FAMILIA, DESARROLLO PSICOLÓGICO HUMANO Y CULTURA Introducción En este trabajo se van a analizar las relaciones entre los procesos de interacción intrafamiliar y el desarrollo psicológico humano. Este análisis alcanza su sentido en la medida en que, de forma recurrente, la influencia de la familia es invocada para explicar diversos comportamientos de las personas; sobre todo aquellos comportamientos considerados perjudiciales para el propio sujeto y para su entorno social. Se entiende que un niño que no se relaciona socialmente, que fracasa en su rendimiento escolar, o que es agresivo con sus compañeros, está siendo mal educado en su entorno familiar; por ello, la familia es considerada como un ámbito de intervención para la prevención de diversos problemas. La idea de la influencia de la familia puede ser considerada como parte del conjunto de creencias que se denomina psicología popular (Bruner 1991), que forma parte del patrimonio de muchas culturas. En este contexto, se puede entender como los problemas de disciplina que plantean los adolescentes en la educación secundaria, son interpretados como consecuencia lógica de una educación familiar deficitaria que ha fracasado en su misión de que los adolescentes sean capaces de autoimponerse límites. Sin embargo, el modelo de la influencia de la familia en el desarrollo psicológico está siendo revisado y sometido a debate en los ámbitos científico y académico; en este trabajo se analizarán las principales claves de ese debate. 1. Los presupuestos antropológicos E. Freijo (1976) definía al sapiens-sapiens como una criatura inmadura que exige el contacto social para su pleno desarrollo, el ser humano es el ser de la familiarización, entendida como la relación constante y significativa con un grupo estable de congéneres que facilitan la supervivencia y la adaptación. La incorporación estable del padre al grupo familiar -rasgo peculiar de nuestra especie- está justificada por la especiales exigencias de nurtura de unas crías altriciales; la antropóloga H. Fisher (1994) considera este hecho como un rasgo producto de la evolución cultural. Si bien se puede afirmar la transculturalidad o universalidad de la existencia del grupo familiar en la organización social del ser humano (Harris 1990), no se puede hacer lo mismo en lo que se refiere a su estructura y función en los distintos contextos culturales: la existencia de la monogamia, la poligamia, así como las nuevas estructuras familiares –monoparentales, reconstruidas, adoptivas, etc.– son muestra de la variabilidad del grupo familiar, que es extraordinariamente sensible a las variables de su contexto sociocultural y ecológico. Desde el punto de vista antropológico, el hecho básico que provee el sustrato para entender la influencia del contexto familiar en el desarrollo psicológico, viene constituido por la interacción entre una criatura biológicamente inmadura, susceptible de ser educada (Bruner 1972) y un medio físico y social que estimula el proceso de desarrollo. El debate se encuentra en la manera de analizar las formas de esa influencia, en las vías a través de las cuales se produce y en la manera de investigar sobre ellas. 2. Modelos de influencia de la familia La especial influencia del contexto familiar en el proceso del desarrollo psicológico humano se debe a que la interacción que se produce dentro del sistema familiar es, habitualmente, continua a lo largo del tiempo, continuidad contextual, y significativa emocionalmente para la persona en desarrollo, significatividad afectivo-personal (Arranz y Olabarrieta 1998). Un sólido grupo de investigaciones apoya el hecho del impacto significativo de la interacción familiar en el proceso de desarrollo psicológico; desde la problemática evolutiva descrita por S. Freud (1973) a través del mito de Edipo, pasando por las implicaciones evolutivas de las vinculaciones afectivas precoces evidenciadas por la teoría del apego (Bowlby 1969) y por los estudios sobre los estilos interactivos familiares que arrancan de los trabajos pioneros de Baumrind (1965, 1967, 1971). Una actualización reciente de este campo de conocimiento se puede encontrar en el texto Familia y desarrollo humano, editado por Rodrigo y Palacios (1998). Tradicionalmente, la influencia del contexto familiar se conceptuaba siguiendo un modelo unidireccional de padres a hijos; se entendía que determinados valores, rasgos de personalidad, actitudes, etc. de los padres influirían de manera directa sobre los valores, personalidad y actitudes de los hijos e hijas. En la actualidad, el modelo unidireccional ha sido sustituido por un modelo más complejo que se puede definir como interactivo, sistémico, ecológico, dialéctico y educativo (Arranz, Olabarrieta, Yenes y Martín, 2002). En este marco, las interacciones intrafamiliares son bidireccionales y circulares y están influidas por variables externas al grupo familiar. En el modelo propuesto por Cole (1999) se afirma que la interacción familiar ocurre dentro de los nichos evolutivos (Super y Harkness 1986), definidos por Rodrigo y Palacios (1998) como el conjunto de escenarios, prácticas y creencias que en cada cultura existen en torno a los niños, su crianza y educación. El concepto de prolepsis, acuñado por Cole (1999),ahonda en la idea de la proyección de valores y expectativas de futuro que los niños reciben, en función de sus características físicas o temperamentales, como reflejo de su entorno cultural; por ej., cuando se afirma de un niño con apariencia de fortaleza: “este niño será un gran deportista”, o “será un gran cazador” ,dependiendo de la importancia que en cada cultura se dé a esas actividades. Pero la interacción intrafamiliar no es sólo construida por los padres, con sus valores, creencias, actitudes, etc.; sino que, como afirma Palacios (1999), es coconstruida por padres e hijos. Entre ellos generan unas interacciones peculiares que están afectadas por los diversos bagajes individuales que cada uno aporta a la interacción, como la personalidad, el temperamento, etc.. Estas interacciones microsistémicas (en la familia, en la escuela, con los iguales) se hallan igualmente influidas por variables macrosistémicas (valores culturales), exosistémicas (familia extensa, mundo laboral, vecinal) y mesosistémicas (relaciones entre microsistemas, ej.: el familiar y el de los iguales) (Bronfrenbrenner 1979). La interiorización de las interacciones continuas y significativas, que conforman la historia biográfica interactiva intrafamiliar, constituye la clave para entender la influencia del contexto familiar en el desarrollo psicológico y, también, para entender las diferencias individuales, las cuales se consideran producto de los microambientes interactivos familiares peculiares de cada miembro de un grupo familiar. El trasfondo teórico de este modelo lo constituye la teoría HistóricoCultural del psicólogo ruso Lev Seminovitch Vigotsky (1879-1934); la aplicación de los principios del materialismo dialéctico a la psicología permite a Vigotsky formular la ley de doble origen de los procesos psicológicos superiores, según la cual el sujeto humano se individualiza a través de la interiorización de las interacciones sociales que acontecen a lo largo de su vida. Como complemento de este trasfondo teórico se debe mencionar el concepto de ambientes no compartidos, formulado por la orientación de la genética de la conducta (Plomin, Manke y Pike, 1996). Según este enfoque dentro de la interacción familiar se deben considerar aspectos del ambiente compartidos por todos los miembros de un grupo familiar, los cuales pueden ser genéticos e interactivos, y aspectos no compartidos, también genéticos e interactivos, que no son compartidos y que son específicos de cada miembro; estos últimos explicarían las diferencias que se encuentran entre los hermanos de una misma familia (Hetherrington, Reiss y Plomin 1994). Alfred Adler (1927) ya apuntó que vivir en la misma familia no significaba necesariamente vivir las mismas experiencias ni recibir las mismas influencias; sus aportaciones sobre las diferencias entre los hermanos , basadas en el orden de nacimiento, son una muestra de esos microambientes que marcan el desarrollo de cada persona en el grupo familiar. El último marco teórico que permite integrar todos los conceptos expuestos anteriormente es la Teoría General de Sistemas (Bertalanffy, 1968 ), aplicada al sistema familiar (Minuchin, 1976; Cusinato, 1994). Desde esta óptica, la familia es un sistema, constituido por subsistemas –parental y fraterno-, y en relación con los otros sistemas cultural, económico y social. Las relaciones dentro de cada subsistema (intrasubsistema), entre los subsistemas (intersubsistema) y entre el sistema familiar y otros sistemas (intersistemas), son de carácter bidireccional y se rigen por un principio de autorregulación en función del intercambio de información. 3. Implicaciones metodológicas La adopción de este nuevo modelo para la comprensión de la influencia del contexto familiar en el desarrollo psicológico, tiene implicaciones metodológicas debido a que es un modelo de múltiples influencias e interinfluencias entre sistemas interactivos; este hecho no es compatible con la utilización de diseños de investigación de tipo causal, que no aprehendan la complejidad bidireccional de las interacciones familiares y su relación con otros sistemas interactivos. Además, el enfoque ecológico y sistémico supone que entre las variables de investigación, sean incluidas variables extrafamiliares, como el nivel socio-económico, valores culturales dominantes, etc. En lo que se refiere al modo en el que acontece la influencia del contexto familiar, parece claro que -frente a los planteamientos unidireccionales, que identificaban a la imitación, a la identificación afectiva y al refuerzo de conductas como ejecutores de la influencia– se debe conceptuar esa influencia como un proceso de interiorización de interacciones continuas, significativas y co-construidas entre padres e hijos; lo cual no significa que los procesos anteriormente mencionados no formen parte del proceso de interiorización. Un ejemplo puede concluir la descripción del modelo expuesto anteriormente; la interacción familiar de una niña primogénita va a estar influida por la importancia que en su entorno cultural se conceda a la primogenitura , a efectos de herencia etc. (macrosistema), también por la situación económica de sus padres (exosistema) y por el interés que se tenga en su familia en la relación con su escuela (mesosistema). En las interacciones dentro su entorno familiar directo (microsistema) pueden influir factores como la diferencia de edad con el hermano que le sigue, que en el caso de ser amplia facilitará la delegación, por parte de los padres, de autoridad y de responsabilidad hacia su hermano. Una situación económica precaria de la familia puede afectar negativamente a la calidad de la interacción entre los padres (intrasubsistema) y, a su vez, a la calidad de la interacción de aquellos con sus hijos (intersubsistemas), repercutiendo en la calidad de la interacción entre los hermanos (intrasubsistema), reiniciando así la circularidad y las autorregulaciones sistémicas. 4. El debate La unanimidad en la comunidad científica sobre la decisiva influencia del contexto familiar en el devenir psicológico de los seres humanos, ha sido puesta en tela de juicio, por los trabajos de Harris (1995, 1999). Esta autora afirma que la interacción con el grupo de iguales tiene mucho más impacto que la interacción familiar; esta afirmación se apoya preferentemente en una revisión crítica de la investigación actual sobre el tema, pero no ofrece datos empíricos de investigación a favor de su hipótesis. Desde la orientación de la genética de la conducta (Howe, 1994) la influencia del contexto familiar ha sido igualmente criticada, en este caso se concede una mayor influencia a los factores genéticos como determinantes del desarrollo psicológico; Howe (1994) asevera que no existe un gen para aprender solo de los padres y Scarr (1992) se felicita de que la evolución no ha dejado a la especie a merced de las suaves variaciones de la crianza para asegurar así la necesaria variabilidad genética necesaria para la supervivencia de la especie. En el fondo, se vuelve a identificar el antiguo debate herencia–medio, que reaparece de forma cíclica en la ciencia psicológica. El posicionamiento en este debate tiene un doble interés. Por una parte, en su dimensión aplicada porque, es obvio que, si se pudiera demostrar la no influencia significativa del contexto familiar, resultaría absurdo elaborar políticas de intervención en ese contexto para mejorar el desarrollo psicológico humano. Por otra parte, el contraste de opiniones puede matizar algunas afirmaciones y alumbrar algunas conclusiones e implicaciones de tipo teórico y metodológico. A partir de ahora, se analizarán más detalladamente las posturas de Harris y de Howe. En el marco de una psicología evolutiva contextual actualmente vigente, que tiene un marcado carácter sistémico (Hinde y Hinde 1979) y ecológico (Brofrenbrenner 1979) y, por lo tanto, intersistémico, no parece claro pretender sustituir la influencia de un contexto interactivo por la influencia de otro, tal y como pretende Harris (1995, 1999) con su teoría de la socialización grupal. Resulta más prudente pensar que ambos contextos, el familiar y el del grupo de iguales, influyan en el desarrollo psicológico e, incluso, que existan relaciones bidireccionales de influencia entre ellos. En este sentido Dunn (1992) apunta cómo unas relaciones positivas con los iguales pueden compensar unas deficientes relaciones con el grupo de hermanos. Otros trabajos de orientación intersistémica han puesto de manifiesto la relación existente entre los altos niveles de calidad de la interacción intrafamiliar con la aceptación positiva del niño por su grupo de iguales y, también, con el elevado desarrollo de competencias socio-emocionales mostradas en ese mismo grupo (Hengeller, Edwards, Cohen y Summerville 1991, Denham, Cook y Zoller 1992). Diversos trabajos de investigación apoyan más la idea de la coherencia entre el grupo familiar y el grupo de iguales en los que se refiere a la calidad de las interacciones que se producen en los mismos (Seginer 1998, Oliva y Arranz 2002). Como conclusión provisional, después del análisis de la teoría de la socialización grupal, se puede adelantar la idea de que los datos de investigación disponibles no permiten afirmar la existencia de una mayor influencia del grupo de iguales frente al grupo familiar en el proceso de socialización humano sino, en todo caso, una estrecha interdependencia intersistémica entre ambos. En lo que se refiere a las críticas acerca de la influencia del contexto familiar formuladas por la Genética de la conducta, representadas por la obra de Howe (1994), se puede señalar que, en cierto modo, la idea de la especial influencia de la familia ha sido esperpentizada para hacerla más vulnerable a las consiguientes críticas. Como botón de muestra de esta perspectiva, se puede recordar la afirmación de Howe (1994) que resume la postura de los científicos sociales como si estos afirmaran la existencia de un gen para aprender solo de los padres, como dominante en la especie humana sobre un gen para aprender de múltiples fuentes. Howe (1994) considera que las típicas explicaciones ambientalistas de las patologías sociales –como la clase social, estilos de crianza y otras– adquieren su poder explicativo de la variación genética que subyace a comportamentales en las sociedades industrializadas las variaciones modernas. Igualmente asevera que, si se quiere entender el mantenimiento de rasgos, se debe profundizar en el conocimiento de las fuentes de la variabilidad genética. Desde esta óptica, aquellos niños agresivos con sus compañeros, o extremadamente ansiosos, estarían expresando la variabilidad genética y los intentos educativos parentales para corregir esos comportamientos serían baldíos. Las críticas de la genética de la conducta, se completan con la identificación de los sesgos en la elección de variables de investigación y con las deficiencias metodológicas de los diseños utilizados por los científicos sociales. Una vez analizada las dos perspectivas críticas con la posición que defiende la especial influencia del contexto familiar, cabe preguntarse qué veracidad tienen el gran volumen de estudios que han evidenciado las ventajas del estilo democrático (Palacios 1999) en la crianza infantil, igualmente los estudios que han mostrado los efectos nocivos en el desarrollo infantil de la exposición de los niños al conflicto marital y al divorcio (Shaeffer 1993, Varios, 1996 ). Se puede decir que el tópico cultural y científico de la influencia de la crianza familiar en el desarrollo psicológico, está siendo puesto en entredicho por las respectivas reivindicaciones de primacía de quienes defienden la influencia del grupo de iguales y de las variables genéticas. 5. Una propuesta Se puede pensar que las discrepancias mencionadas en el apartado anterior, sean una muestra de la extraordinaria complejidad del objeto de estudio de la ciencia psicológica: el comportamiento humano. Existen tres cuestiones claves para reflexionar acerca del problema planteado. La primera de ellas, se refiere al hecho de plantear la influencia de cada fuente en términos cuantitativos y de primacía excluyente; ¿por qué no pueden influir conjuntamente todas las fuentes señaladas?. Asumir la complejidad del objeto de estudio de la psicología supondrá desarrollar recursos teóricos y metodológicos para aprehender una posible multiinfluencia y multicausalidad. La influencia genética no puede ser menospreciada porque, de hecho, influye en las mismas interacciones sociales y en las prolepsis culturales; por ejemplo el sexo de un niño condiciona un buen número de sus interacciones sociales: en nuestra sociedad es todavía improbable, aunque no imposible, que se diga de un bebe “este niño será un gran bailarín” o “esta niña será una gran futbolista”. Los estereotipos de género se van difuminando pero el género masculino o femenino sigue mediatizando muchas interacciones socio-culturales. Igualmente, el temperamento de un bebé –bien tranquilo, bien hiperactivo o irritable– mediatiza el tipo de interacciones familiares y extrafamiliares que va a tener a lo largo de su vida. El tipo de temperamento de la madre y del padre, los comportamientos de los compañeros en la guardería también matizarán las interacciones sociales de cada niño. Se podría llegar a la propuesta de que las interacciones sociales que el ser humano interioriza a lo largo de su biografía, están influidas por factores familiares, por factores genéticos y por factores sociales. La segunda cuestión clave, mencionada anteriormente, se refiere a la manera de evaluar la influencia de la familia o de otro contexto interactivo. Es un grave error considerar, por ejemplo, que los padres sólo influyen en el desarrollo de valores de sus hijos cuando estos reproducen los valores de aquellos. Se debe pensar que, además de la influencia directa, los padres pueden influir de manera reactiva, es decir, facilitando con sus comportamientos actitudes el desarrollo de valores contrarios a los que proponen. A la hora de analizar el desarrollo psicológico infantil, no se puede obviar la existencia de un principio de actividad en el propio sujeto que hace que no sea simplemente un organismo que responde a las influencias del medio, sino que sea un elemento activo en la construcción de su personalidad. Por ejemplo, el exceso de ansiedad de los padres respecto al consumo de drogas, puede inducir al adolescente, al menos, a probarlas por primera vez. La tercera cuestión para el análisis, viene constituida por lo que Kagan (1998) ha denominado pasión por la generalización. Según este autor la tendencia a la generalización estará probablemente arraigada en la estructura biológica de nuestra mente; parece ser, como ya señaló Einstein (1980), que el ser humano necesita una representación de la realidad relativamente predecible para reducir su incertidumbre ante el futuro. Kagan (1998) recoge en su análisis la existencia de lo que los psicólogos sociales llaman una lógica asimétrica, que consiste en atribuir a los otros una estabilidad de rasgos en distintos contextos -por ejemplo un comportamiento agresivo- y justificar el propio comportamiento agresivo como producto de especiales circunstancias contextuales. La pasión por la generalización ha sido calificada por Kagan (1994), como una idea seductora. Pero la psicología ha ido cambiando –superando un cierto complejo positivista- y sabiendo que no debe tener problemas de estatus científico por no cumplir estrictamente los requisitos de describir, explicar y predecir, sobre todo este último. En el ámbito de la psicología del desarrollo, el modelo dominante hoy en día es el modelo contextual dialéctico. Este modelo permite integrar las influencias de muchas fuentes, relacionadas entre ellas, a la hora de explicar el complejo proceso del desarrollo psicológico humano. Matizada la influencia de los estadios en el desarrollo, se concibe el mismo como multidireccional y abierto a la influencia de las interacciones sociales –condicionadas por factores genéticos, familiares, sociales- que a cada persona le toca vivir. ¿Qué le queda entonces a la familia?. A la familia le queda proveer las condiciones básicas para un sano desarrollo psicológico, le queda responder intensamente a las necesidades bio-socio-psicológicas del la inmadura criatura humana y le queda , sobre todo, aportar la seguridad necesaria para la exploración del medio exterior por parte de sus miembros y actuar así como crisol aglutinador de las múltiples influencias intersistémicas. La ciencia psicológica tiene ante sí el reto de integrar los valiosos estudios que demuestran la influencia de los distintos contextos interactivos y el reto de desarrollar recursos teóricos y metodológicos para el progreso de la investigación. 6. Familia y Cultura Partiendo de los planteamientos anteriores, la familia es considerada como un sistema con vida propia que establece unas relaciones bidireccionales con otros sistemas, como el económico, cultural, social y ecológico. Su función fundamental consiste en proveer las condiciones idóneas para el despliegue evolutivo y personal de cada uno de sus miembros, tanto jóvenes como adultos; para estos últimos la experiencia de la maternidad y de la paternidad también es un acontecimiento significativo desde el punto de vista de su desarrollo psicológico personal (Serra, Gómez, Perez-Blasco y Zacarés 1998, Hidalgo 1998). La perspectiva intersistémica permite analizar cómo la influencia de los sistemas externos puede facilitar o dificultar el cumplimiento, por parte de la familia, de su misión de apoyo primario para el desarrollo psicológico humano. Es obvio que, por ejemplo, el paro se convierte en un factor estresante que acaba influyendo, en muchos casos, en la calidad de las relaciones familiares. Las relaciones entre el sistema socioeconómico y la estructura de la familia han sido puestas de manifiesto por los antropólogos culturales; así, M. Harris (1990) analiza, desde su materialismo cultural, las relaciones entre los hábitos de producción y de reproducción en las sociedades preindustriales. En estas sociedades se regulan los nacimientos en función de las necesidades de la familia como unidad productiva; esta regulación se lleva a cabo por medio de procedimientos indirectos, tales como la prolongación de la amenorrea por lactancia, el trato dispensado al feto y a la madre embarazada, el infanticidio indirecto, etc. El caso extremo referido por Harris (1990) es el de las madres que viven en las favelas brasileñas, que se ven en la tesitura de elegir a cual de sus hijos van a dedicar los pocos recursos de los que dispone para la supervivencia. Pero el sistema socio-económico, no sólo afecta a las condiciones materiales de vida en las que se desenvuelve una familia, sino que también afecta a los propios estilos de crianza. Una muestra de ello se encuentra en le clásico trabajo de los Whitting (1975), mencionado en el texto de Berns (1997); en las que ellos definieron como sociedades simples (Kenya, Filipinas y México), que tenían economías basadas en una agricultura de subsistencia, los roles de los hombres y las mujeres estaban claramente definidos y el valor más enfatizado era la cooperación, como medio para lograr la supervivencia. En las sociedades complejas (Okinawa, India y Estados Unidos de América), que tenían economías basadas en la especialización ocupacional, existía un sistema de clases y un gobierno centralizado; el valor más enfatizado era el de la competitividad. Por su parte, Harkness y Super (1995), en su trabajo Cultura y Crianza, incluido en el Handbook of Parenting de Bornstein (1995), confirman la influencia del sistema socioeconómico en las prácticas de crianza añadiendo un nuevo matiz; afirman que la socialización favorecedora de la sumisión será típica de los grupos económicamente pobres, donde existe una gran incertidumbre acerca de la capacidad de la familia para acumular los bienes necesarios. Mientras que, en los grupos económicamente privilegiados, se pondrá más énfasis en el desarrollo de la independencia y de la asunción de riesgo. Las teorías que los padres tienen acerca de la crianza y el desarrollo infantil, reflejo de valores culturales, se están manifestando también como una fuente importante de influencia sobre las pautas de crianza (Palacios, Hidalgo y Moreno 1998, Super Harkness (1996). Uno de los precedentes más ricos de la actual perspectiva de las teorías implícitas, se encuentra en el texto de E. Eriksson (1980) titulado Infancia y Sociedad; el psicoanalista americano describe en el mismo los intentos de colonización y culturalización llevados a cabo por el gobierno americano con los Sioux, cazadores de la pradera, y los Yurok, pescadores de salmón. Eriksson (1961) interpreta que el choque de culturas supone una crisis de los valores de los indios y que ello permite observar de manera explícita el sentido de sus pautas de crianza; parafraseando a Freud, afirma que la estructura de un cristal solo se ve cuando se rompe. En este marco se entiende que las madres Sioux se negaran a alumbrar a sus hijos en los hospitales de los blancos, los cuales garantizaban su seguridad y la del bebé si ocurría algún problema. Para ellos, el bebé que no aguantaba un parto no era apto para ser un guerrero y cazador o una madre y/o hermana de guerrero y/o cazador; la caza y la guerra constituían el núcleo esencial de la estructura socio-económica de los Sioux y ello tenía una repercusión directa en las pautas de crianza infantil. En contraste con la posición de los Sioux, se constata el hecho del aumento creciente de demandas judiciales que reciben hoy en día las clínicas de reproducción asistida. El ginecólogo francés B. Fonty (1995) define, en una entrevista radiofónica, como el Mito del niño perfecto , la teoría implícita que atribuye a la nueva ingeniería genética la capacidad de desarrollar productos a la carta; por ello el ciudadano de la sociedad de mercado reclama sus derechos como consumidor. 7. Nuestra cultura La referencia anterior a la ingeniería genética, permite abordar algunos de los rasgos característicos del mundo que posee las nuevas tecnologías de la información, que es el que se denomina primer mundo o mundo desarrollado. Tanto la genética como la informática son ciencias de la información y ambas, pueden afectar de manera significativa al origen estructura y función de la familia humana. Martin Richards (2001a,b) afirma que la representación social de la nueva genética es un tanto causal y determinista y que conviene educar a la población en el conocimiento del alcance de las nuevas tecnologías genéticas. El mismo autor insiste en señalar que el uso que se haga de la información derivada de los análisis genéticos, puede tener un importante impacto en las propias relaciones de pareja; en este sentido se plantean las siguientes cuestiones: ¿se debe conocer la predisposición de la pareja a contraer determinadas enfermedades o a transmitírselas a sus hijos?, ¿quien decide cuando y por qué se transmite ese tipo de información?, ¿en qué medida puede afectar a la interacción padres– hijos el conocimiento de la predisposición del bebé a padecer una enfermedad concreta?, ¿estamos las personas obligadas a someternos a pruebas genéticas?, ¿la acumulación y gestión de esa información, debe ser carácter público o privado?. Todas estas preguntas requieren una respuesta profundamente reflexionada desde una perspectiva interdisciplinar; se debe ser consciente que el ser humano posee en sus manos el diseño de su propio futuro. Las decisiones que se tomen, con sus legislaciones consiguientes, afectarán a las propias relaciones sociales y familiares. Richards (2001a) recoge la sugerencia de Juegnst (1999), en la que se afirma que la disponibilidad de los test genéticos –con su información sobre la predisposición al desarrollo de enfermedades o al hecho de ser portador y transmisor de la mismas, o como pruebas de la paternidad o maternidad– está minando los valores de la familia , tales como la lealtad, la intimidad y la seguridad, y amenazando el compromiso humano con la vida familiar. Como muestra de estas nuevas situaciones, se puede mencionar el uso que se hace de las pruebas genéticas de paternidad para imponer el pago de pensiones de manutención a los hijos. En la misma línea se recuerda que la reciente sentencia, dictada en Suecia, que obliga a un donante de semen a pagar una pensión de manutención, ha hecho disminuir de forma espectacular las donaciones. Uno de los rasgos que los sociólogos (Flaquer 1998) señalan como característicos de institucionalización la familia de las de las funciones sociedades familiares occidentales tradicionales, es el tales de la como la producción de bienes y la educación; en este contexto, y abundando en las implicaciones de la nueva genética, se constata como la propia función reproductora ha sido también extraída del núcleo familiar tradicional. Como bien señala Golombock (2000), en el inicio del siglo XXI la familia constituida por una pareja heterosexual en un matrimonio estable y con hijos concebidos naturalmente, es cada vez menos frecuente; hoy es posible que un niño tenga cinco padres: la donante de óvulo, el donante de semen, la madre de alquiler y los padres que se encarguen de la crianza. De hecho, estos servicios son ofrecidos por la empresa americana Creating Families Inc. (Richards, 2001 b). El hecho de que los niños convivan con padres y hermanos con los cuales no les vincula ninguna relación genética, no es solo posibilitado por la ingeniería genética sino también por las nuevas formas de vida familiar, como la adopción, el acogimiento, las familias reconstruidas después de los divorcios, etc.. La ingeniería genética y los nuevos usos sociales han generado unos nuevos tipos de familia que no responden al modelo tradicional. Uno de los temas de investigación que más interés está suscitando en los últimos años, es el del posible efecto de estas nuevas familias en el proceso de desarrollo psicológico infantil. A la hora de identificar esos posibles efectos, se encuentran posiciones basadas en opiniones, más o menos fundamentadas, y posiciones basadas en datos de investigación sistemática. Hoy en día, ambas posiciones no son coincidentes. Con relación a las posiciones basadas en opiniones, se observa cómo, en general, son críticas con los nuevos tipos de familia; se entiende que un niño criado por una pareja que se divorcia, o criado en una familia monoparental, o por una pareja de homosexuales, o en otra de las nuevas formas familiares va a ser perjudicado en su proceso de desarrollo psicológico. Los datos de investigación sistemática confirman los efectos negativos del divorcio en el desarrollo psicológico infantil, debidos fundamentalmente a la exposición de los niños al conflicto marital. Sin embargo, diversas investigaciones no encuentran datos que avalen la idea de unos efectos negativos o positivos de las nuevas estructuras familiares en el desarrollo psicológico. Únicamente algunos datos muestran la alta calidad de la crianza practicada por aquellas parejas que han recurrido a las técnicas de reproducción asistida; lo cual se explica por la alta motivación hacia la crianza generada por la dificultad de concebir descendencia por medios naturales. El lector interesado en estos temas puede consultar el exhaustivo trabajo de Golombock (2000). Dicha autora y Schaffer (1993), coinciden en señalar que la estructura de la familia no tiene influencia per se en el desarrollo psicológico, sino solamente en la medida que posibilite o no una crianza de calidad; por ejemplo en una familia reconstruida después de un divorcio no tiene por qué haber ningún problema si se practica una crianza de calidad, la cual no es dependiente de la estructura familiar sino de otros factores como la personalidad de los padres, su formación como educadores, sus ideas sobre el desarrollo psicológico, etc., etc.. En última instancia, tanto las familias tradicionales como las nuevas familias, siguen planteando un reto importante referente a la intervención preventiva; se trata de la importancia de que las familias sean educadas para educar; el desarrollo de una cultura de crianza hará que los padres y madres y la sociedad en general conciencien su responsabilidad e influencia en el crecimiento y humanización de sus hijos e hijas. La nueva sociedad de la información también puede estar influyendo de alguna forma en las relaciones familiares; al menos se puede constatar como la familia se sirve de las nuevas tecnologías, especialmente en el campo de la comunicación donde la utilización de los rápidos medios de comunicación –como el correo electrónico o los teléfonos móviles –permite mantener los vínculos familiares a través de grandes distancias. No obstante la tele comunicación no es igual a la comunicación directa que es sincrónica, frente a la posible asincronía de la tele comunicación, y quizá más espontánea y rica desde el punto de vista de la expresividad emocional, elemento determinante de las interacciones familiares. En este contexto, se puede resaltar un fenómeno que se podría denominar monitorización de los adolescentes. Los padres -preocupados por los problemas de consumo de drogas, alcohol, embarazos no deseados, sida, etc.- pueden tener localizados a sus hijos e hijas adolescentes en todo momento, a través de los avisadores o los móviles, generando un vínculo de soporte electrónico y de carácter permanente. Es de esperar que este hecho no sea incompatible con el necesario depósito de confianza ineludible para el desarrollo de la responsabilidad y la libertad. Por otra parte, la intensa necesidad de comunicación extrafamiliar de los adolescentes se manifiesta en el altísimo número de mensajes de texto que intercambian entre ellos; este ha sido uno de los mercados de expansión de las compañías de teléfonos móviles. La tecnología de la información abre diversos mundos relacionados con la vida familiar; por ejemplo la posibilidad de practicar lo que se podría definir como crianza virtual, ya existen experiencias que demuestran los beneficios que tiene en la evolución de los niños prematuros –que se encuentran hospitalizados en incubadoras- la exposición a una serie de estímulos virtuales como las grabaciones de la voz de su madre (equipo de neonatología del hospital de Basurto, Bilbao). Las posibilidades de intervención en este campo y en el de la atención a diversos trastornos del desarrollo en el ámbito familiar son muy amplias. La sociedad de la información ofrece ventajas a la familia en nuestro entorno cultural, pero también deposita en ella una nueva responsabilidad: se trata de atender al posible desfase entre el gran volumen de información disponible –a través de un simple ordenador doméstico– y las herramientas cognitivo– emocionales de sus miembros más jóvenes. Este autor es de la opinión de que la misión fundamental de la familia es la de actuar como base de seguridad para la exploración, pero también como filtro protector y regulador ante determinadas informaciones, contenidos y experiencias que pudieran producir algún tipo de polarización emocional inhibidora de un sano desarrollo psicológico. La necesidad de referentes éticos y de claves de autorregulación -para facilitar el acceso de los niños a la información- emerge como una función fundamental de la familia actual, especialmente en el contexto ideológico postmoderno caracterizado por la conciencia de la relatividad de muchos valores tradicionales de la familia. Esta posición no es producto de una posición ideológica conservadora, sino de una concepción del desarrollo psicológico basada en el concepto de frustración óptima (Pesic y Baucal 1996, Arranz 2002), que apoya la idea de la necesidad de una frustración positiva en el entorno familiar para facilitar el desarrollo de la identidad personal y la elaboración de la propia ética autónoma en la adolescencia y juventud. El lograr que la familia sea un ámbito en el que se transmitan unos referentes éticos puede estar dificultado por el hecho de que las interacciones intrafamiliares se producen, en muchos casos, en un ambiente de ocio y descanso; como señala Flaquer (1998) parece una contradicción el ejercer la crianza en un ambiente de holganza. Realmente, ha de resultar más difícil para unos padres que ven a sus hijos solamente unas horas al día y durante el fin de semana, el practicar con ellos el aprendizaje de la frustración, necesario para que desarrollen recursos autónomos y sean fuertes psicológicamente. Además de los aspectos mencionados, relativos a la ingeniería genética y a la sociedad de la información, existen otras peculiaridades de la familia en la actualidad; entre ellas cabe mencionar un hecho sociológicamente constatado; se trata de lo que se podría llamar la prolongación cultural de la inmadurez. A diferencia de otras sociedades, la compleja sociedad occidental exige un largo período de formación especializada para la incorporación plena de los jóvenes al mundo adulto; la familia se ve obligada a apoyar esta larga etapa de transición, tanto en lo que se refiere a los medios económicos necesarios como al apoyo emocional y a la orientación en los distintos campos de la vida. Una de esas funciones de orientación se debe ejercer utilizando la familia como una escuela de resolución de conflictos; en una sociedad en la que la violencia aparece como una realidad casi institucionalizada en los ámbitos global y local, la intervención educativa y preventiva en el ámbito familiar aparece como una medida urgente. El poso que deja la interacción familiar en el desarrollo psicológico humano, ha de ser utilizado para el aprendizaje de estrategias creativas de afrontamiento y resolución de los conflictos. Sirva este trabajo para reivindicar la necesidad de medidas políticas, que apoyen el desarrollo de la familia como un entorno en el que se depositen las expectativas de cambio y de esperanza para lograr una humanidad más solidaria y justa. Finalmente, quiero dedicar este trabajo a mi tío Enrique Freijo Balsebre, cuya presencia sigue muy viva dentro mí. Él amaba al ser humano y era un apasionado de su estudio; él me introdujo en el campo de la investigación sobre la familia cuando dirigió mi tesina de licenciatura sobre la psicología de las relaciones fraternas en la obra de Alfred Adler, presentada en la Universidad Pontificia de Salamanca en el año 1979, y posteriormente, cuando dirigió mi tesis doctoral en la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, en el año 1986. Que este trabajo sea un pequeño homenaje a un hombre de una sensibilidad exquisita, a un gran humanista y a una excelente persona. Mila Esker Enrique. Referencias bibliográficas Adler, A. (1927). 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