262036. . Primera Sala. Sexta Época. Semanario Judicial de la Federación. Volumen XXXII, Segunda Parte, Pág. 83. REPARACION DEL DAÑO EXIGIBLE A TERCEROS. QUIEN PUEDE RECLAMARLA, EN CASO DE HOMICIDIO. Tomando como base el concepto de daño como efecto jurídico del delito y su identidad con el de interés, resulta fácil deducir que tal daño constituye un derecho patrimonial que pertenece tanto a la víctima como al ofendido. La reparación del daño exigible a terceros constituye un derecho patrimonial, por cuanto es apreciable en dinero. No hay que olvidar que patrimonio es, según la clásica opinión, el conjunto de derechos y obligaciones de una persona apreciables en dinero y que formen una universalidad. De tal concepto se infiere: que todo patrimonio consta de un activo y un pasivo, el primero representado por los derechos o bienes y el segundo por las obligaciones o deudas; y que el patrimonio es inalienable e imprescriptible y sólo se transmite con la muerte de la persona titular, siendo el acontecimiento de muerte el que separa el instante en que la persona deja de tener posibilidad de acrecentar su patrimonio, en virtud de que éste es inseparable de la persona misma. Es por tanto totalmente inexacto que el derecho a la reparación del daño haya entrado a formar parte del patrimonio de la víctima del delito, puesto que habiendo fallecido ésta, a consecuencia de la conducta ilícita del procesado, existía ya imposibilidad de tal fenómeno jurídico, pues ello equivaldría a afirmar que se pueden adquirir derechos y obligaciones después de la muerte, lo que resulta contrario a la esencia del instituto que comentamos. Por ello, es igualmente inexacta la afirmación de que tal derecho formaba parte de la herencia de la occisa y que únicamente sus herederos tenían acción para exigir la reparación a través del albacea de la misma. En consecuencia, asiste toda la razón a la responsable cuando en la parte relativa de su sentencia afirma que la herencia es la trasmisión de los bienes y derechos de que dispone una persona hasta el momento de su muerte y que por tal motivo pasan a sus herederos, pero que en el caso no puede decirse que como parte integrante de la herencia estuviera la indemnización derivada de la muerte de la hoy occisa, puesto que precisamente tal derecho no lo tuvo nunca en su vida, ya que el mismo nació exactamente al ocurrir su fallecimiento y con motivo de los actos ilícitos realizados. No podría nunca tener la hoy occisa derecho a esta indemnización, precisamente por falta de capacidad, porque la capacidad jurídica para ser sujeto de derechos y obligaciones se adquiere con el nacimiento y se pierde con la muerte. Por otra parte, como consecuencia de la argumentación anterior, salta a la vista que si el derecho a la reparación del daño no formó parte del patrimonio de la víctima, tal derecho entró a formar parte del patrimonio de los ofendidos con el delito, los cuales se identifican, en primer término, con los familiares de aquélla y, en especial, con sus ascendientes. De aquí resulta que es infundada la afirmación hecha por la quejosa en el sentido de que el derecho a la reparación del daño compete exclusivamente a la víctima y que si ésta muere sólo sus sucesores pueden exigirla. Es improcedente, por tanto, la argumentación de que no siendo el actor y tercero perjudicado en el juicio, heredero de la occisa, por no ser la sucesión la demandante, carece tanto del derecho de demandar como de acción en que fundar su pretensión. Amparo directo 3643/55. Embotelladora Kist de Guadalajara, S. A. 23 de febrero de 1960. Unanimidad de cuatro votos. Ponente: Angel González de la Vega. -1-