Revista Alternativa No 5. Primer semestre de 2016 LA DISPUTA POR LOS BIENES DE LA NACIÓN MEXICANA: MEGAPROYECTOS VS COMUNIDADES Roberto S Diego Quintana Departamento de Producción Económica. Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco (México). Correo electrónico: rdq@correo.xoc.uam.mx Resumen La innovación tecnológica, el neoliberalismo y la apertura a la inversión extranjera, el interés de corporaciones transnacionales y nacionales y la anuencia de autoridades de todos los niveles están produciendo una multiplicidad de proyectos implantados en los territorios usufructuados por comunidades rurales e indígenas de México. Estas implantaciones, además de la desposesión territorial comunitaria intrínseca, están generando problemas medioambientales y sociales que han ocasionado movimientos de resistencia de las comunidades afectadas. En algunos casos estas comunidades han logrado frenar el embate del capital por hacerse de sus bienes. Este relativo éxito suele mantenerse en ciernes dada la guerra de baja intensidad tanto por el gobierno como por estas corporaciones. Palabras clave: Bienes de la Nación; megaproyectos; resistencia comunitaria; territorialidad. 88 Summary Technological innovation, neoliberalism and openness to foreign investment, the interest of transnational and national corporations, and the consent of authorities at all levels are producing a multiplicity of projects imposed upon rural and indigenous communities’ territories. These deployments, in addition to the intrinsic community territorial dispossession, are generating social and environmental problems that have caused movements of resistance of the affected communities. In some cases these communities have managed to stop the onslaught of the capital to seize their property. This relative success tends to be budding given the war of low intensity both by the Government and by these corporations. Key words: Assets of the nation; mega-projects; community resistance; territoriality. 1. Introducción La adopción del modelo neoliberal por el gobierno mexicano, al igual que en otros países de “menor desarrollo económico” (PMDE), a partir de los años ochenta, vino a abrir su economía por medio de reformas estructurales, adelgazamiento del Estado, apertura comercial, y apertura a inversiones extranjeras de todo tipo, entre ellas las interesadas en explotar los recursos naturales (Diego, 1998); en una modalidad que David Harvey (2004) ha dado en llamar “acumulación por desposesión” que se refiere a los procesos mediante los cuales empresas corporativas, mayormente transnacionales, en su búsqueda por maximizar la ganancia, dada la caída de la tasa de ganancia en países desarrollados económicamente (PDE), han enfocado sus inversiones hacia la explotación de recursos naturales en PMDE, generando un proceso de despojo a pueblos originarios y comunidades. Este trabajo reflexiona sobre este proceso de despojo, de desterritorialización de comunidades indígenas y campesinas, así como los problemas sociales y medioambientales que las implantaciones de megaproyectos de estas corporaciones están ocasionando, mismos que han provocado la movilización de estas comunidades y sus organizaciones con el fin de frenar este proceso. Para ello, se elabora sobre varias de las más relevantes actividades extractivistas, productivas y de servicio llevadas a cabo por 89 corporaciones transnacionales que implican la pérdida del control del espacio físico de parte de la población nativa; entre ellas cabe mencionar a la minería a cielo abierto, los parques eólicos, las presas hidroeléctricas, las plantaciones forestales y de biocombustibles, y los aeropuertos. En la parte concluyente del texto se reflexiona sobre las cuestiones que han derivado en este proceso de desposesión, hurgando en la memoria histórica de la Nación. 2. “¿Y cuánto va a durar esto, oiga?” En el pueblo estamos orgullosos porque no nos hemos dejado, pero también estamos angustiados pues no sabemos hasta dónde va a llegar esta situación. A cada rato nos amedrenta el personal de Mareña1 en sus camionetas blancas. Se acercan a nuestros retenes con la policía y se burlan del amparo que logramos y nos dicen que con amparo o sin él van a instalar las eólicas. Yo vivía en paz como todos los del pueblo. Hasta que llegaron esos señores de Mareña a querernos meter en nuestras tierras esas eólicas. Y nos tuvimos que organizar para detenerlos. En el pueblo la mayoría no queremos. Nos va a cambiar la vida alrededor de la pesca y vamos a perder nuestros lugares sagrados. La mayor parte de la tierra va a quedar invadida por eólicas, y eso no lo queremos. Mareña ha logrado dividirnos. A los jóvenes les ha prometido trabajo; si se hace el parque eólico. Ya hasta les compró pelotas y uniformes deportivos para ganárselos. A algunos pescadores les ha prometido botes, redes y motores. También ya maiceó2 a las autoridades municipales y de bienes comunales con dinero, además de las fuertes presiones que han recibido del municipio de Juchitán y del gobierno estatal y federal. Pareciera ser que tenemos a todas las autoridades en contra, pero también tenemos a mucha gente de aquí y de otras comunidades que nos apoyan. Nosotros confiábamos mucho en las autoridades y en la gente de Álvaro Obregón, que están a la entrada de la barra, pero ahora en diciembre, lograron comprar a las autoridades y anduvieron repartiendo entre los comuneros dinero, de a catorce mil pesos 1 Mareña Renovables es una empresa española interesada en implantar un parque eólico en San Dionisio del Mar. 2 Compró. 90 para arriba. Mareña llegó por la noche con su maquinaria. Traían a la política municipal y estatal por delante para abrir el paso. Hubo quienes ofrecieron resistencia pero la policía los golpeó y detuvo. Y así metieron su maquinaria. Ya por la mañana se dejó venir la gente de las comunidades; eran tantos que la policía se arrinconó; estaban bien asustados. Nosotros nomás les dijimos a los de Mareña que así como metieron sus cosas las sacaran de nuevo, y que si no se las íbamos a quemar, y no tuvieron más remedio que llevárselas a otro lado. Este relato me lo compartió un líder de San Dionisio del Mar, sentados en el inmenso espacio de usos múltiples, junto con quienes estaban encargados de vigilar el acceso al centro del pueblo. Fatigado, tenso, con horas y horas de insomnio a cuestas, más sin bajar la guardia, este líder en un momento de la plática me preguntó: “oiga, y cuanto va a durar esto; yo ya estoy cansado de no dormir; ya me trataron de matar dos veces; tiene uno que andar todo el día muy atento.” “No está sólo” Este relato es similar al de muchos mexicanos y mexicanas a los que la fatalidad ha involucrado en movimientos de resistencia, generados en comunidades rurales sobre las que ha caído o hay la pretensión de que caiga una minera, un pozo petrolero, una presa, un parque eólico, un aeropuerto, una carretera, una fraccionadora urbana, un desarrollo turístico, una ciudad rural, una plantación forestal o de biocombustibles, y la lista sigue; sin desestimar el crimen organizado, que sin ser tema de este escrito permea por todos los rincones y ámbitos del país, incluidos los escenarios relativos a los megaproyectos. Esta vorágine del capital está generando un mar de conflictos en las comunidades a las que les ha echado la mira para insertar alguna empresa ajena a las formas y mundos de vida de la población local. 3. La palma africana y las ciudades rurales En México esta estrategia para expulsar a los campesinos de las tierras, concentrar superficie, y dedicarla a la producción de palma africana y otros cultivares aptos para la fabricación de biocombustibles ha adquirido otras modalidades entre las que destaca la creación de ciudades rurales, siendo cuna de este modelo el estado de Chiapas. En 91 esencia, se trata de convencer a los nativos de que abandonen sus parcelas, las cedan para la producción a gran escala de estos cultivares, y que ellos reciban como intercambio una casa tipo GEO3 , y se dediquen a la producción de hortalizas y demás cultivares de forma intensiva bajo invernadero. El fracaso en el corto plazo de esta ‘ingeniería del desarrollo’ ha sido tal que el propio PNUD4 que participaba en su financiamiento se ha retirado y el nuevo gobernador de Chiapas ha dejado en el olvido esta estrategia de Juan Sabines (Bellinghausen, 2013), al tiempo que el gobernador de Puebla, interesado en impulsarla en este estado ya no ha vuelto a hablar de ella. Cabe mencionar la ejemplar resistencia que ofrecieron los habitantes y vecinos de San Miguel Tenextatiloyan, apoyados por el CESDER, y por el CUPREDER y académicos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), ante esta intención de volverlos una ciudad rural (Berlanga, 2011). Este movimiento es un antecedente importante al movimiento Kiat Tlalli contra las mineras a cielo abierto y las presas hidroeléctricas necesarias para abastecer de agua y energía eléctrica a estas minas en la Sierra Norte de Puebla. Otras palmas y otras plantaciones forestales Otra estrategia similar han sido los contratos de arrendamiento de tierras para plantaciones forestales maderables y no maderables, entre ellas los biocombustibles, en las que los pobladores rurales ceden su tierra y su territorialidad a corporaciones nacionales y transnacionales por más o menos dos o tres generaciones. Sobre especies maderables hay 145,000 has vinculadas al capital privado, bajo este tipo de arreglos. En México existen aproximadamente 22 millones de hectáreas aptas para desarrollar plantaciones, así que ojala y los poseedores de estas hectáreas se organicen e inclinen la balanza de su lado (CONAFOR, 2014). Sobre los biocombustibles, en cuya fabricación se utilizan la palma africana y la jatropha, la situación para los campesinos mexicanos se puede poner complicada. Si bien en su producción participan muchos productores minifundistas, esta explotación está adquiriendo la modalidad de contratos de arrendamiento de tierra hasta por 30 años de parte de corporaciones nacionales y transnacionales. 3 Estas casas prefabricadas y de corta duración, son fabricadas por la empresa constructora GEO; de ahí su nombre. 4 Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo. 92 Los biocombustibles han tomado tal ímpetu que ya se les llama “oro verde”. Del 2005 al 2012 de acuerdo a la British Petroleum Estadistical Review, la producción mundial subió de 20 a 60 millones de toneladas equivalentes de petróleo. Como parte de esta efervescencia, la Unión Europea está favoreciendo la inversión para producir biocombustibles, de tal manera, que para el año 2015 se use una mezcla con el 10 por ciento de biocombustibles. Esta política por sí sola va a fomentar la producción de estos hidrocarburos por todos los rincones del globo terráqueo5 . En México las proyecciones de la siembra de estos cultivos han rebasado con mucho la realidad. Tan sólo para el 2012, con relación a la palma africana, se esperaba que en el estado de Chiapas ya hubiera sembradas cerca de 40 mil hectáreas, y para el 2015: 100 mil, estimando en el mediano plazo llegar a las 900 mil hectáreas, y la realidad es que se pasó de tener 10,200 hectáreas en el 2007 a 28,800 hectáreas en el 2012; nada mal dado que casi se triplicó la superficie sembrada, pero muy por debajo de las proyecciones que reflejan las estadísticas oficiales (Solís, 2013). Para el caso de la jatropha, la situación no es mejor, ya que se pasó a nivel nacional de no haber siembras comerciales en el 2007 a 2,000 hectáreas en el 2012. Tan sólo para el estado de Chiapas el gobierno había proyectado para el 2012 ya tener 40,000 hectáreas sembradas y no se llegó ni a mil de ellas. En estas mismas predicciones se esperaba que para el 2011 el 20 por ciento del combustible utilizado por el trasporte público en Tuxtla Gutiérrez proviniera de este cultivo; para ello se hubiera requerido tener en producción entre 15,000 y 20,000 hectáreas (Solís, 2013). Si bien a nivel local la concesión de tierra para estos menesteres se puede aproximar al 100 por ciento, es decir, hay comunidades cuya pérdida de territorialidad es total. Esta superficie es realmente insignificante si la comparamos con la superficie ya concesionada a las mineras. 5. De la faz de la tierra al subsuelo 5 http://www.bp.com/content/dam/bp/pdf/Energy-economics/statistical-review-2014/BP-statisticalreview-of-world-energy-2014-full-report.pdf 93 Entrar a las entrañas de la tierra, al inframundo, para extraer metales, piedras preciosas, solía ser cosa de elegidos, para ello había que pedir permiso a los dioses y a los muertos6. Más la avaricia del ser inhumano por atesorar riqueza económica ha ido dejando cráteres, cicatrices sobre la faz de la tierra de magnitudes inconcebibles hasta hace unas cuantas décadas, debido a las limitaciones tecnológicas existentes que vinieron a ser superadas por el desarrollo de una tecnología para explotar recursos minerales a cielo abierto. Pareciera ser que las vetas de minerales que admitían su explotación por medio de galerías semejantes a un hormiguero bajo la tierra están llegando a su fin, y que ahora hay que extraer estos minerales de la tierra misma, por medio de solventes, altamente contaminantes del medio ambiente, siempre y cuando éstos se encuentren con suficiente concentración como para admitir su extracción de forma rentable. Es la existencia de esta tecnología, aunada a la pérdida de autonomía política y económica de los PMDE, como México, y por ende la apertura a la inversión extranjera, las que han traído a los escenarios rurales a las corporaciones transnacionales mineras para implantar minas a cielo abierto, que han venido a trastocar las formas y mundos de vida de los pobladores nativos, marginándolos de sus territorios. En México, este proceso de acumulación por desposesión, se ha concretado en un cúmulo de concesiones a corporaciones mineras para la exploración y la eventual explotación de los recursos minerales; otrora de la Nación. Por la baja, de acuerdo a cifras oficiales, ya se han concesionado 32.5 millones de hectáreas o el 17 por ciento de la superficie nacional 7, y por la alta, poco más de 90 millones de hectáreas8; muy cercanas a la mitad del territorio nacional y a la casi totalidad de las tierras usufructuadas por las comunidades campesinas y originarias, y estas cifras se incrementan significativamente con cada día que pasa. De acuerdo a cifras del INEGI (2013), ya hay 285 empresas (canadienses, norteamericanas, rusas, chinas, mexicanas y demás) que están explotando o desarrollando 853 proyectos mineros, 67 por ciento de ellos de oro y plata (González, 2013). Un excelente rescate de ello, para Costa de Marfil, la hace Koffi Kuassi (1992). Estas cifras son de la Secretaría de Economía, publicadas por José Luis Caballero (2013). 8 Otras fuentes mencionan una superficie concesionada mucho mayor, como Peniley Ramírez (2013) que menciona 95.8 millones de hectáreas concesionadas, prácticamente la mitad del país. Enrique Méndez y Roberto Garduño (2013) mencionan casi la misma cifra: 96 millones de hectáreas. 6 7 94 En el caso de las explotaciones mineras, la depredación no podía ser más grande, ya que estas corporaciones están extrayendo recursos no renovables de la Nación; es decir, cada gramo de oro o plata que extraen y sacan del país, es un gramo menos que nos queda a los mexicanos y a las futuras generaciones. Y por si fuera poco, estas empresas no están pagando el mineral que extraen y se llevan, dado que no se está considerando ningún concepto relacionado a la cantidad de mineral extraído y procesado. Quienes hay firmado las concesiones de parte del gobierno, en los términos en que lo han hecho, están regalando los recursos naturales al no asignarles un precio, a cambio de generar algunas fuentes de empleo y de un ingreso a las arcas de hacienda por medio de una especie de ‘impuesto’ calculado de acuerdo a las hectáreas que cada explotación tiene en usufructo, y no de acuerdo a la cantidad de mineral extraído. El cuasi regalo de los recursos naturales de parte del poder ejecutivo, la rentabilidad debida a los precios internacionales de los metales y las innovaciones tecnológicas depredadoras de la minería a cielo abierto, han llevado a la CAMIMEX (2011) a declarar que: “nunca en la historia del país se había producido tanto oro y plata como en el 2010, estos volúmenes de producción permitieron al país recuperar también el primer lugar”; olvidándose esta cámara que esta producción no es realmente nacional sino de corporaciones transnacionales, y que ese primer lugar es de estas corporaciones cuyas ganancias, e incluso metal en lingotes, en su mayoría abandonan el país, al no haber restricciones en la repatriación de utilidades. En esta otra óptica, preocupa saber que el volumen físico de oro obtenido entre 2000 y 2010 representa más del doble del extraído en trescientos años de colonización española en México; de 1521 a 1830 se extrajeron 191,825 kilos y del 2000 a 2010 419,097 kilos. Y con relación a la plata más de la mitad del total extraído durante ese mismo periodo; 56,144 kilos y 33,465 kilos respectivamente (CANIMEX, 2011:76-77). Sobre esta situación nacional la periodista Susana González (2013) pareciera dar una buena noticia sobre la explotación minera al informar que ya representa el 28 por ciento de la del petróleo y gas, y que ésta se ha incrementado en un 48 por ciento en seis años, y que su participación en el PIB de la rama pasó del 15 al 22 por ciento. Más, cabría preguntarse si es que estas cifras más bien reflejan lo bien que va la expoliación de los recursos de la Nación por corporaciones transnacionales. 95 La población local, salvo los pocos que logran obtener un empleo no calificado, no obtiene un gran beneficio de la explotación de sus tierras, sus territorios. A cambio de la inequitativa renta por sus tierras, comparada con las desproporcionadas ganancias de las mineras, éstos tienen que asumir los costos y afectaciones de esta explotación, que: (i) requiere inmensas cantidades de agua, reduciendo su abasto a la población local, incluso río abajo al contaminarla con ácido sulfúrico, arsénico y cianuro; (ii) dada la contaminación de agua y aire aparecen problemas de salud entre la población no vistos antes; (iii) el deterioro del hábitat natural es impresionante, y (iv) al final de la explotación, ésta dejará un inmenso cráter inhabilitado para cuando menos cualquier uso productivo agropecuario o forestal. Para colmo, la/s comunidad/es que signaron el contrato de arrendamiento de tierras con la minera, de acuerdo a la legislación vigente, son corresponsables del deterioro ecológico que ésta inflija en la región, y al irse la minera, sólo ellos quedarán con la manda de recomponer semejante deterioro. La resistencia contra esta vorágine del capital se ha venido escribiendo en un variopinto de historias: hay comunidades que han logrado echar para abajo la explotación minera, cuando menos temporalmente: caso de Tlamanca y de otras comunidades agrupadas en la organización Kiat–Tlalli de la Sierra Norte de Puebla que luchan contra la implantación de cerca de 10 minas y más de 20 presas (García, 2013); hay otras que han renegociado el arrendamiento de tierras como Mezcala (Garibay y Balzaretti, 2009), y hay otras cuya resistencia no ha logrado mucho como en el caso de la minera San Javier en San Luis Potosí (Enciso, 2014), que a pesar de haber ganado en las cortes el cierre de la mina, ésta sigue trabajando como si nada hubiera pasado, y Salverna cuyo pueblo va desapareciendo poco a poco bajo la picota de Carso, la minera de Carlos Slim, debido a que la veta de mineral más rica está justo debajo del pueblo (Rodríguez, 2013; Uribe, 2015). La resistencia social, sin lugar a dudas está teniendo sus costos: comunidades asediadas, líderes encarcelados, y hasta asesinados como fue el caso de Ismael Solorio, líder de El Barzón en Chihuahua, que encabezaba la lucha contra la instalación de la Minera Cascabel, filial de la canadiense Mag Silver, en el ejido Benito Juárez, municipio de Buenaventura. Él mismo lo advirtió: “Si no se arregla el asunto de la mina en nuestro ejido, Benito Juárez, habrá muertos. De uno de los dos lados, pero los habrá”. Lo que no pudo prever fue que entre los muertos estarían él y su esposa (Navarro, 2012). 96 6. De los molinos del Quijote a los aerogeneradores Otro recurso bajo la mira del capital transnacional es el viento, aprovechado para mover aerogeneradores. El viento ha acompañado al ser humano desde hace miles de años. Es gracias a él que algunas civilizaciones como la turca se facilitaron la existencia para bombear agua de riego, para moler granos y fabricar harina, para aserrar madera. El país más famoso por sus molinos es sin duda Holanda que llegó a tener más de 10 mil molinos, la casi totalidad de ellos dedicados a bombear agua de las regiones que los holandeses le arrebataron al mar (los polders) para evitar que éste las retomara como su territorio; de éstos quedan cerca de 1000 y una bella muestra en Kinderdijk para deleite de nativos y turistas por igual. Otros molinos famosos son los del Quijote que aún se utilizan en algunas partes de Extremadura en España para moler grano. De hecho, casi no hubo país de Europa que no hiciera uso de ellos. No es raro entonces, que después de varios éxitos relativos para generar energía eléctrica con molinos de viento, o mejor sea dicho, aerogeneradores, por los años setenta, dada la confluencia de la existencia incipiente de la tecnología, la inquietud poblacional por generar energía menos contaminante y la subida de los precios de petróleo, las comunidades rurales de Dinamarca se enfrascaran en producir los primeros parques eólicos contemporáneos. Contrario a lo sucedido en México, en Dinamarca los parques fueron instalados por cooperativas de usuarios de estas comunidades, en sus inicios para autoabasto, y posteriormente para su comercialización en el mercado libre (Schreuer y WeismeierSammer, 2010). A pesar de que Dinamarca ya abrió su mercado a la inversión de corporaciones transnacionales, éstas se han ido a instalar los parques eólicos al mar (off shore), dada la fortaleza de las organizaciones comunitarias que en general han mantenido el dominio de la generación de energía eléctrica por medio de aerogeneradores en tierra firme, bajo la figura asociativa de cooperativas. La historia de los parques eólicos en Alemania, el principal país productor de energía eólica, es similar, ya que estos parques son de consorcios de comunidades. En España éstos están en manos de consorcios transnacionales, y son estos consorcios los que han llegado a implantar parques eólicos en el Istmo de Tehuantepec y otras regiones venteadas de México (Diego, 2014; Diego, 2015). 97 El Istmo es una región habitada por pueblos originarios con historicidad, subjetividad e identidad acendrada; con autoridades tradicionales, usos y costumbres e instituciones propias. Sus habitantes suelen crecerse ante el poder, así da muestra el rosario de rebeliones en su historia; suelen ser estereotipadamente orgullosos y hasta arrogantes y beligerantes; sobre todo las mujeres (Campbell y Green, 1999). A este escenario, desde hace poco menos de 20 años, comenzaron a llegar, al principio incipientemente, y después como avalancha, corporaciones transnacionales haciendo uso de dones, de reciprocidad negativa, de violencia simbólica y física para convencer a la población local para hacerse de su territorio e instalar en él aerogeneradores, pues por la región sopla un intermitente viendo de más de 100 kilómetros de velocidad, de ahí su nombre: La Ventosa (Hernández y León, 2014). Por eso de la alianza entre autoridades gubernamentales de todos los niveles y las corporaciones transnacionales dedicadas a estos menesteres, hoy en día, una parte importante del territorio de estos pueblos originarios está rentado a estas corporaciones que ya tienen instalados alrededor de 1,000 generadores en 21 parques en operación, ocupando una superficie de 33,000 hectáreas, habiendo otras 20,000 hectáreas en proyecto y en construcción, que en conjunto ya rebasan el potencial estimado por la Secretaría de Energía de más de 50,000 hectáreas (Secretaría de Energía, 1012:80). Ante el que visita la región, los parques eólicos por su densidad y magnitud han generado un paisaje dantesco en el que don Quijote poco o nada podría hacer. Sin embargo, muchos de los habitantes organizados sí han ido ofreciendo resistencia ante esta vorágine del capital por hacerse de su territorio. En esencia, a pesar de que “poderoso caballero es don Dinero,” la lucha organizada de los pueblos originarios de la región, como la citada al inicio de este trabajo, va logrando resultados. Cabe mencionar el movimiento social que han ofrecido las comunidades de San Mateo del Mar, San Dionisio del Mar y de Álvaro Obregón a los intentos de una corporación transnacional española, rebautizada ad hoc como Mareña Renovables9 , por implantar un parque eólico en la Barra de Santa Teresa y el territorio de San Mateo del Mar. La presión física más fuerte se dio en la entrada a la barra del lado de la comunidad de Álvaro Obregón a la que el día 2 de febrero de 2013 llegó maquinaría de esta empresa 9 Los pueblos dedicados a la pesca en los esteros son referidos como mareños, de ahí el haber adoptado por nombre “mareña”, buscando la aceptación de las comunidades de la región. 98 custodiada por la policía municipal de Juchitán, la policía estatal, y mercenarios de organizaciones cuyo ingreso depende de las políticas del municipio, como los taxistas de Juchitán, afiliados a la CTM. Los pobladores en contra de esta implantación ofrecieron resistencia, siendo superados con mucho en número. Así, tal y como lo relata la narrativa al inicio del trabajo, la maquinaria entró a la barra, tan sólo para salir en menos de 24 horas después, ya que a la mañana siguiente llegaron a Álvaro Obregón miles de pobladores de varias comunidades de la región que superaron con mucho a los policías amenazando con quemar la maquinaria si no la sacaban de la barra10 . Este conflicto llevó a que Mareña Renovables declarara que se retiraba de la barra, reapareciendo recientemente esta misma concesión, para implantarse en tierras de la comunidad de Juchitán, con el nombre de Energía Eólica del Sur, la cual ya está teniendo de enfrentar resistencia de la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y el Territorio (APIITDTT) y la Asamblea Popular del Pueblo Juchiteco (APPJ) que en el 2015 lograron suspender este parque por medio de un amparo (Rojas 2014)11. Más las concesiones dadas por la Secretaría de Energía siguen vigentes, y la estrategia del gobierno en sus diferentes instancias por cambiar la correlación de fuerzas regional y abrir la barra a esta implantación siguen. La última acción de parte del gobierno fue desconocer las autoridades elegidas por usos y costumbres en Álvaro Obregón, ya que a pesar de que esta comunidad solicitó con tiempo cambiar el procedimiento electoral de partidos políticos en urna, a usos y costumbres, permitido en la legislación de Oaxaca, Esta solicitud no fue atendida, por lo que en las elecciones de autoridades en julio de 2013 la comunidad decidió no permitir que se instalaran las urnas, eligiendo a sus autoridades por usos y costumbres, si bien legítimas, de acuerdo a la legislación vigente ilegales. La presidencia municipal de Juchitán y el gobierno estatal de Oaxaca han logrado llevar a cabo la elección de autoridades en urnas electorales en una casa de Álvaro Obregón en varias ocasiones, sin que éstas hayan logrado ser legitimadas por el Tribunal Estatal Electoral del Poder Judicial del Estado de Oaxaca, muy probablemente con la intención de abrir camino a la reactivación del parque eólico en la barra de Santa Teresa, esto, no 10 Entrevistas con Bettina Cruz y Rodrigo Flores, de la Asamblea APIITDTT y con Marcelino Nolasco de la Organización de Derechos Humanos Guadalupe Tepeyac. 11 Este proceso ha sido acompañado por el grupo asesor de estas asambleas del que la autoría forma parte. 99 obstante la resistencia y el alto grado de organización existente de parte de los opositores del proyecto (Thomas, 2014). Así las cosas, es difícil de predecir el devenir de ésta y otras implantaciones de parques eólicos en la región, más aún con la capacidad de cooptar autoridades y con la política de criminalización social de parte del gobierno que ya ha tenido a varios de sus líderes a la sombra en sus cárceles, habiendo recibido algunos de ellos amenazas de muerte, como Bettina Cruz, integrante de la Asamblea de Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y el Territorio (APIITDTT). 7. De presas y desplazados Las presas hidroeléctricas, son otra forma de generar energía ‘limpia’, sin liberar CO2 y otros contaminantes a la atmósfera. Basta con encontrar un río, un cañón o cañada, un estrecho susceptible de taponar, y la presa hidroeléctrica, una vez construida, puede generar energía eléctrica, sin contaminar el aire, el agua o el suelo. Desde tiempos remotos los seres humanos han recurrido a esta estrategia tanto para irrigar tierras agropecuarias como para generar energía motriz y más recientemente: energía eléctrica. Muchas de los grandes presas de riego, hidroeléctricas, incluso las del siglo XX anteceden la comprensión de las consecuencias del deterioro del medio ambiente, éstas más bien pertenecen al periodo del progreso, de la modernidad, a la concepción antropocéntrica de que el ser humano podía modificar a su gusto y necesidad su entorno, sin que esto derivara en problemas medio ambientales que pusieran incluso en riesgo la sobrevivencia humana sobre el planeta. Así las cosas, poner una muralla sobre el cauce de un río no resultó ser cosa menor cuando esta muralla evitaba que llegaran a aguas arriba salmones y otras especies a desovar, y cuando esta muralla paraba el limo y los nutrientes que mantienen la fertilidad de los suelos agrícolas río abajo, mismos que también son vitales para la alimentación de diversas especies de peces marinos12 . Bajar el aforo de un río, almacenando su agua, por otra parte, tiene serias consecuencias para toda la fauna y flora que vive en y de él. El caso de la presa de Asuán, construida en Egipto por la Unión Soviética en los años cincuenta, es tristemente emblemática en este sentido; ver Majed Barakat, y Pedro Arrojo (s.f.). 12 100 Los problemas arriba señalados se multiplican cuando en el escenario de las afectaciones incorporamos a las comunidades rurales y urbanas que conviven con el río. Reducir el cauce es dejar a algunos sin agua de riego o para el consumo humano para destinarla a otros, frenar el flujo de nutrientes y biota del río al mar suele reducir significativamente los cardúmenes para la pesca. Así las cosas, una presa llega a redistribuir bienes y recursos, a modificar las relaciones de poder y dominación entre quienes, para bien o para mal, se encuentran habitando en la región afectada; a modificar el clima y con ello los nichos ecológicos de la región. Cuando la construcción de una presa va a implicar inundar tierras de cultivo, o los poblados mismos, para los pobladores originarios la situación se suele tornar toda una pesadilla, ya que o luchan contra la invasión y la echan de su territorio, o tendrán que tomar sus pertenencias e irse a vivir a otra parte, recibiendo una compensación económica que siempre estará muy por debajo de los bienes materiales e inmateriales perdidos. Michael Cernea13 ha dedicado parte de su vida a comprender el problema de los desplazados por este tipo de emprendimientos. Al revisar sus textos, sus compilaciones, uno puede darse cuenta que historias sobre estas pesadillas hay muchas, aquí como ejemplo mencionaremos tres: la presa Miguel Alemán construida sobre el río Papaloapan en los años cincuenta, que vino a desplazar de sus tierras y sus comunidades a 20 mil indígenas mazatecos, y su prima hermana, la Presa Cerro de Oro, sobre el mismo cauce, (hoy Miguel de la Madrid), cuya construcción y embalse a principios de los años setenta implicó desplazar de sus tierras y comunidades a 27 mil indígenas chinantecos. Cabe mencionar que los chinantecos, a partir de la experiencia de los mazatecos ofrecieron resistencia a ser desplazados, por lo que en este movimiento social hubo sobornados, detenidos, torturados y asesinados, hasta que el ejército terminó trepando a los más reticentes a punta de culatazos a sus camiones y esparciéndolos por el territorio nacional en una diáspora que Alicia Barabás y Miguel Bartolomé (1973) dieron en nombrar como un “etnocidio”. Dada “la memoria contra el olvido”, los costos sociales de este tipo de obras han venido a generar una corriente crítica a ellas, tanto en la academia como en las organizaciones de la sociedad civil y las mismas comunidades que se llegan a ver amenazadas por ellas. Así 13 Ver Michael Cernea (1990, 1997 y 1999) y Michael Cernea y Christopher McDowell (2000). 101 las cosas, la mayoría de los proyectos de presas en México, que implican el desplazamiento de la población o la afectación de tierras de cultivo o bienes naturales, se han tenido que enfrentar con la resistencia de la población nativa, que en la mayoría de los casos ha recurrido a la asesoría y acompañamiento de organizaciones de la sociedad civil, académicos conocedores de estos procesos y de las estrategias jurídicas, legislativas y de acción colectiva a las que se puede recurrir para intentar desmontarlos. Hoy en día en México, debido a la escasez de agua para abastecer las crecientes ciudades y pueblos urbanos, así como a las tierras de riego; a la creciente demanda de ella por los emprendimientos mineros, y por los complejos industriales, el gobierno y la iniciativa privada están a la búsqueda de lugares propicios para la implantación de presas que mitiguen esta carencia. Proyectos para estas implantaciones ya hay muchos concesionados, sin que las comunidades por afectar hayan sido consultadas o informadas. Muchos de ellos han generado rechazo y resistencia en estas comunidades cuando se inicia su implantación, por la forma en que se han tratado de imponer a la población local, sin que haya habido una consulta previa tal y como lo establece el Convenio 169 de la OIT, y por el impacto económico y social que van a tener sobre esta población, parte de la cual tendrá que abandonar sus comunidades que terminaran bajo el agua del embalse. Entre los casos más emblemáticos cabe mencionar la presa de La Parota en Guerrero. Otra presa cuya población afectada lleva varios años luchando por evitarla es la de El Zapotillo en Temaca, Jalisco. Otra más es la de El Naranjal, en Zongolica, Veracruz. Otras más las de las Cruces, la Yesca y el Cajón en Nayarit; la de Picachos en Sinaloa; la de Pilares-Bicentenario en Sonora; la lucha de los Yaquis contra el trasvase del agua del río en su territorio para llevarla a Hermosillo por medio del Acueducto Independencia; las más de 20 presas en la Sierra Norte de Puebla relacionadas al abasto de agua requerido para la explotación minera, lucha de resistencia de la Kiat Tlalli ya mencionada, y la lista es casi interminable. 8. De aeropuertos y mundos de vida Después de la Segunda Guerra Mundial se fueron implantando aeropuertos en espacios rurales, sin una abierta oposición de la población rural, y más bien con una esperanzadora 102 aceptación de que finalmente la modernidad y el sacrosanto desarrollo iban a llegar, ahora desde los aires hasta sus puertas. Más no tardaron mucho en darse cuenta de que el gran negocio y los beneficios eran para otros. Basta citar como ejemplo de ello el caso del pueblo de San Salvador Atenco, que se vino a enterar de su destino manifiesto en el que sus tierras serían convertidas en un aeropuerto, concebido por quienes manejan los hilos del poder, sin que hubiera habido una consulta previa a los pueblos que serían afectados por el desplazamiento humano inevitable. Así, cuando los pobladores de San Salvador Atenco se enteraron del proyecto de un aeropuerto internacional en sus tierras, parte de la tierra ya había sido comprada por funcionarios públicos de alto nivel, entre ellos el propio gobernador del Estado, que al contar con información privilegiada sobre este proyecto, ni tarde ni perezoso se lanzó a comprar tierras a un precio muy inferior al que alcanzarían una vez que se materializara el aeropuerto. Contrario a muchas otras comunidades donde el control social de parte del gobierno ha logrado manejar el conflicto por medio de dádivas y comprando a líderes y autoridades, en Atenco una parte importante del pueblo se sublevó, luchando por todos los medios, literalmente machete en mano, contra el aeropuerto, por atentar contra su forma y mundo de vida familiar y comunitaria, por implicar la desposesión de su tierra, de su territorio, por no haber sido desde un principio tomados en cuenta. El trajinar de este pueblo, de sus líderes y de sus habitantes ha sido toda una vía crucis ya que ante tanta resistencia el 3 y 4 de mayo de 2006, los tres poderes ejecutivos: el federal, el estatal y el municipal, tuvieron a bien orquestar la toma armada del pueblo, misma que ocasionó el asesinato de un joven, la violación sexual de un sinnúmero de mujeres, y la detención de varios de los líderes del movimiento (Lagunes, 2014). Ante este escenario, el ejecutivo federal finalmente declaró que se retiraba el proyecto del aeropuerto internacional de este lugar, trasladándolo al estado de Hidalgo, tan sólo para enfrentar la resistencia de otras comunidades, quedando el proyecto hasta muy recientemente en el limbo. En tiempos recientes, la idea de llevarlo a cabo sobre la comunidad de Atenco reverdeció. Después de varios años de promover un proyecto con decoración ecológica que en 103 apariencia pretendía recuperar la región, recientemente el gobierno le está pagando entre 10 y 15 mil pesos mensuales a vecinos de Atenco para que hagan labor de convencimiento entre la población para que vendan sus tierras. En el año 2000, en el primer intento por comprarles los derechos sobre ella les ofrecieron 70,000.00 pesos por parcelas que ahora están ofreciendo 2,5 millones de pesos (Ramón, 2014ª y 2014b). Aunado a lo anterior, cabe mencionar que las instituciones gubernamentales han estado trabajando con la población local para vencer resistencias y modificar la composición de las instituciones donde se toman las decisiones en el pueblo. Una de ellas es el comisariado ejidal, en cuya última elección, el gobierno logró que se eligiera como comisariado a Andrés Ruiz Méndez, de filiación priísta, mismo que en otra asamblea ejidal del primero de junio de 2014 logró que se aprobara el cambio de uso del suelo de dos mil hectáreas, que pasarán en el corto plazo a ser parceladas y de ahí a dominio pleno para ser vendidas, se entiende que con el fin de que formen parte de la superficie donde se construya el aeropuerto. Mientras esto pasaba en la asamblea ejidal, policías vestidos de civil y pobladores de la región autodenominados como “Atenco Paz y Progreso” bloquearon el acceso a la asamblea a los miembros del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), que al ser superados en número y ante la prepotencia de los policías vestidos de civil, no pudieron ingresar a la asamblea y se tuvieron que conformar con manifestar su inconformidad (Salinas, 2014). Del aeropuerto ya hay proyecto, ya hay tierra, más la resistencia de una parte importante de la población sigue, y sus demandas agrarias y amparos contra este proyecto y la forma en que se ha impuesto siguen su curso, por lo que sólo queda esperar qué tanto se alargará este proceso y qué tanto logrará esta población negociar al respecto. De seguirse agravando la situación el aeropuerto internacional muy bien puede no pasar de la maqueta por unos cuantos años más dando un respiro a la población regional. 9. Reflexiones finales: dónde se torció la historia La vorágine del capital sobre los bienes de las comunidades rurales es polimorfa, manifiesta intereses específicos. En este artículo se han tratado con cierto detalle varias de ellas: la minería, los parques eólicos, las presas, las plantaciones forestales, incluidas 104 las de palma africana, las ciudades rurales, las vías de comunicación terrestres y los aeropuertos. Quedan en el tintero, sin embargo, una multiplicidad de implantaciones de corporaciones nacionales y transnacionales sobre los territorios de comunidades rurales. Ante este rosario de desposesiones territoriales y de recursos naturales expuesto arriba, cabe preguntarse por qué está sucediendo todo esto. Dónde se torció la historia. Dónde se perdió el rumbo. Dónde están las autoridades ante esta vorágine del capital. Dónde quedó la Nación, Qué se puede hacer para remediar estas historias y producir experiencias dignas de cambio social. Proyectos de Nación en el México pos-revolucionario hubo varios. Para Emiliano Zapata, la Nación había que construirla desde abajo, desde las comunidades rurales gobernadas por la sociedad civil, con relativa autonomía y con el reconocimiento pleno de su territorialidad física y simbólica. Sólo a partir del ‘buen estado de salud’ de esta célula societal se podían ir produciendo relaciones e interacciones comunitarias que dieran lugar a municipios y a distritos referidos en sus leyes municipalistas14 (similares a la propuesta de las regiones autónomas pluriétnicas del Consejo Estatal de Organizaciones Indígenas y Campesinas (CEOIC)),15 y de ahí llegar a conformar, en la diversidad, los estados, y ya hasta el final la Nación quedaría conformada por ese variopinto social, y no viceversa16 . Una propuesta similar se derivó de las ideas de Moisés Saénz, discípulo de Franz Boas, relacionada al retativismo cultural, en donde la fortaleza de la Nación pos-revolucionaria había que derivarla de la riqueza que representaba la diversidad cultural, en lugar de pretender homogeneizarla. Desgraciadamente, quienes se sentaron al final en la silla presidencial, el grupo Sonora-Sinaloa, llevaron al país por un camino radicalmente distinto, generando un Estado centralizado, patrimonialista e interventor, en donde el paradigma de modernización y progreso se fincó en un principio genérico y abstracto de igualdad y homogeneización de la sociedad. Warman, Arturo, “El proyecto político del zapatismo”, en Friedrich Katz, Revuelta, rebelión o Revolución: la lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, tomo 2, Editorial Era, México, D.F., 1996, pp. 9-23. Zapata, Emiliano, s/f, (1916-1917), Derechos y obligaciones de los pueblos, Ed. PRI, México, D.F. s/f. 15 Consejo Ejecutivo del Consejo General de las Regiones Autónomas Pluriétnicas de Chiapas, “Regiones Autónomas Pluriétnicas: una propuesta hacia la autonomía indígena”,Boletín de Antropología Americana,núm. 27, 1993, pp. 153-170. 16 Roberto, Diego, “Construir Nación desde lo local”, en Federico Novelo, (coord.), La UAM ante la sucesión presidencial, DPE_UAM_X, México D.F., 2011, pp. 559-577. 14 105 El contrato social establecido en la Constitución mexicana del 1917 es fiel reflejo de esta concepción homologadora, así como de un Estado autoritario, omnipresente, fuertemente corporativizado y con un carácter autoritario, en donde la sociedad civil, los actores sociales, poco o nada tienen que decir o hacer frente a este “Big Brother” 17 que se autoerige como el benefactor de todos aquellos que en lo nominal plantea representar y proteger, pero que en los hechos vendrá a manipular, cooptar, someter, reprimir, no reconociéndoles derechos en aquellos menesteres auto-adscritos a la Nación, por intermediación de los “hijos predilectos del régimen”.18 Para efecto de los casos citados con anterioridad, tómese como ejemplo al Artículo 27 constitucional, en lo referente al sentido de los derechos territoriales y agrarios. Este artículo establece que "la propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada" (Tribunal Superior Agrario, 1994:7). Como se puede intuir de este principio fundamental de la Nación, el control sobre la tierra y los recursos naturales, por parte del Estado, como representante de la Nación, se mantiene aún después de transmitir el dominio a manos sociales o privadas. Más aun, este mismo artículo establece que: "corresponde a la nación el dominio directo de todos los recursos naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de las islas; de todos los minerales o sustancias en vetas cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos, tales como los minerales de los que se extraigan metales y metaloides utilizados en la industria; los yacimientos de piedras preciosas, de sal gema y las salinas formadas directamente por las aguas marinas; los productos derivados de la descomposición de las rocas, cuando su explotación necesite trabajos subterráneos; los yacimientos minerales u orgánicos de materias susceptibles de ser utilizadas como fertilizantes, los combustibles minerales sólidos; el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos; y el espacio situado sobre el territorio nacional, en la extensión y términos que fije el derecho internacional" (Tribunal Superior Agrario, 1994:8); Poca cosa. Más para evitar abusos: “La nación tendrá en todo tiempo el derecho […] de regular, en beneficio social, el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de 17 18 Concepto acuñado por George Orwell en su novela: Nineteen Eighty Four (1949). Concepto acuñado por Arturo Warman (1979). 106 apropiación, con objeto de hacer una distribución equitativa de la riqueza pública, cuidar de su conservación, lograr el desarrollo equilibrado del país y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población rural y urbana. En consecuencia, se dictarán las medidas necesarias para ordenar los asentamientos humanos y establecer adecuadas provisiones, usos, reservas y destinos de tierras, aguas y bosques, a efecto de ejecutar obras públicas y planear y regular la fundación, conservación, mejoramiento y crecimiento de los centros de población, para preservar y restaurar el equilibrio ecológico; para el fraccionamiento de los latifundios; para disponer en los términos de la ley reglamentaria, la organización y explotación colectiva de los ejidos y comunidades; para el desarrollo de la pequeña propiedad rural; para el fomento de la agricultura, de la ganadería, de la silvicultura y de las demás actividades económicas en el medio rural, y para evitar la destrucción de los elementos naturales y los daños que la propiedad pueda sufrir en perjuicio de la sociedad.” Muy bien la norma constitucional, pero, y entonces por qué está pasando todo lo se ha estado relatando en este trabajo. Ciertamente, éste pareciera ser un principio loable, de avanzada para la época, más llevarlo a cabo adecuadamente hubiera requerido de políticos honestos, intachables y con un alto compromiso social, y no el “capitalismo de compadres”19 que semejante concentración de los bienes nacionales en manos del poder ejecutivo ha desatado a lo largo de la historia de México. Además, semejante omnipresencia en una entelequia como la Nación, no pareciera dar cabida para los actores sociales y sus concretas ‘matrias’. Así, en México, los derechos territoriales y los agrarios privados y sociales están constreñidos por los derechos que el Estado se ha auto concedido sobre la propiedad y usufructo de los bienes de la Nación. De hecho, es el gobierno, la clase política, con claras expresiones patrimonialistas, la que usufructúa los recursos petroleros, y más aún, es el poder ejecutivo el que otorga concesiones sobre los recursos naturales de la Nación a empresarios privados sean éstos nacionales o extranjeros. Aquellos que por suerte o fatalidad lleguen a habitar sobre estos recursos, a lo más que pueden aspirar es obtener un pago compensatorio, que en general suele estar muy por debajo del valor comercial de su propiedad o posesión, al tiempo que ésta puede ser expropiada en nombre del interés público. 19 Sobre este concepto y su relevancia ver: NOTIMEX, “Se consolida en AL un capitalismo de compadres, alerta Nobel de Economía”, La Jornada, martes 15 de agosto de 2006. 107 Los beneficios producto de la explotación de esos recursos irán directamente a las arcas de las instituciones gubernamentales o privadas agraciadas con la concesión gubernamental, y muy probablemente a las de algunos de los funcionarios públicos involucrados con el otorgamiento de las concesiones que hacen posible esta explotación. Los anteriores dueños-posesionarios de la tierra habrán sido enajenados de los beneficios obtenidos por la explotación de los recursos que se encontraban bajo su tierra, o cuando mucho, la ironía del caso, éstos serán incluidos posteriormente en la explotación de los recursos como mano de obra asalariada en el mismo espacio, territorio, donde antaño estuvo localizada su tierra. Esta ha sido y es la Caja de Pandora de los casos de estudio citados en este trabajo a los cuales se les podría agregar un rosario de experiencias similares de “acumulación por desposesión”, en el fundamento, posibles gracias a la concentración de poder, control y dominio de la Nación-Estado sobre la territorialidad nacional, sin que los derechos de la población en sus diferentes asociaciones hayan sido reconocidos; en donde en su territorialidad, autonomía, gobernanza y derechos ciudadanos compete. Estos derechos estaban reconocidos en las propuestas de los Zapatistas de principio de siglo XX, y también en las de los Zapatistas (EZLN) de fines de siglo XX, y ha sido esta gran omisión, la que ha permitido la depredación que tanto el gobierno (con la explotación del petróleo y la construcción de presas y carreteras), como la iniciativa privada, fundamentalmente corporaciones transnacionales por medio de concesiones mineras, agrarias, forestales, hídricas, eólicas, y otras más, están haciendo de los recursos naturales y de la naturaleza. Es esta vorágine del capital, entreverada con la concepción neoliberal de desarrollo y también con la colusión de los funcionarios públicos de todos los niveles con las corporaciones transnacionales lo que hoy en día pone en entredicho el mismo contrato social establecido en la Constitución nacional. De ahí que muchas de las comunidades como las aquí citadas se organicen, tejan redes, se movilicen, resistan, protesten, elaboren alternativas para defender sus territorios, sus formas y mundos de vida, ante estos proyectos que les caen encima sin siquiera haber sido considerados ni consultados, y cuya implantación implica drásticos cambios negativos y muy pocos positivos para ellos. En el recorrido de este texto se relatan experiencias que han logrado detener a toda una maquinaria gubernamental y transnacional interesadas en implantar un proyecto sobre su territorio, tal es el caso de: la Kiat Tlalli en la Sierra Norte de Puebla, de San Dionisio del Mar y Álvaro Obregón en el 108 Istmo de Tehuantepec, De Tepoztlán en Morelos, y la lista sigue. Sin embargo, estos grandes logros suelen ser efímeros dado que al paso del tiempo suele aparecer otra amenaza similar o la misma refuncionalizada sobre de ellos. Referencias: BARABÁS, A. y BARTOLOMÉ, M . (1973). 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