DESCOLONIZAR LAS CIENCIAS SOCIALES: REVISIÓN DEL INFORME GULBENKIAN. Alex Schlenker PONENCIA PRESENTADA EN EL SIMPOSIO INTERDISCIPLINAR DE INVESTIGACIÓN, POSTGRADOS Y VINCULACIÓN CON LA COLECTIVIDAD PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR QUITO, SEPTIEMBRE 05 DE 2012 Descolonizar las Ciencias Sociales: revisión del informe Gulbenkian. Alex Schlenker* *Realizador y experimentador audiovisual, escritor y traductor con estudios en Ciencias de la Educación (PUCE-Quito) y dirección de cine y realización audiovisual por el Instituto de Artes Visuales de Mähringen, República Federal de Alemania. Magíster en Estudios de la Cultura y actualmente doctorando en Estudios Culturales Latinoamericanos por la Universidad Andina Simón Bolívar en Quito. Se desempeña como docente universitario e investigador en el campo de las visualidades, los estudios culturales, el cine y la literatura en la carrera de Artes Visuales de la Universidad Católica del Ecuador, en el Instituto Superior de Cine, INCINE y en varios programas de posgrado de la Universidad Andina Simón Bolívar en Quito. Abstract: Las Ciencias Sociales aparecen con el surgimiento de la Modernidad como una forma de legitimar, desde el conocimiento institucionalizado, los procesos políticos, económicos, culturales de los distintos Estados-nación del sistema mundial-moderno. Palabras Claves: Modernidad, sistema mundo moderno, conocimiento, ciencias, ciencia social, universidad, estados, II: LA CONSTRUCCIÓN HISTÓRICA DE LAS CCSS ¿Cómo se produce el conocimiento y por qué debemos conocer algo? ¿Para qué sirve el conocimiento? ¿Qué relación existe entre el conocimiento y la misma vida? ¿Cómo organizamos las formas de generar conocimiento, qué implicaciones políticas, sociales, de género, culturales conllevan esas estructuras/instituciones del conocimiento? ¿Qué relaciones de poder determinan qué disciplinas/campos participan en tal operación y cuáles se mantienen «al margen»? ¿Cómo desarrollar un ejercicio crítico sobre el mapa epistémico con el que la Modernidad-capitalista ha organizado el conocimiento? ¿Por qué el arte no consta en dicha cartografía? ¿Es acaso posible investigar y generar conocimiento desde lugar-otros y qué consideraciones epistemológicas, éticas, metodológicas implicaría ello? A inicios de los años 90’s, la Fundación Gulbenkian encargó a un equipo de académicos, dirigido por el pensador Immanuel Wallerstein, un análisis detallado de la 2 forma en la que se estructuraba el conocimiento en la sociedad. El resultado de dicha investigación es conocido como el Informe Gulbenkian. Antecedentes históricos: Para Wallerstein, la ciencia social es heredera de una sabiduría que, a través de la historia fue desarrollando una cierta racionalidad a través de una “selección inductiva de la plenitud de la experiencia humana […] recogida en textos sagrados, textos filosóficos y en la sabiduría oral” (1995:3). En tal virtud, dicha ciencia social se asume como la legítima encargada de buscar verdades que estarían más allá de esa sabiduría. A decir de Wallerstein, “la ciencia social es una empresa del mundo moderno” (1995:4). Wallerstein demuestra en la primera parte del informe, titulado “Construcción histórica de las CCSS” cómo la visión clásica de la ciencia se edificó sobre dos premisas (1995:4): 1.- el modelo newtoniano de las CCNN que establecía una simetría entre pasado y futuro, con lo que todo coexistiría en el presente eterno. 2.- un dualismo cartesiano mediante el cual se plantea una distinción entre naturaleza y humanos, materia y mente, mundo físico y mundo espiritual/social Punto de partida para Wallerstein es la crítica a una razón moderna que desterró de la experiencia del conocimiento humano a dios, el cual ya no era requerido; el consiguiente vacío lo llenó el discurso del “progreso” basado en un dominio físico del mundo (las distancias se acortarían considerablemente) y con ello la ampliación de la división del trabajo. “El ideal y la visión de un progreso ilimitado extraía fuerza de la infinidad del tiempo y del espacio, pero la realización práctica del progreso en los asuntos humanos por medio del avance tecnológico dependía de la cognoscibilidad y explorabilidad del mundo.” (1995:6) Para ello el mundo pasaba de ser infinito a ser finito, no únicamente en el plano material (geografía) sino también en el del conocimiento (epistemología). Si bien Wallerstein parte de las ideas de “progreso” y “descubrimiento”, sugiere incluir además, entre otras, los conceptos de “ciencia, dominio, universo”. Inicialmente quienes buscaban el conocimiento no hacían mayor distinción entre ciencia y filosofía, lo importante era “conocer el mundo” en su complitud; con el avance del método experimental y empírico las recién surgidas ciencias naturales ven en la filosofía un 3 sustituto de la teología. Así, en el S.XIX las CCNN establecerán una jerarquía sobre otros campos del conocimiento. La ciencia natural estaba mucho más claramente definida que su alternativa […] las Geisteswissenschaften. Surgió así una tensión entre las ciencias por un lado y las artes y humanidades por el otro. Wallerstein aclara que “había empezado a estar claro que la lucha epistemológica sobre qué era conocimiento legítimo ya no era solamente una lucha sobre quién controlaría el conocimiento de la naturaleza […] sino sobre quién controlaría el conocimiento sobre el mundo humano.” (1995:8). Es así como surge en el XIX la universidad como “principal sede institucional para la creación de conocimiento.” (1995:9) El Informe Gulbenkian, parte de un exhaustivo mapeo histórico del conocimiento que permite reconocer de qué manera la universidad se convirtió en el escenario de la disciplinarización y profesionalización del conocimiento: surgen las facultades de medicina, derecho, filosofía, etc. y cada una de ellas buscará establecer los límites de su disciplina. A partir de la Revolución Francesa surge una presión por demandar de las ciencias una determinada exactitud: “cuanto más exacta era (o “positiva”) fuese la ciencia tanto mejor sería lo demás. Esa exactitud, sobre todo para ordenar el mundo de los hechos ocurridos, era demandada de la “nueva” historia, aquella basada en la investigación empírica de archivos.” (1995:10). Esta circunscripción de la historia, como disciplina que mira el acontecimiento llevó a formularla como “Geschichte –lo que ocurrió, lo que ocurrió en realidad- debía darle credenciales impecables. La historia […] se convertiría en la verdadera historia del pasado explicando el presente y ofreciendo las bases para una elección sabia del futuro” (1995:11-12). Así surgieron especialistas que, amparados en la legitimidad de las instituciones del conocimiento de la modernidad, le explicaban al resto del colectivo social como el “presente incompleto” debía transformarse de cara al horizonte teleológico que se desprendía del deber ser, antes que del estar siendo. Se establece así una división entre entendidos y desconocedores. Wallerstein describe entonces de qué manera el ejercicio de la búsqueda del conocimiento –especialmente en Comte- fue creando nuevas élites de inteligencia: “para Comte la física social permitiría la reconciliación del orden y el progreso al encomendar la solución de las cuestiones sociales a “un pequeño número de inteligencias de élite” con educación apropiada.” (1995:14). De esta forma irrumpe una 4 ciencia positiva, encargada de liberar al conocimiento de aquellas formas imprecisas, adivinatorias e inexactas de explicar la realidad del mundo de la experiencia: teología metafísica, la poesía, la danza, la mirada del artista, etc. Con la ciencia positiva surge una forma específica de entender la relación con el mundo y, por ende, de generar conocimiento. Este desarrollo de las disciplinas es la base para la tensión por ubicar, entre otras, a la historia en el mapa del conocimiento. Para Wallerstein la tensión entre CCSS e historia es una disputa al interior de la CCSS. El historiador es entonces sometido a preconcepciones que devienen en normas que simulan analógicamente las del cientista natural: - El mundo era objetivo y, por lo tanto cognoscible. - El estudioso no debía contaminar el objeto de estudio, en el caso de la historia con sus propios pensamientos. - Los datos no debían buscarse en escritos anteriores (biblioteca), sino en el laboratorio (archivo). La historia fue entonces centrándose lentamente en la Historia Nacional, la de los Estados-nación: “así fue como los historiadores […] se encontraron dedicados a la justificación de las “naciones” y a menudo de sus nuevos soberanos, los “pueblos” (1995:19). A partir de una serie de tensiones y reorganizaciones del conocimiento surge el cuarteto de historia, economía, sociología y ciencia política. Wallerstein demuestra con precisión como la interrelación de estas cuatro disciplinas en las universidades de los países de su origen colectivo (Alemania, Francia, Inglaterra) establece una jerarquía del conocimiento sobre aquel generado en otras geografías. El conocimiento acumulado era entonces un justificativo de superioridad ontológica con sus implicaciones históricas.: “la creación del sistema mundial moderno implicó el encuentro de Europa con los pueblos del resto del mundo, y en la mayoría de los casos la conquista de éstos.” (1995:23). El conocimiento, y en especial la manera de generarlo, fueron generando un continuum histórico inherente a la modernidad europea. Esta centralidad del conocimiento planteaba que el desarrollo de la humanidad desembocaba en Europa: “un proceso histórico continuo que culminaba en la civilización occidental moderna” (1995:26). Wallerstein concluye entonces la primera parte de su informe analizando la 5 irrupción de teorías naturalistas como las ideas de Darwin que, centradas en una “evolución, donde se ponía gran énfasis en el concepto de la supervivencia del más apto” (1995:33), posibilitaban el fundamento para la posterior idea que fortalecía el pensamiento eurocéntrico: se buscaba legitimar desde un discurso científico el “supuesto de que la evidente superioridad de la sociedad europea de la época era la culminación del progreso” (1995:33). II: LOS DEBATES EN LAS CCSS (DESDE 1945 HASTA EL PRESENTE) La segunda parte del Informe Gulbenkian se centra en el período de la IIda Postguerra y los hechos que después de 1945 afectaron profundamente la estructura de las CCSS: 1.- los EEUU salieron de la Segunda Guerra Mundial “con una fuerza económica abrumadora” (1995:37) 2.- entre 1945 y 1970 el mundo tuvo la mayor expansión de su población y su capacidad productiva jamás conocida” 1995:37) 3.- la expansión en todo el mundo del sistema universitario, lo que “condujo a la multiplicación del número de científicos sociales profesionales” (1995:37). El fin de la segunda guerra mundial generó el cuestionamiento de las CCSS, ya que las mismas “reflejaban las tendencias políticas de una era que ya había terminado, o que por lo menos estaba por terminar” (1995:38). Ante la creciente expansión de los sistemas universitarios en el mundo surgió una gran cantidad de investigadores que buscaban “nichos” originales y de utilidad para el pensamiento. Una de las resultantes de esta sensación derivó en una suerte de “invasión” del campo disciplinario: “El efecto más inmediato consistió en estimular las intrusiones recíprocas de científicos sociales en campos disciplinarios vecinos, ignorando en este proceso las varias legitimaciones que cada una de las ciencias sociales había erigido para justificar sus especificidades como reinos reservados” (1995:38). Wallerstein recuerda como la guerra fría generó una competencia entre los bloques incluso en lo que a la ciencia se refiere. En tal virtud las potencias invirtieron en Ciencia y tecnología, una inversión que benefició además a las CCSS aunque en menor proporción. De esta manera surgen campos de estudio multidisciplinario enfocados en determinadas áreas geográficas del planeta: los estudios de área surgidos desde interese geopolíticos. De esa menare Occidente estudia las zonas del No-occidente. Para 6 Wallerstein, “las motivaciones políticas subyacentes [en los estudios de área] eran totalmente explícitas. Estados Unidos […] necesitaba conocer y por lo tanto tener especialistas acerca de las realidades actuales de esas regiones…” (1995:41). Este campo sentó las bases para las políticas de desarrollo y modernización con los consiguientes procesos de endeudamiento de un sinnúmero de regiones estudiadas por Occidente. Surge así el modelo de desarrollo y modernización que Occidente aplicaría al resto del mundo. En este proceso de invasión de fronteras disciplinares la historia, acusada de falta de precisión en datos relevantes para el presente, se vio avocada a pedir ayuda a las demás ciencias sociales: “las CCSS tenían instrumentos que podían contribuir al estudio de dimensiones del pasado que estaban por debajo o detrás de las instituciones, ideas y acontecimientos históricos; instrumentos que el historiador no tenía: métodos cuantitativos, conceptos analíticos, …” (1995:46). Por otro lado, la historia se vio seducida a traicionar la objetividad del dato histórico para ejercer la crítica. “[La historia había] subestimado el conflicto, la desposesión y las desigualdades de clase, de etnia y de género”. (1995:47). Las universidades intentaron entonces crear cursos interdisciplinarios: “Una manera de manejar esto fue el intento de crear nuevos nombres “interdisciplinarios”, como por ejemplo, estudios de la comunicación, ciencias administrativas y ciencias del comportamiento” (1995:52). Wallerstein aborda después la idea de universalidad (el conocimiento parroquial debe convertirse en universal) encerrada en el conocimiento de Occidente. “La afirmación de universalidad […] no puede faltar en la justificación de las disciplinas académicas: es parte de su institucionalización” (1995:53). Una determinada disciplina será la encargada de elaborar las verdades universales, las cuales, serán “indesafiables”, puesto que fueron concebidas por una disciplina institucionalizada. Al mismo tiempo el conocimiento generado por las CCSS parece tener una cierta deuda con ese deseo de lo universal. A diferencia de las CCNN, las CCSS no han podido predecir eventos futuros, ni aportar una exactitud cuantificable “porque a diferencia del mundo natural definido por las ciencias naturales, el dominio de las ciencias sociales no solo es un dominio en que el objeto de estudio incluye a los propios investigadores sino que es un dominio en el que las personas estudiadas pueden dialogar o discutir en varias formas con esos investigadores.” (1995:55). 7 Wallerstein revisa entonces la relación entre el conocimiento generado por investigadores occidentales e investigadores no-occidentales. Una de sus conclusiones en esa tensión es el hecho que buena parte de los cientistas sociales no-occidentales asumen en las premisas universales de la misión del conocimiento universal occidental una posibilidad de formar parte de la comunidad universal de científicos. El autor advierte que en el ejercicio de investigación se produce una suerte de autoreferencialidad que ha hecho que “la mayoría de los científicos sociales de los últimos 200 años se había estudiado a sí mismos” (1995:60). Wallerstein propone entonces a partir de la idea de E. Mueng, un pensador y catedrático africano el desafío de descolonizar las ciencias sociales y humanas. El problema central que advierte el autor es que el conocimiento se vuelve universal a partir de un poder que genera tal conocimiento: “los que tienen el poder social tienen una tendencia natural a ver la situación actual como universal, porque los beneficia.” (1995:63). La tensión incluye el problema ontológico y ético de la distancia-cercanía entre investigador y objeto: “Si la ciencia social es un ejercicio en la búsqueda de conocimiento universal, entonces lógicamente no puede haber “otro”, porque el “otro” es parte de “nosotros”, ese nosotros que hace el estudio.” (1995:63). El informe propone entonces el desafío de pensar qué otras formas de interpretar el mundo pueden y deben poder coexistir con el conocimiento universal: “Solo un universalismo pluralista nos permitirá captar la riqueza de las realidades sociales en que vivimos y hemos vivido”. (1995:66). Una idea que ya había sido planteada por otros pensadores, entre ellos el filósofo Enrique Dussel. III: ¿Y AHORA? Después de haber hecho un análisis histórico del surgimiento de las CCSS (parte 1) y de examinar los distintos debates en torno a las CCSS (parte 2), Wallerstein se pregunta “¿Qué tipo de Ciencia Social debemos construir ahora?” (1995:76). Para ello el autor aclara que la reforma a la ciencia social debe tomar en cuenta dos aspectos: por un lado incorporar el desafío por resolver los distintos debates que han acompañado al surgimiento de las CCSS, por el otro replantearse los aspectos organizacionales y las fronteras establecidas desde estas instancias: “la cuestión más inmediata se refiere a la estructura organizacional de las propias ciencias sociales” (1995:77) encargadas del disciplinamiento de los estudiosos y de la misma disciplina. 8 Wallerstein enumera algunos de los factores a ser tomados en cuenta para dichas reformulaciones organizacionales: - las “nuevas” fronteras entre disciplinas - los fondos disponibles (determinantes de las posibilidades reales de determinados programas al interior de las instituciones del conocimiento) - las relaciones específicas entre instituciones de investigación docentes/no-docentes (en especial enfocando las perspectivas reales de institutos de investigación que no forman, sino se dedican únicamente a la investigación. ¿Será que la universidad de los próximos 50 años no investiga, solo prepara profesionales?). Wallerstein propone entonces algunos de los factores a ser tomados en cuenta para las reformulaciones conceptuales: - la relación investigador-investigación hacia un “reencantamiento del mundo […] un llamado a derribar las barreras artificiales entre los seres humanos y la naturaleza, a reconocer que ambos forman parte de un universo único enmarcado por la flecha del tiempo.” (1995:81) - “¿cómo reinsertar el tiempo y el espacio como variables constitutivas internas en nuestros análisis y no meramente como realidades físicas invariables dentro de las cuales existe el universo social.” (1995:82) y además mirar “las implicaciones de negarse a considerar al estado como origen de las únicas fronteras posibles dentro de las cuales la acción social ocurre y debe ser analizada” (1995: 84) - “¿cómo superar las separaciones artificiales erigidas en el siglo XIX entre los reinos […] de los político, lo económico y lo social (socio-cultural).” (1995: 83) Dos aspectos recalca Wallerstein al final del texto como debates conceptuales a ser profundizados si se aspira a reformar/repensar la ciencia social: - la revisión de la tensión entre lo universal y lo particular - la reformulación profunda de la llamada “objetividad” del investigador 9 IV: INDISCIPLINAR EL CONOCIMIENTO: INVESTIGAR DESDE/CON LA PRÁCTICA ARTÍSTICA (apuntes sobre el capítulo olvidado del Informe Gulbenkian)1 Repensar el punto de partida2 El Informe Gulbenkian propone una cartografía actualizada del conocimiento contemporáneo, específicamente de las políticas públicas y académicas que legitiman una determinada «jerarquización del conocimiento». Entre las principales conclusiones del texto hay dos que me sirven de punto de partida para proponer un debate en torno a la posibilidad de investigar desde/con el arte: 1. El informe de la Comisión Gulbenkian establece con minuciosidad las rígidas fronteras que se han establecido entre el conocimiento científico (siempre de tipo formal, aquel que se produce en instituciones de ecuación avaladas estatalmente, como universidades, escuelas politécnicas, etc.) y el conocimiento no científico/no-formal, llamado también «popular», «empírico», «común», «vulgar», o simplemente «saberes». 2. El desarrollo histórico de las formas de producir conocimiento ha impuesto una manera determinada de segmentar a la realidad del mundo para cada disciplina (Ciencias Naturales, Ciencias Exactas, Ciencias Políticas, Sociología, Antropología, Historia, etc.). Para tal división territorial del saber se parte siempre de una premisa incuestionable: quien conoce al mundo está fuera del mismo. Punto de partida para indagar por las formas del conocimiento contemporáneo es la pregunta «¿Por qué y para qué deseamos conocer?3 Con la consolidación del Sistemamundo moderno, el conocimiento dejó de cumplir una función directa para la experiencia de vida; quien conocía/buscaba un determinado conocimiento lo hacía para preservar la vida y mejorar las condiciones de la misma. La sistematización de las distintas formas de conocimiento generó una cierta economía política de la racionalidad. Así el conocimiento no surge como uno que existe «en sí mismo» (conocimiento por el conocimiento), sino como un «conocimiento del mundo». El sujeto cognoscente no busca acceder al conocimiento de valor universal tan solo, sino conocer para un fin específico, para un estar en el mundo. En el sentido de Heidegger se trata de un Wissen 1 El presente texto es un extracto del proyecto «Pensar el arte desde el arte» en Plataforma Abierta de la memoria, Investigación para la Tesis Doctoral en Estudios Culturales Latinoamericanos, UASB, Quito. 2 Hay tres eventos principales a partir de los cuales elaboré estos apuntes: el Encuentro Internacional «Estéticas Decoloniales», realizado en la Academia Superior de Artes de Bogotá en Noviembre de 2010; el Encuentro Internacional «Pensar-actuar decolonial desde el sur», realizado en la Universidad Andina Simón Bolívar sede Ecuador en julio de 2011; y la reunión de trabajo con miembros de la Red decolonial de Berlín realizada en ese ciudad en julio de 2012. 3 Durante una recopilación de testimonios orales de la memoria colectiva que realicé hace unos años en la provincia ecuatoriana de Esmeraldas fui confrontado en más de una ocasión por testimoniantes ancianos con las contrapreguntas: “¿Quién pregunta?, ¿Para qué quiere saber? ¿Qué va a hacer con lo contado? 10 para un Dasein específico. Aún así, la empresa moderna4 del conocimiento interpretó tal conocimiento como herramienta de poder y control con pretensión universal. Contrario a la pretensión moderna de lograr la abstracción universal, las estrategias de descolonización del conocimiento -entre ellas la práctica artística- deberán apostar por su potencial desde la especificidad de la experiencia concreta desde la cual irrumpe para desafiar y desestabilizar esas formas de poder. Irrumpir con el arte en la cartografía del conocimiento Conocimiento es siempre conocimiento del mundo. En tal virtud, más allá de analizar y replantear las formas de producir jerarquías del conocimiento, cabe recordar que todo sujeto situado temporal y espacialmente en la experiencia específica del mundo vivido genera una forma de conocimiento útil en mayor o menor medida para su vida. Ello incluiría al actor de las prácticas artísticas, quien mira al mundo desde su propia experiencia [estética], desde donde «opera como ente que se “entona”, o sea que se pone a tono con cierto significado de la totalidad [del mundo] que lo inspira» (KUSCH, 1978:119). Si, de acuerdo al modelo newtoniano, el científico busca abstraerse del mundo que investiga, el artista busca zambullirse en el mismo para lograr su comprensión desde la cercanía experiencial5 desde la cual se genera la práctica artística. El acto artístico no se abstrae del mundo, sino que, como parte inherente de una práctica cultural específica, parte del mundo en el que pretende (sobre)vivir: «una cultura tiene en su esencia su razón de ser en algo que es muy profundo, y que consiste en una estrategia para vivir, que un pueblo esgrime con los signos de su cultura. Cultura es una política para vivir. Todo lo que se da en torno a la cultura. Aquello sea la costumbre, el ritual mágico, la producción literaria, incluso la tecnología» (KUSCH,1978:104). Este enfoque ya no persigue una estética del arte, sino del acto artístico. Este no excluye lo que Kusch llama «lo tenebroso», sino que lo implica pues contempla el proceso que va de la vivencia del artista a la obra como cosa, una suerte de acto de conciliación en el que se da la «superación de una falla esencial de lo humano, por la que el arte es una solución para un aspecto fallido de la existencia, precisamente aquel por el cual la vida 4 Wallerstein señala con insistencia que «La ciencia [social] es una empresa del mundo moderno». Ver Immanuel Wallerstein, Abrir las ciencias sociales. Informe de la comisión Gulbenkian p. 4. 5 Kusch le sale al paso a la presunción moderna de un arte universal que mira al mundo desde “fuera del mundo”, aclarando que la experiencia específica del artista americano surge cuando se crea desde la “urgencia de vivir”. Para Kusch el acto artístico de la experiencia vital “implica polaridad, porque parte de la vida como absoluto y se traduce en una cosa incrustada en una sociedad”. Ver Rodolfo Kusch, “Anotaciones para una estética de lo americano”, en Kenos: revista digital, No. 1, Bs. Aires, 2003, p. 3. 11 y la inteligencia se oponen» (KUSCH, 2003:3). Para descolonizar una determinada relación de poder es importante determinar con precisión la manera en que esta se articula. Así, si pretendemos debatir los aportes del arte al conocimiento humano de un determinado tiempoespacio, estamos obligados a determinar el lugar que ocupa el arte en la correspondiente cartografía del conocimiento. Con este planteamiento propongo, antes que debatir si el arte genera o no un determinado conocimiento para la vida, indagar por las relaciones sociales e históricas del poder que controla tal pregunta y se extiende más allá del mismo conocimiento hacia las instituciones modernas que lo delimitan, avalan, legitiman, etc. ¿Quién determina -cómo y dónde- lo que es conocimiento [científico] y lo que no lo es? Si bien el informe de la Comisión advierte las tensiones políticas y de poder surgidas durante los siglos XIX y XX al interior de la universidad como institución suprema del conocimiento, el mencionado documento no logra profundizar el lugar que en el mapa del conocimiento ocuparía el arte, insinuando tan solo la dimensión de lo cultural: «¿Cómo superar las separaciones artificiales erigidas en el siglo XIX entre los reinos […] de los político, lo económico y lo social (socio-cultural)» (WALLERSTEIN, 1995:83). Mientras Wallerstein plantea el desafío de pensar una ciencia indisciplinar, es decir sin fronteras erigidas por las distintas disciplinas, un determinado número de prácticas artísticas se ha planteado ya desde hace varios años una estrategia con pretensión transdisciplinar en la que el artista-investigador apuesta por la dialéctica que se desprende de dos actos: el diálogo y la apropiación. El primero establece relaciones discursivas y conceptuales con la ontología y el correspondiente episteme de las distintas disciplinas del conocimiento; el segundo busca secuestrar sin previo aviso las metodologías y los contenidos útiles para la subversión humana frente al ordenamiento arbitrario del mundo. Irrumpir desde el arte implica entonces entretejer la experiencia específica del acto artístico con aquello que un determinado campo del conocimiento afirma sobre la realidad en que la experiencia se produce. Investigar desde el arte implica finalmente elaborar estrategias (contra)cognitivas que, desde la especificidad de la pregunta que se desprende de la vivencia, desestabilicen los cómodos lugares del conocimiento universal. Esta capacidad transfronteriza le permitiría al artistainvestigador preguntar y responder desde la indagación de «para qué se vive, se lucha o se escribe [y crea]» (KUSCH, 2003:3). Desenganchar para conocer: desafiar la colonialidad del saber [desde las artes] 12 Walter Mignolo introdujo hace unos años el concepto desenganche como una opción para apartarse, entre otros, de las disputas por el control de la verdad. Mignolo sugiere entenderlo al mismo tiempo «como desprendimiento y apertura. […] Ya no se trata de las puertas que conducen a la verdad (aletheia), sino a otros lugares: a los lugares de la memoria colonial; a las huellas de la herida colonial desde donde se teje el pensamiento des-colonial» (MIGNOLO, 2005). Hacer arte como una forma de comprensión y explicación del mundo implica pensar el lugar específico de la experiencia vital desde la cual surge el impulso del acto artístico frente a la forma de dominación. Así, el primer paso para pensar/agenciar desde el arte un desenganche pasa por lo que yo llamo «las políticas de la pregunta». Buena parte del debate en torno al conocimiento se centra en determinar la validez del conocimiento (fiabilidad, precisión, reproductibilidad, universalidad, etc.). Prácticamente nadie pregunta por dos aspectos fundamentales del conocimiento: el sentido y la ética. ¿Por qué queremos saber y cómo obtendremos ese conocimiento? A partir de esta indagación la mirada del artista debe allanar el camino para retornar sobre el Yo, sobre esa selfness tan opuesta a las indagaciones por el otro. Parte del desenganche que sugiere Mignolo pasa por el desafío que debe asumir el artista por reconfigurar el régimen de la mirada moderno-colonial sobre la propia existencia. Si la ciencia moderna busca a un otro al que mirará desde la distancia epistémica y ontológica, el arte actual podría asumir desde su accionar que no puede haber otro, porque este otro es parte de nosotros, ese nosotros que hace el estudio (WALLERSTEIN, 1995:63). Así, investigar desde el arte, implica pensar y accionar unas políticas de existencia que nos permiten indagar desde el acto artístico en ese nosotros cuya existencia será puesta en diálogo con otras miradas similares. Conocer el propio lugar de existencia y creación es el punto de partida para entender el desafío que plantea Wallerstein: «solo un universalismo pluralista nos permitirá captar la riqueza de las realidades sociales en que vivimos y hemos vivido [y creado]» (1995:66). Conclusiones: El mapeo histórico y cartográfico elaborado por Wallerstein nos pone frente al desafío de pensar estrategias y prácticas de descolonización del conocimiento que superen la “compartimentalización del conocimiento” que inicia con “las separaciones artificiales erigidas en el siglo XIX entre los reinos […] de los político, lo económico y lo social (socio-cultural)” (1995:53) y se extiende hasta la separación entre ciencias (sociales y naturales) y humanidades y artes, insinuando que el arte y la literatura 13 sufrirían la misma incapacidad que la historia al no contar con “instrumentos que podían contribuir al estudio de dimensiones del pasado que estaban por debajo o detrás de las instituciones, ideas y acontecimientos históricos; instrumentos que el historiador no tenía: métodos cuantitativos, conceptos analíticos” (1995:46). Wallerstein critica la presunción universalista del sistema-mundo-moderno así: “La afirmación de universalidad […] no puede faltar en la justificación de las disciplinas académicas: es parte de su institucionalización” (1995:83). Las estrategias a ser pensadas y puestas en marcha desde nuestras realidades específicas no deben ser entendidas como una nueva disciplina (una más) en busca de una universalidad (1995: 53), sino como un proyecto transdisciplinario que, al poner en diálogo a distintos campos, experiencias, procesos, formas de entendimiento, produzca un conocimiento específico, vinculado a experiencias concretas de vida en la periferia, en el sur. Un proyecto pensado desde América Latina, pero no limitado a esta región puesto que “refleja entonces el interés de articular desde América Latina, en conversación con otras regiones del mundo, proyectos intelectuales y políticos que ponen en debate pensamientos críticos con el objetivo de pensar fuera de los límites definidos por el neoliberalismo y la modernidad, y con el propósito de construir mundos y modos de pensar y ser distintos” (Walsh, 2007:110). No se trata de plantear un “nacionalismo regional o continental” al que se podría denominar egocultura de lo latinoamericano como es posible hallarlo en parte del pensamiento latinoamericano de mediados/fines del S.XX que, sin superar la simple proclama localista de una identidad aparentemente propia no se preocupó por atacar la matriz de poder colonial; al contrario, en muchos casos la restituyó en su esencia alterando tan solo la forma, dejando el fondo intacto. Para quienes pretendemos re-pensar el conocimiento –su ontología y sus procesos éticos- crear prácticas artísticas como formas de generar conocimiento debe pasar de ser una herramienta de la dominación patriarcal-capitalista a ser un instrumento de desafío epistemológico que cuestione “el modelo newtoniano: simetría entre pasado y futuro, [donde] todo coexiste en el presente eterno” al que se refiere Wallerstein (1995:4). Ello aporta elementos para elaborar una reflexión que nos será de gran utilidad como punto de análisis para abordar y desentrañar los lenguajes artísticos que se atreven a desafiar el lugar positivista que la Modernidad decimonónica le adjudicó a la imagen, sobre-entendida como “huella de lo real”. Los artistas no reproducimos el mundo, lo interpelamos y reinventamos, aunque sea durante un breve instante. Bibliografía 14 Kusch, Rodolfo, “Anotaciones para una estética de lo americano”, en Kenos: revista digital, No. 1, Buenos Aires, 2003. -------------------, Geocultura del Hombre Americano, Buenos Aires, Fernando García Gambeiro,1978. Mignolo, Walter, El pensamiento des-colonial, desprendimiento y apertura: un manifiesto, 2005, documento digital disponible en www.tristestopicos.org Wallerstein, Immanuel, Abrir las ciencias sociales. Informe de la Comisión Gulbenkian, 1995, México: Siglo XXI. ---------------------------, Impensar las Ciencias Sociales, Siglo XXI, México D.F., 1998. Catherine Walsh, ¿Son posibles unas ciencias sociales/culturales otras? Reflexiones en torno a las epistemologías decoloniales, en Nómadas, 27, 2007. 15