Guillermo, el Hilo y El río O sobre la paciencia 1 Guillermo, el río y el hilo. Ó sobre la paciencia. Tesis presentada para cumplir con los requisitos finales para la obtención del título de Antropóloga Autora: Juliana Sánchez Castellanos Director: Carlos Páramo Bonilla Mayo 2011 2 Agradecimientos A mi abuela, por nuestras conversaciones: por sus ojos, por su oído y por su voz. A mi mamá, a mi papá, a mi hermana, por la paciencia y gracias, todos los días a los tres, por esta vida nuestra. A mi hermana, de nuevo, por la diagramación final de este escrito. A la familia Trespalacios Peñas por su generosidad. A todos los joyeros de Mompox por su amabilidad y disposición. Por su apoyo a Carlos Páramo. 3 Abstract. Este escrito observa, a la luz de la antropología simbólica, la figura del joyero momposino Guillermo Trespalacios como arquetipo. Versa su argumentación en el análisis de tres elementos fundamentales: la vida del joyero modélico, la filigrana como arte y oficio y relación de los momposinos con el río Magdalena. Escudriña en la idea de la paciencia y la observa en tanto valor inherente a la filigrana momposina. Propone la posibilidad de entender este trabajo con los metales desde la alquimia en tanto oficios ambos basados en la trasmisión de secretos y regidos por una lógica particular en lo que respecta al manejo del tiempo. El trabajo se construye a la manera en que la filigrana se realiza, es un tejido y como tal parte del entrecruzamiento y anudado de hilos. 4 “(…) «Ya esto me lo sé de memoria, gritaba Úrsula. «Es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio» Primer atardecer en el callejón de la Sierpe. El blanco de las casas momposinas se torna amarillo con la luz de los faroles encendidos: enormes paredes ambarinas surcadas por las sombras de los cables de luz y las rejas que encumbran descomunales ventanas. Todos los días son el mismo, “el río nos dio las espaldas y eso hizo que nos envenenáramos, quedamos perdidos en el tiempo”1. En este pueblo el tiempo sobra, zozobra. Me sorprendo a mi misma perdida en una mancha café en la pared de la casa de la Nena Ocho, justo en frente a la mía. La mancha mueve su cuerpo en un segundo exiguo y vuelve a su posición inicial. Alcanzo a dudar si lo vi o lo imaginé. Se contorsiona, de repente tiene cuatro patas y una prolija cola. Corre en dirección opuesta a la del farol, se confunde con las sinuosas sombras de las rejas forjadas. Amplío mi mirada y caigo en cuenta que la pared entera es una enorme conmoción de manchitas epilépticas, manchitas con patas y cola: la pared baila. El río está bajo, es necesario descender varios escalones para llegar a él y mojarse los pies. Yo no río, el tiempo se prolonga y no tengo risa, mi abuela habla lento y vuelve a los dolores como si con nombrarlos, numerarlos, inventariarlos, los exorcizara: el glaucoma, la catarata, la presión que sube, la que baja… los nervios, y de vuelta al glaucoma. Concluye que la vejez es una enfermedad y se suspende en silencios perdidos quizás localizando mentalmente los lugares que advierten otros días, la piel acariciada, las yemas de los dedos pasándose por los rizos tupidos de sus hijos sobre el regazo. En cierto momento los días 5 empezaron a repetirse, idénticos: tan vividos como por vivir, en un solo cauce circular, irrefrenable; con los años los niños se fueron y ella volvió a Mompox para no poder salir nunca más y quedarse a recordar, incluso, días no vividos y contagiarse de esta especie de nube sin fiebre ni furor que añora siempre ver el mercado funcionando y al progreso cruzando entre nubes de vapor enfrente de La Villa. La piel de mi Abuela: piel ahora surcada por líneas cansadas, indicios, sentencias, manchas luminosas. “Por Mompox se pasaba, ahora a Mompox sólo se llega”, reza el dicho. Hubo un tiempo, un largo tiempo, en el que las cosas eran muy distintas: primero fue el tiempo de los Malibúes, indígenas bravos y fuertes. El río servía entonces de alimento y según las lluvias se cazaba, se pescaba o se sembraba: en ese entonces, como ahora, siempre que llovía el río se crecía, pero el agua corría contenta por entre los canales, regando hasta la yuca más lejana. Ahora el río se ha vuelto “orín del diablo”, como dicen los ancianos en los parques de la ciudad. Ya no nadan muchos peces por sus aguas y los planchones se encallan si se arriesgan a pasar por este sedimentoso brazo del Magdalena. Cuando llueve, las aguas pierden su cauce, pues el río siempre es el mismo y las aguas que caen nunca remplazan a las que corren (que ya no corren) sino que las suman, ocasionando el más grave estropicio y pudriendo todo lo vivo. Cuando eso sucede, los vaqueros llevan cantando a los animales lejos de tanta humedad y los encaraman donde la podredumbre no alcance. “¡Arrepújenlo y que lo cante el guía! Fue así como comenzó la tonada el vaquero guía: Cuando yo tenía ganao, Cantaba mi vaquería, Ahora que no tengo ná, Yo canto a la vida mía. El patrón se había quedado recostado en el corral oyendo como se iba alejando el canto del vaquero: 6 Si la guacharaca supiera, La fuerza que manda un tiro Ni comiera ni bebiera ni saliera de su nido. Juan el capataz, le advirtió al cantador: El guía no debe dejar de cantar porque se detiene el ganado y rinde menos la jornada.” (Di Filippo, 2000: 19)i En la Albarrada de la Sierpe, los atemporales orines del Diablo corren tropezándose frente a mis ojos. Aquí donde ahora duerme todas sus noches la niña Nora, mi abuela, estaba una vez Suasúa y junto a éste Mompox, los dos barrios malibúes donde el 3 de mayo de 1537 hubo de fundar Alonso de Heredia La Villa de Mompox. Hoy barrio arriba y barrio abajo respectivamente. Cada barrio de la antigua población indígena era gobernado por un cacique al cual le debía su nombre, y justo en el centro, en el actual Parque del Tamarindo o Parque de Bolívar (con su estatua-centro de todas las ciudades), se erigía otrora una gran choza2. Las huestes españolas dilucidaron la importancia estratégica de la isla, conquistándola se establecía un puerto importante que comunicaba con las minas de Antioquia, con el interior del país y con la costa Caribe. La zona fue rápidamente conquistada, aunque no sin dificultad, y sus pobladores sometidos y esclavizados. Mompox, por encima de las fundaciones de Tamalameque y Tenerife, se constituyó en epicentro de la zona y puerto obligatorio de descanso en el viaje por el Magdalena hacia el interior, así como lugar de acopio y contrabando. Era esta ciudad de casas solariegas el lugar de residencia de los encomenderos de toda esta zona. Poco a poco algunas familias españolas se fueron viniendo con sus hijos; construyeron casas a imagen y semejanza de las que tenían junto al Mediterráneo y tras su pista no tardaron en venir todas las compañías religiosas con sus cristos crucificados al hombro y varios indios fuertes a hacer iglesias y i Di Filippo Peñas Virgilio, 2000. Cuentos de mi Tierra. Giovanni di Filippo (ed). Bogotá. No habiendo mejor forma de introducir el texto que refiero cito su contraportada, “Pocas veces, las letras momposinas ofrecen un compendio de escritos con sabor regional. Esta es una de esas. El “Tío Mono”, ha sabido de una manera sencilla, autodidacta y con la sensibilidad posible de la “Mamá Esperanza”, mostrarnos a través de sus escritos, aspectos que se confunden con la historia, el costumbrismo, la poesía y la simple narrativa”. Lo dicho. Este libro lo encontré en la biblioteca de una casa de familia en Mompox. En él he hallado un verdadero objeto de estudio etnográfico, no sólo porque quien habla de Mompox es un momposino, sino también porque es un documento producto de ciertas relaciones sociales que lo producen a él y a su autor. Relaciones sociales particularmente interesantes siendo que éste fue joyero durante su vida. 7 colegios. Había tanto oro que hasta hubo quienes compraron títulos nobiliarios y se hicieron marqueses: gordos marqueses, me imagino yo, sudando y abanicándose en medio de la canícula del Caribe. Después, mucho después que los mismos contrabandistas gritaran independencia -“gracias a Dios que ya es Semana Santa, a ver si con los aguaceros del Jueves y Viernes Santo se sale ese sapo podrido del desagüe, me tiene cansada, que olor tan maluco” me dice mi abuela con seria preocupación- Después de que Bolívar exclamara que a Mompox le debía la gloria, después de que los bogas nacieran, crecieran, amaran y murieran debajo de la cubierta de los barcos, después de Candelario Obeso incluso, Mompox seguía siendo ciudad ejemplar, La Valerosa, la ciudad culta, Ciudad de Dios: la de ir a estudiar y a rezar. Pasaban los barcos de vapor de las compañías transportadoras de pasajeros elegantemente vestidos bailando sobre las ondas del Magdalena, seguidos de colas de remolcadores petroleros y champanes que escalaban en cada puerto del caudaloso brazo de Mompox. Pero el río se fue para el otro lado de la Isla, atravesó las cosechas, mojó a los campesinos y se mudó para las Tierras de Loba, conectándose con el Cauca por Magangué y haciéndose esta última ciudad prospera y floreciente. Mompox quedó aislado, con las puertas de sus casas abiertas por si llegaba algún viajero cansado y con los puestos vacíos en el colosal mercado frente al río. Ahí están ahora, con sus trajes envejecidos y sus silencios pesados, momposinos y momposinas ricos y pobres: mirando al río, añorándolo en medio de la bilis negra que flota en el aire, hombres caimanes encallados en riberas secas, enlodados hasta la tristeza, antiguos contrabandistas con las manos llenas de oro, antiguos pescadores de atarrayas siempre tensas, todos mirando el río, hablándole, dándole a él su carácter: río paciente, río que espera, río sabio. Momposinos pacientes, momposinos que esperan, momposinos sabios. 8 “Sentado en la raíz de una frondosa ceiba a la orilla de mi río, me sentí navegando con tristeza en el recuerdo de mi pasada infancia y en un sueño de gaseosas neblinas me puse a charlar con la vieja arteria de mi dormido pueblo. Embarcado ya en mi nave de ensoñación, le pregunté a mi amigo río: - ¿Cómo estás, viejo amigo? – Con mucha calma me respondió; Aquí compañero, como un anciano andrajoso y escurrido (cursivas del autor)- Ten paciencia amigo mío, que no hay mal que dure cien años, - ni río que lo resista,- remató él y siguió hablando con un dejo de enfermo desnutrido: Ya cumplí un siglo de paciencia, esperando a que no sigan enlodando más mis venas.- espera un poco más, viejo río – le dije- para ver si nuestro pueblo toma conciencia de lo que vales para nuestras vidas, él me contestó: - Me estás pidiendo más, si yo de paciencia vivo lleno y de tanto esperar se me está agotando el poquito de agüita que tengo- No pierdas la esperanza, viejo río, que así como yo te quiero, puede llegar al poder un hombre bueno a limpiar tu lecho que fue cuna y es la historia de la patria. El río con suave brisa me refrescó la mente y con una voz de murmullo me respondió: - ¿Te acuerdas cuando te zambullías en mí y golpeándome con tu cabeza, ya alegre te bañabas con mi agua dulce y fresca?- Como no he de recordarlo, si por eso estoy aquí, para conversar contigo de esas cosas viejas. Cuando volví a mirar la cara de su empañado espejo, ya la tenue brisa lo había sumergido en un profundo sueño de gigante vencido. Fue aquí cuando mi pensamiento desenredó el torbellino de mis recuerdos y mirando el agua mansa, me puse a dilucidar los remolinos de mi romántica añoranza. El río era la alegría y la vida de la ciudad; cuándo dos barcos se saludaban frente a ella con sus alegres pitos en un sonar de fiesta, la gente que llenaba La Albarrada bailaba de contenta y no faltaba quién gritara con alegría ¡viva el río! Cuando ya se amarraban en el puerto, todo se confundía en alegre gritería, pues no se sabía que se ofrecía más, si las garcitas de balso, si los aretes de oro, o si las alcarrazas de barro; sin contar tantas cosas más de la artesanía momposina”3. Vuelvo a las salamandras en la pared de al frente. Hace tanto calor que ya no recuerdo si alguna vez viví una noche fresca. Llego a preguntarme cómo hacen nuestras mecedoras para balancearse en tan denso sopor. Mi abuela equilibra el peso de su cuerpo e intercambia el cruce de sus piernas, me mira y empieza a abanicarse con fuerza; ahora las dos miramos hacia el final del callejón, donde hubiera de verse el Magdalena si no estuviéramos en 9 verano y en su lugar, justo donde la vista empieza a hacerse borrosa, las vacas duermen entre pastos altos. “Mompox es de los parajes más calientes que yo he visto. Hace seis veces más calor sin inmutación todo el año que en España en medio de la canícula. Cae en la mitad del río de la Magdalena de Cartagena hasta Honda. Todo monte cerrado, donde no se ha visto jamás un soplo de viento, y en clima a menos de 10 grados de altura del Polo. Propiamente es un infierno chico. Por las noches no se podía parar en la cama; quitaba el colchón, menos; me quitaba la túnica, tampoco; me ponía desnudo sobre los ladrillos, y no podía parar. De estos calores nos salió a todos un salpullido como sarna en todo el cuerpo, con una comezón que nos traía locos.” 4 *** Las puertas siempre han estado abiertas; basta sólo con dar un paso adelante y se está adentro… adentro, con el frescor de los jazmines en el patio y el olor de mampostería húmeda. La joven saludó desde el otro lado de la puerta abierta y del interior de la casa salió a recibirla una elegante mujer. Se sentaron en el zaguán, una salita pequeña de mecedoras junto al florido patio interior. Con cuidado, la señora posó en su regazo un cofrecito forrado en cuero, sin cerradura, lo abrió y una a una fue sacando las prendas que allí, en la joyería El Kilate, se vendían. La joven no hablaba, se mecía en su sitio como en un champán que cruza el Magdalena y de cuando en vez bebía enormes tragos de jugo de tamarindo. Era una mujer mayor, hermosamente ataviada, de sus orejas colgaban delicados hilos que se tocaban y enroscaban a cada cierta distancia, formando bellísimas hojas como enredaderas bajo el rocío; los aretes se plegaban y se torcían con la cadencia de sus movimientos. Cuando inclinaba la cabeza y fruncía el seño para buscar las prendas que ameritara mostrar, un plateado acuático le mojaba los hombros. Del patio por donde entraba la mañana brillante – palmas, alegrías, jazmín frondoso, jaula para el loro, árbol de mango, pozo profundo cubierto de helechos, línea de cal que alejaba hormigas- entró muy despacio 10 una morrocoya. La mujer hablaba y explotaba en carcajadas descomunales. La joven dibujó un círculo en la baldosa con el pie derecho y la mujer le ofreció un mango que la joven comenzó a pelar con calma. - Todos estos son diseños únicos, todos creados acá en el taller por mi marido y los demás muchachos - - ¿Su marido es quien hace todo esto? – En una muy sencilla mesa de centro, de madera algo cuarteada y con un arreglo de flores de plástico en la mitad, reposaban decenas de joyas de plata: aretes en forma de gotas de lluvia, flores, círculos engranados en largos pendientes, prendedores de arabescos entorchados, anillos que repetían una secuencia fija entre espirales densas e hilos menos apretados. La mesa entera llena de objetos de minucia extrema y calculado detallismo, objetos llenos, completos, todos ellos tejidos sin vacíos, en los que la ausencia también decía, con hilos que repetían en un orden particular la misma forma agregando variantes ordenadas también. - Si mi niña, todo esto lo ha diseñado mi marido. Bueno, hay algunas prendas que sí las hace todo el mundo, como esta roseta - levantó un anillo con una flor de cinco pétalos que desde el centro alcanzaba los lados de un marco cuadrado- o estos aretes que están tan de moda últimamente- y señaló unos pendientes que estaban conformados por tres círculos engranados, cada circulo constituido a su vez por muchos más a él concéntricos. - Todo esto está muy bonito seño, que impresión- - Si es verdá- - ¿Y en oro? ¿no tiene en oro nada que me pueda mostrar?- 11 - No, en oro no se trabaja ya, sólo una o dos joyerías lo trabajan, se ha puesto muy caro el material y se hace muy difícil- - Y esos aretes que tiene usted- - Ay, mija, fíjate que estos aretes si no tienen ninguno otro parecido, me los hizo mi esposo a mí y sólo a mi me los dio, nadie más en Mompox hace este diseño, porque él los hizo para mí- …-pero bueno, ¿qué quieres llevar?- - No seño, yo no tengo plata, yo quería sólo venir a visitarla y ver el trabajo de su marido, conocer las joyas- La señora soltó una sonora carcajada, liberó su cuerpo y se volvió a acomodar en la mecedora -¡Niña pero si tú debes ser la nieta de Norita!- - Sí, yo soy su nieta- - Ay…hubieras dicho antes, tanto cachaco tieso que viene por acá a comprar, una muestra todo con tanta cosa, ¿si has visto? Sobre todo ahora en Semana Santa, vienen todos con esa cara que tienen a mirar los pasos y a comprar filigrana y se van – cómete otro mango, no hay mangos como estos en ninguna otra parte de Colombia, ¿quieres carimañola? ¿ya las probaste las carimañolas?- - Ay gracias seño- - Pues mira yo me encargo de mostrarle a la gente las prendas, es él quien las hace, y yo no sé cómo se hacen bien; mejor dicho sí he visto, pero hacerlas, nunca las he 12 hecho- Es mejor que te pases mañana y yo ya le voy diciendo que viene la nieta de Norita a mirar el taller y eso- - ¿acá? – - Si, si, acá mismo está el taller, allá en el patio de atrás.- La siguiente fue una mañana brillante, como todas las mañanas de la Tierra de Dios. Ella salió de la casa de su abuela y caminó por toda la Albarrada hasta llegar a Barrio Arriba, donde residen ciertos gremios de artesanos: armadores, ebanistas, carpinteros, joyeros y antiguamente también los calafateros. Vio San Agustín con su callejón lleno de flores violeta, pasó por los Portales de la Marquesa y se escondió en la sombra de sus enormes aleros; anduvo entre las ceibas del parque y finalmente, a la altura de la iglesia de Santa Bárbara, volteó por un callejón en dirección a la calle del medio mientras agitaba con fuerza el abanico de palma. Se detuvo frente a una casa de ventanas verdes abiertas de par en par y gritó -¿Buenos días?-. La imagen de la mañana anterior se repitió con exactitud: del interior de la casa salió la elegante mujer a recibirla. Poco después apareció un loro volando a medias y tras él una adolescente que allí trabajaba. La señora y la muchacha se pusieron a luchar con el loro que quería escapar pero no podía, y ella terminó entrando sola a la casa. Recordando lo que había escuchado caminó hacia donde debía estar el taller si en el patio de atrás se encontraba, abrió una reja de metal y dio un paso adelante. Este taller es todos los talleres: todos los talleres son éste. Era el lugar más fresco que un paraje como Mompox podía tener, la brisa agitaba algunas plantas con flores en el fondo y el sol parecía brillar incluso menos que en las calles. Más cerca, un árbol de limones daba sombra al centro del patio; a la derecha un pozo no muy hondo reflejaba mejor que cualquier espejo el cielo azul de marzo. Ella advirtió que este patio no era un patio, por la balanza que estaba dispuesta frente a sus ojos; era lo primero que cualquiera podía ver si cruzaba la reja que dividía este lugar del resto de la casa: balanza de hierro con dos brazos iguales: libra cuidadosamente guardada dentro de una caja de vidrio colgada de la pared. Y entonces el silencio se hizo palpable y cayó sobre su 13 cuerpo como una niebla espesa, como si de repente alguien hubiera puesto en ese patio un cristal que todo lo aislara con hermetismo. Dejó de ver la balanza y notó que al menos diez pares de ojos la miraban con seriedad. Nadie dijo nada. Ahora, desde donde estaba parada se veían también pequeñas mesas de madera por todos lados: contó rápidamente: seis bajo un techo de palma, antes no visto, a la izquierda del árbol central; dos justo a su lado derecho y dos más a su lado izquierdo, junto al especular poso. Los seis personajes debajo del techo la miraban inquisitivamente desde sus asientos; otros tres, los de los lados, miraban a su vez a aquellos que la miraban y uno más, viejo y de pie con los brazos plegados sobre su pecho y entre sus manos una pequeñísima joya, esperaba que ella algo hiciera… que dijera su nombre, tal vez que explicara por qué estaba allí, quién le había permitido la entrada. Nadie decía nada. La joven prolongó lo más que pudo el silencio y se permitió una última vista panorámica del lugar; quería hacerse a los objetos que sus ojos veían, a ciertos olores sutiles que allí se respiraban. Cada hombre trabajaba sólo en su mesa, sostenían todos algo entre sus dedos: una pinza, una concha marina llena con un poco de polvo brillante, un soplete, una prenda hueca, un hilo de plata…En la esquina que encontraba el muro del que pendía la libra y el muro al que se aferraba el techo de palma, se hallaba, resguardado del viento, un bloque de piedra que habría de llegarle al ombligo de quien junto a él se parara. No debía decir nada, pensó la joven, no diría nada, obligaría a sus ojos a ver mejor sobre esa piedra: un gran cúmulo de cenizas nunca retiradas, quemadas mil veces; dos ladrillos tiznados hasta la blancura; un objeto de hierro semejante a un molde y en la mitad una cuchara de barro rojo con un mango grueso e interminable y una cabeza profunda y brillante. Junto al pilar un tanque de gas, un fuelle y un soplete cuidadosamente colocados, y al otro lado una estantería desbarajustada llena de frascos de vidrio de todos los colores: de cuellos largos y cortos, sin avisos ni etiquetas, todos sellados con corcho o con tapones improvisados con cartón enrollado. No diría nada. Otro cimiento de piedra del mismo tamaño pero mucho más angosto, golpeado, de un color marrón sucio como moretones si de carne fuera y sobre él un martillo, de hierro también. El hombre viejo, que se mantenía de pie, miró seriamente a los demás y el taller completo volvió a su trabajo. Ella tuvo la sensación de que todo pulsaba con el martilleo de uno que había ocupado el lugar que ella estaba mirando. Crecía el murmullo de los señores con sus sopletes. El hombre dejó caer los brazos e interrogó a la muchacha. 14 - ¿Buenos días?- - Buenos días señor. Mucho gusto, yo me llamo Juliana Sánchez y ayer estuve visitando a su esposa y mirando las prendas. - Bueno entiéndete con ella para esas cosas.- se volteó mientras decía estas palabras. Como si con moverse empezaran a ser visibles, aparecieron al otro costado del techo de palma unos pesados artefactos grises y negros, herramientas enormes, todos sobre gruesas bases de madera; había tornos, palancas y unos algo más pequeños, que ella no conocía. Hechos casi por completo de madera, con una base de la que salían varios cilindros de hierro delgados y cortos perpendiculares a esta y algo como un rodillo delante del cual se desprendía un espacio en descenso por el que, pensó ella, debía caer algo. – bueno, es que yo venía para ver cómo es el trabajo de la filigrana, ¿aquí se trabaja no es así?- - Sí, aquí trabajamos la joyería. Nosotros somos joyeros pero si quiere mi esposa le puede contar cómo se hace la filigrana allá en la sala … siga- - Si, es que estuve hablando con ella y me recomendó hablar con usted- - Ah…si si, mija, tu eres la nieta de la niña Nora Santos- bueno, ya te cuento más o menos como es el proceso- El hombre se detuvo, no sabía cómo comenzar su relato, al parecer tampoco quería hacerlo. – Tu vienes a tomar unas fotos y ya ¿cierto?- hay varias personas que vienen en estas fechas a tomar fotos de uno trabajando… sigue tranquila, los muchachos hacen como si no estuvieras- 15 La joven dudó pero insistió una última vez – ¿Me podría explicar usted?, para no molestar a los muchachos…- *** Él despertó de la ensoñación del juego al escuchar el grito de su madre dos callejones más allá - ¡Guiiillooo!, ¡no joda!, ¿dónde se habrá metido este pelaíto?- Cuando el sol estaba en su punto más alto y por las calles de Mompox no andaban ni los fantasmas. Guillo, embarcado en una juerga solitaria más, empujaba un aro de madera con una ramita: desde el Colegio Pinillosii hasta su casa en el callejón de San Miguel, el aro rodaba veinte centímetros y se caía hacia un lado, entonces Guillo se agachaba y con las manos enderezaba la astilla de la rama para volver a engarzar la pequeña rueda; andaba así, y dos pasos más allá volvía a suceder lo mismo, hasta que el niño concluía que era hora de pelar la rama y sacarle una nueva astilla. Buscaba entonces un cuchillito en el bolsillo de sus pantalones y sentado en el pretil de la Calle del Medio emprendía su tarea. Siempre sudaba así, de esa manera fresca; se olvidaba del medio día, del viudo de pescado esperándolo en la casa, de su mamá, del día de mañana, de todo aquello que fuera más allá de sus juegos minuciosos y repetitivos. Se oyó de nuevo el alarido, esta vez más impaciente. Guillo levantó el aro con la mano izquierda y salió corriendo en dirección a su casa. La madre lo oyó entrar y enseguida encendió el brasero para calentar el viudo que ya el resto de la familia había comido; sus hermanos jugaban en el zaguán en medio de una ii Orgullo de la ciudad y en esa época y hasta 1936 llamado Colegio Universidad de San Pedro Apóstol. 16 algarabía acogedora, todos perseguían a un loro sin plumas en las alas que caminaba de un lado para otro; su papá, hombre serio, se mecía con la camisa desabrochada bajo la sombra del alero interior, mirando en silencio las flores del patio, entre dormido y despierto. -Los muchachitos como tú – dijo su madre mientras se movía rápidamente de un lado a otro de la cocina- deben estudiar y ayudar en la casa, haciendo mandados, yendo por las cocaditas, cuidando a sus hermanos…- El niño se acercó a la mesa y se quitó la camisa almidonada que en la madrugada se había puesto para ir a estudiar, con el pecho lavado en sudor se sentó a comer, dividió el pescado en dos y se detuvo, luego lo volvió a dividir, cuatro pedazos, una vez más, ocho; organizó cada pedazo formando un circulo en el plato, dejó la yuca en el medio y fue comiéndose en estricto orden cada trocito. - Y siempre con esas cosas tuyas, ¡ay Señor!- Guillo terminó de comer y deslizándose en la silla ubicó ambos brazos detrás de su cabeza para reposar. Escuchaba atentamente a su madre - ¡Son dos Señores!- respondió el señor Trespalacios desde su mecedora. Madre e hijo voltearon a verlo y los tres sonrieron – no regañes al pelao que ya llegó del colegio y el es estudioso, déjalo tranquilo, al menos hoy que cumple años-. De las axilas de Guillo se asomaban los primeros indicios de la pubertad - Bueno, levántate ya y ponte de una vez a trabajar, ve al mercado y me buscas fríjol bastante que voy a hacer dulce- Al muchacho se le iluminaron los ojos y sin vestirse el pecho salió camino al mercado, frente a la iglesia de la Inmaculada Concepción. - Mija, el muchacho nació para joyero, y hoy cumple ya trece años, debe empezar a ir al taller - 17 El niño caminaba por la Albarrada hacia barrio Abajo; esta calle era la única que a las dos de la tarde tenía vida, los pescadores almorzaban en los restaurantes construidos sobre los playones, bandadas de garzas blancas se levantaban cada que un barco grande pasaba y las iguanas sobre las ceibas movían su cabeza con el sonido del vapor. Mientras más cerca estaba del mercado, más ruidoso se ponía el ambiente; la orilla del río estaba llena de arboledas de mimbre y debajo canoas cargadas de madera, maíz, manteca, sal, arroz y café; algunas señoras se acercaban allí directamente a comprar y las más osadas se metían al edificio del mercado, con sus mil olores y sus 40ºc a escoger de entre la mayor variedad de colores y tamaños. Los pescadores que recién llegaban de pescar y venían aun todos juntos, empezaban a tocar con palos o baldes vacíos el fondo de la canoa para que todo el que quisiera llevar pescado fresco viniera. Guillo llegó al puerto- las lavanderas restregaban la ropa y sus hijos pequeños se lanzaban desde las proas de los barcos- se paró dándole la cara al río, de espaldas a los enormes arcos del mercado, y empezó a jugar con las monedas en su bolsillo –“Fríjol para el dulce- dulce para el fríjol -para el dulce fríjol dulce”- repetía en su cabeza jugando en medio de la barahúnda del mercado, mientras pensaba en todas las cosas y en ninguna. “Ahí vienen los flecheros, seguro traen buena pesca” gritó un viejo con sombrero junto a él y señaló una canoa grande que venía en dirección de la Ciénaga de Pijiño. La algarabía se agolpó frente a las numerosas escaleras que constituían el puerto y una felicidad cotidiana rodeó al muchacho. La embarcación fue acercándose lentamente, los hombres que allí venían no parecían traer tan buenas nuevas, ninguno miraba al pueblo, todos estaban concentrados en uno que yacía en el suelo de la canoa. “Otro que casi se lo zampa un caimán”, comentó una voz hermosa al lado suyo, Guillo giró para ver quién había hablado y frente a sus ojos estaba la niña más linda que jamás hubiera visto; sonreía y rumoraba con su hermana , ambas de la mano de una madre con cara preocupada y no pocas ganas de ver al herido. Guillo olvidó el suceso y el tumulto y se suspendió en la imagen que expulsaba sin freno palabras como campanitas diminutas. 18 *** “Antes por Mompox se pasaba, ahora a Mompox sólo se llega”. Han de ser poco menos de las ocho de la noche pero yo estoy agotada, me duele cada músculo del cuerpo, llegar acá es necesariamente difícil. Ahora soy esta espalda encalambrada y estos brazos ardidos, soy esta sed cactus, sed sedante. Recuerdo haber estado sentada en la mañana en un avión que de Bogotá me llevó a Montería. Sí… suspiro y mi abuela saluda a una señora delgadísima que corre descalza por el pretil – ¡Adiós niña Nora!- -¡Adiós Pachita!- Sonrío y levanto mi mano para saludar a la vecina, me paso los dedos por la cara aún muy sucia- todavía no me he quitado el viaje de encima de la piel- y vuelvo en mi cabeza a los pasos de mi travesía. Recuerdo en Montería haber encendido un cigarrillo y concluido simultáneamente que fumar en tierra caliente ahoga; luego recuerdo haber pagado un cupo en un taxi y haberme acomodado entre dos enormes señoras cada una con un niño de dos o tres años y adelante otra más con un bebé de brazos. Recuerdo que hablamos de los males de ojo y de la buena salva que resultan las pulseras de oro en las muñecas de los niños, que van haciéndose negras en la medida que chupan la envidia y luego basta con retirarlas para curar al niño. Recuerdo haberme dormido mientras cargaba al hijo de la doña junto a mí para que ella pudiera recibir en sus piernas la brisa que por la ventana entraba, sentí que nuestros sudores derretidos nos adherían a la cojinería. Recuerdo haber despertado dos horas después, para bajarnos las cuatro, los tres niños y mi mochila en Sincelejo. Recuerdo haberme despedido de cada una y haber caminado hasta el terminal donde junto a un joven que parecía hacer todo dormido ocupé el puesto en un bus que nos llevaba a Magangué, recuerdo el sonsonete triste de un vallenato reciente. Tres horas después recuerdo haber hecho equilibrio sobre unas tablas que flotaban en el puerto, sólo por jugar mientras se llenaba la chalupa. Recuerdo haber elegido, como siempre, el puesto que está donde la 19 embarcación rompe la corriente, allí donde uno queda lavado y despelucado, recuerdo haberme soltado el pelo y la sensación anual de saberme en el río, a poco de la casa de la abuela Nora. Recuerdo la tantas veces constatada imposibilidad de continuar sobre las ondas y después el muchacho que de Bodega se ofreció a llevarme a Mompox en su moto: cuando viaje en moto, más aún si está en tierra caliente, no olvide cubrirse los brazos. Ahora arden. Bostezo, me pongo de pié y voy hasta la cocina por algo de tomar. Tengo sed saliva, sed garganta, sed interminable “Fue así como emprendieron la travesía de la sierra. Varios amigos de José Arcadio Buendía, jóvenes como él, embullados con la aventura, desmantelaron sus casas y cargaron con sus mujeres y sus hijos hacia la tierra que nadie les había prometido. (…) Fue un viaje absurdo. A los catorce meses, con el estómago estragado por la carne de mico y el caldo de culebras, Úrsula dio a luz a un hijo con todas sus partes humanas. (…). Una mañana, después de casi dos años de travesía, fueron los primeros mortales que vieron la vertiente occidental de la sierra. Desde la cumbre nublada contemplaron la inmensa llanura acuática de la ciénaga grande, explayada hasta el otro lado del mundo. Pero nunca encontraron el mar. Una noche, después de andar perdidos por entre pantanos, lejos ya de los últimos indígenas que encontraron en el camino, acamparon a la orilla de un río pedregoso cuyas aguas parecían un torrente de vidrio helado. (…) José Arcadio soñó esa noche que en aquel lugar se levantaba una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejo. Preguntó qué ciudad era aquella y le contestaron con un nombre que no tenía significado alguno, pero que tuvo en el sueño una resonancia sobrenatural: Macondo”5 Muy largo. Fue un viaje muy largo. Venir acá es una proeza, una penitencia, una peregrinación a la lejanía, al nicho intacto de la cultura regional del Caribe. La Depresión Momposina: hogar de Alejandro Durán y el Hombre Caimán, de Totó y de la Llorona, del bollo limpio y el primer latifundismo, de la brujería y la poliginia y el diablo y la vaquería y la bonachería y el honor y, y, y… Y pensar que ahora están atrapados en una vida ribereña sin agua potable y kilómetros sin fin de haciendas ganaderas propiedad de personajes de dudosa legalidad. “El río se ha vuelto orín del diablo”; la afirmación es tan concreta como su enunciación. El brazo de Mompox ha sido orinado por el diablo, quizás 20 estos orines hayan caído sobre las aguas del antes hermoso río, como maldición sobre las cabezas de todos los momposinos, quizás estos líquidos mefistofélicos hayan espesado hasta tal punto las aguas del brazo de Mompox que de facto antes por aquí se pasara y ahora sólo se llegue…y llegar acá es necesariamente difícil. Me parece estar viendo dos pescadores sentados en la muralla, junto a ellos dos prestantes hombres vestidos de lino, los cuatro suspiran y se lamentan con morriña viendo cómo este pueblo se asemeja tan poco a lo que fue antes. “[…] Un ambiente plomizo parece abatirse sobre esta ciudad, toca de orín los resortes de la antigua acción, opaca la luz de los viejos heroísmos, desdora los empeños actuales, abaja los ánimos, quebranta las voluntades. […]”6 Yo huelo el fresco que se levanta del vaso de metal, introduzco mi nariz por la boca de éste y siento efervescer mil burbujitas contra mi cara, pongo ahora mi mejilla, los labios, la oreja, pzzzzz, un siseo prolongado, propicio, como el silencio amarillo de noche. Sonrío y bebo de un solo sorbo lo que queda de gaseosa. -Esto sí es importante-. Yo escucho y en un aspaviento de sutil impaciencia mi abuela…-Esto sí es importante, así debería ser la vida: el tiempo que ella impone, que Mompox exige: calmo y redentor-. Yo escucho, yo huelo el fresco que se levanta del vaso de metal y en un aspaviento de impaciencia mi abuela exclama: - Ya vas a ver Julianita, en Semana Santaiii es como si este pueblo estuviera vivo- - ¿vivo?- - El año pasado vinieron tres mil nazarenos de todas partes a cargar los pasos, es hermosísimo: yo abro las ventanas para que entre la gracia de Dios y me pongo a mirar a todo ese poconón de pelaitos que salen a comprar dulce de fríjol, de leche, de tamarindo, de mango, de limón... Acá la gente estrena en Semana Santa, no a iii La Semana Santa en Mompox se celebra de manera completamente Popular, por fuera de cualquier dictamen clerical o gubernamental. 21 final de año como en todas partes, entonces es bellísimo ver toda la semana el pueblo tan estrenoso y limpio y la gente tan contenta. Todo el mundo va muy elegante, menos los turistas, que se atraviesan en todas las procesiones, y esas gringas jovencitas con sus falditas… qué irrespeto.- como te digo, es una bulla permanente de día pero por la noche, cuando vienen las procesiones, la gente es solemne y camina en silencio. Hay pasos que son marchados y otros que no- - Yo quiero verlos abuelita- - Bueno, pues el jueves es el paso robado y mira que el Martes Santo, es la procesión de la Dolorosa, que pasa por acá, por este callejón, como a las ocho de la noche.- Miro el callejón y pasa frente a mis ojos una multitud silenciosa e interminable de dolientes que se duelen en medio de mil candiles bajo la imagen de la Virgen Dolorosa. Recojo en un solo manchón de luz la imagen difusa de lo que entiendo por procesión de Semana Santa. Allí está la masa de túnicas sin rostro que cargan la imagen. Aquí, o sentada en la terraza de las primas de mi papá, yo, mirando la puesta del sol y repitiendo con los sentidos, los más juiciosos, el ir y venir de los rostros penitentes, oleaje amarillo de pieles húmedas. Yo escucho, y de nuevo me pierdo en este silencio y este callejón vacío. -Es algo que nunca te podrías imaginar Julianita, tú que te quejas por cipote viaje que te pegas para venir a visitarme. Los nazarenos sí viajan de verdá. No, no es lo que te imaginas, no se parece a nada que hayas visto en otras semanas santas. Yo estuve con Dora una vez en la Semana Santa de Popayán, es serísima, ordenadísima, eso le hace falta a la de acá, todo el mundo va circunspecto con la procesión, es más organizado, acá es una cosa… que no te imaginas el boroló que se arma. Tienes que verlo. Y ve al cuarto, junto al altarcito están las gotas para el glaucoma, pónmelas por favor que ya son las ocho, una sola, y nos vamos a dormir. -Dónde…-murmuro desde el cuarto en que siempre han estado las dos camas y el altar- Dónde… déjame buscarlas…creo que me acuerdo .Ya, acá están, te las llevo… 22 Así que Mompox no está vivo, Mompox está maldito, maldecido, envenenado por el mismísimo Diablo. Yo hablo con mi abuela, yo hablo con la Nena Ocho y con el tío Lacho, yo hablo con los viejitos en el parque San Francisco: “En Mompox ya no pasa nada”. “En Mompox el tiempo no pasa” “El río nos dio las espaldas y eso hizo que nos envenenáramos, quedamos perdidos en el tiempo” he aquí una parte fundamental de la teoría que de su mundo tienen los momposinos. *** Ella permaneció inmóvil. No quería hostigarlo y sin embargo…una secuencia de pensamientos atropellados…una sentencia perentoria…una premura… la obligó a insistir. Endurecía su puño –signo infalible en ella de vergüenza o nervios-… -Está bien, no te preocupes.- El viejo señor caminó hasta el marco de la puerta y allí se detuvo, con un ademán de la cabeza le indicó que la siguiera y ella así lo hizo. Atravesaron la reja forjada que los separaba del resto de la casa y él le ordenó a ella que esperara un momento. Ella lo observaba mientras él, con tres movimientos calmos trasladó una de las pequeñas mesas que antes había en el fondo hasta el patio central, que hacía las veces de corredor principal y desde dónde bien podían verse varias de las habitaciones de la familia; acercó también un ventilador de pie y dispuso una silla adicional frente al menudo escritorio de madera. Ella lo observaba -su tronco envejecido se curvaba hacia delante y bajo el pecho le sobresalía una importante panza; la cabeza, cubierta de pelo blanco, le sudaba copiosamente y de las sienes le resbalaba de vez en cuando una que otra gota de sudor. Se asomó una última vez al taller y desde la reja, con voz pausada pero severa, indicó a los demás hombres que siguieran su trabajo en silencio. 23 -Hablemos entonces de la filigrana- le dijo a ella y ella contestó:- bueno sí, yo más que nada quería preguntarle cómo se hace la filigrana. - Después… primero déjame y yo te explico- Yo tengo tres joyerías, dos en la calle del medio y esta, todos ellas las atienden mis hijas y acá lo atiende mi mujer. Talleres sólo está el que acabas de ver, acá trabajan ocho hombres: seis oficiales y un aprendiz, y por supuesto yo, que soy el maestro. Si quieres entender cómo se hace la joyería lo primero que debes entender es eso, la joyería la hacemos los hombres para embellecer a las mujeres. Además la joyería no la podrían hacer ustedes porque es El Oficio de la Paciencia y para eso se necesita silencio, concentración y mucho tiempo. A ella le cosquilleaba en las manos y le ardía en el estómago la idea, que todavía no lo era, de que las actividades que se realizaban en el espacio del que había acabado de salir, el taller de joyería, eran algo más que un oficio manual; el silencio de los joyeros, la reticencia del joyero más viejo, la manera en que había sido sutilmente expulsada del taller, le ocupaban toda la cabeza y le impedían pensar en otra cosa. Y ahora el hombre viejo se presentaba como Maestro y a los demás hombres como aprendices. A ella la jalaba la idea, que todavía no lo era, de que para este oficio la Paciencia era algo más que un simple calificativo. “El rudimentario laboratorio -sin contar una profusión de cazuelas, embudos, retortas, filtros, y coladores- estaba compuesto por un atanor primitivo, una probeta de cristal de cuello largo y angosto, imitación del huevo filosófico, y un destilador construido por los propios gitanos según las descripciones modernas del alambique de tres brazos de María la Judía. Además de estas cosas, Melquíades dejó muestras de los siete metales correspondientes a los siete planetas, las fórmulas de Moisés y Zósimo para el doblado del oro, y una serie de apuntes y dibujos sobre los procesos del Gran Magisterio, que permitían a quien supiera interpretarlos intentar la fabricación de la piedra filosofal.”7 24 Esa tarde se sentaría en el comedor de la casa de su abuela. No era así, pero ella sentiría, como siempre, que sus pies no tocaban el suelo y colgaban de unas piernas cortas de niña pequeña. Abriría el cuaderno y así escribiría: “Hoy visité el primer taller de orfebrería, joyería el Kilate se llama […] los siguientes son los objetos que hacen que apunte hacia la alquimia: - balanza, le llaman peso, estaba ubicada frente a la entrada, es lo primero que se ve cuando se cruza el umbral; para pesar se ponen unos pequeños objetos de metal a un lado y se compara con lo que desee pesarse al otro. Le pregunté a uno de los orfebres para qué servía, me explicó su funcionamiento y me dijo que aunque todos los joyeros saben de la existencia de balanzas electrónicas, no pueden calcular cantidades si no es con estas máquinas. - El horno de fundición es una cuchara de barro rojo (¿vientre?) que se calienta exponiéndolo al fuego de un soplete que se ubica encima. Se le llama CRISOL, como también se le llamaba al alaudel entre los alquimistas. Este taller sólo trabaja plata, el oro es muy caro… para fundir el metal se lo dispone en el crisol con un polvillo blanco que se llama Atinca o Bora - Cuando el metal está caliente en el crisol adquiere una forma esférica y brillante, se lo llama “huevo”, como el huevo hermético.”8 La muchacha revolvió dentro de su mochila y rápidamente sacó una grabadora, con cierta torpeza preguntó al señor si podía grabar la conversación e inmediatamente fue encendiendo el aparato. El hombre abrió el cajón de la mesita y sacó un hilo de plata y una delgadísima vara de metal. Días después, semanas después o segundos después -no existe ni existió nunca certeza del momento en que estos después se suceden- recordó la situación en relación a todo lo ocurrido desde el día anterior y que la había llevado a esa mesita frente a ese pausado interlocutor –Después o antes habría de sentarse en otras diminutas mesas con otros joyeros, después, eso sí con toda certeza después, habría de pensar que todos los joyeros 25 momposinos son parecidos, incluso llegaría a pensar que son iguales y con los días empezaría a marearse y a dudar si lo veía o lo imaginaba y a preguntarse si no sería mejor irse y dejar de repetir día tras día las mismas conversaciones, ver los mismos ademanes, aguzar su oído para entender un acento costeño en extremo pausado y sucinto. Este instante entonces se fundiría con otros. El viejo, después o antes -no existe ni existió nunca certeza del momento en que estos después se suceden- fue haciéndose, en el recuerdo de la muchacha, más joven, moreno y pobre joyero; o viejo aún y ya no maestro sino profesor experto en los tecnicismos que hoy por hoy quieren hacer de la filigrana una industria, o de ascendencia inmigrante, italiana, con una joyería junto al hotel más elegante de Mompox; y moreno, pobre y moreno habitante de barrio arriba con un taller sin más integrantes que sí mismo. El hombre frente a ella, moreno y de poco más que cincuenta años abrió el cajón de la mesita y sacó un hilo de plata y una delgadísima vara de metal. Pocas veces, en lo que duró la charla, el hombre levantó la mirada de estos objetos. Hablaba como sumido en un extraño sopor, como llevado por mansas aguas que empujaran sus palabras de la boca, -¿Para ser un buen joyero qué se necesita?- -Para ser un buen joyero se necesita un buen maestro. Y que ponga atención porque nadie es buen joyero si no presta atención. Uno en esto no debe ser terco porque la joyería, sobre todo cuando uno trabaja con dimensiones, simetría y que uno se cuida de eso. Por ejemplo que dicen “¿ese trabajo es hecho de quién?” “de fulano”, “no, que yo voy a hacer para ver si me sale”, no, uno debe tener sus medidas, ya saber que esto va aquí, las proporciones. En joyería hay un proceso que se llama proporción y equilibrio.-9 -Porque el joyero tenía que tener mucho aguante, tenía que tener…mucha…como se llama eso…mucha...este, si, no ser rabioso-10 - no ser rabioso…. 26 - sí, porque como a uno le suceden muchas cosas aquí increíbles que uno no a veces se pregunta: “¿aja y por qué sucedió esto?” cosas que no tienen explicación, entonces una persona que no tiene así…paciencia… posiblemente si no que sea rabioso- 11 *** El niño Guillo miraba con los ojos enormes el rojo vivo de los carbones en el horno de barro, y su padre le preguntó si entendía bien y él pestañeó y miró, con los ojos enormes, las manos de uno de los oficiales introducirse en las brazas y armar allí una suerte de nido y sacarlas de nuevo sin producir ni el menor de los quejidos, sin chistar, incluso sin cambiar un ápice el rostro mudo. El río rumoraba al otro lado de la Albarrada. - Ahora te toca a ti, mete en esa camita - le dijo al muchacho- un rollo con las prendas listas para recuecer, como si fuera un rollo grande, pon acá la red y ahí eso se va calentando, no vayas a dejar que se funda ni una, cuando medio enrojezca tienes que sacar el rollo, en ese momento la fibra está recuecida dentro del carbón- El otro maestro, el que no era su padre, miraba al muchacho con una gravedad y silencio que éste sentía como una fuerza invisible que le oprimía el estómago y le empujaba los hombros hacia el centro del pecho. Pero no distinguía las instrucciones, sólo las figuras que formaban los carbones crepitantes, las espirales volátiles del humo casi imperceptible. No quería dolerse, se detuvo varios segundos pensando cómo introducir el pequeño envuelto dentro de las brazas; el nido que había hecho el oficial estaba apagado pero todo alrededor ardía, imaginó posibles movimientos, estudió de nuevo las formas que los carbones hacían y terminó perdiéndose en la geometría del círculo escarlata. Los dos maestros, hombres mayores y callados se retiraron y lo dejaron a su suerte. El niño se alejó del horno y buscó 27 ayuda en las miradas de los demás operarios. De repente ríos de joyeros llenaban los corredores de la casa, ríos de joyeros trabajando en silencio, cada uno en su mesa. Volvió entonces al horno junto la enorme columna manchada de tizne. Tomó un puñado de hilos y prendas doradas y preparó el envuelto. Sopló el carbón para atizar las brazas e introdujo el rollo con esmero, sin prisa, cuidando que su mano no tocara el círculo y fijándose bien en que el oro quedara prudentemente distante del carbón vivo. Nada sucedió, no se quemó, así que esperó a que enrojeciera el rollo y lo sacó con la misma pulcritud con la que lo había introducido. Cada vez que se escarchaba era necesario recuecer el hilo, a cada soldadura, recuecer la prenda y eran tantos los aprendices a los que ya les daban a hacer prendas y bastantes los oficiales tejiendo bajo los aleros… Estuvo toda la tarde junto al carbón, repitiendo cientos de veces la misma secuencia, pero sin errar un ápice sus movimientos. “-Luego él regresaba, cuando iba al colegio, regresaba y mi abuelo lo ponía a trabajar, ya en la joyería, ya le iba inculcando.- Ellos tenían platería… - Sí, eran tres hombres.- - El abuelo de él (el profesor David Ernesto) y el abuelo de nosotras trabajaron la joyería - ¿Y ellos dos le enseñaron a Guillo? - - Sí, así es.-(…) Cuando estaban los abuelos, los abuelos trabajaban en esa casa…la de la esquina era el taller, ¿ya? Y todos los corredores, así como acá, tenían operarios. A eso le llaman operarios y mi papá aprendió en ese taller, ese taller fue en el que él estuvo-”12 28 Podía irse así, con la camisa y el pantalón de siempre. Todas las tardes salía corriendo del Colegio Pinillos, dejaba atrás en Callejón de los Muertos y trotaba bajo el sol de la Calle del Medio hasta su casa. Allí comía los alimentos que su mamá le preparaba y alcanzaba, sin falta, a su papá en el taller que estaba en la casa de al frente. Fue cambiando los juegos solitarios por las tardes en el taller, al principio estuvo varias semanas junto al horno, a veces el calor era insoportable y Guillo alcanzaba, al oír el rumor de sus compañeros zambulléndose en el río, a imaginarse nadando contra la corriente, dando volteretas en el agua y agarrando pececitos con las manos. Pero entonces regresaba al trabajo con las prendas. La sensación que tenía cuando veía tejer el hilo era la misma que lo embargaba cuando antes invertía horas ordenando con simetría piedras sobre la muralla o dibujando caminitos entrecruzados en la tierra de la calle. Nada lo hacía más feliz que tener el tiempo para concentrarse hasta lograr desaparecerlo todo. Lo único que casi se parecía a este efecto eran las horas leyendo los libros que su papá le regalaba o que del colegio le mandaban a leer. Cierta tarde, después de meses de realizar tareas variadas para todos los demás aprendices y oficiales del taller, el enorme y serio hombre en que se convertía su papá cuando trabajaba la joyería, le revolvió con cariño el pelo y sin efectuar gesto alguno le indicó que tendría su propia mesa de trabajo. – Trae soldadura de oro del estante y ponte a trabajar- le dijo al muchacho. Guillo nunca más volvió a ir a clases. *** Y es el calor oscuro y este tac, tac, tac, del ventilador del techo y el teque, teque, teque, del ventilador de la mesa de noche. En círculos, una y otra vez, torbellino jalado por todos los íncubos. Es tanta la oscuridad que con dificultad veo, existe sólo este tac teque tac teque tac 29 de los dos abanicos encendidos…Ya. Se acabó. Eso fue todo. Hace tiempo que ya no escucho las aspas girar. Hace tiempo que empecé a acostumbrarme y en realidad estoy pensando en las cosas que dice mi abuela: la Semana Santa irrumpiendo el compás de todos los ventiladores momposinos, como una piedrita que altera y detiene lo uniforme de este infinito movimiento circular: “pic”, la piedrita se traba entre una de las paletas y la rejilla de metal brillante. Justo cuando la repetición dejaba de ser perceptible a mis sentidos, cuando una paleta se empezaba a confundir con la otra y yo sólo advertía, en medio de un mareo borroso, un círculo blanco y un ruido pastoso y por repetitivo uniforme, macizo, indiscernible en sus partes. Todos los días son el mismo y entonces en el instante en que ellos recién terminan de olvidar que el río les dio las espaldas y eso los hizo a todos y todas orín del diablo; “pic”, una piedrita se traba entre una de las paletas y la rejilla. -La Semana Santa es h e r m o s í s i m a, es como si el pueblo estuviera vivo-. “Pic”, se llena el mercado de gente, “pic”, las calles se hacen intransitables: bajo el pleno cenit en verano, cuando el río mas no puede enlodarse, más no puede descender, más no puede llenarse de paciencia. La Semana Santa es delirante, quimérica. “A los que están entrando en los mismos ríos otras y otras aguas sobrefluyen”13 Nos susurra Heráclito el Oscuro de Éfeso, desde su palacio presocrático y su voz se posa en cada fuego que crece y decrece y ese susurro crepita en cada fogón y se eleva de nuevo, suspendiéndose sobre las cabezas de todos los hijos de occidente, sobre los hijos delfines paseando por el Louvre, sobre los hijos e hijas delfines en la llanura del Po; pero también sobre los hijos bastardos hijos de madres indias, pero hijos a fin de cuentas, hijos e hijas estudiantes de universidad, hijos profesores, hijos banqueros, hijos criminales, hijos conductores de bus, hijos e hijas en ciudades apretujados, hijos e hijas cantando en lenguas romances, y también hijos e hijas momposinos. Y es un susurro que por sutil no es más quedo ni menos pesado, -que todas las cosas fluyen a manera de ríos y que el universo es finito y que existe un cosmos único que se produce según una necesidad fatal, que nada existe si no deviene y que todo el cosmos es una totalidad que fluye y se mueve- “En los mismos ríos ingresamos y no ingresamos, estamos y no estamos”14. Y si callamos hayamos que este susurro se ha hecho un hálito exhalado por cada ladrillo y cada tractor, por cada oleoducto y cada computador y cada sala de quirófano y cada bypass en cada corazón 30 enfermo. Tanto de la naturaleza como de la historia, el acontecer puro está regido por una ley; nada hay de durable en la naturaleza ni en la vida humana con excepción de flujo, el devenir eterno. “La unidad está en el cambio” susurra Heráclito. “Y en el cambio está el progreso” responde exhalando el computador en stand-by. Un sólo instante de quietud acabaría con el cosmos generando el más enorme caos. Sería el fin de los tiempos: un buen día el brazo de Mompox dejó de existir, el río mudó su cauce y fue a dar a Magangué y donde una vez hubo río solo quedo un lodazal en el que las aguas siempre son las mismas, y nada traen y nada se pueden llevar. Ya no hay champanes ni mercado en la Albarrada, pero tampoco peces ni caimanes. Del ruido de una ciudad portuaria, de los arcoíris derramados en manchas de añil gasolina y el olor dulce de la abundancia descomponiéndose bajo el sol, no quedó nada. El río se estancó: las madrugadas, antes pululantes de gentes laboriosas, alargaron las horas de absoluto silencio momposino, los pescadores, comerciantes y señoras del servicio empujaron su sueño hasta que la luz les encandelillara los ojos cerrados y no tardó mucho en confundirse la mañana con la tarde y el almuerzo con el desayuno y la siesta con el trabajo. Las casas vieron descascarar sus fachadas y llenarse de telarañas todos sus recodos. El tiempo dejó de correr. El devenir se detuvo. “Mompox es una villa con las casas de estantillos, y las paredes de guaduas y las cobijas de palma. La gente culta tiene embarradas las paredes con greda. No tiene sino una parroquia, nuestro convento y otro de San Juan de Dios. Delante de la otra parte del río desemboca a la Magdalena el río del Hacha, el cual tiene pesquería de perlas en sus conchas. (…) De Mompox hay comercio por dicho río al pueblo, que son indios ya católicos. Allí lo que llevan son vino, aguardiente, tabaco, azúcar y ropa de España, y lo más se cambalacha con perlas. Yo he visto bastante y son muy finas y bastante gruesas”15 “Pic” Una piedrita detiene esta bruma atemporal, año tras año. En la Semana Santa es como si el pueblo estuviera vivo. 31 *** Ella fijó su mirada en la mano que entorchaba un hilo de plata aplanado. -Todo consiste- prosiguió- en la minucia con que se hace. No hay necesidad de llenar poncheras de mariposas, ni pasarse la tarde haciendo cantidades de caracoles para rellenar luego cantidades de cartones y tener después cantidades de prendas iguales. Cuando se empieza un trabajo no se termina sino hasta que se termina. Hay que saber terminar las cosas, completarlas. Cada joyero, sin importar si es aprendiz, oficial o maestro hace las prendas enteras y luego me las entrega a mí - Pero a veces me parece que este es un oficio sin fin. Es como si nosotros los joyeros sólo nos sintiéramos vivos repitiendo toda la vida el mismo ciclo Continuó lentamente el viejo, sin esperar respuestas de la muchacha, sin recibir preguntas, ensimismado en la larga aguja de hierro y el grácil hilo serpenteando sobre la madera de la mesa de joyería. -Vienen de otras partes, de Antioquia por ejemplo, cada tanto y traen piedritas de oro o de plata. Uno las compra y se está su buen tiempo haciendo prendas en el taller, las prendas van quedando y se las pasa uno a la mujer para que ella las venda en la joyería. Unas se venden, otras no.- sonrió y frotó sus ojos cansados.- Con ese dinero uno vuelve y compra oro y así puede durar otro tiempo haciendo joyas para luego venderlas y comprar plata, ya no oro, y así…a duras penas tiene uno para vivir. -Este año se me han ido acumulando las joyas, de pronto va y se me ocurre fundirlas y empezar otra vez, con eso de que el año pasado llegó la Escuela Taller y empezó a poner a los pelaos a hacer joyas como robots, los pelaos aprenden mucho, pero se 32 les va la técnica y la paciencia. Ahora los talleres son una sola gritería. Lástima, con lo bueno que se está acá trabajando en silencio. ¿No es así?- El viejo se imaginaba como rezago feliz de la última generación de los que en Mompox llamaban joyeros de verdá. Cerraba la boca y se recordaba a sí mismo, recordándose cómo si de repente ya no existiera. Sin moverse contaba los dedos de su mano y pensaba en Simón Villanueva, en Rodolfo Ruiz, en el “Barba Roja” José Daira, en Armando Acuña, en Oscar “La Muerte” Arévalo, en Luís Bernardo Herrera… La muchacha lo miraba en silencio. El agua dentro del pozo crujía ecos húmedos. -Pero nosotros tenemos calma- -¿Ustedes los joyeros de siempre?-Si, si… no sólo la técnica la tenemos, tenemos también la paciencia, la paciencia siempre nos acompaña, entre más prendas uno hace más paciente se va volviendo…y la técnica nadie nos la quita, la guardamos en el silencio y el secreto del taller. Trabajando solos mejoramos la técnica y cultivamos la paciencia. Se acomodó lentamente en la silla y miró de reojo la grabadora que sostenía ella entre sus manos; se incorporó, suspiró profundo y cambiando la cadencia de su charla, siguió con la conversación. - Es que la filigrana es como una cosa tejida. La filigrana es un solo relleno. Por ejemplo, esto de aquí es una sola hebra, es una cadena- -Afortunadamente aún yo entiendo. También a uno le nace y se desarrolla ciertas técnicas que son como innatas- -¿Técnicas innatas?- preguntó Juliana 33 -Sí. O sea, los joyeros más o menos nacen con la vena y luego la cultivan. No solamente con la vena sino, claro, de familia también. También, pues la necesidad de hacer algo. Entonces eso es como una veta que se riega y algunos pues toman las cosas en serio y salen unos buenos joyeros- -Antes. Esas personas se murieron y no dejaron como una escuela ¿ya?, no pusieron nunca una escuela como la Escuela Taller. Nada, sino que, la joyería era muy mística, la gente no enseñaba a nadie, tenía mucho secreto y creían que esto nunca iba a coger esa relevancia que ha tenido ahora. Ni le permitían a uno verlos trabajar.- Ella no habló. Soltó la grabadora y la dejó encendida sobre la estrecha mesa. El viejo cada tanto le mostraba la ejecución de su trabajo, de la punta de la aguja aparecían espirales que rellenaban los pétalos de una flor de plata. -Así era Guillermo Trespalacios: él no dejaba entrar allá ni se dejaba ver trabajar, inclusive yo que le trabajé ya a lo último… Él grababa muy bien, era muy buen grabador, sabía técnicas, ajá y por la edad él a lo último ya no podía grabar. Y entonces era yo el que le hacia esas cosas. Y nunca me dijo, “mira esto se hace así, esto se hace asá”. O sea se murió y se llevó eso. Era muy celoso con su trabajo, estaba trabajando aquí y uno venía y cerraba en seguida. Para que no le cogieran la técnica. No se miraron ni hablaron durante un rato. La ausencia de palabras llamaba en ambos a la ideas, los dos cavilaban. La grabadora reposaba debajo de kilos de arena de reloj, esas bocas cerradas se inscribían en la cinta magnética, con ellas quedaba retenido para siempre el sonido interminable del soplete como ventisca incandescente, rodeando y ocupando el discurrir de sus ideas: “La soledad y el silencio le son propios al joyero paciente. La soledad y el silencio son un lugar, un ambiente y una manera. Al que paciente es, le es necesario estar en silencio; 34 lograr que la paciencia y el silencio sean la misma cosa: alcanzar el cumplimiento del fin sin fin. Es importante saber completar las cosas; a veces estas parecen fundirse y al que es paciente le corresponde re-hacerlas para deshacerlas, para hacerlas de nuevo. Alcanzar el cumplimiento del fin sin fin. Es la identificación sin separaciones de una característica, un oficio y su oficiante. La paciencia sólo con paciencia se incrementa. Reconocerse a sí mismo y dejar que los demás lo reconozcan; al revés: obedecer el mandato de los demás y sólo allí reconocerse a sí mismo. La técnica es innata pero no eterna… es e s p í r i t u, es un aire que se desvanece cuando la soledad silenciosa se transgrede, es un don que otro puede usurpar, llevarse, robar. Por ello la técnica ha de conservarse en secreto.” Él se incorporó. -Estos son dos hilos entorchados y de ahí ya sale lo que llamamos la filigrana, o sea una técnica. Un hilo sumamente fino y delicado, como su nombre lo dice, fili, hilo fino, y debidamente entorchado y escarchado. -Aparte pues que tiene su etimología-, se dirigía a ella, a ella y a la grabadora que sumaba segundos como granos en un reloj de arena. -Digamos mucho antes de la historia de la filigrana. Por lo menos, los griegos, los egipcios que trabajaron la parte técnica de la filigrana y dejaron un legado bastante amplio, que en parte no se… eso como interiormente había muchas migraciones de personas y bueno eso llegaron hasta aquí unos emigrantes y dejaron esa técnica. Mompox era un puerto fluvial marítimo importante, uno de los grandes puertos en Colombia. Y bueno, aquí se conservó. El hilo se envolvía a otro a medida que él, ahora rodando una tablilla sobre otra, los veía abrazarse 35 -Se conservó la técnica. Es una técnica árabe muy antigua, esta técnica es de ascendencia árabe, muy antigua, que tuvo su asentamiento en Italia y España y ahí pasó a otros países. Esta es la filigrana, estas piecitas finas. -Ahh, esto es lo mismo que esto, solo que esto ya escarchado. -Sí, escarchado. La filigrana tiene bastante trabajo, es un proceso muy minucioso, ¿Usted sabe lo que son estos dos siglos aquí invictos ya? Dos siglos. 16 “Filigrana: la técnica: don: estas piecitas finas: un proceso: antiguo legado de otras tierras: de ascendencia árabe: que viaja sobre las aguas: que encalla sobre ríos de mar, sobre mares de río: un hilo sumamente fino y delicado: fili: hilo fino debidamente entorchado y escarchado” -Cuando yo era joven me gustaba hacer mucho pulseras salomónicas, que son una prenda que proviene del sabio Salomón. Como yo quería aprender a hacerlas de la mejor manera le pregunté a un amigo joyero mío, él me dijo “el secreto está en la comba”, justo cuando se tiene que girar el hilo para entorcharlos. Entonces yo me puse durante años y nunca pude hacer del todo bien las pulseras del sabio Salomón. Un día, siendo ya viejo y tras experimentar y experimentar, descubrí por fin el secreto -¿Y cuál era el secreto?- le dijo la muchacha sonriendo -ahora sé que hay cosas que no se dicen porque cuesta aprenderlas- le respondió. Él levantó el rostro y encaminó sus palabras a lugares más prácticos. Ella descansó su cabeza y se concentró en ver. -¿Cómo se hace para…?- le empezó a preguntar. 36 -Por ejemplo, pá hacer cualquier joya, cualquier prenda. El comienzo es, fundir el material. Se funde el material. El material viene ley, plata ley mil. Eso se liga al dos por ciento. La plata se liga no con el fin de rendirla, si no para que adquiera dureza, porque la plata es muy flexible, muy blanda…sí, blanda… muy… ¿ya?...flexible, muy…maleable. Entonces se le agrega el cobre, a cien gramos se le agregan dos gramos para que le de un poquito de dureza. - ¿El oro no hay que ligarlo? -No, el oro también, el oro puro también se prepara al 33 por ciento de liga para que quede difícil de hilar. Bueno entonces uno coge el material y lo vacía en una rilera, un aparato que es una zanja y se funde en un crisol. De ahí se forja con el martillo con el fin de saber si está en buenas condiciones, porque a veces el material sale malo ¿si?- -Y después se recose y se lleva al laminador. El laminador tiene diez o doce palacios, uno le llama palacios que son unos huecos que tiene que uno va metiendo de mayor a menor. Y a medida que uno va el va adelgazando va adelgazando y va creciendo- 17 Dispuso el hilo sobre una piedra y sosteniendo con una mano el soplete se dio a la tarea de calentarlo. El fuego del viejo joyero recorrió todo el largo del trabajo hilado. A la altura de su mirada el nuevo hilo se hacía rojo y entonces él se detuvo, esperó un poco y levantándose se orientó al aparato de hierro pesado que reposaba cerca. -¿Cómo?- a la muchacha le sorprendía la rapidez con la que explicaba la factura de una prenda, era otro, movía las manos. Ella pensó que quizás no quería detenerse demasiado en eso y así lo aceptó. -Se pasa por aquí, después de pasar allá, se pasa por aquí. Esto se llama laminador. Popularmente se le dice cilindro, se mete por aquí la barra y eso se va adelgazando 37 y va estirando. Entonces, a medida que uno va la pasando por aquí va apretando, cuando ya culmine que apriete aquí y ya no de más pá allá abre otra vez y pasa al siguiente y le sigue dando y va dando y le sigue dando y va dando hasta que apriete y así sucesivamente hasta el último.- 18 -Después, entonces se lleva a la hilera. Las hileras también son parecidas al…son unos aparatos rectangulares…Sí unos aparatos larguitos- -¿Con unos huequitos? -Exacto. Y le da uno… uno le llama palacios a los huecos esos. Entonces también de mayor a menor…entonces uno va adelgazando el hilo hasta que llegue al grosor que uno necesita… ¿no?-19 - Pero cada tres palacios se recuece, porque como se va templando el hilo, se va escarchando, entonces uno vuelve y lo recuece pá ponerlo blandito después ya sacado aquí del último, lo pasa uno por aquí, le saca uno punto con un alicate y lo pasa uno por aquí por estos orificios. 20 -Entonces se hace un proceso que le llaman entorche. Comenzamos con un hilo grueso, y lo escarchamos para la armadura, o sea, para la conformación de la pieza y también que dejamos redondo para seguir estirándolo; ahí se va ese proceso ahí se va adelgazando y llegamos a este hilo- -Supremamente delgado- opinó ella -Todavía se deja más delgado; comenzamos a hacer cuadrado estirando la fili, por proceso. Eso es lo que le llamo redondo, lo que le llamo calcar. Entonces una vez está este grueso, para asegurarnos que está muy buena, una vez tenido el hilo en su grueso requerido, unimos las dos puntas de una cantidad equis de hilo ¿verdad? En este caso vamos a hacer este, entonces lo cogemos y le damos la vuelta a la punta 38 para hacer la filigrana. Igualmente, pues utilizamos el hilo así, si no lo queremos escarchar, dependiendo de lo que vamos a hacer. Entonces le damos la vuelta a la punta. Por eso se dice “la filigrana son dos hilos finos debidamente entorchados”. Yo lo que estoy haciendo aquí es entorchar, o sea, torcer la filigrana, envolverla, la llamamos aquí y procedemos a entorchar. Este entorche lo hacemos nosotros con dos tablas de madera, una grande y otra pequeña. -¿Y cómo así una tabla pequeña y una grande?- -Sí, entonces cogemos las dos puntas. La parte donde vamos a comenzar a hacer el entorche y lo colocamos y lo sujetamos, y vamos a suponer de que este va ser un primer entorche y así le damos vuelta la tabla y comenzamos a entorchar. Hay unos lugares como en barbacoa Nariño, en Chocó que entorchaban lo contrario entonces se va entorchando. ¿Qué nos indica a nosotros que ya no se le puede dar más entorche? que nos aprieta aquí el dedo. Si nos nosotros nos pasamos aquí del primer entorche se nos parte, porque ya lo estamos forzando a su entorche básico, el primer entorche, y aquí también nos indica que ya. Y es preferible dar un entorche inicial de pocas vueltas para que la filigrana se valla entorchando. No podemos entorchar de una, porque es mas…corremos el riesgo de que se nos parta, se nos haga pedacitos- Con una mano sostenía la tabla grande y sobre ésta, con la otra, desplazaba la pequeña tablilla ejerciendo presión. Rápidamente, de entre las dos aparecía un nuevo hilo, conformado por la envoltura de dos que se abrazaban entre si adhiriéndose por tramos secuenciales. -Suponiendo de que esta es una cantidad equis, ya que este entorche es, yo tengo que acompañarlo de un paso, que se llama recuecer, o sea volver a cocer o volver a cocinar, como le llamamos por aquí así, o volver a calentar que quiere decir eso técnicamente. Es poner al metal dulce, o sea fácil de manejar. Los metales, la plata el oro, tienen tres propiedades que son: debe unir un metal para que se deje trabajar 39 bien, que son la ductibilidad, la maleabilidad y la tenacidad, son tres propiedades físicas para desarrollar, para elaborar cualquier prenda. Entonces envolvemos y la calentamos suponiendo de que esta sea la cantidad que vamos a utilizar. Entonces lo envolvemos, lo amarramos con el mismo hilo y pasamos a recuecer.- Volvió a empuñar el soplete. Las serpientes abrazadas se enrojecían ligeramente bajo la llama. -Aquí debemos tener en cuenta muy claro, debemos saber recuecer la filigrana porque a medida que se va dando el hilo, pues es factible que se nos vaya a fundir. Hoy en día recuecemos con el soplete; anteriormente recuecíamos con carbón, que es mucho mejor porque recuece por parejo. Aunque uno con la técnica y la experiencia ya sabe cuando está recuecido.- -¿Y cómo se recuecía con carbón?- -Claro, se prendían los carbones al rojo vivo y se abría una camita. Se metía el rollo como si fuera rollo grande y se ponía acá una red y se calentaba. Medio enrojecía y ya listo: tenía que sacarlo y bajarlo. Eso lo daba la experiencia de saber cuando ya la fibra esta recuecida dentro del carbón. Ahora los pasos se hacen más rápido, porque se recuece con el soplete, rapidito ahí. Entonces mejor armar allá carbón, hay que prender, que es lo que típico. - ¿Y vuelve y se recuece y se entorcha y vuelve y se recuece…? -Sí, ya en último, para escarchar, para llegar aquí, la filigrana ya no hay que recuecer sino que se entorcha y se lleva al trefilador a escarchar, para que quede plano. Y ahí obtenemos la filigrana. Ese es todo el cuento de la filigrana21 40 -¿Y después uno hace el marco, no? , Después que uno hace el marco entonces viene el relleno, el relleno este, y después que se mete el relleno entonces se realiza soldadura en la parte de atrás. - ¿Y este es el...?- -Sí este es para soldar. Este es el soplete.- - Soplete.- -Bueno, entonces es la soldadura. La soldadura es una liga. Uno por ejemplo coge el zinc a cinco gramos de material y entonces le agrega 1.2 de cobre y lo liga, y lo lima. La soldadura se hace así. Esa es la soldadura, con una liga. Se le agrega boro, bora y se suelda.- Alargando el brazo acercó del otro extremo de la mesita una concha marina llena de un polvillo dorado. -Yo he visto en casi todos los joyeros que usan una concha para poner la soldadura. - Pues claro, esta es una concha, uno pone en una la soldadura de oro y acá en esta otra tengo soldadura de plata. -¿La soldadura de plata se usa para soldar la plata y la de oro para soldar oro? -Algunos le colocan lo mismo, no le paran bolas, pero yo sí. - ¿Y es que la concha marina tiene alguna buena propiedad para meter ahí la soldadura? 41 - Es cuestión de seguridad. La forma que tienen las conchas es la más segura para el oro y para la plata, que son metales tan preciosos. Los joyeros vamos al mar y buscamos, conseguirnos la concha que más nos guste su forma y su tamaño. - ¿Y qué es bora? - Bora es el atinca. Es un fundiente. Es un polvo blanco.- -¿Sirve para fundir? - Para fundir y para soldar. Y pá enloquecer también a las personas. - ¿Sí? ¿Enloquece? - Sí, eso se lo hecha a una persona…a una mujer y la vuelve loca, se vuelve loca. -¿Por qué? -Eee…bueno, le voy a decir ya: se vuelve ardiente la mujer. Se vuelve… ¿cómo es?... que desea y desea y desea y eso se… es una locura. -Y se enloquece… - Se enloquece…ya se vuelve loca y bueno, ya llama y pide más y más. Eso hicieron muchas maldades con eso. Pero eso ya se acabó, eso era antes que hacían esas maldades. Ya la gente ya se ha como…cristianizado será…algo así…O se ha…no sé. Antes si… si.- ¿Pero los orfebres hacían eso? Cogían el bora para…- 42 - La verdá es que yo no sé si eran orfebre o no...O a ellos se lo pedían…lo cogían un poquito y en una gaseosa le daban un poquito- - Y se enloquecía.- -Sí. Bueno... dejemos eso en otro lado- agregó el joyero algo incómodo.- - Bueno entonces, esta soldadura se le agrega el cobre con el fin de que sea más fusible que el material porque si se suelda con el mismo material no suelda sino que se funde... Porque para que suelde se necesita que funda a menor calor. Porque para…si no, no se podría hacer nada. Bueno entonces después que se suelda entonces se le agrega esto, por ejemplo esto ya es. Bueno, después que esto está listo esto ya le da la horma ahí.- -¿Y esta parte es la que es como un tejido?- Eso es un tejido, si. Eso son dos círculos y después uno lo embute… uno, por aquí le llama embutir, pero en otras partes le decían a uno no me acuerdo qué nombre…embutir se le dice porque uno está embutido y como eso queda así… Después que ya está embutido entonces queda así y se tapan. Son dos tapitas y se tuercen y se pegan.- 22 *** El dedo del joven orfebre recorrió las prendas que yacían sobre la mesa, listas para ser llevadas a la joyería: los aretes en forma de gota que en el borde estaban tejidos en pandero, del centro les sobresalía una flor de cinco pétalos, también en pandero y en el resto de la pieza el tejido se conformaba en varios caracoles; a su lado, otros aretes perfectamente 43 circulares tejidos el zig zag; y luego un collar de esferas minuciosas, tejidas en rejilla. Guillo repasaba con las yemas la textura de cada tejido. Era tarde, sus dedos y sus ojos estaban cansados. Los demás oficiales afinaban detalles de las piezas que estaban terminando, las limpiaban, las veían brillar debajo de la luz amarillenta de algunas velas que empezaban a ser necesarias. Él le dio la espalda a los ruiditos que aún susurraban por el taller y volvió a recorrer las joyas. Era preferible. Aunque no viera nada. Aunque el mundo pasara como sombras borrosas entorno suyo. Aunque todos los rumores de la tarde golpeteo de mecedoras en los andenes, risas de mujeres conversando, musengues espantando mosquitos- se convirtieran en este ruido de taller, callado y sordo, que englobaba todos los ruidos y los reducía a una luz naranja que desaparecía entre los arbustos del patio. -Guillermo, hombe… Una voz se detuvo en la espalda del oficial de joyería. - Ya te puedes ir. Ayúdame a recoger las prendas de todos y las llevas a donde mi mujer, a la joyería en el zaguán. Él se prendió a la orden de su maestro. Vamos. Pasó de mesa en mesa y fue poniendo las prendas en una caja provisional. El patio quedó atrás. Entró a la cocina, pasó por la sala y se detuvo por que la oscuridad ya no lo dejaba avanzar. Buscó la ventana, abrió la compuerta de madera y dejó entrar la luz del farol de la esquina. A esas horas apenas habían pasado a encenderlo. Siguió caminando y alcanzó por fin a entrever el umbral del portón abierto. Levantó la mirada y entonces creyó distinguir, junto a la vitrina, no ya a la señora de la casa si no a una hermosa joven sentada en su lugar. De la punta de los dedos le empezó a subir un cosquilleo fulminante, lo sintió venir y cuando intentó dar un paso más ya no pudo. Las manos le sudaban y la caja llena de piezas de oro se hacía un río entre sus dedos, desparramándose por entre ellos y asentándose en cada línea de las palmas. La muchacha le pidió que se esperara mientras ella le avisaba a su mamá para que se acercara a recibir las joyas. Caminó en silencio sobre las baldosas rojas, cóncavas por el uso, hasta el 44 umbral de la puerta dónde en medio de un corrillo de señoras su madre comentaba algún matrimonio, algún velorio “Ah, sí mija, sí” Le agradeció que le avisara y le pidió a ella que se encargara, que después de todo le tocaba ir acostumbrándose. Aurita volvió a entrar a la casa y se acercó a Guillo: los ojos grandes de Guillermo brillaban. Respiró hondo. Las manos de Aura se abrieron como pétalos y el puso allí la caja -litros de agua- que al caer, le pareció al joven, sonó como un chubasco sobre una roca. - “Dime mujer. ¿Por qué supe, en cuanto te vi, que si no me casaba contigo nada iba a tener fin? En ese momento tuve la seguridad de que eras la inspiración que me hacía falta. Aquello que completaba todo aprendizaje y perfeccionada cualquier diseño, cualquier figura. Por ti mujer. Porque cada joya que terminara te haría más hermosa y tu hermosura embellecería mi trabajo. - ¿Te acuerdas de aquel anillo que me hiciste cuando prometimos amarnos hasta que alguno de los dos muriera? Lo llamaste “tú y yo”. La observó de nuevo, quiso besarla. Le tomó con cuidado la mano derecha y abriéndola despacio dejó allí el anillo que había empezado hacer la tarde en que la vio por primera vez y que ahora, meses después, por fin se atrevía a entregarle. Al mirarla se miraba a sí mismo. Aura bajó la mirada y se quedó absorta en la perfección de la pieza. “Quisiera tener las palabras para explicarte cuanto te amo”. Pensó él y miró también el anillo. Era todo de oro, a simple vista una pequeñísima mano recibía a otra. Eran dos manos de un mismo brazo que al juntarse entre sí conformaban el círculo a la medida del anular de la muchacha. Semejante a un uróboro. -Si lo intentas, las dos manos se pueden separar. Aura corrió hacia un lado la mano que reposaba sobre la otra. El anillo se abrió revelando entre el espacio cóncavo que quedaba dentro de ellas un diminuto corazón dorado. Siguió separándolos y entonces entendió el mecanismo, se dio cuenta que en realidad eran tres 45 círculos que se intersecaban en un punto, pudiéndose así cerrar. Uno tenía soldado una mano, el otro el corazón y el tercero la mano que lo cubría. Entonces se hizo maestro de joyería. Su maestro, el padre de Aura, les dio como regalo la casa donde la joven pasó su infancia “Guillermo, desde ahora ya eres un maestro de joyería” sentenció el viejo golpeándole fuertemente la espalda mientras lo abrazaba. Allí, en ese caserón pintado de amarillo y rodeada su fachada de buganvilias magenta, se organizó el Taller de Joyería Trespalacios. “-¿se querían mucho tu papá y tu mamá? - sí, mucho, tanto así que nosotros decíamos que era como si tuvieran una comunicación telepática porque mi mamá en su vida todo era mi papá y se dedicó fue a eso, la vida fue. Ella decía que ella no había tenido hijos, que Guillo había tenido hijos, porque todas tres funcionábamos en función a él. - ¿ella trabajaba en el taller? -Sí, mi mamá fue la cara de la joyería y él la tuvo como una muñequita de porcelana, la consentía hartísimo, todo era para ella, tanto así que ella enamoradísima y él enamorado enamorado”23. Él miro con los ojos cafés cómo sus oficiales trabajaban, se fijó también en los aprendices y volvió taciturno al cuaderno de dibujo. Desde que se había hecho joyero maestro trabajaba en el perfeccionamiento de sus diseños, cada día pasaba más horas repasando las piezas precolombinas que aparecían en los libros que atesoraba en su biblioteca. Estaba seguro que la joyería perfecta debía desprenderse de técnicas ancestrales secretas y sólo a partir de la observación minuciosa de las piezas terminadas podría algún día develar con total claridad el procedimiento. La duda se le presentaba todas las mañanas como una punzada en la sien y una felicidad turbia y permanente en los ojos. Como lo había pensado, Aura era cada día más hermosa, su primera hija, Elisa, era una niña delicada y silenciosa como su padre. Aura 46 mejoraba las habilidades heredadas de su madre, resultando dicharachera y alegre a la hora de vender las prendas, “mientras más callado se hace Guillo, más habladora se pone la niña Aura”, decía la gente por las calles de Mompox. Los aprendices y oficiales esperaron hasta que los ojos cafés dejaran de circular por el taller y regresaran al cuaderno y al lápiz. Buscó a tientas, con la mano libre, el libro abierto colocado sobre la pequeña mesa de joyería, leyó “Orfebrería Prehispánica” y empezó a pensar en el grabado. Por esos días se había empezado a hacer famoso su trabajo en el resto de la depresión y se acercaban las fiestas de San Martín de Loba, y de allí habían llegado a su taller romerías enormes de devotos del santo a encargarle exvotos para la fecha. Decían de sus manos que eran milagrosas y que sólo un joyero como él podía realizar los piecitos, manitas, corazoncitos y estomaguitos que fueran del agrado de San Martíniv. Guillo sabía que todos los moldes estaban listos, él mismo los había diseñado y fabricado durante semanas, pero le preocupaba la perfección de las piezas, la minucia en el detalle. Pensaba entonces en la cera perdida y así seguían pasando las horas. iv Existen dos versiones sobre la fundación de San Martín, la primera indica que Doña María Ortiz Nieto heredó las tierras de Loba del primero en apropiarse de las tierras de esta zona, Diego Ortiz, y que habiendo arribado a la zona con un grupo de esclavos negros, durante la segunda mitad del s XVII, fundó la ciudad de San Martín. La segunda sostiene que la ciudad fue fundada por los campesinos mestizos criollos libres que trabajaban y habitaban la zona y que al llegar en efecto Doña María Ortiz Nieto, estos se negaron a pagar terraje, enfrentándose abiertamente a la hidalga y sus capitulaciones. Fals Borda defiende la segunda de estas versiones apoyándose en su trabajo de archivo y narra como Doña María, desesperada y tras haber agotado todos los recursos legales que la aparaban en el sistema colonial, acudió a una segunda pero más radical solución, cito, “doña María ensayó otra forma de acercarse al nuevo pueblo de colonos libres y a la mina de oro de Loba: por la religión y la magia. Un buen día se presento personalmente llevando en sus baúles una pequeña imagen de San Martín, el santo obispo de Tours, que lo muestra a caballo cortando la capa para cubrir a un mendigo anciano. Y llegó también con unas cabras españolas.” (2002 [1979]: 64A) y más abajo cita una de las personas con las que habló en San Martín “Mire, el viejito mendigo era el mismo Dios que estaba tentando a San Martín. Al verle cortar la capa le dijo: “Tente, Martín, no cortes la capa porque sólo vengo a tentar tu corazón”. Pero esa doña María era mala: cuando se fue dejó encerrados a sus esclavos en el socavón; por eso se ahogó ella cuando en bajel en el que iba se hundió” (2002 [1979]: 64A). Pues bien, la bruja hizo construir a sus esclavos una capilla sobre la veta de oro y allí dispuso la imagen, hizo una misa negra y se retiró a Mompox a esperar que dieran fruto sus trabajos. Finalmente la Santa Inquisición, dice Fals Borda, juzgo a la hereje en el año de 1702 y lo cierto, al menos lo que dicen los archivos, es que la doña terminó muerta yaciendo sobre un petate rodeado de velas encendidas en su casa de Mompox. Desde entonces la imagen es sacada el 11 de noviembre a caminar por las calles de San Martín, se niega a veces a dejarse andar cuando no quiere salir, y se pone pesada como plomo. Sobre sus capas la gente cuelga mandas de oro y plata y luego las acaricia con algodones para llevar a casa como alivio de dolencias. Tradicionalmente estas ofrendas son mandadas a hacer en Mompox y dicen que cuando Guillermo Trespalacios estuvo vivo, acaparó todas estas ventas siendo prácticamente el único que hacía exvotos. 47 La integridad del relato de su vida, la fuerza de este, hacía del espacio que separaba la máscara social de Guillermo Trespalacios de su rostro una pregunta inquietante. La majestuosidad de la historia lograba que, cada vez que se narrara, las cosas acaecieran como debían haber sucedido. Guillermo, sin saberlo, crecía y se enamoraba cada vez que un momposino lo narraba, y esto sucedía siempre, incluso después de su muerte, que sucedía también día tras día, en cada oportunidad que algún joyero lo recordaba. Guillo entonces supo que el amor de su vida era además su complemento, lo supo también cuando, al darle el hermoso anillo, la idea se le presentó como un vaticinio, y lo supo también cada vez que la felicidad del amor que los unía se traducía en hermosas piezas y una joyería siempre visitada. “-Es una relación muy curiosa y muy bonita, porque tú no puedes encontrar dos temperamentos más distintos. Mi tío Guillo serio, recatado. Lo semejante se va con lo opuesto. Tú coge mi tío Guillo y voltéalo, y esa es mi tía Aura; ahora a los 93 años todavía es de las que se monta en un moto taxi y se va recorrer Mompox.”24 Él miró las uñas bien cortadas de unas manos largas y laboriosas; miró sus manos, cómo sus dedos índice y pulgar atrapaban con exactitud un trozo milimétrico de oro. Parpadeó, fue consciente de la agudeza de su vista y la calma de su mirada. Sin saberlo su vida dejaba de pertenecerle. Sus rasgos, sus maneras, se mezclaban con los rasgos y las maneras de otro más general, más simple y asequible, narrable, modélico, sin duda mejor que él mismo, majestuoso. Esto sucedía en un tiempo que se desbordaba de sí mismo, que superaba su presente y su pasado, que existía siempre y se repetía siguiendo las mismas líneas hasta la eternidad. Pero no tenía miedo, al fin y al cabo no sabía, no sabrá, no sabe que todo esto ocurría. A su vida, que en realidad era lo que de ella se contaba, se le fueron superponiendo ideas que no tartamudeaban. Guillo reconoció a los demás y dejó que ellos lo reconocieran, que eligieran entre los aspectos infinitos de su persona uno solo, que lo reflejara irrevocablemente, que oscureciera los demás espejos, y lo pulimentara a él hasta el punto en que él sólo fuera un enorme espejo al que acudiera toda vista aguda, toda mano larga y laboriosa, todo dedo índice y pulgar de fino tacto, toda mente paciente. 48 “Era un orfebre experto, estimado en toda la ciénaga por el preciosismo de su trabajo. En el taller que compartía con el disparatado laboratorio de Melquiades, a penas si se le oía respirar. Parecía refugiado en otro tiempo […]”25 Cerró los ojos. Entonces volvió a concentrarse. Tanto podía evocar esta unión a una unión legendaria. El joyero y su esposa se embarcaban en la búsqueda de la conjunción perfecta de los opuestos, femenino masculino, público privado, taller joyería. Todo preconizaba la unión real con la pareja predestinada. “El alquimista y su compañera se comprometían conjuntamente – igualdad en los trabajos y la investigación- en la búsqueda de las operaciones de la Piedra Filosofal; formaban así una verdadera pareja hermética.” 26 Y Guillermo seguía estudiando. Con cada avance que lograba en su investigación, su concentración se aguzaba, su paciencia se engrosaba y su sabiduría aumentaba. “Pero ya falleció. Era muy bueno. Era el maestro de maestros. Son personas que con sus manos hacían el arte. Con el oro y la plata lo hacían todo”27. “Guillo era un orfebre completo completo, sabía estampar, grabar, calar, hacer filigrana y ser buena persona, ser paciente y ecuánime”28. “-Guillermo era una persona de una calidad humana, sobre todo, de una rectitud inigualable: palabra de Guillermo Trespalacios era la palabra. Él no era persona de respuesta rápida, era una persona que reflexionaba mucho antes de hablar, no era de decir ¡ajá chan! Él tenía una voz así grave y decía, -ajá, yo me he puesto a pensar tal y tal cosa- y en verdad eso era así. Es que era El maestro en todo sentido, en comportamiento, en actitud, en relación con los demás, en respeto…era una persona absolutamente fiable, y tú sabes lo difícil que es decir eso de alguien ahora”.29 49 *** Todos los que en Occidente nacimos, usted y yo, somos ambos hijos de Cronos: anciano padre que nos devora: nos consume: nos acaba: padre siempre presente en la alternancia de luz y tinieblas, de lluvia y sequía: surcando signos, rayas y anuncios en nuestra piel: Cronos que jamás nació y jamás morirá. Todos hijos del Tiempo, Tiempo, Tiempo. Dígase entonces que un río que no fluye es un río putrefacto en el más y el menos literal de los sentidos, un río mefítico y mefistofélico. Así también, un tiempo que no corre tiene las cualidades más malignas y luciferinas, pues el orden de las cosmos es su fluir; y su desorden, o mejor su no-orden, es el estancamiento, la parálisis ponzoñosa, la condena de la mayor de las maldiciones. Sabremos, imaginaremos, reprocharemos, prevendremos, nos miraremos, gritaremos fuerte mirando el agua, volveremos a mirarnos, con odio, frotándonos los ojos, convenciéndonos de que una vez existíamos. Acabaremos por tocarnos unos a otros para comprobar que no somos de aire y que esta ciudad no es una ciudad de espejos, que no se irá, que no se ha ido en medio de un remolino. Tendremos que pasear por el parque del Tamarindo, darle mil vueltas a la estatua de Bolívar, detenernos mil veces ante el monumento de los cuatrocientos valientes, sentarnos con nuestros abuelos a escucharlos, mil veces, contar que acá el prócer tenía una novia, dos novias, tres novias, cuatro novias: una casa que daba al río: una casa que se llamaba el Palomar y estaba sobre la Albarrada y que el prócer se bajaba de un barco y besaba a su novia, dos novias, tres novias, cuatro novias. “Este es el Palomar. Justo en esta casa se quedaba Bolívar cuando venía porque aquí tenía una novia”. “Bueno, entonces aquí llegaba Bolívar y aquí se quedaban un rato y luego se iba para allá. Bolívar tenía un poconón de novias momposinas” 30. “No quiero repetir aquí nuestras gloriosas tradiciones, ni recordar la homérica hazaña de los cuatrocientos momposinos que acompañaron al libertador en memorables jornadas, ni evocar a nuestros próceres de consular osatura, para que no se cumpla la frase amarga del atormentado gibelino: ¡Qué triste es recordar la opulencia en los años de miseria!” Que fuimos opulentos es cosa que no puede deferirse a duda, y que la ciudad de Mompox fue 50 una de las más ricas del Nuevo Reino de Granada es hecho cierto, como lo asevera la historia. También lo es que con los huesos de nuestros mártires erigimos un monumento desde cuyo vértice se columbran todos los horizontes de la Patria. Las raíces del árbol de la libertad ahí plantado y regado con sangre, coadyuvaron a mantener unidos y compactos los grandes bloques de la unidad nacional”31 El silencio retumba en las paredes de todas las casas de este callejón de la Sierpe. Estar aquí y no estar. Cuando uno exclama en Mompox las paredes lo devuelven. Con el río no sólo se fue la pesca y el comercio, con la huida del río, fue apartado violentamente de la Historia Patria; la depresión momposina no sólo se tragó los champanes y los cúmulos de vapor sobre ellos suspendidos, devoró, sobretodo, todo lo que ellos simbolizaban: la relación de esta ciudad portuaria con idea de progreso histórico. “Perdonad, momposinos que en nombre de un férvido amor a la ciudad de mi cuna, os hable con entera franqueza y os ponga de presente el peligro que nos amenaza y asedia. Este peligro estriba nada menos que en la República (y me estremezco de sagrado temor al enunciarlo) que nos ama y admira, puede declarar definitivamente cancelada nuestra función histórica. Se acatará nuestro pretérito, es obvio, y se guarnecerá nuestra ciudad, como un sarcófago venerable, con lauros broncíneos y bellas alegorías, más empezará a negársenos todo derecho activo en el concierto de la nación, toda injerencia en su desarrollo, toda participación en sus gestas históricas. ¡Glorioso pero melancólico papel el que entonces representaríamos!” 32 Usurpado e inaugurado el canal y profanados los terruños, entraron los gringos a la costa. Unos se hicieron amigos de los patrones de siempre y con el permiso del gobierno, sembraron bananos por toda la ciénaga, otros, mientras, se fueron a Barranca y se pusieron a sacar petróleo. La concentración de tierras fue apoteósica pero todo el mundo prometía tanto desarrollo que la gente de por acá no alcanzó a darse cuenta, cuando ya tenían un ferrocarril que iba de Barranquilla a La Guajira pasando por Santa Marta; y menos pudieron opinar cuando, en 1903 se empezó a construir la línea férrea que uniría la ardiente costa con el convencionalismo del interior. Poco después se inauguró el aeropuerto de Barranquilla y 51 llegaron noticias a Mompox de que en las escuelas ya no se enseñaría más latín y en cambio todos los muchachitos debían dominar el inglés y el francés. Mejor dicho, a la costa llegó por fin la modernización. El río corría muy bien por esos tiempos, pero entraba poco a poco en desuso pues lo que convenía, al parecer, era pavimentar todo el plan y mandar unas carreteras que llegaran hasta las montañas; con estas, además del ferrocarril, todo el carbón, la sal, los bananos, el algodón y el arroz llegarían al centro, o saldrían por la Arenosa para cruzar el charco o viajar en conteiners e ir a parar a Estados Unidos. Aunque todavía el río estaba limpiecito y se podía llegar a Barranquilla, a Honda, o a Barrancabermeja si se tomaba uno de esos barcos a vapor y no se tenía tanto afán (…porque el viaje si se demoraba su buen tiempo, y teniendo en cuenta el afán que se necesita para que los negociosos salgan bien…) a fin de cuentas, Mompox dejó de ser un puerto importante para Colombia: tanto para la legal como para la ilegal. Además muchos, aunque la minoría, de los compadres que sembraban acá su yuca o tenían su canoa y vivían del río, se cansaron de las crecientes y de estar de acá para allá llevando los animales y decidieron irse a trabajar con los americanos33. “¿Qué razón existe para que la Villa del Licenciado Santa Cruz se sienta y se crea relevada de su misión creadora? (…). Esta ciudad ha hecho cosas portentosas en el orden del espíritu, pero no las ha podido realizar con igual prodigalidad en el campo de los resultados económicos. Por eso se les paga con moneda falsa de ingratitud, para que se cumplan en ellas las palabras del Evangelio: “En verdad que vosotros me recordareis no por los milagros que habéis visto, sino por el pan que he repartido” Y la historia de Mompox ha sido un milagro, “y el recuerdo del prodigio se extingue en tanto que perdura la satisfacción del hambre saciada””34. El tío Lacho dice que el problema de estas tierras es que acá no se llega sino después de una peripecia terrible, bueno y que con la inundadera de todos los años no hay inversión que de frutos por acá. Y mi abuela se queja porque acá no hay oftalmólogos y tiene que ir con suerte a Magangué o si la cosa se pone grave hasta Barranquilla a hacerse ver. Ella y yo nos acordamos de que cuando yo estaba muy niña había una avioneta que volaba hasta acá desde Cartagena, “Eso si fue la tapa mijita”. Ya no hay de otra. Lo primero fue cuando el 52 gobierno decidió canalizar las aguas de la depresión para regar los cultivos de bananos, mientras tanto los gamonales de la zona, muchos momposinos, compraron vacas y donde estaba seco sembraron pasto para que las vacas comieran y luego cagaran, y como ese seco no debía estar allí y el mojado no debía haberse ido, el río se fue ensuciando. Para completar, los cachacos construyeron fábricas que tiraban desperdicios que bajaban desde las montañas. En cosa de décadas el río, a las alturas de Mompox es un barrizal, por encima no se ve tan mal, pero cualquier barco se encalla ahí… De seguro por eso se cansó y se fue a Magangué. “A mi juicio, el remedio idóneo para rescatar a Mompox está principalmente en la cátedra. Comiencen los profesores y maestros a estimular al niño y al joven respecto de su propio valer y respecto, particularmente, de su condición de momposinos, repitiéndoles con Plutarco que el principio de la fortuna es haber nacido en una ciudad ilustre, y a la vuelta de algunos años tendremos generaciones fervorosas y creyentes en sí mismas, “creyentes del futuro y sacerdotisas del pasado” no roídas de escepticismo como las actuales, ni enfermas de ignavia como las presentes, sino capaces de emprender la restauración histórica de la ciudad, enlazando armoniosamente su pretérito con un porvenir más próspero todavía.” 35 Cuando mi abuela estaba niña y todavía se podía venir por el río, la gente rica de toda la costa mandaba a sus hijos a estudiar acá, las niñas a La Escuela Normal Rural para Señoritas de Mompox y los niños al Colegio Nacional Pinillos, ambos fundados a principios de los treinta. Entonces la ciudad se volvió la capital educativa de la zona y el orgullo de los momposinos, que se organizaron y formaron la Academia de Historia de Mompox. En estos colegios, sabe todo momposino, estudió gente muy importante, muchos de estos y estas luego se volvieron escritores famosos o políticos muy influyentes. En la Normal, dice la gente, estudiaba la que era novia de García Márquez, y que ahora es su esposa, y dicen que Gabo la venía a buscar estando ella de interna y que por ahí empezó a ocurrírsele ser escritor… yo no se. Lo que yo no sé en realidad es cuándo fue que estos tiempos se volvieron otros. “Aquí confina la vida con la eternidad” leo al mirar un aviso que separa el cementerio de la calle 53 de los muertos, que separa el lugar donde reposan los muertos de lugar dónde caminan los muertos; también dónde caminaban los que ahora están muertos, pues en esos tiempos que ahora son otros, por esa calle se daba cita lo más distinguido de la intelectualidad momposina, que iba discutir, al son de la flauta de Marcelino Peredo y las coplas de Sixto Vídes36, los ires y venires de una costa que estaba cambiando. “El río nos dio las espaladas y eso hizo que nos envenenáramos, quedamos perdidos en el tiempo”…. Rumio esta frase casi permanentemente… ¿En que estaba? Si, estaba por decir que yo no sé cómo ha de ser perderse en el tiempo… quizás tenga que ver con repetirse sin cambiar hasta el infinito, o pueda parecerse a elaborar con minucia extrema prendas de filigrana durante toda la vida, o estar relacionado con el no ser recordado pero no ser olvidado del todo. Todas las anteriores, creo, son parecidas -y digo creo, porque en verdad lo que creo que estoy empezando a creer es que las tres ideas anteriores son similares, versiones de una idea transversal a todas ellas, componentes de un sistema de símbolos-. Me inquieta el cuándo, el momento en el que Mompox empieza a ser, por algo que pareciera ser acuerdo nacional, perdido en el tiempo. Me inquieta el cuándo porque al sistema de símbolos del que hablo pareciera serle solidario un sistema de ideas particular, cierta forma de entender a la costa colombiana que deviene del modo de narrar de Gabriel García Marques y se desborda en todo un mito sobre la costa y sus habitantes, el realismo mágico. “Soñó que entraba en una casa vacía, de paredes blancas, y que lo inquietaba la pesadumbre de ser el primer ser humano que entraba en ella. En el sueño recordó que había soñado lo mismo la noche anterior y en muchas noches de los últimos años, y supo que la imagen se habría borrado de su memoria al despertar, porque aquel sueño recurrente tenía la virtud de no ser recordado sino dentro del mismo sueño”37 Y para Mompox en cuestión: “Dicen que la ciudad la transportaron de ultramar bandadas de gaviotas y alcatraces. En la Costa colombiana la recibieron bandadas de patos y garzas que, en vuelo, cargaron 54 conventos, iglesias, una muralla, casa de techos elevados, baúles con historias antiguas, títulos de marquesados, látigos, un tribunal inquisitorio, partituras europeas, treinta y tres clavicémbalos, una guitarra sevillana, dos cofres con sotanas y un Cristo sin cabeza. La depositaron a orillas del Magdalena, sobre un islote. Allí permanece, telarañosa y blanca, alucinadora, con historias murmurando en sus calles de tantas huellas, Día y noche es l mismo allí, porque nadie duerme. Tantos fantasmas espantaron el sueño de sus habitantes. Los relojes de pared, envejecidos, se detuvieron en la época de la Colonia. Nadie se preocupa hoy por ellos. El tiempo es lo de menos… Tiemp, tiem… tie…”38 Siendo sincera –debo serlo si quiero entrar al cementerio, más allá de las rejas está la eternidad… y allá es al menos poco conveniente mentir- me pregunto si el tiempo acá en Mompox fue así antes de Macondo: si las cualidades míticas del tiempo circular se le superponen a la percepción del tiempo en esta ciudad… o si más bien la cosa es a la inversa y el realismo mágico es real y mágico. Yo no sé que viene primero, si el huevo o la gallina. Estoy por pensar que no importa, pero se me empiezan a mezclar las cosas. Más bien, a todos se nos mezclan las cosas. Alguien enciende el televisor. El televisor no anda, la pantalla está llena de puntitos negros y blancos. Alguien decide ponerse de pié y darle un golpecito. El televisor ahora anda. Shhhhhhhh. -“Hola cómo les va, mi nombre es Santiago Rivas. Años después, frente al pelotón de fusilamiento ni ustedes ni yo hemos de recordar haber visto este programa llamado Los puros criollos. Hoy no importa dónde me encuentro ni a qué altura por qué vamos a hablar de un lugar que no queda en ninguna parte pero también queda en todas, es un lugar que en realidad representa a otro lugar. Es un lugar que simboliza nuestro país. Hoy vamos a hablar de Macondo”39. Alguien ve, sentado en el sofá de su casa la quinta emisión de Los puros Criollos, “una serie documental que hace un recorrido por nuestros "símbolos patrios", no sobre aquellos símbolos oficiales, sino sobre los que nos hemos apropiado y hacen parte del sentimiento 55 que llamamos colombianidad”40. Alguien ve en la pantalla cómo un reportero entrevista a otro hombre, la escena es corta pero concisa, el sujeto, que aparece respaldado por la imagen de un río caudaloso y una lancha colorida, responde sin titubeos a la pregunta por la ubicación de Macondo, Macondo es Mompox, asevera mientras sonríe. Al mismo tiempo, otro, un armenio, sentado en el comedor mientras desayuna, lee la primera frase de un artículo en el periódico La crónica del Quindío, dicho artículo lleva por nombre Mompox perdido en el tiempo y así reza, “Dicen que Mompox está detenido en el tiempo, que es lo más parecido a Macondo, el pueblo que inventó el Nobel Gabriel García Márquez.” “Si nosotros renegamos de nuestra divina locura de soñadores, de nuestro empeño de caballeros andantes del ideal y de la libertad, de centinelas insomnes del honor nacional, de ciudadanos de espíritu y de confesores de Cristo, de adalides de la santa igualdad y de perennes enamorados de Dulcinea; si renegamos de todo eso, digo, bien está que se decrete la liquidación total de nuestra gesta histórica y que la mano descarnada de la muerte, sellando urnas y cerrando a piedra y lodo la dorada fortaleza del ensueño y sembrando de sal el campo en que fulguraron los aceros y resonaron los clásicos cañones de guadua y se escuchó la vocinglería heroica de todo un pueblo, escriba en la última losa arrancada del último monumento: “Aquí fue Mompox”41. “Ya vendí todos mis muebles pues me mudo pa' Macondo me preguntan dónde queda yo les digo que en el Congo. Recorrí todos lugares por lo llano y por lo hondo pero nadie da razón donde es que queda Macondo. Macondo, Macondo, Macondo ya me voy para Macondo 56 Macondo, Macondo, Macondo, ya me voy para Macondo.” 42 *** Ella estaba sentada en las tejas del antiguo mercado, no era la única; ese día era Domingo de Ramos y la gente había llevado en procesión una imagen de Cristo sobre un burrito, desde la Iglesia de Santa Bárbara hasta la Iglesia de la Inmaculada Concepción. Desde ese techo se veía la fachada de dicha iglesia. Del mercado sólo quedaba el frente, como una cáscara sin paredes internas ni pisos definidos, como una cáscara tapizada de excrementos humanos. Ahora el mercado era un baño público enorme. Ella había remontado toda esta podredumbre aguantando la respiración y desde el techo, ella y otros muchos, guiñando los ojos para no encandelillarse, observaban la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. - Se ve muy bonito todo ese verde cubriendo la plaza. ¿no te parece? Le comentó ella a otra joven que a su lado comía paleta mientras miraba, y la joven agitó la mano que tenía y libre y exclamó: - Si, ver esto desde acá arriba te impresiona, deberías ver adentro de esa Iglesia, desde arriba, como se ven los pasos que marchan los nazarenos cuando han dejado el Santo Sepulcro y mientras se da la Solemne Serenata al Señor. Ellos dibujan caracoles con su marcha. “Caracol se llama también uno de los tejidos de filigrana”. Pensó ella. - Ellos se enrollan y se desenrollan, se enrollan y se desenrollan…- comentó la joven de la paleta sin dejar de mirar el mar verde que ocupaba abajo toda la plaza. 57 Ella vio entonces las arrugas blancas y hondas que apretaban las manos del joyero mientras este enrollaba un hilo de oro sobre sí mismo; él lo enrollaba una y otra vez para poder rellenar un sólo cartón, pero siempre era el mismo hilo sin fin, pues la filigrana se debe tejer con un sólo y largo hilo continuo. Pandero, así había dicho el señor joyero que se llamaba cada una de las espirales más pequeñas. Pandero es el tejido básico de la filigrana y es una espiral. “Ellos se enrollan y se desenrollan… toda la noche… repetía la otra”. Y con estos panderos se embute cada prenda, había explicado, mientras decía que era mejor no dejar vacíos para que el diseño resultara más atractivo. Ella vio enfrente las mil espaldas sudorosas, los miles de brazos alzados sosteniendo palmas verdes mientras el cura, junto al Cristo montado en burro, repartía agua bendita en todas las direcciones. Sobre esos cuerpos se alternaban las sombras de los arcos del mercado con los rayos implacables reflejándose en el río. Los cimientos de la antigua construcción crujían debajo de todos los que se habían encaramado sobre su techo. El edificio pronto habría de venirse abajo o rendirse ante las plantas que rompieran la costra de pintura y se asomaran decididas y encorvadas. Todos esperaban ese momento en que se abrieran de par en par las puertas de la Iglesia y fuera posible entrar a escuchar la misa y a refugiarse del sol. La gente, vestida con sus mejores ropas, posaba junto a Jesús sobre el burrito. Ella adelantó la quijada para alcanzar a ver hasta dónde llegaba la muchedumbre, y al mover el pie desacomodó un par de tejas que liberaron varios pedruscos. Los vio caer y vio caer el agua bendita. Tenía razón su abuela: el Semana Santa el pueblo parece vivo. Volvió a recostarse, cerró los ojos y dejó por un momento que descansaran de la resolana que empezaba a pesarle en la cabeza. Se puso a pensar: ese edificio envejecido, ese olor a desperdicios, ese rumor del río a sus espaldas, ese viento que salía de sus ondas, ese calor apabullante y esa enorme cantidad de personas inaugurando el rito anual. La emoción del acontecimiento, de la fecha crítica disipaba los humores rancios de su nariz. ¿Será que el mercado no se derrumba para que cada año podamos subirnos a mirar el inicio de la Semana Santa? Edificio de otro tiempo y para ser usado con otro ritmo, construcción con un fin civil que ahora vive en función del tiempo religioso. Sí… en realidad el mercado no se desmorona porque existe la Semana Santa; en realidad el tiempo civil discurre gracias al espasmo que produce esta celebración, gracias a que el mito se revive conforme a un ritmo, 58 gobernando la dispersión del discurrir. Acá el tiempo, más visiblemente que muchos otros lugares, es una es unidad de un ritmo cuya alternancia conduce periódicamente a lo semejante, acá la condición del tiempo es un intervalo eterno, sagrado, litúrgico43. Abrió los ojos. -¿Y hay prendas que sirvan para la suerte? -Bueno, eso sí ya es otro camino, ya es otro camino… Si usted quiere una pieza de oro que lleve esmeralda, lleve diamantes, eso da a mucha suerte, y todo eso se elabora, pero eso sale caro. -¿Y uno puede bendecir una pieza? -No cualquier prenda, pero claro, a usted le pueden hacer un anillo para usted con los Siete Viernes… -¿Cómo así? -Claro, con los siete viernes de Semana Santa. Comienzan el primer viernes, hacen un panderito. Cuando ya se terminó el primer viernes lo paran. Hasta que llega el otro viernes y vuelven y comienzan. Total que ese anillo se lo van a hacer durante los siete viernes y lo van a terminar el Viernes Santo. Entonces ese viernes, que ya es el último, cuando se lo entregan usted lo lleva a donde el cura y el cura se lo bendice. -¿Y cualquiera puede hacerlo? -Cualquiera de los joyeros de aquí.44 59 Había sido la semana pasada mientras esperaba a su abuela que hacía fila para ver al médico que había venido desde Magangué. Ella se había sentado una cuadra más allá, sobre La Albarrada para tomar el fresco y había pasado el rato conversando con un grupo de señores que según todo el mundo no hacían cosa distinta que charlar y sentarse bajo los árboles del parque San Francisco. Uno se llamaba Julio y el más viejo José. José era muy alto, tendría ochenta años, llevaba un sombrero de vaquero y unas gafas para el sol como las que usan los ciclistas, alargadas hacia las puntas. Ahora la gente entraba a empujones a la Iglesia. Ella siguió pensando en la historia del Anillo de los Siete Viernes, se preguntó porqué siete y pensó en la duración concreta de la Semana Santa; no pensó más. Si la factura del anillo ocurría en Semana Santa y por ella, debía existir una simpatía entre ambas, más bien, debían ser la misma cosa, o mejor, esta prenda de filigrana implicaba también una manipulación del tiempo -“Ellos se enrollan y se desenrollan… toda la noche…” había dicho la muchacha de la paleta- pues hacer el anillo en cierto momento del rito y no en otro hacía que fuera efectivo, que los efectos de sus bendición se desplazaran a la eternidad, al para siempre dónde existía la muerte y la resurrección de Jesús. Desde lo alto del mercado fue posible observar cuando entre la muchedumbre empuñando palmas apareció una columna cabizbaja de nazarenos sofocadosv. Algunos trataban de v Nazareno es quien, tras haber pedido un favor a Pae Jesú de Nazareno y haberlo recibido, está obligado a devolver a cambio una penitencia. Dicha penitencia consiste en cargar y o acompañar las imágenes durante las procesiones de Semana Santa. Los nazarenos visten largas túnicas moradas que les cubren por completo el cuerpo y el rostro, al cinto llevan amarradas unas cuerdas que terminan en cinco bolas de lino. Es tabú que dos nazarenos se vean a los ojos, entonces, cuando llegan a cruzarse por la calle durante el día deben murmurar “Pae Jesú” de tal forma que nadie más que ellos dos puedan escucharlo. Así mismo, es obligatorio que practiquen cierto ascetismo temporal, deben dormir en la calle, comer apenas lo necesario, rezar cinco padres nuestros cada vez que entran a una iglesia y no bañarse. Es legítimo y muy común que estas personas beban copiosamente durante la celebración, “pá tener resistencia”. No existe ningún tipo de organización comunal o entidad eclesiástica que organice explícitamente y a cabalidad la presencia de los penitentes; recientemente se ha empezado a conformar una Asociación de Nazarenos, esta, sin embargo, no asocia en realidad a todos. Es tan elevado su número, llegan incluso a los tres mil, y vienen de tan diversos lugares, que se arman peligrosas riñas debajo de las imágenes para definir quién cargará el paso, sobretodo debajo de la imagen del Santo Sepulcro. 60 levantar la cabeza para que por el boquete que formaba la capucha de su túnica morada entrara algo de aire; la mayoría sostenía entre alguna de sus manos la primera de las cinco bolas que representaban los cinco padres nuestros que debían rezar cada vez que ingresaran a una iglesia. El día que le seguía a ese empezarían las procesiones y deberían cargar, como lo habían hecho ya varios años seguidos, los catorce pasos o imágenes de la Semana Santa, debían hacerlo marchando, dos pasos adelante , uno atrás, dos pasos, adelante, uno atrás, desandando un paso por cada dos que avanzaran. No cualquiera puede ser nazareno. ¿Cómo? ¿Con qué brazos? ¿Con qué fuerza? ¿Con qué perseverancia? Apenas ella hizo el esfuerzo de imaginarse dentro de esa túnica, gobernado su cuerpo por el ritmo pesado de la repetición, el sudor emplastado, baboso, le corrió por las sienes. La misma sensación flotaba espesa sobre el aire del patio dónde había conocido días atrás el taller de joyería. Escuchó, en su estómago, cómo el sopor se trasformaba en borbotones que ascendían terminando en otra frase. No cualquiera puede ser joyero ¿Cómo? ¿Con qué manos? ¿Con qué ojos? ¿Con qué tiempo? ¿Con que paciencia? -Hay aprendices y hay oficiales, están aprendiendo, y cuando uno se muere le pueden quedar cincuenta y punta de años para aprender, porque siempre se está aprendiendo, porque uno no puede quedarse ahí…tiene que experimentar más allá. Y eso es un problema porque que uno no puede por estar ocupado ganándose el dinero para sobrevivir. -Claro... -Si no tuviéramos esta angustia y esta necesidad de ir más allá… -¿Cómo más allá? -Mas allá en la técnica y en el conocimiento de todo. Porque la técnica es muy amplia. Por ejemplo…yo no fui engastador de piedra, aprendí sólo dos o tres 61 técnicas de engaste y hay veinte, me faltan 17, que no las experimenté. Me quedaron faltando muchas cosas del engaste de piedra. Y luego el todo, la parte del armado de joyas, ya es otra cosa. La filigrana está dentro de las cosas que se arman, es un armazón con una técnica muy fina -¿Y qué hace de especial a la filigrana? -Lo especial de la filigrana es que es una técnica que es con hilos, hilos finos que van de acuerdo con lo que se va a hacer, entonces van disminuyendo de grosor y los llevamos a un grueso que sea necesario entorchar, después aplanar, después incrustar en los huecos que haya que rellenar. Esa es la parte técnica que te quiero mostrar después cuando vayamos al taller. -¿Y usted sabe de dónde viene la filigrana? Eso tiene mucho, muchas anécdotas o historias o mitos. Que es árabe, que es asiática, de todos modos es una manualidad asiática, y árabe claro también. Le llegó a los árabes que estaban en ese tiempo en África y que te digo…ellos como que la llevaron, la llevaron. En la historia muchas joyas tienen una historia, como la historia del brazalete, del arete… entonces yo te estoy diciendo la de los arabescos vi, hay muchas cosas de la filigrana que tienen arabescos, muchos detalles y el adorno en si, por ejemplo los hindúes le gustan mucho las simulaciones, y de ahí también viene, porque es filigrana, filigrana es de seguido; segmento, viene de “cosa seguida” -¿Es un solo hilo cierto? vi Por arabesco se entiende la forma espiralada en general: el pandero por supuesto, pero también el tipo de adorno en que se forjan las rejas de las ventanas y el decorado de muchas de las tumbas, epitafios y lápidas en el cementerio. Siempre que se habla de arabesco se quiere hacer alusión a que el origen es árabe. 62 -Es un hilo, pero entonces luego viene los granos, en las piezas va una cosita envuelta así y eso es una cantidad de granitos que salen del hilo que se envuelve y después se aplana, filigrana entonces como te decía: “granitos, fili” -¿Y esas anécdotas y mitos usted los sabe? -No pues, esos mitos… como que el español vino aquí trayendo sus trabajadores, que podían ser armenios, porque Armenia queda entrando pal Asia…y entonces los armenios son unos artistas de la filigrana, hacen una filigrana sin grano, lisa, pero es filigrana por las formas: tienen unas florecitas chiquiticas metidas en un hueco, hechas con un sólo alambrito delgaditico, no con varios sino con uno, que va dando la vuelta y va dando la vuelta. -Una vez en Medellín, una armenia de esas se me presentó al taller con una joya de esas, se le perdió una y le pregunté si la había comprando en Mompox y me dijo que no, que ella la había comprando en Armenia… -Y ella me dijo ¿cómo se le ocurre, aquí dónde? Pues aquí en Mompox, le dije, en mi tierra. -Y le hice yo el par, porque yo no podía hacer el arete igualitico, cada prenda es única y a mí el otro me quedaba más grandecito o más chiquito...o diferente45. Del otro lado del techo se podía ver correr el Magdalena, ella estaba mareada, así que escaló hasta donde fue necesario y se escurrió para caer en el balcón que daba al río. El calor era cortado por las ráfagas de brisa que vuela en las alturas: ese viento que nunca pasea abajo, por los callejones de Mompox. Con calma se propuso ordenar ideas. ¿Qué hacía que al pensar en los nazarenos pensara en los joyeros? ¿Qué la llevaba a: “Los nazarenos son a la Semana Santa como los joyeros a un tiempo perdido en el tiempo”? Se acercaba el medio día y el sol era cada vez más pesado. Su abuela decía que en Semana Santa era cómo si el pueblo estuviera vivo y a ella tenía la sensación de que por fuera de ese rito, después y antes del cumplimiento de esas fechas sagradas, mucho de lo que 63 mantenía a Mompox vivo era el oficio de La Paciencia. ¿Acaso ambas, penitencia y paciencia eran ocupaciones rituales? Ambas, en su realización, parecían formas reiterativas de hacer; así mismo, ambas exigían una atención minuciosa y un respeto solemne a las reglas…Incluso le parecía que aunque las dos compartían cierta rítmica reiterativa cada una iba en armonía únicamente con el tiempo en que se realizaba, y esto era justamente porque se trataba de reiteraciones distintas que perseguían distintos fines. Mientras los penitentes reiteraban como forma de devolver ciertos dones milagrosos recibidos por parte de Pae Jesú, los pacientes reiteraban, al parecer, porque reiterar con paciencia era el fin mismo. La filigrana está dentro de las cosas que se arman, es un armazón con una técnica muy fina. Filigrana es de seguido, segmento; viene de “cosa seguida”. Quiso empezar a bajar las escaleras que llevaban al primer piso del mercado, quiso salir del mercado y caminar dos cuadras para volver al callejón de La Sierpe y comentar con su abuela lo bonito que había sido ver el verde de los ramos. Quiso, pero no pudo;L era tal la muchedumbre que había invadido todo el edificio, que se había hecho perfectamente imposible intentar un mínimo descenso. Era inconmensurable la cantidad de gente que participaba de este rito y la soledad con que se debía realizar el Oficio de la Paciencia. Ella quería irse, sobre todo para dejar de pensar una cosa en relación a la otra y terminar jalando ideas como malas hierbas en la huerta…Siempre conjeturando, de nuevo de mano de la duda… Con cada Semana Santa los nazarenos repiten con esmero una serie de acciones que se suman a las que hicieron el año pasado y esto se acumula para el pago de la manda. Con cada prenda los joyeros, repiten, mejor, recomienzan algo que necesariamente debe terminarse; si cada prenda debe tener un fin, el oficio es infinito porque siempre se está aprendiendo, porque uno no puede quedarse ahí…tiene que experimentar más allá. Y en el momento en que ambos ritos se cumplen -la penitencia se paga y la joya se terminadurante ese tiempo, todo se hace posible. Luego es necesario repetir. Volver el año siguiente a marchar los pasos. Agarrar un lingote nuevo y empezar a fundir, entorchar, después escarchar, después embutir. Pero la manda se está pagando y la filigrana se ha recomenzado, instrumento de una esperanza -de esperar- que se parece tanto al mañana y garantiza, para los pacientes, que mañana vuelva a ser otro día. 64 Levantó la mirada y vio, por fin, cómo la misa en la iglesia estaba comenzando y cómo todos los que se habían quedado por fuera se iban dispersando por el pueblo, permitiendo que los que estaban junto con ella en el mercado empezaran a descender. Lo interesante en realidad, aquello que en verdad le motivaba las más largas reflexiones y los más desesperantes sueños –en los que no hallaba las palabras adecuadas para preguntarle a los joyeros lo que no sabía, pues ni siquiera podía formularse a sí misma aquello que deseaba conocer- era el lenguaje hierático que los maestros en joyería empleaban. Todo lo que decían, desde lo más práctico hasta lo más teórico se le presentaba a ella como un indescifrable acertijo… ¿Cuál era el proceso de la filigrana que se llamaba proporción y equilibrio? ¿Qué había detrás del imperativo “Hay que saber terminar las cosas, completarlas”? ¿Cómo así que la filigrana era un sólo relleno? ¿O que estaba clasificada dentro de las cosas que se arman? Y más extraño, ¿Qué debía entender por la afirmación “la filigrana es de seguido; segmento, “cosa seguida”?, ¿Qué era ir más allá? Y eso de que debía perseguirse “el conocimiento de todo”... y ni hablar de las Pulseras Salomónicas y el Anillo de los Siete Viernes, y las cosas que nunca deben decirse por que cuesta trabajo aprenderlas…o la organización de un taller en aprendices, oficiales y maestros… Al pensar en maestros sólo se le aparecían en la cabeza manos cuarteadas por arrugas, ojos cansados, cabezas nevadas. Volvió a pensar en los alquimistas. Entonces recapituló de su memoria lo que había observado sobre el taller de joyería y le sobrevino la conclusión de que este oficio de La Paciencia tenía un carácter casi numinoso y que se le asemejaba a la alquimia porque en varios aspectos en realidad sí se parecían, y lo que es más, si se veía a contrapelo era posible entender una cosa con respecto a la otra y ambas con respecto a otra más general, la idea del anciano sabio, tema recurrente, explicativo y estructural del que tanto los joyeros momposinos, como los alquimistas eran variantes. *** 65 La sucesión de luz y penumbra, la secuencia de sequías e inundaciones, el ritmo de la creciente , el ritmo vital de la cosecha, el augurio de la subienda de los bocachicos, el fin de la semana, el día de mercado, la hora de la misa, la Semana Santa. Signos del tiempo: castigo mayor al pecado original y al mismo tiempo condición de la existencia. La historia de ellos, de todos los joyeros, viajaba en otra forma por el mundo occidental, tenía otro nombre. Los alquimistas entonces buscaban el retorno a la Edad de Oro, esencia primigenia del hombre desnudo e inmortal. Los joyeros momposinos ejercían el Oficio de la Paciencia. Ambas lógicas tienen una estructura cíclica y se basaban en la trasmisión de secretos sobre el repetir y el esperar, una y otra vez, durante toda la vida, la sucesión de una serie de pasos con estricto cuidado: modificar, purificar y rubificar: entorchar, escarchar y embutir o rellenar. Hechos homogéneos se acumulaban sobre Guillermo Trespalacios, notas de un sólo acorde se repetían cada vez que de él se hablaba, le daban a su personalidad un aire hermético, que como idea vaga terminaba concretándose en anécdotas definidas. De a poco era posible agrupar acciones como partes que ilustraban, punto a punto, una doctrina. Un joyero paciente es un joyero sabio: Guillo será para siempre paciente: “una masa de lugares comunes que incluso pueden ser contradictorios, pero que cumplen con unos fines circunstanciales interesados”46 “-¿Y hay agüeros con la filigrana? - que yo sepa no. - pero a mí me contaron que los aprendices… - a… pero ese como no es agüero… sí cosas de verdá.”47 66 Él doblaba su espalda sobre la mesa de joyería, su mesa daba al sol. Todas las demás, a su izquierda, estaban puestas para que cualquiera pudiera mirarlo y hablarle sin que él tuviese que apartar sus ojos del trabajo. Se incorporó al escuchar el aviso de uno de los oficiales “ya llegó el quiere hacerse aprendiz”. El jovencito estaba de pie, esperando en el corredor. Cortante y preciso en las palabras recordó con los demás joyeros de quién era hijo el muchacho. Entonces inquirió, como siempre lo hacía, en la vocación del aspirante. - ¿Tú crees que tienes las aptitudes para ser un joyero? - Si don Guillo, yo creo que las tengo. El maestro Guillo se sentó de nuevo en su mesa y desde allí dispuso el ambiente para que se llevara a cabo la prueba. Con vehemencia le ordenó al muchacho que caminara hasta el pozo del patio, junto a él estaban dos palanganas de cobre, debía llenar una de ellas con agua hasta el tope y llevarla hasta el lugar más soleado de la casa, tras esto debería volver a presentarse ante él y él le indicaría cuál sería su primer trabajo como joyero. Cuando después de un rato el jovencito volvió acalorado y sudoroso Guillo le instruyó - Bueno, yo voy a ponerle un polvillo a esa agua del pozo, toma este meneador, con él vas a batir el agua hasta que se solidifique. El muchacho se fue al lugar indicado, desde ahí Guillo lo miró con gravedad y sin más volvió a doblarse sobre su labor. Las sombras, antes largas, fueron haciéndose cortas, hasta que en cierto punto desaparecieron. El muchacho se detuvo, adoloridos sus brazos y enrojecido su rostro. Acudió al maestro. - No cuaja, el agua no cuaja. - Sigue muchacho que tiene que cuajar y no tenemos todo el día, todos los demás operarios están esperando que termines. ¿O es que no quieres ser joyero? 67 Guillermo despidió a todos los operarios, avisándoles que después de almuerzo, a las dos de la tarde, debían presentarse; él mismo se puso de pié y se sentó en el comedor, el muchacho seguía afuera, batiendo el agua en la palangana. Guillermo comió en silencio, junto con sus hijas y su esposa. Entonces la sombra del alero, al otro lado, empezó a cubrir con modestia el verde de los jazmines y el limón. El muchacho seguía batiendo el agua. El maestro alzó los ojos, serenos pero acuciosos, “lo estás haciendo bien, cuando empiece a atardecer voy hacia dónde tú estás y reviso que haya cuajado, si no es así, mañana no vuelves”. El joven estaba bañado en sudor, sediento hasta la desesperación y con un hambre que lo enloquecía, aún así arreció la velocidad con la que movía el palo de madera. “Es hora”, exclamó un rato después Guillo, con calma fue acercándose al joven que temblaba. Todos los oficiales y aprendices se detuvieron a observar. - Niño, ¿crees que ya sabes de joyería? … - No, aún no. - ¡El agua no ha cuajado!- vociferó - No don Guillo, el agua no cuajó, perdóneme. - No seas pendejo, ¿cuándo has visto tu que el agua cuaje”. No cuajó, porque el agua no cuaja. Pero te he visto todo el día como has batido con ganas y persistencia. Tú sabes intentar de nuevo cuando suceden cosas inexplicables, sabes no ponerte de mal humor si eso sucede, haces las cosas con tiempo y sin quejarte. Tú tienes paciencia. Mañana puedes volver a trabajar.- una sonrisa blanca dibujó la cara exhausta del iniciado antes asustado por la represalia y triste por su fallido intento de hacerse joyero.48 68 “El oro tiene el color de la mierda de perro”, dijo don Guillo el alquimista, cuando se dio cuenta del tiempo extraviado en experimentos para convertir todo lo que él tocara en el metal que Shakespeare llamó la “vil ramera de los hombres”. A los 81 años, el viejo de hermosas manos, mirada disminuida, desvelos perpetuos y pasos erguidos, entró en razón, un poco tarde, si se tiene en cuenta que en este pueblo el máximo de edad está en 112 años. (…) Predestinado al oficio de la paciencia, la orfebrería, don Guillo se aprovisionó, desde pequeño, de un catálogo de serenidades. Entonces se entrenó a diario en la ciénaga, a donde iba con la aurora a sentarse en sus orillas, en posición de loto, impávido ante fríos y zancudos, a mirar la quietud de las aguas y a escuchar el canto de sirenas varadas que clamaban auxilios. Él hacía caso omiso a las voces húmedas de las damas pez, cerraba sus ojos color miel y veía en la imaginación la manera más rápida para trasmutar en oro el playón del río”49 Ella lo recordó, él se recordó a sí mismo, nosotros recordamos, ellos recordaron. Y no es una, son variantes semejantes de una idea con un único nombre, muchas anécdotas sintetizadas en una sola idea. Eso lo supieron. El Joyero paciente. La paciencia, una versión de un tema más general, los joyeros momposinos y los alquimistas tendrán que ser hombres pacientes, bien es sabido que con la vejez viene la paciencia y la espera hace al sabio. Recordamos como se recuerda la realidad vivida. Ella y yo revisamos nuestras notas. La voz de Luís Bernardo Herrera, que hablaba de estas cosas sin hablar de ellas, sentado en su mesa de joyero, con la sien sudada, con la barriga prominente, con el pequeño objeto de plata sostenido entre las manos… Decimos, en nuestras notas, que no puede nadie en Mompox contarle a ella ninguna historia con principio y fin; que, mejor, no puede ella escuchar nunca una historia que empiece cuando Guillermo nace y acabe cuando Guillermo muere. Sólo le han contado de a pedazos, urdiendo entre todos una concordancia tiránica a la que han puesto nombre propio y a partir de ella han hecho, sin hacerla de todo, una aglomeración homogénea… Decimos que preguntamos por Guillermo. Esta historia se escribió tipificando y no sólo la tesis ilustra, también su antítesis resulta explicativa. Decimos, 69 “Guillo era un orfebre completo completo” afirmó cuando le pregunté, “sabía estampar, grabar, calar, hacer filigrana y ser buena persona”. Rápidamente esto lo remitió a otro joyero y empezó a contarme que mientras Guillo estaba vivo, vivió también otro joyero, su nombre era Magdaleno Ospino; mientras Guillo vivía en barrio arriba y era liberal, Magdaleno vivía en barrio abajo y era conservador. Como lo planteó Lucho, estos dos personajes eran una suerte de enemigos, o al menos radicalmente opuestos, el uno correcto, paciente y generoso, el otro rabioso egoísta e impaciente. Finalmente Magdaleno Ospino quebró, Lucho afirma que su rabia y su egoísmo lo llevaron a tan desdichado fin.50 Veremos en él también el que no es, el que no quiebra, aquel cuya forma resulta sólida. *** Ella le pidió a su abuela que le mostrara las prendas que tenía. Su abuela le respondió, con orgullo, que se las había heredado todas a la tía Amelia. “¿y por qué no las vendiste más bien, si no las querías usar?” Le contó que las prendas por nada en el mundo se venden, se guardan en las casas y se usan cada tanto, y cuando así se quiere se regalan de madre a hija. Ella le dijo que se había dado cuenta que durante la Semana Santa, todo el mundo, hombres y mujeres llevaban una cruz de filigrana colgando de una cadena y que el día anterior, al atardecer, en la Procesión del Santo Sepulcro había visto a las mujeres de negro, cubriendo sus caras con velos de encaje, y a los hombres elegantemente vestidos con trajes de paño también negros. Dijo que todos llevaban entre las manos velones largos blancos y en su pecho, del lado del corazón, un prendedor de filigrana con la forma de una corona. A la abuela le dio risa y le explicó que no era cualquier cruz, ni esa era cualquier corona. Era la Cruz de Mompox y la corona de la Virgen Dolorosa. Y que las mujeres que en la procesión estaban así vestidas, no eran todas, sólo algunas que eran también Dolorosas. Preguntaría a Oscar Arévalo, 70 -¿Y hay piezas que sean religiosas, como cruces, o que la gente las mande a hacer para bendecirlas? -Sí, yo he hecho piezas pá milagros, cruces, inclusive aquí hay una cruz, no sé si usted la ha visto, la cruz de Mompox. Esa la hacemos aquí. Yo un día de estos voy a hacer una porque se vende mucho pá Semana Santa. -¿Sí? ¿Y la gente que hace con esa cruz? -Se la pone de día. Es cuestión de fe y que les trae suerte. Entonces yo en estos días voy a hacer una porque siempre vienen buscando la cruz de Mompox porque es muy bonita ¿ya?, -¿Y ese diseño de quién es? -Ese diseño fueron unos momposinos. La historia no la tengo muy clara. Sé que ahora son 25 cruces, antes eran de 13, antes eran de 23…de 16, cuando eran de 13 se suponían que eran los doce apóstoles y Jesú. Que se idearon así. El poco de cruces esas de ahora, era por las cruces que hay aquí en Mompox, que hay esa esquina de cuatro cruces, de 5 cruces, de calles, se cruza por aquí, se cruza por allá. Es cuestión de que se crean unos mitos. Hasta ahí se conoce esa cruz.51 Portar la cruz en Semana Santa era entonces portar, de algún modo a Mompox del cuello, colgado de una cadena. Luego empezó a ver la Cruz de Mompox en todas partes: en las banderas de la procesión, en las telas que decoraban el Santo Sepulcro, en la sotana de los padres y enorme, convertida en imagen marchando cargada por muchos nazarenos. También después se dio cuenta que era la única que no sabía que esa corona era la de la Virgen Dolorosa. Que esa corona pequeña que se prendaba en el pecho de algunos durante la Semana Santa aseguraba el paso de un símbolo, la muerte de Jesús y el dolor que esta causa a la Virgen, a su significación. La corona verdadera, la que usaba la imagen durante 71 la procesión, era un trabajo impresionante en filigrana y estaba exhibida durante todo el año en el Museo de Arte Religioso y sólo se sacaba durante las procesiones del Martes y Viernes Santo. 72 Dijo la abuela que el gran dolor de las dolorosas, el que hacía que lloraran durante la procesión, era ver a Jesú de Nazareno muerto dentro de su sepulcro, que a ella también le daba mucha tristeza, porque cada vez que lo sacaban era como si hubiera estado vivo hasta ese momento. Y cuando una era Dolorosa daban ganas de llorar. Que ella alguna vez, con su hermana Dora, habían sido dolorosas de jóvenes y que ésta era también una forma distinta de pagar favores. Ella escuchó y pensó después que la corona tenía entonces un fin ritual y no sólo decorativo. Que conducía a que algunas mujeres encarnaran el mito y adoptaran el papel social de Dolorosasvii, y usando la joya participaban del todo en el rito. Ella estaba sentada en la hamaca del cuarto que en vida usara Guillermo Trespalacios chupaba un mango y se asombraba con los cuadernos de dibujo que atesoraban sus hijas como recuerdo del esmero que su padre ponía en el trabajo. -¿Y se hacían muchos trabajos para Semana Santa? Le preguntó a Flor Trespalacios que buscaba otras cosas para mostrarle. -Sí, la producción era altísima, aquí se trabajaba hasta libra de oro, la libra, cuando era más fácil el acceso al oro y él compraba era de a libra. Y ellos a veces les daba doscientos gramos, repartía porque tenía bastantes trabajadores. Él se encargaba de los Santos también, toda la parte de coronas, todo lo que está en el Museo Religioso son hechas de nuestros abuelos y mi papá. Ahora ellos, los joyeros oficiales de él, son los que las restauran, para darles el baño y esas cosas... Las coronas que tienen la virgen del Rosario y la Dolorosa son hechas por los Tres Palacios. Ahí está mi abuelo, mi tío Tiberio y mi papá. Eran los que trabajaban en esa época52. vii Podría resultar muy interesante explorar la relación entre la institución de los nazarenos y la institución de las dolorosas, parecieran ser las versiones masculinas y femeninas de la penitencia. Seguramente haciendo esto podrían develarse varias ideas sobre la manera en que se retribuye siendo mujer u hombre. 73 Era tal el esmero que empleaba Guillermo Trespalacios en la elaboración de cada prenda que fundía todo aquello que a su juicio no alcanzase la perfección, deshacía una y otra vez el fruto de su trabajo… de igual manera obligaba a proceder a todos los joyeros del taller. “Guillo como maestro era un tipo bueno, le gustaba que le hicieran los trabajos a la perfección y cuando no era así mandaba a fundir el trabajo hasta que no quedara perfecto”53 En una oportunidad le fueron robadas todas las prendas culminadas. Cuando llegó la gente, el suelo estaba completamente tapizado en prendas de oro, no sabemos bien como fueron a dar ahí; el caso es que todos los cofres que el joyero atesoraba, llenos de sus diseños favoritos, se rompieron o volcaron. Él llamó a la policía, pero fue tarde. Antes de eso, había trabajado siempre de a libras de oro, y era tanto oro que se medía en gruesas, una gruesa equivalía a doce docenas, y cada cofre debía guardar una gruesa. Todos en la casa se 74 escondieron debajo de las mesas, entre las paredes. Todos menos Guillo que salió detrás del ladrón. Éste le dijo que si se movía lo mataba, se tiró al río y dejó un poconón de joyas sobre La Albarrada. Ahí le sobrevino la más terrible de las crisis. Él había confiado demasiado, el confiaba, él era un hombre bueno, pero le tenían envidia. Guilló dejó la noche anterior el taller al mejor de sus oficiales, olvidando llevarse las llaves de los cofres. Siempre hacía cosas por el estilo, era un hombre ejemplar y la amistad que tenía con sus trabajadores era tal que los trataba a todos como compadres. Todos los pillos boca abajo, la policía llegó. Agarraron a los cómplices y ellos contaron que había sido el oficial: se quedó trabajando de noche, le hacía falta completar algunas prendas que urgían. Entonces, en el silencio del horno de fundición y usando la técnica de la cera perdida, fabricó un molde de cada una de las llaves. Días después, a plena luz del sol, acabó con el trabajo de toda la vida de la joyería Trespalacios. “-Esos manes eran tres, en lo que llegó la policía los manes arrancaron y ahí se formó el ta ta ta. -Quedaron todas las prendas regadas por la albarrada -¿Y qué pasó con las prendas que se regaron? ¿La gente se las robó? -No, todo lo contrario, las recuperaron. Pero la mayoría se las pudo llevar el ladrón. -Cuando los manes salieron de acá para allá ya la policía estaba allá. Eso seguro le costó la vida a alguien. Casi que le cuesta la vida a él, porque le querían quitar esos cofres de oro. -¿Es que él guardaba siempre las cosas en cofres? -Sí él las guardaba ahí 75 -Y todas las cosas que él hizo, las que no se perdieron ¿se quedaron allá? -No, es que él no las ha dejado de hacer. -¿No? ¿Sigue trabajando? -A él le enseño su papá y así él le enseñó a sus oficiales, pero ya se murió el viejo, sólo queda la vieja. Los nietos…”54 “Se enfrentó a ellos; ellos le dijeron que lo iban a matar y el tipo hasta le apuntó. Él no se asustó. Entonces el tipo se tiró al río a agarrarse de la canoa… Eso fue un espectáculo” 55 El ladrón levantó la pistola y ajustó el gatillo. Guillo se quedó firme, como esperando el disparo seguido de la nada. No sucedió, el ladrón se perdió entre el río…viii La joyería Trespalacios quedó mal, muy mal, en una terrible bancarrota. Justo coincidió con una grave crisis para el oficio en general. Los tiempos de la Cambumba, así, después, se le llamaría a esos años para recordarlos con más claridad. Guillermo veía día tras día cómo los joyeros se lucraban a punta de mentiras. El fraude era imperceptible, el secreto más guardado entre los trabajadores de la Paciencia pasó de ser la técnica a la bribonada compinche Eso lo entristecía, sabía que de algo debía comer su familia, pero jamás engañaría a nadie con sus prendas. “En este taller somos honestos”, decía bien alto, antes de empezar la jornada. Pasaba noches en vela buscando la forma para no detener el trabajo constante, todos sus oficiales y aprendices estaban hambreados y preocupados, y él consideraba que era su obligación darles un pago así no hubiese dinero para comprar más material. Recurrió a los ahorros y los sábados, sagradamente, entregó a cada joyero un dinero semanal56. Pero el fin de la crisis tardó demasiado en llegar, y aunque nunca quiso, viii Cuentan en Mompox una anécdota que corresponde a la misma idea, la envidia. Dicen que durante su época de más fama fue tanta la envidia que le llegaron a tener que llegó al taller una misiva, Guillo sería secuestrado si no pagaba una cantidad considerable de dinero a una guerrilla. Cuentan que el joyero, obrando tranquilamente, con paciencia y sabiduría, escribió en respuesta una carta que así intitulaba: “Comandante Luis José. Montañas del Sur de Bolívar” en ella explicaba que el oficio de la filigrana no lo hacía millonario y que apenas tenía para vivir. 76 decidió dedicar la mitad de su jornada a trabajar por fuera del taller. Él era un hombre humilde y prefirió trabajar como secretario del consejo que vender piezas ligadas hasta lo falsas como si fuesen oro puro. Todos los joyeros de entonces se enteraron del buen obrar de Guillermo Trespalacios; con el dinero que hacía compró un poco de oro y siguió elaborando las piezas que tenía ya diseñadas en el cuaderno. Así mismo entregó a cada trabajador una cantidad equitativa del metal, con todo y merma, y logró que el taller continuaraix. Fue el único de todos los joyeros que se mantuvo honrado57. Luis Guillermo Tres Palacios Meza: -El señor Secretario de Educación. -El señor Gerente del acueducto. -El señor Registrador de Mompox. -El señor Alcalde. De episodio en episodio, la idea que de él se había ordenado, y que a la vez evocaba cierto hermetismo alquímico, se acomodaba de forma mucho más afable a la vida de la gente que lo recordaba. Plena de lugares comunes, la voz popular jugaba con la idea, y jugaba con el personaje, amoldándolos al calor de la Depresión mediante todo tipo de detalles precisos, nombres, fechas y lugares. Guillo trabajaba hasta el medio día afuera, luego volvía al taller, a proseguir su oficio. Así durante años. Dijo que lo hacía para luchar contra la corrupción, para salvar a Mompox. Porque él era liberal gaitanista: Gaitán fue a visitarlo a su casa cuando vino a conocer el Colegio Pinillos58. Ambos están sentados en la sala de la casa, discuten, Guillo habla pausado, usando con exactitud cada expresión, comenta su asistencia constante a las reuniones, ¿A cuáles reuniones?, pregunta ella… A todas las reuniones; él comenta con propiedad. Todas las reuniones, intercambian miradas serias. Después, cuando la época del ix Merma se le al llama al porcentaje de metal que el Maestro calcula puede perderse (como parte del proceso) durante la factura de una joya. 77 MRLx, Alfonso López Michelsen le pidió a Guillo que le hiciera a doña Ceci, su esposa, un corazón colgante de una cadena de media naranjaxi. Para encarnarse la idea modélica de la Paciencia en el cuerpo de Guillo, debía mezclarse con otras ideas canónicas sobre la masculinidad en la costa. Así lo hacía, adecuándose incluso allí dónde resultaba discordante. Porque él era enamoradizo y de joven era guapísimo, un moreno enorme, impresionaba a cuanta mujer llegaba a conocerlo. Porque a él le gustaba la parranda, y era buen bebedor, jamás se emborrachaba demasiado y le gustaba juntarse a contar chistes con sus trabajadores: tres, cuatro, hasta cinco botellas de ñeque o ron. Porque él cuidaba el honor de su familia, y era celoso con sus hijas. Porque era franco pero nunca pelionero. Porque era el maestro y el patrón compinche. Porque pensaba que las mujeres nunca podrían ser joyeras. Y ella, la niña Aura, amor de sus amores. La paciencia más paciente, como todas las compañeras de los joyeros. Sin ella el taller era un imposible, la filigrana era imposible, también porque ella era su complemento, era quien amistaba, quien vendía las joyas, quién recibía las visitas, era el mundo público de un oficio privado. Como todas las esposas de joyerosxii, era quien manejaba las finanzas del taller, era quien, con paciencia, organizaba los cuadernos de dibujo de su esposo y acumulaba diseños y apuntes que él dejaba desparramados entre los tantos frascos y las tantas prendas. x Movimiento Revolucionario Liberal. Movimiento liberal que durante los 60s se opuso al Frente Nacional. Era dirigido por el después presidente Alfonso López Michelsen y en gran medida estuvo inspirado en las ideas de la Revolución Cubana. xi Media Naranja es un tipo de tejido en filigrana. xii Es importantísimo decir que actualmente existen muchas mujeres joyeras, cada vez es menos significativa la opinión de que la joyería es un oficio eminentemente masculino. Es importante porque, aunque no lo trato en este escrito, observo en la filigrana una definición de los roles de género particular, pues se trata de un tejido, - generalmente oficio femenino-, que se realiza en el ámbito domestico y privado – ámbitos asociados a lo femenino-, realizado mayoritariamente por hombres. El cambio en estas relaciones de género y la posibilidad de la participación de la mujer al taller resulta un orgullo para las que lo hacen. Joyeros de verdá, como los llaman, hoy ya mayores, han incluso llegado a enseñar a sus hijas el oficio y por ejemplo don Luis Bernardo Herrera no sólo encargó de uno de sus talleres a una de sus hijas, también permite entre sus operarios una que otra mujer. Otra cosa que no se puede dejar de lado: el año en que yo hice mi trabajo de campo será recordado probablemente como el primer año en el que la Semana Santa fue cargada también por una nazarena, la primera nazarena en Mompox. Resulta interesante ver la inclusión de la mujer en estos dos espacios y aún más hacerlo a la luz de que se esté dando a la par. 78 Sintió su propio rostro, todo su cuerpo, ocupado por un hálito que no le era propio, que había venido de cerca, quizás de él mismo y había paseado para volver tan cambiado que aunque tenía la misma figura parecía superponérsele. La narración terminó por explicarse a sí misma. Que en esa época realizó un trabajo que a todos los joyeros les fue imposible imitar, y que por tanto éste se convirtió en un misterio durante muchos años, su prenda más importante. El diseño que había alcanzado entre todos una notable perfección había sido un pequeño pez de oro puro, compuesto por seis fragmentos laminados y articulados posta por posta, grabados en cada uno diminutas escamas, y en la cabeza, como ojo, una esmeralda engastada. La prenda podía moverse, era tal su perfección, que parecía un pez nadando. La preciosidad del trabajo se regó por la ciénaga, entonces, como nunca antes había sucedido, empezaron a venir personas por cantidades buscando adquirir para sí alguno de los ejemplares. Las señoras momposinas hacían de todo por tener alguno, y muchas, muchas en verdad, llegaron a poseerlo. “Se probó su paciencia elaborando pescaditos de oro, que luego volvía a fundir, en un proceso repetido durante días y noches y meses y años”59 “-¿Guillermo Trespalacios? Él hacía unos pececitos de oro que son los que aparecen en Cien Años de Soledad. Yo tengo uno de esos pececitos. Si quieres ahora te los muestro. -¿Y porque son importantes esos pececitos? -No, por el asunto de la tradición acá de los peces. Esos peces que hacía Guillo ahora están hechos de plata y de oro. Es la única parte del país donde se hacen esas cosas, aunque lo intentan hacer en otras partes pero no, porque todo lo que se hacía acá es sólo de acá”60. Un hálito que no le era del todo propio entabló de a poco una afinidad con el carácter paciente del joyero. Entonces la idea de que Guillermo Trespalacios era el verdadero Aureliano Buendía fue asumida a concierto. Al misoo tiempo, la sumatoria de caracteres que componían a forma de hacer joyería en Mompox fue colgándose sobre el personaje de Aureliano Buendía. 79 “(…) ella [Úrsula] no podía entender el negocio del coronel, que cambiaba los pescaditos de oro, y luego convertía las monedas de oro en pescaditos, y así sucesivamente, de modo que tenía que trabajar cada vez más a medida que más vendía, para satisfacer un círculo vicioso exasperante. En verdad, lo que le interesaba a él no era el negocio sino el trabajo, le hacía falta tanta concentración para engarzar escamas, incrustar minúsculos rubíes en los ojos, laminar agallas y montar timones que le exigía el preciosismo de su artesanía, que en poco tiempo envejeció más que en todos los años de guerra, y la posición le torció la espina dorsal y la milimetría le desgastó la vista, pero la concentración implacable lo premió con la paz del espíritu61”. - Y los pescaditos de oro ¿ya no se hacen? - Sí, sí se hacen, lo que sí es que eso era un misterio también, porque los pescaditos de oro los comenzó a hacer fue Guillo Trespalacios. Eso fue una historia, él entonces era un misterio. Lo que pasa es que eso se hace son unos cortadores de hierro, pieza por pieza, posta por posta”62. “El hacía pescaditos de oro pero otros también, eran creación de todos los joyeros de acá, en una época todos hacían pescaditos de oro. Él hacía pescaditos de oro y lo que tenía era una técnica muy especial, era adornador, era grabador y engastador de piedras y entonces le adornaba la cabecita y tenía una cosa diferente a nosotros. Esa era la diferencia. Pero eso que dicen de que sean imposibles de hacer pescaditos si es puro cuento, hoy en día los pescaditos los hace cualquiera.Yo mismo los he hecho muchas veces. Lo que pasaba era que dicen que él se los inventó porque Guillo en algo si era muy celoso y esto era sus pescaditos, porque él sabía el secreto: en ese entonces sólo habían dos laminadores muy especiales, uno lo tenía un joyero de nombre Teófilo Gutiérrez y el otro estaba en el taller de Guillo. Sólo estos dos laminadores especiales logran hacer las escamas que tienen los pescaditos de oro, escamas tan finas que pueden ser varias y así dar más y mejor movimiento al pescadito articulado”.63 80 “No volvió a pensar en ella, ni en ninguna otra, después de que entró al taller con la taza humeante, y encendió la luz para contar los pescaditos de oro que guardaba en un tarro de lata. Había diecisiete. Desde que decidió no venderlos, seguía fabricando dos pescaditos al día, y cuando completaba veinticinco volvía a fundirlos en el crisol para empezar a hacerlos de nuevo.” 64 Sintió su rostro, todo su semblante, amalgamado a otro mucho más literario. Cuando se dio cuenta que podían ser el mismo le sorprendió lo cómodo de su nueva figura y decidió salir a dar un paseo por el callejón de San Miguel, en cuya esquina de paredes amarillas y buganvilias sobre el andén se emplazaba su casa y su taller. Pisaba el asfalto caliente, la gente pasaba andando en bicicletas y en una que otra esquina habían grupos aislados de personas chismoseando que la muerte había decidido dejar de salir en las procesiones de semana santa pues había sido atacada por miles de hormigasxiii. Se encontró con la hija del barbero y la saludó, luego se encontró con el Doctor Gutiérrez de Piñeres y su esposa, que le comentaron los últimos arreglos de su casona en la calle del medio y le hablaron de que la casa del Te Deum iba a ser adecuada para abrir el primer hostal de Mompox. Tomó la calle del medio, en dirección a la Plaza del Tamarindo y al pasar por la Iglesia de San Agustín se le atravesó la niña Lucy con sus cinco hijos, el sobrino que vivía con ella, las dos criadas y la anciana tía, todos afanados por llegar a misa, levantó su enorme y alargada mano y saludó sonriendo. Luego, a la altura de la Sierpe, se topó con sus compadres, sentados en corrillo junto a la casa de los Sinín, tocando la guitarra y el acordeón y tomando ñeque, allí se quedó un rato largo; los que tocaban dejaron las notas bien claras y se pusieron todos a bailar, efusivos con lo dulzón del fermento de caña. En realidad la idea que sobre él se tenía era análoga a la que suscitaba Aureliano Buendía, por una razón muy sencilla: ambos eran personajes que hacían parte de un contexto cuyos valores compartían. En Guillermo Trespalacios, Aureliano Buendía se encarnaba. En Aureliano Buendía, Guillermo Trespalacios se hacía literario. xiii Esto sucedió no hace mucho en una de las Semanas Santas. La muerte salía con su guadaña en todas las procesiones pero en una oportunidad, según me contaron, decidió sentarse a descansar junto a algún árbol, con tan mala suerte que las hormigas se le metieron al traje y la picotearon entera. Desde entonces ya no sale más. 81 Sólo es posible ver la mitad superior de su cuerpo, la otra se esconde debajo de la mesa de joyería. La luz le ilumina la mitad izquierda de su cara y torso, es muy moreno, es muy delgado. Los ojos le descansan sobre dos importantes bolsas, arrugas hondas le marcan el ceño a fuerza de haberlo fruncido a cada hora de trabajo, para aguzar la vista, para apantallar el sol. Dos cejas tupidas y blancas. No sonríe, no parece tampoco triste, sólo observa directo a los ojos, con cierta melancolía, con cierto peso que fuerza a las comisuras a quedarse abajo. La luz brilla en su cabeza despoblada. Guillermo Trespalacios mira un punto fijamente, en silencio y con los ojos pesados. Viste una guayabera blanca de mangas cortas y botones superiores desabrochados, de ésta salen dos sólidos y largos brazos curtidos por el sol y recorridos por venas brotadas que después de pasar en la muñeca derecha por un reloj holgado, van a ramificarse a las manos de nudillos puntudos y dedos eternos. Sostiene un pescadito de oro y en la izquierda unas finas pinzas. “Era el Maestro de maestros”, comenta Miguel Ángel Palomino. El Maestro que enseña a todos los joyeros maestros en Mompox. Pero Guillo se nos murió. Fue una muerte terrible. Un día mientras estaba trabajando, hubo de fundir el material y por cosas del destino, el soplete, que en ese entonces era muy grande escupió toda la gasolina. La gasolina le cubrió el cuerpo entero y con el fuego encendido en menos de un segundo pereció devorado por las llamas. Pero el viejo Guillo murió. Tenía casi noventa años, los ojos se le habían quemado de tanto ver al rojo vivo el crisol y la llama del soplete, ya no le daban para trabajar. Aurita le preparaba compresas de agua de salvia para lavárselos. Él no podía con la tristeza, pasaba días y noches en la hamaca, decía que así no podía vivir, que prefería morir, que la vida no era eso, que cómo así que se sentía un peso si sus huesos parecían plumas y ya no podía siquiera erguir su espalda en la mesa de joyería ni sostener con firmeza un hilo. Un día descolgó un pie de la hamaca, como para ponerse de pié, y gritó “Cuidado Elisa que te quemas con el soplete”. Luego no supo más quién era él, que quería decir Mompox ni qué 82 era la filigrana, sus ojos se llenaron de lágrimas gruesas que fueron a perderse entre arrugas. Y decidió dejar de comer. Entonces murió. La historia dejó paulatinamente de ser una fibra enmarañada para convertirse en un hilo continuo, cohesionado y manejable. En un hilo listo para escarchar. Guillo fue al laminador y se puso en la tarea, “la historia no se ha escrito matizando sino tipificando”65 Una gota descomunal cayó sobre mi cabeza, “será el sudor de algún difunto” pensé mientras me sobaba con calma. No fue tal cosa. En cuestión de dos minutos el cielo momposino se vino abajo, las mujeres hubieron de interrumpir sus rosarios de ave marías y una a una las velas se fueron apagando. Fue el diluvio universal, doña Flor me decía cerquita al oído, “No hay viernes Santo que pase seco, y como la gente está tan apeñuscada y sudorosa, el sábado en Mompox siempre se pasa enfermo y en cama”, “¡pero si es miércoles seño!”, le repliqué cuando las gotas aún nos dejaban conversar. “Es Miércoles Santo, día de los difuntos”. Gritó mientras se alejaba lo más rápido que pudo en dirección a un alero ya tumultuoso. El cementerio estaba hasta los tuétanos, entre almas, dolientes y trompetistas sumábamos más de mil. Las señoras hablaban con los difuntos y los niños se agolpaban ante las velas para sumarlas, incluso era difícil caminar, más de uno había cargado consigo una silla y con ella había cruzado bajo el aviso de cautela “aquí confina la vida con la eternidad”. Primero pensé que la lluvia trastornaría todo, que la gente saldría cantando la frescura por las calles y tomando jugo de borojó sin pitillo. Pero siguió lloviendo, entonces pensé que la lluvia acabaría con todo, que el río se llevaría el malecón entero y se metería por los callejones hasta la Calle de Atrás. Que Mompox también desaparecería. Pero no fue así, sólo paró de llover cuando volví a la casa de mi abuela Nora. Al llegar ambas exprimimos mis ropas reducidas a trapos deformes y esponjosos. Y luego nos dio por reír. 83 1 Conversación con el joyero Luís Bernardo Herrera, marzo 2010. 2 Molano y Ramírez 2000, Historia ambiental del Bajo Magdalena: Mompox, Solpaviento, Calamar, Mahates y Morales. Gobernación de Bolívar. 3 Di Filippo Peñas Virgilio,2000. Cuentos de mi tierra. Bogotá: Giovanni de Filippo E : 29 4 De Santa Gertrudis, Fray Juan, 1994 [1775]. Maravillas de la Naturaleza Bogotá : Comisión Preparatoria para el V Centenario del Descubrimiento de América, Instituto Colombiano de Cultura: 109 5 García Márquez, 2007[1967] Cien años de Soledad:34 6 Faciolince y Lemaitre, Erasmo Mompoxinense sin publicar: 5 7 García Márquez, 2007[1967]Cien años de Soledad :15 8 Diario de campo, 24 marzo de 2010 9 Conversación con el joyero Oscar, La Muerte, Arévalo, abril 2010 10 Conversación con el joyero Luís Bernardo Herrera, Berna abril 2010 11 Ídem 12 Conversación con Flor y Elisa Trespalacios, y David Ernesto Peña hijas y sobrino de Guillermo Trespalacios, marzo 2010 13 Heráclito, 544- 484 a.C citado por Marcovich, 1968. Heráclito ; texto griego y versión castellana por M. Marcovich. Mérida : Talls. Grafs. Universitarios. : 58 14 Heráclito citado por Mondolfo, en Mondolfo 2001 [1966] Heráclito : textos y problemas de su interpretación / Rodolfo Mondolfo ; prólogo de Risieri Erondizi ; traducción de Oberdan Caletti. México: Siglo XXI eds: 36 15 De Santa Gertrudis, Fray Juan, 1994 [1775]. Maravillas de la Naturaleza . Bogotá : Comisión Preparatoria para el V Centenario del Descubrimientode América, Instituto Colombiano de Cultura: 110 16 Conversación con el joyero Oscar, La Muerte, Arévalo, abril 2010 17 Conversación con el joyero Luís Bernardo Herrera, Berna. abril 2010 18 Conversación con los joyeros aprendices de la Joyería El Kilate, marzo 2010 84 19 Conversación con el joyero Luís Bernardo Herrera, Berna. abril 2010 20 Conversación con los joyeros aprendices de la Joyería El Kilate, marzo 2010 21 Conversación con el Oscar, La Muerte, Arévalo, abril 2010 22 Conversación con el joyero Luís Bernardo Herrera, Berna. abril 2010 23 Conversación con Flor y Elisa Trespalacios, hijas de Guillermo Trespalacios, marzo 2010 24 Conversación con el profesor David Ernesto Peñas. 25 García Márquez, 2007[1967] Cien años de soledad:63 26 Hutin, Serge 1990 [1977]. La vida cotidiana de los alquimistas en la Edad Media. Madrid: Temas de Hoy 27 Conversación con Miguel Ángel Palomino, Capulina, él es el organizador de la Semana Santica, una celebración para los niños previa a la gran Semana Santa. Yo lo conocí por otros motivos, un día me ofreció llevarme a dar una vuelta en moto por Mompóx para mostrarme las cosas que para él eran las más emblemáticas del pueblo. 28 Conversación con el joyero Luís Bernardo Herrera, Berna. abril 2010 29 Ídem. 30 Conversación con Miguel Ángel Palomino, Capulina, marzo 2010. 31 Faciolince y Lemaitre, Erasmo Mompoxinense sin publicar: 6 32 33 . Ídem. Fajardo, Darío, 1983. Haciendas, campesinos y políticas agrarias en Colombia, 1920-1980. Editorial Oveja Negra. 34 Faciolince y Lemaitre, Erasmo Mompoxinense sin publicar: 10. 35 Faciolince y Lemaitre, Erasmo Mompoxinense sin publicar: 11. 36 Di Filippo, 2000: 44. 37 García Márquez, 2007[1967] Cien años de soledad: 303. 38 Anjel L, Jose Guillermo, 1990. Con otro son : una historia fantástica de Mompox. Medellín : Angel de la Guarda Editores: 13. 39 40 41 42 43 Quinta emisión de Los puros Criollos. Programa trasmitido por Señal Colombia Página oficial de Señal Colombia, consultada el 18 de octubre de 2010. Faciolince y Lemaitre, Erasmo Mompoxinense sin publicar: 13. Ya me voy pá Macondo, Los Hispanos Hubert, Henri, 1905, Breve estudio de la representación del tiempo en la religión y la magia, ed Archivos del Índice. 44 Conversación con unos señores en el Parque San Francisco: señor Julio, el más joven y señor José, mayor, 25 marzo de 2010. 45 Conversación con el joyero Armando Acuña, director de la Escuela Taller y el mayor de sus profesores. Interesante resulta el eslabón que este joyero representa entre las antiguas tradiciones y formas de hacer joyería y el naciente proyecto estatal de formar a los jóvenes momposinos como técnicos en filigrana en pos 85 de la formación de pequeñas y medianas empresas productoras de joyas. El señor es un artesano oficiante de la paciencia que sin embargo enseña con veras a dar el paso a la capitalización de la tradición. 46 Caro Baroja, Caro Baroja, Julio 1991 De los Arquetipos y Leyendas. Madrid : Istmo 47 Conversación con Luis Bernardo Herrera, marzo2010. 48 49 A partir de una conversación con el Profesor David Ernesto Peñas y otra con Luis Bernardo Herrera. Anjel R. , José Guillermo, 1990, Con otro son, una historia fantástica de Mompox. Medellín : Ángel de la Guarda Editores. 50 Diario de campo, abril de 2010 51 Conversación con el joyero Oscar, La Muerte, Arévalo, abril 2010 52 Conversación con Flor Trespalacios, abril de 2010 53 A partir de una conversación con Jaime Marimonda, uno de los dos oficiales que trabajó y aprendió desde pequeño en el taller de joyería Tres Palacios. 54 Conversación con unos señores en el Parque San Francisco: señor Julio, el más joven y señor José, mayor, 25 marzo de 2010 55 Conversación con Flor y Elisa Trespalacios, hijas de Guillermo Trespalacios, abril 2010 56 A partir de una conversación con Jaime, Marimonda, uno de los dos oficiales que trabajó y aprendió desde pequeño en el taller de joyería Tres Palacios. 57 Parafraseo esta frase de una que le oí al joyero Luís Bernardo Herrera, Berna, durante las tardes que fui a visitarlo. 58 Me lo contaron dos veces, una el yerno de Tres Palacios y la otra una de sus hijas. 59 Anjel R. , José Guillermo, 1990, Con otro son, una historia fantástica de Mompox. Medellín : Ángel de la Guarda Editores, 60 Conversación con Miguel Ángel Palomino, Capulina, marzo 2010. 61 García Márquez, 2007[1967] Cien años de soledad: 230 62 Conversación con Oscar Arévalo, La Muerte, marzo 2010. 63 Conversación con Luis Bernardo Herrera, Berna, abril 2010. 64 García Márquez, 2007[1967] Cien años de soledad: 230 65 Caro Baroja, Julio 1991 De los Arquetipos y Leyendas. Madrid : Istmo: 43 86