El Clarí-n de Chile La interpelación, implante de silicona parlamentarista en una Constitución autoritaria autor Rafael Luís Gumucio Rivas 2009-05-02 18:10:50 Cándido, un encantador personaje de Voltaire cree, al pie de la letra, la frase del filósofo G. W. F. Von Leibniz, “este es el mejor de los mundos posibles―. No sé de donde tomó, de los filósofos polÃ-ticos, aquella idea de que toda Constitución democrática se resume en dos principios fundamentales: un sistema de balances y contrabalances entre los poderes del Estado, y que todo poder implica responsabilidad polÃ-tica y, por cierto, en algunos casos, penales. En mi imaginación, Cándido llegó a Chile e intentó aplicar estos principios a la Constitución de 1980, reencauchada por nuestro gran docente, Ricardo Lagos Escobar. Cándido me dijo que la Constitución chilena consagraba el mejor régimen polÃ-tico posible; no quise sacarlo de su ingenuidad, pero me sentÃ- obligado, por amor a la verdad, a decirle que el presidente en este paÃ-s es un monarca, cuya única diferencia con los absolutos o los reyes parlamentarios es que no es hereditario y esto hace que Chile sea una república y no una monarquÃ-a. El “rey― presidente está dotado de tales facultades que, a la vez de ser el jefe del Ejecutivo, es colegislador; esta doble atribución no serÃ-a grave si no estuviera dotado de tales poderes que le permiten controlar, completamente, el calendario legislativo a través de las urgencias. Una serie de presidentes fueron dándole más poder aún a nuestros soberanos: Juan Antonio RÃ-os, Jorge Alessandri, Eduardo Frei Montalva, entre otros, fueron quitándole, paulatinamente, las facultades que la Constitución de 1925 habÃ-a dado al Congreso, en un supuesto régimen de equilibrio de poderes, idea de Bañados Espinoza y copiada, posteriormente, por don Arturo Alessandri. Quedémonos, solamente, con la iniciativa absoluta del presidente de la república en cualquier materia que implique gastos fiscales, incluso, en una medalla que quieren auto otorgarse nuestros padres conscriptos, pues implica gastos estatales. Hemos visto durante estos que el presidente de Estados Unidos no puede gastar un dólar sin la aprobación de ambas Cámaras. Dejo al lector el juicio de cuál régimen le parece más equilibrado. Don Arturo Alessandri siempre pensó que la única Cámara polÃ-tica era la de diputados, incluso, quiso suprimir el senado y, como pudo, pues la mayorÃ-a de los partidos polÃ-ticos estaban en contra, pensó un senado de tipo corporativo, ideologÃ-a muy a la moda en esa época, con senadores gremiales, “de las fuerzas vivas―, como le llamaban en ese entonces. Como se podrá comprobar, a San Jaime Guzmán Errázuriz no se le ocurrió nada nuevo, sino copiar la historia constitucional. En la Constitución de 1925, el senado colegislaba con la cámara, con la sola diferencia que la cámara polÃ-tica tenÃ-a la exclusividad de la fiscalización de los actos del Ejecutivo. En la Constitución de 1980, aún en su versión reencauchada, se han reducido más aún las facultades fiscalizadoras de la cámara baja. Las comisiones investigadoras no tienen imperio y sus acuerdos tampoco son vinculantes, como dirÃ-a de nuestros Sansones Carrasco. La interpelación, que es una novedad en un régimen presidencial, de ser aprobada, no significa el fin del Gabinete o del ministro o funcionario interpelado, como ocurre en el régimen parlamentario. En la monarquÃ-a presidencial se ha convertido en un duelo polÃ-tico entre un diputado interpelante y un ministro o funcionario que se defiende. En conclusión, una mera deliberación, tarea importante, pero no fiscalizadora del parlamento. La única verdadera facultad fiscalizadora es, si seguimos al pie de la letra el texto de la Constitución, la acusación constitucional que tiene, a mi modo de ver, un carácter jurÃ-dico más que de responsabilidad polÃ-tica. Claro que, en los hechos, esta arma terrible que permite a una mayorÃ-a parlamentaria – si esta se da en ambas cámaras- condenar a la muerte cÃ-vica al presidente de la república, a sus ministros y a los altos funcionarios del Estado, incluido el poder judicial y la jefatura de las Fuerzas Armadas; del juicio de residencia, al igual que en la España monárquica, nadie que ostente un elevado cargo fiscal puede escapar. En la historia, un solo presidente, Carlos Ibáñez del Campo, fue condenado por el senado que, supuestamente, hasta hoy, actúa jurado. Cándido, que es un poco pitagórico – cree que los números reflejan la armonÃ-a- afortunadamente no vive esta época en que los especuladores de la Bolsa, en el mundo, descubrieron que se podÃ-a jugar con los números de tal manera de evitar el sufrimiento de los lógicos vaivenes de los indicadores bursátiles, convencidos de que no perderÃ-an nunca el dinero invertido; echémosle la culpa a Pitágoras de la depresión en que hemos caÃ-do que, según un premio Nóbel de EconomÃ-a, puede durar tantos años como la crisis de 1873 a 1891. Si aplicamos la matemática a la ciencia polÃ-tica parece evidente que, tanto en un régimen presidencial, como semipresidencial o parlamentario, cuando el Ejecutivo, en elecciones en la misma época, logra mayorÃ-a en la jefatura de Estado y en el parlamento, todo funciona a la perfección, lo que significa “el mejor de los mundos posible―; asÃ- ocurrió con Roosevelt y hoy con Obama. En el presidencialismo chileno esta coincidencia pasa pocas veces, porque es un régimen de doble minorÃ-a, hoy solucionado, solo en parte, con la segunda vuelta electoral. Recuerdo al lector que esta maravilla se dio en el gobierno de Frei Montalva, aun cuando al comienzo tuvo minorÃ-a en el senado; ahora, con la presidenta Michelle Bachelet, mayorÃ-a perdida por la división de la Democracia Cristiana y del PPD. Pasemos al segundo punto: todo poder conlleva responsabilidad polÃ-tica. Al comienzo, mi interlocutor Cándido estaba http://www.elclarin.cl _PDF_POWERED _PDF_GENERATED 24 November, 2016, 21:28 El Clarí-n de Chile feliz, “esta regla se cumple a cabalidad en la Constitución chilena, lamentablemente, tuve, de nuevo, que contradecir a mi ingenuo y querido amigo: ¿a quién responde el Tribunal Constitucional, guardián de la Carta Magna, más enconado que el tribunal de la Inquisición? Tiene poderes, nada menos, que derogar cualquier ley que no coincida, ni con la letra ni el espÃ-ritu  del nuestro autoritario Talmud. SerÃ-a una paradoja que sus miembros pudieran ser acusados constitucionalmente. La verdad es que nuestros prohombres del siglo XIX se burlaban bastante de la Constitución de 1833: Diego Portales, por ejemplo, la consideraba “una niña casadera, que debiera ser violada cada vez que los malos ciudadanos quisieran utilizarla para defender las libertades públicas―; Domingo SantamarÃ-a jugaba con la Constitución como el “gato maula con el mÃ-sero ratón―. PodrÃ-amos citar casos, por docenas, de presidentes que han querido manejar, a su amaño, la Constitución. Les propongo que dejemos los retoques y entremos, luego, a una Asamblea Constituyente, que elabore una Carta Magna, esta vez aprobada libre e informadamente por los ciudadanos y que contenga, al menos, elementos de democracia directa, como los plebiscitos, revocaciones de mandatos, limitaciones de perÃ-odos de cargos electivos, asÃcomo elementos de democracia representativa, en un régimen semipresidencial, con un presidente de la república y un primer ministro, el segundo responsable ante la Asamblea Nacional y representante de la mayorÃ-a parlamentaria. SerÃ-a algo asÃ- como iniciar el camino de la liberación de la república, raptada por las castas. Rafael LuÃ-s Gumucio Rivas 01/05/09     http://www.elclarin.cl _PDF_POWERED _PDF_GENERATED 24 November, 2016, 21:28