“INYENZI”, GENOCIDIO REORGANIZADOR Y OTREDAD NEGATIVA EN EL GENOCIDIO RUANDES EMILIO STRAMUCCI En la década del 90 el régimen del MNRD (partido hutu con base en el centro y en el norte del país), comenzaba a resquebrajarse, acosado política y militarmente. En 1990 el Rwanda Patriotic Front (RPF), un grupo armado compuesto principalmente por refugiados tutsi invade Rwanda desde las vecinas Uganda y Zaire. Pero la amenaza no es solo militar. Aparecen grupos de defensa de los derechos humanos tales como el ARDHO y el ADL. En junio de 1991 el presidente de facto Juvenal Habyarimana se vio obligado a aceptar una enmienda constitucional que autorizaba la creación de diversos partidos políticos. Antes habían surgido el PSD, PL, y PDC. Algunos tenían como el MDR milicias y grupos de choque compuestos por campesinos. La mayoría de estas agrupaciones no eran revolucionarias o siquiera progresistas, su principal demanda era la apertura de los espacios de poder, sin embargo aun así esto era sentido como una amenaza por muchos miembro de la elite hutu norteña que temía por sobre todas las cosas la “unidad de las masas populares”1. Un grupo de prefectos escribió una carta al presidente donde lo urgía a combatir al RPF y a la oposición política, quienes en su juicio, estaban socavando la necesaria solidaridad entre los hutu2. En 1991 surge la CDR que cuestionaba al MNRD (aunque eran aliados) por no ser capaz de defender los intereses de la mayoría hutu. En 1992 el presidente Habyarimana acepta formar un gobierno de coalición. En 1992-93 se suscriben los acuerdos de Arusha donde entre otras cosas se acordaba un alto al fuego, el establecimiento de una democracia multipartidista y la prohibición de formar partidos sobre bases étnicas. Se empiezan a abrir en Ruanda espacios para el ejercicio de cierta autonomía. Las reglas y definiciones establecidas por el otrora monolítico régimen del MNRD empezaban a ser cuestionadas. En 1991 un memorando militar advertía que “el enemigo” estaba agudizando las tensiones entre regiones y estaba atrayendo la atención del público a los problemas socioeconómicos (“entre los ricos y los pobres”) desviándola de los étnicos3. En 1994 apenas un 7% de los niños concurría al secundario, un 0,2% cursaba la educación terciaria, sobre un 94% total de población que vivía en áreas rurales un 90% era pobre, un 64% de la población estaba desocupada. Siendo los hutu un 80% de la población de 1 Alison Des Forges, “Leave no one to tell the story”, Nueva York, Human Rights Watch,1999, pag 46 2 Ibid. pag 43 Ibid. 3 Ruanda de ninguna manera eran, en general, los beneficiarios de esto4. El ingreso diario promedio de un campesino o trabajador rural eran 100 francos ruandeses (0,75 centavos de dólar). Desde 1985 la economía ruandesa atravesaba una grave crisis económica debido a la caída de los precios del te y el café, principales productos de exportación de Ruanda, un 86% de los ruandeses vivía bajo la línea de pobreza5. En el campo los campesinos pobres tanto hutus como tutsis utilizaban el término abriyi (glotones) para designar a la elite6. Según el memo citado los enemigos eran: los refugiados tutsi, la NRA (ejercito ugandés), los tutsi dentro del país, hutus descontentos con el régimen, desempleados ruandeses fuera y dentro del país, extranjeros casados con mujeres tutsi, las personas nilo-camíticas en general y los criminales comunes. La práctica genocida abarcará todo el cuerpo social y no solo a los miembros de la “etnia” tutsi. La cantidad de victimas del genocidio puede estimarse entre 500.000 y 1.000.000, Rene Lamarchand estima que un cuarto de los muertos fueron hutus moderados.7 La destrucción de cualquier tipo de lazo entre hutus y tutsis parecía necesaria para cerrar cualquier posibilidad de gestación de un movimiento que pudiera proponer un orden alternativo en Ruanda y generar consenso y legitimidad para un gobierno cada vez mas acosado. Los históricos conflictos entre hutus y tutsis no habían logrado destruir definitivamente las relaciones entre ambos grupos, “clausurar (Shattering) los lazos (bonds) entre hutus y tutsis no era sencillo (…) vivían juntos, iban a las mismas escuelas y concurrían a las mismas iglesias, trabajaban en las mismas oficinas y bebían en los mismos bares (…) un considerable número de ruandeses provenían de familias mixtas y eran descendencia de matrimonios entre hutus y tutsis”8. La práctica genocida buscará la destrucción de lo que Feierstein siguiendo a Piaget llama lazos de reciprocidad9. Estos son los que se van tendiendo entre los sujetos en su desarrollo como personas y permiten, al reconocer al otro como par, el surgimiento de relaciones de cooperación implicando el paso de las relaciones primarias heterónomas a otras autónomas. Los cuerpos de los sujetos se convierten en el territorio de las mismas, de ahí que su destrucción genocida implique su anulación. Si el otro es reconocido como par se pueden gestar relaciones de cooperación 4 Philip Verwimp, “Development ideology; the peasentry, and genocide: Rwanda Represented in Habyarimana´s Speeches”, Universidad de Yale. 5 Adam Jones, “gender and genocide” en Dadrian, op, cit. pag 119 6 Jean Bigagaza, Carolyne Abong y Cecile Mukarubuga, “Land Scarcity, distribution and conflict in Ruanda” fuente http://ebookpedia.net/Land-Scarcity--Distribution-and-Conflict-inRwanda.html 7 Rene Lamarchand Genocide in the Great Lakes Whose Genocide? Which genocide?, USAID, Accra, 1998, 8 9 Desforges op cit pag 8. Daniel Feierstein “El genocidio como práctica social, entre el nazismo y la experiencia argentina”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007 autónomas respecto del poder que permitan la gestación y desarrollo de movimientos colectivos que aspiren a implantar un orden alternativo. La destrucción de los cuerpos no es un fin en si mismo, se busca destruir una relación social, la que se da o cualquier ley puede darse entre pares autónomos libres de no consensuada por ellos. La práctica genocida que persigue estos fines es la que Feierstein denomina “genocidio reorganizador”10. Muerto Habyarimana toma el control del gobierno el grupo mas radical del partido, militarista y anti tutsi, ligado a la CDR y nucleado en la akazu (pequeña casa), es esta elite radical la que conducirá el genocidio. La destrucción del “otro” reconocido como par no puede ser aceptada y tolerada, esto es la negación de la posibilidad genocida. Como forma de anular esas posibilidades se empieza a trazar una distinción tajante entre lo normal y lo anormal, lo sano y lo enfermo. Esto se logra retomando imágenes, prejuicios o concepciones del pasado. El poder señala constantemente la diferencia (real o inventada) haciendo de este modo viable la solución genocida. Este momento de creación de una “otredad negativa” es el primer momento del genocidio reorganizador. Volviendo a nuestro caso, las metáforas “enemigo” (militar) y “cucaracha” (sanitaria) Utilizadas en discursos, artículos periodísticos y medios de comunicación (en especial la radio) buscaron identificar y aislar a aquellos que por su identidad o prácticas eran considerados “peligrosos” por la camarilla del Akazu y cuya destrucción (reinterpretada positivamente en términos militares, sanitarios e incluso económicos) debía realizarse en favor de los “verdaderos ruandeses”. La principal estrategia de los perpetradores para la ruptura de lazos sociales entre Hutus y tutsis fue asociar a estos últimos al RPF. Un actual convicto por crímenes durante el genocidio sostiene que “Los ruandeses vivíamos como hermanos y hermanas. Los así llamados hutus y tutsis vivían como hermanos y hermanas. La guerra llegó como un viento”11. Siguiendo a Dadrian12 podemos decir que la existencia de un conflicto armado permite la definición de un “enemigo interno” que de este modo es aislado de una sociedad conmocionada y asustada permitiendo sobre este un tratamiento militar que incluye su aniquilamiento también habilita la figura del “cómplice” del enemigo que permite la ampliación del grupo víctima. en una de sus emisiones la Radio Mile Colines anuncia que “nuestro ejército está infectado de traidores, esto es grave porque son los cómplices de las 10 Op.cit. Charles K. Mironko, “Ibitero: means and motives in the Rwanda Genocide”, universidad de Yale, pag 182 12 Dadrian, op cit. 11 cucarachas que pululan en nuestro país”13, Asociar a los tutsi al “enemigo” se reveló una estrategia muy fructífera para la ruptura de relaciones entre los dos grupos “incluso los hutus que no apoyaban a Habyrimana y que desconfiaban de las divisiones étnicas debieron resentir el ataque (…) ¿que derecho tenían estos soldados desconocidos a invadir un país soberano con el objeto de derrocar a su gobierno? (…) el crimen de los líderes Hutu fue su cínica y deliberada intención de reconvertir el conflicto en un asunto inter-étnico y escalando la animosidad anti tutsi”14. La metáfora “cucaracha” (inyenzi) no solo deshumaniza sino que establece en la destrucción del “cuerpo” extraño la condición para la vida del elemento sano. Términos como infestación o invasión son profusamente utilizados por los perpetradores y apologetas del genocidio. El lenguaje que circulaba dentro de los grupos que se encargaba de las matanzas estaba relacionado semánticamente al campo de la caza con palabras y expresiones como kuvuza induru (grito de caza) kwihisha (acechar a la presa), gushorera (acorralar animales salvajes) y guhiga (perseguir)15. En la tradición ruandesa la caza no solo se relaciona con la obtención de alimentos sino también con la regulación ambiental16. Es notoria la participación popular en el genocidio, las matanzas involucraron cerca de 100.000 civiles17. Con respecto a esto cabe señalar el rol de los medios de comunicación como “instigadores” y “marcadores”. La radio se convertirá en el canal central de difusión de las representaciones negativas y los mensajes hostiles hacia los tutsi y sus “cómplices”. Dos emisoras serán los puntales del poder hutu en los medios de comunicación: Radio Ruanda y la Radio Television Libre des Mil Hollines (RTLM). RTLM fue fundamental para popularizar la versión hutu de la historia ruandesa y utilizaba ampliamente las metáforas “cucaracha” o “raza de víboras” entre otras. RTLM era conocida como la Radio rutwitsi (la radio que enciende el fuego)18. La radio también cumplió una función de delación, retomemos a la RTLM señalando a “los cómplices del enemigo, Laurence, mujer de Gakenyeri, está en Sonderabirere, el consejero Selukinganda, hijo de Butete, que vive en Kidaho”19. Los individuos que representen ciertas prácticas autónomas son señalados e individualizados. Esto se convierte en un elemento fundamental de ruptura de lazos sociales de paridad es por eso que en los procesos genocidas la delación es constantemente incitada por el poder. En este caso puntual tenemos la particularidad de que el sentido 13 Emision reproducida en pelícual “Los 100 días que no conmovieron al mundo”, Susana Reinoso, Argentina, 2007 14 Panel Internacional de notables, “Rwanda the preventable genocide” pag 35-36 Mironko, op cit. pag 198 16 Ibid. 17 Dadrian, op cit. 18 Charles Mironko, The Effect or RTLM, en Allan Thompson, ed. “The media and the Rwanda Genocide”. 19 RTLM en “Los 100 días que no conmovieron al mundo”, Susana Reinoso, Argentina, 2007 15 de la delación pareciera ser inverso, no es el hombre o mujer común el que “marca” a otro individualizándolo frente al poder genocida, es este mismo poder (en su expresión informal en un medio de comunicación público-privado) el que marca y distingue, su destinatario es el hombre común que muchas veces debía ser el encargado de la aniquilación del cuerpo enfermo20. No pude obviarse la dimensión coactiva del genocidio. Los grupos que realizaban las matanzas (igitero) estaban altamente organizados y segmentados basados en las células locales del MNRD. Organizados según el modelo del umuganda21 , los civiles eran reclutados en ellos y una vez incluidos en su estructura organizacional eran obligados por sus superiores a asesinar.22 También existieron estímulos materiales, a los victimarios se les permitía quedarse con las posesiones de sus victimas. La práctica genocida desarrollada por el estado ruandés , busco ser una “solución final”, su fin fue lograr una reorganización de los lazos sociales de manera que se consolidara definitivamente el dominio de la elite hutu centro norteña. Esto supone cerrar cualquier frente social conflictivo, reemplazar los lazos de paridad que toda construcción social alternativa supone por lazos unidireccionales y de subordinación con el poder definidos étnicamente, pero también en términos de sujeción, no solo hutus, sino hutus leales. 20 Esta idea de la delación esta tomada de Feierstein, op. cit. Sistema de trabajo no pago a favor del Estado, 22 Mironko, op cit. 21