soledad acompañada. del aislamiento a la capacidad de

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Detención y movimiento en el trabajo clínico: repetición y aperturas en
el vínculo transferencial
Soledad acompañada
Del aislamiento a la capacidad de estar solo en vínculos fértiles
Autor: María Patricia Romero Day
APA (Asociación Analítica Argentina)
mprd@noe.com.ar
Organiza
Federación Psicoanalítica de America Latina
Septiembre 23 AL 25 de 2010
Bogotá - Colombia
Detención y movimiento en el trabajo clínico: repetición y aperturas en el vínculo
transferencial
Soledad acompañada
Del aislamiento a la capacidad de estar solo en vínculos fértiles
Transferencia, vínculo, alteridad: Tres conceptos articulados, presentes en toda
relación humana. Otra escena que la protagonizada por la conciencia rige allí: en el casting
participa el inconsciente, y la pretensión organizativa se esboza en leyes fundantes que
comienzan en la bisagra de ser y tener en el niño, hasta los intercambios que van escribiendo
historia. Prohibición del incesto, regulaciones alimenticias y de higiene, diques primitivos
que abrirán y cerrarán caminos. El asco, la vergüenza y el sentimiento moral pondrán luego
mojones a devenir sujeto.
Un núcleo irreductible a la comunicación se mantendrá toda la vida, paralelo al
esfuerzo de comunicación con los otros: “Abrazados, los amantes tratan de fusionar sus
éxtasis en una trascendencia común: en vano. Cada espíritu encarnado está condenado a
sufrir y gozar en soledad. Sensaciones, sentimientos, fantasías…son privados, y excepto a
través de símbolos, incomunicables.”1
En el descubrimiento de uno mismo en el espejo se da el embrión de toda relación.
Yo soy otro, como los otros que aparecen ante mí. Soy con ellos, y al mismo tiempo se me
escapan. Como yo mismo. Nada es del todo aprehensible, la pulsión de apoderamiento
encuentra en esa necesidad su sentido, y a veces su hipertrofia.
1
Huxley, A.: “The doors of perception”. Vintage Books, London, 2004.
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De los cuatro lugares que Freud establecerá para el semejante en Psicología de las
Masas y Análisis del Yo, rara vez podremos aislar uno. El objeto de amor suele ser también
rival, o ayudante. El ideal o modelo se imbrica con las otras posiciones. La posesión,
conquista y mantenimiento del objeto, como exterior o interior según los casos, va narrando
la novela neurótica de cada sujeto. Articulado con las amenazas permanentes de perderlo si
se lo tiene, añorarlo si se lo cree perdido, y todas las vicisitudes que cada relación implica.
Regular las distancias entre la fusión indiscernible, la intimidad con privacidad, la
sociabilidad y los vínculos laborales que exigen tolerancia y respeto a lo complementario,
necesario, pero diferente, es un arduo trabajo, que bien llevado en un análisis enriquece la
vida y reduce la angustia del analizante.
En las Instituciones Psicoanalíticas el vínculo público, íntimo o privado, se resuelve
de distintos modos. Transferencias múltiples crean complejas encrucijadas. Las paradojas,
transitar la banda de Moebious, es lo habitual.
La bruma de la transferencia
La repetición de relaciones clisés en la transferencia no es un “como si”, ya propia del
vínculo; en transferencia el otro “es”, y desde allí la modificación de las escenas (“yo no soy
su capitán”) van posibilitando el nacimiento de un vínculo que por otro lado ya existe, porque
el analizante no suele ser un bebé anterior al estadio del espejo ni un catatónico grave.
En ese lugar privilegiado se pueden analizar también otras transferencias, (amorosas,
hostiles, neuróticas y perversas) que inundan la vida del paciente. El trabajo requiere ir
esforzando alteridad, distancia operativa, para que en la escena vital la impregnación
narcisista no ocluya la posibilidad de vínculos fundamentales para la supervivencia que
exijan respetar la singularidad del otro.
La ubicación en SSS (sujeto supuesto saber) generalmente está potenciada por las
heridas narcisísticas que todos tenemos. La imaginaria adquisición de un “título” que a la
manera de los nobles puede potenciar, corresponder, u ocultar algún empequeñecimiento
yoico, puede dificultar la aceptación del barramiento necesario de nuestro pedestal y
alimentar la dependencia infaltil. Nadie está excento, por eso la disposición a un análisis
permanente, de algún tipo, nos cuida para cuidar. El abuso, o aprovechamiento de un lugar
imaginario, encuentra en la “abstinencia” un lugar privilegiado de trampa inconciente, (y a
veces no tanto), y no simplemente el opacamiento operativo de la propia persona para no
invadir el espacio del paciente y permitirle todas las proyecciones y continencia posibles.
Si se logra el buen lugar, aunque sea por momentos, el develamiento y tránsito de la
mezcla y desmezcla de la transferencia, el vínculo y la alteridad, posibilitarán la aceptación
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de los propios límites y los del analista, siendo posible un abanico de posibilidades infinita
como en cualquier otra relación. Así como hay parejas eróticas de distinto tenor, de madres e
hijos, de compañeros laborales, ya desde la elección del otro la individualidad se impone, y
las tres posiciones entran en juego. Sería prepotente dictaminar “como” debe ser una relación
para ser fructífera, sea cual fuese, pero hay una legalidad, heredera de la prohibición del
incesto, que conviene respetar. Las reglas pueden y deben ser cuestionadas, para ser actuales.
La fosilización que no acepta devenir es mortífera para el ser humano. La pulsión nos
compulsa al cambio y movimiento, creación permanente de lo nuevo, o renovación de lo
conquistado, y hay cuestionamientos que dan sentido a la caída de las reglas. Freud no
hubiera podido plantearse el psicoanálisis si no hubiera cuestionado los fundamentos de una
cultura. Pero el cuestionamiento no es la ruptura transgresora, que deja al individuo sin la
única protección que tiene: la legalidad, sea esta íntima, corporal, familiar (institucional), o
social.
Las confusiones del vínculo
En las relaciones cotidianas no nos queda otra que jugarnos entre la transferencia con
cada ser que encontramos, y la alteridad que lo hace inalcanzable. Porque cada encuentro y
elección, por más intrascendente que parezca, está teñido por la red mnemónica que
convoca, provoca y rechaza, y en esa escena de plasmaciones nuevas va transcurriendo
nuestra historia. Repeticiones, recuerdos, elaboraciones. Traumas conocidos y desconocidos,
insignificancias pregnantes y desmesuras intrascendentes. El relato de nuestra novela
personal, que cambia según el momento en que hacemos la lectura, es un caleidoscopio
fuertemente imaginario, pero la única realidad que conocemos.
El núcleo irreductible de la alteridad
Allí donde la comprensión se hace imposible, donde nadie alcanza a nadie, donde la
soledad es un real incuestionable en el momento de nacer o morir, está nuestro núcleo de ser.
Donde sólo el silencio acompañante puede hacer algo, en la empatía solidaria de reconocer el
desconocimiento, la ajenidad, el saber de la soledad del otro..... en ese punto se puede crear
una cercanía afectiva.
“Creía que sabía sobre esto, por los relatos. Pero me doy cuenta que no sabía nada,
ahora sé que los demás no saben, que ese creer es imaginario. Pero me sirve que se atrevan a
asomarse al horror que vislumbran”. Esto dicho por una paciente, después de haber pasado
una situación límite, y habiendo acompañado antes a otros que habían estado en similar
situación.
El miedo al contacto, por la atracción de la fusionalidad erótica, convierte a veces a
los analistas en fóbicos fríos, y de todos los males del alma, el peor es el frío. Eso no es
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abstinencia. La ternura, tan devaluada, permite la deserotización extrema de los vínculos, y
un camino de encuentro. Permite y exige la renuncia a la posesión imposible del objeto, y
acepta la cercanía solidaria respetando alteridad. Aparecen vínculos de consideración y
miramiento, disponibilidad acotada, confidencialidad y compromiso.
Una historia analítica
No era su primer análisis, pero vino después de una experiencia límite: fue arrancada
de su hogar por un grupo de tareas durante la dictadura militar. Tenía la fantasía que su
analista tenía una hija desaparecida, y alguna ilusión de ocupar su lugar. Esto estaba
potenciado por cierta orfandad familiar en el momento en que el atropello había ocurrido, y
antes. No sabía a quién podía recurrir, su crianza “mercenaria” (al decir de un maestro) ya le
había creado dificultades. Tenía, de niña, un timbre junto a su cama para llamar a la niñera,
pero temía ser acusada de malcriada si lo usaba.
Finalmente el “yo no soy su capitán”, de Freud al Hombre de las Ratas aquí tuvo
también su efecto. Después de transitar el terror a molestar, de ser rechazada o maltratada, de
no tener claro quien se tenía que ocupar de ella (¿su madre, su niñera?), el vínculo con la
persona tierna y benévola de su analista se plasmó en una frase: “Yo sé que a Ud. le puedo
tocar el timbre siempre que lo necesite.” El permiso de llamar no es la creencia de que el otro
siempre va a poder acudir, es la aceptación del límite real y la construcción del objeto
acompañante interno.
En una figura de características parecidas a un padre fallecido en su pubertad (y
militante como ella) pudo proyectar masivamente los fantasmas necesarios para recuperarse
y sostenerse en su familia y profesión.
Y por esas mismas características, se creó un vínculo de pequeñas dependencias,
actividades compartidas y afectos sostenedores. Luego de la decisión de finalizar el análisis
es invitada a formar un pequeño grupo de colegas que investigan un modo de operar en la
clínica que han descubierto como compartido. Ella lo había elegido, ya analista ella, por ese
estilo poco ortodoxo pero firme en su durcharbeiten, llamado por él perelaboración. Allí se
transforma en colega, pero sigue alguna cadena invisible de aquel vínculo transferencial, no
solo de proyección de figuras primarias, sino del interlocutor privilegiado para enfrentar sus
confusiones. El deseo de adopción sigue teniendo su fuerza, aunque con humor se pueda
entrever que ya no se sabe quien adopta a quien y para qué.
Y aparece un acto, impensado, pero al ser incluido en la red compleja de la relación,
adquiere una importancia excepcional de acto analítico. Ambos compartían el amor por los
caballos y los perros, dándose la oportunidad de compartir cabalgatas. En una situación de
esas, él monta el caballo de ella. Una semana después le regala una hija de su propia yegua,
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animal importante en pedigree, imposible de pensar desde las posibilidades económicas de
ella en ese momento. “Vos te merecés pasar del tractor al Mercedes Benz”, le dice en
¿chiste?. Ella agradece por teléfono, y él le pide que lo escriba y se lo mande, porque le
parece importante que esas palabras se “escriban”.
Fx:
Cuando apareció Gx, herida y asustada, muchas cosas se agolparon. De la
condensación, saco hilos que enhebran pensamientos.
“No pierde elegancia lastimada, parece preocuparse más que su paso sea grácil que
por el dolor”, dijeron. Dijiste: “Cuidenla más todavía”. Parecía apurada en conocer
su situación, no perdía minuto sin observar, atenta y alerta, pero sin espantarse
demasiado. La monté en seguida, en un corral, pero cuando alguien con sensatez me
advirtió que había sido arriesgada y apresurada, me asusté exageradamente, y tardé
meses en conseguir tranquilizarme
Mi padre nunca aprobó mi amor por los caballos, en algún momento seguramente te lo
había contado. No recuerdo que me haya negado demasiadas cosas, ¡hacía montones
de actividades extrañas, como esgrima!. Pero se enojó conmigo porque quise que me
comprara ¡una yegua!, y me dijo que no le hiciera elegir entre darnos de comer o
mantenerme un caballo. Recién después de perderlo entendí que su desaliento a que
montara era angustioso, y trataba de sobornarme con el Golf para que olvidara el
Hípico. Por otro lado me hacía copiloto de sus tirabuzones aéreos y las chiquilinerías
de pasar los cables de luz en loops que ahora considero irresponsables con una niña de
10 años. Cada cual pone sus miedos en donde puede, él amaba las máquinas pero
desconfiaba de los animales.
A eso se sumó que justo el día de su muerte yo le había arrancado el permiso para mi
primera cacería de zorro. No quería estar en el velorio, no entendía la necesidad de
estar allí sino hacía nada, y me vestí con los breeches que ya tenía preparados. Nadie
reparó en ello ni me hicieron cambiar, debo haber ido al cementerio con ellos.
Por eso Gx llegó como una autorización y un empujón para terminar de sacarme “sus”
miedos. Tuvo una fuerza notable. Reaparecieron miedos y pensé en los
¿extrasíntomas? (aquello que nombraban con León Grimberg, síntomas, resistencias y
algo más, que vuelve para elaborarse al final de un análisis). El inconciente elige ¡y
cómo! escenas donde reeditar cierto juego. Y el acto analítico nos trasciende, como el
propio inconciente, en la memoria inconciente también del analista.
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Las lastimaduras en sus patas no dejaban de evocarme grillos, ¡loco, pero apareció!.
Recuerdos distintivos de un cautiverio que también dejó marcas indelebles. Eso
posiblemente dio un sesgo exagerado a mis cuidados a Gx, “¡cuidenla más!”, y cultivó
el vínculo especial. Estoy usando todas las recetas criollas para sacarle las marcas.
Y lo vergonzantemente edípico e incestuoso apareció cuando quise servirla con el
padrillo “senior” de la caballeriza, ¡y vos te comparaste con él!. Eso retrasó el
casamiento, y empecé a buscarle otro novio, cosa que habrá que hacer esta primavera.
Sentimientos tumultuosos se agolpan, deseos de retenerla como rehén afectivo, para
que compartamos cabalgatas. Releo, corrijo, agrego a lo que hablamos, y envío. Con
tanto agradecimiento como vos sabés que tengo, y que va tanto más allá que esto, una
cosa más que permite su tramitación.
xx
Conclusiones
De lo privado incomunicable a tratar de comunicarse. El sentimiento de soledad va
generando compañías ilusorias… las únicas posibles, y fundamentales para hacer de la cruda
vida una novela interesante. Transferencia, vínculo, alteridad, presentes siempre y
analizables, complejizando y no simplificando o burocratizando la difícil tarea de vivir. Del
Otro al otro. Diferenciar entre abstinencia y esconderse. Cuidarse del narcisismo de la coraza.
Soledad no es aislamiento. Puede ser un sentimiento angustiante o una conquista psíquica, y
dependerá de la distancia, posición y comprensión y aceptamiento del lugar que los otros
ocupan en nosotros y nosotros en ellos.
Descriptores
Alteridad 01.03.06
Erotismo 01.03.01
Ley 08.05.01/05.02.01
Transferencia 01.02.01/03.01.03
Vínculo terapéutico 03.01.01
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Bibliografía
Freud, S.:
-----------(1909d) “A propósito de un caso de neurosis obsesiva” E.A. tomo X
-----------(1914g) “Recordar, repetir y reelaborar” E.A. t XII
-----------(1921c) “Psicología de las Masas y análisis del Yo”. A.E. tXVIII
----------- (1941 *1938+) “Conclusiones, Ideas, Proyectos” E.A. tomo XXIII
Huxley, A.: “The doors of perception”. Vintage Books, London, 2004.
Lacan, J,: Escritos 1. Ed. Siglo XXI, 1979
(1968/69)“De un Otro al otro” Paidós 2006
Maci, G,: “La otra escena de lo real” Bs. As. Nueva Visión, 1979
Resumen
De lo privado incomunicable a tratar de comunicarse. El sentimiento de soledad va
generando compañías ilusorias… las únicas posibles, y fundamentales para hacer de la cruda
vida una novela interesante. Transferencia, vínculo, alteridad, presentes siempre y
analizables, complejizando y no simplificando o burocratizando la difícil tarea de vivir. Del
Otro al otro. Diferenciar entre abstinencia y esconderse. Cuidarse del narcisismo de la coraza.
Soledad no es aislamiento. Puede ser un sentimiento angustiante o una conquista psíquica, y
dependerá de la distancia, posición y comprensión y aceptamiento del lugar que los otros
ocupan en nosotros y nosotros en ellos.
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