Descargar

Anuncio
CAPITULO I
No hay momentos fáciles en la vida.
La eternidad del espacio a tu alrededor hace de tu vida una eternidad en sí misma.
Debes buscar algo que el resto desconoce, donde nadie lo haya hecho, que haga que el esfuerzo
merezca la pena.
Tal vez y sólo tal vez, algún día aparezca algo que defina para lo que has nacido.
TheBeliarus era apenas un joven inquieto con ganas de descubrirse visitando planetas lejanos
cuando perdió a su padre en una de esas incursiones profundas por el espacio, esas en las que
ganas reputación y pierdes aliento conforme te alejas. Lo último que se supo de él es que perdió
la consciencia por la falta de oxígeno en el traje, una avería en su nave había provocado la
necesidad de salir e intentar solventarlo de alguna manera. Tal vez una mala previsión del
entorno, un gasto excesivo de recursos o simplemente un mal momento y lugar.
Sea como fuere, la vida sigue, siempre lo hace y Thebeliarus era un chico fuerte. La pérdida de
su padre no mermó ni un ápice su afán por explorar nuevos horizontes y conseguir hacerse un
nombre en este interminable espacio.
Su mejor amigo, Dansuso, solía acompañarlo en las pequeñas expediciones que realizaban en
algunos sistemas cercanos a Croshaw o la zona sureste de Vega.
Ya que la obsesión de
encontrar a su padre lo había puesto en peligro en más de una ocasión.
En uno de esos intentos por calmar las ansias con alcohol barato y juegos que desgastan
billeteras, conocieron a Klayman y Malkav, buenos comerciantes e inseparables compañeros
de trifulcas y discusiones olvidadas.
Solían “vivir” en una conocida cantina a las afueras de Darell, en el cuadrante C de Vega. Un
lugar concurrido de comercio banu, tal vez demasiado cerca de los Vanduul.
Su jefe, Angrisul, lidiaba casi a diario con sus desplantes y peleas, por suerte o por desgracia
para él, sabía que tenerlos al lado suponía una inyección de beneficios continua.
Angrisul, de familia humilde, aprendió a muy temprana edad el valor de las cosas, este instinto
de supervivencia le hizo sacar el máximo beneficio de todo lo que llegaba a sus manos y sacarle
provecho como nadie.
En la zona no había quien desquiciase mejor a un banu como él. El hecho de conocer el producto
y hacerlo fluctuar a su antojo, llenaba sus bolsillos.
Pronto se dio cuenta que debía expandir su pequeño negocio. Compró una buena freelancer y
comenzó a descubrir nuevos territorios.
Thebeliarus y Dansuso solían coincidir con ellos cada jueves para debatir sobre zonas de
explotación de recursos, escarceos con féminas y aquella irremediable obsesión de hacer algo
que les hiciese ser alguien, si alguno no se creía con capacidad para ello aún.
En no pocas ocasiones se intercambiaban información para que cada cual sacase tajada de las
situaciones que se iban presentando.
Aquella pequeña cantina se convirtió en su templo, su sala de operaciones y en cierta manera,
otra amiga más. Allí, noche tras noche, por la insistencia de Klayman en formar una alianza ya
fuera por la embriaguez del momento o porque de verdad lo pensara, Thebeliarus y Angrisul
empezaron a plantearse la posibilidad. La estrategia era simple, descubrir y vender,con el paso
del tiempo y tras algunas situaciones peliagudas, los cinco se convirtieron en inseparables. Los
años pasaban y la alianza no podía ir mejor, su duro esfuerzo daba buenos beneficios.
La estrategia era clara, descubrir y vender. Pronto los cinco se convirtieron en inseparables.
Surcaban cada rincón y cada cuadrante en busca de beneficios, lo que les llevaba a afrontar más
de un peligro. No hay riesgo sin recompensa, dicen.
Pasaban los años y la cosa no podía ir mejor. El duro esfuerzo daba sus frutos en buenos
beneficios.
Malkav reprimía su instinto de meterse en líos gracias a las historias de Dansuso, a quien
parecía no alterarle la poca paciencia de su compañero, convenciéndole que transformar una
posible pelea en una forma de hacer dinero era la mejor forma de invertir su malgastado
tiempo libre.
En cada viaje Thebeliarus sugería sutilmente la opción de desviarse por un momento del
rumbo y marcar esas coordenadas que afloraban en su cabeza. 'Klay' le contaba otra vez la
anécdota sobre la pesada y colosal Merchantman y aquel olor raro en la estancia de negocios,
y por un momento su mente se reseteaba, le hacía falta.
No todo eran luces, y obviando las discusiones entre sus dos gremios, siempre se presentaba
un problema, el transporte.
A pesar de ser cinco, las naves no estaban del todo preparadas para contener tal cantidad de
recursos, y en más de una ocasión, dejaban carga allá donde la estuvieran extrayendo. Para los
dos exploradores era carga, para los tres comerciantes, implicaba abandonar su preciado
dinero. Tras varias expediciones dejando carga atrás decidieron que era el momento de
cambiar de naves, el trabajo funcionaba pero no tanto como para amortizar la compra de una
nave a corto plazo, es en estas situaciones donde entraban en juego los arrendadores de naves.
Daleier era uno de estos, si bien solían poner trabas, nuestro hombre no era muy quisquilloso,
aunque ponía alguna condición que otra lo cual era normal, a fin de cuentas eran sus naves.
Era un buen comerciante al que los años, no más que los precios, habían maniatado
convirtiendo su vida de expediciones en costear las de otros. Consciente de que aquel grupo al
que dejaba sus naves era lo que en algún momento del pasado quiso ser. Preguntaba en
ocasiones sobre los viajes de la alianza que tenía ante sí, confesando con pudor que en algún
momento había seguido sus saltos entre sistemas. A regañadientes éstos accedían a que
participase en ciertos viajes, rebajando en contrapunto los precios de las naves, claro.
Los cinco, o seis en ocasiones, trataban de abarcar el mayor terreno posible a la hora de
reconocer coordenadas con suficiente potencial como para ser explotadas.
En uno de esos viajes, se dirigían al sistema de Oberon, ubicado al sur de Idris. Un sistema de
siete planetas fuera de los límites de la UEE, con una estrella joven 1,3 veces el tamaño de
nuestro Sol.
Oberon poseía un pequeño cinturón de asteroides con alta probabilidad de contener elementos
valiosos con los que comerciar, pero se hacía difícil la aproximación al mismo dada la cercanía
con la estrella, lo que hacía que la velocidad de rotación casi alcanzara el umbral de peligro.
Para éste tipo de trabajos se llevaban a Dragbab y Etendard. Dos hermanos nacidos en
Turnite, un planeta rocoso perteneciente a Rhetor, un sistema tranquilo sin muchos recursos
que aprovechar.
Exploradores convertidos en mineros que se desvivían por sacar adelante a su familia, les
divertía mucho jugarse su existencia cazando asteroides, creando agujeros en sus superficies
mientras rellenaban a duras penas los suyos y los de su gente.
Thebeliarus y Dansuso, confirmaron la existencia de un grupo de asteroides un poco más
seguros de interceptar, para así poder extraer material.
Una vez en Oberon y pasada la órbita de OB910c, el planeta más cercano a la estrella, podían
aprovechar el tirón gravitatorio del propio planeta, lo que ralentizaba el camino de los
asteroides lo suficiente como para tener posibilidades de aterrizar. Dragbab y Etendard se
pusieron en marcha, era el momento.
Debían situarse en una pequeña franja entre el 'día y la noche' del asteroide. Debido a las
características y composición del propio cinturón, el eje de muchos de los más grandes siempre
daban el mismo plano a la estrella, por lo que situarse en la cara oscura congelaría rápidamente
los sistemas de la nave y hacerlo en la otra cara se hacía inviable por razones obvias.
Dragbab consiguió estabilizarse en uno de ellos, el detector les hacía ser optimistas. Comenzó
a perforar una zona amplia de aquel trozo de roca.
Etendard por su parte desvió en dos grados la trayectoria que debía seguir, un giro brusco hizo
que encarase la estrella, perdiendo por unos segundos el control; se le había calentado la
propulsión lo que le hizo dirigirse irremediablemente hacia un compañero menor de aquel
asteroide.
El sonido de alerta de colisión retumbaba en la cabina, la asistencia estaba bloqueada, la nave
giraba despacio pero constante…
Angrisul estaba paralizado, la radio no callaba,
Etendard: “¡¡Ayudadme!!”
Klayman: “Mierda…”
Thebeliarus gritaba, Dansuso ni parpadeaba, la situación era crítica.
Malkav no lo pensó dos veces, activó el sistema de seguimiento ocular y disparó.
Etendard seguía girando sin control y veía cada vez a menos metros la roca, no podía creerlo.
Miró hacia sus compañeros mientras continuaba su baile con la gravedad, cuando vio el
fogonazo de proyectiles de Malkav. “Se acabó” pensó Etendard.
A cámara lenta se aproximaban los disparos, para Etendard el tiempo parecía no pasar. Los
rayos de energía impactaron. Una pequeña nube recubrió parte de la nave. El pequeño
asteroide se fragmentó. Miles de pequeños trozos de roca salieron despedidos en todas
direcciones, golpeando lo que encontraban a su paso.
Etendard: “Pero qué coño…”
Dos de los trozos más grandes cambiaron poco a poco su trayectoria, pero un tercero golpeó
en el engranaje que sostenía el taladro de la nave dejándolo inservible.
La nave pasó entre los tres ante la atónita mirada de los compañeros.
Dos minutos después, los sistemas de la nave volvieron a la vida dando a Etendard la
posibilidad de estabilizar de nuevo la nave, a duras penas.
Etendard: “Dios, gracias. Gracias.”
Malkav sonrió de alivio, al igual que todos. Mientras los restos de rocas no dejaban de impactar
contra los cristales de alguna de las naves.
No podían dejar de hablar de lo sucedido, tanto de la suerte de Etendard como de la de Malkav
con su precisión, la cual era objeto de burla y mofa sobre un posible cazarrecompensas
disfrazado de comerciante.
“¡Juego en el Arena Commander en mis ratos libres! Ja, ja”, bromeaba Malkav. Situaciones de este
tipo hacen que la forma en la que te ganas la vida tenga o no sentido, al igual que los lazos entre
la gente que comparte tus vivencias.
Pasadas unas horas, era necesario decidir qué hacer con la expedición.
Tomaron la decisión de intentar aprovechar el viaje y lo ya extraído por Dragbab, para intentar
continuar.
Etendard por su parte decidió alejarse hasta una estación cercana para intentar reparar parte
de la nave y poder terminar su trabajo, mientras el resto del grupo continuaba trabajando en
el campo de asteroides.
Pasaban las horas rodeados de roca, bromeando y compartiendo anécdotas sobre lo “fácil” que
es ganarse la vida con este trabajo.
Mientras esperaban a Etendard, Klayman se adueñó de la radio y se puso en contacto con su
amigo de la infancia, Motiv, que como de costumbre aprovechó para contarle batallitas de una
federación o algo parecido, cuando este hubo terminado, Klayman aprovechó para contarle lo
sucedido en el cinturón de asteroides, tras la historia su amigo le insistió como otras tantas
veces en que invirtiera en escoltas, cosa que nunca había sucedido.
Contándole lo sucedido en aquel cinturón, bromeaba a pesar de que Motiv le insistía en que
invirtiesen un poco de dinero en escoltas para ese tipo de trabajos pero aquello no calaba
nunca.
Klayman:”Te dejo, se acerca el tío con más suerte que conozco”, espetó.
Etendard se dirigía a ellos a buena velocidad, saturando la radio. Más problemas.
Etendard:” ¡Vanduuls!, vienen, me han visto, creo. ¡¡No estoy seguro, vienen…!!¡¡VIENEN!!”
Una flota Vanduul merodeaba la zona de la estación en la que había reparado su nave, tenían
que huir.
No era muy común que estuviesen por la zona pero ellos se encontraban fuera de los límites
de la UEE y el riesgo de que ocurriese lo aceptaron al iniciar su camino a Oberon.
Se pusieron en marcha, Thebeliarus organizó a su gente como pudo, si los alcanzaban no
tendrían mucho que hacer.
Intentaron alejarse lo más posible, esquivando asteroides como si de una carrera de obstáculos
se tratase. No acababan de salir de la primera capa del cinturón cuando los primeros disparos
se sucedieron, estaban a tiro.
Angrisul trataba de sujetar los mandos con fuerza mientras trozos de roca impactaban contra
el casco de su nave, todo retumbaba.
Dragbab iba el último, llevaba además demasiado peso como para tener potencia suficiente en
sus motores para salir de aquella situación.
Más asteroides.
Cada vez era más complicado esquivar, los nervios de saber que estaban al límite les hacía no
pensar con claridad.
Los plasmas rozaban el fuselaje de las naves.
Tenían que llegar a territorio UEE y encontrarse con una patrulla, o no lo contarían.
Dragbab:”¡Me han dado joder!”
Dansuso:”¡Separaos o nadie sale de ésta!”, gritaba a través de la radio.
Varios misiles salieron de las Scythe. Era cuestión de tiempo. Fuera contramedidas. Escudos
posteriores al límite.
Se quedaban sin tiempo y la zona de la UEE quedaba a una eternidad de allí. ¿De verdad merecía
la pena el riesgo por un puñado de créditos?
El dinero es dinero, dicen que no te da la felicidad, pero la avaricia podría haber costado muy
cara.
Thebeliarus tuvo que esquivar un obús. Klayman otro. No eran misiles.*
Cinco naves más en dirección contraria aparecieron alabeando y evitando asteroides como
flechas. Se ponía interesante.
Misiles fuera. Impacto directo, primer Vanduul fuera de control contra un homólogo. Un misil,
dos bajas.
Siete contra nueve.
“Ese logo lo he visto antes… Un grifo con espada o es un hipo…” meditaba Daleier virando
bruscamente su nave mientras se cruzaba con ellos.
Los Vanduul seguían cayendo y Dragbab seguía dando gracias.
Piloto 2:“Misil fuera, éste te lo comes. Otro menos…”
Piloto 7:”Tango a las diez.”
Piloto 6:”¡Mío!”
Las dos naves se separaron en V rápidamente.
Piloto 5:”Ya te tengo escoria.”
Scythe en cola de una Super Hornet.
Piloto 3:”¿Puedes con él?, es un Alpha.”
Piloto 4:”No me puede seguir el ritmo y lo sabes…”
Misiles llegando. Contramedidas. Fuera 'coupled'. Giro de noventa grados.
Piloto 4:”¡Hola, esto es para ti!”
Siete contra tres.
Piloto 1:”Se retiran. Trabajo hecho. Asegurad el perímetro.”
Los siete pilotos se acercaron a la compañía, uno de ellos tomó la delantera.
Piloto 1:”Les habla el comandante Motiv, Ala de combate y escolta de la División Armada
de Storm Riders, ¿se encuentran bien?”
La compañía estaba eufórica tras lo ocurrido. Sin apenas aliento para agradecer lo sucedido.
Horas después, ya en Darell, se ofrecieron a invitar, ya fuera de servicio, a sus salvadores a una
buena ronda, o dos, la ocasión lo merecía.
Klayman: “¿Cómo es posible que aparecieras por allí? Ha sido increíble, ya pensé que nos
cazaban y PUM! Allí estabais, esquivandonos como si fuésemos tortugas ja ja!”, le
preguntaba a Motiv.
Motiv:“Me encantaría llevarme el mérito, créeme, ya sabes como soy para esas cosas.
Pero debes agradecérselo al Vicealmirante Jasalazar -Comentó el comandante- Se
encarga de parte del reconocimiento de cuadrantes de la zona sur de nuestro sistema
solar. Y al comentarle tu situación dio la orden de salir inmediatamente a vuestro
encuentro. Pero tampoco creas que era sólo para salvaros el culo, llevamos un tiempo
queriendo mandar a varias expediciones de nuestra sección civil a esa zona. Así que se
nos presentó la oportunidad perfecta para tratar de limpiar la zona y poder
planteárnoslo más seriamente.”
Jasalazar no era un miembro cualquiera, escalando firmemente hasta alzarse como
vicealmirante de Storm Riders, con una pasión militar única, utilizaba sus dotes de
reconocimiento de áreas como nadie.
Es un vicealmirante atípico, le gusta ir en su caza junto a los demás miembros y coordinar in
situ.
Es un pilar fundamental de la corporación. Y sus compañeros lo saben.
Motiv:”Tengo que dejarte, voy a ir a ver a mi amigo Majin Wasabi, ya te hablé de él. Está
en el Hospital militar de Nulekard. Me han dicho que ha despertado y creo que voy a tener
que recordarle para que ha sido entrenado“.
Unas semanas después, los seis amigos tomaban algo en su cantina.
Ya nada era igual, ganaban créditos como nunca, pero esto no les llenaba, ellos ya no eran los
de siempre. El silencio afloraba más de lo normal en cada exploración, los tratos eran más
distantes, algo había cambiado.
Conversaban cada día sobre lo que ocurrió y sentían que debían ocupar ese vacío en sus vidas,
lamentaban no haber sabido enfrentarse solos a aquello.
La escaramuza con los Vanduul, en aquel perdido campo de asteroides, les había marcado
profundamente. La heroica intervención del escuadrón de los Storm Riders les había inspirado,
había ahondado en sus corazones, y les hacía querer ser salvadores, y no salvados.
Cadete: “¿Señor?, ha llegado esto hoy mismo.”
Almirante:”¿Qué es?”
Cadete:”Em… seis solicitudes de admisión a la vez...”
La eternidad del espacio a tu alrededor hace de tu vida una eternidad en sí misma. Debes buscar
algo que el resto desconoce, donde nadie lo haya hecho, que haga que el esfuerzo merezca la
pena.
Tal vez y sólo tal vez, algún día aparezca algo que defina para lo que has nacido. Bienvenidos a
Storm Riders.
Descargar