DESCOLONIZAR LAS CIENCIAS SOCIALES

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DESCOLONIZAR LAS CIENCIAS SOCIALES: REVISIÓN DEL INFORME
GULBENKIAN.
Alex Schlenker
PONENCIA PRESENTADA EN EL SIMPOSIO INTERDISCIPLINAR DE
INVESTIGACIÓN, POSTGRADOS Y VINCULACIÓN CON LA COLECTIVIDAD
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR
QUITO, SEPTIEMBRE 05 DE 2012
Descolonizar las Ciencias Sociales: revisión del informe Gulbenkian.
Alex Schlenker*
*Realizador y experimentador audiovisual, escritor y traductor con
estudios en Ciencias de la Educación (PUCE-Quito) y dirección de
cine y realización audiovisual por el Instituto de Artes Visuales de
Mähringen, República Federal de Alemania. Magíster en Estudios de
la Cultura y actualmente doctorando en Estudios Culturales
Latinoamericanos por la Universidad Andina Simón Bolívar en Quito.
Se desempeña como docente universitario e investigador en el campo
de las visualidades, los estudios culturales, el cine y la literatura en la
carrera de Artes Visuales de la Universidad Católica del Ecuador, en
el Instituto Superior de Cine, INCINE y en varios programas de
posgrado de la Universidad Andina Simón Bolívar en Quito.
Abstract:
Las Ciencias Sociales aparecen con el surgimiento de la Modernidad como una forma
de legitimar, desde el conocimiento institucionalizado, los procesos políticos,
económicos, culturales de los distintos Estados-nación del sistema mundial-moderno.
Palabras Claves:
Modernidad, sistema mundo moderno, conocimiento, ciencias, ciencia social,
universidad, estados,
II: LA CONSTRUCCIÓN HISTÓRICA DE LAS CCSS
¿Cómo se produce el conocimiento y por qué debemos conocer algo? ¿Para qué sirve el
conocimiento? ¿Qué relación existe entre el conocimiento y la misma vida? ¿Cómo
organizamos las formas de generar conocimiento, qué implicaciones políticas, sociales,
de género, culturales conllevan esas estructuras/instituciones del conocimiento? ¿Qué
relaciones de poder determinan qué disciplinas/campos participan en tal operación y
cuáles se mantienen «al margen»? ¿Cómo desarrollar un ejercicio crítico sobre el mapa
epistémico con el que la Modernidad-capitalista ha organizado el conocimiento? ¿Por
qué el arte no consta en dicha cartografía? ¿Es acaso posible investigar y generar
conocimiento desde lugar-otros y qué consideraciones epistemológicas, éticas,
metodológicas implicaría ello?
A inicios de los años 90’s, la Fundación Gulbenkian encargó a un equipo de
académicos, dirigido por el pensador Immanuel Wallerstein, un análisis detallado de la
2
forma en la que se estructuraba el conocimiento en la sociedad. El resultado de dicha
investigación es conocido como el Informe Gulbenkian.
Antecedentes históricos: Para Wallerstein, la ciencia social es heredera de una
sabiduría que, a través de la historia fue desarrollando una cierta racionalidad a través
de una “selección inductiva de la plenitud de la experiencia humana […] recogida en
textos sagrados, textos filosóficos y en la sabiduría oral” (1995:3). En tal virtud, dicha
ciencia social se asume como la legítima encargada de buscar verdades que estarían más
allá de esa sabiduría. A decir de Wallerstein, “la ciencia social es una empresa del
mundo moderno” (1995:4).
Wallerstein demuestra en la primera parte del informe, titulado “Construcción
histórica de las CCSS” cómo la visión clásica de la ciencia se edificó sobre dos
premisas (1995:4):
1.- el modelo newtoniano de las CCNN que establecía una simetría entre pasado y
futuro, con lo que todo coexistiría en el presente eterno.
2.- un dualismo cartesiano mediante el cual se plantea una distinción entre naturaleza y
humanos, materia y mente, mundo físico y mundo espiritual/social
Punto de partida para Wallerstein es la crítica a una razón moderna que desterró
de la experiencia del conocimiento humano a dios, el cual ya no era requerido; el
consiguiente vacío lo llenó el discurso del “progreso” basado en un dominio físico del
mundo (las distancias se acortarían considerablemente) y con ello la ampliación de la
división del trabajo. “El ideal y la visión de un progreso ilimitado extraía fuerza de la
infinidad del tiempo y del espacio, pero la realización práctica del progreso en los
asuntos humanos por medio del avance tecnológico dependía de la cognoscibilidad y
explorabilidad del mundo.” (1995:6)
Para ello el mundo pasaba de ser infinito a ser finito, no únicamente en el plano material
(geografía) sino también en el del conocimiento (epistemología).
Si bien Wallerstein parte de las ideas de “progreso” y “descubrimiento”, sugiere
incluir además, entre otras, los conceptos de “ciencia, dominio, universo”. Inicialmente
quienes buscaban el conocimiento no hacían mayor distinción entre ciencia y filosofía,
lo importante era “conocer el mundo” en su complitud; con el avance del método
experimental y empírico las recién surgidas ciencias naturales ven en la filosofía un
3
sustituto de la teología. Así, en el S.XIX las CCNN establecerán una jerarquía sobre
otros campos del conocimiento. La ciencia natural estaba mucho más claramente
definida que su alternativa […] las Geisteswissenschaften. Surgió así una tensión entre
las ciencias por un lado y las artes y humanidades por el otro. Wallerstein aclara que
“había empezado a estar claro que la lucha epistemológica sobre qué era conocimiento
legítimo ya no era solamente una lucha sobre quién controlaría el conocimiento de la
naturaleza […] sino sobre quién controlaría el conocimiento sobre el mundo humano.”
(1995:8).
Es así como surge en el XIX la universidad como “principal sede institucional
para la creación de conocimiento.” (1995:9) El Informe Gulbenkian, parte de un
exhaustivo mapeo histórico del conocimiento que permite reconocer de qué manera la
universidad se convirtió en el escenario de la disciplinarización y profesionalización del
conocimiento: surgen las facultades de medicina, derecho, filosofía, etc. y cada una de
ellas buscará establecer los límites de su disciplina.
A partir de la Revolución Francesa surge una presión por demandar de las
ciencias una determinada exactitud: “cuanto más exacta era (o “positiva”) fuese la
ciencia tanto mejor sería lo demás. Esa exactitud, sobre todo para ordenar el mundo de
los hechos ocurridos, era demandada de la “nueva” historia, aquella basada en la
investigación empírica de archivos.” (1995:10). Esta circunscripción de la historia,
como disciplina que mira el acontecimiento llevó a formularla como “Geschichte –lo
que ocurrió, lo que ocurrió en realidad- debía darle credenciales impecables. La historia
[…] se convertiría en la verdadera historia del pasado explicando el presente y
ofreciendo las bases para una elección sabia del futuro” (1995:11-12). Así surgieron
especialistas que, amparados en la legitimidad de las instituciones del conocimiento de
la modernidad, le explicaban al resto del colectivo social como el “presente incompleto”
debía transformarse de cara al horizonte teleológico que se desprendía del deber ser,
antes que del estar siendo. Se establece así una división entre entendidos y
desconocedores.
Wallerstein describe entonces de qué manera el ejercicio de la búsqueda del
conocimiento –especialmente en Comte- fue creando nuevas élites de inteligencia:
“para Comte la física social permitiría la reconciliación del orden y el progreso al
encomendar la solución de las cuestiones sociales a “un pequeño número de
inteligencias de élite” con educación apropiada.” (1995:14). De esta forma irrumpe una
4
ciencia positiva, encargada de liberar al conocimiento de aquellas formas imprecisas,
adivinatorias e inexactas de explicar la realidad del mundo de la experiencia: teología
metafísica, la poesía, la danza, la mirada del artista, etc. Con la ciencia positiva surge
una forma específica de entender la relación con el mundo y, por ende, de generar
conocimiento.
Este desarrollo de las disciplinas es la base para la tensión por ubicar, entre
otras, a la historia en el mapa del conocimiento. Para Wallerstein la tensión entre CCSS
e historia es una disputa al interior de la CCSS. El historiador es entonces sometido a
preconcepciones que devienen en normas que simulan analógicamente las del cientista
natural:
- El mundo era objetivo y, por lo tanto cognoscible.
- El estudioso no debía contaminar el objeto de estudio, en el caso de la historia con sus
propios pensamientos.
- Los datos no debían buscarse en escritos anteriores (biblioteca), sino en el laboratorio
(archivo).
La historia fue entonces centrándose lentamente en la Historia Nacional, la de
los Estados-nación: “así fue como los historiadores […] se encontraron dedicados a la
justificación de las “naciones” y a menudo de sus nuevos soberanos, los “pueblos”
(1995:19). A partir de una serie de tensiones y reorganizaciones del conocimiento surge
el cuarteto de historia, economía, sociología y ciencia política. Wallerstein demuestra
con precisión como la interrelación de estas cuatro disciplinas en las universidades de
los países de su origen colectivo (Alemania, Francia, Inglaterra) establece una jerarquía
del conocimiento sobre aquel generado en otras geografías. El conocimiento acumulado
era entonces un justificativo de superioridad ontológica con sus implicaciones
históricas.: “la creación del sistema mundial moderno implicó el encuentro de Europa
con los pueblos del resto del mundo, y en la mayoría de los casos la conquista de éstos.”
(1995:23).
El conocimiento, y en especial la manera de generarlo, fueron generando un
continuum histórico inherente a la modernidad europea. Esta centralidad del
conocimiento planteaba que el desarrollo de la humanidad desembocaba en Europa: “un
proceso histórico continuo que culminaba en la civilización occidental moderna”
(1995:26). Wallerstein concluye entonces la primera parte de su informe analizando la
5
irrupción de teorías naturalistas como las ideas de Darwin que, centradas en una
“evolución, donde se ponía gran énfasis en el concepto de la supervivencia del más
apto” (1995:33), posibilitaban el fundamento para la posterior idea que fortalecía el
pensamiento eurocéntrico: se buscaba legitimar desde un discurso científico el
“supuesto de que la evidente superioridad de la sociedad europea de la época era la
culminación del progreso” (1995:33).
II: LOS DEBATES EN LAS CCSS (DESDE 1945 HASTA EL PRESENTE)
La segunda parte del Informe Gulbenkian se centra en el período de la IIda Postguerra y
los hechos que después de 1945 afectaron profundamente la estructura de las CCSS:
1.- los EEUU salieron de la Segunda Guerra Mundial “con una fuerza económica
abrumadora” (1995:37)
2.- entre 1945 y 1970 el mundo tuvo la mayor expansión de su población y su capacidad
productiva jamás conocida” 1995:37)
3.- la expansión en todo el mundo del sistema universitario, lo que “condujo a la
multiplicación del número de científicos sociales profesionales” (1995:37).
El fin de la segunda guerra mundial generó el cuestionamiento de las CCSS, ya
que las mismas “reflejaban las tendencias políticas de una era que ya había terminado, o
que por lo menos estaba por terminar” (1995:38). Ante la creciente expansión de los
sistemas universitarios en el mundo surgió una gran cantidad de investigadores que
buscaban “nichos” originales y de utilidad para el pensamiento. Una de las resultantes
de esta sensación derivó en una suerte de “invasión” del campo disciplinario: “El efecto
más inmediato consistió en estimular las intrusiones recíprocas de científicos sociales en
campos disciplinarios vecinos, ignorando en este proceso las varias legitimaciones que
cada una de las ciencias sociales había erigido para justificar sus especificidades como
reinos reservados” (1995:38).
Wallerstein recuerda como la guerra fría generó una competencia entre los
bloques incluso en lo que a la ciencia se refiere. En tal virtud las potencias invirtieron en
Ciencia y tecnología, una inversión que benefició además a las CCSS aunque en menor
proporción. De esta manera surgen campos de estudio multidisciplinario enfocados en
determinadas áreas geográficas del planeta: los estudios de área surgidos desde interese
geopolíticos. De esa menare Occidente estudia las zonas del No-occidente. Para
6
Wallerstein, “las motivaciones políticas subyacentes [en los estudios de área] eran
totalmente explícitas. Estados Unidos […] necesitaba conocer y por lo tanto tener
especialistas acerca de las realidades actuales de esas regiones…” (1995:41).
Este campo sentó las bases para las políticas de desarrollo y modernización con
los consiguientes procesos de endeudamiento de un sinnúmero de regiones estudiadas
por Occidente. Surge así el modelo de desarrollo y modernización que Occidente
aplicaría al resto del mundo.
En este proceso de invasión de fronteras disciplinares la historia, acusada de
falta de precisión en datos relevantes para el presente, se vio avocada a pedir ayuda a las
demás ciencias sociales: “las CCSS tenían instrumentos que podían contribuir al estudio
de dimensiones del pasado que estaban por debajo o detrás de las instituciones, ideas y
acontecimientos históricos; instrumentos que el historiador no tenía: métodos
cuantitativos, conceptos analíticos, …” (1995:46). Por otro lado, la historia se vio
seducida a traicionar la objetividad del dato histórico para ejercer la crítica. “[La
historia había] subestimado el conflicto, la desposesión y las desigualdades de clase, de
etnia y de género”. (1995:47). Las universidades intentaron entonces crear cursos
interdisciplinarios: “Una manera de manejar esto fue el intento de crear nuevos nombres
“interdisciplinarios”, como por ejemplo, estudios de la comunicación, ciencias
administrativas y ciencias del comportamiento” (1995:52).
Wallerstein aborda después la idea de universalidad (el conocimiento parroquial
debe convertirse en universal) encerrada en el conocimiento de Occidente. “La
afirmación de universalidad […] no puede faltar en la justificación de las disciplinas
académicas: es parte de su institucionalización” (1995:53). Una determinada disciplina
será la encargada de elaborar las verdades universales, las cuales, serán “indesafiables”,
puesto que fueron concebidas por una disciplina institucionalizada. Al mismo tiempo el
conocimiento generado por las CCSS parece tener una cierta deuda con ese deseo de lo
universal. A diferencia de las CCNN, las CCSS no han podido predecir eventos futuros,
ni aportar una exactitud cuantificable “porque a diferencia del mundo natural definido
por las ciencias naturales, el dominio de las ciencias sociales no solo es un dominio en
que el objeto de estudio incluye a los propios investigadores sino que es un dominio en
el que las personas estudiadas pueden dialogar o discutir en varias formas con esos
investigadores.” (1995:55).
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Wallerstein revisa entonces la relación entre el conocimiento generado por
investigadores occidentales e investigadores no-occidentales. Una de sus conclusiones
en esa tensión es el hecho que buena parte de los cientistas sociales no-occidentales
asumen en las premisas universales de la misión del conocimiento universal occidental
una posibilidad de formar parte de la comunidad universal de científicos. El autor
advierte que en el ejercicio de investigación se produce una suerte de
autoreferencialidad que ha hecho que “la mayoría de los científicos sociales de los
últimos 200 años se había estudiado a sí mismos” (1995:60). Wallerstein propone
entonces a partir de la idea de E. Mueng, un pensador y catedrático africano el desafío
de descolonizar las ciencias sociales y humanas. El problema central que advierte el
autor es que el conocimiento se vuelve universal a partir de un poder que genera tal
conocimiento: “los que tienen el poder social tienen una tendencia natural a ver la
situación actual como universal, porque los beneficia.” (1995:63).
La tensión incluye el problema ontológico y ético de la distancia-cercanía entre
investigador y objeto: “Si la ciencia social es un ejercicio en la búsqueda de
conocimiento universal, entonces lógicamente no puede haber “otro”, porque el “otro”
es parte de “nosotros”, ese nosotros que hace el estudio.” (1995:63). El informe propone
entonces el desafío de pensar qué otras formas de interpretar el mundo pueden y deben
poder coexistir con el conocimiento universal: “Solo un universalismo pluralista nos
permitirá captar la riqueza de las realidades sociales en que vivimos y hemos vivido”.
(1995:66). Una idea que ya había sido planteada por otros pensadores, entre ellos el
filósofo Enrique Dussel.
III: ¿Y AHORA?
Después de haber hecho un análisis histórico del surgimiento de las CCSS (parte
1) y de examinar los distintos debates en torno a las CCSS (parte 2), Wallerstein se
pregunta “¿Qué tipo de Ciencia Social debemos construir ahora?” (1995:76). Para ello
el autor aclara que la reforma a la ciencia social debe tomar en cuenta dos aspectos: por
un lado incorporar el desafío por resolver los distintos debates que han acompañado al
surgimiento de las CCSS, por el otro replantearse los aspectos organizacionales y las
fronteras establecidas desde estas instancias: “la cuestión más inmediata se refiere a la
estructura organizacional de las propias ciencias sociales” (1995:77) encargadas del
disciplinamiento de los estudiosos y de la misma disciplina.
8
Wallerstein enumera algunos de los factores a ser tomados en cuenta para dichas
reformulaciones organizacionales:
- las “nuevas” fronteras entre disciplinas
- los fondos disponibles (determinantes de las posibilidades reales de determinados programas
al interior de las instituciones del conocimiento)
- las relaciones específicas entre instituciones de investigación docentes/no-docentes (en
especial enfocando las perspectivas reales de institutos de investigación que no forman, sino se
dedican únicamente a la investigación. ¿Será que la universidad de los próximos 50 años no
investiga, solo prepara profesionales?).
Wallerstein propone entonces algunos de los factores a ser tomados en cuenta para las
reformulaciones conceptuales:
- la relación investigador-investigación hacia un “reencantamiento del mundo […] un llamado a
derribar las barreras artificiales entre los seres humanos y la naturaleza, a reconocer que ambos
forman parte de un universo único enmarcado por la flecha del tiempo.” (1995:81)
- “¿cómo reinsertar el tiempo y el espacio como variables constitutivas internas en nuestros
análisis y no meramente como realidades físicas invariables dentro de las cuales existe el
universo social.” (1995:82) y además mirar “las implicaciones de negarse a considerar al estado
como origen de las únicas fronteras posibles dentro de las cuales la acción social ocurre y debe
ser analizada” (1995: 84)
- “¿cómo superar las separaciones artificiales erigidas en el siglo XIX entre los reinos […] de
los político, lo económico y lo social (socio-cultural).” (1995: 83)
Dos aspectos recalca Wallerstein al final del texto como debates conceptuales a ser
profundizados si se aspira a reformar/repensar la ciencia social:
- la revisión de la tensión entre lo universal y lo particular
- la reformulación profunda de la llamada “objetividad” del investigador
9
IV: INDISCIPLINAR EL CONOCIMIENTO: INVESTIGAR DESDE/CON LA
PRÁCTICA ARTÍSTICA (apuntes sobre el capítulo olvidado del Informe Gulbenkian)1
Repensar el punto de partida2
El Informe Gulbenkian propone una cartografía actualizada del conocimiento
contemporáneo, específicamente de las políticas públicas y académicas que legitiman
una determinada «jerarquización del conocimiento». Entre las principales conclusiones
del texto hay dos que me sirven de punto de partida para proponer un debate en torno a
la posibilidad de investigar desde/con el arte:
1. El informe de la Comisión Gulbenkian establece con minuciosidad las rígidas fronteras que
se han establecido entre el conocimiento científico (siempre de tipo formal, aquel que se
produce en instituciones de ecuación avaladas estatalmente, como universidades,
escuelas politécnicas, etc.) y el conocimiento no científico/no-formal, llamado también
«popular», «empírico», «común», «vulgar», o simplemente «saberes».
2. El desarrollo histórico de las formas de producir conocimiento ha impuesto una manera
determinada de segmentar a la realidad del mundo para cada disciplina (Ciencias
Naturales, Ciencias Exactas, Ciencias Políticas, Sociología, Antropología, Historia,
etc.). Para tal división territorial del saber se parte siempre de una premisa
incuestionable: quien conoce al mundo está fuera del mismo.
Punto de partida para indagar por las formas del conocimiento contemporáneo es la
pregunta «¿Por qué y para qué deseamos conocer?3 Con la consolidación del Sistemamundo moderno, el conocimiento dejó de cumplir una función directa para la
experiencia de vida; quien conocía/buscaba un determinado conocimiento lo hacía para
preservar la vida y mejorar las condiciones de la misma. La sistematización de las
distintas formas de conocimiento generó una cierta economía política de la racionalidad.
Así el conocimiento no surge como uno que existe «en sí mismo» (conocimiento por el
conocimiento), sino como un «conocimiento del mundo». El sujeto cognoscente no
busca acceder al conocimiento de valor universal tan solo, sino conocer para un fin
específico, para un estar en el mundo. En el sentido de Heidegger se trata de un Wissen
1
El presente texto es un extracto del proyecto «Pensar el arte desde el arte» en Plataforma Abierta de la
memoria, Investigación para la Tesis Doctoral en Estudios Culturales Latinoamericanos, UASB, Quito.
2
Hay tres eventos principales a partir de los cuales elaboré estos apuntes: el Encuentro Internacional
«Estéticas Decoloniales», realizado en la Academia Superior de Artes de Bogotá en Noviembre de 2010;
el Encuentro Internacional «Pensar-actuar decolonial desde el sur», realizado en la Universidad Andina
Simón Bolívar sede Ecuador en julio de 2011; y la reunión de trabajo con miembros de la Red decolonial
de Berlín realizada en ese ciudad en julio de 2012.
3
Durante una recopilación de testimonios orales de la memoria colectiva que realicé hace unos años en la
provincia ecuatoriana de Esmeraldas fui confrontado en más de una ocasión por testimoniantes ancianos
con las contrapreguntas: “¿Quién pregunta?, ¿Para qué quiere saber? ¿Qué va a hacer con lo contado?
10
para un Dasein específico. Aún así, la empresa moderna4 del conocimiento interpretó tal
conocimiento como herramienta de poder y control con pretensión universal. Contrario
a la pretensión moderna de lograr la abstracción universal, las estrategias de
descolonización del conocimiento -entre ellas la práctica artística- deberán apostar por
su potencial desde la especificidad de la experiencia concreta desde la cual irrumpe para
desafiar y desestabilizar esas formas de poder.
Irrumpir con el arte en la cartografía del conocimiento
Conocimiento es siempre conocimiento del mundo. En tal virtud, más allá de
analizar y replantear las formas de producir jerarquías del conocimiento, cabe recordar
que todo sujeto situado temporal y espacialmente en la experiencia específica del
mundo vivido genera una forma de conocimiento útil en mayor o menor medida para su
vida. Ello incluiría al actor de las prácticas artísticas, quien mira al mundo desde su
propia experiencia [estética], desde donde «opera como ente que se “entona”, o sea que
se pone a tono con cierto significado de la totalidad [del mundo] que lo inspira»
(KUSCH, 1978:119).
Si, de acuerdo al modelo newtoniano, el científico busca abstraerse del mundo
que investiga, el artista busca zambullirse en el mismo para lograr su comprensión
desde la cercanía experiencial5 desde la cual se genera la práctica artística. El acto
artístico no se abstrae del mundo, sino que, como parte inherente de una práctica
cultural específica, parte del mundo en el que pretende (sobre)vivir: «una cultura tiene
en su esencia su razón de ser en algo que es muy profundo, y que consiste en una
estrategia para vivir, que un pueblo esgrime con los signos de su cultura. Cultura es una
política para vivir. Todo lo que se da en torno a la cultura. Aquello sea la costumbre, el
ritual mágico, la producción literaria, incluso la tecnología» (KUSCH,1978:104). Este
enfoque ya no persigue una estética del arte, sino del acto artístico. Este no excluye lo
que Kusch llama «lo tenebroso», sino que lo implica pues contempla el proceso que va
de la vivencia del artista a la obra como cosa, una suerte de acto de conciliación en el
que se da la «superación de una falla esencial de lo humano, por la que el arte es una
solución para un aspecto fallido de la existencia, precisamente aquel por el cual la vida
4
Wallerstein señala con insistencia que «La ciencia [social] es una empresa del mundo moderno». Ver
Immanuel Wallerstein, Abrir las ciencias sociales. Informe de la comisión Gulbenkian p. 4.
5
Kusch le sale al paso a la presunción moderna de un arte universal que mira al mundo desde “fuera del
mundo”, aclarando que la experiencia específica del artista americano surge cuando se crea desde la
“urgencia de vivir”. Para Kusch el acto artístico de la experiencia vital “implica polaridad, porque parte
de la vida como absoluto y se traduce en una cosa incrustada en una sociedad”. Ver Rodolfo Kusch,
“Anotaciones para una estética de lo americano”, en Kenos: revista digital, No. 1, Bs. Aires, 2003, p. 3.
11
y la inteligencia se oponen» (KUSCH, 2003:3).
Para descolonizar una determinada relación de poder es importante determinar
con precisión la manera en que esta se articula. Así, si pretendemos debatir los aportes
del arte al conocimiento humano de un determinado tiempoespacio, estamos obligados a
determinar el lugar que ocupa el arte en la correspondiente cartografía del
conocimiento. Con este planteamiento propongo, antes que debatir si el arte genera o no
un determinado conocimiento para la vida, indagar por las relaciones sociales e
históricas del poder que controla tal pregunta y se extiende más allá del mismo
conocimiento hacia las instituciones modernas que lo delimitan, avalan, legitiman, etc.
¿Quién determina -cómo y dónde- lo que es conocimiento [científico] y lo que
no lo es? Si bien el informe de la Comisión advierte las tensiones políticas y de poder
surgidas durante los siglos XIX y XX al interior de la universidad como institución
suprema del conocimiento, el mencionado documento no logra profundizar el lugar que
en el mapa del conocimiento ocuparía el arte, insinuando tan solo la dimensión de lo
cultural: «¿Cómo superar las separaciones artificiales erigidas en el siglo XIX entre los
reinos […] de los político, lo económico y lo social (socio-cultural)» (WALLERSTEIN,
1995:83). Mientras Wallerstein plantea el desafío de pensar una ciencia indisciplinar, es
decir sin fronteras erigidas por las distintas disciplinas, un determinado número de
prácticas artísticas se ha planteado ya desde hace varios años una estrategia con
pretensión transdisciplinar en la que el artista-investigador apuesta por la dialéctica que
se desprende de dos actos: el diálogo y la apropiación. El primero establece relaciones
discursivas y conceptuales con la ontología y el correspondiente episteme de las
distintas disciplinas del conocimiento; el segundo busca secuestrar sin previo aviso las
metodologías y los contenidos útiles para la subversión humana frente al ordenamiento
arbitrario del mundo. Irrumpir desde el arte implica entonces entretejer la experiencia
específica del acto artístico con aquello que un determinado campo del conocimiento
afirma sobre la realidad en que la experiencia se produce. Investigar desde el arte
implica finalmente elaborar estrategias (contra)cognitivas que, desde la especificidad de
la pregunta que se desprende de la vivencia, desestabilicen los cómodos lugares del
conocimiento universal. Esta capacidad transfronteriza le permitiría al artistainvestigador preguntar y responder desde la indagación de «para qué se vive, se lucha
o se escribe [y crea]» (KUSCH, 2003:3).
Desenganchar para conocer: desafiar la colonialidad del saber [desde las artes]
12
Walter Mignolo introdujo hace unos años el concepto desenganche como una
opción para apartarse, entre otros, de las disputas por el control de la verdad. Mignolo
sugiere entenderlo al mismo tiempo «como desprendimiento y apertura. […] Ya no se
trata de las puertas que conducen a la verdad (aletheia), sino a otros lugares: a los
lugares de la memoria colonial; a las huellas de la herida colonial desde donde se teje el
pensamiento des-colonial» (MIGNOLO, 2005). Hacer arte como una forma de
comprensión y explicación del mundo implica pensar el lugar específico de la
experiencia vital desde la cual surge el impulso del acto artístico frente a la forma de
dominación.
Así, el primer paso para pensar/agenciar desde el arte un desenganche pasa por
lo que yo llamo «las políticas de la pregunta». Buena parte del debate en torno al
conocimiento se centra en determinar la validez del conocimiento (fiabilidad, precisión,
reproductibilidad, universalidad, etc.). Prácticamente nadie pregunta por dos aspectos
fundamentales del conocimiento: el sentido y la ética. ¿Por qué queremos saber y cómo
obtendremos ese conocimiento? A partir de esta indagación la mirada del artista debe
allanar el camino para retornar sobre el Yo, sobre esa selfness tan opuesta a las
indagaciones por el otro. Parte del desenganche que sugiere Mignolo pasa por el desafío
que debe asumir el artista por reconfigurar el régimen de la mirada moderno-colonial
sobre la propia existencia. Si la ciencia moderna busca a un otro al que mirará desde la
distancia epistémica y ontológica, el arte actual podría asumir desde su accionar que no
puede haber otro, porque este otro es parte de nosotros, ese nosotros que hace el estudio
(WALLERSTEIN, 1995:63). Así, investigar desde el arte, implica pensar y accionar
unas políticas de existencia que nos permiten indagar desde el acto artístico en ese
nosotros cuya existencia será puesta en diálogo con otras miradas similares. Conocer el
propio lugar de existencia y creación es el punto de partida para entender el desafío que
plantea Wallerstein: «solo un universalismo pluralista nos permitirá captar la riqueza de
las realidades sociales en que vivimos y hemos vivido [y creado]» (1995:66).
Conclusiones:
El mapeo histórico y cartográfico elaborado por Wallerstein nos pone frente al
desafío de pensar estrategias y prácticas de descolonización del conocimiento que
superen la “compartimentalización del conocimiento” que inicia con “las separaciones
artificiales erigidas en el siglo XIX entre los reinos […] de los político, lo económico y
lo social (socio-cultural)” (1995:53) y se extiende hasta la separación entre ciencias
(sociales y naturales) y humanidades y artes, insinuando que el arte y la literatura
13
sufrirían la misma incapacidad que la historia al no contar con “instrumentos que podían
contribuir al estudio de dimensiones del pasado que estaban por debajo o detrás de las
instituciones, ideas y acontecimientos históricos; instrumentos que el historiador no
tenía: métodos cuantitativos, conceptos analíticos” (1995:46). Wallerstein critica la
presunción universalista del sistema-mundo-moderno así: “La afirmación de
universalidad […] no puede faltar en la justificación de las disciplinas académicas: es
parte de su institucionalización” (1995:83). Las estrategias a ser pensadas y puestas en
marcha desde nuestras realidades específicas no deben ser entendidas como una nueva
disciplina (una más) en busca de una universalidad (1995: 53), sino como un proyecto
transdisciplinario que, al poner en diálogo a distintos campos, experiencias, procesos,
formas de entendimiento, produzca un conocimiento específico, vinculado a
experiencias concretas de vida en la periferia, en el sur. Un proyecto pensado desde
América Latina, pero no limitado a esta región puesto que “refleja entonces el interés de
articular desde América Latina, en conversación con otras regiones del mundo,
proyectos intelectuales y políticos que ponen en debate pensamientos críticos con el
objetivo de pensar fuera de los límites definidos por el neoliberalismo y la modernidad,
y con el propósito de construir mundos y modos de pensar y ser distintos” (Walsh,
2007:110). No se trata de plantear un “nacionalismo regional o continental” al que se
podría denominar egocultura de lo latinoamericano como es posible hallarlo en parte
del pensamiento latinoamericano de mediados/fines del S.XX que, sin superar la simple
proclama localista de una identidad aparentemente propia no se preocupó por atacar la
matriz de poder colonial; al contrario, en muchos casos la restituyó en su esencia
alterando tan solo la forma, dejando el fondo intacto.
Para quienes pretendemos re-pensar el conocimiento –su ontología y sus
procesos éticos- crear prácticas artísticas como formas de generar conocimiento debe
pasar de ser una herramienta de la dominación patriarcal-capitalista a ser un instrumento
de desafío epistemológico que cuestione “el modelo newtoniano: simetría entre pasado
y futuro, [donde] todo coexiste en el presente eterno” al que se refiere Wallerstein
(1995:4). Ello aporta elementos para elaborar una reflexión que nos será de gran
utilidad como punto de análisis para abordar y desentrañar los lenguajes artísticos que
se atreven a desafiar el lugar positivista que la Modernidad decimonónica le adjudicó a
la imagen, sobre-entendida como “huella de lo real”. Los artistas no reproducimos el
mundo, lo interpelamos y reinventamos, aunque sea durante un breve instante.
Bibliografía
14
Kusch, Rodolfo, “Anotaciones para una estética de lo americano”, en Kenos: revista digital, No.
1, Buenos Aires, 2003.
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