PRÁCTICA NOTARIAL 21 ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LA CALIFICACIÓN DE LOS PODERES ÁNGEL BAUTISTA MESA Oficial de Notaría - Madrid Una perogrullada: El alcance o eficacia de un poder de representación, se mide por las facultades conferidas en el mismo. Esto es cierto, pero no lo es todo a la hora de calificar un poder. Hace tiempo, en la intervención de las escrituras era costumbre hacer una transcripción parcial de las facultades que contenía el poder para demostrar que el poder utilizado era suficiente para el acto o negocio jurídico documentado en la escritura. Esto era así porque los registradores tenían (o se habían atribuido) esa facultad calificadora del poder. Tras numerosísimas resolución de la DGRN ya todo el mundo sabe (menos algún registrador despistado) que si el notario dice que el poder es suficiente, eso va a misa y el registrador no puede entrar a calificar. Pero, volvamos a aquél entonces. En ocasiones el registrador rechazaba la escritura con una nota de calificación que decía más o menos esto: “no se dice en la escritura quién otorgó el poder” o, sencillamente, pedía que se le aportase la copia del poder. Nosotros nos quedábamos alucinando … (¿y para qué c. querrá saber el registrador quién otorgó el poder, si ya dejamos claro en la escritura que las facultades son bastantes?). Y, sin embargo, el registrador tenía razón, ya que para calificar correctamente la validez del poder, puede ser importante saber quién lo otorgó y en qué concepto. Poder otorgado por (sustitución del poder). el apoderado Es el caso en que el poder no lo da el propio poderdante sino su apoderado. En un poder otorgado por persona física, el apoderado puede nombrar a otra persona para que ejercite las facultades que él tiene en nombre del primer poderdante con tan solo un requisito: que en el poder primitivo no se hubiera prohibido de forma expresa la sustitución. Siempre que en el poder primitivo no haya una prohibición expresa, el apoderado puede “sustituir” el poder, o sea, dar poder a un tercero para que actúe en representación del primer poderdante transfiriéndole todas o parte de las facultades que él tiene. Lo que ocurre es que, si no estaba facultado para ello, el que sustituye será responsable de la gestión que haga el sustituto por él nombrado. Además, el que sustituye está obligado a comunicar la sustitución al primer poderdante para su conocimiento (art. 1720 Cc), lo que habrá de advertirse en el poder que contiene la sustitución (no hace falta acreditarlo). En la sustitución del poder (sin facultades para ello) el compareciente será el apoderado, que actuará en su propio nombre, y no en representación del poderdante principal. La escritura de sustitución, podría tener la siguiente estructura: COMPARECE: Don …. (apoderado). Pensemos que el poder pudo no ser otorgado por el poderdante sino por el propio apoderado, por vía de sustitución; o en el supuesto de poder mercantil, que pudo ser otorgado por el Administrador-Administradores-Consejo o por un Consejero-Delegado, o por un apoderado de la sociedad, o también por la Junta (sí, sí, la Junta, a continuación hablamos de esto). INTERVIENE en su propio nombre y derecho. EXPONE: Que por escritura … (reseña del poder principal) DISPONE: Por vía de sustitución, confiere poder a favor de Don …. (2º apoderado o sustitu- 22 PRÁCTICA NOTARIAL Los Delegados del Consejo (ConsejerosDelegados) son representantes legales de la sociedad, aunque su designación tenga carácter voluntario para el Consejo. Esa delegación puede ser permanente con todas las facultades del Consejo (se necesita el quórum de las 2/3 partes del Consejo) o puntual o concreta para un acto aislado (se necesita solamente el quórum de mayoría absoluta de los miembros concurrentes a la sesión). Su acreditación en la escritura puede ser efectuada con la exhibición de la escritura de delegación de facultades (cuando se trata de una delegación permanente) o mediante la certificación del acuerdo mayoritario adoptado por el Consejo, cuando se trata de un acto aislado (delegación especial o concreta), siempre que de los acuerdos recogidos en la certificación resulte facultado el Consejero para su ejecución. to) para que actuando en nombre y representación de Don …. (primer poderdante) pueda realizar las siguientes facultades …”. En esta situación, si el primer poderdante revoca el poder, se entenderán revocadas todas las sustituciones efectuadas. Si el poder primitivo contiene facultades representativas para dar poderes, entonces el apoderado podrá nombrar a su vez un nuevo apoderado, pero ya no estará actuando en su propio nombre y bajo su responsabilidad, sino en nombre y representación del primer poderdante. En el poder mercantil (poderes de sociedades) no cabe la sustitución si el apoderado no está expresamente facultado para ello en el poder principal (art. 261 C. de c.). ¿Poder o delegación? Este es otro concepto importante, a la hora de calificar el alcance y eficacia de la representación. Obviamente, la delegación deberá recaer siempre en alguien que tenga la condición de miembro del órgano de administración (Consejo), y su duración temporal va inherente al cargo de Consejero; vencido el cargo, vence también la delegación. Los apoderados, en cambio, no son representantes legales, sino puramente voluntarios. Se exige la formalidad de la escritura pública, y su acreditación en la escritura se realiza con la exhibición de la copia del poder. No tiene plazo de caducidad, salvo que en el poder se diga otra cosa. Recordemos, por último, que los poderes de sociedades deben estar inscritos en el Registro Mercantil, salvo que se trata de poderes especiales o concretos para un acto o un negocio jurídico aislado, o de poderes para pleitos. Poder otorgado por la Junta. Siempre hemos dicho que la Junta no puede dar poderes, pero eso no es del todo cierto. Lo que no puede hacer la Junta es interferir en la gestión de los negocios sociales, ya que esta es una competencia que no le es PRÁCTICA NOTARIAL propia y corresponde al Administrador/res. Pero la Junta puede dar un poder si cuenta para ello con la aquiescencia o asentimiento del Administrador/es; y esto resulta a veces muy conveniente. Pensemos, por ejemplo, en una sociedad que tiene un capital social de 3006 euros y da un poder para asumir determinadas obligaciones dinerarias por importe de 100.000 euros. Si ese poder lo da el Administrador, podría estar incurriendo en responsabilidad personal al descapitalizar a la Sociedad sin haber propuesto a la Junta un aumento de capital; en cambio si el poder lo da la Junta, desde luego con el conocimiento y asentimiento del Administrador (bastará con decir en la certificación del acuerdo que éste se hallaba presente en la reunión de la Junta), se salvaría esa responsabilidad personal del Administrador. Otro supuesto: si la Junta da un poder “especial” o expreso al Administrador (aquí el asentimiento resultará tácitamente prestado con el simple ejercicio del poder) para avalar un determinado crédito concedido a una sociedad del grupo o, incluso, al propio Administrador de forma personal, habrá quedado salvada la oposición de intereses o la facultad de afianzar que, por principio, no se considera incluida en el objeto social y excedería, por tanto, de las competencias del órgano de administración. Obviamente, todo esto se puede salvar también con un acuerdo de Junta consintiendo la operación, mediante la inserción en la escritura de la oportuna certificación del acuerdo de la Junta con firma o firmas legitimadas. La importancia del objeto social. En esta línea que venimos hablando, una buena parte de los problemas que se plantean en los despachos con los poderes y/o delegaciones de sociedades viene motivada por la desconexión del objeto social con relación al negocio jurídico que se pretende realizar. Ya sabemos que el órgano de administración social tiene facultades omnímodas para 23 representar a la sociedad frente a terceros, con la sola limitación de que no puede realizar actos que no estén incluidos o incardinados o, al menos, relacionados con el objeto social. Hay actos llamados “neutros”, como la adquisición de un local o la asunción de un crédito, que toda sociedad realiza en un momento determinado sea cual sea su objeto social. Son actos necesarios para el desarrollo del objeto. El problema que con más frecuencia se nos plantea son los actos que la sociedad realiza a título gratuito, como los avales o garantías a favor de terceros. Esto, salvo en el caso de los Bancos o las Entidades de Crédito, no se puede considerar incluido en el objeto social ya que la finalidad de lucro, de obtener beneficios, es esencial en los sociedades mercantiles, que no son organismos de beneficencia. Lo normal es que el aval o la garantía que se presta en operaciones bancarias de forma gratuita, lo sea para reforzar la solvencia de otra sociedad del mismo grupo o vinculadas entre sí. En estos casos, nosotros entendemos que el Administrador (más dudas nos ofrece si es un apoderado) que interviene representando a la sociedad que avala o garantiza, puede afirmar en la escritura que la sociedad otorgante (que presta la fianza o aval) está interesada en la operación, ya que son complementarias las actividades sociales de la mercantil fiadora y de la acreditada o prestataria afianzada, o que se trata de sociedades participadas del mismo grupo. En todo caso, y si al notario no le consta esa circunstancia, siempre se podrá acudir a la autorización de la operación por la Junta, dejando unida a la escritura la oportuna certificación. ¿Y esa Junta, debe ser universal? Pues nosotros entendemos que sí, ya que nadie, ni siquiera la Junta General con mayoría ordinaria, puede poner en peligro los intereses económicos de ningún socio sin que éste se pronuncie favorablemente.