ROMANCE DEL REY DON SANCHO _ ¡Guarte, guarte, rey don Sancho! _ no digas que no te aviso que de dentro de Zamora _ un alevoso ha salido: llámase Vellido Dolfos, _ hijo de Dolfos Vellido, cuatro traiciones ha hecho, _ y con ésta serán cinco; si gran traidor fue el padre, _ mayor traidor es el hijo. Gritos dan en el real: _ _ ¡A don Sancho han mal herido, muerto le ha Vellido Dolfos, _ gran traición ha cometido! Desque le tuviera muerto, _ metióse por un postigo; por las calles de Zamora _ va dando voces y gritos; _ Tiempo era, doña Urraca, _ de cumplir lo prometido. Pero aunque muerto creíanle _ no lo estaba del todo. Con un último aliento, _ susurra a los asistidos sólo una palabra, que con _ claridad se oye: castigo, dicho esto rendido cae, _ el noble rey don Sancho, con una gran puñalada, _ que arrebatóle la vida. Todos los allí presentes, _ echáronse a llorar por la pérdida del bonachón _ y gentil rey don Sancho. Entre ellos encontrábase _ el gran caballero don Diego, que de un fuerte grito jura _ que cumplirá su deseo, y tras esto monta un gran _ y fermoso corcel blanco, y marcha tras Vellido que _ huido ha por el centro. Encontróle en la posada, _ en un oscuro recodo, bebiéndo estaba el traidor, _ con un gran vaso de vino; retóle el noble con furia, _ dejándole desconcertado, 1 mas no tuvo opción de huir, _ todos habíanle observado; salieron afuera del mesón, _ el hijodalgo primero, y el alevoso después; _ y fieramente se miraron. Los aceros resonaron _ con vigor inusitado; y un último suspiro _ resonó en los muros. Caído fue Vellido Dolfos, _ vengado el rey don Sancho; por el justo y fiero yerro, _ del hijodalgo don Diego. ROMANCE DE DON TRISTÁN Herido está don Tristán _ de una mala lanzada; diéresela el rey, su tío _ por celos que de él cataba; el fierro tiene en el cuerpo, _ de fuera le tiembla el asta. Valo a ver la reina Iseo _ por la su desdicha mala. Júntanse boca con boca, _ cuanto una misa rezada, llora el uno, llora el otro, _ la cama bañan en agua. Allí nace un arboledo _ que azucena se llamaba, cualquier mujer que la come _ luego se siente preñada; comiérala la reina Iseo, _ por la su desdicha mala. Tuviera la reina Iseo, _ una preciosa criatura, fruto de la azucena, _ y de su desdicha mala. Decían las malas lenguas _ que el padre un trovador era, mas sólo ella la verdad sabía _ aunque a nadie contásela. Creció el infante grande, _ fermoso y bien criado; siempre bajo la tutela _ de Iseo, su matrona. Al rey recelo trájole, _ mas callóselo ante ella; pensando sin duda, en un _ futuro no muy distante. Joven y bello convirtióse, _ así don Fernán de Lara, 2 capricho de su madre, _ que desta él se llamara. A todas las doncellas, _ suspiros arrancaba; pues por todas deseado era; _ mas él no se decidía. Un día, a oídos del rey _ llegó una rara noticia; un arboledo crecía con _ una propiedad mágica, aquella dama que lo comía, _ preñada luego se sentía. Sus sospechas trajo al rey, _ pues así pronto pensó a su hijo Fernán de Lara, _ y en el hidalgo Tristán; pues según el rumor que corría, _ la mágica arboleda crecía en el mismo lugar _ donde en su día muriera, de su fiera mano y fierro, _ el acreditado aristócrata. Fue a ver rápidamente _ a Iseo que se encontraba descansando plácidamente; _ y sin hacer el menor ruido, cogió el rey su cinturón _ y con rápidos movimientos, la ahorcó allí sin compasión _ ni tan siquiera lástima; pues lo único que podía _ sentir por ella que lo había deshonrado dos veces _ era una profunda rabia. 3