TOMO 8-2

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Parte segunda
CONCENTRACIÓN DE FUERZAS
DEFENSIVAS
Introducción
PÍO X, EL PAPA DE LA REFORMA CONSERVADORA
Por Roger Aubert
Profesor de la Universidad de Lovaina
FUENTES: ASS 36-41 (1903-1908); AAS 1-6 (1909-1914); Lettere, pub.
por N. VÍAN, Roma 1954; trad. alem. Friburgo, Suiza 1960; L.v. PASTOR,
Tagebücher, pub. por W. WÜHR, Heidelberg 1950, 414-611; R. MERRY DEL
VAL, Pío X, impressioni e rícordi, Padua 1949; trad. alem. Basilea 1951;
C. BELLAIGUE, Pie X et Rome, París 1916; F. CRISPOLTI, Ricordi personali,
Milán 1932, 85-139; Beatificationis et Canonizationis Servi Dei Pii Papae X
Positio super introductione causae, Roma 1942; Positio super virtutibus,
Ciudad del Vaticano 1949; Disquisitio circa quasdam objectiones modum
agendi Servi Dei respicientes in modernismi debeUatione, ibidem 1950
(documentos importantes); además, los protocolos del proceso, Roma, Ordinarius 1923-1931 y Apostolicus 1943-1946; Venecia, Ord. 1924-1930 y Apost.
1944-1946; Mantua, Ord. 1924-1927 y Apost. 1945-1946; Treviso, Ord. 19231926 y Apost. 1944-1946.
BIBLIOGRAFÍA: Exposiciones generales: SCHMIDLIN PG m, 1-177;
DThC xii, 1716-1740; A Symposium on the Life and Work of Pius X,
Washington 1946; H. HERMELINK, Die Kath. Kirche unter den Piuspapsten
des 20. Jh„ Zurich 1949, 3-23, y passim; STANISLAO DA CAMPAGNOLA, en / papi
nella storia II, Roma 1961, 1078-1101; C. FALCONI, 1 papi del ventesimo
secólo, Milán 1967, 17-103 387-389; G. SCHWAIGER, Gesch. der Papste
im 20. Jh., Munich 1968, 49-71 206-207. También, Y. DE LA BRIÍRE, Les
luttes presentes de VÉglise, 2 vols., París 1913-1914; M. PERNOT, La politique de Pie X, París 1910; id., Le Saint-Siége, VÉglise catholiqüe et la
politique mondiale, París 1924 (postura liberal); AVENTINO ( = CH. BÉLIN),
Le gouvemement de Pie X. Concentration et défense catholiqüe, París 1912
(postura conservadora); Ce qu'on a fait de VÉglise, París 1912 (polémico,
aunque muy informativo); sobre esto, É. POÜLAT, Histoire, dogme et critique dans la crise moderniste, París-Tournai 1962, 662-664. Véase tam-
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Cuando se inauguró el conclave que tenía el cometido de elegir al sucesor de León xin, el sacro colegio cardenalicio se enfrentaba a una situación mucho más complicada de lo que había
sido en 1878. Buen número de cardenales estaban convencidos de
que la mejor manera de reemplazar al Pontifex Maximus que
había elevado en gran manera el prestigio del papado, consistía
en elegir a su secretario de Estado, el cardenal Rampolla, que al
fin y al cabo era el que estaba más íntimamente familiarizado
con la entera manera de pensar del difunto papa y había colabo-
rado en todos los grandes planes e iniciativas de los quince últimos años.
De este parecer eran por un lado los príncipes de la Iglesia,
que deseaban una continuación de la política conciliante del difunto respecto de la mentalidad contemporánea y de las instituciones modernas, y por otro lado una parte de los intransigentes,
que entreveían en Rampolla el acérrimo adversario de la Italia
oficial. Sin embargo, había también reparos contra Rampolla, y no
sólo debido a su fracaso en su política francesa. Numerosos cardenales estimaron necesario emprender ya un camino totalmente
distinto, aun cuando no estaban en modo alguno concordes sobre
la dirección que se debería seguir.
Algunos de ellos, basados también en consideraciones políticas,
deseaban que la santa sede adoptara frente a Italia una actitud
menos rígida e intransigente, pues estimaban ocioso seguir todavía
especulando con su pronto derrumbamiento; preferían también que
la Iglesia buscara apoyo en la asistencia de la Austria católica
y del partido del centro alemán, más bien que en la Rusia
ortodoxa, puesto que se temía su creciente influencia en el próximo Oriente; se creía más conveniente optar incluso por la Francia
anticlerical.
Otros, a quienes interesaba más el punto de vista doctrinal, se
preocupaban por las corrientes liberales en la exégesis y en la teología les inquietaba el peligro que representaba para el principio
de autoridad el influjo de las ideas democráticas fomentadas por el
secretario de Estado, así como la extensión de las concesiones que
quería hacer al poder civil a fin de asegurarse a cambio su apoyo
o por lo menos su neutralidad. Exigían por tanto una vuelta a la
intransigencia, bajo cuyo signo había estado el pontificado de Pío ix.
Otros a su vez — tanto reformistas como conservadores — opinaban que tras tantos años en que se había dado la primacía al
«ministerio del exterior», era por fin hora de pensar en el «ministerio del interior». Así, deseaban que el nuevo papa fuese un hombre que hubiera alcanzado la madurez en el cargo episcopal y que
considerara como el centro de su interés las cuestiones pastorales,
una mejor administración de las diócesis y la estructuración de las
obras de la Iglesia.
Entre los candidatos que proponían los adversarios de Rampolla
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bien J.M. JAVIERRE, La diplomacia pontificia en los estados europeos,
1903-1914. Fuentes y bibliografía, en «Salmanticensis» 11 (1964) 343-373.
Biografías: Aunque no existan biografías realmente satisfactorias (véase
lista en «Salmanticensis» 11 [1964] 353-354) son recomendables sobre todo
R. BAZIN, Pie X, París 1928; E. VERCESI, // pontificato di Pió X, Milán
1935; F. DE CARLI, PÍO X e il suo tempo, Florencia 1941; C H . LEDRE,
Pie X, París 1952 (la biografía más matizada); cf. además, del mismo autor,
en RHEF 40 (1954) 249-267; G. DAL GAL, // papa santo Pió X, Padua
1954 (unilateral, pero con muchos pormenores); P. FERNESSOLE, Pie X.
Sa vie et son oeuvre, 2 vols., París 1952; N. VÍAN, S. Pius Pp. X, Padua
1958; también P.V. FACCHINETTI, L'anima di Pió X, Milán 1935; F. ANTONELLI, La santitá di Pió X, en «Rivista di vita spirituale» 6 (1952) 121132.
Sobre Giuseppe Sarto antes del pontificado: A. MARCHESAN, PÍO X,
Einsiedeki 1905; D. IRENEO, La formazione di S. Pió X nel seminario di
Padova, en «Studia Patavina» 1 (1954) 286-317; E. BACCHION, G. Sarto
arciprete di Salzano, Padua 1925; N. VÍAN, San Pío X a Venezia, Roma
1958; id., Sulla soglia di Venezia, Florencia 1964.
Sobre el conclave: G. BERTHELET, Storia e rivelazione sul conclave del
1903, Turín 1904. Lo esencial fue prontamente conocido a partir del artículo de F.D. MATHIEU, Les derniers jours de Léon XIII et le conclave,
en «Revue des deux mondes» 362 (1904) 241-285 (algunos pormenores añadidos según su diario en E. RENARD, Le cardinal Mathieu, París 1925, 390415); primeramente B.v. BÜLOW publicó en sus memorias (i, Berlín 1930)
una extensa carta del cardenal Kopp del 4 de agosto de 1903; otros pormenores los detalla M. LANDRIEÜX, Le conclave de 1903. Journal d'un conclaviste, en «Études» 299 (1958) 157-183; la correspondencia diplomática
francesa fue enjuiciada por H. NÉANT, en «Revue d'histoire diplomatique»
77 (1963) 97-111, la austríaca por ENGEL-JANOSI H, 1-47. Sobre el veto véase también Z. OBERTYIGSKI, Kard. Puzyna und sein Veto, en Festschr. F.
Loidl m, Viena 1971, 177-195.
Sobre la curia durante Pío x: L. BEDESCHI, La Curia Romana durante
la crisi modernista, Parma 1968; sobre esto, cf. M. GUASCO, en «Humanitas» (1968) 814-817 y G. MARTINA, en RSTT 23 (1969) 230-234.
- .„ <*. j ia jciumia conservadora
se mencionaba principalmente al cardenal Serafino Vannutelli, en
torno al cual se agrupaban desde hacía años los amigos de Austria
y que, como se sabía, estaba bien dispuesto con respecto al Quirinal,
y, sobre todo, al cardenal Gotti, prefecto de la Propaganda, carmelita conservador en el terreno doctrinal, que, sin embargo, en
el ámbito de la política eclesiástica abrigaba sentimientos magnánimos y era un administrador muy capaz. Algunos hablaban también del santo patriarca de Venecia, cardenal Sarto, que si bien era
poco conocido del gran público y de los cardenales extranjeros, había sido discretamente insinuado por León xin en diferentes ocasiones como su eventual sucesor. Estaba además muy apoyado por los
cardenales italianos que no formaban parte de la curia, tanto más,
cuanto que se sabía que el gobierno, que veía en él al «más condescendiente de los condescendientes», abogaba por su candidatura.
El problema se complicó todavía por la circustancia de que también jugaba su papel el factor diplomático. El año 1878 las grandes
potencias europeas, en la convicción de que desde la disolución de
los Estados de la Iglesia había desempeñado el papa su última ficha
en el ajedrez europeo, se habían limitado a expresar concordemente
su deseo de que fuera elegido un hombre moderado, que fuera
partidario de soluciones conciliantes de los conflictos entre la Iglesia y el Estado. Sin embargo, gracias a la hábil política de León xin,
habían tenido que constatar repetidas veces que el apoyo moral
por parte del papa, o del Vaticano, podía ser todavía de gran valor.
Así, ante la elección del nuevo papa se mostraban mucho menos
indiferentes que hacía 25 años.
Los franceses habrían, desde luego, preferido como papa a Rampolla, ya que éste había apoyado constantemente la política francófila de León XIII, y quizás la había incluso impulsado. Exactamente lo mismo sucedió en España, ya que Rampolla había sido
nuncio en España y los españoles conservaban todavía buen recuerdo de él. En cambio, el gobierno de Austria le era menos propicio, y le hacía varias objeciones. Le reprochaba, en efecto, su
escasa simpatía por la triple alianza, su política balcánica proeslava
y el apoyo que había otorgado a la oposición de los socialcristianos
en Austria y en Hungría. En un principio se había vacilado en
utilizar contra él el viejo derecho de veto; sin embargo, al fin se
había decidido el emperador a dar este paso, concretamente a
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instancias del cardenal Puzyna, arzobispo de Cracovia, que era de
parecer de que la elección de Rampolla habría tenido consecuencias fatales para la Iglesia, y además le echaba en cara haber sacrificado los intereses polacos a su política pro-rusa1. El influyente
cardenal, obispo-príncipe de Breslau, Kopp, que estaba informado
de la misión que había asumido el cardenal Puzyna, habría visto
con agrado que se dejase de echar mano de este medio extremo del
veto. Así intentó llegar con Rampolla a un compromiso y ponerse
de acuerdo con él sobre un candidato aceptable, pero Rampolla se
sustrajo a este empeño. Seguidamente procuró Kopp disuadir de la
candidatura de Rampolla a los cardenales franceses y españoles,
aun cuando estos dos grupos habían acordado unánimemente otorgar sus votos al secretario de Estado. Pero tampoco en este punto
tuvo éxito la iniciativa de Kopp.
Este aspecto ofrecía la situación cuando entraron en el conclave los cardenales: 38 italianos y 24 extranjeros2. En la primera
votación, el 1.° de agosto, de 62 votos —de los cuales 12 se repartieron entre diferentes candidatos— Rampolla obtuvo 24, Gotti 17,
Sarto y, y Vannutelli — al que había perjudicado la indiscreta campaña llevada a cabo en su favor por su hermano— sólo 4 votos.
En la votación siguiente, el mismo día por la tarde, se inició ya
un cambio en la repartición de los votos: los de Rampolla se elevaron a 29, Sarto obtuvo 10 votos, mientras que Gotti perdió un voto,
obteniendo sólo 16. Los alemanes y los austríacos, que sólo tras
largas vacilaciones habían apoyado a los partidarios romanos de
Gotti, quedaron convencidos de que éste había perdido ya sus probabilidades de éxito y, por consejo de Agliardi, dieron en adelante
sus votos a Sarto. Pero otro lado, juzgaron conveniente proclamar
entonces oficialmente el veto de Viena contra Rampolla, lo cual,
sin embargo, había venido a ser ya totalmente superfluo, puesto
que a todas luces el otrora secretario de Estado había alcanzado
ya el mayor número de votos que podía esperar. Es verdad que
1. Aparte de F. ENGEL - JANOSI, en «Revue belge de philologie et d'histoire» 29 (1951)
1135 nota 1, y 1137, véase Z. OBERTÍÑSKI, en particular 183-184; cita entre otras la declaración del cardenal: «No me ha utilizado Austria, sino que más bien yo la he utilizado
a ella» (p. 188). Cf. cap. n y xi.
2. 7 franceses, 5 españoles, 5 austríacos, 3 alemanes, un portugués, un belga, un
irlandés y un americano. Por primera vez en la historia estuvieron representados en un
conclave los Estados Unidos.
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sus partidarios, poniéndose todos de acuerdo, podían todavía bloquear cualquier otra candidatura, pero de todos modos tenían
que abandonar toda esperanza de verlo elegido.
La mañana siguiente, el 2 de agosto, desempeñó Puzyna su
misión y presentó su veto, y ello aunque Rampolla se mantenía
en sus 29 votos, mientras que Sarto alcanzaba los 21. El cardenal Camarlengo y Rampolla mismo protestaron inmediatamente,
algo después se adhirió también a la protesta un cardenal francés, y en el siguiente escrutinio el cardenal que había sido víctima del veto alcanzó incluso un voto más. Numerosos cardenales querían demostrar así que de ninguna manera pensaban
tener en cuenta esta injerencia secular en la elección del papa.
En realidad, aquí se trataba únicamente de una manifestación
platónica, pues ya la mañana siguiente bajó el número de votos
otorgados a Rampolla al que había obtenido en la primera votación. Entonces sus partidarios le propusieron que indicase al
candidato al que en adelante habrían de dar sus votos. Rampolla rechazó tal propuesta, declarando que él no podía renunciar por sí mismo a su candidatura, pues ello daría la sensación
de que él cedía a Austria. Indudablemente presentía que no le
sería posible dar a la elección el sesgo que le parecía deseable.
Mientras que los partidarios de Rampolla desplegaban así inútiles esfuerzos los votos de Sarto se elevaron de 21 a 24 y luego,
en la mañana del 3 de agosto, de 24 a 27, con lo cual había rebasado ya los de Rampolla, mientras que Gotti quedaba prácticamente fuera de juego. Durante cierto espacio de tiempo se temió
que Sarto pudiera declinar la aceptación de una responsabilidad
que a él mismo le parecía superior a sus fuerzas; sin embargo, al
fin se dejó convencer, y en la mañana del 4 de agosto fue elegido
por 50 votos contra los 10 de los que se habían mantenido fieles
a Rampolla. Sarto declaró que elegiría el nombre de Pío x en
memoria de los papas de este nombre «que el siglo pasado lucharon valientemente contra las sectas y contra los errores que habían ido proliferando». Con esto dio ya a conocer la dirección
que pensaba seguir en su pontificado.
El nuevo papa, hijo de una familia sencilla, había visto la
luz del mundo en una aldea del Véneto. Progresivamente había
ido escalando todos los grados del cargo pastoral: había sido
coadjutor en una parroquia rural, luego párroco en una localidad
mayor, canciller del obispado de Treviso y al mismo tiempo director espiritual del seminario, después obispo de Mantua, diócesis enfermiza que él transformó en algunos años en una diócesis
modelo, lo cual demostró su fuerza pastoral, y finalmente en 1893
Patriarca de Venecia y cardenal. Dondequiera que actuó, dejó la
impresión de un virtuoso y celoso pastor de almas y hasta de un
santo lleno de bondad, pero al mismo tiempo de hombre enérgico
marcado por un desarrollado sentido del deber, que era tenido
también por altamente inteligente. Era poco amigo de novedades,
actitud que se extendía no sólo a las nuevas corrientes en el campo de la exégesis y de la apologética que partían de Francia, sino
también al programa de los jóvenes democristianos que se agrupaban en torno a Murri.
Siendo obispo se había esforzado por espolear el celo de sus
sacerdotes, sober todo tocante a la enseñanza del catecismo, a la
predicación y a la comunión frecuente, y por inducir a los seglares a entregarse lo más posible a la colaboración en las obras de
la Iglesia, aunque insistiendo absolutamente en que esta colaboración se desarrollara siempre bajo el estricto control del clero.
Al clero exigía a su vez absoluta obediencia a las más menudas
directrices de su obispo. Intensamente ocupado con los ataques
socialistas contra las bases religiosas tradicionales de la sociedad,
este asiduo lector del cardenal Pie, que en sus cartas pastorales
había estigmatizado a los católicos liberales de «lobos con piel
de oveja», no vaciló en exigir en Venecia, en el plano de la política urbana, una alianza de los católicos con los liberales moderados a fin de poner un dique a la creciente marea de los radicales.
Este modo de proceder hacía esperar que el nuevo para adoptaría frente a la nueva Italia una postura más concillante que la
de su predecesor. Y, efectivamente, su pontificado dio lugar a que
se iniciase un lento pero progresivo mejoramiento de las relaciones entre el Vaticano y el Quirinal.
Ahora bien, aun cuando el problema de la actitud que adoptaría Pío x en la cuestión romana interesaba en sumo grado a los
periodistas y políticos italianos, sin embargo, en la orientación
de la mente del papa era éste un aspecto sumamente secundario,
pues la actitud con que aceptó el solio pontificio se diferenciaba
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muy marcadamente de la de su predecesor. Mientras que éste
hallaba verdadero placer en los sutiles juegos de la diplomacia
y de la política, Pío x no se complacía en ellos y en modo alguno
quería plegarse a los compromisos que entrañaban casi inevitablemente. A su parecer, la política de entendimiento de León xm
con los gobiernos y las cortes europeas había, después de todo,
fracasado, y él estaba resuelto a concentrarse en los problemas del
apostolado cristiano y de la vida religiosa.
Por lo demás, en todos los puntos saltaba a la vista un flagrante contraste entre el nuevo papa y su predecesor, por de pronto físicamente, aunque también en cosas más esenciales. León xm
era considerado como el «papa de las cortes, de las cancillerías, de
los obispos», mientras que su sucesor sería, por el contrario, sobre
todo «el papa de la teología y del derecho canónico, el papa de
los pequeños y de los párrocos» (J. Fevre). León xm era un intelectual de extensa cultura y un espíritu especulativo, que se complacía en puntos de vista sintéticos con perspectivas de gran alcance. Pío x era un espíritu práctico, para el que un pájaro en
mano valía más que ciento volando, que no perdía lo pequeño
cierto por lo grande inseguro y en todo tenía sensibilidad para
los detalles. Es típica la comparación de sus propias encíclicas con
las de León xm: Pío x abrevia la parte teorética, mientras que
desarrolla hasta el detalle los consejos prácticos y las observaciones de la experiencia.
No nos engañemos, sin embargo. Es verdad que de buena gana
se presentaba como un «simple párroco rural», y sus adversarios
le cogieron demasiado rápidamente la palabra. No cabe duda de
que no poseía una formación universitaria que en la crisis modernista lo habría hecho más sensible al método crítico y probablemente le habría permitido hacerse más independiente de las opiniones de los informadores con puntos de vista demasiado estrechos. Sin embargo, todos los que estuvieron en contacto con él
quedaban asombrados de su inteligencia, una «inteligencia», desde
luego, «mucho más robusta que sutil» (Baudrillart), que, no obstante, trabajaba con claridad y precisión, captaba inmediatamente
lo esencial de una cuestión y estaba sostenida por «un sentido
común que frisaba con el genio» (Briand). Así el príncipe von
Bülow declaró sin ambages que raras veces se había encontrado
con una penetración tan sagaz de la naturaleza humana y de los
factores que dominan el mundo y la sociedad moderna.
No menos notables eran sus cualidades morales. Muchísimos
rasgos de carácter sobre los que informaron testigos oculares daban una sensación sencillamente ineludible de que aquel hombre
poseía una riqueza de virtudes potenciadas hasta el heroísmo. Así
la ceremonia de la canonización de Pío x el año 1954 no hizo
sino confirmar oficialmente lo que muchos de sus contemporáneos
habían sentido de forma espontánea. Hay sobre todo un punto
que merece ser subrayado: el hondo sentido que tenía de su
responsabilidad de pastor de almas contribuyó a que este hombre
de oración fuera también al mismo tiempo un hombre de acción
de una entereza indomable, dispuesto a tomar sobre sí el enojo
público cuando le parecía que estaban en juego los intereses de
la Iglesia; fue en esto tan lejos que no faltaron quienes se preguntaron si no brillaba más por la virtud de la fortaleza que por
la de la prudencia, y a veces se deseó en él algo más de ductilidad añadida a su energía3. También la conciencia, a veces verdaderamente oprimente, de la responsabilidad que pesaba sobre
él, explica el carácter sumamente autoritario de este hombre — por
lo demás tan afable y tratable4— que, como lo formulaba un íntimo del cardenal Mathieu, «preparó para la Iglesia la dictadura
que la salvaría» 5. De hecho estaba firmemente convencido de que
el servicio de Dios y de la salvación de las almas exigía una seria
transformación en todos los terrenos.
Pío X desconfiaba por instinto de todos los empeños progresistas. Así, estaba plenamente convencido de que la política de
apertura al mundo moderno que había practicado su predecesor,
si bien no se debía condenar en principio, por lo menos se había
llevado adelante sin las suficientes medidas de precaución y se había expuesto al peligro de conducir en breve plazo a lamentables
consecuencias. Consideró como absolutamente necesaria una cierta
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3. «La persecución no le intimida. Lo sobrenatural en su persona es desconcertante.
Yo he contemplado una santidad erguida, severa y bella», escribía Lemire tras una audiencia (J.M. MAYEÜR, L'abbé Lemire, París-Tournai 1968, 318).
4. Podía escuchar pacientemente a sus colaboradores, aunque exigía de ellos que fueran
ante todo fíeles ejecutores de sus órdenes. En ambientes vaticanos se le atribuía esta
declaración lapidaria: «Basta che la testa l'abbia il Papa» (citado en C. CONFALONIERE,
PÍO XI visto da vicino, Turin 1957, alem. Aquisgrán 1958, 172).
5. E RENARD, Le cardinal Mathieu, París 1925, 411.
reacción, y su pontificado recibió desde el comienzo la marca de
un retroceso a un «aislamiento saludable» y a una «defensiva católica», que se manifestó sobre todo en las relaciones con los
gobiernos, en la postura frente a los democristianos y en la represión del modernismo.
Con respecto a los gobiernos, si prescindimos del caso especial de Italia, Pío x volvió a la actitud rígida e intransigente
de Pío ix. Insistía en los derechos de la Iglesia sin la menor condescendencia y sin la menor consideración de la oportunidad políitca o de las eventuales nocivas consecuencias inmediatas. Esto se
echó de ver de la manera más clara en el caso de Francia: tocante
a la separación de la Iglesia y del Estado prohibió toda solución negociada y de compromiso, y ello a pesar de los pareceres contrarios
de una parte considerable del episcopado y de la opinión pública
católica.
También en España y en Portugal reinó la misma política de
entereza e intransigencia. En ambos países se vino a una franca
ruptura. También empeoraron las relaciones con Inglaterra y sobre
todo con Rusia. Si aquí no se llegó totalmente incluso a la ruptura, ello fue debido a que el Vaticano apoyó las reivindicaciones
de las minorías católicas en Irlanda y Polonia, que León XHI había
sacrificado más de una vez a las exigencias de la política practicada por él. En la misma negativa a entrar en ninguna clase de
negociaciones de compromiso cuando a su parecer se trataba de la
verdad, tuvo su raíz el grave incidente con Alemania, provocado
el año 1910 por la encíclica, en la que, con ocasión del tercer
centenario de la canonización de san Carlos Borromeo, paladín
de la contrarreforma, se expresaba el papa sobre Lutero y el protestantismo en fórmulas que eran todo menos ecuménicas6.
No obstante la simpatía que Pío x sentía por el emperador
6. La intransigencia con el protestantismo causó igualmente en 1910 otro incidente
con el entonces presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, al que se notificó
que el papa sólo podía otorgarle una audiencia si se abstenía de hacer una visita a la
comunidad metodista de Roma, cosa que él, desde luego, no aceptó (cf. F. ZWIEHLEIN,
Th. Roosevelt and Catholics, St. Louis 1956, 343-350). Es típica de la mentalidad antiprotestante que reinaba en el Vaticano bajo Pío x la observación de un diplomático
austríaco tras una conversación con el secretario de Estado acerca del candidato al trono
de Albania el año 1913: cAl cardenal se le escapó finalmente una observación que casi
habría que traducir en estos términos: "lAntes mahometano que protestante!"» (OsterreichUngarns Aussenpolitik v, Viena 1930, 468).
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Francisco José, hubo un momento en que faltó muy poco para
que rompiese las relaciones diplomáticas con Austria, porque el
gobierno de Viena se mostraba remiso en separar de su cargo a
un profesor de derecho canónico de Innsbruck que simpatizaba
abiertamente con las tendencias modernistas, lo cual confirma una
vez más hasta qué extremos de intransigencia podía llegar este
papa cuando le parecían estar en juego los intereses de la religión7.
Todavía más desconcertante a primera vista parece la reacción
conrta la democracia cristiana en este papa, que al fin y al cabo
procedía del pueblo y fue siempre amigo de los pobres. Le era sencillamente imposible avenirse a que los católicos dieran a su acción social una impronta algo propia e independiente de la jerarquía, o que algunos sacerdotes trataran de orientar más y más
la acción social hacia el plano político. Aquí tiene su raíz la profunda reorganización que al comienzo de su pontificado impuso
a la «Opera dei congressi», la desaprobación de la «Azione popolare» del sacerdote Murri, a la que siguió luego la condenación
formal, y más tarde la reprobación de las nuevas tendencias del
grupo Le Sillón en Francia. Algunos compromisos con el movimiento modernista entre los italianos y ciertas declaraciones doctrinales demasiado poco matizadas entre los franceses justificaron en
parte la intervención de la autoridad eclesiástica. De todas formas, la formulación de los diferentes actos pontificios tocante a
estas cuestiones y problemas y la actitud más condescendiente con
la Action francaise patentizan a todas luces una devaluación transitoria de las ideas democráticas en el Vaticano en favor de una
solución paternalista de los problemas sociales, así como la franca
preferencia por una concepción jerárquica de la sociedad, y al
mismo tiempo un reforzamiento de los empeños por seguir teniendo bajo el riguroso control del clero las organizaciones profesionales de los obreros. Todos estos aspectos son muy característicos
del clima eclesiástico de Venecia, de donde Pío x no había salido
nunca antes de su elección8.
Por lo que hace a la represión del modernismo, de la que en
un capítulo posterior se tratará más circunstanciadamente, es in7. Acerca de L. Wahrmund: 106.
8. R. Colapietra habló a este respecto de un cvenetismo ammodernato, meno temporalista, ma piü pugnacemente confessionale* (RStRis 55 [1968] 328).
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discutible que había aspectos inquietantes en las multiformes corrientes reformadoras que se desarrollaron a comienzos del siglo xx y que el proceder poco sincero de algunos pioneros de este
movimiento hizo necesario traer a la memoria los principios y poner en guardia contra posibles desviaciones. Hay sin embargo que
reconocer que el balance de las diferentes medidas que se adoptaron para contener el influjo del modernismo debe hoy calificarse
de negativo. Numerosos hombres adictos a la Iglesia fueron condenados sin misericordia y sólo pocos fueron luego rehabilitados
con relativa rapidez, como por ejemplo el P. Lagrange. Sin embargo, otros hechos fueron todavía de más peso que estas vicisitudes personales: la represión en bloque del modernismo mantuvo
largo tiempo a la masa del clero al margen del confrontamiento
intelectual. Con ello se impidió que poco a poco se fuera esclareciendo la atmósfera y que en medio del proceso de fermentación de ideas que se produjo en el mundo intelectual católico por
los años de 1900, se aprendiera a distinguir entre lo sano y bueno
y las exageraciones o incluso los errores. Se ahondó la sima cavada entre la Iglesia y el mundo moderno. Se difirió la solución
de problemas fundamentales, con lo cual, por el hecho de ser
éstos, por así decirlo, sencillamente ignorados, no se ganó nada,
sino que por el contrario se originaron daños.
La manera como Pío x llevó adelante su objetivo capital, a
saber, su concentración en los asuntos internos de la Iglesia, y
como, en todas las circunstancias, procuró «reclamar para Dios
la plenitud de su soberanía sobre los hombres y sobre todo lo creado» (encíclica inaugural), y ello sin respeto alguno a las circunstancias políticas o diplomáticas, y sobre todo el espíritu y los métodos con que se llevó adelante este programa especialmente en
los últimos años del pontificado, todo esto dio y sigue dando lugar
a valoraciones sumamente variadas. Mientras que los unos ensalzan al papa santo y al intrépido defensor de la ortodoxia y de los
derechos de la Iglesia, los otros, por el contrario, critican severamente la inexorable intransigencia y la estrechez de miras del
papa, que no habría sabido tratar con un nuevo enfoque los
graves problemas con que se enfrentó la Iglesia, sino que, con métodos cada vez más autoritarios, se esforzó por mantener a la
Iglesia inmovilizada en una postura reaccionaria y clerical que es-
taría en flagrante contradicción con la marcha de la historia. Sea
cual fuere el juicio que el futuro pronuncie sobre la acción defensiva de Pío x, sería históricamente errado querer restringir el sentido de su pontificado a este aspecto tan controvertido.
Por de pronto no hay que olvidar —aun cuando se resalte
una y otra vez que Pío x tuvo en poca consideración las reglas
del juego de la política y de la diplomacia— que el papa no se
desinteresaba en modo alguno de la dimensión política de los
problemas y que en este terreno adoptó incluso ciertas concepciones que lo convierten en pionero. Para Pío x el espíritu determina la política, que además debe ser una política cristiana. Así
declaró en su primera alocución consistorial: «Tenemos necesariamente que ocuparnos de política pues el Pontifex Maximus, al que
Dios ha conferido el cargo supremo, no tiene el derecho de separar la política del ámbito de la fe y de las costumbres»9.
Con esta firme decisión por una teología política resistió por
un lado a las pretensiones del liberalismo laicista del siglo xix,
y por otro lado, en razón de su extraordinaria reserva frente a
los empeños del «catolicismo político», convino con más de una
tendencia justificada de este mismo liberalismo. No sólo tenía
las mayores preocupaciones respecto de los sacerdotes comprometidos políticamente, sino que creía todavía menos que León xin 10
en la utilidad de los partidos confesionales. Veía en ellos el peligro de comprometer a la religión en conflictos puramente seculares, en los que según su convicción no debía la Iglesia inmiscuirse. Es bien significativo que un crítico tan agudo como Falconi alabe al papa, reconociendo que «por primera vez en la historia moderna practicó un idealismo antitemporalístico, del que
ya se había perdido la memoria desde los primeros siglos de la
Iglesia» M.
De más trascendencia y de importancia más fundamental es sin
embargo el hecho de que Pío x, que a sus contemporáneos parecía tan poco moderno y tan conservador, y desde luego en algunos puntos lo era indiscutiblemente, fuera en realidad uno de los
mayores papas reformadores de la historia. Por lo demás, esto
542
543
9. Alocución de 9 de noviembre de 1903 (ASS 36 [1903-04] 195).
10. Véase p. 349.
11. L.c. 89; también 91-92.
explica también el que en el transcurso de los primeros meses de
su pontificado fuera saludado entusiásticamente por gran número
de aquellos que aspiraban a una renovación religiosa. La primera
impresión era por tanto la de un renacimiento religioso y no la de
un retomo al obscurantismo12. La divisa de este papa era instaurare omnia in Christo, y la restauración de la sociedad cristiana
— pues de ésta se trataba efectivamente13— incluía a sus ojos
tanto una encarnizada defensa de los derechos de Cristo y de la
Iglesia, como una labor positiva de reforma, así como iniciativas con finalidad esencialmente pastoral que ahondaran la vida
interior e hicieran posible y efectuaran un mejor aprovechamiento
del potencial de energías.
A esta finalidad sirvieron los decretos sobre la comunión frecuente y sobre la comunión de los niños, las medidas encaminadas a mejorar la enseñanza del catecismo y la predicación, la reforma de la música sagrada, del misal y del breviario, la reorganización de los seminarios para una mejor formación del clero.
Muchas directrices e instrucciones, si bien estaban inspiradas por
una concepción del laicado hoy día anticuada, constituyeron a
Pío x en pionero de la Acción Católica en el sentido moderno de
la palabra. Dentro de este marco cae también la adaptación y codificación del derecho canónico, la reorganización de la curia romana, con la que se aligeraría la administración central de la Iglesia, a fin de desempeñar mejor los quehaceres cada día más difíciles
que entraba la evolución de la centralización eclesiástica.
Pío x se ocupó con todos estos variados problemas basado en
una experiencia práctica de 40 años — poco común en un papa —
en los múltiples sectores de la cura de almas activa, lejos de la
curia. Así, la rica experiencia y el espíritu emprendedor que había demostrado ya en la dirección de su diócesis de Mantua,
pudo ponerla en juego prácticamente en el nuevo cargo. En modo
alguno se dejó detener por la rutina oficinista, sino que en el espacio de pocos años llevó a cabo, con autoridad, una serie de reformas, algunas de las cuales se habían exigido ya hacía siglos y va12. Cí. P. SCOPPOLA. Criíi modernista e rinnovamento cattolico in Italia, Bolonia
1961, 113-115, y L. BEDESCHI, O.C. 45-49).
13„ Cf. E. POULAT, Intégrisme et catholicisme integral, Parfs-Tournai 1969, 171-172,
nota 164.
544
rias de ellas parecieron en su época francamente revolucionarias.
Según el testimonio concorde de sus colaboradores, Pío x desempeñaba personalmente un importante papel en la elaboración
de estos planes y en su rápida realización. Por supuesto, Pío x,
como cualquier otro papa, tuvo que recurrir a colaboradores. Tenía gran empeño en que éstos compartieran su ideal de renovación religiosa, por lo cual los buscaba preferentemente entre las
filas de las órdenes religiosas (pero no sólo entre los jesuítas, como
afirman con frecuencia sus adversarios), cuya participación aumentó en las congregaciones romanas. Entre los obispos escogió como
colaboradores a hombres de los que hacía ya tiempo que tenía
noticia14 de que eran adversarios del liberalismo, en una forma o en
otra. Se trataba de hombres de virtud y diligentes, pero con frecuencia de mentalidad un tanto estrecha: eran incondicionalmente
adictos a la santa sede, pero su celo no estaba con frecuencia debidamente iluminado, y su inteligencia de la situación real de la
Iglesia fuera del estrecho mundo eclesiástico italiano era muy escasa. Naturalmente, había también excepciones, entre las que se
contaba sobre todo monseñor Gasparri15.
Entre estos colaboradores merecen una mención especial los
cuatro secretarios particulares del papa16. Gozaban de su plena
confianza, aunque más de una vez, llevados «por un celo personal
un tanto exagerado» (Della Torre), reforzaban la orientación intransigente de las decisiones pontificias. Había también algunos
cardenales especialmente influyentes, que desempeñaron un papel
importante: Segna, prefecto de la Congregación del Índice desde
1908; Oreglia, decano del Sacro Colegio, enemigo acérrimo de la
democracia cristiana; Lorenzelli, tomista empedernido, que desarrolló una actividad extraordinaria en el Santo Oficio.
Pero sobre todo gozaba de gran influencia la tríada siguiente,
severamente enjuiciada: En primer lugar el capuchino Vives y
14. La circunstancia de que cierto número de ellos procedieran de Venecia dio pie a
monseñor Duchesne para decir que el papa había convertido la barca de Pedro en una
góndola.
15. L. BEDESCHI (O.C. 115) menciona también a Tálamo, Faberi, Battandier, P. Lepidi
y otros.
16* Monseñor Bressan, apoyado por Pescini, Bianchi y Gasoni. Dado que éstos trabajaban al margen de los departamentos competentes, originaban a veces «cortocircuitos»
en la secretaría de Estado, por lo cual se dio a este grupo el apodo de La Segretartola.
Véase a este propósito: Disquisitio circa quasdam obiectiones 25 y 51-52-
545
Tuto17, procedente del grupo de integristas españoles del que surgió el libro El liberalismo es pecado. Desde 1884 estaba adscrito
a la curia romana, y en la crisis de la Acción Católica italiana
apoyó la tendencia de Paganuzzi. Era un hombre laborioso de
extraordinaria erudición, consejero muy escuchado del Santo Oficio, prefecto de la Congregación de las Órdenes religiosas de 1908
a 1912. La seguía el temido cardenal De Lai18, el gran creador
de la reforma de la curia, organizador enérgico e infatigable, que
logró concentrar en sus manos un poder casi sin precedentes en la
curia romana. Tenía amistad con el papa desde los tiempos en
que éste había sido obispo de Mantua, y había aprovechado esta
amistad para ampliar todavía más su poder ya considerable como
prefecto de la Congregación Consistorial, mediante intrusiones en
las competencias de la Congregación del Concilio. Controlaba los
nombramientos de obispos y vigilaba las diócesis y los seminarios
como dictador inexorable. Su lema era: mejor demasiado severo
que demasiado laxo cuando se trata de reprimir el mal. El tercero en la alianza era el cardenal Merry del Val19, Secretario de
Estado cuando sólo contaba 37 años. Desempeñó este cargo durante todo el pontificado y era envidiado por el Sacro Colegio
porque había llegado tan joven a aquel cargo, siendo por añadidura extranjero, cosa que no se había visto desde hacía mucho
tiempo. A diferencia de los secretarios de Estado de los dos siglos
precedentes, se sentía también estrechamente ligado con la política
religiosa del pontificado. Merry del Val era un sacerdote piadoso
y de costumbres severas, y un aristócrata distinguido y caballeroso, adicto incondicional de la santa sede. Abordó las tendencias
modernistas con una intransigencia dura y despreocupada. Según
la fórmula de D. Secco Suardo, poseía «las cualidades positivas
y negativas» del español, por lo cual a veces, arrastrado por su
celo en defensa de la ortodoxia, apoyó denuncias que no hacían
honor al secretario de Estado20. Se sentía más familiarizado con
los principios abstractos que con las complicadas condiciones de
la realidad y estaba además bastante aislado en el círculo de la
curia. Así, dio más de una vez la sensación de no poder ya seguir la marcha de los acontecimientos21. Pío x apreciaba sin embargo a aquel colaborador diligente, entregado a él con fidelidad
inquebrantable, que desde el primer momento mostró comprensión para con su ideal de reforma católica y compartió su concepción autoritaria de la Iglesia. Merry del Val, gracias a su familiaridad con el papa, gozaba de inmenso poder, que la reforma
de la curia todavía acrecentó, ampliando considerablemente el
campo de acción del secretario de Estado.
Esto le creó numerosos enemigos, incluso en Roma. Se le ha
reprochado haber sido un instrumento en manos de la omnipotente
Compañía de Jesús, lo cual es ciertamente exagerado, aunque eran
muy íntimas sus relaciones con el general de los jesuitas y con la
dirección de la «Civilta Cattolica»22. Se le ha objetado también
haber intensificado aún más las tendencias rigoristas del papa en
la ejecución de medidas prácticas, forzando a veces a «un anciano
de mansedumbre angélica» a usar procedimientos de fuerza, «dignos de la inquisición española».
Aquí, sin embargo, se impone absolutamente una rectificación,
aunque sin caer en la tentación del hagiógrafo, de justificar a toda
costa, sin distinciones a Pío x, o de excusarlo atribuyendo exclusivamente a su contorno todos los aspectos ingratos de su ponti-
17. Sobre José Calasanz Vives y Tuto (1854-1913), que en los círculos lómanos era
apodado con la frase Vives fa tutto ( = Vives lo hace todo), véase ANTONIO DE BARCELONA.
El card. V. y T., Barcelona 1916, y «Estudios franciscanos» 55 (1954) 531-534, 56 (1955)
5-42 179-214, 57 (1956) 113-130 161-181, 60 (1959) 247-266. También L. BEDESCHI, o.c. 62
104-107 y D. SECCO SOARDO, Da Leone XIII a Pió X, Roma 1967, passim (v. índice).
18. Sobre Gaetano De Lai (1853-1928) véase F. CRISPOLTI, Corone e porpore, Milán
1934, 221-226, y L. BEDESCHI, o.c. 53 94-95 99-104.
19. Sobre Rafael Merry del Val (1865-1930) sólo hay, en definitiva, biografías de
índole hagiográfica. Las más aceptables todavía son las de P. CENCI, Roma 1933, y
J.M. JAVIERKE, Barcelona 21966. Numerosos documentos y testimonios se hallan en Romana
beatificationis et canonisationis Servi Dei Raphaelis card. Merry del Val informatio,
Ciudad del Vaticano 1957. Véase también A.C. JEMOLO, Chiesa e Stato in Italia negli
ultimo cento anni, Turín 1948, 483-562, y L. BEDESCHI, l . c , passim, especialmente 88-94.
Era hijo de un diplomático español y de una irlandesa, criado en Italia y en Bélgica.
Todavía muy joven había gozado ya del favor de León x m , y de 1900 a 1903 había
dirigido con gran pericia la «Accademia dei nobili ecclesiastici», en la que se formaban
los futuros nuncios. Pío x lo había elegido por diferentes razones, concretamente tanto
por su alto valor intelectual, su dominio de muchos idiomas y sus conocimientos diplomáticos (que, por cierto, eran de índole más teorética que práctica), como también por
la gran independencia, que el papa presuponía en él, debido a que no tenía lazos que
le comprometieran en Italia.
20. Un ejemplo de esto se halla en Les fiches pontificales, de monseñor Montagnini,
París 1908. Sobre la actividad bajo León x m , véase 222 471.
21. El embajador austríaco, Príncipe Schonburg-Hartenstein, hizo esta observación:
«El cardenal sabe, sí, centralizar, pero no ser centro él mismo» (ENGEL - JANOSI H, 130).
22. Sobre la efectiva influencia de los jesuitas en la curia romana bajo Pío x, véase
las matizadas exposiciones de L. BEDESCHI, o.c. 66-74.
546
547
ficado. No se debe olvidar que Merry del Val conservó durante
cuatro años como substituto de la subsecretaría de Estado a monseñor Della Chiesa (el futuro Benedicto xv) y le pasaba de buena gana los asuntos diplomáticos, aunque éste siguió asesorándose con su antiguo jefe, Rampolla. Pero sobre todo, la publicación por É. Poulat a del dossier del «Sodalitium Pianum» ha mostrado que por lo menos desde 1911 Benigni reprochó constantemente a Merry del Val su excesiva timidez en la aplicación de las
directrices del papa, así como su temperamento de diplomático,
que está siempre dispuesto a ejecutar sólo fragmentariamente una
dura decisión ya tomada, por temor a la resistencia que pueda
desencadenar.
Este texto y diversos testimonios que se recogieron en el transcurso del proceso de beatificación contradicen «la leyenda del secretario de Estado que inspiró la intransigencia a un papa bueno
y piadoso que le había confiado las riendas del gobierno». Esto
no significa sin embargo que Pío x no fuera en modo alguno
guiado por su contorno y que él solo fuera responsable de todas
las medidas tomadas, incluso las más draconianas, que acompañaron a la reacción antiliberal, por la que se caracteriza su pontificado.
Con razón reaccionó indignado contra los que aseguraban a
media voz que la Iglesia era conducida por «tres cardenales»
y encareció repetidas veces su plena independencia. Ahora bien,
estos encarecimientos demuestran únicamente, como lo ha constatado G. Martina24, su credulidad, pero dejan totalmente en pie
el problema de las verdaderas responsabilidades. Hoy día parece
indiscutible que algunos de sus colaboradores se dejaron arrastrar
por su celo poco iluminado y que en la aplicación de ciertas decisiones y en el empleo de ciertos métodos fueron más allá de
las verdaderas intenciones del papa; por otro lado parece también
ser un hecho que el papa en más de un caso tomó sus decisiones
basado en informaciones unilaterales y tendenciosas que le proporcionaban hombres de su confianza. La santidad no es una garantía de la mejor política eclesiástica posible, y un papa que piensa
que debe decidir soberanamente por sí mismo para la Iglesia uni23. Intégrame et catholicisme integral, París-Tournai 1969, v. especialmente 76-77.
24. RSTI 23 (1969) 232.
548
versal, es fatalmente prisionero de sus informadores y de los ejecutivos, por muy fieles y adictos que le sean.
Por lo demás, todavía hay que añadir una observación complementaria: Si algunos colaboradores de Pío x, por lo que se
refiere al rigor, fueron más allá de sus intenciones, otros en cambio opusieron a veces una resistencia pasiva a sus impulsos o por
lo menos mitigaron un tanto sus directrices intolerantes. Pío x se
quejó de esto en los últimos meses de su vida, cuando la reacción
anti-integrista se dejó sentir hasta en los mismos círculos vaticanos. Pero ya al comienzo de su pontificado varias de sus medidas
de reforma habían tropezado con la resistencia pasiva de los
conservadores, que eran exactamente tan hostiles a las modificaciones exigidas por la autoridad suprema, como al reformismo de
los progresistas. A la vista de estos casos, que muestran con claridad meridiana cuan difícil le resultaba a veces a Pío x inducir
a la obediencia a los hombres que se tenían por paladines de la
autoridad contra la anarquía democrática, É. Poulat ha hablado
de «fuerte voluntad y débil autoridad» en este papa25. De esta
fórmula, aunque quizá sea exagerada, se puede deducir que el
problema de las relaciones entre Pío x y sus colaboradores es
mucho más complicado de lo que piensan la mayoría de sus admiradores y de sus difamadores, en cada caso en sentido contrario.
25.
«Archives de sociologie des religions», 29 (1970) 201.
549
Sección primera
LA OBRA DE REFORMA DE PÍO X
más tarde criticarían cada vez con mayor severidad las actitudes
reaccionarias del Vaticano, declararan al principio en vista de las
primeras decisiones: II papa jará eccelenti rifarme.
Y efectivamente, en esta atmósfera de optimismo aparecieron
sucesivamente en el transcurso del año 1905 toda una serie de
opúsculos en favor de las reformas, hacia los que no ha mucho
llamó la atención L. Bedeschi2. Las exageradas esperanzas de los
partidarios de las reformas se verían luego, con todo, tan frustradas, que estos perderían con frecuencia totalmente de vista los
efectos positivos, aun cuando, no obstante su carácter restringido,
distaban mucho de ser insignificantes, tanto en el terreno pastoral
como en el de las instituciones.
Por Roger Aubert
Profesor de la Universidad de Lovaina
XXVI. REORGANIZACIÓN DE LA CURIA ROMANA Y CODIFICACIÓN
Inmediatamente después de la muerte de Pío x escribía el
«Times» de Londres: «Se puede decir sin sombra de exageración
que J. Sarto llevó a cabo por propia iniciativa más modificaciones en la dirección de la Iglesia que cualquier otro de sus predecesores desde el concilio de Trento.» Si bien hay que reconocer
que la mayor parte de las decisiones importantes de este papa
datan de los cinco primeros años de su pontificado y que el programa de reforma de Pío x se vio luego frenado por sus penosos
esfuerzos con vistas a una reacción adecuada contra el peligro del
modernismo, no cabe la menor duda de que el papa tomó numerosas iniciativas en muchos sentidos y además logró realizar los
objetivos en cuestión.
Poco después de su elección había tomado ya diversas medidas para la reorganización de la diócesis de Roma y para acabar
con los múltiples abusos que reinaban en el clero de la Urbe1.
Esto, sin embargo, era simplemente una referencia a objetivos
urgentes mucho más generales que el papa no mantuvo en secreto
y que en un principio desencadenaron una importante oleada de
esperanza en los ambientes que tras el pontificado «político» de
León XIII anhelaban una renovación de la Iglesia en una dirección más religiosa. Así se explica el que muchos de aquellos que
1. Cf. FERNESSOLE II, 29-47. Durante todo su pontificado controló muy de cerca la
situación (cf. SCHMrDLm PG ni, 38-39).
550
DEL DERECHO CANÓNICO
BIBLIOGRAFÍA: Sobre el ámbito general de la reforma, cf. N. HiLLING, Die Reformen des Papstes Pius X. auf dem Gebiete der kirchenrechtlichen Gesetzgebung, 3 vols., Bonn 1909-1915 (cronológico); id., en
AkathKR 95 (1915) 78-112 283-299 457-485 639-658, 96 (1916) 60-73 244270 408-430 550-568, 97 (1917) 67-81 245-259 397-408 563-575 (sistemático);
H.E. FEINE, Kirchliche Rechtsgeschichte. Die kath. Kirche, Colonia-Graz
«1964, 699-719 (bibliografía).
Sobre la reforma de la curia, además de DDC ív, 997-1004, cf. V.
MARTIN, Les cardinaux et la Curie y Les congrégations romaines, París
1930, y N. DEL RÉ, La Curia Romana, Roma 31970, y, sobre todo, Romana Curia a beato Pió X Sapienti consilio reformata, Ciudad del Vaticano 1951 (cit. Rom. Curia), en espec. el cap. 2 de G. FERETTO sobre las
etapas preparatorias (hasta el presente documentos inéditos). Sobre la bibliografía antigua, cf. SCHMIDLIN PG ni, 34, nota 14. Véase también L. BEDESCHI, La Curia Romana durante la crisi modernista, Parma 1968.
Sobre la reforma del derecho canónico: P. GASPARRI, Storia della codificazione del diritto canónico, en Acta Congressus iuridici internationalis rv, Roma 1937, 1-10; N. HILLING, o.c; I. NOVAL, Codificationis juris
canonici recensio historíco-apologetica, Roma 1918; A. KNECHT, Das neue
Kirchliche Gesetzbuch. Seine Geschichte und Eigenart, Estrasburgo 1918;
U. STÜTZ, Der Geist des Codex iuris canonici, Stuttgart 1918; M. FALCO,
Introduzione alio studio del «Codex iuris canonici», Turín 1925; F. Ci2. L. BEDESCHI, Riforma
v. especialmente 27-30.
religiosa e Curia Romana all'inizio del secólo, Milán 1968;
551
METIER, Les sources du droií ecclésiastique, París 1930, 150-197; DDC ni,
909-940; AGATÁNGEL DE LANGASCO, en «Revista española de derecho canónico» 10 (1955) 457-475 (sobre el papel del cardenal Vives).
Pío X, en sus cargos de párroco y obispo, había tenido abundantes ocasiones de hacerse cargo de que se imponía apremiantemente una cierta reorganización de las instituciones de la Iglesia,
a fin de que el clero en todos los grados jerárquicos, desde arriba
hasta abajo, estuviera en condiciones de cumplir mejor con lo
exigido por sus quehaceres. Puso, pues, inmediatamente manos a
la obra, para lo cual le sirvieron no poco su talento organizador
y la experiencia administrativa que se había procurado durante
18 años en su puesto de canciller de la diócesis de Treviso.
Nos creemos dispensados de enumerar aquí todas y cada una
de las medidas que Pío x tomó en el transcurso de su pontificado,
si bien a veces tenían consecuencias trascendentalesl. Sólo nos
ocuparemos más en detalle de dos iniciativas de gran alcance: la
reforma de la administración pontificia y la reforma del derecho
canónico.
La curia romana, cuya organización se remontaba en lo esencial a Sixto v, estaba urgentemente necesitada de reforma2. A lo
largo de un proceso de tres siglos había venido a dar en una heterogénea mescolanza de 37 órganos, cuyas facultades y competencia estaban con frecuencia determinadas de manera muy insuficiente y que constantemente entraban en conflicto unos con otros,
porque todos trataban problemas administrativos y judiciales y asuntos en litigio, con lo cual sus jurisdicciones se contradecían a menudo. Por lo demás, con la eliminación del poder temporal se
habían hecho superfluos algunos de estos órganos. Pío ix y su
sucesor se habían limitado a meras reformas aisladas.
Ahora bien, por otro lado, la progresiva centralización romana
a lo largo del siglo xix, unida a la ampliación y desarrollo de los
medios de comunicación, había intensificado notablemente los contactos entre el centro y la periferia, por lo cual parecía recomen1. Nos limitaremos a aludir a dos de ellas: la constitución Vacante Sede Apostólica
(25-12-1904) sobre la elección del papa (cf. M. SCADUTO, / precedería di una riforma e le
teggi di Pió X sul Conclave, en «CivCatt» v [1944] 6-20); la transformación de las Acta
Sanctae Seáis en el boletín oficial de la santa sede (23-5-1904) y luego su substitución por
las Acta Apostolicae Sedis (cf. AAS 1 [1909] 5-6, y N. HnxrNG, o.c. i, 33-34).
2. Cf. F. ROBERTI, De Curia Romana ante pianam reformationem: Rom. Curia 13-34
552
dable la creación de determinados departamentos. Además los métodos de administración estaban totalmente anticuados e inmovilizados, eran inadecuados a las exigencias de los tiempos y sumamente costosos, a pesar de las tímidas tentativas de León xm por
rebajar los gastos de la santa sede. A ello se añade que el trabajo
dentro de la curia era considerado por muchos no tanto como un
ministerio pastoral eclesiástico de grandes exigencias, que reclamaba todas las fuerzas para el servicio al pueblo de Dios, sino
más bien como una carrera al final de la cual podía aguardar un
capelo cardenalicio.
La idea de reforma estaba en el aire, y no sólo en los ambientes progresistas, como lo demuestra un plan que se ha vuelto a
descubrir no ha mucho y que había sido elaborado un año antes
de la muerte de León xm. Ahora bien, esta idea de reforma tropezaba al mismo tiempo con el principio de quieta non moveré,
reinante en todas las administraciones del mundo, así como con
la oposición, franca o disimulada, de todos los que veían amenazados sus intereses. Pío x, que se había encontrado con una difícil
situación financiera3, se apresuró a eliminar los abusos más burdos sin dejar para ello piedra por mover.
Comenzó con algunas reformas parciales, que le parecían ser
especialmente apremiantes. Ya el 17 de septiembre de 1903 suprimió la congregación especial «De eligendis episcopis» —que
había sido creada por Benedicto xiv y renovada por León xm en
1878 — una vez que había venido a ser inútil, y se declaró competente al Santo Oficio para la elección de los obispos en los países
que no dependían de la congregación de Propaganda Fide o no
estaban sujetos a disposiciones concordatarias. El 26 de mayo de
1906 suprimió también las dos congregaciones relativamente jóvenes, «Super disciplina regulari» y «De statu regularium», de
modo que todo lo que concernía a los religiosos quedó concentrado en la congregación de los obispos y regulares.
En realidad tenía ya en vista una reforma mucho más vasta,
tal como la exigían algunos prelados agrupados en torno al cardenal Agliardi. Pío x era movido probablemente en sus intenciones
por el empeño en desvirtuar y contrarrestar la crítica del sector
3. Cf. P. SCOPPOLA, Crisi modernista e rmnovamento cattolico in Italia, Bolonia 1961,
120, nota 126.
553
radical, que había comenzado a poner en tela de juicio no sólo
el deficiente funcionamiento de la curia romana, sino incluso su
misma razón de existir, ya que se la consideraba como una barrera entre el papa y los obispos. A comienzos del verano de 1907
se decidió a tomar las primeras medidas, que iniciaron una rápida
marcha de los acontecimientos.
Fue creada una comisión cardenalicia, a la que fue adscrito
monseñor De Lai, secretario de la congregación del concilio; De
Lai fue desde el principio hasta el fin el principal promotor de
la reforma. El objetivo de esta congregación era, conforme a las
instrucciones dictadas por el papa mismo4: la abolición de los
órganos y departamentos ya superfluos y la creación de nuevas
instituciones apropiadas exigidas por la evolución de las situaciones; la separación de las competencias administrativa y judicial;
la determinación absolutamente clara y racional de las facultades
de cada dicasterio (entre otras cosas, mediante la reunión en un
solo organismo, de todos los asuntos que concernieran respectivamente a los obispos, al clero, a los religiosos, a los sacramentos,
a las misiones); la simplificación y consiguiente aceleración de las
actividades de los diferentes departamentos; la asignación de un
número determinado de consultores para la preparación de las
resoluciones; la coordinación de los criterios normativos para una
resolución unitaria, y finalmente la unificación de los derechos
que había que satisfacer y de la retribución de los funcionarios,
hasta entonces muy variable de un departamento a otro.
Un primer esbozo redactado por el papa mismo fue presentado
en noviembre a la comisión. Tocante a las congregaciones romanas, se atenía en gran parte a un plan elaborado por monseñor
De Lai 5 . En lo referente a la secretaría de Estado seguía el punto
de vista del cardenal Merry del Val; por un lado se incluían en
el ámbito de su competencia diferentes países que anteriormente
habían dependido de la congregación de Propaganda Fide, aun4. Texto: Rom. Curia 38-42.
5. El esquema de De Lai reducía las congregaciones de 18 * 11, aunque él mismo
propuso la creación de una nueva congregación De re matrimonian y la división de la
antigua Congregación de los Obispos y Regulares en dos dicasterios diferentes. Sugirió ademas que el «viejo y odiado» nombre de la inquisición (a la que él equiparaba la Congregación del Índice) fuese cambiado por el de «Congregatio de fide tucnda». Pío x prefirió
conservar el nombre tradicional.
554
que hacía tiempo que ya no eran países de misión (Gran Bretaña,
los Países Bajos, los Estados Unidos, el Canadá), y por otro fueron sometidos también a la secretaría de Estado dos organismos
autónomos: la «Congregatio pro negotiis ecclesiasticis extraordinariis» y el «Secretariado de los Breves». Estas ampliaciones elevaban considerablemente la importancia de la secretaría de Estado.
Finalmente, para establecer una separación más clara entre la
administración y la judicatura, Pío x, dio nueva vida al tribunal
medieval de la Rota romana, que con el incremento de las congregaciones investidas de poder judicial había quedado tan atrofiada, que su competencia se había reducido desde 1870 a las
cuestiones litúrgicas.
A lo largo de los meses siguientes fue refundido repetidas veces el esquema fundamental, aunque se procuró que las modificaciones dejaran intacta la economía del plan primitivo: de la
congregación del matrimonio resultó la Congregación de los sacramentos; la sección de la antigua Congregación de los obispos
y regulares, que se había ocupado de los obispos, fue integrada en
la Congregación Consistorial, de modo que para todas las cuestiones relativas a los religiosos fue desde entonces competente una
congregación especial (el caso de las congregaciones misioneras dio
lugar a discusiones); por deseo del papa y «en vista del gran
número de libros que había que examinar», se conservó la Congregación del índice, separada del Santo Oficio6; la Congregación de Ritos y la Congregación para la Canonización de los santos se fundieron, en cambio, en una sola congregación.
El 29 de junio de 1906 fue publicada la constitución Sapienti
consilio1. En ella admiraron los peritos «el genio constructivo
y simplificador de Pío x» (Torquebiau). La curia abarcaría desde
entonces tres clases de órganos: 11 congregaciones, 3 tribunales
y 2 oficios. Una de las congregaciones, la de los sacramentos, era
totalmente nueva. La anterior Congregación del Concilio había
sufrido tan profundas modificaciones que prácticamente era también nueva. Esta congregación había sido creada en su tiempo
para velar por la ejecución y la interpretación de los decretos del
6. Cf. Rom. Curia 58 67. Benedicto xv volvió luego a la idea primigenia e hizo del
Índice una sección especial del Santo Oficio (AAS 9 [1917] 161-166).
7. Texto: AAS 1 (1909) 7-19.
555
concilio de Trento, pero a partir de ahora sería competente para
todo lo que afectara a la disciplina general del clero y de los fieles.
La Congregación Consistorial fue investida de facultades notablemente ampliadas; se le asignó en exclusiva la vigilancia de los
seminarios (sólo en 1915 traspasó Benedicto xv esta competencia
a la Congregación de los Estudios, cuyo único campo de acción
había sido hasta entonces la de las universidades católicas). La
competencia de la congregación de Propaganda Fide se restringió
en adelante a los países de misión en sentido estricto8; además
debía transmitir a la Rota todas las cuestiones matrimoniales que
le fueran presentadas, y a la Congregación de los sacramentos lo
que cayera dentro de la esfera de ésta.
Por lo que se refiere a la judicatura, la competencia se repartió entre tres departamentos (tribunales): para el foro externo la
Rota y la Signatura Apostólica (como tribunal de apelación), para
el foro interno la Penitenciaría (Sacra Poenitentiaria), a la que
quedaron, pues, sustraídos todos los poderes en el foro externo
que se había ido apropiando en el decurso del tiempo.
Finalmente, los cinco oficios eran la Cancillería Apostólica,
la Dataría, la Cámara Apostólica (con facultades muy restringidas), la Secretaría de los Breves y la Secretaría de Estado, el más
importante con mucho de los cinco.
La constitución, completada con un Ordo servandus9 que se
extendía hasta los detalles — en total casi 80 páginas de texto muy
apretado—, precisaba prolijamente el modus procedendi de los
nuevos órganos: el nombramiento para los diferentes cargos, los
planes de trabajo y el reglamento de las sesiones, las disposiciones
especiales para cada una de las diferentes secciones, las relaciones
que debían hacerse (con frecuencia) al mismo Pontifex maximus
antes de ser adoptada una resolución. Con objeto de abreviar el
examen y despacho de los asuntos se dispuso que sólo los problemas más importantes se sometieran a la asamblea plenaria de la
comisión competente; los otros asuntos deberían ser resueltos por
8. Se había hablado incluso de sustraer a su jurisdicción los vicariatos apostólicos
situados en las esferas del derecho común; sin embargo, una apremiante intervención del
cardenal Gasparri, primera autoridad en el terreno del derecho canónico, logró que fuese
abandonado este proyecto.
9. Este Ordo servandus fue publicado en dos partes, el 29 de junio y el 29 de septiembre de 1908 respectivamente. Texto: AAS 1 (1909) 36-108.
556
el Congresso, comité reducido en número, compuesto por altos
funcionarios y el cardenal prefecto de la congregación.
La aplicación práctica de las nuevas disposiciones no se hizo
esperar mucho tiempo y fue controlada de cerca por el papa mismo.
Atrajo especialmente la atención el hecho de que se confiara a
De Lai, creado cardenal en diciembre de 1907, la dirección de la
comisión especial encargada de la reorganización. Y aunque algunos opinaban que el conservador Pío x se había mostrado verdaderamente revolucionario, la reforma fue acogida en general
con satisfacción. Cierto que el deseo de una clara delimitación
de las competencias de la administración y de las funciones judiciales sólo parcialmente se vio realizado en la práctica; en efecto,
si bien el tribunal de la Rota se restringía a las cuestiones matrimoniales, las congregaciones siguieron todavía resolviendo litigios en
los otros terrenos e imponiendo sanciones por vía administrativa.
No cabe duda de que la estructura fundamental de la organización
de Sixto v sufrió modificaciones mucho menos drásticas de las que
impondría medio siglo más tarde Pablo vi con su reforma de la
curia. El espíritu de la «vieja máquina» no fue —como se quejaba con razón el padre Genocchi— modificado profundamente,
y los hombres que tenían el encargo de poner y mantener en
marcha esta máquina no pasaron de ser en substancia burócratas
sin gran experiencia pastoral, desconectados del mundo exterior
y de sus problemas. Entre otras cosas, ni siquiera se pensó en
asignar un puesto en las secciones de las congregaciones relacionadas con la práctica, a obispos que dirigían diócesis con verdadera responsabilidad. Sin embargo, aun teniendo en cuenta estos
límites y restricciones innegables de la reforma de Pío x, hay que
reconocer sin ambages que por primera vez desde el siglo xvi fue
transformada la curia entera y, por cierto, con criterios en el fondo
verdaderamente racionales.
Estas medidas no sólo tenían su propio contenido, sino también un significado simbólico. Aparecieron como anticipación —en
un sector de especial trascendencia— de la transformación general
de la legislación eclesiástica, que estaba en preparación desde el
comienzo del pontificado de Pío x )0 .
10. Ya en sus primeras instrucciones al comienzo del verano de 1907 había puntualizado Pío x explícitamente: «Questa riforma deve farsi súbito per essere messa in esecuzione
557
Hacía ya varios decenios que flotaba en el aire la idea de una
transformación del derecho canónico conforme a las exigencias
de los tiempos, a fin de adaptarlo a la nueva situación, así como
la de la redacción de un código en el que se reuniera sistemáticamente toda la legislación eclesiástica; tal código vendría a remplazar en adelante las inmensas colecciones de decretales pontificias, difícilmente accesibles y en gran parte anticuadas en la práctica. Con ocasión del concilio Vaticano, cierto número de obispos
habían formulado deseos en este sentido y poco antes de la inauguración de este concilio Pío ix había modificado profundamente
la legislación sobre las censuras eclesiásticas, mediante la constitución Apostolicae Seáis (12-10-1869). León xin " había suprimido
numerosas prescripciones anticuadas o las había adaptado, y hasta
había emprendido varias codificaciones parciales, utiÜ2ando en parte ciertos esquemas preparados con vistas al concilio Vaticano; esto
tuvo lugar sobre todo en la constitución Officiorum ac munerum
(25-1-1897), en la que fue codificada y mitigada la legislación sobre las censuras de libros y en la constitución Conditae a Christo
(8-10-1900), que finalmente dio un estatuto legal preciso a las
congregaciones religiosas de votos simples.
Por lo demás, algunos canonistas privados n habían hecho varios ensayos. G. de Luise, ya en 1873, E. Colomiatti en 1888,
H.M. Pezzani en 1893, F. Deshayes en 1895, y sobre todo A. Pillet, cuyo lus canonicum genérale distributum in artículos (1890)
presentaba las prescripciones canónicas conforme al modelo del
código civil, mostrando con ello que era posible una codificación
completa del derecho canónico. Si bien los canonistas alemanes
guardaron silencio a este respecto, desde 1891 aparecieron constantemente en los congresos católicos internacionales informes con
la sugerencia de revisar y codificar Ja legislación de la Iglesia.
Pío X, «dos o tres días después de su elección» (Merry del
Val) había manifestado ya su deseo de emprender este camino
de la reforma. En este particular fue animado insistentemente por
monseñor Gasparri, uno de los mejores canonistas de su tiempo,
y por el cardenal Gennari13. Así, ya el 19 de marzo de 1904, con
el motu proprio Arduum sane munus, anunció la creación de una
comisión cardenalicia, apoyada por cierto número de consultores,
que tenía el encargo de adaptar a las circunstancias y codificar
la legislación eclesiática. La semana siguiente se envió una carta
a todos los arzobispos, pidiéndoles que después de consultar a sus
obispos sufragáneos enviasen a Roma sugerencias relativas a las
modificaciones más importantes que debían introducirse en el derecho canónico entonces vigente, y nombrasen consultores suplementarios. Algunos días depués se solicitó también la colaboración
de las universidades católicas del mundo entero.
El anuncio de este plan suscitó reacciones totalmente contrapuestas: satisfacción en los unos, que en la práctica tenían que
experimentar los múltiples inconvenientes del sistema vigente, escepticismo en los numerosos estudiosos, sobre todo de Roma y
de Alemania, que se daban más cuenta de las dificultades y pronosticaban un fracaso; estos últimos eran apoyados por el célebre editor del Corpus luris Canonici, el protestante Friedberg, que
reprochaba al papa entre otras cosas tratar de esta manera de
ampliar todavía más su poder14. Otros temían que las partes concernientes al derecho público eclesiástico y a las relaciones entre
la Iglesia y el Estado pudieran parecer como una nueva edición
del Syllabus y dieran pie a ulteriores conflictos con los gobiernos.
En otros ambientes católicos, entre otros en España, se objetaba
al proyecto querer imitar los códigos napoleónicos, que eran considerados como expresión del individualismo liberal15. Pío x no
perdió por ello la serenidad y cuidó de que sin dilación se pusieran manos a la obra.
El principal promotor de la iniciativa fue monseñor Gasparri16,
al piü presto in vía di esperimento, onde colle eventuali mutazioni, che saranno suggente
dalla pratica, venga definitivamente pubblicata nel nuovo Códice» (cit. en Rom. Curia 41).
11. Cf. N. HILLDJG, Die Gesetzgebung Uos XIII, auf dem Gebiete des Kirchenrechts,
en AkathKR 93 (1913) 8-31 254-276 460-483 623-637, 94 (1914) 75-95 252-264. Cf. aquí 292.
12. DDC ni, 915-917.
13. Cf. N. HILLING, Von wem ist der Plan der Abfassung des Codex iuris canonici
zuerst ausgegangen?, en AkathKR 116 (1936) 88-91.
14. DZKR 18 (1904) 1-74.
15. Cf. L. DE ECHEVERRÍA, en Miscellanea in memoriam Petri card. Gasparri, Roma
1960, 327-341.
16. Pietro Gasparri (1852-1934) era un hombre de asombrosa capacidad de trabajo,
«otro Raimundo de Pefiafort, aunque mucho más activo y eficaz». Sobre él, véase: II card.
Pietro Gasparri, Roma 1960, J. DENIS, en Actes du congres de Droit canonique. Cinquantenaire de la Faculté de droit canonique, París 1950, 239-245; H. TÜCHLE, en Die Aussenmimster der Papste, ed. dir. por W. SANDFUCHS (Munich 1962) 94-108; G. SPADOLINI,
II card. Gasparri e la Questione Romana, Florencia 1973. Sobre la actividad del secretario
de Estado bajo Benedicto xv y Pío xi, véase parte tercera
558
559
secretario de la Congregación cardenalicia para asuntos extraordinarios, nombrado por el papa secretario de la comisión pontificia y presidente del colegio de consultores, y que fue alma y
corazón de la empresa hasta su completa terminación.
Al objeto de acelerar el trabajo se dividieron los consultores
en dos comisiones que trabajaban paralelamente. Una estaba bajo
la dirección de Gasparri con E. Pacelli como secretario, y la otra
bajo la dirección del cardenal De Lai, con F.A. Sapieha como
secretario. Estas comisiones se reunían semanalmente desde el 13
de noviembre de 1904, comparaban y discutían los esquemas de
redacción, que para cada capítulo eran presentados por dos, a
veces hasta tres y cuatro consultores, que trabajaban con total
independencia los unos de los otros. Entonces el presidente, partiendo de los diferentes textos y de las opiniones manifestadas,
redactaba un nuevo esquema, que volvía a ser discutido y luego
nuevamente refundido; este procedimiento se repetía en general
por lo menos cinco veces, en algunos casos incluso hasta diez o
doce. A fin de ganar tiempo, cada vez se enviaban los textos primero a los consultores, para que los examinaran y pusieran por
escrito sus observaciones. Cuando por fin había acuerdo sobre
un esquema, entonces Gasparri lo sometía a la comisión cardenalicia, que sólo daba su dictamen después de por lo menos dos
revisiones ".
Todo el trabajo se efectuaba bajo el más riguroso secreto.
Sin embargo, uno u otro capítulo, o este o aquel párrafo, fueron
publicados en forma de constitución pontificia o de decreto de
una congregación, ya porque el papa estimara urgente el asunto,
o porque se quisiera experimentar su efecto en la vida práctica,
o simplemente para ver cómo eran acogidos los textos. Tal fue,
por ejemplo, el caso de la constitución Sapienti consilio, que reorganizaba la curia, o el de los decretos eucarísticos, sobre los que
volveremos en un próximo capítulo, o el del decreto Ne temeré
(2-8-1907), que abolía en lo referente al matrimonio las excepciones de la legislación tridentina, en vigor desde el siglo xvi
(=can. 1094-1103), o del decreto A remotissima (31-12-1909) so17. Los planes que se fueron sucediendo siguen inaccesibles en la oscuridad de los
archivos, con una sola excepción: F. ROBERTI, Codicis Juris canonici schemata Ub IV
De processibus, I De judiciis in genere, Ciudad del Vaticano 1940.
560
bre la Visitatio ad limina (= can. 340-342a), o del decreto Máxima quidem (29-8-1910) sobre el traslado de párrocos ( = can. 21472167), o finalmente del decreto Cum singulae (16-10-1911) sobre
la dimisión de los religiosos ( = can. 646-672).
En 1912 estaba ya tan adelantada la elaboración de algunas
partes, que Gasparri pudo proponer que fueran transmitidas a los
obispos y superiores de órdenes, solicitando de ellos su parecer
sobre las mismas. No obstante la oposición de algunos cardenales, que temían nuevas dilaciones, Pío x dio su consentimiento.
Esta consulta (para la que cada obispo podía además recurrir
a una o dos personas de confianza obligadas a mantener el secreto) se demostró sumamente provechosa. El 20 de marzo de
1912 fueron así transmitidos los libros i y n, el 1.° de abril de
1913 el libro m, el 1.° de julio del mismo año el libro v, y finalmente el 15 de noviembre de 1914 el libro iv. En esta última
fecha hacía ya tres meses que había fallecido Pío X. La última
y definitiva preparación exigiría todavía dos años. En realidad,
a la muerte de Pío x se había llevado ya a cabo la labor esencial,
para la que el papa mismo había sido constantemente un acicate, habiendo además seguido directa y personalmente de etapa
en etapa el desarrollo del trabajo. Así pues, a él corresponde,
según Gasparri, buena parte del mérito de esta obra.
En ella se daban, sin duda, ciertas limitaciones. Hoy día se
la considera no sólo como un nuevo paso en el camino de una
centralización y de una exagerada uniformación de la Iglesia latina18, sino que además no faltan quienes lamentan que —contrariamente a las antiguas colecciones canónicas— no contenga
la menor referencia a la Sagrada Escritura o a los Padres. Incluso desde un punto de vista estrictamente jurídico se observa
a veces, no obstante las numerosas discusiones y sucesivas refundiciones, en las que participaron los más destacados canonistas
de la época, «una peligrosa inseguridad de la terminología, incluso cuando se trata de conceptos que son definidos explícitamente» (G. Schwaiger), y por lo que se refiere al contenido substancial mismo, habría sido de desear una revisión más radical
de ciertas posiciones heredadas de la edad media o del absolu18.
El código no se aplica a las Iglesias orientales unidas con Roma.
561
tismo moderno 19. No obstante, hay que admirar la extensión del
trabajo realizado en un tiempo récord.
De todos modos, la obra representa una Suma bien articulada, que abarca la entera legislación vigente en la Iglesia latina,
a excepción de una parte de la materia litúrgica. También se
prescinde en ella del problema especialmente espinoso de las relaciones entre la Iglesia y los respectivos poderes públicos. La
redacción se distingue por la claridad y precisión del estilo, que
se inspira en los códigos legislativos civiles, sin el prurito de
componer períodos rítmicos, ni perderse en amplificaciones retóricas, cosas que caracterizaban los textos anteriores hasta León XIII
inclusive. La obra revela el empeño —que prueba que Pío x
no era antimoderno por principio— de poner en diferentes materias el derecho canónico en consonancia con las exigencias del
tiempo y de sacar partido de los nuevos logros de la ciencia en
la práctica jurídica contemporánea.
Es de alabar también el interés de Pío x en colaborar desde
el principio hasta el fin con el episcopado del mundo entero y con
los canonistas de fuera de Roma. Prueba de realismo y de moderación son numerosas tomas de posición entre las posturas
extremas de los teóricos y el exagerado pragmatismo de algunos
prácticos. En este testimonio de admiración no se debe olvidar
la observación absolutamente acertada de los protestantes Stutz
y Feine, que ven en el nuevo Código la expresión «de la progresiva y creciente espiritualización de la Iglesia católica romana»,
que se había expresado cada vez con mayor claridad en los pontificados de Pío ix y de León xm. Así estos dos autores, que
no son ni por asomo apologistas de Pío x, coinciden en afirmar
que el nuevo código hizo época en la historia del derecho canónico.
XXVII. DECRETOS EUCARÍSTICOS Y RENOVACIÓN LITÚRGICA
FUENTES: A. BÜGNINI, Documenta pontificia ad instaurationem liturgiam spectantia, 1903-1935, Roma 1953.
BIBLIOGRAFÍA: Sobre los derechos eucarísticos: C. ZERBA, Nel cinquantenario del Decreto «Quam singulari», Ciudad del Vaticano 1961;
J.-M. DERÉLY, en NRTh 73 (1951) 897-911 1033-1048; id., ibidem, 77 (1955)
506-512; DThC m, 539-552: DSAM II, 1282-1289; J.A. HARDON, en ThSt
16 (1955) 493-532; H.A. HEISER, Die Durchführung der Kommuniondekrete
in der ganzen Welt, Wiesbaden 1932; cf. ZAM 8 (1933) 162-166; P. HELLBERND, Die Erstkommunion der Kinder in Geschichte und Gegenwart,
Vechta 1954.
Sobre la reforma litúrgica de Pío X: N. HILLING, en AkathKR 96
(1916) 550-568 (cf. antigua liturgia en p. 557, nota 6) 97 (1917) 245-259;
O. ROUSSEAU, Histoire du mouvement liturgique, París 1945, 201-230; T. NARBUTAS, La reforma del breviario romano por Pío X, Santiago de Chile
1949; J.M. LECEA YABAR, Pastoral litúrgica en los documentos pontificios
de Pío X a Pío XII, Barcelona 1959; H. VINCK, Les reformes liturgiques
de 1911-1914 (tesis no publicada del Institut supérieur de Liturgie), París
1971; SCHMIDLIN PG ni, 46-53.
Sobre la reforma del canto coral: K.G. FELLERER, Der gregorianische
Choral im Wandel der Jahrhunderte, Roma 1936; E. MONETA-CAGLIO,
L'attivitá musicale di S. Pió X, en «Bolletino ceciliano» (noviembre 1964);
id., en «Música sacra» 84-86 (Milán 1961-1963); F. ROMITA, La preformazione del Motu proprio di S. Pió X sulla música sacra, en «Monitor ecclesiasticus» 86 (1961) 395-497; P. COMBE, Histoire de la restauration du
chant grégorien, Solesmes 1969; F.M. BAUDUCCO, en CivCatt in (1961)
583-594, i (1963) 240-253, in (1968) 243-252 (sobre el papel de A. de Santis); id., en «Bolletino ceciliano» (1964) 75-92; G. ZAGGIA, L. Bottazzo e la
restaurazione della música sacra, Padua 1967; E. VALENTINI, Un campione
del movimento ceciliano, G. Grosso, Turín 1962; H. VINCK, en ELit 86
(1972) 290-298; E. MOELLER, C. Bellaigue et Pie X, en QLP 21 (1936)
40-65; 7/ Pont. Istituto di música sacra 50° di fondazione, en «Bolletino
degli Amici del Pont. Ist. di Mus. sacra» 13 (1961).
Sobre los comienzos del movimiento litúrgico: A. HAQUIN, Dom Lamben Beauduin et le renouveau liturgique, Gembloux 1970; B. FISCHER,
Das «Mechelner Ereignis» vom 23-9-1909, en LJ 9 (1959) 203-219; A. BERNAREGGI, en SC 78 (1950) 81-102.
19. U. STUTZ inicia su capítulo sobre cAlgo nuevo en el Código» con estas palabras:
«Lo nuevo que aporta el código es en el fondo muy poco» (o.c. 57). Cf. H.E. FEINE,
o.c. 707: «El carácter general de la obra es por cierto sumamente conservador. Las verdaderas innovaciones se limitan a lo absolutamente necesario.» Sobre estas innovaciones, que
no se deberían minimizar demasiado, cf. ibid. 709-719.
A principios del siglo xx se había llegado a una postura cada
vez más clara en favor de la comunión frecuente. Sin embargo,
siguió en vigor la polémica entre sus promotores y sus adversa-
562
563
ríos. Ni siquiera la encíclica de León xin, Mirae caritatis (1902)',
que estimulaba al «uso frecuente de la eucaristía» y protestaba
contra las «razones aparentes de renunciar a la comunión», logró
zanjar la controversia que se desarrollaba con verdadero acaloramiento sobre todo en Bélgica y en Francia.
Principalmente el abate F. Chatel y el redentorista P. Godts,
siguiendo al moralista jesuíta E. Génicot y al canonista P. Gasparri, subrayaban la absoluta necesidad de romper con el pecado
venial deliberado antes de poder ser uno admitido a la comunión
frecuente. Otros, en cambio, sostenían que la eucaristía, según
la fórmula de monseñor de Segur, no era «la recompensa de la
virtud adquirida, sino, por el contrario, el medio para alcanzarla». Desde este punto de vista distinguían rigurosamente entre
la disposición del alma incondicionalmente necesaria y la deseable y recomendable. En su postura se veían reforzados por el
cardenal Gennari en Roma y apoyados insistentemente por el
obispo de Namur, monseñor Heylen, nuevo presidente de los
congresos eucarísticos. Podían además invocar en su favor diferentes respuestas de las congregaciones romanas (sobre todo el
decreto Quemadmodum del Santo Oficio, de 17-12-1890 en favor
de las religiosas). Los partidarios de la comunión frecuente eran
particularmente numerosos en Italia, donde la tradición rigorista
no había ejercido nunca gran influjo, aunque también al norte
de los Alpes tenían defensores decididos, en primera línea entre
los jesuítas2.
Monseñor Sarto, admirador de Don Bosco, que había sido un
ardiente defensor de la comunión frecuente y de la comunión
temprana de los niños, había hecho de la práctica eucarística
uno de los puntos centrales de su programa de obispo. Así no
era de extrañar que una vez elegido papa pusiera empeño en
realizar este programa a nivel de la Iglesia universal. En el espacio de sólo dos años, el período de 30 de mayo de 1905 a 15 de
julio de 1907, tuvo doce intervenciones en este sentido (decretos,
cartas o alocuciones). Con ocasión del congreso eucarístíco que
1. ASS 34 (1901-02) 641-644. Cf. 379.
2. Entre otros, el padre L. Oros, jesuíta francés que se habla establecido en España
y que, sin cuidarse de la oposición de la jerarquía, desarrolló con el mayor entusiasmo
un programa en cuatro puntos: comulgar — cada día — sin confesarse — hasta la muerte.
564
se celebró en Roma en junio de 1905, aprobó una oración «por
la propagación de la piadosa práctica de la comunión diaria»,
en la que se recordada que «Jesús quería ser» el remedio cotidiano y el diario alimento de nuestra flaqueza cotidiana.
Sin embargo, el acto decisivo fue el decreto de la Congregación del Concilio, de 20 de diciembre de 1905, De quotidiana 55.
Eucharistiae sumptione1, que aportaba la decisión adecuada a la
polémica en curso, precisando que bastaban dos prerrequisitos para
la recepción de la sagrada comunión: el estado de gracia y la
buena intención. Al mismo tiempo se estimulaba a los fieles a
comulgar «muy a menudo y hasta a diario». Por disposición del
papa fue transmitido este decreto a todos los obispos y superiores de órdenes, con la recomendación de comunicarlo «a todos
sus seminarios, párrocos, institutos religiosos y sacerdotes y de
informar luego a la santa sede de las iniciativas tomadas para
poner en práctica el decreto». Durante los meses siguientes otros
decretos animaron a los comulgantes mediante la concesión de
una indulgencia (14-2-1906) y con la dispensa del ayuno eucarístíco otorgada a los enfermos que llevasen más de un mes guardando cama (7-12-1906 y 6-3-1907), y se puntualizaba que los
términos del decreto «todos los fieles» comprendían también a los
niños que hubiesen hecho ya la primera comunión (13-9-1906).
Tocante al «uso de razón» requerido para la primera comunión, persistían todavía las discrepancias de pareceres. En consecuencia, la Congregación de Sacramentis, que había sido frecuentemente consultada sobre este punto, preparó un decreto, en
cuya redacción mostró el papa extraordinario interés, aunque no
dejaba de prever la fuerte oposición que suscitaría. En el decreto
Quam singulari (8-10-1910)4, se declaraba efectivamente que, después de haberse examinado el problema desde el punto de vista
histórico, dogmático y práctico, bastaba con que los niños se
hallasen en condiciones de «distinguir entre el pan eucarístíco
y el pan corriente», por lo cual no era necesario diferir la primera comunión hasta la edad de 10, 12 o incluso 14 años, como
sucedía entonces con frecuencia. Esto implicaba una nueva apli3. AAS 2 (1910) 894-898. Véanse los comentarios de E. BARBE, Reims 1905, y de
J.-B. FERRERES, París 1909).
4. AAS 2 (1910) 577-583.
565
cación del principio subyacente a todas las reformas eucarísticas
de Pío x, a saber, que la comunión no es una recompensa de
nuestra vida moral, sino su alimento eficaz, según el principio
teológico ex opere operato.
Ahora bien, no bastaba con haber dictado las disposiciones al
respecto, sino que era además necesario traducir la legislación a la
práctica. Por lo demás, las nuevas disposiciones no eran ni mucho
menos tan revolucionarias como podía parecer a primera vista,
pero lanzaban totalmente por la borda numerosas costumbres y así
en diferentes países tropezaron con fuerte resistencia5.
Ya en abril de 1905 se fundó en Roma, bajo la promoción de
los padres del Santísimo Sacramento, una liga sacerdotal que tenía
como objetivo forzar prácticamente la aplicación del decreto sobre
la comunión frecuente; al cabo de seis años se habían adherido
ya a ella más de 50 000 sacerdotes. Además, inmediatamente después del decreto Quam singulari se fundó también en Roma una
«Asociación piadosa para la comunión de los niños», a la que
pronto se adhirieron otras muchas asociaciones nacionales (en
Italia, España, Bélgica, América del Sur, Estados Unidos, Canadá).
Ya en 1907 había impuesto el papa la celebración anual de un
triduo eucarístico en cada diócesis, y a ser posible hasta en cada
parroquia, con objeto de llamar la atención de los fieles sobre la
importancia y significado del decreto de 1905. En Bélgica, el jesuíta Lintelo6, uno de los más ardientes apóstoles de la comunión
frecuente, inició, de resultas de este triduo, «Ligas del Sacratísimo
Corazón», cuyos miembros se obligaban a comulgar periódicamente7. Ligas análogas se fundaron bajo diferentes nombres en diversos países, por ejemplo en Francia y en Inglaterra, gracias a
los padres Bessiére y Leister respectivamente.
Pío x aprovechó también los congresos eucarísticos internacio5. Según el cardenal De Lai, algunos habrían querido apelar al Santo Oficio (Disquisitio circa quasdam obiectiones... Ciudad del Vaticano 1950, 129); se echaba también en
cara a Pío x haber adoptado la decisión relativa a la comunión de los niños sin consultar
a los obispos.
6. Sobre Jules Lintelo (1862-1919), véase J. SEVERIN, Vie du P. Lintelo, de la Campagnie de Jésus, apotre de la communion quotidienne, memhre du bureau des congres
eucharistiques, Toulouse-Bruselas 1921.
7. Un ejemplo podrá ilustrar el resultado de estos empeños: en la diócesis de Malinas,
donde la media de las comuniones por habitante y por año entre 1870 y 1900 giraba
alrededor de 2,7, en 1911 se elevó a 5,1, y en 1922 incluso a 7,6 (F. HOUTART, en Collectanea Mechliniensia» 42 [1957] 595).
566
nales para promover la aceptación y propagación de los decretos
romanos. En un principio habían sido concebidos estos congresos
como manifestaciones públicas8 que espolearon el celo de los
católicos por todas las formas de adoración del santísimo sacramento y pretendían de todos los respetos humanos y del temor al
juicio del mundo la profesión clara y pública de la realeza de
Cristo, extendida a todos los hombres, que era rechazada por los
partidarios del laicismo. Los congresos cultivaron simultáneamente
todas estas finalidades. Manifestaciones típicas de esta actitud triunfal fueron sobre todo los congresos de Montreal, de Madrid, y
muy especialmente el de Viena, donde el emperador y los archiduques acompañaron la procesión en uniforme de gala en medio
de varios cientos de miles de participantes.
Sin embargo, desde comienzos del pontificado de Pío x pasó
más a primer término otro aspecto que bajo León xm sólo había
tenido tímidas resonancias: el estímulo a la comunión frecuente
e incluso diaria. Esto se observó de manera especial en el congreso
de Metz el año 1907, en el que el padre Lintelo habló sobre los
deberes de los párrocos en relación con el decreto. Como eco
de ciertos reparos que había expresado el obispo de Chalón, el
padre Lintelo fue felicitado públicamente en nombre del cardenal
legado. Éste reconoció que «sus escritos reflejaban con la mayor
claridad las ideas y deseos del santo padre». Desde entonces fue
el padre Lintelo un orador sin el cual era inconcebibles los congresos. A su informe —basado en una rica experiencia— sobre
el catecismo y la comunión frecuente en el congreso de Madrid
de 1911 inmediatamente después del decreto Quam singulari se
remontó la «Cruzada eucarística de los niños», que con ocasión
del congreso de Lourdes de 1914 fue fundada oficialmente y dos
años después había echado ya raíces en 54 países. Fueron, pues,
brillantemente refutados todos aquellos que habían creído — y hasta
esperado— que con la muerte de Pío x perderían vigor los decretos. Por el contrario, su contenido fundamental fue incluso incorporado al Código de Derecho Canónico.
El aprovechamiento de los congresos dio frutos cada vez más
abundantes, porque su repercusión en la opinión pública se exten8.
Cf. 376s.
567
dio considerablemente en el transcurso del pontificado9, y creció
de forma extraordinaria el número y el prestigio, o la influencia,
de los participantes: el año 1914 acudieron a Lourdes nada menos
que 6 cardenales y 200 obispos, los cuales solos alcanzaban casi
el número total de los participantes en el primer congreso el año
1881. Pero sobre todo adquirieron los congresos un carácter cada
vez más marcadamente internacional; de los quince primeros congresos, 9 habían tenido lugar en Francia, 4 en Bélgica y uno en
la Suiza románica, o sea en países que en general eran considerados como una cierta prolongación de Francia. Es verdad que el
congreso de Jerusalén en 1893 representa una excepción, pero no
hay que olvidar hasta qué punto estaba entonces Francia presente
en el Medio Oriente. En cambio, Pío x, que estuvo siempre muy
de cerca interesado por el programa de los congresos, decidió que
el congreso de 1905, que había de conmemorar el 25 aniversario
de la institución, se celebrara en Roma. Posteriormente fijó como
lugar de reunión de los congresos: Metz, entonces alemana (1907),
Londres (1908), Colonia (1909), Montreal (1910), Madrid (1911),
Viena (1912) y Malta (1913). Sólo en 1914 se volvió de nuevo a
Francia, a Lourdes.
Paralelamente a esta evolución fue creciendo también constantemente el número de las delegaciones extranjeras que acudían al
respectivo país del congreso. Esta ampliación se imponía también
por el hecho de que —como resultado directo de la sistemática
actividad propagandística — se había comenzado hacía algunos años
a organizar casi por doquier congresos nacionales. Por esta razón
los congresos internacionales tenían que resaltar cada vez con mayor claridad su diferencia de los congresos nacionales y adquirieron una impronta mundial cada vez más marcada.
Los decretos eucarísticos de Pío x, independientemente de su
aspecto litúrgico, ven en la sagrada comunión sobre todo un alimento para cada cristiano. Por otro lado Pío x desempeñó un
papel decisivo en el redescubrimiento del verdadero puesto que la
liturgia debe ocupar en la vida católica. Monseñor Wagner y monseñor Jounel reconocen concordemente que a Pío x se deben las
primeras reformas de gran alcance que desde el concilio de Trento
fueron practicadas en el terreno litúrgico; además, en su pontificado y bajo su influencia, el llamado «movimiento litúrgico», que
hasta entonces se había limitado a una pequeña élite y se desarrollaba en el marco de abadías benedictinas, comenzó a extenderse
también a las parroquias.
Uno de los primeros actos del pontificado de Pío x fue el motu
proprio Tra le sollecitudini de 22 de noviembre de 1903 10, que se
refería directamente a la música sacra, pero cuyo alcance rebasó
notablemente este sector parcial, hasta el punto de podérsele designar sin ambages como «la carta del movimiento litúrgico».
El futuro Pío x, cuando todavía era obispo, había puesto empeño
en reaccionar contra la «música de orquesta de ópera» que se
había extendido en la Iglesia, y en Italia todavía más que en otras
partes, y había procurado reemplazarla por la polifonía clásica y,
sobre todo, por el canto gregoriano, es decir, por el canto coral
tradicional de la Iglesia, cuyo carácter genuino habían tratado de
esclarecer más y más los monjes de Solesmes, esforzándose por
expurgarlo de las numerosas modificaciones que se habían deslizado en el transcurso de los siglos11.
Pío X no se había contentado con intervenir en este sentido en
sus diócesis de Mantua y de Venecia con la ayuda de su maestro
de capilla Perosi, sino que además en 1893 había sometido a la
Congregación de Ritos un votum sobre la reforma de la música
sacra, cuyo texto había sido preparado, con la ayuda de algunos
monjes de Solesmes, por el jesuíta P.A. De Santi, relacionado con
la «Civiltá Cattolica»; De Santi vino a ser cada vez más el «principal propulsor de la reforma gregoriana» bajo el pontificado de
León XIII y de Pío x. El motu proprio de noviembre de 1903, redactado con los consejos y la colaboración del P. De Santi, reasumía en gran parte el texto del votum. Definía la verdadera
esencia de la música sacra, sus fuentes de inspiración, su forma
externa y su ejecución, y desterraba expresamente de las ceremonias del culto todo lo que se desviase de esta pauta.
9. Cf. L. DE PALADINI, Die eucharistischen Kongresse Ursprung und Geschichle, Paderbora 1912, y E. LESNE, Cinquantenaire des congrés eucharistiques internattonaux, Lille
1931.
10. ASS 36 (1904) 329-332.
11. Sobre la obra de Solesmes en la revivificación del canto gregoriano y las controversias a que dio lugar la llamada «edición medicea» de la editorial Pustet de Ratisbona,
véase parte primera, cap. xvnr, 406-412. Cf. en el cap. xvni también lo relativo al «cecilianismo».
568
569
El canto gregoriano, en la forma en que «los trabajos más
recientes lo han restablecido tan felizmente en su integridad y pureza» fue destacado como «el modelo más perfecto de la música
de la Iglesia»: «Una composición de la Iglesia es tanto más eclesiástica y litúrgica cuando más se acerca al canto gregoriano en
su disposición, en su espíritu y en su actitud interna; y es menos
digna de la casa de Dios cuanto más se aleja de este modelo.»
Ahora bien, aun cuando el canto gregoriano fue resaltado como
norma, Pío x se guardó de todo exclusivismo, a diferencia de algunos de los ejecutores de su voluntad, que se hacían ilusiones
sobre la posibilidad de convertir el canto eclesiástico a una voz
en un canto verdaderamente accesible al pueblo, como más tarde
lo mostraría la experiencia. Aquí viene a propósito el testimonio
del cardenal Merry del Val: «En modo alguno descartó sin más
las tradiciones locales o nacionales, supuesto que se atuvieran
seriamente al principio fundamental de conservar el carácter religioso y artístico de la música de la Iglesia. Pío x no quería proscribir en la Iglesia la música polifónica, sino que más bien acogió
con complacencia los trabajos de compositores modernos, aunque
les exigió la estricta observancia de las reglas prescritas, a fin de
que sus composiciones fueran en la medida de lo posible un eco
y un desarrollo del canto coral. En manera alguna aprobó el comportamiento de algunos fanáticos que llegaron hasta el extremo
de desterrar de nuestras iglesias cualquier música que se desviara
de la música gregoriana. Declaró que esto era sencillamente una
exageración» a.
Con un segundo motu proprio de 25 de abril de 1904n, que
una vez más había sido redactado bajo la inspiración del P. De
Santi14, confió Pío x a los benedictinos de Solesmes la preparación de una edición .vaticana auténtica de las melodías gregorianas, y ello bajo el control de una comisión romana especial, cuya
presidencia ostentaba Dom J. Pothier, abad de St.-Wandrille desde
1898. Se puntualizaba que las melodías «habían de restablecerse
en su integridad y en su pureza, desde luego conforme a los más
antiguos manuscritos, aunque también con especial consideración
de la legítima tradición, tal como había quedado consignada en
los manuscritos a lo largo del tiempo, así como del uso práctico
de la liturgia de cada época». Esta frase sugerida por Dom Pothier
dio luego lugar a interminables discusiones en el seno de la comisión. En realidad se enfrentaban dos campos, y no sólo a nivel
de la ciencia pura —aquí hubo discrepancia en diversos puntos
nada secundarios entre Dom Pothier y su discípulo Dom Mocquereau — ,5 , sino sobre todo en el plano de la práctica y de la
pastoral: En una edición para el uso litúrgico ¿había que atenerse
estrictamente a los más antiguos manuscritos —como querían
Dom Mocquereau y los más de sus hermanos de Solesmes—,
aunque estos manuscritos contradijeran posiblemente al sentimiento
moderno, o más bien, como lo preconizaban Dom Pothier y los
alemanes, especialmente P. Wagner, había que aceptar las mitigaciones y modificaciones introducidas posteriormente por la «tradición viva»?
La discrepancia entre los miembros de la comisión se agravó
aún más con cuestiones personales. Por encima de esto cabía preguntar si el estudio sistemático de los antiguos manuscritos no
haría necesarios todavía muchos años de investigaciones científicas, con lo cual se vería diferida otro tanto la publicación de la
edición oficial, que según los deseos del papa debía unificar lo
más rápidamente posible la práctica del canto eclesiástico en la
Iglesia católica universal. Para salir del atolladero en que se había
venido a dar, decidió el papa —que personalmente se inclinaba
a la segunda solución—, que en la nueva edición proyectada se
tomara como base y punto de partida la edición publicada en
1895 por Dom Pothier.
A principios de 1905 recibió Dom Pothier el encargo de emprender personalmente la refundición y la fijación definitiva de la
nueva edición. Con ello la comisión vaticana suspendió prácticamente sus trabajos. Ya en octubre de 1905 se publicó el Kyrial,
al que en 1908 siguió el Gradual y en 1912 el Antiphonarium.
Varios decretos de la Congregación de Ritos urgieron la obligáis. El autor, que había esbozado su teoría en el vol. vil de su Paléographie musicale
(1901), presentó una exposición detallada en Le nombre musical, 2 vols., Toulouse 19081927. Sobre las posiciones un tanto eclécticas de Dom Pothier (que expuso en su revista
12. Impressiom e ricordi, Padua 1949.
13. ASS 36 (1904) 586.
«Revue du Chant Grégorien» [Grenoble 1892ss]), véase LThK* vm, 648-649, y U. BOMM,
14.
en Festschr. Th. Schrems, Ratisbona 1963, 63-75.
Cí.
J.M.
BAUDÜCCIO (cit.
cap.
xvm).
570
571
ción de seguir con todo rigor las disposiciones indicadas sobre
la ejecución16 y prohibieron a los obispos autorizar en el futuro
ediciones cuyas melodías no correspondieran a la edición vaticana. Los adversarios de Solesmes creyeron poder concluir que
se habían prohibido las ediciones provistas de signos rítmicos según el método de Dom Mocquereau. Sin embargo, la santa sede
se opuso —pese a intrigas a veces no muy edificantes— a que
se siguiese tal camino y, adoptando una distinción sugerida por
el P. De Santi, reconoció la legitimidad de estas ediciones en forma
de «ediciones privadas».
La importancia que Pío x atribuyó a la restauración de la música de la Iglesia tenía su fundamento no sólo en el interés estético — «cuidar de que se ore sobre la base de la belleza», decía
él—, sino en mucho mayor grado en el deseo de despertar en los
fieles el amor a la liturgia y a la oración solemne de la Iglesia,
en la que, según los términos del motu proprio de 1903, veía
«la fuente primera e insustituible de la fuerza cristiana». Debido
a este interés, Pío x, que durante toda su vida fue ante todo un
«hombre de la Iglesia», llevó a cabo varias reformas litúrgicas.
Cierto que, vistas desde el Vaticano n, podrían parecer bastante
modestas, pero en las circunstancias de entonces exigían una cierta
audacia y en todo caso constituían un punto de orientación nada
insignificante en el despertar litúrgico del siglo xx.
La necesidad de ciertas reformas, o por lo menos adaptaciones
litúrgicas, estaba en el aire desde el concilio Vaticano i, que había
ofrecido la oportunidad para toda una serie de Vota tocante a la
reforma del breviario17. La cuestión discutida regularmente en revistas especializadas se había vuelto a plantear con la publicación
de la Historia del Breviario de P. Batiffol (1893) y Suitbert (1895).
Por lo demás, los progresos de los estudios históricos en los círculos católicos a lo largo de los últimos decenios sugerían la revisión
del martirologio y de ciertas lecturas de maitines, y León xiir
había creado a este objeto el año 1902 una comisión de historia
de la liturgia que estaba formada, entre otros, por monseñor Duchesne, J. Wilpert, F. Ehrle y G. Mercati18. Pío X no se mostró
indiferente a este respecto, y la benevolencia que mostró a la
escuela de Solesmes se explicaba en parte por la circunstancia de
que el papa deseaba restablecer la pureza del antiguo canto romano sobre la base de un estudio a fondo de los manuscritos.
Su objetivo en el terreno litúrgico era sin embargo de índole preferentemente pastoral, como lo demuestra, entre otras cosas, la
decisión por que optó en la disputa entre Dom Mocquereau y Dom
Pothier. Además, la reforma que emprendió después de haber llevado a buen término la restauración de la música eclesiástica, no
tenía precisamente como meta principal expurgar el breviario de
los errores históricos en él contenidos, sino más bien conferir
nuevo valor al rezo hebdomadario del salterio y devolver al domingo el puesto que le correspondía en el ciclo litúrgico.
Las fiestas de santos y otras fiestas recientes que tenían oficio
propio habían proliferado de tal manera, que sólo raras veces se
celebraba ya el oficio del domingo o el ferial, por lo cual casi
nunca se rezaban ya ciertos salmos. León XIII había agravado además la situación concediendo el oficio votivo ad libitum19, con lo
cual quedaba en la práctica totalmente quebrantado el ciclo del
año litúrgico. Dos opúsculos de monseñor Isoard x, publicados por
sugerencia de Roma en los años 1900 y 1901, varios artículos publicados los años siguientes en las revistas alemanas «Pastor bonus»,
«Theologie und Glaube», «Der Katholik», un estudio del abad
benedictino Dom Guépin, del año 190821, la urgente necesidad de
una nueva edición del breviario, pero sobre todo varias intervenciones dirigidas al papa por el padre Hacenza, profesor de liturgia,
que en el terreno litúrgico profesaba ideas magnánimas y progresistas, dieron lugar a que finalmente en julio de 1911 se constituyera una comisión pontificia para la reforma del salterio. Ésta re-
16. Asf una carta dirigida el 18-2-1910 a monseñor Haberl, presidente de la Asociación de Santa Cecilia en Alemania, condenaba el llamado mensuralismo en la ejecución
del canto gregoriano.
17. MANSI XLIX, 446-448, L, 602 626-627 636-638 652 669-670 679. LUÍ, 331-352 466
470. Las comisiones habían sido del parecer que la cuestión caída dentro del ámbito de la
competencia personal del papa (ibid. L 930-931, LUÍ, 674 687). Cf. J.W. CORCORAN, en
«Meinrad Essays» 12 (1961) 4 33-41.
18. Cf. A.P. FRUTAZ, La sezione storica delta S. Congr. dei Riti,
1963, 9-10 33-35.
19. Decreto de la Congregación de Ritos de 5-7-1883 (Decreta
[Roma 1898ss] n.° 3581). Cf. H. VmCK, o.c. 52-54.
20. Le salnt Brévlalre et son avenir, y Nouvelles observattons sur
21. De ratione breviarii romani-monastici eiusque emendatione
NRTh 76 (1954) 413.
572
573
Ciudad del Vaticano
authentica C. S. R.
le Saint Bréviaire.
Commentarium. Cf.
cibió el encargo de trabajar con total independencia de la Congregación de Ritos, cuya propensión a mantener rígidamente lo
antiguo habría hecho imposible todo intento serio de reforma; pero
al mismo tiempo debía ser también independiente de la comisión
de historia de la liturgia que había sido creada por León xm (con
lo cual se hacía notorio el deseo de no dejarse enredar en los
reparos de los historiadores). La presidencia de esta comisión fue
confiada al nuevo secretario de la Congregación de Ritos, C. La
Fontaine, hombre de apostolado, que vivía en la liturgia, aunque
estaba poco familiarizado con su historia. La comisión puso inmediatamente manos a la obra. Al cabo de pocos meses, Pío x,
que procedía con un método muy personal, utilizando a algunos
hombres de confianza —en este caso se trataba sobre todo de
la colaboración de monseñor Piacenza — n pudo publicar ya la
bula Divino afflatu (1-11-1911)n. No sólo emprendió una reestructuración del oficio divino en el espíritu de la tradición, sino que
además tomó en consideración el deseo razonable de aligerar la
carga del rezo del breviario a los sacerdotes ocupados en el ministerio parroquial. Los maitines fueron reducidos de los 18 salmos
del domingo y 12 en los demás días, a 9 salmos o fragmentos
de salmos; no se suprimió ninguna fiesta, pero los domingos tuvieron en adelante una mayor primacía; para la mayor parte de
las fiestas se utilizaría desde entonces el oficio ferial, excepto para
el himno de maitines, para las lecciones y para las oraciones finales. El propio del tiempo volvió, pues, a recobrar su significado
e importancia, se dejó más margen a la lectura de la Sagrada Escritura y el entero oficio vino a ser más variado, aunque al mismo
tiempo fue abreviado y simplificado notablemente, si bien, por
desgracia, se abandonaban algunos elementos tradicionales.
Esto era, sin embargo, sólo un comienzo. No obstante la oposición de monseñor La Fontaine, que opinaba que para llevar a cabo
una reforma más a fondo se imponía consultar al episcopado,
22. Su papel, que durante largo tiempo no se había tomado suficientemente en consideración, ha sido puesto de manifiesto por H. VINCK gracias a documentos hasta ahora
inéditos (o.c). Muestra sobre todo —contra O. ROUSSEAU, en Miscellanea litúrgica in
onore card. Lercaro I, 525-550—, que gracias a él, y no gracias a L. Beauduin, volvió
a asignarse al domingo su puesto de honor el año 1913.
23.Í AAS 3 (1911) 631-636. Cf. P. PIACEN/A, In constitutionem «Divino afflatu»
commentarium, Roma 1912, y F. CABROL, La reforme du bréviaire et du calendrier, París 1912.
574
Pío x se adhirió a las concepciones más amplias de Piacenza y
extendió el encargo de la comisión a una reforma completa del
breviario y del misal. El empeño preveía incluso una transformación completa del calendario. En realidad, la ejecución de un programa tan ambicioso requería estudios a fondo. La presión de
los editores, que querían publicar lo antes posible la nueva edición
modelo del breviario, forzó finalmente a contentarse por el momento con soluciones intermedias, que entre otras cosas recalcaban la revalorización del domingo y del oficio ferial durante la cuaresma (motu proprio Abhinc dúos annos de 23-10-1913).
A comienzos de 1914 se emprendió la reforma del misal, mas
con la muerte del papa quedó todo suspenso, tanto más cuanto que
la forma de trabajo de la comisión fue objeto de fuertes críticas.
Los historiadores de la liturgia le echaban en cara haber sacrificado diferentes valores venerandos, que se remontaban hasta la
más remota antigüedad, por ejemplo, el rezo de los salmos 148150 todas las mañanas al clarear el día2A. Los hombres de mentalidad práctica, por su parte, opinaban que las modificaciones impuestas sin consultar a los ambientes afectados habían sido realizadas «precipitadamente» (monseñor Della Chiesa), sin haber prestado suficiente atención a las dificultades de aplicación.
En realidad, el papel de Pío x en la restauración de la liturgia
no se restringe a la obra legislativa, por importante que ésta fuera
para la revalorización de los misterios de Cristo en el marco del
ciclo del tiempo. En su motu proprio de 1903 sobre la música sacra
había dicho el papa que la primera fuente que había de alimentar
la vida cristiana de los fieles se debía buscar en la «participación
activa en el misterio del culto y en las oraciones comunes y solemnes de la Iglesia»25. Esta frase fue para el benedictino belga
Lambert Beauduin acicate y plataforma para la fundación del movimiento litúrgico de Mont-César (Lovaina) el año 1909, puesto en
marcha con ocasión del congreso de Malinas y con el apoyo del
cardenal Mercier. Dado que Beauduin disponía de un notable
talento de organización y de un optimismo avasallador, le fue
24. Véase sobre todo los artículos publicados por A. BAUMSTARK, en «Roma e l'oriente» 3 (1911-12) 217-228 289-302, 4 (1912) 93-96. F. Cabrol, en cambio, se mostró más
positivo, aunque mostrando cierto pesar.
25. La traducción latina oficial de este pasaje originalmente italiano no es del todo
exacta; cf. QLP 32 (1952) 161.
575
posible interesar a las parroquias de manera muy especial por la
vida litúrgica. Distribuyó a las masas cientos de miles de ejemplares de opúsculos que contenían la traducción de todas las misas
de los domingos con los correspondientes comentarios. Al mismo
tiempo instruyó a los párrocos con una revista de orientación más
doctrinal, las «Questions liturgiques», y organizó semanas litúrgicas que tendrían lugar todos los años, cuyo auge fue creciendo
constantemente hasta que estalló la primera guerra mundial. Estas
semanas contribuyeron no poco a la propagación del movimiento
de pastoral litúrgica fuera de Bélgica, movimiento que alcanzaría
su pleno desarrollo en el transcurso del cuarto de siglo siguiente26.
XXVIII. SOLICITUD POR EL PERFECCIONAMIENTO DE LA PASTORAL:
SEMINARIOS, CATEQUESIS, ACCIÓN CATÓLICA
BIBLIOGRAFÍA: Sobre Pío X y el clero: SCHMIDLIN PG III, 40-43;
N. HILLING, en AkathKR 95 (1905) 283-299; A.M. LANZ, PÍO X e la Spiritualitá del clero diocesano, en CivCatt i (1952) 141-150; G. LENHART,
Der Príester und sein Tagwerk im Licht des Papstprogramms, Friburgo de
Brisgovia 21913.
Sobre la reforma de seminarios: M. BARGILLIAT, Romanorum Pontificum Pii IX, Leonis XIII et Pii X mónita et decreta de institutione clericorum in seminariis, París 1908; véase también Enchiridion clericorum,
Roma 1938; L'ordinamento dei seminan da S.S. Pió X a Pió XII, Roma
1958; M. GüASCO, Fermenti nei seminan del primo '900, Bolonia 1971;
id., en «Storia contemporánea» 2 (1971) 863-874; N. HILLING, en AkathKR
95 (1915) 95-112.
Sobre la enseñanza del catecismo: G. DAL GAL, Beato Pió X papa,
Padua 1951, 401-409; P. STELLA, Alie fonti del Catechismo di S. Pió X,
en «Salesianum» 23 (1961) 43-66; A. BALOCCO, Un memorabile trentennio
nella storia della catechesi, 1905-1935, en «Rivista lassalliana» 36 (1962)
3-27; B. DREHER, Die biblische Unterweisung im evangelischen und katholischen Religionsunterricht, Friburgo de Brisgovia 1963, 11-81.
Sobre la acción católica: L. CIVARDI, Compendio di storia dell'Azione
cattolica italiana, Roma 1956; MGR. DE BAZELAIRE, Les laics aussi sont
l'Église, París 1958.
26. La fuerza del movimiento puesto en maicha por Dom Lamben Beauduin se explicaba por el hecho de que no sólo tenía sensibilidad para las realidades parroquiales, sino
que además se esforzaba por poner su acción pastoral sobre sólidos fundamentos doctrinales e históricos. Compendió sus ideas en el librito La piété de l'Église, Lovaina 1914, que
ha venido a ser clásico.
576
Todos los papas de los siglos xix y xx han mostrado la mayor
solicitud por la elevación del nivel intelectual del clero y el estímulo de su celo pastoral. Sin embargo, ningún papa se consagró tan
sistemáticamente a este quehacer como lo hizo Pío x. Fueron
constantes sus exhortaciones y recomendaciones en este sentido,
así como las siempre repetidas medidas prácticas.
En marzo de 1904, con ocasión del decimotercer centenario
de la muerte de san Gregorio Magno, esbozó en una encíclica «el
ideal del verdadero sacerdote», tal como el santo lo había fijado
en su Regula pastoralis, y dispuso una visita apostólica en toda
Italia, mediante la cual se pudieran descubrir las deficiencias del
clero, con vistas a procurar eliminarlas1. Ya unos meses antes
había recomendado a los sacerdotes formar parte de la «Unión
apostólica», asociación de sacerdotes «cuya utilidad y excelencia
había él mismo experimentado en otros tiempos». En el cuestionario elaborado en 1909 bajo su dirección por la Congregación
del Concilio y al que debían contestar los obispos de su visita
ad limina, se presta gran atención a la observación del cumplimiento de los deberes por el clero y a la situación de los seminarios2. Es verdad que en vista de la reacción de los episcopados
nacionales renunció Ro x a imponer a los sacerdotes de todo el
mundo el uso del traje talar, así como a introducir en todas partes
la práctica de los seminarios italianos de no permitir a los seminaristas la vuelta a sus casas, a fin de preservarlos mejor de todo
contagio mundano. Sin embargo, exhortó constantemente a los
obispos a proceder con mayor rigor en el reclutamiento de los
sacerdotes y a despedir de los seminarios a los jóvenes candidatos
que tocante al espíritu de obediencia dieran justos motivos de preocupación3. Quería lograr absolutamente que los sacerdotes se
1. Encíclica lucunda sane (1-3-1904): ASS 36 (1903-04) 513-529; breve de 11-2 y de
7-3-1904; ibid. 532-543. El Regolamento persónate e quationano del visitatore apostólico
(26 págs.), que es muy importante, fue publicado por L. BEDESCHI, en Lineamenti dell'An*
tanodermsmo, Parma 1970, 145-162.
2. AAS 2 (1910) 21-22 26-28.
3. Por otro lado hay que constatar que Pío x, en base a las discusiones que se
desencadenaron en torno al libro de L. LAHrrrON, profesor de seminario, la vocation
sacerdotale, París 1909, nombró una comisión cardenalicia que el 2-7-1912 aprobó sus
tesis principales: 1) Nadie posee el menor derecho a la ordenación antes de haber sido
designado libremente por el obispo; 2) la designación para el sacerdocio no consiste cpor
necesidad y de ordinario» en una inclinación interior; 3) los únicos prerrequisitos indispensables son la recta intención, la aptitud, la pureza de vida y de doctrina que dan
577
concentraran en su propio y primigenio quehacer religioso y a este
objeto adoptó diversas medidas que apuntaban a liberarlos y retraerlos de toda clase de ocupaciones de índole política o económica. Para poder utilizar del mejor modo posible al clero en las
tareas de la cura de almas no vaciló siquiera en mitigar las reglas
tradicionales sobre la inamovilidad de los párrocos4.
Algunas de estas medidas pueden dar la sensación de una especie de sistema de control y vigilancia policial y de una sobreestimación de la obediencia ciega a expensas de la libre discusión de
los puntos de vista. Estos puntos débiles, a los que hoy día somos
muy sensibles, no deben sin embargo hacernos olvidar que en
este particular el papa Pío x se dejó guiar siempre por un ideal
muy elevado.
Este ideal está expresado de forma muy elocuente y muy
digna de atención en Haerent animo (4-8-1908)5, apremiante exhortación al clero católico que constituye una verdadera Carta religiosa del sacerdocio y ha sido normativa durante largo tiempo.
Fue redactada totalmente por el papa mismo, con ocasión de sus
bodas de oro de sacerdocio, «en cosa de 15 días, en los pocos
momentos de tiempo libre de que podía disponer» (Merry del
Val). El papa traza aquí una imagen verdaderamente tradicional
del sacerdote; pero lo que de verdad le interesaba eran las normas
del ministerio sacerdotal elaboradas en el transcurso del siglo xix,
a cuya diligente observancia práctica espolea. Esto no excluye en
modo alguno que este santo papa, con el acento absolutamente
personal de sus exhortaciones infundiera a la pastoral católica un
nuevo espíritu, cuyos frutos se dejaban sentir todavía mucho tiempo después de su muerte.
Pío x, movido por su empeño de mejorar la calidad del clero,
se ocupó muy en particular de la cuestión de los seminarios, comprendidos los seminarios menores; en ellos se formaban —fuera
de los países de habla alemana y de Bélgica — desde los 12 ó 13
años la mayoría de los candidatos al sacerdocio. La enseñanza que
se daba en los seminarios estaba totalmente anticuada. La situa-
ción venía todavía agravada por la circunstancia de que la mayoría
de los profesores eran autodidactos. No se hallaban bajo ningún
aspecto en condiciones de preparar a los futuros sacerdotes para
enfrentarse con los problemas del mundo moderno. Esta precaria
situación había sido señalada ya insistentemente desde hacía algunos años. Así, el superior del seminario de Boston, John Hogan,
se había referido a ello en su libro Clerical studies (1898), que
en 1901 fue traducido al francés y en el que se inspiró el arzobispo de Albi, monseñor Mignot al escribir sus Lettres sur les
études ecclésiastiques, que causaron gran sensación.
Principalmente en Italia se imponía una urgente reforma, dado
que aquí se agravaba aún más la situación a causa del gran número de pequeñas diócesis que existían en el país. Muchos obispos
se enfrentaban aquí con problemas insolubles de financiación y
reclutamiento del personal docente. León xm, en vísperas de su
muerte, había puesto este problema ante los ojos del episcopado
italiano en un moíu proprio de 8 de diciembre de 19026, y Pío x,
que primero en Treviso y luego como obispo de Mantua y de
Venecia, había procurado con el mayor empeño mejorar sus seminarios diocesanos, se hacía perfectamente cargo de la situación a
este respecto. Posiblemente se dejaría también impresionar por las
medidas que un antiguo franciscano alemán, monseñor Dobbing,
había adoptado en sus diócesis de Nepi y Sutri7. Precisamente en
la visita apostólica que Pío x ordenó en marzo de 1904 se trataba
de descubrir también ante todo las verdaderas situaciones en los
seminarios diocesanos. Por lo que concierne a Roma misma, según
el parecer de un biógrafo, al que no se pueden atribuir prevenciones contra la curia, allí «todo estaba por mejorar o por arreglar
bajo el aspecto tanto material como personal, el de la formación
y el del espíritu» 8. En el resto de Italia, apenas si eran mejores
las condiciones. Ya en enero de 1905 se requirió a los obispos a
preocuparse por la reorganización interdiocesana de los seminarios,
y una comisión pontificia recibió el encargo de elaborar planes de
reforma en base a los informes de los visitadores. Hombre de con-
fundadas esperanzas de que el candidato se
quehaceres del oficio vinculados a la acción
(cf. AAS 4 11912] 485; también 5 [1913] 290).
4. Decreto Máxima cura de 20-8-1910: AAS
5. ASS 41 (1908) 335-577.
6. ASS 35 (1902-03) 257-265.
7. Cf. L. HARDICK, Bischof Bernhard Dóbbing (1855-1916). Ein deutscher Bischof in
Italien, seine innerkircMlche Reformtatigkeit, en WZ 109 (1959) 143-195. Era obispo desde
1900, y Pío x lo llamó «la perla del episcopado italiano».
8. P. FERNESSOLE, Pie X, París 1953, n, 45.
hallará en condiciones de desempeñar los
sacerdotal y de cumplir sus compromisos
Sobre Lahitton, v. Catholicisme v, 1626.
2 (1910) 636-648.
578
579
W.UV1VM.U
ñanza del papa para el desempeño de este quehacer fue P.P. Benedetti9.
Tras una labor de tres años que el papa siguió siempre muy
de cerca fueron publicados sucesivamente: un programa de estudios (10-5-1907) y normas para la organización de los seminarios
tocante a la educación y a la disciplina (1-1-1908)10, que entraban
hasta en los más menudos detalles. Sin embargo, las reformas propuestas eran a fin de cuentas demasiado tímidas y aumentaron
aún más las deficiencias de un sistema de educación que, sin contacto con el mundo exterior, conducía a una vida de reclusión como
en un ghetto. Ahora bien, las diferentes medidas señalaban el
rumbo debido. Entre ellas se contaba la reagrupación de los establecimientos demasiado pequeños, la adaptación del programa de
la segunda enseñanza en los seminarios a las de los establecimientos del Estado, la introducción de un año de propedéutica al comienzo de los estudios teológicos, la insistencia en la importancia
del director espiritual, el control más riguroso de la seriedad de
las vocaciones, que se imponía especialmente en un país en el que
la vocación sacerdotal representaba también con frecuencia un
ascenso social. Un nuevo grupo de visitadores apostólicos recibió
el encargo de supervisar la ejecución consecuente de las prescripciones romanas; sin embargo, la reforma, sobre todo en el sur de
Italia, no produjo los frutos que se habían esperado de ella. En
primer lugar faltaba el personal apropiado —la drástica purga a
que condujo la reacción contra el modernismo aumentó aún más
la falta de hombres apropiados—, y la creación de seminarios
regionales se demostró más dificultosa de lo que se había previsto, aunque la santa sede apoyó financieramente en diferentes
casos a los obispos que no disponían de los recursos necesarios.
Aunque todas estas medidas afectaban directamente sólo a
Italia, desde el punto de vista del papa podían constituir un modelo de vigencia universal. Todas las instrucciones que recibió la
congregación encargada del control de los seminarios tenían por
objeto aplicar umversalmente, en cuanto al sentido, las disposiciones dictadas en primer término para Italia. Por lo demás, algunas
9. G. GREMIGNI, Cuore e testa. Mgr. Pietro Benedetti, missionario del S. Cuore, Roma
1939, 193-200. Sobre los archivos de la comisión véase M. GUASCO, o.c. 116 nota 32.
10. ASS 40 (1907) 336-343, 41 (1908) 212-242.
580
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declaraciones explícitas puntualizan las intenciones del papa. Un
ejemplo servirá para ilustrarlo: Cuando el obispo de Rouen fue
criticado desde diferentes ángulos por haber aplicado en su diócesis la instrucción dirigida a los obispos italianos «sobre los libros
que se han de poner en manos de los seminaristas», fue alabado
en un documento romano, en el que se daba como razón que el
obispo «había comprendido que estas prescripciones valían también
para los seminarios de los otros países» ".
Los empeños de renovación de Pío x con vistas a una pastoral
más eficaz se extendían también a otros terrenos. En la convicción de que ante todo había que tener buenos obispos si se quería
tener buenos sacerdotes, no se contentaba con exhortaciones devotas, como las contenidas en la encíclica Communium rerum (21-41909), en la que se proponía a san Anselmo de Canterbury como
modelo de pastores de almas y se trazaba con entusiasmo la imagen del obispo ideal12. Más bien ponía también empeño el papa
en mejorar el reclutamiento del episcopado mediante una reorganización de los métodos que regían los nombramientos, y dictó
directrices precisas para la constitución de la hoja de servicios de
los candidatos, que él mismo estudiaba luego personalmente antes
de cada decisión. Por otro lado, a fin de poder controlar mejor
la actividad de los obispos, no sólo se urgió la obligación de la
visita ad limina en el sentido de que cada obispo, conforme a un
plan rotatorio fijado con todo rigor, debía comparecer cada cinco
años en el Vaticano, sino que además fue completada con la prescripción de presentar un informe escrito sobre la situación de la
diócesis, que había que redactar conforme a un cuestionario que
descendía a los más mínimos detalles13.
También la enseñanza del catecismo atrajo la atención de
Pío X. Con claro conocimiento de la materia recordó que «es mucho más fácil hallar un orador que se exprese en lenguaje fluido
y brillante, que un catequista que imparta una instrucción excelente». Constantemente recomendaba a los sacerdotes explicar con
claridad y sencillez la doctrina cristiana y ocuparse también a fon11.
12.
13.
CH. CORDONNIER, Mgr. Fuzet, París 1950, n, 330.
AAS 1 (1909) 333-388.
AAS 2 (1910) 13-34.
581
A A V JLll.
do con la catequesis de adultos, que en el siglo xix había estado
muy abandonada por haberse atendido demasiado exclusivamente
a la instrucción de los niños. Como en los demás casos, tampoco
en éste se limitó el papa a publicar una encíclica solemne sobre
este grupo de problemas14, sino que en este terreno adoptó además una serie de medidas concretas, exigiendo entre otras cosas la
utilización más frecuente de catequistas laicos, cosa que en aquel
tiempo era algo absolutamente nuevo. Pío x unía a sus palabras
el ejemplo práctico y así siguió como antes enseñando el catecismo
todos los domingos. Y los fieles acudían en masa a escuchar a
aquel papa que no había olvidado que era también el obispo de
la diócesis de Roma.
Pío X hizo preparar además un nuevo catecismo, indicando los
aspectos que había que tener presentes. Una vez que hubo examinado personalmente y corregido con solicitud el texto elaborado,
introdujo este catecismo como obligatorio en la diócesis de Roma.
Al mismo tiempo expresó el deseo de que fuese adoptado en todas
las diócesis15, pues llevaba muy dentro el ansia de un catecismo
único obligatorio para el mundo entero, conforme a los deseos
muchas veces expresados desde el primer concilio Vaticano.
El interés por la enseñanza del catecismo, que Pío x mostró
ininterrumpidamente no sólo en sus tiempos de sacerdote novel,
sino también después, respondía por lo demás a las necesidades
del momento. El año 1889 se había celebrado en Piacenza un
primer congreso catequístico italiano. Pero sobre todo en los países de habla alemana estaba surgiendo un activo movimiento en
busca de nuevos caminos. Sucesivamente fueron apareciendo varias revistas catequéticas: Ya en 1875 se habían fundado en Munich las «Katechetische Blátter». En 1878 fueron seguidas por las
«Christlich-Pádagogische Blatter» de Viena, y en 1888 por la
«Katechetische Monatschrift» de Münster. Estas revistas, sobre
todo las dos primeras, atrajeron pronto fuertemente la atención
14. Encicl. Acerbo nimis (15-4-1905), en ASS 37 (1904-05) 613-625.
15. AAS 4 (1912) 690-692. Sobre este catecismo, v. en C. BELLO, Geremia Bonomelli,
Brescia 1961, 180, las observaciones críticas del obispo de Cremona, que le reprochaba,
entre otras cosas, conservar un vocabulario demasiado escolástico y no subrayar suficientemente el amor del prójimo en la moral. Por lo demás, hay que reconocer que entonces
todos los catecismos desde Deharbe habían abandonado el orden tradicional en cuanto que
insertaban la moral entre la exposición relativa al credo y los sacramentos, mientras
que Pío x volvió al orden indicado por el concilio de Trente
582
a u i l V U U U ¿sisi. \si ¿;vii.i>vviuiiaiuivuL\/ \¿\s la.
yasiviui
incluso fuera de los países de habla alemana, y las asociaciones
catequéticas, cuyo portavoz eran, organizaron importantes congresos, en 1906 en Munich y en 1912 en Viena. Poco a poco, sobre
todo bajo el influjo de H. Stieglitz, se fue elaborando un nuevo
método que había sido inspirado por el pedagogo protestante, Herbart, y que fue conocido como el «método catequético de Munich»:
se trataba de un método inductivo que no partía de un texto que
se explica, sino de lo que el niño ya sabe, o eventualmente — cosa
que entonces era todavía excepcional — de un relato de la Biblia16,
que en cada caso se enlazaría con el texto del catecismo. Sin embargo, todavía hubo de pasar algún tiempo hasta que la gran masa
de los catequistas adoptaron las nuevas ideas, y más tiempo aún
antes de que en lugar de los problemas pedagógicos vinculados
al método pasara a primer plano la cuestión fundamental del contenido que había que transmitir, es decir, qué era lo que propiamente había que comunicar: ¿un saber religioso formulado en
conceptos escolásticos, o un mensaje de salvación expuesto a partir de la Sagrada Escritura?
Ya hemos insinuado que Pío x insistió en que se utilizasen
con cierta frecuencia catequistas seglares. Ahora bien, no sólo
apeló a los seglares en este sector especial de la enseñanza del
catecismo. Con frecuencia se ha aludido a una conversación sobre
la que informa monseñor de Bazelaire: Hablando con algunos cardenales hizo el papa esta pregunta: «¿Qué es hoy lo más necesario de todo para la salvación de la sociedad?» «ía construcción
de escuelas», respondió un cardenal. «¡No!» «Edificar más iglesias», replicó otro. «¡No!» «Activar el reclutamiento sacerdotal»,
propuso un tercero. «¡No, no!», declaró el papa. «Lo más importante es hoy que en toda parroquia se pueda disponer de un grupo
de seglares iluminados, virtuosos, decididos y verdaderamente apostólicos.» Pío x, que en otro tiempo había sido párroco y luego
obispo, sabía por experiencia cuan eficaz ayuda pueden prestar
al clero para la reanimación de una parroquia y la transformación
16. Entre
la salvación»
Knecht, cuyo
25. a edición.
de Brisgovia
los hombres que contribuyeron a «valorizar el puesto de la «historia de
en la enseñanza de la religión, hay que mencionar sobre todo a Fr. J.
comentario de la historia bíblica (en alemán) (1882) conoció en 1925 su
Cf. H. KREUTZWALD, Zur Geschichte des biblischen Vnterrichts, Friburgo
1957, 161-162.
583
J-K* w x a
*J^ l u v i u i a
u u j. ¿w /v
de la sociedad seglares conscientes de su responsabilidad cristiana.
Y así no descuidó exhortar reiteradamente a los seglares a prestar
esta clase de ayuda, entre otras cosas en la encíclica // fermo proposito (11-6-1905) ". Cierto que no sería difícil extraer de esta encíclica algunos pasajes que al nivel actual de evolución pudieran
descartarse como anticuados. No obstante, con no menos razón se
puede considerar esta encíclica como la primera carta de fundación de la Acción Católica organizada. En efecto, con ella no sólo
se exhortaba a los católicos al ejercicio de las virtudes personales,
sino que además se les invitaba «a poner en juego en común todas
sus fuerzas vitales para volver a introducir a Jesucristo en la familia,
en la escuela y en la sociedad».
Si bien Pío x, al subrayar la importancia del apostolado seglar,
organizado, puede aparecer como pionero, no deja de revelarse
conservador en el modo y manera de concebir esta dedicación.
«Las obras que ayudan directamente al ministerio religioso y pastoral de la Iglesia (...), deben estar subordinadas en todos los
detalles a la autoridad de la Iglesia (...). Ahora bien, incluso las
otras obras que se han fundado para restaurar en Cristo la verdadera civilización cristiana y que en el sentido arriba mencionado
constituyen la Acción Católica, no pueden en modo alguno entenderse independientemente del consejo y de la alta dirección de la
autoridad eclesiástica.»
Este pasaje de la encíclica // fermo proposito es típico del enfoque de Pío x: estaba muy convencido de la imprescindible dedicación de los seglares para introducir en la vida profana los
principios cristianos, pero con todo no había reconocido todavía
la peculiaridad específica de la acción de los católicos dentro de
la sociedad y descubría en ella casi exclusivamente una ampliación y prolongación de la acción del clero. Así, se dejó inspirar
por ciertas fórmulas con las que él mismo había tenido éxito en
Venecia y propagó una Acción Católica conforme a un tipo más
o menos uniforme, que dejaba a los seglares casi únicamente el
^wv r x u .
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papel de ejecutores bajo el más riguroso control de los obispos.
Los católicos debían, sí, unirse en grupos para desplegar su actividad en los terrenos más variados, no sólo en el sector del apostolado religioso propiamente dicho, sino también en la esfera de
las uniones sociales, de la prensa o incluso de las elecciones políticas. Aquí, sin embargo, sólo podía tratarse para él de organizaciones estrictamente confesionales, que se insertaban en el marco
de las parroquias y de las diócesis y que no poseían ningún género
de consistencia autónoma con respecto al episcopado, el cual a su
vez debía estar rigurosamente sometido a las directrices de Roma.
Una concepción de la Acción Católica hasta tal punto clerical debía por necesidad tropezar prácticamente en todas partes —más
o menos según el respectivo estado de cosas— con oposiciones
secretas o abiertas. Las oposiciones más sensacionales en este sentido fueron, primero, la crisis de la «Opera dei congressi» en Italia,
que había estallado ya en los primeros meses de su pontificado, y
luego, algunos años más tarde, el affaire en torno a «Le Sillón»
en Francia, y finalmente el conflicto acerca de los sindicatos cristianos en Alemania.
17. ASS 37 (1904-05) 740-767. La encíclica había sido redactada por los jesuítas de
la «Civilta Cattolica» (L. BEDESCHI, La Curia Romana 68), lleva el titulo De actione
catholica, fórmula que en su significado más o menos técnico había surgido en Italia durante el pontificado de Léon xm y se empleaba sobre todo para designar la acción en
el terreno social. Esta fórmula, o bien esta designación, sólo vino a ser corriente al
norte de los Alpes después de la primera guerra mundial.
584
585
Sección segunda
LA CRISIS MODERNISTA
Por Roger Aubert
Profesor de la Universidad de Lovarna
BIBLIOGRAFÍA: Las exposiciones escritas inmediatamente después de
la crisis resultan tendenciosas, pero tienen no obstante un cierto valor de
testimonio. Hay que nombrar sobre todo: A.L. LILLEY, Modemism, a
Record, and a Review, Londres 1908; K. Hoix, Der Modernismus, Tubinga 1908; P. SABATIER, Les modernistes, París 1909; A. GÁMBARO, 11
modernismo, Florencia 1912; J. SCHNITZER, Der katholische Modernismus,
en «Zeitschrift für Politik» 5 (1912) 1-218 (también como volumen de la
colección Klassiker der Religión, vol. 3, Berlín 1912; A. HOÜTIN, Histoire
du modernisme catholique, París 1913; M.-D. PETRE, Modemism. Its failure and its fruit, Londres 1918; E. BÜONAIUTI, Le modernisme catholique,
París 1927; ed. ital., Modena 1943.
Hasta el presente hay dos historias generales: J. RMÉRE, Le modernisme dans l'Église, París 1929, con bibliografía antigua (sobre esto cf.
RevSR 4 [1930] 676-692 y É. POULAT, Histoire, dogme et critique dans la
crise moderniste, París-Tournai 1962, 41 289-292 295; trad. cast: La crisis
modernista. Historia, dogma y critica, Taurus, Madrid 1974) y A. VIDLER,
The Modemist Movement in the Román Church, Cambridge 1934. También É. POULAT, «Modernisme» et «Intégrisme». Du concept polémique á
Virénisme critique, en ArchSR 27 (1969) 3-28; id., en RSR 58 (1970) 335550, 59 (1971) 161-178: A. VIDLER, A Variety of Catholic Modernists,
Cambridge 1970; M. RANCHETTI, Cultura e riforma religiosa nella storia
del modernismo, Turín 1963; O. SCHRODER, Aufbruch und Missverstandnis.
Zur Geschichte der reformkatholischen Bewegung, Graz 1969; L. DA VEIGA
COÜTINHO, Tradition et histoire dans la controverse moderniste, Roma 1954;
P. DE HAES, La résurrection de Jésus dans l'apologétique des 50 derniéres
années, Roma 1953; C. PORRO, La controversia cristologica nel periodo
modernista, Milán 1971; P. SCOPPOLA, Recenti studi sulla crisi modernista,
en «Rivista di storia e letteratura religiosa» i (1965) 274-310.
586
Cada vez aparece más claro que la definición del modernismo
que nos da la encíclica Pascendi reproduce en forma totalmente
abstracta un sistema unitario que con plena razón declara incompatible con la fe católica, pero que ofrece al historiador un marco
sumamente inadecuado. Ello no sólo porque el teólogo valora documentos, o fórmulas, desde un punto de vista absoluto, mientras
que el historiador debe poner empeño en entender a los hombres
en su multiforme variedad real, en sus intenciones más profundas
y en sus intereses espirituales, sino también desde otro ángulo:
así como el jansenismo del siglo xvn había sido tan sólo la manifestación marginal más extrema de un movimiento agustinista con
frecuencia absolutamente ortodoxo, pero no adecuado a su tiempo, así también el movimiento de renovación que se puso en marcha en la Iglesia en la transición del siglo xix al xx acusaba corrientes sumamente variadas en parte perfectamente legítimas, aunque
desorientadoras para los espíritus que se movían por los carriles
habituales, y en parte peligrosas por su falta de matices, aunque en
principio sanas. Las había también francamente heréticas y en definitiva en algunos casos del todo carentes de contenido cristiano.
Bajo el nombre de «nuevo catolicismo», más tarde de «modernismo» ' designaban en globo los contemporáneos toda una serie de
tendencias, en las que veían las consecuencias del liberalismo del
siglo xix: la renovada discusión del concepto tradicional de la Iglesia tocante al orden político y social; el aggiornamenta de las instituciones eclesiásticas, de las formas de la pastoral y del estilo de
vida de los cristianos insertos en el mundo moderno y comprometidos en él; la renovación de la exégesis, de la teología y de la filosofía de la religión.
En este sentido sumamente general podría definirse el modernismo como «el encuentro y confrontación de un pasado religioso,
fijado hace ya mucho tiempo, con una actualidad que ha hallado las
fuentes vivas de su inspiración en otro lugar» (E. Poulat). Y en
este sentido podrían hallarse repercusiones del modernismo en el
socialismo cristiano e incluso en la democracia cristiana, en el si1. Sobre el origen y la historia del término «modernismo», confirmado por la encíclica Pascendi, véase A HOUTIN, O.C. 81-95, y J. RmíRE, o.c. 13-34. En el sentido estricto
en que lo emplea la encíclica surgió hacia 1904 en Italia, primeramente en algunos publicistas (el primero fue quizá G. Sacchetti en su polémica contra Murri), luego en los
teólogos romanos.
587
llonismo, en el americanismo —por lo menos en la forma en que
éste se manifestó en Francia2— y en las diferentes corrientes de
un movimiento de reforma eclesiástica, con frecuencia bastante independientes unas de otras, como las observadas hacia 1900 en
Alemania, en Italia o en Francia. Algunas de estas tendencias y
los efectos que desecadenaron se han analizado ya en otras partes
de este volumen. Al catolicismo reformista alemán dedicamos en
esta sección un capítulo aparte, pues precisamente en este terreno
salieron a la luz a comienzos del siglo xx en los países de habla
alemana tendencias que tuvieron su origen en la confrontación del
catolicismo con las tendencias de una sociedad en trance de transformación. No obstante, tendremos que ocuparnos con mayor detalle de la crisis religiosa y cultural que provocó sobre todo en
Francia, pero a veces también en Italia y en algunos círculos católicos de Inglaterra, la repentina colisión de la doctrina clásica de
la Iglesia con las jóvenes ciencias de la religión que se habían desarrollado independientemente del control de las Iglesias y la mayoría de las veces incluso contra ellas.
La crisis que vamos a analizar aquí transcurre en cierto modo
paralelamente a la crisis que medio siglo antes había estallado
en las Iglesias de la reforma bajo el nombre de «protestantismo
liberal». Comenzó con la aplicación de los métodos críticos a los
orígenes del cristianismo. Sin embargo, rápidamente adquirió proporciones mucho mayores. Mientras que ciertos círculos —a los
que a veces se designaba como «progresistas»— se limitaban a
poner los recientes logros de las ciencias de la religión al servicio
de la fe tradicional, otros en cambio, más radicales, los modernistas
en sentido propio, consideraban necesario dar a esta misma fe una
nueva expresión: la fe debía tener en cuenta las transformaciones
del espíritu humano, cuyo síntoma y fuerza sustentadora a la vez
era precisamente la marcha de estas nuevas ciencias. Tal tentativa
fue considerada por ciertos espíritus audaces como aurora de una
nueva era. Por otro lado, en cambio, a otros muchos y sobre todo
a la mayor parte de las autoridades eclesiásticas, les pareció el comienzo de una inminente catástrofe.
Aquí tiene sus raíces la exacerbación de la reacción antimodernista que será el objeto del último capítulo de esta sección. Tal
exacerbación tiene su explicación no sólo en los métodos de la
dirección de la Iglesia y en la complacencia de la prensa de entonces en polémicas incisivas, sino también en la convicción de que
la Iglesia se sentía sacudida en sus más hondas profundidades.
A ello se añade también el hecho de que, prescindiendo de algunas
cabezas dotadas de especial sagacidad, sólo pocos de los responsables se hallaban en condiciones de prever 60 años antes del
concilio Vaticano II que el desenlace de esta renovada crítica, desencadenada por una transformación colectiva de los espíritus, no
debía en modo algunos conducir a una total eliminación del contenido esencial de la fe cristiana.
XXIX. EL CATOLICISMO REFORMISTA DE ALEMANIA
BIBLIOGRAFÍA: No existe hasta el presente un buen trabajo de conjunto sobre este tema. Véanse las exposiciones sumarias en LThK1 vm,
705-707, LThK2 vm, 1085 y en RGG 3 v, 896-903; además una extensa
consideración en J. RTVIERE, O.C, 75-81 288-293 416-427, en A. GISLER,
Der Modernismus, Einsiedeln 21912, 133-154 642-650, y en especial en
O. SCHRODER, o.c, 369-431.
Con relación a los promotores más importantes, cf., para Schell, p. 594
nota 9; para Ehrhard, p. 595 nota 11; para Kraus, p. 592 nota 5; para
Ph. Funk, p. 599 nota 19; para Schnitzer, p. 599 nota 18.
Véase también A. HAGEN, Der Reformkatholizismus ¡n der Diozese
Rottenburg, Stuttgart 1962; A. TEN HOMPEL, Indexbewegung und Kulturgesellschaft, Bonn 1908; W. SPAEL, Das katholische Deutschland im 20.
Jh., Wurzburgo 1964.
2. Sobre la crisis americanista, que en los Estados Unidos no pasó de ser una tempestad en un vaso de agua y que en Francia se convirtió sencillamente en una hérésie
tantñme (F. Klein), véase antes cap. xxiv, p. 469-473.
Alemania, por el hecho de que su clero había recibido una preparación mucho más a fondo que el clero de los países latinos
o anglosajones, no fue prácticamente afectada por el fenómeno
del modernismo en sentido estricto. Sin embargo, los círculos de
los intelectuales católicos, durante los dos decenios que precedieron a la primera guerra mundial, se vieron arrastrados por una
corriente liberal y un movimiento de reforma, cuyo objetivo era
oponerse a la retirada del catolicismo sobre sí mismo, que como
consecuencia de la resistencia en el Kulturkampf había dado ori-
588
589
gen a una especie de complejo de reacción frente al espíritu moderno y especialmente frente a la forma que había revestido en
el liberalismo nacional alemán1. Ahora bien, al mismo tiempo se
quería también combatir las tendencias clericales y autoritarias que
se habían impuesto en la Iglesia desde el triunfo del ultramontanismo bajo el pontificado de Pío ix, y adoptar una postura más
franca y abierta frente al mundo moderno y sus aspiraciones.
Estas tendencias reformistas en la Iglesia católica alemana a
fines del siglo xix y en la primera mitad del siglo xx, designadas
también como «catolicismo de la actualidad» o como «catolicismo crítico» (por oposición a una sumisión ciega, sin reflexión, al
punto de vista de las autoridades eclesiásticas), fueron compendiadas sobre todo bajo el nombre de «catolicismo de reforma» o «catolicismo reformista» que les dio Josef Müller con sus publicaciones de 1898, si bien este sacerdote de Bamberga, editor de la
revista «Renaissance», no puede considerarse como representativo
del fenómeno global (cf. nota 6), Precisamente este concepto contribuyó a desacreditarlo en los ambientes que tenían empeño en
subrayar ahincadamente las diferencias entre la Iglesia católica
y la reforma evangélica.
Con frecuencia se ha hecho notar con toda razón que en el
concepto de «catolicismo reformista» se trataba de «un nombre
colectivo para designar tendencias variadas, las más de las veces
sin conexión mutua» (Hagen), de elementos liberales que querían
asociar el cristianismo con el ideal de las ciencias naturales o por
lo menos aspiraban a ver restringidas las trabas autoritativas en la
investigación teológica; de teólogos y filósofos que perseguían un
diálogo con los movimientos de ideas modernos y por consiguiente
desaprobaban la presión que ejercía Roma en favor de la neoescolástica; de historiadores que eran sensibles al aspecto evolutivo
de las cosas y por tanto excitaron contra sí a la mayoría de los
ultramontanos que tenían empeño en mantener el pensar y la vida
de la Iglesia preso en las normas que se había fijado en la edad
media o en la época de la reforma; de adversarios del régimen centralista de la Iglesia, que no habían seguido a los viejos católicos en su ruptura con la Iglesia, pero estaban de acuerdo con
muchos de sus postulados; de herederos de los empeños de reforma en el ámbito de la liturgia (uso de la lengua alemana), de la
disciplina eclesiástica (entre otras cosas se trataba del celibato de
los sacerdotes) o de la formación de los futuros sacerdotes, de herederos por tanto de las ideas que habían sido propuestas y apoyadas por los partidarios de la ilustración eclesiástica y, en el transcurso de la primera mitad del siglo, por hombres como Hirscher;
de seglares que se habían comprometido en la vida de la Iglesia
y deseaban una mayor autonomía, especialmente en los asuntos y
decisiones sociales o culturales, a veces también en la organización
de la vida en la parroquia o en la elección de sus pastores de almas; de patriotas que estaban orgullosos de la creciente potencia
mundial del nuevo imperio alemán y querían volver a integrar
en la Iglesia la rica vida intelectual alemana, en la que el catolicismo alemán parecía no tener ya participación alguna desde mediados del siglo xix; de espíritus religiosos que —en parte en la
tradición del romanticismo alemán — contraponían la Iglesia apostólica del amor o la Iglesia del espíritu a la Iglesia del derecho,
estancada, como ellos decían, en lo organizativo y en la política
eclesiástica.
Todos ellos tenían en común una cierta tendencia antirromana, especialmente antijesuítica, con frecuencia también una hostilidad contra el «catolicismo político» organizado en el partido
del centro, y también una «ingenua sobreestimación de la ciencia, propia del siglo xix» 2 . Aunque también era común a todos
ellos la adhesión a la Iglesia católica y —a diferencia del modernismo en el sentido propio de la palabra— el empeño en respetar
las estructuras fundamentales de la fe y de la Iglesia. No cabe
duda de que en sus postulados y aspiraciones había algo de unilateral y condicionado por el tiempo, pero ellos «se mantenían
fieles a la revelación y a la Iglesia, aunque acometían los quehaceres
1. Sobre esta situación,
v. F. FUCHS, Die deutschen Katholiken und die deutsche
Kultur im 19. Jh., en Wiederbegegnung ven Kirche und Kultur in Deutschland, Munich
1927, 9-58, y P H . FÜNK, Der Gang des geistigen Lebens im kath. Deutschland unserer
Generation, ibid. 77-126. También O. KOHLER, Bücher ais Wegmarken des deutschen
Katholizismus, en Der katholische Buchhandel Deutschlands. Seine Gesch. bis aun Jahre
1967, Francfort del Meno 1967, 11-90.
2. Ast J. SPORL. en HJ 57 (1937) 5; F. HEILER enjuicia desde su perspectiva: «Las
tendencias de reforma estaban, en parte como las anteriores de la teología de la ilustración y del "viejocatolicismo", demasiado marcadas por el racionalismo y el doctrinarismo; no brotaban del centro religioso de la Iglesia católica, de la mística crfstica y de
la aspiración a la santidad» (RGG 2 rv, 1800).
590
591
urgentes del tiempo de forma más radical y a veces también más
turbulenta»3.
En estas tendencias se pueden descubrir ciertos paralelos con
los postulados que formulaban hombres como monseñor Ireland
o P. Hecker en los Estados Unidos, los partidarios del americanismo o algunos sillonistas en Francia, F. von Hügel en Inglaterra,
monseñor Bonomelli, los seguidores de Rosmini o el grupo milanés del Rinnovamento en Italia, cuyas obras suscitaron cierto eco
en Alemania. En conjunto, el catolicismo reformista alemán evidencia una notable independencia respecto de los movimientos
extranjeros de reforma de aquella época. Está orientado hacia los
problemas propios de la tradición del catolicismo alemán y de su
situación especial subsiguiente al Kulturkampf.
En medio de tan múltiples manifestaciones fueron especialmente funestos los conceptos polémicos. Así escribía L. Pastor
en su Diario en 1895: «En Munich se ha formado en torno a
Grauert y Hertling un nuevo inicio de catolicismo liberal»4; éste
era el lenguaje de Pastor, aunque ni Grauert ni Hertling pueden
ser designados como «liberales» en sentido estricto. Si bien en
los años sigiuentes tales tendencias imprecisas fueron ganando cada vez más terreno, quedaron restringidas a ciertos círculos universitarios, sobre todo en la Alemania meridional, y por lo regular sólo se trataba de fenómenos dispersos sin conexión mutua.
Están representados por tres personalidades destacadas: por F.X.
Kraus y, sobre todo, por H. Schell y algo más tarde por A. Ehrhard.
Kraus5, brillante profesor de historia de la Iglesia y ensayista,
era «entonces alma y vida de la facultad teológica de Friburgo»
(H. Schiel) y al mismo tiempo uno de los informadores en el terreno de la política eclesiástica, que gozaba de audiencia en el
gobierno en Berlín. Era de una fidelidad inquebrantable a la
Iglesia católica, aunque sus adversarios afirmaban con frecuencia
lo contrario. Pero no se hallaba en condiciones de comprender
el punto de vista de los que no compartían sus opiniones. Por
consiguiente, enjuiciaba la política eclesiástica general en función
de sus resentimientos personales. Estaba convencido de que el futuro de la Iglesia corría peligro debido a la estrecha actitud mental y el fanatismo de los ultramontanos, a los que estigmatizaba
como los fariseos de nuestro tiempo, «que anteponían la Iglesia
a la religión y estaban dispuestos a sacrificar una clara decisión
de su conciencia a las decisiones de una autoridad extema». Como nombre «liberal en el sentido que tenía la palabra en el siglo xix» (C. Bauer) y con la distinción entre catolicismo «religioso» y catolicismo «político» que había hallado en Dante, se alzaba enérgicamente contra la política de la curia romana y del partido del centro, concretamente en numerosos artículos anónimos
y en sus Cartas del espectador sobre política eclesiástica, que
aparecieron de 1896 a 1900 en el periódico «Allgemeine Zeitung».
Si bien Kraus se distanciaba del «catolicismo reformista» ensalzado por J. Müller como «la religión del futuro»6, y en sus propios principios y objetivos de política eclesiástica «se preocupa
3. G. SCHWAIGER, Gesch. der Papste im 20. Jh., Munich 1968- 64. Véase también J. SP5RL, O.C. 6: «Mucho de lo que hoy ha venido a ser patrimonio común de
los católicos alemanes gracias a ¡a "Jugendbewegung" católica, se logró entonces con
lucha encarnizada.»
4. Tagebücher, dir. por W. WOHR, 288. El historiador H. Grauert (cf. HJ 44 [1924]
169-196) firmaba desde 1884 como responsable del Historische Jahrbuch. Pastor le echaba
en cara rebajar sistemáticamente a los historiadores católicos de tendencia ultramontana
(v., por ejemplo, Tagebücher 244). G. von Hertling, profesor de filosofía y uno de los
principales jefes del partido del centro (v. más adelante, 691) era presidente de la GorresGesellschaft. Luego, el afio siguiente, en el congreso de Constanza, alertó a los participantes sobre el retraso de los católicos alemanes en el terreno de la ciencia. Cf. 454»
363s.
5. Sobre Franz Xaver Kraus (1840-1901), historiador de la Iglesia y pionero en el
campo de la arqueología y del arte cristiano, profesor en Friburgo desde 1878, autor
de una obra voluminosa sobre Dante (1897), que durante largo tiempo fue autoridad
en Alemania, v., aparte de sus Diarios (ed. dir. por H. SCHIEL, Colonia 1957), que
revelan en él un alma de religiosidad mucho más profunda de lo esperado: H. SCHIEL,
Im Sparmungsfeld von Kirche und Politik, F.X. Kraus, Tréveris 1951; id., F.X. Kraus
und die Tübinger Kath. Schule, Ellwangen 1958; id., en TThZ 61 (1952) 5-20; id., en
AMrhKG 3 (1951) 218-239: C. BALER, Deutscher Katholizismus, Francfort 1964, 93-136;
H. TRITZ, en «Spicilegium hist. congr. SS. Redemptoris» 11 (1963) 182-232; también O. KÓHí ER, Bewusstseiwstórungen im Katholizismus, Francfort del Meno (1927) 225-238. La paternidad literaria del artículo In Canossa publicado con la firma «v.S.» en la «All. Zeitung» de
3 de agosto de 1881, en el que Kraus, que se interesaba por la sede episcopal de Tréveris,
había agitado los ánimos contra M.F. Korum, sólo pudo ser verificada cuando se abrió
su legado literario; sobre este punto: H. SCHIEL, Die Trierer Bischofskandidatur. , Tréveris 1955.
6. El opúsculo publicado con este título en 1898 fue desarrollada el afio siguiente
en dos tomos que trataban del tema: «La reforma científica» y «Las reformas prácticas»
respectivamente. El autor formulaba aquí exigencias en favor de los sínodos, proponía
planes para la formación y organización del clero y para una mayor participación de
los seglares en la vida eclesiástica, criticaba la injerencia de la Iglesia en la esfera política, la forma de trabajo de la Congregación del índice y la neoescolástica y terminaba
con un ataque contra los jesuítas (n, 101-154). El conjunto fue puesto en el índice el
7 de junio de 1901.
592
593
sobre todo de cuestiones que nada tenían que ver con la lucha
antimodemista»7, sin embargo, por razón de su descontento con
la situación existente y sus críticas incisivas del sistema ultramontano se convirtió en paladín de aquellos católicos liberales de Baviera que el año 1904 fundaron, con el nombre de «Sociedad de
Kraus», una «Sociedad para el progreso de la religión y de la
cultura», en la que se asociaba una ingenua admiración de la «ciencia independiente» con fuertes inculpaciones y prevenciones antirromanas8.
También Hermán Schell9, desde 1884 profesor de apologética,
de historia del arte cristiano y de ciencia comparativa de las religiones en Wurzburgo, agrupó a su alrededor buen número de
admiradores entusiastas. Era un intelectual sobresaliente, con infatigable capacidad de trabajo, nada polémico, filósofo y teólogo hondamente penetrante y original, en el que hoy día se reconoce a un precursor de los existencialistas cristianos, ya que subrayaba el aspecto personal y vital, así como la interioridad del
catolicismo, aunque sin negar por ello lo más mínimo los aspectos visibles y jerárquicos de la Iglesia. Desarrolló tesis que eran
poco familiares a la teología de su tiempo, como, por ejemplo,
sobre la libertad religiosa, la apologética de la inmanencia, el papel del Espíritu Santo, el puesto de los seglares en la Iglesia, e introdujo la ciencia de las religiones entre las disciplinas eclesiásticas. En pocos años había publicado una obra asombrosamente
multilateral y extensa, cuyos audaces puntos de vista dieron a veces
pie a una crítica justificada, pero que tenía el gran mérito de ofrecer la doctrina tradicional en categorías personalistas y estaba inspirada por el constante empeño de «bautizar» la filosofía y ciencia modernas y de demostrar que éstas no son en modo alguno
incompatibles con la fe católica.
En esta perspectiva publicó en 1897 un opúsculo con el título
Der Katholizismus ais Prinzip des Fortschritts (El catolicismo como principio del progreso), en el que recalcaba que la Iglesia debe
absolutamente asociarse con el progreso en todas sus formas, y
reivindicó para los católicos el derecho a no verse obligados a
comportarse como «eunucos intelectuales». Estas sensacionales declaraciones fueron completadas con un programa de aplicaciones
en los sectores de la actividad religiosa, intelectual y política, proclamado en nombre del «catolicismo ideal». Este opúsculo desencadenó una tempestad de indignación contra su autor, que hasta
entonces no había llamado mucho la atención del público. A los
ataques respondió con un segundo escrito que llevaba por título
Die neue Zeit und der alte Glaube (El nuevo tiempo y la antigua
fe). En él criticaba todavía más directamente los métodos de gobierno de la Iglesia y expresaba su convicción de que la Iglesia,
aun siendo inmutable en su contenido medular, debe renovarse
constantemente aceptando el diálogo con el mundo. El 15 de diciembre de 1898 fueron puestos en el índice ambos opúsculos, junto con sus más importantes obras teológicas10. Schell se sometió, y
así pudo continuar su actividad docente. Su prestigio fue creciendo más y más. Sin embargo, la exacerbada polémica contra él fue
llevada adelante «de manera indigna» (Schwaiger); se puso en duda
su lealtad y su ortodoxia, y hasta se le echó en cara preparar «una
actitud revolucionaria sistemática del clero». Todas estas maquinaciones afectaron a su salud, según testimonio facultativo, y al
fin murió en 1906, cuando sólo contaba 56 años. S. Merkle pronunció el discurso en sus honras fúnebres académicas y organizó
un comité para la erección de su monumento funerario, del que
formaban parte los representantes del catolicismo reformista.
En el ínterin se habían dejado oír insistentemente otras voces
progresistas. Se llegó incluso a un como preludio de organización de los elementos liberales. Ya en 1901 un antiguo colega de
Schell, el patrólogo Albert Ehrhard n , publicó no ya un opúsculo,
7. H. SCHIEL, Tagebiicher, p. xix.
8. Un balance de su actividad se halla en «Das Neue Jahrhundert» 6 (1914) 265-271.
9. Sobre Hermán Schell (1850-1906) véase H. HASENPÜSS, S. Schell ais existentieller Denker und Theologe, Wurzburgo 1956; id., en LThk2 rx, 384-385; V. BERNING, Das
Denken B. Schells, Essen 1964; id., en MThZ 19 (1968) 102-120; P. WACKER, Glaube
und Wíssen bei H. Schell, Paderbora 1961; id. Theologie ais okumenischer
Díalos,
Paderborn 1965; O. SCHRODER, O.C. 370-392. Obras principales: Kat. Dogmatik, 4 vols.,
1889-93); Gott und Geist. 2 vols. 1895-96; Apologie des Christentums, 2 vols., 1901-05;
Christus, 1903. Cf. 450.
10. El informe oficial fue publicado por K. HENNEMANN, Wideirufe H. Schells?,
Wurzburgo 1908, 82-86.
11. Sobre Albert Ehrhard (1862-1940), profesor de historia de la Iglesia en Wurzburgo
(1892-98), Viena (1898-1902), Estrasburgo (1903-18) y Bonn (1920-27), especialista en literatura cristiana antigua, véase A. DEMPF, A. Ehrhard. Der Mann und das Werk, Colmar 1944; K. BAUS en Bonner Gelehrte. Kath. Theologie, Bonn 1968, 114-122; NdB IV,
357; DHGE xv, 62-65, O. SCHRODER, o . c , 392-407. Cf. también 457, nota 15.
594
595
sino una obra más extensa, con base científica, con el significativo título Der Katholizismus und das 20. Jh. im Licht der kirchlichen Entwicklung der Neuzeit (El catolicismo y el siglo xx a la
luz de la evolución eclesiástica en los tiempos modernos). En esta
obra, basada en un sólido conocimiento del pasado, razona en
estilo elocuente cómo es perfectamente posible superar el conflicto, que existe innegablemente, entre el catolicismo y la idología
moderna. Para ello se requieren dos condiciones, a saber, que por
un lado el pensamiento moderno se despoje de sus prejuicios anticristianos, y por otro que la Iglesia misma renuncie a constituir
la edad media en algo absoluto. Según su convicción, la edad media no representa el punto culminante de la evolución del cristianismo, sino que más bien sus instituciones religiosas habían tenido un valor relativo, y la neoescolástica debe conducir necesariamente al fracaso si se la entiende simplemente como restauración
incondicional del pasado. A esto se añadían reservas tocante a la
Compañía de Jesús y diversos deseos, como, por ejemplo, el de
que se asignase a las lenguas nacionales un puesto conveniente en
el culto. La obra tuvo gran éxito (12 ediciones en un año), pero
casi toda la prensa católica de Alemania y Austria tomó partido
contra la postura de Ehrhard. Con especial virulencia le atacó
y tachó de «anticatólico» el redentorista A. Róssler, apoyado
por el arzobispo de Viena, cardenal Gruscha. Albert Ehrhard, que
no había tropezado con ningún crítico de su altura, respondió de
forma muy dura con un nueva obra llena de ingenio: Liberaler
Katholizismus? Ein Wort an mane Kritiker (¿Catolicismo liberal?
Una palabra a mis críticos) (1902).
Algunos otros profesores que ocupaban puestos menos destacados intervinieron los años siguientes en el mismo sentido en las
discusiones: así, por ejemplo, O. Sickenberger de Passau, que entre 1902 y 1904 publicó diferentes escritos polémicos, en los que
echaba en cara a los católicos sobre todo su exagerado antiprotestantismo (aunque la autoridad del autor estaba bastante menoscabada por su notoria oposición al celibato de los eclesiásticos);
un colega de Schell, F.X. Kiefl, de altas dotes especulativas y amigo de discutir, que en 1904-05 se opuso reiteradamente a los violentos ataques del jesuíta Stufler contra Schell; M. Spahn, profesor de historia en Estrasburgo y brillante ensayista, cuyo gran ob596
jetivo era sacar a los católicos de su ghetto, y cuya biografía de
León XIII, por cierto muy sagaz, aunque a veces demasiado severa, fue considerada como un manifiesto.
Desde 1901 se agrupaban los círculos de vanguardia en torno
a algunas revistas: La «Renaissance» (1901-07), editada sin gran
talento por el ya mencionado J. Müller; el «Siglo Veinte» (190209), cuyo lema era: «Religión, germanismo, cultura», lanzada por
una activa minoría de jóvenes bávaros. De muy otra categoría
era «Hochland» (1903-71; prohibida en 1941, reaparecida desde
1946), la revista de C. Muth, que en lucha contra la crítica monopolizada por el clero, que gracias a la poderosa organización
de la asociación de san Carlos Borromeo dominaba la gran masa de la producción literaria católica, abogaba por una valoración
literaria que no hiciera olvidar los aspectos estéticos en favor de
los intereses moralizantes 12. Esta revista, que rebasaba con mucho
el ámbito de la literatura, aportó una contribución decisiva a la
eliminación de la mentalidad de ghetto en el catolicismo alemán.
Las reacciones de la jerarquía frente a una corriente de reforma son las más de las veces de índole negativa, porque el empeño por mantener las estructuras y la estricta ortodoxia y el temor
a desorientar a las masas religiosas se asocia con la resistencia
frente al movimiento en cuanto tal. Esto se aplica también al caso
del catolicismo de reforma de comienzos del siglo xx. A ello se
añade, por supuesto, que este catolicismo, junto con postulados
justificados y aspiraciones saludables, se dejó arrastrar también
por sugerencias vagas e imprecisas y por críticas exageradas contra
las circunstancias del momento.
Cabía preguntarse pues —aunque la respuesta es casi siempre
negativa— si aquellos hombres no trabajaban por lo menos de
hecho en estrecha unión con el movimiento de separación de Roma
(Los vom Rom!), que hacía entonces estragos en Austria, y si
no se esforzaban de hecho por crear un cristianismo independiente
12. La cdisputa sobre la literatura», corno entonces se decía, había comenzado con
el opúsculo de C. Muth (1867-1944): Steht die katholische Belletristik auf der Hohe der
Zeit? ( = ¿Está la literatura católica a la altura de los tiempos?) (1898). El principal
opositor en el campo contrario era la revista austríaca «Der Gral» (1906ss), dirigida por
R. von Kralik. Acerca de la «disputa sobre la literatura», véase F. RAPPMANNSBERGER,
C. Muth und seine Zeitschrift Hochland ais Vorkámpfer für die innere Erneuerung Deutschlands, Munich 1952, tesis dactilogr., A.W. HÜFFLER, C. Muth ais
Uteraturkritiker,
Münster 1959; LThK* v, 399-400, y vi, 1082; StL« iv, 112-114. Cf. 258s 261.
597
de Roma. Incluso un prelado que en modo alguno pasaba por
reaccionario (y que en otro tiempo había sido profesor en Friburgo), el obispo de Rotenburgo, monteñor P.W. Keppler, que había dado, por cierto con reservas, el imprimatur a la discutida obra
de Ehrhard, estimó necesario intervenir en la disputa el 1.° de
diciembre de 1902 con una conferencia pública «Sobre verdadera
y falsa reforma». Reconoció que ciertas cosas piden reforma en
la Iglesia, pero llamó la atención su crítica tajante, apenas disimulada, contra hombres como Kraus, Schell y Ehrhard; en este discurso tuvo un influjo pernicioso el entonces aplaudido escritor
Julius Langbehn (el Rembrandtdeutsche), precursor antisemita de
la «Revolución conservadora» ".
Roma en cambio había callado durante largo tiempo para gran
escándalo de los ultramontanos. Pero Pío x se sentía crecientemente
preocupado por el sesgo que tomaban las cosas en Alemania14,
tanto más cuanto que diversos indicios demostraban que las tendencias de reforma iban ganando terreno de día en día. Entre
estos signos se contaba el hecho de que en la primera vera de 1906
se fundara en Münster una federación en la que entró una élite
de católicos seglares, de la que formaban parte también varios jefes del partido del centro, y cuyo objetivo era obtener de la santa
sede modificaciones del procedimiento del índice15, así como el
apoyo prestado al comité constituido para la erección de un monumento a Schell, por dos obispos, unos treinta profesores de seminario y seglares prominentes.
A la muerte de Schell, el teólogo austríaco E. Commer publicó un libro sumamente agresivo contra este autor. El papa, le
dirigió el 14 de junio de 1907 un breve, en el que lo elogiaba
por el gran servicio que con ello había prestado a la Iglesia. En
el mismo breve reprochaba también a los patrocinadores del mo-
numento «haber sido sorprendidos por ignorancia de la verdad
católica», o bien «haberse rebelado contra la autoridad de la santa
sede» 16. Con el nombramiento como nuncio en Munich del anteriormente general de los dominicos, Frühwirth, se trató de contrarrestar el temido deslizamiento progresivo de la católica Alemania hacia el liberalismo e iniciar un cambio de mentalidad".
Sin embargo, no cesaron el torbellino y los enfrentamientos
polémicos. Más bien se reanimaron con las controversias en torno
a la encíclica Pascendi y luego en torno al juramento antimodernista 1S. El año 1909 la revista «Siglo xx» se convirtió en «El nuevo Siglo» con el significativo subtítulo: «Órgano de los modernistas alemanes». Ahora bien, algunos meses después se produjo
un viraje bajo la dirección de un joven seglar idealista, Philipp
Funk19, procedente de la Jugendbewegung católica, al que caracterizaba «una mezcla de espíritu combativo y de interioridad religiosa» (Sporl). Se apartó de la tendencia puramente negativa y
polémica de la revista, la distinguió netamente del modernismo
francés y del movimiento austríaco de separación de Roma (Los
vom Rom!) y declaró que el catolicismo de reforma tenía que
ser «un asunto que debía tratarse dentro de la Iglesia».
13. Sobre este discurso véase: A. GISIER, O.C. 150-153; H SCHÍEL, ThQ 137 (1957)
296-298; A. DONDERS, Bischof Keppler, Friburgo de Brisgovia 1935; prólogo de Keppler
a: M. NISSEN, Der Rembrandtdeutsche,
Friburgo 1926, p. 1-6, donde Keppler habla
también de expresiones inñltradas por Langbehn, «que hoy no desearía yo ver en el discurso».
14. Cf. más adelante 664s 696-704.
15. Sobre esta «Sociedad para la cultura cristiana», cuyos argumentos contra el
índice eran en substancia los mismos que sostuvo el cardenal Frings durante el Vaticano II, véase K. BACHEM, Vorgeschichte, Geschichte und Politik der deutschen Zentrumspartei vil, Colonia 1930. 187ss. También A. TEN HOMPEL, Indexbewegung und
Kulturgesellscfiaft, Bonn 1908.
16. Textos en A. MICHELITSCH, Der neue Syllabus, Graz 1908, 53-55. L. PASTOR
llegó hasta el extremo de decir que la inauguración del monumento podría dar lugar
a un «Concilio de los reformadores» (cf. Tagebücher 461). Del comité formaban también
parte, además de S. Merkle, entre otros: Julius Bachem, H.C. Cardauns, A. Dyroff,
E. Eichmann, H. Finke, F.X. Funk, H. Grauert, F. von Hügel, C. Muth, J. Sauer,
J. Sickenberger, M. Spahn. El monumento es un busto de mármol con la inscripción:
Vivas in Deo. Cf. K. HENNEMANN, H. Schell im Lichte zeitgenossischer Urteile, Paderborn 1909.
17. Tagebücher de L. VON PASTOR 482 y 485. Véase también A. WALZ, Andreas
Kardinal Frühwirth, Viena 1950, 304-305.
18. Entre los pocos alemanes que se adhirieron públicamente al modernismo hay que
mencionar a: J. Schnitzer (1859-1939), profesor en Munich y autor de notables trabajos
sobre Savonarola (cf. F. HEILER, en / . Schnitzer, ein Vorkampfer des deutschen Reformkatholizismus, en «Eine heilige Kirche» 21 [1939] 297-313); K. Gebert (1860-1910), neokantiano, presidente de la Krausgeseüschaft; H. Koch (1869-1940), cuyos trabajos sobre
san Cipriano lo condujeron a rechazar el dogma sobre el papa (cf. RGG 3 III, 1687); y
sobre todo Th. Engert (1875-1945), exegeta y discípulo de Schell, que había asumido
la dirección de la revista «Zvranzigstes Jahrhundert»; en 1910 pasó al protestantismo (véase
Gesammelte modernistische Vortráge, Wurzburgo 1909, 10); cf. DHGE xv, 492-493.
19. Sobre Philipp Funk, antiguo seminarista de la diócesis de Rottenburg, que después de la primera guerra mundial formó parte del grupo de «Hochland» y desde 1926
fue profesor de historia en la universidad de Friburgo, véase J. SPORL, en HJ 57 (1937)
1-15, y A. HAGEN, Gestalten aus dem Schwabischen Katholizismus III, Suttgart 1954,
244-283. Expuso su programa de reforma en Das geistige Erbe von F.X. Kraus, 1912;
Von der Kirche des Geistes, 1913; Der religióse Schell, 1916. Nuevo subtítulo de la revista:
«Semanario de cultura religiosa».
598
599
Entre las figuras que estuvieron en conexión con el catolicismo reformista por los años de 1910 hay que mencionar una vez
más un personalidad de índole bien definida y de gran temperamento, que abogó por la verdad con intrepidez e incondicionalmente: S. Merkle20, profesor de historia de la Iglesia en Wurzburgo, cuyos cursos habían dado lugar a fricciones con la dirección del seminario y con los departamentos episcopales. Ya en
1902 se quejaba el cardenal Steinhuber de que la mayoría de los
«reformadores» muniqueses provenían de las filas de sus discípulos 21.
Merkle fue el pionero de un nuevo enfoque católico más positivo de Lutero, así como de la ilustración católica. Su actitud
y sus opiniones habían sido muy mal recibidas por los círculos
ultramontanos, cuya indignación llegó al colmo cuando Merkle
en 1912 se pronunció contra los proyectos de una universidad católica y defendió las facultades teológicas integradas en las universidades del Estado. Una de las razones principales de la conservación de dichas facultades era, según él, la extraordinaria contribución que aportaban al mantenimiento de la paz religiosa en Alemania. Ahora bien, en razón del encono acumulado durante el
Kulturkampf, se habían agudizado todavía más los contrastes confesionales en numerosos epígonos de la corriente de Maguncia. Éstos se sentían aún más reasegurados en su posición por el apoyo
que Pío x había prestado en la disputa sobre los sindicatos22 a
los adversarios de los sindicatos interconfesionales. Así pues, en
vísperas de la primera guerra mundial, las discusiones políticas y
sociales se entrecruzaban en Alemania con las controversias en
torno al catolicismo de reforma, como había sucedido en Francia
algunos años antes en el transcurso de la controversia sobre el
modernismo.
XXX.
IRRUPCIÓN DE LA CRISIS EN FRANCIA
FUENTES: A. LOISY, Mémoires, 3 vols., París 1930-1931; cf. al respecto M.-J. LAGRANGE, M. Loisy et le modernisme, París 1932 y É. POULAT,
Une oeuvre clandestine d'H. Bremond, Roma 1972; A. HOUTIN - F. SARTIAUX, A. Loisy. Sa vie, son oeuvre, pub. con anotaciones de É. POULAT,
París 1960; cf. al respecto A. VIDI.ER, A Variety of Catholic Modernists,
29-33; A. HOUTIN, Une vie de prétre. Mon expérience, París 1926; P. ALFARIC, De la foi á la raison. Scénes vécues, París 1965; J. TURMEL, Comment j'ai donné congé aux dogmes, París 1935; id., Comment l'Église romane m'a donné congé, París 1937; J. GUITTON, Dialogues avec M. Pouget,
París 1954; J. CHEVALIER, P. Pouget, Pogia, París 1955; Au coeur de la
crise moderniste. Le dossier inédit d'une controverse, pub. por R. MARLE.
París 1960; cf. al respecto É. POULAT, Histoire, dogme et critique, 40-41
513-515 587 y «Revue belge de philosophie et d'histoire» 41 (1963) 11641166; M. BÉCAMEL, Lettres de Loisy á Mgr. Mignot, en BLE 67 (1966)
3-44 81-114 170-194 257-286, 69 (1968) 241-268; M. BLONDEL - A. VALENSIN, Correspondance 1899-1912, 2 vols., París 1957; M. BLONDEL - J. WEHRLÉ, Correspondance, pub. por H. DE LUBAC, 2 vols., París 1966; M. BLONDEL - L. LABERTHONNIÉRE, Correspondance philosophique, pub. por C. TRESMONTANT, París 1961; H. BREMOND - M. BLONDEL, Correspondance, pub.
por A. BLANCHET I-II, París 970-1971; H. BERNARD-MAÍTRE, «Histoire et
dogme» de M. Blondel d'aprés les papiers inédits d'A. Loisy, en RSR
57 (1969) 49-74; id., Lettres d'H. Bremond á Loisy, en BLE 69 (1968)
3-24 161-184 269-289; B. NEVEN, Lettres de Mgr. Duchesne á A. Loisy
et á Fr. v. Hügel, en «Mélanges de VÉcole francaise de Rome» 84 (1972)
283-307 559-599; R. AÜBERT, Aux origines de la réaction antimoderniste.
Deux documents inédits, en EThL 37 (1961) 557-578.
El legado escrito de Loisy y de Houtin se conserva en la Bibliothéque
nationale de París; el de Blondel, en el Instituí supérieur de philosophie
de Lovaina; el de Laberthonniére en los padres del Oratorio en París; el de
Mignot en el arzobispado de Albi y en el obispado de Rodez.
20. Sobre Sebastian Merkle (1862-1945), que había alcanzado ncmbradía en el mundo
intelectual con su edición de los Diarios del concilio de Trento (i, 1901; n, 1911), cf
H. JEDIN, en ThQ 130 (1950) 1-20, y A. BIGELMAIR, en Lebenslaufe aus Franken vi,
Wurzburgo 1960, 418-435, Cf. 13.
21. Tagebücher de L. \ON PASTOR 396.
22. V. más adelante, 664s 696-704.
BIBLIOGRAFÍA: Además de las obras generales de RIVIÉRE, VIDLER,
HOUTIN, etc. (cf. p. 586), v. sobre todo É. POULAT, Histoire, dogme et critique dans la crise moderniste, Tournai-París 1962 (trad. cast.: La crisis
modernista. Historia, dogma y crítica, Taurus, Madrid 1974), cf. al respecto RH 230 (1963) 262-267, con un epílogo muy provechoso: Pseudonymes et anonymes modernistes (621-676). También: A. HOUTIN, La question biblique au XXe siécle, París 1906; R. AUBERT, Le próbleme de l'acte
de foi, Lovaina 21950, 265-292; F. RODÉ, Le miracle dans la crise moderniste, París 1965.
Sobre A. Loisy: Además de la biografía de HOUTIN-SARTIAUX (cf. antes; con un catálogo completo de las obras de Loisy, p. 303-324), v. tam-
600
601
bien F. HEILER, Der Valer des katholischen Modernismus, A. Loisy, Munich 1947; M. DELL'ISOLA, A. Loisy, Módena 1957; R. BOYER DE SAINTE-
SÜZANNE, A. Loisy entre la foi et l'incroyance, París 1968; R. AUBERT,
en Die Wahrheit der Ketzer, pub. por H.J. SCHULTZ, Stuttgart 1968, 172183 349-357; D. BADER, Der Weg Loisys..., en FreibThSt (1974).
Sobre M.-J. Lagrange y M. Blondel, cf. p. 460 (bibliografía), 450-451,
nota 20 y 21.
Sobre P. Batiffol, cf. J. RIVIERE, Mgr. Batiffol, París 1929 y A. HOUTIN,
Ma vie laíque, París 1928, 150-155. Sobre J. Turmel, cf. F. SARTIAÜX, /. Turmel prétre, historien des dogmes, París 1931 y A. VIDLER, A Variety...,
56-62. Sobre Mignot, Houtin, Bremond, Laberthonniére y Le Roy, cf. luego,
notas 12 13 15 17 19.
Loisy escribe con toda razón: «La Histoire du modernisme
de Houtin parte de una ficción, a saber, de la coincidencia de las
ideas de Duchesne entre 1881 y 1889 sobre la historia de la primitiva Iglesia con mis ideas sobre la historia de la Biblia y las
de Hébert sobre la filosofía.»1. En realidad consta que en un
principio no hubo una acción concertada —ni siquiera a nivel
nacional— sino simplemente diversas posturas que se fueron produciendo espontáneamente durante los últimos años del pontificado
de León xni y se vieron favorecidas por el clima general de reconciliación de la Iglesia con la sociedad moderna que parecían
sugerir diversas iniciativas del papa. Bajo este respecto había sido
sin duda sintomática la controversia sobre el americanismo2.
Por un lado, filósofos influenciados por el neokantismo y que
creían tener su maestro en Maurice Blondel, cuyas ideas falseaban
con frecuencia, aspiraban a remplazar el intelectualismo escolástico con una doctrina que integrara las energías del corazón y las
actuaciones concretas de la vida. Algunos de ellos estaban bajo la
difusa esfera de influencia del simbolismo religioso que se remontaba a Schleiermacher, asociado con el evolucionismo de cuño
hegeliano o spenceriano. Daban a entender que en la teología había que renunciar a concepciones inmutables y que, sobre la base
de siempre renovadas interpretaciones, había que mantener el contacto con la vida que se halla en constante progreso. El filósofo
Marcel Hébert3, sacerdote y director de un gran colegio de París,
1. Mémoires i, 535. Sobre L. Duchesne, véase p. 458.
2. V. antes, cap. xxiv.
3. Sobre Marcel Hébert (1851-1916), véase A. HOUTIN, M. Hébert,
A. VIDLER, A Variety. . 63-75.
602
París 1925, y
se adhirió a esta tendencia, que recibió un fuerte impulso de la
obra de A. Sabatier: Esquisse d'une philosophie de la religión
d'apres la psychologie et l'histoire (1897), libro que contribuyó
a que se propagaran también en Francia los modos de ver del
protestantismo liberal alemán4.
Paralelamente a este movimiento filosófico, que tenía su órgano más importante en los «Annales de philophie chrétienne»,
jóvenes teólogos que estaban familiarizados con la crítica histórica de Duchesne, descubrieron que la ciencia alemana no católica, aplicando los principios de crítica histórica a los testimonios
escritos y a la historia de los comienzos del cristianismo, había
puesto en cuestión ciertas interpretaciones tradicionales, sobre todo
tocante a la obra de Moisés, a la historia de la religión de Israel,
a la actividad docente de Cristo, a la vida de las primeras generaciones cristianas.
Esto les planteaba el problema de hasta qué punto la fe católica era todavía conciliable con los resultados de la moderna ciencia exegética. La encíclica Providentissimus publicada por León xm
el año 18835 había, sí, esbozado algunos principios para la solución de estos problemas, pero no los había ni con mucho resuelto
todos. Con sus advertencias que ponían en guardia contra una
crítica exagerada en extremo había incluso animado a los elementos conservadores a estigmatizar como inficionada de raíz por prejuicios racionalistas toda tentativa de aplicar los métodos críticos
a los textos inspirados.
Había en cambio otros exegetas, cada vez más numerosos, que
sostenían que tampoco en esta materia significaba en modo alguno una profanación el empleo de los métodos críticos, sino que,
por el contrario, la sinceridad y probidad intelectual imponía incluso la aplicación también al estudio de la Sagrada Escritura,
de los principios acreditados del método histórico, y ello aun
exponiéndose al peligro de tener que modificar consecuentemente
el «frente» tradicional en las discusiones entre creyentes y racionalistas. A este respecto se introducían distinciones de principio:
4. V. algunos datos en el libro de J. FONTAINE, Les infiltrations kantiennes et protestantes et le clergé franjáis, París 1902. Por lo demás, en el libro se echan de menos
los matices.
5-t Sobre este documento, las circunstancias que lo suscitaron y las reacciones a que
dio lugar, véase antes, 463-467.
603
entre los resultados literarios e históricos —con frecuencia aceptables— de la investigación crítica, y una concepción de la historia de Israel y de los orígenes del cristianismo que descarta sistemáticamente el punto de vista sobrenatural.
En esta perspectiva, un antiguo discípulo de monseñor Duchesne, Alfredo Loisy (1857-1940), se había consagrado desde
1883 al estudio del Antiguo Testamento y luego de los Evangelios.
El padre M.-J. Lagrange había fundado en 1890 la Escuela Bíblica de Jerusalén y creado dos años después la «Revue biblique». Ahora bien, mientras que este último se restringía al mundo de los especialistas y ponía gran cuidado en mostrar la concordancia de los resultados de su investigación con la doctrina oficial de la Iglesia —lo que, por lo demás no impidió que fuera
atacado por los conservadores y ser incluso denunciado en Roma—, Loisy y varios de sus colaboradores se mostraron menos
circunspectos.
Este grupo, convencido de que ante los progresos de la llamada
«crítica independiente», la apologética católica debía reformar totalmente sus posiciones, no vaciló en echar por tierra, incluso en
revistas muy propagadas, toda una serie de tesis tradicionales.
Si en 1896 una mente tan abierta como P. Batiffol habló ya a
este respecto de «audacias superfluas» y algo más tarde de la
«anarquía intelectual que en estos momentos pone en conmoción
al clero francés y a su élite de pensadores e investigadores»6, se
comprende la inquietud y preocupación de las autoridades eclesiásticas que desgraciadamente sólo en escasa medida se hallaban
en condiciones de abordar con conocimiento de causa los problemas planteados7.
El mismo León xm, no obstante su empeño en no poner trabas al progreso de las investigaciones, estimó necesario dirigir una
carta a los obispos de Francia, en la que, entre otras cosas, los
6. Carta al P. Lagrange, citada por FERNESSOLE, Pie X, II, París 1953, 171; carta
al canónigo Birot, de enero de 1901, citada en BLE 67 (1966) 271. Añadía además: «Tan
poca simpatía como usted tengo yo por los curialistas, los Mazzella y tutu quanti, pero
Loisy y sus amigos ¿no trabajan sin quererlo precisamente por los intereses de estos
curialistas?»
7. El decreto del Santo Oficio, de 13 de enero de 1897, sobre la autenticidad del
Comma johanneum (ASS 29 [1896-971 637), que quería zanjar autoritativamente una
cuestión de critica textual, es un ejemplo típico de la mentalidad que reinaba en los
círculos romanos.
604
ponía en guardia contra «las tendencias inquietantes que trataban
de insinuarse en la exposición de la Biblia»8. Este documento
dio pie al jesuíta francés J. Fontaine para estigmatizar en una serie de artículos las «infiltraciones protestantes» en el clero francés, volviéndose sobre todo contra la «Revue d'histoire et de Iittérature religieuse» que había sido fundada por Loisy en 1896,
y contra los artículos de Loisy que, destinados a un extenso público, habían sido publicados en la «Revue du clergé francais»,
y en los que se trataba de la revelación primigenia, de la evolución de la religión de Israel o de la evolución del dogma.
La muerte en 1900 del cardenal Mazzella, que había sido prefecto de la Comisión del índice y en torno al cual se habían agrupado los conservadores, especialmente numerosos y activos en la
Compañía de Jesús, y diversas intervenciones cerca del papa (en
particular por parte del obispo de Albi, monseñor Mignot), proporcionaron una cierta distensión. Así lo mostró, a fines del verano de 1901, la creación de la Comisión Bíblica, que fue constituida oficialmente en octubre de 19029. El nombramiento del
franciscano P. Fleming como secretario de la Comisión, los nombres de los primeros consultores, que en gran parte habían sido
elegidos de entre las filas de los exégetas progresivos, y el plan
primitivo de hacer de la «Revue Biblique» el órgano de la Comisión, ilustraron el carácter más bien constructivo que represivo
de esta iniciativa. Sin embargo, esto era simplemente la calma que
precede a la tempestad. Ya algunas semanas después una nueva
intervención de Loisy desencadenó una vez más la controversia
con renovada violencia.
Loisy era un investigador de extraordinaria relevancia científica. A una precisa información de primera mano y una penetrante inteligencia crítica se asociaba en él el talento de un
escritor adornado de extraordinarias dotes de exposición. Debido
a la encíclica Providentissimus, se vio Loisy forzado a abandonar
su cátedra en el Institut Catholique de París. El ocio que le pro8. Encíclica Depuis le jour, de 8 de septiembre de 1899 (ASS 32 [1899-1900] 193-213).
Ya el año anterior, la carta de 25 de noviembre de 1898 al general de los Frailes Menores (ASS 31 (1898-99) 264-267) lamentaba «una forma audaz y libre de interpretación» en el terreno de la exégesis.
9. Véase A. LOISY, Mémoires n. 84-90, y M.-J. LAGRANGE, M. Loisy et le modernisme 119-135. Cf. 469.
605
porcionó esta exoneración de su cargo la aprovechó para desplazar
sus investigaciones del campo de la exégesis técnica a los problemas generales que plantea la Sagrada Escritura, a saber, al sentido de la verdad divina que en ella se expresa y al valor de la
Iglesia que la conserva. La traducción francesa de los cursos de
Adolf Harnack sobre La esencia del cristianismo, aparecida el
año 1902, le ofreció la oportunidad de proponer una síntesis del
sistema de apologética católica que él había elaborado poco antes. Lo hizo en el librito intitulado L'Évangile et l'Église, que en
noviembre de 1902 apareció en el mercado librero y del que se
dijo que pocos libros habían causado tal sensación y suscitado tal
conmoción en el mundo de la religión (F. Klein).
Loisy estaba convencido, al igual que el célebre historiador
protestante, de que no había pleno acuerdo entre el contenido del
Evangelio interpretado críticamente y las diferentes formas que
había asumido el cristianismo histórico. Quería sin embargo probar que este desacuerdo no significaba desfiguración, como pretendía el protestantismo. Muy al contrario, según él, la evolución
del catolicismo en el triple aspecto de institución, de dogma y de
culto, mostraba, en ininterrumpida conexión con el mensaje auténtico de Jesús, la figura de Cristo tal como se podía reconstruir
sobre bases históricas. De todas formas, se trataba de una continuidad fundamentalmente distinta de la afirmada por la apologética
tradicional.
Loisy se dejó guiar por las ideas de la escuela escatológica
alemana, aunque repensó a fondo sus argumentos de manera sumamente original y declaró finalmente que Jesús no había pretendido organizar una sociedad religiosa que continuara su obra
aquí en la tierra, sino que se había más bien limitado a proclamar
la inminente instauración del reino de Dios. Ahora bien, según
él las cosas habían marchado de manera distinta de lo previsto:
«Jesús anunció la venida del reino de Dios, y lo que vino fue la
Iglesia.» La Iglesia, sin embargo, quedó orientada hacia la esperanza mesiánica y, dado que la hora se hacía esperar, asumió
la misión de alimentar y organizar esta expectativa. De esta adaptación del concepto de reino a las condiciones variables de tiempo y de lugar surgieron según Loisy las sucesivas fórmulas de sus
dogmas, la evolución de sus instituciones jerárquicas, el desarro-
lio de sus ritos sacramentales. Esta experiencia del pasado, añadía
Loisy, muestra que la esencia del cristianismo debe cifrarse en el
devenir y no en un núcleo fijo, como pensaba Harnack. Por consiguiente se puede predecir la posibilidad y hasta la probabilidad de
nuevos descubrimientos en el futuro. Dado que los dogmas de la
Iglesia «responden al nivel general de los conocimientos humanos
en el tiempo y en los círculos en que fueron establecidos», resulta
de ello que una modificación substancial en el nivel de la ciencia
puede hacer necesaria «una nueva interpretación de las viejas
fórmulas», y ello tanto más, cuanto que es claro que «los dogmas
no son verdades llovidas del cielo» y que con respecto a la verdad
eterna no pueden pasar nunca de ser símbolos.
En los círculos que estaban al corriente de las dificultades a
que quería dar respuesta Loisy, la primera reacción a sus tesis
fue en general positiva: finalmente había alguien que en base
a un riguroso método científico, frente a la arrogante crítica de
los protestantes liberales aportaba la prueba de que la Iglesia
católica era el único fruto legítimo del Evangelio. Otros lectores,
en cambio, se escandalizaron sobre todo del no conformismo de
esta nueva apologética, que suscitaba la cuestión de hasta qué
punto era compatible con la ortodoxia católica, y ello no obstante
las múltiples precauciones retóricas tomadas por el autor, que
se limitaba a insinuar muchos de sus puntos de vista más bien
que fijarlos con claridad. Así, no tardaron en mezclarse a los
elogios también críticas e impugnaciones, las cuales, por lo demás,
provenían no sólo de los círculos conservadores, en los que con
frecuencia «el lenguaje tajante ocultaba la más absoluta ignoratio
elenchi»10, sino también de especialistas muy abiertos y de miras
muy amplias, tales como el padre Lagrange y sobre todo monseñor
Batiffol, que convirtió su Instituí Catholique de Toulouse en «un
baluarte de la lucha contra el modernismo» y, por razones aún
no aclaradas, contribuyó a dar virulencia a la lucha".
606
607
10. J. RIVIÉRE, o.c. 169. Hay, sin embargo, eme retener la observación de É. POULAT,
Histoire, dogme et critique 291: «Si bien estaban escasamente equipados para resolver
los problemas planteados, tenían sin embargo la suficiente información teológica para
localizarlos y para destacar las divergencias de opiniones.»
11. É. POULAT, o.c. 364-392. Poulat plantea incluso la cuestión: «¿Qué participación tuvo en la condenación del modernismo la escuela progresista [es decir, la escuela
de Batiffol y Lagrange]?» (p. 366).
Ya el 17 de enero de 1903 el cardenal Richard, arzobispo de
París, a instancias del cardenal Perraud, había condenado la obra
que «era apropiada para desorientar muy gravemente la fe de
los fieles en los dogmas fundamentales de la doctrina católica».
Sin embargo, el episcopado en general, con cuatro o cinco excepciones, estimó más conveniente no pronunciarse todavía. También
León xm adoptó este punto de vista. Pero, la atmósfera de Roma
cambió durante el verano, tras la elección de Pío x, que hacía
ya algún tiempo que seguía lleno de preocupación esta efervescencia teológica y exegética en Francia.
La controversia estalló de nuevo y todavía con mayor fuerza
en el otoño, cuando Loisy publicó un nuevo volumen con explicaciones en justificación del primer libro: Autor d'un petit livre.
El objetivo principal de este escrito era para él librar a los historiadores católicos de una tutela que él calificaba de anacrónica
y recalcaba insistentemente la independencia de la crítica bíblica
con respecto a la doctrina teológica. Pero ni siquiera se contentó
con esto, sino que afirmó con mayor claridad aún que, contrariamente a las pretensiones de la apologética clásica, la divinidad de
Cristo se sustrae a la historia, e igualmente su resurrección, su
concepción por la Virgen o cualquier otra intervención personal
de Dios en la marcha de los asuntos humanos. Según él, no es
objeto de la historia la existencia de Cristo resucitado, sino únicamente la fe de los discípulos en esta existencia, fe que, por lo
demás, se fue perfilando progresivamente. Si bien inducía a distinguir entre el Cristo de la historia y el Cristo de la fe, sin embargo, contrariamente a lo que afirmaban con frecuencia sus oponentes católicos, no dijo él que la fe estime verdadero lo que
a los ojos de los historiadores aparece falso. Y aun cuando por
un lado creía poder asegurar que bajo el influjo de la fe que actúa
en la conciencia cristiana se había efectuado no sólo una evolución de la institución eclesiástica, sino también una idealización
de la persona de Jesús, por otro lado siguió siendo siempre de
parecer que existe correlación entre este fenómeno de la conciencia colectiva y su apoyo objetivo.
Ahora bien, estas explicaciones no sólo no lograban acallar
las preocupaciones, sino que todavía las reforzaban más, y el
nuevo librito tropezó esta vez con la oposición casi unánime de
608
los teólogos y del episcopado. Por otro lado, se produjeron renovadas intervenciones en favor de Loisy en Roma, concretamente
por parte del Barón von Hügel, que hacía tiempo se contaba entre los admiradores de este pensador, y de monseñor Mignot, uno
de los pocos prelados franceses que habían comprendido que era
absolutamente imprescindible dar acogida a los nuevos métodos
críticos también en el marco de las ciencias eclesiásticas12. Sin
embargo, el Santo Oficio condenó el 16 de diciembre de 1903
las obras principales de Loisy, aunque recurriendo a formulaciones bastante vagas, que parecían indicar que todavía se vacilaba
en tomar partido a fondo. Loisy hizo saber poco después que se
sometía a la decisión de Roma. Durante tres años se abstuvo
también de intervenir en las controversias que él mismo había
suscitado y se consagró más bien, en silencio, a su gran comentario de los Evangelios sinópticos (1907-08).
Más tarde declaró reiteradamente que ya mucho antes de la
publicación de L'Évangile et l'Église había perdido la fe en la divinidad de Cristo y hasta en la existencia de un Dios personal,
aunque había preferido mantener ocultas sus verdaderas ideas en
la esperanza de poder iniciar con grandes perspectivas de éxito
una reforma de la Iglesia desde dentro, que le parecía provechosa
para la humanidad. Su biografía por Houtin 13, que lo había conocido bien, parece confirmar a primera vista sus declaraciones.
En cambio algunas penetrantes observaciones de É. Poulat, editor del texto de Hutin, que había permanecido largo tiempo inédito, permiten conjeturar que precisamente la existencia de este
manuscrito, del que Loisy tenía algún conocimiento, aunque sin
haber visto el texto mismo, explica en parte la reconstrucción de
su evolución religiosa, que Loisy quiso dar a posteriori, una vez
se hubo desligado de toda fe positiva. Esto restringe la credibili12. Sobre el barón Friedrich von Hügel, v. más adelante, 616. Sobre monseñor Mignot (1842-1918), véase L. DE LACGER, Mgr. M., París 1933, que se ha de matizar con
É. POULAT, Histoire, dogme et critique 448-484, y completar con las cartas publicadas
recientemente por M. BÉCÍMEL, en BLE 67 (1966) 3-44 81-114 170-194 257-286, 69 (1968)
241-268, 71 (1970) 262-273.
13. Sobre Albert Houtin (1867-1926), sacerdote e historiador, que se fue separando
progresivamente de la Iglesia y de la fe cristiana y en 1902 había publicado un balance
irónico La question biblique chez les catholiques de Frunce au XIX' sikcle, donde ponía
de manifiesto la debilidad de las respuestas que se oponían a la exégesis racionalista
antes de la entrada en escena de Loisy, véase É. POULAT, O.C. 332-363. Sobre la cuestión
bíblica durante el pontificado de León x m , cf. cap. xxm.
609
dad de las explicaciones del exegeta sobre la verdadera fecha en
que cesó de creer y demuestra que no faltaron quienes demasiado
precipitadamente dieron fe a sus propias declaraciones. En todo
caso los fragmentos de cartas y los recuerdos que publicó R. de
Boyer con el título Loisy entre la foi et l'incroyance confirman
cuan lejos estaba Loisy de un Renán, cuyo racionalismo dentista
detestaba, o de un Houtin, que desde más de un aspecto era su
genio maligno14.
Cierto que ya en 1900 distinguía Loisy entre foi y croyanees,
entre fe y creencias, pero los progresos de la sociología del conocimiento religioso, de la teología de la fe y de la hermenéutica permiten hoy comprender la psicología de los modernistas mejor que
a comienzos del siglo.
Sea lo que fuere de las opiniones personales de Loisy, en todo
caso consta que él fue el catalizador de una desazón que se fue
extendiendo cada vez más entre los intelectuales católicos y que sus
dos «libritos» y su condenación desencadenaron una disputa teológica que se prolongó hasta 1908 y se extendió mucho más allá
de las fronteras francesas. Mientras que a los teólogos conservadores les parecía Loisy un nuevo Renán, peor que el primero,
sus defensores recordaban el proceso contra Galileo o replicaban
que se estaba introduciendo «el affaire Dreyfus del clero».
Estas ideas revolucionarias hallaron gran eco en ciertos ambientes intelectuales, especialmente entre el clero joven. Ejercían
fascinación aquellos sugestivos modos de ver que, junto con la fina
percepción de los múltiples niveles de las verdades históricas,
se distinguían tan radicalmente del carácter superficial y de las
ingenuidades de las «Vidas de Jesús» y de las historias del cristianismo primitivo de que disponía el público católico. Las ideas
de Newman —con frecuencia bastante mal entendidas— sobre
la evolución de la doctrina cristiana y sobre las relaciones entre
la fe y la razón, que por entonces fueron propagadas en Fran-
cia por Bremond15, les ofrecían al parecer la garantía de un
cardenal en favor del camino apologético que había trazado Loisy
y en favor asimismo de una concepción menos conceptual de
la revelación. Además entreveían todo el provecho que se podía
sacar del hecho de asegurárseles que los Evangelios no son escritos históricos en sentido estricto, sino documentos de índole catequética que expresaban la fe de las primeras generaciones cristianas tal como ésta pugnaba por formularse. A esto se añadió
todavía en diferentes demócratas cristianos la conciencia de un
paralelismo entre sus aspiraciones a una cierta adaptación de la
Iglesia a la sociedad moderna y la obra de renovación emprendida
por Loisy en plano teológico por un lado, y por otro entre la
exigencia de autonomía del exegeta o del historiador del dogma
frente al magisterio eclesiástico, formulada por el mismo Loisy,
y sus propias exigencias democráticas de autonomía de los seglares y de la sociedad civil frente a la autocracia clerical. El semanario lionés «Demain» (1905-07), dirigido por dos jóvenes seglares, es un buen representante de esta actitud de espíritu.
Muchos de los entusiastas admiradores de Loisy pensaban como
Bremond, que aludía al diluvio de la crítica racionalista en los
siguientes términos: (Loisy) «es un verdadero Noé, y la Iglesia
se alegrará de tener su arca» 16. Pero había también otros muchos
que se sentían muy preocupados, y no sólo en el campo de los
conservadores, como lo demuestra el tomo de correspondencia
compilado por P. Marlé. Había progresistas que convenían con
Loisy en la necesidad de una profunda revisión de la apologética
católica tradicional y en una serie de conclusiones críticas. No obstante, vacilaban en dar su consentimiento a su radical punto de
14. Cf. É. POULAT, Une ceuvre clandestine d'H. Bremond 21-22: «El modernismo
de Loisy se situaba en realidad en el centro de un campo de tendencias, cuya derecha
estaba representada por el progresismo de monseñor Batiffol, del padre Lagrange, del
padre Grandmaison, etc. y que a la izquierda tropezaba con el racionalismo de hombres
como Turmel, Houtin y Sartiaux. Las constantes relaciones de estos dos últimos con
Loisy y la oposición indiferenciada de los primeros pudieron paliar la profundidad y el
significado de sus divergencias de opiniones, que no eran tan sólo cuestión de temperamento.»
15. De 1904 a 1906 publicó tres volúmenes de extractos (traducidos) relativos a la
evolución del dogma y a la psicología de la fe, y también Newman, essai de biographie
psychologique. Sobre Henri Bremond (1865-1933), véase DSAM 1928-1938; Entretiens sur
H. Bremond, ed. dir. por J. DAGENS - M. NÉDONCELIE, París-La Haya 1967, en particular 43-98; É. POULAT, Une oeuvre clandestine d'H. Bremond, Roma 1972. Sobre sus
relaciones con el movimiento modernista, hay que retener —aparte de esta última obra —
la opinión de Loisy: «Bremond no estuvo implicado muy estrechamente en la batalla
modernista. Estuvo únicamente al servicio de la Cruz Roja: recogió los cadáveres y
vendó a los heridos.»
16. H. BREMOND - M. BLONDEL, Correspondance i, 494 (23-5-1904). Sobre este entusiasmo en la juventud, véase É. POULAT, Histoire, dogme et critique 270-315, que cita
entre otras cosas el testimonio de monseñor E. Amann, en RevSR 10 (1930) 676-693,
especialmente 685. Véase también la encuesta llevada a cabo en 1906 por M. Rifaux
sobre «Les conditions du retour au catholicisme», París 1907; cf. J. RIVIERE, o.c. 258-261.
610
611
vista sobre la total autonomía de la crítica con respecto al magisterio eclesiástico y en someter incluso a discusión el concepto
de ortodoxia. Tal era, entre otros, el caso de monseñor Batiffol
— aunque con el interés muy patente de recobrar su buen nombre
a los ojos de Roma— o el de Blondel, cuyos artículos, que llevaban el título de «Histoire et dogme», cargaban el acento sobre
el genuino concepto de tradición en el sistema católico y todavía
hoy día se muestran especialmente clarividentes, si bien el filósofo
de Aix compartía la dificultad, corriente en los filósofos, de penetrar en la problemática de los historiadores y no siempre percibió el alcance de los problemas suscitados por Loisy.
Aun cuando Loisy ocupó el centro de las controversias que
conmocionaron al mundo de los intelectuales católicos en los primeros años del siglo xx y con cierta razón puede ser considerado
como el «padre del modernismo» (Heiler), sin embargo no eran
la cuestión bíblica y la historia del dogma los únicos terrenos en
que por el mismo tiempo se suscitaron controversias fundamentales, que a los unos parecían imprescindibles para salvar lo que
todavía se pudiera salvar del cristianismo, mientras que a los
otros les parecían destruir sencillamente lo esencial de la fe cristiana, tal como ellos la entendían.
Las controversias que a fines de los años noventa se habían
desencadenado en torno a las sugerencias de Blondel relativas a la
renovación de la apologética mediante el empleo del método filosófico de la inmanencia (apologética de la inmanencia) se habían
ido calmando poco a poco. Sin embargo, uno de sus discípulos,
el padre Laberthonniere17 dio lugar a que volvieran a reanimarse
las discusiones y las extendió al entero problema del conocimiento
religioso. En dos colecciones de artículos, Essais de philosophie
religieuse (1903) y Le réalisme chrétien et l'idéalisme grec (1904),
que Loisy consideraba como «un Maurice Blondel traducido al
francés», criticaba las filosofías de las «esencias» y, bajo el nombre de un dogmatismo moral, trazó de reemplazarlas por una
filosofía de la acción de cuño personalista; analizó también una
de las cuestiones fundamentales suscitadas por los modernistas:
la cuestión de la originalidad y peculiaridad del cristianismo considerado como la religión histórica revelada. Su concepción de la
filosofía lo indujo a someter a una crítica radical el tomismo, que
por lo demás no conocía bien, y a asociar tan íntimamente el
orden natural y lo sobrenatural que daba la sensación de quererlos fundir en uno. Además, se dejó guiar por la crítica blondeliana
del «extrinsecismo» y reprochó a la Iglesia proceder demasiado
autoritariamente. En consecuencia, los teólogos aferrados a la tradición tenían no pocas razones para atacarlo, tanto más cuanto
que el año 1905 se intensificó aún más su influencia al asumir, en
colaboración con Blondel, la dirección de los «Annales de philosophie chrétienne»18. Fundó además una «Association d'études religieuses», en la que se reunían periódicamente filósofos y hombres
de ciencia cristianos que tenían la mente abierta a las modernas
corrientes de ideas.
Fue precisamente un miembro de este grupo, el matemático y
filósofo E. Le Roy19, discípulo de Bergson, al que preocupaban
notablemente los problemas religiosos, quien desencadenó entre
teólogos y filósofos católicos una de las discusiones más apasionadas de aquellos agitados años «un verdadero tumulto», como
la calificó Riviére. A principios de 1905 publicó Le Roy un
artículo que llevaba por título Qu'est-ce qu'un dogme?'20, en el
que requería a filósofos y teólogos a preguntarse qué sentido pueden tener las fórmulas dogmáticas propuestas por la Iglesia a sus
fieles, para una inteligencia moderna de cuño científico. Volvía
a poner en discusión la concepción clásica del dogma, que para
él estaba ligada a la filosofía escolástica heredada de la edad
media y a su concepto estático de una verdad fijada para siempre
en forma esteretotipada, subrayada la radical desproporción entre
los misterios y la mente humana y proponía que se atribuyera a
17. Sobre Luden Laberthonniere (1860-1932), véase E. CASTELLI, Laberthonniere, París 1931; L. PASSAGLIA, Educazione religiosa e liberta umana in Laberthonniere. La formazione di un pensiero, Milán 1967; T H . PERRIN, Le P. Laberthonniere, París 1970;
A. NOINDU, Le probléme de la connaissance religieuse dans la crise moderniste. L. Laberthonniere, Kinshasa 1972, tesis; Laberthonniere. L'homme et l'oeuvre, ed. dir por
P. BEILLEVERT, París 1972. Cf. 451.
18. Véase el articulo inaugural de la nueva serie con el título iVofre programme
(vol. 151, 5-31).
19. Sobre Édouard Le Roy (1870-1954) véase «Études philosophiques» 10 (1955) 161210, y T H . TSHIBANGÜ, Théologie positive et théologie spéculative, Lovaina-Léopoldville
1965, 250-267.
20. En «La Quinzaine» 63 (1905) 495-526; reasumido, con importantes ampliaciones
en su libro Dogme et critique (1907), en el que en las páginas 359-363 se halla una
bibliografía de la polémica suscitada por el artículo.
612
613
los dogmas un significado esencialmente práctico: así, no se trataría ya de concepciones especulativas, que se nos hayan de imponer, sino de reglas del obrar moral y religioso. Cuando la Iglesia nos las propone, pediría únicamente que creamos que la realidad religiosa contiene efectivamente la materia que justifica la
actitud requerida. Si bien destacados pensadores, como el jesuita
Grandmaison y los dominicos Sertillanges y Alio, se mostraron
comprensivos, sin embargo, la mayoría de los teólogos reaccionaron enérgicamente contra aquel «pragmatismo», en el que — por
no haber comprendido en absoluto la problemática de Le Roy —
sólo veían un agnosticismo radical. Se pronunciaron, pues, con el
mayor rigor contra aquella corriente, tanto más cuanto que Le
Roy no ocultaba que daba por seguras una serie de conclusiones
de Loisy y además no vacilaba en someter a discusión, en nombre de las exigencias de la actitud moderna del espíritu, el concepto tradicional de milagro y su significado apologético21.
Así, en el transcurso de pocos años se vio sacudida de repente
y casi simultáneamente en toda una serie de puntos cruciales la
que A. Dupront llamó «tranquilidad tridentina de todo un mundo
eclesiástico». Se trataba, en efecto, nada menos que de la naturaleza de la revelación, de la inspiración de la Sagrada Escritura
y del conocimiento religioso, de la persona de Cristo y de su
verdadero papel como origen de la Iglesia y de los sacramentos,
de la naturaleza y de la función de la tradición oral en el sistema
católico y de los límites de la evolución dogmática, de la autoridad
del magisterio eclesiástico y del verdadero significado del concepto
de «ortodoxia», del valor de la apologética clásica.
Las respuestas dadas por Loisy, Laberthonniére y Le Roy
contenían elementos aceptables que a veces señalaban la dirección acertada, como lo demostraron después el ulterior desarrollo
de la teología y ciertas tomas de posición del concilio Vaticano n.
Sin embargo, estos elementos positivos no estaban todavía suficientemente decantados y fueron con frecuencia presentados sin
las finas distinciones que se imponían o con un vocabulario inadecuado, de modo que forzosamente debían provocar desorientación y desconcierto en las mentes conformistas.
21.
«Anuales de philosophie chrétienne» 153 (1906-07) 5-53 166-191 225-259.
614
Esto es tanto más cierto cuanto que, sobre todo en el caso de
Loisy, había que habérselas con afirmaciones a veces verdaderamente ambiguas. Éstas podían interpretarse en sentidos totalmente
contrapuestos: como heréticas y en definitiva destructoras de toda
fe cristiana, pero también al revés, entendidas, sí, como innovaciones, pero con todo prefectamente ortodoxas y con efecto liberador frente a las dificultades sumamente reales acarreadas por
los progresos de las ciencias de la religión.
Las mentes que asumieron la defensa de los innovadores opinaban que éstos, pese a sus imprudencias e imprecisiones, habían
abierto un camino provechoso en medio de la penumbra. Sus
adversarios, en cambio, sólo veían la primera posibilidad de interpretación y suponían que bajo las formulaciones ambiguas, esta
interpretación era la que respondía al verdadero pensamiento de
sus autores. Su lucha contra esta corriente fue cada vez más encarnizada, ya que la desorientación y el desconcierto de un principio se fue convirtiendo en un verdadero pánico. Este pánico
tenía sus orígenes en una literatura ambigua, que llevaba a círculos cada vez más amplios las controversias del momento, sin
pronunciarse claramente en un sentido o en otro. Las consecuencias fueron desastrosas sobre todo en el clero joven, el cual, debido a la formación superficial en los seminarios, estaba poco preparado para conservar la serenidad, y cuyas «explosiones» cada
vez más numerosas eran miradas con complacencia por los espectadores22. Si se tiene presente que entonces las autoridades eclesiásticas tenían que hacer frente al mismo tiempo a una ofensiva anticlerical especialmente violenta y que el creciente avance
del socialismo reforzaba todavía más la tendencia de las derechas
a resistir a toda innovación, de cualquier clase que fuese, se comprende aún mejor el desconcierto y la confusión casi general de
los católicos responsables, tanto más cuanto que el movimiento
iba adquiriendo progresivamente dimensiones internacionales.
22. Sobre todo H. HOUTIN, cuyo libro La crise du clergé, París 1907, tuvo gran éxito,
como lo prueban las reediciones y traducciones.
615
XXXI. LA CRISIS EN INGLATERRA
FUENTES: Sobre Tyrrell: Obras, cf. TH. M. LOÓME, A Bibliography
of the Published Writings of G. Tyrrell, en «Heythrop Journal» 10 (1969)
280-314; Supplement, ibidem 11 (1970) 161-169; G. TyrreWs Letters, 18981909, pub. por M. PETRE, Londres 1920; Lettres de G. Tyrrell á H. Bremond, pub. con anotaciones de A. LOÜIS-DAVID, París 1971; otras cartas
pub. por M. PETRE, Autobiography and Life of G. Tyrrell (cf. luego), por
A. LOISY, Mémoires, París 1930-1931 y por J.H. GRAHAM, en «The Month»
226 (1968) 178-185, 231 (1971) 111-119 y por T H . M. LOÓME, ibidem 229
(1970) 95-101 138-149; existen todavía cartas sin publicar en el British
Museum, sección de manuscritos. Véase también F.v. HÜGEL, Father Tyrrell.
Some memorials of the last 12 years of his Life, en «Hibbert Journal» 8
(1909-1910) 233-252.
Sobre v. Hügel: Selected Letters, 1896-1924, pub. por B. HOLLAND, Londres
1927 (selecciona con el punto de vista de absolverle de la acusación de
modernismo); Letters to a Niece, pub. por G. GREENE, ibidem 1928; Spiritual Counsels and Letters, pub. por D. STEERE, ibidem 1964; otras cartas
importantes en A. LOISY, Mémoires; respecto de cartas y diarios no publicados, cf. TH. M. LOÓME, l.c, 295. También M. PETRE, My Way of Faith,
Londres 1937.
BIBLIOGRAFÍA: J. RIVIERE, O.C, espec. p. 82-85 102-106 192-222 265274 300-307 389-401; A. VIDLER, The Modernist Movement, espec. p. 143181 204-212; id., A Variety., 109-190; M. RANCHETTI, O.C, 58-74; M. WARD,
The Wilfrid Wards and the Transition n, Londres 1937, 134-420; M. PETRE,
Von Hügel and Tyrrell, Londres 1937; id., en Congrés d'histoire du christianisme, pub. por P. COUCHOUD IH, París 1928, 226-247.
Sobre Tyrrell: M.D. PETRE, Autobiography and Life of G. Tyrrell,
2 vols., Londres 1912; R. GOUT, L'affaire Tyrrell, París 1910; J. STAM.
G. Tyrrell, Utrecht 1938; D. GRASSO, La conversione e l'apostasia di G
Tyrell, en «Gregorianum» 38 (1957) 446-480 593-629; R. BOUDENS, G. Tyrrell and Card. Mercier, en «Église et théologie» 1 (Montreal 1970) 313351; P. SCOPPOLA, en «Humanitas» 22 (Brescia 1967) 705-738; G. DALY,
Some Reflections on the Character of G. Tyrrell, en «Heythrop Journal»
10 (1969) 256-274; J.A. LAUBACHER, Dogma and the Development of Dogma
in the Writings of G. Tyrrell, Lovaina-Baltimore 1939; J.F. O'GRADY,
The Doctrine od Nature and Grace in the Writings of G. Tyrrell, Roma
1968.
Sobre v. Hügel: M. DE LA BÉDOYERE, The Life of Barón v. Hügel, Londres 1951; M. NÉDONCELLE, La pensée religiuse de F.v.H., París 1935;
L. BARMANN, Barón v. Hügel and the Modernist Crisis in England, Cambridge 1972. También J. STEINMANN. Barón v. Hügel, París 1962; cf. al
respecto «Revue belge de philosophie et d'histoire» 42 (1963) 1162-1163;
616
J. HEANEY, The Modernist Crisis, v. Hügel, Londres 1969; cf. al respecto
«Heythrop Journal» 10 (1969) 315-319; T H . LOÓME, en DR 91 (1973) n.°
302-304.
Sobre el modernismo en los Estados Unidos: TH. MCAVOY, en RPol 21
(1959) 71-74; J. RATTÉ, Three Modernists, A. Loisy, G. Tyrrell, W.L. Sullivan, Nueva York 1967; J. LIENHARD, The «New York Review» and Modemism in America, en RACHS 82 (1971) 67-82.
El modernismo inglés, en comparación con sus manifestaciones
en Francia y en Italia, acusa algunas peculiaridades. En primer
lugar, los modernistas representaban aquí un grupo muy restringido ', incluso en los momentos en que el movimiento había alcanzado ya su punto culminante; esto es válido incluso entendiendo
el concepto de «modernista» con mayor amplitud que en el sentido de la herejía inmanentista definida abstractamente en la encíclica Pascendi.
Tal situación era de prever en un país en el que los católicos
sólo formaban una pequeña minoría, dentro de la cual los intelectuales se hallaban también a su vez en notable minoría. En cambio, el modernismo inglés, debido a sus características, ejerció en
el continente, y sobre todo en Italia, un influjo que en modo alguno estaba en proporción con su fuerza numérica2. Mientras
que Loisy, por un lado, merece ser llamado el «padre del modernismo católico» en el terreno de la exégesis y de la historia del
dogma, cabe preguntarse si Tyrrell no merece igualmente este título
en el terreno de la teología fundamental y de la filosofía de la
religión.
Por otro, todos los historiadores están de acuerdo en reconocer
en von Hügel el más importante hombre de enlace entre los modernistas y los progresistas de los diferentes países y —por lo
menos al comienzo de la crisis— entre éstos y las autoridades
eclesiásticas. Finalmente —también en contraste con el modernis1. Esto, sin embargo, no quiere decir que el movimiento se pueda restringir a dos
o tres figuras, contra lo que se ha intentado hacer con frecuencia. Es acertada la observación de M. PETRE (Congrés d'histoire du christianisme ni, 233): «No hay, en efecto,
que creer que los fíeles que no se consagran especialmente a historia y a la ciencia
estén siempre conformes con la doctrina teológica que se les propone. Muchas luchas
ocultas tienen lugar en los corazones sencillos, para los que la doctrina y los sacramentos de la Iglesia son los medios imprescindibles para la vida espiritual y para quienes
hay elementos de esta doctrina que van contra sus más nobles sentimientos. Son los
modernistas sencillos.»
2. A esto se añade su influjo muy notable en determinados ambientes anglicanos.
617
mo francés, y en menor grado con el italiano—, no había ningún
modernista inglés destacado que tendiera a un racionalismo agnóstico. Los modernistas ingleses, sin excluir al mismo Tyrrell, al que
los trabajos científicos más recientes han sabido apreciar mejor
que la generación anterior, confirman la definición que éste dio
en Christianity at the cross-road ( = El cristianismo en la encrucijada): «Por modernista entiendo yo a un cristiano de una Iglesia
cualquiera que está convencido de que las verdades esenciales de
su religión y las verdades esenciales de la ciencia moderna pueden
confluir en una síntesis.» Aquí se puede añadir todavía la puntualización que hizo Miss Petre: «El modernismo busca una síntesis no sólo entre la modernidad y la religión, sino también entre
la religión moderna y la Iglesia.»
La pugna por una síntesis entre la fidelidad a la Iglesia católica por un lado y la afirmación de la cultura moderna y de la
libertad científica por otro había desencadenado ya en los años
sesenta, en el núcleo del catolicismo inglés llamado RamblerGruppe3, tensiones que, sin embargo, no tardaron en apaciguarse.
La elevación de Newman a la dignidad cardenalicia había contribuido a serenar la atmósfera. Tras un intervalo de reposo de
unos dos decenios despertó a nueva vida el liberalismo religioso
en la última década del pontificado de León xm. Ya en 1892,
el periodista católico E.J. Dillon comenzó a criticar en la revista
«Contemporary Review» la política de la curia romana. El año
1896 Wilfrid Ward4, hijo del paladín del más estricto movimiento
ultramontano, con objeto de reaccionar contra la mentalidad de
ghetto de sus correligionarios, había creado la «Synthetic Society»,
en la que se reunían católicos, anglicanos y protestantes. F. von
Hügel, que ocupaba un puesto destacado en el mundo católico
inglés, había presentado en 1897, en el Congreso Científico Internacional de Friburgo, una ponencia sobre las fuentes del Hexateuco, en la que se adhería en lo substancial al punto de vista
de Wellhausen, y en el transcurso de los años siguientes logró
reclutar cada vez más admiradores para Loisy5, con el que man-
tenía una animada correspondencia. Las polémicas en torno al
americanismo y luego la deserción a principios del 1900 del viejo
científico católico St. George Mivart6, que sostenía en el «mivartismo» un transformismo moderado, así como la polvareda que
con ello se levantó en la prensa inglesa, fueron indicios del despertar de una mentalidad de reforma en ciertos ambientes católicos. Los obispos, en la esperanza de volver a dominar la situación, publicaron una pastoral colectiva sobre La Iglesia y el liberalismo católico1, en la que proclamaban la defensa de las congregaciones romanas y señalaban expresamente la distinción entre la
Iglesia «docente» y la Iglesia «discente». El carácter predominantemente negativo del documento no hizo sino reforzar todavía más
la desazón8, no obstante un breve de aprobación del papa.
La figura más conspicua de los católicos ingleses progresistas
a comienzos del siglo xx era el barón Friedrich von Hügel (18521925), del que M. Petre escribió: «No sólo era modernista, sino
archimodernista, puesto que con toda seguridad era el pionero
del modernismo en Inglaterra (...), el maestro de todos nosotros»9.
El barón von Hügel fue juzgado durante largo tiempo muy severamente por los historiadores católicos, debido a sus innegables
simpatías por el modernismo naciente y al apoyo desinteresado
que prestó durante muchos años a sus jefes más importantes
— incluso a los más comprometidos—, por lo cual P. Sabatier
le dio el sobrenombre de «obispo laico de los modernistas». De
entonces acá se puso en marcha, sin embargo, su rehabilitación,
y así aparece cada vez más como una de las personalidades religiosas de mayor irradiación de su tiempo. Se mantuvo siempre
alejado del subjetivismo religioso de sus amigos, así como del
empeño de éstos por reducir la religión a un problema intrahumano10. En una carta de mayo de 1903 esbozó así su propio
3. HI vil, 965.
4. Cf. 223.
5. Todavía en 1903 fue enjuiciado muy positivamente L'Évangile et l'Église por P. Lucas en la revista de los jesuítas «The Month» y por W. Ward y Dom C. Butler en
«The Tablet». Véase también Voces catholicae, The abbé Loisy and the Catholic Reform
Movement, en «Contemporary Review» 83 (1903) 385-412.
6. Sobre este asunto, véase J.W. GRUBER, A Conscience in Conflict, the Life of
St. G. J. Mivart, Nueva York 1960.
7. Texto de esta Joint Pastoral de 22-12-1900 en «The Tablet» 97 (1901) 8-12 50-52.
8. Sobre las reacciones suscitadas por la Joint Pastoral véase M. WARD, O.C. 134143, M. PETRE, Autobiography and Life of G. Tyrrell II, 146-161, y L. BARMANN, O.C. 149153.
9. Congrés d'histoire du christianisme in, París 1926, 227, 233.
10. La mejor prueba de esto la ofrece su obra principal: The Mystical Element of
Religión as Studied in St. Catherine of Genova and her Friends, 1908, que fue compuesta en el momento culminante de la crisis modernista. Hay que notar que W. Temple
declaró en 1925 que este escrito se puede «considerar como la obra teológica más im-
618
619
ideal: «debemos vivir y crear no sólo una cosa sencilla, la ciencia
honrada, sino una cosa compleja, costosa y consoladora: la ciencia honrada en y con una profunda religión enraizada en la historia, en y con un catolicismo vivo» u .
Siendo como era un espíritu más comprensivo que original,
había entrevisto mejor que muchos otros cuan importante es mantenerse fiel a la vez a las exigencias de una tradición encarnada
en una comunidad eclesiástica y a las exigencias de una crítica
absolutamente honrada y conforme a razón, y cuan necesario es
vivir en las más hondas profundidades de la propia personalidad
de hombre y de cristiano creyente la constante tensión entre los
dos aspectos, en lugar de perseguir una solución media de compromiso entre ambas. Esta apertura con respecto a todos los
verdaderos valores era quizá el rasgo más característico de la personalidad tan rica y diferenciada del barón von Hügel. Su preocupación por no perder ninguno de estos valores explica su
voluntad de no cortar nunca las amarras y de conservar la conexión
incluso con aquellos que erraban en sus pretensiones exclusivistas,
pero que a sus ojos tenían el mérito de atraer la atención hacia
un aspecto de la realidad o hacia un auténtico problema al que
no es lícito sustraerse12.
Friedrich von Hügel era hijo de un diplomático austríaco y de
una escocesa y vivía desde 1871 en Londres. En su juventud había
atravesado por una grave crisis que había logrado superar gracias
a la asistencia de Henri Huvelin. Éste le había dado como norma:
«Para usted, siempre la verdad, nunca la ortodoxia.» Asi, fue
siempre y durante toda su vida la autonomía de la investigación
científica, su valor propio, una especial preocupación suya. Sin
portante escrita en inglés durante el último medio siglo» (cit. por M. DE LA BEDOYÉRE,
o.c 223).
11. Seíected letters 123.
12. Sobre el sentido de estos empeños es muy instructiva una carta escrita después
de la crisis: «Procuro hacer todo lo que está en mi mano para que mi vieja Iglesia
sea intelectualmente lo más aceptable posible, no porque la razón sea lo más importante
en la religión, sino porque mi vieja Iglesia posee ya plena y absolutamente todos los
conocimientos que son necesarios como ayuda de la vida espiritual, mientras que por
múltiples razones que llenarían todo un volumen está mucho menos pertrechada por
lo que hace a las necesidades, los derechos y los deberes de la vida intelectual. En este
segundo aspecto de mi empeño está incluido el ardiente deseo y la más viva esperanza
de prestar servicio a los católicos heridos, amargados, que han abandonado la fe o que
están en trance de abandonarla, de vendar sus heridas y de hacerlos volver al seno
de la Iglesias (Letters to a Niece, n.« 60, de 9-12-1921).
620
embargo, esta postura intelectual no fue nunca para él un obstáculo para una profunda religiosidad interior y para una inquebrantable fidelidad a la Iglesia, puesto que consideraba la vida en
la Iglesia, que dispensa los sacramentos, como la fuente imprescindible de toda vida religiosa verdadera13. Von Hügel era autodidacto, como muchos diplomáticos de su generación. No obstante,
su cultura religiosa rebasaba la de muchos eclesiásticos. En él se
asociaban la profundidad germana y el método empírico inglés,
lo que le convirtió en precursor de los pensadores «existencialistas» de la siguiente generación. Desde luego, no era especialista
en ninguna materia determinada, pero era —cosa rara en su época— igualmente competente en el campo de la crítica bíblica, de
la filosofía de la religión y de la historia de la espiritualidad.
Al mismo tiempo poseía el don muy especial de sacudir las mentes y las almas y de estimularlas —tanto con críticas comedidas
como con consuelos y alientos — a una investigación más profunda
de la verdad.
Todavía era más notable la circunstancia de que, gracias a su
perfecto dominio de las lenguas internacionales, le era posible, mediante una voluminosa correspondencia y mediante frecuentes viajes al extranjero, poner en fructuoso contacto a exegetas, teólogos
y filósofos que en Francia, en Inglaterra, en Alemania o en Italia
buscaban a tientas la verdad en la misma dirección. Muchos de
ellos fecundaron su pensamiento y fueron sus mejores amigos, a
los que procuró ayudar con su comprensión, su amplitud de miras
y su incomparable delicadeza. Con todo, no era tan veleidoso
como varios de ellos; buscaba el equilibrio y rechazaba sistemáticamente las posturas radicales. Así le fue posible sustraerse a toda
condenación14, para lo que quizá le aprovechó también su posición
en la sociedad. A sus amigos, empero, los defendió con entrega
total hasta los límites de lo posible; repudiaba resueltamente la
crítica inadecuada y con frecuencia superficial, y consideraba es13. «No book ís worthy of such a sacrifico as that of the sacraments oí the Churcto,
declaró un día a Miss Petre.
14. Fuera de una censura indirecta por un asunto de segundo orden, que además
era injustificada (cf. M. DE LA BEDOYÉRE, O.C. 191). Sobre la postura de von Hügel
con respecto a las autoridades eclesiásticas en vísperas de la Pascendi, véanse sus cartas
a Tyrrell y a Loisy, que están analizadas en esta misma obra, 188-189 Sobre su actitud
el afio 1907, véase L. BARMANN, O.C. 183-209
621
candalosos para un hombre religioso del siglo xx los métodos autoritarios del Vaticano.
Jorge Tyrrell (1861-1909) era un predicador popular y cura de
almas muy apreciado, autor de libros de devoción de rara sensibilidad y delicadeza y de ensayos apologéticos que se adaptaban de
manera extraordinaria a la mentalidad de sus contemporáneos.
Quizá se habría mantenido fiel a esta línea durante toda su vida
si no se hubiese encontrado con von Hügel. Debido principalmente
al influjo de éste, se familiarizó con la crítica bíblica y con la
filosofía de impronta neokantiana. Una vez que hubo entrado por
este camino, llegó poco a poco al extremo de poner en tela de
juicio toda una serie de tesis de la teología fundamental. Aquí
no se puede pasar por alto el influjo que — como lo observó muy
acertadamente Bremond— ejercieron sobre él los protestantes liberales ingleses del siglo xix, sobre todo M. Arnold. Tyrrell era
de origen irlandés. A su temperamento céltico debía su espíritu
crítico, que más de una vez le jugó malas pasadas, pero que al
mismo tiempo le confería una asombrosa capacidad de penetrar
hasta sus más secretas profundidades las fuerzas suprarracionales
que alimentan la experiencia religiosa. A los 18 años pasó de la
Iglesia anglicana a la católica, ingresó en la Compañía de Jesús
y en 1896 fue asignado al grupo de redactores de la revista
«The Month».
Muy pronto vino a ser uno de los redactores más conocidos
de esta publicación15. Dos libros de devoción, Nova et velera
(1897) y Hard sayings (1898), que fueron la base de su amistad
con el barón von Hügel, y su colección de conferencias espirituales a estudiantes de Oxford, External religión, its Use and Abuse
(1899), vinieron a coronar su buen nombre. Pero precisamente
por aquel tiempo comenzaron sus dificultades con la censura eclesiástica. Tyrrell, de temperamento hipersensible, excitable por naturaleza y todavía más por los primeros efectos de la enfermedad
de Bright, de la que precisamente murió, se vio exasperado en
extremo por las mezquinas restricciones que fueron impuestas a su
15. En siete años publicó en «The Month» 39 artículos. Una serie de ellos se publicaron reunidos bajo el título The Failh of the Milllons (2 vols. 1901). El mismo
título indica ya el interés de Tyrrell de no restringirse a los problemas de una élite intelectual, como lo hacían muchos modernistas, sino de repensar a fondo la fe tal como
se ofrece a la masa del pueblo cristiano.
622
actividad intelectual. Esto dio lugar a que comenzara a poner en
duda la autoridad de la jerarquía eclesiástica.
El amplio movimiento de reforma que se había puesto en
marcha en el continente fue para él un acicate en este sentido.
Al mismo tiempo advirtió determinadas realidades, tales como la
demasiado frecuente identificación de la fe católica con sus formas de expresión medievales, el carácter propio y singular de cada
aproximación humana a la verdad, incluso a la verdad religiosa,
y finalmente el contraste entre la concepción estática del dogma
por parte de los escolásticos, y el significado de la evolución de
la doctrina cristiana en el marco de la historia, al que le llevaron
sus nuevas lecturas. Desde entonces comenzó a sostener la tesis
de que los conceptos clásicos del depositum fidei, de la inspiración
de la Biblia y de la revelación debían volver a ser repensados a
fondo, cargando el acento sobre todo en el elemento místico de
la religión.
Entonces comenzó Tyrrell a esforzarse, con mayor o menor
reserva según las circunstancias por demostrar que Cristo no se
había presentado como maestro de «ortodoxia» o recta doctrina
y que los teólogos católicos consideraban —de forma totalmente
desacertada e injustificada— la fe como un asentimiento de la
mente a garantías históricas y metafísicas de una teología presuntamente revelada y prodigiosamente preservada de error; que el
dogma era sencillamente una tentativa del hombre por expresar
en fórmulas intelectuales la fuerza divina que siente en sí mismo.
Estas ideas las expresó en un principio en un opúsculo titulado
Religión as a Factor of Ufe (1902), publicado bajo el seudónimo
de E. Engels y que él dedicó a un íntimo suyo como «algo que
conserva a mi fe su fuerza entre las ruinas de mi ortodoxia» 16.
El año siguiente publicó bajo otro seudónimo (Hilaire Bourdon) un extenso libro, The Church and the Future, la más radical
de todas sus obras. En él se pronunciaba contra el sistema de
autoridad despótica concentrado en la curia romana y contra la
concepción de la Iglesia como un instituto oficial de verdad; la
Iglesia — decía — debía considerarse únicamente como una «escuela del amor divino acá abajo», cuya única misión era la de tra16. hettres de G. Tyrrell a H. Bremond, 129.
623
ducir en fórmulas siempre provisionales las inspiraciones que la
vida divina causa en los corazones de sus miembros.
Estas publicaciones hallaron amplio eco en los ambientes modernistas de Francia y de Italia. En un principio no fue molestado
Tyrrell. Como luego, un día, por una indiscreción de la prensa,
se hiciera público que era también el autor de un opúsculo anónimo, en el que había desarrollado análogas ideas17, fue expulsado
de la Compañía de Jesús a comienzos de 1906. Las dos obras,
Lex credendi (1906) y Through Scylla and Charybdis (1907), que
publicó en el transcurso de los meses siguientes y en las que trataba de abrir una vía media entre el dogmatismo exagerado de
los teólogos y el pragmatismo excesivamente humano de ciertos
filósofos, no tenían contenido especialmente subversivo, y hasta la
primera de ellas fue reseñada con elogio en «The Month». Sin
embargo, sus violentas protestas publicadas en la gran prensa contra la encíclica Pascendi y contra su tenor, que él estimaba inquisitorial, provocaron su inmediata excomunión. Pocos meses después, el cardenal Mercier lo llamó el representante más típico del
modernismo filosófico y teológico estigmatizado y condenado por
la encíclica. Tyrrell le replicó en un pequeño volumen que llevaba
por título Medievalism (1908), en el que criticaba severamente no
sólo el absolutismo papal, sino también el catolicismo tradicional ". Al mismo tiempo intensificó sus contactos con los modernistas del continente, sobre todo en Italia, donde gozaba de numerosos admiradores, con objeto de intentar «organizar un fuerte
núcleo de excomulgados, que constituyeran una protesta viva contra el papado» w . Sin embargo, la sumisión de la gran mayoría
y la dedicación de la mayor parte de los restantes a un humanitarismo socializante o un racionalismo inmanentista representó para
él una amarga decepción. Por lo demás, la enfermedad progre-
siva lo privó pronto de la posibilidad de desempeñar todavía un
papel activo. El 15 de julio de 1909 puso la muerte20 un fin prematuro a la trágica carrera de aquel hombre que durante algunos
años había representado una de las más bellas esperanzas del
catolicismo británico.
El cardenal Bourne, que desde 1903 era titular de la sede
episcopal de Westminster, evitó —no obstante su escasa sensibilidad para los problemas intelectuales— dramatizar el peligro
modernista. Durante largo tiempo se negó a tomar partido contra
Tyrrell. Prestó apoyo a la orientación más abierta que W. Ward
trató de dar a la «Dublin Review», protegió a diferentes pensadores católicos que habían sido denunciados como sospechosos
por gentes que por todas partes husmeaban herejes, y contribuyó
especialmente a evitar que fuese condenado von Hügel. En realidad — como ya insinuamos al comienzo del capítulo—, el modernismo sólo afectó en Inglaterra a una exigua fracción de la
opinión pública. Esto lo prueba, entre otras cosas, el hecho de
no haber existido ninguna revista, no ya modernista, sino ni siquiera un tanto interesada en los asuntos modernistas.
Con todo, no hay que creer que con Tyrrell muriera también
el modernismo británico. El caso de Miss M. Petre21 —que con
el mayor desinterés cuidó a Tyrrell durante los últimos años de
su vida— que se negó a prestar el juramento antimodernista que
le exigía su obispo y persistió en su actitud de repulsa, aun cuando en su diócesis había sido excluida de la recepción de los sacramentos, no fue el único. El número de adictos fue considerable
como lo prueba el hecho de que A. Vidler pudiera dedicar a los
Lesser Ughts and Fellow Travellers ingleses un entero capítulo
de su libro sobre los modernistas22. También atrajo la atención
hacia el caso, en general menos conocido, del célebre erudito
17. A letler to a University Professor (1904), fuera del mercado, reimpresa por
Tyrrell en 1906 con el título: A much-abmed letter, con introducción y notas.
18. Sobre los impulsos bajo cuyo influjo escribió en pocas semanas esta obra que
tuvo un éxito sensacional (4 ediciones y una traducción francesa), cf. G. DALY, en «The
Month» 228 (1969) 15-22. La obra menos agresiva, que había terminado poco antes de
su muerte (Christianity ai the cross-road [trad. alem. Munich-Basilea 1959J), parece confirmar — diga de ello lo que quiera Riviére — que Tyrrell se había mantenido mucho
más cerca del catolicismo (sobre todo en la perspectiva del Vaticano Ii) de lo que con
frecuencia se dice (véase, ñor ejemplo, M. NÉDONCELLE, o.c. 22-23). Sobre el libro y
su tendencia modernista, véase, en sentido contrario, A. KOLPING, en ThRv 59 (1963) 1-8.
19. Carta a Buonaiuti, de 23-4-1908, citada en id., Le modernisme catholique, 144.
20. Su sepelio dio lugar a un incidente que se hizo célebre en la historia de la
reacción antimodernista. Su amigo Bremond, que rezó una oración litúrgica ante el sepulcro, fue inmediatamente sancionado con la suspensio a divinis, que sólo le fue levantada tras prolijas negociaciones. Véase M. PETRE, Autobiography and Life n, 420446; M. DE LA BEDOYERE, O.C. 231-233; Lettre* de C Tyrrell á H. Bremond 302-315;
Correspondance Blondel-Valensin H, 73-92; A. Loisy, G. Tyrrell et H. Bremond, Parí»
1936, 1-46.
21. Sobre Maud Petre (1861-1942), véase J.A. WALKER, en «The Hibbert Journal»
41 (1943) 340-346, y Lettres de G. Tyrrell a H. Bremond (índice alfabético).
22. A Variety... 153-190.
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E. Bishop 2i, que al igual que von Hügel, no dejó de ser nunca un
católico fiel y creyente, aunque en 1908 escribía: «Soy modernista
ya desde los tiempos anteriores al modernismo», lo cual, por lo
demás, vuelve a confirmar con cuánta imprecisión está definido
históricamente este concepto.
en «Rivista di storia e letteratura religiosa» 4 (1968) 328-337; N. RAPONI,
T. Gallarati Scotti tra política e cultura, Milán 1971.
Sobre Genocchi, Fracassini, Minocchi, Buonaiuti, Semeria y Fogazzaro,
cf. después notas 1-4 6 14.
23. Sobre Edmund Bishop (1846-1917;, véase N. ABERCROMBIE, Thi Life and Work
of E. Bishop, Londres 1959, y A. VIDLER, A. Variety 134-152.
Todavía más apremiante que en Francia se reveló en Italia a
comienzos del siglo XX la renovación en el mundo de los intelectuales católicos. Tal renovación se imponía en dos aspectos. La
petrificación cultural provocada por la actitud timorata y negativa
de los intransigenti con respecto a la evolución liberal había dejado tras sí un vacío, mientras que por otro lado se dejaba sentir
una presión hacia una mayor libertad intelectual, que se había ido
desarrollando cada vez más desde hacía dos generaciones en los
ambientes ganados para la nueva causa. Los primeros indicios de
un nuevo despertar se hicieron visibles durante los últimos años
del pontificado de León xm. Este despertar fue acelerado por diferentes influjos venidos de fuera: por publicaciones exegéticas en
Francia y por las obras de Tyrrell, cuya irradiación fue en Italia
mucho mayor que la de Loisy; por la acción personal de monseñor Duchesne, que desde 1895 se había establecido en Roma,
y por el barón von Hügel, que residía con frecuencia en Italia.
Durante mucho tiempo se ha restado importancia a la originalidad de este movimiento de renovación, que J. Riviére calificaba
despectivamente de «subproducto». Los resultados de las investigaciones más recientes y las publicaciones de fuentes que se han
multiplicado notablemente desde hace cosa de un decenio, han
arrojado luz sobre los peculiares rasgos esenciales del modernismo
italiano. En primer lugar, este modernismo tenía sus raíces en una
larga tradición que empalmaba con el risorgimento y abogaba
por la liberación política y por una reforma religiosa. Dos cosas
resaltaban especialmente en esta tradición: el ansia de liberación
de una tutela eclesiástica, que en Italia se sentía con mayor opresión que en otras partes, y el empeño por presentar a la Iglesia
como una comunidad de creyentes, en lugar de la concepción
clásica de orientación jerárquica.
En segundo lugar, los modernistas franceses se cuidaban especialmente de recuperar el retraso de las ciencias eclesiásticas, intentando para ello hallar una respuesta a los nuevos problemas
que se planteaban en conexión con el progresivo desarrollo de la
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XXXII. LA CRISIS EN ITALIA
FUENTES: E. BUONAIUTI, Pellegrino di Roma, Roma 1945; S. MINOCCHI, Memorie di un modernista, manuscrito de la Biblioteca Nazionale de
Florencia; edición preparada por A. AGNOLETTO; extracto en RicRel 19
(1948) 148-167 y en «Itinerari» 47-48 (1961) 29-52; G. SEMERIA, / miei
tempi, Milán 1929; F. LANZONI, Le Memorie, pub. por G. CATTANI, Faenza
1958; Centro Studi per la storia del modernismo. Fonti e documenti i,
Urbino 1972 (cartas, espec. de Buonaiuti); A. FOGAZZARO, Lettere scelte,
pub. por T. GALLARATI SCOTTI, Milán 1940; O. MORRA, Fogazzaro nel suo
piccolo mondo, dai carteggi familíari, Bolonia 1960; A. FOGAZZARO - G. BoNOMELLI, Corrispondeza, pub. por C. MARCORA, Milán 1968; R. COMANDINI,
Echi della crisi modernista in un carteggio inédito di G. Méloni con A. Fogazzaro, en «Studia Patavina» 16 (1969) 60-96; P. SCOPPOLA, Gli anni del
modernismo nelle corte inedite di F. Salimei, en «Humanitas» 22 (1967)
705-738. Sobre la reacción contra el modernismo, consúltese CivCatt desde 1901.
BIBLIOGRAFÍA: Además de las obras generales de RIVIÉRE, VIDLER,
RANCHETTI, etc., véase sobre todo P. SCOPPOLA, Crisi modernista e rinnovamento cattolico, Bolonia 21969 (fundamental); cf. al respecto RStRis 49
(1962) 491-498 y «Revue belge de philologie et d'histoire» 41 (1963) 11591162; L. BEDESCHI, / cattolici disubbidienti, Nápoles-Roma 1959; id., II Modernismo e Romolo Murri in Emilia e Romagnd, Parma 1967 (cartas inéditas, p. 277-354); id., Lineamenti dell'antimodernismo, il caso Lanzoni,
ibidem 1970; M. GUASCO, R. Murri e il modernismo, Roma 1968 (bibliografía); C. GIOVANNINI, Política e religione nel pensiero della Lega Democrática Nazionale, Roma 1959; F. MANZOTTI, «Plebei» cattolici fra integralismo e modernismo sociale, 1904-1908, en «Convivium» 26 (1958) 423-445.
Véase también M.C. CASELLA, Religious Liberalism in Modern Italy, 2 vols.,
Londres 1966 y las restantes obras de L. BEDESCHI (cf. después, cap. xxxm,
p. 636).
Sobre el grupo del Rinnovamento: P. SCOPPOLA, O.C, cap. 4; M. RANCHETTI, o.c, 117-129 191-226; F. FONZI, St. Jacini jr e il «Rinnovamento»,
ciencia de la religión; el modernismo italiano, en cambio, se caracteriza por un empeño de gran envergadura al objeto de propagar
en círculos muy amplios, en la masa, los nuevos descubrimientos
y convicciones, lo cual a su vez explica que aquí fueran más estrechos que en Francia los contactos entre el modernismo y los demócratas cristianos.
Hay todavía una tercera diferencia: Mientras que los modernistas franceses asignaban el principal valor a la racionalidad como
norma de la moderna cultura científica, los modernistas italianos
eran especialmente sensibles al misterio de la Iglesia carismática
y estaban animados por un anhelo nostálgico de volver al cristianismo primitivo.
En el movimiento reformista italiano, que se puso en marcha
en los primeros años del siglo xx, se pueden distinguir grosso modo
tres corrientes principales: 1) Jóvenes sacerdotes y religiosos, especialmente numerosos en el centro de Italia, tratan de salir a la
palestra contra el retraso de las ciencias eclesiásticas; 2 entusiastas
adiestrados en las filas de la intransigente «Opera dei congressi»
descubren la insuficiencia práctica de este movimiento y sus límites ideológicos y tratan de subsanar estas deficiencias elaborando
las bases de una auténtica democracia cristiana; 3) contrariamente
a esto, algunos jóvenes seglares, que se hallan sobre todo en la
Lombardía, se adhieren a la corriente liberal y nacional y tratan
de tender un puente entre el catolicismo y las aspiraciones del
mundo moderno.
En el primer grupo, la investigación bíblica está representada
principalmente por tres figuras: el padre Genocchi * y monseñor Fracassini2 —dos magníficos científicos católicos, cuya gran apertura
intelectual iba de la mano con una rigurosa fidelidad a la Iglesia —
y S. Minocchi3, joven sacerdote de grandes arrestos, que sin em-
bargo no quería en modo alguno ir más allá de una reforma
dentro del marco del sistema católico y del que dijo un contemporáneo: «Este hombre lleva dentro algo de un Danton, mitigado
por la prudencia eclesiástica y la ductilidad italiana.» Minocchi
había fundado en 1901 en Florencia una revista que llevaba por
título «Studi religiosi» y cuyo substítulo puntualizaba ya excelentemente el programa: «Rivista critica e storica promotrice della
cultura religiosa». Esta revista daba cabida a todas las ciencias
eclesiásticas, comprendida la filosofía de la religión, aunque la
parte principal estaba reservada al estudio de la Biblia. No cabe
duda de que la revista se limitó con frecuencia a traducir en forma
sugestiva las ideas de Loisy, Lagrange, Harnack, Houtin o también
de Tyrrell, Blondel, Laberthonniere y Le Roy, a veces con ciertas
amplificaciones. Minocchi, sin embargo, poseía el arte de evitar
cuidadosamente herir la susceptibilidad de los guardianes de la
ortodoxia, procurando por otro lado, en las reseñas de nuevos libros, incitar al lector a reflexionar sobre la poca solidez de numerosas posiciones tradicionales. Así su revista, no obstante, las
críticas de la «Civiltá cattolica», no tardó en constituirse en el
cenáculo de los jóvenes sacerdotes ilustrados y progresistas.
Uno de ellos, E. Buonaiuti4, mente espléndida dotada de amplio saber, que poseía además una extraordinaria capacidad de
asimilación y más tarde vino a ser la figura más destacada del
modernismo italiano5, lanzó en 1905, directamente en Roma, una
1. Sobre Giovanni Genocchi (1860-1926) de Ravena, superior de la procura romana
de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, al que tenía en gran estima Pío X
a pesar de sus posiciones progresistas en el terreno de la exégesis, véase V. CERESI,
Padre Genocchi, Ciudad del Vaticano 1934.
2. Sobre Umberto Fracassini (1862-1950), superior del seminario de Perusa, del que
fue retirado en 1907 bajo sospecha de postura doctrinal peligrosa después de haber
sido consultor de la Comisión Bíblica, véase DHGE xvu, 1367-69, y C. PrzzONi, Vangeto, Chiesa, Civiltá nel pensiero di Mons. U. Fracassini, Perusa 1963.
3. Sobre Salvatore Minocchi (1869-1943), profesor de lengua y literatura hebrea en
las universidades de Florencia (1901-09) y Pisa, que abandonó la Iglesia en 1908, véase A. AGNOLETTO, S. Minocchi. Vita e opera, Brescia 1964.
4. Sobre Ernesto Buonaiuti (1881-1946), profesor de historia de la Iglesia en el
seminario romano, del que fue retirado en 1906, líder de la resistencia contra el antimodernismo, que debido a su diplomática habilidad pudo mantenerse en la Iglesia hasta
1926 (no obstante dos excomuniones en los afios 1921 y 1924) titular de la cátedra de
historia del cristianismo en la universidad de Roma de 1915 a 1926, véase, además de
su autobiografía, Pellegrino di Roma (1945), los dos estudios de V. VINAY, E. Buonaiuti
e Vitalia religiosa del suo tempo, Roma 1956 (simpatizante; bibliogr.), y de D. GRASSO,
// cristianesimo di E. Buonaiuti, Brescia 1953 (hostil); que deben matizarse con P. ScopPOLA, o.c. Véase también: M. RAVX, Bibliografía degli scritti di E. Buonaiuti, Florencia
1951; E. BUONAIUTI, Die exkommunizierte Kirche, con introducción de E. Benz, Zurich
1966, especialmente sobre la relación con el círculo de «Éranos», 43-52; F. PÁRENTE,
E. Buonaiuti, Roma 1971, con bibliogr.; F. MARGIOTTA - BROGLIO, E. Buonaiuti, «Storia
contemporánea» 2 (1971) 803-823.
5. La figura más destacada, pero no la más típica del modernismo según P. SOOPPOLA, que (l.c. cap. 6) hace notar con insistencia que Buonaiuti, debido a su evolución
hacia el radicalismo, no tardó en verse aislado en el movimiento modernista. Los principales adictos a este movimiento eran, en efecto, reformistas, con una actitud mental
a veces ciertamente muy independiente, pero que no pensaban en absoluto en rehusar
su asentimiento al dogma católico.
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revista semejante, la «Rivista storico-critica delle scienze teologiche». Pretendía, según todos los indicios, seguir una «vía media»
entre el progresismo de los «Studi religiosi» y el conservadurismo
de la «Civilta cattolica», aunque dando mayor espacio a la erudición científica. El joven director, extraordinariamente dinámico,
aspiraba en realidad a asumir la dirección del entero movimiento
italiano de reforma. Aquí no se cargaba tanto el acento sobre la
cuestión bíblica, sino más bien sobre la historia del dogma y de
la Iglesia.
Entre los más importantes colaboradores de Minocchi y de
Buonaiuti merece ser mencionado también un religioso de cualidades extraordinarias: el padre Semeria6, en el que el cardenal Siri
ve hoy «el mejor instrumento para la conservación de la fe en la
burguesía de Genova», aunque en su tiempo fue estigmatizado
como uno de los líderes del modernismo italiano7. Muy ligado
con el barón von Hügel y con diferentes personalidades del mundo
de la ciencia en el extranjero, desempeñó un importante papel de
mediador tanto en el campo de la historia del cristianismo primitivo como también en el de la filosofía de la religión, ya que logró
como apenas otro alguno asimilar los resultados de la investigación contemporánea y transmitirlos al gran público en una serie
de brillantes conferencias, que acto seguido aparecieron en forma
de libro.
En todos estos representantes de la renovación intelectual del
catolicismo italiano descubrimos sorprendentemente —no obstante
la diferencia de puntos de vista y de nivel cultural — un gran em6. Sobre Giovanni Semeria (1867-1931), barnabita, apologeta de talento, predicador y orador de renombre, que en 1912 fue recibido en Bélgica por el cardenal Mercier
cuando la reacción antimodernista lo obligó a abandonar Italia, y que consagró la última
parte de su vida a la asistencia a los huérfanos de guerra, \éase, aparte de sus recuerdos (v. antes): E. VERCESI, Padre Semeria servo degli orfani, Amatrice 1932; F. SALA,
Padre Semeria, barnabita, Turín 1941; A. SCHENARDI, Un nrateur sacre au XX' siécle,
le P. Semeria, tesis inédita, París 1957; V. Lupo, ¡.'itinerario spirituale di P. Semeria,
en «Humanitas» 23 (1968) 610-634 702-732; E. PASSERIN D'ENTRÉVES, en «Storia contemporánea» 2 (1971) 825-842; la extensa introducción de A. Gámbaro a sus Saggi clandestini, ed. dir. por C. ARGENTA, Alba 1967, y la bio-bibliografía de V. COLCIAGO, ibid. n,
371-500.
7. Un día le reprochó Pío x haber abusado de sus cualidades extraordinarias «para
escribir libros que no concuerdan con la doctrina de la Iglesia». Cuando él le replicó
que lo hacía para hacer más accesible la religión, repuso el papa: «Usted ensancha las
puertas para acoger a los que están fuera, y echa fuera a los que están dentro» (Positio
super virtutibus [Ciudad del Vaticano] 256).
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peño apostólico común que los distinguía de los franceses de análoga orientación intelectual, por cuanto que éstos actuaban más
bien como sabios de gabinete. A los «modernistas» italianos no
les interesaba tanto medir sus fuerzas con la ciencia protestante
y racionalista, sino principalmente profundizar la cultura religiosa
de los católicos corrientes, ya que al mismo tiempo estaban plenamente convencidos de que la falta de cultura religiosa era la causa
de la alienación de la religiosidad italiana.
Análogos intereses de índole cultural se manifiestan en una de
las figuras más llamativas del modernismo italiano, el joven sacerdote demócrata Romolo Murri8. Se adhirió tardíamente al movimiento modernista y esta adhesión no fue más que un episodio
pasajero en su turbulenta carrera9, que había comenzado en el
seno de la «Opera dei congressi»; en ésta se reunían los católicos
antiliberales que suspiraban por una sociedad de cuño teocrático.
Murri estaba bastante al margen de los empeños que animaban
a Minocchi, Buonaiuti y sus amigos; estaba sin embargo convencido de que la falta de madurez intelectual incapacitaba a los católicos de Italia y en primerísima línea a los miembros del clero
para dedicarse de forma eficaz a los problemas que se le plantean
al cristiano en su actividad pública.
El año 1898 dio Murri a la luz pública una revista con el ambicioso título de «Cultura sociale», en la cual extendía ya el movimiento democrático a todos los ámbitos del pensamiento. Se apropió también las conclusiones demasiado prematuras de la crítica
religiosa a fin de poder así, envuelto en el halo de un mensaje
profético, predicar la renovación religiosa del catolicismo reconciliado con el mundo en el culto de la libertad10. En la célebre
conferencia que pronunció el 24 de agosto de 1902 en San Marino
sobre el tema «Libertad y cristianismo», en la que evocó además
la obra de Tyrrell, de Ehrhard y de monseñor Mignot, así como
la renovación de la exégesis y de la investigación histórica, soñaba
Murri con una «gran liberación». Mediante un «retorno al Evan8. Sobre él, véase cap. v y xxxiv. Sobre sus relaciones con el movimiento modernista, véanse las dos obras de GUASCO y BEDESCHI antes citadas (626); además P. ScopPOLA, o.c. 133-162 249-260.
9. Este punto ha sido puesto claramente de manifiesto por M. GUASCO, I.C.
10. Sus artículos más señalados fueron publicados en forma de libro en Battaglie
d'oggi, 4 vols., Roma 1901-04. Véase sobre todo vol. II. Extracto alemán, Munich 1908.
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gelio», debía ser despojado el cristianismo de sus elementos trasnochados: despojado y liberado «de los resucitados usos semipaganos, de las concepciones jurídicas derivadas del derecho romano,
de las instituciones conventuales degeneradas con el tiempo e incapaces de rejuvenecimiento, de las categorías abstractas que matan
no menos que la letra de la ley» ".
Esta orientación de Murri se fue ahondando a medida que se
iba desarrollando su acción social y política, y gradualmente fue
cayendo, fuera del control de la autoridad jerárquica, en una atmósfera de total libertad intelectual y disciplinaria. Estas ideas
atrajeron a cierto número de sacerdotes que reclamaban reformas
más o menos radicales en la Iglesia, como, por ejemplo, la restricción del número de las ditícesis, la modificación del procedimiento del índice, la reforma de los seminarios y de los métodos
tradicionales de apostolado, la supresión del celibato de los sacerdotes, etc. K.
El progresivo desarrollo de un simple movimiento de reforma
hasta convertirse en lo que se llamó «modernismo social» condujo
finalmente a algunos a intentar, en un principio desmañadamente,
proclamar la «autonomía de la esfera mundana», como hoy se
dice, y luego a considerar la religión en cierto modo como un
problema intrahumano y la Iglesia no ya como una institución
sobrenatural de salvación, sino como un factor de civilización y de
progreso moral. Tal fue, por ejemplo, el caso del grupo del «Socialismo cattolico» de G. Quadrotta y de F. Perroni, al que Buonaiuti prestó su apoyo después de la publicación de la encíclica
Pascendiu.
Radicalmente diferente era por su origen el grupo de los refor-
mistas de Lombardía, herederos del catolicismo liberal del período
del risorgimento. En sus filas militaban hombres de acción, como
los promotores de la «Opera Bonomelli», institución de socorro
para los trabajadores italianos en la emigración, cuyos representantes no mostraban la misma reserva que el anciano obispo de
cuya protección gozaban. Ahora bien, la mayor parte de los afiliados a este grupo eran seglares intelectuales que se interesaban
apasionadamente por los problemas religiosos, cosa rara en Italia
por aquella época. La mayor irradiación ante vastos sectores públicos la consiguió Fogazzaro14, magnífico escritor lleno de idealismo
místico, que estaba estrechamente ligado con Semeria, Genocchi,
von Hügel y era gran admirador de Loisy, de Tyrrell y también
de Blondel.
Le sedujeron también poderosamente las ideas de Rosmini,
sobre todo en lo relativo a los ideales de un movimiento de reforma religiosa, tal como éste los había expresado en las Cinque
piaghe della Chiesa (Cinco llagas de la Iglesia)15. Otro de los
objetivos de Fogazzaro era armonizar la teoría de la evolución de
Darwin con el dogma católico. En 1905 publicó la novela // Santo,
cuyo héroe se constituía en apóstol de una reforma basada en el
espíritu del amor del prójimo, que debía penetrar todos los sectores de la vida religiosa y social. En esta novela se topaba con
numerosas observaciones sobre la naturaleza del sentimiento religioso, sobre el papel del sacerdote, sobre la verdadera actitud
cristiana y sobre el formalismo del culto católico. El punto culminante de la obra se alcanza en el gran discurso de reforma
dirigido al papa, en el cual se estigmatizaba a los cuatro espíritus
malignos que según Fogazzaro habían penetrado en la Iglesia, a
saber: el espíritu de la mentira, que cierra los ojos a la luz de la
ciencia moderna e incrimina a los mejores defensores de la verdad;
el espíritu del poder sin límites, que convierte la autoridad paternal
en ejercicio de una tremenda dictadura; el espíritu de codicia, que
es un insulto a la pobreza evangélica; finalmente el espíritu de
11. Texto en «II Domani d'Italia» 35 (31-8-1902) y en F. MAGRI, Uazione cattolica
in Italia i, Milán 1953, 184-190. Hay que retener que Murri permaneció adicto al tomismo durante toda su evolución, mientras que todos los que seguían más o menos el
movimiento modernista no se guardaron de denigrarlo (esto fue subrayado expresamente
por P. SCOPPOLA [Le, especialmente 155-162])
12. Como, por ejemplo, D. Battaini, que para la Suiza de habla italiana publicó
una hoja de vanguardia: «Cultura moderna». Esta corriente reformista se hallaba también en algunos seglares, por ejemplo en el abogado napolitano G. Avolia, director de
la revista «Battaglie d'oggi», oue al fin predicó incluso un «sacerdocii de seglares» en la
perspectiva de un socialismo cristiano (cf. É. POULAT, Journal d'un prétre d'apres-demain,
Tournai-París 1961, 131-137).
13. Sobre este grupo, cuyo órgano eran las revistas «Nova et vetera» (1908) y luego
«Cultura contemporánea» (1909-13), véase P. SCOPPOLA, o.c. 261-326
14. Sobre Antonio Fogazzaro (1842-1911), poeta y escritor, convertido en 1873 con
la lectura de Gratry, senador desde 1896 (a pesar del non expedit), véase, además de la
obra de O. MORRA arriba citada: T. GALLARATI-SCOTTI, La vita di A. Fogazzaro, Milán
1920 31963; P. NAHDI, A. Fogazzaro, Milán 1938; L.M. PERSONÉ, en «Nuova antología»
481 (1961) 327-344; DHGE xvn, 696-700.
15. Cf. HI vil, 515 nota 43.
632
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obstinada adhesión a lo antiguo, que hace que se tema todo progreso y que llevó a los rabinos judíos a repudiar y condenar a Jesús
(esta comparación provenía de Tyrrell). La novela tuvo gran éxito
y fue traducida a diversas lenguas Pero también desencadenó violentas polémicas.
Menos espectacular, pero más profundo en cambio fue el influjo de la revista «II Rinnovamento», fundada a comienzos de
1907 por algunos jóvenes milaneses, que habían sido estimulados
a ello por Fogazzaro y por el padre Semeria I6. Uno de los principales promotores, St. Jacini, estaba en estrecha relación con los
paladines del catolicismo reformista alemán, y su especial interés
se dirigía al protestantismo liberal, en particular a Eucken y
Troeltsch. La revista hacía hincapié en la primacía de la conciencia frente a la autoridad ejercida desde fuera, aunque sin negar
los derechos de ésta n ; insistía además en la libertad de la investigación científica y en el puesto del seglar en la vida de la Iglesia.
Siguiendo la filosofía postkantiana subrayaba la importancia de la
subjetividad, tan descuidada por el pensamiento escolástico. Fiel
a la tradición liberal, predicaba una nueva concepción de las
relaciones entre la Iglesia y el Estado como reacción contra el
«confusionismo» de los siglos precedentes. Los colaboradores de
la revista ponían empeño en destacar en todas las esferas los valores de la cultura mundana y en utilizarlos en la vida: en el campo
de la filosofía, de la historia, de los métodos científicos y del derecho. Al mismo tiempo trataban de despertar el interés por los
problemas religiosos, ya que para la mayoría de los intelectuales
de aquel tiempo era cosa obvia la indiferencia religiosa. Aquellos
círculos, aun siendo lo más abiertos que era dable a las aspiraciones
de la época y a los sólidos logros de las ciencias religiosas, tenían
constante empeño en ser hijos fieles de la Iglesia católica romana,
de forma que en cierto modo constituían un «tercer partido» que
buscaba a tientas su camino entre la falta de comprensión de los
integristas y las exageraciones de los radicales. Entre estos últimos
listas de Lugano dirigido por G. Rensi y cuyo órgano era la revista
«Coenobium», fundada en noviembre de 1906.
Como en Francia, también en Italia hallaron un eco positivo
entre el clero joven las ideas proclamadas por los líderes de la
renovación de las ciencias eclesiásticas. Hacia 1906, en algunos seminarios del centro de Italia se daba incluso con bastante frecuencia el caso de que con ocasión de la ordenación sacerdotal se eligieran como regalos no sólo obras de Semeria y de Lagrange, sino
hasta de Loisy y de Tyrrell18. Dado que la jerarquía estaba en
Italia todavía menos pertrechada que en Francia para enfrentarse
con verdadero conocimiento de causa con los problemas del día
— no había en Italia ni un solo prelado que pudiera compararse con
Mons. Mignot—, tanto mayor era el desconcierto. Y como suele
suceder en semejantes casos, la reacción se desencadenó contra todos los que se apartaban siquiera un poco del camino trillado y
por consiguiente tanto contra los moderados como contra los radicales. Hasta un hombre tan irreprochable como monseñor Lanzoni19 fue blanco de sospechas y de denuncias, sencillamente porque quería aplicar al estudio de la hagiografía los principios de la
crítica histórica.
Los moderados, que en su mayoría eran dóciles a la Iglesia,
se sometieron sin replicar; los más progresistas en cambio intentaron organizar la resistencia y procuraron consiguientemente que
el movimiento que apuntaba a una renovación cultural y religiosa fuese agrupado en una unidad y recibiera una impronta común
que le faltaba, como quedó expuesto más arriba. Con vistas a tal
unificación, en el verano de 1907, a instancias de Murri, Buonaiuti y Fracassini, tuvo lugar en Molveno, en los Alpes, un encuentro, en el que participó también el barón von HügelM. El resultado de esta reunión fue sin embargo bastante decepcionante. Al-
F. FONZI, en RStRis 56 (1969) 188-192 220-222.
17. Es además característico el comportamiento de la redacción con ocasión de la
severa desaprobación por parte del prefecto de la Comisión del índice en mayo de 1907.
Véase el comentario de P. SCOPPOLA, o.c. 212-220.
18. M. GUASCO, Fermenti nei seminan del primo '900, Bolonia 1971, 178-179.
19. Sobre Francesco Lanzoni (1863-1929), rector del seminario de Faenza 1890-1917,
autor de numerosos trabajos de hagiografía local y de una obra fundamental sobre
Le diócesi d'ltalia dalle ongini al principio del secólo VII, Roma 1927, véase el volumen colectivo Nel centenario delta nascita di mons. F. Lanzoni, Faenza 1964, y L. BEDESCHI, Lineamenti dell'antimodernismo. II caso Lanzoni, Parma 1970.
20. Sobre esta reunión, que durante largo Uenípo^se mantuvo^como un misterio y en
la que a veces se quiso ver una especie de concilio del /modernismo europeo, véase
P. SCOPPOLA, O.C. 235-244, y L. BEDESCHI, eíK«Humanitas/24 (1969) 658-677, 25 (1970)
482-491.
\~___^^
634
635
hay que señalar principalmente el grupo de jóvenes filósofos idéale.
Sobre la actitud a la vez simpatizante y reservada de monseñor Bonomelli, véase
gimas semanas después apareció la encíclica Pascendi, que forzó
al grupo a poner bien en claro sus opiniones y posturas divergentes,
tras lo cual se produjo su dispersión.
XXXIH. INTERVENCIÓN DE LA AUTORIDAD ECLESIÁSTICA
Y REACCIÓN INTEGRISTA
FUENTES: Los principales documentos de Roma contra el modernismo
pueden hallarse en A. VERMEERSCH, De modernismo, Brujas 1910.
Sobre la reacción integrista, véase sobre todo (F. ANTONELLI y G. Lów)
Disquisitio circa quasdam obiectiones modum agendi serví Dei Pii X respicientes in modernismi debellatione, Ciudad del Vaticano 1950, y É. POULAT,
Intégrísme et catholicisme integral, Tournai-París 1969 (con introducción y
notas muy informativas; hace superfluo N. FONTAINE [ = L. CANET] SaintSiége, Action frangaise et catholiques intégraux, París 1928. También: La
Correspondance de Rome, 1907-1912, reimpr. Milán 1972, 3 vols., el semanario de monseñor Benigni que contiene muchas aclaraciones; las memorias y la correspondencia que se citan antes de los cap. xxx-xxxn; Le P.
Lagrange au service de la Bible. Souvenirs personnels, París 1967; (P. NAUDET), Ce qu'on a fait de VÉglise, París 1912; sobre el autor, v. É. POULAT,
Histoire, dogme et critique dans la crise modemiste, 662-664; L. BEDESCHI,
Lettere ai cardinali di don Brizio, Bolonia 1970; id., en «Nuova rivista
storica» 54 (1970) 125-176, 55 (1971) 90-132, 56 (1972) 389-412; id., en
«Rivista di storia e letteratura religiosa» 6 (1970) 350-367, 7 (1971) 278298; C. MARCORA, en Studi storici in memoria di Mons. Mercati, Milán
1956, 201-243.
BIBLIOGRAFÍA: J. RIVIERE, Le modernisme dans VÉglise, París 1929,
329-549; P. SCOPPOLA, Crisi modernista..., Bolonia 21969, 327-364; D. GRASso. 1 modernisti e la «Pascendi», en «Divinitas» 2 (1958) 150-176.
Sobre la reacción integrista, además de la obra fundamental de É. POULAT, antes citada, v. DThC, Tables 2294-2303; R. LILL, Der Kampf der
romischen Kurie gegen den «praktischen» Modernismus, en Die papstliche
Autoritát im kath. Selbsverstandnis des 19. und 20. Jh., pub. por WEINZIERL, Salzburgo 1970, 109-123; P. DRODLERS, Politique sociale et christianisme. Le P. Desbuquois et VAction populaire. Syndicalisme et intégristes,
1903-1918, París 1969; L. BEDESCHI, Lineamenti dell'antimodernismo. II caso
Lanzoni, Parma 1970; A. BLANCHET, Histoire d"une mise á l'Index, ¡a
«Sainte Chantal» de Fabbé Bremond, París 1967; M. BECAMEL, en BLE 71
(1970) 262-273.
Sobre «Le Sillón»: J. CARÓN, Le Sillón et la démocratie chrétienne,
1894-1910, París 1967. Sobre «L'Action francaise», E. WEBER, The Action
francaise, Stanford 1962, y el trabajo de investigación de V. NGUYEN en
«Revue dTiistoire moderne et contemporaine» 18 (1971) 503-538.
636
Las intervenciones de Roma
La solemne condenación del modernismo no tuvo lugar hasta
el año 1907; sin embargo, ya en los años precedentes no faltaron
señales de alarma que hacían prever como inminente el anatema
pontificio. Ya en los primeros momentos del pontificado de Pío x,
el 16 de diciembre de 1903 habían sido puestas en el índice las
obras principales de Loisy. Algunos meses después, las encíclicas
Ad diem illum (2-2-1904) y lucunda sane accidit (12-3-1904) ponían insistentemente en guardia contra novarum rerum molitores,
que con gran aparato científico querían poner de nuevo en cuestión la historia de los comienzos del cristianismo. En diciembre
del mismo año exhortó el papa a los obispos a proceder con el
mayor rigor con los seminaristas demasiado libres en su manera de
pensar, que «no tuvieran el debido respeto de la ciencia dimanante
de nuestros grandes maestros, los padres y doctores de la Iglesia,
intérpretes de la doctrina revelada» *. Análogas advertencias contenían a comienzos del año siguiente una carta dirigida al rector
del Instituto católico de París2 y una alocución a los alumnos del
seminarios francés de Roma3, una alusión a Loisy.
En otoño de 1904 dos destacados exegetas, el P. Genocchi del
Seminario Romano y el P. Gismondi de la Gregoriana, fueron
reemplazados en sus cátedras por dos profesores que rechazaban
sistemáticamente la aplicación de los métodos críticos a los textos
de la Sagrada Escritura. Uno de ellos, el padre A. Delattre, había atacado poco antes ásperamente al padre Lagrange y la «nueva escuela exegética». En agosto de 1905 fue reemplazado el padre Fleming, secretario de la Comisión Bíblica, por Dom L. Jannsens, teólogo de cuño escolástico, que no tenía la menor competencia en el campo de la exégesis, mientras que nuevos consultores marcadamente conservadores destruyeron el equilibrio entre
las diversas tendencias que había reinado en un principio.
Pronto se dejaron sentir con meridiana claridad las consecuencias de estos cambios: mientras que los dos primeros dictámenes
1.
2.
3.
Alocución de 12-12-1904 (ASS 37 [1904-05J 435).
Carta de 22-2-1905 (ASS 37 [1904-05] 555-557).
A. Houxm, La questwn bibhque au 20* siecle 215-216.
637
de la Comisión relativos a las «citas implícitas» de la Escritura
(13-2-1905) y a los relatos bíblicos que sólo en apariencia eran históricos (23-6-1905) abordaban con moderación el problema4, las
respuestas subsiguientes acerca de la autenticidad mosaica del Pentateuco (7-6-1906) y la autenticidad joánica del cuarto Evangelio
estaban redactadas en forma mucho más reaccionaria5.
De las dos escuelas que incluso en Roma se descartaban más
o menos mutuamente, pues la una recomendaba tolerancia y paciencia a fin de no arrancar el trigo juntamente con la cizaña,
mientras que la otra predicaba el rigor, destacando con el mayor
relieve las posiciones más radicales, esta última fue conquistando cada vez más la confianza del papa, tanto más cuanto que las
imprudencias de algunos italianos, propagadores de las nuevas
ideas, lo habían llevado finalmente a la convicción de que la ortodoxia, de la que él era responsable, estaba seriamente amenazada, aunque por otro lado tuvo que reconocer que en el campo
de la exégesis se imponía una apertura circunspecta6.
A partir de 1904 se había emprendido ya en Roma una lucha
violenta contra Blondel y Laberthonniére, en la que participaba
entre otros el suizo K. Decurtins. Sin embargo, hasta fines de 1905
la santa sede se había fijado principalmente en Loisy y en los exegetas progresistas. Ahora bien, la oleada del movimiento de reforma, que en Italia alcanzaba a círculos cada vez mayores, aumentó
el catálogo de los asuntos apremiantes y atrajo la atención también hacia otros problemas, que poco a poco fueron discutidos
cada vez más abiertamente.
En diciembre de 1905 publicaron los obispos de las provincias
de Turín y de Vercelli una pastoral colectiva, en la que por primera vez asomó la palabra «modernismo» en un documento eclesiástico. Las advertencias en ella contenidas fueron refrendadas
por otros muchos obispos7. El año siguiente se tomaron nuevas
4. ASS 37 (1904-05) 666, 38 (1905-06) 124-125.
5. ASS 39 (1906-07) 377-378, 40 (1907) 383-384. La primera de estas respuestas dio
pie a un librito de VON HÜGEL, The Papal Commission and the Pentateuch, sobre el que
escribió el bolandista Delehaye: «Esperemos que se le abran los ojos al padre de los
creyentes, que se ve realmente comprometido por los instrumentos más que mediocres que
utiliza» (1-12-1906, citado por M. DE LA BÉDOYÉRE, The Life of Barón von Hügel 187).
6.i Véase sobre todo Le Pére Lagrange au service de la Bible, 158-159.
7. Análisis de esta pastoral y numerosas citas de la misnvi en el opúsculo Un
aliarme dell'episcopato italiano contro el riformismo religioso, Genova 1906.
638
medidas: mientras que la Comisión del índice condenó el 4 de
abril la novela // santo de Fogazzaro y los libros de Laberthonniére publicados hacía ya varios años, se llevó a cabo un control
sistemático de los seminarios italianos bajo la dirección de monseñor Lai y del cardenal Gennari. Varios profesores fueron retirados de sus cátedras, sin que les fuera ofrecida siquiera la posibilidad de defenderse. Se produjo así en Roma una pesada atmósfera de sospechas. En todas partes se barruntaba la proximidad de la tormenta8.
La tempestad descargó en el transcurso del año 1907. En el
espacio de pocos meses se fueron sucediendo documentos cada
vez más solemnes. El 17 de abril, con ocasión de una alocución
consistorial9 que causó gran revuelo, se pronunció el papa contra
el neo-rejormismum religiosum que se iba extendiendo con creciente audacia. A fines del mismo mes, el prefecto de la Comisión
del Índice dirigió una seria amonestación al grupo milanés del
rinnovamento 10.
El día 14 de junio envió el papa Pío x al profesor vienes, Commer, un breve11, en el que lo felicitaba por haber pulverizado de
nuevo los errores de H. Schell, que era tenido por el principal
representante del catolicismo reformista.
Finalmente, el 17 de julio fue publicado el decreto del Santo
Oficio Lamentabili sane exitu n, que se había ido fraguando desde
hacía varios años y contenía como fuente principal una lista de
afirmaciones que dos teólogos parisinos habían extraído de los
«libritos» de Loisy13. El decreto condenaba 65 tesis relativas a la
autoridad del magisterio eclesiástico, a la inspiración y a los valores históricos de la Sagrada Escritura, a los conceptos de revelación, de dogma y de fe, a ciertos aspectos del dogma cristológico, que habían sido puestos en cuestión por las recientes discusiones, al origen de los sacramentos, a la constitución de la Igle8. Sobre la atmósfera de Roma durante el año 1906 véase entre otras cosas la
Correspondance Blondel-V'alensin i, 262-263 y M. DE LA BÉDOYÉRE, O.C 181-182.
9. ASS 40 (1907) 266-269.
10. Texto en «Rinnovamento» i (1907) 610. Cf. P. SCOPPOLA, Crisi modernista 212216.
11. ASS 40 (1907) 392, 394. Cf. 598.
12. ASS 40 (1907) 470-478. Cf. F. HEINER, Der neue Syllabus Pius X, Maguncia
1907. Sobre el valor teológico del documento, cf. J. RIVIÉRE, o.c. 341-346.
13. Cf. P. DUDON, en BLE 32 (1931) 73-96, y R. AUBERT, en EThl 37 (1961) 557-578.
639
sia y a la naturaleza de la verdad cristiana en general14. La encíclica Pascendi, publicada el 8 de septiembre, vino a poner el
colofón15.
Dado que ésta no quería precisamente exponer con toda exactitud las ideas de los diferentes fautores del modernismo, sino más
bien describir el reflejo de esta ideología en la conciencia de la
comunidad, comenzó con una síntesis un tanto artificiosa del modernismo, reduciendo los diferentes errores estigmatizados al agnosticismo, que niega el valor de las argumentaciones racionales
en el campo religioso, y a la filosofía de la inmanencia, que ve
el origen de la verdad religiosa en necesidades y exigencias de la
vida.
Esta filosofía domina y define una teología propia: la fe es la
percepción de Dios, que actúa en la conciencia humana. Esta fe
conduce al nacimiento del dogma, que se forma en el proceso de
la vida, gracias al trabajo del intelecto sobre la base de este hecho
de experiencia. De la misma manera, la exigencia de «dar a la
religión un corpus perceptible sensiblemente» creó los sacramentos;
los libros de la Sagrada Escritura contienen la suma de las experiencias hechas por los fieles de Israel y por los primeros discípulos de Cristo; la Iglesia es fruto de la conciencia colectiva, y la
única misión de la autoridad se cifra en dar expresión a lo que
perciben o experimentan los individuos.
La encíclica estigmatizaba luego la concepción modernista de
la crítica bíblica y los métodos puramente subjetivos de la apologética, así como las exigencias del modernismo reformista. En su
tercera parte, la disciplinaria, concluía enumerando toda una serie
de medidas prácticas («remedios») para contener la ulterior pro14. Unas 50 tesis provienen de las obras de Loisy (sobre la exactitud con que reproducen sus puntos de vista, véase É. POÜLAT, Histoire, dogme et critique 109-112);
tres tesis estaban tomadas de Houtin, una de Le Roy y una del newmanista Dimnet, cuya
obra sobre La pensée catholique dans VAngleterre contemporaine fue puesta algunos días
después en el índice, juntamente con Dogme et critique de Le Roy.
15., ASS 40 (1907) 593-650. Véase A. MICHELITSCH, Der biblischdogmatische Syllabus
Pita X. samt der Enzyklika gegen den Modernismus, Graz-Viena 1908 (en el apéndice,
varios artículos que habían sido dedicados a los documentos pontificios en la prensa
alemana y austríaca). Con frecuencia se ha atribuido la redacción de la encíclica Pascendi
al padre Billot, monseñor Sardi y a otros más, pero hoy día consta quiénes fueron realmente los redactores: el padre J. Lemius O.M.I. para la parte dogmática (una vez que
varios esbozos redactados por otros teólogos hablan sido estimados insuficientes por el
papa) y el cardenal Vives y Tuto para la parte práctica (cf. BLE 47 [1946] 143-161
242-243). Sobre el valor teológico del documento, véase J. RmÉRE, o.c. 364-367.
640
pagación del mal, sobre todo en los seminarios (renovada obligación del estudio de la filosofía y teología escolástica, inspección
de las publicaciones, consilia vigilantiae en cada obispado).
La encíclica fue acogida con entusiasmo en los círculos conservadores, que tanto tiempo habían suspirado por ella y la saludaron con un verdadero estallido de alegría16. Cierto que muchos moderados lamentaban a veces el tono puramente negativo
del documento, pero con todo se alegraban de que al fin se hubiese acabado con las ambigüedades, que poco a poco se iban
tornando peligrosas. En aquellos que se habían dejado arrastrar
por los corifeos del modernismo la reacción fue mucho menos aguda de lo que algunos habían esperado, aunque consideraban la
encíclica casi unánimemente, «no como un retrato, sino como una
caricatura del modernismo» (P. Sabatier). Tyrrell había creído poder predecir que la encíclica —que no parecía hacer distinción
alguna entre el progresismo razonable y el «rendez-vous de todas
las herejías» sobre la base del agnosticismo y del inmanentismo,
que reconstruía esquemáticamente—, daría lugar a que «el ala
derecha del modernismo se uniera más estrechamente con el ala izquierda». En realidad sucedió exactamente lo contrario: La dolorosa condenación fue para algunos la piedra de toque que les sirvió
para hacerse cargo de que se hallaban implícitamente fuera de la
Iglesia. Entonces rompieron también abiertamente con ella, aunque con mayor o menor reserva según los casos; y como tenían
que abandonar ya la esperanza de reformar la Iglesia desde dentro, hubo quienes llevaron todavía más lejos el radicalismo de su
punto de vista y muy pronto vinieron a dar en el más puro racionalismo.
En la mayoría, sin embargo, prevaleció la postura leal frente a la Iglesia católica. Se produjo una sumisión casi general, que
más tarde pudo dar la sensación de que la crisis modernista había
sido sólo asunto de personas concretas, que en realidad se hallaban
bastante aisladas. Es indudable que la masa de los fieles no había
sido afectada por la ola del modernismo. En cambio, por lo me16. Esto era de prever, y el cardenal Maffi, uno de los pocos prelados italianos
de mentalidad abierta, se entregó a una falsa esperanza cuando declaró: «Esperemos
que el buen efecto de la encíclica no sea frustrado en parte .ror los zelanti. que hallan
en ella un nuevo pretexto para sus violentas explosiones y para sus acusaciones ya habituales» (F. CRISPOLTI, PÍO A
Ricordi personali, Milán 1932-128).
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(641 J
e-ssñsS^
nos en Francia y también, en algo menor grado, en Italia, la parte del clero que estaba al tanto de la evolución de las ciencias de
la religión, y una serie de jóvenes intelectuales católicos habían
sido fuertemente arrastrados por el nuevo movimiento. Estas personas no estaban contentas con la formación teológica de entonces y se hacían cargo de la necesidad de una adaptación a las
circunstancias del tiempo, por lo cual se entusiasmaban con los
pioneros que desbrozaban el camino. Sin embargo, a diferencia
de algunos de estos pioneros, no pensaron nunca en continuar
por sí mismos el trabajo de investigación fuera de la Iglesia. É. Poulat compara, por ejemplo, la postura de Loisy con la actitud de
su joven discípulo el abate L. Vénard, que no tuvo nunca la menor intención de seguirle en su negativa a plegarse a las condenaciones romanas, y analiza con acierto sus reacciones radicalmente
diferentes: «Mientras que Loisy traza con la seguridad del técnico el plan (de la necesaria evolución) y anticipa sus diferentes
etapas, Vénard quiere asirse a la autoridad de la Iglesia. Por
ella se lanza a atrevidas empresas de exploración, concretamente
en calidad de franco tirador que sabe que él no es todo el ejército
y que sin éste no puede ya nada. Loisy trabaja exactamente conforme al plan, como técnico al que le crispan los nervios los ignorantes, que sólo atiende a calcular exactamente y a no descuidar nada; Vénard, en cambio, si bien da la precedencia a la razón,
adapta su paso a la marcha lenta de la Iglesia, distinguiendo entre
la crítica justificada y la lenta adaptación a los logros de ésta.
Loisy concibe y analiza un proceso histórico de transformación,
Vénard participa en un proceso de adaptación orgánica. Ambos
tienen posiblemente las mismas concepciones, pero no son de la
misma manera solidarios con la Iglesia como institución externa» 17.
El sistema agnóstico e inmanentista artificiosamente reconstruido por la encíclica estaba por lo demás en contradicción tan
patente con la fe cristiana tradicional, que era perfectamente normal que muchos auténticos progresistas se separaran y desentendieran de ella abiertamente. Bajo la amenaza del anatema de la
encíclica fueron muchos los que se sometieron, pero fueron también muy numerosos los que vieron desvanecerse con auténtico
dolor su esperanza de una próxima adaptación de la Iglesia a la
transformación intelectual que se estaba operando y consiguientemente veían también agrandarse el peligro de una profunda ruptura entre la Iglesia y el mundo intelectual de Occidente18. Muchos compartían el punto de vista del «Erasmo del modernismo»
(J.-M. Mayeur), es decir, de monseñor Mignot, que había asegurado: «No hay ninguna conciencia cristiana que no rechace con
todas las energías de su fe todos los errores condenados por la
encíclica»w, pero añadía también que aquella encíclica incurría
en el desafuero «de limitarse a condenar sin decir lo que se puede
creer sin ser modernista»20. O pensaban como el filósofo V. Delbos, un magnífico católico seglar: «La encíclica tiene una laguna
demasiado visible, que consiste en el descuido o el desconocimiento de las causas profundas que han desencadenado el llamado
movimiento modernista»21.
Aun cuando casi todos se sometieron a la autoridad eclesiástica, siguieron existiendo algunos focos de resistencia. Loisy publicó un nuevo librito Simples réflexions sur le décret Lamentabili et Vencyclique Pascendi, cuyo tono era a la vez irónico y
agresivo. A fin de subrayar más aún la significación del librito,
publicó al mismo tiempo dos gruesos volúmenes sobre Los Evcai-
17. É. POULAT, ffistoire, dogme et critique, 313-314. En este análisis se presta atención a «la asombrosa plasticidad de la convicción religiosa, no en razón de una fluctuabilidad, que deba atribuirse a falta de valor lógico, sino en razór. de los numerosos registros de que dispone para expresarse». Esta plasticidad ha sido claramente resaltada por los más recientes progresos de las ciencias humanas. Ast este análisis induce
a matizar el severo juicio de T. Gallarati-Scotti, que atribuye a povertá di coscienze
e di caratteri el gran número de las sumisiones (Vita di A. Fogazzaro 493). Este elemento
pudo desempeñar un papel, sobre todo en Italia, pero no es la únic» explicación y ni
siquiera la principal.
por
642
18. El vicario general Birot escribía en lenguaje muy imaginativo a su amigo G. Frémont, que consideraba «magistral» la exposición de la encíclica (A. SIEGFRIED, L'abbé
Frémont n, Paiís 1932, 505): (La encíclica) «condena el sistema naturalista más absurdo
que jamás se haya concebido, pero yo me someto a ella sin gran tristeza, porque esta
severidad doctrinal se apoya en la más artificiosa ambigüedad, porqu-j incluye en una
misma condenación a amigos y enemigos. El papa se asemeja a un comandante de artillería, que desde la altura de una colina dispara contra ¡os dos ejércitos que pelean
cuerpo a cuerpo en la llanura y al mismo tiempo desbarata sus mejores tropas» (citado
E. POULAT, O.C.
443).
19. Semaine religieuse d'Albi 28-9-1907, 553-555.
20. Carta a F. von Hügel, 5-10-1907, citada por É. POULAT, O.C. 480, nota 89.
21. Carta a J. Wehrlé, 30-9-1907, citada en Correspondance Blondel-Wehrlé H 371.
Sobre la reacción de Blondel, véase ibid. n, 381-392, y Correspondance Blondel-Valensin i,
357-364 (él no se siente afectado personalmente, pero el tono de la encíclica lo saca
de quicio: «¿Cómo se podra impedir que muchas almas
duden de la bondad de^ la
Iglesia?»). Sobre la redacción de la declaración de sumisión de los «Ármales de plulosophie catholique» a la encíclica, véase ibid. 367-370.
643
gelios sinópticos, que eran mucho más radicales que sus estudios anteriores. Pero precisamente este sesgo de las cosas hizo
que se apartaran de él muchos de sus anteriores admiradores, hasta que finalmente su excomunión, fulminada el 7 de marzo de
1908, acabó por convertirlo en un outsider. El mismo destino sufrió Tyrell, que ya a fines de octubre de 1907, después de haber
publicado diferentes artículos contra la encíclica en «The Times»
y en la prensa italiana, fue excluido de la recepción de los sacramentos por su obispo. Minocchi se sometió en un principio y notificó que iba a suspender la publicación de sus Studi religiosi.
Sin embargo, como se viera acusado de servilismo por sus amigos,
tuvo poco después una conferencia pública sobre el paraíso terrestre y el dogma del pecado original, que levantó gran polvareda porque en ella negaba el carácter histórico de los primeros
capítulos del Génesis. Después de la suspensio a divinis se negó
esta vez a someterse, y en octubre de 1908 se despojó de los hábitos sacerdotales. Desde entonces practicó un humanitarismo socializante, que sólo veía en el cristianismo una forma contingente
de la religión del absoluto.
También en Alemania y en Austria protestaron contra la encíclica algunas figuras de primera fila: monseñor Ehrhard, profesor en la Facultad teológica de Estrasburgo, se alzó contra las
medidas prácticas dictadas en la última parte de la encíclica porque, a su modo de ver, hacían imposible todo trabajo científico;
los profesores Schnitzer de Munich y Wahrmund de Innsbruck
censuraron como más funestos los errores del ultramontanismo y
del absolutismo romano, aunque en sus manifestaciones se expresaba el liberalismo universitario y no el modernismo doctrinal22.
Aparte de estas protestas abiertas se produjo también una serie de réplicas anónimas23. Las dos más notables —por lo de-
más con un contenido bastante superficial— fueron en Francia
el opúsculo Lendemains d'encyclique, en la que había cooperado
el obispo, muy liberal, de Tarentaise, monseñor Lacroix24, y sobre todo en Italia // Programma dei modernisti — Risposta all'
encíclica di Pió X, escrito que, publicado ya el 28 de octubre de
1907, no tardó en ser traducido al francés, al alemán y al inglés.
El opúsculo contó con la colaboración de monseñor Fracassini
en la parte bíblica, pero el autor principal era Buonaiuti25, que,
contrariamente a otros modernistas de primera fila, prefirió permanecer en la Iglesia, a fin de procurar llevar adelante en ella,
desde dentro, la obra de reforma que él había acometido. Por lo
demás no es posible precisar dónde hablaba realmente el verdadero Buonaiuti, si en el Programa, cuyo tono era relativamente
moderado, o en las mucho más radicales Lettere di un prete modernista, que él mismo publicó algunos meses después, también
bajo el velo del anonimato26.
Estos focos de resistencia, en sí bastante irrelevantes no obstante la agitación de los primeros meses, excitaron la reacción antimodernista que durante largo tiempo había sido esporádica y aislada. Dado que el movimiento modernista se restringía en realidad
a los ambientes intelectuales, sólo pocos obispos creyeron conveniente dedicarle una pastoral27. Sin embargo organizaron —a
excepción de Alemania— los Consilia vigilantiae prescritos por
22. Monseñor Ehrhard, que, por lo demás, había declarado expresamente que el
sistema doctrinal atribuido por la encíclica a los modernistas era inconciliable con el
dogma, confirmó de nuevo su lealtad católica en una comunicación a la prensa, y la
santa sede se contentó con retirarle el título de prelado. El profesor Schnitzer, que adoptó
una postura mucho más radical, fue primeramente suspendido a divinis y luego privado
de la recepción de los sacramentos. Sobre el caso Wahrmund, que dio lugar a una
tensión diplomática entre Viena y el Vaticano, véase ENGEL-JANOSI II, 87-103. Sobre los
raros casos de modernismo en Austria, ibid. 143-144. Cf. cap. 11, cap. xxix y 467,
nota 15.
23. Sobre la significación de los anónimos y seudónimos en la literatura modernista,
véase É. POULAT, o.c. 621-677, especialmente 640-642.
24. Sobre el opúsculo, obra de un párroco de la diócesis de Autún, firmado «Catholici», véase J. RivitRE, o.c. 379-381 y É. POULAT. O.C. 650. A instancias de la Krausgesellschaft fue traducido al alemán con el título Antwort franzosischen Katholiken (Respuesta de los católicos franceses). Sobre monseñor Luden Lacroix (1854-1922), fundador
de la «Revue du clergé trancáis», que gustaba de llamarse «el obispo de los modernistas»,
contribuyó a varias de sus publicaciones anónimas y después de la aparición de la encíclica abandonó su sede episcopal de Tarentaise, véase M. HODRY, Un évéque républicain au moment de la Séparation, en «Vieux Conflans» 65-66 (1965) 3-37, y A VroLER,
A Variety of Catholic Modernists 105-108.
25. Sobre el Programma dei modernisti, véase D. GHASSO, II cristianesimo di E. Buonaiuti, Brescia 1953, 28-35, y P. SCOPPOLA, o.c. 269-273. Las páginas de Fracassini habían
sido refundidas contra su voluntad por Buonaiuti.
26. Sobre las Lettere, véase V. VINAY, E. Buonaiuti 43-53, y P. SCOPPOLA, O.C. 273-279.
27. Excepto en Italia, donde el modernismo tuvo mayor audiencia por razón de sus
aspectos reformistas y sociales. Los episcopados de Prusia y de Baviera publicaron en
enero de 1908 una pastoral colectiva. En los países de habla francesa, el d o c u m e n t ó l a s
notable fue la carta pastoral del cardenal Mercier, que defendía la escolástica contra la
filosofía de inspiración kantiana, en la que veía él la raíz del error modernistaíO«»vrer
pastorales i, Bruselas 1911, 363-382; reasumida en forma de opúsculo: Le níodernisme,
Bruselas 1908 (trad. alemana: Colonia 1908), junto con la conferencia. sob^B el mismo
tema en la universidad de Lovaina).
^
644
645
±m&i vciiv^iuii u c i<t « t u i u r i u a a eclesiástica
la encíclica para impedir la propagación de publicaciones sospechosas. Se hicieron algunas tentativas para descubrir a los autores
modernistas que se ocultaban bajo seudónimos. En este particular
causó un gran revuelo el hecho de que L. Saltet atribuyera al abate Turmel los artículos contra los dogmas trinitarios y marianos
publicados con las firmas de A. Dupin y G. Herzog28.
Por otro lado, numerosos teólogos se dedicaron a comentar
los documentos pontificios, aunque en sus refutaciones se referían
por lo regular al modernismo abstracto, tal como había sido presentado en la encíclica. Al parecer, fueron muy pocos los que
se percataron de los verdaderos problemas que habían suscitado,
aunque con poca habilidad, los modernistas. Y aun en estos casos, aunque sus trabajos trataran de rebasar el nivel de la mera
vulgarización, su argumentación aparece con frecuencia sumamente ingenua29. Entre las honrosas excepciones se cuentan en Francia los artículos de los jesuitas Lebreton y de Grandmaison, y
también las Lettres sur les études ecclésiastiques de monseñor
Mignot, en las que el autor trataba de demostrar en qué medida
la condenación del modernismo ofrecía una nueva justificación
del trabajo científico; en Alemania un artículo de F.X. Kiefl en
«Hochland» y una colección de conferencias pronunciadas algo
más tarde en la universidad de Friburgo y publicadas con el título «Jesucristo».
La opresión sistemática de los restos del movimiento modernista existentes todavía después de la publicación de Pascendi
fue sin embargo obra de la misma santa sede, que durante varios
años vivió en una atmósfera de pánico. Tanto la Comisión del
índice30 como la Comisión Bíblica31 reforzaron su actividad en
sentido cada vez más reaccionario. Se ordenaron además nuevas
visitas apostólicas en los seminarios italianos, que dependían directamente de la curia, y se apartó de sus cátedras a no pocos
profesores tenidos por sospechosos, a veces únicamente en base
a denuncias sin fundamento32.
Si bien, según la declaración del mismo Loisy, apenas dos
años después de la condenación de 1907 se hallaba el modernismo «en plena desintegración»33, Pío x estaba todavía sumamente preocupado por la persistencia de ciertas actividades secretas,
que fueron exageradas sin medida. El papa creía que la Iglesia
seguía hallándose en «estado de sitio» y estimó necesario tomar
nuevas medidas. El 1.° de septiembre de 1910, con el motu propino Sacrorum antistitum^, exigió al clero entero un juramento
especial, el llamado juramento antimodernista. En él se trataba
de una profesión de fe adaptada a las diferentes formas del modernismo ya condenadas, suplementaria de la formulada por Pío iv.
La primera parte formula en cinco puntos la demostrabilidad
de la existencia de Dios, el valor de las pruebas en favor de la
fe, la fundación de la Iglesia por Cristo, la invariabilidad de los
dogmas y el carácter intelectual del acto de fe. La segunda parte
obliga a someterse al decreto Lamentabili y afirma la coincidencia entre este decreto y la encíclica Pascendi. Este texto no añadía nada substancial a las anteriores Acta de Pío x, pero representaba su compilación oficial, cuyo objetivo y meta era prescribir a todos los sacerdotes un solemne asentimiento explícito,
a fin de desenmascarar a los criptomodernistas. El clero se sometió sin gran resistencia externa. En toda la Iglesia sólo se registraron unas cuarenta excepciones35. En Alemania desencadenó
28. Sobre el affaire Turmel, que no halló su solución hasta 1929 véase, aparte de
su biografía por F. SARTIAUX, París 1931, J. RIVIÍRE, o.c. 486-505. Sobre el caso P. LEJAY,
ibid. 501-502, nota 5.
29. Véase, por ejemplo, la adecuada crítica del De immutabilitate traditionis contra
modemam haeresim evolutionismi (1907) del P. Billot, por H. HoLSTEm, La Tradition
Jans VÉglise, París 1960, 129-134.
30. Cf. A. BOUDINHON, en «Revue du clergé trancáis» 75 (215-227) Llamó especialmente la atención la condenación el 22-1-1912 — n o obstante el imprimatur del Magister
S. Palatti— de la Histoire ancienne de l'Sglise, de monseñor Duchesne, según la traducción italiana.
31. Cf. J. LEVIE. La Bible, parole humaine et message de Dieu, Brujas-París 1928, 88
(trad. cast.: La Biblia, palabra humana y mensaje de Dios, Desclée de Brouwer, Bilbao).
32. Fuera de las obras de L. Bedeschi, véase M. GUASCO, Fermenti nei seminan,
121-154.
33. En R H 102 (1909) 307-308. Sobre la debilidad del modernismo italiano, que no
tardó en desparramarse en las más variadas tendencias, véase la carta de St. Jacini a von
Hügel en el momento en que la revista «Rinnovamento» suspendía su publicación a fines
de 1909 (RStRis 56 [1969] 245-247). Uno de los muchos signos de la incontenible decadencia del modernismo después de 1907 fue el fracaso de todos los proyectos de creación
de una agencia de información internacional elaborados por monseñor Lacroix y por
Paul Sabatier, uno de los protestantes liberales franceses, que desde un principio había
seguido el movimiento con el más vivo interés. Incluso Ja fundación de la «Revue moderniste internationale» en Ginebra en 1910 había sido un simple humo de paja.
34. AAS 2 (1910) 655-680.
35. Un detalle que conviene retener: Pío x autorizó personalmente a los padres Semeria y Genocchi a prestar este juramento con reservas. Todavía más singular: Autorizó al
padre Semeria a escribir en determinadas revistas bien controladas, aunque usando un
646
647
esta medida notable agitación, desde luego en nombre de la libertad científica, y finalmente — a petición del episcopado — fueron
eximidos de prestar el juramento los profesores alemanes de las
facultades teológicas de las Universidades.
Pero no eran los alemanes los únicos que temían las funestas
consecuencias que la represión antimodernista tendría para la
auténtica ciencia católica. Hoy se reconoce unánimemente que la
renovación que se había iniciado bajo León XIII se vio con esto
seriamente cortada casi durante una generación36. Sobre todo en
Italia, donde la represión fue especialmente inexorable, casi la
totalidad del clero se vio retraída de emprender estudios serios,
con la cual se incrementó todavía el grave atraso en el ámbito
de la cultura contemporánea, que hasta nuestros días ha sido una
de las grandes taras del catolicismo italiano. Pero también en
otras partes el temor de que la investigación cristiana pudiera
moverse por carriles considerados por las autoridades eclesiásticas
como aventurados y aventureros, indujo a numerosos teólogos católicos a retraerse a trabajos puramente históricos o, lo que todavía
es peor, a restringirse a rumiar una y otra vez fórmulas de manuales y a especular tan sólo sobre cuestiones totalmente marginales en el marco de un neotomismo bastante estrecho de miras37.
En todo caso, el balance global fue menos negativo de lo
que a veces se afirma. Incluso en el terreno de la exégesis, en el
que, no obstante la fundación, el año 1909, del Pontificio Instituto Bíblico38, el trabajo serio estaba en gran parte condenado
nombre falso. Así ponía sus capacidades a su servicio y desvirtuaba al mismo tiempo
su influjo.
36. Pío x, para mostrar .¡ue no era enemigo sistemático del trabajo científico, había
anunciado en la encíclica Pascendi la creación de un instituto internacional para el progreso científico. Pero sus miembros fueron elegidos de manera muy unilateral, de modo
que el organismo nació ya muerto (algunos datos en L. TON PASTOR, Tagebiicher 482-511).
Cf. 369S.
37. Las 24 tesis de la Congregación de los Estudios, de 27-7-1914 sobre las doctrinas
fundamentales de santo Tomás son una manifestación típica de esta actitud mental. De
todos modos, responde a una postura más abierta la fundación en 1909 de la «Rivista di
Filosofía neoscolastica», cuya alma fue el P. Gemelli O.F.M., y en Lovaina los esfuerzos
de monseñor Deploige por integrar la sociología en el neotomismo (M. DEFOURNY, en
«Annuaire de l'Umversité catholique de Louvain» 61 [1927-29] xcvii-xcvm).
38. El Pontificio Instituto Bíblico estaba confiado a la Compañía de Jesús bajo la
dirección muy conservadora del P.J. Fonck. Debía ser una réplica del Instituto Bíblico
de Jerusalén del padre Lagrange, al que se miraba con desconfianza en Roma. Cf. S. Pió X
promotore degli studi biblia, fondatore del Pont. Istituto Bíblico, Roma 195S, especialmente 23-42.
648
a la esterilidad, pueden registrarse algunos resultados dignos de
estima: en 1908 tuvo lugar la fundación de las «Biblischen Zeitfragen» ( = Cuestiones bíblicas del tiempo), colección sumamente
propagada; en 1912 la fundación de los «Alttestamentliche und
Neutestamentliche Abhandlungen» (— Estudios sobre el Antiguo
y el Nuevo Testamento), dirigidos por J. Nikel y M. Memertz
respectivamente; las publicaciones de «La théologie de S. Paul»
del padre F. Prat S.I. (1908-12) y del comentario del P. Lagrange
al Evangelio de san Marcos (1911). En el terreno de la patrología y de la historia del dogma puede ahora Francia poner algunos
nombres al lado de los de un Ehrhard, un Bardenhewer, un Rauschen: J. Tixeront, discípulo de Duchesne, publicó de 1905 a 1912
una Histoire des dogmes, que no carecía de méritos para aquel
tiempo, y el padre J. Lebreton realizó una labor de pionero con
sus Origines du dogme de la Trinité (1910). Lo mismo se puede
decir de J. Lebon en Lovaina con su Monophysisme sévérien
(1909). El creciente interés que se mostró por la antigua literatura
cristiana viene simbolizado por la continuación del Corpus scriptorum christianorum orientalium emprendida en 1912 por las universidades católicas de Lovaina y Washington, que había sido
iniciada en 1902 por J.-B. Chabot. En 1907, la Gorres-Gesellschaft
inaugura bajo la dirección de monseñor Kirsch una «Sektion für
Altertumskunde» ( = Sección para el estudio de la antigüedad),
que tenía por objeto promover los estudios de arqueología cristiana, clásica y oriental y entre otras cosas la investigación de los
problemas planteados por la historia de las religiones. El año
1912 fundó F.J. Dolger en la universidad de Münster una nueva
cátedra de «Historia general de las religiones y ciencia comparada
de las religiones» y examinó en sus cursos en qué grado las ideas
cristianas y los primitivos ritos del cristianismo habían sido influenciados por el paganismo ambiente39. Un año antes —mientras aparecía en Francia bajo la dirección del P. Huby el primer manual católico de historia de las religiones, Christus— el
padre W. Schmidt S.V.D., fundador de la revista «Anthropos»
(1906), había convocado en Lovaina, en colaboración con el pa39. Sobre Franz Joseph Dolger (1879-1940), el primer teólogo católico que tomó en
consideración la escuela de historia de las religiones, véase T H . KLAUSER, F.J. Dolger,
Leben und Werke, Münster 1956.
649
A A i \ l l l i
dre Bouvier, S.I., la primera semana católica de etnología religiosa40, y otro alemán, J. Schmidlin, había fundado la «Zeitschrift
für Missionswesen» (= Revista de misiología) y el primer Instituto católico de Misiología41. La historia de la liturgia estuvo brillantemente representada por el alemán Baumstark, los ingleses
Bishop y Fortescue, los benedictinos franceses Cabrol, Férotin
y Leclercq. Este último inició en 1907 el «Dictionnaire d'archéoIogie chrétienne et de liturgie», al que siguió en 1912 el «Dictionnaire d'histoire et de géographie ecclésiastiques».
La aparición de nuevas revistas fue otro indicio de la actividad científica en aquellos años difíciles. Aquí hay que mencionar revistas históricas, tales como la «Zeitschrift für schweizerische Kirchengeschichte» ( = Rev. de hist. eclesiást. suiza) (1907),
la «Revue d'histoire de PÉglise de France» (1910), el «Archivum franciscanum historicum» (1908) y el «Archivo ibero-americano» (1914), pero también revistas estrictamente teológicas, como
«Theologie und Glaube» ( = Teol. y fe) (1909), órgano del Instituto filosófico-teológico de Paderborn, y sobre todo la «Revue
des sciences philosophiques et théologiques» (1907) de los dominicos franceses de Le Saulchoir42 y las «Recherches de science
religieuse» (1910) de los jesuítas de la provincia de París43.
Los modernistas habían propuesto como objeto de discusión
auténticos problemas, que no se habían resuelto con la mera condenación del modernismo. Se trataba, en efecto, de las relaciones
entre la teología y sus fuentes (Biblia, documentos de la antigua
tradición, decisiones del magisterio eclesiástico) y de la naturaleza de su homogeneidad con la revelación divina.
Entre los teólogos que trataron de dar una respuesta a las
cuestiones suscitadas por Loisy, Tyrrell o Le Roy, hay dos que
merecen especial mención: el padre de Grandmaison S.I.44, que
40. Cf. RHE 13 (1912) 747-751.
41. Cf. 50 Jahre katholische Missionswisienschaft in Munster, 1911-1961, bajo la dirección del J. GLAZIK, Münster 1961.
42. Cf. M. JACQUIN, en RSPhTh 40 (1956) 632-635. Sobre la postura intelectual de
esta escuela, animada entonces por el P. Gardeil y después por el P. Lemonnyer, cf.
M.D. CHENU, Une École de theologie, le Saulchoir, Kain-Étiolles 1937.
43. Cf. J. LECLER, en RSR 48 (1960) 7-39.
44. Sobre Léonce de Grandmaison (1868-1927), director de «Études» y fundador de las
«Recherches de science religieuse», véase J. LEBRETON, Le P.L. de Grandmaison, París
1932. Sus artículos principales están reunidos en un volumen: Le dogme chrétien. Sa nature,
ses formes, son développement, París 1928.
650
J. 1 1 LIO. V W U V l f U
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WIVU1HJUVU
en aquellos difíciles tiempos contribuyó con sus artículos moderados y comprensivos (como los juzgaban a la vez Blondel y Loisy)
a guiar a la opinión pública desconcertada por entre los escollos
del modernismo y del integrismo, aunque sin llegar totalmente
al fondo de los problemas, y sobre todo el profesor P. Gardeil
O.P.45, que no obstante sus limitaciones aparece más y más como
pionero. Su influencia se restringió en un principio únicamente
a Francia, pero luego, gracias a sus discípulos, irradió más allá
de las fronteras nacionales. Su obra alcanzó su punto culminante
en dos obras de metodología apologética y teológica, que hace ya
tiempo vinieron a ser clásicas: La crédibilité et l'apologétique
(París 1908, 2.a ed. totalmente refundida, 1910), libro que fue
objeto de acaloradas controversias, sobre todo por parte blondeliana, y Le donné revelé et la theologie (París 1910), trabajo en
el que quiso reanimar la obra de Cano con respecto a los problemas de comienzos del siglo xx. Alemania y Austria, que ocupaban
la primera fila cuando se trataba de la teología histórica, no aportaron en cambio gran contribución en estas discusiones metodológicas. La obra del profesor vienes Commer, apreciada en su tiempo, o la del jesuíta Chr. Pesch (entre otras cosas, sus Theologische Zeitfragen [ = Cuestiones teológicas del tiempo], 6 vols., 191016), parecen hoy bastante decepcionantes. La aportación de los
países meridionales fue prácticamente nula.
El integrismo
Codo a codo con la represión oficial del modernismo por las
autoridades eclesiásticas se produjo una campaña de denuncias que
se fue agravando más y más hacia el final del pontificado y durante los últimos años acabó por envenenar literalmente la atmósfera. Podrá parecer extraño que esta campaña se desarrollara
sobre todo a partir del momento en que, tras las condenaciones
de 1907, parecía entrar el modernismo en plena desintegración.
Uno de los más activos propugnadores de la ortodoxia, A. Cava45. Sobre Ambroise Gardeil (1859-1931), véase H. GARDEIL, L'oeuvre du P.A. Gardeil,
París 1956. También R. AÜBERT, Le probléme de l'acte de foi, Lovaina 21950, 393-450;
M.D. CHENU, en RSPhTh 40 (1956) 645-652; Y. CONGAR, en DThC xv, 443.
651
llanti46, explicó sin embargo este hecho de la forma siguiente:
«Como el arrianismo, el pelagianismo, el jansenismo, al desaparecer tras las condenaciones por la Iglesia, dejaron tras sí toda
una estela de errores todavía más sutiles y menos llamativos a primera vista, que luego fueron conocidos por los nombres de semiarrianismo, semi-pelagianismo y semi-jansenismo, así también hoy
el modernismo desenmascarado y herido de muerte, el desaparecer
deja tras sí otros errores que se propagan en masa como gérmenes y son, o amenazan ser, la ruina de muchos buenos católicos (...). Lo repito: hay un semi-modernismo, que si bien no es
tan fiero como su padre, el modernismo como síntesis de todas las
herejías, en cambio es más taimado y capcioso»47.
Ahora bien, ¿dónde comenzaba el «semi-modernismo»? Y, sobre todo, ¿dónde comenzaban las «tendencias modernistas» o el
«estado de ánimo modernista», como se expresaba la «Corrispondenza romana»? El peligro de abuso era especialmente grande,
dado que la mayor parte de aquellos censores irresponsables en
el terreno de la teología y sobre todo en el terreno de la exégesis eran muy poco competentes y además eran mentes cerradas
por completo a ideas ajenas. Ya pocos meses después de la publicación de la encíclica Pascendi se vio el cardenal Ferrari en la
necesidad de pronunciarse contra los excesos en su carta pastoral de la Cuaresma: «Es triste ver que algunos, incluso abiertamente, se dejan arrastrar a excesos y casi en todas partes quieren
husmear modernismo y estigmatizarlo, o que por lo menos quieren
hacer sospechosos de modernismo a hombres que no tienen nada
que ver con él.» Casi no hubo un solo intelectual católico que
durante aquellos años no se viera expuesto a sus ataques, ataques
que en muchos casos pecaban tanto contra la justicia como contra la caridad. Y también muchas beneméritas instituciones fueron
víctima de aquella lamentable polémica: así la Escuela Bíblica de
Jerusalén, la Facultad teológica de Friburgo de Suiza (que por muy
poco no fue suprimida por Pío x), el Instituí Catholique de París,
numerosos seminarios que habían tomado iniciativas para elevar
el nivel de los estudios, y otros muchos.
Estos «zelotas» han pasado a la historia con el apodo de «integristas». Se apellidaban a sí mismos «católicos integrales»: contra los empeños de los católicos liberales y de los modernistas
(a los que, por lo demás, metían casi siempre en un mismo saco)
por diluir el catolicismo, querían ellos «reforzar la integridad del
romanismo: sólo querían el entero catolicismo romano (doctrina
y práctica), y nada más»48.
Cualesquiera que fueran sus discutidos métodos, hay que reconocer que en muchos de ellos no se trataba simplemente de meros
celos de teólogos contra competidores que querían enajenarles las
simpatías de la joven generación: en vista de los peligros que parecían amenazar a su fe, consideraban sencillamente su cruzada
como un deber sagrado, y los reiterados alientos que recibían directamente del papa no podían menos de confirmarlos en esta
convicción.
Si por un lado los integristas no se arredraban ante la denuncia y los métodos ocultos, incluido el espionaje49, por otro lado,
sin embargo, combatían a cara descubierta: con libros y opúsculos, como el jesuíta J. Fontaine — en el que, por lo demás, É. Poulat ve «un testigo notablemente bien conservado de una especie
intelectual, cuyo papel parece haber sido considerable»50—, y sobre todo con una serie de revistas, por cierto de poca tirada, que
ellos controlaban más o menos directamente. En Italia eran la
«Unita cattolica», que contaba con el apoyo financiero de Pío x,
«Verona fedele» y la «Riscossa» de los hermanos Scotton; en
Francia, «La foi catholique» de B. Gaudeau y «La critique du
libéralisme» de E. Barbier, aparecidas ambas en 1908, a las que
46. Sobre él, véase CivCatt m (1917) 370; también É. POULAT, Intégrisme 43-M37.
47. Conferencia de 16-11-1908, resumida en «La critique du libéralisme» 1 (1908-09)
421-423. El 5-2-1909 escribía la «Corrispondenza Romana» en el mismo sentido: «Hoy día
el verdadero peligro está más en la propaganda modernizante que en la radicalmente
modernista.» Y en 1913 escribía monseñor Benigni, protestando contra los que querían
hacer remontar el modernismo a su forma más radical: «Como si sólo con 40 grados
hubiera fiebre» (citado por É. POULAT, Intégrisme 340).
48. Declaración de la «Agence internationale Roma» (AIR) de 19-6-1913, citada en
É. POULAT, Intégrisme 132. Un órgano capital del movimiento, la «Vigié», escribía el
5-12-1912: «Nosotros somos católicos romanos integrales, es decir, nosotros ponemos por
encima de todo y de todos no sólo la doctrina tradicional de la Iglesia en el ámbito de
las verdades absolutas, sino también las instrucciones del papa en el ámbito de las contingencias prácticas. La Iglesia y el papa son una sola cosa.» Poulat sin embargo hace notar
(o.c. 522) que «los más ardientes seguidores de Pío x habían mostrado con frecuencia
menos entusiasmo por León XHI».
49. A veces respaldado por altas esferas, como el affaire Perciballi (cf. É. POULAT,
intégrisme 588-589).
50. DHGE xvii, 819-821.
652
653
hay que añadir los periódicos dependientes de los Asuncionistas
gracias al padre Salvien51: «L'Univers», que buscaba nueva eclosión de vida en el integrismo, y desde 1912 «La Vigié»; en Bélgica la «Correspondance catholique» del abogado Jonckx: en los
Países Bajos «De Maasbode», cuyo redactor en jefe, M.A. Thomson, era el alma del integrismo holandés; en Polonia la «Mysl
Katolicka».
¿En qué medida fue coordinada y dirigida desde un centro
toda esta actividad y qué papel desempeñaba de hecho en ello la
santa sede? La respuesta a esta pregunta no ha aparecido clara
durante largo tiempo, debido a que los integristas trabajaban en
parte en la obscuridad, y sobre todo porque los archivos romanos
tardaron mucho en hacerse accesibles al público. Sin embargo,
en 1921 pudo levantarse ya una punta del velo, aunque en circunstancias que no pudieron tranquilizar totalmente a los historiadores concienzudos. Nueva información aportó el año 1950, con
ocasión del proceso de beatificación de Pío x. Recientemente
É. Poulat ha dado un paso enorme en el esclarecimiento del estado de la cuestión con una conciencia profesional verdaderamente
ejemplar. Ha logrado desarticular el mecanismo de la «secreta red
antimodernista internacional» que había sido montado por monseñor Benigni52, prelado perteneciente a la secretaría de Estado.
Se trata del «Sodalitium Pianum», designado con frecuencia con
las solas iniciales S.P., o con el nombre críptico «La Sapiniére»,
al que él quería incluso dar una base religiosa institucional a la
manera de los institutos seculares de nuestros días.
Desde el descubrimiento de 1921 se propendía a considerar
a monseñor Benigni como el alma del entero movimiento integrista; se suponía que había actuado sin conocimiento de Pío x,
quien no habría sabido prácticamente nada de sus métodos muchas veces discutibles. «La Sapiniére» pasaba por ser un grupo
de presión que disponía de un considerable poder secreto en la
51. Sobre el P. Salvien AA (su verdadero nombre, Charles Miglietti (1873-1934), al
servicio de la Maison de la Bonne Presse de 1896 a 1923, véase É. POULAT, Intégrisme
286-287.
52. Sobre monseñor Umberto Benigni (1862-1934), educado en el espíritu del catolicismo «contrarrevolucionario» del Syllabus y del non expedir, que con infatigable energía
se consagró con algunos amigos a formar le dernier carré des incorruptibles, véase Disquisitio circa quasdam obiectiones
197-204 y E POULAT, Intégrisme 61-70.
654
Iglesia. Hoy día la realidad parece haber sido mucho más modesta
y al mismo tiempo más oficial de lo que se suponía. Fuera de la
«Correspondance de Rome», que estaba destinada a suministrar
a la prensa internacional noticias religiosas redactadas con la «recta
mentalidad», los boletines confidenciales propagados por monseñor Benigni eran sencillamente una «cascada de tentativas fallidas», y la S.P. no tenía en toda Europa más que unos cincuenta
miembros. Cierto que el grupo estaba en conexión con una serie
de personalidades que, si bien no pertenecían a ella formalmente,
compartían su postura, sobre todo el abate Barbier y el padre
Salvien, que ejercía gran influencia en la «Bonne Presse».
En cambio, las relaciones de este grupo con otros adversarios
del modernismo eran con frecuencia mucho más frías.
Los documentos publicados más tarde arrojan una luz completamente nueva sobre las divergencias de pareceres, a veces
bastante profundas, que separaban a los espíritus a los que sumariamente se reúne bajo el concepto colectivo de «integristas».
Benigni, que quería evitar todo compromiso político y moverse
únicamente en terreno religioso, se distanció de la «Action francaise» y de sus miembros. Tenía por demasiado tibios a hombres
como el cardenal Billot y el abate Gaudeau. Desconfiaba del abate Thomson y, en Alemania y Austria, de Kaufmann y Maus
respectivamente. Con Merry del Val estaba francamente en malos
términos, pues el secretario de Estado frenaba con discreción las
tumultuosas iniciativas de Benigni, el cual a su vez le reprochaba
proceder con cautela diplomática53. También se fueron enfriando
más y más las relaciones de Benigni con la Compañía de Jesús,
si bien muchos de sus miembros defendieron hasta el fin del pontificado las posiciones tradicionales con una intransigencia corta
de alcances.
É. Poulat ha logrado con sus indagaciones destruir el tristemente célebre mito de una conjura integrista, y ha puesto en claro
que la realidad era mucho más complicada de lo que algunos habían supuesto durante largo tiempo; sobre todo la logrado «re53 É. Poulat, basándose en los resultados del estudio de los documentos sacados a la
luz, llega a esta conclusión explícita: «Hay que desentenderse de la leyenda: Benigni, el
hombre de Merry del Val, el secretario de Estado que inspira la intransigencia a un papa
bondadoso y devoto que le ha confiado las riendas del gobierno» (o.c. 77).
655
ducir el S.P. a su verdadera dimensión» y demostrar que la ideología del integrismo se extendía mucho más allá del círculo del
«Sodalitium Pianum» y de sus simpatizantes54. Pero se ha demostrado además que ya no se puede sostener que Pío x no tuviera noticia de las maquinaciones de monseñor Benigni. Consta
que el papa apoyó a «La Sapiniére» y que no sólo conoció la
actividad de su fundador, sino que la aprobó y la estimuló. Benigni lo informaba a diario por medio de monseñor Bressan y el
papa mismo le encomendaba regularmente el desarrollo de delicadas encuestas. Parece también estar fuera de dudas que el papa
no hizo nunca a Benigni reproches, ni siquiera medianamente
enérgicos, sobre el modo y manera como desempeñaba los encargos que le habían sido encomedados, como lo había hecho a veces con otros integristas militantes —por ejemplo en el caso del
abate de Tóth, de la «Unita cattolica»—, y que por consiguiente
él mismo, personalmente, respaldó una especie de policía secreta
eclesiástica, que hoy día apenas si nos resulta admisible55, pero
que el papa estimó justificada en la situación dramática en que
le parecía hallarse entonces la Iglesia.
La reacción integrista alcanzó su punto culminante durante
los años 1912-1913. Entre otros, el padre Lagrange fue obligado
en 1912 a abandonar Jerusalén, y poco faltó para que la «Revue
Biblique» suspendiera su publicación56. El año 1913 fue puesta
en el índice toda la serie 5.a (1905-13) de los «Ármales de philosophie chrétienne», medida que algunas semanas después fue reforzada con la prohibición absoluta de publicar impuesta a su director, P. Laberthonniére, sin darle siquiera la oportunidad de
defenderse57. Con el mismo decreto de 5 de marzo de 1913 se
había puesto también en el índice la Sainte Chantal del abate
Bremond, condenación que, si bien era menos fuerte, no por ello
tenía menor trascendencia. Bremond perseguía una renovación también en el campo de la hagiografía, es decir, quería remplazar la
imagen corriente que se ofrecía de los santos por un rostro propiamente humano. Pero en aquellas fechas se hacía sospechoso
todo conato de renovación, y no sólo en los sectores que afectaban
directamente a la fe, sino incluso en la manera de presentar la
historia de la Iglesia o la vida de los santos, si en ello se dejaban
los autores guiar por los «métodos mundanos». Los mismos Bolandos consiguieron a duras penas librarse de una condenación,
y ello gracias a la enérgica protección del cardenal Mercier58, cosa
que en cambio no logró monseñor Duchesne.
Para los integristas existía el peligro de innovación y de secularización no sólo en el terreno de la exégesis, de la teología, de
la filosofía o de la historia de la Iglesia, sino también en el ámbito de las relaciones entre la Iglesia y la sociedad, cosa a la que
entonces se daba el nombre de «sociología». En los empeños de
los demócratas cristianos, de cualquier matiz que fueran, veían
— sin hacer la menor distinción entre un Murri, los abates demócratas franceses, el grupo del «Sillón» o la central sindical de
Mónchen-Gladbach— el espíritu del catolicismo liberal estigmatizado por Pío ix en el Syllabus, que según ellos resucitaba bajo
nueva forma. El programa sometido por el «Sodalitium Pianum»
a sus colaboradores culminaba en la siguiente declaración: «Somos contrarios a la explotación del clero y de la Acción Católica
por cualquier partido político o social, y contrarios muy en par-
54. Por lo demás, se olvida con demasiada facilidad que la iniciativa de las sanciones
no provino siempre de Roma. M. Bécamel ha mostrado esto recientemente (BLE 72
[1971] 258-283) tocante a la deposición de monseñor Batiffol del cargo de rector del
Institut catholique de Toulouse el año 1907: los principales responsables fueron el arzobispo
y su contorno, a instancias de los círculos reaccionarios locales. Véase también J. DAOUST,
en MSR 9 (1952) 251-262 acerca del papel que desempeñó el arzobispo de Rouen, monseñor Fuzet (cuya campaña contra monseñor Baudrillart fue desaprobada por Pío x).
55. A lo sumo se puede admitir que él no estaba enterado de todo y que «si hubiese
estado mejor infoimado, quizá se habría opuesto a ciertos métodos». Si se quiere enjuiciar
objetivamente el modo de proceder de Pío x en la represión del modernismo, hay que
hacer también ciertas distinciones: Durante los primeros años de su pontificado ponía
mucho más empeño en no proporcionar disgustos a aquellos a quienes creía deber hacer
alguna advertencia (véase, por ejemplo, la carta de 1906 reproducida en P. STEFANINI,
11 card. Maffi, Pisa 1958, 277). En cambio, a partir de 1910, la constante ansiedad y miedo
en que vivía — «el error que hoy trata de propagarse es todavía mucho más mortífero
que el de Lutero», escribía en 1911 a monseñor Bonomelli (DAL GAL, II papa S. Pió X,
183) —, lo impelía a mostrarse cada vez más duro y a sostener la idea de que «lo peligroso del mal permite la aplicación de medios extraordinarios» (É. POULAT, Intégrisme
218). Por lo demás, Pío x procuraba respetar lo más posible los derechos de los obispos
(más de una vez echó en cara a ciertos integristas no respetar suficientemente estos derechos), pero por otro lado tenía una concepción muy autoritaria de los derechos de la
jerarquía con respecto a los simples sacerdotes, lo cual explica su proceder a veces severo
contra ellos cuando estaba convencido de que se trataba de defender la sana doctrina.
56. Véanse las páginas autobiográficas que llevan por titulo L'annie terrible, en
Le P. Lagrange au service de la Bible 200-215. Cf. antes 467.
57. Algunos detalles en A. BLANCHET, Histoire d'une mise a l'lndex 149-155. La documentación que condujo a la condenación había sido proporcionada por la «Action francaise».
58. En todo caso, una circular de la Congregación de los Estudios hizo saber que las
Ugendes hagiographiques del padre Delehaye no debían utilizarse en los seminarios.
656
657
ticular al exagerado compromiso social que se implanta en el clero
y en la Acción Católica con la intención de sacarlos de la sacristía y de dejarlos sólo raras veces volver a ella»59.
Esto podía en un principio sorprender, si se tiene en cuenta
que varios líderes integristas, como, por ejemplo, Benigni en Italia, Maignen en Francia, Decurtins en Suiza y otros muchos habían sido ardientes partidarios de la encíclica Rerum novarum.
Ahora bien, estos hombres se mantenían fieles precisamente al programa inicial del catolicismo social de los primeros años de León XIII,
que al mundo burgués nacido de la revolución de 1789 contraponía expresamente el orden social cristiano basado en el reinado
de Cristo sobre la sociedad humana, opuesto al «ateísmo social».
Reprochaban a los demócratas cristianos de la nueva generación
tomar más y más los intereses sociales y la autonomía de la vida
secular como pretexto para desentenderse de la tutela de la Iglesia.
Precisamente estos hechos, en relación con los cuales se utilizaba a veces la expresión de «modernismo práctico», atraían cada
vez más la atención de los integristas —y, por lo demás, también la de la santa sede—, una vez que las condenaciones de
1907 habían reducido el peligro del modernismo doctrinal. Es
interesante constatar que son precisamente problemas de esta índole el objeto casi único de la correspondencia internacional de
monseñor Benigni, dada a conocer recientemente.
Los acontecimientos estigmatizados como «extravíos» asumieron naturalmente en los diferentes países formas mucho más variadas de lo que se había observado en los problemas relativos
a las opiniones doctrinales. En Italia se dirigió la atención sobre
todo a la acción que en el terreno político querían llevar a cabo
Murri y sus adeptos, de los que se tratará en el capítulo siguiente.
Fracasado en su intento, y una vez que las autoridades eclesiásticas volvieron a asumir el control del movimiento católico, el siguiente objetivo primario fue la prensa. Como ya quedó expuesto antes (véase cap. xn), dos opiniones se enfrentaban en este
campo: los unos opinaban que los periódicos católicos debían ser
intérpretes oficiosos de las ideas de la santa sede bajo el control
directo del clero y debían predicar «a un público pacífico de
59.
Citado en Disquhitio
circa quasdam obiectioncs
658
265-266.
ciudadanos devotos» (M. Vaussard) una política intransigente de
defensa religiosa de acuerdo con la «tesis» católica sobre los derechos de la Iglesia en la sociedad. Según la otra opinión, los
periódicos católicos debían tratar de hacerse oír por las clases dirigentes, que en su mayoría compartían la concepción liberal de
la sociedad, para poner a su alcance la concepción católica tocante
a los problemas de la hora.
La controversia se formulaba en estos términos: Stampa di
concentrazione o Stampa di penetrazione. El papa dio la preferencia a la primera solución, que estaba representada por periódicos como el «Osservatore Romano» y la «Voce de la veritá»
en Roma, la «Unitá cattolica» en Italia central o la «Difesa» en
Venecia. Bajo la dirección de un antiguo presidente del movimiento católico, el conde Grosoli, se había constituido sin embargo, el año 1907 una sociedad llamada comúnmente «II Trust».
Editaba periódicos de una tendencia diferente, mucho menos confesional, tales como el «Corriere d'Italia» o el «Awenire d'Italia»60. Estos periódicos se convirtieron en el blanco de los ataques
de los círculos integristas. Por causa de uno de ellos, la «Unione»
de Milán, se produjo en 1911 el lamentable choque entre Pío x
y el cardenal Ferrari61. El 2 de diciembre de 1912 condenó el
papa públicamente los periódicos publicados por el «Trust» 62.
En Francia se produjeron numerosos ataques contra el «modernismo social», que fueron apoyados, entre otros, por la «Action
Francaise». Algunas víctimas de estos enfrentamientos lograron
finalmente, debido al respaldo de que gozaban en Roma, librarse
de una condenación: así, por ejemplo, los jesuitas de la «Action
populaire» a. Hubo sin embargo que registrar también sucesos dolorosos: El padre Anizan, superior general de los Hermanos de
San Vicente de Paúl, fue denunciado en Roma por un sacerdote
60. Cf. A. GIORGI, G. Grosoli, Asís 1960, 83-103; L. BEDESCHI, Significato e fine del
Trust grosoliano, «Rassegna di política e di storia» (1964) 7-24; R. AUBERT, Premessa ad
una storia dell' «Awenire», en «Humanitas» 22 (Brescia 1967) 488-512
61. Sobre este grave incidente, que con frecuencia se ha aducido como un ejemplo de
los excesos a que condujo ía represión antimodernista, véase la Disquisitio circa quasdam
obiectiones , completada y matizada con los artículos de M. TORRESIN, que utiliza el
archivo diocesano de Milán, en «Memorie storiche della diócesi di Milano» 10 (1963)
37-304.
62 AA S 4 (1912) 695.
63. Se puede seguir el affaire en detalle en base a numerosos documentos inéditos en
P
DROULERS.
i.c.
659
de su propia congregación y en 1914, con ocasión de una visita
apostólica, fue depuesto de su cargo junto con todo su consejo M.
Un caso merece expecial atención, debido a la resonancia mundial que tuvo entonces. Nos referimos a «Le Sillón». Este movimiento debió su origen a un grupo de jóvenes que, como otros
muchos estudiantes, aspiraban a una reconciliación entre el catolicismo y la sociedad ganada para las ideas de 1789. Uno de estos
jóvenes, Marc Sangnier65, que ejercía profundo influjo en sus camaradas, transformó desde 1899 en un movimiento activo lo que
en un principio había sido un grupo de estudiantes. Sangnier adoptó diversas iniciativas y, gracias a su extraordinario dinamismo y
a su genuina elocuencia, obtuvo rápidamente un éxito considerable. Fundó círculos de estudios sociales, en los que se reunían
con iguales derechos jóvenes intelectuales y jóvenes trabajadores.
Creó institutos que competían con las universidades populares socialistas y organizó discusiones públicas sobre cuestiones de actualidad y problemas de la hora. El movimiento, que gracias a
algunas fuertes personalidades locales se extendió también a las
provincias, asumió pronto la forma de una cruzada, que tenía por
objetivo la recristianización de la democracia mediante la recuperación para la Iglesia de amplios sectores del pueblo y la reconciliación de la Iglesia con la república. El movimiento se distanció a a vez de los católicos liberales, que para él estaban demasiado alejados del mundo de los trabajadores, y de los demócratas
cristianos, a los que reprochaba dar exclusivamente la preferencia a reformas de orden institucional, en lugar de abordar el apremiante quehacer de una educación moral de los individuos, en los
que, con la imprescindible ayuda de elementos intelectuales, había
que desarrollar el genuino espíritu democrático, sin el cual las instituciones democráticas estaban condenadas a una ruina fatal.
Así pues, por un lado, un impetuoso mesianismo, bajo el influjo de una fascinación carismática, debía arrastrar a los hombres,
de modo que todo lo que había que hacer era reunidos en una
comunidad fraterna, sin una organización rígida que ahogara el
impulso creador. Por otro lado se hallaba la voluntad de algu64. Cf É POULAT, Intégnsme 419-422
65. Sobre Marc Sangnier (1873-1950), véase, aparte de la obra di J. Carón (véase
antes, 636, M. BAHTHÉLEMV-MADAULE, M. Sangnier, París 1973.
nos miembros de transmitir con paciencia y muy poco a poco el
ideal cristiano a las formas de sociedad existentes; la organización
actual serviría para hacerse con el control de la responsabilidad
en la dirección del Estado.
Estos contrastes desencadenaron la primera crisis durante el
año 1905. Sin embargo, las discusiones internas no menoscabaron
la fuerza de irradiación de «Le Sillón».
Una crisis más grave, en cambio, se anunciaba desde 1906, cuando el movimiento comenzó a actuar en la política y concretamente
con un programa según el cual los cristianos en una sociedad democrática pluralista se esforzarían por alcanzar un influjo especialmente fuerte con mutuo respeto de las opiniones. Esta nueva orientación transformó el grupo confesional orientado en substancia
hacia el apostolado, en un movimiento que invitaba a la colaboración, a veces en forma provocante, con acatólicos, protestantes
e incluso francmasones (Sangnier llamó a la nueva organización
«le plus grand Sillón»).
Este nuevo rumbo de las cosas debía necesariamente inquietar
a las autoridades eclesiásticas, que ponían empeño en conservar
bajo su exclusivo control a la juventud católica. Pero sobre todo
creó un problema verdaderamente serio la participación de jóvenes sacerdotes y seminaristas en un movimiento que debía pronunciarse sin mandato oficial de la jerarquía, tanto más cuanto
que algunos de ellos aprovechaban las declaraciones de Sangnier
sobre la libertad de conciencia de cada ciudadano para justificar
la independencia frente a sus superiores también en otras esferas.
Diversos obispos reaccionaron ante esta nueva situación ya
el año 1907, y a partir de este momento actuó también el Vaticano. Pío x había en un principio expresado su simpatía por el idealismo de aquellos jóvenes católicos orientados a la actividad religiosa, pero luego se fue sintiendo cada vez más inseguro, tanto
más cuanto que fue informado de manera muy tendenciosa. En
realidad había también motivos perfectamente justificados de reproches concretos; en primer término, porque el «Sillón» atacaba
sin consideraciones a aquellos católicos que no compartían su entusiasmo por la democracia republicana; además, por la intención
de hacer de aquella democracia un deber derivado de la moral
cristiana, en lugar de presentarla como objeto de libre elección.
660
661
Algunas imprudencias en la manera de expresarse y el proceder
cada vez más rígido de Sangnier acabaron por comprometer totalmente el movimiento. En febrero de 1909, el cardenal Lucon,
arzobispo de Reims, le dirigió una seria amonestación, lo cual
dio lugar a que se agudizara todavía más la campaña desencadenada hacía meses contra él por la prensa conservadora, con
los integristas a la cabeza. Entre otras cosas, el abate Barbier, animado por monseñor Benigni, se apresuró a lanzar sobre «Le Sillón»
la sospecha de modernismo, ya que reconocía el concepto democrático de autoridad condenado por la encíclica Pascendi. Por
otro lado, era inadmisible a los ojos de Pío x la nueva orientación del movimiento, que pretendía sustraerse a la autoridad
eclesiástica; para el papa, todo plan que apuntara a transformar la sociedad era un asunto del orden moral, en el que sólo
la Iglesia era competente. El 25 de agosto de 1910 dirigió una
carta al episcopado francés66, en la que —basándose en textos
auténticos de «Le Sillón», aunque con frecuencia «despojados de
matices y simplificados» (J. Carón) por haber sido desvinculados
de su contexto objetivo o histórico— señalaba tres clases de errores: 1) Declaraciones incompatibles con la doctrina católica tradicional de la sociedad, pues recuerdan «las doctrinas de los presuntos filósofos del siglo xvni, la revolución y el liberalismo, que
con frecuencia han sido ya condenados»; 2) Una inadmisible reivindicación de autonomía con respecto a la jerarquía católica en
materias que caen dentro del ámbito de la moral, reivindicación
que todavía viene agravada por el eclecticismo de las alianzas
contraídas con acatólicos67; 3)Finalmente, como consecuencia de
esta «promiscuidad» de trabajo: infiltraciones modernistas que
conducirían a los sillonistas a olvidar la divinidad de Cristo para
«hablar únicamente de su compasión con toda miseria humana
y de sus apremiantes exhortaciones al amor del prójimo y a la
fraternidad» y tendrían como consecuencia que los sillonistas «no
66. AAS 2 (1910) 607-633. Sobre las fuentes en que parece basars- este documento,
cf. J. CARÓN, O.C. 707-711.
67. El papa exigió como solución práctica la división del movimiento en grupos diocesanos estrictamente confesionales sometidos a los obispos. M. Sangnier y sus amigos se
sometieron sin la menor reserva. Ahora bien, la solución propuesta hizo que desapareciera precisamente lo que constituía la originalidad del movimiento, que fue languideciendo
poco a poco.
662
serían ya sino una lamentable aportación al gran movimiento de
apostasía que se ha organizado en todos los países con vistas
a erigir una Iglesia mundial que no tenga ya dogma ni jerarquía
ni regla alguna para el espíritu.»
Esta condena, que fue acogida con entusiasmo por la entera
prensa de orientación derechista, fue considerada en cambio por
los círculos de izquierdas como confirmación de la incompatibilidad de la Iglesia con las modernas aspiraciones de la sociedad. Esta impresión se vio reforzada todavía por el hecho de que
numerosos círculos influyentes de Roma e incluso el mismo Pío x
se mostraran complacientes con la «Action francaise», grupo legitimista de extrema derecha, dirigido por Charles Maurras y que
regularmente se situaba al lado de los integristas, adversarios de
la democracia cristiana. Este grupo «defiende el principio de autoridad, defiende el orden», replicaba el papa a los católicos de
izquierda que veían en la «Action francaise» una concepción no
cristiana del Estado, que tiene por meta hacer de la razón de Estado el valor supremo. El papa estaba agradecido a Maurras por
sus mordaces ataques contra una clase de democracia defendida
por los parlamentos anticlericales de Francia y de Italia, así como
por haber creado una cátedra del Syllabus con el fin de predicar
una concepción contrarrevolucionaria de la sociedad basada en
la tradición y en la jerarquía. Fue incluso hasta el extremo de
llamar a este agnóstico un «buen defensor de la santa sede y de la
Iglesia»68, sin advertir que Maurras alababa a la Iglesia católica
porque había logrado mitigar el contenido demoledor del mensaje
del «Cristo hebreo» mediante la sabiduría tomada de la antigua
Roma.
El año 1913, después de una nueva ofensiva de los católicos
democráticos contra Maurras, apoyada por algunos obispos, intervinieron cerca del papa «altas personalidades» para presentarle
las denuncias como «una trampa puesta por los demoliberales».
No obstante, tras algunas vacilaciones, hizo pasar las obras de
Maurras a la Congregación del índice; ésta se pronunció unánimemente por la condenación (26-1-1914), pero el papa se abstu68. Pero no «de la fe», como escribió distraídamente C. Bellaigue, que además fechó
un año más tarde esta declaración dada el 6-7-1913 (cf. A. DANSETTE, en «Études» 279
[1953] 391-392).
663
vo de hacer público el dictamen69, pues temía que la condenación
del publicista que a sus ojos era el más fuerte adversario de los
modernistas y de los anticlericales, habría favorecido la causa de
éstos.
Alemania, que se había visto muy poco afectada por la crisis
modernista en sentido estricto, no tuvo tampoco que sufrir gran
cosa de la reacción antimodernista en el plano doctrinal, aun
cuando algunos sabios católicos fueron también objeto de medidas que hoy día difícilmente parecen ya justificadas70. En cambio,
en los últimos años del pontificado de Pío x se vio Alemania fuertemente sacudida por los ataques integristas en el plano político
y social. En un contexto posterior (v. cap. xxxv) se darán detalles sobre la disputa del centro y sobre la oposición, que desde
1904 cristalizó en el plano del sindicalismo. En esta oposición
se trata de tensiones entre la corriente berlinesa, que se había
mantenido fiel a la vieja forma de las asociaciones de trabajadores católicos, y la corriente de Colonia, mucho más fuerte, que
postulaba los sindiactos interconfesionales, dispuestos a colaborar,
llegado el caso, con los socialistas para la defensa de los intereses
profesionales.
Este doble conflicto reclamaba urgentemente una decisión fundamental sobre la cuestión de hasta qué punto los seglares debían
asumir por sí mismos la responsabilidad de su actividad en sectores temporales, sin intervención de la jerarquía. Los «integrales», como se los llamaba aquí, estaban convencidos —y Pío x
les daba toda la razón— de que la religión es por de pronto el
fundamento del orden social y de que por tanto si se quieren
resolver los problemas sociales y políticos fuera del control de la
autoridad eclesiástica se pondrá de nuevo en cuestión la concepción tradicional de la «civilización cristiana» y se correrá peligro
de exponerse a error en zonas que afectaban al magisterio eclesiástico. Así pues, los integristas reprochaban a los sindicatos cris-
tianos —en la forma en que se organizaban casi en todas partes
en Europa occidental a principios del siglo xx— cargar el acento principal sobre el quehacer económico y social, en lugar de
poner en primer término su objetivo final moral y religioso. Se
indignaban sobre todo por el hecho de que la corriente de Colonia iba incluso hasta el extremo de organizar la defensa de los
trabajadores sobre una base profesional neutra, con lo cual se
facilitaba la colaboración con los acatólicos e incluso con los
socialistas.
Pío X quería por un lado mantener en vigor los principios que
según su modo de ver deben regir toda sociedad cristiana y combatir por tanto las tendencias de desclericalización de la vida del
mundo. Sin embargo, debía también por otro lado tomar en consideración la fuerza de la corriente de Colonia, apoyada por la
gran mayoría del episcopado alemán y que, secretamente, gozaba también del apoyo del nuncio de Munich71. Por consiguiente
la situación entera se diferenciaba radicalmente del caso del «Sillón». El papa intentó un compromiso y en septiembre de 1912
publicó la encíclica Singulari quadam72, en la que aprobaba sin
reservas la fórmula de Berlín, pero admitía que la otra fórmula
se podía también «tolerar» a fin de evitar un mal mayor. En
una palabra, se trataba de tesis e hipótesis. Sin embargo, esta intervención del papa no logró acallar las polémicas que bullían
hacía varios años, sino que todavía hizo más confusa la situación,
puesto que ambos partidos cantaron victoria.
También en Francia volvieron a reanimarse las polémicas. Aquí
tomaron los integristas la encíclica como pretexto para reanudar
sus ataques contra la democracia cristiana73. Entonces la «Civiltá
cattolica» publicó dos artículos del padre Monetti74, teólogo al
que fácilmente prestaba oído el papa. Estos artículos apuntaban
69. Véase el contenido de esta documentación en Index librorum prohibxtorum, edición de 1930, p. xxvm-xxxi. Sobre la condenación, véase A. LATREIIXE, en «Cahiers
d'histoiK» 10 (1965) 388-401.
70. Cuando F. Maier se encargó del comentario de los tres primeros evangelios para
la llamada Biblia de Bonn preparada por F. Tillmann, se estimó temeraria su solución
del problema sinóptico, por lo cual tras la publicación de algunos fascículos hubo de ser
reemplazado por otro colaborador.
71. Sobre la acción moderadora del nuncio en las diferentes controversias suscitadas
bajo la divisa de la reacción antimodernista y que fue poco apreciada por algunos círculos
romanos, véase A. WALZ, Andreas Kard Früfmirth, Viena 1950, 328-347. Sobre el origen
de la encíclica, L. HARDIECK, en WZ 109 (1959) 169ss.
72. AAS 4 (1912) 657-662
73. Una carta abierta del cardenal Merry del Val a A. de Mun, de 7-1-1913 (véase
R. TALMY, Le syndicalisme chrétien Y32-V2A) significó para los integristas una primera
victoria, aunque en el transcurso de los meses siguientes se produjo una distensión.
74. CivCatt i (1914) 385-399 546-599. Sobre este affaire y sus consecuencias, véase
A ZUSSINI, L. Caisotti di Chiusano e il movimento cattolico dal 1896 al 1915, Turín
1965, 154-196.
664
665
directamente contra el principio de los sindicatos y culminaban en
esta frase: Este principio (sindical) «abarca muchas cosas que son
absolutamente contrarias el espíritu del evangelio y de nada sirve
bautizarlo con el calificativo de cristiano; cuando dos conceptos
son tan discrepantes, no se intenta asociarlos entre sí.» El artículo
había sido sin duda sugerido en las más altas esferas. Produjo
el efecto de un globo de observación, de un preludio para un
nuevo y mucho más severo documento pontificio. Este documento
trataba de poner en guardia al sindicalismo cristiano contra una
evolución que lo distanciaba más y más de la ideología social que
Pío x —aunque esto ha sido negado por diferentes historiadores
apologistas— tenía por la única acertada y conforme con la concepción católica. Todos cuantos habían llegado a la convicción
de que el papa en este punto era prisionero de un «modelo» anticuado (entendida la palabra en sentido sociológico) y tenían
empeño en no diferir ya por más tiempo la adaptación de la
Iglesia a la sociedad moderna, se esforzaron por evitar el nuevo
golpe. Los cardenales Maffi y Mercier, el general de los jesuítas
P. Wernz, Toniolo y Harmel y otros más intervinieron discretamente y el papa prefirió al fin dejar para otra ocasión la medida
proyectada. Así, los demócratas cristianos se alzaban con la victoria final sobre los integristas, en esta «última batalla del pontificado» (É. Poulat).
Por lo demás, precisamente por entonces los excesos de la
«caza de brujas» suscitaron poco a poco en todas partes una
resistencia que, contrariamente a lo que se ha afirmado muchas
veces, no esperó hasta el pontificado de Benedicto xv para manifestarse más o menos abiertamente75. Esta resistencia se fue agrupando poco a poco en torno a algunos prelados que desde hacía
varios años se preocupaban por el sesgo que iban tomando las
cosas en y por la dirección que se había emprendido76. En este
núcleo de resistencia se contaban también algunos jesuítas que
se daban perfecta cuenta de que el sucesor de Pío x debía iniciar absolutamente una nueva marcha de las cosas y que este
giro tenía que ser preparado. Varias prestigiosas revistas de la
Compañía de Jesús aventuraron desde 1913 una franca protesta.
Así, por ejemplo, la revista alemana «Stimmen der Zeit»77, en
la que el padre Lippert estigmatizaba la «caza de herejías» como
uno de los fenómenos más lamentables de la reacción antimodernista. También la «Civilta cattolica» publicó las protestas formuladas por el príncipe de Lowenstein en el congreso de Metz
tocante a los ataques dirigidos por ciertos «integrales» contra los
católicos sociales78. Algo más tarde la revista de los jesuítas
franceses fustigó por su parte las «denuncias hechas sin el menor
discernimiento»79. Para los iniciados no era un secreto que los
jesuítas que así reaccionaban contra los excesos del integrismo estaban apoyados por el general de la Compañía y por dos de sus
principales colaboradores, los padres Ledóchowski y Fine.
Pío x, cuyas amargas quejas por su «aislamiento» en la lucha
en defensa de la ortodoxia integrista se comprenden mejor en
este contexto, no ocultó su descontento. Ya el 8 de octubre de
1913 había confiado la dirección de la «Civilta cattolica» al padre
Chiaudano, que compartía totalmente su postura y del que la
revista integrista «La Vigié» escribió que quería hacer que la revista romana volviese a la «inconmovible postura» de la que quería
alejarse, y «hacer revivir los bellos días de Pío ix» M . El breve
dirigido el año siguiente a la Compañía de Jesús con ocasión del
centenario de su restablecimiento, no dejó la menor duda debido
a la frialdad con que estaba redactado, sobre la profunda decepción del papa ante las «desviaciones» que creía deber reprochar
a la Compañía. Según todas las apariencias, estaba incluso a punto
de sustraer al P. Wernz la dirección de la Compañía y reemplazarlo por el P. Matiussi, que estaba en estrechas relaciones con
75. Las cartas de monseñor Benigni publicadas por É. Poulat muestran claramente
que los católicos «integrales» a partir de 1913 fueron preocupándose cada vez más por
el giro de la situación y que cada vez fueron siendo más numerosos sus clamores de
desaliento en vista de la contraofensiva «liberal».
76. Entre otros, el cardenal Piífl, arzobispo de Viena; el cardenal Amette. arzobispo
de París; ía mayoría de los obispos alemanes; el cardenal Mercier, arzobispo de Malinas;
en Italia, los cardenales Maffi, Stampa, Capecelatro, Richelmy e incluso en la curia los
cardenales Casetta, prefecto de la Congregación de los Estudios, y Steinhuber S.I., piefecto
del Índice.
77. 85 (1913) 358-362; cf. 87 (1914) 249-258.
78. m (1913) 612. Sobre esta intervención de la «Civilta», véase G. DE ROSA, VAñone
cattolica n, Barí 1954, 132-138.
79. Critiques négatives et taches nécessaires, en «Études» 138 (1914) 5-25. Cf. J. LEBKETON, Le P. L. de Grandmaison, París 1932, 187-193.
80. Cf. É. POULAT, Intégrisme 335-337. Es de notar que Pío x. con ocasión de su
nombramiento, expresó el deseo de que la «Civilta» sirviera de modelo a todos los periodistas sincere et integre catholici.
666
667
los círculos integristas81. Pero precisamente en aquel momento, la
muerte casi simultánea del «papa blanco» y del «papa negro»
puso punto final a aquella página especialmente dolorosa de la
opresión del modernismo por los antimodernistas.
Sección tercera
LA SANTA SEDE Y LOS GOBIERNOS EUROPEOS
XXXIV. LA CUESTIÓN ROMANA Y EL CATOLICISMO ITALIANO
Por Mario Bendiscioli
Profesor de la Universidad de Milán
81. Cf. G. CASSIANI INOONI, Vita del P. W. Ledóchowski,
quisitio arca quasdam obiecíiones 10-11
668
Roma 1945, 71-73 y Dls-
BIBLIOGRAFÍA: 1. Colecciones de fuentes (cf. la bibliografía antes
del cap. v): Acta Pii X, 3 vols., Roma 1905-1907; R. AÜBERT, Documents
relatifs au mouvement catholique sous le pontifical de Pie X, en RSH 12
(1958) 202-243 334-370; A. TONIOLO, Saggi politici a cura di S. Majerotto,
Roma 1957; F. MEDA, Scritti scelti a cura di G.P. Dore, Roma 1959; G.
DELLA TORRE, I cattolici e la vita pubblica italiana (articoli, saggi, discorsi)
a cura di G. de Rosa, 2 vols., Roma 1962; R. MURRI, Battaglie d'oggi,
4 vols., Roma 1904; L. STÜRZO, Opera omnia, Bolonia 1950ss; id., Dall'idea
al fatto a cura di G. De Rossi, Roma 1920; id., Chiesa e Stato, Bolonia
1958; La Civiltá cattolica, 1850-1945, antología a cura di G. De Rosa, Roma
1967; L'Azione, antología di scritti 1902-1922 a cura di C. Bello, Roma 1967,
(periódico de Cremona); Vita e pensiero, 1914-1964 de A. GEMELLI y
F. OLGIATI, Milán 1966; Civitas, 1919-1925, pub. por B. MALINVERNI, Roma 1963.
2. El marco histórico: VARIOS AUTORES, 30 anni di storia política italiana, Turín 1968; L. SALVATORELLI, Storia del Novecento, Milán 1957;
G. GiOLim, Memorie della mía vita, Milán 31945.
3. Temas especiales (cf. la bibliografía del cap. v). Además: L. SALVATORELLI, Giolitti, Milán 1928; G. SPADOLINI, Giolitti ed i cattolici, 1901-1914,
Florencia 1960; M. GUASCO, R. Murri ed il modernismo, Roma 1968; G.
CORRADI, Liberali e cattolici nelle Marche, 1900-1913, Urbino 1970; A. CANALETTI GAUDENZI, L. Sturzo. 11 pensiero e le opere, Roma 1945; G. PETROCCHI, Don Luigi Sturzo, Roma 1945; F. Rizzo, L. Sturzo e la questione
meridionale, Roma 1937; F. MAGRI, Un pionere dell'azione sociale cristiana,
Angelo Mauri, 1873-1936, Milán 1956; P. BONDIOLI, P. Agostino Gemelli.
669
Un Profilo, Milán 1926; M.C. Rossi, Fr. L. Ferrari, Dalle Leghe Manche
al P.P.l-, Roma 1965; VARIOS AUTORES, Benedetto XV, i cattolici e la
prima guerra mondiale, Roma 1963; La parola e Popera de Benedetto XV
durante il conflitto mondiale, Florencia 1916; F. MEDA, / cattolici nella
guerra mondiale, Milán 1928; G. QUADROTTA, // Papa, Vitalia e la guerra,
con un prefacio de FR. SCADUTO, Milán 1915; E. VERCESI, 11 Vaticano,
Vitalia e la guerra, Milán 1925 .
Giuseppe Sarto, más tarde Pío x, siendo obispo de Mantua y
luego patriarca de Venecia, combatió al lado del integrismo activo
en torno a la cuestión romana y compartió su actitud crítica y distanciada frente al Estado italiano unitario. Sin embargo, se mostró
sensible a los problemas fundamentales de la sociedad política
italiana, que después de los incidentes sangrientos de mayo de
1898 y del regicidio de 1900 estaba dominada de temores, resentimientos e inculpaciones. Estaba preocupado por el hecho de que
en las elecciones los socialistas habían apoyado a los radicales, los
cuales siguieron llevando adelante su algarada anticlerical inspirada por la francmasonería y no querían permitir la menor influencia de la Iglesia en la vida social (escuelas, educación, previsión social, obras de beneficencia). Esto es lo que constituía el
aspecto interno, nacional de la «Cuestión Romana». Por esta razón el cardenal Sarto, a fin de crear un contrapeso contra tales
alianzas entre los radicales y las nuevas fuerzas socialistas bajo
el signo de una mayor apertura hacia las instancias democráticas,
pero también de un laicismo más polémico, consintió que en las
elecciones administrativas se concluyeran acuerdos con los liberales moderados para la defensa de los valores e instituciones religiosas. Además de esto, Sarto había tenido en Mantua y en Venecia ocasión de observar y enjuiciar a personalidades, situaciones
y programas de los católicos militantes y no rechazó completamente contactos con círculos «transigentes» y mediadores.
También después de su elevación al solio pontificio se atuvo,
con respecto al activismo católico, a sus líneas directrices de un
«reformismo conservador» (Aubert); se mostró comprensivo con
las exigencias de los más comprometidos, pero siempre sólo den-
tro de ciertos límites y en un marco determinado, de modo que
se frenaban las iniciativas y los hombres que las llevaban adelante y las traducían a la práctica. Sobre todo, tocante al movimiento católico en Italia, Pío x relegó a segundo término a los
hombres que habían secundado la política de León xm e inició
nuevos métodos de gobierno. Éstos apuntaban a relaciones no
burocráticas, sino directas, con las personalidades dirigentes del
movimiento y con los portavoces de corrientes, contactos que se
establecían a través de su secretario privado. Oficialmente, en cambio, siguió siendo competente la secretaría de Estado, cuyo nuevo
jefe, el cardenal Merry del Val, no estaba familiarizado con el
catolicismo italiano y cuidaba en primera línea de que en éste se
mantuviera en vigor la autoridad, la disciplina y la dirección desde arriba.
Así pues, Pío x daba la preferencia sobre todo a la dirección
personal por medio de hombres de su especial confianza, que
estaban al margen de la secretaría de Estado y de sus departamentos. Entre estos colaboradores, gozaron de especial influencia
algunos padres de la Compañía de Jesús; además, en su calidad
de redactores de la «Civilta cattolica», procuraron también una
influencia especial a este órgano y portavoz oficioso del papa.
Se contaban entre ellos los padres Santi, Passavich y Brandi, los
cuales tenían una visión directa de la organización y de los éxitos
de los católicos organizados, el uno por lo que se refería a Alemania, el otro en lo concerniente a Francia y Bélgica y el tercero
en lo que afectaba a los Estados Unidos. Recibieron además el
encargo de elaborar esquemas de documentos pontificios y servían
también de enlaces con los dirigentes del movimiento católico,
para recoger informes y declaraciones y transmitir sugerencias y
amonestaciones.
Era deseo de Pío x, como lo había sido de su predecesor, que
las decisiones tomadas desde arriba, que respondían a su concepción de la autoridad pontificia, hubiesen tenido su origen en el
pueblo; ahora bien, el laicado, así como los círculos más activos
del clero, estaban desunidos y trataban de introducir una cufia
entre los miembros de la curia y la persona del papa, por lo cual
vino a infiltrarse en las instrucciones oficiales una cierta contradicción y equivocidad. El año 1904 se resolvió suprimir la obra
670
671
El «non expedita en tiempos de Pío X y de Benedicto XV
y al comienzo del pontificado de Pío XI hasta 1925
de los congresos que había subsistido exactamente treinta años.
Simultáneamente las instrucciones sobre la plantilla unificada, basadas en la encíclica // ferino proposito (11-6-1905)x reforzaron la
dependencia del movimiento católico y de su organización, con
respecto a la dirección eclesiástica. El papa se sintió amargamente decepcionado ante la falta de apoyo que determinadas
personas e instituciones manifestaban ante sus intenciones.
También en relación con el non expedit, que recibió una nueva
confirmación, comenzó el papa Sarro a introducir innovaciones;
según los casos se concedían mitigaciones y excepciones con el fin
de descartar candidaturas radicales y socialistas, para lo cual, en
casos de segundas vueltas electorales, se prestaba apoyo al candidato liberal, con tal que éste se hubiese comprometido de antemano a reconocer las exigencias de los católicos tocante a la escuela, a la familia (negativa al divorcio) y a las instituciones religiosas.
Al prestar el Vaticano apoyo electoral a los diputados liberales
que formaban la mayoría parlamentaria en el gabinete de Giolitti,
quería Pío x hacer un gesto de distensión con respecto al Estado
italiano. Como recompensa por ello se esperaba una cierta condescendencia en la cuestión romana, concretamente en dos sentidos: tocante a la reglamentación bilateral de la posición de la
santa sede en Roma, y en relación con la determinación del estatuto jurídico de las corporaciones eclesiásticas de Italia, que se
había de fijar de común acuerdo.
Sin embargo, las esperanzas no se vieron satisfechas. El primer
ministro piamontés practicó una política de acercamiento con la
ayuda de una mayoría parlamentaria bien dispuesta frente a las
oposiciones en el país y en la cámara de diputados, prestó oído
a sus reclamaciones y utilizó como colaboradores a sus portavoces; pero persistió en la actitud habitual tocante a las relaciones
entre la Iglesia y el Estado y consiguientemente con la santa sede;
sostuvo la teoría de que la Iglesia y el Estado son dos líneas paralelas, que avanzan una al lado de la otra, pero sin encontrarse.
Por esta razón también el Vaticano volvió a su postura formal
y rígida.
En consecuencia, se subrayó con más fuerza la dependencia del
1. Texto: lmegnamenti
ponlifici,
n.» 4, 11 laicato, 201-231, n.° 323-374.
672
movimiento católico respecto de la santa sede, y se reforzó la
actuación pública de los católicos en las administraciones locales
y en la organización económica y social (cajas de préstamo en
el campo, instituciones de ayuda a los trabajadores, asistencia a los
emigrantes, casas para el pueblo, prensa religioso-política y de
polémica popular, organizaciones profesionales, por ejemplo de los
maestros de primera enseñanza). Ahora bien, todas estas actividades
daban lugar a contactos cada vez más frecuentes con el mundo
de la política; en la opinión pública y en las representaciones
populares se armonizaban los programas entre sí, y se establecían
contactos con el fin de ejercer presión sobre los poderes públicos
en favor de los grupos representados.
Así, tanto en el plano de las elecciones administrativas (en
las que hasta entonces se había participado con plena entrega)
como también en el terreno de las elecciones «políticas» (en las
que se había influido indirectamente), el problema electoral pasó
a primer término en el movimiento, y en las preparaciones electorales desempeñó gran papel la «unión electoral», al lado de la
«unión económico-social».
Una de las últimas decisiones que había tomado León XIII
había sido la de nombrar presidente de la obra de los congresos
a una nueva personalidad afín a las ideas de Toniolo y abierta
a las exigencias de la juventud: el conde Grosoli de Ferrara, que
en su calidad de editor de diarios católicos estaba llamado a ocupar un puesto destacado. Esto significaba que en el papa Pecci
se habían impuesto los conatos de una democracia social relativamente audaz y que también para él se había convertido en un
movimiento social el movimiento originariamente religioso y clerical. En el congreso de católicos de Bolonia (noviembre de 1903)
había tenido el nuevo espíritu democrático la oportunidad de
imponerse en mociones y en procedimientos electorales democráticos, que testimoniaban que los grupos se habían acercado más
entre sí y que las ideas progresistas y sus fautores habían hallado
adeptos. Pero no era éste el caso en las cinco secciones tradicionales. Muy al contrario, los «viejos», siguiendo a Paganuzzi, que
había sido reemplazado por Grosoli, desencadenaron una campaña
alarmista contra la nueva dirección, y el año siguiente lograron
arrebatar a Grosoli la mayoría en el comité central de la obra de
673
los congresos. Cierto que el papa le renovó todavía su confianza,
aunque poco después el «Osservatore Romano» (19-7-1904) desaprobó una circular que Grosoli había dirigido al comité católico
el 15 de julio del mismo año. Frente a la afirmación de que «la
cuestión de la absoluta libertad e independencia efectiva con respecto a la santa sede era la meta principal de la Acción católica»,
se volvía a insistir en que los católicos dependen de la autoridad
de los obispos no sólo en sus iniciativas religiosas, sino también en
las económicas y sociales, y en que deben mantenerse al margen
de las elecciones políticas. Sin embargo, en una importante referencia a la conciencia nacional y a sus exigencias en relación con
la realidad del movimiento, se decía: «Dentro de los derechos
intangibles de la santa sede, los católicos consideran las épocas
y acontecimientos históricos como piedras miliarias de un camino
que lleva al futuro y ponen cuidado en que su obra, que realizan
como personas vivas, no se vea entorpecida por cuestiones que
están muertas en la conciencia nacional»2.
Grosoli presentó de nuevo su dimisión, que esta vez le fue
aceptada. Seguidamente, en un escrito del cardenal secretario de
Estado, Merry del Val, dirigido a los obispos italianos, se declaró
suprimida la obra de los congresos, de la que sólo se dejó subsistir la segunda sección, a cuyo frente seguía Medolago Albani.
La Acción católica debía depender de la jerarquía; tenía que
abandonar el principio del nombramiento de los directivos mediante elección, así como el principio de la autonomía regional,
y volver de nuevo al rígido centralismo romano y a una organización con división por diócesis. «En los congresos generales y en
las asambleas menores había que prescindir de formas parlamentarias y renunciar a tomar decisiones por plebiscito»3.
Grosoli no había logrado hacer volver a Murri a la organización y a la manera de pensar de la obra de los congresos. Los
problemas suscitados por Murri habían desencadenado en los católicos militantes una crisis de conciencia que no sólo afectó a la
organización, a sus finalidades y métodos y forzó a decidir si se
querían seguir las instrucciones de la obra de los congresos o se
quería optar por la democracia cristiana, sino que además se
2
3
A GAMBASIN, II movimento sociale
Ibid 552-554
hicieron problemáticas la validez del non expedit y las medidas
restrictivas del Vaticano con respecto a la acción democrática de
los católicos.
A esta sazón, en julio de 1904, acusaba el movimiento social
católico una consistencia de la que ofrecía buena prueba la distribución regional: en conjunto 2432 organizaciones, de ellas 642
en el Véneto, 677 en Lombardía, 106 en Toscana, 27 en Umbría,
99 en las Marcas, 37 en el Lacio, 17 en los Abruzos, 37 en Campania, 17 en Apulia, 5 en la Basilicata, 8 en Calabria, 3 en Cerdeña
y 125 en Sicilia. Por su carácter, 774 de estas 2432 organizaciones
eran asociaciones de asistencia mutua, 21 secretariados del pueblo, 107 cooperativas de producción o de consumo, 170 ligas profesionales o asociaciones de trabajadores, 33 asociaciones de trabajadores del campo, 43 asociaciones de labradores, 29 sociedades
de arrendamientos colectivos, 69 bancos, 855 cajas rurales de préstamo, 40 cajas de trabajadores, 154 mutuas de seguros del ganado,
187 asociaciones de propaganda democrática4.
Ahora bien, entonces se planteaba al movimiento católico un
doble problema: por un lado debía llevar adelante e intensificar
la múltiple actividad social, y aquí se hacían valer en los organizados y en los organizadores las exigencias de abajo, del mundo
de los trabajadores y de los campesinos; estos círculos se veían
afectados en primera línea por la industrialización, sometidos a
nuevas condiciones de vida y afligidos por reiteradas crisis de
resultas de las correspondientes crisis mundiales. Los católicos
querían también tomar ejemplo de las organizaciones socialistas
y testimoniar frente a ellas que el cristianismo tiene fuerza social
para liberar a las masas de la miseria empleando para ello todos
los medios disponibles.
Por otro lado el activismo católico debía mostrarse fiel al papa
y observar por tanto las instrucciones pontificias. Éstas estaban
diseñadas en la encíclica // fermo proposito, de 1905, y en los
nuevos estatutos que habían sido redactados laboriosamente por
seglares, manteniéndose un intenso cambio de ideas con los hombres de confianza de Pío x y procurando imitar en diferentes puntos las experimentadas organizaciones católicas del extranjero.
, 1 c 552
4
674
Ibid 558
675
La estructura de base se había simplificado: en lugar de las
cinco secciones de la obra de los congresos se constituyeron tres
grandes uniones nacionales. Una unión popular, que se asemejaba
notablemente al Volksverein de los católicos alemanes, era la
asociación mayor y más amplia; estaba formada por individuos,
a los que se quería adoctrinar religiosa y socialmente mediante las
obras tradicionales de piedad y de caridad. Reemplazaba así la
primera sección de la obra de los congresos y desplegó su actividad
en «Semanas sociales» conforme al modelo francés. La segunda
sección de la obra de los congresos se había conservado en lo
esencial bajo el nombre de «Unión economicosocial» y tenía también la misión de educar contra el liberalismo y el socialismo de
acuerdo con los principios de un orden económico cristiano ligado
a la ética, y de crear las correspondientes organizaciones. La actividad de los católicos en el campo administrativo, que había adquirido una importancia cada vez mayor, sería fomentada y guiada
por un tercer organismo que se llamaba expresamente «Unión
electoral de los católicos italianos». En el procedimiento práctico
se daba la mayor importancia al elemento disciplinario, que había
de poner freno al ímpetu de extender la acción social y de adquirir compromisos políticos.
El quehacer de adaptar el movimiento a estas estructuras y
ante todo el deber de atenerse a las instrucciones de la jerarquía
sin sacrificar por ello la vitalidad ni el entusiasmo ponía a dura
prueba a las personalidades y grupos dirigentes. Entre ellos, los
de mayor vitalidad y los más impacientes, que seguían el ejemplo
de Murri, romperían en lo sucesivo con el movimiento, se separarían de la Acción católica, que perdería así numerosos miembros, y acabarían por afiliarse a los radicales y a los socialistas.
El punto más delicado y que más preocupaciones causó fue la
cuestión de la autonomía; en esta esfera se produjeron la mayor
parte de las tensiones, debido a que la reivindicación de autonomía
incluía también la restricción impuesta por el non expedit, con
todas sus implicaciones sistemáticas y tácticas. Ya en 1905 se habían formado grupos autónomos de la «democracia cristiana».
A la vista de las elecciones de diputados de 1904, algunas personalidades que, como el obispo Bonomelli bajo León xm, habían
intervenido en favor de la reconciliación con el Estado, solicitaron
676
también del nuevo papa la supresión del non expedit. A ellos se
unieron, con más éxito, seglares que actuaban como portavoces
de los círculos activistas de la provincia de elevados ideales, pero
también ya impacientes. Los hombres de confianza del presidente
Giolitti — entre ellos el ministro Tittoni — pidieron incluso la mediación de uno de estos seglares católicos, el futuro diputado Bonomi, porque comparando la proporción de los votos católicos en
las elecciones administrativas con la de las abstenciones en las
elecciones políticas advirtieron la fuerza política de los católicos5.
En una conversación sobre el non expedit recibió Bonomi esta
respuesta de Pío x: «Haga usted lo que le dicte su conciencia;
el papa se callará»6. Entonces los católicos participaron en las
elecciones parlamentarias en Bérgamo, Cremona y Milán y, gracias
a arreglos con los liberales, obtuvieron también algunos escaños
para diputados católicos.
Por parte de la santa sede se trataba de una concesión restringida, que sin embargo condujo a la gradual supresión del non
expedit. En efecto, el Vaticano se reservó el derecho de otorgar
dispensas en casos particulares en que los obispos lo estimaran
necesario y lo solicitaran. Se procedía así no tanto por simpatía
hacia los liberales, cuanto más bien por temor al avance del socialismo, que se consideraba como un peligro para la religiosidad
del pueblo y para la estabilidad de las bases del Estado italiano,
al que se consideraba como cosa establecida y al que había que
proteger contra los desórdenes revolucionarios.
El movimiento católico siguió adoptando una actitud de resistencia; protestaba contra cualquier ataque a la autoridad y al prestigio de la Iglesia, a las convicciones y usanzas religiosas del pueblo sencillo, atribuía la culpa de ello a los principios liberales y
mostraba su fuerza en la adhesión compacta al papa. En él actuaban conjuntamente —no sin tensiones— diversos factores, como
la clase a que se pertenecía, el progresivo ascenso de las capas
inferiores del pueblo, el celo por la edificación religiosa, la política
5. En las elecciones complementarias de Bérgamo en junio de 1904 bajo el régimen
del non expedit habían votado 2465 y se habían abstenido 3875; el candidato radical, con
el apoyo de los socialistas, había obtenido 1330 votos, y el moderado, 924. Cf. D. SECOO
SUARDO, Da Leone XIII a Pió X, Roma 1967, 384.
6. P. ZERBI, II movimento cattohco in Italia da Pió IX a Pió X. linee di sviluppo,
Milán 1961, 85.
677
pastoral de la jerarquía. Entre los elementos de primera fila seguían dominando los hombres que se mantenían fieles a la fe y
querían contribuir a su triunfo. Estos factores tuvieron también
repercusión en la acción política, tanto en su orientación ideológica como en su realización práctica. En el compromiso político,
que bajo Pío x fue subrayado especialmente con la mitigación
del non expedit, se manifestó también con diversos matices la
actitud ofensiva, la intención de influir proporcionalmente en las
estructuras económico-sociales y políticas en el espíritu de la Iglesia y de sus postulados.
En esta línea se hallaba sobre todo la corriente clerical moderada, que constituía un aspecto del movimiento católico y de la
política italiana dominada por Giolitti y por sus métodos de
gobierno. Tenía un paralelo en la llamada corriente «reformista»
del socialismo, en la medida en que éste, para la realización de
su programa económico y social, quería seguir el camino democrático y se distanciaba del sindicalismo revolucionario y del anarquismo. La corriente clerical moderada se había iniciado en los
contactos entre católicos y liberales, que tuvieron lugar sobre la
plataforma de «La rassegna nazionale», revista fundada en 1879,
órgano oficioso de los católicos dispuestos a la conciliación, que
bajo Pío x cayó en descrédito por razón de su apertura al catolicismo reformista.
Patrocinadores de una alianza electoral con los liberales eran
tanto los intransigenti conservadores, que estaban preocupados por
el orden económico y social amenazado por el programa colectivista y por la agitación sindical de los socialistas, como también
los intransigenti llamados progresistas, que se veían impelidos a la
acción política para poder así influir en las instituciones públicas
en el sentido de la ética social cristiana. Los criterios de la alianza
relativos a las cualidades que se esperaban en los candidatos
habían sido formuladas literalmente por el papa ante el futuro
obispo de Bérgamo, Radini Tedeschi, en estos términos: «Cuando
se trate de candidatos no sectarios ni socialistas que gocen de
suficiente base electoral y ofrezcan garantías de que respetarán
los principios del orden y del bien público, habrá que apoyarlos;
cuando se presenten a la elección candidatos francmasones, anticlericales, socialistas o todavía peores, habrá que presentar candi678
datos propios de acuerdo con fracciones amigas»7. Estas instrucciones vuelven a hallarse en el llamado «pacto Gentiloni», concluido con vistas a las elecciones de 1913 (primeras elecciones en
las que tenían derecho al voto todos los hombres, es decir, el
24 por ciento de la población, que había alcanzado los 36 millones). El pacto lleva el nombre de Gentiloni, entonces presidente
de la «Unión electoral católica», y exigía a los candidatos liberales: Que no se pongan dificultades a las escuelas privadas; que
se apoye la introducción de la enseñanza de la religión en las
escuelas municipales; que se combata la introducción del divorcio;
que se promueva la legislación social, y que el candidato se preocupe porque las organizaciones profesionales católicas estén representadas en los departamentos oficiales del trabajo. Así pues,
los habituales intereses defensivos tenían la preferencia frente a los
empeños en pro del programa social. Estos puntos expresaban las
exigencias que el ala conservadora ponía a sus aliados liberales,
pero que no eran compartidas por los católicos de mentalidad
social más avanzada. El sindicato cristiano patrocinado por seglares y por jóvenes sacerdotes se había conquistado un puesto entre
los sindicatos de trabajadores del campo, de obreros y obreras,
especialmente en las factorías textiles de Italia septentrional, que
recurrían a la agitación para conseguir aumentos salariales y sabían servirse para ello del arma de la huelga. Gracias al Pacto
Gentiloni pudieron llegar al parlamento 33 diputados católicos, y
además fueron elegidos con los votos de los católicos —cosa que
no era menos importante— unos doscientos diputados del partido
del gobierno.
En el sur de Italia había algunos grupos católicos que abogaban por la acción política como consecuencia necesaria y natural
del movimiento social, pero se oponían a la alianza con los liberales. El portavoz de estos círculos era el sacerdote siciliano Don
Luigi Sturzo (nacido en Catalgirone en 1871), que explicaba la
oposición de los católicos contra el Estado laico unitario por
el descontento del sur de Italia postergado económicamente y dominado por negociantes sin conciencia. La causa de esta reserva con
respecto al Estado liberal, había, pues, de buscarse en el hecho
7.
D.
SECCO SUARDO, O.C.
558.
679
de que éste había sido encuadrado por Giolitti, para fines de dominio, en un sistema de intereses económicos y de corrupciones.
En consecuencia, los socialistas del sur de Italia motejaban al primer ministro piamontés de «ministro de corrupción». Por oposición
contra este Estado centralista, burocrático, recomendaba Don Sturzo, bajo el régimen del non expedit, el fomento de la autonomía
local de los municipios y grupos y deseaba también una mayor
autonomía regional. Actuó enérgicamente en este sentido, fundando, entre otras cosas, una liga de municipios8. Según su modo de
ver, la integración de los católicos en la vida política debía efectuarse de forma autónoma, y con este objetivo debía trabajarse
en la «preparación en la abstención». Esta meta se alcanzó en
1919, con la fundación del «Partido Popolare Italiano» no confesional, es decir, no sometido formalmente a la jerarquía.
Murri en cambio partió de una posición que por principio era
contraria al Estado liberal laico, y en este punto compartía las
ideas de los círculos intransigentes. Ahora bien, pronto proyectó,
contra el Estado del risorgimento, hacer del movimiento católico
una organización política que debía realizar el programa social
católico mediante la toma del poder por medio de elecciones.
Contra la petrificación estructural, jerárquica, en que había caído
la Acción católica por las «instrucciones» de Pío x, se alzó este
sacerdote procedente de las Marcas con una acción que produjo
gran revuelo; fundó un partido católico confesional, la «Lega democrática nazionale», a la que dio un programa que tenía como
fin la reforma, no sólo del Estado, sino también de la Iglesia.
Con esto se expuso a una doble condenación: la político-religiosa,
de resultas de su ruptura de la unidad católica, y la del magisterio
eclesiástico, que le amenazó como a fautor del modernismo. Murri,
apoyado por los radicales, se hizo presentar como candidato al
parlamento. Ahora bien, en 1907 fue suspendido a divinis y en
1909 excomulgado, aun cuando personalidades de la curia — como,
por ejemplo, el cardenal Agliardi— siguieron mostrándole estima
y comprensión.
De esta «Liga democrática nacional» no tardaron en distan8. Cf. L. SírDHZo, *La croce di Costantinoi>. Primi scritti politici e pagine inedite
sutt'azione cattolica e le autonomie comunali, a cura di G. De Rosa, Roma 1958 (cf. sobre
todo 263-300 «II programma municipale dei cattolic»).
680
ciarse intelectuales, jefes sindicales, miembros de las administraciones municipales y regionales que no aceptaban el «modernismo
político» de Murri, y en 1911 fundaron, con participación de Don
Sturzo, una «Liga democrática cristiana», que fue uno de los elementos del que surgió más tarde el «Partido popular italiano».
Entre el movimiento católico y los órganos políticos se produjo un nuevo contacto de gran importancia, a saber, un contacto
entre personalidades católicas e instituciones que fomentaban las
misiones y la asistencia a los italianos en el extranjero por un
lado y las nuevas corrientes nacionalistas por otro, que en tales
instituciones descubrían obras de significado nacional, susceptibles
de utilización en la política exterior de la era del dominio colonial. Esto dio lugar a que fueran promovidas diversas obras católicas que se cuidaban de la religión y de la cultura de los italianos que habían emigrado al extranjero, especialmente a las dos
Américas (sólo el año 1911 se elevó a más de medio millón el
número de los emigrantes). Esto tuvo como consecuencia una
aproximación de círculos católicos competentes al Estado italiano
del risorgimento.
No obstante, los católicos comprometidos seguían todavía recelosos y decepcionados con respecto al Estado italiano. Las aspiraciones sociorreligiosas de los católicos tropezaban con resistencia, y el gabinete Giolitti persistió en su decidido propósito de
impedir que los católicos, a diferencia de los socialistas, se rehicieran en el terreno político. Por esta razón evitó hacer concesiones
al Vaticano, que pudieran inducir a Pío x a asignar mayor campo
de acción a los católicos organizados. Los gestos conciliantes de
obispos y de organizaciones católicas con ocasión de la celebración del cincuentenario del Estado unitario italiano en 1911 acarrearon amonestaciones de tono intransigente por parte del Vaticano.
Entre tanto el movimiento católico había penetrado también en
el ámbito cultural. En la enseñanza universitaria estaba representado por Toniolo y también por Contardo Ferrini, profesor de
derecho romano que tenía afinidad con los círculos conciliantes
de Milán, así como por los filósofos Petrone en Ñapóles, Acri en
Florencia, Bonatelli en Padua. De gran prestigio gozaba también
en los círculos universitarios el cardenal Capecelatro, también de
681
actitud concillante, el astrónomo cardenal Maffi, de Pisa, monseñor Tálamo, que en la «Rivista internazionale di studi sociali»
estableció el enlace entre el renacimiento tomista y los estudios
sociales. Finalmente un joven biólogo, Agostino Gemelli, que se
había convertido del ateísmo militante y se había hecho franciscano, subrayó desde 1909 que el movimiento católico debía penetrar también en las escuelas superiores, y así pensó en una universidad católica, que efectivamente fundó en 1921. Los problemas
de la convicción religiosa volvían a asomar también en la literatura comprometida, incluso en novelistas como Fogazzaro, en poetas como Giulio Salvadori, y se expresaban también polémicamente
en revistas vanguardistas del temprano siglo xx, como «La Voce»
y «L'acerba» de Papini y Prezzolini.
El llamamiento a nuevos contactos entre la cultura moderna
y el cristianismo incluso en el terreno de las ciencias históricas
y en la exégesis bíblica se hacía sentir cada vez con más fuerza.
Los círculos más representativos eran el de Roma con Buonaiuti,
Genocchi, Fracassini, y el milanés, agrupado en torno a la revista
«II rinnovamento», con T. Gallarati Scotti, A. Casati, A. Alfieri,
que estaban en contacto con el barnabita P. Semeria y con el
obispo Bonomelli9. Sin embargo, esta orientación cultural del movimiento católico, debido a las resonancias y tópicos condenados
por la encíclica Pascendi, fue víctima de las medidas represivas
antimodernistas, que dejarían su impronta durante decenios en
el movimiento católico italiano.
Dado que el movimiento católico acertó a interpretar las aspiraciones tanto de los círculos ilustrados como de la gran masa,
logró asumir la dirección en su ascenso social y político; así su
propia marcha coincidió más y más desde entonces con la historia
de la Italia nacida del risorgimento. Sin embargo, sus exponentes
en las dos Cámaras, en las corporaciones administrativas, en la
prensa, en la dirección pastoral de las diócesis y las parroquias
tuvieron pronto que encarar el conflicto mundial, que también
puso a Italia ante la alternativa de guerra o de paz. Los católicos
propendían por lo regular a una actitud neutral, incluso por soli9. N. RAPONI, T. Gallarati Scotti tra política e cultura, Milán 1971.
682
daridad con el nuevo papa Benedicto xv (Della Chiesa), que proclamó resueltamente su neutralidad. En cambio, otras personas
que desempeñaban un papel destacado y determinados círculos
que contaban entre los más comprometidos políticamente, en particular los más allegados a los nacionalistas, se dejaron arrastrar
por los llamamientos a intervenir en la guerra y a combatir del
lado de los aliados contra las potencias centrales, alegando como
razón que así se podía consumar la unificación nacional. En su
calidad de católicos veían en la intervención bélica dictada por el
espíritu del risorgimento la oportunidad de demostrar su postura
de lealtad frente al Estado. Por parte gubernamental se reconoció
inmediatamente el peso político de los católicos creyentes y se
acogió a Filippo Meda como su representante en el gabinete
Boselli (1916).
En agosto de 1917 hizo el papa un llamamiento a una paz en
la que no hubiera vencedores ni vencidos y calificó la guerra de
«absurda hecatombe». Esto colocó a los católicos bajo una luz
un tanto ambigua, aunque ellos, en conformidad con la actitud
de la santa sede (declaraciones del cardenal Gasparri, secretario
de Estado, en 1915), habían rechazado las tentativas de potencias
extranjeras de volver a poner sobre el tapete la cuestión romana
a nivel internacional.
Los exponentes del movimiento católico, con el deseo de ocuparse de los grandes problemas del período de la postguerra desde
el punto de vista religioso-moral y político-social, fundaron en
enero de 1919 el partido popular italiano. Abordaron los problemas pendientes desde una concepción del Estado y de la sociedad
que había ido madurando con el estudio, en las luchas y en las
experiencias de cuatro decenios10. Con el asentimiento de la santa
sede, que de esta manera quitaba la última barrera levantada por
el non expedit, el partido se declaró «aconfesional». Las múltiples
y variadas organizaciones católicas conservaron en los diferentes
sectores sus quehaceres religiosos de formación y de cultura como
una acción católica bajo la dirección de los obispos. Se declararon
miembros del partido popular todos los diputados católicos, los
dirigentes y miembros activos de asociaciones católicas y de sindi10.
St. JACINI, Storia del Partito Popolare Italiano, Milán 1951.
683
catos «blancos». Desde este momento se hizo sentir directamente
su influjo en la vida política. No es pura coincidencia el que precisamente aquel año, en la conferencia de la paz en París, tuvieran lugar entre el primer ministro Orlando y monseñor Cerretti
los primeros sondeos para negociaciones sobre la cuestión romana n , que luego fueron sin embargo interrumpidas por razón de la
crisis del gobierno, aunque también debido a la encarnizada oposición de ciertos círculos anticlericales.
El éxito que obtuvieron los católicos en las elecciones en razón
del sistema proporcional de 1919 (el partido popular pudo alcanzar alrededor de los cien escaños) les aseguró una fuerte posición
y les confirió el quehacer de la mayor responsabilidad, de armonizar mayorías parlamentarias y gobiernos en una delicada situación de crisis económica y política. Al mismo tiempo se desarrolló
con plena autonomía la organización de los sindicatos «blancos»,
no sin consignas de lucha de clases y radicales, que influyeron
negativamente en la unidad del partido popular y en el acuerdo
con la jerarquía. Los católicos tenían que asumir la corresponsabilidad del gobierno en una atmósfera de tensión creada por nuevos factores políticos, en la que sólo se podían alcanzar exiguas
mayorías parlamentarias. En las elecciones de 1921, que tuvieron
lugar bajo el primer ministro Giolitti, el partido popular se negó
a concluir acuerdos con el partido liberal del gobierno; volvió a la
cámara robustecido (¡107 diputados!) y forzó un compromiso para
la formación de un gabinete provisional, que fue rechazado por
Giolitti.
Bajo la presión del socialismo extremo que tenía ante los ojos
como modelo la dictadura del proletariado erigida en Rusia, y por
otro lado del movimiento fascista de excombatientes, al que no
tardó en prestar apoyo la derecha económica y política, se produjo
una crisis del Estado, en la que se acusaron escisiones entre los
católicos. El ala conservadora, que tenía aliados en la jerarquía
e incluso en el Vaticano, se negó a unirse con los socialistas e
insistió en cambio en que fuese aceptada la alianza ofrecida por
los fascistas y sus colaboradores, que acusaba por un lado rasgos
11. Cí. E. ORLANDO, SU alcuni tniei rapporti di Governo colla S. Sede, Roma 1930;
F. MARGIOTTA BROGLIO, Italia e S. Sede dalla grande guerra alia Conciliazione, Bari 1966,
43-58 (aspectos políticos y jurídicos).
684
antidemocráticos y nacionalistas y por otro adoptaba una postura
contraria a la francmasonería y mostraba una actitud benévola
frente a las personalidades e instituciones de la Iglesia.
Bajo el nuevo papa Pío xi (Ratti), que procedía de la burguesía y de un ambiente tolerante, quitó importancia el Vaticano al
golpe de Estado de octubre de 1922 legalizado por el rey Víctor
Manuel m y permitió que en el partido popular se formase un
ala de católicos «nacionales» que favorecían el nuevo rumbo político; algunos exponentes de esta orientación entraron en 1922 en
el gobierno «nacional» de Mussolini.
Los católicos habían puesto en marcha la revisión de las tradiciones anticlericales del Estado del Risorgimento y el partido popular italiano promovió sistemáticamente esta revisión en la legislación y en la práctica de la administración. Ahora en cambio,
daba la sensación de que la renovación fuera llevada a cabo en
importantes sectores por elementos ajenos al movimiento católico
y que incluso estaban en pugna con él. Así, el gobierno de Mussolini hizo colocar de nuevo el crucifijo en los tribunales y en las
escuelas, volvió a introducir la enseñanza de la religión en las
escuelas elementales, equiparó las escuelas confesionales a las escuelas públicas, reconoció legalmente la universidad del Sacro
Cuore en Milán, elevó los subsidios del Estado al clero, dispensó
del servicio militar a los clérigos de órdenes mayores, aumentó
las subvenciones a la fábrica de las iglesias, mostró mayor consideración a los dignatarios eclesiásticos y participó de nuevo oficialmente en las solemnidades religiosas. El nuevo gobierno se
mostró también dispuesto a revisar la legislación en los asuntos
relacionados con la Iglesia, conforme al deseo manifestado por el
clero. Bajo la impresión de estas nuevas perspectivas que se ofrecían a la vida de la Iglesia en Italia, abandonó sin más la santa
sede al partido popular al destino que le aguardaba entonces como
partido de la oposición, una vez que la razón de su existencia se
había cifrado hasta entonces a los ojos de la santa sede sobre
todo en la defensa política de los intereses religiosos y eclesiásticos. Su jefe, Don Sturzo, fue invitado a retirarse; en su calidad
de sacerdote no debía dar pie a confusiones, sino mostrar claramente que, pese a la política de oposición del partido popular,
685
el Vaticano había adoptado una benévola actitud de expectativa
para con el gobierno de Mussolini.
Así pues, la salvaguardia de los intereses religiosos y eclesiásticos frente al Estado fue asumida directamente por la jerarquía,
y también el nuevo gobierno dio a entender que prefería negociar con las autoridades eclesiásticas más bien que con un partido
competidor. Sin embargo, la actitud de la santa sede no estaba
exenta de reservas. Es cierto que en 1924 censuró en favor del
gobierno de Mussolini la colaboración antifascista entre popolari y
socialistas, que respondía a la colaboración entre el centro y los
socialdemócratas en el imperio alemán y principalmente en Prusia.
Pero, por otra parte, se distanció de este gobierno, condenando los
atropellos fascistas perpetrados contra personas y corporaciones de
la Acción católica y poniendo reparos contra la nueva legislación
sindical totalitaria, que tras el fin del partido popular acarreó también el fin del movimiento de trabajadores católicos. Cuando el
ministro de justicia A. Rocco creó una comisión para la reforma
de las leyes que afectaban a la Iglesia, en la que fueron incorporados también tres clérigos con consentimiento tácito de la santa
sede, subrayó el papa personalmente en una alocución (18-2-1925)
que no se podía aceptar ninguna decisión de dicha comisión si no
se resolvía primero la cuestión romana, tras lo cual notificó el
ministro (mayo de 1925) que el problema volvería a abordarse
sobre «una base más amplia».
Esto significaba indirectamente una nueva confirmación del non
expedit, es decir, del control pontificio sobre la política italiana y
condujo, en una nueva atmósfera, a la revisión bilateral de la
«cuestión romana», que luego fue reglamentada en los pactos de
Letrán de 1929. En el ínterin reforzó la santa sede —directamente y por medio de los obispos— su influencia sobre los católicos y sobre las instituciones católicas; incluso la estructura de la
Acción Católica fue sometida a una reforma que, en base a un
non expedit de la otra parte, puso límites al movimiento católico.
Éste, sin embargo, fue capaz de mantener su dinamismo, aunque
refrenado, sobre todo en la juventud y en las federaciones de estudiantes, dispuestas a hacer frente a los regateos del gobierno y a
las tropelías fascistas. Más aún: se produjeron incluso situaciones
de malhumor e inculpaciones con respecto a la jerarquía, que se
686
dejaron sentir en los mismos pactos de Letrán 12 . Con estos pactos
se iniciaba en cierto sentido una nueva fase en el movimiento
católico de Italia, la fase de la conciliazione, que en realidad fue
interpretada y vivida de formas diversas.
XXXV.
E L CATOLICISMO ALEMÁN ENTRE EL KULTURKAMPF
Y LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
Por Rudolf Lili
Profesor de las universidades de Colonia y Roma
BIBLIOGRAFÍA: H. BRÜCK, Gesch. der kath. Kirche in Deutschland
im 19. Jh. iv 2, reelaborado por J.B. KISSLING, Münster 1908; K. BACHEM,
Vorgeschichte, Geschichte und Politik der deutschen Zentrumspartei v-vil,
Colonia 1929-1930, reimpr. Aalen 1967-1968; SCHMIDLIN PG ni, 94-104
156-159 164ss; BIHLMEYER-TÜCHLE
III 17
411ss; G. MARÓN,
Die
rómisch-
kath. Kirche von 1870 bis 1970 (cf. antes del cap. i), 260ss.
E. RrrTER, Die kath.-soziale Bewegung Deutschlands und der Volksverein, Colonia 1954, 129-351; H. PHILIPPI, Kronkardinalat oder Nationalkardinalat. Preussische und bayerísche Bemühungen an der Kurie 19001914, en HJ 80 (1961) 185-217; id.. Beitrage zur Gesch. der diplomatischen
Beziehungen zwischen dem Deutschen Reich und dem Hl. Stuhl, 1872-1909,
ibidem 82 (1963) 239-262; BUCHHEIM, Ultramontanismus und Demokratie,
309-536; H. LÜTZ, Demokratie im Zwielicht. Der Weg der deutschen Katholiken aus dem Kaiserreich in die Republik, Munich 1963; R. MORSEY,
Die deutsche Zentrumspartei, 1917-1923, Dusseldorf 1966 (importante también para la década anterior a 1914); id., Die deutschen Katholiken un
der Natíonalstaat zwischen Kulturkampf und erstem Weltkrieg, en HJ 90
(1970) 31-64; id., Georg Kard. Kopp, Fürstbischof von Breslau (1887-1914),
Kirchenfürst oder «Staatsbischof»?, en «Wichmann-Jahrbuch für Kirchengeschichte im Bistum Berlín» xxi-xxm (1967-1969) 42-65. Cf. lo relativo
a Alemania en los cap. xn-xv.
La paz en la política eclesiástica1 restablecida en 1886-87, no
volvió a sufrir crisis graves hasta la caída del imperio. Los suce12. Cf. G.L. FERRARI, L'azione cattolica ed il regime, edizione postuma a cura di
E. Rossi, Florencia 1956, y m i s breve: M. BENDISCIOLI, La política delta S. Sede 19181938, Florencia 1939, 74ss. El 30° aniversario de la Conciliazione dio especialmente pie a
miradas retrospectivas sobre la misma. Especial importancia se atribuye al escrito del
oratoriano (luego cardenal) G. BEvn.ACQUA, en Trenfanni dopo i patti lateranensi, en
«Humanitas» (febrero 1959) 182-190.
1. Cf cap. m , 125-132.
687
sores de Bismarck, Caprivi (canciller en 1890-94), Hohenlohe (18941900)2 y Bülow (1900-09), trataron con éxito de ganarse al centro;
Caprivi, que procuró sobre todo acabar con las tensiones internas
que se habían acumulado bajo Bismarck, fue también comprensivo con Polonia. Ya en 1891 pudo de nuevo ocupar la sede arzobispal de Gniezo un prelado polaco, Florian von Stablewski (18411906)3 ligado a los intereses de su nación. Fueron suavizadas algunas de las durezas que se habían conservado de la legislación
del kulturkampf. Ya en 1890 se derogó la ley de expulsión y se
reiteró la dispensa del servicio militar otorgada a los eclesiásticos, y en 1891, se restituyeron a las diócesis prusianas los fondos
congelados en el kulturkampf. En 1894 pudieron regresar al país
los redentoristas y los padres del Espíritu Santo que habían sido
afectados por la ley contra los jesuítas, aunque sólo lograron un
éxito parcial los esfuerzos del centro por la revocación de esta ley
de excepción: en 1904 fue al menos cancelado el § 2, que había
hecho posible el internamiento y la expulsión incluso de jesuítas
aislados4.
En 1902 se creó en la Universidad estatal de Estrasburgo una
facultad de teología católica, que no tardó en recibir la aprobación pontificia. La oposición de los liberales contra el proyecto
de ley de la escuela elemental del ministro del culto von ZedlitzTrützschler (1892), votado por el centro y los conservadores — oposición que volvió a reavivar las más acerbas polémicas del kulturkampf y reanudó la lucha «contra el espíritu obscurantista», para
salir al fin triunfante— acusó, de todas formas, con toda claridad
los límites del compromiso.
La normalización, que a pesar de todo fue progresando, fue
promovida tanto por Guillermo n, como por Pío x. Cierto que
el kaiser, durante su gobierno de treinta años, subrayó en muchas de sus declaraciones, con frecuencia improvisadas, el carácter
protestante de su casa y de su imperio, aunque también tuvo
palabras llenas de comprensión para los católicos y las instituciones católicas y deseó sinceramente que se mitigaran los con-
trastes confesionales5. También demostró especial interés por las
misiones católicas (útiles incluso para la política colonial), y a la
orden de los benedictinos.
Se mantuvieron en vigor los derechos de intervención del Estado en la provisión de altos cargos eclesiásticos, así como en la
elección de obispos y en el nombramiento de los canónigos con
derecho al voto6, aunque se evitaban ya las intervenciones propiamente dichas en las elecciones de obispos, que durante el kulturkampf habían gravado con frecuencia las relaciones entre el Estado y la Iglesia7 El gobierno de Guillermo II influyó eficazmente
en la elevación de obispos prusianos a la dignidad cardenalicia8,
y el emperador mismo estaba vivamente interesado en la intensificación del influjo alemán en Roma, que siempre había sido
escaso. Con todo, no logró imponer su deseo de que fuese nombrado un cardenal alemán de curia, por oponerse a ello con gran
habilidad el propio hombre de confianza del kaiser en la política
eclesiástica, el cardenal Kopp, que no quería compartir con nadie
el papel de mediador entre Roma y Berlín que había conquistado
desde la liquidación del kulturkampf.
También Pío x, que, pese a su total concentración en las reformas internas de la Iglesia, no descuidaba en absoluto la diplomacia, tenía gran empeño en mantener buenas relaciones con los
2. Cf. cap. I, 80; además HI vn 942 1002.
3. H.K. ROSENTHAL, The Election of Archbishop Stablewski, en «Slavic Review» 28
(1969) 265-275.
4. Sobre las discusiones acerca de la ley contra los jesuítas, que continuaron hasta la
fase final del imperio, B. DUHR, Das Jesuitengesetz, Friburgo de Brisgovia 1919.
5. Véase sobre todo K. BACHEM, Zentrunspartei vi, 262-277, y R. MORSEY, Katholiken
v
und Nationalstaat 40-43.
Pocos materiales ofrecen: M. BUCHNER, Kaiser Wilhelm 11., seine Weltanschauung und
die deutschen Katholiken, Leipzig 1929, y S. MERKLE, Die katholische Kirche, en Deutschland unter Kaiser Wilhelm 11., in, Berlín 1914.
6. Véase sobre todo N. TRIPPEN, Erzbischofswahlen in Koln 294-463; además; A.G.
SCHARWATH, Eine staatliche «Nachweisung» geeigncter Bischofs- und Domherrenkandidaten
der Diozese Trier aus dem Jahr 1902, en AMrhKG 20 (1968) 335-346; G. KNOPP, Kirchl.
Personalpolitik im Düsseldorfer Regierungsprasidium vom Ausgang des Kulturkampfes bis
zum Ende der Monarchie. en AHVNrh 173 (1971) 157-181; F.G. HOHMANN, Bischofswahlen
in Paderborn, en WZ 122 (1972) 265-282. Sobre la situación jurídica, cf. H I vil, 246s.
7. Con todo fueron aún más numerosas las injerencias de la curia, donde el centralismo, que ya estaba plenamente consolidado, trataba de cercenar los derechos electorales
del cabildo. Se preparaba, pues, aquella ofensiva que con vistas a hacer triunfar el derecho
de libre nombramiento por el papa, emprendió la curia una vez que cayeron las monarquías de Europa central, que gozaban del derecho de intervención. En Alemania participó
en gran escala en esta ofensiva el nuncio Pacelli. N. TRIPPEN, o.c. 448ss.
8. En 1893 fueron nombrados Kopp (Breslau) y Krementz (Colonia), y en 1903 y 1914
respectivamente Fischer y von Hartmann, sucesores de Krementz.
Sólo el sucesor directo de Krementz, Hubert Simar, no fue nombrado cardenal durante
su breve gobierno (1899-1902), no obstante los esfuerzos desplegados en Berlín, y también
porque León x m tenía la impresión de que una vez más el gobierno había ejercido
demasiado influjo en su elección. TRIPPEN, O.C. 294-344.
688
689
dos Estados imperiales anturevolucionarios de Austria y Alemania9. Tanto a Guillermo n, que se presentaba como garante del
orden establecido, como a Bülow, les aseguró reiteradas veces
con absoluta claridad su simpatía, que perduró aun después de
la ruptura del centro con el canciller del Reich (1906). Con la
confusión de la esfera eclesiástica y la política, que una y otra vez
se infiltraba en el Vaticano y en este caso fue causada en parte
por Kopp, parece haberse incluso censurado allí como ingratitud
para con el canciller, afecto a la Iglesia, la crítica de Erzberger y
otros diputados del centro contra la administración colonial del
Reich, que dio lugar a la ruptura10. Bülow, apoyado por Kopp, mantuvo buenas relaciones con Roma, y en Berlín siguió influyendo en
general el ejemplo dado por Bismarck en la disputa sobre el septenio: No pocas veces intentó la dirección del Reich obtener del
Vaticano ayudas para su política interior y conservar o aumentar
la distancia entre la curia y las crecientes tendencias democráticas
del centro. También el sucesor de Bülow (desde 1909), Bethmann
Hollweg, puso el mayor empeño en mantener el equilibrio en la
política eclesiástica. Sólo se produjo un enfriamiento pasajero de
las relaciones entre Roma y Berlín debido a las repercusiones
que tuvo en Alemania la lucha de la curia contra el modernismo ".
Quedaron sin efecto los esfuerzos desplegados por Pío x —como
por su predecesor, aunque con menos intensidad que él— con
vistas a la erección de una nunciatura en Berlín; estos empeños
fracasaron además por la oposición de la corte berlinesa y de
amplios círculos evangélicos. Por otra parte, tampoco el cardenal
Kopp ni el partido del centro, que seguía temiendo por su independencia, deseaban un nuncio en la capital de Prusia.
Los católicos alemanes y sus representantes políticos persiguieron deliberadamente desde los años noventa su integración en el
Estado nacional. El mismo Windhorst (t 1891) había dado ya los
primeros pasos en este sentido, no obstante su anterior escepticis-
mo. Su sucesor Ernst Lieber (1838-1902) 12 sacó al partido totalmente de la actitud de oposición a que se había visto forzado
en el Kulturkampf y lo convirtió en un apoyo de la política del
Reich, con frecuencia imprescindible para Caprivi, Hohenlohe y
Bülow13. Al mismo tiempo se había distanciado netamente de
la minoría gubernamental formada sobre todo por nobles de Silesia y apoyada por el cardenal Kopp, y había iniciado una política más acusadamente nacional, y lo que es más significativo,
más acusadamente democrática. Su rumbo apuntaba, en total acuerdo con Windhorst, al fortalecimiento del Reichstag y con ello a
la plena parlamentarización del Reich, de la que su partido esperaba
un acrecentamiento de su influencia. Esta línea política provocó
tensiones en el ala derecha del partido, que se hicieron notar ya
con bastante fuerza en la disputa de los sindicatos y que, a partir
de 1918, cuando la mayoría adoptó la postura republicana, dieron
lugar a que los católicos de derechas se pasaran al partido alemán
nacionalista. De hecho, una vez superado el Kulturkampf, fue disminuyendo lenta pero ininterrumpidamente el número de los electores católicos del centro14. En realidad ya no existían los motivos principales de la formación del partido, y desde entonces
no pocas veces tuvo más fuerza la diversidad de los intereses
políticos y económicos que el llamamiento a la solidaridad confesional.
Peter Spahn (1846-1925), Adolf Grober (1854-1919) y Hertling, distinguidos burgueses como Lieber, continuaron tras la muerte de éste la política de la «colaboración nacional»; el papel de
partido en la oposición con que debió contentarse una vez más el
centro tras la ruptura con Bülow, no acarreó el menor cambio de
rumbo. Esta ruptura fue más importante por cuanto que desde
entonces comenzó a imponerse en el centro, con Matthias Erzberger (1875-1921)lb un nuevo tipo de jefe procedente de la pequeña burguesía y de la clase trabajadora.
9. SCHMIDLIN PG 94ss. Cf. también ENGEL - JANOSI U, 55 149-152.
10. Cf. las memorias de Bülow, Bülows Denkwürdigkeiten H, Berlín 1930, 272s.
11. Sólo recientemente se han dado a conocer declaraciones instructivas de Bethmann
y de su intimo Kurt Riezler, en las que se toma partido contra el antimodemismo vaticano
y en favor del centro: K. RIEZLER, Tagebücher, Aufsatze, Dokumente, dir. por K.D.
ERDMANN, Gotinga 1972, 170-174.
12. Biografías de M. SPAHN, Gotha 1906, H. CARDAUNS, Wiesbaden 1927 y K. WOLF,
en «Nassauische Lebensbilder» 4 (1950); E. DEUERLEIN, en StL6 v 393s.
13. Exposición muy circunstanciada en K. BACHEM, Zentrumspartei vi; Compendio:
R. MORSEY, Katholiken und Nationalstaat 48-57.
14. J. SCHAUFF, Die deutschen Katholiken und die Zentrumspartei, Colonia 1928.
15. K. EPSTEIN, Mathhias Erzberger und das Dilemma der deutschen
Demokratie,
Berlín-Francfort 1962; R MORSEY, Zentrumspartei 1917-1923 passim; id., en StL« m , 36ss.
690
691
El centro no se limitó a apoyar la política social de Guillermo II, que respondía a sus viejas intenciones. Sólo contando con
su colaboración pudo hacerse realidad la aprobación de todos
los grandes proyectos de ley «nacionales», desde los tratados comerciales de Caprivi, el código civil, y la construcción de la flota
de guerra, hasta las reformas de las finanzas del Reich bajo Bülow. Precisamente en la aprobación de la política guillermina sobre
la flota de guerra se manifestó la voluntad incondicional del «cumplimiento del deber nacional», que representaba una comprensible
reacción frente a los anteriores reproches de «hostilidad al Reich»,
reacción que reflejaba la tónica general de la burguesía de la época, aunque no dejaba de tener peligrosas repercusiones16. Cierto
que esta voluntad no excluyó que el centro, también en base a las
experiencias recogidas en el kulturkampf, siguiera abogando en
pro de las libertades cívicas, aportando así una notable contribución a la evolución constitucional de Alemania "; promovió también las asociaciones católicas, sobre todo el Volksverein, y la
democratización de la sociedad.
Con su política nacional llegó el partido del centro hasta la
«antesala del poder», pero nada más18. No sólo fueron inaccesibles a los católicos los puestos dirigentes en el Reich y en Prusia,
sino que ni siquiera en los restantes planos de la administración
pública pudieron alcanzar una participación paritaria19. Incluso
en Baviera, tras una era liberal de más de cuarenta años, no pudo
lograrse hasta 1912 que un exponente del catolicismo político
(Hertling) estuviera a la cabeza del gobierno. Seguían en vigor
16. Paralelos igualmente inquietantes se produjeron en Francia y en Italia. Los católicos querían entonces, precisamente en los Estados en que sólo constituían una minoría
o habían sido dejados al margen por la reciente evolución política, demostrar su patriotismo, puesto en duda por la mayoría, y se asociaron a este objeto con el nacionalismo
agresivo que condujo a la primera guerra mundial. El problema de conjunto está todavía
por explorar. Importantes indicaciones, pero que consideran demasiado aisladamente los
acontecimientos en Alemania, se hallan en H. LUTZ, Demokratie im Zwielicht 21 23ss
33ss 43-52. Cf. también el volumen colectivo dirigido por G. Rossmi, Benedetto XV, t
Cattolici e la prima guerra mondiale, Roma 1963, passim.
17. Así el centro se opuso al antisemitismo que se iba propagando en las derechas.
Cf. P.G.J. PÜLZER, Die Entstehung des politischen Antisemitismus in Deutschland und
Oesterreich 1867-1914, Gütersloh 1966, 219-223, etc.; R. LILL, en Kirche und Synagoge,
bajo la dirección de K.H. RENGSTORF y S. VON KORTZFLEISCH II, Stuttgart 1970, 380-385.
18. R. MORSEY, Katholiken und Nationalstaat 53-56.
19. Cf. A. KLEIN, Die Personalpolitik der Hohenzollernmonarchie bei der Kolner Regierung, Dusseldorf 1967, 75-114 125-129.
692
importantes reliquias de la legislación del kulturkampf y sólo en
1917 fue derogada totalmente la ley contra los jesuítas. Igualmente
fracasaron todas las tentativas del centro para que el derecho del
Reich, mediante la llamada solicitud de tolerancia, incluyera las
garantías de libertad eclesiástica de la constitución prusiana suprimidas durante el Kulturkampf, y se eliminaran así las restricciones a que todavía estaba sujeta la Iglesia católica en algunos
Estados federales de cuño protestante (como Sajonia)20.
La figura destacada en el episcopado prusiano siguió siendo,
hasta la primera guerra mundial, el cardenal Kopp; sólo en los
últimos años de su vida, debido sobre todo a su inflexibilidad
en la disputa de los sindicatos (v. más adelante), se halló sometido a un creciente aislamiento. Su contraste con los obispos renanos, que databa de la fase final del kulturkampf, se había mitigado desde que éstos tuvieron que reconocer que la mediación
de Kopp que ellos habían criticado había respondido perfectamente a las intenciones de León xm. Sobre todo Korum, su contrincante de otrora en la política eclesiástica, estuvo más tarde
muchas veces de acuerdo con él; el integrismo común a los dos
había contribuido a aunarlos. Siguieron manteniéndose frías las
relaciones de Kopp con los cardenales de Colonia Krementz y Antonius Fischer (1840-1912, arzobispo en 1902, cardenal en 1903)21,
aunque en la mayor parte de las cuestiones eclesiásticas estaban
de acuerdo ambas partes. De todas formas, los sucesivos arzobispos de Colonia y la mayor parte de sus sufragáneos mantenían
una actitud política y sociopolítica acusadamente influenciada por
el centro renano y por el Volksverein con sus tendencias democráticas. Apoyaban también a los sindicatos cristianos, que en los
años noventa habían surgido de las asociaciones de trabajadores
católicos de Alemania occidental y seguían estando representados
preponderantemente por católicos, si bien eran interconfesionales.
El ateísmo militante de los sindicatos libres (socialdemócratas) había aconsejado la nueva fundación, que hacía posible que los tra20. K. BACHEM, Zentrumspartei vi, 101-125 225-235 291-294. Cf., entre la ingente masa
de folletos, M. ERZBERGER, Der Toleranzantrag der Zentrumsfraktion des Reichstages,
Osnabrück 1906.
21. Biografía por J. SCHMITZ, Colonia 1915; TRIPPEN 358-423, etc., J. TORSY, en
LThK* rv 155.
693
bajadores católicos y evangélicos representaran eficientemente sus
intereses profesionales con absoluto respeto de sus convicciones
religiosas; las asociaciones de trabajadores dirigidas por sacerdotes sólo se dedicaron desde entonces a la asistencia religiosa de sus
afiliados. Los sindicatos cristianos emplearon todos los medios necesarios en la lucha laboral, sin excluir la huelga; ahora bien,
dado que con ello sólo perseguían la mejora evolutiva, no la transformación revolucionaria del sistema establecido, fueron incluso
apoyados no raras veces por el mismo gobierno prusiano; sus
campañas publicitarias corrían a cargo del Volksverein. Este reformismo occidental, que no pocas veces se asociaba a un cierto
distanciamiento crítico respecto del Estado prusiano, iba demasiado lejos a los ojos del cardenal Kopp. Éste insistía en concepciones patriarcales autoritarias y quería integrar sin reservas el catolicismo en el Estado guillermino y en su estructura social estática y anticuada; le apoyaban en sus tentativas aquellos magnates, cuyo influjo en la política del centro se iba desvaneciendo.
Kopp sabía contar con el factor de poder del centro; para su relación con la dirección del partido, a la que con frecuencia trataba
de arrebatar la representación de los intereses eclesiásticos en el
ámbito político, fue siempre muy tensa y empeoró todavía más
con el ascenso de Erzberger.
En Baviera22, el arzobispo de Munich, Franz von Bettinger
(1850-1917, arzobispo desde 1909)n apoyó al Volksverein y a los
sindicatos cristianos. Los reparos ministeriales ante este rumbo
hicieron que hasta en 1914 no fuera nombrado cardenal. El gobierno habría preferido que se concediera la dignidad cardenalicia
al obispo de Espira, Michael von Faulhaber (1869-1952)24, más
joven, intelectualmente superior y a la vez más conservador. Faulhaber fue el sucesor de Bettinger y por tanto el último arzobispo
de Munich que debió su cargo a nombramiento regio. Entre los
obispos del sudoeste de Alemania hay que destacar a Paul Wilhelm Keppler (1852-1926, desde 1898 obispo de Rotenburgo) *,
de gran prestigio en su época incluso como escritor religioso, que
inició una fructuosa renovación bíblica y homilética, aunque en
la disputa sobre el catolicismo reformista adoptó una posición muy
conservadora.
Como hipoteca grávida de consecuencias de la época del kulturkampi pesaba sobre los católicos alemanes su inferioridad cultural, que en un principio se fue ahondando cada vez más26. Esto
era debido principalmente a dos causas: Los representantes de la
cultura nacional de impronta evangélica o liberal seguían impidiendo la plena participación de los católicos; les era, por ejemplo, sumamente difícil el acceso a las cátedras académicas. Pero
además la mayoría de los católicos se encerraban en una cierta
autosuficiencia, que les había servido de refugio frente a la ofensiva liberal; la defensiva autoritaria del magisterio pontificio, que
había llegado al extremo en la lucha de Pío x contra el modernismo, dificultaba o impedía el contacto con las ideas que daban
la impronta al mundo moderno. Así, los católicos alemanes no
estaban por de pronto capacitados para dar respuestas adecuadas
a la creciente autocrítica del liberalismo. Preferían hurtar el cuerpo, adaptándose superficialmente a la cultura guillermina de oropel. La crítica del capitalismo ejercida por apologetas y reformadores sociales católicos —mencionaremos a Franz Hettinger, Georg Ratzinger y Albert M. Weiss27— se mantenía a la defensiva
y se regía por concepciones anticuadas de la sociedad. El antiliberalismo del convertido Julius Langbehn, apoyado temporalmente por el obispo Keppler, contenía, con su irracionalismo y voluntarismo — que marcó con su impronta al naciente «Jugendbewegung»— elementos ambivalentes que habían ido surgiendo en
diversos puntos en el paso del siglo xix al xx, y que finalmente
prepararon el camino a ideologías totalitarias28.
22. K. MOCKL, Die Prinzregentenzeit, Munich 1972, en 228-344.
23. Biografía por K. VON PREYSDJG, Ratisbona 1918; M.J. HUFNAGEL, en LThK 2
II, 323.
24. M. von Faulhaber fue nombrado cardenal en 1921.
25. A. DONDERS, Friburgo 1935; A. HAGEN, Rottenburg m , 94-97 119-129, etc.;
P. BORMANN, en LThK 2 vi, 118s; cf. aquí 444.
26. Dos balances imparciales: G. TON HERTLING, Der deutsche Katholik und die
Wissenschaft, «Jahresbericht der Gorres-Gesellschaft für das Jahr 1896» (Colonia 1897);
Discurso del diputado Fehrenbach en la jornada católica de Bonn: 47 1900. Cf. antes, 363s.
27. Obras ampliamente propagadas:
F. HETTINGER, AUS Welt und Kirche, 2 vols., Friburgo 51902, Apologie des Christentums, 5 vols., ibid. i°1914-18; G. RATZINGER, Die Volkswirtschaft in ihren sittlichen Grundlagen, ibid. 21895; A.M. WEISS, Apologie des Christentums, 5 vols., ibid. «1904-08, Die
religiose Gefahr, ibid. 1904, Liberalismus wid Christentum, Tréveris 1914. Cf. cap. XII.
28. La obra capital de Langbehn, Rembrandt ais Erzieher (primero, Leipzig 1890)
conoció numerosas ediciones. Cf. O. KSHLER, en LThK 2 vi, 783s.
694
695
Ahora bien, hubo también a fines del siglo una minoría activa que emprendió por su parte un enfrentamiento racional, y por
tanto más adecuado, con los factores ideológicos del tiempo. Los
primeros impulsos procedieron de algunos representantes del catolicismo político29. Varios de ellos formaron un frente que iba
tanto contra el centralismo papal como contra el catolicismo político y acabaron por ceder demasiado al nacionalismo. Quienes
mayor actividad desplegaron en este sentido fueron Cari Muth
y sus amigos, que en la revista «Hochland», fundada en 1903,
inciaron la liberación de las bellas letras católicas de una estrechez apologética y retrospectiva; su antagonista en la disputa que
surgió sobre este tema fue Richard von Kralik, que en la revista
«Gral» defendió la posición inmovilista30.
La disputa en torno al catolicismo de reforma y al «Hochland» desencadenó en el decenio anterior a 1914 violentas polémicas en torno al carácter político o confesional del partido del
centro y a la licitud de los sindicatos cristianos31. Las discusiones se nutrían de antiguas actitudes opuestas, que en parte se venían perfilando desde tiempo atrás, pero que ahora se habían
agudizado por el integrismo de Pío x y de sus adeptos. Tanto en
la «disputa del centro» como en la «disputa de los sindicatos»
se contraponían la corriente liberal democrática «de Colonia» y la
patriarcal e integrista de «Berlín-Breslau». De la primera formaba
parte el centro de Alemania occidental, con su órgano principal,
la «Kólnische Volkszeitung», el Volksverein, los sindicatos cristianos y las asociaciones católicas de trabajadores de Alemania
occidental. Era integrista una minoría, sobre todo la liga de asociaciones católicas de trabajadores con sede en Berlín, que pretendían representar a sus asociados también en política social, pero
29. Cf. cap. xxix y xv.
30. Disputa sobre la literatura: A.W. HOFFER, Cari Muth ais Literaturkritiker, Münster 1959; F.J. SCHONINGH, en SO.' iv, 112ss. Cf. también los estudios de F . FUCHS,
J. NADLER, M. ETTLINGER, P H . FUNK y F . HERWIG, en Wiederbegegnung
von Kirche
und
Kultur in Deutschland, Festgabe für Cari Muth, Munich 1927, especialmente 38-56 61-68
75s 86-110 375ss.
31. Las disputas en torno al centro y a los sindicatos están expuestas muy circunstanciadamente en K. BACHEM, Zentrurmpartei vn, 156-325. Véase además: SCHMIDLIN PG
III, 98-104 158s 164ss; E. DEUERLEIN, en ThQ 139 (1959) 40-81; id., StL« m , 943-946;
E. RITTER, Katholischsoziale
Bewegung 313-351; R. MORSEY, Zentrumspartei 1917-1923,
33-41; É. POUI.AT, Intégrisme 198ss 234-244, etc.; S. SCHR5DER, Aufbruch und Missverstándnis 353-368. Cf. antes, 663s.
696
que con su patriarcalismo y con su renuncia al empleo de medios
de combate sindicales servían más bien los intereses de los patronos. Sus líderes eran los diputados Roeren, Bitter y el conde
Oppersdorff, que más tarde se separaron del centro, y también
el asesor von Savigny. Los integristas eran apoyados por el cardenal Kopp y el obispo Korum; por medio de Kopp, y a través
de la organización internacional de monseñor Benigni32, tenían
contacto con el Vaticano, cuya plena aprobación daban por segura.
Un integrista muy allegado a Pío X, el historiador de los papas
Ludwig von Pastor, que vivía entonces en Roma, interpretó la
conexión entre las diversas polémicas con las palabras siguientes:
«La disputa entre Kralik y Muth gira en torno a la misma cuestión, que es también la base de la disputa entre los partidarios
y los adversarios de la «Kólnische Volkszeitung». Los unos, entre
los que también me cuento yo, buscan la salvación en la profesión
franca y animosa del punto de vista católico, mientras que los
otros, entre los que se cuenta Muth, la buscan en la adaptación
a los contrarios con una complacencia extrema...»33. La imputación latente en estas palabras es característica de los integristas, que ponen en duda a la ligera la fidelidad a la Iglesia de los
que piensan de otra manera. Los líderes de los integristas, sobre
todo Benigni y sus colaboradores, acechaban y calumniaban, como es sabido, a sus adversarios dentro de la Iglesia. Una vez que
en 1907 fue condenado el modernismo teológico, desarrollado preferentemente en Francia, Italia e Inglaterra, dirigieron toda su
atención a los acontecimientos en Alemania. Así consideraban el
proceder de la corriente de Colonia tan peligrosa como las innovaciones teológicas, que se habían convertido en asunto de unos
pocos. De hecho, la mayoría del centro llevaba adelante la desclericalización de la vida pública tan temida por los integristas y la
separación realista de lo espiritual y de lo temporal. Y era aquí
justamente donde el papa Pío x descubría un gravísimo peligro.
Creyó deber insistir en que todas las organizaciones representadas
por los católicos se mantuvieran en directa dependencia de la
jerarquía.
32. Cf. cap. x x x m , 654.
33. L. VON PASTOR, Tagebücher, Briefe, Erinnerungen,
1950, 508.
697
dir. por W. WÜHR, Heidelberg
La dirección y la mayoría del centro habían mantenido insistentemente el punto de vista de que se trataba en primer lugar de
un partido político y por consiguiente habían reivindicado y llevado adelante su independencia de la autoridad eclesiástica en el
sector político34. Pero tras la muerte de Lieber una minoría integrista formuló nuevamente la exigencia de prestar mayor atención a lo católico en la política del partido, conforme a la tendencia de Pío x. Para contrarrestar este empeño, Julius Bachem (18451918), redactor jefe de la «Kólnische Volkszeitung» desde 1869,
escribió en 1906 en las «Historisch-Politische Blátter», el célebre
artículo Tenemos que salir del bunker, que desencadenó la disputa. Bachem ponía en guardia contra las ideas entonces ya irrealizables de un Estado cristiano y contra la exageración del principio confesional, reclamó la colaboración política y sociopolítica
de católicos y protestantes y consiguientemente la ampliación del
centro como partido nacional cristiano, interconfesional. Su propuesta, que podía con razón remitirse a Windthorst y a la entera
tradición del centro y preparó la concepción de Stegerwald y Brüning, se convirtió en el programa de la «corriente de Colonia».
Sus propugnadores, entre ellos muchos eclesiásticos, opinaban que
al magisterio eclesiástico correspondía, sí, interpretar las normas
generales de la ley moral, pero que su aplicación concreta en política y en política social era asunto de los católicos acreditados
en estos sectores. La mayoría de la prensa del centro tomó partido
a favor del órgano principal de dicha corriente, la ya mencionada
«Kólnische Volkszeitung», y también de las «Historisch-Politische
Blatter» y «Hochland».
Los integristas acusaban a la corriente de Colonia de cercenar
la autoridad pontificia, de querer sustraer la vida pública a la influencia de la Iglesia y de poner en peligro el estado de posesión
de la Alemania católica; echaron mano de consignas antirreformatorias y afirmaron que los partidarios de Colonia querían propagar un catolicismo nacional que conduciría al protestantismo.
También Pastor pensaba que la corriente de Colonia se basaba
en «el viejo galicanismo»35; el cardenal Kopp, que con una creciente obstinación propia de la edad estimulaba y apoyaba la ofen34
Cf. cap. i, 73s, ra, 113 125s 130.
35.
PASTOR
siva integrista, habló de «infestación de Occidente» * y decía «que
el "Hochland" estaba descatolicizando a los círculos ilustrados,
mientras que el Volksverein, con sus trabajos en favor de los
sindicatos, desempeñaba este quehacer en los círculos inferiores» y?. Se hostilizaba con la mayor virulencia sobre todo al Volksverein y a los sindicatos cristianos, porque también ellos desempeñaban quehaceres reivindicados por la Iglesia y sin embargo
se estaban emancipando de la jerarquía, y porque además los
sindicatos eran interconfesionales y según los conservadores empleaban el medio de combate revolucionario de la huelga. El desenlace de la disputa no habría sido dudoso si ésta se hubiese
limitado sólo a Alemania: La gran mayoría de los católicos que
desplegaban su actividad en la política, sobre todo en el oeste y
sur de Alemania, rechazaban el integrismo. Tampoco los obispos
Kopp y Korum lograron imponerse entre sus colegas: el cardenal Fischer se constituyó en protector del Volksverein; en 1910
logró además que la conferencia episcopal de Fulda adoptara una
resolución que permitía la afiliación a los sindicatos, supuesto que
éstos no violaran la ley moral cristiana y no actuaran en el sector
religioso. Pero los integristas se negaban a aceptar estas delimitaciones; además, con ventaja para los enemigos de la Iglesia, que
de suyo sacaban ya provecho de la disputa, llevaron ésta adelante
y la hicieron llegar hasta la curia, que intervino así, por última
vez, en una lucha de tendencias interalemana. En Roma no reinaba el mismo clima que en Fulda; Pío X y Merry del Val desaprobaron la corriente de Colonia, porque en la disputa acerca
de Ehrhard y Schell había contradicho a la curia. El cardenal
Serafino Vannutelli, en un discurso en la jornada católica de Essen
(1906), que causó gran revuelo, había declarado en este sentido
que quien obedece al papa debe obedecerle en todo. Sin embargo, se produjeron numerosas protestas, que indujeron al Vaticano
a hacer una rectificación: Un breve pontificio dirigido al cardenal Fischer reconocía la libertad a los católicos alemanes en cuestiones no religiosas. No obstante, Pastor anotaba en 1907, tras
una audiencia del papa: «He observado claramente que el papa
36. El papel de Kopp en la disputa de los sindicatos: R. MORSEY, Kopp,
Cf. además CHR. WEBER, en ArSKG 26 (1968) 327-334.
549
37
698
PASTOR
513.
699
54ss
no está tampoco de acuerdo con la absoluta independencia de
toda autoridad eclesiástica reivindicada por el centro. De hecho
tal independencia política se extenderá con la mayor facilidad al
terreno eclesiástico»38. Cinco años después, en el punto culminante de la disputa de los sindicatos, declaraba nuevamente Pío x
en una conversación con Pastor «cuan absoluto era su repudio
de los empeños de Julius Bachem y de sus adeptos. Dijo francamente que su censura no iba dirigida contra los numerosos católicos fieles de Alemania, sino únicamente contra aquellos que seguían la "Kolnische Volkszeitung". No eran los adversarios del
periódico los que perturbaban la unidad de los católicos, sino
más bien ese mismo periódico».
Merry del Val fue todavía más lejos, incluyendo en su crítica también al cardenal Fischer y a la mayoría de los obispos
alemanes, y hasta al nuncio de Munich, Frühwirth, que parecía
tener excesivas complacencias con la corriente de Colonia39. Frühwirth, que hasta 1904 había sido general de la orden dominicana,
tenía sentimientos totalmente antimodernistas, pero en Munich se
había convencido (desde 1907) de que no estaba justificada la
forma de combatir de los integristas en la disputa sobre la literatura, el centro y los sindicatos40.
Entre tanto el papa y su primer consejero político no querían,
o no podían, examinar críticamente las numerosas noticias que les
llegaban; sólo creían las que deseaban creer. De todas formas,
en la disputa del centro sólo una vez había intervenido directamente Pío X. Esperó hasta 1914, cuando la corriente de Colonia
se había impuesto en lo esencial. El escrito Centro y autoridad
eclesiástica, nacido de un discurso del párroco Theodor Wacker
(1845-1921), jefe del centro en Badén41, que con términos poco
afortunados hacía demasiado hincapié en la independencia del
partido, fue puesto en el índice. El rigor desproporcionado de
esta medida hace conjeturar que en el contorno del papa sólo se
estaba esperando un pretexto para poder dar este-paso. Por lo
demás, Pío x hubo de mostrarse reservado, primero porque la
38.
PASTOR
39.
40.
41.
PASTOR 542 544s.
A. WALZ, Andreas ¡Cardinal Frühwirth, Viena 1950, 328-347.
Biografía por J. SCHOFER, Karlsruhe 1921; H. SACHER, en LThK* x 906.
474.
700
independencia política del centro había sido reconocida finalmente
por su predecesor y confirmada por él mismo tras el discurso de
Vanutelli, y luego porque el partido adoptaba una táctica muy
cauta con respecto a Roma y sólo tomaba iniciativas en el terreno
eclesiástico después de haber consultado con los obispos.
Aun así, el rumbo seguido por Pío x gravó considerablemente
la política eclesiástica del centro. La intransigencia vaticana en la
querella modernista dificultó la intervención en favor de la solicitud de tolerancia; el partido tuvo que hacer frente en el parlamento a las violentas discusiones provocadas por la encíclica sobre san Carlos Borromeo y por el juramento antimodernista. La
encíclica Editae saepe, publicada en el tercer centenario de la canonización del santo obispo (29-5-1910)42, destacó a san Carlos
Borromeo como modelo de verdadero reformador, contraponiéndolo
a los falsos reformadores, presentando como tales a los modernistas y todavía más a los reformadores del siglo xvi combatidos por
el obispo de Milán. A estos últimos echaba en cara la encíclica
su rebelión contra la autoridad eclesiástica y la dependencia ciega de los príncipes; con palabras de la Carta a los Filipenses los
calificaba de «enemigos de la cruz de Cristo... que aspiran a las
cosas terrenas..., cuyo Dios es el vientre». Esta comparación que
procedía del vocabulario de las luchas religiosas del siglo xvi
y había cristalizado en un lugar común en la curia, provocó indignación en Alemania, y no sólo entre los protestantes, y así
sufrieron grave retroceso los empeños por una colaboración interconfesional. Tras protestas de los gobiernos de Prusia de Baviera, y de Sajonia y por recomendación de los obispos alemanes,
renunció la curia a la promulgación oficial de la encíclica en Alemania. El papa mismo creyó deber apaciguar los ánimos: En
varias declaraciones aseguró su alta estima a Alemania y a los
príncipes alemanes y notificó por medio de su cardenal secretario
de estado que estaba muy lejos de su intención infligir la menor
ofensa a la nación alemana. También en la cuestión del juramento
antimoderista hubo que dar en parte marcha atrás, cosa que se
habría evitado con un enfoque más realista de la situación y que
apenas si fue menos perjudicial para el prestigio de la curia que
42.
AAS 2 (1910) 357-380. Cf. BACHEM vil, 330-375.
701
la dureza demostrada anteriormente. Tras discusiones igualmente
violentas se dispensó a las facultades teológicas de las universidades del Estado de prestar el juramento antimodernista. Incluso
Kopp abogó en favor de este compromiso, ya que de lo contrario
se habría visto gravemente amenazada la existencia misma de dichas facultades (cf. p. 484).
La disputa de los sindicatos con sus implicaciones de teología moral daba más asidero a los esfuerzos integristas por la intervención de Roma que la querella sobre el centro, que en sí era
esencialmente política. El Vaticano no estaba entonces suficientemente familiarizado con los problemas de la economía moderna.
El cardenal Fischer, tras un viaje a Roma, creyó poder notificar
en una pastoral la neutralidad vaticana en la disputa entre las
dos corrientes alemanas, pero una declaración pontificia de mayo
de 1912 se pronunció sin ambages por la de Berlín contra la de
Colonia; para razonar esta actitud hubo que recurrir a la afirmación, no suficientemente ponderada, de que la religión debe
penetrar al hombre entero y por consiguiente también sus empresas económicas. Poco faltó para que el cardenal Kopp y sus aliados obtuvieran de Pío x una condenación formal de los sindicatos
cristianos, los cuales pugnaban por una solución a la vez cristiana y democrática de la cuestión obrera y por entonces constituían
la única alternativa eficaz frente a las organizaciones obreras hostiles a la Iglesia. En el último momento pudieron el cardenal Fischer y el obispo franciscano Bernhard Dóbbing, hombre de confianza del papa, obtener por lo menos un compromiso restringido.
La encíclica Singularí quadam (24-9-1912)43, que vino a zanjar la disputa, comenzaba por poner en guardia contra un «vago
interconfesionalismo» (cosa que en modo alguno pretendían los
sindicatos) y recordando de nuevo —cosa igualmente innecesaria
en el contexto concreto—, el principio, indiscutido entre los católicos alemanes, según el cual los problemas sociales no pueden
ser resueltos sin religión y ley moral. El papa tributaba un elogio sin restricciones a las asociaciones eclesiásticas de trabajadores, y apoyaba con firmeza su monopolio en los países católicos.
Sin embargo, concedía luego que en otros países los católicos
43. AAS 4 (1912) 657-662. Sobre el origen de la encíclica- L. HAHDICK, Bischof Bernhard Dobbing, en WZ 109 (1959) 143-195, especialmente desde 169.
702
podían colaborar cautamente (cautione adhibita) con los acatólicos con vistas a elevar el nivel de los trabajadores y que en la
situación especial de Alemania se podían tolerar los sindicatos
interconfesionales. Para la afiliación de trabajadores católicos ponía como condición la pertenencia simultánea a las asociaciones
católicas de trabajadores y que los sindicatos no emprendiesen
nada contra la doctrina de la Iglesia. La primera de estas condiciones era un gravamen inútil para los trabajadores, mientras
que la segunda desconocía los fines de los sindicatos. De todos
modos, éstos podían ya continuar en adelante su actividad y no
les resultó difícil observar las condiciones de Singularí quadam
y con ello prevenir ulteriores conflictos con Roma. Pese a las simpatías vaticanas hacia los integristas, también en la querella de
los sindicatos había, pues, reportado una importante victoria parcial la corriente progresista del catolicismo alemán. Ahora bien,
el receloso toleran potest del papa había animado a los integristas a seguir desacreditando a los sindicatos y a suscitar con ello
nuevas inquietudes; el cardenal Kopp, todavía poco antes de su
muerte (4-3-1914), contradijo la interpretación conciliante de la
encíclica. Ya en 1913 habían tenido los sindicatos que defenderse
contra los ataques de los adversarios en un proceso sensacional,
cuya importancia había sido además desorbitada por la prensa
hostil a la Iglesia.
El cardenal Fischer falleció el 30 de julio de 1912 y no pudo
ya conocer el resultado de la acción iniciada por él. La curia romana, mediante una masiva injerencia en el derecho electoral del
cabildo catedral de Colonia, había facilitado su sucesión de Monseñor Félix von Hartmann (1851-1919, obispo de Münster desde
1911) ^ que propendía a la tendencia integrista y nacional-conservadora del cardenal Kopp, pero sin poseer sus cualidades de
líder.
Ahora bien, tampoco por este camino pudo lograrse un éxito completo: si bien Hartmann intentó con todas sus fuerzas
contribuir a la conservación de las estructuras políticas y sociales
existentes, logrando además con ello establecer, a lo que parece,
buenas relaciones con Guillermo n, sin embargo, hubo de tener
44.
TRIPPEN, O.C. 448-463.
703
en cuenta las realidades existentes en su nueva diócesis y tuvo
que tolerar la actividad de los sindicatos cristianos y del Volksverein *5.
XXXVI.
and State after the Dreyfuss Affaire: the Séparation issue in France, Londres (en preparación); J. Me MANNERS, Church and State in France, 18701914, Londres, SPCK, 1972; G. LAPERRIÉRE, La Séparation des Églises et
de l'État a Lyon, étude d'opinion publique, Lyon, Centre d'histoire du
catholicisme, 1973.
L A SEPARACIÓN DE LA IGLESIA Y DEL ESTADO EN
FRANCIA
Las circunstancias en la votación de la ley
de separación (1899-1905)
Por Jacques Gadille
Profesor de la Universidad de Lyon
FUENTES: Livre blanc du S. Siége. La séparation de l'Église et de
l'État en France. Exposé et documents, París 1906; Une campagne du
Siécle. La séparation des Églises et de l'État par H. Brisson..., París 1905;
Les fiches pontificales de Monsignor Montagnini..., París 1908; J. DE
NARFON, La séparation de l'Église et de l'État. Origines, ¿tapes, bilan,
París 1922; E. COMBES, Mon ministére. Mémoires, 1902-1905, París 1957;
Z. GIACOMETTI, Quellen zur Geschichte der Trennung von Staat und
Kirche, Tubinga 1926; L.V. MÉJAN, La séparation des Églises et de l'État
(prólogo de G. L E BRAS, bibliografía), París 1959.
BIBLIOGRAFÍA: Además de las obras mencionadas' de LECANDET,
LATREILLE y MAYEUR, cf. F. MOURRET-CARREYRE, Précis d'histoire de l'Église
ni, París 1929; J. BRÜGERETTE, Le prétre franeáis dans la société contemporaine ii-m, París 1935-1938; L. CAPÉRAN, L'invasion laique. De l'avénement de Combes au vote de la Séparation, París 1935; P. SORLIN, WaldeckRousseau, París 1966; J.-M. MAYEUR, La séparation de l'Église et de l'État,
París 1966; J. CARÓN, Le Sillón et la démocratie chrétienne, París 1967;
CH. MOLETTE, L'association catholique de la jeunesse francaise, 1886-1907,
París 1968; A.v. CAMPENHAUSEN, Staat und Kirche in Frankreich, Gottinga
1962; E. APPOLIS, En marge de la Séparation. Les associations cultuelles
schismatiques, en RHEF 1963; G. L E BRAS, Le Conseil dÉtat, régulateur
de la vie paroissiale. Trente ans de Séparation, París 1950; FONTAINE
(L. CANET), Saint-Siége, Action francaise et catholiques intégraux, París
1928; B. NEVEÜ, Louis Canet et le service du Conseiller technique pour les
Affcdres religieuses au Ministére des Affaires étrangéres, en «Rev. d'Hist
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the Question of Papal Prestige, en «The Historical Journal» rv (1961) 97113; id., The Vatican, French Catholics and the Associations Cultuelles, en
«The Journal of Modern History» 36 (1964) 298-317; id., The Church and
the French Concordat, 1891 to 1902, en EHR 81 (1966) 717-739; id., Church
45. Sobre la evolución global: W. SPAEL, Das katholische Deutschtand
Wuraburgo 1964.
704
1890-1945,
De la misma manera que las pasiones desencadenadas por el
affaire Dreyfus tuvieron un papel decisivo en el fracaso de la reconciliación, así también la separación de la Iglesia y del Estado
en Francia fue resultado de un conjunto de circunstancias que
fueron empeorando poco a poco las relaciones entre ambos poderes. En el fondo ni P. Waldeck-Rousseau ni Émile Combes, que
le sucedió en 1902 en el cargo de ministro, tenían la intención
de dejar que se llegase a la separación. Sin embargo, de resultas
tanto de sus decisiones personales, como también de las medidas
políticas reclamadas por la mayoría y bajo la presión de las circunstancias vinieron a hallarse ante esta alternativa. Cierto hacía
ya tiempo que muchos veían en la anulación del concordato una
consecuencia natural del rumbo de los acontecimientos, sobre todo después del infortunado desenlace del ralliement. En realidad,
las razones internas y externas para evitar la ruptura eran para
la república exactamente tan fuertes como hacía 20 años, aun
cuando en el ínterin se había hallado una base más fuerte en el
electorado católico.
Cuando Pío X se negó categóricamente a reconocer la ley de
2 de diciembre de 1905, que introducía en Francia «el sistema
más radical de separación que se puede concebir», el gobierno
republicano estaba dispuesto a hacer cierto número de concesiones con objeto de restringir los efectos de la ley y de evitar a toda
costa el peligro de un conflicto religioso.
Así pues, una investigación sobre esta materia habrá de analizar toda una serie de medidas legislativas que al agudizarse condujeron a la ley de separación. Sin embargo, la «lógica de las
leyes» no debe hacer olvidar las pasiones desenfrenadas con que
fueron dictadas y aplicadas estas medidas: los ministerios estaban
705
en el parlamento bajo la vigilancia de una mayoría que, tan luego como entraba en juego la cuestión de las congregaciones y de
la Iglesia, se hallaba siempre dispuesta al ataque. Las elecciones
de abril de 1902, en las que andaba de por medio este tema,
aportaron una mayoría de 339 diputados que formaban parte del
«bloque» (compuesto de la unión democrática, socialistas, radicales y radicalsocialistas). En este «bloque» el núcleo más fuerte
(200 diputados) estaba integrado por representantes de la burguesía de las ciudades medianas y pequeñas, que eran radicalmente anticlericales. Émile Combes era su fiel representante; otrora
seminarista, después de abandonar la fe católica se había dedicado a la medicina y la propaganda en favor de los radicales,
lo cual le granjeó un escaño senatorial por su departamento de
Charente-Inférieure. El fanatismo habitual de los dos partidos, que
fue atizado por una prensa que no conocía límites en sus ataques
y caricaturas, no dejó de influir en la actitud de los políticos mismos. La expulsión de unos 20 000 religiosos en los años 19031904, que precedió a la separación, exaltó el radicalismo por ambas partes. La población apoyó con frecuencia la resistencia de
los religiosos, y las manifestaciones tenían muchas veces un final
sangriento (en Nantes hubo dos muertos en junio de 1903, y en
Lyón uno el 8 de diciembre del mismo año).
Cuando Waldeck-Rousseau, en noviembre de 1899, presentó
su proyecto de ley sobre las congregaciones, no pretendía con
ello una interpretación agresiva de la política de la «defensa republicana». Más bien hacía ya tiempo que quería subsanar la
falta absoluta de reglamentación de la libertad de asociación en
el derecho francés, con la intención de descartar la posibilidad de
una nueva coalición —basada precisamente en esta inseguridad
jurídica— entre las congregaciones no autorizadas y una élite antirrepublicana de la sociedad. Tenía interés prevenir una amenaza como aquella a que se habían visto expuestos los republicanos el 16 de mayo de 1877 y durante la revisión del proceso de
Dreyfus. Sin embargo, como estadista jurista que era, quería someter al control del Estado las diferentes formas de la vida
eclesiástica. Tal era el trasfondo de las medidas contra los asuncionistas, de la prohibición a los obispos de colocar a religiosos
en las cátedras y en los seminarios, y también, finalmente, de las
encuestas sobre los bienes de las congregaciones, ordenadas en
otoño de 1900 con destino al fisco. En Toulouse resucitó el 20
de octubre el viejo tema de Gambetta, a saber la afirmación del
oculto influjo social de las congregaciones sobre la enseñanza y la
alta administración.
Cierto que el proyecto de ley de Waldeck-Rousseau sobre las
asociaciones sometía la existencia de las congregaciones religiosas a la aprobación por el gobierno, pero al mismo tiempo dejaba la posibilidad de numerosos acuerdos. Sin embargo, las comisiones de ambas cámaras, apoyadas por una delegación de los
grupos de izquierdas, dieron al proyecto un sello marcadamente
anticlerical. En adelante, la autorización de las congregaciones sobre las que, según el artículo 14, pesaba la prohibición de enseñar, necesitaba una reglamentación legal. Se había previsto un
riguroso control de sus bienes y una liquidación forzosa en el caso
en que no fuese autorizada una congregación. Así pues, la ley
de 1.° de julio de 1901 se había distanciado mucho del espíritu
del proyecto de Waldeck-Rousseau; las comunidades religiosas quedaban privadas del uso de la libertad que tan espléndidamente
se concedía a las otras asociaciones. Era «el comienzo de la lucha». Varias congregaciones se habían disuelto voluntariamente
desde el otoño; sin embargo, unas 700 residencias de congregaciones femeninas y unas 150 de congregaciones masculinas habían solicitado su autorización. El ministro se había mostrado
con ellas condescendiente y accesible al comienzo de la ejecución
de la ley, una vez que Théophile Delcassé le había hecho comprender que los intereses franceses en los asuntos internacionales
exigían evitar la ruptura con la santa sede.
La situación cambió con el sucesor de Delcassé, Émile Combes (desde 1902). Waldeck-Rousseau se apresuró a hacer constar
que él no había querido la querella religiosa desencadenada por
Combes. El 27 de junio de 1903 se pronunció ante el senado
contra Combes, que desde el comienzo de su entrada en funciones practicaba una política de ejecución de la ley absolutamente
rígida e inflexible1. Combes exigía a todos los funcionarios una
«disciplina estrictamente republicana» (son sus palabras). Desde
706
707
1
A LATHEILLE - R RÉMOND, Histoire du catholicisme en France, m, París 1962, 499.
junio-julio de 1902 declaró ilegales —contrariamente a las promesas de su predecesor— todas las escuelas abiertas antes del
plazo de un año por congregaciones, incluso por las autorizadas.
Esta condenación afectaba sin excepción a todas las escuelas de
las congregaciones no autorizadas. Así, durante los meses siguientes fueron cerradas casi 12000 escuelas, lo cual dio lugar a movimientos espontáneos de protesta en el pueblo, sobre todo en la
Bretaña.
Esta laicización total fue coronada por la ley de 7 de julio
de 1904, que denegaba a todos los religiosos la libertad de enseñar. Se cerraron esta vez unas 2500 escuelas, comprendidas incluso las tan populares de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Tocante a las congregaciones mismas, la Cámara aprobó una
propuesta del gobierno que preveía la recusación de todas las solicitudes de autorización, excepto para 5 congregaciones misioneras; la supresión de las congregaciones fue prevista para pascua
de 1903.
Algunas congregaciones prefirieron disolverse por sí mismas,
mientras que otras muchas querían con su resistencia pasiva llamar la atención sobre el abuso de fuerza latente en aquellas medidas. Con frecuencia, los religiosos que emigraban fueron acompañados de manifestaciones de simpatía de la población de la circunscripción, como sucedió, por ejemplo, el 29 de abril de 1903
en el caso de los monjes de la Cartuja cerca de Grenoble. De
los bienes de los conventos, cuyo valor había sobreestimado la
administración, obtuvo el fisco muy escaso provecho.
Las enérgicas protestas de los obispos contra aquellas medidas sólo lograron que el gobierno pasara también al ataque contra la jerarquía. Una vez que todos los obispos (74) hubieron firmado el verano de 1902 una interpelación contra la interpretación
de la ley sobre las congregaciones, en las que se defendía a éstas,
se recurrió a la medida de prohibir a los obispos reunirse y hacer
propuestas como corporación, y se transmitieron todas las firmas
en bloque al consejo de Estado, aplicándose contra los obispos el
viejo y absurdo procedimiento del appel comme d'ctbus. Se cancelaron los ingresos de los tres promotores de la interpelación, los
obispos de Séez, Besancon y Niza; la misma sanción afectó luego
también al conciliador obispo de Orleans, Touchet.
En los últimos meses del pontificado de León xm había vuelto a reavivarse el viejo conflicto relativo al derecho de nombramiento por el gobierno en la elección de los futuros obispos2. La
actitud inflexible del anciano pontífice en este punto era un buen
exponente de la situación. Pío x, en cambio, quería indudablemente demostrar su deseo de paz al dar su consentimiento a la fórmula que en los documentos oficiales preveía el nombramiento
por el gobierno. No obstante, en junio de 1904 no tuvo el papa
el menor reparo en citar a Roma a los obispos de Dijón y de
Laval, a los que sus diocesanos echaban en cara excesiva condescendencia con los titulares del poder, y que tenían serias dificultades en las relaciones con su clero y en la administración de sus
diócesis. El gobierno prohibió el viaje a estos prelados3. Estas
«citaciones» sólo se efectuaron algunas semanas después del grave incidente diplomático surgido con ocasión de la visita a Roma
del presidente de la República Émile Loubet. El gobierno, contrariamente al consejo que le había dado el cardenal Rampolla en
los últimos meses del anterior pontificado, aprobó, en el marco de
la mejora de las relaciones con Italia, esta visita oficial al Quirinal, sin tener la menor consideración con el Vaticano. La severa
protesta del Vaticano fue publicada por Jean-Léon Jaurés. El
hecho de que el escrito pusiera en duda la permanencia del nuncio en París, fue calificado por las izquierdas de amenaza provocativa. Por una mayoría de 427 votos decidió la cámara retirar el embajador francés cerca de la santa sede. Éste fue el preludio de la ruptura de relaciones diplomáticas, que se produjo de
hecho tras la citación de los obispos de Dijón y Laval a Roma,
el 30 de julio.
Combes fue derribado el 14 de enero de 1905, porque los
socialistas se negaron a secundar el anticlericalismo de los radicales. El proyecto de ley de separación de la Iglesia y el Estado
presentado por él el 10 de noviembre fue substituido por otro nuevo, más liberal, bajo el gobierno de su sucesor J.-B. BienvenuMartin. Durante el debate, que se prolongó hasta el verano, abogó
Arístides Briand, relator de la comisión, por la absoluta neutra-
708
709
2 R P LECANUET, L'Église de Trance sous la iroisiéme République m , París 1930,
364-387.
3. M. DENIS, L'Église et la République en Mayenne, 1896-1906, París 1967, 155ss.
lidad del Estado en materias de religión, de modo que la Iglesia
posea «la plena libertad de organizarse, vivir y desenvolverse conforme a sus reglas». Sólo a fines de abril se produjo el viraje,
cuando una gran mayoría se pronunció en favor del artículo 4.°,
formulado por Jaures, jefe de los socialistas, artículo que sometía
las «comunidades cultuales» por constituir, a las formas generales de organización del culto, una vez que éstas habían manifestado a su vez la intención de atenerse a las reglas. Con este artículo se sacó la lección de la derrota de la política religiosa de la
revolución Francesa y se evitó todo intento de forjar una Iglesia
del Estado, que sólo habría servido para lanzar a la palestra a
las Iglesias establecidas; en lugar de esto se procuró dar una interpretación espiritualista a la tradición revolucionaria4.
La entera obra legislativa, que el 3 de julio fue aprobada en
la cámara por 341 votos contra 233, y el 6 de diciembre en el
senado, no llegó sin embargo a aplicarse sino hasta un año después. La ley volvía a adoptar el espíritu de la legislación revolucionaria. Neutralidad y plena abstención del Estado en asuntos
del culto, ni sueldos ni subvenciones. Los edificios fueron declarados propiedad del Estado o de los municipios. A veces se concedía la utilización de los mismos a las comunidades cultuales
para el ejercicio del culto; pero en los casos conflictivos debía
decidir el consejo de Estado, cuya malévola actitud era bien conocida.
Ejecución de la ley de separación (1906-1924)
La gran mayoría de los católicos consideró esta ley como una
piratería organizada por el Estado. Tenían todas las razones para
temer que esta ley había sentado los presupuestos para la destrucción de la religión y de su influencia social. Sin embargo, desde
fines del siglo xix seguía existiendo dentro del catolicismo una disposición a aproximarse a la sociedad democrática. Estos grupos
eran accesibles a una colaboración con las aspiraciones liberales
de ciertos promotores de la ley, por medio de los cuales esperaban
lograr una ejecución tolerante de ésta.
Jaures mismo, cuyo papel en la elaboración de la ley ha quedado ya expuesto, contaba con la posibilidad de ganarse a algunos círculos del clero, «...sin llegar hasta Loisy... (ganarse) a
Francois Lenormant, gran cristiano y hombre de ciencia, o a monseñor d'Hulst o también al abate Duchesne, o a los institutos
de Toulouse y París, que no sin peligro habían intentado aprovechar para la exégesis tradicional algunos logros de la crítica moderna. Si con todo algunos sacerdotes, demócratas entusiastas y
de espíritu libre, vinieran a rebelarse apoyados por sus comunidades de religión...»5.
Por los años de 1900 un círculo de estudios fundado por Marc
Sangnier, joven politécnico procedente de la burguesía de París,
había pasado a primera página con sus animosas reuniones de
discusión y congresos, aunque también con una obra de educación
del pueblo, con la intención de preparar a los espíritus para asumir su responsabilidad personal en una democracia. En 1905 el
movimiento del «Sillón» poseía cinco fuertes filiales regionales fuera de París: en el Norte, en el Este, en el Limousin, en Aquitania y en Bretaña. Este movimiento, cuyos empeños abarcaban simultáneamente una sólida formación espiritual e intelectual, acompañada de actividad social, se ganaron a un cierto público en la
pequeña y media burguesía de las ciudades y en los ambientes rurales del Este y de la Bretaña. En la región de Lyón, la «Chronique du Sud-Est» proporcionaba desde 1904 los colaboradores
de la «Semaine Socíale», una especie de universidad ambulante
que tenía seminarios anuales sobre temas actuales y fundamentales. A esta sazón abarcaba la «Chronique» más de 200 grupos
dispersos en el valle del Ródano.
En 1904, el jesuíta P. Leroy fundó otro movimiento en Reims,
cuyos objetivos eran la información y la actividad en los ambientes obreros. Nos referimos a la «Action populaire», que, al igual
que las «Semaines sociales», existe todavía hoy. La Acción Católica de la juventud francesa promovía por su parte un programa
de actividad social y sindical6. Esta entrega social iba acompa5.
J.-M.
MAYFÜR,
O.C.
70.
4. Cf. acerca del artículo 4.» y su análisis, especialmente el de Jaures el 20 de abril
de 1905, J.-M. MAYEUR, La séparation de Vtglise ct de VÉtat, París 1966, 61-76.
6. J. CARÓN, Le Sillón et la démocratie chrétienne, París 1967, P. DROULERS, Potinque
sociale et christianisme: Le P. Desbuquois et l'Acticn populaire, París 1969; C H . MOLETTE,
L'association catholique de la jeunesse fran$aise, París 1968.
710
711
nada de una animada actividad intelectual. Jaures tenía a la vista, al elaborar su ley, principalmente los centros de París y de
Toulouse; todavía habría que añadir también la «École de Lyon»,
que se había constituido en torno a la revista «Demain» (190507). La vitalidad de este grupo se orientó de nuevo hacia las investigaciones bíblicas (P. Lagrange), históricas (Duchesne) y filosóficas (Blondel. y también Laberthonniére)7. En el ámbito de la
política se afirmó tras las elecciones de 1902 la «Action libérale»
fundada en 1901 por A. de Mun y J. Piou; la «Action libérale
populaire» ganó numerosos adeptos en el Norte y en Isere8.
Sin embargo, con respecto a la ley de separación, estos movimientos tenían que adoptar una actitud muy reservada. Este
retraimiento tocante a las condiciones a que recientemente se había sometido a los católicos, marcaba también a los más conocidos exponentes de estos movimientos: a Marc Sangnier y —en
la cámara— al abate J. Lemire. La prensa católica intensificó su
agresividad, y en el ala derecha se separó entonces la «Action
francaise» del «Sillón». La clase dirigente no tuvo dificultad en
convencer a la población campesina de que la república atacaba
a la religión misma. La misma tendencia estaba apoyada por la
mayoría de los eclesiásticos. Cierto que entre los obispos hubo
muchos que se mostraron cautos ante una situación que implicaba
una plena ruptura con los poderes públicos, y tras las elecciones
de 1906 se halló entre ellos una fuerte mayoría que buscaba un
modus vivendi. En cambio, la opinión contraria, que se oponía
a toda condescendencia con las realidades políticas existentes y
que se había resignado a la situación de separación presentida
hacía ya tiempo, estaba representada tanto por los prelados que
invocaban las tradiciones liberales (Francois Turinaz, obispo de
Nancy) como por los que adoptaban una actitud intransigente
(Anatole de Cabriéres, obispo de Montpellier). A este número
hay que añadir el de todos aquellos que habían sido nombrados
e instituidos obispos exclusivamente por el papa, a cuya cabeza
iban los 17 obispos nombrados por Pío x en un solo acto -(1906).
7. Cf. en el tomo IV de R.P. LECANUET, L'Pglise de France sous la troisiéme République, París 1930, los capítulos que fueron redactados por el mismo Laberthonniére.
8. J.-M. MAYEUK, Un prétre démocrate, l'abbé Lemire..., París 1968, 300, y P. BARRAL,
Le département de l'lsére sous la III' République, París 1962, 341.
712
Este mismo año de 1906 se multiplicaron las condenas antimodernistas en Roma, que anunciaban ya la encíclica Pascendi
y la carta del papa, de 25 de agosto de 1910, en la que se requeriría a M. Sangnier a disolver el movimiento del «Sillón». Los obispos empujaban a esta intransigencia, pues estaban preocupados por
la penetración de las tendencias modernistas, que hallaban adeptos
entre los seminaristas y en el clero joven. En estas circunstancias
adquirieron gran importancia los factores de resistencia en las clases dirigentes del catolicismo francés y hasta en el pueblo mismo.
Ahora bien, en esta dirección no se podía ir demasiado lejos, ya
que las elecciones de mayo de 1906 aseguraron una vuelta e incluso un reforzamiento de la mayoría del «bloque». En estas elecciones el tema debatido no era la cuestión religiosa, sino la cuestión social, que tuvo la primacía hasta 1914.
La ejecución de la ley de separación dependió en definitiva
de las directrices romanas. Si bien casi inmediatamente siguió la
condenación mediante la encíclica romana Vehementer nos de 2 de
febrero de 1906, con ello sin embargo no se excluía la posibilidad
de buscar una fórmula que garantizara la vida cultual de la Iglesia. Con todo, tales empeños no podían implicar el reconocimiento
de una ley elaborada sin contar con la santa sede. Roma recelaba
de todo lo que pudiera parecer aceptación de un precedente, susceptible de influir más adelante en la situación concordataria de
otros países. Por otro lado, el gobierno había adoptado, como preparación para la ejecución de la ley, una medida poco acertada,
que tuvo carácter ofensivo. Dispuso que fuesen inventariados todos
los bienes de las Iglesias, que vendrían a ser propiedad de Estado.
Tras un comienzo pacífico, estas prácticas depredatorias dieron
lugar en marzo de 1906, en París, Marsella y sobre todo en el
campo, a graves incidentes que han sido señalados por J.M. Mayeur9: principalmente en las zonas de más intensa práctica religiosa (en las regiones de pastizales del Oeste y al sur del macizo central, en el Jura y en el Flandes francés). En el Norte y en el AltoLoira los desórdenes se cobraron una vida en cada una de estas
regiones. Esta revuelta incipiente en las zonas rurales cristianas
indujo al gobierno a una retirada, y los inventarios quedaron sus9.
J.-M. MAYEUR, La séparation
199.
713
pendidos. Con este caso estuvo relacionada también la segunda
condena de la ley por la encíclica Gravissimo officio de 10 de agosto de 1906. En estas condiciones era sumamente difícil negociar
sobre una formulación imposible desde el punto de vista jurídico.
Todos estos sucesos dieron pie a la convocación de tres conferencias episcopales sucesivas en mayo y septiembre de 1906 y en
febrero de 1907. Sin embargo, no lograron ponerse de acuerdo
sobre la fórmula de ligas diocesanas, como se había intentado en
algunas diócesis, por ejemplo, en Burdeos. Una vez que la ley
hubo entrado en vigor, ambas partes rechazaron el expediente del
«usufructo», en virtud del cual se consideraba a los católicos usuarios de sus iglesias sin título jurídico. Como los católicos se negasen a solicitar para las reuniones públicas el necesario permiso de
la policía, estas infracciones fueron consideradas sarcásticamente
como «delitos de misa»...10.
La negativa total a colaborar forzó al legislador a dar una interpretación más mitigada de la ley, a fin de no empeorar todavía su posición, que de suyo era ya problemática. Se obligó a los
municipios a poner gratuitamente a la disposición de los fieles los
edificios de culto. El consejo de Estado y los tribunales, aplicando
el artículo 4.°, invocaron el derecho del obispo a impedir los ataques de las comunidades religiosas cismáticas que se habían formado en Toulouse, Lyón y el oeste en torno a algunos clérigos
parroquiales que se habían rebelado contra la autoridad diocesana.
Así en la ejecución de la ley la administración aparecía como
«órgano ejecutivo de la jurisdicción episcopal» (Axel von Campenhausen). La intransigencia romana forzó, pues, a la administración
no sólo a una práctica liberal, sino que condujo a un robustecimiento de la autoridad de la jerarquía sobre el clero bajo, del
clero sobre los fieles y — se podía añadir — de la autoridad romana sobre la Iglesia de Francia u .
Sin embargo, el balance de los primeros años fue muy inquietante para la Iglesia: la confiscación de los inmuebles y el alojamiento de los obispos y del clero parroquial en otros edificios
10. L.-V. MÉJAN, La Séparation da Églises et de VÉtat, París 1959, 249-415.
11. A. VON CAMPENHAUSEN, Síaat und Kirche in Frankreicfi, Gotinga 1962. Véase
también J.-M. LARKIN, The Vatican, French Catholics and the Assoaations Cultuelles, en
«The Journal of Modern History» 36 (sept. 1964) 298-317.
714
a su propia costa, acarrearon una pérdida material y un gran
desorden administrativo. En concreto, la supresión de becas y emolumentos originó una rápida disminución de las vocaciones sacerdotales, ya que los seminaristas, por lo regular de origen modesto,
no podían afrontar por sus propios medios los gastos de su formación. Los seminarios descendieron a casi la mitad de su capacidad
habitual y la baja se hizo sentir incluso en regiones que hasta entonces se habían señalado por el gran número de vocaciones sacerdotales (Rodez, St.-Brieuc). Las obras para las vocaciones sacerdotales que se constituyeron espontáneamente, las ligas de seminarios y las asociaciones de sacerdotes eran indicio de la gravedad
de la situación, que apenas si se podía paliar con tales recursos.
La querella sobre las escuelas se reanimó una vez más antes del
comienzo de la primera guerra mundial y agudizó aún más en
virtud de las corrientes nacionalistas que estaban dispuestas a tomar como cosa suya los intereses de la Iglesia.
En este rudo clima, que hasta 1914 se fue recrudeciendo todavía
más en virtud de la crítica antimodernista frente a las tendencias
renovadoras, los católicos franceses hallaron todavía caminos para
responder al grave desafío que les había sido planteado. Con
razón se hizo notar que el désétablissement que había experimentado la Iglesia concordataria francesa modificaba radicalmente la
actitud de la Iglesia en la sociedad francesa n. A este respecto es
significativo que en el siglo xix se fueran intensificando más y más
las iniciativas tomadas para reforzar el influjo social del cristianismo con el apoyo de algunos prelados, como León Amette
(París), Pierre Couillé (Lyón) y Pierre Dadolle (Dijón).
Las asociaciones que se habían propuesto el quehacer de interesar a los católicos por los asuntos sociales y de proporcionarles
a este objeto una adecuada base doctrinal, aumentaron más y más
su actividad. En este campo destacaron de manera especial la
«Action populaire» con el P. Debusquois, y las «Semaines sociales», cuyos actos atraían a un público más extenso. Deben mencionarse también los Secretariados sociales, que existían desde 1908
en París y en provincias. La «Action Catholique de la Jeunesse
francaise» (ACJF) recibió el encargo de transmitir una responsa12.
J.-M. MAYEUR, La séparation
193.
715
bilidad apostólica a sus afiliados seglares (Carta de Pío x a J. Lerolle, de 22 de febrero de 1907)". Finalmente, la mayoría de
los hombres de ciencia, sin arredrarse ante las censuras eclesiásticas en la crisis modernista, pusieron empeño en dar testimonio de
la verdad de la Iglesia católica. Ejemplos elocuentes de ello son
los «Ármales de philosophie chrétienne» (hasta 1913) y el «Bulletin de la semaine», que sucedió a la revista «La quinzaine» ".
Lo que caracteriza a aquellos años de la preguerra es el reflorecimiento del interés religioso en círculos intelectuales, sobre todo
entre la juventud e incluso en las universidades, como lo demuestro Joseph Lotte, amigo de Péguy. Finalmente, la guerra fomentó
la reaproximación entre los diversos grupos sociales. La camaradería en las trincheras, en las que combatían lado a lado creyentes
e incrédulos, sacerdotes y seglares, contribuyó no poco a disipar
ciertos prejuicios anticlericales. En 1919 se renunció a imponer a
los habitantes de Alsacia-Lorena la ley de separación, pues se
quería evitar herir sus sentimientos religiosos. Allí siguió el Estado
pagando a los sacerdotes y pastores y se impartió la enseñanza
de la religión en las escuelas públicas. Esta excepción motivada
por razones políticas contribuyó a la normalización de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Muy importante era la circunstancia de que mientras estuvo en vigor la ley de separación gozaron del apoyo del Estado francés las escuelas francesas en el
extranjero, especialmente en el próximo Oriente.
Las relaciones entre París y el Vaticano habían vuelto a reanudarse oficiosamente desde 1915, sobre todo por mediación del superior de St.-Louis des Francais. Después de que Clemenceau se
hubo retirado de la escena política, Briand restableció las relaciones diplomáticas. Un nuevo nuncio, monseñor B. Cerretti, fue
recibido solemnemente en París, y al mismo tiempo, en mayo de
1921, fue nombrado embajador en el Vaticano un diputado de
centro-izquierda, Célestin Jonnart. Jonnart declaró que el gobierno
tenía la intención —sin querer con ello menoscabar las leyes
republicanas— «de hacer que los factores morales que influyen
en el mundo contribuyeran al restablecimiento de la paz en la
lucha de la competencia» («Le Radical», de 29 de mayo de 1921).
La santa sede, por su parte, reconoció al gobierno francés un
derecho de comprobación en los nombramientos de los obispos.
Finalmente, en noviembre de 1922 se entablaron prolijas negociaciones sobre un plan que tenía por objeto reemplazar por ligas
diocesanas sometidas más estrictamente a la jurisdicción epiccopal,
las ligas religiosas existentes en el marco parroquial, en las que
los seglares gozaban de mayor independencia. Gracias a la preparación muy activa de los textos por Louis Canet, consejero de
asuntos religiosos en el Quai d'Orsay, y en virtud de los subsiguientes memoranda de los obispos de Niza (monseñor Henri
Chapón) y de Arras (monseñor André Julien), pudo vencerse la
resistencia de la mayoría del episcopado francés, así como la reserva de la santa sede.
Pío xi, al comienzo de su pontificado, se dejó convencer de
que, a fin de evitar que fracasase el plan de resultas de un recrudecimiento del anticlericalismo, debía renunciar a garantías en forma de reglamentación legal. Así se constituyeron finalmente por
disposición del gobierno las ligas diocesanas presididas por el obispo y que estaban autorizadas para administrar los bienes eclesiásticos y aceptar donaciones y legados. El papa dio su consentimiento con la encíclica Maximam gravissimamque de 18 de enero
de 1924, consentimiento al que se adhirieron los obispos franceses
mediante una carta colectiva de 6 de febrero de 192415.
Sin embargo, el restablecimiento de las relaciones y este modus
vivendi no significaban que se hubiesen aquietado las corrientes
anticlericales. Prueba de ello fue la lucha electoral de la primavera
de 1925 y la política del «cartel de izquierdas» (É. Herriot) que
en ella se puso de manifiesto. Ahora bien, ésta sería la «última
crisis de la tercera república sensible a la reanimación del espíritu
de 1904» (André Latreille). El acuerdo a que se había llegado en
la postguerra reflejaba la evolución de las ideas, tanto dentro de
13. C H . MOLETTE, O.C. 518-520.
14. Que no se debe confundir con cLes cahiers de la quinzaine», que en el circulo
de Charles Péguy reunían a escritores vueltos a la fe.
15. G. LESAGE, Aspects des rapports entre l'Église et l'État en France, de 1919 á 1924
a travers Vaction de Mgr. Julien, évéque d'Arras, Lille 1970; B. NEVEU, Louis Canet, et
le service du conseiller technique pour les affaires religieuses au ministére des Affaires
étrangéres, en «Revue d'histoire diplomatique» (abril-junio 1968) 134-180 Cf. sobre todas
estas cuestiones también el sólido trabajo de H.-W. PAUL, The Second Ralliement: the
Rapprochement between Church and State in France in the twentieth Century, Washington
1967.
716
717
la Iglesia, que procuraba una actividad social cada vez más desligada de intenciones políticas, como también entre los republicanos, que se inclinaban cada vez más a un laicismo de hecho y ya
no a un anticlericalismo militante. Con ello quedó establecido el
régimen al que estuvieron confiadas las relaciones entre ambos
poderes en Francia en el ulterior transcurso del siglo xx.
XXXVII. E L ESTALLIDO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
Por Roger Aubert
Profesor de la Universidad de Lovaina
BIBLIOGRAFÍA: ENGEL - JANOSI II, 148-152; J. NOBÉCOURT, «Le Vicai-
re» et l'histoire, París 1964, 120-123 130-131; A. HUDAL, Die ósterreischische
Vatikanbotschaft, 1805-1918, Munich 1952, 281-284; P. FERNESOLE, Pie X,
París 1954, n, 440-450; E ADAMOV, Die Diplomatie des Vatikans zur Zeit
des Imperialismus, Berlín 1932, 72-73; P. RENOUVIN - J.B. DÜROSELLE, Introduction á l'histoire des relations internationales, París 1964, 235-236
254-256.
En el plano de las relaciones internacionales coincide el pontificado de Pío x con la «época de las crisis» (Düroselle). Tras
el asesinato del rey Alejandro de Servia el año 1903 por un grupo
de oficiales antiaustríacos, que habían constituido su país en polo
de atracción del nacionalismo yugoslavo, se producen todavía otras
cinco crisis cada vez más graves que se suceden de 1905 a 1914:
la crisis franco-alemana de resultas de las manifestaciones de Guillermo II en Tánger el año 1905, la crisis austro-rusa como consecuencia de la ocupación de Bosnia y Herzegovina por Austria
el año 1908, la crisis de Agadir el año 1911, la doble guerra balcánica de 1912-1913, que aumentó el prestigio de Servia, y finalmente la crisis de julio de 1914, de la que surgió luego la primera
guerra mundial.
Aunque se fomentaban nuevas esperanzas cada vez que se lograba evitar la guerra, los iniciados presentían la proximidad de
la calamidad, de una guerra que, debido a los progresos de los
armamentos y a la introducción general del servicio militar, sería
mucho más terrible que las guerras anteriores. También Pío x,
718
durante los últimos años de su vida, hablaba cada vez con más
frecuencia de la inminente catástrofe.
En vista del constante crecimiento de la oleada de los nacionalismos y de los imperialismos y de la amenaza de un extenso conflicto que se iba concretando más y más, la reacción de los círculos católicos nos parece hoy muy decepcionante. La resignación
y hasta el franco consentimiento cada vez más frecuente tanto de
los círculos eclesiásticos como de los fieles, con la glorificación
cada vez más marcada del sentimiento nacional en el transcurso
de los dos decenios que precedieron a la guerra en 1914-18, explican el ardor con que los católicos de ambos campos —con pocas excepciones1— apoyaron luego masivamente la lucha y, en
resumidas cuentas, reaccionaron negativamente a las reiteradas tentativas de Benedicto xv, de poner fin a aquella «inútil carnicería»2.
En Alemania muchos católicos competían con los protestantes
y eran cada vez más sensibles a todo lo que se refería a la «grandeza nacional». Es verdad que las asociaciones católicas se mantenían alejadas del movimiento pangermanista e incluso condenaban a veces sus excesos; sin embargo, el partido del centro había
renunciado desde 1897 a su oposición a la política de rearme, y
en 1904 el canciller von Bülow le felicitaba por la «política nacional germana» que promovía. El desarrollo de la situación internacional en el transcurso del siguiente decenio, que fue de la
mano con la integración progresiva de los católicos en el Estado
nacional burgués, debió necesariamente estimular esta evolución,
uno de cuyos representantes fue Erzberger3.
En Austria, si bien los intelectuales católicos se mantenían exentos de patrioterismo, en cambio el nacionalismo era muy activo
entre 1909 y 1914 en el seno del partido social cristiano. En los
círculos eclesiásticos dirigentes no se observaban tendencias pacifistas, sino que, por el contrario, si se prescinde de pocas excepciones, ponían más bien su influencia moral al servicio de la dinas1. Estas excepciones se dieron sobre todo entre los católicos irlandeses en razón de su
hostilidad contra Inglaterra, y en una parte de los católicos italianos, por lo menos el
primer año (cf. P. SCOPPOLA, Cattolici neutralisti e interventisti alia vigilia del conflitto,
en Benedetto XV, i cattolici e la prima guerra mondiale, Roma 1963, 95-151).
2. Véase parte tercera.
3. A falta de un trabajo satisfactorio sobre el tema, véase K. BACHEM, Vorgeschichte,
Geschichte und Politik der deutschen Zentrumspartei vi y vil, Colonia 1929-30.
719
tía y de la conservación del antiguo imperio, que se veía socavado
por las exigencias de sus diferentes minorías eslavas.
En Italia, el peso de la cuestión romana entre los católicos
había frenado con frecuencia las manifestaciones del patriotismo,
aunque desde comienzos del siglo se había iniciado una corriente
patriótica que se reforzó con la expedición colonial contra Libia,
que la «Civilta cattolica» llegó a presentar como una cruzada contra el islam, aun cuando la santa sede se había esforzado por
inducir a la prensa católica a una mayor reserva. El fenómeno se
dejaba sentir sobre todo en el sur. En realidad, desde entonces
querían los católicos prácticamente en todas partes demostrar que
en punto a patriotismo no dejaban nada que desear. Incluso el
mismo F. Meda fue arrastrado algún tiempo por tal exaltación.
Además de esto, se multiplicaban los casos de choques entre los
movimientos católicos organizados y el grupo de los nacionalistas
extremistas de Corradini. Éste, que en el año 1910, cuando había
buscado el apoyo de los católicos, sólo había hallado eco en los
partidarios de Murri, ahora, en las elecciones de 1914 se presentó
como candidato en la circunscripción de Vivenza, con el apoyo del
obispado y de la Acción Católica4.
En Francia, la mayor parte del alto clero y los grandes periódicos católicos subrayaban la presunta estrecha alianza entre el
sentimiento religioso y el ardor patriótico. Y desde los días del
affaire Dreyfus se metía en el mismo saco a los «enemigos del
ejército», a los «amigos de Alemania» y a los «destructores del
catolicismo». Manifestaciones de este estilo se multiplicaron más
aún con ocasión de la beatificación de Juana de Arco, el año
1909. Cuando en 1911 el ministro Caillaux, con objeto de iniciar
una distensión con respecto a Alemania, propuso que se cediera
a ésta una pequeña parte del imperio colonial francés, pudo observar cómo casi todos los católicos franceses5 se volvían contra él,
incluyendo gran número de los demócratas cristianos y de los sillo-
nistas. Cuando el año 1907 se fundó por iniciativa del ingeniero
lionés Vanderpol la «Société Grartry pour le maintien de la paix
entre les nations», que dos años después se convirtió en la «Ligue
des catholiques francais pour la paix», sólo pudo reunir 700 afiliados. Y cuando el año 1913, Vanderpol, apoyado entonces por
el obispo de Lieja, trató de organizar un congreso internacional
con objeto de despejar el camino para un entendimiento entre
Francia y Alemania, sólo 4 obispos franceses se declararon dispuestos a enviar un representante. Precisamente, previendo esta
situación había decidido Vanderpol en 1911 ampliar su plan y
crear una «Ligue internationale des pacifistes catholiques» que influyera en la opinión pública para impedir una solución violenta
de los conflictos y lograr la aplicación de un procedimiento de
arbitraje internacional. Dadas las circunstancias se había elegido
Bruselas como sede de esta liga y se había confiado a elementos
belgas la presidencia y la secretaría general6.
La reserva de muchos católicos con respecto a los movimientos
pacifistas se explica no sólo por una antigua tradición que desde
la edad media había asociado la valentía militar con los valores
cristianos, sino también por el hecho de que por los años de 1900
los organizadores de las manifestaciones antimilitaristas eran casi
siempre socialistas, anarquistas o francmasones, es decir —concretamente en aquella época— enemigos de la Iglesia. En todo
caso es significativo el hecho de que Pío x, si bien con una carta
de 11 de junio de 1911, había notificado su asentimiento en
principio a la fundación americana «Carnegie Endowment for International Peace»7, con ser ésta de origen protestante, sin embargo se había sustraído a una petición análoga que le había dirigido
la «Ligue Internationale» de Vanderpol. Cierto que el papa había
condenado reiteradamente el recurso a las armas como medio para
resolver conflictos entre las naciones y había reclamado el procedimiento de arbitraje; cuando el cardenal V. Vannutelli exaltó como
una cruzada la conquista de Libia por los italianos, el papa le
4. Cf. G. DE ROSA, Storia política dell'Azione cattolica in Italia II, Bari 1954, 304337 364-381; G. SPADOLINI, Giolitti e i cattolici, 1901-1914, Florencia 21960, 232-282.
5. Todavía se echa de menos un estudio a fondo sobre el nacionalismo de los católicos
franceses entre el affaire Dreyfus y la primera guerra mundial. Algunas indicaciones se
hallan en M. VAUSSARD, Histoire de la Démocratie chrétienne i, París 1956, 67-69, y
en Hist CathFr 542-543. También E. WEBEH, The Nationalist Revival in France, 19051914, Berkeley 1959.
6. Cierto que el antimilitarismo estaba en baja en comparación con el siglo xix;
sin embargo, en los circuios católicos de Bélgica estaba todavía muy propagado, aunque
más por motivos prácticos que ideológicos. Se abrigaba, en efecto, el temor de que en
el cuartel pudieran los jóvenes perder la fe y sucumbir a la inmoralidad. Cf. F. LEHOUCK,
Het antimilitarisme in Belgie, 1830-1914, Amberes 1958, 44-77.
7. AAS 3 (1911) 473-474.
720
721
llamó al orden8. Con todo, se quiera o no, hay que reconocer
que a fin de cuentas la santa sede hasta 1914 no había adoptado
con suficiente seriedad una enérgica postura contra la tendencia
general de los católicos europeos a dejarse arrastrar por la corriente nacionalista; esta impresión se ve aún más reforzada por
el comportamiento benévolo de Roma hacia la Action francaise de
Maurras y Daudet, paladines del nacionalismo integral.
La actitud de la santa sede en el momento en que estalló la
primera guerra mundial sigue siendo todavía objeto de discusión.
Cuando el embajador austríaco informó a Pío X del ultimátum
dirigido por Viena por lo de Sarajevo el 23 de julio de 1914, el
papa se declaró dispuesto a intervenir como arbitro entre los dos
países y subrayó su intención de querer en todo caso influir como
moderador cerca de los dos gobiernos. Pero ¿qué sucedió efectivamente en el transcurso de los días siguientes?
El médico del papa Marchiafava declaró en el proceso de beatificación: «Recuerdo que me dijo que había escrito de su mano
al emperador de Austria para conjurarlo a que, en cuanto estuviera en su mano, impidiera la declaración de guerra, pero todo
había sido inútil»9. A. de Cigala10, cuyo informe se utilizó luego
con frecuencia, añadió: Cuando el embajador de Austria instruyó
a Pío x sobre el hecho consumado y le rogó en nombre del emperador que bendijera las armas austríacas, el papa había contestado: «Diga usted al emperador que yo no puedo bendecir la
guerra ni a los que han querido la guerra.» Y había añadido:
«El emperador puede estar contento de no recibir la maldición
del vicario de Cristo.» Algunos hagiógrafos han ido todavía más
lejos hasta afirmar que el papa había pensado en la excomunión
de Francisco José y había comunicado esta intención al cardenal
Ferrata11. En cambio, el cardenal Merry del Val declaró: «No me
parece que conste con absoluta certeza que escribiera una carta
al emperador de Austria» 12. En todo caso, en los archivos romanos y austríacos no se halló rastro de tal carta, por lo cual parece
muy discutible el testimonio del doctor Marchiafava. Y ello tanto
más cuanto que otro testimonio, por lo demás igualmente incontrolable, suena de manera totalmente diferente. Algunos días después de la muerte de Pío x, uno de sus secretarios confió a un
amigo del embajador de Austria que cuando el papa se vio requerido por todas partes a intervenir en favor de la paz, había
respondido: «El único monarca cerca del cual podría yo interponer mis buenos oficios sería el emperador y rey Francisco José,
pues durante toda su vida ha sido fiel y lealmente devoto a la
santa sede. Pero precisamente cerca de él no puedo intervenir,
pues la guerra que está haciendo Austria-Hungría es absolutamente
justa...» 13. Se dice que añadió que la responsabilidad de la extensión del conflicto pesaba entera y totalmente sobre Rusia.
Fuera de estos rumores, que «carecen de bases sólidas que
prueben su autenticidad» (Hudal), disponemos de dos documentos, que si bien son más de fiar, plantean problemas de interpretación. Por un lado se trata de una carta del encargado de negocios de Baviera, barón Ritter, que escribía el 26 de julio: «Papa
aprueba riguroso proceder Austria contra Servia» M; por otro lado,
de un prolijo informe del encargado de negocios de Austria, conde
Pállfy, de 29 de julio I5 acerca de una conversación que había tenido dos días antes con el cardenal Merry del Val: «La nota
dirigida a Servia, que él tenía por extremadamente severa, la aprobó, no obstante, el cardenal sin reservas y al mismo tiempo expresó
la esperanza de que la monarquía se mantuviera firme. Desde
luego, añadió el cardenal, es lástima que no "se hayan bajado"
mucho antes "los humos" a Servia, pues entonces habría sido esto
quizá más realizable que hoy sin tan gran empleo de imprevisibles
posibilidades.» El diplomático añadía: «Esta declaración responde
también al modo de pensar del papa, pues durante los últimos
años ha expresado su santidad repetidas veces su pesar de que
Austria-Hungría haya descuidado castigar a su peligroso vecino del
8. Cf. G. DE ROSA, O.C. 330-331. V. también las notas oficiosas que se publicaron en
el «Osservatore Romano» el 29 y 30 de octubre de 1911 para tratar de moderar el entusiasmo bélico.
9. Processus Ordinarias, Roma, n, 1702-1705.
10. Vie intime de S. S. le pape Pie X, París 21926, 219-221.
11. La presunta carta del papa a Francisco José con fecha de 13 de agosto de 1914,
que entonces apareció en la prensa francesa e italiana, es a ojos vistas una falsificación,
que el secretario de Estado no estimó necesario desmentir (cf. A. HUDAL, o.c. 283-284).
Entonces circuló también el rumor de que Merry del Val, ganado para la causa austríaca,
había envenenado al papa para impedirle protestar públicamente (!).
12. Processus ordinarius, Roma, II, 898.
13. Citado en ENGEL - JANOSI II, 150-151.
14. Bayerische Dokumente zum Kriegsausbruch, dir. por P. DIRR, III, Munich 1925, 206.
15. Oesterreich-Ungarns Aussenpolitik.
Diplomatische Aktenstücke
vm f Viena 1930,
893-894.
722
723
Danubio.» Cuando se publicaron estos textos el cardenal los contrapuso al resumen del diálogo que había sido redactado por él
mismo: «Es cierto que tras el espantoso crimen de Sarajevo dije
al conde Pálffy que Austria debía mantenerse firme y que tenía
derecho a las más auténticas reparaciones y a la protección de su
existencia, pero nunca expresé la esperanza, o la opinión, de que
Austria no recurriera a las armas»16.
¿Qué se puede concluir de estos textos? Sin duda hay que
tener en cuenta que un diplomático propende a veces a dar por
expresada formalmente una opinión matizada o incluso meramente
insinuada, con objeto de demostrar que ha logrado convencer a su
interlocutor de los buenos derechos de su país. Quizá haya que
tomar también en consideración la circunstancia de que en algunos
círculos se podía opinar que el respaldo de la santa sede acabaría
al fin por disipar las últimas vacilaciones del anciano emperador.
Sin embargo, por otro lado consta que la fórmula «Austria debía
mantenerse firme», empleada por Merry del Val y que él mismo
reconoce —aunque Servia había respondido ya el 25 de julio en
forma conciliadora al ultimátum austríaco— dado el clima que
reinaba en aquella sazón no podía por menos que animar a Viena
a imponer su voluntad a Belgrado. De todos modos, el secretario
de Estado, al igual que otros diplomáticos, podía el 27 de julio
contar todavía con la posibilidad de localizar el conflicto en tanto
Rusia no se pronunciara con mayor claridad, ya que esto desencadenaría una reacción en cadena de las hostilidades en toda Europa.
En todo caso, hay algo que parece inconcuso: «Cierto número
de testimonios demuestran que en los meses decisivos del verano
de 1914 reinaba en el Vaticano un clima francamente favorable
— nos sentimos tentados a decir: sorprendentemente favorable —
a Austria-Hungría» (Engel-Janosi). Sería desde luego exagerado
hablar de dependencia del Vaticano con respecto a Austria. Así
lo prueba el hecho de que el 24 de junio de 1914 se había firmado
un concordato con Servia, a pesar de que la diplomacia austríaca
había luchado encarnizadamente para impedirlo, pues consideraba
que esta forma se daban estímulos al yugoslavismo". Pío x, no
obstante, tenía en la más alta estima al anciano emperador Francisco José, que todavía no hacía mucho había aparecido como
modelo de emperador católico cuando, con ocasión del congreso
eucarístico de Viena, había participado a pie y en uniforme de
gala en la procesión del santísimo sacramento. Todavía mayores
esperanzas había cifrado Pío x en el heredero de la corona austríaca, el archiduque Francisco Fernando, cuyo asesinato había
significado para él una amarga desilusión. Pero, sobre todo, desde
la ruptura de Francia con Roma, era ya Austria el único gran
Estado católico que quedaba en Europa; más aún: Austria constituía una doble barrera, una barrera contra el protestantismo
alemán y al mismo tiempo una barrera contra el eslavismo ortodoxo. Todo hace pensar que Pío x y Merry del Val veían en
Servia la úlcera cancerosa que con el tiempo pondría en peligro
incluso la existencia del imperio de los Habsburgo, con lo cual
todo debilitamiento de la influencia austríaca en los Balcanes y
en la cuenca del Danubio sólo podía redundar en favor de Rusia,
adversario número uno del catolicismo en el próximo Oriente.
Las simpatías del papa y de su secretario de Estado hacia
Austria —que en modo alguno significan que fueran partidarios
de la guerra— ¿se extendían también a Alemania? En algunos
círculos franceses se ha echado en cara a Pío x haber sido «el papa
de la triple alianza». Consta que, de acuerdo con su actitud más
conciliante para con Italia, no tenía las mismas razones que
León xm para guardar rencor a los aliados germanos. Es asimismo un hecho que durante su pontificado se reforzó la influencia
alemana en el Vaticano. Esta marcha de las cosas era por un
lado consecuencia normal de la ruptura de las relaciones diplomáticas decidida por Francia y del descontento de los superiores
religiosos por las medidas tomadas en este país contra las congregaciones. Existía además el hecho de que en Roma se gustaba
contraponer los «seguros» principios y tesis del catolicismo alemán
al peligroso progresismo de los franceses, tanto en exégesis como
en filosofía18. No es en modo alguno imposible que en el Vaticano
16. cL'Osservatore Romano» 20-8-1914, 22-10-1923; cf. también ibid 22 23-5-1936.
17. Cf. CHR. ALIX, Le Saint-Siége et les nationallmes en Ewope, París 1962, 111114, y É. POULAT, Intégrisme et catholicisme integral, París-Tournai 1969, 527-528.
18. Es digno de notarse el .siguiente juicio de un neutral: Mrs. B. Storer rogó al
cardenal americano O'Connell que hiciera valer su influencia «para preservar los sentimientos amistosos que habían surgido entre Alemania y el Vaticano». El cardenal le
respondió en enero de 1910' cOuiero asegurar a usted que el santo padre y el cardenal
secretario de Estado son hombres muy prácticos y comprenden perfectamente el valor
724
725
se experimentara cierta satisfacción ante la idea de que la Francia
atea e inmoral pudiera recibir una lección. Ahora bien, si el papa
ante la explosión de las hostilidades no alzó la voz como un profeta para condenar la guerra y se limitó a llamar a los pueblos
a la oración en una exhortación más bien desvaída 19, no fue — digamos— porque viera alegremente aproximarse la catástrofe, sino
porque se hacía perfectamente cargo de que la posición de la
santa sede, debilitada en el plano de la diplomacia, no le permitía
tomar iniciativa alguna como las que intentaría Pío xn 25 años
más tarde en vísperas de la segunda guerra mundial. Quizá también sencillamente porque aquel anciano fatigado y extenuado no
poseía ya aquel dinamismo que habría sido necesario para actuar
contra toda esperanza.
De hecho Pío x, cuya salud daba motivos de inquietud desde
hacía más de un año y que el mes precedente había cumplido los
ochenta años, murió casi repentinamente la noche del 19 al 20 de
agosto, dejando a su sucesor el quehacer de abordar los nuevos
y graves problemas que planteaba a la Iglesia la guerra que acababa de comenzar.
del carácter firme y genuino de los alemanes y los métodos y maniobras de los franceses,
que son los mismos en todo el mundo» (CHR 40 [1954-55] 141-142).
19. Dum Europa fere, 2 de agosto de 1914 (AAS 6 [1914] 373).
726
Parte tercera
LA EXPANSIÓN DE LAS MISIONES
CATÓLICAS DESDE LEÓN XIII HASTA
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Por Jakob Baumgartner
Profesor de la Universidad de Friburgo de Suiza
FUENTES y BIBLIOGRAFÍA: R. STREIT, Bibliotheca Missionum m
xiv xxv (América); vm XXVII (Indias); ix (Filipinas); x (Japón, Corea);
xi (Indochina); xn-xiv (China); xvii-xx (África), xxi (Australia-Oceanía);
J. ROMMERSKIRCHEN, Bibliografía Missionaria, Roma 1936ss; Acta Leonis Xlll, 8 vols., Brujas-París 1887-1910; «Acta Sanctae Sedis» (ASS),
Roma 1865-1908; «Acta Apostolicae Sedis» (AAS), Roma 1909ss; «Collectanea S. Congregationis de Propaganda Fide», 2 vols., Roma 1907; Sylloge
praecipuorum documentorum recentium Summorum Pontificum et S. Congregationis de Propaganda Fide, Roma 1939; J. GLAZIK, Papstliche Rundsschreiben über die Mission von Leo XIII. bis Johannes XXIII, Münsterschwarzach 1961, lat.-alem.; E. MARMY - I. AUF DER MAÜR, Geht hin in
alie Welt. Missionsenzykliken der Pápste Benedikt XV., Pius XI., Pius XII.
und Johannes XXIII, Friburgo 1961. — J. SCHMIDLIN, Püpstgeschichte der
neuen Zeit H (Pío ix, León xm); m (Pío x, Benedicto xv); rv (Pío xi),
Munich 1934-1936-1939; id., Katholische Missionsgeschichte, Steyl 1925;
S. DELACROIX, Histoire universelle des missions catholiques ni (Leí missions
contemporaines, 1800-1957), París 1958; F. SCHWAGER, Die katholische
Heidenmission der Gegenwart n (África), Steyl 1908; iv (India, Pakistán e
Indostán británico), Steyl 1909; K.B. WESTMANN - H. VON SICARD, Geschichte
der christlichen Mission, Munich 1962; KENNETH SCOTT LATOURETTE, A His-
tory of the Expansión of Christianity v-vii, Nueva York-Londres 19431945: id., Geschichte der Ausbreitung des Christentums (edición abreviada),
Gottmga 1956; A. MULDERS, Missionsgeschichte. Die Ausbreitung des ka~
tholischen Glaubens, Ratisbona 1960; TH. OHM, Wichtige Daten der Missionsgeschichte, Münster 21961; B. ARENS, Handbuch der katholischen
Missionen, Friburgo 21925; H. BERNARD - MAÍTRE, China, en DHGE xn,
693-741; J. JENNES, A. History of the Catholic Church in Japan, Tokio
1959.
La representación sorprendentemente escasa que tuvieron los
intereses misioneros en el concilio Vaticano i era un reflejo del
729
atascamiento de los círculos eclesiásticos, absorbidos por los intereses europeos. Cierto que, como ya se hizo notar más arriba,
los obispos misioneros participantes en el Concilio se mostraron
muy activos, pero en todo caso formaban un grupo reducido y de
escasa influencia1. El que de las deliberaciones no partieran impulsos eficaces para la propagación de la fe no se debió tan sólo
a la brusca interrupción del Concilio que impidió que se descubriera el esquema sobre las misiones. Los verdaderos impulsos
vinieron más bien de fuera, especialmente del creciente imperialismo, o colonialismo, que se iba imponiendo y de resultas del
cual fueron adquiriendo las misiones en los últimos tiempos dimensiones verdaderamente mundiales2. A las anteriores potencias coloniales representadas hasta entonces por Inglaterra y Francia vino
a añadirse entonces la Alemania unida. Rusia redondeó sus posesiones en Oriente y en el Sur y ejerció un influjo antimisionero en
cuanto que en acuerdos con las potencias occidentales, sobre todo
con Inglaterra, contribuyó a que países enteros (por ejemplo, el
Tibet, el Afganistán) se cerraran a la predicación cristiana. El Islam, encarnado como potencia política en el imperio otomano,
pudo penetrar en África y echar raíces en medio de la población
de color.
XXXVIII. LAS MISIONES A LA SOMBRA DEL COLONIALISMO
A un empeño misionero abierto y de dimensiones mundiales se
oponía en primer lugar una falsa orientación del concepto de
misión tal como se había formado ya durante el concilio Vaticano i en las instancias dirigentes de Propaganda. Por labor misionera se entendía en primer lugar la actividad entre los cristianos
de las Iglesias orientales y entre los emigrantes católicos de América del Norte3. Esta actitud es comprensible en los últimos años
del gobierno de Pío ix, pero se prolonga también en la primera
etapa del pontificado de León xm. Al paso que se presta la mayor
atención a las Iglesias orientales mediante diferentes declaraciones
y disposiciones pontificias, las misiones entre infieles pasan claramente a segundo término en los documentos romanos4. Es cierto
que ya el 3 de diciembre de 1880 publicó el papa la encíclica
Sancta Dei civitas, pero es erróneo considerar este documento
como un auténtico escrito misional5. También en 1884 elogia el
papa la obra de los misioneros, a los que llama Evangelii praecones,
pero estas palabras se hallan en el contexto de la inauguración
del Colegio norteamericano en Roma6.
Este enfoque de las misiones entre infieles se modificó tras la
reforma de la curia por Pío x, de 29 de junio de 19087; ahora se
circunscribía básicamente la actividad de Propaganda a las regiones no cristianas. La reforma sustrajo a este dicasterio la dirección de 7 arzobispados y 47 obispados en Europa (Inglaterra, Escocia, Irlanda, Holanda y Luxemburgo), y otras 30 archidiócesis
con 147 obispados sufragáneos en los Estados Unidos y en el
Canadá. Tocante a las Iglesias orientales no se produjo por el
momento cambio alguno en la organización de 1862, y así estas
Iglesias siguieron todavía sujetas al prefecto de Propaganda con
secretario propio. El año 1917 tuvo lugar la última desvinculación
de Propaganda con la erección de la congregación para las Iglesias orientales. Con la reforma de 1908 los misioneros, como tales
quedaban subordinados a Propaganda, pero en tanto que miembros de órdenes, es decir, en su calidad de religiosos, fueron
1. Cf. vol. vil 843-858. Acerca del estado de ánimo entre los representantes de la
misión, véase por ejemplo la carta (31-12-1369) del padre Le Doré, futuro general de los
eudistas, que había acudido al Concilio como acompañante de un obispo de las Antillas
(en R. AUBERT, Vaticanum 1, Maguncia 1965, 295; trad. cast.: Vaticano 1 (vol. 12 de
Historia de los concilios ecuménicos), Eset, Vitoria 1971.
2. DELACROIX III, caracteriza este período como La grande expansión des missions.
3. Hasta muy entrado nuestro siglo se consideraba como apostolado «clásico» el de
la cura de almas en América. La importancia decisiva de Propaganda para la edificación
de la Iglesia americana se expresa sobre todo en la publicación de fuentes de F. KENNEALLY,
United States Documents in the Propaganda Fide Archives, vol. i (1673-1844); vol. n
(1845-1862) Washington 1966-68. El director de la colección, A. TIBESAR, afirma también en la introducción: «Perhaps in no other country was the Congregation of Propaganda Fide more successful in fulfilling its purpose than in the United States of America after our independence» (i, p. xm) ( = «Quizá en ningún otro país tuviera más éxito
la congr. de Prop. Fide en la realización de su objetivo que en los Estados Unidos de
América después de nuestra independencia).
4. SCHMIDLIN PG ii, 500-536 dedica, conforme a las actas, más de la mitad de la
exposición a las misiones nórdicas, rusas y orientales.
5. LEÓN xm, Acta i, 171-177. La encíclica contiene, sí, una cálida recomendación de
las obras de la Propagación de la Fe de Lyón y de la Santa Infancia de París, pero equiparándolas en importancia a la obra de las escuelas cristianas de Oriente.
6. LEÓN xm, Acta II, 88-92, Litterae Apostolicae de 25-10-1884. El elogio de los misioneros, p. 88.
7. N. HnxrNG, Die rechtliche Stellung der Ptopagandakongregation
nach der neuen
Kurialreform Pius 'X., en ZM (1911) 147-158.
730
731
adscritos totalmente a la Congregación de Religiosos8. A esto se
añadió que con la citada reforma toda una serie de asuntos, en
los que anteriormente había sido competente en última instancia
Propaganda (por ejemplo, los de la fe, del derecho matrimonial
y de los ritos o de la liturgia), fueron asignados a otros dicasterios.
La obra de las misiones experimentó nuevo fortalecimiento y
auge en los decenios de los pontificados de León xm y de Pío x.
La nueva orientación se hizo necesaria de un lado en razón de la
ampliación de las tareas misionales, sobre todo tras la exploración
y colonización de África, y de otro lado también de resultas del
expolio de Propaganda por la Nueva Italia9. Por esta causa las
asociaciones misionales ya existentes fueron recomendadas cálidamente y apoyadas en gran escala por los papas y los obispos.
Ahora bien, dado que varias de estas obras de ayuda (por ejemplo,
el Ludwigs-Missionsverein de Munich y la fundación de las Leopoldinas en Viena) atendían casi exclusivamente a las misiones
americanas y orientales, surgieron nuevas asociaciones, entre las
que se cuentan en 1888 el «Afrika-Verein» de los católicos alemanes (hasta 1917)10, en 1889 la Obra de San Pedro para el clero
indígena (fundada por Stéphanie Bigard y su hija Jeanne), en
1893 la Asociación misional de mujeres y muchachas católicas,
en 1894 el Sodalicio de San Pedro Claver, debido a la iniciativa
de la condesa María Teresa Ledóchowska, etc. u .
Con la intensificación de la ayuda material fue también de la
mano la multiplicación del personal misionero. Mientras que el
primer tercio del siglo xix estuvo caracterizado por la fundación
de sociedades misioneras francesas, en el segundo tercio predominan las congregaciones italianas, a las que más tarde se añadieron
los misioneros de Parma (Saveriani) u y los misioneros de la Con8. Con ello recibieron los superiores de las órdenes un correspondiente derecho de
intervención tocante a la actividad de sus miembros en las misiones y así estuvieron prácticamente mucho más interesados que antes en el trabajo de las misiones.
9. SCHMIDLIN PG n, 502. Todas las protestas resonaron en el vacío, y sólo con los
pactos de Letrán del año 1929 se logró una reparación.
10. En conexión con las asociaciones antiesclavistas de Lavigerie en otros países. A la
misión de África servía también la colecta de la epifanía, introducida por León x m en
su carta de 20 de noviembre de 1890 (LEÓN xm, Acta rv, 112-116).
11. Más información sobre los diferentes países ofrece B. ARENS. Die katholischen
Missionsvereine, Friburgo 1922.
12. 7 Missionari Saveriani nel primo centenario delta nascita del loro fondatore
Cuido M. Conforti, Parma 1965.
732
solata de Turín (1901) 13. Finalmente, en el último tercio del siglo
se registra sobre todo la formación de sociedades misioneras alemanas. De resultas del Kulturkampf, la primera obra se trasladó
a la vecina Holanda, donde Arnold Janssen fundó en 1875 en
Steyl la Sociedad del Verbo Divino14. Desde allí trató Janssen de
penetrar en la misma Alemania. La labor, autorizada por el Estado, comenzó en Módling, cerca de Viena, y en 1892 en Neisse
(Silesia). El avance de esta sociedad fue en cierto modo el estímulo para la creación de provincias alemanas con sociedades francesas o italianas ya existentes. Así en 1892 se autorizó una residencia
de los Palotinos en Limburgo, en 1895 una de los Oblatos de
María Inmaculada en Hünfeld cerca de Fulda y otra de los Padres
del Espíritu Santo en Knechtsteden, y en 1896 las de los Padres Blancos en Tréveris y de los Misioneros del Corazón de Jesús
en Hiltrup cerca de Münster, etc.
De otra manera estaba concebida la labor misionera que en
1882 comenzó el trapense austríaco Franz Pfanner con sus compañeros en Mariannhill (África del Sur). A partir de esta congregación de trapenses constituida en abadía en 1885 se fue desarrollando en el transcurso de los años la Sociedad de misiones de
Mariannhill15, no ligada ya a la vida monástica. En 1883-84 el
benedictino suizo de Beuron, Andreas Amrhein, sentó en Reichenbach y luego en St. Ottilien las bases de una comunidad misionera
monástica similar, en la que primeramente se desarrollaría el elemento misionero y sólo más tarde el monástico16.
También los empeños misioneros nacionales estaban íntimamente ligados a los esfuerzos de política eclesiástica por el mejoramiento de las relaciones entre la Iglesia y el Estado perturbadas
desde 1870, sobre todo en Alemania (Kulturkampf) y en Francia
(república). Con este hecho estuvieron también relacionadas la
fundación y evolución de las sociedades misioneras, o de las provincias religiosas en Alemania. Estas fundaciones fueron posibles
13. 7/ Cinquantennio dette Missioni deíla Consolata, «Missioni Consolata» 53, Turín
1951, 101-194.
14. F. BORNEMANN, Amóla Janssen, der Oründer des Steyler Missionswerkes 18371909, Steyl 1970.
15. J. DAHM, Mariannhill. Seine innere Entwicklung sowie seine Bedeutung für die
katholische Missions- und Kulturgeschichte Südafrikas 1882-1909, Mariannhill 1950.
16. F. RENNER, Der fünfarmige Leuchter, Beitrage zum Werden und Wirken der
Benediktinerkongregation
von St. Ottilien, 2 vols., St. Ottilien 1971.
733
gracias a la suavización de la legislación del Kulturkampf y a la
mejora de las relaciones entre León xm y Bismarck17. Aquí conviene mencionar dos actos especialmente destacados de la actividad
diplomática de León xm: su papel de arbitro entre España y Alemania que le fue ofrecido por Bismarck y tuvo un resultado favorable para las reivindicaciones alemanas sobre la posesión de las
Islas Carolinas, y el apoyo franco y animoso prestado a Lavigerie
en la campaña antiesclavista18. Los éxitos diplomáticos y la personalidad abierta de León xm le permitieron también dirigir escritos a soberanos no cristianos, por ejemplo al emperador del Japón " o a l a emperatriz madre, Tetsi, de China, a la que agradeció
su benevolencia con los misioneros extranjeros20. Mientras que
León xili puso sobre todo su habilidad diplomática al servicio de
la propagación de la fe, el motivo decisivo de la actitud misional
de Pío x fue el interés pastoral, es decir, la convicción de los
fructuosos influjos recíprocos entre la patria y las misiones21.
La propagación de la fe en ultramar dependió absolutamente,
como ya se ha insinuado, de la potencia colonial que dominaba
directa o indirectamente en la respectiva zona. Así, todas las colonias conquistadas por Rusia, incluso aquellas que no tenían ninguna población cristiana, estuvieron de antemano cerradas a la
actividad misionera católica, al igual que los territorios del imperio
otomano o de los Estados que le sucedieron. Éstos, especialmente
Inglaterra y Francia, practicaron una política de misiones verdaderamente discrepante. Al paso que no sólo toleraban, sino que
fomentaban y apoyaban francamente, sobre todo desde el siglo xx,
la actividad misionera entre la población no musulmana, prohibían e impedían toda actividad misionera entre la población islámica 22.
Los misioneros estaban en todas partes encuadrados en el sistema imperialista o incluso le estaban subordinados. De verdadera
libertad de la propagación de la fe apenas si se daba el caso en
algún país. Estas implicaciones, que sólo recientemente se han comenzado a descubrir, no significan, por supuesto, que los misioneros fueran auxiliares voluntarios de estos sistemas políticos y económicos. De los informes de la época se desprende que la mayor
parte de los misioneros no se daban cuenta, o sólo muy poco, del
alcance político de su labor. Incluso aquellos que, vistos desde una
óptica posterior, parecían haber sido misioneros activos especialmente en el campo político, sólo querían en el fondo dar prueba
de su patriotismo, constantemente puesto en duda por las autoridades coloniales23.
De la mezcla de poder político y actividad apostólica resultaban numerosas dificultades, de las que ofrece suficientes ejemplos
el Padroado en Asia. Tras las condiciones nada satisfactorias de
mediados del siglo y las discusiones de Propaganda con Portugal24,
logró en 1886 León xm — que ya dos años antes había inaugurado
una delegación apostólica en interés de la Iglesia india y había
substraído a Goa 7 vicariatos— zanjar por lo menos en principio,
mediante un concordato, la desdichada disputa25. Cierto que se
17. Así, el escrito pontificio de 6 de enero de 1888, dirigido a los obispos de Pnisia,
contiene una referencia explícita a la importancia humanitaria, o misionera, de la política colonial de su nación (Acta Leonis x m 183-191). En la carta del papa al arzobispo de Colonia, de 20 de abril de 1890, se exhorta especialmente a los católicos de
Alemania a preocuparse por la conversión de África (ibid, iv 44-47). En estas declaraciones pontificias laten los empeños de Bismarck por obtener misioneros para las colonias alemanas.
18. Lavigerie era para León x m el exponente de sus relaciones con Francia (cf.
sobre todo XAVIER DE MONTCLOS, Le Toast d'Alger. Documente 189C-1891, París 1966),
mientras que Bismarck tenía un papel semejante en Alemania. Excelente ejemplo de ello
es la historia de la fundación de St. Ottilien (cf. F. RENNER, O.C. vol. i).
19. Acta Leonis n, 121-122, carta de 12 de mayo de 1885.
20. Acta Leonis n, 134-135, carta de 1.» de febrero de 1885. Que esta carta no
quedó sin respuesta, como anteriores escritos pontificios, lo muestra el hecho de que
el ministro del Japón diera expresamente las gracias con ocasión del quincuagésimo aniversario de sacerdocio del papa (ibid. iv, 228).
21. SCHMIDLIN PG m, 116 121s. Cf. B. ARENS, Papst Pius X. und die Weltmissionen, Aquisgrán 1919.
22. Así, en los Estados malayos o en los numerosos territorios autónomos de maharajás hinduístas o msulmanes en la India, en el Sudán británico o francés, en extensas
zonas de Indonesia, estuvo prohibida hasta después de la segunda guerra mundial la
actividad misionera y hasta la cura de almas entre los cristianos de dichos territorios.
Cuando en publicaciones recientes se reitera la acusación de que los misioneros descuidaron el diálogo con los adeptos del islam, se pasa por alto precisamente este trasfondo histórico; en efecto, para el diálogo se necesita un interlocutor, y como tal se
descartó sistemáticamente a los misioneros.
23. Hay además que tener en cuenta la circunstancia de que también los misioneros
recibían la misma formación escolar de impronta imperialista que los otros contemporáneos, sobre todo las autoridades coloniales o los blancos dedicados al comercio o
a la economía en Ultramar. Cf. la encíclica de León x m a los fieles de Francia, de 16
de febrero de 1892 (Acta II, 39), en la que ensalza a los misioneros franceses porque
habían propagado en pauses remotos al mismo tiempo el «renom de la France et les
bienfaits de la religión catholique». A. VILLANYI, Mittel und Wege kolonialer Kirchenpolitik, en ZMR 47 (1963) 33-46.
24. Véase vol. vil, 333s.
25. Acta Leonis II, 192-196 (Carta de 6-1-1886 al rey de Portugal); el concordato de
734
735
trataba de un compromiso, ya que por un lado el rey obtuvo la
confirmación del patronato sobre la diócesis de Goa elevada, a
patriarcado y sobre sus obispados sufragáneos (Damáo, Cochín,
Meliapur), de modo que en parte siguió existiendo la doble jurisdicción y Lisboa logró asegurarse el derecho de presentación para
ciertas sedes episcopales26. En cambio, el gobierno renunció por
otro lado a extender sus reivindicaciones a territorios no portugueses de la India, y reconoció la autoridad de la sede apostólica.
Ésta, sacando partido de la libertad, erigió inmediatamente la jerarquía ordinaria con 7 provincias eclesiásticas (Goa, Agrá, Bombay, Verápoli, Calcuta, Madras, Pondichery) y en Ceilán el arzobispado de Colombo27. Con ello comenzó la consolidación y profundizamiento, y hasta un visible apogeo de la Iglesia india, a lo
que contribuyó la fundación del pontificio seminario general de
Kandy (Ceilán) bajo los jesuítas belgas, así como las instrucciones
de la Propaganda al episcopado para ganarse nuevos fieles28.
También recibieron nuevo impulso los cristianos uníatas de santo
Tomás, los cuales, gracias a los esfuerzos del primer delegado,
L.M. Zaleski29, obtuvieron en 1887 sus propios vicariatos (Trichur y Cottayam), primeramente bajo obispos latinos y luego, en
1896, bajo pastores nativos en los vicariatos siro-malabares de
Ernaculam, Changanacherry y Trichur. Un favorable desarrollo
experimentó el obispado de Quilón, regido por el carmelita suizo
A.M. Benziger, obispo auxiliar desde 1900 y titular de 1905 a
1931».
23 de junio de 1886, ibid. 205-207. Cf. sobre este punto B.J. WENZEL, Portugal und
der Heilige Stuhl. Das portugiesische Konkordatsrecht, Lisboa 1958, 189ss.
26. Se trata de Bombay, Mangalore, Quilón y Trichinópoly. A la jurisdicción de Goa
fueron sometidas también diferentes cristiandades en el ámbito de Propaganda, lo cual
provocó el descontento del partido favorable a este dicasterio.
27. Acta heonis II, 229-239, Litterae Apostolicae «Humanae Salutis Auctor», de 1.°
de septiembre de 1886.
28. El papa insistía en la educación de un clero indígena y daba como razones
los modos de ver de Francisco Javier, el mejor conocimiento del país y de las gentes,
el escaso número de misioneros europeos y finalmente la posibilidad de ser éstos expulsados del país (Acta v, 165-169, encíclica de 24-6-1893, Ad extremas Orientis ora). Las instrucciones, «Collectanea» n, 286-290 (19-3-1893).
29. W. MALEY, Patrtarch Ladislas Zaleski, Apostolic Delégate of the East Indies,
Bombay 1964.
30. H número de los cristianos se elevó durante su mandato, de 87 000 a 226 000
bautizados. Benziger se acreditó también como ardiente promotor de un clero autóctono y construyó docenas de iglesias. Cf. Fu. PHILIP O.C D., A Man of God. A Biography of archbishop Aloysius María Benziger, Trivandrum 1956.
736
Éxitos nada vulgares consiguió también la misión de Chota
Nagpur en el sector norte, sobre todo entre los aborígenes, los
kols. El movimiento de conversiones, que se aceleró desde 1880,
fue consolidado gracias a la multiforme actividad del jesuíta flamenco K. Lievens (formación de catequistas, redacción de escritos
en lengua indígena y actividad social)31. Notable incremento alcanzaron sus hermanos en religión en los años setenta entre los sanars
del distrito de Madura, donde los jesuítas mantenían el establecimiento de enseñanza más importante en todo el sur de la India,
el colegio de San José existente en Trichinópoly desde 1881. Este
colegio suscitó un movimiento de conversión entre los brahmanes,
con lo que se logró la primera irrupción en el mundo del hinduismo.
Al lado de los carmelitas y jesuítas ya mencionados trabajaban
los capuchinos (en el norte), los salesianos, los oblatos y los padres
de la Santa Cruz en las zonas campesinas; en 1875 se añadieron
los misioneros de Millhill. Los misioneros de Milán, establecidos
en la India desde 1863, iniciaron a fines del siglo una oleada bastante grande de conversiones entre los telugus en el vicariato de
Heiderabad. Después de la reorganización de la misión de la India
por León XIII, el movimiento misional se hizo algo más lento
bajo el siguiente pontificado32.
Entre los países trasindios bajo régimen británico33 se hallaba
por un lado Birmania, con tres vicariatos, erigidos en 1866-70 y
atendidos por los misioneros de París y de Milán. Abrazaron el
cristianismo sobre todo los karenes, mientras que los birmanos
propiamente dichos, de impronta budista, se mostraron menos accesibles. También cayó bajo la administración de los ingleses la
península de Malaca, en la que en 1888 se erigió un obispado34.
Al igual que en Birmania, los cristianos no se reclutaban entre
las filas de la población autóctona, sino casi exclusivamente entre
31. F. SCBWAGER i, 425; acerca de Constantin Lievens (1856-93), véase STREIT VIII,
452s; sobre sus trabajos científicos, ibid. 453s.
32. Pío X aumentó en 1910 la jerarquía india con la archidiócesis de Simia (capuchinos ingleses) y el obispado de Ajmer (capuchinos franceses); del Changanacherry siromalabar desgajó el vicariato de Cottayan (con un obispo indígena)
33. Sobre estas regiones cf. LE THANH KHOI y otros, L'Asie SudEst de la fin
du XlXe siécle á nos jours, 2 vols., París 1971.
34. Desde 1889, dependiente de la archidiócesis de Pondichery como obispado sufragáneo.
737
los emigrantes de la India y de China, y por cierto en número
considerable. Lo mismo puede decirse del Siam, que tras el tratado
comercial concluido con Francia en 1867, conoció un período de
tolerancia benóvola de la misión, especialmente bajo el largo gobierno del rey Chulalogkorn, que en 1897 visitó al papa y a su
regreso recomendó como amigos a los misioneros cristianos. Cierto
que también aquí procedían las conversiones principalmente del
estrato chino, mientras que los thai se mostraron como antes apenas accesibles35. La Iglesia de Laos, que era vicariato apostólico
desde 1899, pudo reforzarse en alguna manera, aunque los funcionarios coloniales franceses ponían muchas clases de trabas a la
obra de la evangelización. Todavía más hubo de sentir las consecuencias de la política colonial la cristiandad de Annam. Tras
el tratado de paz entre el emperador Tuduc y Francia (1862) reinó
durante un decenio una aceptable tranquilidad. Pero luego —no
sin culpa de algunos misioneros aislados— se iniciaron nuevas
opresiones sangrientas en 1872 y en 1886, fecha esta en la que
fue consumada la ocupación definitiva del país. En el transcurso
de las dos persecuciones perdieron la vida 20 misioneros, 30 sacerdotes indígenas y 50 000 cristianos36. Pese a esta dolorosa historia
del siglo xix y no obstante las numerosas trabas puestas por el
gobierno colonial, el número de los bautizados hasta la primera
guerra mundial se elevó a cerca de un millón y el de los distritos
eclesiásticos a 12 vicariatos apostólicos bajo los dominicos de
París y 2 bajo los dominicos españoles37.
En China, la evangelización, que marchaba al paso de la colonización, dio origen a acontecimientos igualmente deplorables con
consecuencias sin duda aún más trágicas para el futuro remoto
del cristianismo38. Aquí comenzó la nueva era de la misión con
los tratados impuestos al imperio del centro por las potencias occidentales. Los diferentes acuerdos abrieron a la misión el camino
para todo el país y proporcionaron a la Iglesia no sólo tolerancia y protección, sino también ventajas financieras y sociales. Sin
embargo, tal política misionera acarreó también perjuicios39. Prescindiendo de que los misioneros se cuidaban poco de estructurar
comunidades cristianas conforme al espíritu y sentir chino y de que
más de una «conversión» era debida principalmente a motivos
materiales (cristianos de arroz y de procesos), los adeptos de la
religión de los blancos se acarrearon las iras de la población (por
ejemplo, tocante a los orfanatos) y el odio más enconado de
ciertos círculos, sobre todo de los mandarines y de los hombres
de ciencia, que en realidad se sentían heridos en su dignidad nacional *".
La aversión descargó en forma explosiva en el levantamiento
de los boxers de 1900, incidente que costó la vida a miles de
católicos y a numerosos sacerdotes. Pese a estos reveses y a la
revolución de 1911, que acabó con la dinastía manchú, pero que
apenas si afectó a las comunidades, la Iglesia católica alcanzó
hacia 1912 la cifra de 1 400 000 miembros Qo que suponía el doble
del número de cristianos de finales del siglo xix) y el clero indígena contaba 724 sacerdotes41.
Un número casi doble de misioneros extranjeros (sobre todo
franceses, italianos y alemanes) se consagraban por aquel mismo
tiempo a la labor de conversión en toda la China. A las órdenes
35. La congregación sacerdotal de los primeros siameses tuvo lugar en 1880. Cf.
F. SCHWAGER, Aus der V orgeschichte der ihinterindischen Mission, en ZM 3 (1913)
146-151.
36. E. Vo Duc HANH, La place du catholicisme dans les relations entre la Trance
et te Vietnam de 1851 a 1870 r, Leyden 1969. Contra sus afirmaciones (de que la mayoría de los católicos estaban convencidos de la misión político-religiosa de Francia en
la segunda mitad del siglo xix [p. 26] y de que el odio a los blancos fue una de las
causas principales de la persecución de los cristianos [pp. 287-292]) se pronuncia Jos.
NOUYEN VAN PHONG (ArchSR 31 [enero-junio 1971] 248).
37. LATOURETTE VI, 246-251.
38. Para la inteligencia de la más reciente historia de la Iglesia china véase el
magnífico trabajo de J. BECKMANN, Die China-Mission. Versuch einer kritischen Reahen-
schaft, en «Wort und Wahrheit» 14 (1959) 3-40; id., Neuerscheinungen zur chinesischen
Missionsgeschichte 1945-1955, en «Monumento Sérica» 15 (Tokio 1956) 378-462. Esta amplia bibliografía ofrece a la vez una visión de la evolución de la misión desde el siglo x m hasta el xx. Cf. B. WIRTH, Imperialistische Uebersee- und Misslonspolitik dargestellt
am Beispiel Chinas, Münster 1968; sobre esto NZM 25 (1969) 317.
39. Muy críticamente se expresa sobre la política de protección francesa SCHMIDLIN M 466s. Cf. A. SCHIER, Alphonse Favier et la protection des missions en Chine
(1870-1905), en NZM 25 (1969) 1-13 90-101; id., La nonciature pour Pékin en 1886, en
NZM 24 (1968) 1-14 94-110.
40. J. SCHÜTTB, Die katholische Chinamission im Spiegel der rotchinesischen Presse.
Versuch einer missionarischen Deutung, Münster 1957. Como resultado, reconoce el autor
las flaquezas y deficiencias de la misión católica de China, aunque escribe a continuación (p. 381): «La misión católica en conjunto, pese a todas las implicaciones externas
con la política, rconoció siempre su objetivo religioso y trató fielmente de realizarlo.
El reiterado reproche de que los misioneros extranjeros fueran agentes políticos y espías de potencias imperialistas ha podido rechazarse como infundado.»
41. Sobre el estado de la Tglesia en China (y en Japón), véase J. SCHMIDLIN, Das
gegenwartige Heidenapostolat im Fernen Osten, Münster de W. 1929.
738
739
establecidas de antiguo, los lazaristas42, los jesuitas, que en un
sector de Cheli y en Shangai, con una actividad educadora, científico-literaria y económica y de beneficencia llevaban a cabo notables realizaciones43, los dominicos españoles, los parisienses, que
administraban un extenso territorio, se añadieron, tras la paz de
Tientsín, nuevas sociedades misioneras. Una de las primeras fue
la congregación de los de Scheutveld; a ellos incumbía en la Mongolia un apostolado extraordinariamente difícil. Con la formación
de reducciones, es decir, de aldeas cristianas, lograron asentar a
comunidades cerradas en torno al centro de la misión de los
ordos M.
Uno de los primeros de esta empresa fue el más tarde vicario apostólico Alfonso Bermyn (1878-1915)4S; aquí comenzó también su actividad misionera monseñor Hubert Orto46. Éste pasó
luego a la provincia de Kansu, asignada a los misioneros del Inmaculado Corazón de María y desde donde rigió el vicariato apostólico de Kansú Norte de 1890 a 1921. Después de los misioneros
de Milán (en 1869 en Honan) y de los agustinos españoles (en
1879 en Hunán Norte), llegaron en 1882 los misioneros de Steyl
a la parte sur de Chantung; bajo el vicariato apostólico de J.B.
Anzer47 y de H. Henninghaus ** llevaron a cabo, sobre todo con
sus escuelas, rápidos y sólidos progresos. En 1885, el seminario
de san Pedro y san Pablo de Roma envió personal auxiliar a
Chensi Norte, y en 1906 el instituto de Parma a Honán Norte.
Todas las tentativas de los parisinos por implantar el Evangelio
en el Tibet, fracasaron ante la decidida oposición del Lama, mien42. O. FERREUX, en Histoire de la Congrégation de la Mission en Chine 1699-1950,
en cAnnales de la Congrégation de la Mission» 127 (París 1963) 3-530.
43. Sobre todo la universidad «Aurora», el colegio de Zikawei, los talleres de Tusewe, junto con el célebre observatorio.
44. J. VAN HECKEN, Les réductions catholiques du pays des Ordos. Une métkode
d'apostolat des missionnaires de Scheut, Schoneck-Beckenríed 1957; cf. id.. Les Missions
chez les Mongols aux temps modernes, Bruselas 1949. Hacia 1900 la misión de los ordos
contaba 371 miembros.
45. Numerosos documentos nuevos sobre este pionero de la misión de los mongoles
(que desde 1900 dirigió el vicariato apostólico del sudoeste de la Mongolia) se hallan
en J. VAN HECKEN, Mgr. Alfons Bermyn. Dokumenten ove- het missieleven van een
voortrekker in Mongolie (1878-1915), 2 vols., Wijnegen 1947; J. VAN OOST, Missionnaire
de Scheut Monseigneur Bermyn, Apotre des Ortos, Lovaina 1932.
46. C. VAN MELCKEBEKE, Notre bon Monseigneur Otto. 1850-1938, Scheut-Bruselas
1949. Sobre monseñor Otto, cf. STREIT XII, 581s.
47. Sobre J.B. Anzer (1851-1903), cf. SntErr XII, 591ss.
48. Sobre Augustin Henninghaus (1862-1939), ibid. xm, 8ss.
740
tras que en Formosa trabajaban los dominicos españoles (desde
1859), aunque con trabas desde la ocupación de la isla por los
japoneses (1895)49.
León xm, con vistas a promover el desarrollo de la misión
china, a la que dedicaba especial atención y afecto, la dividió en
cinco regiones (1879) en atención a futuros sínodos locales, tal
como se había previsto en el concilio Vaticano i x ; además aumentó en 15 el número de las diócesis y en 1883 hizo que Propaganda
diese instrucciones metódicas a los misioneros de China51. De hecho se demostró necesario estimular el espíritu misionero, puesto
que con frecuencia no se pensaba ya en conquistar nuevas tierras,
sino que se propendía a contentarse con lo ya existente52. Así
también los sínodos convocados desde los años ochenta insisten
con el mayor ahínco en el deber de la conversión de los infieles.
Estas asambleas tuvieron también importancia para una mejor coordinación del personal misionero desparramado por diversas partes
y para un planeamiento más homogéneo de la acción misionera.
Se trataba también de eliminar otros lados oscuros, como por
ejemplo la insuficiente formación y adaptación de los misioneros
a las tierras y a las gentes, el descuido de los círculos dirigentes
e instruidos en la prensa y en la escuela, el equipamiento demasiado poco sistemático de la Iglesia china con un clero y un episcopado de sólida formación53.
De todos estos postulados tomó buena nota un grupo de misioneros que, fuertemente interesados por las cualidades positivas de los chinos y procurando ganar adeptos para el llamado
método de Tientsin, abogaron por el abandono del europeísmo M.
A este objeto debía servir también la erección de una nunciatura,
aunque el plan propuesto por parte china fracasó ante la resisten49. A. ZÜGER, Die katholische Kirche auf Formosa, NZM 14 (1958) 276-296. Los
dominicos residentes en la isla desde 1859 sólo recogieron una escasa mies: en 1919
el número de los católicos era de 4400.
50. Vol. vil, 839.
51. «Collectanea» n, 187-196. Sobre la organización de la jerarquía bajo León xm,
cf. SCHMIDLIN PG II, 527, bajo Pío x, ibid. m, 134s.
52. Ibid. 192: «Sed quum gentilium conversio ad Christum Dominum in cuius cognitione vita aeterna omnium hominum sita est, finis praecipuus missionum existat, ad
eam todo animo intendere Vicarii App. conentur.»
53. J. BECKMANN, Die katholische Missionsmethode in China in neuester Zeit (18421912), Immensee 1931).
54. Ibid. 22 44 93 lOls 106s 195, sobre esta nueva orientación.
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cia francesa K; el empeño no pudo realizarse bajo León XIII ni bajo
Pío x. Contra el protectorado, del que se abusaba no poco, combatió el extraordinariamente activo, aunque también muy discutido
P. Vincent Lebbe (1877-1940). Este sacerdote, adicto a las ideas
del círculo de Gentry, puede ser considerado como precursor
de una nueva orientación de la labor misionera en China que
propugnaba una mayor indigenización56.
También con Corea firmaron tratados las potencias occidentales
(y el Japón) hacia fines del siglo. Tras las persecuciones que se
habían ido sucediendo (1803-13, 1827, 1836-46, 1866-69), y después del último edicto (1881), pudo ganar terreno el cristianismo
en base a los acuerdos de los años 80, aun cuando en 1887 se
produjo una vez más una reacción contraria. La libertad religiosa
no se vio menoscabada por el ejercicio del protectorado japonés
desde 1895, ni siquiera cuando la potencia protectora trató de
propagar el culto sintoísta. Monseñor Félix-Clair Ridel, vicario
apostólico de Corea desde 1869, sólo llegó al país en 1877, pero ya
el año siguiente fue arrestado y devuelto a China. Tanto él como
sus sucesores Blanc y Mutel pertenecían al instituto de los misioneros de París, que no obstante el clima de hostilidad reinante
en la península, no cesó de enviar personal a la misma57. Mutel
actuó de 1890 a 1911 como vicario apostólico de toda Corea y desde la división en los dos distritos de Seúl y Taiku (1911) asumió la
dirección del primero. Los benedictinos de St. Ottilien, presentes
en Seúl desde el establecimiento de su monasterio (1909), favorecieron el desarrollo de la joven Iglesia con fundaciones de escuelas
de artes y oficios58.
En el Japón, gracias a los influjos y a la presión de fuera
(tratados con las potencias europeas) y a la consiguiente apertura
del país a la moderna civilización occidental, parecía ofrecerse a la
Iglesia un futuro muy prometedor59. Desde 1889 pudo gozar de la
plena libertad religiosa, una vez que ya en 1872-73 se habían derogado los decretos de persecución. A esta mejora de la situación contribuyeron también sin duda las relaciones amistosas de
León XIII y de Pío x con la corte imperial60. Lentamente fueron
aumentando las conversiones: en 1882 había 28 000 católicos,
que en 1890 se habían elevado ya a 54 000. Los prelados japoneses se reunieron aquel año en un primer sínodo en Nagasaki,
y en 1891 procedió Roma a la creación de la jerarquía, con el arzobispado de Tokio y las sedes sufragáneas de Nagasaki, Osaka y
Hakodate6I.
En 1896 iniciaron los trapenses una fructuosa actividad en Tobetsu, junto a Hakodate, y poco después siguieron su ejemplo
también las trapenses. Sin embargo, la casi totalidad del trabajo
seguía pesando sobre los misioneros del seminario de París; a
ellos se asociaron ya pronto otras congregaciones misioneras: los
dominios españoles de las Filipinas para la prefectura apostólica
de Schikoku (1904), en 1907 los misioneros de Steyl (prefectura
apostólica de Niigata en 1912) y los fraciscanos para Hokkaido
(prefectura apostólica de Sapporo, integrada por Hokkaido, Sachalin y las Kuriles en 1915), los jesuítas (alemanes) para la fundación
de la universidad Sophia en la capital (1913); también llegaron los
marianistas (1887), que más tarde se granjearon grandes méritos
en la enseñanza media, y luego las congregaciones femeninas (entre otras las de san Pablo y de san Mauro).
Todos estos misioneros se entregaron con optimismo al cuidado pastoral de los cristianos, a la formación de un clero japonés
y de catequistas nativos, a la instrucción de catecúmenos, a las
obras de la prensa y a la labor social62. Sin embargo, a fines del
55. L. W E I TsrNG-srNG, Le Saint-Siége, la Trance et la Chine sous le pontificat de
Léon XIII. Le problime de Vétablissement d'une nonciature á Pekín et l'affaire du Pei-tang
1SS0-IS86, en NZM 21 (1965) 18-36 81-101 184-212 252-271.
56. El fundador de la «Société des Auxiliaires des Missions» ( = SAM) es una figura discutida; tampoco la exposición de J. LECLERCQ, Vie du Pire Lebbe, ToulouseParís 1955, 51961, se ha visto libre de contradicción, Cf. I. LEVAUX, Le Pire Lebbe, Apotre de la Chine moderne, Bruselas 1948; sobre esto también J. BECKMANN, Die ChinaMission (nota 37) p. 3; id., en NZM 4 (1948) 309ss, sobre las ideas de Lebbe. Éstas
fueron consignadas en la encíclica misional de Benedicto xv, Máximum illud, y en otros
documentos.
57. Sobre Ridel (1830-84) STREIT X, 426-428. Marie-Jean-Gustave Blanc (1844-90) llegó
en 1876 a Corea y fue vicario apostólico de Corea en 1884-90 (STREIT x, 436-438);
Gustave-Charles-Marie Mutel 1854-1933 (STREIT X, 433).
58. F. RENNER, Der Ruf an die Benediktiner nach Korea und Manchukuo, F. RENNER, o.c. II, 391-428; A. RASPAR - P. BERGER, Han-gab. 60 Jahre Benediktinermission
i'n Korea und der Mandschurei, Münsterschwarzach 1973. En 1890 había en Corea 18 000
católicos; en 1912: 79 000.
59. J. LAURES, Die katholische Kirche in Japan, Kaldenkirchen 1956.
60. Acta Leonis II, 134s; SCHMIDLIN PG III, 135.
61. Acta Leonis rv, 222-231 Litterae Apostolicae «Non maius Nobis», de 15 de junio
de 1891.
62. J. VAN HECKEN, Un siicle de vie catholique au Japón 1859-1959, Tokio 1960.
742
743
siglo hubieron de constatar, abatidos y decepcionados, que las grandes esperanzas que habían concebido no se habían realizado, pues
disminuía el número de bautismos y las conversiones se limitaban
a casos esporádicos m. Esto se debía a múltiples motivos; desde luego
eran insuficientes las finanzas y el personal. Sin embargo, las causas
propiamente dichas eran más profundas. Hay que tener en cuenta
el escepticismo religioso de los japoneses, su prurito desenfrenado
de progreso externo, económico, su aversión a los maestros europeos y al cristianismo, sentido como un cuerpo extraño. A todo
esto se añadía, por otra parte, la reconcentración general de la nación en su propia idiosincrasia, que desde el punto de vista religioso hallaba su expresión en el sintoísmo progresista. Éste avanzó, tras haber suplantado al budismo, hasta constituirse en religión
del Estado, en encarnación del pensamiento nacional y en pilar
del renacido imperio (sinto de Estado), impidiendo así el florecimiento de la Iglesia, tanto más cuanto que era propagado intensamente en la cultura global, y sobre todo también en el ejército y en las escuelas. Y finalmente el mismo empeño misionero
adolecía de taras reconocidas por misioneros aislados: Se había penetrado demasiado poco en el mundo del japonés, se habían
evitado los enfrentamientos intelectuales con las religiones del país
y consiguientemente se había atendido poco a una labor indirecta,
por ejemplo literaria. Era por tanto indicado un estudio más serio
de la lengua y de la cultura, sobre todo de las concepciones religiosas de los japoneses64.
La Iglesia de las Islas Filipinas, único país de mayoría católica en Asia atravesó por una de las fases más críticas de su historia hacia fines del siglo65. Si se pregunta por las causas de los acontecimientos que la llevaron casi al borde de su extinción, habrá que
buscarlas por un lado en la peculiaridad de la constelación políticoeclesiástica del imperio colonial español, y por otro en la intervención de EE.UU. con sus numerosas consecuencias desfavorables.
Aun reconociendo las asombrosas realizaciones de la madre patria
ibérica y especialmente de los misioneros66, no se puede menos
de observar que el sistema acusaba notables deficiencias incluso
en el plano eclesiástico: no apuntaba a la autonomía, sino que
con su método paternalista trataba de mantener la dependencia
de España. Así en el siglo xix se intensificaron, atizados por la
francomasonería, los movimientos nacionalistas contra el dominio extranjero. En esta dirección no tardó en moverse en primer
lugar el clero indígena, dado que, relegado a puestos inferiores,
tenía que sentirse perjudicado67. Se acrecentó, pues, su contraste
con los religiosos españoles, que se aferraban a sus antiguas posiciones (económicamente más rentables) y aparecían como garantes
de la lealtad para con la autoridad política. Lo que en un principio se había concebido como reforma colonial, se fue desviando más
y más hacia una desvinculación y la lucha contra los religiosos asumió también rasgos antieclesiásticos. Bajo la presión de los insurrectos, expulsó España a los religiosos y los expropió de sus bienes. Pero era ya demasiado tarde; EE.UU., respondiendo a la
llamada de los nacionalistas, declaró la guerra a España en 1897.
Pero en lugar de pasar el país a manos de los patriotas, se convirtió en posesión de los Estados Unidos68.
La presencia de la nueva potencia acarreó modificaciones desastrosas para la Iglesia: la separación de la Iglesia y del Estado, cosa para la que no estaban preparados los fieles, la legislación laicista, que prohibió la enseñanza religiosa en todas las escuelas, con lo que dio lugar a un embrutecimiento religioso69, la
marcada neutralidad ideológica de la universidad del Estado (fundada en 1911) que enajenó de la Iglesia a las personas cultas, la
63. En algunas cosas recuerda esta situación el tiempo que siguió a la segunda guerra
mundial. Los protestantes se hallaban en una posición notablemente más ventajosa, y
su participación en la modernización del Japón fue más importante, sin duda porque
sus misioneros procedían principalmente de América y de Inglaterra, o sea de los países
que servían de modelo a los japoneses en su adaptación a la civilización occidental.
64. SCHMIDLIN M 479s; J. BECKMANN, Weltkirche und Weltreligionen, Friburgo de
Brisgovia 1960) 102s, señala los primeros conatos de enfrentamiento con las religiones
del país.
65. F.X. CLAKK, The Píhilippine Missions, Nueva York 1945; Fourth Centenary of
the Evangelization of the Philippines, en «Boletín Ecl. de Filipinas» 39 (Manila 1965) 1-352;
IV Centenario de la Evangelizarían de Filipinas, en «Boletín de la Provincia de San Nicolás
de Tolentino de Filipinas» 55 (Marcilla, Navarra 1965) 53-303.
66. Sobre esto aporta STREIT IX, un material impresionante; veas.- ibid., introducción,
p. X, el alegato de J. Dindinger en favor de los pregoneros de la fe
67. Su número era relativamente alto en el siglo xix, aunque en general se veían
excluidos de los cargos de párrocos y obispos (cierto que del período español se conocen 12 obispos naturales del país).
68. El estudio más sólido de esta revolución es todavía el de P.S DE ACHÚTEGUI M.A. BEBNAD, Religious Revolution in the Philippines, 2 vols., Manila 1960-66.
69. F.T. REUTER, American Catholics and the Establishment of the Philippim Public
School System, en CHR 49 (Washington 1963) 365-381.
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745
penetración del protestantismo y de numerosas sectas y no en último término la actitud hostil de círculos de inspiración norteamericana, para los que lo cristiano era una espina en la carne.
Finalmente, en 1902, en la avalancha nacionalista y bajo la guía
del sacerdote filipino Gregorio Aglipay (1860-1940), se separaron
de Roma parte de los católicos y constituyeron la «Iglesia católica
filipina independiente» 70. Tras algunos éxitos espectaculares en un
principio — de 825 sacerdotes filipinos, 50 se pasaron al aglipayismo, junto con cerca de un millón de los 8 millones de católicos —
poco a poco se fue disgregando el grupo de adeptos, sobre todo
después de 1907, cuando la Iglesia comenzó a rehacerse del golpe 71. León xin, que se hacía cargo de lo peligroso de la situación, había iniciado ya en 1902 la reordenación de las condiciones
eclesiásticas y había erigido una delegación apostólica y cuatro
nuevas diócesis72. En base a un acuerdo con Roma pudieron regresar los misioneros, incluso los españoles; nuevas congregaciones
misioneras, secundando el apremiante llamamiento del papa, se
apresuraron a acudir en ayuda de las órdenes antiguas, que entonces proseguían su actividad, a fin de remediar la tremenda penuria de sacerdotes: en 1906 los de Millhill, en 1907 los de Scheutveld, en 1908 los misioneros del Corazón de Jesús y en 1909 los
misioneros de Steyl. En la universidad de Santo Tomás en Manila (reconocida por el Estado en 1916) volvieron a desplegar su
actividad los dominicos. Pío x por su parte puso empeño sobre
todo en que se reuniese un concilio plenario, que tuvo lugar en
la capital en 1907 bajo el delegado Ambros Agius. A la labor
propiamente misionera se dedicaron los jesuitas (en Mindanao),
los misioneros de Scheutveld entre los igorrotes (norte de Luzón),
los negritos y los inmigrantes chinos, mientras que los misioneros
de Steyl se cuidaron de la Abra73.
En las Indias orientales neerlandesas, bajo el poco tolerante
poder colonial de los holandeses74, logró la Iglesia católica proseguir su expansión, tras su instauración en la primera mitad del siglo75. Al lado de los escasos sacerdotes seculares actuaron sólo
los jesuitas (desde 1859), hasta entrado el siglo xx, en el vicariato
apostólico de Batavia, que abarcaba todo el inmenso territorio del
archipiélago76. Con la separación de los primeros distritos (1905,
la prefectura apostólica de Borneo holandesa, en 1911 Sumatra,
en 1913 las pequeñas islas de la Sonda) y la llegada de nuevas
congregaciones, los misioneros del Corazón de Jesús, los capuchinos y los misioneros de Steyl, pudieron tomar alientos los católicos frente a los protestantes, principalmente en las pequeñas islas de la Sonda, donde con el tiempo se desarrollaron cristiandades de gran vitalidad. Que la labor pudiera llevarse adelante se
debió no en último término a la dedicación de diferentes congregaciones femeninas; a las ursulinas y franciscanas se añadieron
en 1885 las Hermanas de la Caridad de Tilburg, que fundaron
su primera escuela en Padang (Sumatra), mientras que las hermanas de la Compañía de Jesús, María y José se establecieron en la
Minahassa (Célebes) ".
Entre estos pioneros que crearon los presupuestos para el pos-
70. Que esta escisión tiene sus raíces en el nacionalismo y que representa por tanto
una reacción contra la tutela tanto política como religiosa por parte de los españoles,
resulta claro de la obra de Achútegui-Bernad. Cf. también I.R. RODRÍGUEZ, Gregorio
Aglipay y los orígenes de la Iglesia Filipina Independiente 1898-1917, 2 vols., Manila
1960; N.P. CUSHNER, Gregorio Aglipay and the Philippine Independen! Church, en
NZM 18 (1962) 142-147. Aquí se expone también la doctrina oficial de la Iglesia cismática.
71. Cuan funestas repercusiones tiene la asociación de Iglesia y Estado si no se
toman a tiempo en consideración los intereses justificados lo muestra la colección de
fuentes P.S. ACHÚTEGUI - M.A. BERNAD, Documents relative lo the Religious Revolution in the Philippines. The Religious Coup d'Etat 1898-1901. A Documentary History
(Manila 1971). El aglipayismo se disolvió por diferentes razones (en 1960 sólo contaba
ya con el 5 % de la población): desaparición del resentimiento antiespañol, revitalización de la Iglesia católica, restitución de los bienes a los católicos, escaso prestigio internacional del movimiento, que, por lo demás, se fue aproximando cada vez más al
protestantismo.
72. Acta Leonis vm, 141-150 Litterae Apostolicae «Quae, mari sínico*, de 17 de
septiembre de 1902; Lipa, Tuguegarao, Capizana, Zamboanga; la prefectura apostólica
de Palawan data de 1910. Aquí subraya el papa también la necesidad de la formación
de un clero propio del país y de la evangelización de las zonas todavía paganas.
73. ]. SCHMITZ, Die Abra-Mission auf Nordluzon/Philippinen von 1598-1955, St. Augustin 1964; edición inglesa: The Abra Mission in Northern Luzon, Philippines, 1598-1955,
Cebú City 1971; sobre la activación de la vida eclesiástica, F. SCHWAGER, Die Mission
auf den Philippinen, en ZM 4 (1914) 198-236.
74. K.M. PANIKKAR, Asien und die Herrschaft des Westens, Zurich 1955, 103, se
pronuncia severamente sobre los señores coloniales, Cf. también F. SCHWAGER, Die
ostindische lnselflur, en ZM 3 (1913) 306-310.
75. J.A. T H . WELTJENS, De Vrijheid der Katholieke Prediking in Nederlands-Indie
van 1900 tot 1940 (edición abreviada de una tesis en la Gregoriana, Yakarta 1969).
76. Cierto que en Borneo septentrional británico residían desde 1881 los misioneros
de Millhill entre los chinos y los dayaks. En las Indias holandesas había a comienzos
del siglo xx ¡,61o 16 estaciones de misión propiamente dichas. Esta situación se puede
explicar por la difícil situación del catolicismo también en Holanda.
77. A. MULDERS, De Missie in Tropisch Nederland, 's-Hertogenbosch 1940; sobre
la situación en 1913, K. STREIT, Die katholische Mission, auf Niederlándisch-Indien, en
746
747
terior florecimiento de la Iglesia indonesia, se cuenta sin duda el
nada despreciable número de misioneros que se destacaron en el
sector lingüístico, por ejemplo, el jesuíta Cornelio J. Fr. le Coq
d'Armandville (1846-96), que en 1884 descubrió en Sica (Flores)78
los cánticos que todavía se conservaban en latín y portugués, o
el P. Francisco van Lith, fundador de la misión en Java central.
Llegado en 1896, penetró cada vez más profundamente en la cultura del país, que trató de fecundar mediante el contacto con el
cristianismo. Abundantes frutos dio su método de influenciar el
medio social gracias a una élite cuidadosamente preparada79.
También las misiones en el Pacífico cayeron dentro del campo
de la expansión colonial. El hecho de que todas las islas de Oceanía fueran repartidas entre las potencias occidentales, no dejó de
tener repercusiones en la marcha de la cristianización80. El protestantismo registró una considerable ventaja en razón de la presencia del mayor imperio colonial, el de Gran Bretaña, lo cual
impulsó a los católicos, sobre todo a los franceses, a desplegar
redoblados esfuerzos bajo los pontificados de León XIII y Pío x.
El contraste confesional — que aquí tuvo la mayor duración, hasta
los tiempos más recientes— se vio reforzado a veces por rivalidades nacionales, apoyándose los misioneros protestantes en Inglaterra y los católicos en Francia81. Esto les acarreó la acusación
de actividad política, aunque hoy día la investigación se pronuncia de manera algo más cauta. Aun recibiendo ayuda de la potencia protectora o colonizadora, lo que interesaba a los evangelizadores era asegurar el éxito de su trabajo, a saber, la cristianización del respectivo pueblo82.
ZM 3 (1913) 310-329; A. DJAJASEPOETRA, Het 75 jmig bestaan van de St. Claverbond,
en cMissienieuws Jezuiten» (Nimega 1965) Jan. 4-6; también puede hallarse aquí toda
una serie de artículos sobre los 75 años de actividad misionera en Java.
78. STREIT VIII, 486; B. BIERMANN, Lieder der Florinesen, en NZM 10 (1954) 141-145.
79. STREIT VIII, 829; L. VAN. RIJCKEVORSEL, Pastoor F. van Lith S.J. De Stichter
van de Missie in Midden-lava 1863-1926, Nimega 1952.
80. Les missions dans le Pacifique, en «Journal de la Société des Océanistes» cahier spécial, París xxv 1970); R. JASPERS, Die missionarische Brschliessung Ozeaniens.
Ein quellengeschichtlicher und missionsgeographischer Versuch zur kirchlichen Gebietsaufteilung in Ozeanien bis 1855, Münster 1972.
81. J. SCHMIDLIN, Missionsmethode und Politik der ersten Südsee-Missionare, en
ZMR 26 (1936) 255-263; sobre esto se pronuncia A. PERBAL, Les missionnaires francais
et le nationalisme, París 1939.
82. Así el finlandés A.A. KOSKINEN, Missionary Influence as a Political Factor in
the Pacific Istands, Helsinki 1953.
748
En líneas generales se puede decir que cada una de las tres
congregaciones católicas que desempeñaban principalmente la labor misionera se estableció en un sector geográfico diferente: en
Oceanía oriental, los Padres de Picpus. A partir de sus anteriores vicariatos en las islas Hawai o Sandwich —donde el apóstol
de los leprosos, P. Damián Deveuster sucumbió en 1889 en Molokai al servicio de los enfermos— en las islas Gambier, de la
Sociedad (Tahití), Marquesas, Paumotu y Tubuai, todas las cuales estaban paralizadas, se extendieron en 1888 a las islas de Sotavento y en 1894 a las islas Cook.
En Oceanía central extendieron los maristas (1887) su campo
de acción a las nuevas Hébridas, aunque en el momento de la
erección del vicariato apostólico (Nuevas Hébridas 1904) sólo se
contaban 1200 fieles, mientras que en su base de despegue, en
Wallis y Futuna, florecía la vida cristiana. También se desarrolló
satisfactoriamente en las islas Fiji bajo Julien Vital (vicario apostólico desde 1887) y en las islas Samoa.
A las islas Salomón, que habían abandonado tras las duras
pruebas de los años cuarenta, no volvieron hasta 1897 (en el momento de la erección de la prefectura apostólica de las islas Salomón del sur, vicario apostólico en 1912) M.
Cuando se produjo la insurrección de 1878 en Nueva Caledonia, buscaron refugio bajo el protectorado francés y tuvieron que
compartir la suerte del gobierno colonial, pagando su respectivo
tributo de sangre84. Al obispo marista Pierre-Marie Bataillon (18101877) corresponde el mérito de haber osado dar los primeros pasos para la formación de un clero indígena. Sin dejarse desalentar
por golpes en falso ni por fracasos, hizo un último y decisivo
esfuerzo con la fundación del seminario de Lañe (Wallis), donde
su sucesor pudo consagrar en 1886 a los cuatro primeros sacerdotes polinesios.
En Oceanía occidental hallamos principalmente a los misioneros del Corazón en Jesús; en 1881 tomaron a su cargo el inmen83. P. O'REILLV - H. LARAEY, Bibliographie des presses de la mission moriste des
lies Salomón, en «Journal de la Société des Océanistes» 25 (1969) 257-292.
84. R. DOUSSET, Colonialisme et contradictions. Étude sur les causes socio-historiques
de Vlnsurrection de 1878 en Nouvelle-Calédonie, París 1970; sobre esto, G. HOLTKER, en
«Anthropos» 66 (1971) 294s, A. SAUSSOL, La mission moriste et la colonisation européenne en Nouvelle-Calédonie, en «Journal de la Société des Océanistes» 25 (1969) 113-124.
749
La expansión de las misiones
so vicariato doble de Melanesia y Micronesia85. En las islas Bismarck, en Nueva Pomerania (Nueva Britania)86, Neumecklenburg
(Nueva Irlanda) y en las islas del Almirantazgo experimentaron
hacia fines del siglo un notable aumento de sus cristiandades. También se apuntaron éxitos en las islas Gilbert bajo monseñor Joseph Leray (vicario apostólico de estos islotes desde 1882). En
cambio, fue muy poco satisfactorio el apostolado en las islas Marshall. A Guam (Marianas) acudieron capuchinos alemanes para suceder a los agustinos recoletos españoles, expulsados en 1898 por
los norteamericanos87.
Desde Australia pasaron los misioneros del Corazón de Jesús
a Nueva Guinea, primero a Thursday (1884) y luego a Yule (1885),
desde donde P. L.-A. Navarre, más tarde vicario apostólico, y el
conocido P. St. E. Verjus (1860-92) elegido jefe de tribu, evangelizaron la parte británica88. En la zona holandesa encontramos
desde 1903 a padres holandeses de Issodun: en la Nueva Guinea
alemana (Tierra del Emperador Guillermo) la Sociedad del Verbo Divino sentó a fines del siglo pasado las bases para una sólida
cristiandad católica.
Entre los maoríes de Nueva Zelanda continuaron su labor, como antes en el sur (Wellington), los maristas, y en el norte (Auckland) los misioneros de Millhill.
Entre los aborígenes de Australia sólo se pueden señalar tres
conatos de misión de relativa importancia: el de los jesuítas desde
los años ochenta en el norte, el de los benedictinos de Nueva
Nursia89, que en 1887 fueron encargados del vicariato de Kimberley y en 1910 fundaron la misión filial de Drysdale-River *>;
finalmente el de los trapenses en Broome, que en 1900 cedieron
a los palotinos alemanes.
Un primer coronamiento de todas estas empresas misioneras
representó la erección de la delegación apostólica de Australia,
Nueva Zelanda y Oceanía91. Al estallar la primera guerra mundial, el número de católicos en el Mar del Sur se elevaba a 190 000,
repartidos en 19 distritos de misión, realización verdaderamente
única en la historia de las misiones, que da un testimonio elocuente del indomable optimismo de aquellos pioneros de la fe
en un territorio lleno de increíbles dificultades.
Un desarrollo no menos avasallador conoce en este período
la misión de África. Mientras que a mediados del siglo xix se
hallaba todavía más bien en penumbras92, en la época que nos
ocupa ejerció fuerte poder de atracción. Por un lado las misiones
se apoyaban en el creciente interés de Europa por el continente
negro, y por otro sacaron partido de las posibilidades que surgían
de la ocupación de grandes zonas por las potencias coloniales93.
Los hechos hablan claramente contra la acusación hecha a los
misioneros de haber sido auxiliares encubiertos que hacían el juego de las potencias coloniales. Prescindiendo de algunas excepciones, los misioneros se mantuvieron al margen de los negocios
temporales; no pocas veces se produjeron incluso choques con las
autoridades, porque entendían ser su deber asumir la defensa de
la causa de los africanos frente a los gobiernos94. La proclamación de la buena nueva no se efectuó en todas partes con la misma intensidad y con el mismo éxito. En el África blanca (al norte
85. Data de 1844; cf. STREIT xxr, 127; J. BERTOLINI, L'Océanie dans les Archives
genérales des Missiormaires du Sacré-Coeur, «Journal de la Société des Océanistes» 25,
París 1969, 359-382.
86. Pioniere des Südsee. Werden und Wachsen der Herz-Jesu-Mission von Rabaul
1882-1932 (Festschr. Hiltrup), 1932.
87. C. LOPINOT, Zur Missionsgeschichte der Mañanen und Karolinen, en NZM 15
(1959) 305-308.
88. Sobre Verjus, cf. STREIT XXI 279SS; A. DÜPEYRAT, Papouasie. Histoire de la
Mission 1885-1935, Issoudun-París 1935; B. DE VAULX, Histoire des missions catholiques
francaises, París 1951. 506-531.
89. R. SALVADO, Memorias históricas sobre la Australia y la Misión Benedictina
de Nueva Nursia, Madrid 1946.
90. AAS 2 (1910) 410s; sobre las anteriores tentativas de misión de los jesuítas, cf.
R.M. BERNDT, Surviving Influence of Mission Contad on the Daly River, Northern
Temtory of Australia, en NZM 8 (1952) 81-95 188-192.
91. Litterae Apostolicae de 15 de abril de 1914; Sylloge 83s, extensión a toda
Oceanía; ibid. 108 (20. 5. 1919).
92. Vol. vn, 829s.
93. L.H. GANN - P. DUIGNAN, Colonialicm in África 1870-1960, 2 vols., Londres
1970; vol. II, 1914-60. A veces eran los misioneros los primeros blancos que se establecían en algún lugar, en otras partes seguían al comercio o a una dominación extranjera ya establecida. Por lo menos en algún trecho coincidieron las intenciones de la
misión con las de la política colonial. F. BLAKKE, Mission und Kolonialpolitik:
Europa
und der Kolonialisrnus, Zurich 1962, 91-122; id., Missionsprobleme des Mittetalters und
der Neuzeit, Zurich 1966; F. JÁ'GER, Die Kolonisation Afrikas durch die Europaer — eine
Kulturleistung, en «Universitas» 17 (1962) 851-857.
94. A aquellos que consideran como un extravío la participación en la actividad
colonial en general replica E. DAMMANN: «En casos aislados pudo haber habido conexiones demasiado estrechas, pero no estaría justificado un juicio generalizante exclusivamente negativo. Las condiciones de otros tiempos no se pueden someter a los módulos
actuales. ¿En qué otro marco habría podido y debido desarrollarse entonces la misión?»
(Das Christentum in Afrika [Munich-Hamburgo 1968] 144; cf. ibid. 23s).
7Sf)
751
del Sahara) consiguió muy poco arraigo el cristianismo católico,
mientras que obtuvo los mayores resultados en la franja a lo largo
del ecuador; luego sigue una zona de densidad media, para irse
debilitando a medida que se avanza hacia el sur95.
Comenzando por el norte de África, nos hallamos aquí con
la parte del continente en la que el cristianismo tropezó con la
mayor resistencia. A partir de estas regiones inició el islam su
imponente marcha triunfal, convirtiéndose en un factor con el que
las Iglesias cristianas hubieron de enfrentarse en vastas zonas96.
Por consideración a la población musulmana, las autoridades europeas no permitían la actividad misionera en ciertas regiones, o por
lo menos le imponían restricciones (por ejemplo, en el Sudán británico, en la actual Ghana, en el Camerún). Por lo demás, hacía
ya mucho tiempo que no existía una misión propiamente dicha
entre los musulmanes, hasta que el cardenal Lavigerie fue nombrado arzobispo de Argel en 1867 e inició un cambio profundo.
Ya en su primera carta pastoral reivindicaba el derecho de poder
dirigirse también a los árabes, y de hecho logró bastante libertad
de movimientos97. Así pudo educar cristianamente y bautizar a
1800 niños huérfanos, a los que luego reunió en aldeas especiales
(San Cipriano en 1873 y Santa Mónica en 1875). Entonces procedió a la fundación de las primeras estaciones de misión entre
una población puramente islámica, las cabilas98. Sus hijos, los
Padres Blancos, gozaron para ello del apoyo de los jesuítas, cuyo
general, P. Roothaan, ya una generación antes, con previsión genial, había esbozado un atrevido programa ". A continuación avan95. J. BECKMANN, Die katholische Kirche im neuen Afrika, Einsiedeln 1947; W. BOHLMANN, Afrika. Die Kirche unter den Volkern I, Maguncia 1963.
96. J. BECKMANN, O.C. 327-355: Die Auseinanderseizung mit dem Islam; G. SIMÓN,
Die Welt des Islams und ihre Berúhrungen mit der Christenheit, Gütersloh 1930, C. Tn>
TAK, Die Neuaiabreitung des Islams im 20. Jh., en «Saeculum» 5 (1954) 359-375. De los
150 millones de africanos, en 1950 eran ya 85 millones los que profesaban la religión del
profeta, de los cuales 45 millones pertenecían a la población negra
97. STREIT XVII, 743 (Lettre pastorale de 1867). Napoleón III se la otorgó, mientras
que Mac-Mahon se declaró en contra. Sobre el conflicto con este último, M. EMEHIT,
en RH 223 (1960) 63-84.
98. J. TIQUOT, Une expérience de petite colonisation indigéne en Algérie. Les colons
arabes-chrétiens du Cardinal Lavigerie, Argel 1936.
99. A. VILLANYI, La fondation de la mission algérienne dans la correspondace du
Pire General Roothaan, en NZM 18 (1962) 196-207 289-304; 19 (1963) 29-42. A 20 de
octubre de 1849 escribía Roothaan en una carta: «Acudid, sin meter ruido, a las tribus
vecinas, como huésped y como amigo. Es una obra de paciencia y prolongada entrega»
(ibid. 32).
752
zaron los Padres Blancos hacia el sudeste, hasta los saniya (tres
estaciones). Las Hermanas Blancas abrieron por su parte un hospital en Biskra. En todo caso, los cristianos convertidos del Islam
se elevaban en 1906 a 800, y los catecúmenos a 200, repartidos
en 13 estaciones, número insignificante si se le toma en absoluto,
pero que representa un notable logro si nos atenemos a su importancia de principio.
Lavigerie dejó consignados los principios del método misionero
en sus instrucciones impartidas a sus hijos (1878-79); en lo esencial tienen todavía vigencia en nuestros días, y además han inspirado a otras congregaciones tocante a su comportamiento con
los musulmanes 10°.
En dichas instrucciones prohibía en los principios la predicación específicamente cristiana, así como el bautismo de aspirantes
aislados, recomendando más bien el apostolado indirecto (obras
de caridad, escuelas, orfanatrofios, visitas a los indígenas) con
objeto de ir preparando así el terreno1M.
Este camino fue el que siguió el «apóstol del Sahara», Charles
de Foucauld (1858-1916) 102. Lo que el primado de África exigía
a sus hijos, a saber, el dominio del idioma, la amplia adaptación
a la vida de los que había que convertir, la presencia callada
en amistad y caridad activa, eso fue lo que Foucauld trató de
realizar en Beni-Abbés y más tarde en Tamanrasset. También los
Padres Blancos avanzaban sus puestos hasta el interior del desierto, y establecieron residencias fijas en Gardaia, El Golea y Uargla, de modo que al vicariato del Sahara (1891) se añadió la prefectura de Gardaia (1901), a cuyo servicio se puso el ermitaño.
En territorio de África occidental se inició la moderna actividad de los misioneros católicos primeramente en el Estado negro
libre de Liberia. Los esfuerzos desplegados en este país dan buena idea de las dificultades con que tropezó la labor de conversiones: condiciones insalubres, el islam que penetraba por el norte,
100. Instructions de son Éminence le Cardinal Lavigerie á ses Missionnaires, MaisonCarrée 1927.
101< J. PERRAUDIN, Lavigerie. Ses principes missionnaires, Friburgo 1941; J. MAZÉ,
Les idees principales du Cardinal Lavigerie sur VÉvangélisation de VAfrique, en RHM
2 (1925) 351-396.
102. STREIT XX, 475-491: Bibliographie; J.F. Six, Carlos de Foucauld. Itinerario espiritual, Herder, Barcelona 1967; id., Le Pire de Foucauld et ses recherches de fondations
évangéliques, en «Rev. d'Asc. et de Mystique» 36 (1960) 64-72.
753
Tedin Manual *tft
el fuerte contingente protestante103. A esto se añadían las trabas
puestas por las autoridades coloniales. Tras el fracaso de las tentativas de misión en la primera mitad del siglo por parte de sacerdotes seculares americanos y de los Padres del Espíritu Santo 104,
regresaron éstos en 1884. Pero, diezmados por el clima tropical,
hubieron de ser remplazados por los montfortianos en 1903 y,
como también éstos sucumbieron, fue recomendada la prefectura
a los misioneros de Lyón, con el animoso Étienne Kyne a la cabeza I05. Las dos sociedades mencionadas de los Padres del Espíritu Santo y de los lioneses cuidaban a fines del siglo de toda una
serie de territorios de África Occidental, algunos de los cuales
(Nigeria del sur, la Costa de Marfil y la Costa de Oro, el Bajo
Volta, Dahomey, la Costa de Benín) tuvieron comienzos prometedores m. Todavía se asociaron otros misioneros, como en 1890
los palotinos en el Camerón. Fue importante para ellos la circunstancia de que desde 1901 se consagraran a los yaunde (que vivía
alrededor de la actual capital) 107. Mediante un sistema de escuelas
muy ramificado, en el que, por cierto, el alemán era casi la única
lengua de la enseñanza, y con establecimientos agrícolas y de artesanía, consiguieron ganarse grandes agrupaciones. De las mujeres se cuidaban las palotinas. En el norte, en Adamaua, asumieron
la responsabilidad en 1911 los sacerdotes del Corazón de Jesús
de Sittard, mientras que los misioneros de Steyl en su mayoría
103. Entre las regiones de África con impronta protestante cuenta E. DAMMANN (o.c.
24-58) Gambia, Sierra Leona, Liberia, Ghana, Nigeria, Kenya, Tanzania, Malawi, Zambia, Rodesia, República de Sudáfrica, Lesotho, Swazilandia, Botswana, África Suroccidental; entre las regiones de impronta católica (58-67): la Guinea portuguesa, Guinea,
Costa de Marfil, Togo, Dahomey, Guinea Ecuatorial, Camerón, Sao Tomé y Príncipe,
Gabón, Congo (Brazzaville) y la república de África Central, Zaire, Angola y el África
Oriental Portuguesa.
104. El arzobispo de Filadelfia envió en 1840 a Liberia a su vicario general Barron
(cf. vol. vil, 339) y recibió a algunos padres del Espíritu Santo. Sobre éstos, cf. H.J. KoREN, The Spiritans. A History of the Congregation of the Holy Ghost, Lovaina 1958.
105. Esta sociedad perdió durante los primeros 65 años en toda el África occidental
cosa de 400 colaboradores (283 sacerdotes y 110 religiosas). Véase R. GÜILCHER, La
Société des Missions Africaines. Ses origines, sa nature, sa vie, ses oeuvres, Lyon 1956;
P. FALCON, Bilan historique de Vaction des Misúons Africaines sur le continent noir, en
«Revue Francaise d'Études Poütiques Africaines» 56 (París 1970) 12-36.
106. Sobre esto F. SCHWAGER II, 85-112; R. WILTGEN, Gold Coast Mission History
¡471-1880, Techny-Ulinois 1956. El autor trata prácticamente de toda África Occidental.
En la Costa de Marfil, la Sociedad de África (activa desde 1895) se servía de un vapor
para relacionar entre sí las estacione3 situadas en la costa.
107. La lengua de los yaunde la investigó especialmente el P. Hermann Nekes (cf.
STREIT XVIII, 778-780).
754
de origen alemán, hicieron su entrada en Togo en 1892, donde,
desplegaron una gran actividad: cultivaban la tierra, preparaban
artesanos y mantenían en Lome una imprenta propia m.
Cuando, a partir de 1839, comenzó Francia a concluir tratados de protección con diferentes reyes y caciques del África ecuatorial y poco a poco fue ampliando la colonia del Congo francés,
no tardaron en llegar los primeros misioneros: en 1844 los padres
del Espíritu Santo a Gabón, y cuatro años después las hermanas
de la Inmaculada Concepción de Chartres. Los padres del Espíritu Santo se cuidaron luego también del vicariato de Loango en
la costa, y del de Ubangi para la parte nordeste, la más extensa
de la colonia (1890) m. Este distrito tuvo como su primer dirigente, sumamente activo, al obispo Ph.-Pr. Augouard (1852-1921),
el cual, no obstante el bajísimo nivel de los habitantes, no desesperó nunca de su cristianización. En expediciones atrevidas y
llenas de privaciones, recorrió de un extremo a otro su inmenso
territorio y fundó estaciones en los puntos más importantes del
país. Aunque dio siempre la preferencia a los intereses misioneros, prestó también destacados servicios políticos a su país, que
fueron mal recompensados por la madre patria110.
El África ecuatorial, junto con el África central, forma parte
de las regiones del continente negro que, desde el siglo xv, se habían tenido siempre en cuenta con vistas a la predicación del Evangelio; así Libermann, monseñor Bessieux, la madre Javouhey y
monseñor de Marion-Brésillac pensaban ya en penetrar en el Sudán, es decir, en el vasto territorio comprendido entre el océano
Atlántico, el Sahara, Abisinia y la cuenca del Congo1U. Aun cuando no pudieron penetrar hasta el interior del continente, sus tentativas dieron en todo caso origen a sólidas instalaciones en las
costas de Guinea y del Senegal. Otros a su vez pensaban en acercarse al corazón de África, no ya por el oeste, sino partiendo del
108. H.W. DEBRUNNER, A Church between Colonial Powers. A Study of the C/mrch
in Togo, Londres 1965: sobre todo las misiones protestantes; K. MÜLLER, Geschichte
der katholischen Kirchen in Togo, Kaldenkirchen 1958. H.W. GENSICHEN, Die deutsche
Mission und der Kolonialismus, en KuD vil 1962, 136-149.
109.
STREIT XVIII, 152
268.
110. STREIT XVIII, 252ss; G. GOYAU, Monseigneur Augouard, París 1926; A. PERBAL,
Le nationalisme de Mgr. Augouard, en RHM 15 (1938) 385-407.
111. A. TANGHE, Essais de pénétration missionnaire dans l'A frique céntrale, en
NZM 8 (1952) 230-233.
755
norte y siguiendo el curso del Nilo. Tras la creación en 1846 del
vicariato apostólico de África Central, al año siguiente Propaganda
envió los obreros de la primera hora, tales como monseñor Annetto Casolani, Maximiliano Ryllo S.I., Emmanuele Pedemonte S.I.
y dos alumnos de Propaganda Ignaz Knoblecher y Angelo Vinco;
éstos llegaron hasta Khartum, donde sucumbieron a la tentación
de fundar una misión112. También desde otra dirección se persiguió la meta prefijada. Stanley, en un viaje de 999 días, había
explorado el curso del Congo y localizado su desembocadura en
Boma (1877); el secreto de África quedaba al descubierto, de modo que desde entonces podían decididamente los misioneros abordar desde el oeste la región el Congo.
En estas empresas desempeñó un papel excepcional el rey Leopoldo n (1865-1909)113. Él mismo invitó a Bruselas a la conferencia geográfica el año 1876; estaba sumamente interesado en conservar la iniciativa en la exploración del interior de África, con
vistas a una expansión colonial belga. En las discusiones sobre
la creación de puntos de apoyo internacionales, la mayoría de los
participantes pensaban que aparte de los investigadores y los negociantes, también los misioneros debían cooperar en la civilización del país; sin embargo, Leopoldo se encargó de que en las resoluciones definitivas se pasaran por alto las misiones, porque
tenía sus propios planes a este respecto. Y como los católicos
belgas se mostraban más bien escépticos, informó el rey a la santa
sede. Pío K y su sucesor acogieron con satisfacción el proyecto
regio114. En la prosecución de su política creó el monarca la
«Association Internationale Africaine»; en 1885, en base a la conferencia de Berlín, surgió el Estado Ubre del Congo, primero como
posesión privada de Leopoldo, luego, desde 1908, como parte del
reino belga. No cabe duda de que el monarca tenía interés no sólo
112.
sobre
Vicariato apostólico de África
las diferentes
figuras,
STREIT XVII,
central: Ius Pontificium
v, Roma
1893, 361;
552S 564S 602S 605S 625S; M.B. STORMB,
Ori-
gine du Vicariat Apost, de VAfrique Céntrale, en NZM 8 (1952) 105-118; id., La renonciation de Mgr. Casolani, Vicaire Apostolique de VAfrique Céntrale, en NZM 9
(1953) 290-305; R. GRAY, A History of the Southern Sudan 1839-89, Oxford 1961.
113. P.A. ROEYKENS, Les debuts de l'oeuvre africaine de Léopold n, 1875-79, Bruselas 1955.
114. P.A. ROEYKENS, Le dessein africain de Léopold 11. Nouvelles reefterches sur
sa genise et sa nature, 1875-76; id., Léopold et la Conférence géographique de Bruxelles, 1876; id., La période initiale de l'oeuvre africaine de Léopold II. Nouvelles recherches et documents inédits, 1875-83. Tome x, fase. 1-3, Bruselas 1956-57.
756
en la abolición de la esclavitud y en la elevación moral de los
indígenas, sino también en su cristianización. A este objeto promovió la erección del vicariato apostólico del Congo belga (1888)115,
que fue confiado a los cuidados de los misioneros de Scheutveld,
porque el rey daba la preferencia a sus compatriotas116.
La congregación del Inmaculado Corazón de María, prosiguiendo sus tareas misionales, recogió, con ayuda del Estado, sobre todo
esclavos y niños en colonias aisladas; este sistema tuvo especial
aplicación en la misión de Kasai (en 1904, prefectura apostólica),
una de las más bellas de los misioneros de Scheutveld 117. Un método parecido (el de las llamadas fermes-chapelles [granjas-capilla] dotadas de medios económicos y culturales) siguieron los jesuítas residentes en Kwango desde 1893118. Gracias a los esfuerzos de los misioneros de Scheut y a los del rey se logró reclutar
nuevo personal misionero: en 1894 a los trapenses, en 1897 a los
sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Cascadas de Stanley),
en 1898 a los premonstratenses (norte del Congo), en 1899 a los
redentoristas (Matadi en las corriente inferior del Congo) m , a los
que en el siglo xx se asociaron, como en ninguna otra parte de
África, contingentes de misioneros de otras órdenes y congregaciones. Pese a las enormes dificultades (esclavitud, el «horror del Congo», tenza adhesión de la población al paganismo, enfermedades
tropicales), aumentó rápidamente el número de los católicos (1910:
50 000, 1921: 376 0000 bautizados). Cierto que en algunas regio115.
STREIT XVIII, 198
116. E. DE MOREAU, Les missionnaires belges de 1804 jusq'á nos jours, Bruselas 1944;
L. ANCKAER, De evangelizatiemethode van de missionarissen van Scheut in Kongo, 18881907, Bruselas 1970. A excepción de los Padres Blancos (vicariato del Congo superior),
los antiguos misioneros debieron retirarse de sus estaciones.
117. M.B. STORME, Het Onstaan van de Kasai-Missie, Bruselas 1961: las negociaciones preparatorias de 1881 a 1891 y la toma de posesión de la misión de Kasai
(Luluaburg); id., Pater Cambier on de stichting van de Kasai-Missie, Bruselas 1964; el
padre Em. Cambier (1865-1943) fue el fundador de esta misión, cuya historia de 1891
a 1894 es tratada a base de documentos de archivo; id., Konflikt in de Kasai-Missie,
Bruselas 1965. Las mayores dificultades para el desenvolvimiento de la labor misionera
vinieron de la administración civil; el autor se ocupa aquí de la querella de marzo
1894-junio 1895.
118. L. DÉNIS, Les ¡emites belges au Kwango, 1893-1943, Bruselas 1943.
119. M. KRATZ, La mission des Rédemptoristes belges au Bas-Congo. La période des
semailles, 1899-1920, Bruselas 1970. En un principio no tenían programa propio, por
lo cual adoptaron primeramente la solución de las fermes-chapelles, y luego, siguiendo
a los protestantes, las écoles-chapelles. Sólo desde 1921, con el auge del kimbanguismo,
procuraron una auténtica acomodación.
757
nes se emprendió relativamente tarde la labor misionera, como en
Ruanda-Burundi (hacia 1900), pero luego, pasados los años veinte, se obtuvieron resultados tanto más espléndidos120. Todos estos
éxitos dejan entrever algo de los esfuerzos de la católica Bélgica
en favor de su colonia.
Otro avance hacia el interior de África se produjo desde el
este, una vez que por un lado las nuevas posibilidades descubiertas por Livingstone, y por otro las iniciativas de Leopoldo II habían despertado el interés misionero. Con tres congregaciones podía contar Propaganda para la evangelización de estas regiones tan
llenas de promesas. En 1887 se ofreció para este quehacer el padre Agustín Planque (1826-1907)m, primer superior general de
los misioneros de Lyón; algunos de los suyos se habían establecido un año antes en el delta del Nilo con el encargo especial de
comunicar a las autoridades romanas los resultados de las investigaciones que precisamente en Egipto se habían dado a conocer con
la mayor rapidez122. En 1878 compuso el cardenal Lavigerie su
voluminoso Mémoire secret destinado a Propaganda, donde indicaba caminos para una rápida evangelización y para la abolición
de la esclavitud123. El escrito (tendencioso) dio como resultado que
el 24 de febrero de 1878, o sea, cuatro días después de la elección de León XIII, fueran confiadas a los Padres Blancos las misiones de África Central124. En tercer lugar, monseñor Daniel Comboni, vicario apostólico de África Central en Jartúm, que contrariamente a Lavigerie, adoptaba una postura muy positiva respecto
de los empeños de Bruselas y a cuyo distrito pertenecían propiamente aquellas regiones, prometió que no tardaría en abrir estaciones en la región de los Grandes Lagos 125.
Desde Zanzíbar partió, pues, en 1878 la primera caravana de
Padres Blancos hacia el interior de África. En Tabora se dividieron en dos grupos, uno de los cuales, bajo la guía del padre
Léon Livinhac, se dirigió hacia el lago de Tanganika, mientras
que el otro, que había perdido ya a su superior, tomó la dirección del lago Victoria126. El padre Simeón Lourdel (1853-90) logró hacerse oír en la corte de Mtesa, rey de Uganda. Pero, tras
un buen comienzo cayó la misión en las redes de la política; por
incitación de los musulmanes —ya a mediados del siglo xix habían logrado los árabes introducirse aquí desde Zanzíbar— y por
el miedo de Mtesa a una intervención de los ingleses, tuvieron los
misioneros que abandonar el país en 1882, por lo menos hasta
después de la muerte del rey (1884). También su hijo Mwanga,
agitado por la sospecha de que los predicadores llegaran como
precursores de las potencais coloniales, se dejó inducir a cambiar
de actitud. En octubre de 1885 fue asesinado el obispo anglicano
Hannington, y el año siguiente fueron víctimas de la persecución
todo un grupo de cristianos, entre ellos también pajes de la corte,
con Karl Lwanga127. Sólo cuando en 1894 asumió Gran Bretaña
el protectorado, volvió a gozarse de tranquilidad. Sin embargo, precisamente en aquel período turbulento creció notablemente el número de los candidatos al bautismo m, no obstante las condiciones
impuestas por los Padres Blancos, de modo que antes de la primera guerra mundial se había conjurado el peligro de islamización y
el cristianismo estaba en vías de convertirse en Iglesia nacional129.
122. M.B. STORME, Rapports du Pére Planque, de Mgr Ijivigerie et de Mgr Comboni sur VAssociation Internationale Africaine, Bruselas 1957.
123. Habla fracasado su tentativa de avanzar de la misión de las kabilas hacia
África central. Sobre su Mémoire, cf. STREIT, XVII, 865s; sobre su campaña antiesclavista, véase F. RENAULT, Lavigerie, l'esclavage et l'Europe, 1 vols., París 1971.
124. El arzobispo, con sus afirmaciones de que la conferencia de Bruselas era protestante, francmasona y anticlerical, quería infundir miedo en Roma e inducir a Propagando a obrar rápidamente, como de hecho lo consiguió.
125* La obra fundamental sobre las tentativas de evangelización en África central
y ecuatorial durante el siglo xix hasta 1888, es la de M.B. STORME, Evangelisatiepogingen in de binnenlanden van África gedurende de XlXe eeuw, Bruselas 1951.
126. Sobre la «pénétration Iai'que et religieuse» desde el este cf. R. HEREMANS, Les
établissements de VAssociation Internationale Africaine au loe Tanganika et les Peres
Blancs. Mpala et Karéma 1877-85, Tervuren 1966. Entre 1879 y 1885 envió Lavigerie
46 misioneros a las dos misiones de Nyanza y Tanganika, a fin de superar en todo a
la Association y a los protestantes y erigir un reino cristiano.
127. Entre los mártires se hallaron también cristianos anglicanos. La beatificación de los 22 mártires de Uganda tuvo lugar e¡ 6 de junio de 1920. la canonización
el 18 de octubre de 1964. G. GOYAU, Le Cinquantenaire des Martyrs d'Ouganda, en
RHM 13 (1936) 321-340; STREIT XVIII-XX, pabsim; bibliografía también en A. MULDERS,
o.c. 406s.
128. No sólo la presencia de los árabes, sino también las relaciones tensas entre
católicos y protestantes agravaron la situación de los cristianos.
129. J.V. TAYLOR, Die Kirche in Buganda. Das Werden einer fungen afrikanischen
Kirche, Stuttgart 1966. Esta obra es un modelo de investigación sobre una Iglesia local.
El autor hace referencia a las rivalidades entre las tres comunidades religiosas, lo que
en aquel tiempo equivalía a una opción por la potencia árabe, la francesa o la británica. En 1884 había en Uganda 10 000 bautizados y 60 000 catecúmenos; en 1904: 86 000
bautizados y 135 000 catecúmenos.
758
759
120. J. PERRAUDIN, Naissance d'une Église. Histoire du Burundi chrétien,
Burundi 1963.
121.
Acerca de él, cf.
Usumbura-
STREH" XVIII, 148S.
Propaganda Fide, a la vista de este movimiento ascendente,
desmembró en 1894 el antiguo distrito de Nianza en los tres vicariatos del norte de Nianza (Uganda) y del sur de Nianza —que
siguieron confiados a los misioneros de Lavigerie— y del Nilo
superior, que pasó a los misioneros de Millhill. Recurriendo a métodos análogos, pudieron lograr también parecidos resultados130.
Los misioneros de la Consolata del vecino Kenia (desde 1902)
toparon con la dificultad adicional de que la costa se iba tornando
cada vez más musulmana131. Al sur de Kenia, en la actual Tanzania, apareció en África Oriental, como potencia con intereses
coloniales, Alemania. Los límites definitivos de los territorios bajo
su protectorado fueron fijados en el tratado de Heligoland de
1890132. Los padres del Espíritu Santo, presentes desde 1863, avanzaron sus posiciones desde Bogamayo hasta el Kilimandjaro; atribuían gran importancia a las iniciativas económicas de colonización. A finales del siglo obtuvieron todavía mayores éxitos los
Padres Blancos en el interior, en los cuatro vicariatos al este de
los lagos Victoria y Tanganika, donde pusieron rigurosamente en
práctica la disciplina del catecumenado (conforme a las instrucciones dadas por su fundador). No obstante los graves reveses sufridos (en las insurrecciones de 1889 y 1905), también los benedictinos alemanes de St. Ottilien (desde 1888) organizaron en Daressalam (vicariato apostólico en 1902) una misión, en la que, aparte de la actividad de cura de almas y escolar, se promovió diligentemente la agricultura133. Una especie de interludio representaron en África Oriental Alemana (1887-1907) los trapenses de
Mariannhill; lamentablemente, con una medida de cortos alcances,
fueron retirados de su trabajo cultural tan prometedor en las dos
estaciones de Gare y de Irente en las montañas de Usambara,
contrariamente a los deseos de las autoridades coloniales alema-
ñas134. En la primera conferencia episcopal de África Oriental de
Daressalam en julio de 1912 se puso de manifiesto que la región,
con sus 7 florecientes vicariatos, había ido perdiendo poco a poco
el estatuto de pura tierra de misión, apareciendo inicios de una
Iglesia nativa, caracterizada por un catecumenado bien estructurado y una ferviente práctica de la vida religiosa y cultual135.
En las zonas portuguesas de África oriental y occidental se
había producido desde mediados del siglo xix una situación verdaderamente catastrófica de resultas de la práctica del Padreado.
Esta institución, con haber sido otrora tan buena y necesaria, fue
principalmente culpable de la decadencia de las misiones, paralela
a la que tuvo lugar en la metrópoli. Los empeños de los padres
del Espíritu Santo para encargarse de las zonas abandonadas, fueron extraordinariamente fatigosos, hasta que en 1865 obtuvieron
por fin el permiso y un año más tarde pudieron emprender el trabajo; en toda Angola sólo vivían cinco sacerdotes 136. Sin embargo, la dirección de la orden se fue convenciendo más y más de que
sólo misioneros bajo dirección portuguesa podían realizar algo
fructífero. Por esta razón el padre J.G. Eigenmann, suizo, decidió fundar en Portugal una residencia, o una escuela de la orden.
En 1869 fue nombrado superior del seminario del Congo en Santarem, cuna de la provincia portuguesa de los padres del Espíritu
Santo. El primer sacerdote de la escuela de Eigenmann, el padre
José María Antunes, se trasladó en 1882 a la misión de Huila
(en el sur de Angola), que él mismo reorganizó137. En los fatigosos nuevos comienzos y en el lento progreso tomaron parte principalmente los padres H. Carne, Ch. A. Duparquet, monseñor
L.A. Keiling y el mencionado Antunes138. La revolución en la
metrópoli, que dio como resultado la separación de la Iglesia y
del Estado, destruyó la mayor parte de la obra en ultramar.
130. H.P. GALE, Uganda and the Mili Hill Fathers, Londres 1959; investigación
crítica de las disputas entre musulmanes, protestantes, católicos y paganos.
131. Erección del vicariato apostólico de Kenya en 1909: STREIT, XVIII, 1183.
132. J. SCHMIDLIN, Die katholischen Missionen in den deutschen Schutzgebieten, Münster de W. 1913; S. HERTLEIN, Aufbau der Kirche in Tansania, Münsterschwarzach
1971.
133. F. RENNER, Die Benediktinermission in Ostafrika — eine Überschau, en F. RENNER, Der fünfarmige Leuchter H, St. Ottilien 1971, 123-152; L. KILGER, Die Missionsgedanken bei der Benedlktinergründung \on St. Ottilien und die Uebernahme der Afrikamission, en ZMR 24 (1934) 213-228; J. EGGERT, Missionsschule und sozialer Wandel in
Ostafrika, Bielefeld 1970).
134. H. STIRNIMANN, Mariannhiller Trappisten in Deutsch-Ostafrika,
1897-1907, en
NZM 25 (1969) 167-180.
135. Bescfilüsse der ersten Konferenz der afrikanischen Bischbfe im Juli 1912 (Kath.
Missionsdruckerei Daressalam 1912).
136. A. BRÁSIO, Spiritana Monumento Histórica. Series Africana. 1 Angola, vol. i,
1596-1867, Pittsburg-Lovaina 1966; cf. sobre esto J. BECKMANN: NZM 24 (1968) 232s;
C. FERREIRA DA COSTA, Cem anos dos Missionários do Espirito Santo em Angola, 18661966, Nova Lisboa, Angola 1970.
137. A. BRÁSIO, Spiritana Monumento Histórica. Series Africana I Angola, vol. n,
1868-1881, Pittsburg-Lovaina 1968; cf. fobre esto J. BECKMANN, en NZM 25 (1969) 227.
138. Sobre Carrie, véase STREIT XVIII, 530; sobre Keiling, ibid. 483ss.
760
761
Todavía más grave era la situación en África Oriental portuguesa, donde tras la expulsión de la Compañía de Jesús sólo unos
pocos sacerdotes seculares, procedentes sobre todo de Goa, se cuidaban de la asistencia religiosa a los cristianos. A la misión de
infieles propiamente dicha sólo se aplicaron, una vez más, los jesuítas (1881) en la corriente inferior del Zambeze. Bajo un clima
inexorable perdieron 37 miembros en sólo 20 años. No obstante,
lograron fundar algunos centros y pequeñas cristianidades, hasta
que en 1910 tuvieron que abandonar de nuevo el campo. Los
misioneros de Steyl, autorizados por presión política en 1911, dieron, por decirlo así, sólo una «función extraordinaria», puesto que
en 1918 volvieron a ser expulsados 139. No tiene nada de extraño
que al comienzo de la primera guerra mundial sólo se contaran
en aquel gran país escasamente 5000 africanos católicos.
Un grupo de ocho jesuítas expulsados de Mozambique, casi
todos austríacos y polacos, se trasladaron en 1910 a la vecina Rodesia del norte 140. Ya hacía mucho que la Compañía de Jesús había intentado establecerse allí. De hecho, los padres Joseph Moreau y Julles Torrend habían logrado en 1905 establecerse en la
tierra de Tonga (cerca de Monze), partiendo de su misión del
Zambeze (en Rodesia del sur) m . Como pioneros de la explotación agrícola de Rodesia del norte, enseñaron a los habitantes nuevos métodos de agricultura y ganadería; pero al mismo tiempo
llevaron a cabo una tarea extraordinaria en el campo de la lingüística y de la etnología, especialmente el padre Torrend, que se
granjeó un nombre como investigador de las lenguas de los bantúes14Z.
La expedición del Zambeze había partido en 1879 de la Ciudad del Cabo. Bajo la guía del jesuíta belga padre Henri Depelchin (1882-1900), misionero experimentado de la India, el grupo
formado por 6 sacerdotes (entre ellos los padres jesuítas Terórde, desaparecido rápidamente en 1880, y Karl Fuchs) y 5 herma-
nos legos, llegó en 1880 a las cataratas del Victoria143. Erigieron
la primera estación misional en la tierra de los tongas. No obstante el notable refuerzo de 51 miembros de la Compañía el año
siguiente, sólo a comienzos del siglo xx pudieron sentar pie al
norte del Zambeze. En la parte norte de la actual Zambia, en la
zona entre el Lago Bangweolo y el Nyassa, sentaron en 1895 los
Padres Blancos las bases para su misión entre los bembas, concretamente bajo la guía del padre Joseph Dupont (1850-1930), que
en 1897 fue nombrado primer vicario apostólico de Nyassa, cuando este distrito fue desgajado de la misión del Tanganika144. Si
bien el «fiero pueblo» de los bembas hubo de ser primero habituado a la vida sedentaria, la misión, bajo el obispo Dupont145 y
sobre todo mediante la educación y los nuevos métodos agrícolas,
alcanzó un nivel considerable (1911: 6000 católicos, 57 000 catecúmenos y 18 000 escolares). Desde los comienzos, toda una serie
de Padres Blancos se señalaron como lingüistas, cuyas investigaciones prestaron inapreciables servicios a sus sucesores146.
Prescindiendo del norte islámico, en ninguna parte hallaron los
misioneros católicos tan múltiples y variadas dificultades como
en el sur del continente negro147. La Iglesia romana, que llegó a
la escena relativamente tarde (a mediados del siglo xix), se hallaba en un estado de retraso difícil de remediar con respecto a los
protestantes, que habían trabajado esta región con la mayor intensidad. Un nuevo obstáculo creaba la intolerancia de los boers,
establecidos desde antiguo, y también la de los ingleses, que se hallaban en el país desde 1806. Había que añadir además las barreras raciales, así como las numerosas sectas y las disgregaciones procedentes de los africanos 14S.
139. F. SCHWAGER II, 149s, P. SCHEBESTA, Portugal C onqmitamission in Súdostafrika.
Missionsgeschichte Sambesiens und des Monomotapareiches 1560-1920, St. Augustin 1966.
140. S. REIL, Kleine Kirchengeschichte Sambias, Münsterschwarzach 1969, 34-37; R.L.
ROTBERG, Christian Missionaries and the Creation of Northern Rhodesia 1880-1924, Princetown/N J. 1965.
141. S. REIL, O.C. 32-34.
142. Sobre Torrend, cf. STREIT XVIII, 176S; sobre Moreau, ibid. 626s.
143. J. SPILLMANN, Vom Cap zum Sambesi Die Anfdnge der Sambesi-Misswn.
Aus
den Tagebüchern des P. Terórde S. J. und aus den Berichten der anderen Missionare
dargestellt, Friburgo 1882; extractos de los diarios de Depelchin y Charles Croonenbergh:
Diaries of the Jesuit Missionaries at Bulawayo 1879-1881, Salisbury 1959
144. S. REIL, O.C. 22SS. En 1913 tuvo lugar la división en los vicariatos de Bangweolo
y Nyassa (STREIT, XX, 618).
145. Dupont se vio implicado en numerosas querellas con las autoridades coloniales
inglesas; éstas le echaban en cara perseguir fines políticos en favor de Francia
146. Louis Guillermé, Eugene Pueth, Louis Molinier, Georges Schoeffer.
147. B. HUTCHINSON, Some Social Consequences of XIXth Century Missionary Ac¡ivily among the South African Bantu, en «África» 27 (Londres 1957) 160-177.
148. Cf. E. DAMMANN, o.c. 53; 160ss, con abundante bibliografía sobre los movimientos postcristianos en África.
762
763
En la parte norte del África Sudooccidental Alemana se establecieron los Oblatos de María Inmaculada y en 1896 —tras el
fracaso, a fines de los años setenta, de los padres del Espíritu
Santo— emprendieron su actividad en la prefectura de Cimbebasia inferior, existente desde 1892; también en 1882 asumieron,
al norte de Orange, la sucesión de otra sociedad, la de los misioneros de Lyón; siguieron además trabajando en el Transvaal. La
labor fue muy difícil, aun cuando pudieron registrarse algunos
avances. Así, en 1876 se encomendó a los jesuítas la dirección
de un colegio en Grahamstown y se llamó a las dominicas de
Augsburgo para asentarse entre los xhosas (al este de la Tierra
de El Cabo). Una estadística puede ilustrar la situación: en 1911
se cifraba en 37 000 el número de los católicos en la Unión Sudafricana de entonces (entre 4,7 millones de no europeos), y los protestantes contaban, en cambio, 1,4 millones de adeptos149.
No obstante, en el campo de trabajo más bien pedregoso hay
que mencionar dos regiones que se señalaron por el lado católico.
En primer lugar Basutolandia (Lesotho) 15°. Los oblatos, que trabajaban desde 1862 en esta zona montañosa y apartada, lograron
crearse una posición de influencia, gracias en parte a sus relaciones amistosas con los caciques. De las hermanas de la Sagrada
Familia (llegadas en 1865) salieron hasta 1912 una docena de religiosas indígenas. Desde 1908 colaboraron también en la actividad
caritativa y social las hermanas de la Cruz de Menzingen151.
La otra misión floreciente se sitúa en el Natal, que en 1850
había sido confiado como vicariato a los oblatos. Se distinguió
aquí sobre todo el centro de Mariannhill, fundado en 1882 por
trapenses alemanes bajo el abad Franz Pfanner (1825-1909)152. Su
149. W.E. BROWN, The Catholic Church in South África. From its Origlns to the
Present Day, Londres 1960. El autor lamenta las posibilidades desperdiciadas de resultas de un comportamiento excesivamente cauteloso de los vicarios apostólicos, que
trataban de evitar a conciencia todo lo que pudiera chocar y dar escándalo y dejaban
obrar a los otros, especialmente a comienzos del siglo xx. Cf. también J.E. BRADY.
Trekking for Souls, Cedara, Natal 1952.
150. M. BIERBAUM, Die Entwicklung der katholischen Mission in Basutoland, en
ZMR 1 (1938) 133-144.
151. En 1914 se elevaba el número de los católicos a 15 000. Basutolandia fue erigida en 1894 en prefactura apostólica y en 1909 en vicariato apostólico (STREIT XVH,
404 1183).
152. J. DAHM, Mariannhill. Seine innere Entwicklung sowie seine Bedeutung für die
katholische Missions- und Kulturgeschichte Südafrikas, i Zeitabschnitt: Von der Gründung Mariannhills 1882 bis zur Trennung vom Trappistenorden 1909, Mariannhill, Natal
764
misma forma de vida basada en la regla benedictina, y más aún las
condiciones de vida existentes en aquellas regiones, los orientaban hacia la actividad económico-social. Lograron crear un gran
complejo rural, asentaron allí a los bantúes y organizaron una
imponente obra educadora (con escuelas, seminarios, talleres de
artesanía, una tipografía y un hospital) 15J. A las labores femeninas
se consagraban las hermanas de la Preciosísima Sangre.
Para terminar nos referiremos a la isla de Madagascar (constituida en vicariato apostólico en 1885). Los jesuítas que, debido
a las vejaciones por parte del gobierno de los años sesenta y setenta, que simpatizaba con los protestantes, se hallaban en una
situación difícil, pudieron, no obstante, organizar sus posiciones.
Tras un alejamiento temporal durante la ocupación del país por
Francia y los desórdenes de finales del siglo, recibieron refuerzos
en 1896 de las filas de los lazaristas154, dos años después, de las
de los padres del Espíritu Santo155 y en 1899 de los misioneros de
La Salette. En 1906 se extendió el Kulturkampf francés también
a las islas de África Oriental y asestó un golpe sensible a la Iglesia, que no puso fin a su desarrollo, aunque sí causó una fructuosa purificación.
Con mirada retrospectiva la actividad misionera bajo el pontificado de León xm y de Pío x, no podemos menos de calificar
de altamente importante este período, que hace época para África y para Oceanía. Casi en todas partes pudieron formarse cristiandades; tanto cuantitativa como cualitativamente surgió en poco
tiempo algo asombroso, que pugnaba al principio por superar el
1950. Cierto que los misioneros evangélicos alemanes habían atendido ya mucho antes
que Mariannhill especialmente a la población rural en otras partes de África y habían
usado métodos semejantes. Sobre la trágica ñgura de Pfanner, que fundó 11 estaciones
de misión, lo que hizo que entrara en conflicto con las reglas de su orden y fuera
depuesto en 1893, véase A. Ross, Mariannhill zwlschen zwei Idealen (tesis), Innsbruclc
1962, 13-99.
153. G.M. LAUTENSCMLAGER, Die sozialen Ordnungen bei den Zulus und die Mariannhiller Mission von 1882 bis 1909, Reimlingen 1963. Xambién en el campo de la ciencia se
produjeron notables realizaciones en Marianhill, por ejemplo por W. Wanger (1872-1943)
y A.T. Bryant (1865-1953) acerca de la historia y la lengua de los zulúes (STREIT
XVIII, 493-495; xx, 17-19). El primer intento ambicioso de un manual de religión africano
con consistencia propia proviene también de Mariannhill: el gran catecismo de Wanger,
de 1912, en zulú. Cf. L.A. METTLER, Christliche Terminologie und KatechismusGestaltung in der Mariannhiller Mission, 1910-20, Schoneck-Beckenried 1967.
154. P. COSTE, Saint Vincent de Paul et la Mission de Madagascar, en RHM 4
(1927) 26-61 217-250.
155. G. LE FAUCHEUR, Madagascar et les Spiritains, en RHM 5 (1928) 407-437.
765
primer estadio misionero para alcanzar poco a poco autonomía,
consistencia y cuño propios. Aun cuando los misioneros estaban
ligados a las corrientes de ideas de aquella época, se mantuvieron,
sin embargo, fieles a su misión propia y primigenia, la de la proclamación de la buena nueva del Evangelio 156.
XXXIX. EN CAMINO HACIA LAS JÓVENES IGLESIAS
La primera guerra mundial representa una clara cesura en la
actividad misionera. No sólo porque la obra misionera, llena de
promesas en víspera del gran conflicto bélico, sufriera graves mermas debido a las grandes perturbaciones de la guerra, sino porque
una vez lograda la paz se inició una decisiva reorientación. Esto
se efectuó en el sentido de que la dirección suprema de la Iglesia,
consciente no sólo de las múltiples conexiones, sino también de las
tensiones entre colonialismo y misión, persiguió por un lado una
despolitización de la labor misionera y por otro puso la mira en
la independización de las cristiandades que habían sido fundadas
por todas partes. Precisamente el período que abarca los pontificados de Benedicto xv y de Pío xi puede caracterizarse como
renuncia sistemática al europeísmo y como un período de creciente adaptación a los pueblos a los que había que misionar. Si bien
el pasado seguía ejerciendo su influjo, se hacía cada vez más patente que el modelo a seguir era el de las Iglesias indígenas 1.
Las secuelas de la guerra se dejaron sentir primeramente en
los sectores económicos y personales2. Los apoyos procedentes
de los países de origen de las misiones fueron disminuyendo sen-
siblemente o cesaron en su totalidad. Este caso se dio sobre todo
en las naciones que habían sufrido los efectos directos de la guerra, mientras que los países neutrales acudieron, por lo menos en
parte, a llenar los huecos. Contra las esperanzas que se habían abrigado en un principio, de poder ahorrar a las colonias los horrores
de la guerra, las hostilidades estallaron también en las regiones de
protectorado alemán. Y aun en los lugares que no fueron escenario de la guerra, la llamada a filas de numeroso personal misionero redujo notablemente la actividad misional. Esto se aplicó principalmente a los subditos franceses, con cuya retirada quedaron
huérfanas diferentes regiones3. Lo mismo cabe decir también de
las misiones italianas, aunque en medida mucho menos desastrosa. El acontecer bélico pesó gravemente sobre los territorios de misión atendidos por misioneros alemanes; en algunos lugares fueron éstos expulsados, internados o deportados, lo que acarreó graves consecuencias a sus estaciones de misión. Así sucedió a los
palotinos del Camerún, a los misioneros de Steyl en Togo y a
los benedictinos en África oriental, todos los cuales debieron abandonar los territorios. Una suerte parecida corrieron los misioneros
alemanes en la India Británica; en cambio, pudieron continuar en
África sudoccidental alemana y en parte también en el extremo
Oriente4. Ahora bien, mucho más peso que las pérdidas personales y materiales tuvieron los daños espirituales de la guerra. Los
países occidentales que se combatían entre sí, al presentarse como
representantes del cristianismo, trasplantaban el nacionalismo también a las misiones; en su división y desgarramiento ofrecían a los
no europeos un cuadro escandaloso, que desvaneció no poco el
nimbo que anteriormente había aureolado a los blancos.
A fin de sanar las heridas causadas por la guerra, después de
la conclusión de la paz muchos misioneros regresaron a sus cristiandades, en primer lugar los procedentes de los países vencedores, especialmente los franceses. A la Iglesia católica le resultó
156. H. JEDW llega a este juicio: «En conjunto se podrá decir que los misioneros
en su gran mayoría supieron salvaguardar la independencia de la predicación de la fe
y que los "indígenas" sabían muy bien distinguir entre colonialismo y misión» (Weltmission und Kotomalismus, en «Saeculum» 9 [1958] 393-404, cit. 401).
1. Hay que tener presente que entonces los territorios coloniales representaban la
tercera parte de la superficie de la tierra y que de los 2000 millones de hombres que
formaban la población del globo, 700 millones pertenecían a pueblos sometidos a otras
potencias. Cf. G. BALANDIER, Dle koloniale Situation: ein theoretíscher Ansatz, en R. VON
ALBERTDH, Moderne Kolonialgeschichte, Colonia-Berlín 1970, 105-124; R. DELAVIGNETTE,
Christiamsme et colonialisme, París 1960, 19.
2. X. BÜRKLSR, Der Weltkrieg 1914-18 und die Mission, en «Kath. Missionsjahrbuch
der Schweiz» 11 (Friburgo 1944) 22-29; cf. la reseña de las misiones en la guerra, en ZM
1915-1919.
3. Durante la primera guerra mundial fueron llamados al servicio militar 5000 misioneros franceses; ya en el verano de 1915 estaban bajo las armas más de 200 misioneros
de París, 200 Padres Blancos y otros tantos I azar is tas.
4. Al estallar la guerra trabajaban en territorios de misión unos 1100 sacerdotes alemanes, 850 clérigos y hermanos y 2000 religiosas. Al final de la guerra habían sido expulsados 192 sacerdotes, 76 hermanos y 249 hermanas. Hechos prisioneros o internados: 126
sacerdotes, 220 hermanos y 76 hermanas.
766
767
más fácil proporcionar un reemplazo a los países en los que los
misioneros se habían visto forzados a abandonar el campo. De
este modo le resultó posible rehacerse en algunos lugares más rápidamente que los protestantes. Cierto que los misioneros alemanes, en razón de los artículos 438 y 122 del tratado de Versalles,
vieron restringida su libertad misionera; sin embargo, con mirada
retrospectiva parece francamente saludable el que fuera destruida
de raíz, aunque unilateralmente, la idea de la unidad entre misión y potencia colonial5. En todo caso se había dado la señal
para deshacer las vinculaciones demasiado estrechas entre intereses nacionales y misioneros, para liberar a las misiones de la hipoteca del colonialismo y para subrayar nuevamente la supranacionalidad de la Iglesia y de su misión6.
Sobre todo a Benedicto xv corresponde el mérito de haber
afrontado valerosamente estas cuestiones. En una situación de pasiones nacionales exacerbadas aportó un esclarecimiento y puso
al descubierto sin contemplaciones la debilidad de la acción misionera de la Iglesia (los sentimientos nacionalistas de algunos de
sus representantes y el estilo colonialista de la misión)7. Dado
que fue él quien superó en principio el europeísmo y quien inició
un viraje en la teología de las misiones, a él le corresponde el calificativo de «papa de las misiones». Lo mismo cabe decir de su
sucesor, el cual, empalmando con las ideas de Benedicto xv, abordó la realización del programa esbozado en Máximum illud. Con
razón se ve en este escrito apostólico de 30 de noviembre de 1919
la carta magna de las misiones modernas8. El impulso para ello
5. Cf. sobre esto W. HOLSTEM, Die Mission in den vSlkerrechtlichen Vertragen und
Verfassungen der Neuzeit, en Basileia. Festschrift filr Walter Freytag, Stuttgart 1959, 106127 (especialmente 117s).
6. F. KOLLBRUNNER, Abkehr vom Europíüsmus und universale Haltuns im Missionswerk
1919-59, en NZM 28 (1972) 117-132; id., Die einheimische Kirche ais Konsequenz der
Katholmtat, 1919-1959, en NZM (1973) 10-27.
7. En medio del nacionalismo que campaba por sus respetos no era empresa fácil
mantenerse por encima de los partidos; ambos bandos estaban descontentos del papa.
Cf. G. MARÓN, Die romisch-katholische Kirche von 1870 bis 1970: en Die Kirche in ihrer
Geschichte. Ein Handbuch, bajo la dirección de K.D. SCHMIDT y E. WOLF, vol. 4, entrega
n.» 2, Gotinga 1972, 214s.
8. No se trata de una encíclica; el texto se halla en Sylloge 113-128, en alemán, en
MARMY- AUF DER MAUR 7-25; latín-alemán en GLAZIK, Papstliche Rundschreiben 18ss. De
la Magna Charta hablan I. BECKMANN, La Congrégation de la Propagation de la Foi face
á la politique internationale, Schoneck-Beckenried 1963; DELACROIX, III 128s; A. RÉTIF,
Les Papes contemporains et la mission, París 1966, 40: «le premier grand document
missionnaire du siécle».
768
parece haber partido de Guido Conforti, fundador de los misioneros de Parma, mientras que al cardenal Willem van Rossum,
redentorista holandés y durante muchos años prefecto de propaganda, se le atribuye un influjo decisivo en la redacción del documento 9.
Ya León xm, que gustaba de la apertura de horizontes y la
lejanía, enfocó claramente la responsabilidad universal de la Iglesia; en su preocupación por la salvación de todos, restituyó en
cierto modo las misiones a la Iglesia, es decir, integró la doctrina
de la misión en la doctrina de la Iglesia, con lo cual, contrariamente a sus predecesores, valoró de forma positiva la situación
de los no cristianos I0. En Pío x faltan los «otros» casi totalmente,
por lo cual casi no percibe su figura. Se volcó exclusivamente
hacia adentro, y no incluyó las misiones en su obra de reforma
— restricción fatal de la idea de renovación, de modo que Iglesia
y misión vuelven a separarse una de otra y aparecen como realidades totalmente distintas, yuxtapuestas, sin ningún vínculo de
unión ".
La situación cambia con Benedicto xv, que emprende con
resolución la apertura de la Iglesia misionera y considera de nuevo las misiones como función fundamental de la Iglesia misma.
Cuando hace remontar el plural ecclesiae a la concepción de la
Iglesia de los papas —la expresión sólo se había utilizado hasta
entonces de manera formal—, el hecho tiene también consecuencias de gran alcance para su idea de las misiones; a partir del
principio de que la Iglesia universal se compone de Iglesias particulares resulta obvio que no se hable ya sólo en general de la
propagación de la fe, sino que se cuenta concretamente con la
9. Sobre Conforti y Máximum illud, cf. J. PAVENTI, Tres encíclicas o una Trilogía
misionera, en «Misiones Extranjeras» 3 (Burgos 1952) 88-104; J.-M. DREHMANNS, Le Cardinal van Rossum et VEncyclique Rerum Ecclesiae, en «Le BuIIetin des Missions» 25 (1951)
227-230. «II (es decir, van Rossum) elabora le projet de Máximum illud» (228). Sobre el
influjo de Lebbe, cf. J. GLAZIK, Die missions-Enzyklika «Máximum illud» Benediktus XV.
1919, en W. SANDFUCHS, Das Wort der Papste, Wurzburgo 1965, 65-74 (especialmente 66).
10. La mejor exposición sobre la integración de Iglesia y misión la ofrece P. WANKO,
Kirche — Mission — Missionen. Eine Untersuchung der ekklesiologischen und missiologischen Aussagen vom I. Vatíkanum bis «Máximum illud», tesis de teología, Münster 1968,
42ss. Una continuación de este trabajo se halla en F. KOLLBRUNNER, Die Katholirítat der
Kirche und die Mission in der kirchenamtlichen, ekklesiologischen und missionswissenschaftlichen Literatur der Zeit von «Máximum illud» bis «Princeps Pastorum» 1919-59,
tesis de teología, Gregoriana, Roma 1970.
11. P. WANKO, O.C. 67ss.
769
formación de nuevas Iglesias particulares 12. En último término este
enfoque era el resultado de tomar en serio la catolicidad de la
Iglesia.
Si Benedicto xv, con su nuevo planteamiento eclesiológicomisiológico, da una respuesta de principio a la situación tras la
guerra mundial, en la encíclica Máximum illud enfoca toda una
serie de candentes problemas particulares13. En primer lugar formula una repulsa clara e inequívoca a la postura nacionalista de
ciertos misioneros, subrayando el carácter eclesial de las misiones.
Los que piensan «más en la patria terrestre que en la celestial»
y confunden los intereses de su nación con la causa del Evangelio, hacen al cristianismo sospechoso de ser asunto de algún estado extranjero, en cuyo encargo y como agentes del cual actúan
los misioneros. El papa no tiene reparo en estigmatizar tal actitud
como pestis teterrima. Según él, el misionero verdaderamente católico sólo quiere presentarse como enviado de Cristo y no como
emisario de su propia nación u. El papa desarrolla una especie de
táctica misionera que radica en la bondad. El misionero, muy
lejos de abordar con desprecio a ningún hombre, por inferior que
sea, tratará de ganarlo para la buena nueva «con todas las atenciones de la bondad cristiana». También en la motivación del hacer misionero destaca Benedicto xv su carácter eclesial. La Iglesia en conjunto —y no el papa más o menos exclusivamente
(como en el caso de sus predecesores)— es la que se presenta
ante Cristo y obedece su encargo misionero15. Por eso inculca a
los predicadores, pero sobre todo a los superiores de las misiones,
12. Cf. motu proprio Dei providentis de 1.» de mayo de 1917 para la erección de la
Congregación para las Iglesias orientales (un paso que tuvo también tianscendencia teológica), AAS 9 (1917) 529. Si bien Benedicto xv emplea el plural (particulares ecclesiae)
refiriéndose a los orientales también se toman en consideración las Iglesias de misión.
13. Compárense los comentarios del documento pontificio (que no tratan las cuestiones
teológicas): G. GOYAU, Missions et missionnaires, París 1931, 169-181; M. GROSSER, Das
Missionswesen im Lichte des pápstlichen Sendschreibens «Máximum illud», en ZM 10
(1920) 73-86; A. HUONDER, Das Missionsrundschreiben Benedikts XV, en StdZ 98 (1920)
433-441,
14. Así, se lee en otro pasaje: «Memineritis non hominum deberé vos imperium
propagare, sed Christi, nec patriae quae hic est, sed patriae quae sursum cives adiicere»
(SYLLOGE
que no deben contentarse con lo ya alcanzado, sino que deben
«perseguir la salvación de todos los habitantes sin excepción».
Para realizar esto procurará el superior, con una actitud genuinamente «católica», recurrir en caso de necesidad a otros institutos
misioneros, prescindiendo de si pertenecen a una familia religiosa
o nación extraña. Aquí hay una insinuación nada dudosa contra
un espíritu de cuerpo demasiado estrecho de ciertas sociedades
misioneras. También con la recomendación de deliberar sobre problemas comunes y tratar de resolverlos conjuntamente con territorios vecinos combate el papa todo particularismo y le contrapone el espíritu de cooperación.
Como meta de la labor misionera propone el papa (junto con
las conversiones individuales) la fundación de Iglesias16. Ahora
bien, para ello se requiere un clero del país que «pueda un día
asumir la dirección de su pueblo». Dado que el futuro de las jóvenes Iglesias depende principalmente de la existencia de sacerdotes sólidamente formados, esta obra, que en definitiva se basa
en la universalidad de la Iglesia, reclama la especial atención de
los que tienen la responsabilidad de las misiones. Aquí ve también el papa el medio para la aclimatación de la Iglesia y al mismo tiempo la posibilidad de aprovechar la peculiaridad de un
pueblo y de integrar en la Iglesia sus riquezas humanas y nacionales. Cierto que la vida de las comunidades cristianas en estas
regiones queda fuera de las consideraciones del papa; sólo constituye el términus ad quem del esfuerzo misionero, sin prestarse
especial atención a su propia realización. Pero en todo caso, el
papa insiste en no poner los ojos únicamente en la Iglesia en la
«patria», sino que considera las cuestiones en cierto modo desde
el punto de vista de las misiones mismas 17.
Los principios consignados en la encíclica Máximum illud fueron completados con las instrucciones de la Congregación de Propaganda Quo efficacius, de 6 de enero de 192018. Estas instrucciones, remitiéndose al pasaje clásico, según el cual el cristianismo no debe ser ajeno a ninguna nación, recuerdan a los misio-
120).
15. El precepto de Cristo obliga a la Iglesia en su totalidad, como se echa deber por
el comienzo del documento: «Divini mandati memor, Ecclesia numquam. labentibus saeculis, cessavit adhuc traditae divinitus doctrinae partaeque humano generi per Christum salutis
aeternae nuntíos et administros in omnes partes mittere» (SYLLOGE 114)
770
16.
el papa
17.
18.
Cierto que el aspecto individual tiene la preferencia en Máximum illud, aunque
conoce ambas líneas, la individual y la social.
De la peculiaridad del escrito tomó ya nota SCHMIDLIN PG HI, 252.
SYLLOGE 131-135.
771
ñeros que deben enfocar su quehacer en sentido religioso y espiritual. Se les impone una estricta neutralidad en asuntos políticos y además se les veda tratar de introducir en tierras extranjeras leyes y usanzas de su patria19. Hasta qué punto quería el
papa penetrar de nueva dinámica la actividad apostólica, lo muestran por un lado sus empeños en multiplicar la jerarquía de las
misiones —además de 28 vicariatos apostólicos y de 8 prefecturas, erigió la delegación del Japón, de Corea y de Formosa
(1919) a — y sus disposiciones relativas a visitas apostólicas (por
ejemplo, en China y en África del Sur), y por otro lado sus iniciativas en el campo de la ayuda de los países cristianos a las
misiones. Para dar mayor eficacia a la Obra de san Pedro para
el clero indígena, la trasladó a Roma y la puso bajo la supervisión de Propaganda. La «Unión Misional del Clero», fundada en 1915 por el infatigable P. Paolo Manna PIME (18721952) 21y por el obispo de Parma monseñor G.M. Conforti, y aprobada en 1916, fue agregada a la central romana en 1919; la «Unión
Misional del Clero» se extendió rápidamente por Canadá, Alemania y Suiza. Finalmente, con vistas a la fundación de misiones de
sacerdotes seculares, surgieron también durante este pontificado algunos seminarios de misiones, como el de Maynooth-Galway (Irlanda 1917), el de Almonte (Canadá 1919), el de Burgos (España
1919), el de Montreal (Canadá 1921) y el de Betlehem Immensee
(Suiza 1921)H. Muchas de estas iniciativas progresivas bajo Benedicto xv (y después bajo Pío xi) pudieron realizarse gracias a la
amplitud de ideas y al interés del cardenal van Rossum, que con
razón es considerado como el promotor de las «misiones mundiales»
católicas, ya que se despidió del europeísmo, pugnó por la adaptación, y llevó adelante la formación y promoción del clero indígena
bajo obispos indígenas23.
Lo que Benedicto xv (en su pontificado relativamente breve)
había iniciado en el terreno misionero, pudo continuarlo Pío xi
y traducirlo en hechos prácticos. Garantizó la continuidad bajo los
dos pontificados el activo prefecto de Propaganda™; ahora bien,
Pío xi, marcando con más fuerza las líneas trazadas por su predecesor, desplazó el centro de gravedad al tema de la universalidad,
a la independización de las jóvenes Iglesias y a su enraizamiento
en su suelo patrio, o sea, a la indigenización25. Consideraba cometido fundamental del oficio de Pedro (así lo declaró ya en los
comienzos de su actividad pontificia) —en 1922 se celebraron en
sucesión inmediata tres centenarios de misiones — x la proclamación del Evangelio en el mundo entero27. La labor misionera
— declaraba— incumbe al episcopado entero en comunión con el
papa, ya que el episcopado representa a la Iglesia universal28.
No menos dedicación exigía a los sacerdotes, a los que dio a
entender en el primer congreso internacional de la Unión del Clero
en Roma (3-6-1922) que el apostolado misionero no debe ser
desempeñado sólo por una tropa especial, sino por la Iglesia entera, a fin de que cada parroquia se desarrolle gradualmente como
una activa célula misionera29. Según el papa, el misterio de la
Iglesia se basa en la caridad; el amor de Dios y del prójimo lo
lleva más allá de sí misma y hace que eche raíces en todas las
regiones cuyos habitantes no conocen todavía a Cristo. La Iglesia,
en efecto, no existe en primera línea para sí misma, sino más bien
con vistas a la salvación de todos x. Pío xi, conforme a su máxima,
según la cual las misiones ocupan el primer puesto entre las
24.
Vf.
J.-M.
DREHMANNS, O.C.
19. Obsérvense las palabras profétjcas en las instrucciones de Propaganda de 23 de
noviembre de 1845 («Collectanea» i, 544s) sobre los peligros de la política en las misiones;
ibid. las ideas progresistas acerca de la creación de un episcopado autóctono.
20. SYLLOGE 112S; Litlerae Apost. de 26 de noviembre de 1919.
21. P.G.B. TRAGELLA, Un'anima di fuoco P. Paolo Manna, Ñapóles 1954.
22. La sociedad para las misiones extranjeras, de Maryknoll EE.UU., data de 1911.
B. ARENS, Hdb. der katholischen Missionen, Friburgo 21927, 65-72. Sobre la sociedad misionera suiza de Bethlehem Immensee, A. RUST, Die Bethlehem Missionare, Friburgo 1962.
23. Van Rossum (nacido en 1854) fue prefecto de Propaganda desde 1918 hasta su
muerte el año 1932; cf. N. KOWALSKY, en LThK ix, 59s; J.O. SMIT, W.M. Kardinal van
Rossum, Roermond 1955.
25. J. SCHMIDLIN, Plus XI. ais Missionspapst, en ZMR 27 (1937) 233-243 (con bibliografía sobre el aspecto misionero de este pontificado); M. LEDRUS, La doctrine missionnaire de S. S. Pie XI, en NRTh 56 (1929) 481-494.
26« 300 años desde la creación de Propaganda y la canonización de Francisco Javier
y 100 años de existencia de la Obra de la Propagación de la fe.
27. El comienzo del motu proprio de 3 de mayo de 1922 reza así: «Romanorum
Pontificum in hoc máxime versari curas planum est oportere, ut sempiternam animarum
salutem, Iesu Christi regno per orbem terrarum dilatando, quaerant » (AAS 14 [19221
321-326). Cf. también la célebre homilía de Pentecostés, del 4 de junio de 1922 (SYLLOGE
196-202): El papa se siente obligado a la paternitá universale.
28. AAS 18 (1926) 68s.
29. AAS 14 (1922) 198s; los estatutos generales de la Unión Misional del a e r o , de
1926: AAS 18 (1926) 230-236. Toda la primera parte de la Rerum Ecclesiae trata de la
movilización del mundo cristiano para las misiones.
30. «Pues la Iglesia no nació para otra cosa sino para propagar por todo el mundo el
reino de Cristo y así hacer que la humanidad entera participe del bien de la redención»
772
773
obras católicas31, inauguró en el año santo la exposición vaticana
de las misiones, que se vería en cierto modo continuada con la
fundación de un museo etnológico-misional en Letrán (1926). Con
este mismo objeto de despertar el espíritu misionero en todo el
pueblo cristiano, dispuso (en 1927) que cada año se celebrase el
día de las misiones el penúltimo domingo de octubre. Cuando en
1922 trasladó a Roma la asociación para la Propagación de la
Fe, de Lyón, la agregó a Propaganda y la constituyó en obra pontificia (con nuevos estatutos). En 1929 dictaminó la coordinación
de los tres importantes órganos (Santa Infancia, Propagación de
la Fe y Obra de San Pedro apóstol), con la esperanza de que así
fuesen aportados más recursos y fuesen distribuidos más equitativamente, aunque esta decisión intentaba también desligar a las
grandes asociaciones misionales de todo vínculo local y nacional.
Pío xi desarrolló con la mayor extensión en su encíclica Rerum
Ecclesiae (1926), cuya segunda parte principal trata de la fundación, consolidación e independización de las jóvenes Iglesias32, otro
de los grandes objetivos de su pontificado. Tres años antes había
enviado Propaganda a las sociedades misioneras directrices a este
objeto, que apuntaban claramente a la implantación de la Iglesia
en las cristiandades de misiones33. Así —se decía—, se puede
dar por terminada la labor de los extranjeros allí donde la nueva
fundación dispone de dirección propia, de iglesias propias, de un
clero del país y de medios propios, en una palabra, cuando ya
no tiene necesidad de ayuda extranjera. Además, entonces no corre
ya peligro de ver amenazada su existencia por la expulsión de
los misioneros o por la disminución de los refuerzos enviados de
Europa. Para la formación de una Iglesia exige la Rerum Ecclesiae
en primerísimo lugar un clero autóctono, que no tenga nada que
envidiar al europeo; además comunidades religiosas autóctonas
que respondan a las expectativas e intereses de los naturales, así
como a las condiciones y circunstancias locales; luego, un mona-
quismo autóctono, pues las comunidades contemplativas han aportado una contribución insustituible a la constitución de las Iglesias
locales34; también catequistas autóctonos y finalmente una élite
de seglares formada cuidadosamente, que pueda ejercer una influencia decisiva para el futuro de la Iglesia y del país35. Pío xi
hizo que las palabras de la encíclica fueran seguidas de hechos;
así, en la fiesta de Cristo Rey del año 1926, él mismo consagró
seis chinos obispos, un año después un japonés, y en 1933 a
otros tres chinos, junto con un vietnamita y otro de la India.
Con ello se había llevado a cabo, pese a todas las resistencias,
el paso decisivo con vistas a la independización. Esta tendencia
se manifestó también en la organización intensiva de los territorios de misión: 116 nuevos vicariatos y 157 prefecturas surgieron
hasta el final de su pontificado. A la misma meta de la estabilización de las Iglesias en desarrollo sirvieron los delegados apostólicos enviados por el papa (por ejemplo, monseñor Constantini en
1922 a China, Delle Piane en 1930 al Congo belga) y la celebración de sínodos locales (en 1924 el concilio de Shangai y de todo
el Japón, en 1924-27 los de África del Sur), en los cuales se trató
de aplicar a las respectivas situaciones las instrucciones de Roma.
En un escrito a los superiores eclesiásticos de China (16-61926) * — en el que, por lo demás, el papa, a fin de desvirtuar los
obstinados reproches de intenciones políticas dirigidos a los misioneros, vuelve a subrayar el carácter puramente religioso del hacer
de la Iglesia—, resuena una última idea directriz de Pío xi, a
saber, la idea de adaptación37. Nadie puede negar, se dice, que
(MARMY-AUF DER MAUR 27); cf. ibid. p. 30s (Rerum Ecclesiae). Pío xi habla de la catolicidad tanto cuantitativa como cualitativa. Cf. A. SEUMOIS, La Chanté Apostolique, fondement moral constitutif de l'activité missionnaire, en NZM 13 (1957) 161-175 256-270.
31. En el Consistorio de 23 de mayo de 1923 habló e¡ papa del máximum santissimumque omnium cathoticorum operum, quale ese ovus missionum (AAS 15 [1923] 248).
32. SYLLOOE 240-258: «De sacris missionibus provehendis Rerum Ecclesiae» (28-2-1926);
en alemán: MARMY-AUF DER MAUR 26-49.
33. Decreto de Propaganda, de 20 de mayo de 1923, Lo sviluppo (SYLLOGE 213-217).
34. Por lo regular, sólo raras veces se pronuncian los papas sobre este asunto (tan
importante) del monaquisino. Sobre las numerosas órdenes y congregaciones autóctonas
surgidas en la India, véase P. RAYANNA, The Indigenous Religious Congregations of India
and Ceylon, Tallakulam, Madura 1948; sobre las órdenes contemplativas en África, cf.
«Grands Lacs», Namur, enero 1956; I. AUF DER MAUR, Werden, Stand und Zúkunft
des afrikanischen Mónchtums, en NZM 23 (1967) 284-295, 24 (1968) 21-35; P. GORDAN,
Aufgaben und Probleme des benediktinischen Mónchtums in Afrika, en NZM 16 (1960)
186-192.
35. Pío xi dedica un pasaje particular a la ayuda médica a las misiones.
36. Ab ipsis: SYLLOGE 259-264. Sobre las relaciones de Pío xi con la misión de China
(concilio 1.° en 1924; consagración de obispos chinos, etc.), cf. L. WET TsiNG-smG, Le
Saint-Siege et la Chine de Pie XI a nos jours, Sotteviíle-lés-Rouen 1971.
37. F. KOLLBRUNNER, Die Akkomodation im Geist der Katholizitat 1919-59, en NZM
28 (1972) 161-184 264-274; la primera monografía sobre esta materia la compuso J. THAUREN, Die Akkomodation im katholischen Heidenapostolat. Eine missionsmethodische Studiet
Münster 1927. Cf. también J. MASSON, Le testament missionnaire de Pie XI (Collection
Xaveriana marzo), Lovaina 1939.
774
775
la Iglesia hace notoria su voluntad de adaptarse a la peculiaridad
de un pueblo38. Dos años después aseguraba el papa en un mensaje al mismo país que no se pueden ignorar las legítimas aspiraciones de un país de ricas tradiciones culturales39. Por esta razón,
dio su consentimiento cuando en 1935 los obispos de Manchuria
solicitaron el permiso de que los cristianos del país (habida cuenta
de la prudencia pastoral) practicaran ciertas ceremonias confucianas40. Con esto concluyó el papa un capítulo sumamente molesto
de la historia de las misiones en el extremo Oriente: la desdichada
querella de los ritos. De manera análoga apoyó Propaganda la
participación de los fieles japoneses en determinadas celebraciones
de índole nacional y familiar, pudiendo recurrir en su instrucción
a los principios establecidos ya en 1659 y concebidos en términos
de asombrosa magnanimidad41. En el sentido de la indigenización
están orientados otros dos gestos de Roma: el elogio tributado a
la «iniciativa marcadamente católica» de adaptar las manifestaciones religiosas a la peculiaridad y tradición japonesa puesto que
—se dice—, para la Iglesia en el imperio insular hay cosas que
dependen de la iniciativa arriesgada de un arte japonés cristiano42.
Por otro lado, con ocasión de la primera exposición de arte religioso en el Congo, la suprema dirección de las misiones estimuló
la creación artística de los naturales, justificándola como expresión
de la catolicidad de la Iglesia, que está dispuesta a incorporar a su
patrimonio los valores espirituales de una nación43. Por lo demás,
el último testimonio de la voluntad de adaptación de la central
romana procede de la pluma de Celso Constantini, durante largos
años prefecto de Propaganda (1935-1953) y promotor del arte
cristiano autóctono44. Finalmente, es digno de mención, especial38. SYLLOGE 263: «Nemo ignorat.. Ecclesiam ad eas, quae cuiusvis nationis aut regni
propriae sunt, leges aut constitutiones, sese accommodare.»
39.
SYLLOGE 308S (1-8-1928).
40. SYLLOGE 479-482 (28-5-1935).
41. SYLLOGE 537-540 (26-5-1936); las instrucciones de 1659: «Collectanea» i, 42s: «No
pongáis el menor empeño en ello ni induzcáis en modo alguno a esos pueblos a modificar
sus ceremonias, sus costumbres y usanzas si no contradicen a ojos vistas a la religión y las
buenas costumbres... La fe no reprueba ni combate las costumbres y usanzas de ningún
pueblo si no son malas; por el contrario, desea que se conserven sin menoscabo.»
42. Carta al delegado apostólico P. Marella, de 1-6-1935 en SYLLOGE 483.
43. SYLLOGE 543s; carta al delegado apostólico Delle Piane, de 14-12-1936. J. BECKMANN,
Die Stellung der katholischen Mission zur bildenden Kunst der Eingeborenen, en «Acta
Trópica» 2 (1945) 211-231.
44 C. CONSTANTINI, Varíe cristiana nelle missioni, Ciudad del Vaticano 1940.
776
mente en atención a las misiones de África, un escrito del año
1938, puesto que se muestra favorable a la adopción de las ceremonias funerarias (Matanga) en el Congo belga, pronunciándose
así en pro de la adaptación litúrgica que, por cierto, sólo con el
Vaticano H se convirtió en programa45.
Ahora bien, ¿hasta qué punto se tradujeron en norma práctica
de la vida cotidiana de las misiones las ideas propagadas por ambos
papas y expresadas en numerosas declaraciones? Es cierto que
ya en los mismos documentos eclesiásticos se observa una cierta
discrepancia entre la teoría y la praxis; sin embargo, si queremos
ser justos, habremos de reconocer que precisamente entre las dos
guerras las declaraciones romanas tuvieron efectos históricos, aunque no con igual fuerza a todos los niveles *.
Primeramente se logró ganar más y más para el apostolado
mundial al gran pueblo de la Iglesia: pensemos, por ejemplo, en
la extraordinaria actividad de Holanda, en los católicos de los Estados Unidos, que se fueron haciendo cada vez más conscientes
de su responsabilidad misionera, o en España, que envió numerosos religiosos a América del Sur. Si la Iglesia en conjunto no se
hubiese hecho más misionera, no se podría sencillamente comprender la ampliación de la obra de las misiones durante este
período, en el que la catolicidad se realizó (por lo menos en
cuanto a la extensión) en un grado hasta entonces desconocido47.
Sólo durante el pontificado de Pío xi se elevó el número de
los católicos del Indostán de tres millones a tres millones y medio,
y el de Indochina, de un millón a millón y medio; también en el
Mar del Sur aumentó considerablemente su número, pese a múltiples obstáculos. Pero sobre todo las misiones de África, especialmente en las regiones del ecuador, alcanzaron tal auge, que apenas si se podía desempeñar el trabajo que les tocaba en suerte45.
Incluso en regiones en las que por lo regular no se pueden regis45. SYLLOGE 576-578: Carta del 14 de julio de 1938 al delegado apostólico Delle Piane.
46. Véanse las observaciones críticas en J. GLAZIK, Mission der Kirche im Zeichen
des Konzils, en ZMR 48 (1964) 149-175 (especialmente 170-172); W. BÜHLMANN, Sorge für
alie Welt, Friburgo 1967, 88: «No podían (Máximum illtid y Rerum Ecclesiae) influenciar
la realidad.»
47. SCHMIDLIN PG III, 197-209.
48. A. TELLKAMP, Die Gefahr der Erstickung für die katholische Weltmission, Münster
1950; L. GROND, Wachslum der Kirche und Priestermangel in Afrika, en NZM 16 (1960)
142-146.
777
trar grandes éxitos, comenzó a pulular nueva vida, como, por
ejemplo, en América del Sur, de resultas de la creación de varias
circunscripciones de misión y de la iniciativa misionera emprendida en veinte nuevas regiones de misión entre los indios49. La misión de los indios y la de los negros (iniciada bastante tarde por
parte católica) en Norteamérica50, donde estaban empeñadas diversas congregaciones, y la actividad entre los esquimales en el
extremo Norte, de cuya cristianización se cuidaban particularmente
los Oblatos51, pudieron apuntarse progresos satisfactorios.
Hay, sin embargo, otro sector en el que resulta más patente
aún el influjo estimulante de ambos papas: en la formación del
clero nativo, impulsado con energía en todas partes, y en la entrega de la dirección eclesiástica a obispos autóctonos. Esta eclosión, ocurrida durante el período que nos ocupa, puede considerarse como un acontecimiento que hace época en la historia de
las misiones modernas, aunque de momento siguieron faltando algunos elementos necesarios para la autonomía y consistencia propia de las jóvenes Iglesias52. Los principios relativos a la necesidad, posibilidad y utilidad de un clero y un episcopado autóctonos, formulados por Benedicto xv y Pío xi, no eran en sí nuevos
— se hallaban, en efecto, en una tradición romana mantenida durante tres siglos—, por más que en algunos círculos parecieran
inauditos, si ya no incluso revolucionarios, sobre todo en lo refe-
rente a cargos episcopales53. No faltó la oposición, sea que los
unos adoptaran la táctica de dar largas, o que otros, con una
cierta arrogancia racial, pusieran en guardia contra pasos precipitados, aun cuando ya en su memorándum de 1848 el P. Gabet
había desbaratado uno por uno los argumentos contrarios54. No
obstante las resistencias, logró Roma hacer triunfar su causa, de
lo que dan una prueba contundente las estadísticas55.
Nos limitaremos a dos ejemplos. En primer lugar, China, que
desde 1920 avanzó rápidamente. En 1939 contaba con más de
2000 sacerdotes nativos, y en unas 20 circunscripciones estaba confiada a los autóctonos la dirección de la Iglesia. Como hito histórico se puede considerar la erección de la jerarquía en 1946, cuando 21 chinos fueron elevados a la dignidad episcopal y 7 fueron
nombrados prefectos apostólicos56. Por otro lado, África, que después de la primera guerra mundial (tras tantas decepciones y tentativas fallidas) contaba 148 eclesiásticos indígenas, que en 1939
alcanzaron el número de 358. Los dos primeros obispos negros
(de Madagascar y de Uganda) fueron consagrados en 1939, ya
bajo el pontificado de Pío xn. En el curso de la elevación de los
nativos al rango sacerdotal y episcopal, las grandes órdenes, tales
como los franciscanos, los dominicos y los jesuítas, les facilitaron
el acceso a sus comunidades; por otro lado, mediante la constitución de provincias y conventos propios, se les otorgó la autonomía
o se les permitió que, conforme a sus necesidades y disposiciones,
desarrollaran nuevas ramas de la vida religiosa (por ejemplo, a los
carmelitas en la India, a los cistercienses en China, Japón y el
Vietnam). En todo caso, la Iglesia dio aquí un testimonio de
haber superado los prejuicios raciales57, lo cual, por cierto, no
49. Los mejores frutos de estos esfuerzos son los empeños — coronados por el éxito —
por la creación de un clero del país; ya en 1925 el obispo capuchino bávaro Guido Beck
fundó para su inmenso distrito de misión en Araucania (Chile) un seminario, del que
en 1933 salió el primer sacerdote de pura raza araucana. Cf. A. NOGGLER, Vierhundert
Jahre Araukanermission, Schóneck-Beckenried 1973. En Yarumal (Colombia) surgió en 1927,
por iniciativa del obispo local Miguel Ángel Builes, el Seminario Pontificio de Misiones
de San Francisco Javier, al que actualmente le están confiados varios territorios de misión.
50. A. TELLKAMP, Zur Geschichte der Missionierung der Neger in den USA, en NZM
4 (1948) 45-63. A esta misión se aplicaron desdz 1871 los misioneros de Millhill, los
padres del Espíritu Santo, los misioneros de Lyón y de Steyl, la congregación americana
de los josefitas, existente desde 1892, y después de la segunda guerra mundial también los
misioneros de Scheut. El atraso de los católicos puede explicarse por las condiciones
históricas del pasado. Del primer seminario para negros fundado por los misioneros de
Steyl en Bay St. Louis en 1920 salieron hasta 1960 37 miembros de la SVD. Cf. M. MEIER,
Die Negermission SVD im Suden der USA (tesis en la Gregoriana, Roma, Parte cuarta
impresa, Steyl 1961).
51. Desde 1932 existe una congregación religiosa femenina formada por esquimales;
P. DUCHAUSSOIS, Femmes héroiques, les Soeurs Grises Canadiennes aux Glaces Polaires,
París 21933); id., Aux Glaces Polaires. Indlens et Esquimaux, París 1935. Cf. A. FREITAG,
Die katholischen Missionen Amerikas, sn ZMR 25 (1935) 152-177.
52. G.B. TRAGELLA, Una nuova Época nella storia delle Missioni, Milán 1933.
53. J. SCHMIDLIN, Der Sieg der eingeborenen Missionshierarchie, en ZMR 24 (1934)
1-19; cf. allí las polémicas con los portavoces Lebbe, de China, y Gille para la India.
54. J.BECKMANN, Der einheimische Klerus in den Missionslándern. Eine Uebersicht,
Friburgo 1943; id. (dir.), Der einheimische Klerus in Geschichte und Gegenwart, en
Festschr. L. Kilger, Schóneck-Beckenried 1950; aquí se halla el trabajo sobre el P. Gabet:
G.B. TRAGELLA, Le vicende d'un opuscolo sul clero indígeno e del suo autore, 189-202.
55. A. FREITAG, Die Fortschritte des einheimischen Klerus und der einheimischen
Hierarchie in den Missionslándern der letzten dreissig Jahre (1920-50), en Festschr. L. Kilger
(nota 54) 203-232; I. TrNG PONG LEE, Episcopal Hierarchy in the Missions, en ED 13 (1960
181-225.
56. J. BECKMANN, Die hierarchische Neuordnung in China. Ein geschichtlicher Ueberblick, en NZM 3 (1947) 9-24.
57. J. BECKMANN, Einheimischer Klerus und Rassenfrage, en NZM 11 (1955) 1-14: <Es
sin duda uno de los fenómenos más estimulantes de la época moderna de las misiones
778
779
la dispensaría de buscar para los diferentes pueblos sus respectivos
caminos propios en la formación del clero, a fin de renunciar a
una educación de cuño excesivamente occidental58.
Si finalmente se toma en consideración el empeño en lograr
una catolicidad cualitativa, es decir, la adaptación de la Iglesia
a las realidades culturales, sociales y religiosas existentes en los
respectivos países de misión, hay que reconocer francamente que
este objetivo no representa todavía en el período de 1914 a 1939
el tema único que domina todo el campo. Cierto que en la creación de un clero y un episcopado nativos, el punto de mira era
la indigenización; pero se trataba sólo de un primer paso, por
otro lado, imprescindible. En efecto, no son los extranjeros los
que pueden llevar a cabo la última adaptación a la mentalidad,
a las costumbres y a las usanzas de un pueblo, sino que esto
entra fundamentalmente dentro del marco de los quehaceres que
ha de desempeñar una élite nativa llegada a la madurez. Por lo
demás, la urgencia de la aclimatación y de la descolonización religiosa e intelectual sólo se hizo claramente consciente cuando la
era colonial política se fue acercando a su fin. En todo caso, los
misioneros sentaron las bases para tal transformación, y en este
sentido siguieron las instrucciones de los papas, aunque quizá no
siempre con la energía deseada (por nosotros posteriormente). En
honor de aquellos misioneros hay que decir que bajo más de un
aspecto la voluntad de adaptación a la mentalidad del país y de
las gentes iba mucho más lejos de lo que nosotros nos imaginamos 59.
Bastarán como prueba de ello los esfuerzos —que nunca se
podrán apreciar debidamente— tocante a las lenguas y a la literatura de los países de misión60, la creación de una terminología
cristiana61, la traducción de la Biblia a las lenguas nativas62, las
investigaciones en el campo de la etnología y de las religiones63.
Los Padres Blancos acordaron en su capítulo general de 1926
preparar un centro de estudios para los misioneros que actuaban
entre los musulmanes, a cuya iniciativa se debió más tarde la creación del «Institut des Belles Lettres Árabes» (con su revista
«Ibla»). Entre los misioneros de la India, los jesuítas belgas se
interesaron en el encuentro de hinduismo y cristianismo, por ejemplo los dos especialistas en sánscrito P. Dandoy y P. Johanns (con
su célebre obra Por el Vedanta a Cristo)**. Entre los misioneros
de París hubo destacados lingüistas y especialistas en la ciencia
de las religiones, hasta el punto de que en el Vietnam se llegó a
la confrontación sin duda más franca y abierta con la cultura indígena y en particular con la tradición religiosa del budismo en el
Oriente asiático65. También en el Japón desarrollaron iniciativas
análogas algunos misioneros aislados66. Incluso en la India y China
se emprendió con ánimo resuelto, el camino hacia una teología
58. Cierto que ya en el pasado se produjeron aquí y allá conatos enderezados a una
formación apropiada, pero ésta sigue siendo todavía una tarea del futuro, que sólo se
puede desempeñar mediante la colaboración de misioneros extranjeros y de sacerdotes
autóctonos. Véase T H . OHM, Die philosophisch-religionswissenschaftlich-theologische Ausbildung des indischen Klerus, en Festschr. L. Kilger (nota 54) 233-250 H. K8STER, Zur
theologischen Ausbildung des chinesischen Klerus, en TThZ 61 (1952) 289-316; A. MORANT,
Die philosophisch-theologische Bildung in den Priesterseminarien Schwarz-Afrikas, SchoneckBeckenried 1959; C H . W. FORMAN, Theological Education in the South Pacific Islands:
a quiet revolution, en «Journal de la Société des Océanistes» 25 (1969) 151-168.
59. Acerca de la misión china, J. BECKMANN, Die Stellung der katholischen Missionare
zur chinesischen Kultur, en «Missionsjahrbuch der Schweiz» 9 (Friburgo 1942) 41-67, se
pronuncia así: «Sin incurrir en un optimismo a la ligera, se puede sin embargo... concluir
con razón que la Iglesia en China está en vías de constituirse en una verdadera Iglesia
nacional, es decir en vías de realizar una íntima asociación y fusión de la fe católica con
la vida intelectual y cultural china» (67); cí. J. ROSSEL, Dynamik der Hoffnung, Basilea
1967, 25.
60. De esto ofrece la Bibliotheca Missionum un material gráfico abrumador. Véase
J. BECKMANN, Werden, Wachsem und Bedeutung der Bibliotheca Missionum: De Archivis
et Bibtiothecis Missionibus atque scientiae Missionum inservientibus, en Festschr. Rommerskirchen, Roma 1968, 33-57; uno de los más destacados lingüistas católicos en el ámbito
africano es G. van Bulck, S.I., de Les recherches linguistiques au Congo Belge, Bruselas
1948; sobre uno de los mejores conocedores del suaheli, cf. W. BÜHLMANN, P. Charles
Sacleux C.S.Sp. Missionar und Wissenschaftler (1856-1943), en NZM 4 (1948) 17-32; A. HupPENBAUER, Afrika-Missionare im Dienst der Sprachforschung, «Acta Trópica» 2 (1945)
262-270.
61. W. BÜHLMANN, Die christliche Terminologie ais missionsmethodisches Problem,
Schóneck-Beckenried 1950; A. CAPELL, La traduction des termes théologiques dans les
langues de l'Océanie, en «Journal de la Société des Océanistes» 25 (París 1969) 43-70.
62. J. BECKMANN (dir.), Die Heilige Schrift in den katholischen Missionen, SchSneckBeckenried 1966.
63. Los presupuestos de la cristianización de África son señalados por E. Dammann,
l.c. lOlss: lengua, etnología, religiones, práctica de la lengua; 130ss: literatura.
64. Sobre G. DANDOY (1882-1962), cf. STREIT XVII, 224S; fue el fundador y director de
la revista mensual «The Light of the East», de 1922 a 1946; sobre el P. Johanns (18821955), STREIT xvni, 252-254 (con indicación del contenido de «To Christ through ths Vedanta»); P. JOHANNS, La pensée religieuse de l'lnde, París-Lovaina 1952.
65. Como uno de los mayores orientalistas es considerado L.-M. Cadiere (1869-1955),
que llevó también a cabo una labor de pionero tocante a la etnología religiosa; cf. STREIT
XI, 435ss.
66. Entre los numerosos misioneros de París nos limitaremos a mencionar al P. Aimé
780
781
ver cómo tras la superación de los últimos obstáculos, precisamente las misioneros extranjeros de todas las naciones han apoyado unánimemente las directricej pontificias y han
procurado realizarlas con todas sus fuerzas» (11).
autóctona67, y en diferentes lugares la liturgia emprendió la marcha hacia una expresión más acomodada al sentir del pueblo68.
Por lo que hace a África hay que tener presente la valiosa contribución que aportaron al enraizamiento de la Iglesia catequistas
y religiosas del país: en 1939 se contaban 242 congregaciones religiosas femeninas con 1529 miembros. Estos ejemplos invitan a la
prudencia antes de pronunciar juicios globales sobre la culpa y la
falta de voluntad de adaptación de los misioneros.
En los empeños del período entre las dos guerras en torno a la
formación de jóvenes Iglesias participó en gran manera la nueva
disciplina teológica de la misiología, sobre todo con su elocuente
defensa del clero y episcopado nativos69. Su nacimiento y desarrollo fue por un lado expresión de la reforzada voluntad misionera de los católicos y por otro lado, influyó con estímulos y
esclarecimientos en torno a la actividad misionera. Entre los protestantes, esta disciplina se lanzó a la palestra con gran anterioridad, a saber, cuando ya en 1867, el escocés Alexander Duff (18061878, anteriormente misionero de la India, logró crear en Edinburgo una cátedra de misiología, que por cierto desapareció en
1905 70.
Villon (1843-1932), que a su muerte dejó 13 voluminosos lomos manuscritos de estudios
budisticos; en 1938 comenzaron los jesuítas la publicación de los «Monumenta Nipponica»;
sobre esto, NZM 1 (1945) 145-150.
67. Sobre la India, J.R. CHANDRAN, Library of Iridian Christian Theology. A Bibliography, Madras 1969; cf. NZM 27 (1971) 302. El P. Henri Bernard-Maltre S.J. escribió
una Brevis Introductio in Philosophiam stnicam, Sienshien 1940; Maurus Heinrichs O.F.M.,
en diferentes estudios de los Collectanea Commissionis Synodalis (1936ss) aprovechó la
filosofía y la historia de la cultura chinas para la enseñanza en los seminarios.
68. A. SCHMID, Rites camerounais et liturgie catholique, en Festschr. L. Kilger (nota 54)
275-295; J.L. VAN HECKEN, Le mouvement liturgique au Japón en javeur de la célébration
eucharistique 1865-1962, en NZM 26 (1970) 18-27 94-113; I. AuF DER MAUR caracteriza
el período de 1920-1945 como «regresión y reflexión»; Beitrag der Benediktiner-Missionare
von St. Ottilien in Tansania zur liturgischen Erneuerung 1887-1970, en NZM 27 (1971) 126135 188-200; A. PLANGGER afirma acerca de Rodesia: «Hasta ahora, la aclimatación cultural
sólo se ha logrado principalmente en tí terreno del lenguaje y de la terminología.. Las
adaptaciones en gran escala en cuanto al contenido son todavía tímida» y escasas» (Shona
Gebetbücher. Ein Beitrag zur Geschichte der Shona-Frommigkeit, en NZM 26 [19701 28-39
127-136).
69. Introducciones generales a la misionología católica: P. MONPREGANES, Manual de Misionologia, Vitoria 1933, Madrid 21947; A. MULDERS, Inleiding tot de Missiewetenschap,
's-Bosch 1937, Bussum 21950; J.E. CHAMPAGNE, Manuel d'action missionnaire, Ottawa 1947;
S. PAVENTI, La Chiesa Missionaria, Roma 1949: A. SEUMOIS, Introduction á la Missiologie,
Scboneck-Beckenried 1952.
70. O.G. MYKLEBUST, The Study of Missions in Theological Education i, Oslo 1955;
sobre esto, en NZM 12 (1956) 146-149.
782
Un nuevo impulso dio la conferencia de misiones de Edinburgo en 1910, que destacó con energía la importancia de esta
disciplina para la activación de las bases patrias. Quienes más a
pecho tomaron la llamada fueron los protestantes de los Estados
Unidos, donde ya en 1930 en 60 de los 68 institutos docentes se
enseñaba en una u otra forma la misionología71. No obstante,
se considera como verdadero fundador por parte evangélica a
Gustav Warneck (1834-1910), que conquistó en Halle para la nueva
disciplina el derecho de ciudadanía en la enseñanza teológica72.
Bajo su influjo, en el campo católico, una vez que Robert
Streit O.M.I. (1875-1930)73, Antón Huonder S.I., de Coira (18581926) y Friedrich Schwager SVD (1876-1929)74 hubieron preparado
a fondo el terreno, tomó la iniciativa el temperamental alsaciano
Joseph Schmidlin (1876-1944), concretamente en Münster75. Encargado de cursos de misionología desde 1910 y primer profesor
ordinario católico de esta ciencia desde 1914, cultivó este sector
con sus diferentes ramificaciones (teoría, ciencia, historia, derecho
de las misiones, etc.) en forma crítica sistemática. Tras una inicial
negativa, asumió también en 1911 la redacción del primer órgano
católico de misionología, la «Zeitschrift für Missionswissenschaft»
(= Revista de misionología), que publicó, con una breve interrupción, hasta 1937, y a la que convirtió en punto de convergencia
de numerosos y sólidos estudios. Del trabajo en la revista surgieron gradualmente las obras fundamentales de la nueva disciplina:
Einführung in die Missionswissenschaft (1917, 21925), Katholische
Missionslehre im Grundriss (1919, 21923) —se habló de un acontecimiento en el mundo católico —, Katholische Missionsgeschichte
(1925) y los dos tomos Das gegenwártige Heidenapostolat im Fernen
71. Id., The Study of Missions in Theological Education II 1910-1950, Oslo 1957; sobre
esto, en NZM 15 (1959) 224s.
72. Con su Evangelische Missionslehre (~ Ciencia evangélica de las misiones) tenemos
la primera teoría de las misiones.
73. J. PIETSCH, P. Robert Streit O.M.l. Ein Pionier der katholischen Missionswissenschaft, Schoneck-Beckenried 1952.
74. Publicó entre otras cosas Europáismus im Missionsbetrieb ( = El europeísmo en las
misiones), Aquisgrán 1921.
75. Todavía se echa de menos su biografía, aunque parece que se proyecta una
semblanza alsaciana para el centenario de su nacimiento. L. RIEGERT, Ein Apostel aus dem
Sundgau: Joseph Schmidlin 1876-1944, en «L'Alsace» 2 de julio de 1971, 11; datos variados
sobre su vida y su acción en J. GLAZIK (dir.), 50 Jahre Missionswissenschaft in Münster
1911-1961, Münster 1961; J. BECKMANN, Universitatsprofessor Dr. Josef Schmidlin, en
«Schweiz. Kirchenzeitung» 112 (1944) 234-236.
783
Osten (1928)7<s. Con la ayuda del «Instituto internacional de investigación de misiología» fundado por él en 1911, pudo luego aparecer (junto con otras obras) la «Bibliotheca Missionum» iniciada
por R. Streit (1916) y continuada por Johannes Dindinger O.M.I.
(1881-1958)v y Johannes Rommerskirchen O.M.1.78, instrumento
ejemplar de trabajo, que hoy día alcanza unos 30 imponentes
tomos y que, en lo referente a la nueva bibliografía, se completa
con la «Bibliografía Missionaria» (Roma 1935SS)79.
Schmidlin, jubilado contra su voluntad en 1934 por su hostilidad al nacionalsocialismo y obligado a dimitir de la ZMR (Zeitschrift für Missionswissenschaft und Religionswissenschaft) en 1937,
murió en 1944 en el campo de concentración de Struthof cerca de
Schirmeck.
Sin embargo, su infatigable labor de iniciador no dejó de producir sus frutos; sus discípulos llevaron la misionología más allá de
las fronteras de Alemania, a lo que pudieron contribuir también
las recomendaciones de Roma80. De hecho, a la cátedra de misionología de Münster siguieron otras: en Munich (1919), Roma (1919
en Propaganda), Nimega (1930), Ottawa (1932), Viena (1933), Comillas (España) y Friburgo (1940)81; en otras universidades, por
ejemplo en el Instituí Catholique de París, desde 1923, en Lo vaina
desde 1927 y también en Lyón, se tuvieron por lo menos cursos
aislados de misionología. Facultades de misionología propiamente dichas fueron incorporadas a la Gregoriana y al Colegio de Propaganda en Roma en 1932; en otras partes se añadieron, aunque
sólo después de 1939, institutos científicos (Friburgo, Nimega, Ottawa)82. Gracias a estas instituciones y a los empeños de algunos
estudiosos particulares, la joven ciencia contaba ya en vísperas de
la segunda guerra mundial con un respetable número de revistas,
series y obras colectivas, en especial con publicaciones de fuentes,
mientras que en congresos, por ejemplo las «Semaines de Missiologie» de Lovaina (desde 1922 hasta hoy), prácticos y especialistas analizaban los problemas actuales.
En el período del primer desarrollo de la misiología católica
aparecieron en Alemania hombres que dieron prestigio a la joven
disciplina. Otto Maas O.F.M. (1884-1945) se señaló por sus estudios históricos acerca de las misiones franciscanas en China, Nuevo
Méjico e Indochina83; su hermano en religión Dorotheus Schilling
(1886-1950) consagró sus trabajos ante todo a la historia de las
misiones del Japón, especialmente a la acción de los jesuítas, y
más tarde también a la actividad misionera de los franciscanos84;
Benno Biermann O.P. (1884-1970) puso bajo una luz crítica la
aportación de los dominicos a la propagación de la fe (especialmente en el Nuevo Mundo) y se ocupó durante decenios de la
fascinante figura de Las Casas85; Antón Freitag S.V.D. (1882-1968),
el primer alumno que hizo el doctorado con Schmidlin, se consagró principalmente a la misionología86. Johannes Peter Steffes
(1883-1955) infundió savia nueva a la disciplina utilizando simultáneamente la ciencia de las religiones. Siguiendo esta idea, Schmidlin amplió su revista en 1928, convirtiéndola en portavoz de misionología y de ciencia de las religiones (ZMR)87; Wilhelm Schmidt
S.V.D. (1868-1954), por su parte, con la fundación de la revista
«Anthropos» aportó múltiples sugerencias basadas en la etnología
y la lingüística88. Con Thomas Ohm O.S.B. (1892-1962), profesor
de misionología primero en Salzburgo y después en Münster, se
centró el interés en la confrontación científica con las otras religiones w.
76. Si bien logró que fuese apreciada su disciplina, no pudo ganarse muchos amigos,
porque chocaba a más de uno con sus maneras bruscas.
77. Sobre él, cf. NZM 7 (1951) 305-308, 14 (1958) 296.
78. Sobre su 60° aniversario, cf. NZM 15 (1959) 64-66 (J. BECKMANN).
79. J. BECKMANN, Die Bibliotheca Missionum. Zur Vollendung der ersten Serie: Priester
und Mission, Aquisgrán 1963, 237-250.
80. Pío x celebró los empeños misionológicos en Alemania (SCHMIDLIN PG III, 119);
Benedicto XV anunció en la Máximum illud una cátedra de misionología en Roma (SYLLOOE
121s); Pío XI pidió que se reflexionase científicamente sobre el trabajo misionero (cf. en
SCHMIDLIN PG rv, 192 las glosas críticas sobre Pío xi).
81. J. BECKMANN, Die Universitat Freiburg und das katholische Missionswerk, en
Fesígabe an die Schweizer Katholiken, Friburgo 1954, 155-167.
82. A. MOLDERS, Missiewetenschappelijk Leven, en «Het Missiewerk» 26 (1947) 1-15;
J. BECKMANN, Die Pflege der Missionswissenschaft in den einzelnen Landem, en NZM
5 (1949) 19-29.
83. NZM 2 (1946) 305s; aquí también acerca de los anteriores representantes de la
ciencia de las misiones, Paul Andrés, Mauras Gahn y Josef Jung-Diefenbachs.
84. Ibid. 6 (1950) 223-226.
85. Ibid. 20 (1964) 50-54, 26 (1970) 219s; B. BIERMANN, Las Casas und seine Sendung.
Das Evangelium und die Rechte der Menschen, Maguncia 1968.
86. ZMR 49 (1965) 222-224; NZM 24 (I968i 205s.
87. NZM 11 (1955) 142s.
88. J. BECKMANN, Mission und Ethnologie. Zum Tode von P. Wilhelm Schmidt S.V.D.,
en NZM 10 (1954) 293-296; J. HENNINGER, Im Dienste der Mission: 60 Jahre Anthropos,
1906-1966, en NZM 23 (1967) 206-221.
89< NZM 18 (1962) 305-311. T H . OHM, Machet zu Jüngern alie Volker. Tiheorie der
784
785
En Francia estuvo mucho menos representada la ciencia de las
misiones. Georges Goyau (1869-1939), que dio la impronta a la
«Revue d'Histoire des Missions» durante el tiempo desgraciadamente breve de su publicación (1924-1939), enseñó historia de las
misiones en el Instituí Catholique de París. En Italia, Giovanni
Battista Tragella PIME (1885-1968), discípulo de Schmidlin, fue
propagador de la misionología alemana, traduciendo diversas obras
y dando así nuevos impulsos a la obra de las misiones en su patria90; el jesuíta Pasquale d'Elia (1890-1963), profesor en la Universidad de la Aurora de Shangai y luego en la facultad de Misionología de la Gregoriana en Roma91, publicó estudios pioneros en
el campo de la sinología y de la historia de las misiones en China
(especialmente sobre Matteo Ricci). Valiosos trabajos etnológicomisionales contienen los «Annali Lateranensi», dirigidos durante
tres decenios por Michael Schulien S.V.D. (1888-1968)92. Sólo al
margen de la actividad docente pudo aclimatarse la ciencia de las
misiones en Bélgica, donde Pierre Charles S.I. (1883-1954), aunque no era propiamente un especialista, señaló con su despierta
sensibilidad para las realidades concretas nuevos caminos e impuso como meta de las misiones la «implantación de la Iglesia»93.
El centro de los trabajos de historia de las misiones del capuchino suizo Adelhelm Jann (1876-1945) estuvo dedicado al obispo Anastasius Hartmann, para cuya investigación creó los «Monumenta Anastasiana» M; en sentido histórico estaba orientado también Laurenz Kilger O.S.B. (1890-1964), que, juntamente con Johannes Beckmann S.M.B. (1901-1971), se lanzaron inmediatamente
después de la segunda guerra mundial a la fundación de la «Neue
Zeitschrift für Missionswissenschaft»95. Los intereses de Beckmann
— de la escuela de Schmidlin, al igual que Kilger— abarcaban
todos los sectores de su disciplina, aunque en su obra, sumamente
extensa, predomina el elemento histórico%.
En España, después de la guerra civil, alcanzó la ciencia de
las misiones, sobre todo en el sector histórico, un auge imprevisto; así, desde 1941 pudo continuarse la publicación de la obra,
tan importante para la historia de las misiones franciscanas, «Archivo Ibero-Americano» (1914-1936: 22 tomos)97.
En los Estados Unidos, si se prescinde de los franciscanos, la
disciplina de la ciencia de las misiones no halló gran audiencia
por parte católica, a pesar de la general eclosión misionera en el
país. Que incluso en las Iglesias de las misiones faltara todavía
esta rama de la teología, es ciertamente muy de lamentar, aunque
se comprende, dado que se trataba de una disciplina que tenía
que pugnar todavía por su reconocimiento, por mucha necesidad
que tuviesen de ella precisamente las misiones98.
De los nombres que hemos aducido salta bien a la vista que
el fuerte de la ciencia de las misiones en el período de su consolidación estaba en el campo de la historia de las misiones, si
bien en otros terrenos (por ejemplo, el de la información misionera) llevó también a cabo notables realizaciones. Ahora bien,
precisamente la intensa investigación de la historia de las misiones dio lugar a una purificación y distensión de las relaciones, enturbiadas bajo muchos aspectos, entre católicos y protestantes, en
cuanto que, con un esclarecimiento lo más verídico posible del
pasado, suscitó una benévola inteligencia de los esfuerzos misioneros en el otro campo, lo cual es ya un mérito nada despreciable ". En la teoría de las misiones, aparte de discusiones científico-
Mission, Friburgo 1962. Esta mera enumeración muestra ya cuántos claros se produjeron
en las filas de los primeros misionólogos alemanes. Sólo unos pocos vinieron a ocupar
sus puestos.
90. Tradujo, por ejemplo, al italiano la Historia de las misiones de SCHMIDLIN (3 vols.,
Milán 1927-29). Gran importancia alcanzó su historia (en 3 tomos) del seminario de
Milán (Le Missioni Estere di Milano nel quadro degli avvenimenti contemporanei, Milán
1950-1959-1963) Cf. NZM 24 (1968) 203-205.
91.i NZM 20 (1964) 146s: referencias a las Fonti Ricciane.
92. Ibid. 5 (1949) 143-147, 24 (1968) 304s.
93. Ibid. 10 (1954) 136s.
94. Ibid. 2 (1946) 131; W. BÜHLMANN, P. Adelhelm Jann, Pionier det schweizerischen
Missionswissenschaft und Missionsbewegung, en Geist und Geschichte. Gedenkschrift zum
50 jahrlgen Bestehen des Lyzeums am Kollegtum St. Fidelis in Stans, Stans 1959, 149-169.
95. NZM 20 (1964) 161-167 (con ocasión de la muerte de Kilger); J. BECKMANN.
Von der alten zur neuen Zeitschrift für Missiomwissemahaft,
en NZM 1 (1945) 1-11;
J. BAUMGARTNER, Missionswissenschaft im Dlenste der Weltkirche. 25 Jahre NZM, SchoneckBeckenried 1970.
96. J. BAUMGARTNER, In Favorem Missionum. Zum Ehrendoktorat von Prof. Dr. loh.
Beckmann, en NZM 26 (1970) 82-93; id., con ocasión de su muerte, NZM 28 (1972) 1-9.
97. NZM 2 (1946) 143-146. Un señalado estudioso de Las Casas fue Manuel Giménez
Fernández (1896-1968).
98. El postulado aguarda todavía hoy su realización.
99. J. BECKMANN, Der Einfluss der Missionswissenschaft auf die Beziehungen der christlichen Konfessionen, en «Kath. Missionsjahrbuch der Schweiz», Friburgo 1958, 28-35;
J. BECKMANN, Missiomgeschichte und Oekumene. Zum Tode von Kenneth Scott Latourette
1884-1968: NZM 25 (1969) 210-214; id., Die Bedeutung der Missiomgeschichte für die
praktische Missiomarbeit, en Scientia Missionum ancilla. Festschr. A. Mulders, NimegaUtrecht 1953, 124-137.
786
787
teoréticas que ni siquiera en nuestros días han logrado todavía
dilucidarse100, hay dos problemas que han desempeñado un importante papel: en primer lugar la cuestión del objetivo de las
misiones101. En medio de la maraña de conexiones transversales
y de grados intermedios, dos líneas fundamentales atraviesan la
complicada discusión: por un lado la teoría de la Plantatio Ecclesiae, por otro la salvación de los no cristianos. De todas formas,
también aquí se van acercando más y más los puntos de vista,
hasta llegar a decirse (por ejemplo, Seumois), que el fin de las
misiones es la implantación de la Iglesia con vistas a la conversión de los hombres102.
El otro problema frecuentemente examinado giraba en torno
a la cuestión de la adaptación, cuestión que se hizo apremiante
debido a la transformación en el campo misionero: el abandono
del europeísmom. Se comenzó a comprender que la adaptación
constituye el presupuesto para el enraizamiento del cristianismo
entre los pueblos; dimana necesariamente de la esencia misma de
la Iglesia como realización de su catolicidad, y se verifica concretamente en el contacto con las culturas. Esta problemática se
vio todavía algo incrementada después de la segunda guerra mundial, pues entonces la situación sumamente complicada en los
Estados del tercer mundo desafió a la joven ciencia, exigiéndole
nuevas respuestas104.
100. Véase H. ADAMEK. Ueber die Integration der Missionswissenschaft in die Forschungs und Lehrprcads der evangelisch-theologischen Fakultaten, en cEv Miss. Zscttr.» 26
(1969) 106-110; F. KOLLBRUNNER, Der Ort der Mission in der Theologie, en J. BAUMGARTNER
(dir.), Vermittlung zwbchenkirchlicher Gemeinschaft, Schdneck-Beckenried 1971, 247-263.
101. H. KRUSKA, Zum katholischen Missionsdenken der Gegenwart, en <Ev. Miss.
Zschr.» 10 (1953) 33-45.
102. A. SEUMOIS, Vers une définitíon de l'activtti missionnaire, Schoneck-Beckenried
1948.
103. J. MfliXER, Missionarische Anpassung ais theologisches Printíp, Münster 1973.
104. I. BECKMANN. Forderungen der gegenwartigen Missionslage an die Missionswissenschaft, en NZM 8 (1952) 241-250; T H . OHM, Die katholische Weltmission — gestern und
heute, en ZMR 39 (1955); id., Die Missionswissenschaft, en ZMR 45 (1961) 189-196 (tareas
del futuro 193sa).
788
ÍNDICE ANALÍTICO
Aargau, cantón 136
Abbelen, Peter 237
Abbeloos 186 370
Abdul Hamid II, sultán 479 505
Abel, Heinrich 303
Academia eclesiástica católica romana de San Petersburgo 258
261
Academia de Cracovia 266
Acción católica 544 584ss 657
Acquaderni, Giovanni 151
Acri 681
Acta Apostolícete Sedis 552
Acta Sanctae Sedis 552
Actio cristiana popularis 353
Action en Blondel 451
Action catholique de la jeunesse
francaise (ACJF) 715
Action francaise 314 358 541 655 659
663 712
Action libérale 712
Action populaire 659 711 715
Acton, lord John Einmerich Edward
152
Adames, obispo de Luxemburgo, 191
Adaptación 775s 788
Adoración perpetua 378
Adriano, patriarca de Moscú 497
Aerenthal, ministro de asuntos exteriores austríaco 101 106
Afganistán 730
África 730s 777ss 782
misión 751ss
del Sur 775
Afrika-Verein de los católicos alemanes 732
Agius, Ambros 747
Agliardi, cardenal Antonio, 64 97
103 157 159 535 680
Aglipaísmo 746
Aglipay, Gregorio 746
Agnosticismo 640ss
Agthamar, catolicado armenio 516
Agustín, san 444
Agustinismo 444
Agustinos
en China 740
en Estados Unidos de Norteamérica 244
en Guam 750
Albani, Medolago 150s 155 159 674
Albania 279 282
Iglesia ortodoxa 500 502 504
Albertario, Davide 151 156 333
Albertinos, albertinas (Polonia) 268
Alberto Magno 439
Alejandría, patriarcado ortodoxo 507
Alejandro, rey de Servia 718
Alejandro II, emperador de Rusia
255 262 491s
Alejandro m, emperador de Rusia
262 479 481 491s
791
Alejandro m, papa 58
Alejandro vi, papa 456
Alemania 49 54 60 104 291 301 352
354 540 588 651 719 730
actividad caritativa 375
arquitectura sacra 417ss
arte religioso 428s
asociaciones católicas 315ss 692
asociaciones católicas de trabajadores 337 693ss
el catolicismo entre el Kulturkampf y la primera guerra
mundial 687ss
catolicismo y nacionalismo 719
el catolicismo reformista en Alemania 589ss
el catolicismo en la vertiente del
siglo 363s
la ciencia católica en la vertiente
del siglo 367s
la cuestión escolar 312
elección de obispos 689
Estado e Iglesia 69ss 688ss y passim
formas de religiosidad 372
fundación del Reich (1871) 71
industrialización 326
juramento antimodernista 647
liberalismo 695
lucha por las nacionalidades en
los territorios del este 628ss
modernismo e integrismo 663s
movimiento(s)
católico de trabajadores 336ss
social
católico 325ss
de campesinos 325
de la clase media 327
música sacra 407s
neotomismo 444ss
nuevas formas de arte 435
órdenes religiosas 399s
política estatal, eclesiástica y escolar en la zona prusiana de Polonia 263ss
política polaca 269s
prensa católica 318
sindicatos cristianos 338
sociedades misioneras 733s
véase también Kulturkampf
Alfaro, Eloy 210
Alfieri, A. 682
Alfonso XII, rey de España 194 196
Alfonso XIII, rey de España 1% 198
200
Alianza popular católica (Países Bajos) 189
Aloisi Masella, cardenal Gaetano 111
Alsacia-Lorena 93
Kulturkampf 132
Allioli, Joseph Franz von 461
Alio 614
«América», Nueva York 399
América Latina, véase Iberoamérica
América del Sur 777
Americanismo 239s 252 469ss 588
592 602
y modernismo 472
Amette, cardenal León 666 715
Amrhein, Andreas 393 733
«Analecta Franciscana», Quarachi
445
Anderledy, Antón María 398
Anglicana, iglesia véase Iglesia anglicana
Anglicanas, ordenaciones 56
Arrizan, superior general de los hermanos de San Vicente de Paúl
659
«Annales de philosophie chrétienne»
603 613 716
Annunzio Gabriele d' 362
Anselmo de Canterbury 581
Anthimos vil, patriarca de Constantinopla 506
Antímodernismo 645ss
Antioquía, patriarcado
ortodoxo
507s
Antiphonarium 571
Antisemitismo 97 322s
en Austria 304
en Francia 174s
792
Antonelli, cardenal Giacomo 46 74 Association des patrons du Nord
(Francia) 300
79 85
Associazione cattolica per la liberta
Antonio Pedro rx Hassan 526
della chiesa 149
Antunes, José M. a 781
Associazioni cristiane lavoratori itaAnzengruber, Ludwig 362
liani 340
Anzer, Johann Baptist 740
Asuncionistas 402 483
Apologética 604ss 614 640
en Bulgaria 280 521
de la inmanencia 612
en Francia 173s 706
Apostolado
en Grecia 521
mundial 777
en Turquía 506
seglar 583
Asociación de católicos de MagunAppel comme d'abus 708
cia 87
Apponyi, Albert 276
Asociación católica de propagandisArgentina 205s
tas (España) 201
universidad católica de Buenos
Asociación católica del pueblo (SuiAires 206
za) 141 315
Argus, patriarca sirio Felipe 477
Asociación de los católicos suizos
Ariens, A. 189
139
Armenios
Asociación central católico-romana
iglesia armenia 515
alemana 237
unidos 526s
Asociación de estudiantes suizos 134
Arnim, Harry 88
Asociación general de santa Cecilia
Arnold, M. 622
para los países de habla aleArquitectura sacra en los siglos xix
mana 408
y xx 415ss 431ss
Asociación libre de políticos sociay culto 421 431
les católicos 308
Arte religioso
Asociación de madres católicas (Aleen los siglos xix y xx 412ss
mania) 316
desarrollo de nuevas formas artísAsociación misional de mujeres y
ticas 431ss
muchachas católicas 732
Asociaciones
para la Alemania católica 132 Asociación de oficiales artesanos de
A. Kolping 317 327
315ss 692s 696 699
Asociación piadosa para la comucatequéticas 583
nión de los niños 566
católicas 288 314ss
Asociación de san Gregorio (Países
católicas en la Alta Silesia 333
Bajos) 410
de estudiantes católicos de AlemaAsociación de san Rafael para la
nia 317
protección de los emigrantes
Asquith, H.H. 224 227
católicos alemanes 234
Association catholique de la jeunesse francaise (ACJF) 170 174 Asociación social católica (Polonia)
314
268
Association áétudes religieuses 613
Asociación de los trabajadores, dereAssociation internationale africaine
cho de 309 330
Athanasios, obispo de los cristianos
756
de Santo Tomás 512
Association de la jeunesse belge 184
793
Auersperg, conde 96
Augouard, Ph.-Pr. 755
Augusta, emperatriz de Alemania 72
78 89
Augustinis, A.M. de 222
Aumóniers du travail (Bélgica) 336
Austria-Hungría 54 64 72 92 254 261
279s 291 302 352 358 533 541
651 719
antisemitismo 322
asociaciones católicas 315
catolicismo 1914 273ss
catolicismo y nacionalismo 719
el catolicismo en la vertiente del
siglo 362s
la ciencia católica en la vertiente
del siglo 367
y comienzo de la primera guerra
mundial 722
composición religiosa de la población plurinacional 274
concordato 96
cuestión escolar 94
cuestión del lenguaje 274s
y esfuerzos del papa por la unión
484s
iglesias ortodoxas 489 497s
Italia y el Vaticano 99
legislación confesional (1874) 93ss
legislación húngara de política eclesiástica 102
ley de la escuela elemental 94s
matrimonio civil 94
movimiento Los-von-Rom 597
movimiento social católico 326s
neotomismo 444ss
nombramiento de obispos 100
órdenes religiosas 399s
organizaciones católicas 98
partidos políticos populares 275s
polémica del modernismo 105
política eclesiástica bajo Francisco
José i 93ss
prensa católica 318
problema de las nacionalidades
98ss
protectorado cultural en los Balcanes 485 489
proyecto de ley sobre el matrimonio (1876) 94
socialdemocracia 95
tensiones en la monarquía 18781914 93ss
y Vaticano 98s 722ss
Australia
cuestión social 232
desconfesionalización escolar 232
expansión del catolicismo 23 ls
misión 750
órdenes religiosas, congregaciones
y clero secular 23 ls
Australian Labour Party 232
Avolia, G. 632
Ayala, Ángel 201
Azione popolare 541
Bachem, Julius 318 598 698 700
Badén (Kulturkampf) 92 132
Badeni, crisis de 104
Badeni, Kazimierz 95 266
Baeumker, Clemens 447
Bakunin, Mikhail 154
Balmaceda, José 206
Bamberger, Ludwig 80
Bánffy, Dezsó 102
Barat, Magdalena Sofía 402
Barbier, E. 653s 662
Barnabó, cardenal Alejandro 476
Barrios, Justo Rufino 210
Barroso, Antonio, obispo de Oporto
202
Barrows, J.H. 251
Bartning, O. 422
Bartolini, cardenal 41
Bartolo, Salvatore di 463
Basilea, cantón 134 136
separación de la Iglesia y el Estado 141
Basilea-Solothurn, diócesis 50 136
137
Basileios i (Mar Ivarios), katholikos
de la India 512
794
Basilianos 518
Bataillon, Pierre-Marie 749
Battaini, D. 632
Batiffol, Pierre 367 459 572 604 607
610 656
Battenberg, Alejandro 280
Baudelaire, Charles 358
Baudri, Friedrich 71
Baudrillart, Henri-Marie-Alfred 367
469 538
Bauer, Bruno 461
Báumer, Suitbert 572
Baumgartner, Alexander 365
Baumgartner, Jakob 727
Baumstark, A. 650
Baviera 77 692 694
cuestión escolar 312
Kulturkampf subterráneo 92
órdenes religiosas 391
Bayley, J.R., arzobispo de Baltimore 238
Beauduin, Lambert 186 575
Beck, Josef 139 142
Beckmann, Johannes 786
Beckx, P.-J. 398
Beda el Venerable 224
Bedescbi, L. 550
Beernaert, Auguste Marie Francois
178
Bégin. L.-N., arzobispo de Quebec
231
Behnam Benni, patriarca Cirilo 481
524
Belcredi, Egbert 96 302
Bélgica 44 301 352 721
anticlericalismo 177
asociaciones católicas 184
en camino hacia el conservadurismo 176ss
catolicismo liberal y social 179
conflicto escolar 50 178s 312
congreso eucarístico 377
cuestión social 182s
descristianización 186 336
divorcio 179
enseñanza de la religión 178
Estado e Iglesia 177ss
industrialización 180
liberalismo 177
y misión en el Congo 756
movimiento católico de trabajadores 336 340
movimiento social católico 181
325s
órdenes y congregaciones religiosas 185
publicaciones católicas 319
socialismo 180ss
Belmonte véase Pignatelli di Belmonte
Belloc, Hilaire 228
Bellot des Miniéres, cardenal Henri
168
Bendiscioli, Mario 669
Benedetti, Pietro 580
Benedictinas de la adoración perpetua 378
Benedictinos 390 406 483
conventos y fundación de congregaciones 390ss
en África oriental 767
en Alemania 689
en Australia 750
en Bélgica 185
en Brasil 207
en Inglaterra 215
Benedictinos de St. Ottilien 733
en África oriental 760
en Corea 742
Benedicto xiv, papa 66 484
Benedicto xv (Giacomo della Chiesa). papa 125 157 468 489
548 556 575 666s 683 719 778
y misiones 766ss
Benevento 44
Benigni, Humberto 105 142 548 655ss
662 666 697
Bennigsen, Rudolf von 78
Benson, E.W., arzobispo de Canterbury 221
Benziger, A.M. Ocarm 736
Benzler, abad de María Laach 396
795
Berchtold, ministro de asuntos exteriores austríaco 101
Berdiayef, Nikolay 496
Bergson, Henri 169
Berlinesa, tendencia 329 665 696
Bermyn, Alfons, vicario apostólico
740
Berna, cantón 134 136
Berne, V. 172
Bert, Paul 164 166
Berthier, J.-J. 446
«Bessarione, publicazione periódica
di Studi Orientali», Roma 483
Bessiére, P. 566
Bessieux 755
Berthmann Hollweg, Theobald von
690
Bettinger, cardenal Franz von 694
Beuron
abadía 185 383 391ss
escuela de arte de 427 429
Bianchi, cardenal Angelo 545
Biblia
de Bonn 664
ciencia bíblica 461
comisión bíblica 468 605 637 646
crítica bíblica 461ss 602ss 640
exégesis bíblica 368s 398 603ss 637
648
instituto bíblico 398 648 652
movimiento católico 460
sociedades bíblicas protestantes
460
traducciones 461
Biblio, L., cardenal 41 402
Bielczewski, Josef arzobispo de Bemberg 267
Bienvenu-Martin, J.-B. 709
Biermann, Benno 785
Bigard, Geanne 732
Bigard, Stéphanie 732
Billot, cardenal Louis 366 442 444
458 464 640 655
Birot 643
Bishop, Edmund 626 650
Bismarck, Otto von 39 49 53 60 63
69 72ss 76ss 84 87 91 108ss
116ss 122ss 336 350 393 404
690 734
Bitter, Rudolf von 697
Blanc, vicario apostólico de Corea
742
Blanco, Guzmán, presidente de Venezuela 209
Blome, Gustav 304
Blondel, Maurice 360 444 450s 602
612 629 633 638 712
Blum, Nikolaus 404
Blum, Peter Joseph, obispo de Limburgo 87 121
Boccali, G. 123 309
Bohemios 274
Bdhm, Dominikus 422 435
Boisserée, Sulpiz 418
Bojanowski, Edward 273
Bolandos 657
Boletines parroquiales 319
Bolívar, Simón 212
Bolivia 208
Bonatelli, Francesco 681
Bone, H. 383
Bonghi, R. 148
Bonne Presse 173
Bonomelli, Geremia, obispo de Cremona 147 153 396 582 592
634 656 676 682
Bonomi 677
Boris ni, zar de Bulgaria 280
Borneo 747
Bosco, Juan 373
Boselli 683
Bosnia 94 274ss 718
exarcado servio ortodoxo 499
Bottini, L. 151
Boulanger, Georges 169
Bouquillon, Thomas 244
Bourdon, Hilaire véase Tyrrell, George
Bourget, J., obispo de Montreal 229
Bourget, Paul 169 359
Bourne, cardenal Francis 223 625
Bouvier, P. 650
796
Boxers, sublevación de los 739
Bulgakof, Sergey 496
Boyer de Sainte-Suzanne, R. de 610 Bulgaria 279 283
Brandi 671
iglesia ortodoxa 490 500ss
Brandts, Franz 305 315 328
órdenes y congregaciones religioBrasil 205ss
sas 280
Estado e Iglesia 206s
Bülow, Bernhard 538s 688 690 719
órdenes religiosas y congregaciones «Bulletin de la semaine» 716
207
Buonaiuti, Ernesto 629ss 635 645 682
Brauns, H. 338
Burne-Jones, Edward 427
Braunsberg, disputa de 76
Busch, Clemens August 118
Bremond, Henri 611 622 657
Busen, Hermann 434
Brentano, Clemens 364
Breslau (Wroclaw), obispado 118
Cabriéres, Anatole de, obispo de
Bressan 545 656
Montpellier 712
Breves pontificios
Cabrini, Francesca Saveria 235
Arcano Divinae providentiae con- Cabrol 650
silio (1868) 476
Cahensly, Peter Paul 234 245
Multum ad movendos ánimos Cahenslyismo 235
(1870) 409
Caillaux, Joseph 720
Nos quidem (1901) 411
Calippe, Charles 172
Orientalium dignitas (1894) 481 485 Caloen, Gérard van 207 384 392 395
Próvida matris (1895) 482
Cámara apostólica 556
Summum semper (1893) 395
Cambon, Paul 166
Breviario, su reforma por Pío x 544 Campesinos, sociedad de 325
572ss
Canadá
Briand, Aristides 716
antijesuitismo 231
Brinkmann. Johannes Bernhard, obiscatolicismo anglo-canadiense 231
po de Münster 87 121
catolicismo franco-canadiense 228s
Británico, imperio véase Gran Breconflicto escolar 230
tafia
órdenes religiosas 230
Britten, James 217
prensa católica 319
Broglie, A.-Th.-P. de 367
programa humanístico de estudios
Brohée, A. 184
230
Brück, H. 374
Canalejas, J. 201
Bruckner, Antón 410
Canet, Louis 717
Brun, Luden 170
Canónica 153
Brunetiére, Ferdinand 360 363
Canonización, procesos de 373 385
Brüning, Heinrich 698
Canova, Andrea, vicario apostólico
Bucovina, iglesia ortodoxa 490 498
de Filipópolis (Plovdiv)-Sofía
Budismo 781
280
Budka, Niceta 486
Cánovas del Castillo, Antonio 39
Buenaventura, san 444
194ss 199
Bulas
Cantü, Cesare 153
Apostolicae curae (1896) 222
Capecelatro, cardenal Alfonso 153
Divino afflatu (1911) 574
666 681
Ea semper (1907) 486
Capéran, Louis 164 174
797
Capital y trabajo 297 304ss 308
Capitalismo 295ss 304
Capponi, Gino 153
Caprivi, Leo 688 691
Capuchinos 390 483
en Bulgaria 280
en Georgia 522
en Guam 750
en India 750
en Indias orientales neerlandesas
747
Cardauns, H.C. 599
Cardijn, J. 185
Carducci, Giosué 361
Caritas 375
Carlistas 193 196 201
Carlos i, rey de Portugal 201
Carlos i, rey de Württemberg 93
Carmelitas 483
en India 737 779
Carmona, Antonio Osear de Fragoso
203
Carnegie Endowment for International Peace 721
Carón, J. 662
Carrera, presidente de Guatemala
210
Carrie, H. 761
Cartas apostólicas
Ex quo (1910) 487
In suprema (1882) 478
Longinqua Oceani spatia (1895)
252 295
Non sine maerore 148
Notre consolation (1892) 346 349
Praeclara gratulationis (1894) 65
321 480s
Quidquid consilii (1908) 487
Saepenumero 457
Testem benevolentiae (1899) 239
471
Casanova y Estrada, arzobispo de
Guatemala 210
Casaretto, abad de Subiaco 394
Casas, obispo de Plasencia 196
Casati, A. 682
Casetta, Francesco di Paola, cardenal 666
Casolani, Annetto 756
Cassoni, G.B. 151
Castro, Cipriano 209
Catecismo 460
enseñanza del 544 58 ls
de Pío x 581s
único 582
Catequético de Munich, método 583
Catequistas laicos 582
Catholic Association 219
Catholic Boy Scouts 219
Catholic Confederaron 219
Catholic Evidence-Guild 217
Catholic Social Guild 218
Catholic Truth Society 217
Catholic University of America,
Washington 240 244
Catholic Young Men Society of
Great Britain 218
Catholic Wornen League 219
Catholicisme social 288
Catolicismo
asociaciones católicas 314ss
cuestión escolar 311ss
desarrollo en la sociedad moderna
284ss
de ghetto 47 357
la imagen del enemigo 320ss
matrimonio y familia 309
prensa católica 317ss
puesto en la cultura en la vertiente del siglo 356ss
reformista 587ss 643 695
las teorías de la sociedad 299ss
trabajos científicos 366ss; véase
también Congresos
véase también Tolerancia; y los
diversos países
Cathrein, Viktor 298
Cavagnis, cardenal Felice 354
Cavallanti, A. 651s
Cayetano 442
Cecilianismo 409s
Centro, disputa del 6%
798
Cercles catholiques d'ouvriers 334
Cerna, presidente de Guatemala 210
Cerretti, cardenal B. 233 684 716
Cerutti 325
«Ciencia cristiana» 193
«Ciencia tomista» 197
Cigala, A. de 722
Cirilo iv, patriarca copto 513
Cirilo v, patriarca copto 513
Cirilo Mar Kurilos, jefe de los cristianos de Santo Tomás 512
Cirilo II, arzobispo ortodoxo de
Chipre 508
Cirilo, patriarca ortodoxo de Jerusalén 509
Cirilo Makarios, patriarca de los
coptos uníatas 523
Cirilo, san 478
Circoli universitari cattolici (Italia)
149
Círculos católicos obreros (España)
199
Cistercienses 400
en China 779
en Japón 779
en Vietnam 779
Citeaux 400
Cittadino di Brescia 156
«Ciudad de Dios» 197
«Civiltá cattolica» 547 629 665 667
671 720
Claret y Clara, Antonio María 381
Clarisas (segunda orden) 390
Clase media
asociaciones católicas 326ss
Claudel, Paul 359
Clemenceau, Georges 716
Clemens, Franz Friedrich Jakob 445
Clemente de Alejandría, san 441
Clero indígena en países de misión
772 778
Cleveland, Grover, presidente de los
Estados Unidos 52
Club de Klarenbeek 190
Codex Iuris Canonici, véase Derecho canónico
Coenobium, Lugano 634
Cofradía Corporis Christi 374
Colapietra, R. 541
Colegios en Roma
armenio 484 526
Beda 223
español 197
irlandés 226
maronita 484
Pío latino-americano 203
portugués 203
ruteno 518
Colombia 209
separación del Estado y la Iglesia 209
Colomiatti, E. 558
Colonia
acontecimiento de (1837) 364
arzobispado 121
catedral de 418
corriente de 665 696ss
obras de la catedral de 420
Colonialismo y misión 730
Collegio di S. Bonaventura, en Quaracchi 445
Collegium pro gente croatica 278
Combes, Émile 705ss
Comboni, Daniel 758
Comitati cattolici parrocchiali 149
Comité central de las asociaciones
católicas de Alemania 302
Comité Justice-Égalité 173
Comma johanneum 604
Commer, Ernst 445 598 639 651
Compañía de Jesús, véase Jesuítas
Comte, Auguste 212
Comunidad eclesiástica 432ss
Comunión
espiritual 385
frecuente 544 563ss
de los niños 544 565
primera 565
recepción de la 385
Conaty, Thomas 243
Concilios, historia de los 459
Conelly, Cornelia 216
799
Confederaciones
comienzo de los movimientos eucanacional de los círculos católicos
rísticos 376
obreros (México) 211
en Amsterdam (1924) 378
de los sindicatos cristianos (Bélen Bogotá (1908) 209
gica) 182
en Bruselas (1898) 377
Confédération franfaise des travaien Colonia (1909) 568
lleurs chrétiens (CFTC) 336
en Favernay (Besancon) (1878) 376
Conferencias
en Friburgo (1885) 377
episcopal de Daressalam (1912) 761
en Jerusalén (1893) 378 479 568
de misiones internacional de Edimen La Valetta (Malta) (1913) 568
burgo (1910) 783
en Lieja (1883) 377
de paz de la Haya (1899) 61
en Lille (1881) 377
de patriarcas (1894) 481
en Londres (1908) 224 568
de san Vicente en Italia 149
en Lourdes (1914) 567
Confortí, Guido M., obispo de Paren Madrid (1911) 200 567
ma 769 772
en Metz (1907) 567
Congo 776
en Montréal (1910) 231 567
misión 755
en París (1888) 377
Congregaciones
en Roma (1905) 565 568
de Beuron 393ss
en Viena (1912) 567
brasileña OSB 395
Consejo nacional de las corporaciodel concilio 555
nes obreros católicas (España)
consitorial 555
199
del Corazón de Jesús 379
Constantinopla
femeninas en Japón 743
patriarcado armenio 514s
para las iglesias orientales 731
patriarcado ortodoxo 504ss
del Inmaculado Corazón de María
y esfuerzos de Roma en pro de
en el Congo Belga 757
la unión 506
mañanas 381
y las tres pequeñas iglesias del pade los obispos y regulares 553
triarcado ortodoxo 506ss
de Propaganda Fide 553s
Constitución alemana de Weimar 295
de Propaganda y misiones 731
Constituciones apostólicas
religiosas 401 405 406
Apostolicae seáis (1869) 558
de ritos 555
Conditae a Christo (1900) 405 558
de los sacramentos 555
Felicítate quadam (1897) 390
de St. Ottilien OSB 393
De fide catkolica 41
de Subiaco OSB 394
Officiorum ac munerum (1897) 468
Congregazioni di carita 148
558
Congresos
Pastor aeternus (1870) 63 195 477
antimasónico en Trento (1896) 321
Sapienti consilio (1906) 253 555 560
de Berlín (1878) 40 281
Tradita ab antiquis (1912) 488
católicos 288
Vacante sede apostólica (1904) 552
científicos católicos internaciona- Contrarreforma 72
les 369ss
Conventuales (OFMQ 390
en Bulgaria 280
marianos 381
en Rumania 280
Congresos eucarísticos 290 566s
800
Coppée, Francois 359
Coptos 513
unidos 484 523
Corazón de Jesús, culto al 375
consagración de la humanidad al
(1900) 65 379
Cornelius, Peter von 425
Cornely, Rudolf 468
Cornoldi, G. 442
Corporaciones 304
Corpus Iuris Canonici 559
Corradini 720
Correspondance de Rome 105
Corrigan, Michael R. 240 244s 251
471
Costa, Joaquín 361
Costantini, Celso 775 776
Couillié, cardenal Pierre 175 715
Crampón, Ch. 462
Crétinon, L. 172
Cnsóstomo Papadopulos, arzobispo
ortodoxo de Atenas 504
Crispí, Francesco 54 99 130 147
Cristianocatólica, iglesia (de Suiza)
135
Cristianos
de santo Tomás 5lis
unidos
búlgaros 484 521
caldeos 484 525ss
griegos 484 521
malabares 525ss
maronitas 524 527
de rito alejandrino 523
de rito antioqueno 524
de rito bizantino 518ss
rumanos 520 527
rusos 521
rutenos 486 518 527
de santo Tomás 736
sirios 484 524 527
Crítico, método 397 588 603ss
Croacia, croatas 51 274 276s
órdenes religiosas y congregaciones 278
Crom, arquitecto 421
Cronenberg, E. 337
Cros, L. 564
Csaky, Albin 102
Cuba, guerra de la independencia
198
Cuestión
alemana 54
de las Carolinas 54 60 125 127 734
escolar 311ss; véase también los
distintos países
eslava 277
irlandesa 225ss
italiana 53
romana véase Romana, cuestión
social 288 292 307; véase también
los diversos países
«Cultura sociale» 157 631
Cullen, cardenal Paul 225 231
Curci, C.M. 147
Curia
y empeños de León xm por la
unión 482
reorganización por Pío x 544 551ss
Cybichowski, obispo auxiliar de Gniezo 270
Cyrilo vm Geha, patriarca melquita
487 522
Czacki, cardenal Wladimir 108 168
Chabot, Jean-Baptiste 649
Chaminade, Guillaume Joseph 381
Chapón, Henri, obispo de Niza 717
Charles, Pierre 786
Chateaubriand, Francois Rene 288
358
Chatel, F. 564
Checos 274s
Chesnelong, Charles 170
Chesterton, G.K. 228
Chiaudano, P. 667
Chiesa, Giacomo della, véase Benedicto xv
Chigi, cardenal Flavio 41
Chile 205s
China 64 775 779ss
misión 739ss
801
Chipre 508
Chlystos 492
Chmielowski, Adam 268
«Christlich-Pádagogische Blatter»,
Viena 582
«Chronique du Sud-Est» 172 711
Chulalongkorn, rey de SSam 738
Dadolle, Fierre 715
Daens, A. 181ss
Dalmacia 276s 489
iglesia ortodoxa 490 499
Damas del Sagrado Corazón 402
en Estados Unidos de Norteamérica 244
Damas inglesas, en Rumania 280
Damianos, patriarca ortodoxo de Jerusalén 509
Dandoy, P. 781
Danilo i, metropolita ortodoxo de Cetigne 502s
Danilo II, metropolita ortodoxo de
Cetigne y príncipe de Montenegro 503
Dannecker, Johann Heinrich von
430
Daudet, Lean 722
Davis, Cushman C. 236
De Lai, cardenal Gaetano 546 554
557 560 639
De Santi, A. 569ss
Decretos
Cum singulae (1911) 561
Lamentabili sane exitu (1907) 639s
647
Ne temeré (1907) 260 560
Máxima quidem (1910) 561
Quam singulari (1910) 566
Quemadmodum (1890) 564
De quotidiana SS. Eucharistiae
sumptione (1905) 565
A remotissima (1909) 560
Decurtius, Kaspar 138s 141s 300 308
638 658
Dechamps, cardenal Víctor Auguste
178 186 377
Deharbe, Joseph 582
Dehio, Georg 419
Delattre, A. 471
Delattre, Alfred-Louis 466 637
Delbos, V. 643
Delcassé, Théophile 707
Delehaye, Hippolyte 457
Della Torre 545
Delle Piane 775
«Demain», Lyón 611
Demetrios n, Patriarca copto 513
Democracia cristiana 318 330ss 340ss
342ss 351ss 587 657ss 694s
Denbigh, conde de 219
Denifle, Heinrich OP 446
Denis, Maurice 427 429
Denisewicz, Stefan Antón, administrador apostólico de Mohilef
260
Depelchin, Henri 762
Deploige 648
«Der Gral», Viena 597 696
Derecho canónico
codificación de Pío x 544 551 558ss
Derechos liberales del hombre 300
345
Desbuquois, P. 715
Descalzos 389
Desclée, familia 392
Descoqs, P. 449
Deshayes, F. 558
Deveuster, Damián 749
Devoción a san José 382
Devocionarios diocesanos 384
Di Pietro, cardenal Angelo 38 127
204
Díaz, carmelita 211
Díaz, Porfirio, presidente de México
211
Dietz, Peter E. 250
Dillon, E.J. 618
Dinder, Julius, arzobispo de Gniezno-Poznan 51 130 270
Dindinger, Johannes 784
Dionisio v, metropolita de los cristianos de santo Tomás 512
802
Dionisio vi, metropolita de los cristianos de santo Tomás 512
Disraeli, Benjamín 39 219
«Divus Thomas», Placencia 442
Doctrina social
católica 330
cristiana 355
de la Iglesia 49 62
Dominicas, en África del Sur 764
Dominicos 396ss 483 779 785
en Annam 738
en China 740
en Filipinas 746s
en Formosa 740
en Japón 743
y la exégesis bíblica 464ss
y la universidad católica de Friburgo de Suiza 141
Doebbing, Bernhard, obispo de Neri
y Sutri 579 702
Dogma
historia del 458 607ss 649
de la infalibilidad, véase Infalibilidad
Dolger, Franz Joseph 649
Dóllinger, Ignaz von 135 457
Doutreloux, Victor, obispo de Lieja
181s 186 336 377 479 482
Dreyfus, caso 174s 706 720
Drobe, Kaspar, obispo de Paderborn
120 122
Drummond, Lister 217
Drumont, Edouard Jouard 174
Drasos 508 524
Duchesne, Louis 220 367 370 453
458 545 573 602 627 646 657
711
Duchoboros 492
Duff, Alexander 782
Duhamel, J.-Th., arzobispo de Ottawa 230
Duilhé de Saint-Projet 369 448
Dunajewski, cardenal Albín 267
Dunin, Martin, arzobispo de Gniezno-Poznan 268
Duns Escoto 443
Dupanloup, Félix, obispo de Orleans
229
Duparquet, Ch. A. 761
Dupin, A. 646
Dupont, Joseph, obispo de Nyassa
763
Duport, Émile 170 325
Dupront, A. 614
Durand, Louis 170 325
Dusmet, cardenal Giuseppe Benedetto 394 479
Dyroff, Adolf 599
Eberhard, Matthias, obispo de Tréveris 87
École biblique de Jerusalén 466
École de Lyon 712
Ecuador 209ss
Estado e Iglesia 209s
Echmiadzin, katholikos armenio 515
«Échos d'Orient» 521
Egger, Augustin 141
Ehrhard, Albert 105 368s 457 592
595 598 631 644 699
Ehrle, cardenal Franz 438 440 444
446 453 573
Eichendorff, Joseph von 364
Eichhorn, R. 303
Eichmann, E. 599
Eigenmann, J.G. 761
Einsiedeln, monasterio 134 392
El Cairo, sínodo de los coptos unidos (1898) 523
<d31 nuevo siglo», órgano de los modernistas alemanes 599
«El siglo futuro» (España) 193 198
229 319
Elia, Pasquale d' 786
Elias xii Abolionan, patriarca de los
nestorianos unidos 525
Elias Mellus, obispo caldeo de Akra
526
Elliot, Walter 251 469
Ellis, J.T. 241 244
Encíclica
Acerbo nimis (1905) 582
803
Ad diem illum (1904) 637
Aeterni Patris (1879) 399 437ss
Annum sacrum (1899) 379
Arcanum (1880) 310
Au milieu des sollicitudes (1892)
55.169 346 348
Communium rerum (1909) 581
Diuturnum illud (1881) 60 344 347
Divino Afilante Spiritu (1943)
467s
Divinum illud munus (1897) 482
Editae saepe (1910) 701
Grande munus christiani nominis
propagandi (1880) 478
Graves de communi (1901) 61 159
342s 353
Gravissimo officio (1906) 714
Humanum gemís (1884) 229 246
321
// fermo proposito (1905) 584 672
675
In suprema Petri Apostoli Sede
(1848) 476
inaugural de Pío x 541
Immortale Dei (1885) 295 344
Inscrutabili Dei (1878) 58
lucunda sane accidit (1904) 577
637
Laetitiae sanctae (1893) 380
Libertas (1888) 294 346
Máximum gravissimamque (1924)
717
Mirae caritatis (1902) 379 564
Octobri mense (1891) 380
Pascendi dominici gregis (1907)
105 260 370 587 599 617 624
632 635 640 647 682 713
Providentissimus Deus (1893) 465
603 605
Quadragesimo anno (1931) 308
Quam plures (1889) 382
Quod apostolici muneris (1878)
296 346 353
Quod numquam (1875) 88
Rerum ecclesiae (1926) 774
Rerum novarum (1891) 59 61 151
155 159 170 182 199 250 268
293 296 303 307 309s 330 343
353
Sancta Dei Civitas (1880) 731
Sapientiae christianae (1890) 317
349
Satis cognitum (1896) 482
Singulari quadam (1912) 250 665
702
sobre san Carlos Borromeo 701
Vehementer nos (1906) 713
Emaus (Praga), abadía 393
Engelberg, monasterio 134
Engels, E. véase Tyrrell, George
Engels, Friedrich 336
English Church Union 220
Episcopado 87 581
indígena en países de misión 772
779
Equal Rights Association (Canadá)
231
Erdington, abadía 393
Erp, barón d' 482
Erzberger, Matthias 690s 693 719
Escatológica, escuela véase Escuela
escatológica
Escocia 213
Escolástica 438ss
renacimiento escolástico 45
Escotismo 449
Escritos apostólicos
Amantissimae voluntatis (1895)
222
Annum ingressi sumus (1902) 66
295
Cristi nomen (1894) 482
Máximum illud (1919) 768 770
771
Nobilissima Gallorum gens (1884)
55 58
Vigilantiae (1902) 468
Escuelas
confesionales 312s
escatológica 606
de Tubinga 454
de Viena 300
804
cristianas véase Hermanos de las
Escuelas cristianas
Escultura y artes plásticas en la Iglesia 430s
Eslavos, pueblos eslavos
el catolicismo hasta 1914 253ss
en la monarquía danubiana 273ss
unidos 484 489
Eslovacos 274s
Eslovenia 51 274 277
España 50s 60 104 291 350 358 361
540 787
alejamiento de la fe en el proletariado del campo 372
analfabetismo y cuestión escolar
197
asociaciones de trabajadores 199
contrastes políticos dentro del catolicismo 195
cuestión escolar 200
cuestión social 193ss
descristianización 199
enseñanza de la religión 200
Estado e Iglesia 194
la Iglesia entre la revolución y la
reacción 192ss
liberalismo 194ss 199s
y misiones 777
movimiento católico de trabajadores 333s
órdenes y congregaciones religiosas 195 200 395s
política eclesiástica en Filipinas
745s
prensa católica 319
religión del Estado y libertad religiosa 194
Espiritualidad del siglo xix 371ss
Esquimales 778
Estado
intervención del 330
del papa, secretaria de 554 556
Estados de la Iglesia 54ss 72 119
128 148
Estados Unidos de Norteamérica
291 ss 293s 348 351
arquitectura sacra 419s
catolicismo y cuestión de política
social 247ss
el catolicismo en la vertiente del
siglo 358
concilio plenario de Baltimore
(1884) 241ss
cuestión escolar 243ss 313
cuestión social 248ss
desarrollo de la población 234
descristianización 250
Estado e Iglesia 252
evolución de la Iglesia 234ss
y misiones 777
nombramiento de obispos 241
órdenes religiosas 399s
plan Faribault 244
prob'ema de los emigrantes 234ss
sociedades católicas y francmasonería 246s
sociedades secretas 247
Esteban Pedro x Azarian, patriarca
armenio 526
Estiria 276
Estrada Cabrera, presidente de Guatemala 210
«Estudios franciscanos» 197
Estundistas 492
Etiopía
etíopes uníatas 523
iglesia etiópica 513s
«Études» 360
«¡Études bibliques» 466
Eucaristía
comunión frecuente 564ss
congregaciones y hermandades para la adoración de la 378
cruzada eucarística 567
devoción eucarística 375
triduo eucaristico 566
véase también Congreso eucaristico
Eucken, Rudolf 634
Europa sudoriental
el catolicismo hasta 1914 279ss
iglesias ortodoxas 500ss
805
Evolucionismo 457 458 602 633
Examen de cultura 82 116 117
Exégesis, véase Biblia
Exhortación Haerent animo (1908)
578
Expresionismo 427 430
Falconi 543
Falk, Adalbert 78 82 84 114
Familia 299 309
Fascio democrático cristiano 159
Fascismo e Iglesia 684s
Faulhaber, cardenal Michael von
694
Fe 640
propagación de la, véase Misiones
Federación de maestros católicos
(Alemania) 317
Federer, Heinrich (Senex) 143
Federico Guillermo, principe heredero de Prusia 111
Feigenwinter, Ernst 139
Feodorof, Leonid, exarca de toda
Rusia 519
Fernando i, zar de Rumelia 280
Férotin 650
Ferrari, cardenal Andrea 652 659
Ferrata, cardenal Domenico 55 63
137 169 179 185 350 722
Ferrini, Contardo 373 681
Ferry, Jules 163 167 312
Févre, J. 538
Fiala, Friedrich, obispo de BasileaSolothurn 138
Filipinas
la Iglesia en la vertiente del siglo 744s
separación de la Iglesia y el Estado 745
Filosofía 399
cristiana 437ss
social neoescolástica 355
y teología 441
Filies de Notre-Dame 401
Fine 667
806
Finke, Heinrich 599
Fischer, cardenal Antonius 693 699
702 703
Flamenco cristiano, véase Partido popular cristiano flamenco
Flandrin, Hippolyte 427
Fleming, P. 468 605 637
Fletcher, Philip 217
Florentini, Antón Krispin (Theodosius) 134 340
Focio, patriarca de Alejandría 507
Fogazzaro, Antonio 142 362 633 639
682
Fonck, Leopold 466
Fonsegrive-Lespinasse, G.-P. 360
Fontaine, J. 605 653
Fontes, Antonio María de 201
Fornari, cardenal R. 44
Fórster, Heinrich, príncipe obispo
de Breslau 75 87
Fort Augustus (Escocia), abadía 392
Fortescue 650
Foucauld, Charles de 385 753
Fournelle 331
Fracassini, Umberto 628s 635 645
682
Francia 49 52 55 64 70 72 104 119
291 301 346ss 349s 352ss 588
649 659 692 720 725 730
actividad caritativa 375
anticlericalismo 708ss
antisemitismo 174 322
arquitectura eclesial 416ss 422 433
arte sagrado 422s
asociaciones católicas 315
catolicismo y nacionalismo 720
el catolicismo en la vertiente del
siglo 357s
circunstancias en la votación de
la ley de separación (1899-1905)
705ss
clero, episcopado y seglares 165
congresos eucarísticos 377
cuestión del concordato 163ss
cuestión escolar, conflicto escolar
163 167s 312 715
democracia cristiana 172
descristianización 349
en zonas rurales 372
divorcio (Loi Naquet) 163
ejecución de la ley de separación
(1905-24) 710ss
Estado e Iglesia 161ss 703ss
fracaso de la reconciliación de los
católicos con la república 161ss
integrismo 664s
ligas diocesanas 717
modernismo 602ss
movimiento católico de trabajadores 334
movimiento sindical cristiano 335
movimiento social católico 326s
música sacra 407
neotomismo 448
nuevas formas artísticas 435
órdenes y congregaciones religiosas 162s 173s 400 706ss
Pío x y la separación del Estado
y la Iglesia 540
política de conciliación (1872-92)
167ss
política eclesiástica de los republicanos 161ss
política misional 734
prensa católica 319
y programa del papa para la unión
484s
secularización 162
separación del Estado y la Iglesia
175 704ss
sociedades misioneras 732s
triunfo y fracaso de la reconciliación (1892-99) 170ss
universidades católicas 366 368
Franciscanas en Indias orientales
neerlandesas 747
Franciscanos 449 779 785
en Albania 282
en Bolivia 208
en Japón 743
en Polonia 265
reorganización 389s
Francisco Fernando, archiduque de
Austria-Este 101 725
Francisco José i, emperador de Austria-Hungría 94 97 99 103 106
266 393 498 541 723ss
Franck, César 407
Franckenstein, Georg Arbogast von
127
Francmasones 66 320ss 380
en Estados Unidos de Norteamérica 245s
Franchi, cardenal Alejandro 41 62
108 112 123
Franzelin, cardenal Johann Baptist
38 41 124 458 463
Freitag, Antón 785
Frémont, G. 165 643
Freppel Ch.-E., obispo de Angers
177 335 345 369
Frére-Orban 177ss 186
Friburgo de Brisgovia, arzobispado
132
Friburgo de Suiza
cantón 133
universidad 366
Friedberg, Emil A. 82 559
Friedrich, Caspar David 425
Friedrich Wilhelm iv, rey de Prusia 418
Frühwirth, cardenal Andreas 397
402s 599 700
Fuchs, Karl 762
Führich, Johann 425
Fulda
memorial de (1872) 81 83
obispado 87 118 120
Funk, Franz Xaver von 457 599
Funk, Philipp 599
Furati, Filippo 333
Fustel de Coulanges 359
Galimberti, cardenal Luigi 63 110
123s 126ss 481
Galizia 266 274 489 518
desarrollo del catolicismo polaco
bajo Austria 266ss
807
m u i i c cuiaixiiw
sistema de formación polaco 267 Gioberti, Vincenzo 45 152
Gallarati-Scotti, T. 642 682
Giolitti, Giovanni 672 677 678 680
Gallien, Cario 479
681 684
Gambetta, León 52 162
Gisler, A. 142
García Moreno, Gabriel, presidente Gismondi, P. 637
del Ecuador 209s
Gladstone, William Ewart 39 52 215
Gardaia, prefectura 753
219s 225ss
Gardeil, Ambroise 650 651
Glaire, Jean-Baptiste 461
Garnier, Théodore 170
Gleich, Hermann 120
Gasoni, secretario particular de
Glubowski, N.N. 495
Pío x 545
Gneist, Rudolf 82
Gasparri, cardenal Pietro 157 159 Gniezno-Poznan, arzobispado 121
222 339 367 545 556 559ss
125 130
564 683
Godts, P. 564
Gasquet, F.A. 221
Goettsberger, Johannes 467
Gaudeau, B. 653s
Goetz, Walter 53
Gaudí, Antoni 435
Golubinskij, E.E. 495
Gayraud, Hippolyte 172 174 323
Goluchowski, Agenor 266
Gemelli, Agostíno 648 682
Gonin, L. 231
Génicot, E. 564
Gonin, M. 172
Gennari, cardenal Casimiro 559 564 González, Ceferino, obispo de Cór639
doba 199
Genocchi, Giovanni 557 628s 633 González, Joaquín V. 206
637 647 682
Goossens, cardenal Pierre-Lambert
George, Henry 241 250
179 183 186 377
Georgia, georgianos
Gorres, Johann Joseph von 152 367
iglesia ortodoxa 490 497
418
uníatas 522 527
Gorres-Gesellschaft 132 367 370 649
Georgiewski, obispo ortodoxo ruso Gortschakof, Alejandro 256
de Lublin 264 493
Gossler, Gustav von 117 129
«Germania», Berlín 318
Gótico 418ss
Germanos Moakkad, arzobispo de Gotti, cardenal Antonio 534ss
Baalbek 522
Gounod, Charles 407
Germanos v, patriarca de Constan- Goyau, Georges 288 786
tinopla 506
Grabmann, Martin 444 446
Gezelle, Guido 187 359
Gradual 410s 571
Gibbons, cardenal James 236 237ss Gran Bretaña (Inglaterra) 52 213 292
241ss 247ss 251ss 293 469ss
540 588 730
Gibney, M. 232
anglocatólicos 220
Ginebra
arte sacro 427
cantón 133 136s
asociaciones católicas 218
cuestión de 50
el catolicismo en la vertiente del
separación de Estado e Iglesia 141
siglo 357
Giner de los Ríos, Francisco 197
conciencia católica 212ss
Gintowt, Kazirnierz, arzobispo de
cuestión de la reunificación de las
Mobilef 257
iglesias católica romana
808
y anglicana 220ss
cuestión social 214 217ss
enseñanza de la religión 224
escuela, cuestión escolar 215s 224
312s
huelga de obreros portuarios (1889)
218
liberalismo religioso 618
modernismo 617ss
órdenes religiosas 399s
órdenes religiosas y clero secular
215
política misional 734
Trade Unions 218s
Gran Oriente Lusitano Unido, logia
masónica portuguesa 202
Grana Orient, logia en Canadá 231
Grandmaison, Léonce de 610 614 646
650
Grauert, Hermann von 363 369 455
592 599
Grecia 279 282s
Estado e Iglesia 500
iglesia ortodoxa 490 500 503
Gregoriano, canto 407 419ss 569ss
Gregorio i Magno, papa 57 577
Gregorio rx, papa 58
Gregorio xin, papa 526
Gregorio xvi, papa 44 48 225
Gregorio H Yusef Sayyur, patriarca
melquita 477 480 522
Gregorios, patriarca de Constantinopla 476
Greith, Karl Johann, obispo de St.
Gall 134 138
Gremios 59
Grenier, J. 229
Greving, J. 455
Grillparzer, Franz 362
Grober, Adolf 691
Grosoli, Giovanni 151 659 674
Grottaferrata, abadía 521
Gruber, H.J. 322
Gruscha, cardenal Antón Joseph,
príncipe arzobispo de Viena
95 97 300 353
Guadalupe, veneración de la imagen
de Nuestra Señora 211
Guatemala 209s
Guepin, abad 573
Guéranger, Prosper Louis Pascal 383
390 395 411
Guerra franco-alemana (1870-71) 70
Guerra mundial
estallido de la primera 718
Guevara, arzobispo de Venezuela 209
Guichard, V. 162
Guilbert, obispo de Burdeos 165
Guillermina, reina de Holanda 61
Guillermo II, emperador de Alemania 48 55 396 688 703 718
política eclesiástica 688s
Guillermo i, rey de Holanda 191
Guillermo n, rey de Holanda 191
Guillermo m, rey de Holanda 191
Guillermo i, rey de Prasia 72 78 85
86 90 108 419
Gul, Gerhard, arzobispo de Utrecht
265
Gundlach, Gustav 303 308
Gurlitt. Cornelius 432
Gutberlet, Konstantin 445
Haberl, Franz Xaver 411 572
Habsburgo, casa de 72
Hacks, Charles 321
Haffner, Paul Leopold, obispo de
Maguncia 132 365 445
Hagen, Johann Georg 368
Hagg, Juan, patriarca maronita 481
Hahn-Hahn, Ida, condesa de 316
Halifax, Charles Wood 220ss 482
Halka-Ledóchowski, véase Ledóchowski
Haller, Michael 408
Handel-Mazzetti, Enrica von 105 142
363
Hannington, obispo anglicano en
Uganda 759
Hansjakob, Heinrich 365
Harmel, Léon 327s 335 666
Harnack, Adolf 606 629
809
Harrison, Benjamín, presidente de
los Estados Unidos 245
Hartmann, Anastasius, obispo 786
Hartmann, F. von, arzobispo de Colonia 316
Hayward, Fernand 49
Hébert, Marcel 602
Hecker, Isaac Thomas 239 469s 592
Hefele, Karl Joseph von, obispo de
Rotenburgo 93 457
Heiler, F. 612
Heiligkreuz en Neisse 404
Heinrich, Johann Baptíst 445
Helfert, J.A. von 367
Helleputte, G. 182 184 325 336
Hemptinne, Hildebrand de 185 394
Henninghaus, A., vicario apostólico
740
Herbart, Johann Friedrich 583
Herder, Johann Gottfried von 363
Hergenrother, cardenal Joseph 403
453
Hermanas
de la adoración perpetua 217 378
blancas, en África 753
de la caridad, en Indias orientales
neerlandesas 747
de la Compañía de Jesús, María
y José 747
de la Cruz de Ingenbohl 135 405
de la Cruz de Menzingen, en Basutolandia 764
de Niederbron 405
del Niño Jesús, en Gran Bretaña
216
de Nuestra Señora de Sión, en Renania 280
de la Sagrada Familia en Basutolandia 764
de San Miguel Arcángel (Polonia) 268
Hermandad
de la beatísima Virgen María (Polonia) 268
de San Lucas (Viena) 425
Hermanos
de las escuelas cristianas 401 484
708
y hermanas de la conciliación 488
Herrera Restrepo, arzobispo de Bogotá 209
Herriot, E. 717
Herrmann, Alois 94
Hertling, Georg von 306 329 363 367
370 447 592 691 692
Herzegovina 94 274ss 718
exarcado servio ortodoxo 499
Herzog, Eduard 135
Herzog, G. 646
Herzog, Robert, príncipe obispo de
Breslau 120
Hessen-Darmstadt
cuestión escolar 313
Kulturkampf 92 132
Hettinger, Franz 445 695
Heylen, obispo de Namur 564
Hieroteo n, patriarca de Alejandría
507
Hijas de la caridad de San Vicente
de Paúl 401 405
Hijos del Inmaculado Corazón de
María 381
Hinduísmo 781
Hinschius, Paul 82
Hintze, Ribeiro 202
Hirscher, Johann Baptist 132 591
Hispanidad 361
Historia de la Iglesia 452ss
concepto teorético en tiempo de
León xiii 459ss
revistas 649
Historia Sagrada 460
«Historisch-Politische Blatter» 698
Hittorf, Jakob Ignaz 416
Hitze, Franz 305 315 329 338
Hlinka. Andrey 275
«Hochland». Munich 142 366 597
696 698
Hofbauer, Clemente María 373
Hofmannsthal, Hugo von 362
Hogan, John 579
Hohenlohe - Schillingsfürst, Gustavo
810
Adolfo, príncipe cardenal 79
115 118 688 691
Hohoff, Wilhelm 305
Holbein, Hans 425
Holnstein, conde 111
Holzer, Karl Josef 120
Hoonacker, A. van 468
Hopkins, G.M. 227
Hort, F.J.A. 462
Hóting, Bemhard, obispo de Osnabrück 120
Houtin, Albert 602 609 629
Huayek, Elias Pedro, patriarca de los
maronitas unidos 481 524s
Hübner, Joseph Alexander 99
Hübsch, Heinrich 421
Huby, P. 649
Hudal, Alois 723
Huelga, derecho de huelga 331s
Hüffer, H. 369
Hügel, Friedrich von 592 599 609
617ss 625 633 635 647
Hugo, Victor 229 359 416
Hülskamp, Franz 365
Hulst, Maurice d' 172 367ss 401 448
458 464 469 711
Humbeeck, van 177
Humberto i, rey de Italia 54 201
Humboldt, Wilhelm von 363
Hummelauer, Franz von 466 469
Hungría 51 274
enseñanza de la religión 276
el húngaro como lengua litúrgica
101
iglesias ortodoxas 498ss
Kulturkampf (reforma de la política eclesiática) 103
política de magiarización 275
rutenos uníatas 519
húngaros uníatas 488
Hunt, William Holman 427
Huonder, Antón 783
Hussarek, Max von 96 100
Huvelin, Henri 620
Iberoamérica 51 203ss 291
concilio plenario en Roma (1899)
203ss
cuestión social 204s
fracaso de la regeneración religiosa 211
francmasones 320
órdenes y congregaciones religiosas 203
Iconografía cristiana 425
Idealismo alemán 450
Iglesias
anglicana y reunificación con la
Iglesia católica romana 220ss
cantos de la 409
católica filipina independiente 746
de Czernowitz 498 499
de Estado 77ss 83
de Hermannstadt 490 498
empeños de unión con las ortodoxas 476ss
nacionales orientales 510ss
orientales autónomas 476ss 489ss
516
latinización de iglesias orientales
480 485
orientales uníatas 517ss
ornamentación de la 424ss
ortodoxa de los cristianos de Santo Tomás en la India meridional, véase Cristianos de
Santo Tomás
ortodoxa rusa 490ss
concilio nacional para la reforma de la Iglesia (Moscú 19171918) 496
noveno centenario de la cristianización de Rusia (1888) 492
organización e instituciones 494s
renovación del patriarcado 494
revistas al servicio de la unión
con las ortodoxas 483
servia de Karlowitz 490 498
unión de las
véase también Historia de la Iglesia
Iglesias, Pablo 193
811
analítico
Ignacio xxxiv Pedro m, patriarca
jacobita 511
Ignacio xxxvi Abdallah m, patriarca
jacobita 512
Ignacio Efrén n Rahmani 524
«II rinnovamento», Milán 634 682
«II trust» 659
Imperialismo 697ss
India 779ss
Iglesia 735s
Indias orientales neerlandesas 747
índice
comisión del 646
congregación del 554 593 598
Indigenización de la Iglesia misional
771 ss
Infalibilidad, dogma de la 70s 77 80
83 88
Ingres, Jean A.D. 427
Inmanencia y trascendencia 449
véase también Apologética de la
inmanencia
Inmanentismo 640ss
Inocencio m, papa 58ss
Inocencio vi, papa 438
Inspiración 463ss 614 639
Instituí des Belles Lettres Árabes
781
Instituí Catholique (París) 448 653
Instituí Catholique (Toulouse) 607
Insíiíut supérieur de philosophie 448
Instituto católico de Misionología
(Münster) 650
Instituto croata en Roma 278
Instituto internacional para la investigación de la misionología
784
Instituto Pontificio para los estudios
orientales 489
Instituís catholiques 366
Instrucciones
De actione populan chrisíiana seu
democraticochrisíiana (1902)
343
Quo efficacius (1929) 771
Tntegrismo 369 651ss
81?
Intransigenti (Italia) 152ss 156 627
678
Ireland, John, arzobispo de St. Paul
198 236ss 242ss 249 251 470
592
Irlanda 52 213 223 346 540
Estado e Iglesia 224ss
ley de la Home Rule 226
revival 357
Isabel i, reina de Inglaterra 221
Islam 730
en África 752
Isoard, monseñor 573
Istituto cattolico internazionale per
il progresso delle scienze 370
Italia 52 54 61 72s 92 98s 105 119
291 350 358 533 588 617 692
720 786
acción católica 686
actividad caritativa 375
anticlericalismo 146ss
arquitectura sacra 419
arte sacro 427
asociaciones católicas 333 340
catolicismo militante 148
el catolicismo en la vertiente del
siglo 360s
y liberalismo 677ss
y nacionalismo 720
los católicos entre el Vaticano y
el Quirinal 143ss
congreso eucarístico nacional 377
cuestión escolar 312
democracia cristiana 158s 628
enseñanza religiosa 145
Estado e Iglesia 672
formación de los sacerdotes y reorganización de los seminarios 579s
Iglesia católica y fascismo 684s
industrialización 154
juramento antimodernista 647s
legislación social 155
liberalismo francmasónico 146
matrimonio civil 145
modernismo 617 627ss
índice analítico
y demócratas cristianos 628
movimiento católico 149ss 155s
159s 325 658 670ss 675s
música sacra 410
órdenes religiosas 145 399
publicaciones católicas 659
secularización 145 148s
semanas sociales 676
sindicalismo cristiano 679
socialismo 154s 678
y catolicismo 686
sociedades misioneras 732
véase también Cuestión romana
ítalo-albaneses 521
Ítalo-griegos 521
Izwolski, Alejandro 485
Jacini, Stefano 153 634 647
Jacobini, cardenal Lodovico 50 63
113s 118 122 123 125ss 193
195
Jacobitas 511
y cristianos de Santo Tomás 51 ls
unidos 524
Jaer, Gustave de 181
Jammes, Francis 359
Jandel, V.A 396
Janiszewski, obispo auxiliar de Poznan 270
Jann, Adelhelm 786
Jannsens, L. 471 637
Jansenismo 587
Janssen, Amold 190 404 733
Janssen, Johannes 455
Japón 775 781
misión 743
Jaures, Jean-Léon 709ss
Javouhey, Mere 755
Jeiler, Ignatius 445
Jerusalén
patriarcado armenio 516
patriarcado ortodoxo 509
Jesuítas 72 81 398 399 443 449 483
545 547 596 605 779
y americanismo 470
colaboración en la escuela 313
811
y comunión frecuente 564
y devoción al Corazón de Jesús
379
en África del Sur 764
en Albania 282
en Alemania 688
en Australia 750
en Bélgica 185
en Bulgaria 281
en Canadá 230s
en Congo 757
en China 740
en España 197
en Estados Unidos de Norteamérica 244
en Filipinas 746
en Francia 162s 361 659
en Guatemala 210
en Iberoamérica 203
en India 736 781
en Indias orientales neerlandesas
747
en Inglaterra 215
en Japón 743
en Madagascar 765
en Países Bajos 190
en Polonia 367s
en Portugal 202
en Rodesia 762
en Rumania 280
en la zona portuguesa de África
oriental 761
y exégesis bíblica 464ss
e integrismo 666ss
teoría de la inspiración 463ss
Jeunesse ouvriére chrétienne (Bélgica) 184
Joaquín m, patriarca de Constantinopla 506
Joaquín m, patriarca ortodoxo servio 502
Jogand-Pagés, Gabriel 321
Johanns, P. 781
Jonckx 654
Jonnart, Célestin 716
Jordán, Johann Baptist 185 402s 404
índice analítico
Jorg, Edmund 292
Jorge v Surenian, katholikos armenio 515
Jornadas católicas
alemanas 290 302
de Aquisgrán (1879) 313 367
de Bamberg (1868) 408
de Bonn (1900) 339
de Colonia (1895) 338s
de Dusseldorf (1869) 337
de Essen (1906) 699
de Francfort (1863) 340
de Maguncia (1871) 71
de Maguncia (1911) 338
de Metz (1913) 319
austríacas 98
José II, emperador alemán 207
José, exarca ortodoxo búlgaro 501
José II Audo, patriarca de los nestorianos unidos 477 525
José Manuel II Thomas, patriarca
de los nestorianos uníatas 525
Josefinismo 106
Jounel, monseñor 568
Juan iv, emperador de Etiopía 514
Juan XXIII, papa 486
Juan Crisóstomo 487
Juana de Arco 720
Juárez, Benito 210
Julien, André, obispo de Arras 717
Jung, Johann Baptist 140 339
Juramento antimodernista 260 265
599 647 701
Kachadar Khiroyan, katholikos armenio 516
Kálnoky, conde 102 119
Kant, Immanuel 363 448
Kappeyne 188
Kapterew, N.F. 495
Kasprowicz, Jan 362
«Katechetische Blatter», Munich 582
«Katechetísche Monatsscrift», Mílnster 582
Katharina von Hohenzollern-Sigmaringen 391
81¿
Katholieke Staatspartij (Países Bajos) 188
Katholische Volksbund (Austria) 315
Katzer, Friedrich Xaver, arzobispo
de Milwaukee 246 477
Kaufmann, F. 655
Keane, John, arzobispo de Dubuque
237 240 244s 249 25 ls 445
470s
Kehr, Paul F. 453
Keiling. L.A. 761
Keller, Émile 170
Kensinger-Milne, prior 393
Keppler, Paul Wilhelm, obispo de
Rotenburgo 598 694s
Kessler, Joseph Aloysius, obispo de
Tyraspol (Saratow) 258
Ketteler, Wilhelm Emanuel von,
obispo de Maguncia 71 74s 77
81 132 305 329 336
Khomiakof, Alexey 496
Kidana Maryam Kassa, obispo de
Asmara 523
Kiefl, Franz Xaver 348 596 646
Kiev, monasterio de 495
Kilger, Laurenz 786
Kirsch, Johann Peter 649
Kissling, J.B. 374
Kittel, Rudolf 462
Klein, Félix 470ss 606
Klein, Karl, obispo de Limburgo 130
Kleutgen, Joseph 446
Kluczyñski, Vincenty, arzobispo de
Mohilef 260
Knabenbauer, Joseph 468
Knights of Columbus (USA) 247
Knights of Labor (USA) 248ss
Knights of St. John (USA) 247
Knoblecher, Ignaz 756
Kolb, Viktor 98
«Kolnische Volkszeitung» 318 697
Kolping, Adolf 317 327
Kopp, cardenal Georg 120s 124 128s
270 339 404 535 689 693 697
698ss 702
KoroSec, Antón 277
Índice analítico
Korum, Michael Félix, obispo de
Tréveris 120 125 130 132 290
315 321 339 393 593 693 697
699
Kowalski, Jan María 265 381
Kozielsko-Puzyna, Jan, príncipe obispo de Cracovia 267
Kozlowska, Felicya 265 381
Kralik, Richard von 597 696
Kraus, Franz Xaver 120 349 368 457
592ss
Krek, Janez 277
Krementz, Philippus, obispo de Ermland 76 79 87 121 125 693
Kuefstein, Franz 302 304 308
Kugler, Franz Xaver 368 418
Kulm, diócesis 130
Kulturkampf prusiano-alemán 49 54
67ss 269 301 345
control de las escuelas 129
encuentro en Kissingen (1878) 112
114
falta de política interior 131
ley de mitigación, primera (1880)
111 116ss
ley de mitigación, segunda (1882)
111 117
ley de mitigación, tercera (1883)
111 117s
ley de pacificación (1886-87) 125ss
liquidación 126ss
terminación 108ss
valoración 131
Kutschker, cardenal Johann Rudolf
95
Kuyper, Abraham 188
Kyne, Étienne 754
Kyrial 571
Kyrill, véase Cirilo
Kyrillos, véase Cirilo
Kyrion. patriarca de Georgia 498
«L'Eco di Bergamo» 155
«L'Oeuvre d'Orient», París 483
«L'Univers» 171
«La Croix», Francia 170 173s 319
«La démocratie chrétienne» 172
«La justice sociale», Burdeos 172
«La lega lombarda», Milán 153
«La rassegna nazionale» 678
La Sapiniére véase Sodalitium Pianum
«La sociologie catholique», Montpellier 172
«La Vérité» 171
Laaf, coadjutor social 337
Laberthonniére Lucien 360 451 612
629 638 657 712
Laboré, J.A. 397
Labour Party 219 224s
Lacordaire, Henri-Dominique 152
Lacroix, Lucien, obispo de Tarentaise 645 647
Lachat, Eugen, obispo de BasileaSolothurn 136
Lachmann, Karl 467
Lafléche, obispo de Tris-Riviéres 229
Lagrange, Albert Marie-Henri 370
398 450 466ss 471 542 604 607
610 629 637 656 712
Lahitton, J. 577
Lambruschini, cardenal Luigi 43 153
Lamennais, Jean-Marie de 179
Lampertico 153
Lamy, Étienne 171 173
Langbehn, Julius 598 695
Langénieux, cardenal Benoit-Marie
378 479 481
Lanzoni, Francesco 635
Laos 738
Larroca, J.M. 396
Las Casas 785
Lasker, Eduard 80
Latour du Pin, R. 308
Latreüle, André 717
Laurier, Wilfred, premier del Canadá
230
Lausana, cantón 134
Lavigerie, cardenal Charles de 168s
734 753 758
Lazaristas 80 483
en Bulgaria 521
81S
Índice analítico
en China 740
en Madagascar 765
«Le bien public», Bélgica 177 184 319
Le Coq d'Armandvüle, J. Fr. 748
Le Play, Frédéric 300 328
Le Roy, Edouard 613ss 629 650
Le Saulchoir 650
«Le Sillón» 314 335 541 585 587s
592 657 660ss 711 720
Lebbe, Vincent 742
Lebon, J. 649
Lebreton, P.J. 646 649
Lecanuet 171
Leclercq, Henri 650
Ledóchowska, María Teresa 732
Ledóchowski, cardenal 38 51 72 87
122 124 235 269 273 482 667
Legislación eclesiástica, véase Derecho canónico
Leguía, A. 208
Lehmkuhl, Augustin 331
Leister, P. 566
Lemire, Jules Auguste 172 539 712
Lemius, P.J. 640
Lemmi, Andriano 320
Lemonnyer 650
Lenormant, Francois 463 711
Lenz, Desiderius 428
Leo-Gesellschaft 367
León i Magno, papa 57
León xii (Annibale della Genga),
papa 41 43
León XIII (Joaquín Vicente Pecci),
papa 35 39ss 42ss 99 102s 118
122ss 130 137 141 147ss 151
157 159 167ss 175 177ss 188
193ss 202ss 211 215ss 225s 230
234 245s 251 267 275 282 287ss
294ss 300s 305 310 312 318
321 331ss 342 345ss 352 355
360 366ss 377 379ss 386 389
392ss 396ss 443 448 453 455
471 479ss 506 526 534 538 547
550 553 558 562 567 569 602
608 618 627 648 658 673 676
709 725 731 734s 743 748 758
actividad misional 730ss 769
y americanismo 472
camarlengo de Pío ix 47
y concilio plenario de América latina (1899) 203s
y cuestión italiana 53
y cuestión romana 54ss
y democracia cristiana 342ss 352
doctrina social 49; véase también
Encíclicas, Rerum novarum
la encíclica Aeterni Patris 437ss
y exégesis bíblica 468s 603s
formación 42s
y formas de religiosidad durante
su pontificado 371ss
e historia de la Iglesia 454ss
y la huelga 331.
e Iglesia en el Canadá 228ss
e Iglesia en Colombia 209
e Iglesia en Croacia 278s
e Iglesia en Ecuador 209s
e Iglesia en los Estados Unidos de
Norteamérica 235ss 241 s
e Iglesia en Filipinas 746
e Iglesia en Gran Bretaña 212ss
220ss
e Iglesia latinoamericana 203
e Iglesia en México 210s
e Iglesia en la Polonia dividida
262ss
e Iglesia en Rusia 255ss
e iglesias orientales unidas 517ss
y Kulturkampf 54 108ss 269
y latinización de las iglesias orientales unidas 527
y misión en China 741s
nuncio en Bélgica 44
obispo de Perusia 45s
opportunisme sacre 53
órdenes religiosas y congregaciones
389ss
piedad 65
y política eclesiástica en Bélgica
177ss
y política eclesiástica en España
193ss
índice analítico
y política eclesiástica en Francia
sobre la iglesia prusiana 82
167ss
imperial sobre las escuelas (1869)
y política eclesiástica en Países Ba94s
jos 187ss
de mayo 83ss 88 111 114
y reforma del breviario 575
de mitigación 116ss
y reunificación de la Iglesia rocontra las órdenes religiosas (1875)
mana y anglicana 219ss
89
tentativas de unión con las iglecontra los socialistas (1878) 80 110
sias orientales separadas 56s
113
477ss 484ss
Liberalismo 69 76s 80 131 293ss 299
Leopoldinas en Viena, fundación de
587 695; véase también los
las 732
distintos países
Leopoldo i, rey de Bélgica 45
Liberatore, Matteo 297 308 444
Leopoldo ii, rey de Bélgica 180 756 Libermann, Franz María Paul 755
Lepidi, A. 471
Lieber, Ernst María 343 691
Leray, Joseph, vicario apostólico de Liechtenstein, Alois, príncipe de 94s
las islas Gilbert 750
302
Lerolle, J. 716
Lienbacher, Georg 94
Lerroux, Alejandro 200
Lievens, Constantin 737
Lessing, Gotthold Ephraim 363
Ligas
Leyes
antisocialista (Bélgica) 181
sobre la administración de bienes
de las asociaciones de hombres y
de la comunidad católica
trabajadores católicos de Sui(1875) (Alemania) 89s
za 139
sobre la administración de bienes
católica (Francia) 171
de las diócesis (1876) (Alemade los católicos alemanes 81
nia) 90
central de organizaciones socialsobre la administración de sedes
cristianas de Suiza 140
vacantes (1874) (Alemania) 86
democrática cristiana (Italia) 681
antisocialista 350
democrática nacional (Italia) 680
de bloqueo (ley de la cesta del
de empresarios católicos 327
pan) (1875) 88
de mujeres católicas (Alemania)
complementaria sobre los profeso311 316
res de religión (1888) 96
del pueblo ruso 264
sobre la congrua (1898) 96
de trabajadores suizos 139
relativa a los derechos de las codel Sacratísimo Corazón 566
munidades de los viejos cató- Ligue des catholiques francois pour
licos sobre los bienes eclesiásla paix 721
ticos (1875) 90
Ligue démocratique belge 182ss 336
sobre las escuelas en Badén (1868) Ligue internationale des pacifistes
catholiques 721
78
Likowski, Edward, arzobispo de
de expatriación (1875) 85
forense (1894) %
Gniezno-Poznan 271
sobre la inspección de las escue- Limburgo, diócesis 130
las prusianas (1872) 78
Linse, Leo 392
contra los jesuítas (1872) 80 693 Lintelo, Jules 567
an
índice analítico
Lippert, Peter 667
Literatura, disputa sobre la 363 597
696
Lith, Francisco van 748
Liturgia 383ss
historia de la 650
local de culto 431ss
y países de misión 782
rito oriental 480s
Litúrgica
renovación 372
semanas 576
utensilios 429 432
véase también Movimiento litúrgico
Litzinger 337
Livingstone, David 758
Livinhac, Léon 759
Loe, Félix von 81 315
Loi Naquet 163
Loisy, Alfredo 464 470 601 s 604ss
614s 618s 629 633 638ss 642s
647 650 711
Lorenzelli, cardenal Benedetto 545
Lorenzi, Philipp de 120
Lotte, Joseph 716
Loubet, Émile 175 709
Lourdel, Simeón 759
Lowenstein, Karl 290 302 308 313
321 667
Luca, cardenal Antonio de 442 456
Lucerna, cantón 133
Lucon, cardenal 662
Ludwigs-Missionsverein, Munich 732
Lueger, Karl 95 97s
Luis i, rey de Baviera 391 503
Luis i, rey de Portugal 201
Luise, G. de 558
Lutero, Martín 540
Lüthen, B. 403
Lutz, Johann 77 80 92
Luxemburgo
asociaciones y sociedades 191s
en camino hacia el conservadurismo 191
cuestión escolar 191s
instrucción religiosa 191
órdenes y congregaciones religiosas 192
socialismo 192
Lwanga, Kral 759
Lynch, J.J., arzobispo de Toronto
230 249
Llandaff, Lord 219
Maas, Otto 785
«Maasbode» (Países Bajos) 190 319
MacCabe, cardenal 225
Macdonald, John A., premier del Canadá 230
Macedonia 283 501 505
vicariatos apostólicos 521
Mackau, Armand 171
MacMahon, Patrice Maurice, presidente francés 39
Machado, Domingo 207
Maffi, cardenal 641 666 682
Magiares 274
Magisterio de la Iglesia 461 611 614
639 695 698
y teología 437ss
Maier, F. 664
Maignen, Charles 241 471 472 658
Makarios i, arzobispo ortodoxo de
Chipre 508
Male, Émile 419
Malebranche, Nicolás de 450
Mallinckrodt, Hermann von 70 74
Manacorda, E„ obispo de Fossano
151
Manchuria 776
Mandonnet, P. 446
Manna, Paolo 772
Manning, cardenal Henry Edward
38 99 215ss 219s 308 400
Manteuffel, Edwin von 132
Manzoni, Alessandro 153 361
Marango, Jacinto 521
Marchiafava 722
Maredsous, abadía 186 207 384 392
Margiotta, Domenico 321
818
María, devoción a 373 380s
María Cristina, reina de España 196
María Laach, abadía 396 429
Maria-Stein, monasterio 136
Marianistas (Societas Mariae) 381
en Japón 743
Marianistes de la Sainte-Croix 381
Mariannhill 765
Mariavitas 265 381
Marie au Sacré-Coeur 401
Marilley, Étienne, obispo de Lausana-Ginebra 133 136
Mariología 380
Marion-Brésillac, monseñor de 755
Maristas, en Oceanía central 749
Maritain, Jacques 367
Markiewicz, Bronislaw 268
Marco vin, patriarca copto 513
Marlé, P. 611
Marochetti, Cario de 431
Martin, Konrad, obispo de Paderborn 87
Martín, Luis 398
Martin, Thérése, véase Teresa de Lisieux
Martina, G. 548
Martinelli, cardenal Sabastiano 242
245
Marwitz, von der, obispo de Kulm
87
Marx, Karl 305 336
Masad, Pablo, patriarca de los maronitas unidos 524
Mateous, abuna de la iglesia de Etiopía 514
Matiussi, P. 667
Matrimonio civil 86 310
Matrimonio y familia 309
Mauri, cardenal 389
Maurras, Charles 228 314 358 361
663 722
Maus 655
Mausbach, Josef 445
Máximos ni Mazlum, patriarca melquita de Antioquía 521
Mayeur, J.-M. 643 713
Maximiliano, príncipe de Sajonia 488
Mazzella, cardenal Camillo 222 290
309 443ss 449 471 605
McGlynn, Edward 250
McKinley 198
McNicholas, J.T., arzobispo de Cincinatti 250
McQuaid, Bernard J., obispo de Rochester 241 244 246
Meda, Filippo 151 155 158 683 720
Medici, cardenal Fernando 410
Mediterránea, entente (1887) 124
Medolago 334
Mehrerau, monasterio 400
Meignan, cardenal Guillaume Rene
165
Meinertz, Max 649
Mejer, Otto 82
Melchers, Paulus, arzobispo de Colonia 72 76 87 114 121 125
404
Meletios II Dümani, patriarca de Antioquía 508
Mélin, Jules 171
Melquitas 507
unidos 484 521
Mellaerts 325
Méndez Medina, Alfredo 211
Menelik n, emperador de Etiopía
514 523
Menéndez y Pelayo, Marcelino 197s
Menzingen, instituto docente 135
Mercati, Giovanni 573
Mercier, cardenal Désiré 184 186 442
447 575 624 630 645 657 666
Merkle, Sebastián 48 308 595 599
600
Mermülod, cardenal Gaspard 137
141 308 376s
Merry del Val, cardenal Rafael 142
184 222 471 546s 558 570 578
655 671 674 699 725
Messandachten (rezos y cánticos para la misa) 384
Metodio, san 478
Método histórico 603ss
819
menee
Metlen, abadía 391
México
Estado e Iglesia 211
órdenes religiosas y congregaciones 211
Mickiewick, Adam 268
Michael, Emil 370 455
Michelis, Friedrich 135
Miglietti, Charles 654
Mignot, Eudoxe Irénée, arzobispo de
Albi 579 605 609 631 635 643
646
Miguel (Mihailo), metropolita ortodoxo servio 502
Militia of Christ for Social Service,
sindicato católico en USA 250
Millais, John 427
Millet, sistema de los 505 515
Minocchi, Salvatore 629ss 644
Miquel, Johannes von 80
Mironescu, Athanasios, metropolita
rumano 501
Misa, sacrificio de la 379 384
Misal
reforma del 544 575
para seglares 185
traducción del 384
Misión
de África Central 755
de África Ecuatorial 755
en África del Sur 764
de Angola 761
de Basutolandia 764
de Birmania 737
de Corea 742
entre los indios 778
interior 375
de Liberia 754
en Madagascar 765
de Malaca 737
de Mongolia 74C
entre los musulmanes 752
del Natal 764
de los negros 778
de Nueva Zelanda 750
de Oceanía 748ss
820
portuguesa en África occidental
761
portuguesa en África oriental 761
de Siam 738
de Sudán 755
véase también Misioneras; Misioneros; Misiones
Misionales, asociaciones 732
Misioneras
de los Sacratísimos Corazones 235
sociedades 733
Misioneros
de la Consolata 732
del Corazón de Jesús 733 746
de Lyón 484
de Mariannhill 733 765
de Milán en India 737
de Mill-Hill 746
de Notre-Dame de La Salette 381
de París 781
de La Salette en Madagascar 765
de Scheutveld 746 757
de Steyl 402 403s 733 746s
en Adamaua 754
en África 758
en África central 760
en África oriental 760
en África portuguesa 761
en África del Sur 764
en Annam 738
en Congo belga 757
en Corea 742
en China 740
en Filipinas 746
en India 737
en Indias orientales neerlandesas
747
en Japón 743
en Kenia 760
en Liberia 754
en Nueva Guinea 750
en Nueva Zelanda 750
en Sudán 765
en Oceanía occidental 749s
en Tibet 740
en Togo 755 767
Misiones
Montel-Treuenfest, Johannes von 99
colonialismo y misión 730ss 766s
106 123
día de las 774
Montenegro 279 282
exposición de las 774
iglesia ortodoxa 490 500 503
historia de las 787
Montfortianos, en Liberia 754
impulso de León xm hasta la se- Montini, G. 155
segunda guerra mundial 730ss Moran, cardenal P.F. 231
independización de las iglesias jó- Moreau, Joseph 762
venes 766ss 771ss
Moreno, cardenal 193
indigenización, acomodación, adap- Moreno y Díaz, E., obispo de Pastación 771ss 780s
to 209
del Pacífico 748ss
Morris, William 428
secuelas de la primera guerra mun- Moser, Karl 435
dial 766ss
Motu proprio
seminarios de 772
Abhinc dúos annos (1913) 575
teoría de las 787s
Arduum sane munus (1940) 559
véase también Misión
Dei providentiae (1917) 489 770
Misionología 782
ínter pastorales officii (1903) 412
Mistral, Gabriela 212
Optatíssimae (1895) 482
Mivart, George 619
Orientis catholici (1917) 489
Mocquereau, André 571
Sacrorum antistitum (1910) 260
Modernismo 105 369 539 541 586ss
647
695 697
Tra le sollecitudini (1903) 569
condenación (1907) 637ss
Moufang, Franz Christoph Ignaz 113
en Alemania 588ss
132 329
en Francia 602ss 627
Movimiento bíblico católico, véase
en Gran Bretaña 617ss
Biblia
en Italia 627ss
Movimiento litúrgico 186 568s 575
intervención de la autoridad ecley construcción de las iglesias 431ss
siástica y reacción integrista Movimiento Los-von-Rom 95 597
636ss
Movimiento obrero 62 131 292 305
Mohler, Johann Adam 441
307 310 327s 330ss 338s 341
Molokanos 492
693ss 702
Moller, H. 190
véase también Movimiento social;
Monaquismo 775
Cuestión social
Monarquía social 303
Movimiento social católico 343 351;
Monjes rusos ortodoxos 496
véase también Movimiento
Monetti, P.G. 665
obrero y los países en especial
Movimientos católicos 287 324ss; véaMonofisitas 511ss 516
se también los distintos países
Monsabré, Louis Jacques Marie 321 s
Mtesa, rey de Uganda 759
396
Muhammad 'Ali 507 513
Mont-César, abadía 186
Montalembert, Charles Rene Forbes Mühler, Heinrich von, ministro prusiano del culto 73 75 76s
152
Monte Cassino, congregación de 394 Mujer
emancipación 311
429
821
trabajo 310
Müller, Adam 303
Müller, Josef 590 593 597
Mun, Albert de 168ss 183 199 301
307ss 314 328 334ss 345 349
665 712
Murri, Romolo 156 157 161 313 537
541 587 631s 635 657s 674 680
720
Música sacra 407ss 569ss
conflicto acerca de la 407ss
reforma bajo Pío X 544
Mussolini, Benito 685
Mutel, vicario apostólico de Corea
742
Muth, Cari 143 363 366 597 599 696s
Mwanga, rey de Uganda 759
Nacional-liberalismo 69ss 76ss 83 86
91 590
Nagel, F.X., arzobispo de Viena 98
Namszanowski, Franz Adolf, capellán mayor del ejército prusiano 79
Napoleón ni 416
National Conference of catholic Trade-Unionists 218
National
Education
Association
(USA 244)
Naudet, Paul 172
Navarre, L.-A. 750
Nazarenos 375 425
Négre 433
Neoescolástica 356 366s 437ss 443ss
449 454 593 5%
Neogótico 420ss
escultura y artes plásticas 430s
Neogüelfos 152
Neotomismo 397 443ss 648
Nestorianos 510
unidos 525
Neto, cardenal 202
«Neue Zeitschrift für Missionswissenschaft» 786
Newman, cardenal John Henry 152
214s 458 610 618
Nicolás i, zar de Rusia 515
Nicolás ii, zar de Rusia 257ss 262s
489ss 515 518
edicto de tolerancia (1905) 493
Nietzsche, Friedrich 363
Nikanor, patriarca de Alejandría 507
Nikel, Johann Simón 649
Nikita, príncipe de Montenegro 503
Nikolay, obispo ortodoxo de Varsovia 264
Nina, cardenal Lorenzo 63 112 177
Noble and Most Holy Order of the
knights of Labor (USA) 247
Nocedal 193ss 199 229
Nolde, Émil 430
Non expedit 350 361 686
en tiempos de León XHI 146ss 155
en tiempos de Pío x y de Benedicto xv y al comienzo del
pontificado de Pío xi hasta
1925 670ss
Norfolk, duque de 219
Nothomb, ministro belga 44s
Notre Dame University 244 246
Núñez, R., pres. de Colombia 208
Oberdorfer, Kaplan 316
Obispos, nombramiento de 581
Oblatos de María Inmaculada 733
en África meridional alemana 764
en Basutolandia 764
en los esquimales 778
en el Natal 764
Obra pontificia de la propagación de
la fe 774
Obra de san Pedro apóstol 732 772
774
Observantes 389
O'Connell, cardenal William H. 253
O'Connell, Denis Joseph 236 240 246
249 252 470
Octava de oraciones por la unión de
la cristiandad separada 487s
Odescalchi, cardenal Cario 43
Oeuvre des cercles catholiques d"ouvriers 301 328
822
O'Gorman, presidente de la congregación inglesa O.S.B. 394
Ohm, Tilomas 785
Oksza-Stablewski, Florian, arzobispo
de Gniezno-Poznan 27 ls 688
Oldenburg 93
Olinda (Brasil), abadía y congregación O.S.B. 207 395
Ollé-Laprune, Léon 451
Ontologistas 45
Opera Bonomelli 633
Opera dei Congressi e dei Comitati
Cattolici 146 149s 156 159ss
317 325 333 343 350 353 541
585 628 631 674ss 696
Orbin, Johann Baptist, arzobispo de
Friburgo de Brisgovia 132
Orden social 308
Órdenes y congregaciones religiosas
388ss 405s 472 544
y canonizaciones 373
en Filipinas 746
en Francia 706
en Prusia 122 126 129
véanse también los distintos países
Oreglia, cardenal L. 41 345 545
«Oriens christianus», Roma 483
Oriente próximo
intentos de unión de León xm, y
latinización 478ss
Orlando 684
Ortynski, Stephan Soter, vicario apostólico 486
Osnabrück, obispado 87 118s
«Osservatore cattolico», Milán 148
151 155
Otomano, imperio véase Turquía
Otón i, rey de Grecia 503
Otto, Hubert 740
Our Lady's Nurses of the Poor (Australia) 232
Overbeck, Johann Freidrich 425
Ozanam, Frédéric 149
Pablo v Pedro xm, patriarca armenio 526
Pacca, cardenal B. 43
Pacelli, Eugenio véase Pío xn
Pacifismo 72ls
Pacto(s)
Gentiloni 679s
de Letrán (1929) 687
Paderborn, obispado 118
Padres
blancos 484 733 781
en África 752s
en África central 759s
en Rodesia 763
del Espíritu Santo 733
en África ecuatorial 755
en África oriental 760
en Alemania 688
en Liberia 754
de la Santa Cruz
en África occidental portuguesa
761
en India 737
en Madagascar 765
del Santísimo Sacramento 566
Paes, Sídonio 203
Paganuzzi, G.B. 151 159 546 673
Países Bajos 352 354
en camino hacia el conservadurismo 187ss
catolicismo y liberalismo 187ss
cuestión escolar 187s 190 312
cuestión social 188s
ley fundamental del Estado (1848)
187
y misiones 777
movimiento católico de trabajadores 189 336 340
movimiento social católico 326s
música sacra 410
órdenes religiosas 187 191
prensa católica 319
Palestrina, Pierluigi da 408
Palmieri, D. J. 442
Palotinas en Camerón 754
Palotinos 401 733
en Australia 233 751
en Camerón 754 767
823
en Polonia 268
Pallfy, conde 723
Pallotti, Vinzenz 373
Paneslavismo 51 254 478 492
Papa
despacho de Bismarck sobre la
elección 88
elección 104 552
(1878) 38ss
(1903) 532ss
primado del 88 220
Papado 57ss 72 483
Papadopulos, Johannes 521
Papalini 146
Papini, Giovanni 682
Paredis, Johannes Augustas, obispo
de Roermond 190
Parker, Matthew 220
Parkinson, H. 218
Parocchi, cardenal Lucido Maria 322
377 403 468
Partí catholique (Bélgica) 182 184
Partido del centro alemán 50 70ss
77 80s 85 90 109s 113ss 292
315 318s 349 533 591 690ss
696 719
curia y centro 113ss
y disputa acerca del septenio 126s
y Kulturkampf 117ss 131
Partido(s)
católicos en la democracia 349
conservador del pueblo (Suiza) 141
popular cristiano flamenco (Bélgica) 183
popular italiano 146 680s 684
socialcristiano (Austria) 97 300ss
327
socialista obrero español 193
Parzham, Conrado de 373
Pascal, Blaise 444
Pasionistas
en Bulgaria 280
en Rumania 279
Passavich 671
«Pastor bonus» (Tréveris) 442
Pastor, Ludwig von 370 453 592 697
Pastoral 576ss
Pastoral de emigrantes 234s
Patmore, C.K. 227
Patrizi, cardenal Costantino 241
Patrizi, Francesco Saverio 441
Patrología 459 649
Patronato, derechos de
español en Chile 206
portugués (padroado) en la India
201
Paulinistas 522
Paulistas 473
Paulo vi, papa 557
Paulusverein (unión de san Pablo)
337
Pecci, cardenal Giuseppe 43 397 399
442
Pecci, Luigi, padre de León xm 43
Pecci, Vincenzo Gioacchino, véase
León xm
Pedemonte, Emmanuele 756
Pedro i el Grande, zar de Rusia 490
503
Pedro n, emperador de Brasil 207
Pedro ni, metropolita ortodoxo de
Cetigne 503
Pedro iv, Geraigiry, patriarca melquita 522
Pedro VHI, patriarca copto 513
Péguy, Charles 359
Pelczar, Józef Sebastian, obispo de
Przemysl 268
Penitenciaría 556
Pentateuco, crítica 398 467
Périer, jefe del gobierno francés 63
Périn, Charles 177 179 299 306
Perosi, Lorenzo 569
Perraud, cardenal Adolphe 170 608
Perret, Auguste 433
Perrone, G. 441
Perroni, F. 632
Personalismo 450
Perú 208
introducción del matrimonio civil
208
Perusa, diócesis 45
824
Pescini, secretario privado de Pío x
545
Pesch, Christian 651
Pesch, Tilmann 315 368
Petre, Maud 617s 625
Petrone 681
Pezzani, H.M. 558
Pfanner, Franz 733 764
Pfeiffer, P. 403
Pforr, Franz 425
«Philosophiscb.es Jahrbuch» de la
Gorres-Gesellschaft 442
Pia Societá dei Missionari di S. Cario per gli italiani emigranti
235
Piacenza P. 573
Picard, Francois 479
Picpus, padres de, en Oceanía oriental 749
Pidal, Alejandro 196
Pie, Louis Édouard, cardenal 168 537
Pieper, August 316 329
Piffl, cardenal Friedrich Gustav 98
105 666
Pignatelli di Belmonte, Granito 105
Pillet, A. 558
Pintura al fresco 425ss
Pintura mural monumental 426
Pintura en vidrieras 426s
Pío iv, papa 647
Pío v, papa 58
Pío vil, papa 38
Pío ix (Giovanni Maria Mastai-Ferretti), papa 38ss 46ss 72 79
85 88 92 99 109 135ss 139 148
191 194 207 214 240 266 269
282 345 355 373 379s 383 389
391 408 525 540 552 558 562
590 657 684 731 756
esperanzas de unión 476s
y Kulturkampf 84
y misiones 731
Pío x (Giuseppe Melchiore Sarto),
papa 48 lOls 104s 142 146 154
184 186 190s 198 203 206s 224
252 281 334 338 370 378 390
825
398 406 412 447 455 567 506
518s 523 527 531ss 569 600
608 630 639 647 653 654 659
664 675ss 680 689 695ss 709
712 716 718 721 725 734 742
748
actividad misionera 732 735 765s
768
y apostolado seglar 583ss
canonización (1954) 539
características personales 536ss
y cuestión romana 669ss
decretos eucarísticos 563ss 568
y democracia cristiana 541
y disputa de los sindicatos alemanes 702s
divisa Instaurare omnia in Christo
544
y enseñanza del catecismo 581
e iglesia en Filipinas 746
e iglesia en Polonia 263s
e integrismo 651ss
y modernismo 637ss
modo de proceder 537
y movimiento católico en Italia
670
y movimientos pacifistas 721
y música sacra 569ss
y non expedit 670ss
obra de reforma 550ss
y partido del centro alemán 700
y política 543s
y política eclesiástica en Alemania
689ss
y primera guerra mundial 722ss
y protestantismo 540
redacción del código 651 ss
reforma del breviario 572ss
y reforma del catolicismo alemán
598s
reforma litúrgica 569 571ss
reforma del misal 575
reformismo conservador 537ss 670
reorganización de la curia 551ss
y separación de la Iglesia y del
Estado en Francia 704ss
y «Le Sillón» 661
y sociedad cristiana 665
solicitud por el perfeccionamiento
de la pastoral 576ss
tentativas para la unión de las
iglesias orientales separadas
485ss
y triple alianza 725
Pío XI (Achule Ratti), papa 66 358
457 717 772ss 778
y misiones 766ss
Pío xii (Eugenio Pacelli), papa 125
395 560 726 779
Piou, Jacques 171
Pitra, cardenal Jean-B. 345 456
Piusverein 98 326
Planque, Agustín 758
Plater, Ch. 218
Plater-Zyberk, Cecilia 264
Pobedonoscev, Constantin Petrovich
256ss 259 491
Podechard, E. 468
Poels, H. 189
Pohle, Josef 245 445
Polonia 51s 74 255ss 259 274 540
el catolicismo (1914) en las tres
regiones polacas 261ss
el catolicismo en la vertiente del
siglo 362
conciencia nacional y fe católica
273
cuestión escolar 263 271
cuestión social 267
desarrollo de la vida intelectual en
Galizia 267
enseñanza de la religión 263 271
evolución de la iglesia en las tres
regiones 261 ss
en Galizia (Austria) 266ss
en la parte prusiana 268ss
en el sector ruso 262ss
Iglesia y estado alemán en la Polonia prusiana 268ss
órdenes religiosas y congregaciones
264ss 273
prensa católica 272
unidos 264
Popiel, Wincenty Teophil, arzobispo
de Varsovia 257
Popoff, Rafael 521
Popolari 686
Portal, Fernand 220ss 482
Portugal 50 291 540
enseñanza de la religión 202
Estado e Iglesia 201s
separación de la Iglesia y el Estado 203
la Iglesia entre revolución y reacción 201 s
órdenes y congregaciones religiosas 202 399
padreado
en África occidental y oriental
761
en Asia 735s
Positivismo 448
en México 212
Pothier, J. 411 570s
Potocki, Alfred 266
Portier, A. 181 336
Poulat, E. 548 587 609 642 653 654
655 666
Powderly, Terence 247 249
Prat, Ferdinand 466 469 649
Predicación 544
Predicación, articulo acerca de la 77
90 129
Premonstratenses
en Brasil 207
en el Congo belga 757
Prensa católica 317ss
Prerrafaelitas 428
Prezzolini 682
Procesos de canonización 373
Progreso humano 46
Propiedad
derecho natural de la propiedad
privada 296$
doctrina 295ss 304
Proske, Karl 408
Protestantismo 540
liberal 588
826
Prusia 108 261
centro 110; véase también Partido
del centro
conservadores 110
control estatal de las escuelas 129
cuestión escolar 312
Kulturkampf 69ss
matrimonio civil 129
órdenes religiosas 121 129
política eclesiástica 77ss
política polaca 269
prohibición de los jesuítas 129
separación de !a Iglesia y del Estado 77 89 114
soberanía del Estado sobre la Iglesia 129
socialdemocracia 110
véase también Alemania, Kulturkampf
«Przeglad Powszechny», Cracovia 267
399
Przyluski, Leo de, arzobispo de
Gniezno-Poznan 268
Psicología 448
Pugin, A. W.N. 419
Puppey-Girard 327
Puttkamer, Robert von 114 129
Puvis de Chavanes, Fierre Cecil 425
Puzyna, cardenal 104 267 535ss
Python, Georges 141
Quadrotta, G. 632
«Quinzaine» 360 716
Racki, Franjo 277
Radini Tedeschi, G., obispo de Bérgamo 151 160
Rafael 425
Raiffeisen, Friedrich Wilhelm 325
Raimundi, Giovanni Battista 410
Ralliement, política de R. 55 58
169 173 229 301 334 343 346
349 353 470 705
Rambler-Gruppe, Inglaterra 618
Rambouillet 458
Ramplonería religiosa 374
Rampolla, cardenal Mariano 50 55
59 63 97 100 103 123 131 157
173 195ss 201 221 235 247 278
300 318 343 352 370 468 481
533ss 548 709
Ratzinger, Georg 695
Rauscher, cardenal Joseph Otmar
von 95
«Razón y fe», Madrid 199 399
Recoletos 389
«Recherches de science religieuse»,
París 650
Redentoristas 80 400 484
en Alemania 688
en Congo belga 757
en Polonia 265 268
Redner, Leo, obispo de Kulm 130
Reformados 389
Regulaciones de Eisenach (1856, 1908)
422
matrimonio civil 210
Reichensperger, August 290 419
Reichensperger, Peter 70 74 77
«Reichspost», Austria 319
Religión
ciencias de la 588 594 627
enseñanzas de la 77 90 312s; véase
también los distintos países
Religiones, historia de las 649
Religiosa, libertad 294
Religiosas de san Carlos Borromeo
405
Religiosidad, formas de 371 ss
«Renaissance», revista 590 597
Renán, Ernesto 166 461 610
Rende, di, nuncio 168
Renouveau catholique 359 360
Rensi, G. 634
Rerum novarum v. Encíclicas
Respighi, cardenal Pietro 160
Resurreccionistas 262
en Bulgaria 521
Reuss, príncipe 114
Revelación 464 614 639
Revertera-Salandra, Friedrich 51 55s
102 302 485
827
Revolución 346
«Revista popular» 197
«Revue bénedictine» («Menager des
fidéles») 392
«Revue biblique» 466 469 604 605
656s
«Revue du clergé francais» 605
«Revue d'histoire et de littérature religieuse» 605
«Revue moderniste internationale»,
Ginebra 647
«Revue néoscolastique de philosophie», Lovaina 442 448
«Revue de l'Orient enreden» París
483
«Revue des sciences philosophiques
et théologiques», Le Saulchoir
650
«Revue Thomiste», París 442 446
Reyes, Rafael 209
Reymont, Wladislaw 264
Rezzara, L. 151 160
Ribot, Alexandre 174
Ricci, Matteo 786
Richard de la Vergne, cardenal F.
M.B. 471 608
Richelmy, cardenal 666
Richter, Ludwig 425
Ridel, Felix-Clair, vicario apostólico
de Corea 742
Riezler, Kurt 690
Rila, monasterio de 501
Rinnovamento, Milán 592 639 647
Rio Branco. barón 208
Rippon, lord 219
Risorgimento 627
Ritos, congregación de, véase Congregación de ritos
Ritos, querella de los 776
Ritter, barón 723
«Rivista di filosofía neoscolastica»,
Milán 442 648
«Rivista internazionale di studi sociali» 300 682
«Rivista storico-critica delle science
teologiche» 630
Rocco, obispo caldeo 525
Roco, A. 686
Rodolfo, arzobispo de Austria-Hungría 104
Roeren, Hermann 697
Rogier 177
Roma, ciudad santa 42 57
diócesis 550
«Roma y Oriente», Grottaferrata 488
Romana, cuestión 54ss 58 62 111 119
146 154 158 231 290 361 537
683 686 720
y catolicismo italiano 669ss
Romanticismo 363
Rommerskirchen, Johannes 784
Rooseivelt, Theodore 252
Roothaan, Joachim Philipp 752
Ropp, Eduard, obispo de Tyraspol
(Saratow), desde 1904
de Vilna 258 260
Roquefeuil, Robert de 314
Rosario, rezo del 373 380
Rosebery, lord 224
Rosegger, Peter 362
Rosmini-Serbati, Antonio 153 362
633
Rossetti, Dante Gabriel 427
Rossler, A. 596
Rossum, Wilhelm van 769 772
Rota romana 555
Rouault, Georges 430
Ruchonnet, presidente federal suizo
141
Rudiger, Franz Joseph, obispo de
Linz 96
Rumania, rumanos 276
conventos ortodoxos 500
iglesia ortodoza 490 500
órdenes religiosas y congregaciones 279s
Rusia 51 104 261 281 483 490 533
540 724 730 734
convenio con el Vaticano (1882)
256
dificultades para la iglesia católica después de 1906 259s
828
edicto de fe y tolerancia (1905)
259
y esfuerzos de Roma por la unión
478 485
grupos confesionales y religiosos
258
la Iglesia católica en el imperio
ruso 255ss
Iglesia y Estado 490ss
Iglesia estatal 256ss
medidas de rusificación contra los
católicos y los unidos 256s
259s
situación de los unidos 257s
viejocreyentes 259
Ruskin, John 428
Rutten, P. 336
Ryan, John A. 250
Ryllo, Maximilian 756
Sabatier, Auguste 603
Sabatier, Paul 619 647
Sabatier, S. 641
Sabler, V. 259 494
Saboya, reyes de Italia de la casa
de 154
Sacchetti, G. 587
Sacerdotes, formación de los 576ss
Sacerdotes Sanctissimi Sacramenti
(SSS) 378
Sacerdotes, seminario de 576ss
Sacra Congregatio pro Ecclesia
Orientali 489
Sacra Congregatio negotiis religiosorum sodalium praeposita
406
Sacramentos 614 640
Sagasta, Práxedes M. 194
Sagrada Escritura 460s 639s; véase
también Exégesis bíblica
Sagrada Familia, devoción a la 382
Sahut 172
Sailer, Michael, obispo de Ratisbona 408
Sajonia, Kulturkampf 92 132
Sala, cardenal J.A. 43
Salama, abuna de la iglesia etiópica 514
Salario justo 310 331
Salesianos 401 484
en la India 737
Salisbury, lord 219
Salterio, reforma del 573s
Saltet, L. 646
Salvadori, Giulio 682
Salvatorianos 402
en Bélgica 185
Salvien, P. 654
Samassa, cardenal Josef 101 104
San Benito (Río de Janeiro), abadía 395
San Felice, cardenal 185
San José, devoción 382
San Matías (Tréveris), abadía 393
San Pedro Claver, sodalicio de 732
Sancha y Hervás, cardenal 198
Sand, George 360
Sangnier, Marc 314 660ss 711 712
Santa Infancia 774
Sant'Anselmo, Roma 394 479
Santí 671
Sanvito, J.M. 396
Sapieha, F.A. 560
Sardi, monseñor 640
Sarmiento, Domingo 205
Sartiaux, F. 610
Sarto, Giuseppe, véase Pío x
SatoUi, cardenal Francesco 242 247
251ss 442 449 468 471
Sauer, Joseph 599
Saveriani 732
Savigny, Karl Friedrich 697
Scalabrini, G.B., obispo de Piacenza
153 234s
Scotton 159
Schaepman, A.J., arzobispo de
Utrecht 190
Schaepman, H.J.M. 188
Schazler, Constantin von 445 446 459
Scheeben, Matthias Joseph 446
Scheicher, Josef 105 300 303
Scheiwiler, obispo de St. Gall 140
829
Schell, Hermán 105 322 368 445 450
470 592ss 598 639 699
Scherer, Theresa, superiora 135
Scherer-Boccard, Theodor 134
Schiffini, S. 442
Schilling, Dorotheus 785
Schindler, Franz Martin 105 300 303
368
Schings, Joseph 337
Schinkel, Karl Friedrich 423 426
Schlegel, Friedrich 363 425
Schleiermacher, Friedrich E.D. 602
Schlbzer, Kurd von 118 123 127
Schmid, Christoph von 461
Schmid von Grüneck, obispo de
Coira 143
Schmidlin, Joseph 45 48 650 783ss
Schmidt, Wilhelm 649 785
Schmidt-Rottluff, Karl 430
Schnitzer, Joseph 644
Schnorr von Carolsfeld 425
Schnürer, Gustav 142
Schonborn, cardenal Franz 97 300
Schónburg-Hartenstein, príncipe 547
Schonerer, Georg Ritter von 95
Schorlemer-Alst, Burghard von 325
Schott, Anselm 185 384
Schrandolph, Johann 426
Schroeder, Joseph 244
Schubert, Franz 407
Schulien, Michael 786
Schulte, cardenal Karl Joseph 305
Schuster, Ignaz 461
Schwager, Friedrich 783
Schwane, J. 459
Schwarz, Rudolf 435
Schwarzenberg, cardenal Friedrich
393
Schwer, Wilhelm 49
Secco Suardo, D. 547
Seckau, abadía 393
Secretaría de Estado del papa 554
556
Segesser, Philipp Antón 138
Segna, cardenal Francesco 468 545
Segur, Gastón de 376 564
Semaines de Missiologie, Lovaina
(desde 1922) 785
Semaines religieuses 165
Semaines sociales 711 715
Sembratovyc, cardenal Sylvestre 518
Semeria, Giovanni 630 633 634 647
682
Semi-modernismo 652
Seminario 577ss
Senestréy, Ignaz von, obispo de Ratisbona 128
Senex, véase Meinrich Federer
Separación de la Iglesia y el Estado
véase los diversos países en
especial
Septenio, disputa acerca del 126s 131
350 690
Sertillanges, Antonin Gilbert 367 614
Servios 274ss 281ss 718 723ss
Estado e Iglesia 502
Iglesia ortodoxa 490 500 502
Seumois, A. 788
Sexos, igualdad de derechos de ambos 311
Sickel, Th. von 453
Sickenberger, Joseph 467 599
Sickenberger, O. 593
Sienkiewicz, Henryk 264 362
Siervas de la beatísima Virgen María
(Polonia) 272
«Siglo veinte», revista 597 599
Siglo de oro 197
Signatura apostólica 556
Simeoni, cardenal Giovanni 226 249
442
Simón, cardenal Johann 99
Simón ix Benjamín, katholikos 510
Simón xx Pablo, katholikos 511
Sindicatos
alemanes, disputa de los 189 338
600 664s 691 696s 702
cristianos (Alemania) 316
Singmessen (misas cantadas por el
pueblo en Alemania 384
Sínodo(s)
de Ain-Traz (1909) 522
830
locales en las iglesias en misiones
775
santo 490
Sillonismo, véase Le Sillón
Sintoísmo 744
Siri, cardenal 630
Sis, patriarcado (catolicado) armenio 516
Sisters of St. Joseph (Australia) 232
Six, Paul 172
Sixto v, papa 553 557
Skopcos 492
Smedt, Charles de 457
Smet de Naeyer, M. de 184
Smissen, van der 181
Snikers, obispo de Amsterdam 377
Syllabus 46
Soberanía del pueblo (imperium populare) 344ss
Sobornost, doctrina de la 496
Social, véase Cuestión social; Doctrina social; Orden social
Socialdemocracia 91 95 316 353;
véase también los países en
especial
Socialismo 298 306 352 354
cattolico 632
cristiano 307 353 587
Sociedad(es)
bíblicas protestantes 460
para la cultura cristiana 598
de San Jerónimo para la propagación del santo Evangelio 468
organización corporativa profesional de la 300 303 308
para el progreso de la religión y
de la cultura (Sociedad de
Kraus) 594
teorías de la 299ss
Societá della Gioventü cattolica italiana 149
Societá operaie cattoliche 300
Societá S. Raffaele 235
Societas Divini Salvatoris (SDS)
véase Salvatorianos
Societas Mariae 381
Societas Verbi Divini (SVD) véase
Misioneros de Steyl
Société Gratry pour le maintien de
la paix entre les nations 721
Sodalitium pianum 654ss
Soden, Hermann von 462
Soderini, conde 308
Sofronio, arzobispo ortodoxo de
Chipre 508
Sofronio iv, patriarca de Alejandría 508
Sokolski, José 521
Soler, Mariano, arzobispo de Montevideo 204
Solesmes 383 391 407 411 569ss
canto gregoriano 411 569ss
Solothurn, cantón 136
Solovief, Vladimir 483 496
Solowki, monasterio de 495
Sommerwerck, Wilhelm, obispo de
Hildesheim 87
Sonda, pequeñas islas de la 747
Sonnenschein, Cari 333
Soubirous, Bernadette 373
Soufflot, Jacques G. 416
Spahn, Martin 596 599
Spahn, Peter 691
Spalding, John Lancaster, obispo de
Peoría 240 244
Spalding, Martin John, arzobispo de
Baltimore 240
Spillmann, Joseph 365
Sramek, Jan 275
St. Gall, cantón 134
St. Meinrad (Indiana), abadía 392
St. Ottilien, abadía 393
St. Vincent (Pensilvania), abadía 392
Stablewski, véase Oksza-Stablewski
Stadler, Joseph, obispo de Sarajevo
101 278
Stamperia medicaea 410s
Stanley, Henry Morton 756
Starcevió, Ante 278
Steenbrugge, priorato 186
Steffes, Johannes Peter 785
Stegerwald, Adam 698
831
Steinbach, Erwin von 418
Steinhuber 666
Stieglitz, H. 583
Stifter, Adalbert 94 362
«Stimmen der Zeit» 667
Stojalowski, Stanislaw 267
Stolz, Alban 365
Stoppani, A. 153
Strauss, David Priedrich 461
Streit, Robert 783
Strossmayer, Josef Georg, obispo de
Dyakovar 101 278 281 478
482 492 520
Sotzel, J. 337
«Studi religiosi», Florencia 629 644
Stufler, Johann Baptist 5%
Sturzo, Luigi 680 685s
Suárez 443
Suarezianismo 449
Suermondt, C. 441
Sueur, obispo de Aviñón 401
Suiza 50 352 354
asociaciones católicas 315
centro 140
Estado e Iglesia 134
evolución del catolicismo 133ss
Kulturkampf 135
movimiento católico de trabajadores 340
neotomismo 444ss
órdenes religiosas 399s
periódicos de la Iglesia 134
trabajo de los niflos 354
Pius-Verein 134 139
socialdemocracia 139
universidad católica 141s
Sulpicianos, en Canadá 230
Sumatra 747
Svampa, cardenal 153 666
Syllabus (1864) 41 46 48 69 80 105
135 345 355 559 657
Syndicat des Employés du Commerce et de l'Industrie (Francia)
335
Syndicats mixtes 307 326
Synthetic Society 618
Szembeck, Józef Elias, arzobispo de
Mohilef 258
Szeptyckyj, Andrés, arzobispo de los
rutenos uníatas 487 518s
Taaffe, Eduard 96 98
Taft, W.H., presidente de USA 252
Tálamo, Salvatore 300 682
Tamisier, E. Marie 186 376ss
Taparelli, Luigi 296
Tardiel, J.-P. («La vérité») 229 319
Tarte, J.-I. 230
Taschereau, cardenal E.-A. 229ss 249
Taxil, Leo (Jogand-Pagés) 321s
Teatinos, en Georgia 522
Teología 399 441 603ss
y filosofía 612s
moral 399
Teoría
de las citas 466
de las dos fuentes 467
Tercera orden franciscana 390
Teresa de Lisieux 65 371 386ss
Terorde, Antón 762
Tesino 134 137ss
Tetsi, emperatriz madre en China 734
Thalhofer, Franz Xaver 421
The Guild of our Lady of Ransom
1Y1
«The Tablet», Londres 220
Theiner, Augustin 452
Thomas, obispo de Ruán 345
Thompson, abad 655
Thompson, Francis 228
Thompson, M.A. 654
Thorbecke, Jan Reed 187
Thorn-Prikker. Jan 427 429
Thorwaldsen, Bertel 430
Thum, Leo 303
Tibet 730
Tillmann, F. 664
Tinel, Edgar 408
Tittoni, Tommaso 677
Tixeront, Joseph 367 458 649
Tolerancia 293ss
Tolstoi, Dmitriy, conde 491
832
Tomás de Aquino 60 2% 379 438ss
447 464
edición critica de sus obras (Editio
Leonina) 397 440s
renacimiento de su doctrina 437ss
Tommaseo, Niccoló 153
Toniolo, Giuseppe 150 155 158 300
666 673 681
Toorop, Jan 427
Torquebiau 555
Torrend, Jules 762
Tosti, Luigi 147 152
Toth, de 656
Touchet, obispo de Orleans 708
Tovar, arzobispo de Lima 204
Tovini, G. 151 155
Trabajadores en los beneficios, participación de los 300
Tracia, vicariato apostólico 521
Tradicionalismo filosófico 45
Tragella, Giovanni Battista 786
Trakl, Georg 363
Transigentes (Italia) 152ss
Transilvania
rito rumano-bizantino 519
Trapeases 400
en Australia 232 750
en el Congo belga 757
en Japón 743
en Natal 764s
Treitz, I. 331
Tréveris, diócesis 87
Trimborn, Karl 316
Tribunal de justicia para asuntos
eclesiásticos en Prusia 83
Triple alianza (Alemania, Austria e
Italia) 54 99 119 290
Troeltsch, Emst 634
Trooz, de 184
Tuduc, emperador de Annam 738
Turinaz, Ch. Francois, obispo de
Nancy 470 712
Turmel, J. 459 610 646
Turquía 101 255 279 283 734
y las cuatro antiguas iglesias patriarcales ortodoxas 504s
Estado e Iglesia 504s
Tykhon, patriarca de Moscú 497
Tyrrell, Georg© 618 622ss 625 629
631ss 641 644 650
Ucranianos subcarpaticos 275
Ultramontanismo 120s 590 593
Ullathorne, Wüliam Bernard, obispo
de Birmingham 392
Unamuno, Miguel de 198 361
Unidos, véase Cristianos unidos
Union catholique de Fribourg 140
302 308
Union de la France chrétienne 170
349
Union fraterneUe du Commerce et
de Vindustrie 327
Union nationale 170
Unión
apostólica, asociación de sacerdotes 577
de Brest (1595-96) 518
católica (España) 196
de comerciantes católicos (Alemania) 316
concilios de (Basilea, Ferrara, Florencia y Roma: 1431-1445)
484
esperanzas de Pío rx y León XIII
476ss
evangélica (Alemania) 132 316
de la Marca Oriental 270
misional del clero 772
Unione cattolica per gli studi sociali
in Italia 150 155 300
Unione economico-sociale (Italia)
334
Unitá cattolica 656 659
Unitas, sindicato cristiano en Países
Bajos 189
Universidad
católica
de Angers 366
de Lüle 366
de Lovaina 44 186 366 368 442
448
833
de Lyón 366
de Nimega 190
de Toulouse 366s
de París 366s
de Salzburgo 366s
de Washington 366
Urosov, León 255
Urraburu, J.J. 449
Ursel, Duc d' 183
Valerga, Giuseppe 477
«Van onzen tijd» 190
Vanderpol 721
Vannutelli. cardenal Serafino 478 534
699
Vannutelli, cardenal Vincenzo 224
227 481s 487 721
Vasari, Giorgio 417 420
«Vaterland» (Austria) 319
Vaticano, archivo 453
Vaticano i, concilio 75
y misiones 730
Vaticano n, concilio 88
construcción de las iglesias 435
Vaughan, cardenal Herbert Alfred
220ss 404
Vaussard, M. 659
Veith, Philipp 425
Vélez. embajador de Colombia en
el Vaticano 209
Vénard, L. 642
Venezuela 208s
Estado e Iglesia 208
Verbeker 377
Verdi, Giuseppe 410
Verhaegen, A. 182ss
«Vérité» (Canadá) 319
Verjus, St.E. 750
Verkade, Willibrord (Paul) 429
Verspeyen 184
Veuillot, Louis 229
Vianney, Jean-Baptiste 373
Vicent, Antonio 199
Víctor Manuel n, rey de Italia 420
Víctor Manuel ni, rey de Italia 685
Victoria, reina de Inglaterra 215 231
Vidler, A. 625
Viejocatólicos, iglesia viejocatólica
71 77 90
Vigouroux, Fulcrain Grégoire 462
Vinck, H. 574
Vinco, Angelo 756
Viollet-le-Duc 419
Visita ad limina 581
Vital, Julien 749
Vives y Tuto, cardenal José Calasanz 160 203 468 546 640
Vladimiro i, gran príncipe de Kiev
492
«Voce della verita», Roma 659
Vogelsang, Cari 301 302
Vogüé, Eugéne Melchior de 169 361
Volpini, A. 309
Voltaire, Francois Mane Arouet 360
Vrau, Philibert 376
Vulgata 462
Waal, Antón de 367
Wacker, Theodor 290 700
Wadkowskij, Antoniy, metropolita de
San Petersburgo 493
Wagner, Peter 568 571
Wahrmund, Ludwing 105 368 644
Walamo, monasterio en la isla de
495
Waldeck-Rousseau, Pierre 175 705ss
Walega, León, obispo de Tarnów
267
Ward, Wilfrid 216 223 618 625
Warneck, Gustav 783
Wasmann, Erich 368
Wattson, Paul J. Francis 488
Wawrzyniak, Piotr 270
Weber, Freidrich Wilhelm 365
Weber, Josef, obispo auxiliar de
Lwow 268
Wegtaufenverordnung (Hungría) 102
Weiss, Albert María 305 370 445
454 695
Wekerle 102
Welti, Emil 138
Wellhausen, Julius 618
834
Wernz, Franz Xaver 666
Werthen, conde 111
Werthmann, Lorentz 375
Westcott, Brooke Foss 462
Wetering, H. v. d., arzobispo de
Utrecht 190
Wüpert, G. 573
Willmann, Otto 437
Wimmer, Bonifaz 392
Windthorst, Ludwig 63 73 77 85 113
117 122s 126ss 130 290ss 315
328 690s 698
Winterthut, cantón 134
Wirz, A. 139
Wiseman, Nicholas 216
Witt, Franz Xaver 409s 411
Witte, Sergey, conde 493
Woeste, Ch. 178ss
Wolter. Mauras 185 391 393s
Wolter, Placidus 185 391ss 396
Wollmann, profesor de religión 76
Wreschen, huelga escolar (1901) 271
835
Wroclaw, véase Breslau
Wulf, Maurice de 447
Württemberg 93
cuestión escolar 312
Wurzburgo, sede episcopal 92
Yonas, obispo nestoriano de Sunurgan y Urmia 510
Zaleski, L.M., patriarca 736
Zapletal, Vinzenz 142
«Zeitschrift für Missioswissenschaft»
783
Zemp, Joseph 139
Zendlitz-Trützschler, Robert 688
Zigliara, cardenal Tommaso María
183 309 442
Zocchi, Gaetano 151
Zottmann, Franz Xaver, obispo de
Tyraspol (Saratow) 258
Zürich, cantón 134 135
Zwirner, Ernst Friedrich 426
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