© ELSEVIER. Fotocopiar sin autorización es un delito. Capítulo 297 Fenómenos fisiológicos del aparato digestivo & e297-1 En la cavidad oral se pueden observar diversas variaciones anatómicas normales. Un frenillo lingual excesivamente corto («anquiloglosia») puede preocupar a los padres, pero es infrecuente que interfiera con la alimentación o el habla, y generalmente no requiere ningún tratamiento. La presencia de surcos en la superficie de la lengua (lengua geográfica o escrotal) suele ser un hallazgo normal. Una úvula bífida puede ser normal, aunque en ocasiones se asocia con una hendidura submucosa del paladar blando. La regurgitación, que se debe al reflujo gastroesofágico, se observa con frecuencia en el primer año de vida. El retorno involuntario del contenido gástrico a la boca o fuera de ella en general es de escaso volumen, pero también puede ser una regurgitación más enérgica. El volumen suele ser de alrededor de 15-30 ml, aunque en ocasiones es mucho mayor. En la mayoría de casos es un cuadro benigno que coloquialmente los pediatras denominan «el vomitador feliz», aunque posiblemente hambriento. Estos episodios pueden producirse desde ninguna hasta varias veces al día. La regurgitación se resuelve de forma espontánea en el 80% de los niños a los 6 meses y en el 90% cuando tienen 12 meses. Si aparecen complicaciones o persiste la regurgitación, el reflujo gastroesofágico se considera patológico, más que una simple consecuencia del desarrollo, y en este caso está justificada su valoración y tratamiento posterior. Las complicaciones del reflujo gastroesofágico son problemas del desarrollo, neumopatías (apnea o neumonía por aspiración) y la esofagitis con sus secuelas (caps. 315 y 316). Los lactantes y los niños pequeños pueden ser remilgados con la comida, lo que es motivo de preocupación para sus padres. Un niño pequeño es capaz de comer de forma insaciable o negarse a tomar alimentos durante una comida. Los niños pequeños tienen tendencia a tomar solamente ciertos alimentos. Es preciso que los padres valoren la ingesta de alimentos en conjunto a lo largo de varios días y que no se preocupen por una comida concreta. El primer año de vida y la adolescencia son períodos de crecimiento rápido; los elevados requerimientos de nutrientes para el crecimiento pueden asociarse con un apetito voraz. La disminución del apetito del niño pequeño y en edad preescolar suele preocupar a sus padres, acostumbrados al mayor consumo de alimentos durante el primer año de vida. La demostración de un crecimiento apropiado para la edad en una curva de crecimiento disipará la preocupación parental. El número, el color y la consistencia de las heces pueden presentar grandes variaciones en el mismo lactante y entre lactantes de la misma edad, sin que exista para ello una explicación clara. El meconio es un líquido viscoso, estéril, que representa la primera emisión de heces tras el parto en las primeras 48 horas de vida. Cuando se inicia la lactancia, el meconio es sustituido por heces de transición de color pardo-verdoso, que a menudo contienen fragmentos más sólidos; a los 4-5 días las heces son de carácter lechoso, de color marrón-amarillento. La frecuencia de la deposición es muy variable en los lactantes sanos, y puede oscilar entre ninguna y 7 veces al día. En los alimentados al pecho la frecuencia es mayor, pero de menor volumen y al principio más líquida (heces de transición), y a las 2-3 semanas la deposición es más blanda y menos frecuente. Algunos lactantes pueden tener una deposición cada 1-2 semanas y, acto seguido, iniciar un ritmo de deposiciones más regular. El color de las heces tiene escasa importancia, excepto por la presencia de sangre o por la ausencia de bilirrubina (blanco- grisáceo). La presencia de materia vegetal, como guisantes o maíz, en las heces de un niño pequeño que ya ingiere sólidos es una situación normal y sugiere una masticación deficiente, no una malabsorción. Un patrón de heces líquidas cuya frecuencia es intermitente, conocido como diarrea del niño pequeño, se observa con frecuencia entre el primer y tercer año de vida. Estos niños, cuyo crecimiento por otra parte es normal, en general toman un exceso de bebidas dulces (p. ej., refrescos, zumos). De forma característica, la emisión de estas heces es diurna pero no nocturna. Estos niños beben demasiados líquidos; la diarrea se resuelve al limitar el consumo de bebidas dulces y aumentar el contenido de grasas en la alimentación. Con frecuencia, en lactantes y niños pequeños se observa un abdomen protuberante, en especial tras comidas copiosas. Esto se debe a la combinación de la debilidad de la musculatura abdominal, órganos abdominales de tamaño relativamente grande y postura lordótica. Durante el primer año de vida es frecuente la palpación del hígado 1-2 cm por debajo del reborde costal derecho. El hígado sano tiene una consistencia blanda y su tamaño normal para la edad se basa en los valores obtenidos mediante percusión. El lóbulo de Riedel, una delgada proyección, es una variante normal del lóbulo hepático derecho, palpable muy por debajo del reborde costal derecho. También puede ser normal palpar la punta blanda del bazo. En los niños pequeños y delgados se puede palpar fácilmente la columna vertebral, y cualquier estructura suprayacente puede confundirse con una masa. Es perceptible la pulsación de la aorta. En el cuadrante inferior izquierdo se pueden palpar las heces en el colon descendente o sigmoide. La pérdida de sangre por el aparato digestivo siempre es patológica, pero la sangre digerida puede malinterpretarse como una hemorragia digestiva. El lactante puede ingerir sangre de la madre en el momento del parto o más adelante, en los niños alimentados al pecho, si la madre presenta una hemorragia cerca del pezón. La hemorragia de origen nasal u orofaríngeo se suele confundir con una hemorragia digestiva (cap. 97.4). Los colorantes rojos de las bebidas y de los alimentos sólidos pueden teñir de ese color las heces, pero no producen un resultado positivo en la prueba para la detección de sangre oculta. La ictericia es frecuente en los recién nacidos, sobre todo en los prematuros, y habitualmente se debe a la incapacidad del hígado inmaduro para conjugar la bilirrubina, lo que causa un aumento de la bilirrubina indirecta (cap. 96.3). El aumento persistente de los niveles de bilirrubina indirecta en los niños alimentados al pecho puede deberse a la ictericia inducida por la lactancia materna, que en general es un cuadro benigno en los lactantes a término. Una hiperbilirrubinemia directa es patológica y sugiere una hepatopatía, aunque en los lactantes puede ser el resultado de una infección extrahepática (infección del tracto urinario). La bilirrubina directa debe representar el 15-20% de la bilirrubina total sérica. La hiperbilirrubinemia directa puede suceder a la hiperbilirrubinemia indirecta, ya que el hígado convierte el exceso de bilirrubina indirecta en directa y el paso limitante de la velocidad en la excreción de bilirrubina cambia desde la glucuronidación de bilirrubina por la excreción de bilirrubina directa en los conductos biliares. La hiperbilirrubinemia indirecta, que se observa con frecuencia en los recién nacidos sanos, suele causar una coloración dorado-amarillenta de la esclerótica y piel, mientras que la hiperbilirrubinemia directa produce un tono verde-amarillento.