SEGUNDO DIA DE RETIRO TEMA: ROSTO MARIANO DE LA IGLESIA Les toca hoy manifestar de manera original y específica la presencia de María en la vida de la Iglesia y de los hombres, desarrollando para ello una actitud mariana, que se caracteriza por una disponibilidad gozosa a las llamadas del Espíritu Santo, por una confianza inquebrantable en la Palabra del Señor, por un caminar espiritual en relación con los diferentes misterios de la vida de Cristo y por una atención maternal a las necesidades y a los sufrimientos de los hombres, especialmente a los de los más sencillos. Juan Pablo II a los Capítulos generales de la Familia marista, 2001 Introducción. Explicar el tema general y las motivaciones de la mañana y de la tarde. Ideas para la motivación: Cuando expresamos el deseo de una Iglesia con rostro mariano, eso no puede ser entendido como tarea de algunos (Obispos, jerarquía, líderes). La tarea es mía: “Yo miembro de la iglesia, seguidor de Jesucristo, yo soy el que debo tener un rostro mariano; yo debo estar atento a la Palabra y ser servidor del Evangelio como María”. Nuestro proyecto de ser cristianos y de responder como Iglesia al llamado del Señor viene del “Sí” de María. La actitud de María en la Anunciación es el propio modo de ser de la iglesia, es la realidad espiritual que debe marcar toda persona y toda actividad eclesial. El “rostro mariano de la Iglesia”, expresión acuñada por el teólogo H.U.Von Balthasar, “se muestra en el servicio, en el amor humilde y la tranquilidad, y allí está para los otros” (E. Johnson, Nossa verdadeira irmã: Teologia de Maria na comunhão dos santos. São Paulo, Loyola, 2006, p. 87.) Queremos encontrarnos con María, sabiendo que ella nos ayuda a encontrarnos con su hijo Jesús. La tradición Marista conserva la invocación “Todo a Jesús por María, todo a María para Jesús”, donde está expresada esa verdad. TEMA DE LA MAÑANA: ANUNCIACIÓN (SORPRESAS DE DIOS) 1. Oración de la Mañana Canto: Hágase en mí (Tierra de bendición) Dinámica inicial: Línea de las sorpresas de Dios en mi vida. Cada uno puede recordar algunos de los momentos (personas y hechos) de la propia vida en que Dios le ha sorprendido. Escribir cada momento en una ficha. Después de ese momento personal puede, en grupo, compartir libremente algo de lo escrito anteriormente. Lectura bíblica: Lc. 1, 26-38 La Anunciación. Compartir: El grupo comparte sobre las sorpresas de María, cuáles fueron, cómo ella las vive… Oración a María ¡Ven, María, Ven! Ven a ayudarnos, en este caminar tan difícil hacia el Padre. Ven, querida Madre, a enseñarnos a ser testigos del Amor Que hizo de tu cuerpo su Morada, que se abrió para recibir al Salvador. Queremos, oh Madre, responder al amor de Cisto Salvador. Llenos de ternura ponemos confiados en tus manos esta oración. LAS SORPRESAS DE DIOS Puedes iniciar tu reflexión con estas preguntas: ¿Qué es una sorpresa? ¿Toda sorpresa es buena? ¿Y las sorpresas de Dios? MARCELINO CHAMPAGNAT (Las sorpresas de Dios en su vida) Echemos una mirada a algunas sorpresas de Dios en la vida de Marcelino: Textos del P. Champagnat, divididos en dos grupos: sorpresas desagradables y sorpresas agradables. a) Desagradables: 1. Salida de Courveille de la Sociedad de María (Cap. 14 vida de Champagnat 1ª parte) Al final del episodio aparece la frase: “ ese acontecimiento, como es fácil comprender, causó un gran pesar al P. Champagnat; más Dios le reservaba todavía nuevas sorpresas y provaciones” 2. Salida de la congregación del Hermano Jean-Marie Granjon y del hermano Etienne Roumesy. También al final del episodio leemos: “salida del hermano Jean-Marie Granjon, el primer hermano, y salida del hermano Roumesy, sobre el cual el P. Champagnat depositaba grandes esperanzas aparece esta frase: “La pérdida de los dos hermanos causó gran estupor y sufrimiento al piadoso Fundador, pues eran los más capacitados para ayudarlo en el gobierno del Instituto”. b) Agradables: 1. Llegada de ocho postulantes (Cap. 9 de la primera parte) “Es tu obra, le decía; tú nos has reunido, a pesar de la oposición del mundo, para procurar la gloria de tu divino Hijo. Si no nos socorres pereceremos; nos extinguiremos como lámpara sin aceite. Pero si perece, no es nuestra obra la que perece, es la tuya, pues tú lo has hecho todo entre nosotros. Contamos, pues, contigo, con tu ayuda poderosa; en ella confiaremos siempre” La Madre de misericordia, conmovida por la confianza que en ella tenía su siervo, escuchó sus súplicas, atendió sus peticiones y le demostró que no en vano había acudido a ella. La llegada del ex-Hermano con su cuadrilla dejó sorprendido al señor Champagnat. Estaba cavando el huerto. Dejó el trabajo para ir a su encuentro. "Me parece estar viéndolo aún, dice uno de los muchachos274 que formaba parte del grupo, contemplándonos de pies a cabeza con expresión de extrañeza que revelaba bien a las claras que no nos esperaba. Después de hacernos varias preguntas para sondear nuestras actitudes y los motivos que nos traían, terminó por decirnos que no podía recibirnos. Esto nos sorprendió tanto y nos causó tal pena que el señor Champagnat, al darse cuenta, añadió para consolarnos: Voy a orar a Dios para examinar el asunto. Podéis quedaros hasta mañana." -La mayoría de estos postulantes agradaron mucho al señor Champagnat. Si puso dificultad en recibirlos, fue porque no los conocía y temía que su vocación no estuviera bastante probada, no respondiera a motivos elevados y fuera sólo consecuencia de las presiones de quien los traía por interés personal para ser admitido el mismo. Además, un número así le inquietaba por varios motivos. "Es posible que estos muchachos -decía- se hayan decidido arrastrándose unos a otros. Como a uno se le ocurra retirarse, me temo que los demás empiecen a hastiarse y se vuelvan como han venido, uno detrás de otro.” Además, el número era excesivo para la capacidad de la casa. No había habitaciones, ni camas suficientes, por lo que tuvieron que pasar la noche en el granero275 sobre la paja. Faltaban también recursos, pues la mayoría de los jóvenes sólo traía una cantidad exigua para pensión; y la casa, que apenas podía abastecerse, no estaba en condiciones de hacer nuevos sacrificios. Por estas razones, el señor Champagnat consideró oportuno no imponer esta carga a la comunidad sin recabar el parecer de los principales Hermanos. Al día siguiente llamó a los postulantes y les dijo: “No puedo aseguraros todavía que pueda recibiros. He de consultar a los Hermanos antes de comunicaros lo que debo hacer. Mientras, podéis quedaros unos días con nosotros. Pero como resulta problemático que podamos admitiros, los que quieran retirarse pueden hacerlo.” Les dijo que era partidario de recibir a aquellos jóvenes, que parecían visiblemente enviados por la Providencia. Como todos los Hermanos compartían su parecer, decidieron admitir a los ocho postulantes y al que los había traído. Pero que había que someterlos a pruebas especiales para comprobar la solidez de su vocación. Los amigos del señor Champagnat, sin embargo, no pensaban así y reprobaron abiertamente su decisión. Hicieron cuanto pudieron para convencerlo de que debía despedir a los recién llegados. “No puede quedarse con ese grupo de muchachos. ¿Cómo los va a mantener? La casa es demasiado pequeña para alojarlos. Además, ¿sabe qué va a suceder si se quedan? Que se retirarán después de haber ocasionado grandes gastos. Alimentar y mantener a todos esos chicos es algo que desborda sus posibilidades. La prudencia aconseja que vaya poco a poco y que no imponga alegremente a la comunidad una carga tan pesada. Así que, al menos, decídase a despedir a los más jóvenes, tanto más cuanto que son demasiados niños para saber si tienen vocación.” El señor Champagnat estaba decidido, y nada pudo hacerle revocar su determinación. Pero como hombre prudente, empleó todos los medios que le inspiró el espíritu de Dios para probar a esos postulantes y asegurarse de que convenían a su congregación. En lugar de ponerlos a estudiar, los ocupó en trabajar la tierra de la mañana a la noche, los obligó a guardar riguroso silencio y a estar siempre ocupados. El capítulo de culpas, las reprensiones y penitencias públicas por las menores faltas; no escatimó nada. Pero nada pudo doblegar la firmeza de aquellos aspirantes. El señor Champagnat, encantado y admirado de tanta constancia, quiso someter a los más jóvenes a una prueba definitiva. Los reunió en presencia de los Hermanos de la casa y les dijo: “Amigos míos, ya que queréis a todo trance quedaros con nosotros y llegar a ser hijos de María, estoy decidido a admitiros a todos. Pero, como algunos de vosotros sois todavía demasiado jóvenes para conocer la vocación, he pensado poneros en casa de unos campesinos para cuidar los animales. Si os portáis bien, si vuestros amos quedan satisfechos y seguís con la idea de abrazar la vida religiosa, os admitiré definitivamente al noviciado en la próxima fiesta de Todos los Santos. Luego, dirigiéndose al más joven, añadió: -Vamos a ver, ¿estás de acuerdo? -Acepto, ya que así lo quiere usted, respondió el simpático muchacho, pero a condición de que me reciba con seguridad en la fecha que ha fijado.” Ante esta respuesta, el señor Champagnat se quedó estupefacto; bajó la mirada un momento y les dijo: -Está bien, os admito a todos desde ahora mismo. Pero, ¿de dónde procedía la tenacidad de estos muchachos y cuál era el motivo de su apego a un Instituto que les ponía tantas trabas para aceptarlos? Nos lo va a explicar uno279 de ellos con su ingenuo lenguaje: “Se equivocaban al desconfiar tanto de nosotros y sospechar de los motivos que nos habían traído. Si hubieran sido consideraciones humanas, no hubiéramos permanecido ni un solo día. En efecto, ¿quién hubiera podido retenernos en una casa donde sólo había pobreza, en la que teníamos por dormitorio un granero y un poco de paja como lecho y por todo alimento pan de centeno -que de mal cocido se deshacía- y legumbres, y por bebida, agua clara? ¿En una casa donde de la mañana a la noche nos sometían a duros trabajos y nos daban por todo salario reprensiones o castigos que teníamos que recibir con profundo respeto? Si ahora me preguntan qué podía atraernos en unas circunstancias tan contrarias a la naturaleza, por qué nos cautivaba tanto una Sociedad que no nos aceptaba, responderé que fue la devoción que en ella se profesaba a María. Al día siguiente de nuestra llegada, el señor Champagnat nos entregó un rosario a cada uno; nos habló varias veces de la Santísima Virgen con aquel tono tan persuasivo que le era habitual y nos contó varios casos en que resplandecía la protección de la divina Madre. Todos los que nos encontrábamos allí quedamos tan impresionados de las cosas tan bellas que nuestro buen Padre nos contó de la Santísima Virgen que nada en el mundo hubiera sido capaz de desviarnos de nuestra vocación.” 2. Perdidos en la nieve (Cap. 7º segunda parte) Corría el mes de febrero de 1823. Uno de los Hermanos de Bourg-Argental837 se hallaba gravemente enfermo. El Padre Champagnat no quería dejar morir a su hijo sin el consuelo de verlo y darle su bendición. Hacía mal tiempo y el suelo estaba cubierto de nieve, lo que no le arredró para emprender el camino a pie e ir a la cabecera del enfermo, en cuanto se enteró de que estaba en peligro. Después de bendecirlo y consolarlo, se dispuso a regresar a Lavalla, por más que porfiaron en disuadirle, por la cantidad de nieve caída aquel día y del persistente temporal. Llevado de su audacia, el Padre decidió no hacer caso de los ruegos de los Hermanos ni de los consejos de sus amigos, Pronto se arrepentiría. Para regresar a Lavalla, en compañía del Hermano Estanislao, tuvo que cruzar los montes Pila838. Apenas habían transcurrido dos horas de marcha839, se extraviaron. Incapaces de dar con rastro alguno de camino, anduvieron a la deriva o, más bien, a la buena de Dios. Una fuerte cellisca les daba en la cara y les impedía ver hacia dónde caminaban, hasta el punto que no sabían si adelantaban o retrocedían. Después de varias horas de andar perdidos, el Hermano se sintió tan desfallecido, que el Padre Champagnat tuvo que tomarlo del brazo para guiarlo y mantenerlo en pie. Pero pronto, transido de frío y asfixiado por la nieve, también él se sintió desfallecer, y tuvo que detenerse. Se dirigió al Hermano y le dijo: “Querido amigo, si la Santísima Virgen no viene en ayuda nuestra, estamos perdidos. Acudamos a ella y supliquémosle que nos saque del peligro en que nos hallamos de perder la vida cubiertos por la nieve, en medio de estos bosques.” Al decir estas palabras, sintió cómo el Hermano se le iba de las manos y se desplomaba de cansancio. Lleno de confianza, se pone de rodillas al lado del Hermano, que parecía haberse desvanecido, y reza fervorosamente el Acordaos. Después, trata de incorporar al Hermano y hacerlo caminar. Apenas habían dado diez pasos, vieron una luz que brillaba no lejos de allí, pues era de noche. Se encaminan hacia la luz y llegan a una casa840, donde pasan la noche. Ambos estaban congelados de frío; y el Hermano, sobre todo, tardó en recobrarse. El Padre Champagnat confesó en diversas ocasiones que de no haberles llegado la ayuda en el momento preciso, ambos hubieran perecido, y que la Santísima Virgen los había librado de una muerte segura841. 3. Doc. 440 de Origines Maristes: “Preguntado si era verdad que, en los inicios del Instituto, había habido acontecimientos maravillosos, el P. Champagnat respondió: Lo más maravilloso, aquello que más me sorprende, es el hecho de que Dios se haya servido de instrumentos tan simples e iletrados como nosotros para realizar su obra”. 4. Carta 34. Del 28 de enero de 1834 (Al Rey de Francia) Señor, Nacido en el cantón de St. Genêt Malifaux, departamento de la Loire sólo con infinitas dificultades pude llegar a leer y escribir, por falta de maestros capacitados: desde entonces, comprendí la urgente necesidad de una institución que pudiera, con menos gastos, procurar a los niños de las zonas rurales, la enseñanza adecuada... ...que los Hermanos de las Escuelas Cristianas ofrecen a los niños de las ciudades. Elevado al sacerdocio en 1816, fui colocado en calidad de vicario en una zona rural;... ...lo que allí ví con mis propios ojos me hizo sentir con más fuerza todavía la importancia de poner en práctica, sin dilación, el proyecto que meditaba desde hacía mucho tiempo. Empecé, pues, a formar a algunos maestros... Les di el nombre de Hermanitos de María. muy convencido de que este solo nombre atraería un gran número de personas. Un rápido éxito, en pocos años, ha justificado mis suposiciones y... ...superado mis esperanzas. En 1824, bajo la protección del Administrador de la diócesis de Lyon, ayudado por este Prelado y por las buenas gentes de la región, construí cerca de la ciudad de St. Chamond una casa amplia para establecer en ella la escuela normal , de la nueva sociedad. Setenta y dos personas de esta casa trabajan ya en un buen número de municipios,... ...sin contar unos cuarenta novicios que se preparan para seguir los pasos de los primeros. Para crecer y prosperar, esta institución naciente, cuyos estatutos se adjuntan, sólo necesita la autorización requerida. El celo que Su Majestad pone en la enseñanza me anima a presentarle la humilde petición. ¡Majestad, seré tan feliz de obtener-la? Me atrevo a suponer que sí. Las numerosas peticiones que me llegan de todas partes y de distintos Alcaldes (sobre todo a partir de la ley de 28 de junio de 1833), la aceptación de las autoridades locales, del Sr. Prefecto de la Loire y de varios honorables diputados, que han tenido a bien asegurarme su protección , me demuestran con toda evidencia la sintonía entre mi institución y el espíritu del gobierno, entre la necesidad y los recursos de los municipios rurales, como para que pueda dudar un solo instante del éxito de mi petición . Estoy pues, Majestad, lleno de la dulce esperanza de que esta empresa, iniciada únicamente para el bien de mis conciudadanos, será aceptada por Vuestra Majestad, dispuesta siempre a animar cuanto es útil .Los Hermanos de María, habiendo recibido de vuestra real bondad una existencia legal, os serán deudores de una gratitud eterna y se unirán a mí para declararse por siempre, Señor muy humildes, muy obedientes y muy fieles súbditos de Vuestra Majestad. Champagnat. PREGUNTAS: A PARTIR DE LOS TEXTOS LEÍDOS ¿Qué llamadas me vienen al corazón? Mira mi vida y contemplo las sorpresas de Dios en mi vida, relato algunas… Destaco las actitudes de Champagnat frente a las sorpresas de Dios tanto las agradables como las no tanto. Fourvière nos habla también de las sorpresas de Dios y de María… ¿Cómo te está sorprendiendo este año que estamos viviendo de FOURVIÈRE? TEMA DE LA TARDE IGLESIA DE PENTECOSTÉS: MARIANA Y SERVIDORA (ENVIADOS PARA EL MUNDO) MOMENTO INICIAL Repasar lo vivido en la mañana: las sorpresas se pueden convertir en convicciones Nuestras convicciones son como la levadura que hace crecer la realidad. Así fue con María también. Texto bíblico: Hechos de los apóstoles 1, 13-14; 2, 1-8 (Pentecostés) ORACIÓN MARIANA María, primera discípula del Señor, te damos gracias por el grupo de sacerdotes, Champagnat y Colin entre ellos, que se consagraron en Fourvière hace 200 años y se comprometieron a renovar la Iglesia, inspirados por ti y bajo tu protección. Gracias por la familia marista, actualmente extendida por toda la tierra, heredera de aquel sueño de los primeros maristas y que desea, hoy como ayer, ponerse al servicio de nuestros hermanos y hermanas, especialmente de quienes viven en situaciones de mayor vulnerabilidad. Gracias, de manera especial, por el carisma recibido a través de Marcelino Champagnat, que tantas veces acudió a Fourvière para confiarte sus proyectos y abandonarse entre tus manos. Conscientes de que Tú siempre lo haces todo entre nosotros, te damos gracias por tantas generaciones de hermanos maristas que, en los cinco continentes, han entregado su vida en la evangelización de los niños y jóvenes. Gracias por el crecimiento del laicado marista, mujeres y hombres llamados por el Espíritu Santo a vivir su vocación cristiana como maristas, en comunión con los hermanos, y compartiendo una misma misión. Todos nosotros, maristas de Champagnat, nos confiamos a ti, buena Madre de Fourvière, peregrina de la fe, para que, con audacia y generosidad, seamos signos de tu ternura y misericordia entre los Montagne de hoy, y fieles a nuestra misión de dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar. Amén. UN NUEVO COMIENZO PARA NUESTRAS VIDAS Hoy también peregrinamos a Fourvière Hoy seguimos una tradición centenaria al peregrinar espiritual y materialmente hacia Fourvière siguiendo el ejemplo de Champagnat y sus compañeros. Así lo han hecho centenares de maristas. Entre otros muchos llegó hasta los pies de la Virgen de rostro moreno, en peregrinación espiritual, el hermano Francisco, al escribir su Circular del 2 de febrero de 1885, con ocasión de la proclamación del dogma de la Inmaculada. Y la intuición de su corazón interpreta así la Sociedad de María que ya comienza a caminar por la historia a través de los hermanos: “¿Necesitamos buscar en otro lugar motivos de confianza, señales de poderosa y maternal protección de María y signos sensibles de su compasiva bondad y de su ternura incomparable para con nosotros sus hijos? ¿Nuestra Sociedad no nos los ofrece continuamente, y cada uno de nosotros no puede dar testimonio de ello? Preguntémosle a este piadoso novicio, a este joven hermano, a nuestros hermanos cargados de horas de clase, a nuestros hermanos Directores, en cualquier situación en que se hayan encontrado, preguntémosles quién les sostuvo en las dificultades, en las penas y en los peligros; quién los preservó de la desgracia de ofender a Dios, de ceder a la tentación y hasta de perder su vocación; quién los hizo triunfar de todos los obstáculos que encontraron; cómo tuvieron éxito en su empleo, en su cargo, en su establecimiento; quién hizo a sus alumnos piadosos, sumisos, asiduos y respetuosos; todos ellos nos responderán: Es a María a quien debemos agradecer; es porque hemos recurrido a María, ha sido porque invocamos a María, porque nos consagramos a María, porque pusimos bajo su protección y entre sus buenas manos, a nuestros niños, nuestros empleos y nuestros establecimientos, que todas estas gracias nos han sido concedidas. ¡Oh! ¡Qué grandes cosas, qué milagros, qué prodigios de bondad, de misericordia y de amor han sido realizadas por esta Madre tierna en favor de sus queridos hijos y que tanto la aman y se esfuerzan por hacerla amar e invocar cuanto les sea posible!”1 “Esta tierna Madre, nuestra vida y nuestra esperanza, no se dejará vencer en generosidad y en amor: ella nos dará con seguridad señales nuevas y claras de su bondad y de su poderosa intercesión. El pasado es una garantía segura del futuro ¿Quién ha invocado a María y no ha sido atendido? ¿Quién ha implorado su asistencia y ha sido abandonado? Nunca se podrá decir que esta Virgen poderosa y fiel, en quien se igualan el poder con el amor, cuya herencia es la ternura y la misericordia, haya fallado a nadie que la haya invocado, en cualquier situación, circunstancia o necesidad espiritual o corporal en que se haya encontrado”2. “¡Feliz el Hermanito de María que instruye bien a sus alumnos sobre las grandezas y las bondades de esta tierna Madre, que los acostumbra a consagrarse a ella cada día y a recurrir a su maternal protección en todas sus necesidades, a invocarla en todos los peligros a los que puedan estar expuestos, y en todos los males del alma y del cuerpo! ¡Felices también los niños confiados a un tal Hermano! Se puede afirmar que su enseñanza será para ellos una fuente de virtudes y de santidad y que el amor a María que les sabrá inspirar, apartándolos del vicio, los introducirá seguramente en las vías de la salvación y los devolverá tarde o temprano al buen camino si la debilidad o la ignorancia les hacen salirse de él algunas veces. ¡Qué consuelo para un hermano institutor! ¡Qué motivo de confianza y de estímulo! ¡Qué feliz se sentirá al ver a todos sus alumnos rezando a María, consagrándose a María, amándola y honrándola y formándose bajo su mirada para servirla todos los días de su vida!”3. Guías espirituales y peregrinos como los hermanos Juan María Merino, Balko o Gabriel Michel ayudaron a muchas personas que subieron a Fourvière a descubrir la historia del carisma marista en esta Basílica. 1 H. Francisco. Circulaires, T. 2, p. 214. Circular del 2 de febrero de 1885. H. Francisco. Circulaires, T. 2, p. 212. Circular del 2 de febrero de 1885. 3 H. Francisco. Circulaires, T. 2, p. 218. Circular del 2 de febrero de 1885. 2 EL ROSTRO MARIANO DE LA IGLESIA EL SUEÑO DE LOS PRIMEROS MARISTAS: UNA IGLESIA RENOVADA Como bien sabemos, en el origen de la Sociedad de María se encuentra la inspiración de Jean-Claude Courveille, quien dijo haberla recibido en Le Puy. En 1815 explica su proyecto a algunos de sus compañeros en el Seminario de San Ireneo: Colin, Champagnat, Déclas, Terraillon… los cuales enseguida se entusiasman con la idea, que acaba concretándose en la promesa de Fourvière, a los pies de la Virgen negra. ¿Formaba parte realmente del sueño de esos doce sacerdotes recién ordenados la construcción de una iglesia mariana? Para Courveille estaba claro que se trataba de colaborar en la renovación de la Iglesia; de la misma manera que en otro momento histórico esa misión se confió a la Sociedad de Jesús, dice él, en ese momento corresponde a la Sociedad de María. JeanClaude Colin es todavía mucho más contundente: La Sociedad de María debe reiniciar una nueva Iglesia. No lo digo en sentido literal, lo que sería una blasfemia. Pero, con todo, en un cierto sentido, sí, debemos reiniciar una nueva Iglesia. Los maristas entendían su Proyecto como una participación en la tarea de María de traer la vida de Cristo al mundo y estar presente en la Iglesia naciente (Agua de la roca, 11). Está claro que Champagnat participaba también plenamente de ese proyecto, pero, como en tantas otras ocasiones, a su manera. Como hombre práctico que era, desea que los ideales se concreten. ¿De qué manera va a contribuir él a la renovación de la Iglesia? Según los cronistas, repetía una y otra vez en sus reuniones con los compañeros de la Sociedad de María: ¡Necesitamos hermanos!. Su manera de construir una Iglesia distinta, renovada, de rostro mariano, se concreta a través de la fundación de los Hermanitos de María. NUESTRA MANERA DE SER Y DE CONSTRUIR IGLESIA Construir una Iglesia de rostro mariano es algo a lo que son invitados todos los cristianos. Pero nosotros, como maristas, somos invitados a manifestar de manera original y específica la presencia de María en la vida de la Iglesia y de los hombres, tal como nos recordó Juan Pablo II. ¿En qué consiste esa manera original y específica de ser? Como dije antes, Champagnat quiso que nuestra sola existencia en la Iglesia fuera ya una contribución profética, siendo hermanitos de María, es decir religiosos que no forman parte de la estructura jerárquica de la Iglesia y que aspiran a vivir el evangelio a la manera de María. Ambas palabras son importantes: hermanitos y María, y ambas recogen lo que estamos llamados a ser, como dice el hermano Juan Bautista, el conocido biógrafo del Fundador, en un retiro que dirigió a los hermanos en 1862: ¿Cuál es nuestro espíritu? ¿Qué medio particular nos ha dado nuestro Fundador para llegar a la caridad perfecta? El nombre que llevamos nos dice cuál es nuestro espíritu. Esa es la originalidad de nuestra vocación, eso es lo que especifica nuestra contribución a la Iglesia y a la sociedad, no sólo por lo que hacemos, sino también por la manera cómo lo hacemos y por lo que somos. Nuestra existencia en la Iglesia y en la sociedad tiene sentido en sí misma, sin necesidad de recurrir a nuestra función específica. Lo mismo vale para miles de laicos y laicas en todo el mundo que se sienten identificados con el carisma marista, como yo mismo he podido comprobar, a lo largo de estos 10 últimos años, en los cinco continentes. Algunas personas sienten que Dios les llama a vivir su vida cristiana con las características maristas y entonces hablamos de vocación laical marista; en otros casos, la adhesión se da más a nivel de algunos aspectos de la espiritualidad o en el campo de la misión. (Nos dio el nombre de María. Emili Turú) Hno. Giovanni Bigotto María es el espejo en el que la Iglesia se mira para descubrir la propia naturaleza. María es Iglesia y al mismo tiempo es profecía de la Iglesia. En ella, la Iglesia descubre no algún aspecto propio, sino un modo de ser en su totalidad, con ese rostro democrático que permite que todos los discípulos tengan la misma dignidad: “Tiene un solo cuerpo y un solo espíritu, así como una sola esperanza de la voación a la que fueron llamados; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todos, en medio de todos y en todos” (Ef 4, 16) María es un perfecto icono de la Iglesia y del marista. En el vivir cotidiano, construímos una infinidad de lugares que permiten a los otros – hermanos, amigos, jóvenes ,hijos, padres – el convertirse en las personas únicas que en realidad son. La Iglesia y el educador, como María, deben, primeramente, ser amor, manifestar su realidad materna, fortalecida por el sentido de responsabilidad. Cuando la Iglesia mira a María, descubre que debe, ante todo, ser madre. Primer existieron la madre y el hijo, después el profeta y el apóstol. Rostro mariano son también todos los gestos que las mujeres hacen en los evangelios y en la Iglesia: Marta convida a Jesús a su casa, espacio de paz y de ternura. María derrama un purísimo perfume de nardo sobre los pies de Jesús y toda la casa quedó llena del perfume. La pecadora cubre de besos los pies del Señor, los baña con sus lágrimas y después los enjuga con sus cabellos: maravilloso ingenio femenino. La samaritana, delante de Jesús, mujer desarmada, humilde, mujer sdiente en pleno medio día de su vida, mujer a la cual es revelada “ el agua que brota para la vida eterna”. Las mujeres ven a Jesús morir y son las primeras mensajeras de la resurrección. Ells evangelizan a Pedro y los apóstoles. Ellas son todas laicas, como María. Forman, todavía hoy, la base sólida de la Iglesia. En el número 25 del documento “En torno a la misma mesa” se nos dice: “La forma como las mujeres viven el carisma marista nos invita a todos a integrar los elementos marianos, como la tenacidad, la resistencia, el cariño maternal, la ternura, la atención a los detalles y la intuición en nuestra experiencia cotidiana”. En el corazón hace el rostro mariano de la Iglesia, rostro de madre, de mujer, de laica, corazón que todo marista debe cultivar. En el corazón de Marcelino naceran los primeros misioneros para Oceanía, después la explosión misionera de 1903, Henri Vergès en Argelia, Servando y sus compañeros en el Congo, y los hermanos que hoy van para la misión ad gentes con el objetivo de ayudar a las personas a comprender el Corazón de Dios. La misión,entre tanto, no se mide en kilómetros, sino que está intermamente en el tesoro que enriquece el corazón: jesús, el Señor. Y ningún misionero puede arder, iluminar, alegrar... si él mismo no arde. La misión es pasión que se transforma en “ prisa de María rumbo a una nueva tierra”. Jóvenes poloneses estaban sorprendidos con la ausencia de sacerdotes entre nosotros. Les dijeron: “Sí, nosotros cultivamos la frarternidad”. Una luz nueva brilló en sus ojos. La fraternidad es un don que María nos ofrece. La fraternidad no tiene ninguna pretensión de dominar; es acogida, respiro, promoción del otro. Eso es típicamente marial. María ofrece a la Iglesia, un rostro de madre, de mujer, de laica que no tiene otra pretensión de poder sino aquel de aun amor desarmado, gratuito y responsable. Ese rostro precede a los dogmas, los ritos, las homilías, la autoridad; ella les humaniza y les torna amables. No se opone absolutamente a la autoridad, por el contrario, venera e invita a Pedro a decir: “... Señor, tú sabes que te amo” (Jn 21, 17). Descubriendo el rostro mariano de la Iglesia La promesa de Fourvière es una renovación solemne y una explicitación de las promesas bautismales de este grupo de seminaristas peregrinos. Una promesa se basa en la fe y en la confianza. Estas son las promesas bautismales, el compromiso ineludible de todo cristiano: “Me entrego a Jesucristo y a su Iglesia para siempre”. Los maristas han expresado su entrega a Jesús y a la expansión de su Reino poniendo a María como mediadora: “A Jesús por medio de María”, dice su lema. Consagrar la persona y las acciones a Jesús por medio de María es actualizar el compromiso del bautismo o de la profesión religiosa para acoger la aurora de los nuevos tiempos. La entrega a la Iglesia es una llamada característica de este grupo de seminaristas. “María que ha consolado, protegido y salvado a la Iglesia naciente, la salvará en los últimos tiempos”. Para ello “María se servirá de nosotros sus hijos. Hagámonos dignos; a través de nosotros ella luchará contra el demonio y el mundo, por medio de nosotros ella vencerá si nos colocamos de su parte por la pureza de nuestra vida, la inocencia de nuestro corazón y haciéndonos merecedores de sus gracias y favores”4. Los protagonistas de la promesa de Fourvière afirman: “Nos entregamos con todo lo que poseemos”. Champagnat lo explicita claramente con un matiz muy personal: “Te ofrezco, te doy, te consagro mi persona, mis trabajos y mi vida entera”. La promesa de Fourvière es una consecuencia práctica de la promesa bautismal y con ella se inicia la Sociedad de María. Este momento histórico en el que hacemos memoria agradecida de la promesa de estos jóvenes seminaristas en Fourvière es un momento propicio para asumir en nuestro interior un nuevo nacimiento por el agua y la palabra. “Por el bautismo somos regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo, somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”. Colin, cuando ya veía las primeras expresiones concretas de la Sociedad, invitaba a sus seguidores con estas palabras: “Es necesario intentar hacer lo posible ahora, en el momento presente; más adelante la obra crecerá. Dios suscitará a alguien; los hombres no se hacen mayores de golpe; y las obra tampoco; en los inicios no son grandiosas.”5. Por eso invita a actuar de inmediato con la confianza puesta en Dios para dar solidez a las decisiones. “Si pretendemos actuar por nosotros mismos somos unos locos. Nuestra manera de ver no puede producir sino un efecto pasajero, y la Sociedad debe ser una obra duradera en la Iglesia”6. 1. Colin. Au réfectoire pendant la retraite général. Mayet 3, 271s. 2. Colin. Au P. Alphonse Cozon. APM 249, Agenda Cozon. 3. Cozon. Postulatum au chapitre général de 1880-1884. APM 322.581 et 811.3 (A5). Ir. Antonio Estaún 4 Colin. Au réfectoire pendant la retraite général. Mayet 3, 271s. Colin. Au P. Alphonse Cozon. APM 249, Agenda Cozon. 6 Cozon. Postulatum au chapitre général de 1880-1884. APM 322.581 et 811.3 (A5). 5 TIEMPO DE REFLEXIÓN PERSONAL Cada uno es invitado a retomar el tema del rostro mariano de la Iglesia. Para ayudar, además de los que ya fueron trabajados, se les sugiere otros dos bloques de textos. Pueden esoger los que crean más convenientes para su reflexión. Textos eclesiales: 1) Evangelii Gaudium, del Papa Francisco (Nº 286-288) 286. María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios. A través de las distintas advocaciones marianas, ligadas generalmente a los santuarios, comparte las historias de cada pueblo que ha recibido el Evangelio, y entra a formar parte de su identidad histórica. Muchos padres cristianos piden el Bautismo para sus hijos en un santuario mariano, con lo cual manifiestan la fe en la acción maternal de María que engendra nuevos hijos para Dios. Es allí, en los santuarios, donde puede percibirse cómo María reúne a su alrededor a los hijos que peregrinan con mucho esfuerzo para mirarla y dejarse mirar por ella. Allí encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida. Como a san Juan Diego, María les da la caricia de su consuelo maternal y les dice al oído: «No se turbe tu corazón [...] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?». La Estrella de la nueva evangelización 287. A la Madre del Evangelio viviente le pedimos que interceda para que esta invitación a una nueva etapa evangelizadora sea acogida por toda la comunidad eclesial. Ella es la mujer de fe, que vive y camina en la fe, y «su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de referencia constante para la Iglesia». Ella se dejó conducir por el Espíritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y fecundidad. Nosotros hoy fijamos en ella la mirada, para que nos ayude a anunciar a todos el mensaje de salvación, y para que los nuevos discípulos se conviertan en agentes evangelizadores. En esta peregrinación evangelizadora no faltan las etapas de aridez, ocultamiento, y hasta cierta fatiga, como la que vivió María en los años de Nazaret, mientras Jesús crecía: «Éste es el comienzo del Evangelio, o sea de la buena y agradable nueva. No es difícil notar en este inicio una particular fatiga del corazón, unida a una especie de “noche de la fe” –usando una expresión de san Juan de la Cruz–, como un “velo” a través del cual hay que acercarse al Invisible y vivir en intimidad con el misterio. Pues de este modo María, durante muchos años, permaneció en intimidad con el misterio de su Hijo, y avanzaba en su itinerario de fe». 288. Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). Con María avanzamos confiados hacia esta promesa, y le decimos: Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús. Tú, llena de la presencia de Cristo, llevaste la alegría a Juan el Bautista, haciéndolo exultar en el seno de su madre. Tú, estremecida de gozo, cantaste las maravillas del Señor. Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia evangelizadora. Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte. Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga. Tú, Virgen de la escucha y la contemplación, madre del amor, esposa de las bodas eternas, intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo, para que ella nunca se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino. Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz. Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya. 2) Documento de Aparecida (Nº 269) 269. María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América. En el acontecimiento guadalupano, presidió, junto al humilde Juan Diego, el Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu. Desde entonces, son incontables las comunidades que han encontrado en ella la inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús. Con gozo, constatamos que se ha hecho parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profundamente en el tejido de su historia y acogiendo los rasgos más nobles y significativos de su gente. Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho del Continente testimonian la presencia cercana de María a la gente y, al mismo tiempo, manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por ella. Ella les pertenece y ellos la sienten como madre y hermana. Texto del P. Champagnat 1) Carta 194, de 27 de mayo de 1838. M. Champagnat aprovecha su segundo domingo en París para contestar una carta de Mons. Pompallier que no se ha conservado. El número de cartas, no menos de 10 (cf. 0M 4, p. 339), muestra bien a las claras la amistad existente entre el Padre Champagnat y Mons. Pompallier. Esto puede explicar el tono de confianza de esta carta. El post scriptum está escrito tras el regreso del Padre a l’Hermitage. Ahora bien, no volvió de París hasta mediados de julio. ¿Preveía alguna ocasión para enviarla?, es posible, ya que la carta no lleva ninguna indicación postal. Sólo podemos hacer conjeturas, al no disponer de la más mínima referencia que nos pueda ayudar. La segunda partida hacia Oceanía se sitúa en septiembre de 1838, fecha que se nos antoja demasiado lejana como para tenerla en cuenta en este caso. París, 27 de mayo de 1838, Misiones Extranjeras, Rue du Bac, n.° 120. Monseñor: Con verdadero placer y una especial diligencia aprovecho un momento de descanso para responder a su amable carta. Como usted ve, me encuentro en París desde el 18 del mes de enero persiguiendo la autorización de los Hermanos, que aún no tengo, pero que espero cada día más. Todo parece dispuesto, pero las formalidades nunca están del todo completas. ¡Cuántas caminatas hechas a través de Paris, cuántas visitas!, es difícil hacerse una idea. He hecho todas las visitas, todos los desplazamientos con sotana sin recibir ningún insulto; ni siquiera me han llamado jesuita. París está de lo más tranquilo, el comercio va funcionando. En la capital son más religiosos de lo que se cree la gente. Se debe usted imaginar lo largo que se me hace el tiempo, alejado como estoy de mis asuntos habituales. A pesar de las preocupaciones que tengo en París, me encuentro mejor que en Notre-Dame de l'Hermitage. El Sr. Dubois habla con frecuencia de usted y de su misión. Casi cada día me dice: “No se olvide de esta misión». ¡Qué hombre más santo, qué falta haría poderlo multiplicar y hacerlo vivir largo tiempo! Francia proporciona en este momento misioneros para cuantos países los necesitan. Durante mi estancia, he visto marchar seis del Seminario de Misiones Extranjeras, más otros que se están preparando. ¡Cuántos motivos de edificación encuentro en esta casa! La religión no morirá por ahora en Francia, hay demasiadas reservas. La obra de la propagación de la fe adquiere nuevo desarrollo cada día. El Sr. Miolan es Obispo de Amiens; ayer tomó posesión. Los Cartujos se han elegido otro superior; lo siento, pero he olvidado el nombre. Seguimos recibiendo muchos novicios. Actualmente, somos dos-cientos veinticinco o veintiséis. Tenemos ya 38 ó 39 escuelas y 70 peticiones. Sufrimos una auténtica persecución por parte de los que quieren tener Hermanos nuestros; emplean toda clase de medios para arrancárnoslos. Los que no tienen bastante influencia se sirven de personas a las que no podemos decir que no. Estamos en vísperas de abrir una segunda casa madre. Es posible que lo hagamos en el departamento del Var. El Sr. Matricón sigue conmigo, estoy muy contento, se hace apreciar por los Hermanos, tiene un excelente criterio. Tengo también al Sr. Besson que sigue siendo un chico estupendo. El Hermano François es mi brazo derecho; en mi ausencia, lleva la casa como si yo estuviera presente. Todos lo aceptan sin ninguna dificultad. María muestra muy visiblemente su protección en favor del Hermitage. ¡Cuánta fuerza tiene el santo nombre de María! ¡Qué felices somos por habernos adornado con él! Hace ya mucho tiempo que no se hablaría de nuestra Sociedad si no fuera por ese santo nombre, por ese nombre milagroso. María es todo el recurso de nuestra Sociedad. Hemos terminado la capilla. Es muy bonita. Aún nos es muchísimo más querida al haber sido bendecida por el primer misionero y el primer Obispo de la Sociedad . Espero que a todos estos títulos se añada un tercero, como consecuencia natural: el primero... que... ... El Sr. Terraillon sigue de Párroco en St-Chamond. Pero creo que no por mucho tiempo. El Arzobispo nos demuestra más bondad que nunca, lo mismo que el Obispo de Belley. Hemos iniciado este año la obra de la Grange-Payre . Empieza a prosperar; tenemos ya un cierto número de alumnos. María, sí, sólo María es nuestra prosperidad, sin María no somos nada y con María lo tenemos todo, porque María tiene siempre a su adorable hijo o en sus brazos o en su corazón. Como usted seguramente supone, Monseñor, cuento también con María para obtener el decreto que solicito. Que se cumpla la santa, santísima voluntad de Dios. Le oigo a usted contestar: Amén. Que todos los que están con Vuestra Excelencia, me refiero a los Hermanos y Cohermanos, respondan también y recen por mí, pues me encomiendo de manera especial a sus fervorosas oraciones y, sobre todo, Monseñor, a las de usted. Por mi parte, no subo nunca al altar santo sin pensar en nuestra querida misión y en los que a ella han sido enviados. Sírvase mostrarse padre de aquéllos que ahora le enviamos, como lo hace con los primeros. Dígnese recibir la seguridad de mi sincera devoción y de los sentimientos verdaderamente afectuosos con los que tengo el honor de ser, Monseñor, con todo respeto, su muy humilde servidor. Champagnat. Estoy de regreso en el Hermitage sin haber terminado en París. El Sr. Fulchiron, al que acabo de ver y que acaba de llegar de París, me dice que el dossier ha salido, por fin, de la universidad para pasar al Consejo de Estado con una apostilla favorable por parte del Ministro. Vamos a abrir una escuela en St-Pol (Pas de Calais) que me pidió el Ministro. Parece ser que querrían una casa madre. Nos han pedido otra para Montpellier y una tercera para el departamento del Var, cuyos gastos estarían ya pagados. Nos vemos asediados por las numerosas peticiones que nos llegan cada día. Rece por mí, lo necesito mucho. Estoy muy persuadido de que sus oraciones son agradables a Dios. ¿Cuáles son mis convicciones, o qué es lo que me mueve a partir de lo que Dios quiere de mí? ¿Cuáles son las señales, en los hermanos y laicos maristas de Champagnat, que muestran ese rostro mariano? ¿Cómo puedo mostrar que soy el rostro mariano de la Iglesia? 1. Trabajo en grupo: Compartir lo vivido en el día Elaboración personal: ¿Cómo puedo ser el rostro mariano de la Iglesia?¿Con qué características me identifico más? Costura de nuestras sorpresas: con una lana, o si puede ser más práctico, con una cinta adhesiva, hacer un mosaico o una alfombra, reuniendo todas las sorpresas. Si no hubiera eucaristía u otra celebración, aprovechar el mosaico de sorpresas para celebrar con el grupo la acción de Dios en la vida de cada uno, así como María. 2. Celebración Eucarística Organizar la celebración con la temática del rostro mariano de Dios. 3. Finalizar el día con: el paso de Dios en mi vida