CONVERSANDO CON ALEJANDRO CASTELLOTE. El trabajo con el que te das a conocer es una serie de retratos protagonizada por niños discapacitados psíquicos ¿Por qué decidiste enfrentar un tema tan delicado? Dos motivos son los causantes de este proyecto, el primero unos antecedentes familiares que me sensibilizan con el tema y el segundo fue tener a Cristina García Rodero como profesora de fotografía en la Facultad de Bellas Artes. Ella me dijo una frase que me he repetido una y otra vez: “Fotografía aquello que conoces, aquello que realmente es importante para ti” y que me llevó a plantearme el por qué había decidido estudiar Educación Especial y qué papel tenían aquellos niños en mi vida. Durante nueve años estuve retratando el rostro de la discapacidad psíquica. Nueve años en los que trabajé como profesor en un colegio de educación especial y que concluyen tras cerrarse el círculo por el que había empezado todo, por un motivo familiar comenzó y fotografiando a las familias de aquellos niños se concluyó la serie. La fotografía adopta a menudo un rol de poder entre el fotógrafo y el fotografiado, ¿cómo gestionas con ellos ese desequilibrio? Ante la discapacidad psíquica no hay relación de poder que valga… Ante esta situación lo que hay es una reestructuración de valores, estas criaturas te ponen en tu sitio. Trivializas muchas cosas y te cuestionas otras tantas. Una etapa de la vida en la que creo haber madurado y que ha sentado los cimientos de nuevos caminos que tomó mi carrera. La colaboración con los niños en la construcción de imágenes que remiten a los cuadros de Caravaggio, un pintor que fue especialmente beligerante con los cánones renacentistas y en general con las instituciones, no parece a simple vista una mera terapia ocupacional ¿Por qué elegiste precisamente un pintor tan conflictivo? Que Caravaggio sea uno de mis pintores favoritos, no es fortuito… Estudiando Historia del Arte un día me sentí especialmente conmocionado por un cuadro, al llegar a casa se lo describí a mi madre y ella me hizo recordar que “esa” Vocación de San Mateo de Caravaggio, que descubrió en la época en la que vivió en Roma, le impresionó tanto que al volver a España, colgó en su habitación una reproducción de ésta, por lo que parte de mi infancia conviví con esa imagen tan inquietante. Pero no solo esto, a medida que descubría cosas del pintor cada vez me sentía más atraído por su obra. Chicos de la calle, mendigos o incluso prostitutas hacían de modelos para los personajes de su cuadros, ¡cuadros de temas bíblicos! tanto incorporaba su vida a su obra que se dice que el modelo del San Juan Bautista con el carnero era uno de sus amantes. Al evitar cualquier rastro de idealización y hacer del realismo su bandera, pretendió ante todo que ninguna de sus obras nos dejara indiferentes y todo esto unido a sus “delincuencias”, ha hecho que cuando quise juntar dos de mis pasiones, la pintura y los niños, eligiese a este –como tú muy bien dices- conflictivo artista. Después de conocer el resto de tus series, las imágenes de los niños parecen encajar en un proceso poliédrico de búsqueda de tu propia identidad. ¿Te los has planteado así desde un principio o generas los trabajos de forma mas intuitiva? Comenzó, supongo, el primer trabajo siendo de un modo intuitivo pero después de cerrar el proyecto sobre la discapacidad fue consciente el planteamiento de la identidad como proyecto en mi discurso plástico. Cronológicamente, tus series atraviesan la documentación, la puesta en escena, las tipologías, la experimentación tridimensional y de nuevo regresas a los puntos de vista más próximos a las representaciones de corte antropológico. Sobre todas ellas planea el retrato como elemento común. ¿de dónde viene esa fascinación por las personas? Me encanta dejarme fascinar por las personas… Conozco mucha gente y de muchos países diferentes. Intento conocerlas con intensidad e impregnarme de sus vivencias, me enriquezco con ellas, gracias a todas esas personas me voy conociendo mejor, voy encontrando respuestas, analizo sus experiencias, sus rostros; y al involucrarme en su vida, me voy reconociendo a mi mismo. Veo en los demás un espejo en el que al reflejarte te ves desnudo, y da lo mismo el nivel económico, social o intelectual. De todos puedes sacar respuestas para seguir edificando. Como tú bien dices, el ser humano no deja de fascinarme. En algunas de esas series de retratos parece que utilices a los sujetos como actores sobre los que proyectar tu propia personalidad. ¿por qué nunca incorporas el autorretrato? Todo mi trabajo es un autorretrato, desde las series de Educación Especial, pasando por “Compuestos” y por supuesto en este proyecto, que ya desde su concepción está ideado como un autorretrato; un autorretrato en el que no aparece mi rostro sino el de cincuenta hombres que prestan no solo su cara sino también su cuerpo, para ser soporte de mi vida. Que no sea mi rostro el que aparece creo que le da amplitud al trabajo. En mis retratos intento hablar de pasiones, temores, heridas… temas universales tratados desde la individualidad de mi mirada, de mis vivencias. Creo que es más fácil llegar a los demás desde rostros anónimos, rostros múltiples, rostros diferentes que además aportan al trabajo toda la carga de sus miradas. Sinceramente creo que el trabajo se enriquece con todos aquellos semblantes En la serie “Del susurro al grito” superpones simultáneamente capas metafóricas y físicas; intervienes “literalmente” sobre la construcción de la obra y generas retratos muy teatrales. Formalmente es un trabajo muy distante a los que lo preceden. Desde una primera interpretación podría leerse como un intento de escapar de la racionalidad que rodea los retratos anteriores ¿A qué se debe realmente este paréntesis? Esta serie viene motivada por el sufrimiento y la enfermedad de algunos de mis mejores amigos. Me convulsionó tanto que tuve que crear algo que reflejase mi estado de ánimo, es cierto que son muy teatrales pero también creo que son muy dramáticas. Las obras toman una dimensión escultórica, dentro de ellas están “enterradas” cartas cargadas de dolor y cariño dirigidas a cada uno de mis amigos que sufren. Esculturas fotográficas que se convierten en cofres de dolores secretos y que no pueden por menos de gritar. Esa serie incluye elementos gestuales, pictóricos, teatrales dramatizaciones, que apuntan hacía una necesidad de trascender la bidimensionalidad de las fotografías, pero en “Fichados-Tatuados” recuperas el estilo de trabajos precedentes. ¿Podrías hablar de ese proceso? Es un trabajo mas sereno y reflexivo, pero no por ello menos intenso emocionalmente. La bidimensionalidad en este proyecto es conceptual. Hay dos planos, uno el retrato artístico y otro el retrato social desde la ficha policial. Una imagen muy plástica que apoya a otra mucho más fría, cargada de datos teóricos que no sólo hablan de mí sino que hablan de cada uno de ellos. Un retrato íntimo y a la vez público, un autorretrato y al mismo tiempo un retrato múltiple, el retrato de la individualidad y a la vez el de una sociedad… Este proyecto también tiene elementos gestuales y pictóricos, puesto que los tatuajes se los he hecho yo mismo y también es teatral, ya que todo es una puesta en escena en la que mis amigos han querido hacerse pasar por presos. En el fondo, no dista tanto de los demás trabajos… Desde mi punto de vista, la utilización de capas que añades a los rostros en “Del susurro...” se repite en “Fichados-Tatuados” pero adoptas una solución formal distinta. Pareces insistir sobre la dificultad de trasladar a una sola imagen la complejidad de las personalidades humanas. ¿Crees que el video podría resolver esa carencia? Es un campo que miro con respeto, sólo he creado un video: “Año 32” y estaba formado por 365 fotografías… Tengo mucho que explorar aún en la fotografía, el camino de mezclar dibujo con imagen fotográfica me esta apasionando y sólo acaba de comenzar. Proyectar tu presencia sobre los retratos de otras personas puede parecer un deseo de pertenecer, de asociar tu yo a otras personas... de recrear mas una identidad compartida que la tuya propia... En la filosofía, el enfoque tradicional de las distintas imágenes del yo, del ser humano, de la identidad o como queramos llamarlo ha sido la de plantear un sujeto cerrado, sistemático e idéntico a sí mismo, sin embargo, pensamientos como los de Hume comienzan a desconfiar de ese tipo de yo, a decir que realmente no existe algo que podamos llamar yo, sino que somos una pluralidad de momentos que van cambiando y nosotros decidimos inventarnos un personaje al que denominamos yo hilando esos instantes a través de la memoria; de esta forma nos sentimos confortados porque somos un algo. También, enlazando con la literatura romántica, con el “Frankenstein” de Shelley, y el “El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hide” de Stevenson introducen temas como el del moderno Prometeo (Frankenstein como la creación de vida por parte del hombre convertido en un nuevo Dios; la lucha de la criatura contra su propio creador...) y la dualidad (por un lado el bien y por otro el mal...). En mi trabajo quiero reflejar esa pluralidad del “yo”, de la persona. Me gusta la imagen de ese Frankestein como una identidad hecha de cosidos, fragmentos o jirones que, arrancados de los rostros de los demás, forman nuevas identidades, tal vez mi identidad soñada… (sintiendo un deseo no sólo de pertenecer o asociar mi yo a los otros, sino también de posesión). También en la filosofía contemporánea, sobre todo de la mano de Nietzsche, encuentro cuestiones que me hacen seguir hurgando en este tema; sobre todo al afirmar que no hay un yo tradicional sino una pluralidad de máscaras y que no hay nada detrás de ellas, algo así como una muerte del sujeto. Que lo único que tenemos encima de la mesa son muchos fragmentos y ningún puzzle esperando. Todo me cuestiona y me hace seguir buscándome, en mi y en los otros, por mi y por medio de los otros. La utilización de las fichas policiales como soporte o contenedor de ese catálogo de retratos comporta una suerte de criminalización de los retratados. Induces la mirada del espectador hacia una determinada lectura que parece situar a los protagonistas en un marco que los culpabiliza a priori. ¿Cuál es el origen de esa decisión? La ficha policial tiene un componente muy grande de crudeza, de frialdad, de deshumanización, de monstruosidad, es cierto. Y al ser cincuenta, tiene también un componente de rutina, de serie, de catálogo, de excesivo… Desde estas dos visiones he querido contar mi vida, desde la dureza y desde el contrapunto; pues esos “delincuentes” han tatuado en su cuerpo momentos de angustia, de amor, de miedo o de felicidad… Fichados policiales, disminuidos psíquicos, seres humanos en resumidas cuentas; personas como las que no estamos fichadas, o tal vez, sí lo estamos. La documentación policial –y en especial el retrato de detenidos- evita las representaciones subjetivas; por su propia naturaleza aspira a la descripción objetiva. En tu caso adoptas esa estrategia pero la perviertes voluntariamente al escenificar –y en cierto modo falsear- la personalidad de los fotografiados añadiéndoles tatuajes que te describen mas a ti que a ellos.... Podríamos decir que todo el trabajo es una gran metáfora para contar mi vida… Teatralizar sobre algo tan serio como la documentación policial y utilizar unas fórmulas de descripción objetiva tan dura espero que ayuden a dar sentido a este proyecto, en el que espero no solo me vea reflejado yo, sino todo aquel que quiera mirar hacia su interior. En lugar de optar por las tipologías o por la puesta en escena, pareces haber decidido superponer ambas prácticas. ¿Te encuentras cómodo en esta fusión o vas a seguir experimentando? Han escrito sobre el proyecto Fichados-Tatuados que podía compararse con una colección de insectos disecados, clavados con alfileres sobre un tablero…También analizando la serie Docena podría encontrar esta analogía… y realmente sí tienen mucho de clasificación, de seriación, y aunque se le puede dar esa lectura de interés antropológico, mi intención era la de crear una cadena que expresase una convulsión interna; por ello añado la puesta en escena, no quiero que sea sólo una clasificación exhaustiva, algo científico; sino una traducción plástica de mis sentimientos. Si seguiré fusionando o experimentando no puedo decidirlo ahora. Seguiré mirando, escuchando, aprendiendo, viviendo y conviviendo con toda la intensidad que pueda para continuar analizando mis sentimientos y plasmarlos de la forma más sincera posible.