Pharos ISSN: 0717-1307 lfuenzal@uamericas.cl Universidad de Las Américas Chile Esponda R., María Eugenia MI BENDITA TRAGEDIA. Pharos, vol. 7, núm. 2, noviembre-diciembre, 2000 Universidad de Las Américas Santiago, Chile Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=20807209 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto MI BENDITA ... 89 MI BENDITA TRAGEDIA. My blessed tragedy. María Eugenia Esponda R.* ABSTRACT. These thoughts reflect severe misfortunes and a sudden overcoming based on superior ethical values. RESUMEN. Esta meditación refleja severos infortunios y repentina superación basada en altos valores éticos. Costó larga reflexión poner nombre al presente resumen. En realidad, la pérdida de mi casa con el cúmulo de recuerdos, penas, satisfacciones y alegrías que encierran esas cuatro paredes que llamamos hogar, nos sumergió en una amargura difícil de sobrellevar. Aún así, debo reconocer y dar testimonio que, en lo personal y para toda mi familia, las consecuencias holgadamente contrapesaron aquella amargura. Cuando me comunicaron telefónicamente que en mi casa había un principio de incendio, mi marido pasó por la Universidad a recogerme. El viaje a mi casa fue tenso, terrible,... pero no dejé de hablar en voz alta: “Deberemos tener presente que somos jefes de familia y, como tales, no podemos deprimirnos ante nuestros hijos; si caemos nosotros, también a ellos les ocurrirá y no habrá quién nos saque de esta situación. ¡Bien claro!, sea cual sea la coyuntura que encaremos, deberemos mantener serenidad...” Ahora interpreto esa consideración como una inspiración, ya que, cuando llegamos, debimos enfrentar las ruinas de aquella que hasta esa mañana había sido nuestra casa,... nuestro hogar. A pesar del espantoso drama, mi hija tomó las riendas del problema e inició la limpieza de escombros y la distribución de aquellos enseres recuperables; mi marido y yo fuimos al Banco, a solicitar créditos para dar curso a una rápida reconstrucción, y a dar aviso a la aseguradora del automóvil para lograr lo más rápido posible la devolución de los dineros que agilizarían el proceso de retorno a la normalidad de lo que había sido nuestra vida. PHAROS, v.7.n.2, Noviembre-Diciembre 2000. Producto de esa reacción, a una semana de la tragedia, nos encontramos con la casa en reconstrucción, más unidos que nunca como familia y con una fortaleza y apoyo mutuo que desconocíamos, ya que nunca habíamos enfrentado una adversidad de esa magnitud. He analizado lo acontecido y me he dejado llevar por pensamientos que quiero liberar para compartir, de corazón, la maravillosa realidad contenida en la íntima convicción de que los valores, por los cuales tanto luchamos, realmente existen, están con y entre nosotros. A medida que crecen nuestros hijos, generalmente los padres, para hacerles la vida un poco más fácil y llevadera tratamos de evitarles, en todo cuanto esté a nuestro alcance, aquellos dolores y vicisitudes que hemos sufrido y superado. Al menos yo siempre pensé y actué así, y, fruto de esto, mi hijo menor nunca había tenido un problema de esta magnitud. Por lo tanto, como cualquier lolo típico, vivía con superficialidad propia de la edad, siempre entendiendo los problemas como de o para los demás, nunca para sí mismo. En esta oportunidad el fuego invadió primero que todo su dormitorio y, cuando le informé por teléfono, no podía convencerse que todos sus tesoros no fueran sino ... cenizas. Sus CDs, disquetes de juegos, cotidiana conexión a internet para chatear con sus amigos, aquella polera preferida, pantalones, zapatos, etc, se convirtieron, de un instante a otro, en sólo recuerdos. Ante nuestro talante, sin embargo, lo más paradojalmente maravilloso de la situación fue la entereza con que miró el futuro, la disposición a salir adelante, su apoyo, por ejemplo para cuidar la casa (en la etapa de reconstrucción había muchos materiales que cuidar) durmiendo en la pieza-bodega metálica sobre una colchoneta en piso de cemento, sufriendo frío y hambre, pero también contando con sus amigos, quienes, guitarra en mano, lo acompañaban para no dejarlo caer en desolación ni amargura. En mi familia, como en todas, creo yo, han existido quiebres familiares graves; a pesar de ello, aquella hija pródiga perdida por años, apareció pidiendo que, como muestra de arrepentimiento y perdón, le permitiéramos ayudarnos. Para nuestra familia, el incendio por lo tanto fue y es sinónimo de reconciliación familiar, aquel vínculo de unión que, para alguno de nosotros, no era sino utopía inalcanzable. MI BENDITA ... 91 "Tómalas,... y usa mi casa el tiempo que la necesites". Para mí, sin duda alguna, fué la presencia de Dios mismo personificada. Es también destacable la ayuda que organizaciones sociales, de la Municipalidad de La Florida, hacen llegar a aquellas personas, sin distinción de nivel socio-económico, con el fin de paliar situaciones de esta índole. Sin preguntas, fuimos beneficiados con ayuda en trabajos para el retiro de escombros y favorecidos con enseres de primera necesidad. En la Universidad, aquella casa donde trabajamos con la mente puesta en una doble misión, enseñar y trascender, he encontrado el cariño, aprecio, amistad, apoyo de amigos, colegas y alumnos, que agradezco de corazón porque va mucho más allá de lo que creí tener. Me siento feliz y realizada al saber que poseo un lugar en el corazón de cada uno. Fui bendecida por integrar la Comisión de Docentes que viajó a Roma, al Congreso Jubilar para Profesores Universitarios, desde el 1 al 10 de Septiembre. Van conmigo desde entonces tres bendiciones apostólicas que dan a mi vida una visión cabal de lo que el cristiano debe aprender a sobrellevar y soportar; y, al comparar mi problema y mi sufrimiento con lo que han sufrido aquellos cristianos, que perdieron no tan solo sus enseres, sino también la vida, solamente resta dar gracias a Dios porque, si bien es cierto tuve un drama, éste no tocó a la salud ni integridad de aquellos que amo, mi familia. Desde hace años pertenezco al movimiento de Schoensttat. Como misionera una siempre tiende a apoyar a familias y personas con problemas de cualquier índole, emocional, laboral, psicológica o social. Nunca concebí verme, a mí misma, al otro lado y que un llamado telefónico me dijera: -"Por favor, ven al Santuario, nuestra Mater te espera y aquí hay algo para ti..." Luego de esa visita, mi actitud fue, sin duda, robustecida espiritual y emocionalmente .