FILOSOFÍA I El pensamiento filosófico TEXTOS “Vivir seriamente consiste en tomar las riendas de nuestra propia vida, en asumir la dirección de nuestra vida, en conducirla con el rumbo o hacia la meta deseada, lo cual presupone que deseamos mantener algún rumbo o alcanzar alguna meta. La vida seria es como un arco tensado, es un vivir activo y desde dentro, no un mero dejarse vivir desde fuera, como la boya a la deriva que todas las olas y corrientes agitan y llevan. Si todo nos da igual, si no pretendemos ir a sitio alguno, tampoco precisaremos de ningún tipo de orientación. Pero si seriamente tratamos de vivir lo mejor posible, tendremos que orientarnos globalmente. Esta orientación vital ha sido proporcionada en el pasado por las religiones y (más recientemente) por las ideologías políticas, tanto en el caso de los grandes movimientos de masas, como el cristianismo, el Islam, el nacionalismo o el comunismo, como en las pequeñas sectas o facciones marginales”. Jesús Mosterín 1. “Hace un instante, les decía que filosofar era el esfuerzo por adquirir certeza acerca de lo fundamental. Pero debo apresurarme a reconocer que eso, sin más, no es filosofar. Nuestros remotos abuelos ibéricos, los que decoraban las paredes de la cueva de Altamira, y todos los humanos, desde la oscura frontera de su aparición, han hecho ese esfuerzo porque el hombre es un ser inseguro, y ciertamente, no filosofaban. El intentar obtener un saber, un conocimiento adecuado de las cosas, para actuar adecuadamente sobre ellas de manera ajustada a sus propósitos, es algo que el hombre hace desde que lo hay La filosofía consiste, sí, en eso mismo, pero rechazando ciertas formas y técnicas de conocimiento y sustituyéndolas por otras. El hombre se halla siempre dotado de ciertas creencias que recibe de su entorno, es por ello constitutivamente un ‘heredero’, y confía —es decir, cree— en determinados procedimientos como los más acreditados para orientar su existencia. Pues bien, la filosofía surgió en el ánimo de algunos hombres cuando se sintieron en desvío respecto a las creencias entonces vigentes, y tuvieron la audacia incomparable de atreverse a sustituirlas por otra nuevas: la fe en el poder esclarecedor de la propia razón humana como método superior de conocimiento, la fe en la mera razón como intérprete de la enigmática realidad que nos rodea.” Paulino Garagorri. 2. “El pensamiento filosófico surgió hace dos mil quinientos años, en contraste con el pensamiento arcaico, que había permitido a los humanes orientarse en el mundo durante los milenios precedentes. A su vez, el pensamiento arcaico no era sino la elaboración de ideas e impulsos cuyos orígenes pueden ser buscados en las épocas prehistóricas en que nuestros remotos antepasados aprendían a articular lingüísticamente el mundo que los rodeaba... Sería erróneo suponer que el pensamiento arcaico fue más tarde completamente desplazado por el filosófico o el científico. En la historia intelectual de la humanidad un nuevo tipo de pensamiento no desplaza nunca del todo al anterior, sino más bien se superpone a él. Nuestra manera de pensar en un momento dado consta de muchos estratos, como una cebolla. En el centro están los más primitivos impulsos e intuiciones, que se formaron a través de muchos millones de años de evolución biológica. Otras capas representan estratos arcaicos de pensamiento, seguidas de capas más externas de pensamiento filosófico y científico. Los métodos formales e informáticos característicos de nuestro tiempo son como la piel de la cebolla. Constituyen la parte más visible y característica de nuestra cultura, pero seria ingenuo confundir la cebolla con su piel.” Jesús Mosterín. 3. -1- FILOSOFÍA I El pensamiento filosófico Pero nos preguntábamos si sirve de algo filosofar, ya que la filosofía, según su propio testimonio, no encierra historial alguno, no concluye ningún sistema y, rigurosamente hablando, no conduce a nada. He aquí una respuesta: no se librarán ustedes del deseo, de la ley de la presencia ausencia, de la ley de la deuda, no encontrarán refugio alguno, ni siquiera en la acción, porque ésta, lejos de ser un refugio, les expondrá más abiertamente que cualquier meditación a la responsabilidad de decir lo que hay que decir y hacer (es decir, anotar),la responsabilidad de oír y transcribir, por su cuenta y riesgo, el significado latente del mundo «sobre el cual», como suele decirse, quieren ustedes actuar. No pueden transformar este mundo si no es comprendiéndolo, y la filosofía puede parecer un adorno anquilosado, un pasatiempo de señorita de buena familia (porque no hace aviones supersónicos o porque trabaja en casa y no interesa casi a nadie); la filosofía puede ser todo eso y lo es realmente: pero es o puede ser también ese momento en que el deseo que está en la realidad viene a sí mismo, ese momento en que la carencia que padecemos en cuanto individuos o en cuanto colectividad se nombra y al nombrarse se transforma ¿Terminaremos algún día - dirán ustedes- de experimentar esa carencia? ¿Nos dice la filosofía cuándo y cómo podemos acabar con ella? O bien, si ella sabe - como hoy parece saberlo- que esa carencia es nuestra ley, que toda presencia se da sobre un fondo de ausencia, ¿no sería lo más legítimo y razonable abandonar toda esperanza, volverse un estúpido? Pero tampoco encontrarán ustedes refugio en la estupidez, porque no es estúpido el que quiere: tendrían que eliminar la comunicación y el intercambio, tendrían que llegar al silencio absoluto. Pero no existe el silencio absoluto precisamente porque el mundo habla, aunque sea de una manera confusa, y porque ustedes mismos continuarían al menos soñando, lo cual ya es mucho cuando no se quiere oír nada. He aquí, pues, por qué filosofar: porque existe el deseo, porque hay ausencia en la presencia, muerte en lo vivo; y porque tenemos capacidad para articular lo que aún no lo está; y también porque existe la alienación, la pérdida de lo que se creía conseguido y la escisión entre lo hecho y el hacer, entre lo dicho y el decir; y finalmente porque no podemos evitar esto: atestiguar la presencia de la falta con la palabra. En verdad, ¿cómo no filosofar? 4. J. F. Lyotard. ¿Por qué filosofar? -2-