cuando la naturaleza es algo

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ESPIRITUALIDAD
La ruta
kaweskar
Donde la naturaleza
es algo más
Eduardo Tampe, S.J.
Una navegación por entre las islas, canales
y témpanos patagónicos donde habitaban
los kaweskar, nos lleva a conocer lugares
insospechados. Es el otro Chile, el desconocido para la gran mayoría de nuestros compatriotas. El de los hielos, de las cumbres
nevadas, del silencio...
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MENSAJE junio 2005
Desde el año 2004, el empresario Constantino Kochifas Cárcamo
y su esposa Mimi iniciaron los cruceros a los campos patagónicos. Allá,
en el confín del mundo, en la
inexplorada y abrupta geografía de
los canales patagónicos, junto a su
clima desafiante, a bordo de la nave Skorpios III, los visitantes
disfrutan del esfuerzo de la naturaleza milenaria en su estado puro.
Zarpando desde Puerto Natales, nos adentramos en el laberinto de canales que con sus orillas llegan a asumir un carácter
sombrío Las montañas graníticas de cimas redondeadas parecen
mantenerse suspendidas sobre nosotros, con sus parches veteados
de bosques envueltos en una llovizna brumosa que parece hubiera estado cayendo sobre la superficie por siglos.
En días sucesivos iremos recorriendo los canales Morla, Sarmiento, Pitty, Concepción, angostura Kirke, seno Eyre, glaciar Pío XI, paso del Indio, paso del Abismo, glaciar Amalia,
fiordo Asia, puerto Edén, estero Calvo y otros lugares.
Los parajes que vamos encontrando se componen de los
mismos elementos: una ruta de aguas tranquilas, islas arboladas y playas, cascadas y en la parte superior grandes cimas desnudas cubiertas de hielo empinándose hasta un techo de pesadas nubes, todo envuelto en una penumbra solemne. Impresiona cuando uno lo aprecia por vez primera.
Los canales, o caminos de agua, son solemnemente silenciosos. La mayor parte de las aves marinas —gaviotas, palomas
antárticas, albatros y otras que dan vida al panorama en el mar
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abierto— han desaparecido; solo
vemos delfines que juegan alegremente alrededor de la proa. Pero
el bosque es magnífico a pesar del
silencio absoluto que allí prevalece.1
A medida que penetramos
suavemente en el fiordo Peel y la
última punta que ocultaba la vista, quedamos mudos ante el
paisaje. Más lejos, se elevan las crestas de los Andes, con agujas
fantásticas, alrededor de las cuales desplegaba su manto una
continua extensión de témpanos. De aquellos emergían cuatro
amplias corrientes de hielo juntándose en un glaciar gigantesco
con un frente de cerca de dos millas de ancho, una singular
extensión de grietas y crestas blancas. Todo esto en un marco
de un bosque siempre verde y reflejado en un agua transparente y brillante, donde la imagen se borraba por los centenares de
témpanos conducidos de aquí para allá por las corrientes.
Y después la visita del Skorpios III al glaciar Pío XI. Ubicado en el seno Eyre y dentro del parque Nacional Bernardo
O´Higgins, esta lengüeta de hielos eternos impacta con sus seis
kilómetros de ancho y enormes torres que alcanzan hasta 90
metros de altura. Es el glaciar más grande del hemisferio sur.
Su superficie supera los 1.200 km. cuadrados.
En 1939 el Premio Nacional de Literatura, Benjamín
Subercaseaux hizo la ruta habitual para alcanzar, por mar de
norte a sur, hasta el Chile patagónico, y que le sirvió para su
obra magistral Chile o una loca geografía. En su viaje, entre los
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sentimientos que fue acumulando, pareció primar
en lo que se refiere al territorio, el agobio de la soledad y el silencio, casi del
vacío vital: “Aquí la naturaleza es algo más: una
presencia, un ser personal
y terriblemente activo que
mira al hombre de hito en
hito. El hombre civilizado, frente a esta naturaleza, parece un extranjero,
un intruso. Ella, la inmensa, lo ocupa todo, lo
acalla todo. Así, por ejemplo, desde las alturas hasta el pie de los montes
suelen verse unas cintas
de plata, inmóviles, silenciosas. Son torrentes furiosos que bajan despeñándose desde las cumbres, pero que no dejan
oír el fragor de su caída
ni ver el movimiento de
sus aguas”.2
No hay quizás ningún
otro lugar del mundo
donde la obra y magnificencia de la creación,
amalgamadas en admirable armonía, tengan tanto poder para elevar al
hombre por encima de
estas visiones que cambian, y transportarlo al
puro reino de las bellezas
sublimes e inextinguibles
del espíritu. Nos recuerda la imagen bíblica del
salmo 8. Es que los
fiordos y montañas de la
región patagónica, así
como resaltan la obra de Es que los fiordos y montañas de la región patagónica, así como resaltan la
Dios, al mismo tiempo obra de Dios, al mismo tiempo señalan que el hombre, creatura de Dios, es
señalan que el hombre,
creatura de Dios, es capaz capaz de disfrutar de esta incomparable belleza natural.
de disfrutar de esta incomparable belleza natu1 The Wilds of Patagonia (Edwaed Arnold, London, 1911. Cfr. Martinic, Mateo:
ral: ¡Señor, dueño nuestro, qué admirable eres tú en toda la tierra!
Archipiélago Patagónico. La última Frontera!, Ediciones de la Universidad de
/ Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, / la luna y las
Magallanes. 2004, pp. 27.
estrellas que has creado, / ¿qué es el hombre para que te acuerdes de
2 Subercaseaux, Benjamín: Chile o una loca geografía (Editorial Universitaria,
él, el ser humano para que te ocupes de él? (Sal 8, 2, 4-5). M
Santiago, 1973), pp. 235 a 238. Cfr. Martinic, Mateo: o.c., pp. 30.
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