362558. . Tercera Sala. Quinta Época. Semanario Judicial de la Federación. Tomo XXXVI, Pág. 1325. HERENCIA. La herencia, en derecho, constituye un medio de adquirir la propiedad, que también puede adquirirse por otros medios, entre los cuales, el más común es el contrato; en éste, la adquisición tiene lugar por el expreso consentimiento de las partes y lo mismo sucede en la sucesión testamentaria, en la que una de las partes manifiesta expresamente su voluntad de trasmitir la propiedad y la otra de aceptar la herencia, sujetándose, en lo no previsto por el testador, a los términos de la ley; pero en la herencia intestada no existe la voluntad expresa del que trasmite la propiedad, sino sólo su voluntad presunta que interpreta la ley. La voluntad del autor de la herencia está suplida de manera absoluta por la ley, y la formaliza el Juez al hacer la declaración de herederos, en términos de jurisdicción voluntaria, oyendo sólo a los interesados; pero esa voluntad presunta puede tener vicios de nulidad que invaliden y puede probarse contra ella, dado que se funda en una presunción, como sucede cuando en contra del heredero intestamentario, se opone alguien, con el carácter de heredero testamentario, para reclamar la herencia y destruir, con el derecho que alega, el derecho declarado, o también con el carácter de heredero intestamentario, alegando derechos preferentes; de modo que la declaración de herederos y la consiguiente adjudicación de los bienes de la herencia, sólo constituye un título de adquisición de determinadas propiedades, que puede ser impugnado como cualquier contrato particular, aunque la declaración haya sido hecha por la autoridad facultada para ello; pues la declaración no tiene el carácter de verdad legal inatacable, como no lo tienen, en general, ninguno de los actos de jurisdicción voluntaria; esto no obstante, la declaración de herederos, siendo justo título de dominio, puede ser base legal para ejercitar la acción real reivindicatoria. Amparo civil directo 932/21. Van de Watter Carlos F. y coagraviados. 26 de octubre de 1932. Unanimidad de cuatro votos. Ausente: Ricardo Couto. La publicación no menciona el nombre del ponente. -1-