Mario Benedetti América Latina: jóvenes allá lejos Dia 24 Octubre SonEltantos y t a n g1977 r a v e s tos problemas que hoy enfrentan los pueblos latinoamericanos, y p a r t i c u l a r m e n t e los del cono sur (desde ta miseria a la represión, desde el desempleo a la tortura), que esa gravedad r e l e g a a veces el análisis de otros deterioros, de m á s lento proceso pero t a m b i é n de una d r a m á t i c a proyección hacia el futuro. Uno de tales tópicos es sin duda el exilio, en relación con los jóvenes. Obviamente, son muchos los desajustes que conlleva el exilio al segregar de la vida nacional a un importante sector de pueblo y obligarlo a i n s e r t a r s e en contornos que no siempre lo admiten de buen grado. El trasplante forzoso es arduo p a r a cualquiei edad, pero t a l vez s e a n los jóvenes quienes, justificadamente o no, conciente o inconcientemente, se sienten m á s castigados por una situación tan imprevista como abusiva. A los jóvenes, m á s que a los adultos o a los niños, les es casi imposible concebir e s t e t r a m o de sus vidas como algo no transitorio, como u n a frustración a larguísimo, innominado plazo. Los riesgoso es que tal sensación, unida a una explicable inmadurez, pueda convertirlos en víctimas de una erosión poco menos que irreversible. Esto viene a cuento porque a c a b o de visitar v a r i a s capitales de E u r o p a Occidental, y r e a l m e n t e m e impresionó la casi indigente presencia d e miles de jóvenes latinoamericanos, a d u r a s penas escapados del terror, la tortura y la m u e r t e en sus respectivos países, y a h o r a p r e c a r i a m e n t e anexados, no p r e c i s a m e n t e a la población regular sino a otra inestable, casi marginal, de algún modo e n t r e v e r a d a con la legión d e hippies que h a invadido París, Barcelona, Roma, Florencia y otras ciudades europeas. Por supuesto, no todos han desembocado en ese callejón sin salida; s i e m p r e hay quienes, solucionados por fin sus engorrosos problemas de documentación, ocupación y residencia, t r a b a j a n —y a veces estudian— n o r m a l m e n t e , r e l a t i v a m e n t e int e g r a d o s al medio y mirando con mediano optimismo hacia el futuro y posible regreso. De todas m a n e r a s es inquietante el crecido n ú m e r o de j ó v e n e s latinoamericanos que, después de la d e r r o t a política, vuelven a ser derrotados —así sea provisoriamente— esta vez por los problemas cotidianos, y de a poco van perdiendo vigor, esperanzas, voluntad, o s i m p l e m e n t e vegetan, a la vista pero también al margen de un mundo d e s e n f r e n a d a m e n t e c o n s u m i s t a que los ignora y a menudo los rechaza. Reconozco que es una a m a r g a realidad, pero n a d a g a n a m o s con c e r r a r tos ojos. ¿Cómo se ha operado ese insólito tránsito del a u l a universitaria y la lucha política. al mundo hippie y el escepticismo? En primer lugar, hay que tener en cuenta que la m a y o r í a d e esos muchachos y muchachas llegan a E u r o p a después de varios y sucesivos exilios, unos como refugiados políticos, otros s i m p l e m e n t e como fugitivos, pero otros m á s sólo por e s c a p a r a la miseria o p a r a e n c o n t r a r la vivienda de que carecían en su ciudad d e origen. Quienes lograron p e r m a n e c e r en algún país de América f i t i n a han tenido, por supuesto, serias dificultades p a r a conseguir trabajo y legalizar su residencia, pero de todas m a n e r a s hay una diferencia significativa. A veces los gobiernos ponen t r a b a s , suspenden el otorgamiento de visas, establecen exigencias d e s m e s u r a d a s como paso previo a la obtención d e contratos laborales, etc., pero la solidaridad popular suele burlar estos y otros impedimentos y descubre s i e m p r e cómo a y u d a r al h e r m a n o en desgracia. Y esto es así, pese a las agresivas c a m p a ñ a s xenófobas que ciertos medios de comunicación d e s a t a n contra el recién llegado. En América Latina el perseguido político no es un extranjero; en E u r o p a capitalista sí lo es, y esto no es peyorativo p a r a el europeo, sino u n a c o m p r o b a c i ó n t a n objetiva como reconocer que en América Latina el extranjero es el europeo. No hay que olvidar que, con excepción de E s p a ñ a (o de Portugal, p a r a los brasileños), el exiliado latinoamericano debe atravesar en Europa otra frontera, la ídiomática, q u e a veces es a ú n m á s a r d u a y erizada q u e la simplemente geográfica. Agregúese a ello que m u c h o s de esos exiliados no tienen sus documentos en regla, e n t r e otras cosas porgue los gobiernos latinoamericanos que accedieron al poder m e d i a n t e golpes de fuerza, suelen violar disposiciones internacionales y s e niegan a d a r p a s a p o r t e a sus opositores políticos. Por eso, cuando uno se e n c u e n t r a con esos jóvenes del cono sur, a menudo se los ve tiesos, vigilantes, atentos a la eventual presencia de cualquier policía, y a que suele ocurrir que sus documentos no e s t é n en regla, o sencillamente no posean ninguno y cualquier r u t i n a r i a d e m a n d a de documentación ( q u e a f o r t u n a d a m e n t e son en Europa mucho menos frecuentes que e n América Latina) puede significar p a r a ellos la deportación o el confinamiento, y a q u e es difícil hallar un a g e n t e d e policía capaz de c o m p r e n d e r que en las salidas de apuro no s i e m p r e se puede salvar ( a d e m á s del pellejo) el p a s a p o r t e . Seguiré con el t e m a en una próxima nota. (Exclusivo en México para El Día. Servicio de IPS).