El Hombre y la Máquina ISSN: 0121-0777 maquina@uao.edu.co Universidad Autónoma de Occidente Colombia Quebradas A., David A.; Martínez F., Juan F. Reseña de "Un antropólogo en Marte. Siete relatos paradójicos" de Oliver Sacks El Hombre y la Máquina, núm. 30, enero-junio, 2008, pp. 144-148 Universidad Autónoma de Occidente Cali, Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=47803015 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto LIBROS Un antropólogo en Marte Siete relatos paradójicos Traducción de Damián Alou Autor: Oliver Sacks Editorial: Anagrama S.A., Barcelona 404 páginas 2005 “…El universo no sólo es más raro de lo que imaginamos, sino más raro de lo que podemos imaginar…” J.B.S. Haldane En su libro Un antropólogo en Marte, Oliver Sacks presenta de manera particular “… siete metamorfosis provocadas por el azar neurológico, metamorfosis que han dado como resultado estados alternativos del ser, no menos humanos por ser tan distintos…”1 El caso del pintor ciego al color “..las letras me parecían griego. […] al cabo de los días fui capaz de distinguir las letras y mi vista se volvió de águila; podía ver un gusano retorciéndose a una manzana de distancia. La agudeza de enfoque era increíble PERO ESTABA COMPLETAMENTECIEGO AL COLOR…”2 Con estas palabras Jonathan I., que había sido un pintor apasionado por los colores, al punto de poder referenciarlos por el número de óleo, informó a Oliver Sacks de su extraño padecimiento. El señor I. tenía 65 años cuando esto sucedió, la extraordinaria carta daba cuenta de que se había vuelto totalmente ciego al color, ahora todo parecía un “espectáculo” en blanco y negro. Esta ceguera total al color, producto de una lesión cerebral denominada acromaptosia, es un accidente fascinante que permite revelar los mecanismos neurales implicados en la construcción del color, tema nada trivial que ha suscitado el interés de filósofos, científicos de la naturaleza y demás. El señor I., a diferencia de los pacientes de Anton, que no se quejan de su pérdida total del color por la destrucción total de la corteza visual primaria de ambos hemisferios, ciertamente era consciente de la inmensa pérdida, se había podido percatar de su estado actual puesto que no padecía anosognosia, lo que hacía más extraña y angustiante la realidad. No obstante, fue esto lo que le permitió ese día, cuando conducía hacia su estudio, ver esos rojos llameantes ahora transformados en negros cuando el sol salía sobre la carretera, “…el sol salió como una bomba, como una enorme explosión nuclear…”,3 dijo después e inspirado por esto comenzó un cuadro en blanco y negro que tituló Amanecer nuclear y con este cuadro vinieron otros más. El caso del pintor ciego al color no es sólo un caso fascinante acerca de un organismo humano que ha perdido el color y que se adapta de manera maravillosa a un mundo blanco y negro, el caso es una evidencia empírica que sostiene “… que los colores no están ‘ahí afuera’, en el mundo, ni están […] en correlación automática con la longitud de onda, sino que son construidos por el cerebro…”.4 El último hippie Greg F. nació en Queen, y al igual que muchos jóvenes “…su necesidad de rebelión, pero también de encontrar un ideal y guía, de encontrar un líder, cristalizó en el verano del amor, 1967…”,5 de manera que no tardó mucho para hacer parte de la cultura de la droga, buscando “…como otros tantos de su generación, la utopía, la libertad interior y una ‘conciencia superior’…”.6 Ya en 1969 gravitó hacia el Swami Bhaktivedanta y su sociedad internacional para la conciencia Krishna. 1 Sacks, O. (2005). Un Antropólogo en Marte. “Siete relatos paradójico” Editorial Anagrama, Barcelona. (Título original: An anthropologist on Mars. Seven Paradoxical Tales. Alfred A. Knof, New Cork, 1995) Pág.21 2 Ibíd. Pág. 23 3 Ibíd. Pág. 35 4 Ibíd. Pág. 47 5 Ibíd. Pág. 69 6 Ibíd. LIBROS En el segundo año con los Krishna Greg se quejó de un problema: “lo veía todo más borroso”; sin embargo, el Swami y los demás pensaron que era un “iluminado”, así que a principios de 1971 este fue enviado al templo de Nueva Orleáns. Cuatro años más tarde se convirtió en un hombre “…gordo y calvo; que exhibía una permanente y ‘estúpida’ sonrisa en la cara…”.7la ascensión había llegado demasiado alto. Desafortunadamente cuando Greg salió del templo y fue llevado al hospital “…las exploraciones cerebrales revelaron un enorme tumor en la línea media que destruía la glándula pituitaria y el quiasma óptico y zonas adyacentes y se extendía a ambos lados hacia los lóbulos frontales…”,8 lo bueno fue que el tumor era benigno; sin embargo ya no había mucho por hacer, Greg estaba totalmente ciego e inhabilitado para hacerse responsable de su comportamiento. Por lo ocurrido anteriormente Greg fue ingresado en Williams Bridge, un hospital para enfermos crónicos. Ahí fue donde Oliver Sacks conoció a Greg, un muchacho de veinticinco años de edad carente de espontaneidad, “…gordo, como el buda, con una expresión alelada e indiferente, los ojos ciegos vagando al azar en sus órbitas, mientras permanecía sentado e inmóvil en su silla de ruedas…”.9 Después de una serie de preguntas Sacks quedó convencido de que Greg tenía una amnesia anterógrada que quizá no había recuerdos posteriores a 1970, era como si Greg se hubiera quedado varado en los setenta, puesto que “…su memoria, su desarrollo, su vida interna, desde entonces parecían haberse detenido…”.10 7 Ibíd. Pág.71 8 Ibíd. Pág.72 9 Ibíd. 10Ibíd. Pág. 74 11 Ibíd. Pág. 75 12Ibíd. Pág. 76 13Ibíd. Pág. 77 14Ibíd. Pág. 108 15Ibíd. Pág. 109 No obstante, en el momento en que Sacks le preguntó a Greg por su pasión por la música y los grupos de rock, este se transformó y habló con coherencia, habló de su grupo favorito Grateful Dead, que fue a ver al Fillmore East y al Central Park, pero cuando Sacks preguntó ¿cuándo los escuchaste en el Central Park?, Greg contestó –hace ya un tiempo, tal vez un año–.11 Y la verdad es que eso había sido hace más de un año, Dead había tocado por última vez ahí en 1969. Contrario al caso del pintor ciego al color, el último hippie no podía reconocer su estado actual, desconocía su problema de memoria y su incapacidad para ver; al morirse su padre, este no pudo conservar el episodio, y frente a la pregunta por lo sucedido respondía con confabulaciones, y respecto a la visión parecía que hubiera perdido la mismísima noción de ver en tanto que ver tele se convirtió en “… seguir con atención la banda sonora de una película o un programa e inventar escenas visuales que la acompañaran…”.12 Los esfuerzos de Sacks por comprender este organismo humano varado en los setenta, le daba la sensación de que este carecía “…del constante diálogo de pasado y presente, de experiencia y significado, que […] constituyen la conciencia y la vida interior…”.13 A mediados de 1991 Sacks llevó a Greg al Madison Square Garden donde tocaría Grateful Dead. La banda salió a escena y todos gritaron, estando frente a estos Greg le dijo a Sacks: ¿”Ves la lápida que hay detrás de la batería? ¿Ves el peinado afro de Jerry Garcia?”. Sacks, llevado por cierta convicción, buscó en vano, pues no había lápida y el cabello de Jerry García era ahora gris y caía lacio y sin inconvenientes por encima de sus hombros. Toda esa noche fue maravillosa, Greg nunca olvidaría haber visto de nuevo a Grateful Dead, su banda favorita. “Ha sido fantástico”, dijo mientras salía del Garden. “Siempre lo recordaré. Ha sido el momento más feliz de mi vida”, terminó diciendo. A la mañana siguiente, cuando Oliver Sacks llegó al hospital y vio a Greg en el comedor, le preguntó acerca de la banda, este le dijo que los había oído en el Central Park y en Fillmore East, Sacks preguntó si los había visto de nuevo, en el Madison Square, Garden y Greg sólo contestó “…nunca he estado en el Garden…”.14 Vida de un cirujano El síndrome de Tourette no fue detallado clínicamente hasta 1885, cuando un joven neurólogo francés, George Pilles de la Tourette, lo describió como un conjunto de signos caracterizados por “…tics convulsivos, mímica involuntaria o repetición de la palabras o los actos de los demás (ecolalia y ecopraxia), y por pronunciar de una manera involuntaria o compulsiva maldiciones u obscenidades (coprolalia)…”.15 Se podría pensar que alguien que padece esta enfermedad no podría ejercer el preciso y delicado trabajo de un cirujano. LIBROS Sacks conoció al doctor Carl Bennet en una conferencia sobre el síndrome de Tourette celebrada en Boston. Este lo invitó a la ciudad de Bradford, en la Columbia Británica, para que estuviera con él, operara con él, y le viera en acción. Cuatro meses después Carl recibía con un saludo un poco tauterittizado a Sacks, los dos subieron en el auto y mientras Carl conducía, Sacks observaba que “…los tics y repeticiones de Bennet se reafirmaban, en particular un obsesivo tocarse el bigote y las gafas. Su bigote tenía que ser continuamente alisado y comprobado en busca de simetría, sus gafas tenían que estar ‘equilibradas’…”.16 Y así, entre tics y repeticiones llegó el día donde fueron al hospital; una docena de pacientes esperaba a Bennet, uno de ellos era una mujer obesa con un melanoma en la nalga, que debía ser extirpado incidiendo profundamente. Pues bueno, Bennet se lavó las manos y fue como si se estuviera “…asistiendo […] a un acto fundamental de encarnación o personificación, por medio de la cual, los sentimientos, todos los engramas neurales del otro yo…”17 tomaban posesión del cerebro de Bennet, redefiniendo su personalidad y todo su sistema nervioso, mientras duraba la actividad. La operación fue un éxito al punto que la paciente pudo haber pensado que es Bennet ¡el que cose en la casa! De esta forma el caso Bennet señala la posibilidad de asumir en ciertas ocasiones una identidad única, como la de un cirujano trabajando, permitiendo que la “… organización neural se alinea con ello, se vuelve activa, centrada y 16Ibíd. Pág. 113 17Ibíd. Pág. 134 18Ibíd. Pág. 131 19Ibíd. Pág. 146 20Ibíd. Pág. 152 21Ibíd. 22Ibíd. 23Ibíd. Pág. 195 desenvuelta; en suma, no touréttica…”.18 Ver y no ver ¿No sería fantástico que él pudiera ver, que, tras toda una vida de ceguera lo primero que viera fuera su novia, la boda, el pastor, la iglesia? De manera que el doctor Hamlin operó a Virgil, se eliminaron las cataratas. ¡Virgil podía ver! ¿Virgil podía ver? ¿Acaso no es necesaria las experiencia para ver? ¿No se aprende a ver? Amy, la novia de Virgil, escribió acerca de éste en el diario: “...intenta adaptarse al hecho de poder ver [...] tiene que pensar más de prisa, todavía no es capaz de confiar en la visión [...] está inseguro de lo que significa ver...".19 Cada día al despertar cada organismo humano construye el mundo, pero el mundo que ha pasado aprendiendo a ver. El mundo no está dado, se construye "...a través de una incesante experiencia, categorización, memoria, reconexión...".20 Cuando Virgil abrió los ojos no hubo nada que sustentara su percepción, el mundo era incoherente, "...la retina y el nervio óptico estaban activos, transmitían impulsos, pero el cerebro no les encontraba sentido...",21 estaba agnósico. Todos esperaron, incluyendo a Virgil, algo como: "...un hombre abre los ojos, la luz entra y derrama en la retina: el hombre ve...".22 Pero no fue así, Virgil no tenía nociones como distancia, el color y la forma no eran coherentes, todo era un desastre, era preferible volver a estar ciego, puesto que el mundo que había construido antes le brindaba seguridad, contrario al mundo ofrecido por la visión. El caso de Virgil revela que si bien el color, la forma, la distancia, el movimiento, etc., son construidos por el cerebro, existen períodos críticos en el desarrollo, en los cuales la experiencia induce, modula y mantiene el desarrollo de los engramas neurales que favorecen la visión, entre otras funciones. El paisaje de sus sueños Franco Magnani exhibe en sus pinturas habilidades únicas, “es como si en su cabeza retuviera un modelo tridimensional infinitamente detallado de su pueblo natal, al que pudiera ir dándole vueltas para examinarlo o explorarlo mentalmente y a continuación reproducirlo sobre el lienzo con total fidelidad”.23 Franco Magnani gracias a esta extraña capacidad fue denominado el “artista de la memoria” Su condición no solamente parecía ser la de una “buena memoria” sino que esta capacidad se encontraba aparentemente dirigida hacia un único objeto, el cual parecía tener un carácter obsesivo en su mente. Franco solía divagar largamente sobre lo que en un momento fue su vida en su pueblo, a veces su discurso se disolvía y parecía no tener un centro o un flujo claro entre anécdotas y apreciaciones de su natal Pontito, pareciese como si por momentos Pontito fuese lo único capaz de tener en su conciencia. Pontito era un pueblo ubicado cerca de las colinas de Castelveccio, en la provincia de Pistoia, al oeste de Florencia en Italia. En el tiempo en el que Franco habitó en él tenía una población de alrededor de quinientas personas. Franco vi- LIBROS vió en Pontito hasta el año de 1943 cuando debió abandonarlo debido a la incursión de tropas nazis durante la segunda guerra mundial, desde entonces Pontito se convirtió en su obsesión lo cual no solamente le llevó a hablar y pensar la mayoría del tiempo en él sino también a pintarlo tal como lucía en su infancia. ¿Pero qué es lo que subyace en esta especie de capacidad mnémica que en apariencia puede parecer extraordinaria pero que detrás esconde la nostalgia y constante melancolía de un sujeto por su pasado? Oliver Sacks a partir de un estudio en profundidad de la vida de Franco Magnani y apoyado en revisiones como la de Hughlings Jackson del siglo xix y el neurólogo francés Henry Gastaut, entre otros, se acerca a la caracterización de aquellos estados de “ensoñación” que identifican el flujo de reminiscencias de Franco cuando habitaba en él la inspiración para pintar. Sugiere como hipótesis central un tipo de epilepsia del lóbulo temporal, en la que quienes la padecen comienza a surgir una peculiar intensificación de la vida emocional orientada hacia un campo específico, además de una extraordinaria productividad, en términos de redacción, dibujos, diarios, autobiografías, los cuales en su mayoría están referidos a temas filosóficos, existenciales, religiosos o cósmicos. La condición neurológica es explicada por el autor como una ‘hiperconexión’ entre áreas emocionales y sensoriales del cerebro que da como resultado percepciones e imágenes rememoradas con una gran carga emocional. “El cambio de personalidad en la epilepsia del lóbulo temporal puede que sea la clave más importante que poseemos a la hora de descifrar los sistemas neurológicos que son el fundamento 24Ibíd. Pág. 207 25Ibíd. Pág. 299 de fuerzas emocionales que guían el comportamiento”.24 Prodigios El autismo es quizá uno de los síndromes neurológicos y psicológicos que más asombro han causado en los últimos tiempos desde que fuese caracterizado a principios del siglo xx por Leo Kanner y Hans Asperger. El asombro que causa el autismo no proviene solamente de las terribles deficiencias que puede ocasionar en la vida social y emocional de un sujeto sino además, por los talentos excepcionales que pueden desarrollar aquellos que lo padecen, talentos que a través de la historia se les dio el epítome de idiots savants. Stephen Wiltshire es el caso que catapulta a Sacks al mundo del autismo, este es un joven inglés quien desde una temprana edad mostró deficiencias en su desarrollo personal y social que hicieron que se le diagnosticara autismo pero que a la vez desarrolló habilidades viso-espaciales que lo convirtieron en un prodigioso artista. El desarrollo temprano de Stephen fue algo traumático. Desde muy temprana edad mostró indicios de que algo no andaba bien. Su desarrollo motor fue muy lento en comparación con los demás niños, y a medida que fue creciendo, los problemas se hicieron más evidentes, ya que Stephen no jugaba con otros niños y por lo general tendía a permanecer aislado en un rincón, tampoco establecía contacto visual ni con sus padres ni con nadie, y quizá lo más importante es que no desarrolló el lenguaje hasta bien entrado en su infancia. Pero, conforme Stephen comenzó a relacionarse con los objetos encontró un medio por el cual desarrolló un particular interés. Stephen comenzó a dibujar, y a reproducir a través de lápiz y papel los elementos de su contexto. Aunque en un principio Stephen dibujaba casi todo lo que veía, muy pronto empezó a enfocar su producción hacia los edificios sin que esto tuviese un significado aparente, llegando a mostrar tal nivel de detalle y calidad en sus reproducciones que más adelante en su vida le valieron para hacerse notar como un importante dibujante a nivel global y llegar incluso a exponer sus obras fuera de su natal Gran Bretaña. Stephen llegó también a mostrar habilidades no sólo visuales;le resultaba bastante bien la imitación en general, tenía una gran memoria para la música y podía reproducir piezas musicales con gran perfección; en tal medida desde una temprana edad mostró una capacidad para retener y reproducir estructuras visuales, auditivas, motoras y verbales complejas sin llegar aparentemente a importarle su contenido o sentido. El caso de Stephen es una paradoja excelente que nos permite reflexionar sobre la naturaleza de la inteligencia, su desarrollo y sus formas de expresión, “es posible que Stephen sea limitado, raro, extravagante, autista, pero posee el don de representar el mundo e investigarlo de un modo especial, de hacer algo que pocos de nosotros hacemos”.25 Un antropólogo en Marte Siguiendo en la línea del autismo Sacks nos presenta a Temple Grandin, un excepcional caso de autismo que pone de manifiesto las cualidades más increíbles de flexibilidad y adaptación humana. Temple Grandin es quizá una de las LIBROS autistas más sobresalientes dada su condición, es licenciada en zoología, imparte clases en la Colorado State University y lleva su propio negocio. Temple no solamente sobresale por su gran independencia y aparente capacidad de adaptarse y sostener una vida normal, sino que además ha publicado una serie de artículos de una gran calidad técnica y filosófica acerca del autismo que le han valido un lugar en el campo de investigación no solamente como paciente sino también como co-investigadora de este extraño síndrome. Al igual que Stephen, Temple desde una temprana edad presentó ciertas características poco usuales en su desarrollo, a los seis meses comenzó a ponerse rígida en los brazos de su madre y a los diez solía arañar las paredes ‘como un animal atrapado’. En igual medida mostró un lento desarrollo motor y lingüístico, además de un desarrollo social casi nulo, lo que le hizo permanecer parte de su primera infancia en una institución especializada. A pesar de todo Temple desarrolló una gran capacidad de concentración que le permitió ir entreviendo regularidades en los objetos y su contexto en general, dando orden al aparente caos de su vida. Temple pudo ir a la universi- 26Ibíd. Pág. 318 27Ibíd. Pág. 21 dad y desenvolverse con aparente facilidad en el contexto de la vida urbana occidental, pero según ella misma, a pesar de haber llegado a ser capaz de comprender las emociones básicas en los demás, siempre le confundían los intrincados motivos y sentimientos complejos de las interacciones humanas: “casi siempre, me siento, como un antropólogo en Marte”,26 le dijo a Sacks, lo cual, durante su estancia en la universidad, hizo blanco de todo tipo de abusos y bromas por parte de sus compañeros, llevándola a cierto aislamiento, a una vida célibe centrada únicamente en el trabajo y la vida académica. Temple accedió a la vida social humana gracias a un complicado e intrincado sistema de reconocimiento de signos en los demás que ella misma desarrolló para atribuir estados intencionales, pero pese a la aparente funcionalidad de su método esto solo le permite relacionarse superficialmente, ya que para ella el contenido y sentido profundo de estas interacciones carecen de todo significado. Temple es un valioso ejemplo, en tanto que proporciona evidencia acerca de las múltiples formas como un organismo humano puede acceder de manera superficial a lo que Premack y Woodruff, en 1978, denominaron teoría de la mente. El caso del pintor ciego al color, “El último hippie”, “Vida de un cirujano”, “Ver y no Ver”, “El paisaje de sus sueños”, “Prodigios” y “Un antropólogo en Marte” son los siete capítulos de este fascinante libro que describe, a partir de la vida de cada uno de los protagonistas, organismos humanos escogidos por la enfermedad, la imaginación de la naturaleza, las múltiples formas de adaptación y las vicisitudes que paradójicamente favorecen “… capacidades, desarrollos, evoluciones, formas de vida latentes, que podrían no ser vistos nunca, o ni siquiera imaginados en ausencia de…”27 estas. David A. Quebradas A. Juan F. Martínez F. Estudiantes de Psicología Co-investigadores del grupo de Filosofía y Ciencias Cognitivas, Mentis Universidad del Valle davqueno@univalle.edu.co nadagreen137@hotmail.com Fecha de recibo: marzo 5 de 2008 Fecha de aceptación: abril 10 de 2008