públicamente el ejercicio de su misión evangelizadora. El Espíritu "actualiza en la Iglesia de todos los tiempos y de todos los lugares la única Revelación traída por Cristo a los hombres, haciéndola viva y eficaz en el ánimo de cada uno" (TMA 44). 1/9 Carta Pastoral Colectiva - Guiados por el Espíritu Santo Nuestro reto es ser, como creyentes y como Iglesia, "luz del mundo y sal de la tierra" en la Venezuela de hoy, construyendo, en Cristo, la unidad con Dios y con los hermanos, mediante el incremento de la comunión eclesial en orden a la misión evangelizadora y al trabajo por una nueva sociedad, justa y solidaria. Hacer memoria histórica profundizará el aprecio agradecido y sanamente orgulloso de una valiosa herencia positiva, así como la confesión de nuestras fallas y omisiones, pidiendo perdón por ellas; nos advertirá también para no repetir errores del pasado. A la vez, el examen de la situación actual nos posibilitará identificar los valores, fortalezas, debilidades y tendencias del presente; y su discernimiento como "signos de los tiempos" nos desafiará y permitirá diseñar mejor nuestra acción como respuesta y esperanza para el futuro. Nuestro país registra en su haber muchos valores positivos, entre los cuales están, apreciables recursos materiales, apertura y nobleza de su gente, estabilidad de la convivencia democrática, adhesión mayoritaria a la fe católica. Pero sufre también una crisis profunda y global, manifestada en el deterioro de la realidad familiar, graves desigualdades sociales, frágil institucionalidad democrática, múltiples manifestaciones de una anticultura de muerte, gran ignorancia religiosa e incoherencia entre la fe y la vida, de parte de muchos creyentes. Para encarar el reto antes señalado, que nos exige un extraordinario esfuerzo evangelizador, hemos decidido celebrar el Concilio. Este buscará las formas con las cuales la Iglesia, poniéndose a la escucha de la Palabra de Dios, podrá cumplir de modo más fiel, coherente y orgánico, su misión propia en la realidad concreta de la nación, con vistas al III Milenio cristiano. 2 I. ¿Qué es el Concilio Plenario? El Concilio Ecuménico Vaticano II, en el Decreto Christus Dominus sobre el oficio pastoral de los Obispos, afirmó: "Desde los primeros siglos de la Iglesia, los Obispos que estaban al frente de las Iglesias particulares, movidos por el celo de la misión universal confiada a los Apóstoles, aunaron sus fuerzas y voluntades para promover el bien común y el de las Iglesias particulares. Por esto se organizaron los sínodos, los concilios provinciales y, finalmente, los concilios plenarios, en los que los Obispos estatuyeron una norma igual para varias Iglesias, la cual debía observarse en la enseñanza de las verdades de la fe y en la ordenación de la disciplina eclesiástica". Y agregó: "Desea este santo Concilio ecuménico que la venerable institución de 2/9 Carta Pastoral Colectiva - Guiados por el Espíritu Santo los sínodos y concilios cobre nuevo vigor, a fin de que en las varias Iglesias, según las circunstancias de los tiempos, se provea adecuada y eficazmente al incremento de la fe y al mantenimiento de la disciplina" (Nº 36). Un concilio es, pues, fundamentalmente, una reunión de Obispos con la finalidad de ejercer conjuntamente la tarea que les compete en el campo de la enseñanza, de la santificación y del gobierno pastoral. Es expresión patente de la naturaleza corporativa o colegial del ministerio episcopal en la Iglesia (cf. LG 22); así como Cristo no puso a los Apóstoles separadamente al frente de la Iglesia que fundó, sino que constituyó un cuerpo o colegio apostólico, con Pedro a la cabeza, de modo semejante, los Obispos no son un simple agregado de pastores, sino que constituyen el Colegio Episcopal, con y bajo el Sucesor de Pedro. De este modo, un Obispo, si bien tiene la responsabilidad directa e inmediata de una Diócesis, es sujeto de una corresponsabilidad universal. El Vaticano II es claro al respecto: "Cada obispo, que está al frente de una Iglesia particular, ejerce su gobierno pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada... Pero, como miembro del Colegio episcopal y legítimo sucesor de los Apóstoles, cada uno tiene el deber, por voluntad y mandato de Cristo, de preocuparse por toda la Iglesia" (Ib 23). "El concilio particular, dice el Código de Derecho Canónico, cuida de que se provea en su territorio a las necesidades pastorales del pueblo de Dios, y tiene potestad de régimen, sobre todo legislativa, de manera que, quedando siempre a salvo el derecho universal de la Iglesia, puede establecer cuanto parezca oportuno para el incremento de la fe, la organización de la actividad pastoral común, el orden de las buenas costumbres y la observancia, establecimiento o tutela de la disciplina eclesiástica común" (c. 445). Un concilio puede ser "provincial", "plenario" o "ecuménico", según congregue a una parte de los obispos (ya sea de una provincia eclesiástica, ya de una región o nación) o a los de toda la Iglesia; el "ecuménico", por ejemplo, el Vaticano II es, por tanto, universal; los otros, son "particulares", porque reúnen sólo una parte de los obispos. El congregarse en "concilio" tiene, para los obispos y para la Iglesia, una importancia muy singular; por consiguiente, es superior a las asambleas de la Conferencia Episcopal o a cualquier sínodo. En efecto, nuestro Concilio constituirá un acontecimiento de gran trascendencia y largo alcance por las motivaciones, circunstancias y perspectivas de su realización; por la índole no sólo consultiva sino también deliberativa de sus sesiones; por la amplia participación de sacerdotes, religiosos y laicos que implica; por la significación intrínseca de su temática; por la cuidadosa y larga preparación que requiere; por su testimonio y repercusión para el conjunto nacional. 3/9 Carta Pastoral Colectiva - Guiados por el Espíritu Santo 3 II. Sentido y objetivo del Concilio Plenario. El Concilio Ecuménico Vaticano II, en el texto anteriormente citado (CD 36), ofrece ya en síntesis lo que nos mueve a celebrar el Concilio Plenario de Venezuela: comunión, misión y el bien común de las Iglesias particulares. Ese mismo Concilio enseña: "La Iglesia es, en Cristo, como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG 1). A este pueblo, el Señor "lo asume también como instrumento de redención universal y lo envía a todo el universo como luz del mundo y sal de la tierra" (cf. Mt. 5,13-16) (ib. n.9). La Iglesia recibió de su Fundador la misión de evangelizar, que es la vocación primordial e "identidad más profunda" del Pueblo de Dios (cf. EN 14). La evangelización es, por tanto, proclamación, celebración y puesta en práctica del designio salvador unificante de Dios. Al recordarnos esto, Puebla nos dice que esta comunión producida por la Trinidad Santísima, "ha de construirse entre los hombres, abarca el ser, desde las raíces de su amor y ha de manifestarse en toda la vida, aun en su dimensión económica, social y política" (DP 215). Juan Pablo II, hablando en 1983 a la Asamblea del Consejo Episcopal Latinoamericano en Puerto Príncipe, invitó a celebrar los quinientos años de evangelización del Continente mediante una "nueva evangelización", dados los desafíos planteados a la Iglesia en estos tiempos. Y en su Visita Apostólica a nuestro país en febrero de 1996, luego de recordar rasgos muy salientes de la realidad nacional, nos dijo: "La Iglesia -fiel a su misión y abierta a todos los creyentes, así como a los hombres de buena voluntad- tiene una palabra que decir ante estas situaciones. En el momento actual, a las puertas del Tercer Milenio de la era cristiana, ha asumido la apasionante tarea de la Nueva Evangelización, que tiene como meta renovar la vida según el mensaje de Jesucristo y hacer de los valores evangélicos savia y fermento de una nueva sociedad, favoreciendo en los fieles cristianos la coherencia entre la fe y la vida, así como la superación en todas partes de las injusticias y fallas sociales, el fomento de la dignidad humana y de una recta conducta familiar, laboral, política y económica". En esa misma Visita nos hizo este llamado: "La Iglesia en Venezuela, heredera de cinco siglos de evangelización, tiene que vivir el gozoso mensaje de Jesucristo y transmitirlo, dentro y fuera de sus confines, al hombre actual y a las futuras generaciones" (Homilía en Celebración Eucarística, La Carlota, 11.2.96). 4/9 Carta Pastoral Colectiva - Guiados por el Espíritu Santo El Concilio Plenario de Venezuela tiene como sentido y finalidad, a cinco siglos del inicio de la evangelización en nuestro país, trazar un conjunto de orientaciones y normas que ayuden a concretar la "nueva evangelización" que nuestra Iglesia está emprendiendo y desea desarrollar. Busca, así, impulsar a una mayor fidelidad y entrega a Dios Uno y Trino, mediante un encuentro vivo con Jesucristo, que lleve a una conversión personal y comunitaria, a una mayor comunión eclesial y a una más amplia solidaridad social, particularmente con los más pobres. A propósito de esto es conveniente recordar lo dicho por el Papa sobre el "fortalecimiento de la fe", objetivo prioritario del Gran Jubileo del Año 2000: "Es necesario suscitar en cada fiel un verdadero anhelo de santidad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración siempre más intensa y de solidaria acogida del prójimo, especialmente del más necesitado" (TMA 42). 4 III. El proceso conciliar. La decisión de celebrar el Primer Concilio Plenario de Venezuela (CPV) fue tomada por el Episcopado nacional en su Asamblea de julio 1996, conjuntamente con la elección de Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales, Arzobispo de Maracaibo, como Presidente del mismo. Esto fue comunicado a la Santa Sede por Mons. Tulio Manuel Chirivella Varela, en su condición de Presidente de nuestra Conferencia Episcopal, según lo prescrito por las normas de la Iglesia (Código de Derecho Canónico, cc. 439 par. 1 y 441 par. 3). El Cardenal Bernardin Gantin, Prefecto de la Congregación para los Obispos, mediante carta-respuesta del 26 de noviembre de 1996, comunicó, a su vez, que Su Santidad Juan Pablo II había aprobado el 23 del mismo mes las referidas decisiones, con lo cual podíamos felizmente comenzar la preparación de nuestro Concilio Plenario. El inicio oficial del proceso conciliar, en su fase antepreparatoria (primera), tuvo lugar el 13 de julio en Coro, coincidiendo con la apertura del Año Jubilar conmemorativo de los 500 Años del comienzo de la evangelización en Venezuela. Con esta Carta Pastoral damos inicio a la fase preparatoria (segunda) del Concilio, la cual comprenderá todo 1998 y parte de 1999, cuando comenzaría la tercera fase, celebrativa, o de sesiones conciliares, cuya culminación se tendría al inicio del Tercer Milenio. 5/9 Carta Pastoral Colectiva - Guiados por el Espíritu Santo La fase preparatoria del Concilio comprende principalmente un trabajo de difusión, animación, estudio y consulta, que se dirigirá no sólo a personas y entidades o grupos especializados, sino que intentará llegar también a todos los católicos y a los venezolanos y residentes en nuestro país en general, incluso a aquellos que no participan de nuestra fe. IV. Concilio y participación. En el Concilio Plenario la Iglesia ahondará en su identidad de Pueblo de Dios, corresponsable todo él de la misión evangelizadora. Por eso, el Concilio concierne, en una u otra forma, a todos los católicos, a quienes ha de animar y comprometer. Si los Obispos hemos convenido celebrar un Concilio es porque no queremos tomar decisiones aisladamente. Compartiendo oración, experiencia, información, reflexión y diálogo con el mayor número de hermanos y personas de buena voluntad en la nación, deseamos ejercer nuestra responsabilidad episcopal en un amplio marco de comunión y participación. Por ello solicitamos y agradecemos, desde ahora, toda la colaboración que se pueda prestar al Concilio, en todos los sectores, niveles e instancias eclesiales. Exhortamos, pues, vivamente, a todos los católicos, como miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, a entrar de lleno en el Concilio. Invitamos especialmente a los sacerdotes y diáconos, a los religiosos, a los jóvenes, a las familias y movimientos apostólicos, a que cooperen con generosidad y entusiasmo con el Concilio, en los trabajos o formas que se les proponga y mediante todas aquellas iniciativas que crean oportunas para tal fin. Nadie debe considerarse extraño o no invitado. El proceso conciliar nos compromete a todos a trabajar con gran alegría y esperanza. El Señor resucitado nos llama y hemos de responderle con la prontitud y confianza con que Pedro, apoyado en la palabra de Jesús, lanzó las redes para lograr una abundante pesca (cf. Lc 5,5). Nos toca, pues, poner todo nuestro esfuerzo, pero recordando siempre que el Señor es nuestra fuerza y salvación (cf. Salmo 17,3). 6/9 Carta Pastoral Colectiva - Guiados por el Espíritu Santo 5 V. El Concilio: obra del Espíritu Santo. Tarea fundamental de la Iglesia es testimoniar y comunicar a Cristo, "«la Palabra (que) se hizo carne; (aquella Palabra en la que) estaba la vida, y la vida era la Luz de los hombres... A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios». Pero todo esto se realizó y sigue realizándose incesantemente por «obra del Espíritu Santo»" (D et V 52). En efecto "Ninguno puede decir «Jesús es Señor», sino bajo la acción del Espíritu Santo" (1ª Co. 12,3). Jesús, Verbo de Dios encarnado, existe y obra históricamente por el Espíritu Santo, quien lo ungió desde su concepción y más visiblemente en su bautismo. Es ese mismo Espíritu el que Jesús, el Cristo Resucitado, ha dado a su Iglesia en Pentecostés, al comunicar su aliento sobre los apóstoles y decirles "reciban el Espíritu Santo" (Jn. 20,22), haciéndolos hombres nuevos, de fe, capaces de la misión evangelizadora de ser sus testigos, comunicando la vida de Dios, actuando su amor entre los hombres, viviendo en el tiempo la esperanza de la comunión definitiva con el Padre. Porque, "donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está también la Iglesia" (S. Ireneo, "Contra las herejías" III). El Espíritu Santo es fundamental en la vida cristiana: llama y capacita para el encuentro con Jesucristo, "renueva la faz de la tierra", "convoca al pueblo a la escucha del Evangelio, en la comunión fraterna, en la oración y en la Eucaristía" (RM 26); "edifica la Iglesia", "sopla donde y como quiere", pide no apagarlo, probarlo todo, quedarse con lo bueno, evitar toda clase de mal (cf . 1ª Te 5,19-22). El nos hace comprender, actualizar y poner en práctica el mensaje de Jesús. Nos da fuerza para construir comunidad y también valentía y creatividad para abrir nuevos caminos en la Iglesia y la sociedad; hace nuevas todas las cosas y nos lanza hacia el futuro. El Espíritu Santo vivifica, unifica y mueve a la Iglesia de tal modo que su acción fue comparada por los Santos Padres con el servicio que realiza el alma en el cuerpo humano (cf. LG 7). Bajo la acción del Espíritu Santo, la Iglesia comienza por dejarse evangelizar, es decir, convertirse a su Señor y, en Él a todos los hermanos a través del servicio de la fe, la esperanza y el amor. Servicio de fe que humaniza evangelizando, ante ofertas "mundanas", relativistas, materialistas o seudo-espiritualistas, de salvación. Servicio de esperanza que testimonia en favor de la vida con sentido y valor, ante la indiferencia, la desesperanza y el nihilismo. Servicio de amor solidario, que ofrece lo único y lo mejor que tiene, a Jesucristo vivo, Señor de la historia, "que no vino para ser servido, sino para servir" (cf. Mc. 10,45). 7/9 Carta Pastoral Colectiva - Guiados por el Espíritu Santo El Espíritu Santo es quien da un sentido de unidad profética, de ardor misionero, de renovación profunda, de esperanza inquebrantable, a la triple celebración que se conjuga y sintetiza en el Concilio Plenario: la memoria venezolana de 500 Años de Evangelización, el compromiso sinodal americano de conversión, comunión y solidaridad, la proyección jubilar milenaria de la vocación cristiana. El Señor nos dijo "sin mí nada pueden hacer" (Jn 15,5). El Concilio Plenario ha de ir acompañado en cada fase por una oración personal y comunitaria intensa, a fin de que Dios se digne conceder la abundancia de los dones del Espíritu Santo sobre cuantos preparen, organicen o integren la asamblea conciliar; disponer a todo el Pueblo de Dios en Venezuela para que asuma el Concilio como algo muy propio; y hacer que éste comience a dar, ya desde ahora, sus frutos de renovación cristiana del país, mediante la oración que suscite, el estudio y la reflexión que anime, así como todo otro trabajo que implique. En este sentido, invitamos a todos a una oración intensa y pensamos, de modo particular, en las personas consagradas a la vida contemplativa, en los enfermos y en los niños. Disponemos que en la "Oración de los fieles" de cada Misa se tenga una intención especial por el Concilio, a partir de hoy y hasta su conclusión. Al mismo tiempo, exhortamos que el texto de la oración oficial del Concilio se distribuya masivamente a los fieles y recomendamos que se recite con frecuencia al final de la celebración eucarística. 6 VI. Invocación a María de Coromoto. "Desde el 8 de septiembre de 1652, Santa María de Coromoto acompaña la fe de los indios y los blancos, de los mestizos y los negros de la tierra venezolana", recordó en Guanare Juan Pablo II, quien concluyó su homilía en Caracas (11.2.96) pidiendo a nuestra Patrona "nos ayude con su maternal intercesión para llevar adelante el plan de Dios a través de la Nueva Evangelización". En estos momentos, cuando entramos en la preparación del Concilio Plenario, volvemos nuestra mirada a "la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia, (quien) es la primera redimida y la primera creyente. María, mujer de fe, ha sido plenamente evangelizada, es la más 8/9 Carta Pastoral Colectiva - Guiados por el Espíritu Santo perfecta discípula y evangelizadora (cf. Jn 2,1-12)... la invocamos como Estrella de la Primera y de la Nueva Evangelización" (Doc. de Santo Domingo 15). A Nuestra Señora de Coromoto solicitamos interceda ante su Divino Hijo para que el proceso conciliar sea un nuevo Pentecostés con frutos muy abundantes de nueva evangelización. Con nuestra bendición Caracas 10 de enero del Año Jubilar 1998. Firman todos los Arzobispos y Obispos de Venezuela 9/9