322 LA ILUSTEACIOíí DE LA PINTURA MURAL DE LOS TEMPLOS. (CDNTÍNtl.VClDN.) IX. PRIMERO Y SEGUNDO RENACIMIENTO. PROGRESOS DE LA LIBERTAD ARTÍSTICA DESDE EL SIGLO XUL — DESQUITE DE ITALIA. IJSERVA coD mucha razón Giov. Rossini (i) en la Introducción á su clásica J-íisto3-{ii de ¡a Pintura Italiana^ que las escuelas de PÍKI y Siena florecían durante el siglo xiii en lo que se llamaba entonces nnci>n aric^ cuando en los „ demás Estados de Italia imperaba todavía ' ^ ^ el estilo bizantino, ó sea la escuela neo-griega. • " ^ Ese nuevo arte era lo que denominamos nos' otros pj-iiiwr rauicimieiüQ. Renacia, en efecto, por virtud del maravilloso sentimiento de lo bello, de que dotó la Providencia á Giunta y Nicolás Pisano, v á otros ingenios de los Estados de Pisa y Siena el na:ural¡smo en que se habia informado el arte antiguo. No habia aún llegado el tiempo de que renaciese el espíritu pagano. Los pisanos sacudieron el yugo bizantino tomando por modelo el antiguo, no para inspirarse en lo externo del naturalismo clásico, sino para penetrar en lo íntimo de sus leyes estéticas. Siguiéronles Margaritone, Taffi. Guido de Siena y otros, entre los cuales descolló Cimabue, cuya Vcrgiiie dci Riicellai í\s,t estimada como verdadera maravilla del arte, y en pos de Cimabue vino al mundo aquel genio inmortal de quien cantaba el Alighieri ; Ci-edetlc Ciinuhilf iscUa piliunt Tener ¡o cnnipo, cd oni he Giollo ilgyhh, Sicdii' lafiiina di coliii oscura (2). Aplicáronse estos a l a contemplación asidua de la naturaleza, lo mismo que lo habían hecho los helenos en los tiempos antiguos; desterraron las fa.lsas proporciones, la sequedad y austeridad d e l o s t i p o s bizantinos; dieron relieve á las figuras, expresión y gracia á los semblantes, y muy en breve, siguiendo las otras escuelas los nuevos derroteros abiertos al arte, el estilo neo-griego quedó abandonado en Italia desde fines del siglo x m . E n la espaciosa y desembarazada vía que desde entonces se abre al arte de la Pintura, como arte independiente y emancipado del servicio del culto á que originariamente le vimos consagrado, forzoso es poner á la Italia al frente del movimiento general europeo. Francia le disputa hoy la gloria de haber iniciado esa afortunada conversión al estudio ingenuo de la naturaleza, y ha creído M. VioUet-le-Duc, en su celoso amor patrio, que las viñetas de los manuscritos franceses del siglo xiii en que se advierten ese estudio del natural, notable inteligencia en la composición, é intención marcada de acusar la expresión y los caracteres, bastan para arrebatar á las escuelas de Pisa y Siena el lauro de que se hallan en posesión desde que existe la historia imparcial del a r t e ; más adelante discutiremos este punto y veremos qué timbres corresponden de pleno derecho al arte de la nación y del siglo de Felipe Augusto y de San Luis. E l entendido y erudito Paiil Lacroix, á quien con declarada complacencia vamos á copiar por algunos instantes, aunque no estemos con él conformes en todos los juicios que formula, traza el siguiente cuadro de la marcha del arte italiano en la esfera de la pintura monumental, desde la formación de las dos privilegiadas escuelas de Pisa y Siena: «La Italia, por fin (dice) (3), á despecho de sus terribles luchas intestinas, iba á verse toda iluminada en el siglo xiii —particularmente la Toscana—por el sol de las Bellas Artes, que, disipando seculares tinieblas, habia de irradiar tan espléndido en el mundo entero. Siena y Pisa, las primeras en percibir su luz, dieron cuna á Giunta y Guido, los cuales alcanzaron gran renombre en sus dias, aun cuando las obras que de ellos quedan en la catedral de Assisi sólo manifiestan su anhelo de progreso, más que un progreso real y efectivo. A Guido de Siena sigue, aunque no inmediatamente, Simón Memmi, el amigo de Petrarca, cuyos frescos en el campo santo de Pisa llevan el sello de un poderoso genio marcando la primera época notable del arte. Admirase en la Colegiata de San Geminiano un fresco del Berna, maestro eminente de la escuela Senesa. que murió en 1370. E n pos de Margaritone y de Benvenuto Eerlinghieri, tímidos precursores de una gran personalidad, la escuela florentina pone al frente de sus preclaros profesores á Cimabue (i 240-1300), á quien el mundo artístico considera como el verdadero restaurador de la Pintura. ESPAÑOLA Y AMERICAN.V SUPLEMENTO AL NÚM. XLIV Cimabue abrió el camino; Giotto, su alumno, entró Tíbaldi y Lúeas Cambiaso, cuyos nombres inmortaen él brioso y resuelto. Tomó éste por guia única la liza el gran templo del Escorial, donde dejaron, vinaturaleza, y discipnh de la Naiurakza le ¡Inma- viendo aún Felipe II, el primero los afamados fresron. Buscó la imitación de lo real, y pareciéndole cos de su claustro principal y los del camarín detras este sistema maravillosamente aplicado en los bellos del altar mayor {7), y el segundo los que llenan las mármoles antiguos, en los cuales se habian inspirado bóvedas de la capilla mayor y del espacioso coro, ya un siglo antes Juan y Nicolás Pisano, se dedicó á aquélla con la coronación de Nuestra Señora v los estudiar seriamente aquellas obras maestras. Dado el cuatro profetas mayores, y éste con una vastísima impulso, no se hicieron esperar los resultados; con- representación de la Gloria, figurada con todos sus tentémonos con citar el Sueño de ¡a Vida, ejecutado coros y jerarquías adorando á la Santísima Trinipor el Orcagna en el claustro del campo santo de dad : composición anagógica de gran enseñanza, en Pisa {4). Durante dos siglos, Buffalmaco, Taddeo que, por haberse sujetado á la dirección de los teóloGaddi, losOrcagnas, Spinello de Arezzo y Masolino gos, según las sanas prácticas de la Edad-media, se da Panicale seguirán coadyuvando, aunque lenta- desvió del gusto de su tiempo, incurriendo en la cenmente, al ascenso del arte. E l siglo xv trae consigo á sura de sus coetáneos italíanistas ; — los hermanos Era Angélico di Fiesole, á Benozzo Gozzoli, y des- Julio y Alejandro (8), del propio siglo xvi, que inpués al Masaccio, al Pisanello, á Mantegna, el Zín- trodujeron en Andalucía, con las varias obras que garo, el Pinturricchio y, por último, al Perugino, allí ejecutaron, el estilo decorjtivo de Juan de Udimaestro del divino Rafael. El siglo xvi marca el apo- ne, de grutescos formados de follajes y caprichosas geo del arte : en esta época pintan Rafael y sus dis- quimeras, á la manera italiana, según ia practicó cípulos la Farncsiua^ las Esiancias y las Logias del aquel discípulo y auxiliar de Rafael, inspirándose en Vaticano; Miguel-Ángel, la inmensa página áé. J^ui- las Termas de Tito y otros monumentos de la Roma cio filial, y Pablo Veronés los techos del palacio del de los Césares ; —el caballero Roncalli delle PomeDux en Venecía, Siguen Julio Romano y Andrés del rance, de los siglos xvi y x\'ii| autor de los frescos Sarto, cubriendo aquél con sus frescos las paredes del que decoran las cúpulas de Loreto y de Santa Pupalacio del T, en Mantua, y éste las de ¡a Anmtn- denziana, en Roma, y pintor de grato colorido, aunziaia y h Scaizo en Florencia. Daniel de Volterra que ?7;(7í/í(.77í/rt/—Bartolomé Carducci, de la misma pinta su célebre Dcsceadimienio para Trinitá d-j época, y discípulo del Zuccaro como Arbasia, que Moiifi, en Roma; el pincel del Correggio realiza ma- pintó con su maestro en la gran cúpula de Santa ravillas en el Dimmn de Parma; Leonardo de Vinci, María de Fiore de Florencia, y luego en Valladolid ademas de su famosa Cciia^ que excluimos del catá- los cuatro soberbios evangelistas de las pechinas de logo de las pinturas al fresco (5), deja en Roma en el la capilla mayor de San Andrés ; —Miguel Colonr.a, monasterio de San Onufrio una soberbia Madonna, artista de Ravena del siglo x v n , que vino á Espai-ia y una Virgen colosal en el palacio de Caravaggio, con Ángel Mitelli, traído por Velazquez para restaucerca de Bérgamo. Fué aquél el siglo de las grandes rar entre nosotros la pintura al fresco, que yacía en creaciones en pintura mural, siglo en que el inmor- completo olvido desde que habian faltado los protal Buonarotti, lleno de entusiasmo, en una de sus fesores dedicados á aquel género bajo el reinado de más sublimes concepciones, exclamaba; « ¡ N o hay Felipe I I I ; el cual, ademas de lo mucho que ¡:'inmás pintura que el fresco; la pintura al óleo es arte tó en el Real Alcázar-Palacio de Madrid, decoró con de mujeres y de hombres flojos y perezosos.» Y sin sus producciones la ermita de San Pablo del Buen embargo, la pintura al fresco aun no habia llegado á Retiro y la cúpula de la Merced calzada;—Corrala perfección como procedimiento. La escuela bolo- do Giaquinto, artista napolitano del yixiw, que, desñesa, en el siglo x\"ii, después de haber permanecido pués de haberse hecho famoso en Roma con la obra largo tiempo en la modesta esfera de la imitación, se de la bóveda del convento de San Juan de Dios, comanifiesta de súbito engrandecida al impulso de los ronó su reputación de fresquista con La Trinidad Carracci, los cuales, llamados á R o m a , cubren las pa- rodeada de bienaventurados y la Batalla de Claviredes de la galería Farnesio de frescos, superiores en JQ^ que dejó en la ciipula y bóveda de ingreso de la brillantez y efecto á todos los ejecutados hasta enton- capilla Real del Palacio nuevo de Madrid; — J u a n ces. Otro tanto puede decirse de los de sus discípulos : Bautista Tiépolo, llamado con razón el último fresdel Mariirin de San Seóasíififi, en Santa María de qnisia veneciano, que pintó en el siglo X^•1II multilos Angeles; de Los miíagos de San Ni/o, en Grotta- tud de obras sagradas y profanas en Italia y España; Ferrata; de la Aínertc de Sania Cecilia^ en San Luis y otros que en obsequio á la brevedad omitimos. de los Franceses, obras del Domenichino; de la Au- Pero como no es nuestro propósito escribir la historora, del Guercino, en \civiila LudovÍsi;del Carro ria de la pintura al fresco, sino solamente caracteridel Sol, de Guido, en el palacio Rospigliosi, etc. No zar con ejemplos de pintura mural religiosa el camdebemos olvidar al pintor napolitano Luca Giordano, bio radical que experimentó la antigua decoración autor de la galería del palacio Ricciardi, de Florencia, iconográfica de los templos desde la granazón de las y de los frescos de multitud de iglesias en Italia y escuelas nacionales europeas, debemos renunciar á España; ni podemos omitir á Pletro de Cortona, de una reseña de autores y de obras que sería intermila escuela romana, que se hizo célebre con los techos nable, y limitarnos á marcar bien la grande evoludel palacio Barberini, de Roma. También deberíamos ción que el genio occidental comenzó en la esfera del nombrar á los fecundos fresquistas de las escuelas ge- arte en plena Edad-media y consumó en la época del novesa y parmesana, Lanfranco, Carloni, Franca- Renacimiento de la forma plástica antigua. villa; pero cuando estos artistas florecían, ya había llegado la hora de la decadencia; hay en sus producApunta el primer Renacimiento en los mosaicos ciones más audacia que talento; aspiran á lo grandioso y se quedan en lo gigantesco; su pincel denota de Santa María in Trastevere, de la segunda mitad destreza, pero no hay én su alma ardor ni convic- del siglo XII, donde ya se descubren admirables coción; asi que, á despecho de sus esfuerzos, la pintura natos de individualismo, y una evidente novedad en al fresco se empequeñece bajo sus pinceles, y desde el modo de concebir las figuras. Vase gradualmente entonces no hace más que decaer gradualmente para caracterizando la libre imitación del natural en las obras de los pintores lombardos del xiii, época del reducirse á la nada.» Hasta aquí el critico francés. estilo que Kngler denomina romanesco; márcase al propio tiempo en Toscana, favorecida la nueva tenCon iguales ó mayores títulos que Pietro da Cor- dencia por los poderosos síntomas de nacionalidad tona, Lanfranco, Carloni y Francavilla, hubieran de que hacía alarde la Italia con su naciente y ya espodido figurar en este breve catálogo, de fresquistas pléndida literatura; llega el dia en que Duccío de italianos formado por el sabio bibliófilo Jacob (6), Ni- Siena pinta el magnífico retablo del Ditomo de aquecolás Florentino, pintor aventajado del siglo xv, que lla ciudad, representando-ía Pasión de Cristo, y el ejecutó el soberbio retablo de la catedral vieja de Sa- entusiasmo popular que lleva en triunfo la obra del lamanca y la tremenda página del Juicio final, fres- artista desde su taller hasta la catedral, dice con co que ocu]3a toda la bóveda de aquel ábside ;—César inusitada elocuencia hasta qué punto corresponde Arbasia, discípulo de los Zuccari, en el siglo xvi, este nuevo arte, o este primer Renacimiento del senque habiendo venido á España, decoró con pinturas tido estético, con el nuevo y poderoso espíritu naciomurales, de gusto italiano del segundo Renacimien- nal cristiano y progresivo. Con razón observa el citato, las capillas Mayor y de la Encarnación de la ca- do Kugler (9) que «en presencia de esta obra de tedral de Málaga, y el Sagrario nuevo de la de Cór- Duccio, cualquiera diria que para llegar á la cúspide doba, donde ejecutó las grandiosas figuras de los del arte moderno no faltan sino muy pocos pasos.» mártires del tiempo de San Eulogio ;—Federico Zuc- Proporciones, bello dibujo de la figura humana, plecaro, del mismo siglo, que pintó la cúpula de San- gado natural y sencillo, nobleza en los tipos, elevata María del Fiore de Florencia, comenzada por su hermano Tadeo, la capilla del cardenal Grimani en (7) No son éstas, por cierto, las mejores obras de P. Tíbaldi Venecía, y la capilla Paulina de R o m a ; — Peregrin en el Escorial, sino las que ejecutó en la Bihlioteca; pero nues- (4) El Site ño da la vida es la parle inferior de lii derecha de la gran página del Triunfo dt la muerte. (5) lis notorio que aunque pasa vulgarmente por pintura al fresro la Cena de Leonardo de Vinci, existente en ei refectorio del convento de Santa María delle Graszie, de Milán, esta fa(1) liiiroduziotie aUa Sícria dellapitlitra ilaliar.a esposla coivss- mosa oÜra no está ejecutada por ese procedimíenio, sino sencillamente al temple sobre !a cal seca, lo que no ha contribuido numítili; 1. í, Protmio alT época prima. poco al lastimoso estado de degradación en que hoy se encuentra. (2) Purgatorio; XI, 94. (6) Nadie ignora que M. Paul Lacroix tomó este seudónimo (3) Les (iris ait moyeu (¡ge ti a Trpoqut de la Renaissance : Peinpara dar á luz sus interesantes obras. ¡ure iifresqiie. tro tema, que es la pintura mural de los templos, nos ohliga á hacer caso oraíéo de ellas,—Por la misma razón no damos cuenta de las bellísimas pinturas de grutescos á la italiana que ejecutaron allí, peio fuera del templo, Juan Bautista Cascello, sus hijos Félix Castello y Nicolao Gránelo, y los dos Urhinas; como también callamos los nombres de otros profesores italianos que ayudaron á Castello y Gránelo en la pintura de la Batalla dt ¡a Higueruela, que decora el largTjfsimo liento de [a Sala llamada de Batallas de aquel palacio. (8) Se ignora su patronímico. (9) íiandbúok ofpainting. The i/alian Schools, parí. I, The romanes^iie style. Traducción inglesa. Londres, 1855.