1 Historia, funcionamiento y crisis del sistema capitalista. Critica a la contribución de Immanuel Wallerstein sobre la comprensión de “un mundo”. Leonardo Bracamonte ¿Hay una verdad objetiva ahí fuera que pueda (al final) ser conocida, si usáramos los métodos apropiados e hiciéramos el esfuerzo necesario (acumulativo)? ¿O es la dicha verdad solo una máscara para alguna posición ideológica que de antemano ha definido lo que va a permitir que llamemos verdad? Y en este caso, ¿no es cada uno el autor de su propia verdad, igual de válida que la definida por cualquier otro? Si esto es así ¿hay algo que podamos llamar ciencia, o ciencia social, o incluso saber académico?1 (Wallerstein, 1999, 99) Introducción. El actual proyecto doctoral ofrece una propuesta de abordaje crítico del Análisis de sistemas-mundo trabajado fundamentalmente por el propio fundador de la tradición, Immanuel Wallerstein.2 El planteo wallersteniana es complejo, entre otras cosas porque es capaz de abrirse a diferentes zonas de la realidad organizada bajo las pautas de la economía-mundo capitalista. Esto significa que la tradición a la que someteremos a examen trata de dar cuenta de zonas del ámbito de lo real que las estructuras modernas del conocimiento (específicamente las ciencias sociales) las estudian convencionalmente de forma separada, o se entienden como esferas sin conexiones entre sí. En una primera definición básica, Wallerstein sostiene que el análisis de sistemas-mundo es una “protesta” 1 La sociología y el conocimiento útil. Carta de Immanuel Wallerstein como Presidente de la Asociación Internacional de Sociología. Febrero 1998. En: El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social. Caracas, Nueva Sociedad. 1999. p. 99. 2 Wallerstein es un conocido intelectual norteamericano propulsor fundamental del análisis de sistemasmundo, nacido en Nueva York en 1930. Su amplia trayectoria en el campo científico comenzó como africanista. En ese instante se gestó su preocupación por poner en práctica una sociología histórica comparada. El primer tomo del clásico para las ciencias sociales El Moderno Sistema Mundial se publicó en 1974. Luego de décadas en las que ha ampliado sus estudios sobre la evolución del capitalismo histórico (en 2011 publicó el IV tomo del Moderno Sistema Mundial, llamado: el triunfo del liberalismo centrista), mantiene una permanente relación con distintos movimientos sociales en varias zonas del mundo. Con frecuencia interviene como articulista analizando los más variados conflictos mundiales siempre desde su ángulo de visión. 2 en contra del estado de las ciencias sociales creadas fundamentalmente durante el siglo XIX, pero plenamente institucionalizadas como campos específicos del saber con cierto prestigio social durante las primeras décadas del siglo XX, al menos en los países donde su institucionalización fue más pronta. Wallerstein advierte: El “análisis de los sistemasmundo” no es una mera teoría sobre el mundo social o sobre una parte de éste, sino más bien una protesta contra la forma en que quedó estructurada la investigación social desde su concepción a mediados del siglo XIX, a partir de una sería de suposiciones a “priori” normalmente incuestionadas” (Wallerstein, 2004, 134) La estructuración de este campo del saber llamado ciencia social, y sus tensas relaciones entre sí, y entre las otras formas de conocer que provienen de las ciencias de la naturaleza y las humanidades, es una parte de la propia historia del moderno sistema mundial, y la perspectiva wallersteniana lo trabaja de esa forma. Esto significa que los esfuerzos comprensivos del autor se centran en la búsqueda de ofrecer una historia del capitalismo histórico visto aquí como un sistema social, donde las diversas interrelaciones históricamente fraguadas han creado un mundo específico, una totalidad cuyas estructuras como un todo se pueden explicar a través de una perspectiva de larga duración. El sentido que tendría la “protesta” mencionada arriba se encuentra en que la trayectoria de ese saber social institucionalizado no ha contribuido a una efectiva comprensión del mundo. En el entendido según el cual esas estructuras del saber han clausurado un conjunto de interrogantes que impiden el conocimiento de los fenómenos y procesos sociales con el objeto de intervenir nuestra realidad, tal como se les requiere a los científicos sociales. Lo que sigue es una presentación sucinta de los análisis de sistemas-mundo, con el objeto de ofrecer una primera idea general del modelo con el cual pretendemos trabajar. 3 Objetivo de la investigación. Planteamiento del problema. El título de la investigación Historia, funcionamiento y crisis del sistema capitalista. Critica a la contribución de Immanuel Wallerstein sobre la comprensión de “un mundo”, contiene supuestos que me gustaría poner de relieve a lo largo de esta sección para ofrecer una idea más acabada del conjunto de la obra que se va a examinar. En primer lugar, la tradición wallersteniana es una proposición para entender las especificidades de “un mundo”: el capitalismo histórico, como se mencionó arriba. El autor ha comentado que el análisis de sistemas-mundo no es una teoría. La aclaratoria la introduce porque definirla de esa forma le proporciona un efecto de cierre definitivo a una modalidad que prefiere concebirla como “impensar la ciencia social”. (Wallerstein, 2002, 218) En ese sentido el autor de Estados Unidos confronta al mundo hace énfasis en que vivimos exactamente en un “sistema social”, lo que implica teóricamente que nuestras vidas se insertan y en consecuencia están determinadas o sumergidas en un todo relacional y estructural que Wallerstein llamó también civilización capitalista. (Wallerstein, 1999) Esto último no debe entenderse como una especie de clausura referida a los agentes para transitar sus propias opciones históricas, (condenados a reproducir sus propias condiciones de existencia), en todo caso más adelante se profundizará este asuntos. A lo largo de la historia han existido según la tradición wallersteniana tres formas de sistemas históricos. Los minisistemas, llamados de esta forma puesto que su extensión espacial no es tan considerable y su existencia ha sido relativamente breve. Sus estructuras culturales y de gobierno son homogéneas. En segundo lugar, los imperios mundiales, enormes configuraciones políticas cuya lógica es la extracción de tributos a productores directos con autonomía administrativa local. Y las economías mundiales, formidables y 4 desiguales cadenas de estructuras de producción diseccionadas por múltiples configuraciones políticas cuya lógica básica es que la plusvalía acumulada se distribuye desigualmente en favor de quienes pueden lograr diversos tipos de monopolios temporales en las redes de mercado. Wallerstein describe de esta forma un sistema mundial: “Un sistema mundial es un sistema social, un sistema que posee limites, estructuras, grupos, miembros, reglas de legitimación, y coherencia. Su vida resulta de las fuerzas conflictivas que lo mantienen unido por tensión y lo desgarran en la medida en que cada uno de los grupos busca eternamente remodelarlo para su beneficio. Tiene las características de un organismo, en cuanto a que tiene un tiempo de vida durante el cual sus características cambian en algunos aspectos y permanecen estables en otros. Se puede definir sus estructuras como fuertes o débiles en momentos diferentes en términos de la lógica interna de su funcionamiento”. (Wallerstein, 2007, 489) El paradigma estructural que subyace en el proyecto intelectual wallersteniano parte de una tradición afianzada por Marx seguida por Braudel, y significativamente ampliada por Wallerstein. Para efectos de una presentación sucinta que será tratada detenidamente en el desarrollo de la investigación, me permito mencionar brevemente la idea de estructura que manejan Fernand Braudel e Immanuel Wallerstein. Para el historiador de Annales, la perspectiva remite a la idea de una ampliación apreciable del horizonte de visibilidad acotado para el caso de los tratamientos sobre todo historicistas, al examen sobre los acontecimientos 3 . El historiador propuso entonces un aumento del marco temporal de observación del científico social distante del mero registro de los acontecimientos, a modo 3 Para un estudio sobre la renovación de la producción histórica a partir de las proposiciones de la Escuela de los Annales, ver: Peter Burke. La revolución historiográfica francesa. La Escuela de los Annales: 1929-1989. Barcelona-España, Gedisa, 1999. 5 de una historia molecular a través de la cual el historiador se encargaría de analizar los procesos históricos destacando las especificidades de la historia así como el carácter irrepetible e inagotable de la vida. Braudel sostenía que bajo tales presupuestos lo que podríamos traer a la contemplación sería la constatación de una realidad epidérmica incapaz de dar cuenta de las determinaciones histórico-estructurales que explican en buena medida lo real, es decir, detrás de la presencia fulgurante de determinado suceso otras realidades menos sujetas al cambio garantizan la continuidad de una colectividad. Esta noción de estructura se constituye como soporte físico, geográfico y cultural de la sociedad.4 Superar aquella idea del tiempo episódico según el cual el trabajo de un historiador se reducía a estudiar el pasado recuperando sobre todo de fuentes oficiales lo que había sucedido en realidad, para colocar el énfasis en la larga conformación arquitectónica de lo social, implicaba zafarse de las limitaciones disciplinarias propias de la historia de los acontecimientos, para buscar en tradiciones nomotéticas una parte de las respuestas. El propio Braudel avanza en una definición de lo que desde esa perspectiva concibe como estructura: Para nosotros, los historiadores, una estructura es indudablemente un ensamblaje, una arquitectura; pero más aún, una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar y en transportar. Ciertas estructuras están dotadas de tan larga vida que se convierten en elementos estables de una infinidad de generaciones: obstruyen la historia, la entorpecen y, por tanto, determinan su transcurrir. (Tomado de: Osorio, 2005, 58) 6 La imagen determinista expuesta arriba sobre la estructura concebida como aquella que obstruye la historia fue matizada por Wallerstein. En realidad Braudel desestima el tiempo corto y los análisis cercanos a la coyuntura, para implantar una narración detenida de los procesos sociales cercados por un escenario casi imperturbable, donde los agentes sociales se limitan a experimentar su destino. Es decir, el historiador francés sitúa su análisis a una escala temporalmente amplia, pero no es capaz de trasladar la observación a un plano desde el cual se considere cómo los sujetos hacen su historia con arreglo a la disposición de determinados recursos estructurales. Con Braudel las diferentes estrategias a través de las cuales los agentes tratan de inmiscuirse políticamente en la historia para transformarla a su favor, pierde interés científico. La consecuencia lógica es un análisis despolitizado que privilegia los elementos de continuidad en menoscabo del conflicto y de las rupturas inmanentes al despliegue de los procesos sociohistóricos. Wallerstein en el primer tomo del Moderno Sistema Mundial pone ciertos límites a esa determinación que venimos comentando. El cambio es eterno. Nada cambia jamás. Los dos tópicos son ciertos. Las estructuras son los arrecifes de coral de las relaciones humanas, que tienen una existencia estable durante un periodo relativamente largo del tiempo. Pero las estructuras también nacen, se desarrollan y mueren. (Wallerstein, 1979, 7) En efecto, la primera afirmación del fragmento escogido es claramente ambigua pero quiere dar cuenta de una situación presentada como dilemática en los debates de las ciencias sociales. Si bien un sistema histórico está sujeto a incesantes transformaciones, (particularmente cierto en el capitalismo histórico), también la afirmación nada cambia jamás sugiere que tales cambios han estado inscritos y han sucedido dentro del sistema 7 histórico. Es decir, por ejemplo, las múltiples rupturas, revoluciones y reformas que registra el desarrollo de la historia moderna (los ciclos de Kondratieff que suceden cada 50 0 60 años) son fenómenos que han ocurrido, (a la luz de una evaluación posterior), incluso para dotar de una estabilidad mayor al sistema. Si se quiere afirmar la existencia de un quebrantamiento drástico Wallerstein remite a la revolución neolítica o agrícola. El otro acontecimiento verdaderamente ruptural es la creación del mundo moderno. No es que el presente sistema sea eterno, el autor ha trabajado el escenario de una crisis terminal, como el momento que anunciará el declive definitivo de la civilización capitalista. Anthony Giddens aporta un concepto sobre estructura útil para el enfoque que pretendemos trabajar. Giddens concede a la estructura una forma compuesta y relacionada a partir de varios conceptos puestos en juego: propiedades articulatorias, espacio-tiempo, sistemas sociales, forma “sistémica”. Tal concepción trata de hacer énfasis además la capacidad de reproducción social perdurable que conserva la estructura en enfoques más genéricos. Este concepto incorporado a la investigación permite ampliar nuestra dimensión sobre el moderno sistema mundial, como un espacio-tiempo específico. De seguidas entonces el aporte de Giddens. Estructura denota entonces, en análisis social, las propiedades articulatorias que consienten la “ligazón” de un espacio-tiempo en sistemas sociales: las propiedades por las que se vuelve posible que prácticas sociales discerniblemente similares existan a lo largo de segmentos variables de tiempo y de espacio, y que presten a estos una forma “sistémica”. (Giddens, 1995, 53-54) El trabajo de Giddens es particularmente fructífero relacionado con el giro wallersteniano. En particular, el concepto de dualidad de la estructura ha sido igualmente propuesto por 8 Giddens para contribuir a superar algunas antinomias que han signado los debates de las ciencias sociales. La introducción en nuestro análisis de tales premisas podría redimensionar nuestro enfoque al tiempo en que se pretende colocar el debate en otras instancias del mismo desarrollo de las ciencias sociales. Las perspectivas más funcionalistas conciben a los agentes y a las estructuras como dos conjuntos de fenómenos dados interdependientemente, a la manera de retener la concepción entre sujeto y objeto. Por otra parte, aquí se problematiza una noción de estructura que constriñe los procesos y los agentes. El planteo que recuperamos conserva esta premisa, pero al mismo tiempo la existencia de estructuras supone para el agente un adiestramiento específico para la vida. La adquisición de ciertas destrezas fundamentales para transitar el mundo, pero también fundamentales para transformarlo continuamente. En consecuencia, el concepto de dualidad de la estructura inserta (si bien en una escala más acotada de la realidad al que los análisis de sistemas-mundo acostumbran), el énfasis por la reproducción de las regularidades desde las propias praxis de los agentes. Acá introducimos la idea de Giddens. La constitución de agentes y la de estructuras no son dos conjuntos de fenómenos dados independientemente, no forman un dualismo sino que representan una dualidad. Con arreglo a la dualidad de estructura, las propiedades estructurales de sistemas sociales son tanto un medio como un resultado de las prácticas que ellas organizan de manera recursiva. Estructura no es “externa” a los individuos: en tanto huellas mnémicas, y en tanto ejemplificada en prácticas sociales, es en cierto aspecto más “interna” que exterior, en un sentido durkheimiano, a las actividades de ellos. Estructura no se debe asimilar a constreñimiento sino que es a la vez constrictiva y habilitante. (Giddens, 1995, 61) 9 Las implicaciones de pensar la civilización capitalista en rigor como un sistema mundial son variadas y serán tratadas en el desarrollo de la investigación. Acá solo nos limitamos a establecer las premisas de un debate que ha recorrido al menos todo el campo de las ciencias sociales. Entre otras cosas porque en primer lugar interpela la misma significación de cambio social y sus posibles alcances. Y en segundo lugar, porque obliga a replantear radicalmente la interpretación histórico-historiográfica de la evolución del moderno sistema mundial hasta el momento. En palabras de Aguirre Rojas: Y si “todo” fenómeno, proceso, sector social, país, o área incluido en esta historia del sistema-mundo de los últimos cinco siglos, es siempre y en todo lugar “capitalista”, entonces tampoco ha habido nunca “socialismo en un solo país”, o socialismo en la URSS, China, Cuba, Vietnam, Corea o Europa oriental, sino solo movimientos antisistémicos triunfantes que, más tarde o más temprano, y a pesar de su heroísmo y de la radicalidad de sus intenciones o de sus proyectos originales, han terminado siempre reintegrándose a esa dinámica abarcativa y omnipresente del sistema-mundo capitalista del que forman parte. (Aguirre, 2004, 41) La razón wallersteniana despliega un esfuerzo por comprender no solamente la travesía de “un mundo”, sino de dar cuenta de sus pautas de funcionamiento. Su empresa histórica e historiográfica, teórica y empírica a un tiempo problematiza la convención científica según la cual la precisión constituiría el procedimiento universal para fundamentar un argumento “correctamente”. El examen sobre las realidades complejas con frecuencia se resiste a ser abordada desde la lógica de las simplificaciones. Admito que no puedo cuantificar. (Wallerstein, 1997, 490) Tampoco se puede subsumir la complejidad a partir de los cánones de una determinada disciplina. Efectivamente, el imperativo es saber “un mundo” desde escalas espacio temporales muy amplias y a través del examen de estructuras cuyo 10 desplazamiento es sólo susceptible de captar en la larga duración, en la certeza, sin embargo, de que nada cambia jamás. Hablamos de una totalidad sistémica puesto que sus principales componentes se han desarrollado y toman su identidad específica bajo principios relacionales. ¿Qué quiere decir esto? Que esos componentes o partes de nuestro sistema social no deberían entenderse como realidades positivas o con alguna “sustancia propia y autogenerada”. Más bien su contenido es producto de una relación con el todo sistémico. Este punto de partida no remite a la noción de un todo simplificador que podría terminar por explicar muy poco. La racionalidad wallersteniana parte del principio según el cual la totalidad sistémica es una unidad jerarquizada y diferenciada, en consecuencia la explicación debe superar la simple suma de sus partes. Pensar la conformación histórica del capitalismo supone problematizar el pluralismo empírico que procura el examen de una totalidad pero sin establecer las interconexiones y las jerarquizaciones que dan funcionalidad a los procesos. Si no se procediera de esa forma se corre el riesgo de caer en el error al que llamaba la atención Marc Bloch cuando recordaba el comentario hecho por Fustel de Coulanges en la Sorbona: Suponed cien especialistas repartiéndose, en lotes, el pasado de Francia. ¿Creéis que al fin hubieran hecho la historia de Francia? Lo dudo mucho. Les faltaría, por lo menos, la vinculación entre los hechos, y esta vinculación es también una verdad histórica. (Marc Bloch, 1987, 20) El otro problema que registra esta perspectiva es aquella según la cual reducir la explicación a una totalidad inmutable podría traer como consecuencia la disolución de los problemas específicos en el entendido de que la comprensión de todo fenómeno social queda disuelto en un discurso excesivamente general. La dificultad podría superarse asumiendo al objeto de estudio como una unidad compleja. (Osorio, 2005, 31) 11 ¿De cuáles componentes nos estamos refiriendo, aquellos que conformarían el moderno sistema mundial? Wallerstein en algún momento también las llama instituciones: ciencias sociales históricas, ideologías, ciencias naturales, movimientos antisistémicos, también incluye a las clases sociales, corporaciones transnacionales, grupos étnicos, grupos de estatus, Estados o sistema interestatal, mercado, naciones modernas. Esta concepción de conjunto no tiene por qué significar que algunos de los componentes mencionados no hayan tenido una existencia anterior a la civilización capitalista, implica sí que al hacer parte del moderno sistema mundial, su circunstancias se corresponden con el marco de esta especifica dinámica estructural. En este sentido, los análisis de sistemas-mundo conciben al capitalismo como una totalidad social que al mismo tiempo, (y esto es muy importante), también es histórica. Ha evolucionado desde el siglo XVI en la región paneuropea, y se ha extendido prácticamente hacia el resto del mundo. Por lo que ahora envuelve todo el planeta. Por consiguiente cuando se alude a “un mundo” en el título del presente proyecto, se quiere hacer notar su carácter de sistema social. Es decir, no se está entonces señalando un asunto puramente geográfico. Además del moderno sistema mundial también existieron por un período otros sistemas sociales, como el imperio azteca, el imperio maya, las civilizaciones orientales, etc. Kurt Hubner destaca la existencia de sistemas tanto en el ámbito de la naturaleza como en las sociedades humanas. (Hubner, 1981) Aunque Hubner prefiere referirse a sistemas históricos, es decir, no apunta su reflexión únicamente al capitalismo histórico como la unidad de análisis relevante en las ciencias sociales, a la hora de definir el concepto intenta abarcar el complejo ámbito de las realizaciones humanas actuantes en un espacio-tiempo. Realizaciones humanas de las cuales el trabajo científico es solo una de ellas. 12 Por un conjunto de sistemas históricos […] entiendo un conjunto estructurado de sistemas, en parte actuales y en parte transmitidos, que se encuentran en una variada relación recíproca y en cuyo círculo se mueve una comunidad humana en algún momento determinado. Por lo tanto, los sistemas científicos, es decir, las teorías y las jerarquías de teorías, al igual que las reglas del trabajo científico, son también partes de ese conjunto total, que representa el mundo de las reglas en el que vivimos y actuamos. (Hubner, 1981, 131) El capitalismo histórico al contrario de otros sistemas sociales, es una economía- mundo. Esto quiere decir que su unidad no está establecida a partir de la existencia de un poder político que encarne el conjunto de todas sus instituciones, como ocurre en el caso de los imperios-mundo. La civilización capitalista se despliega animada por la existencia de una división internacional del trabajo, en el que si bien existen y han existido hegemonías mundiales que han sido determinantes por un tiempo, el poder político diseminado a través de una red interestatal da cuenta de un movimiento fragmentado responsable de buena parte de las tensiones que han marcado históricamente al sistema. Lo que le aporta cierta unidad de funcionamiento es la constitución de una división axial del trabajo a escala mundial. La trayectoria de este sistema social se entiende mejor si partimos del imperativo capaz de movilizar todas las estructuras sistémicas. Se trata de la lógica de la acumulación incesante de capital. Lo que distingue al sistema social histórico que llamamos capitalismo es que en este el capital pasó a ser usado (invertido) de una forma muy especial. Pasó a ser usado con el objetivo o intento primordial de su autoexpansión. (Wallerstein, 2012, 9-10) 13 El título de la investigación contiene además la palabra moderno. En este caso el autor nos remite una realidad histórica que es crucial para entender su empresa intelectual. Nuestro sistema social es un producto de la modernidad. Acá el contenido ideológico moderno remite, en el contexto cultural-hegemónico de la aceptación de la naturalidad del cambio político-social, a la existencia de tres instituciones (ya mencionadas arriba) que para Wallerstein son específicas de la modernidad capitalista 5 : las ideologías, las ciencias sociales y los movimientos. Estas tres instituciones […] comprenden la gran síntesis intelectual/cultural del “largo” siglo XIX, los fundamentos institucionales de lo que a veces se denomina en forma inadecuada “modernidad.”. (Wallerstein, 2012, 18) ¿En forma inadecuada? En otro lugar se refiere al concepto de modernidad desdoblada en dos connotaciones: la primera consigna la idea de progreso tecnológico, asociada a una innovación constante. Más adelante comenta la otra connotación. La llama modernidad de la liberación. Considérese al autor cuando describe aquí sus características más propias en tiempo pasado, puesto que el proyecto moderno tal como lo entiende se ha agotado: La modernidad era en suma, el presunto triunfo de la libertad humana contra las fuerzas del mal y la ignorancia. […] Esa modernidad no era la modernidad de la tecnología, de Prometeo desencadenado, de la riqueza sin límites, sino más bien la modernidad de la liberación, de la democracia sustantiva (el gobierno del pueblo, contrapuesto al de la aristocracia, o al gobierno de los mejores), de la realización humana y, sí, de la moderación. Esa modernidad de la liberación no era una modernidad pasajera, sino una modernidad eterna. Una vez alcanzada, no la entregaríamos jamás. (Wallerstein, 2001, 130) 5 Son específicas para el autor no porque no hayan existido en otros sistemas sociales anteriores, sino porque a lo interno del Moderno Sistema Mundial cumplen funciones determinadas por el mismo sistema. 14 ¿Pero por qué el autor de Impensar las ciencias sociales ubica este planteo en el despliegue del siglo XIX y no siglos antes, cuando apareció la economía-mundo europea? Es decir, en el siglo XVI El acontecimiento “mundial” de la revolución francesa de 1789, y sus consecuencias ideológicas plenamente desarrolladas a la luz de la larga duración en el siglo XIX, explica esta característica. Es decir, se puede mantener entonces que el marco cultural específicamente moderno de nuestro sistema social es un producto históricamente tardío. El aspecto más curioso de este período primitivo [siglo XVI] es que los capitalistas no exhibían sus colores ante el mundo. La ideología reinante no era la de la libre empresa, ni siquiera el individualismo, la ciencia, el naturalismo o el nacionalismo. Hasta el siglo XVIII o XIX estos puntos de vista no madurarán para convertirse en mundiales. (Wallerstein, 1979, 93) Entonces para la racionalidad wallersteniana, la modernidad planteada en estos últimos términos se configuró solo luego del acontecimiento francés de 1789, como una suerte de superestructura cultural del capitalismo histórico. Esta economía-mundo con sus grandes corporaciones trasnacionales en alianzas diversas y al mismo tiempo protagonizando contradicciones entre sí, con y contra el poder político nacional estatal; está además jerárquicamente organizada a través de sus zonas periféricas y semiperiféricas dependientes y secularmente explotadas, y su centro de poder económicopolítico y cultural. Por otra parte, su fuente de certezas que en algún momento llegó a ser la ciencia, impidió a las religiones seguir ocupando el lugar de la verdad universal. Sus ciclos de abundancia y de desaceleración económicas (con sus enormes costes humanos y naturales), se asemejan sin embargo a los ritmos marcados por la respiración de un organismo vivo. Una economía-mundo donde la naturaleza es entendida de forma separada y en tensión en contra de este otro mundo artificial producto del trabajo y de las relaciones 15 humanas; la sociedad. Este mundo social capitalista cuya comprensión a cabalidad estaría encomendada a las ciencias sociales históricas, en el que sus procesos “naturalizados” apuntan hacia la mercantilización de todas las cosas, pero también con un alcance hasta ahora ilimitado para mercantilizar gradualmente a la propia naturaleza. La alusión en el titulo sobre “un mundo”, el sistema-mundo capitalista, remite entonces a este mundo específico. El otro término relevante tiene implicaciones atinentes tanto a la tradición wallersteniana como al destino del propio capitalismo histórico. En realidad lo que describe el concepto de crisis, y más exactamente crisis estructural, no es a tratar de dar cuenta de una situación difícil en la que la humanidad o una porción de ella estuvieran de alguna manera inmersa. Situaciones riesgosas pero lamentablemente bastante regulares como los conflictos sociales, el desencanto generalizado en torno a determinado proyecto político, o incluso las periódicas dificultades producidas por episodios de hambruna en determinado territorio, son consecuencia del propio desarrollo contradictorio y polarizado del moderno sistema mundial. En consecuencia, son hasta cierto punto previsibles las formas “extremas” que adoptan estos fenómenos. Por el contrario, la palabra crisis remite aquí al disfuncionamiento de un sistema social. El concepto de caos propuesto por Edgar Morin como un término asociado a algún tipo de transición critica le da al enfoque una dimensión más completa: “El caos es una idea de antes de la distinción, la separación y la oposición, una idea, pues, de indistinción, de confusión entre potencia destructora y potencia creadora, entre orden y desorden, entre desintegración y organización”. (Morin, 2009, 76) Situación de caos sistemico acontecida en el marco de su propio proceso de desarrollo incluyen los ciclos de expansión y decrecimiento económico (ciclos de Kondratieff) que se 16 suceden aproximadamente cada 60 años. En este escenario único de crisis estructural los agentes sociales son llamados a tomar decisiones fundamentales que sería determinantes para el futuro. Estaríamos en presencia del agotamiento del capitalismo histórico, de sus instituciones fundamentales y de las ideas-fuerza que en el algún momento pudieron brindarle legitimidad política. En el marco de esta situación incierta, en consecuencia, las estrategias que pongan en práctica los agentes sociales tendrán amplias repercusiones. Una de las rupturas más interesantes del planteo con respecto a la crisis sistémica, es que esta situación límite se detecta a la luz de una evolución del desarrollo temporal amplio de la vida del sistema, y no como consecuencia de un acontecimiento determinado que sirva para explicar la mencionada crisis. Es decir, el problema no es tanto examinar la constatación al menos en este sentido concreto, de un acontecimiento que logre encender las alarmas de los observadores. Prefiere hacer énfasis en una evaluación de las grandes estructuras específicas del capitalismo histórico, y su precipitación cada vez más disfuncional. Esto quiere decir que llega un momento en el que los problemas creados no es posible resolverlos en el contexto de la actual economía-mundo, por lo que se impone una transición incierta que producirá las condiciones para el surgimiento de otro sistema social. El autor de Utopística o las opciones históricas del siglo XXI entiende esta situación dilemática como una bifurcación. Las implicaciones teórico-políticas, ideológicas y científicas son considerables, por ello serán objeto de debate en el desarrollo de nuestra investigación: Puesto que el sistema existente ya no puede funcionar adecuadamente dentro de los parámetros definidos, el tomar una decisión sobre cómo abandonar el sistema, sobre el sistema (o sistemas) futuros que han de construirse, es inevitable. Pero cuál de las 17 opciones elegirán colectivamente los participantes es inherentemente imprevisible. El proceso de bifurcación es caótico, lo que significa que cada pequeña acción llevada a cabo en este período es posible de conllevar importantes consecuencias. Observamos que en tales condiciones, el sistema tiende a oscilar bruscamente. Pero eventualmente termina inclinándose en una dirección. Suele llevar bastante tiempo hasta que se arriba a la elección definitiva. Podemos llamar a este período de transición, uno cuyo resultado es incierto. (Wallerstein, 2005, 105-106) La última palabra que consideramos explica los propósitos que recoge el presente proyecto es crítica. Vale la pena poner en contexto entonces la oración completa: Critica a la contribución de Immanuel Wallerstein sobre la comprensión de “un mundo”. Lo que planteo en el desarrollo del examen sobre la tradición de sistemas-mundo es establecer en rigor la competencia científica del giro wallersteniano como herramienta plausible para dar cuenta de la complejidad del capitalismo histórico, de su funcionamiento y especialmente de su crisis. En otras palabras, el objetivo se traduce en emprender un asedio desde distintas perspectivas al conjunto de su obra con el objeto de calibrar el alcance de la empresa wallersteniana tanto en lo conducente a presentar una perspectiva útil capaz de brindar algunas respuestas a las interrogantes asociadas a la crisis de las ciencias sociales, como, situado en otra escala, medir las posibilidades comprensivas de los análisis de sistemasmundo en la presente transición mundial. Lo que sigue es la estrategia a través de la cual se propone realizar este recorrido sistemático. 18 Objetivos específicos y metodología. El ámbito problemas que se propone desarrollar la investigación tiene que ver con revisitar varios de los desafíos teóricos, epistemológicos e históricos que desde la década de los setenta se le han realizado al proyecto wallersteniano. Buscamos por tanto poner de presente las limitaciones del enfoque así como tratamos de demostrar sus potencialidades cognitivas para la comprensión de los fenómenos sociales. Del estudio del corpus se han detectado lo que llamaremos foco de tensiones; nos referimos acá a los énfasis a través de los cuales pondremos de relieve algunos problemas cruciales de la obra de Wallerstein. Cabe la advertencia relativa a que (como se sostuvo más arriba) el sistema wallersteniano ha sido edificado bajo principios relacionales, por lo que sus conceptos centrales no podrán concebirse separadamente o aislados de la propia construcción teórica. En tal sentido, la organización que le hemos dado al proyecto de investigación solo se debe entender en la medida en que queremos acentuar algunos problemas, para eventualmente “oscurecer” otros o postergar su abordaje en otra parte de la misma investigación. El examen sobre la validez o la plausibilidad de determinado problema requiere de una consideración especial por parte del investigador, para posteriormente ser comprendida inmersa en el complejo wallersteniano. Quiero llamar la atención sobre lo siguiente. Los autores y las obras que se sugieren de seguidas harán parte del conjunto de argumentos y puntos de vista con los cuales pretendemos confrontar algunas tesis del análisis de sistemas-mundo, pero obviamente el mayor esfuerzo de comprensión estará en el examen sobre el grueso de la obra wallersteniana. Por último, tales obras y autores enunciadas a continuación obviamente no serán las únicas consultadas, constituyen apenas los referentes básicos pero fundamentales con los cuales se emprenderán las discusiones. 19 Algunos focos de tensiones. I. El primer foco de tensiones remite fundamentalmente a un problema teórico, pero descansa igualmente en basamentos históricos, es decir, se torna al mismo tiempo en una discusión historiográfica. Se trata del debate en torno al carácter del capitalismo periférico concretamente en América Latina. A su alrededor se han estudiado problemas recurrentes (feudalismo, dependencia, especificidad del régimen colonial, relaciones de producción etc.) pero de fondo destacamos como idea central la conveniencia de la unidad de análisis en las ciencias sociales. Uno de los supuestos más relevantes que fundamenta la discusión alrededor de la unidad de análisis es la imposibilidad de estudiar el capitalismo como un fenómeno reducible a su funcionamiento dentro del marco de las fronteras nacionalestatales. Es decir, que el fenómeno obliga a considerarlo en su extensión espacio-temporal para poder descifrar el enigma de sus movimientos así como sus contradicciones inmanentes. La especificidad del paradigma wallersteniano es su intensión por historizar el capitalismo, mientras la mayoría de las perspectivas hacen sus esfuerzos enmarcados en lógicas funcionalistas. Para llegar a operativizar este primer foco de problemas se considerarán las posiciones Steve J. Stern en su Feudalismo, capitalismo y el sistema mundial en la perspectiva de América Latina y el Caribe; (Stern, 1987, 3-58). Estos primeros planteamientos tuvieron una réplica del propio Wallerstein: Comentarios sobre las pruebas críticas de Stern, (Wallerstein, 1989, 329-346); que por consiguiente provocaron una última respuesta de Stern Todavía más solitarios (Stern, 1989, 347-361) Otros dos textos clásicos de este debate, que tienen como referente el giro wallersteniano: Ernesto Laclau Feudalismo y capitalismo en América Latina (Laclau, 1978), y Capitalismo 20 y Subdesarrollo en América Latina de Gunder Frank (Frank, 1978) La posición que acaso sea una síntesis de las dos perspectivas: Theotonio Dos Santos Imperialismo y dependencia. (Dos Santos, 2011) Un trabajo central para refutar algunas de las tesis de Wallerstein con respecto al origen del capitalismo, es el libro de Gunder Frank, Reorientar. La economía global en la era del predominio asiático, (Frank, 2008). Así como las intervenciones que suscitó el texto por parte de Giovanni Arrighi El mundo según André Gunder Frank (http://www.mundosigloxxi.ciecas.ipn.mx/pdf/v02/06/01.pdf) Y la respuesta también adelantada por Samir Amín al texto de Gunder Frank: La historia comprendida como ciclo eterno (http://www.mundosigloxxi.ciecas.ipn.mx/pdf/v02/05/01.pdf) Aníbal Quijano e Immanuel Wallerstein La americanidad como concepto o América en el moderno sistema mundial (http://www.edena.mindef.gov.ar/docs/modulo4_quijano-wallerstein.pdf) Por último, la importante contribución de José Guadalupe Gandarilla que retoma en clave contemporánea el desarrollo de estos temas, en especial el estudio sobre los excedentes y la vigencia de los conceptos relacionales centro-periferia: América Latina en la conformación de la economía–mundo capitalista (Gandarilla, 2005) II. El segundo foco de tensiones lo establece el momento crítico por el que atraviesa nuestro sistema social. El tema lo viene trabajando el autor de Geopolítica y geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial desde los años ochenta. Con todo, una revisión de sus principales tesis con respecto a este asunto permiten concluir que sus nociones se han transformado, en parte porque ha incorporado en trabajos sucesivos el tratamiento con otros fenómenos que complicarían de forma creciente el funcionamiento óptimo del capitalismo, como porque ha ampliado su corpus teórico incluyéndole perspectivas que sustentarían mejor algunas de sus tesis centrales. 21 Por consiguiente, nuestro trabajo implicaría la evaluación sobre la coherencia interna del análisis de sistemas-mundo. Concretamente, la contribución supondrá cartografiar en el transcurso de los años su idea de crisis sistémica, al tiempo en que confrontaremos su planteo con la perspectiva trabajada por otros estudiosos. Este es uno de los aportes centrales de la investigación. Han sido numerosas las lecturas que se trabajan para tratar de comprender la naturaleza, los alcances y las implicaciones de los malestares que viene presentando el capitalismo, en lo que respecta por ejemplo a si estaríamos en presencia de una transición hegemónica o hacia el fin de nuestro sistema moderno al menos tal cual lo veníamos conociendo, etcétera. Algunas de estas posiciones que analizaremos provienen lógicamente de la tradición de los análisis de sistemas mundiales, otras se distancian de ese tronco en aspectos sensibles. En todo caso, es Wallerstein quien ha sido terminante cuando mantiene que el moderno sistema mundial está viviendo sus últimas décadas (Wallerstein, 2005, 105-122) Otros autores que examinaremos para el debate: Giovanni Arrighi, Adam Smith en Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI (Arrighi, 2007) y El Largo siglo XX. Dinero y poder en los orígenes de nuestra época (Arrighi, 2009) David Harvey. El enigma del capital y las crisis del capitalismo (Harvey, 2012) Del mismo autor El nuevo imperialismo (Harvey, 2007). De Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver Caos y orden en el sistema-mundo moderno (Arrighi, 2001) De Samir Amín El capitalismo contemporáneo (Amín, 2012) y Mas allá del capitalismo senil (Amín, 2001) III. El tercer foco de tensiones lo conforman los ámbitos del Estado nacional moderno y la cultura. El giro wallersteniano estudia la trayectoria de los estados nacionales como un proceso de articulación fundamentalmente ocurrido en la cara externa a los propios estados modernos, e impuesta por la creciente dinámica capitalista hacia las diversas formaciones 22 sociales en curso de forjarse como un territorio o parte de una nación estatal. Por consiguiente, historiar las dinámicas comerciales entre los diversos territorios y el centro del capitalismo europeo es crucial. Es decir, la creación de los estados nacionales es producto del desarrollo del capitalismo histórico, y este rasgo en la perspectiva que venimos trabajando es central. Los territorios que progresivamente desde el siglo XVI han sido agregados a una determinada posición en la división internacional del trabajo, fueron ajustando sus estructuras sociales, políticas y culturales conforme iban haciendo parte del moderno sistema mundial. En este sentido la idea de la nación moderna no es producto únicamente de la recurrentemente invocada voluntad general ni exclusivamente de determinado proyecto nacional enarbolado por las elites de una nación en formación, o constituida por pueblos virtuosos y dotados de soberanía, etcétera. Conviene pensar que estos procesos suponen la participación de dinámicas estructurales que están más allá del ámbito estatal. En consecuencia, los enfoques que explican los procesos, fenómenos y acontecimientos (o la progresiva constitución de una nación), como un hecho en últimas autogenerado hacia adentro de las fronteras nacionales revisten de claras limitaciones. Son las historias naturales tejidas pacientemente por el discurso de las historias nacionales. Es en este sentido específico que Wallerstein atribuye a las ciencias sociales ser en buena parte de su producción convencionalmente estado-céntricas. Uno de los problemas que esta de fondo en este debate mantiene la pertinencia de concebir lo estatal, lo político, la economía y lo social como esferas que conservan cierta autonomía entre sí. La tradición de los análisis de sistemas-mundo problematiza esta concepción ya naturalizada en las ciencias sociales. Lo que de nuevo subyace para la empresa wallersteniana aquí es la búsqueda de una unidad de 23 análisis que permita pensar en una caracterización suficientemente amplia que dé cuenta del carácter general y al mismo tiempo específico del mundo social. En todo caso, esta sección involucra un tratamiento del problema por un lado histórico (lo cual implicaría dar cuenta de la formación de los estados modernos en una red interestatal) y por otra parte teórico. Theda Skocpol defiende por el contrario la escuela estatalautonomista, de modo que ha controvertido con el giro wallersteniano. Un texto que puede servir a los fines de la ampliación de este problema: El estado regresa a primer plano: Estrategias de análisis en la investigación actual (http://www.bibliotecajb.org/Portals/0/docs/Maestrias/Alta_Direccion_Publica/19.%20El% 20Estado%20regresa%20al%20primer%20plano%20%28Skocpol%29.pdf) También su clásico Los Estados y las revoluciones sociales. Un análisis comparativo de Francia, Rusia y China (Skocpol, 1984) Otra perspectiva que se distancia en algunos aspectos de la postura central es la de William I. Robinson Globalization and the sociology of Immanuel Wallerstein: A critical appraisal (http://www.soc.ucsb.edu/faculty/robinson/Assets/pdf/Wallerstein.pdf) El trabajo Fernando Coronil, El Estado mágico. Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela. (Coronil, 2013), especialmente el capítulo La naturaleza de la nación: fetichismo del Estado y nacionalismo. Problematizar el Estado-nación como la unidad de análisis naturalizada en los abordajes de las ciencias sociales tiene implicaciones igualmente políticas e ideológicas, y al mismo tiempo culturales. Las estrategias de transformaciones social más radicales coinciden recurrentemente en tomar las estancias estatales para desde ahí propiciar incluso la revolución como el primer paso para trascender al sistema capitalista. En rigor, se trata entonces en este contexto de legislar la revolución. Las limitaciones de este enfoque están 24 históricamente probadas. Una discusión sobre los estados-modernos debería comenzar por entender su función dentro de los desempeños hasta ahora casi inalterables que esos estados cumplen para la incesante acumulación de capital como parte de la división internacional del trabajo. Desde esta perspectiva no es posible superar con un sistema verdaderamente mundial tomando las instancias de determinado estado, incluso de determinado número de estados. IV. El ámbito de la cultura en un principio se concibió separadamente, pero obviamente guarda relación con el problema estatal. En general se le acusa a los análisis de sistemas mundiales de ser un gran relato, un discurso estructuralista inalterable, indiferente al sentido que producen los agentes sociales para afrontar su propia existencia. Un esquema petrificado al que sólo habría que alimentar completando el esqueleto con argumentos susceptibles de ser eficaces a la gran idea previa. Una vida anticipadamente arreglada por quien se tomó el tiempo de pensar a grandes trazos un universo inconmovible, con todo y la vida de sus criaturas destinadas sencillamente a reproducirlo. El responsable de componer este universo ya no sería Dios, sino el propio Wallerstein. Otros señalamientos apuntan a que los procesos culturales en la obra wallersteniana procedieran de la superestructura, como un reflejo de dinámicas específicamente económicas que devienen entonces en formas culturales concretas. El punto de partida con el cual trabajará esta investigación se origina en las observaciones hechas por Walter Mignolo al concepto wallersteniano de geocultura. Mignolo cuestiona la aplicación del concepto de geo-cultura entendido como un componente básico para pensar las relaciones de poder en la formación jerárquica del moderno sistema mundial. Según Mignolo la formación de esta hegemonía cultural la diseña Wallerstein desde el episodio de la revolución francesa en 1789 hasta su crisis, 25 cuando ocurre la revolución cultural mundial de 1968; la estructura cultural que ata geoculturalmente el sistema-mundo. La polémica se desencadena porque este planteo no incorpora otros imaginarios en la explicación de una formación socio-cultural dominante. La ausencia del siglo XVI, por ejemplo, es considerable. La explicación así desplegada deja por fuera una vasta historia que incluye tanto a una parte de Europa como a una parte del continente americano. Para Mignolo esta tesis es eurocéntrica en el entendido de que traza el recorrido de una cultura europea que en su despliegue mundial devino hegemónica, sin considerar el resultado de la “confrontación” de esa cultura en expansión con otros territorios socio-culturales. El propio Wallerstein ha introducido en sus estudios posteriores lo que podría considerarse como una revalorización del siglo XVI. Inevitablemente esta discusión incluye finalmente la pregunta por la modernidad. Trabajaré de Mignolo La colonialidad a lo largo y a lo ancho: el hemisferio occidental en el horizonte colonial de la modernidad (Mignolo, 2005) Colonialidad global, capitalismo y hegemonía epistémica (Mignolo, 2005). Arturo Escobar. La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo. (Escobar, 2007) Ramón Grosfoguel. El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global (Grosfoguel, 2007). También La descolonización de la economía política y los estudios postcoloniales: transmodernidad, pensamiento fronterizo y colonialidad global. (Grosfoguel, 2007) De Enrique Dussel Europa, modernidad y eurocentrismo. (Dussel, 2005) Aníbal Quijano e Immanuel Wallerstein La americanidad como concepto o América en el moderno sistema mundial (http://www.edena.mindef.gov.ar/docs/modulo4_quijano-wallerstein.pdf) 26 V. Por otro lado, la formación intelectual de Immanuel Wallerstein tuvo una confluencia de autores como Braudel, Fanon, Polanyi, Marx y Freud. Una radiografía del sistema de Wallerstein permite detectar la presencia de preocupaciones, conceptos, opiniones y sensibilidades que a lo largo del tiempo nuestro autor fue reuniendo para su aplicación explicita o para ser parte del conjunto de intuiciones que lo distinguen como científico. En varios de sus trabajos el propio Wallerstein ha explicitado tales influencias. En la entrevista que le concede al historiador Carlos Aguirre Rojas el autor de Universalismo europeo. El discurso del poder refiere: siento que tengo una deuda intelectual muy importante con cuatro personas Carlos Marx, Sigmund Freud, Joseph Schumpeter y Karl Polanyi. (Aguirre, 2004, 153) Más adelante agrega a Frantz Fanon, Fernand Braudel e Ilya Prigogine. El análisis sobre la producción wallersteniana en esta sección se abordará a través de las siguientes preguntas: ¿dónde se inserta concretamente el aporte de cada uno de estos autores al corpus wallersteniano? ¿Hasta dónde Wallerstein amplia, problematiza o critica cada una de estas herencias? Tales son algunas de las interrogantes con las cuales proponemos realizar una radiografía del pensamiento de Immanuel Wallerstein, como cuarto foco de tensiones. El siglo XX reconsiderado. VI. La reconsideración critica del siglo XX es el punto de partida para comprender los desarrollos fundamentales de un periodo especialmente mortífero y sumamente conflictivo. Un estudio que intente registrar cada uno de los acontecimientos importantes del lapso en consideración se puede extraviar en la procura inútil de cuantificar nuestro pasado más inmediato, entre otras cosas porque la aglomeración de los hechos históricos desbordaría cualquier intención comprensiva. Wallerstein procede de otra forma. Es decir, los análisis 27 que surcan el desarrollo del capitalismo histórico sobre este espacio-tiempo específico permiten una valoración de conjunto mediante la cual es más clara la producción de saldos cognitivos. La larga duración (Braudel) como estrategia central permite tener una idea del conjunto de procesos extendidos durante la centuria considerada, detectar las grandes continuidades estructurales, registrar con más distanciamiento las transformaciones operadas, y posiblemente tener una idea más “objetiva” de las posibilidades de desarrollo de determinado proceso a mediano y largo plazo. Más concretamente, a la luz del análisis de sistemas-mundo se despliegan procesos que desde otras perspectivas no se perciben de la misma manera. Este enfoque desafía la historia cimentada persistentemente sobre estudio de los acontecimientos, es decir en los esfuerzos por registrar los diversos emprendimientos de determinados sectores y sus implicaciones, etcétera. En consecuencia, el planteo wallersteniano ¿tiene un buen componente de especulación? ¿Se trata, en últimas, de un notable esfuerzo de imaginación sin ninguna sustentación responsable sobre lo acontecido? ¿Una historia estructural que concentra sus esfuerzos en la larga duración no termina por vaciar de contenidos distintivos a conceptos que son cruciales para el análisis históricopolítico? ¿Esto, en pocas palabras, no implica desarmar al analista en nombre de grandes sistemas filosóficos? Por ejemplo: la sentencia wallersteniana según la cual el desarrollo de las ideologías modernas y el consiguiente posicionamiento de la ideología liberal como la verdaderamente hegemónica, coloca tanto a las ideologías conservadora y radical como avatares del liberalismo. Como ideologías que en posición subordinada se ven impelidas a reproducir las premisas del discurso liberal dominante. ¿No constituye esta formulación una drástica reducción del análisis histórico? Fuera de los esfuerzos puestos en la comprensión 28 de sistemas históricos, ¿tiene cabida pensar la trayectoria de las ideologías de esta forma? Por último, dentro de los grandes trazos que delinea Wallerstein para el siglo XX, ¿dónde se inserta Venezuela? Cabe aquí un aporte a la luz de las consideraciones wallerstenianas para pensar el siglo XX venezolano. Tales son algunas de las inquietudes que constituyen el quinto foco de tensiones. Los autores primordiales que proponemos para este dialogo: Bolívar Echeverría Vuelta de siglo (Bolívar, 2007) De Eric Hobsbawm Historia del siglo XX, (Hobsbawm, 1995) Tony Judt y Tomothy Snyder Pensar el siglo XX, (Judt, 2013) Alain Badiou El siglo, (Badiou, 2005) y El Largo siglo XX. Dinero y poder en los orígenes de nuestra época de Arrighi (Arrighi, 2009) 29 Antecedentes teóricos. El propio Wallerstein rastrea los debates que prepararon el surgimiento de los análisis de sistemas-mundo escenificados durante el período 1945-1970 (Wallerstein, 2005, 25-32). Se mencionan acá brevemente porque en el desarrollo de la investigación se ampliará la explicación sobre estos temas. En primer lugar, el concepto de centro-periferia trabajado por la Comisión Económica Para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL). El punto de tensión del concepto tuvo implicaciones teóricas y políticas: suponía que el comercio internacional no se desarrollaba en términos de una relación entre iguales. Algunas zonas del mundo se habían constituido históricamente como más poderosas (centro) que otras zonas (periferia). La situación así descrita implicaba que las zonas centrales podían concentrar la plusvalía creada en las zonas mundialmente deprimidas para beneficio propio. Esta lógica “relacional” precisamente fue llamada “intercambio desigual”. El sistema capitalista estructuralmente polarizado desde su misma conformación histórica, traía como consecuencia las dificultades que obstaculizaban el desarrollo en las zonas periféricas, lo que implicaba sobre todo para los teóricos de la Dependencia, la necesidad de ensayar políticas de ruptura por parte de los movimientos alternativos en funciones de gobierno en las naciones dependientes, para así conquistar definitivamente el bienestar y el desarrollo social. Este asunto, por cierto, se amplió hacia otros temas que fueron objeto de debates teóricopolíticos. La discusión procedió a interpelar la noción de desarrollo paradigmática en las ciencias sociales, y a uno de los actores político-ideológicos que defendía esa estrategia, los partidos comunistas. La lectura que hacían los comunistas, especialmente en Latinoamérica, tenía relación con estudiar la historia del sistema capitalista en la idea según 30 la cual este sistema debía pensarse naturalmente desde las unidades administrativas llamadas naciones. Estas, según el grado de desarrollo que daban cuenta de estadios, acumulación de fuerzas, estado del desarrollo de la conciencia de clase, grado de independencia económica, etcétera, determinaban a su vez las estrategias para propiciar el cambio social. Para el caso concreto latinoamericano, la región presentaba en su mayor parte un desfase con respecto al capitalismo “desarrollado”, producto del estado de sus fuerzas productivas, que en no pocas ocasiones daban cuenta de la sobrevivencia de formas productivas “feudales”. Lo que estaba en realidad en la base de la discusión, propiciada en su momento por los teóricos de la dependencia, era la disputa por la posibilidad del desarrollo, o de cómo debía superarse en definitiva el subdesarrollo. Los análisis de sistemas-mundo, tomando la idea de los teóricos de la dependencia, parten de la consideración según la cual el desarrollo para las amplias zonas pobres del planeta no es posible, mientras las estrategias de cambio social se planteen en el marco de las unidades administrativas llamadas naciones, constreñidas además por el escenario polarizante del capitalismo histórico y su organización estructural, la división internacional del trabajo. Por consiguiente, el subdesarrollo más que un estadio previo al desarrollo, era la condición histórica para que pueda haber prosperidad en el centro industrializado. Esta conclusión problematizaba la tradicional unidad de análisis con la cual trabajan los científicos sociales: las sociedades nacionales-estatales. El otro debate con amplias implicaciones que precedió el surgimiento de los análisis de sistemas-mundo tenía alguna relación con el descrito arriba. Pero esta vez al interior de la Unión Soviética y de los países europeos del campo socialista, me refiero al concepto del 31 Modo de Producción Asiático. A la hora de pensar el orden de estadios sociales, en términos sobre todo de las formas de producción por el que habían atravesado las sociedades humadas, Marx incorporó una categoría con la cual pretendía agregar “los enormes y burocráticos imperios autocráticos que se desarrollaran a lo largo de la historia en China e India al menos. Se trataba exactamente de las altas civilizaciones”. (Wallerstein, 2005, 27) La incómoda categoría desapareció en tiempos estalinistas, lo que produjo más dificultades a intelectuales soviéticos a la hora de pensar la evolución de las sociedades según las premisas producidas por la ortodoxia marxista. La muerte de Stalin causó la apertura del debate, lo que supuso volver a situar al desarrollo (es decir, a la concepción de la historia concebida a partir de una lógica etapista) en el centro de las discusiones. La problemática llevó a relacionar a diversos intelectuales soviéticos con tradiciones presentes en las ciencias sociales no marxistas del mundo. Paralelamente a este episodio, otros intelectuales, (sobre todo los que trabajaban la historia económica) emprendían otra discusión, pero esta vez relativa al origen del capitalismo mundial. Los autores protagonizaron así una disputa teórica e historiográfica pero con desarrollos políticos, alrededor del libro de Maurice Dobb aparecido en 1946, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. (Dobb, 1971) ¿Cuál era el centro de la controversia? Otro economista, Paul Sweezy, escribió un artículo contrastando la versión de Dobb con su lectura sobre la transición del feudalismo al capitalismo. Lo que se planteaba era la primacía de factores específicamente internos a la hora de describir el origen del capitalismo, o si primaban mejor factores externos, como el comercio exterior, sobre la creación de condiciones para la expansión del capitalismo moderno. En eso consistía la controversia. Lo que subyace era un problema que posteriormente Wallerstein 32 lo traerá como tema fundamental para impensar las ciencias sociales, me refiero a la unidad de análisis requerida para dar cuenta de los procesos sociales fundamentales. La última polémica que alimentó la conformación de los análisis de sistemas-mundo fue la ruptura epistemológica que trajo el grupo de Annales a los estudios de la historia. La contribución que aportó Annales es importante entre otras cosas porque propugnaba una historia total, en contra de los rigores disciplinares que concentraban sus explicaciones frecuentemente es una epistemología idiográfica, donde el mandato a los historiadores se limitaba a explicar lo que realmente sucedió a través de acontecimientos traducidos como relevantes desde una óptica político-contemporánea pocas veces explicitada. La proposición estructural problematizaba una historia política que concentraba sus elaboraciones en las acciones de determinados hombres situados en muchos casos en la dirección de algún estado. Quedaban fuera de las preocupaciones intelectuales amplias zonas de la realidad acaso más fundamentales y permanentes que las acciones y las decisiones de una porción de sectores socialmente integrados. Entonces la perspectiva aportada por annales privilegiaba como forma de explicación la utilización de conceptos de función más centrales que las elaboraciones fundadas en la emergencia por explicar determinadas acciones de privilegiados actores. Ahora la acción de los sujetos sociales se desarrollaría en un escenario estructural que aunque es históricamente transitorio resulta en cualquier caso determinante. Especialmente la figura que tomaron los intereses de Wallerstein para impensar el capitalismo histórico fue Fernand Braudel, y su proposición de reestructurar el tratamiento del tiempo (Braudel, 1970) Aquí nos detendremos porque la preocupación por el tiempo, en conjunto con la discusión en torno a la unidad de análisis, es central para replantear las 33 estrategias institucionalizadas sobre las cuales se ha establecido la división del trabajo intelectual en las ciencias sociales. Pensar la realidad social desde la larga duración trabajada por Braudel tiene al menos tres implicaciones que quisiera explicitar brevemente. La primera es acaso obvia pero determinante. El análisis de larga duración contempla la incorporación en una reflexión temporalmente muy amplia, capaz de involucrar la preocupación por el papel decisivo que juegan las estructuras consideradas históricamente en el moldeamiento de la arquitectura funcional de la vida social. Este punto de vista declara que son las zonas de una realidad profunda, que sin embargo permanecen ocultas y aparentemente inmóviles a la mirada corriente, las que escogeremos como ámbitos de reflexión para intentar conquistar el objetivo de una comprensión cabal del conjunto de la experiencia humana. Desde la racionalidad braudeliana, el análisis sobre una “masa de hechos menudos” terminaría por agregar confusión en el proceso del conocimiento. Puestos a analizar el mundo desde la naturaleza contingente de los acontecimientos, el científico social puede extraviarse en un mar de eventos aparentemente azarosos. Si bien el modelo wallersteniano apuesta con fuerza a una crítica en contra de una epistemología orientada al estudio de particularidades que el científico encuentra relevantes, tampoco sus inclinaciones teóricas lo fuerzan a optar por la otra alternativa de la antinomia: me refiero a las tradiciones nomotéticas. La búsqueda de regularidades y leyes eternas, está reñido con la intensión por comprender el funcionamiento si bien sistémico pero desde una perspectiva temporal que ofrece la certeza de estar analizando un sistema que es histórico, es decir, definitivamente transitorio. 34 La otra implicación viene relacionada con la primera. Si el análisis presente tiene el cometido de pensar a través del tiempo la estructuración de un mundo específico como lo es el capitalismo histórico, entonces estamos insertos en coordenadas de pensamiento más globales. La contemplación crítica desde este enfoque se despliega más allá, no sólo de puntuales consideraciones que se atienen al ámbito de los espacios estatales-nacionales, sino de igual manera, y esta es la tercera implicación, desatienden las regiones del saber organizadas específicamente como disciplinas de las ciencias sociales especializadas en un campo previamente separado. La empresa wallersteniana es clara a este respecto, entre otras cosas porque en conjunto con la historizacion del moderno sistema mundial, igualmente ha examinado la evolución de las ciencias sociales, sobre todo en la división del trabajo intelectual. Sabemos de donde provienen todas estas divisiones de los objetos estudio. Derivan intelectualmente de la ideología liberal dominante en el siglo XIX, la cual sostenía que estado y mercado, política y economía eran dominios analíticamente delimitados y en gran medida autónomos, dominios con sus reglas (lógicas) particulares. […] Conocemos los orígenes históricos de los campos de estudio. Conocemos sus trayectorias intelectuales, complejas y diversas, en especial desde 1945. Y sabemos por qué han tropezado con dificultades de demarcación. Con la evolución del mundo real se desdibujó la línea de contacto entre lo “primitivo” y lo “civilizado”, lo “político” y lo “económico”. La invasión de dominios ajenos se convirtió en práctica habitual. […] La cuestión que ahora se nos plantea es si existen criterios para afirmar de forma relativamente clara y sostenible que hay límites entre esas cuatro supuestas disciplinas: antropología, economía, ciencia 35 política y sociología. El análisis de los sistemas mundo responde con un “no” inequívoco a esta pregunta. (Wallerstein, 2010, 402) El punto de partida de esta crítica se encuentra en los orígenes epistemológicos de las ciencias sociales. Mientras una parte de las disciplinas adoptaron tradiciones idiográficas cercanas a las estrategias propias de las humanidades para encarar la investigación y la producción de conocimientos, otras se decantaron por reproducir pautas especificas nomotéticas legadas por las ciencias de la naturaleza. Lo que involucró el establecimiento de tensiones a lo interno de las ciencias sociales que han caracterizado su desarrollo histórico. Lo que se impondría, según Wallerstein, es superar la antinomia fundamental así como sus implicaciones teóricas bajo la convicción científica de que ha sido un falso debate mantenido por mucho tiempo. Este principio de explicación ha sido para la racionalidad wallersteniana consistente a lo largo del tiempo. En el volumen IV del Moderno Sistema Mundial, publicado recientemente introduce la afirmación en el prefacio. Acá no se trata de limitarse a denunciar el desvío, sino de proponer con seguridad un tránsito alternativo: Todo el libro es, simultáneamente, histórico/diacrónico y estructural/analítico/teórico. Esto está de acuerdo con mi premisa epistemológica de que la muy presumida distinción entre las epistemologías idiográficas y nomotéticas esta pasada de moda, es espuria y nociva para un análisis sólido. (Wallerstein, 2014, 11) Otro acontecimiento antecedente no tanto en el campo teórico, pero que tuvo consecuencias decisivas proyectadas hacia el saber sistemático fueron las revoluciones culturales ocurridas en varias zonas del mundo a finales de los años sesenta y principios de los setentas. Wallerstein se ha referido a estos acontecimientos en varias oportunidades (Wallerstein, 1991). Y seria parte de la investigación propiamente tal disertar sobre sus implicaciones 36 para las ciencias sociales y para el giro wallersteniano. Lo que agregaremos por el momento es que aquellas jornadas en parte protagonizadas en los propios campos universitarios, expresaban la inquietud sobre los fines del conocimiento científico, y entrañaban una crítica cardinal hacia la Vieja Izquierda y su probada incapacidad para cambiar el mundo. Lo que determinó para Wallerstein un replanteamiento crítico con algunos de los supuestos teóricos e históricos sobre los cuales se sustenta la propuesta marxista. Algunos de sus artículos los ha dedicado a disertar sobre este asunto. Uno de los más acabados es Marx y el subdesarrollo (Wallerstein, 2003) El análisis de sistemasmundo ha dialogado con distintos autores que a través de la implementación de las bases fundamentales del enfoque inaugurado por Wallerstein han hecho aportaciones importantes. Tales aportaciones y las polémicas específicas que han mantenido con la empresa wallersteniana se mencionan en la sección Objetivos específicos del presente proyecto. 37 Justificación y pertinencia social. En uno de los ataques más incisivos el gran historiador español Josep Fontana hace varios señalamientos arrojados en contra del análisis de sistemas-mundo. En primer lugar ubica el planteo como parte de las tendencias estructuralistas que inició Althusser (una cobertura marxista aparentemente respetable), caracterizada por una combinatoria de conceptos abstractos [a partir de los cuales] se pueden resolver en el plano” teórico” todos los problemas. (Fontana, 1999, 227). Más adelante agrega con alguna dosis de desdén, sin pretender ocuparse demasiado del tema, que perspectivas como el estructuralismo wallersteniano son útiles como guía bibliográfica (Fontana, 1999, 229). Esto último seguramente por el amplio manejo de fuentes de segunda mano con las cuales el autor sustenta sus afirmaciones, si bien sobre todo en los cuatro tomos del Moderno Sistema Mundial. En un libro más reciente Tony Judt refiriéndose a la imposibilidad de la existencia de una suerte de “intelectual global”, desdeña “los postulados enormemente generales” de Wallerstein cuyos esquemas reciclados en la mayoría de las ocasiones se convierten en meras banalidades (Judt, 2012, 286) ¿Porque tanta aspereza? Creo que el centro del malestar se puede explicar. Los historiadores idiográficos y otros estudiosos sociales colocan sus esfuerzos de comprensión en develar las infinitas formas a través de las cuales la realidad se presenta al “observador”. Es decir, aquí lo verdaderamente importante serían las variadas acciones que los agentes sociales hacen todos los días para realizar su propia historia. En este sentido, la utilización de enfoques que construyan narrativas maestras para tratar de comprender, por ejemplo, el funcionamiento del mundo a partir de explicaciones estructurales, debe verse como una salida necesariamente en falso. Son muchas las 38 implicaciones teóricas y epistemológicas que tiene este debate a lo interno de las ciencias sociales, en esta primera presentación no abundaremos más allá. Solo diremos que este problema es transversal a los cinco focos de tensiones explicados arriba. De alguna manera lo que trata de probar la aplicación de los análisis de sistemasmundo es que, en primer lugar, ciertamente la realidad es un producto histórico sujeto al marco estructural de un funcionamiento que puede advertirse, a cierto orden oculto al sentido común. El hallazgo de esta situación supone igualmente el hallazgo de un orden específico en contra del cual los agentes sociales han tenido diversas formas de resistirse, pero al mismo tiempo diversas formas de reproducirlo. Un orden concreto que llamamos capitalismo histórico. Esta realidad cognoscible no es sin embargo enteramente translúcida a los actores profanos. No se trata de la defensa de un orden natural de las cosas, cuyas regularidades propias de la naturaleza se desplazan igualmente hacia las sociedades, en la tradición de los enfoques positivistas a la hora de dar cuenta de un orden transhistorico de uniformidades. Las estructuras que gobiernan los sistemas sociales son el resultado de la relación humana entre sí y con la naturaleza en el transcurso de un tiempo-espacio. En consecuencia, más que la agencia humana, en nuestro caso el análisis privilegia en un primer momento las estructuras ligadas siempre a un sistema social específico. Este escenario considera las acciones humanas, pero bajo la certeza de que esas acciones tienen límites. Una segunda consideración que proviene del anterior comentario. Para mí lo fundamental en la defensa provisional de la reflexión histórica propiciada por la empresa wallersteniana, es que trata de responder a problemas relacionados con la preocupación por el cambio social, planteamientos que fuera de este enfoque no es posible abordar en rigor. El orden específico al que aludimos líneas arriba involucra en este caso la existencia de un 39 sistema histórico, el moderno sistema mundial. Una de las implicaciones que conlleva el presente enfoque es aquel según el cual dentro de la presente totalidad histórica debe comprenderse el trabajo científico. Conviene aquí introducir las palabras de Bourdieu sobre el campo científico como un ámbito inevitablemente contaminado de mundo: El universo puro de la ciencia más pura es un dominio social como cualquier otro, con sus relaciones de poder y sus monopolios, sus luchas y sus estrategias, sus intereses y ventajas, pero un dominio en el que esas constantes adoptan formas bastante específicas. (Bourdieu, 2011, 75-76) Esto supone (entre otras implicaciones que podrían derivarse de la cita) que el criterio de verdad que alcanzaría a establecerse, en conjunto con los enunciados teóricos y empíricos que los respaldan, son de igual modo necesariamente históricos. Es decir, su pertinencia es producto de unas teorías que han determinado qué es en definitiva lo científicamente relevante, en los términos planteados por Hubner. (Hubner, 198, 128) Por consiguiente, la justificación misma para que exista ciencia, y especialmente ciencias sociales, es el estudio de la realidad social a partir de estas dos premisas. Aquí reside la justificación general y la pertinencia de este trabajo. Entiendo que algunas de las explicaciones con tendencia a identificarse con tradiciones funcionalistas sirven con frecuencia a quienes están más interesados en preservar ese orden que en imaginarse la arriesgada opción del cambio social. La diferencia crucial entre esas tradiciones intelectuales que tienden a reificar lo social y la propuesta de Wallerstein es que en últimas el análisis de sistemas-mundo no trata de dar cuenta del enigma de un presente eterno. Es decir, en este caso el capitalismo histórico no solamente se puede historizar, identificar la gestación de determinadas estructuras, actores e instituciones, comprender la naturaleza de sus ciclos de expansión y decrecimiento, etcétera, sino que trata igualmente 40 de ofrecer algunas principios para tratar de encarar científicamente una necesariamente caótica transición sistémica. Del momento a partir del cual las estructuras comienzan a disiparse, y en consecuencia se abre una diversidad antes desconocida de posibilidades humanas que irán fraguando un específico tiempo-espacio, dentro del cual podrá advertirse otro sistema mundial cuyas coordenadas fundamentales son inciertas. Bibliografía Aguirre, Carlos Antonio (2004) Immanuel Wallerstein. Critica del sistema-mundo capitalista. Estudio y entrevista. Era. Chile. Amín, Samir (2003) Más allá del capitalismo senil. El viejo topo, Madrid. Amín, Samir (2012) El capitalismo contemporáneo. El viejo topo, Madrid. Amín, Samir. 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