Doctorado honoris causa al Rabino Dr. Abraham Skorka Pbro. Dr. Víctor Manuel Fernández Rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina El Rabino Abraham Skorka es egresado de la Escuela de Altos Estudios Judaicos (1972), egresado y Ordenado Rabino por el seminario Rabínico Latinoamericano (1973) y Doctor en Ciencias Químicas por la Facultad de Ciencias Exactas, Univ. de Buenos Aires (1979). Luego, en Estados Unidos, se especializó en Derecho de Familia en el Jewish Theological Seminary of America (1984). También es Doctor en Literatura Hebrea por el mismo Seminario. Es el creador de la Cátedra de Derecho Hebreo en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad del Salvador. Es el Rabino de la comunidad Benei Tikva (1976 a la fecha), es Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano y Presidente del Instituto Superior de Estudios Religiosos (ISER). Fue Presidente del Tribunal Arbitral de la AMIA (1996-98), entre otras funciones que ha desempeñado. Por otra parte, fue editor de “Introducción al Derecho Hebreo” y publicó varios libros y múltiples artículos en distintos medios y revistas especializadas internacionales de investigación . ¿Por qué, precisamente en este acto, la Universidad Católica le otorga un doctorado honoris causa a un rabino de la Comunidad judía argentina, doctorado que en la mayoría de los casos se ha otorgado a obispos y cardenales católicos y que hasta ahora sólo se habría conferido a católicos? Los Estatutos de esta Universidad requieren para otorgar este doctorado es que la persona haya tenido una actuación sobresaliente “en pro del desarrollo de la cultura”. Este doctorado se justifica entonces no solamente por lo que he mencionado acerca de su curriculum, sino por la hondura y la riqueza de pensamiento que él ha aportado durante muchos años a nuestro país. El rabino Skorka es un hombre de opinión, capaz de detenerse en un reposado y responsable pensamiento acerca de cualquier asunto de la realidad que pueda afectar al ser humano. Y lo hace, sin ocultarlo jamás, desde la hondura y ese humus siempre fecundo que es la tradición judía. En lo que respecta al diálogo con el judaísmo los cristianos podemos hablar de una “complementación irreductible”. Es irreductible en cuanto a temas teológicos en los que no tenemos coincidencia. Pero es verdadera complementariedad porque tenemos en común el tesoro de la Torah, lo que los cristianos llamamos Antiguo Testamento. Cristianos y judíos recibimos esa Palabra en tradiciones distintas que permiten a esa Palabra revelada desarrollar diversas potencialidades. Por esa razón podemos enriquecernos unos a otros. El Rabino Skorka es un testigo de esta convicción, con la cual ha sido consecuente toda su vida, con palabras, con gestos, con decisiones. En mayo de 2006, la Confraternidad Argentina Judeo Cristiana organizó un Simposio sobre la Shoá y sus repercusiones en América Latina. Allí surgió la inquietud de formar un grupo de estudiosos judíos y cristianos que se sentara en una mesa común a estudiar las Escrituras. Nos reuníamos en la Facultad de Teología y estudiamos por casi tres años el capítulo 3 de las Lamentaciones. Debo decir que el rabino Skorka fue quien apoyó de manera más convencida y constante esta iniciativa, y participaba de las reuniones con sus aportes, pero además con preguntas y planteos que abrían nuevas perspectivas. Hoy son conocidos sus diálogos televisivos con el Cardenal Bergoglio, donde abordan los temas más variados. Pero en realidad él tiene una constante disposición para estar allí donde se lo convoque a pensar y a debatir para el bien de todos. Lo hace plasmando aquello que decía Juan 1 Pablo II: “Máximo diálogo con máxima identidad”. Lo hace con la capacidad de recoger las preguntas y desafíos de los demás, reconociendo los valores de los otros, pero sin traicionar jamás sus propias convicciones y las de su Comunidad creyente. ¿Por qué este doctorado honoris causa en medio de esta celebración del Concilio Vaticano II? Porque en el Concilio Vaticano II se abrió una puerta que dio lugar a un creciente acercamiento entre la Iglesia Católica y el Judaísmo. El Vaticano II expresa en la declaración Nostra Aetate: “Como es tan grande el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este Concilio fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio entre ellos … Además, consciente del patrimonio común con los judíos … deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos” (NA 4). Todas las grandes celebraciones deberían ir acompañadas por algún gesto significativo. Con la entrega de este doctorado honoris causa queremos expresar que aquello que pedía el Concilio y que han vivido elocuentemente los últimos Papas, ha sido acogido en Argentina, y que las instituciones cristianas podemos acoger la sabiduría presente de un rabino más allá de las diferencias que subsisten. En este comienzo del Año de la Fe que celebramos los católicos, la figura y la palabra del Rabino Skorka es una potente confesión de fe en un Dios personal que actúa en la historia, en ese Dios amante que ha querido dirigirnos la palabra y entrar en comunión con nosotros. Por otra parte, este doctorado honoris causa nos parece particularmente significativo en Buenos Aires, porque es una de las pocas ciudades del mundo que tiene una población judía tan numerosa, caracterizada por su nivel cultural, su creatividad y su espíritu emprendedor manifestado de tantas maneras. Precisamente, en este doctorado conferido al rabino Abraham Skorka queremos de algún modo reconocer y agradecer los innumerables aportes culturales de la Comunidad judía a nuestro país. Por ello, la entrega de este reconocimiento expresa también aquella disposición al diálogo con la cultura que nos pedía el Concilio. Manifiesta también, de un modo positivo, nuestro rechazo al horroroso intento de exterminio ocurrido en la Shoá. 2