1 CENTENARIO DE LA CASA DEL PUEBLO DE MADRID

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Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
CENTENARIO DE LA CASA DEL PUEBLO DE MADRID
(1908-2008)
CATÁLOGO
Introducción
UNA CONMEMORACIÓN PLENAMENTE JUSTIFICADA
Enrique Moral Sandoval, Comisario de la exposición.
La inauguración el 28 de noviembre de 1908 de un nuevo pero distinto centro de
sociedades obreras en el Madrid de la Restauración no podía pasar desapercibido este
año para los organismos directivos de la UGT confederal y, sobre todo, de la
organización madrileña. Aquél verdadero acontecimiento para los trabajadores de la
capital de España, y por ende, para los que con ellos compartían los postulados
socialistas en toda la nación, marcó un hito indeleble en el desarrollo del movimiento
obrero de nuestro país. Es por ello normal que al cumplirse este año el centenario de
aquél hecho el sindicato socialista haya tenido la feliz iniciativa –secundada por el
Partido Socialista y las Juventudes Socialistas de Madrid - de celebrarlo con una serie
de actos, entre los que se encuentra la presentación de esta exposición en el Centro
Cultural Conde Duque, inaugurado a comienzo de los años ochenta de la centuria
pasada precisamente por el primer alcalde de la democracia, el socialista Enrique Tierno
Galván.
No sería cortés dejar de reconocer, al comienzo de estas líneas de introducción,
el respaldo indiscutible de la Sociedad Española de Conmemoraciones Culturales,
vinculada al Ministerio de Cultura, sin cuya ayuda no habría podido celebrarse esta
exposición. También la colaboración del Ayuntamiento de Madrid con sus instalaciones
y sus fondos históricos, y la de las Fundaciones Pablo Iglesias y Francisco Largo
Caballero, con sus aportaciones bibliográficas y documentales, han coadyuvado
decisivamente, junto a la coordinación prestada por la Fundación Progreso y Cultura de
la UGT de Madrid, para que esta muestra se haya hecho realidad. Como testigo
privilegiado del hecho, no sería justo concluir este exordio sin mencionar y agradecer
como comisario de la muestra la labor incansable, eficaz y entusiasta de un veterano
ugetista y socialista aragonés afincado en Madrid, verdadero artífice de estas
celebraciones, me refiero a Paulino Barrabés.
***
La historia de las organizaciones socialistas en sus primeras décadas fue, como
acertadamente la definió el historiador Juan José Morato, una “travesía en el desierto”.
El pequeño grupo de personas que dieron lugar en la clandestinidad al PSOE el año
1879 en Madrid, y que pocos años más tarde junto a otros grupos de diferentes
localidades de nuestra geografía fundó en Barcelona el año 1888 la Unión General de
Trabajadores de España, tuvo que superar durante largas décadas un proceso de
obstáculos a todos los niveles que hoy nos parecerían prácticamente insalvables.
Aunque presentes modestamente en el quehacer político nacional desde la implantación
de la Primera Internacional en España, en los años del sexenio revolucionario, es
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Comisario Enrique Moral
durante el gobierno liberal de Sagasta entre 1885-1890 cuando se amplia la libertad de
asociación a las organizaciones no dinásticas y con ella se permite la presencia pública
de las organizaciones socialistas. Su espacio político, circunscrito esencialmente a los
trabajadores urbanos asalariados en un principio, estaba mayoritariamente ocupado por
las distintas corrientes republicanas y por el anarquismo. Entre estas fuerzas, que
monopolizaban en gran medida los medios obreristas de izquierda, se tuvo que abrir
paso a paso un hueco el socialismo, y, al igual que sus competidores, debía también
superar las dificultades que los gobiernos de turno oponían desde el poder a las
organizaciones consideradas antidinásticas en el complejo sistema de la Restauración,
implantado por Cánovas del Castillo y cimentado en la Constitución de 1876.
Este sistema, que tuvo prolongada vigencia y que consiguió con todos sus
defectos objetivos positivos como el de reintroducir al ejército en los cuarteles,
permitiendo la alternancia pacífica de sucesivos gobiernos civiles, logró una cierta
estabilidad política en el país hasta la huelga general de agosto de 1917 y, con
suspensiones reiteradas de las “garantías constitucionales”, hasta el definitivo golpe del
general Primo de Rivera en 1923.
Bajo este sistema transcurrieron las primeras etapas del socialismo español y en
la época de máximo desarrollo del mismo se produjo la inauguración de la Casa del
Pueblo de Madrid, razón por la cual nos detendremos en analizar brevemente la
coyuntura política, económica y social de la España de las primeras décadas del siglo
XX.
La tensión política
Cuando se inaugura la Casa del Pueblo en la capital de España la Constitución
de 1876 cumple treinta y dos años de vigencia, algo insólito en la historia ajetreada del
constitucionalismo español. El régimen español era una monarquía constitucional, lo
cual no dejaba de ser un paso adelante en la época, aunque no podía considerarse como
un régimen democrático. El monarca, de acuerdo con aquella ley fundamental,
conservaba aún extraordinarios poderes no solo como Jefe del Estado y mando supremo
de sus fuerzas armadas, sino también en otras esferas vitales del régimen. En lo que
respecta a las Cortes, ostentaba la potestad de “convocarlas, suspender, cerrar sus
sesiones o disolver....el Congreso de los Diputados”, debiendo en este último caso
convocar elecciones en el plazo de tres meses. Pero, sobre todo, tenía la facultad de
“encargar la formación de gobierno”, designando directamente a la persona que debía
encabezarlo.
Disueltas las Cortes por el monarca, los gabinetes constituidos tras el placet
regio tenían tres meses para celebrar una nueva convocatoria electoral. En la misma, se
producía el hecho casi milagroso de que ningún gobierno de la Restauración perdió unas
elecciones mientras perduró el sistema canovista. “La movilización de una maquinaria
electoral de signo caciquil, y las alteraciones más variadas y originales del sufragio, así
como el fraude tradicional en los recuentos, daban al traste con los requisitos mínimos
exigidos para que el sistema político de la Restauración fuera verdaderamente
representativo”.1 Lograda de esta forma la mayoría más o menos estable en el
parlamento, el Gobierno obtenía con ella tras la del monarca, la llamada “doble
legitimidad” para el ejercicio de sus funciones.
1
Enrique MORAL SANDOVAL. Historia de una gran revista. Introducción al semanario Vida
socialista. Barcelona, Mainer Til edts. 1996, p. 24
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En aquellas aguas procelosas, que no hemos hecho más que apuntar,
transcurrieron los primeros pasos del socialismo español en sus dos vertientes
inseparables; la sindical y la política.
Aunque la existencia de la Casa del Pueblo se prolongaría hasta la ocupación de Madrid
por el ejército franquista en 1939, preferimos ceñirnos preferentemente en esta
introducción a la coyuntura española en los años iniciales de aquella institución.
Los hechos de carácter político más destacables del periodo, todos ellos con
fuerte impacto entre los trabajadores, fueron la Guerra de Marruecos, la Ley de
Jurisdicciones y la que se denominó conjunción republicano-socialista.
La guerra de Marruecos
En pleno auge imperialista, Gran Bretaña y Francia suscribieron el 8 de abril de
1904 un pacto conocido como la Entente cordial. Por el mismo, la primera se
garantizaba libertad de movimientos en Egipto y la segunda en Marruecos. Al estar
presente España desde siglos atrás en diversos territorios y poblaciones en la costa norte
africana, Francia suscribió el 7 de octubre un tratado con España en París por el que se
fijaba “la extensión de sus derechos” y se garantizaban sus intereses en la zona. Madrid
aceptaba así el convenio franco-británico y Francia reconocía a nuestro país un área de
influencia en Marruecos que descendía desde la costa mediterránea hasta los territorios
del Rif. Se iniciaba así la acción “pacificadora” española, incrementando la presencia
militar en Melilla y ocupando la franja septentrional marroquí, a la que comenzó a
denominarse como “Marruecos español”. Con objeto de explotar la riqueza mineral de
la zona, la compañía Norte-Africana inició la construcción de un ferrocarril minero. El 9
de julio de 1909 los rifeños dieron muerte a varios trabajadores que participaban en esta
obra y se aproximaron a Melilla. Se enviaron nuevos contingentes militares y se penetró
en el Rif. La movilización de reservistas provocó en Barcelona un motín popular, dando
inicio el día 26 a la llamada Semana trágica. Precisamente el día siguiente, al intentar
ocupar el monte Gurugú, las tropas españolas sufrieron un descalabro en el Barranco del
Lobo, que culminó con la muerte del general Pintos, numerosos oficiales y más de mil
soldados. Comenzaba de nuevo otra guerra en Marruecos.
Los socialistas, que fieles a sus principios pacifistas, así como a los acuerdos
antibelicistas y antimilitaristas adoptados por la Internacional obrera, se habían opuesto
en su día casi en solitario a las sangrientas “aventuras coloniales” en Cuba y Filipinas,
promovieron sucesivas campañas contra esta nueva contienda. En su criterio, la guerra
no solo vulneraba valores esenciales del socialismo, sino que también cargaba sus
letales consecuencias sobre las espaldas de los trabajadores. Para ello, el Gobierno
mantenía la ficción de no dar por declarada oficialmente la guerra, con lo que mantenía
en toda su vigencia el sistema de “cuotas” merced al cual, como es sabido, se libraban o
“redimían” del servicio militar tan solo aquellos que podían abonar una elevada
cantidad en metálico.
No es extraño, por tanto, que desde la Casa del Pueblo se movilizara con
mítines, llamamientos, manifestaciones y todo tipo de protestas a los trabajadores contra
la guerra, como tampoco debe extrañar que fueran las Juventudes Socialistas las que
adquirieron un protagonismo destacado en estas acciones.
No podían tolerar estas denuncias de profundo calado popular las autoridades, por ello
se explica también que las primeras clausuras gubernativas del centro obrero –
decretadas por Maura en agosto de 1909 y por Canalejas en septiembre de 1911tuvieran como causa estas campañas, ya que desde los salones del edificio de la calle de
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Piamonte –junto a otras escasas tribunas parlamentarias y periodísticas- se irradiaban las
consignas contra la guerra a toda la nación.
La Ley de Jurisdicciones
Aunque aprobada con anterioridad a la inauguración de la Casa del Pueblo, esta
discutidísima norma supuso una limitación intolerable a la libertad de expresión
amparada por la Constitución y una mordaza abusiva contra la prensa de oposición.
Tanto las publicaciones republicanas en general como las socialistas en particular -sobre
todo sus dos semanarios El Socialista y Vida socialista-, sufrieron suspensiones con
reiteración, así como también sucesivos encarcelamientos de directores y redactores.
Estos hechos provocaron reacciones adversas de las organizaciones socialistas, cuyas
principales manifestaciones se producirían en los mítines de protesta celebrados en la
Casa del Pueblo.
Esta ley de carácter eminentemente represivo, traía su causa remota del malestar
producido en la sociedad y en el seno de la oficialidad militar a consecuencia de las
repatriaciones producidas tras el “desastre colonial” de 1898. Aquél aldabonazo, que
paradójicamente se producía en nuestro país coincidiendo con el auge colonial de las
potencias europeas, dio lugar a un potente movimiento de reacción ante el decaimiento
general que se denominó con acierto; regeneracionismo. A este impulso renovador, en
el que sobresalieron con la palabra y la pluma personalidades como Joaquín Costa,
Damián Isern, Lucas Mallada y Macías Picavea, también se sumó con sus limitadas
posibilidades el socialismo y sus dirigentes españoles.
El aumento exagerado de la oficialidad en relación con la tropa, las limitaciones
presupuestarias de una hacienda en ruina y unas retribuciones insuficientes fomentaron
el malestar generalizado del ejército. En Barcelona se agudizó la tensión frente a los
grupos nacionalistas, estallando en noviembre de 1905 por la publicación en el
semanario satírico Cu-Cut! de una caricatura claramente ofensiva para los militares. La
reacción “viril” de estos, ignorando la libertad de expresión y adelantándose a cualquier
intervención de la justicia, fue asaltar las instalaciones de la revista catalanista y,
posteriormente, las del órgano más destacado de esta tendencia, La Veu de Catalunya,
dónde además hirieron a algunos de sus empleados.
Montero Ríos, presidente del Gobierno liberal, suspendió las garantías
constitucionales en Barcelona y su provincia para restablecer el orden y la disciplina,
pero ante la inequívoca simpatía mostrada por el rey hacia el ejército y sus
reclamaciones, presentó su dimisión. Le sucedió su correligionario Segismundo Moret,
al que correspondió la vergonzosa tarea de elevar a rango de ley la imposición
castrense. Después de tormentosas sesiones en el Congreso, en las que toda la oposición
–desde el republicanismo y el regionalismo, hasta el carlismo y el integrismo católicoabandonaron el hemiciclo antes de secundar con su presencia lo que consideraban una
vulneración flagrante del texto constitucional, se endureció aún más el Código de
justicia militar y se aprobó la Ley de Jurisdicciones, que entraría en vigor el 23 de abril
de 1906. Con notable menosprecio de la jurisdicción civil ordinaria, la militar se hacía
cargo de los “delitos de opinión” contra el estamento militar, previendo duras penas de
prisión para todos aquellos que “de palabra o por escrito... injurien u ofendan clara o
encubiertamente al Ejército o a la Armada.” El artículo 13 de la Constitución de 1876,
que reconocía el derecho de todos los españoles a “emitir libremente sus ideas y
opiniones, ya de palabra, ya por escrito”, y con este el propio texto fundamental en su
conjunto quedaban abiertamente dañados.
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La oposición a la guerra de Marruecos fue reprimida con dureza amparándose en
los preceptos abusivos de esta Ley, sobre todo hasta el acceso de otro liberal al poder en
noviembre de 1912, el conde de Romanones, el cual, aún sin abolirla, procedió a
mantenerla pero sin la dureza con la que se había aplicado hasta entonces.
La conjunción republicano-socialista
Esta alianza de las fuerzas demócratas, que tuvo su presentación pública el 7 de
noviembre de 1909 en el transcurso de un mitin unitario celebrado en el frontón Jai-Alai
de Madrid, venía íntimamente ligada a los dos acontecimientos narrados previamente: la
guerra de Marruecos y la implacable política represiva –aplicando con la máxima
dureza la Ley de Jurisdicciones-, que llevó a cabo Antonio Maura al frente del
Gobierno.
Como vimos más arriba, las organizaciones socialistas que presidía Pablo
Iglesias tuvieron que competir en sus primeras décadas de existencia, entre otras fuerzas
políticas y societarias con los republicanos. Estos, además de componer un amplio
abanico de opciones mostraban ante la opinión sus diferencias y con frecuencia sus
enfrentamientos. El dirigente socialista, pese a las voces en contrario surgidas desde sus
propias filas, se resistió una y otra vez a cualquier pacto o coalición con estas fuerzas.
Pero en 1909 confluyeron varias circunstancias que condujeron inexorablemente a la
alianza tantos años rechazada. Por una parte, en el orden interno el socialismo –sobre
todo electoralmente- avanzaba muy despacio. El acceso de tres socialistas al
Ayuntamiento de Madrid en 1905 les había dado ánimos, pero la tribuna política por
excelencia, la ubicada en la carrera de San Jerónimo parecía inalcanzable. En el plano
político nacional, el acceso de los conservadores al poder en enero de 1907 y su política
represiva propiciaría aceleradamente la unión táctica de las fuerzas dinásticas o no que
aspiraban a un orden democrático.
Desde su acceso al poder Maura tomó medidas claramente favorables a la Iglesia
católica, la cual le correspondió orientando el voto de los fieles hacia las candidaturas
conservadoras y reaccionarias. La aplicación de la Ley de Jurisdicciones en Cataluña
era contestada por los nacionalistas, en tanto que el estallido de bombas parecía
constituir un mal endémico en la capital del principado. Ante esta situación, que daba de
nuevo alas al clericalismo más recalcitrante, iniciaron conversaciones los liberales de
Segismundo Moret, los demócratas de Canalejas y los republicanos moderados de
Melquíades Álvarez, dando lugar a finales de 1908 a un frente de oposición al Gobierno
que denominaron Bloque Liberal. Su programa se centraba en la afirmación de la
libertad civil y religiosa, en la necesidad de regular por ley la presencia en España de las
órdenes religiosas y en la libertad de conciencia. Pero también hacían hincapié en la
necesidad de abordar con rigor la cuestión social. Este punto, así como la oposición al
incremento de tropas en Marruecos y el rechazo al proyecto de ley contra el terrorismo
de Maura, en la que los socialistas vieron una amenaza cierta contra las organizaciones
obreras, venían a coincidir con los postulados que defendía el socialismo. No obstante,
fue el inicio de la guerra en el protectorado y la represión desatada tras la Semana
trágica los acontecimientos que acelerarían en 1909 la coalición con las fuerzas
republicanas. Durante los meses de junio y julio, coincidiendo con la movilización y el
envío masivo de tropas a Marruecos, la Casa del Pueblo, que aún continuaba con obras
en sus primeros meses de existencia, registró una actividad sin precedentes. Se sucedían
las reuniones de los órganos directivos, se divulgaban ante la opinión pública
manifiestos “Contra la guerra” y abundaban las reuniones multitudinarias en sus salas
con el mismo objeto. Desde El Socialista se lanzaban consignas bajo titulares tan
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elocuentes como el “No retrocederemos” y se condenaba una y otra vez la escalada
belicista y el mantenimiento de la práctica aberrante de la “redención a metálico” que
evitaba la movilización general y, con ella, la presencia en los frentes de los hijos de las
familias de las clases superiores. Con 1.500 pesetas se eludía el servicio militar, y esa
cantidad era lo que ganaba en un año un obrero cualificado en la ciudad y el doble de lo
que obtenía un campesino en los años favorables.
El 27 de julio los Comités Nacionales de la UGT y del PSOE suscribieron un
manifiesto conjunto de protesta, convocando una huelga general para el 2 de agosto. Al
día siguiente del manifiesto el Gobierno suspendía las garantías constitucionales,
secuestraba El Socialista y, pocos días después procedía a clausurar, por primera vez, la
Casa del Pueblo de Madrid. Cerca de doscientos dirigentes obreros pertenecientes a la
misma fueron también encarcelados. Si permanecía entre los socialistas algún resquicio
contrario a la alianza con las fuerzas enfrentadas al Gobierno, la conducta de éste frente
a los trabajadores disipó todas las dudas.
Los acontecimientos se produjeron con gran celeridad. Ante la convocatoria de
elecciones provinciales, el Gobierno levantó parcialmente la suspensión de garantías
constitucionales. El 4 de octubre aparecía un manifiesto exigiendo al ejecutivo el
restablecimiento total de aquellas y la plena normalidad constitucional. Por primera vez,
junto a las firmas de Segismundo Moret, José Canalejas y Gumersindo de Azcárate,
aparecía la de Pablo Iglesias. El 9 se inició el consejo de guerra sumarísimo contra
Ferrer Guardia, en tres días fue condenado a la pena capital, dio el Gobierno su
“enterado” y fue ejecutado en la mañana del 13. La ola de protestas se reprimió
duramente en España pero rebasó nuestras fronteras, provocando multitudinarias
manifestaciones en las principales capitales europeas. En las Cortes se promovieron
violentas interpelaciones al Gobierno y el 21 presentaba Maura su dimisión. Tres días
más tarde el nuevo ejecutivo no podía impedir una masiva manifestación contra el
dimisionario y el 7 de noviembre quedaba fraguada la conjunción en el transcurso de un
multitudinario mitin unitario. En su intervención, Pablo Iglesias manifestó su “firme
propósito de defender las libertades contra todos los elementos reaccionarios”, garantizó
que la coalición no mermaría la lucha por los postulados socialistas y defendió la
implantación de la república, al considerar que la monarquía se había convertido en un
obstáculo para el desarrollo del país. Concluía una etapa que había caracterizado al
socialismo por su aislamiento en relación con las demás fuerzas políticas, y se habría
una nueva que daría sus frutos en pocos meses con el acceso de Pablo Iglesias al
Congreso de los Diputados.
Mientras tanto, abierta de nuevo la Casa del Pueblo, la Juventud Socialista
madrileña organizó un ciclo de conferencias bajo el lema: “Religión, anticlericalismo y
socialismo”. Uno de los primeros oradores en ocupar la tribuna del centro obrero fue
José Ortega y Gasset, que disertó el 19 de diciembre sobre “La ciencia y la religión
como problema político”.
La condición obrera en los años iniciales de la Casa del Pueblo
Durante las primeras décadas del pasado siglo las prestaciones sociales del
Estado, que darían lugar muy pronto al inicio del Estado de bienestar propiciado por los
gobiernos socialdemócratas en Suecia estaba muy lejos de la realidad social que se vivía
en nuestro país. Ni siquiera la serie de leyes sociales alcanzadas por el socialismo
germano en la Alemania de Bismark a finales del siglo XIX habían adquirido aún carta
de naturaleza en nuestro país. España era una nación atrasada en lo social y también en
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lo económico, como reflejaban con exactitud los datos más representativos de su
reducido nivel de desarrollo.
En 1910 la población española se acercaba a los 20 millones de habitantes y
Madrid rebasaba los 550.000, de los cuales algo más de 100.000 eran trabajadores
asalariados. La población activa nacional era de algo más de 7 millones y medio –la
séptima parte mujeres-, de los cuales más de 5 millones se dedicaban a la agricultura. Es
decir, que el 68 % de las personas que trabajaban lo hacían en el medio rural, aunque
con un suave descenso que se reduciría al 59 % en 1920.
Una idea del entramado económico de Madrid nos lo da el número de
trabajadores de diferentes oficios que habían obtenido incrementos salariales -entre 0’25
cts. y 1 peseta- en 1908 gracias a la práctica sindical promovida desde las sociedades
obreras de la Casa del Pueblo, a las que en buena parte estaban afiliados. Lo
encabezaban los albañiles con 10.000 –a los que habría que incorporar otros 1000 de
oficios afines-, y les seguían los cocheros con 4000, los panaderos con 2645, los
carpinteros con 1850 y los tejeros con 1000. Los electricistas eran 650, los plateros y los
dependientes de carbonerías superaban cada uno los 400, y los curtidores, poceros,
litógrafos, constructores de carruajes y empedradores superaban los doscientos.2
Pese a ser el primer tercio del siglo XX un período de crecimiento económico en
España, la pobreza era un mal endémico y ello forzaba inexorablemente a abandonar
masivamente el país, sobre todo en determinadas regiones como Galicia. Entre 1905 y
1914 las estadísticas oficiales registran una salida hacia la emigración de 1.650.000
españoles. El destino preferido es América, de ellos, más del 60 % con la República
Argentina como punto de arribada.
Las cifras correspondientes al analfabetismo también resultan muy ilustrativas.
Cuando se inaugura la Casa del Pueblo el porcentaje de analfabetos en España es del 59
%, de ellos un mayor número de mujeres que de hombres. Es decir, cerca de 12
millones de analfabetos que, como se puede suponer, afectarían fundamentalmente al
campesinado y a gran parte de los trabajadores manuales urbanos. En este aspecto la
capital ofrecía mejores perspectivas, ya que del 30’3 % de analfabetos que tenía al
iniciarse el siglo se había descendido hasta el 21’4 en 1920.
También, como en el caso de Madrid, se observaba una lenta mejoría en el
conjunto de España que vería recortarse la cifra de los que no sabían leer ni escribir en
1920 hasta los 11.145.000 individuos.
El precio en pesetas de los alimentos de primera necesidad entre 1910 y 1914 en
una ciudad media española, calculados según el producto en kilos, litros o docenas era
el siguiente:
Pan
Leche
Patatas
Arroz
Vino
0’37
0’40
0’15
0’58
0’37
Huevos
Azúcar
Aceite
Bacalao
Carne de vaca
1’30
1’18
1’41
1’32
1’84
Estos precios, con el inicio de la Guerra europea de 1914-1918, acusaron un
incremento extraordinario, lo que provocó sucesivas protestas y movimientos
huelguísticos en todo el territorio nacional.
Los jornales de los obreros cualificados como los mineros, que estaban
fuertemente organizados en los sindicatos socialistas, oscilaba entre 4’50 y 6 pesetas en
2
Mariano GARCÍA CORTÉS. “En vísperas de la jornada”, El Socialismo, nº 14. Madrid, 10 de
septiembre de 1908, p. 423
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Asturias y entre 3 y 4’85 en Vizcaya. En esta provincia un metalúrgico percibía entre 4
y 6 pesetas diarias. Estas retribuciones se consideraban muy altas en el conjunto del
territorio nacional, y sobre todo comparadas con los demás oficios que apenas
alcanzaban en Madrid entre 3 y 4 pesetas por jornada. En el campo el panorama era
sensiblemente peor. Un bracero, dependiendo de la época del año percibía jornales
medios de 2 pesetas los hombres y 1’30 las mujeres, y entre 0’5 céntimos y 1’25 los
niños.
Teniendo en cuenta esta relación entre precios y salarios resultaba que el obrero
madrileño con familia tenía que invertir 2/3 de su jornal en la manutención diaria,
mientras que en otras capitales europeas como París o Bruselas este porcentaje se
reducía a un tercio.
La jornada de trabajo en muchos oficios seguía siendo de doce y catorce horas,
mientras que aquellos sectores en que los trabajadores estaban mejor organizados,
conseguían reducirla mediante movilizaciones y protestas hasta las ocho y las diez
horas.
Las viviendas obreras en la capital de España, sobre todo las tradicionales
“corralas”, carecían en general de agua corriente y cuarto de aseo, teniendo que
compartir todos los vecinos de cada planta la misma letrina común. Eran de
reducidísimas dimensiones y tenían una escasísima luz natural, lo que las hacía
extraordinariamente insalubres y nocivas. No es de extrañar que con estas condiciones
higiénicas y el atraso de la sanidad pública la mortalidad en Madrid también fuera muy
elevada. En 1913 alcanzaba el 27 por mil –Paris el 17 y Bruselas el 16- mientras que en
las barriadas obreras de la periferia este porcentaje se elevaba hasta el 33 por 1000,
como recoge el profesor Elorza y reseñamos más adelante.
Con estas cifras quedan reflejados someramente los problemas más acuciantes
que afectaban de forma mayoritaria a los asalariados. No es de extrañar por ello que las
organizaciones socialistas, desde la Casa del Pueblo, prestaran una especial atención,
como lo venían haciendo desde mucho antes con menos medios, a todo lo referente a la
educación, la vivienda, la sanidad, la higiene y la alimentación, principales lacras que
padecía con intensidad la clase trabajadora.
Las organizaciones socialistas
Los antecedentes: Los Centros Obreros
En cuanto los primeros núcleos socialistas tuvieron una mínima amplitud que les
permitiera manejar algunos recursos, alquilaron pequeños inmuebles en los que
establecieron el domicilio social de la Agrupación Socialista y de las Sociedades
obreras, que era como se denominaban las primitivas entidades sindicales desde el
último cuarto del siglo XIX. Estos domicilios se llamaron en un principio Centro
Obrero y poco después, indistintamente, Centro de Sociedades Obreras. Esta fue la
denominación de referencia de las organizaciones de inspiración socialista hasta la
aparición a comienzos del siglo XX de la nueva concepción de estas entidades obtenida
de los socialistas belgas; la Casa del Pueblo.
Como es sabido, Dolores Ibarruri se formó en una familia de socialistas vascos
en Gallarta (Vizcaya). Siendo joven vivió con intensidad la actividad del núcleo obrero
organizado en aquél municipio vizcaíno a finales del siglo XIX y comienzos del XX. De
aquella experiencia personal nos ha dejado un rico testimonio que refleja de forma
fidedigna la actividad y las características de aquellas entidades: “Las juntas directivas
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de las distintas organizaciones obreras se reunían allí y allí escuchaban las
reclamaciones y las denuncias de los trabajadores y aconsejaban a éstos cómo debían
conducirse.” Sobre los valores éticos que contribuían a extender entre los trabajadores,
dice: “...el Centro Obrero apartaba a los obreros de la taberna y de los inmundos
cafetines y abría ante ellos las perspectivas de una nueva vida.” Y continúa: “Los
centros obreros reflejaban los avances y en cierto modo las conquistas del proletariado y
el desarrollo de la conciencia de clase de los trabajadores y contribuían a educarlos en la
lucha contra la brutal explotación, en la lucha por la elevación de su nivel material de
vida y a darles conciencia de su fuerza y de su papel en la sociedad.”
También nos da detalles de su actividad y de las instalaciones que eran comunes
a todas las sedes socialistas de la época: “En el Centro Obrero se constituyeron un
pequeño grupo artístico y un orfeón. Cada jornada de fiesta o de lucha, cada aniversario
revolucionario tenía su canción....” También, y con esto concluimos estas citas, describe
otro aspecto primordial en el momento, la personalidad de cada sociedad y la relevancia
de sus símbolos: “En vitrinas adosadas a las paredes se guardaban las viejas banderas de
cada una de las sociedades que pertenecían al Centro Obrero y que, desde que se acordó
por la Internacional Socialista la celebración del 1º de Mayo, como jornada
reivindicativa de los trabajadores de todo el mundo, eran llevadas en las
manifestaciones obreras ... Había una ingenua emulación por tener la mejor bandera,
que, a veces, por sus bordados y por la filigrana de sus astas y mástiles, eran
maravillosas obras de artesanía.”3
Los Centros Obreros establecidos en Madrid por los trabajadores socialistas
fueron anteriores a la creación del Partido en 1879 y de la UGT en 1888. Se iniciaron
promovidos por las sociedades de obreros tipógrafos, integradas en la histórica
Asociación General del Arte de Imprimir, en la que se formaron algunos de los primeros
líderes de aquellas organizaciones, como Pablo Iglesias y Antonio García Quejido.
Desde 1874 hasta la inauguración de la Casa del Pueblo fueron seis los Centros Obreros
o Centros de Sociedades Obreras que existieron. Su dirección y duración fueron los
siguientes:
Domicilios
Salitre
Amor de Dios
Jardines, 32
Jardines, 20
Bolsa, 14
Relatores, 24
Periodos
1874 – 1882
1882 - 1886
1886
1886 – 1899
1899 - 1900
1900 – 1908
La mayor parte de los edificios en los que estuvieron domiciliados estos centros,
todos ellos situados en el centro de Madrid, entre la zona de la plaza del Progreso (hoy
Tirso de Molina) y los aledaños de la que sería la Gran Vía, subsisten, si bien los
números de las fincas han sufrido cambios en algunos casos. Sus espacios estaban
ocupados por las oficinas de las distintas sociedades obreras allí domiciliadas, por la
Cooperativa Socialista y la Mutualidad Obrera y, en las últimas sedes, por un pequeño
salón que permitía la celebración de reuniones nunca más allá de un centenar y medio
de personas.
La Casa del Pueblo de Madrid y las organizaciones obreras socialistas
3
Dolores IBARRURI. El único camino. Paris, Éditions sociales, 1962, pp. 32-33 y 36
9
Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
La inauguración de la Casa del Pueblo de Madrid, teniendo en cuenta las
circunstancias que la rodearon, constituye en sí mismo un acontecimiento, pero revela
también la importancia de unas entidades obreras que tras varios decenios de
enfrentamientos con sus adversarios políticos y sindicales alcanzaban en aquellos años
la hegemonía en la capital del Estado. El nuevo centro, confirmando su importancia,
albergaría sobre todo las direcciones nacionales de la UGT y del Partido Socialista.
Según apunta en síntesis Santiago Castillo; “La casa del Pueblo madrileña sería el
símbolo evidente del decisivo peso adquirido por los sindicatos de la capital de España,
desde que se ubicara en ella el Comité Nacional ugetista, a la par que testimonio del
arraigo conseguido por el asociacionismo socialista en su conjunto.”4
Como señala Antonio Elorza, las metas alcanzadas hasta entonces se asentaban
en gran parte sobre un liderazgo firme levantado en torno a la figura de Pablo Iglesias,
que lo desarrollaba en tres vertientes; el partido, el sindicato y el periódico.
Para este autor, en los momentos en que se pone en marcha el nuevo centro
obrero de la calle de Piamonte, el movimiento socialista mantiene sus rasgos
originarios: “Organización y disciplina como valores supremos, centralización orgánica
e ideológica que corresponde a la propia centralidad de Madrid en el desarrollo de la
vida de partido y sindicato. Escasa labor teórica y propaganda que entronca, por su
sentido didáctico, con el nivel cultural de los proletarios asociados..... Corte tajante
respecto a toda forma de política burguesa ... incluso en su variante republicana ...
Acción económica subordinada a la política, orientada a mejoras obtenidas
cautelosamente mediante el empleo de la huelga reglamentaria que facilita el control
desde el centro y apenas pone en tela de juicio la supervivencia de la organización ...
Esquematismo, coherencia, moral, pedagogía, confianza en el determinismo histórico
que parece afirmarse cuanto más honda es la crisis de la sociedad de la Restauración ...”
crisis que permitirá al socialismo constituirse tras los acontecimientos de 1909 que
hemos recogido más arriba, “como eje de la oposición republicana y, a fin de cuentas,
hacer de él la única alternativa a largo plazo, que ha de cuajar en 1931.”5
En cuanto a las fuerzas numéricas de estas organizaciones en las fechas que
analizamos, y siguiendo las cifras oficiales aportadas por aquellas, podemos consignar
que la UGT había iniciado el siglo con 26.088 afiliados en toda España, que
evolucionarían a 56.900 en 1905 y descenderían a 40.984 en 1910. Al inaugurarse la
Casa del Pueblo, la UGT tenía en España 260 secciones que integraban cerca de 40.000
asociados, de los cuales más de la mitad correspondían a Madrid. Siete años más tarde
la central sindical alcanzaba las 398 secciones y los 112.194 afiliados.
Las Federaciones de Industria más importantes de la UGT en 1915, inicio de la
publicación regular del Anuario Estadístico de España, eran respectivamente los
Ferroviarios con 29.680 afiliados; la Minería con 18.888; la Construcción con 13.072;
los Dependientes de comercio con 5.642; los Carpinteros con 5.245; los Panaderos con
3.926 y los Metalúrgicos con 3.668.
La fuerza de los sindicatos mayoritarios en la UGT madrileña –aunque la
recogemos en el siguiente epígrafe- podemos deducirla aproximadamente por las
aportaciones que hicieron las distintas sociedades de oficio para la adquisición del
inmueble de la calle de Piamonte y su reforma inicial. También constituye esta relación
una buena escala, complementaria de la que dimos más arriba al referirnos a los
4
Santiago CASTILLO. Historia de la UGT. Un sindicalismo consciente. 1873 – 1914 Madrid, Siglo
XXI, 2008 p. 242
5
Antonio ELORZA. Constantes y renovación en el movimiento obrero socialista madrileño (1908-1920)
Madrid, Artes Gráficas Municipales, 1984 pp. 7-8
10
Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
incrementos salariales en 1908, para medir el grado de desarrollo económico de la
capital en aquél año, que puede deducirse en cierto grado de la importancia y amplitud
de sus sociedades obreras.
Las organizaciones más destacadas, que aportaron por encima de las 1.000 pesetas,
fueron las siguientes6:
Sociedad de Albañiles ............................... 250.000 pesetas
Cocheros ......................................................75.000 “
Panaderos (candealistas, Viena y francés) .. 20.500 “
Tipógrafos ....................................................15.000 “
Obreros de las fábricas de gas y electricidad 7.700 “
Obreros en hierro .......................................... 6.000 “
Marmolistas .................................................. 5.500 “
Carpinteros de armar .................................... 5.000 “
Carpinteros de taller ..................................... 5.000 “
Desmontistas ................................................ 4.400 “
Estuquistas ................................................... 3.250 “
Embaldosadores .......................................... 3.200 “
Ebanistas ...................................................... 3.000 “
Encuadernadores .......................................... 3.000 “
Broncistas .....................................................3.000 “
Dependientes de zapaterías .......................... 2.500 “
Pavimentadores ............................................ 2.500 “
Zapateros ...................................................... 2.500 “
Fumistas ....................................................... 2.250 “
Peones .......................................................... 2.000 “
Pintores ........................................................ 2.000 “
Curtidores .....................................................2.100 “
Fontaneros y vidrieros ................................. 2.000 “
Impresores ................................................... 2.000 “
Litógrafos .................................................... 2.000 “
Agrupación Socialista ................................. 1.600 “
Constructores de carruajes ...........................1.500 “
Empedradores ............................................. 1.500 “
Profesiones y oficios varios .........................1.500 “
Dependientes de sastrerías .......................... 1.250 “
Relojeros ......................................................1.000 “
En comparación con la afiliación de carácter sindical, llama la atención la
distancia que la separaba de la de carácter político, si tenemos en cuenta las
aportaciones de la Agrupación Socialista –1.600-, y las más exiguas de la Agrupación
Femenina Socialista y las Juventudes Socialistas, con 50 pesetas cada una de ellas.
Significativa también la aportación de la Sociedad de Escuelas Laicas, con 600 pesetas.
Esta exigüidad de las afiliaciones al Partido hizo que hasta bien entrado el siglo no
facilitara éste más que el número de Agrupaciones existentes en España, manteniendo
siempre una gran discreción en lo que a los afiliados se refería. Tan solo a partir de
1915, con la publicación de los anuarios estadísticos y un crecimiento señalado de la
afiliación, se aportaron regularmente las cifras de militancia. No obstante, de los datos
6
XXX (Mariano GARCÍA CORTÉS) “Jornada histórica. Inauguración de la Casa del Pueblo. La
organización madrileña”. El Socialismo, nº 15. Madrid, 15 de diciembre de 1908, p. 454
11
Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
obtenidos a partir de las Memorias de los congresos y de las publicaciones oficiales del
propio partido, podemos dar como bastante aproximadas, las siguientes cifras7:
Años Agrupaciones Afiliados
1908
115
5.751
1912
198
10.116
1913
210
11.000
1915
238
14.332
Como puede observarse, el incremento acusado a partir de 1909, con el fin del
aislamiento tradicional del Partido y el establecimiento de la conjunción republicanosocialista es muy significativo. El acceso de Pablo Iglesias al Congreso de los diputados
propició, además de la mayor difusión de las alternativas que ofrecían los socialistas, la
aproximación numerosa de intelectuales a la organización, entre los cuales cabe citar a
Julián Besteiro, Luis Araquistáin, Andrés Ovejero, Manuel Núñez de Arenas, Rafael
Urbano, Óscar Pérez Solis, Ciges Aparicio y Manuel Carande, entre otros, aunque
alguno de estos, como los dos citados en último lugar, no tardarán en alejarse.
Las cifras más próximas a 1908 de afiliación política a las organizaciones
socialistas en Madrid, de que disponemos, parten de 1915, y arrojaban estos datos8:
Años
1915
1916
1917
1918
Agrupación
Socialista
942
848
1.061
2.000
A. Femenina
Socialista
98
106
104
100
Juventudes
Socialista
200
150
170
327
Total
1.240
1.104
1.335
2.427
Algunos datos, cifras y referencias sobre la Casa del Pueblo de Madrid
Por lo que se refiere a la Casa del Pueblo madrileña en su conjunto, los datos
referentes a la fuerza numérica de las organizaciones que se instalaron en ella al
inaugurarse son diversos. Según las fuentes, los obreros organizados que se trasladaron
a la calle de Piamonte 2 desde el anterior Centro de Sociedades Obreras de la calle de
Relatores 24 oscilan entre los 28.000 y los 35.000, según las fuentes de la época.
Mariano García Cortés, directivo y colaborador asiduo de las publicaciones socialistas,
en el trabajo mencionado en la nota 6, señala que en el flamante edificio se instalaron al
inaugurarse 110 sociedades que integraban 28.000 afiliados. Juan José Morato, uno de
los primeros historiadores del socialismo español, en su biografía de Pablo Iglesias,
publicada años más tarde, da sin embargo otras cifras: 102 sociedades y 35.000
asociados.9
A partir de aquél año, las organizaciones socialistas, como venimos mostrando,
acusaron un prolongado crecimiento que se invertiría para el partido tras el llamado
7
E. MORAL SANDOVAL , op. cit. p. 41 y nota (6)
Anuario Estadístico de España, 1915, 1916, 1917 y 1918
9
Juan José MORATO. Pablo Iglesias, educador de muchedumbres. Madrid, Espasa-Calpe, 1931, p.159
8
12
Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
“trienio bolchevique” de 1919-1921 y se estancaría para ambas organizaciones durante
la dictadura de Primo de Rivera, como hemos expuesto en otro trabajo.10
No abunda, curiosamente, la información sobre el movimiento de asociados en
la Casa del Pueblo. Afortunadamente, hemos comprobado que en la serie de anuarios
estadísticos oficiales que venimos manejando, se incluyó en sus cuatro primeros años –
1915 a 1918-, un detallado informe de todas las organizaciones domiciliadas en la Casa
del Pueblo, facilitado por su Junta Directiva cada año. En el mismo, no solo viene la
relación nominal de aquellas, sino también el número de sus asociados, su finalidad
principal e incluso el montante en pesetas que obraba en su “caja de resistencia” a fecha
uno de enero de cada año. Estos detallados informes desaparecen en el anuario
correspondiente a 1919, siendo sustituidos a partir de entonces por la escueta relación de
fuerzas de la UGT por un lado, y del PSOE por otro.
Poco más tarde, el periodista Ramón Martínez Sol publicó un trabajo en el
semanario del partido del último día de 1921. Está dedicado a la Casa del Pueblo y en el
mismo da también una interesante información sobre la entidad en aquél año. Era un
momento de crisis en el socialismo, ya que poco antes se habían producido las
escisiones que dieron lugar al Partido Comunista de España, y también se refiere a ello.
Pero, entre otros aspectos, el trabajo es de gran interés para lo que venimos analizando,
puesto que nos ofrece cifras concretas de adscritos y orden de importancia de los
sindicatos domiciliados. Así, indica que en el centro obrero estaban domiciliadas 122
entidades que integraban a 85.036 asociados. Como es normal que muchos afiliados a
los sindicatos lo fueran también a entidades como el Partido Socialista, entidades
culturales y deportivas o a la Mutualidad Socialista, el autor indica que podemos restar
los individuos de los 27 organismos no sindicales de la Casa del Pueblo –aún
reconociendo que en muchos de ellos no se daba esa doble afiliación-, con un total de
16.590 asociados –la mayor parte a la Mutualidad Obrera- al conjunto, lo que nos daría
que la entidad contaba con no menos de 68.446 personas vinculadas a la misma en
aquél año.11
Gracias a los datos que hemos obtenido, podemos establecer el siguiente cuadro
de asociados a la Casa del Pueblo de Madrid, entre 1908 y 1921:
Entidades
domiciliadas
Total asociados
Asociados a la
Obrera
Soc. de Albañiles
1908
110
1915
115
1916
117
1917
117
1918
134
1921
180
28.000 52.299 53.015 51.924 58.338 85.036
1915
1916
1917
1918
1921
Mutualidad 10.738 10.902 10.574 10.500 no consta
Soc. de Ferroviarios
Artes Blancas (Panaderos)
Conductores de carruajes
Arte de imprimir
7.533
5.480
4.605
4.658
13.491
5.962
2.871
2.800
1.374
5.882
2.781
2.367
1.348
3.897
2.719
2.400
1.337
3.217
2.605
2.500
1.600
n/c
4.500
3.500
2.051
10
E. MORAL SANDOVAL. “El socialismo en la dictadura de Primo de Rivera”. En el libro Anales de
historia. El socialismo en España. Madrid, Ed. Pablo Iglesias, 1986, pp. 196-200
11
Ramón MARTÍNEZ SOL. “La Casa del Pueblo de Madrid en 1921”. El Socialista, 31 de diciembre de
1921.
13
Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
Aunque no se incluyen en el cuadro, tienen elevada importancia también los
trabajadores de la madera, los de gas y electricidad, los del comercio, los peones, los de
alimentación y los del metal. Hasta la década de los veinte la UGT integra a sus
asociados en función del oficio que desempeñan, no de la industria en la que éste se
engloba. Así, debe tenerse en cuenta que, por ejemplo en la construcción había más de
veinte oficios diferenciados. Entre los panaderos, pertenecían a sociedades diferenciadas
los especializados en pan candeal, pan de Viena y pan francés, y así sucesivamente. Eso
cambia en la tercera década del siglo pasado, en la que con mucho esfuerzo y tensiones
se fueron conformando los sindicatos de rama o industria de la producción. La cifra de
180 sociedades en 1921, según advierte Martínez Sol, correspondía a la vieja
ordenación por oficios, puesto que al estar ya estructurados varios sindicatos de
industria –Madera, Metal, Ferrocarriles, Alimentación (sin los panaderos aún), Gas y
Electricidad, etc.- el numero nuevo de secciones sería de 122.
Aunque el coste de adquisición del viejo palacio del duque de Béjar se cifró en
algo más de 300.000 pesetas, el coste real tras las obras de adaptación dobló con creces
esta cifra. Ello provocó que una parte del inmueble, que había sido jardín y que era la
que daba a la calle trasera de Gravina, quedara pendiente de utilización para cuando se
repusieran las exhaustas arcas de la organización.
El edificio constaba de 17.550 pies construidos, lo que equivalía a unos 4.878 m2
distribuidos en dos plantas y una azotea. En la planta de calle estaban la conserjería,
veinte secretarías, un salón de reuniones para 350 personas -el llamado “salón chico”- y
las instalaciones de la Cooperativa Socialista; una tienda de comestibles que daba a la
calle lateral de Góngora, y el café. En la planta superior estaban instaladas otras
veinticinco secretarias, la biblioteca, una pequeña sala “para conversar” y un salón con
capacidad para 600 personas, en lo que había sido el antiguo salón de baile y aledaños
del palacio, al que se denominaba comúnmente “salón grande”. En la parte superior de
la azotea se albergaban cinco secretarías y un pequeño espacio, el “salón terraza”,
destinado en principio para escuela. Junto a estas dependencias había una terraza de seis
metros de anchura y diecisiete de longitud.12
Las obras de incorporación del solar que daba a la calle Gravina se iniciaron en
septiembre de 1909. Consistieron en la construcción de un gran salón polivalente, con el
objetivo de que permitiera ofrecer representaciones teatrales y proyecciones
cinematográficas y, al mismo tiempo, pudiera albergar los congresos nacionales del
Partido y de las Federaciones Nacionales de la UGT, así como los actos que atrajeran un
elevado número de concurrentes. Este salón, al que se denominó indistintamente SalónTeatro, Teatro de la Casa del Pueblo y también Cine Gravina en ocasiones, por su
ubicación en la calle de Gravina 15, se inauguró el 29 de abril de 1915 y tenía una
capacidad máxima de 4000 personas. En este espacio se celebraron los grandes mítines
y congresos obreros desde esta fecha hasta el fin de la Guerra Civil, viendo pasar por su
escenario un elevado número de dirigentes políticos y sindicales, intelectuales,
dramaturgos, etc. como puede comprobarse en la Cronología que incluye este Catálogo.
En noviembre de 1926, habiendo quedado pequeño el local, se aprobó un
proyecto de reforma y ampliación, que consistía fundamentalmente en la elevación de
un segundo piso. Las obras concluyeron en diciembre de 1928, ofreciendo el edificio el
aspecto por el que fue más conocido, siguiendo los cánones arquitectónicos
característicos de la época. En la nueva tercera planta del inmueble se instaló
definitivamente, entre otras estancias, la abundante biblioteca de la Casa del Pueblo, que
12
M. GARCÍA CORTÉS. “Jornada histórica”, op. cit. p. 454 y El Socialista. “Las grandes obras de
reforma, ampliación y consolidación de la Casa del Pueblo de Madrid.” 30 de diciembre de 1928
14
Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
se abrió al público en febrero de 1930. A pesar de que las obras permitieron una
ampliación de más de 1500 m2, pronto el crecimiento de las organizaciones allí
domiciliadas dejó pequeño el local, por lo que la minoría socialista en el Ayuntamiento
de Madrid solicitó se facilitara a la Casa del Pueblo el solar que se encontraba tras el
edificio del antiguo Hospicio de San Fernando, en el que se había formado como
tipógrafo Pablo Iglesias, solar que había pertenecido a dicha institución benéfica. La
oposición frontal de las minorías conservadora y de derechas del municipio dio al traste
con esta petición el 5 de marzo de 1933. Para entonces, algunos organismos destacados,
como las Comisiones Ejecutivas del Partido y de la UGT ya habían abandonado la Casa
del Pueblo por falta de espacio para sus necesidades. El primero se había instalado en el
edificio de Carranza 20, donado en su día por el industrial Cesáreo del Cerro y la
dirección ugetista hacía lo propio en un hotelito de la calle de Fuencarral.
Para concluir esta breve reseña, señalar que la Casa del Pueblo de Madrid fue
clausurada en cinco ocasiones entre 1909 y 1934, siendo la de este último año la más
prolongada de todas, hasta su cierre definitivo el 27 de marzo de 1939 con la toma de
Madrid por el ejército franquista.
La Casa del Pueblo de Madrid en algunos testimonios y en la literatura de la época
No abundan los testimonios escritos sobre la actividad cotidiana de la Casa del
Pueblo. Sin embargo, hemos localizado algunos que pueden sernos de gran utilidad para
captar tanto su ambiente como el funcionamiento y las tareas que desempeñaba la
institución de puertas adentro.
El primero es de un alto dirigente del socialismo belga. Se trata de Louis de
Brouckère (1870-1951), fundador y director del diario socialista Le Peuple en 1907, de
la Central de Educación Obrera belga en 1911 y presidente de la Internacional
Socialista. Visitó la Casa del Pueblo de Madrid en los primeros días de marzo de 1930,
donde dio una conferencia el día 7 sobre “El Partido Obrero belga y la organización
sindical”. De regreso a su país publicó una serie de artículos en su diario sobre su
experiencia española. Días más tarde se reprodujo uno de ellos traducido en El
Socialista. Después de agradecer la hospitalidad brindada, “a la vez española y
socialista” y de reconocer que sus correligionarios habían sido capaces, pese a las
adversidades políticas y sociales de poner “en marcha un movimiento sindical moderno
que agrupa, solo en Madrid, 60.000 asociados, y cerca de 300.000 en todo el país”, dice
refiriéndose a la institución que estudiamos: “Cuando se entra en la Casa del Pueblo se
experimenta la impresión de una colmena en plena actividad, y en ningún partido he
hallado nadie que no me hablara de los militantes socialistas con un respeto
particularmente impresionante en un país donde no se suele tener gran estima hacia los
políticos ...”13
Otro testimonio coetáneo sobre el ambiente interno de aquél centro nos lo da
José Maeso, un socialista que impulsaba el funcionamiento de una institución también
allí domiciliada; la Escuela Obrera Socialista. Corresponde a los primeros meses tras la
implantación de la República y dice así: “Casa del Pueblo madrileña, a las siete de la
tarde. Plétora de gente. Intensa actividad. La salida de los trabajos de la ciudad proyecta
sobre la Casa miles de trabajadores todos los días. El café está lleno; la Conserjería
puede apenas atender las continuas demandas de informes y correspondencia que se le
hacen por todos. Las Secretarías, abarrotadas por las Juntas directivas de los Sindicatos,
funcionan a toda marcha, resolviendo los mil problemas de la cotidiana vida sindical.
13
Louis de BROUCKÈRE. “Hablando con nuestros amigos los socialistas”. El Socialista, 29 de marzo
de 1930
15
Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
En un pasillo, ante el reducido local que ha podido habilitarse para las clases,
esperan los alumnos de la Escuela Obrera Socialista, treinta o cuarenta muchachos por
clase, pertenecientes a las más diversas Sociedades Obreras.
Hay clases todos los días en la Casa del Pueblo de Madrid y en las de los
pueblos y barriadas cercanos. A Carabanchel Bajo, al Puente de Vallecas, al Puente de
Segovia, desplaza la Escuela Obrera sus profesores y sus enseñanzas....”14
Sobre la Mutualidad Obrera, creada en 1904, habla con añoranza Largo
Caballero, uno de sus principales artífices, en sus memorias. Recordando los años en
que presidió la entidad, escribe: “Se amplió el servicio de especialidades, incluido el
antidiftérico, y se establecieron varios consultorios y farmacias propias en Madrid y
pueblos limítrofes. Se construyó de nueva planta una Clínica en la calle de Eloy
Gonzalo ... en donde se practicaban toda clase de operaciones ... se hospitalizaba a los
operados, cada uno en habitación separada, sin que por ello tuviesen que abonar cuotas
suplementarias por asistencia completa, incluida alimentación.
El personal técnico era de primera clase...” 15
También la Cooperativa Socialista alcanzaba con el comienzo de la República su
máximo desarrollo, incrementando líneas propias de producción, con bodegas de su
propiedad en Mora, Yébenes y Madrid, e inaugurando en 1933 un magnífico edificio en
la calle Valencia, 5: “una casa por nosotros levantada de siete pisos”, según dejarían
escrito sus directivos,16 que se sumaría a los establecimientos de consumo ya abiertos
por la entidad.
Entre las menciones literarias o testimoniales a la Casa del Pueblo de Madrid,
escritas por autores que la frecuentaron, recogemos brevemente las de Arturo Barea,
Manuel D. Benavides, Max Aub, Santiago Carrillo, Gabriel Morón y Julián
Zugazagoitia. También, aunque dirigida a estas instituciones en general y posterior en el
tiempo, merece recordarse la interesante referencia que a las mismas hizo el inglés
Gerald Brenan.
Las coetáneas se refieren a la sede obrera en distintas épocas. Barea lo hace en
su famosa trilogía, situando la escena en los años de la Gran Guerra. Nos narra como
hecho curioso que los afiliados a la UGT de Banca eran despedidos cuando esto llegaba
a conocimiento de sus jefes y que en ocasiones lo evitaban indicando que dicha
afiliación era obligatoria para poder pertenecer a la sociedad de socorros: “Es el único
beneficio y además la excusa con los patronos. Algunas veces vale y otras no. Tenemos
una Sociedad de Asistencia Médica que se llama Mutualidad Obrera, que es la mejor
que hay en España. Te dan todo: los mejores médicos, la botica y el sanatorio para
operarte. Hasta un socorro si pierdes el jornal por estar enfermo.”
Más adelante, el protagonista consigue que un amigo afiliado le introduzca en el
centro de Piamonte, 2: “... convenzo a Pla para que me lleve a la Casa del Pueblo y un
día que va a pagar la cuota, voy con él. Es un edificio todo lleno de habitaciones muy
pequeñas que son las secretarías ... los pasillos están llenos de obreros que en muchos
sitios forman cola delante de la puerta de su secretaría y van entrando uno a uno a
recoger sus cupones.
14
Alfonso MAESO. “De la organización madrileña. La Escuela Obrera Socialista”. Almanaque de El
Socialista para 1932. Madrid, Gráfica socialista, 1931, p. 270
15
Francisco LARGO CABALLERO. Mis recuerdos. Cartas a un amigo. México, Eds. Alianza, 1954, p.
100
16
R. OSMA, L. BRIONES y R. MARTÍNEZ PEÓN. “Cooperación de clase. Las actividades de la
Cooperativa Socialista Madrileña”. Almanaque de El Socialista para 1933. Madrid, Gráfica socialista,
1932, pp. 173-174
16
Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
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-Hoy es sábado –me dice Pla- y casi todas las sociedades cobran una cuota
semanal. Hay sociedades muy fuertes. Los albañiles deben tener millones. Con este
dinero, aguantan luego las huelgas y ayudan a los otros que no tienen trabajo....Luego
me lleva a ver los dos salones, el grande y el chico. En el grande hay reunión de
tipógrafos de Rivadeneyra... Hay más de trescientos.... Después vamos a ver el Teatro.
La Casa del Pueblo tiene un teatro, donde dan funciones, hacen cine y tienen los
mítines. Por los pasillos no tropezamos más que con blusas blancas y azules.” 17
Manuel D. Benavides, por su parte, narra una escena en la que el protagonista,
joven periodista de buena familia y simpatizante socialista, lleva a su reciente esposa al
centro obrero. Sitúa la descripción en los años veinte, y dice: “Un día, Arias la llevó a la
Casa del Pueblo. Milagritos entró en ella con la esperanza de una sorpresa maravillosa.
Había grupos de obreros en la puerta y en el vestíbulo. Después de cruzar unos
corredores encontróse en un saloncito de teatro con butacas ocupadas también por
obreros. Ramón y Milagritos tomaron asiento. Ramón escuchaba a los obreros y asentía
con el gesto unas veces y otras mostraba su disconformidad. Milagritos se desinteresó
de lo que la rodeaba para descubrir en el aire satisfecho de su marido, el porqué de su
adhesión a aquellos hombres que no le conocían... Milagritos no admitía que su marido
pudiera confundirse con los obreros como un obrero más.” 18
Max Aub sitúa la mención en plena Dictadura de Primo de Rivera y en la misma
deja constancia de la facilidad con que uno de los personajes de su novela accedía al
centro obrero y posteriormente a la tribuna del mismo: “José Molina, a los veinte años –
hace cinco- se juró estar siempre con los débiles, con los pobres. A los veinticuatro,
dudó entre ingresar en un partido republicano... o en el socialista. Habló con
Araquistáin... por indicación suya vio a Saborit en la Casa del Pueblo. Ingresó en el
partido socialista, con lo que creyó haber cumplido con su profesión de fe: el partido se
llama «Obrero Español». Nada le pidieron; ofreció una conferencia acerca de Trabajo y
producción. La dio. Le aplaudieron sin más consecuencias. Paga su cotización, en
«oficios varios»”. 19
Santiago Carrillo es, probablemente, la única persona viva que mantuvo entre
1929 y 1935 una extraordinaria actividad en el seno de aquella institución, como
dirigente de las Juventudes Socialistas y que, además, nos ha dejado testimonio
fehaciente de ello en sus memorias. De sus primeros contactos con el centro, siendo
muy joven y trabajando en una imprenta, escribe: “Por aquél tiempo, tras el horario de
trabajo, yo me iba cada anochecer a la Casa del Pueblo donde se hallaba el local de la
Juventud Socialista y las clases de esperanto. Luego a las nueve regresaba con mi padre
a casa...” Su padre, como es sabido, era Wenceslao Carrillo, dirigente de las
organizaciones socialistas y diputado en las Cortes republicanas. La segunda referencia
que recogemos de este autor se refiere a un momento trascendente de nuestra historia;
las elecciones del 12 de abril de 1931 que dieron lugar a la proclamación de la
República y la recepción de sus resultados en el centro obrero: “Al caer la tarde de ese
día, en los locales de la Casa del Pueblo se reúne una muchedumbre que va recibiendo
los resultados, a medida que se conocen, con indescriptible entusiasmo.... Ya de noche
decidimos ir en manifestación espontánea a la Presidencia del Gobierno a pedir la
abdicación del rey. La manifestación sale de Piamonte 2 con varios taxis sin capota
ocupados por jóvenes y adornados con banderas republicanas al frente.” 20
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18
19
20
Arturo BAREA. La forja de un rebelde. I La forja. Buenos Aires, Ed. Losada, 1951, pp. 252-255
Manuel D. BENAVIDES. Un hombre de treinta años. Barcelona, P. Yuste, 1933, p. 291
Max AUB. La calle de Valverde. (1961) Madrid, El País, 2003, p. 229
Santiago CARRILLO. Memorias. Barcelona, Planeta, 1993, pp. 34 y 49
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Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
Gabriel Morón, diputado socialista, publicó varios libros que constituyen la
crónica del acontecer político español en los años veinte y treinta, fundamentalmente.
En uno de ellos narra las horas angustiosas en las que en octubre de 1933, tras la salida
de los socialistas del Gobierno, la presidencia de Lerroux y la formación de un efímero
gabinete encabezado por Diego Martínez Barrio, se cernió sobre la minoría
parlamentaria del PSOE, en claro proceso de radicalización, la posibilidad de participar
en aquél nuevo gobierno: “Cansados de tantos ajetreos ineficaces, o sencillamente
ridículos; asqueados del giro que llevaban las cosas, unos cuantos diputados socialistas
resolvimos marchar a la calle, donde las masas se debatían sin un control responsable y
seguro. Quien esto escribe trasladóse a la Casa del Pueblo, abarrotada a horas tan
intempestivas de miles de compañeros....
Cuando en la casa del Pueblo se tuvo noticia de la forma última en que se
rectificaba la minoría, muchos camaradas trabajadores, hombres llenos de fe en nuestro
Partido y de firmeza en sus convicciones, mordíanse los puños de rabia.”
Al final se impuso la tesis que rechazaba la participación, promovida por Largo
Caballero. Morón describe así el clima que reinaba en el centro: “Ya de día se tuvo en la
Casa del Pueblo la seguridad de que el Partido Socialista se había resuelto a recabar su
verdadero papel, no prestándose a la burda trama que solo podía servir para inutilizarnos
totalmente ante la opinión proletaria. Y los millares de trabajadores allí congregados
prorrumpieron entonces, plenos de entusiasmo, en un ¡Viva el Partido Socialista!, que
era toda una promesa para la obra revolucionaria del porvenir...” 21
Finalmente, en nuestro breve recorrido, el escritor Julián Zugazagoitia, director
del diario socialista durante la República y buena parte de la Guerra Civil, en un texto
que había permanecido inédito, narra los avatares de la entidad obrera con motivo de la
represión del movimiento huelguístico de octubre de 1934. En el capítulo titulado “Un
hallazgo inesperado”, escribe: “La Casa del Pueblo continuaba clausurada. El registro
policíaco realizado en ella no había tenido consecuencias. Los agentes encargados de
hacerlo no descubrieron nada de particular. A nadie le extrañó, ya que la Casa del
Pueblo no era lugar apto para almacenajes difíciles. A los Sindicatos les importaba
sobremanera la reapertura de su domicilio social y realizaban gestiones para
conseguirla. Las impresiones eran optimistas. La Junta administrativa de la Casa del
Pueblo confiaba en alcanzar su propósito.” Describe a continuación como los jóvenes
socialistas entraron varias veces en el edificio rompiendo los precintos judiciales y
burlando la vigilancia policial. A raíz de estos hechos, continúa, se procedió a otra
inspección más minuciosa: “Iniciaron el registro por el escenario (del Teatro)...
Reunieron a varias personas, el bibliotecario, el electricista y algunos conserjes de la
Casa del Pueblo, les pidieron las llaves del escenario y les obligaron a asistir como
testigos a su trabajo.” En esta ocasión, y para sorpresa de todos, se encontraron armas y
explosivos en abundancia, lo que dio pie para que la policía irrumpiera en todas las
secretarias destrozando el mobiliario y abriendo con soplete las cajas fuertes de las que
no se localizaban las llaves: “Se avisó telefónicamente a los miembros de la Junta
administrativa de la Casa del Pueblo que se encontraban en Madrid, con el propósito de
que presenciaran el nuevo registro. Se presentaron, y se les comunicó la orden de
detención, conservándoles en la casa para que fuesen testigos de los trabajos de la
policía.” 22
En cuanto al ensayista británico mencionado, en su obra más conocida en
España, al referirse a los socialistas hace una alusión descriptiva que vale la pena
recoger como cierre de este apartado: “Cada Casa del Pueblo contenía las salas o
21
22
Gabriel MORÓN. El fracaso de una revolución. Madrid, Gráfica socialista, 1935, pp. 297-300
Julián ZUGAZAGOITIA. Los trabajos clandestinos. Madrid, Viamonte, 2005, pp. 187-192
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Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
despachos del comité de la rama local del partido, una biblioteca gratuita que contenía
no solamente literatura socialista, sino también libros de interés general y...disponía
además de un café. En las ciudades había también un salón donde podían celebrarse
reuniones.
Cuando pensamos que solamente cuatro o cinco ciudades, en toda España,
poseían bibliotecas públicas, podemos apreciar el valor e importancia educativa de estos
centros de trabajadores. Dichas bibliotecas estaban a la disposición de todos los
miembros de la UGT. En Madrid la Casa del Pueblo era un palacio ducal comprado
expresamente con ese fin por el Partido Socialista...” 23
Carácter y contenidos de la exposición
Cuando se nos planteó por parte de los directivos de la UGT de Madrid y de
algunos miembros de la comisión organizadora de los actos conmemorativos de este
Centenario, la posibilidad de llevar a cabo una exposición sobre el acontecimiento,
sopesamos al menos dos posibles hilos conductores de la misma. El primero, y desde
luego menos complejo, podría consistir en dar el protagonismo en la muestra a los
acontecimientos políticos que se desarrollaron en España entre 1908 y 1939: las Guerras
de Marruecos, la Huelga General de 1917, la dictadura de Primo de Rivera, la IIª
República española y la Guerra Civil, como hechos más sobresalientes y conocidos. La
Casa del Pueblo sería un complemento de esta narración, que, de seguir esta orientación,
habría tenido que figurar forzosamente relegada en un tercer plano tras la presencia
incuestionable de la UGT y del PSOE, como actores indiscutibles de los
acontecimientos históricos mencionados. Varias razones nos llevaron a Aurelio Martín
Nájera como Comisario adjunto y al que suscribe a rechazar desde un primer momento
esta posibilidad. La primera es que sobre el socialismo español y sobre la España de la
Restauración, la IIª República y la Guerra Civil, se han presentado por fortuna
excelentes exposiciones en Madrid en los últimos años, aparte de constituir los
mencionados hitos capítulos trascendentales de nuestra historia contemporánea muy
estudiados y divulgados, sobre todo en los últimos decenios tras la recuperación de la
democracia en España.
La otra posibilidad era sin duda más compleja y, quizás, menos espectacular. Se
trataba de centrar la muestra y dar todo el protagonismo en ella a la institución cuyo
centenario se conmemora. Muchos han oído hablar, en los medios políticos y laborales,
de la Casa del Pueblo, pero muy pocos son los que conocen realmente lo que fue y lo
que hizo aquella institución. Sobre todo porque la inmensa mayoría de los que tuvieron
la posibilidad de conocerla de cerca han desaparecido. Desde su cierre definitivo en
1939 han transcurrido cerca de setenta años, habiéndose desvanecido por tanto
prácticamente las generaciones que pudieron ser partícipes de la actividad y el trabajo
de aquella entidad. A diferencia de los capítulos esenciales del pasado siglo, las
publicaciones sobre la Casa del Pueblo son escasas y, pese a la notable trascendencia
que tuvo en el devenir de esta capital durante sus treinta años de existencia, esta es la
primera exposición monográfica que se dedica a la misma.
Conociendo, pues, el papel trascendental que tuvo en el desarrollo de las
organizaciones socialistas, en la actividad política que tenía lugar en la capital de la
nación y, por consecuencia, la repercusión que las decisiones tomadas en sus salas
tuvieron en ocasiones para todo el país, no es extraño que los responsables de la muestra
23
Gerald BRENAN. El laberinto español. Paris, Ruedo Ibérico, 1962, p. 166
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Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
optáramos por el criterio de centrar la exposición en lo que fue y lo que hizo la Casa del
Pueblo. Y ello, porque como comprobarán cuantos visiten la muestra, su labor en el
plano educativo, cultural, sindical, político, asistencial y en otros muchos, fue
extraordinaria por sus logros y ejemplar porque se llevó a cabo con el esfuerzo y la
voluntad exclusivos de los trabajadores madrileños del referido primer tercio del pasado
siglo. Aquél conjunto de personas vinculadas a los ideales socialistas y a la estela dejada
por Pablo Iglesias, que durante la República superaron con creces los 100.000 asociados
–en un Madrid de 950.000 habitantes-, contando solo con su esfuerzo puesto en común
fueron capaces de abrir espacios de esperanza en el porvenir de todos los trabajadores.
Aún hoy, pese a los años transcurridos, llama poderosamente la atención el hecho de
que aquella obra trascendental se llevara a cabo exclusivamente con los céntimos que
aquellos asalariados arrancaban mes a mes de su pobre jornal para la obra solidaria, ya
que en toda su existencia no consta que la casa del Pueblo de Madrid percibiera ayudas
del Ayuntamiento, ni de la Diputación provincial ni del Estado.
Conscientes, pues, de la importancia de la Casa del Pueblo planteamos centrar la
muestra en su estructura, su funcionamiento, sus objetivos y sus artífices, dando a
conocer de esta forma al gran público la existencia y la historia de aquella singular
institución.
Aceptada esta propuesta por las entidades promotoras, y tras repasar los
materiales depositados en diferentes instituciones y colecciones particulares con los que
podíamos contar, estructuramos la exposición en siete secciones o espacios expositivos,
teniendo también muy en cuenta las salas del Centro Cultural Conde Duque que el
Ayuntamiento de Madrid ponía a nuestra disposición para esta muestra.
Las siete secciones de la exposición son las siguientes:
1. Precedentes: los Centros de Sociedades Obreras madrileños hasta 1908
La Casa del Pueblo de Madrid, 1908 – 1939
2. La Cooperativa Socialista Madrileña.
La Mutualidad Obrera Médico-farmacéutica.
Las Cooperativas socialistas de Casas Baratas.
3. Unión General de Trabajadores: Comité Nacional
Unión General de Trabajadores: Sociedades obreras.
4. Las Escuelas Laicas socialistas.
La Asociación Artístico-socialista.
La Escuela Nueva.
La Fundación Cesáreo del Cerro.
5. Artífices e impulsores de la Casa del Pueblo de Madrid.
Pablo Iglesias Posse.
Francisco Largo Caballero.
Julián Besteiro Fernández.
Fernando de los Ríos Urruti.
Antonio García Quejido.
Matías Gómez Latorre.
Francisco Mora Méndez.
6. La Agrupación Socialista Madrileña.
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Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
Las Juventudes Socialistas.
La celebración del 1º de Mayo.
7. Incautación y destrucción de la Casa del Pueblo por el franquismo.
La UGT, el PSM y las JJ.SS. herederos y continuadores hoy de la labor
desarrollada por la Casa del Pueblo de Madrid.
Publicaciones recientes sobre la Casa del Pueblo y sus instituciones.
El catálogo
Para concluir esta introducción, que se va alargando demasiado, son
imprescindibles algunas aclaraciones sobre los textos incluidos en el catálogo de esta
exposición.
También, como en el caso de los contenidos de la muestra, se presentaban dos
opciones. La más normal consiste tradicionalmente en complementar las reproducciones
de las piezas expuestas con una serie más o menos extensa de artículos solicitados a
diversos especialistas con este fin.
El tiempo, que no suele abundar en estos quehaceres, constituía un serio
obstáculo para recabar estos trabajos en los plazos mínimos que estudios de esta
naturaleza exigían. Por otra parte, no se nos escapaba que en los últimos años un amplio
abanico de investigadores había publicado en revistas y publicaciones especializadas un
extenso conjunto de ensayos de alto nivel sobre distintas facetas directamente
relacionadas con el objeto de la exposición. Varios de estos trabajos, además, lo habían
sido en ediciones extranjeras y en lengua francesa e inglesa.
También en años recientes habían visto la luz diversas monografías sobre las
Casas del Pueblo e instituciones a ellas vinculadas, que el lector encontrará recogidas en
la Bibliografía que figura al final de este catálogo. Conjugando las circunstancias y
razones descritas, optamos por recabar a los distintos investigadores especializados,
aportaciones relacionadas con sus investigaciones y estudios, centradas en las secciones
de la exposición y ciñéndose a la extensión requerida por la naturaleza de esta obra. En
los casos en que fue necesario se llevaron a cabo previamente traducciones de las
mencionadas lenguas extranjeras. En algunos aspectos menos trabajados hasta ahora,
pero que consideramos esenciales dentro de las actividades desarrolladas por la Casa del
Pueblo, como la presencia en su seno de las mujeres trabajadoras, el profesorado de las
escuelas laicas o la promoción de actividades al aire libre, se recurrió a jóvenes
investigadores en unos casos y a especialistas en temas de docencia en otros, que, a
nuestro juicio, han cubierto con suficiencia esos aspectos básicos.
De esta forma, pensamos, se presta un doble servicio con este libro a cuantos
deseen tener un conocimiento más amplio del tema: por una parte se desarrollan los
apartados de la exposición reuniendo las siete secciones de la misma en cuatro grandes
bloques de escritos, y por otra se ofrece al público en un volumen monográfico un
completo conjunto de trabajos de investigación sobre la Casa del Pueblo que, aunque
parcialmente publicados algunos, eran de acceso prácticamente imposible para la
inmensa mayoría de cuantos se interesan por esta destacada institución madrileña.
De los tres textos introductorios, que presentan una visión global de la Casa del
Pueblo, de su faceta esencialmente formativa y de su situación en los comienzos de la
Guerra Civil se han encargado los profesores Francisco de Luis Martín, Titular de
Historia contemporánea de la Universidad de Salamanca; Luis Arias González, Doctor
en Historia y profesor de Enseñanza Secundaria y Jean Louis Guereña, catedrático de
21
Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
Civilización española en la Universidad “F. Rabelais” de Tours (Francia). A estos, se
suman otros trece textos distribuidos en los tres apartados en los que puede reunirse el
conjunto de las actividades e iniciativas que desplegó la Casa del Pueblo: Educación;
Cultura y Deporte y, en tercer lugar, Cooperación, Mutualismo y Formación
Profesional.
En el capítulo de Educación se recogen cuatro estudios con los siguientes
contenidos: sobre las Escuelas primarias por el profesor de Luis; sobre los maestros
laicos por Alfredo Liébana, profesor de Enseñanza Secundaria y especializado en la
historia de las organizaciones sindicales de los docentes; sobre la Escuela Nueva por
Alejandro Tiana, catedrático de Historia y teoría de la educación de la UNED y, por
último en este bloque, sobre la Fundación Cesáreo del Cerro por el profesor Miguel
Ángel Villanueva, Titular de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad
Complutense.
El apartado de Cultura y Deporte incluye otros cinco trabajos. Lo abre el
profesor de Luis con el dirigido a la Biblioteca de la Casa del Pueblo. Marta del Moral,
investigadora adscrita al Departamento de Historia contemporánea de la UCM y
especializada en la actividad femenina organizada, lo hace sobre las mujeres
trabajadoras en el centro obrero. Seguidamente, el profesor Guereña aporta dos trabajos
referidos al desarrollo de actividades teatrales y a los orfeones socialistas y, finalmente,
Juan Antonio Simón, Becario de investigación en la Universidad Carlos III, dedica su
texto a la promoción de la actividad deportiva en la Casa del Pueblo.
En el tercer bloque se presentan cuatro trabajos. Lo inicia el profesor de Luis con
el referido al cooperativismo de consumo y de producción. Santiago Castillo,
Catedrático de Ciencia política de la UCM lo hace sobre la Mutualidad Obrera Médicofarmaceútica; Luis Arias se refiere a las cooperativas socialistas de “Casas baratas” y,
para concluir, el profesor Tiana presenta un último trabajo sobre las escuelas de
formación profesional promovidas desde la Casa del Pueblo.
Cada uno de estos capítulos, por iniciativa de los promotores de la muestra, es
presentado por una personalidad de relieve en las organizaciones socialistas de hoy:
Luis Gómez Llorente, Gregorio Peces-Barba y Alfonso Guerra, respectivamente.
Los diecisiete estudios mencionados, se complementan con dos trabajos de
Beatriz García Paz, licenciada en Historia, archivera y documentalista; la Bibliografía
ya citada y una aportación que consideramos del máximo interés; una detallada
Cronología de la Casa del Pueblo que, partiendo de la idea inicial de llevarla a cabo en
1897, describe con detalle año a año hasta 1939 los acontecimientos principales que
constituyen la valiosa historia de esta institución.
Conclusión
Como queda expuesto resumidamente en esta introducción, y de forma detallada
y especializada en los trabajos que componen este Catálogo, la Casa del Pueblo fue una
singular creación de los trabajadores socialistas madrileños. Una creación que, no lo
olvidemos, tuvo como objetivo general no solamente albergar y favorecer el desarrollo
de las organizaciones afines al socialismo, sino también el de expandir desde las
instalaciones de la Casa del Pueblo su ideología transformadora y revolucionaria,
educando y formando a través del partido, de los sindicatos, de las agrupaciones
femeninas y juveniles, de la cooperativa, de la mutualidad, de las instituciones
culturales y deportivas, así como de cuantos organismos tenían su origen o su sede en la
calle de Piamonte. La educación teórica se llevaba a cabo en la infinidad de actos
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Introducción al Catálogo de la Exposición Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid 1908-2008
Comisario Enrique Moral
formativos que tenían lugar en sus salones y también a través del periódico y de los
centenares de libros y folletos que se encargó de multiplicar la Gráfica Socialista. La
formación práctica se iniciaba con la conducta ejemplar y transparente –como la de los
fundadores- que se exigía con el máximo rigor a los dirigentes de todas aquellas
instituciones. Y también, en segundo lugar, con el eficaz y bien administrado
funcionamiento de aquellas.
La Casa del Pueblo era una auténtica escuela de práctica democrática. El método
didáctico empleado por los socialistas para impartir la formación a los asociados era el
habitual en una democracia. Todos los afiliados a cualquier entidad domiciliada en la
calle de Piamonte sabían que desde su ingreso eran miembros de pleno derecho en la
misma, pudiendo participar de palabra y con su voto en la discusión de cuantos temas
de importancia abordara aquella en sus congresos o asambleas. De la misma forma,
podía optar a los cargos de responsabilidad –siempre electivos- igual que sus
compañeros, sabiendo que su mandato sería limitado y que al concluir debería dar
cuenta de su gestión ante los demás asociados.
Se trataba de informar, pero también de formar, para preparar desde allí a los
trabajadores con vistas a las transformaciones sociales que permitieran paso a paso
alcanzar su proyecto de sociedad democrática más justa, más libre, más solidaria e
igualitaria. Para ello, la Casa del Pueblo cumplió un doble objetivo; el primero de
carácter educativo y formativo que hemos apuntado y el segundo, a partir del
funcionamiento particular de cada entidad allí domiciliada y del funcionamiento general
de la Casa y de todos los organismos allí adscritos. El perfecto funcionamiento de
aquella maquinaria social era contemplado como ejemplo y experiencia de lo que serían
capaces de hacer los socialistas en otras instancias y tareas y, en definitiva, también en
su día cuando alcanzaran las máximas responsabilidades de gobierno, a las que
aspiraban abiertamente, según se exponía en sus programas.
La Casa del Pueblo fue, sin duda, un verdadero ensayo general de la nueva
sociedad a la que aspiraban los socialistas, ello explica la animadversión y la saña con la
que fue tratado también el inmueble desde la ocupación franquista; primero instalando
en sus salones parte del aparato represivo militar montado para perseguir a los propios
socialistas en particular y a los trabajadores de izquierda en general, después su
temprana destrucción y demolición completa hasta los cimientos, su partición en varios
solares y su venta.
Se trataba de hacer desaparecer con los protagonistas de aquel esfuerzo colectivo
y con el inmueble que los albergó las ideas y aspiraciones que viene compartiendo
desde hace más de un siglo una buena parte de la sociedad y de la clase trabajadora
española. No lo consiguieron. Los ideales y los valores que propagaron y defendieron
aquellos hombres y mujeres, simbolizados por el histórico edificio de la calle de
Piamonte, han sido en la actualidad –teniendo en cuenta la favorable situación que
ofrece nuestra democracia- retomados y puestos al día por cuantos militan o simpatizan
hoy con la Unión General de Trabajadores, con el Partido Socialista Obrero Español y
con las Juventudes Socialistas.
Los esfuerzos y sacrificios de cuantos hicieron posible aquella extraordinaria
experiencia no lo fueron en vano.
Madrid, octubre de 2008
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