NEWSLETTER NOVIEMBRE 2014 FOCO MULTIDISCIPLINAR La mediación como mecanismo de gestión inteligente de los conflictos en la empresa familiar Todos los que hemos sido o somos todavía socios de empresas familiares sabemos de las dificultades particulares con las que nos encontramos en el momento de hacer frente a los conflictos en el sí de la empresa. En este artículo me gustaría compartir, aunque sea de forma somera, algunas reflexiones sobre esa particularidad; exponer las ventajas que la mediación puede aportar como mecanismo de resolución consensuada de conflictos, y demostrar que el entrenamiento en habilidades mediadoras es un refuerzo para el buen liderazgo de las empresas familiares. El conflicto en la empresa familiar Por mucho que el conflicto sea inherente a la vida y las empresas no son ninguna excepción, el reconocimiento de su existencia a menudo resulta difícil culturalmente hablando. Las razones para ello son varias: el temor a que la verbalización del conflicto pueda afectar a la solidez de la empresa, la preferencia por canalizar las energías hacia la actividad empresarial propiamente dicha… En la empresa familiar –y de forma incrementada cuando los socios enfrentados son hermanos–, esta dificultad para reconocer la existencia del conflicto a menudo se acentúa por la complejidad de las causas –de forma sofisticada y aparentemente racional, el conflicto empresarial es frecuentemente reflejo de diferencias personales que vienen de la niñez y no se resolvieron en su momento– y la creencia social todavía muy arraigada de que la rivalidad entre hermanos es tabú, con la posible consiguiente actitud de vergüenza ante el reconocimiento de la existencia de un conflicto. La mediación como mecanismo de resolución de conflictos Los sistemas tradicionales de resolución de conflictos, sea la jurisdicción ordinaria sea el arbitraje, se caracterizan por ser sistemas heterocompositivos en los que una tercera persona ajena al conflicto decide respecto del mismo después de que las partes –necesariamente enfrentadas entre ellas en el momento de la contienda– hayan argumentado cuanto crean conveniente en defensa de sus respectivas posiciones. Son procedimientos que, una vez iniciados, tan solo pueden suspenderse por acuerdo de todas las partes. La mediación, en cambio, es un sistema “autocompositivo”, en el que son las partes interesadas las que, de lograrlo, alcanzan un acuerdo. Las partes no delegan en ningún momento la decisión sobre su conflicto. La función de la tercera persona es la de asistir a las partes, facilitando la comunicación y contribuyendo a la distinción entre posiciones e intereses y a la búsqueda de opciones, pero en ningún momento sustituyendo a las partes en lo que a la toma de decisiones se refiere. Las partes cooperan entre ellas en la medida en que están interesadas en ver si es posible llegar a un acuerdo, y con la conciencia de que no se alcanzará si no es satisfactorio para todos los implicados. Toda parte tiene la facultad de suspender el procedimiento por el mero hecho de manifestar su deseo de retirarse del mismo. Gráficamente podríamos hacer los paralelismos de sistemas heterocompositivos y fotografía, por un lado, y de mediación y película, por otro. NEWSLETTER NOVIEMBRE 2014 En los primeros, la persona que actúa como juez o como árbitro dicta una resolución respecto de una “fotografía” compuesta por los argumentos esgrimidos por las partes y los elementos probatorios que han aportado al procedimiento. Y no hay crítica alguna en que así lo hagan: no sería admisible que una persona ajena a la relación pudiera decidir sobre aspectos que no le han sido sometidos por las partes o pudiera imponer soluciones que no le han sido solicitadas. En la mediación, en cambio, las partes interesadas, cuando alcanzan una solución, lo hacen en una “película” de la que conocen ciertamente el inicio y el estado actual, pero de la que pueden, además, diseñar la continuación y el final con la máxima libertad: novando la relación existente o introduciendo elementos nuevos en la solución que no formaban parte de la relación inicial, entre otras medidas. Hay una ulterior característica de la mediación que la diferencia de los otros mecanismos de resolución de conflictos: la confidencialidad. Y aquí no hablamos solo ni del amparo legal a la confidencialidad tanto de los documentos generados por razón de la mediación como de las manifestaciones realizadas en el seno de la misma, ni tampoco de la imposibilidad por ley de citar al mediador o mediadora como testigo en un procedimiento judicial o arbitral. La poderosa característica de la mediación es la doble confidencialidad de las sesiones privadas –también llamadas caucus– entre el mediador o mediadora y una parte: en la mediación, al no ser la tercera persona quien decide sobre la controversia, los principios de audiencia y contradicción dejan de ser garantías necesarias e ineludibles y, por ello, no todo intercambio de opiniones e información debe hacerse en el ámbito de reuniones conjuntas. La información compartida en una sesión privada es confidencial, y el mediador o mediadora no podrá transmitirla a la otra parte salvo que expresamente así se le autorice. Se ofrece, así, un ámbito de mucha seguridad para que las partes puedan poner sobre la mesa sus necesidades y temores, de modo que un mediador o mediadora experto pueda facilitar la satisfacción del mayor número posible de intereses en juego. Y eso, evidentemente, tanto para una parte como para la otra. La flexibilidad de un procedimiento así, el control del riesgo por las partes y la posibilidad de diseñar soluciones creativas que resuelvan el conflicto en todas sus facetas son características que hacen de la mediación un mecanismo a considerar en todo tipo de controversia empresarial, pero muy especialmente en los conflictos en el seno de la empresa familiar, dada la complejidad que suelen revestir, así como la necesidad, a menudo, de atender en ellos a cuestiones que van más allá de las económicas y jurídicas. Las habilidades mediadoras como cualidad de liderazgo en las empresas familiares La brevedad de este artículo no nos permite desarrollar completamente las cualidades y habilidades que todo mediador o mediadora debe tener y procurar constantemente desarrollar. Apuntemos, sin embargo, que se trata esencialmente de habilidades de dos tipos: aquellas referidas al trato con las personas y aquellas que permiten el buen manejo del proceso de mediación. Entre las primeras cabe destacar el saber construir una relación de confianza con las partes, la escucha activa, el sentir y demostrar empatía, la conciencia sobre los propios valores y preferencias y la capacidad de respetar los de los otros, aunque difieran de los propios, o la comodidad ante la expresión de las emociones, entre otras. NEWSLETTER NOVIEMBRE 2014 Entre las segundas conviene resaltar la pericia en el manejo del proceso de mediación, el saber preguntar, resumir, reformular, desactivar la negatividad, contrastar las suposiciones y la viabilidad real de las propuestas, etc. Entrenar estas habilidades, más allá de poder convertir al directivo o directiva de empresa familiar en un experto mediador o mediadora en conflictos en los que no sea parte, es una forma de reforzar su liderazgo, dotándole de la capacidad de gestionar proactivamente los conflictos y de prevenir un enquistamiento de los mismos que pueda resultar nefasto para la supervivencia de la empresa familiar. Mercedes Tarrazón FCIArb, FCIArb Mediation, IAM Distinguished Fellow Dispute Management, SL