seeviuo oe Abril. ^ ^UDLicACIOMES A6RICOLAS Eslse•11o)as•seremltenq^atlsaqulenlasDlde. ^ Año Xl1I. N11tl1erOS % y H. DIRECCIÓN OENERAL DE AGRICULTURA, M1NAS Y MONTES l^:rlfer>tl><ed^de^ del .>Llrl>tendl•o, por•.^\TO\TIO BALLE^TliR. In^cui^•ru.leic dcl ^ercicio elgronriinico ^le P,n,lumre^ ;1^. Helada.-l✓ s la helada o escarcha el accidente meteoroló;;ico que eon más f^^ecuencia deja sentir sus perniciosos efectos ^obre cl almendro, cuya producción y desarrollo disminuve notablcmentc. Casi todos los años pueden observarse e ❑ di^tintas ronas los perjuicios ocasionados por ella, y en al^unos ha sido, sin duda al^una, la causa principal de :a falta de cosec;^a. Las escarchas sólo son temibles desde fine^ de febr^r^> a mediados de abril, puesto que despu^s de esta í•poca el fruto y el brote tienen ya resistencia suficiente para soportarlas. :^caeccn solamente en noct^es frías, tranquilas y despejadas, por lo cual resulta relativamente iácil predecirlas. Los daños Gue originan las heladas alcanz.ln a todas las I^artes tiernas del ve^etal, como son las yemas o botones, las flores, los almendrucos y los brotes foliáceos, pcrjudicando a unos u otros de dichos órganos, sc^ú ❑ la época en que se presenteo. De su intensidad depende la cuantía dcl mal que producen, y cuando aquélla es suticiente, llega ❑ a destruír por completo los órganos que las soportan. I?I almendr;cultor cucnta con un m^edio infalible para c^^itar, o, por lo menos, aminorar !os perjuicios dc la escarcha, cual es la formació ❑ de nubes artiriciales, y, sin embar^;o, raras acces lo pone en práctiea. Para formar dichas nubes se distribuye ❑ en ]os almendrales, a distancia de unos 2o metros, montones de combustible constituídos por pajas, raíces o leiias impreg•nadas de; brca, alquitrtín, pez ne^ra, aceite pu^ 1 i l.o rclati^^n al Pulgún dcl almcndro sc inscrtí^ cn la fío^a l^i^^^^i.r..^^,oa:^ niím. 15, corresp^mdicnlc al mcs dc agosto dc 1917, 2 sado de hulla, resina de pino o cualquier otra sustancia capaz de producir humo pesado y abundante; se prende fue^o a los montones, y la combustión incompleta de los mismos orif;ina, a poca altura del suelo, una densa nube que impide la helada o evita el rápido deshielo. Estas operaciones sólo deben realizarse las noches en que el cariz del tiempo hace sospechar quc va a ocurrir el meteoro, y darán tanto mejor resultado cuanto más densa sea la nube y cubra mejor el arbolado. Por esta razón convendrá, en noches de li ^ era brisa, situar e! combustible hacia el lado del cual sople ^sta, pues de lo contrario, nos expouemos a que nuestro trabajo rinda provecho para el vecino. ' 1'uede procedcrse también colocando las sustancias precitadas en envases que hayan contenido brea, en vez de formar con ellas montones, lo cual tiene ]a ventaja de facilitar su desplazamiento en caso de cambiar la dirección del viento. Existen aparatos para producir densos y abuudantes humos, usados en el .^Iediodía de l^rancia, donde las heladas son muy frecuentes; pero opinamos que para este clima es suticiente 1<u práctica del procedimiento descrito. Lien sc^ ve que la aplicación del remedio contra las heladas e;s sencilla y de poco coste, y, al propio tiempo, son muy considerablcs los daños que previene. Cuando las plantaciones de almendro^ se estabtezcan cn zouas frías o propensas a las escarchas, ha ^de presidir el criterio de no cultivar más que varicdades de lloración tardía, aunque sean de poco rendimiento. ^^ pesar de esto, dichas clases dará ❑ cosechas más constantes y regulares que las tempranas de ^ran producción. Tijereta. - La tijereta ((^or/icula auriculariaJ es un insecto que en al^nnas ocasione; causa dai^os a los almendros, diri^iendo casi siempre sus ataques a las púas y brotes de los injcrtos reci ^ n practicados. f?n^Baleares sc^ ic; llama vull;•armente ra^2 ^aovia; es muy común y de todos conociáa, por lo cual omitimos la descripción de sus caracteres. Las tijeretas buscan sicmpre lunares oscuros, ocultándose durante el día debajo de las pii;dras, en las r^squebrajaduras de los tron:.os, entre restos ve^ctales de todas clases, etc. Por la noche salen de sus duaridas y suben a los almeridros para devorar las partes tiernas que les sirven de alimento, oriáinando destrozos de consideración, debído a su g'ran voracidad. Para combatir estos insectos basta construír cerca de los árboles i^vadidos abrigos artificiales, tales corno ma^etas invertidas, montoncitos de pajas, hojas u otros residuos ve^etales donde ellos se cobijan durante el día. E^tonces es fácil sorprenderlos en sus refugios y aplastarlos o destruírlos por el fuego. "1'ar^bi^n da bue,nos resultados espolvorear los tz•oncos viejos y esparcir alrededor de ellos polvos insecticidas d: 3 acción enér^ica, entre los cualcs hemos cmpleado con ^xito ios llamados a^^pteritc,^, que fábrica la Casa Cooper. Barrenillo.-Otra de las enfcrmedades que padecen los ^!.lmendros es la ori^inada por una de las especies del gí•ner^^ Scolyti^s, pequeClos insectos que viven a espensas de los tejidos duros de las ramas y de los troncos, acabando ^•ener^ilmente por matar al árbol invadido. El insecto perfecto aparece a principios de verano sobrc los troncos y ramas del almendro, eumpiicndo entonces las funciones de fecundaeión y puesta, para lo cual las hembras perforan la cortcza y abren entre ella y la madera una ^alería donde, a medida que avanzan, van depositando los ltuevos. Pronto ❑ acen las pequeñas larvas, que comicuzan inmediat^^mente a rc,ter la madera, abriendo a su ve•r, galerías perpendiculares, en un principio, a la galería materna. Estas numen^sas galerías larvarias van ens,^nchándose a medida que la larva aumenta de tamai7o; si^uen caminos de variadas curv,i• turas, e;ntrecruzándosc a vcces, y terminan en una celda r^dondeada, donde la larva pasa el invierno inactiva. Lle^ada la primavera, tienen luear las metámorfosis correspondientcs, aparecicndo dcspu^s al E:xtcrior el insecto perfecto para volver a empezar su ciclo evolutivo. El barrenillo ti^ne la Curma d^ un pequeito es^arabajo, cle ^ a 6 milímetros de lonóitud y de un color pardo roji•r.o. Su larva es bl^inca, con la cabera os^ura, y sólo pueclc ser ob^ervada levantancio capas sucesivas de la cortcra hatita llet;ar a las ^alerías. 'l'odos l^s ailos existen manifestaciones de esta enfermcdad, cuyais consecu^ncias son siempre funestas, pero por fortuna se pr^^enta en casos aislados, no .Ilehando a constituír verdadera pla^a; ❑ o obstat^te, el almcndro rinde su tributo anual a dicho enemit;•o. Creen muchos a^ricultores que el barrenillo acude a los almendros despuí^s de muertos por otra causa cualquiera, p^ro esta cree.^cia es crrónea, porque si bien es verdad yue ei citado insccto habita co ❑ írecuencia cn leñ<is cortadas o despreodidas dc varias clases de árboles, tambi^n lo es que tiene capacidad para atacar a los yue están cn plena vegetación y d^struírlos en poco tiempo. Opinamos que tal creencia sc: debe a la circunstancia de que los a^;ricultores no se aperciben del mal hasta que el ^írbol está muerto, o poco menos. Entonces, al verle en pie, pero con todas las hojas secas y fuertemente adheridas, observan que el tronco o rama muertos presentan innumerables oriticios sensiblemente circulares, del tamai^o de una cabeza de alfiler, y ven tambi ^ n muchos barrenillos que se disponen a abandonar su víctima para diri^^irse a otros árboles. Si observaran mejor, verían que hay en aquellos contornos otros almendros, perfectamente sanos por su aspecto, pero que presentan tambi^^n algunos orificios, indicio seguro de que ern- 4 pieza el ataque que probab!emer_te acabará con Ia vida de lo^• órganos invadidos, una vez llegada la primavera o verano siguientes. La lucha contra esta clase de insectos es siempre muy dificultosa, por razón del sitio donde se alojan, y además, es posible que en la mayoría de los casos se llegaca tarde para combatirlos, como se desprende de lo dicho en el párrafo'anterior. Los tratamientos por medio de los polisulfuros son costosos y de poca et-]cacia en este caso; los demás que pueden seguirse son más propios de jardinería que del gran cultivo. I^'uestro parecer es que se impone como más práctico el procedimiento radical de destrucción por medio del fue^;o de. todos los árboles o ramas muertas o invadidas, y al mismo tiempo de todos los barrenillos a gérmenes que allí se encuentren. Si se tratase de una rama, ha de quemarse inmedia• tamente después de cortada, y si fuera un almendro joven, es mejor quemarlo en pie, facilitando esta operacián por medio de ramaje o hierba seca colocada a su alrededor. Para evitar la difusión del mal que estos insectos causan es necesario ❑ o dejar abandonadas en los almendrales, durante la primavera y verano, las leñas muertas, cualquiera quc sea la causa, pues éstas se convierten en criaderos de barrenillos que pueden pasar luego a los árboles sanos. Cuando muere un almendro o una rama por causa natural o fortuita (vientos, granizadas, etc.), hay que retirarla del campo ante, de que llegue la ^poca indícada. Otra medida que tiende al mismo fin es el embadurnado de los tutores o palos que hayan de emplearse al hacer las plantaciones, para impedir que los escolitos que muchas veces se encuentran dentro de ellos se difundan por el almendral. Hemos podido comprobar que este fenómeno ocurrc con bastante í^cecuencia, y entonces es el mismo agricultor el que inconscientemente implanta el mal en su arbolado. EI peligro citado se evita embreando o encalando los tutores. Piojo blanco.-El insecto causante de esta enfermedad en los almendros es, como el pulgón, del g•rupo de los llamados chupadores, y está comprendido en el g^nero Uactvlorius o Psezctococcus. Su tamaño es de z a 3 milímetrós; su color, rojo vivo, y su cuerpo está rccubierto por una materia blanca harinosa que segregan las hembras. Viven en numerosas coionias, también como los pulgones, cuyo proceso vegetativo si^•uen con algunas variantes, pero dirigen sus ataques a las partes leñosas de los árboles, nunca a las hojas ní a los fcutos. Los síntomas que presentan los almendros invadidos por el piojo blanco son bien característicos. Obsérvanse sobre los troncos y ramas, especialmente en la cruz y en ]os puntos de inserción, unas pústulas blancas semejantes a al^odón, a veces de gran tamaño y muy abultadas, las cual^^s está ❑ cons- #ituídas por la materia quc segregan las hembras. Si se levantan dichas píistulas, aparece un^.i mancha roja, que es ]a ^olonia de innumerables pioios fijos en aquel p!into con su chupador introcido en los tejidos vasculares del árbol cuya savia absorben. L.as capas corticales han sido destruídas, y se ha formado una úlcera que debilita notablemente al pie atacado. Esta enfermedad tampoco ha revestido, hasta el prescnte, caracteres de plaga' sólo se ven algunos pequeilos focos, y con más irecuencia casos aislados; pero no por eso se la ha de mirar con indiferencia. IZecuerde siempre el ^^gricultor quc e^ preferible prevenir una plaga que comhatirla, y te.nga tn cuenta que si deja tomar incremento a ésta, se verá mueho más apurado que co ❑ la del pulgón, pues la gra ❑ capa protc^ctora que recubre el piojo blanco le detiende en gran mancra de la acción de los insecticidas. Dada la poca intet:sidad que suelen presentar lc^s ataque^, recomendamos el si};•uiente tratamiento, muy práctico y eco❑ ómico, sin perjuicio de acudir a las palvericaciones y embadurnado; en los casos de invasiooes más intensas. Levántense las pústulas y límpiense las úlceras en seco, frotando con un trapo; aplíquese después sobre las her^id^,s, sirvi^ndose de una escobilla o de un paC^o, ácido fénico o petróJeo bruto, y, por último, qu ^^mense los útiles que se hayau emplcado cn dichas opcraciones. Podredumbre de las raíces -La podi^edumbre de las raíces del a}mentro ('.llorf^o) es una enfermedad poco extendida, pero sumamente grave, originada por un hongo parásito cuvo nombre cientíhco es Rosellinia. uecalriz o Demaloj^lr^>r^a necalri^. ^ Las raíces de los árboles invadidos presentan u ❑ revestimiento blanco en un prineipio, y de un tinte gris a m^dida que cl mal avanza, constituído por el micelio del hongo, cuyos numerosos cordones se difunden por el suelo y propagan la enfermedad. r11 encontrar una raíz se instalan en su superficie, se introducen en ella y se extienden e ❑ forma laminar entre las capas leñosas y liberianas, causando la destrucción de estos tejidos e imposibilitando, por tanto, las irnportantísimas fur.ciones cle circulación que les están cncomendada^. En estas condic:iones, el árbol no puede subsistir, y, efectivarnente, perece bajo la acción de la parásita. Las raíces muertas están impregnadas interiorment^ de una materia g•omosa, de color pardo y fuerte olor a podrido. Colocadas e ❑ lugares húmedos, se cubren de vegetaciones también pardas, donde están contenidas las conidias, que, a germinar, reproducen el micelio. La completa evolución del hongo es más o menos ránida, según la naturaleza del suelo, y de ella, así corno de la resistencia y estado del pie atacado, depende ia duración de la 6 vida del almendro. linas veces muere en poco tiempo, sir^^ que se observc ❑ síntomas precursores: otras resiste más, presentándose durante el curso de la enfermedad desecaciones bruscas, p^rdida de hojas y demás anormalidades, pero ei iinal es siempre el mismo. Se da co ❑ bastante írecuencia ei caso de aimendros que sacan con mucha fuerza y lozanía el brote primaveral y^i los pocos días mueren repentinamente, y esto se explica considerando que el prirner desarrollo se^ produjo únicamente a expensas de las reservas acumuladas en el árbol, pero las raíces ya no funcionaban. EI medio más favorable para la podredumbre cs la humedad, lo cual es una ra•r.ón más que viene a apoyar lo quc hemos dicho antes de ahora: «f?1 almendro no debe cultivarse en terrenos excesivamente húmedos ni en aquellos cuyo subsuelo sea impermeable.» La podredumbre de ]as raíces es un mal incurable; no hay remc^dios eficaces contra ella, pues si bien es cierto yue e1 sulfuro de carbono y el sulfato de hierro tiene ❑ alguna accióu anticriptogámica, tambié ❑ lo es que e ❑ su empleo no sc: logra detener el curso de la enfermedad una vez que la parásita ha penetrado cn el interior de la ralz. Los mcdios que el arboricultor tiene a su alcance para luchar contra la podredumbre tienden íinicamente a evitar la dilusión de la plaga; son procedimientos preventivos, fundados en la desinfeccíón de los terrenos invadidos, es decir, en la destrucción de los órganos reproductores del hongo, que, como ya sabemos, se encuentran sobre las raíces de los árboles inlestados. Cuando muere un almendro sin causa conocida debe procederse inmediatamente a su arranque y al examen de las raíces, y sí éstas presentan los caracteres que hemos descrito en el párrafo tercero de este epígrafe, es preciso destruírlas todzs por medio del fuego. Lo más conveniente es quemarlas dentro del mismo hoyo, asegurando la combustión completa con pajas o ramaje y echar después ]a tierra mczclada con 5 ó 6 1<ilogramos de sulfato de hie.rro. Después de convencidos de que ha sido la podredumbre :a causa de la baja ocurrida, hay que examinar con cuidado los árboles vecinos. y si se observan én algunos síntomas que denuncien la misma entermedad, es necesario también destruírlos en seguida, sin aguardar que perezcan, pues siendo su muerte inevitable, se impedirá, por lo menos, la d^fusión de la plaga. Los pies sanos plantados en el mismo ruedo de in(ección deben abonarse con sulfato de hierro, a las dosis de 3 a 5 kilogramos por pie, según su edad y corpulencia. En los terrenos donde se presenten focos de podredumbre es conveniente no reponer las baias ^ on ninguna clase de árboles ni arbustos durante alg•unos años, porque la desinfección absoluta es muy difícil de conseguir, aun cumpliendo es- crupulosamente lo que hcmos indicado; pero si, a pesar del pcligro que existe, se hace la repoblación, cúidese al menos de no plcu^tar en los mismos hoyos, de quemar leñas o pajas en los que se abran al efecto y de añadir sulfato de hierro al tiempo dc colocar las estacas. 'homando las precauciones enumeradas es posible extínl;uir u ❑ foco de podredumbre; pero hay que tener presente ^luc si el terreno^ es excesivamentc° húmcdo, todos los esiuerzos se estrellarán ante ln potencia invasora del hongo parásito. Manchas de las hojas.-Es muy frecuente observar en las hojas tiel almendro unas manchas casi circulares, de ^ a 5 milím^tros de diámetro, ocrosas, festoneadas de color moreno con bordes rojizos, las cuales acaban por secarse y a^ujcrear cl limbo, cíejando la hoja perforada por varios punto5. Esta cnfermedad, muy extendida e ❑ los almendrales de T3aleares, cs tambi^n de orígen parasitario, determinada por el hongo !:l.xsle^^osporzr^^^a ainy^^a'c^lea^^trna (Pass.) o Sj^o^^ic^esniium a^^i_^^g:Yalearttnt. ^1•rátase de una parásita poco perjudicial, puesto que las hojas sólo pierden el color verde en los puntos atacados, y si rstos no son muchos, conser.van ^ran parte del par^nquima <ictivo. E ❑ los ai^os que el mal e5 inás intenso, la i^oja cae prematuramente, dejando los árboles muy despoblados o desnudos antes de quc: lle^ue la otoñada, pero nunca antes de la madurer deí fruto. Las hoias atacadas pierdc ❑ valor nutritivo como pasto. siendo í;ste quizás el perjuicio de mayor consideració ❑ que causa la enfermedad. Las manchas dc las hojas aparece ❑ todos los ai^os, durante la primavera, e ❑ la mayor parte de los almendrales, y pueden ser combatidas cficazmente por medio de pulvcrizaciones con caldo bórdel^s r,eutro al i por ioo, aplicado en la se^unda quinccna de mayo o e ❑ la primera de junio. Para prcparar cl caldo bordelés ❑ eutro al i por ^uo de sulfato de cobre se disuelve i kilogramo de esta sustancia en So litros de agua, y, en recipiente s,eparado, 50o g•ramos de cal en otros So litros de agua. Se echa poco a poco la sc^unda disolución sobre la primera, agitándola constantemente co ❑ un palo, hasta llegar a la neutralización, y como quiera que no ^^: habr^í empleado toda la cal, hacc falta completar la mezcla con agua hasta llegar a los ioo ]itros. El momento de la neutralización se conoce por el empleo de papeles de tornasol enrojecido o de fenolptaleína, sun;er^idos en la mezcla al tiempo de veri[icarla, los cuales indican que el caldo es ❑ eutro cuando inician el cambio de color hacia el azul o rosa respectivamente. ` EI tratamiento ha de ser aplicado con todos los cuidados que requiere una buena pulverización, conforme hcmos detailado al ocuparnos del pulgón; pero en este caso debe procu- rarse que las hojas queden mojadas por ambas cáras. T1 éxito dependerá, como siempre, de la oportunidad y esmero con que se ejecuten estas operaciones. Mal de la goma.-Hace diez y siete o díez y ocho años apareció en la finca aSon Sard», sita en las inmediaciones de C'as Concos (término municipal de Felanitx), una enfermedad en los almendros, que se fuí: extendiendo rápidamente por teda aquella comarca, llegando a invadir buena parte de los almendrales de Felanitx y Santañy. Su foco más intenso se estableció en las zonas de C'as Concos, Calonge y Alquería I3lanca, donde originó perjuicios de bastante consideración; pero durante lns nueve ai^os últimos, además de haber quedado circunscrita a la comarca citada, ha ido perdiendo energía en sus ataques, hasta e1 punto que hoy día apenas preocupa su presencia. ^To obstante, como no existen razones suf cientes para a ^ rmar que el mal no ha de recrudecer, conceptuamos oportuna la ocasión presente para exponer ]bs medios que contra : l pueden intentarse. Sor. varias las opiniones que se han emitido acerca del origen de esta enfermedad, cuyos síntomas, no conocidos hasta entonces en Espai^a, permitieron suponer que se trataba de una nueva plaga de los almendros. Los dictámenes más autorizados coinciden en atribuírle un carácter parasitario, pero no están acordes al ^ jar la naturaleza de la parásita, pues al tiempo que unos consideran como causa determinante una invasión criptogámíca, otros afirman que el mal es de orige ❑ ^ siológico, y que el parasitismo (bacterias) sobreviene como consecu^ncra, a;ravándolo y quizás difundiéndolo. Otras opiniones se ha ❑ hecho públicas también respecto del mismo asunto, pero tan faltas de fundamento cientíhco, que no merecen ser tomadas en consideración. .^1o corre ciertamente a nuestro cargo dirimir cuestíones en las que intervienen maestros en la materia, y a pesar de que las circunstancias nos han obligado a formar criterio, séanos permitido pasar en silencio sobre este extremo y dejar su resolución a firmas más autorizadas, Por otra parte, este aspecto, puramente científico, del asunto en nada afecta, como veremos, a la finalidad de este trabajo, que sólo tiende a guiar al arboricultor en el reconocimiento síntomático de las plagas y en e1 empleo racional de los remedios que económicamente debe poner en práctica. I_os efectos de esta enfermedad se mani ^ estan en los frutos y en los brotes. El fruto tierno atacado presenta al exterior una mancha irregular, grisácea, que va profundizando a través de todas las envolturas y llega hasta la almendra. Todo el tejido enfermo está ennegrecido y descompuesto, segregando una excreción gomosa que permanece sobre la corteza del fruto a medida que se produce; la almendra o pepita no se () forma, y el almendruco no alcanza el desarrollo normal, qucáando íuertemente adherido al árbol cuando llega la ^poca de la madw^ez. Si el ataque comieoza desputs que la cubierta leriosa ha adquirido ya cierta consistencia, el agente invasor no logra atravesar aquélla, y entonces la secre^ ión gomosa es menos abundante y la almendra queda elaborada. Los brotes ^n(estados presentan tambiC•n unas manchas oscuras a lo largo de I^s tallos y pccíolos, con las hojas barnizadas por la misma excrecíón, las cuales languidecen progre^ivamente y acaban por secar5e. Las consec ^ encias de estos perjuicios suelen ser la p^rdid^i de una parte más o menos importante de la cosecha, la rnuerte de algunos hrotes y un agotamiento ;eaeral en el arhol. Salvo muy contadas excepciones, iste no muere del mal, volviendo a brotar en el at5o sig•u.ientc, aunque con la falta de , energía que es de supo^er. \o todas las variedades dc almendros pre^entan la misma resist^neia a la enfermedad cuyo estudio es objeto de este trabajo, observánd^se con trecuencia en una misma plantación distintos grados de iotensidad en el ataqi^e, según las clases pere entre todas ellas hay una, llamada d'en Pou, que, por la gran lacilidad que ofrece a contraer el mal de la goma, pued^ ser considerada como ^I vehícuio de la pl^,^ga. Ln todas las Yincas en que ^sta hizo su aparición, los primeros pies infcatados fueron los c^'e^a {'orr, a los que siguieron sucesivamente otras variedades, eomo las cti'e i^z Cczaa^zl, Pola, Pi^ziac^ns, ^t'e^i Frare, tigurando con mayor resistencia, y en muchos casos inmunes, las Vercferel,z, l^oi^, L`e^aga^a, Ilorr^zch, Rotjet, ,l^arrcz'e -Uei^ y otras. Pero aun hay más: en toda la comarca de diCusión dc la plaga abunda extraordinariamente la variedad d'e^i `Poi^, ocupando con seguridad el ^3o u^3j por Too de la mayor parte de las plaotaciones: Por el contrario, en el resto de la provincia de 13aleares, ap^nas es conocida (i). Creemos que las razones cxpuestas son suficientes para que ]os arboricultores de I'elanitx y Santañy abandonen el cultivo de la variedad citada, pues aunque es de buena calidad, de mucho rendimiento y desarrollo precoz, presenta los íncooveoientes apuntados, que, sin duda, superan a las^ventajas. Nosotros aconsejamos que en lo sucesivo no se haga un solo injerto ^^'en `Pou, con el fin de ir reducienáo paulatinamente e1 tanto por ciento yue hoy le corresponde en aquella^ p]antaciones. Sustitúyase por otras clases de buenas condiciones, elegidas entre las más resistentes a] mal de la goma. La índole, esencialmente práctica, de este trabajo nos induce i l) I?n l^stahliiuc^^ts sc cultiva una ^^aricdnd llamatja tambií^ii rt'eu Yort, pero no cti 12 niisma, ni semejnnte siqiiiera. 10 a no entrar en el estudio de tratamientos cuyos resuitados son algo problemáticos: pero aunque no lo fuerau, -1e convendrfa al agricultor mantener en sus fincas el predominio de los almendros c^'err Poir, aun a costa de invertir muchos af^os una suma no despreciable en tratamientos contra esa plaga= Opinamos que de ningún modo, y, por lo mismo, hemos aconscjado como medida rnás conveniente la sustitución de la variedad. Si en los años venideros se observaran manilestacioncs del mal de la goma, habrá que destruír, durante la ^poca de la poda; todos los brotes muertos y los frutos atacados quc quedan insertos en las ramas despu^s de la recolección, pues en ellos reside ❑ !os gér^nenes capaces de perpetuar la enfermedad. Gomosis. - Cuar.do los almendros presentan derrame de goma sobre los troncos, ramas o raíces, se dicc que padecen ia gomosis. La aparición de la ^;oma es consecuencia de la formación en los tejidos de una materia viscosa y blanda, que sale al exterior por las grietas. concentrándose y desecándose en seguida, pero que, bajo la int7uencia del agu<t, adquierc iluidec su6ciente para deslizarse por la supe^rticie de los miembros del vegetal en forma de lágrimas más o menos voluminosas. La producción abundante de goma sobre los troncos o ra^ mas gruesas determina la debilitación dcl almendro, y hasta puede causar su n-iuerte, pues debido a las múltiples prolife-^ raciones celulares realizadas para la constitución del par^nyuima g•omífero y del depósito consíderabie de algodón que en ^I se acumula, sutren una mern^^a las reservas nutritivas almacenadas en el árbol. La presencia de derrames gomosos indica un esr<ido hatológico en los almendros, motivado por causas dc muy distinta naturaleca, como son el exceso de humedad e ❑ los terrenos, los cambios bruscos de temperatura durante el período de vegetación activa, las intensas heladas tardías, la destrucción de los brotes o yemas por insectos o por otras causas traumáticas, ]as heridas producidas en las raíces por las labores, la excesiva proximidad de unos árboles con otros, etcétera, etc. En una palabra, muchas de las circunstancias que orig•inan desequilibrios orgánicos en él arbolado pueden ser causa indirecta de -la gomosis. A veces es suficiente la producción de una herida en un órgano cualquiera para que surja ]a goma en aquel punto; pero este motivo no basta para que la cxcreción se ha^a general en el árbol. Existe un agente encargado de acudir a los sitios vulnerables y excitar en ellos la formación de los tejidos gomíferos, obrando como verdadera parásita y contribuyendo a la diCusión de lá plaga. I?ste agente es una bacteria, ser microscópico conocido con el nombre d^ `l3acleriznn çrrr^a^nis. 11 La ^omosis r^s difícil de c^rar, porque ca^i nunca son bien delinidas las causas que la han determinadr. 1?I agricultor que ten^;a sus árboles ^ttacados de esta enfermedad ha de poner toda su atenció ❑ en el descubrimiento de aqu^llas, y si consií;ue averiguarlas, debe practicar cuanto est^ e ❑ su mano 1>ara que desaparezcan. Cuando no lohre conocc°r los motivos orií;inai^tes del mal, o cuando tstos sean de tal índole qae no sca posible actuar contra ellos, podrá recurrir, con probabilidades de ^xito, a los tratarnientos que se citan a continuación: ^." "hratándose de almendros jóvenes, hay que practicar una incísión en la cortcza, a lo larg^o de todo el tronco, tai7 pronto como se observe ❑ las primeras exudaciones. l^ato tiende a provncar una derivación de la ^;oma hacia el exterior, con cl iin de debilitar la actividad celular del tejido ^omífero. a.° Si cl ataque se presenta sobre ❑ na sola rama, conveudrá ^imputarla cerca dei punto de inserción y qucmarlainmediatamentc. 3.° f'_n el caso de árboles aduitos se debc proceder a extirpar las partes dañadas, hasta lleg^ar a la madera sana, y despu^s lavar r.o ❑ una bro.;ha las lla^;as producidas, empleando tiina disolución de r/^ dc litro de vinaf;^re y un puñado de sal común en t.in litro de agua. Como n^cdidas ;enerales contra la ^omosis, aplicables en todos los casos, son r^eomendables las labores frccu^ntes, la supresión dc la poda invernal y el empleo constante de abonos en fórmulas adecuadas a la ^omposición química del suclo. rydemás, hay que tener especial cuidado en no adrnitir }^ara la multiplicación injertos^ ni plantones procedentes de árbolcs o de vivcros atacados. Asfixia de los troncos.-La causa principal de la morttilidad d^ almendros jóvencs en estos últimos ai^os es la asiixia de los troncos, orif;inada por la naturale-r.a dcl suelo y por un mal procedimiento seguido cn la plantación. F_I fenómeno de ]a astixia se produce e ❑ cualquier ór^ano de ]a planta cuando se encuenU^a privado de la cantidad de aire ,suticiente para verifcar su función respiratoria. Ahora bien: corno las e^i^encias en oxígeno son mucho mayores para las partes aéreas de u ❑ ve^^etal (tallo y hojas) que para ias subterrráneas (raíces), se comprende fácilmente que la porción de tronco que qucda enterrada al plantar las estácas puede encontrarse en un ambiente de difícil air•eación, y, por lo tanto, hallarse expuesta a la asfixia con todas sus consecuencias. Las circunstaocias que dificultan e] acceso del aire en el suelo son la falta de permeabilidad y la profundidad: así, por ejemplo, en los terrenos sueltos y muy permeables, el aire '^ircula con mucha mayor facilidad que en los suelos arcillosos tenaces, sobre todo si Catos están embebidos de a^ua; cn un mismo suelo es menor la cantidad de aire por unidad de 12 volumen a medida que profundizamos en él, ]legando a ser muy pequeña en la zona no removida por las labores. 1 ^ sta cantidad disminuye cuando aumenta la humedad almacenada en las capas inferiores, y, por lo tanto, alcanza su mínimo en los casos que el subsuelo es impermeablc. Siempre que una plantación de almendros jóvenes (menores de veinte años) se encuentra en malas condiciones de aireación subterránea sobrevienen casos de a^fixia que llevan consigo la p^rdída de muchos pies. Los árboles de más edad no se resienten tanto de la falta de aire a causa del espesor y ru^osidad de su corteza. Todo órgano asfixiado muere, y si éste es el tronco, muere también el árbol, pues cesa toda comuuicación entre las raíces y las hojas. La muerte del almendro ocurre en este caso repentinamente, después de una ligera y breve lan^uidez, cor.servando sus raíces en perfecto estado de sanidad toda la parte aérea intacta, pero en la porción de tronco enterrada se observan varios chancros de gran tamaño que han destruído completamente las capas corticales y las del cambiu^^n, hasta Ile^^ar a la madera. Los años lluviosos son los más apropiados para el desarrollo de esta enfermedad, puesto que cuanto más húmeda está la tierra, más di8cultad opone al libre acceso del aire. siendo buena prueba de ello el l;ran número de bajas que se registraron desde rqr^ a rqr^ (ípoca 1luviosa), especialmente en los términos municipales de ^,rtá, Son Servera y Capdepera. 1^^luchas fueron las plautaciones donde las bajas se sucedían continuamente durante el período de vegetación activa: los árboles más lozanos en apariencia desaparecían en po cos días, unas veces después de echar el brote, otras durante el verano y en algunas ocasiones cargados con el fruto"verde o ya maduro. Hay que tener en cuenta que cuando el árbol empieza a languídecer, el mal ya está en un período m'uy avanzado. La vida prosigue a expensas de las reservas almacenadas, y, agotadas éstas, sobreviene rápidamente la muerte. Es un caso semejante al de la podredumbre de las raíces, con la diferencia de que entonces la (unción fisiológica que queda suprimida es la absorción, y ahora es la circulación. 1\TO hay que atribuir a la asfixia la muerte de Ios almendros reci^n plantados que no consiguen arcaigar, la cual es debida a variadas causas, inherentes unas veces a los plantones, y relativas, otras, a la imposibilidad de adaptación al nuevo medio, por ser sus condiciones físicas o químicas mu_y distintas de las del terreno que aquéllos ocupaban en el vivero. Todo lo que Ilevamos dicho en este epígrafe se refiere únicamente a los árboles enraizados cuya corteza no presenta todavía profundas rugosidades. La inmensa mayoría o quizás la totalidad de los casos de l3 ashxia de los troncos en el almendro se deben al procedimiento defectuoso de plantació ❑ que muchas veces se adopta por los agricultores, consistente en enterrar lus estacas a profundidades de 6o y 8o centímetros, es decír, casi hasta el fondo de los hoyos abiertos al efecto. En estas circunstancias, los árboles quedan en condiciones de contraer la enfermedad referida, siempre que a ello coadyuven la naturaleza del suelo y el régimen climatoló^ico. Gnhorabuena que los hoyos tenga ❑ r metro o más de profundidad, que la tierra extraída se meteorice el mayor tiempo posible, que se incorporen a estas materias fertilizantes al tiempo de la plantación; todo esto es muy racional y conveniente, pero introducir las estacas cuatro palmos bajo tierra es un disparate que, como hemos ^isto, acarrea funestas consecuencias. En varias ocasiones hemos tenido ocasión de preguntar a los plantadores que sif;uen tan mal sistema las razones yue. les determinan a ello, y se nos ha contestado que el arrai^o se hace con más facilidad. Este es otro error que es preciso desvanecer; véase si no cuál es el lu^ar donde se extiende el entramado radicular de cualquier árboL Las raíces están cerca de la superíicie del suelo, invadiendo las capas removidas por las labores, que son precisamente las que proporcionan los principios nutritivos necesarios para la vida del vegetal. Es inútil que el hombre se empei^e en destinarles alojamientos más profundos, pues ellas se diri^en, desde su primer desarrollo, hacia la superficie, cambiando la ley natural del ^eotropismo. E1 procedimiento de plantar los almendros a tanta profundidad es perjudicial y peligroso en alto grado. Aconsejamos que la porción de estaca enterrada oscile entre 3o y So centímetros, según la soltr.^ra y permeabilidad del terreno, no rebasando en ningún casó el límite máximo señalado. Entiérrense los tutores todo lo que sea necesario para conseguir la suticiente estabilidad. • I^ualmente aconsejamos que se remueva, al final de primavera, la tierra que rodea los troncos, siempre que los árboles est^n plantados en terrenos propensos a formar dura costra en la ^ poca de ^equía, con lo cual se conseguirá aumentar la capilaridad de las capas superiores, y, por tanto, facilitar el movimiento ascensional del a^ua y la peoetración del airc. 7•enemo^ la absoluta convicción que sujetándosc a estas reglas se habrá c,onjurado el peli^ro de la as6xia para todos los almendrales que se creen en lo sucesivo, y con ello desaparecerá una de las causas que más víctimas ocasionan en el presente. Para curar los árboles enfermos de este mal no hay m^ís que dejar lo;^ troncos al aire libre, sacando la tierra de su alrededor ]:asta Ileg•ar al cuello de la raíz, limpiarlos perfectamen- 14 te con una fuerte escobilla y mantcnerlos en dicho estado hasta la parada invernal. 1'uestos en estas condiciones, será regenerada la corteza siempre que los destrozos causados por la asfixia no hayan alcanzado aún a la zona ^,eneratriz. En años de primavera lluviosa es prudente efectuar las citadas operaciones, en mayo o junio, en aquellos almendrales que rcúnan las condiciones de suelo y modo de plantación que hemos señalado como favorables al desarrollo de esta enfermedad. Acción contra las plagas del almendro. - De cuanto llevamos di^ho se deduce que el cultivo del almendro, irnportantísimo en Baleares, está expuesto a muchos contratiempos que merman sus cosechas y destruyen un tanto por ciento de. árboles nada despreciable; pero al mismo tiempo se deduce también que el arboricultor dispone de numerosos medios que económicamente puede poner e ❑ práctica para atenuar o anular los perjuicios referidos. La doctrina del buen almendricultor debe consistir en la acertada elección de terrenos y variedades, a ia par que en la adopción de los procedimientos racionales de c.ultivo y trasplante adecuados a las condiciones de sus fincas, huyendo siempre de los suelos húmedos, ^ior ser l^z hirnae^a^^ e_LCesiv^z d^C lerreno el enemi^o priitcij^al del ^lnteradro. De este modo se consigue evitar muchas de las causas directas o indirectas de enfermedad en el arbolado, a la vez que colocar a í;ste en condiciones de resistencia para !uchar contra^as invasiones parasitarias. El cumplimiento acertado de las prescripciones expuestas no es, por desgracia, suticiente para librar al almcndro de todo pelig^ro de entermedad, puesto que í sta puede aparecer en ct^talquier momento, originada por el parasitismo: mas sea cual luere la causa determinante de un estacío morboso en uno o varios pies de una plantación, es de absoluta necesidad practicar ^uanto antcs los cuidados o remedios oportunos, si se quiere evitar que el mal iniciado en un redurido foco se propague y difunda cn forma de plaga devastadora. ^cúdase para cada caso a los tratamientos que hemos indicado en los anteriores capítulos, sin omitir los cuidados hi1;•iénicos y de desinfc:cción por medio del fuego, cuya observancia es económica y a la vez muy edcaz. No hay que olvidar que la destrucción de gérmenes disminuye poderosamente la intensidad de las pla^as, las cuales son entonces más fáciles de combatir; por ejemplo, si se realiza la campaiia de invierno que hemos recomendado contra el puloón, no cabe duda que serán destruídos gran número de huevecillos. 1'ues bien: como cada huevecillo que logra avivar puede convertirse en muchos miles de pulgoncs, dado su sistema de ^eneración, se comprende fácilmente cuán ventajosos resultan los procedimientos mencionados. 15 En cl mismo orden de ideas, o sea en atcnción a la higiene dcl arbolado, hay yue procurar yue los almendros estén limpios de los líquenes y muscíneas que con frecuencia invader. su tronco y ramas, y que, si bien es verdad que por regla ^e❑ eral no son de i^nportancia los perjuicios que causan directamente al árbol, constituyen un medio apropiado para cobijar distintas clases de g^rmenes pató^enos y un alberbue invernal para albunos insectos. Consíguese este objeto con el empleo del guante metálico o con el uso de sustancias espcciales yue el comercio ofrece expresamente. -^=rc ^.^-^^ ^ li,iego ^>libterr^^neo de los .í^rbole^. Se^ún ^\^lax Ringelmann, para que los árboles ve^ete ❑ bien, yuc el terreno contcn^a de rb a ao por roo de su pcso de aoul, que cuando baja e^:ta cantidad del co por ioo las hojas amarillean y el crecimiento es peyuei^o, y que si eXC^de del ^6, las r^zíe^^s se pudren y los ^írboles lau^uidecen. ^^^^adr yue los plátanos, los chopos, 1os castaiios dc lndias y los tilos cxige.n más agua que los ailantos, los arces y las acacias, lo que depende de su sunerlicie foliar, y que, para cada rie^^o, un ^írbol dc cu^ltro a^.ineo ai^os exi^;^e ioo litros de a^;ua, de cinco a quince ai^os ^aoo, y;oo los ^rar,des, comenzahd ^^ en París los rie^;^os en abril y prolon^;^índose hasta el mes dc septicmbre. Deben practicar^e cada semana pa^ra los yue rcquieren mucha atiua, y de yuince en yuince días para los demas. ^ Co ❑ objeto de yue e1 a^^ua resulte mcjor aprovcchada, ^e vierte en un tubo vertical, yue la distribuyc a una profundidad varíable entre lo y ^o centímetros, por medio dc un cuadrado que forrnan tubos de barro'como los empleados par^i saneamientos (dre^i^zjeJ, de ^ centímetros de diámetro interior y 3^ de long^itud, separados sus extremos to centímetros y unidos por otr^s mayores de 8 centímetros de diámetro intc-rior. Cada lado del cuadrado tiene de z,ao a^^,^o mctros. ^ Yi ❑ de que tarde en obstruírse dicha tubería, se la rodea de ;oo ^ramos de paja por cada metro lineal. Efectivamente, así sc impide que el terreno evapore el agua del riego, resultando economia en este sentido; pero la instalación cuesta de i^ a i6 francos por árbol, lo yue cicrtamente ❑ o es barato. En cambio, sí que lo es cuando el agua escasea, ante^ dc dar el riego, yue debe practicarse cuando el sol ya no hiera la tierra con sus rayos, ahondar un poco fa pileta, si el árbol es peyuei^o, o bien abrir una zanja alrededor del tronco, verter 16 el agua, y cuando el suelo la ha absorbido, volverla a tapar con tlerra hecha polvo. Donde el agua es más escasa, se entierra junto al árbol un cántaro poroso o con algunos pequeños agujeros en la base; se llena de ag•ua y se tapa la boca con una losa o piedra, recubriéndola con tierra. Ue vez en cuando se descubre, y se vuelve a llenar de agua el cántaro, con lo que la planta siem. pre dispone de tierra húmeda. ^iltr^ció>o< de los ^ceites. F_n muchos casos hay que recurrir a la filtración para lograr brillantez en los aceites, cuando ha faltado reposo y buena depuración, como la efectúan siempre los comerciantes antes de poner el producto a la venta. Esta es una operación que debe conocer el cosechero, por si le conviniera practicarla por sí mismo. ^ La operación es siempre delicada, pues predispone al enranciamiento; pero hoy la industria ofrecc buenos y sencillos 111tros. La materia f]trante debe ser perfectamente inerte, a fin de que no altere el aceite. Hoy, el algodón cardado o tejido y el papel es la de uso más general. Dada la viscosidad del aceite, la temperatura de 16 y 15 grados es la más conveniente. La materia mucilaginosa que retiene el iiltro lo embota: así es que hay que tratar aceites ya despojados o pasados por un filtro más grosero, como el de manga de algodón. Hay que trabajar al abrigo del aire, y conducir la operaciór. con rapidez. La tiltración es variable, segú ❑ el sistema de ^ ltro, de abajo a arriba, o viceversa. La circulación se obtiene por diferencia de nivel, bomba de compresión o por aspiración; ha de procurarse que sea regular la presión, pues los golpes duros 5on perjudiciales. La primera parte de la filtración no suele ser completalnente límpida, por lo yue hay que repetirla. La eficacia del filtro crece a medida que se embota, pero al cnisrno tiempo disminuye el gasto o r^gimen. Este depende de la porosidad de la materia tiltrante, de la naturaleza del aceite ,y de la presión. 1?stos factores pueden variar; hay que hacer diferentes tanteos para lograr un efecto útil. 8obrinos de la Suc. de ^f. hfinnesa de los ILíos, bfiguel Servet, 13.-Teléf. M-861.