Religión y política exterior en el reinado de los Reyes Católicos. Franco Tambella Religión y política exterior en el reinado de los Reyes Católicos. Los embajadores ibéricos frente al Papa Julio II. Franco Luciano Tambella Introducción El presente trabajo aborda las relaciones entre la Casa de los Trastámara y la Santa Sede durante el pontificado de Julio II desde la perspectiva de la nueva historia política, reconociendo el valor de la agencia de los individuos 1. Por este enfoque se plantea que el estudio de las redes personales es la mejor vía para comprender las formas que tomaban las acciones de política exterior a principios del siglo XVI. Profundizando lo antes dicho, se entiende que la categoría de servicio 2 es la clave fundamental para comprender las relaciones sociopolíticas del momento. En otras palabras, la mediación personal de patronazgo y clientelismo debe ser entendida como la esencia de todo el sistema político 3. Estando tan presentes en la historiografía del Medioevo, los estudios de los lazos de servidumbre, vasallaje, o feudo-vasalláticos4 han permitido a los investigadores modernistas la reconstrucción de las intrincadas redes políticas que componían las Monarquías Modernas. La Corte en este entramado cumplía un rol fundamental tanto en calidad de centro legislativo y administrativo de las Monarquías Dinásticas, como el lugar donde la relación entre los reyes y el reino tenían escena 5. En esta perspectiva, las Monarquías Modernas son entendidas como un constructo creado a base de relaciones personales que las Dinastías pugnaron por hacer perdurables más allá de la vida de quien tejiese la red relacional original 6. De este modo, las instituciones creadas por las Monarquías tendían a afianzar estas relaciones personales con la Dinastía, sin por ello tender a una racionalización que llevaría a la creación de un Estado Burocrático. En el ámbito de la política exterior, este complejo entramado establecía un orden jerárquico 7 de diferentes soberanías superpuestas, comprendidas en gran medida por las casas dinásticas reinantes 8, siendo el Papa la cabeza espiritual de todo este cosmos. En este sistema, los enviados jugaban un rol importantísimo ya que representaban la encarnación de quien los despachaba con una misión9. Estos personajes eran figuras vagamente determinadas por las acciones que debían o podían realizar en representación de quien los enviase, y hasta el siglo XVII se sabe que no se puede determinar los atributos de los oficios realizados sin entrar en serias dudas10. Sin embargo, seguiremos el diseño tradicional planteado por el profesor Garret Mattingly, por el cual entendemos como embajador a aquellos encargados de los asuntos de más importancia en las relaciones exteriores. Becario doctoral de CONICET, ICSOH, Universidad Nacional de Salta. 1 Religión y política exterior en el reinado de los Reyes Católicos. Franco Tambella Estos agentes estaban autorizados a actuar, no solo hablar, en nombre de su mandante, solo podían representar a potentados reconocidos dentro y fuera de la Cristiandad, y su misión podía ser tanto particular como permanente 11. Así entendidas, las figuras de Francisco de Rojas (embajador en Roma de 1498 a 1508) y de Jerónimo de Vich (embajador en Roma de 1508 a 1521) fueron fundamentales en el armado político y religioso de las redes de relaciones personales que configuraron el partido fernandino en todo el sur de la Península Itálica durante el pontificado de Julio II. Francisco de Rojas y Julio II. La reconfiguración del partido fernandino El Santo Padre Julio II fue un personaje icónico de la política pontificia a principios del siglo XVI. Sobre él, Von Pastor destacó que sus contemporáneos consideraban que tenía el alma de un Emperador y su apariencia era distinguida, grave y digna12. De ojos profundos y apremiantes, labios apretados, nariz pronunciada y una cabeza de gran tamaño. Recuperando el testimonio del embajador veneciano en Roma, el historiador mostraba que no era paciente para escuchar, pero que quien sabía manejarse con él, si era de su confianza, lo encontraba siempre bien predispuesto. 13 Sin embargo el mismo embajador destacó que nadie tenía influencia sobre él, que era terriblemente determinado y que rara vez consultaba a alguien por sus acciones. El cronista italiano Francesco Guicciardini lo caracterizó a su vez como hombre de muy difícil ánimo, pero que destacó por su gran séquito, su liberalidad, su magnificencia y por ser un gran defensor de su dignidad y de la libertad eclesiástica14 Las condiciones por las que accedió a la Silla fueron extraordinarias 15, debido a que su candidatura a la misma comenzó a gestarse en el Cónclave que designó a su antecesor, Pio III de muy corto pontificado, y contaba con los apoyos necesarios para ser consagrado incluso antes que el Cónclave que lo eligiera16. Entre sus apoyos estuvieron los cardenales del partido “español”, un grupo de personajes de origen ibérico, creados muchos durante el pontificado de Alejandro VI, que no estaban dentro de la órbita del partido fernandino y que deseaban distanciarse de su pasado en el partido Borgia 17, al tiempo que firmó un pacto con Cesar Borgia, hijo del anterior, por el cual garantizaba que el duque de Valentinois conservara sus posesiones a cambio de su apoyo dentro del Colegio 18. Cuestión curiosa en el juego de la política Romana, antes de la muerte de Alejandro VI, Giuliano della Rovere como Cardenal de San Pietro ad Vincula había sido uno de los mayores opositores a los Borgia19. Sin embargo, a pesar que gracias al concordato Giuliano della Rovere fue elegido Papa, este no cumplió ninguno de los puntos a los que se había comprometido 20 y mandó a apresar a Cesar Borgia para que le devolviese los estados usurpados21. La elección de este pontífice no fue del agrado de Fernando el Católico, quien temía que el mismo fuera francófilo y desbaratara lo que se estaba consiguiendo por las armas en Nápoles 22. Si bien es cierto que Giuliano della Rovere se había acercado muchas veces al partido francés que operaba en la península, también es muy importante resaltar dos cuestiones fundamentales de las políticas de alianzas del momento. Por un lado, que las uniones de conveniencia abundaban dentro de los potentados italianos, sobre todo en personajes como el Cardenal de San Pedro, donde múltiples fidelidades permitían una flexibilidad notable favorecida por su posición en la corte romana.23 Por otro, se puede observar que la compleja política italiana presentaba siempre diversos partidos, cada uno con sus aspiraciones y posiciones, tomando diferentes bandos constantemente, lo que complejiza enormemente la tradicional visión de una península dividida entre un partido güelfo y uno gibelino aún a principios del siglo XVI 24. Dadas estas dos premisas podemos entender el accionar político de Francisco Rojas en Roma al momento de la elección de Julio II. El embajador Rojas había nacido en Toledo alrededor del año 1446 25, de una familia notable que le garantizó los estudios y una buena posición en la corte. Participó en la Guerra de Granada y fue beneficiado con varios encargos al exterior que lo llevaron a Roma hacia 1488. Luego de haber oficiado de embajador en la Ciudad Eterna, fue enviado a negociar el doble matrimonio de los hijos de los Reyes Católicos con los príncipes imperiales Felipe y Margarita. 26 Al volver a Roma en 1501 se encontró con la segunda etapa de la guerra por Nápoles en marcha y un ambiente político caldeado por los enfrentamientos de partidarios trastámara y angevinos en toda la Península. Hacia 1503, con una victoria casi asegurada en Nápoles con tropas trastámara bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, Francisco de Rojas había conseguido que el linaje de los Orsini se uniera a sus antiguos rivales, los Colonna bajo banderas Trastámara y contra un gran enemigo común, Cesar Borgia, el Duque de Valentinois27. Lo cierto es que para ese entonces, el Gran Capitán había comenzado a construir un partido propio que acercándose a los ideales del trastámara, chocaba con los intereses del enviado en Roma 28. De este modo, cuando los Reyes Católicos se sintieron defraudados por el accionar del Cónclave que eligió a Julio II, Francisco de Rojas cargó con la responsabilidad a Gonzalo Fernández de Córdoba 29. Por detrás del hecho ello estaban las intenciones del propio embajador de impulsar la candidatura a la Tiara del cardenal de Nápoles quien le había prometido el capelo cardenalicio, pero estaba enemistado con miembros importantes del ejército del Gran Capitán 30. Así el intrincado juego de intereses había contribuido a armar dos facciones en pugna dentro del partido trastámara, por un lado la articulada en torno a Nápoles, el Gran capitán y el ejército bajo su mando. En él coexistían personajes tanto ibéricos como itálicos fuertemente antiangevinos que se habían beneficiado por los despojos de las guerras en el sur de la 2 Religión y política exterior en el reinado de los Reyes Católicos. Franco Tambella península, o que buscaban sacar rédito de ellas, a quienes se sumaba el Santo Padre quien había dado una carta de buena voluntad para con los Reyes Católicos si recibía el apoyo de Fernández de Córdoba 31. Por otro, el articulado en torno al embajador en Roma que incluía personajes como los Colonna, descontentos por el trato que recibían en Nápoles, don Diego Hurtado de Mendoza conde de Melito, los cardenales Grimaldo y San Jorge, don Juan Bautista Espinelo y don Antonio de Cardona32. Al estallar la crisis sucesoria en el reino de Castilla por la muerte de Isabel la Católica en 1504, este segundo bando no dudó en denunciar al Gran Capitán de conspirar con los venecianos 33 y con el Archiduque Felipe I para la entrega del Regno34. Durante este tiempo Francisco de Rojas procuraba fortalecer su facción, mantener la prevalencia trastámara, reclamar al Santo Padre por la investidura del Reino Partenopeo que le estaba enfeudado y mantener a raya a Bernardino López de Carvajal, cardenal de Santa Cruz, quien estaba aliado a la facción de los grandes nobles castellanos quienes apoyaban a Felipe el Hermoso en su reclamo por el trono castellano 35. La crisis dinástica se expresaba en la Península Itálica como una crisis de la configuración del partido trastámara que rápidamente debía evolucionar a favor de Fernando el Católico o desaparecer en el naciente partido felipista o cualquier partido italiano. La cautela experimentada por muchos de los miembros del partido trastámara comenzó a desaparecer ante la creciente estrella del Archiduque y la llegada del nuevo embajador castellano a Roma, Antonio de Acuña en 1505 36. Rojas, sin embargo, mantuvo su posición en Roma hasta 1507, y en noviembre de 1505 finalmente consiguió el apoyo de Fernando el Católico para su solicitud del capelo cardenalicio37. La firma de la concordia de Blois de 1505, el matrimonio con Germana de Foix y la entrega definitiva del reino Castellano a Felipe I, determinaron que Fernando el Católico decidiera emprender un viaje para incorporar el Reino Partenopeo al dominio aragonés reestructurando las redes políticas que sus enviados habían configurado en la Península Itálica38. El fallecimiento de su yerno mientras emprendía el viaje aportó al Rey Católico la seguridad de contar en adelante con el reino de Castilla y las redes de poder que habían quedado en manos de don Felipe menos de un año atrás 39, pero la necesidad de enderezar los asuntos italianos lo llevó a seguir con su viaje. Estando Fernando en Nápoles, la toma de Bolonia por parte del Santo Padre fue una problemática delicada a la que tuvo que hacer frente don Francisco de Rojas40. En ella se tuvo que asegurar que los intereses de su patrono estuvieran bien representados y que el apoyo a Julio II en su interés por recuperar los estados pontificios fuera bien recompensado. En este punto considero necesario detenerme por la antigua acusación que ha pendido sobre Julio II como un Papa con excesivas preocupaciones seculares41, sin embargo hay dos matices importantes a destacar. Por un lado, della Rovere heredó unos estados endeudados y quebrados como pocos se podían imaginar, con grandes pérdidas territoriales y poca capacidad de subsistir sin apoyo exterior. Por otro, que desde la Edad Media la religión y la política formaban una totalidad de vida, dado que no existían las divisiones categóricas que hoy aplicamos de aspectos económicos, políticos, religiosos, etc 42. El rol que en adelante pasaría a jugar el embajador en Roma sería fundamental en el armado de las redes políticas en la Península Itálica. En los meses que siguieron a la toma de Bolonia, Fernando el Católico escribió a menudo a don Francisco de Rojas y le solicitó se encargara de pedir por la asignación de beneficios eclesiásticos a aquellos que habían servido bien al monarca durante las guerras con el trono Valois43, con lo que en efecto se convertía en el principal bróker de la red político-religiosa que comenzaba a reformular el Rey Católico. Jerónimo de Vich y las investiduras del Reino de Nápoles Lograr el reconocimiento oficial de la coronación de Fernando V como Rey de Nápoles por parte de Julio II fue la gran preocupación que guió la política del sucesor de Francisco de Rojas44. Jerónimo de Vich era Barón de Llaurí, Beniomer, Beniboquer y Matada, nació en Valencia el 29 septiembre de 1459. Era miembro de una familia que hacía años estaba al servicio de los monarcas aragoneses, al grado que su padre acompañó a Alfonso V el magnánimo a Nápoles 45. Su primer acción como embajador fue presentarse ante el Santo Padre para disculparse por no haber enviado el Rey Católico obediencia desde que había entrado en el Regno46. El nombramiento en Nápoles de virreyes con menos peso simbólico que el Gran Capitán luego de la destitución honorífica de este último, terminó por confirmar al embajador de Roma, en este caso Jerónimo de Vich, como el principal organizador de las redes políticas fernandinas en Italia. Esto lo denota, por un lado, la continua presencia de solicitudes de prebendas y beneficios eclesiásticos para servidores del Rey Católico presente en las cartas que se enviaban47. Por otro lado, Vich se convirtió en el canal a través del cual Fernando V comandaba a sus servidores que asistieran en las empresas que el Papa decidía llevar adelante. Con respecto a este último punto tenemos hasta 1509 un primer conflicto con Venecia, por la recuperación de los estados que la señoría había ocupado durante los conflictos entre trastámaras y angevinos que habían involucrado a gran parte de la península48. En este tema el Santo Padre y los aliados de Cambray impulsaban un conflicto contra Venecia que el Rey Católico pretendía no encabezar, por ser sus reclamos sencillos de satisfacer y por forzar a Julio II a concederle la investidura de Nápoles a cambio de su apoyo 49. 3 Religión y política exterior en el reinado de los Reyes Católicos. Franco Tambella Por otro lado, la cuestión de las bulas de cruzada para los avances en el Norte de África fue otro gran tópico de los primeros años de actividad de Jerónimo de Vich en la corte pontificia 50. Julio II finalmente otorgaría las bulas tan solicitadas al Rey Católico51, pero los reclamos fueron constantes por el hecho que el monarca aragonés tuvo que iniciar las campañas mucho antes de recibir el auxilio económico que las bulas le proveyeron. La Liga de Cambray pronto se desbalancearía, cuando el trono francés comenzara a buscar aliados dentro de la Liga para hacerse con los reclamos territoriales del Sacro Emprador52. Al mismo tiempo, el Papa comenzaba a avanzar sobre Ferrara que estaba defendida por el rey Valois, a fin de sumarla a los estados pontificios, pero Vich, comandando a Fabrizio Colonna buscaba retrasar el apoyo a fin de contar con un elemento de negociación para las investiduras de Nápoles 53. Finalmente, Fernando conseguiría el reconocimiento oficial en 1510, pero poco después estalló el gran problema del Conciliábulo de Pisa, donde el cardenal d’Amboise apoyado por el rey Luis XII intentó deponer a Julio II. Frente a la excomunión impuesta por el Papa a los conciliaristas y al monarca francés, la amistad y entendimiento que Jerónimo de Vich mantuvo con la Santa Sede fue fundamental para la consolidación del partido fernandino en Roma que el propio valenciano forjó a lo largo de su actividad como embajador54. Conclusión En un momento de gran cambio de las políticas exteriores de las monarquías ibéricas con el papado y la península itálica en general, los embajadores en Roma funcionaron tanto como un contacto con el Santo Padre Julio II, como los principales artífices de las redes de poder que respondieron a la política de Fernando el Católico en Italia. Al mismo tiempo, su labor en la política propiamente religiosa de la monarquía no fue nada deleznable. Manteniendo los canales de comunicación y las buenas relaciones con el Papa, consiguiendo las bulas indispensables para recompensar con beneficios eclesiásticos a los servidores de la monarquía, y con la articulación de un partido de cardenales cercanos a la política fernandina, los embajadores en Roma funcionaron como la principal herramienta político-religiosa con la que contó la naciente Monarquía Hispana Roma y la Península itálica. 1 Desde esta óptica se busca contemplar una historia político-cultural amplia donde lo político es entendido como una manifestación de prácticas culturales y discursivas, con cierta autonomía frente a las estructuras económicas, y comprensiva del rol de los sujetos dentro del desarrollo histórico. Para profundizar ver Xavier GIL PUJOL, Tiempo de Política. Perspectivas historiográficas sobre la Europa Moderna, Barcelona, Universidad de Barcelona, 2006, pp. 16 y 17. 2 Francisco ARANDA PÉREZ, “Servir a quién, en qué y cómo: vasallos en la política hispánica moderna”, Alicia ESTEBAN ESTRÍNGANA (editora), Servir al rey en la monarquía de los Austrias. Medios, fines y logros del servicio al soberano en los siglos XVI y XVII, Madrid, Sílex, 2012, pp. 51-52. 3 José MARTÍNEZ MILLÁN (ed.), Instituciones y elites de poder en la Monarquía Hispana durante el siglo XVI, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1992, pp. 14-15. 4 Idem 5 Íbidem, p. 341. 6 José MARTÍNEZ MILLÁN, “La integración de las elites sociales en las monarquías dinásticas. Los continos”, en Jesús BRAVO LOZANO (editor), Espacios de poder: Cortes, Ciudades y Villas. (S. XVI – XVIII), Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2001, pp. 340-341. 7 Manuel RIVERO RODRÍGUEZ, Diplomacia y relaciones exteriores en la Edad Moderna. De la Cristiandad al sistema europeo, 1453-1794, Madrid, Alianza Editorial, 2000, pp. 12 y 13. 8 Íbidem, P.10. 9 Íbidem, P. 13. 10 Íbidem, P. 29. 11 Garret MATTINGLY, La diplomacia del renacimiento, Madrid, DIANA, 1969, Cap. II, P. 65. 12 Ludwing VON PASTOR, History of the popes, from the close of the middle ages. Londres, Kegan Paul, Trench, Trübner & Co. Ltd., 1911, Vol. VI, p. 212. 13 Íbidem, p. 213. 14 Francesco GUICCIARDINI, Historia de Itallia. Traducción de Don Otón Edilo Nato de Betissana, , Madrid, Editorial de Antonio Román, 1683, p.244. 15 Guicciardini lo describe como “cosa jamás vista”, Idem. 16 Ludwing VON PASTOR, History of the Popes…, cit., Pp. 209-211. 17 Íbidem, P. 191. 18 Íbidem, P. 208. 19 Es emblemático que al momento que comenzó a avanzar el rey francés sobre la Península, los Colonna se aliaron con Giuliano della Rovere, cardenal de San Pedro y tomaron el castillo de Ostia para hostigar al Papa Alejandro VI (Jerónimo ZURITA, Historia del rey Don Fernando el Católico. De las empresas, y ligas de Italia, Edición digital de la Institución Fernando el Católico, 2005, Libro 5 (http://ifc.dpz.es/publicaciones/ver/id/2423), p. 63) y que poco antes de la muerte de Pio III él mismo pidiera que se desbandara el ejército armado por César Borgia (Ludwing VON PASTOR, History…cit., p. 205 20 José María DOUSSINAGUE, Fernando el Católico y el Cisma de Pisa, Madrid, Espasa Calpe, 1946, P.47. 21 Paolo GIOVIO, Libro de la vida y chronica de Gonzalo Hernandes de Córdoba, llamado por sobrenombre el Gran Capitán. Por Pablo Jovio Obispo de Necera. Agora nuevamente traduzida al romance Castellano por Pedro Blas Torrellas, Zaragoza, Editado por Guillermo Simon, 1555, p. 95. 22 Jerónimo ZURITA, cit., Libro V, p. 158. 23 Álvaro FERNANDEZ DE CÓRDOBA MIRALLES, “El cardenal Giuliano della Rovere y los reinos ibéricos. Rivalidades y convergencias en el Mediterráneo occidental”, en Flavia CANTATORE et al. Giulio II e Savona. Sessione inaugurale del Convegno Metafore di un pontificato. Giulio II, 1503-1513, Inedita Saggi, Savona, 2009. 24 Manuel RIVERO RODRÍGUEZ, Diplomacia…, cit., P. 41. 4 Religión y política exterior en el reinado de los Reyes Católicos. Franco Tambella Antonio RODRÍGUEZ VILLA, “D. Francisco de Rojas, embajador de los reyes católicos”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid, XXVIII (1896), pp.181-182. 26 Alessandro SERIO, “Una representación de la crisis de la unión dinástica: los cargos diplomáticos en Roma de Francisco de Rojas y Antonio de Acuña (1501-1507)”, en Cuadernos de Historia Moderna, N° 32, 2007, p. 17. 27 Jerónimo ZURITA, cit., Libro V, p. 126. 28 Alessandro SERIO, “Una representación…”, cit., p. 18. 29 Jerónimo ZURITA, cit., Libro V, p. 159. 30 Íbidem, p. 157. 31 Íbidem, p. 158. 32 Íbidem, Libro VI, p. 55. 33 Idem 34 Íbidem, p. 84. 35 Alessandro SERIO, “Una representación…”, cit., p.23. 36 Íbidem, p. 24. 37 Antonio RODRÍGUEZ VILLA, “D. Francisco de Rojas…”, cit., p. 191. 38 Alessandro SERIO, “Una representación…”, cit., p. 26 39 Seguridad dada por una carta mediante la cual los grandes de Castilla, que habían hecho lo imposible porque no gobernara solo el reino, le solicitaban volviese urgentemente a la Península Ibérica para poder tomar el mando. Miguel de SALVÁ y Pedro SAINZ DE BARANDA (eds.), Colección de Documentos inéditos para la Historia de España, Tomo VIII, Madrid, 1846. pp.307 y 308. 40 Jerónimo ZURITA, cit., Libro 7, p.62. 41 José María DOUSSINAGUE. Fernando el Católico…, cit, p. 49. 42 José MARTÍNEZ MILLÁN y de Carlos José de CARLOS MORALES, Religión, política y tolerancia en la Europa Moderna, Madrid, Ediciones Polifemo, 2011, p. 39. 43 Alessandro SERIO, “Una representación…”, cit., p. 28. 44 Barón de TERRATEIG, Política en Italia del Rey Católico. 1507-1516., CSIC, Madrid, 1963, Apéndice documental, documento 4. 45 Idem. 46 Jerónimo ZURITA, cit., Libro 7, pp. 136-137. 47 Barón de TERRATEIG, Política…, cit., documentos 4, 6, 7, 13, 16,19, por enumerar unos pocos. 48 Íbidem, document 20. 49 Jerónimo ZURITA, Op. cit., Libro 8, p. 87. 50 Barón de TERRATEIG, Política…, cit., documento 24. 51 Álvaro FERNANDEZ DE CÓRDOBA MIRALLES, “El cardenal…”, cit., p.163. 52 Barón de TERRATEIG, Política…, cit., documento 24. 53 Jerónimo ZURITA, cit., Libro 9, p. 38. 54 Alessandro SERIO, “Modi,tempi e uomini della presenza hispana a Roma nel primo Cinquecento (1503-1527)”, en L'Italia di Carlo V. Progetti, politiche di governo e resistenze all'impero nell'età diCarlo V Actas del Congreso Internacional (Roma,3-4-5 de Abril de 2001), Roma 2003, Viella, pp. 433-476., p. 454. 25 5 Religión y política exterior en el reinado de los Reyes Católicos. Franco Tambella Bibliografía Francisco ARANDA PÉREZ, “Servir a quién, en qué y cómo: vasallos en la política hispánica moderna”, Alicia ESTEBAN ESTRÍNGANA (editora), Servir al rey en la monarquía de los Austrias. Medios, fines y logros del servicio al soberano en los siglos XVI y XVII, Madrid, Sílex, 2012, pp. 51 a 84. José María DOUSSINAGUE, Fernando el Católico y el Cisma de Pisa, Madrid, Espasa Calpe, 1946 Álvaro FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA MIRALLES, “El cardenal Giuliano della Rovere y los reinos ibéricos. Rivalidades y convergencias en el Mediterráneo occidental”, en Flavia CANTATORE et al., Giulio II e Savona. Sessione inaugurale del Convegno Metafore di un pontificato. Giulio II, 1503-1513, Inedita Saggi, Savona, 2009. Xavier GIL PUJOL, Tiempo de Política. Perspectivas historiográficas sobre la Europa Moderna, Barcelona, Universidad de Barcelona, 2006 José MARTÍNEZ MILLÁN (ed.), “Prólogo”, Instituciones y elites de poder en la Monarquía Hispana durante el siglo XVI, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1992 José MARTÍNEZ MILLÁN y de Carlos Javier DE CARLOS MORALES, Religión, política y tolerancia en la Europa Moderna, Madrid, Ediciones Polifemo, 2011 José MARTÍNEZ MILLÁN, “La integración de las elites sociales en las monarquías dinásticas. Los continos”, Jesús BRAVO LOZANO (editor), Espacios de poder: Cortes, Ciudades y Villas. (S. XVI – XVIII), Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2001, pp. 339 a 380 Garret MATTINGLY, La diplomacia del renacimiento, Madrid, DIANA, 1969 Manuel RIVERO RODRÍGUEZ, Diplomacia y relaciones exteriores en la Edad Moderna. De la Cristiandad al sistema europeo, 1453-1794, Madrid, Alianza Editorial, 2000 Antonio RODRÍGUEZ VILLA, “D. Francisco de Rojas, embajador de los reyes católicos”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid, XXVIII (1896) Alessandro SERIO, “Modi,tempi e uomini della presenza hispana a Roma nel primo Cinquecento (15031527)”, en L'Italia di Carlo V. Progetti, politiche di governo e resistenze all'impero nell'età diCarlo V, Actas del Congreso Internacional (Roma,3-4-5 de Abril de 2001), Roma 2003, Viella, pp. 433-476. Alessandro SERIO, “Una representación de la crisis de la unión dinástica: los cargos diplomáticos en Roma de Francisco de Rojas y Antonio de Acuña (1501-1507)”, en Cuadernos de Historia Moderna, N° 32, 2007 Ludwing VON PASTOR, History of the popes, from the close of the middle ages, Londres, Kegan Paul, Trench, Trübner & Co. Ltd., 1911, Vol. VI Fuentes editadas Paolo GIOVIO, Libro de la vida y chronica de Gonzalo Hernandes de Córdoba, llamado por sobrenombre el Gran Capitán. Por Pablo Jovio Obispo de Necera. Agora nuevamente traduzida al romance Castellano por Pedro Blas Torrellas, Zaragoza, Editado por Guillermo Simon, 1555 Francesco GUICCIARDINI, Historia de Italia. Traducción de Don Otón Edilo Nato de Betissana, , Madrid, Editorial de Antonio Román, 1683 Miguel de SALVÁ y Pedro SAINZ DE BARANDA (eds.), Colección de Documentos inéditos para la Historia de España, Tomo VIII, Madrid, 1846 Barón de TERRATEIG, Política en Italia del Rey Católico. 1507-1516., CSIC, Madrid, 1963 Jerónimo ZURITA, Historia del rey Don Fernando el Católico. De las empresas, y ligas de Italia, Edición digital de la Institución Fernando el Católico, 2005, Libros 5 a 9 (http://ifc.dpz.es/publicaciones/ver/id/2423) 6