La Paciencia de Dios y nuestra Salvación

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La Paciencia de Dios y nuestra Salvación
CategorÃ-a : BÕBLICAS III
Publicado por Admin el 1/8/2015
El Dios que interviene en la vida e historia de Moisés, cuyo nombre es Yo soy, es el Dios de la
historia, el Dios de los patriarcas, el que libera a su pueblo. La esclavitud experimentada por el
pueblo en Egipto mueve el corazón de Dios, pues sus súplicas y lamentos llegan hasta el Señor,
quien se decide a llevar adelante su plan de liberación revelándose a Moisés y, por medio de
él, a su pueblo como el Dios de la promesa, de la vida (Exodo 3, 1-8.13-15).
Pablo, tomando como ejemplo la experiencia de Israel en el camino del desierto, hace una
advertencia a los cristianos de Corinto. Pues éstos (Israel) aunque habÃ-an experimentado la
liberación y la salvación de Dios, murmuraron, perecieron y murieron. La lección es clara: la
paciencia de Dios para nuestra salvación está dad por nuestra fidelidad, no porque Dios haya
liberado la vida está asegurada, hace falta que esa vida y la fe sean coherentes con el espÃ-ritu de
la liberación y el querer de Dios (1 Corintios 10, 1-6.10-12).
La Paciencia de Dios y nuestra Salvación
La Paciencia de Dios y nuestra Salvación Advertencia
La crónica de los sucesos, que a veces llamamos crónica roja, siempre ha tenido esa rara
capacidad de hacer noticia, como algo que merece ser comunicado a los demás, porque suscita su
interés al golpear su sensibilidad.
AsÃ- entendió el grupo de hombres que se acercó a Jesús para comunicarle que Pilato habÃ-a
mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. No se dan más
detalles sobre el motivo que impulsó al gobernador a tomar esa drástica medida. Queda
solamente en primer plano el impresionante hecho de que fueron degollados en medio de sus ritos.
En el comentario a la noticia, el Señor se refirió a otra del mismo género que seguramente
estaba presente en el recuerdo de todos. Esto es, la torre de Siloé que aplastó a dieciocho
personas en su derrumbe. En ambos casos, sea por causas polÃ-ticas o naturales, se produjeron
unas vÃ-ctimas y la explicación popular cifraba la suerte corrida por ellas en un castigo de Dios por
los pecados. Hoy dÃ-a prevalecerÃ-a la idea de que tuvieron mala fortuna, por encontrarse en el
sitio equivocado en el momento equivocado.
Estos ejemplos dolorosos es una advertencia del Señor. Debemos entender que la paciencia de
Dios para nuestra salvación es grande, la conclusión para sus oyentes es que si no se
arrepienten, perecerán de la misma manera. Sin embargo, el texto termina con palabras de bondad
y benevolencia, pues el Señor da a sus hijos, que se han pervertido, un tiempo para la
conversión, esperando que éste logre un cambio de conducta y se convierta.
En realidad, todo daño o sufrimiento que recae sobre otras personas, sirve para repasar la propia
vida ante Dios, más allá del comentario superficial a la noticia y de alguna solidaridad o rechazo
en torno a las victimaciones. Si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante. Hay
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ciertamente castigos de Dios, porque El es justo.
Las lecturas nos dejan un esperanzador mensaje de la paciencia de Dios, que no olvida a su pueblo,
que da ejemplos para actuar en coherencia, que da un tiempo necesario para la conversión. Dios
no está dispuesto a abandonar lo suyo, antes bien prefiere esperar a que las lecciones de la vida y
de la historia nos hagan volver a El con todo el corazón. Sin embargo, los textos nos insinúan que
esa paciencia también tiene un lÃ-mite, que es necesario convertirse para no perecer. Y entre las
cosas que se pueden hacer están: ablandar el terreno, echar un poco de abono y disponerse a
producir frutos. Naturalmente que no depende sólo de nuestra voluntad, sino también de la
disposición a la acción de Dios, que como buen agricultor sabe podar, cortar, abonar y disponer
para una cosecha fecunda.
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