A l f O XSViS Jaev.s 4 ^eJSarzo da 1815. TfUMERO 8, i 6 9 . IL--.'. PRECIOS DE SUSCRICION. PUNTOS DE SUSCRICION. LA RED.í.CCION, CALLE DE LA LIBERTAD, RÚM. 18. I.i>ir<!v¡a lie líuesta, callerteCarretas, y de iMpaz, nalle del (;áriiifn EXTRANJERO. f **.» para susciiciouesy anuncios, C". A. Saavedra. rué Tai too ut, 55. Pür» suscriciones también, librería española y casa de comfíl&n «le E. Denné Schaiitz, rué Monsigny, 15, y I.«adr«a, para anunciOB y suaoricioneB, C. A. Saavedra, 1, Cecil Street Strand. Hsra suscriciones, Ubreria de Hachette, 18, Kingr William. Street Strand, Chidley Cortázar, 66, Bemers Street. Oifonl Streai, Panzet, 93, London Wall, 99, y A. Maiiric», 1 i, Tavietoclc Street Covent-Garden. . - j ^ DIARIO ULTRAMAR. *0 mWa al mes <>n Madrid. EXTRANJERO. P«ria T * • « • * • »«)"t»«<-!i «I*! f.urapa, t a francos tres m«-Aet, i.áa4re«, una libia esterlina el trimestre. VJu mM, f •» chelins!*. ANTILLAS. r>iríglKtni.> libranza, • • reaU-s trimestre, franco de porte, lif'Oli.»* en OÍI.SÍ dfl los comisiíiuailos, lak#. FILIPINAS y AMÉRICA E S P A Ñ O L A . « ! • realPí trimestre, franco de pone: PORTUGAL. im reales trimestre, tranco de po'ta. PROVINCIAS. Dirigiendo HbraiuM, M* reates trimestre y • • bact«ndo Is snscwlciOB por los cosnii^ionados. POLÍTICO. Los anuselos de Vtdrid se admiten & < , • ? • reales linaa ie MI letras, eu laa oftoinas de ! , • BiMMna, calb de la Ubertod, 18, y los de Provincias enviando libranzas al Admlsíatrkdor. Qomnuiatdos A 4 reales Une*. AuksBK, eu la Propaganda Literaria, (VRelUy, nüm. U, ;fj^Jfe, RRF0R3ÍA DEL SERVICIO FORESTAL. II. llsdia un abismo de forma entre el exordio y el a r ticulo segundo, que bien pudiera llamarse primero,.dedicados por LA IBERIA á combatir la restauración de la legislación que sobre el servicio forestal se promulgó en l:>i"). ¿Qué causa ha determinado el brusco cambio opeladoeu L.\ IiiERiA, deseosa de discusión amplia y repo•~iida en su númcíro .5,(5fódel 21 de febrero, T apasionar da, injusta, enconadamente agresiva en el del 27: ¿Cómo lian podido dcsvanecersa por momentos a«uellOs sus bellos pi'op6.íito3, en cuja sinceridad oándiaamente creijiio.-í, de promover en bien del paw una luminosa discusión, hoy convertida en la desleal pelea de quien, eono^ cieüdo su debilidad, y una vez oblif^ado á sostener una polémica que provocara, acudí en su desesp^acioB á combatir mas las personas que las ideas que 8u8l»ntan, se niega con su silencio á admitir y^examinar ki queopon«n sus adversarios, y califlca nada menos que de descabellada á una disposición derogatoria de otra qvi^t solj.re lo que tiene de subversivo, que no es poco, es -por cqpipleto irrealizable? • Prendados — sin fundamento por de.sgracia—de la compostura dfc que LA InearA diera muestras en su prólogo, propusímonos acudir al palenque á que nos citaba, y al efecto contestamos á IJA IBERIA, que luz pedia, contribuiríamos por nuestra parte con la-que pudiéramos íiumiui.strarle; mas al encontrarnos de Improviso.cjoa un enemigo en quien creíamos hallar un adversario,, casi nos .sentimos arrepentidos de nuestra credulidad y de nue.stro propósito. No e.s LA IBERIA—^los hechos lo acreíiitan—el creyente do buena fe dispuesto á dejarse convencer con mejores razones que las que su opmix>n sustentan; es el fanático qua intenta imponer su voluntad á los que con ella no están conformes, y que, al verla contrariada ó desconocida, se sienteahogar por el despeclio y la impotencia. Convencidos decsto, é impidiéndonos nue.=itro instint.0 de conservación arrojarnos en el despeñadero por el que LA IBERIA se precipita, acaso abandonariamos su segundo artículo sin darle contestación alguna, por mas que si pretendiésemos seguirla en su, para nosotras Yedado, camino, por un ojo pudiéramos cambiar dos, y por un diente cuantos quisiéramos; pero como L A IBERIA asienta u n hecho, sin embargo, y aate este hecho, siquiera haya sido asentado en articuló tan descomedido, ao debemos guardar silencio, esta consideración nos mueve á vencemos á nosotros mismos, para descender á p a rar un golpe asestado en un articulo, que cualquiera creería que no estaba escrito, ó al menos Inspirado, por ingenieros. El hecho á que se contrae Lx IBERIA y que le proporciona argumento para casi todo el artículo segundo, es el de que, por el escaso número de espedientes (ciento cincuenta) despachados anualmente por la .Tunta consultiva, fué preciso en bien del servicio reducir aquella creando la facultativa, con mucho menor número aé vocales, destinando los restantes á las inspecciones, y espidiendo el decreto é instrucciones del año último. ¿Qué año ójaños elige LA iBBniA para tomarlos ccnao tipo del trabajo de la Juntaf ¿Los últimos? Pues ya se sabe que en estos ultimes años, sin que por tan triste resultado pretendamos culpar á nadie, ni dar al citarlo una nuera noticia, los servicios todos de la administración en general, y el de montes muy en particular, han sufrido undolorojíisimo paréntesis, por circunstancias de todos conocidas. Ddsde el año 1833, las convulsiones políticas; los s a cudúmientos que ha sufrido el país con sus luchas intestinas, an una palabra que resume tCtíd, la cuestión dé orden público, que empieza y concluye siempre á manifestarse por las contiendas armadas que se desbordan en los montes, han paralizado toda clase de servicio ea mu ehos de estos, y consiguientemente, el organismo fores tal ha adolecido de una inaatividad resultante del forzado i-eposoá que los distritos forestales á su vez se han visto condeniíios. ¿Podriajuzgar.se d« la íqjportanoia y .í'' los roltíViintas .«nrvicioí del distinguido cuerpo de C?,jaíiios, canales y puertos por las relativamente escasa;» libran cjup se liiyan ejecutado ea el triste paríodo en que ,-í'ii'iii ri.ítolo-i'cüütr.itistas eri de.scubi?rto de fuertes idutidad -í que nopodi.in recüjir de iiuTesoro exhausto? Pue.siin juicio psirccido á este .suponen l&s fíct^ticas »5u«ntas de I/A IBRRU. Pero hay mas todavía: á priori, mucho antes de qué se dictase el decreto de 11 de julio último, hubo algún vocal que no ce*) de reclamar en la .Tunta consultiva las visitas de inspección á que se reiteren los artícutó.i 39 y 40 del reglamento orgánico del cuerpo de 23 de.4unlo d« ÍBS"). creyendo que sin estaeviííitas la función mas i m iwrtante, el principal cometido de aquella corporación no •Be .=ati.sííieiarí ni respondía la misma al objeto para que fuera creada; recordamos con este motivo que también «e llamó sobre este putjto ¡a atención de la superioridad al rsmitii-on el me.s dejuuio último la Memoria quínmií'nal de estadística, y no vacilamos eu asegurar que si las visita* de inspffceioQ no se reaüzaroii, r por su falta 'id rsalizaeíou la.Iunta se vio libre del IVuctuoso trabajo qiu-Las mi.smas dubieran naturalmente producir, ni is, »«Ijia fué de la Junta «i esta dejó de do.spachar por otra partí, y en todo tiempo, cu.iiito se le ordenara; la culpa fué ca"t3Ío caso de la falla ilo sirvií-io y de la de recur>«B, oi-igijiadas por el e^t'ado (l<!l \yíU y por Is .estretnada reducciari del pFesijpuRsto, liiltas á que en vano se ap^rent.) poaer reniedio, pqsaudo siu es? detenido estudio íjue echu de m"noí< LÁ JiiilRfA para las reformas—cuan- FOLLETÍN DE LA ÉPOCA. 39 i\ mmmn si DN GÍDTIVO. POR O. AHTONIO DB TRUEBá. Poco después, esté se dirigió á casa de Guendiaga, á quien encontró muy animado y contento, leyendo una carta da Tumba-liebres que acababa de recibir. La parte esencial de esta carta, que Guendkga leyó á D. José Miguel con viva emoción, eran los .siguientes renglones, cuya gramática y ortografía adecento un poco: «Acabo de llegar de Bilbao con g^ran sentimiento por k s tristes noticias que me ha dado de V. su amigo don Ezequiel. Creyendo que V. estaba allí, habia ido con objeto da dar á V. algunas noticias de mí y mi fiunllia l u e estaba seguro le habían de ser muy g ^ t a s al que por salvar mí vida se espuso un dia generosamente á perder la suya. Un muchacho amigo mío habla sufrido tantas contrariedades, desgracias y miserias que resolvió arrojarse de cabeza desde el campanario de Nuestra Señora de Mercadillo para hacerse pedazos y acabar de padecer, *t cuyo efecto subió un dia que yo estaba repicando las fiampanaj. Conocí qua algo mnlo'intentaba, y á fuerza de preguntarle y sonsacarle, me deckró su criminal pjpo.vecto y conseguí hacerle desistir de él diciéndole, entre fitras Cosas, que si es infame cobardía en el soldado abandonar elpuesto del campamento en que su jefe, que Ps ui! .b^mbre, le ha eoloiado, cobardía raajs infame es en •"1 hombre aljandoiíai" el puesto déla v i,i.» en que le ha Colocado .su j.,)fc, que es fiios, porqua así al soldado como «1 horabra tienen deber de luchar en sU puesto hasta morir. Luclió sin abandonar el suyo, ruiquírió medios de ii" á .\mériea, allí continuó luchando coaáguió enriquaesarse. No tenía parientes on ninguna parte, y eomo eayes'^ gravemente enfermo, pensó enquiái) eramasdigíio da heredarle sí falloeia, y trató da averigiisila. E o - do las hacen otros—de un estremo ít, otr<f mas perjudicial. . Efectivamente: hacia tiempo (Tüe la? visitas de inspección no se llevaban 4 cabo, y, lo que ei-a mas sensible, que el servicio de provlnchis apenas d»l(a sellóles de vida. Oran parte del territorio, kw dos quintas partas por lo menos, estaban ocupadas por los carlista.s: lo.* ingenieros, Teducidos a t e n e r l a tí»pítal \v)t cárcel, 6 no remitían los planes de aproTechamkmto, ó solo lo hacijiu de la parte que de las respectivas' provincias no estaban ocupadas por las facciones: los guardas apenas podían poperíos pies eji lo.í mbntes, por el justiftcado temor de versé obligados á servir de guias á los iehMéa, de caer en su poder por mas ó menos tiempo, y hasta de pirder la vida: Ips daños en los montes llegaban ha,íta tener en algunos por. límite la ,de3.apari(íkin de Ifts 'e.x!.st.itieia,s, como con gráflca concisión manifestó el ingehiero jefe de C!udad-Real: él desconcierto .^diárñistrátivo era tal^ que hubo Diputación—ía de Oviedo—qfie por cjniulaf qui) pasó h. los pueblos,'¿P^pnso no ser aplicable á' los ftiontea de los mismíos el plan de apróVecliamiento formado por los ingenieros; y por ftn, la última estadística quincenal arrojiíba, pai^ ana prodáccion forestal de 8t.0pifl,0pí> de pesetas,'láenorñlésñriíadé?! párá laproducéion fmuduleñtá, de los hue IRéorreipóndián íi lo destruido. Pues bien; cuando toao esto sucedía, ¿qué se hizo ps.ra mejorar la situación forestal? .. ¿se eilipezó por robustecer .el servicio de phjvincías creando, como ló mas lirgedtemente necesario, una gúaidei'ía proporcfoilada'en núme^ ró 4 lo qUe los taotites'ñScésitabtof Tddo^lo contrarió: cuando'no Habiáé serviclb que IttSpéceidSír^'créó la inspetólon fija, que'fes el Mmnte, éf resúmÉ^Tde todos los servicios; y como los inspectores qwedabáiiíétóí' fiera de su centro, se les impusieron tal»» obligaclotíssi qué se vieron convettidós'eri jefes de distrito, eórt fe diferencia de hallarse éieargádos dé ,SMs, siete ú oüh'j provincias en lugar de una; en una situación ridicula y d«sairada; viviendo del auxilio que les prestaban por consldsracirttl personal los jefes de los distritos en que respectivamente tenían su residencia; sitftifeMo alrededor de si el váelo; mortíflcándo.sa al considerar cuan cierto'es,'como Lv IBERIA expone, q m ciertas reformas son impremeditadas, y sintiendo todavía alguno la amargura que le pro duciala sistemática opoáicion con que se desatendían justas y fundadas reclamaciones contra el Irrealizable y por demás inoporttiñ» decreto de 11 de julio último. Que las nuevas inspecciones no produjeron resultado, no hay para qué demostrarlo, pues, por de pronto, los daños en los montes, siíi «ttya estincion toda mejora es imposible, debieron seguir íiasta el punto de que, por el mes de noviembre ó diciemblpe último, leímos el traslado de una circular d d ftscal del Tribunal Supremo, enoarndo, coa'tnotivo de lamentables escesos cometidos en provincia de Albacete, el mayor celo y actividad en la instrucción de los procesos que sobire los de esta clase se Instruyesen. Y no podía menos de ser así; qu<) al crearse esas tan decantadas inspecciones, ni se evitó que hubiese guarda» encargados de 79,000 y 81,000 hectáreas de monte, cómalos de Astorga yPonferrád» (León), ni S&^ hubiera conseguido á te aucesíTo otra cosa sino qtwr'lá Junta facultativa, á hi que todo debían dar hecho los inspectores, viera reducido considetafelemente ese ya célebre número de les 150 espedientes consabidos. Si e.sta organización está tomada de los países mas adelantados, preciso es reconocer que ea esos países hay un gusto detestable: nosotros creemos, como ya hemos hecho presente á la superioridad, en nuestro sincero d e seo de decir siempre la verdad de tal manera que se sienta con la fuerza que la sentimos, que ese pi-etendido aquilatamiento en la marcha del servicio con inspecciones fijas, secciones encai^acbís á ingenieros que debieran residir al pié de los montes, y á los que, dicho sea de p*^ so, no se les dio medios ni tiempo para desempeñar su arduo cometido; Junta facultativa e n c a l a d a de la parte técnica del ramo; sección de montes en el Consejo de agricultuFa, á la que se encornando la administración; todo esto por una parte, y por otra, guardas encarfados, no al uso de los países mas adelantados, sino al e Eipaña, de 81,000 hectáreas de monte, es la representación viva de la anécdota contada por Cervantes del delaeijte que, acreditado de cuerdo por sus acertadas razo nes, y á punto 4° deber á estas su perdida libertad, hubo que condenar de nuevo i raclusion por un dislate que acreditó repentinamente cuál era el verdadero y fiital estado en que su razón se encontraba. «Creó el decreto las inspecciones fijas en número de siete, y pifso al frente de ellas á los (jue por el reglamento or^nico les cqnrespondla.i Así empieza el .último párrafo del artículo k que eantsatanios, coif el que no estamos conformes: ni el reglamento orgániao se rettsue k jijHpeccionas fijas, que nunca han existido, ni la Junta ha propuestQ, l}i S3 mandó á estas á loa taspeotores á quienes oorrespondia. I|334o ?\ ppini*íro al último ingeniero del cuerpo i s t i a eoaveaBido'ídftqiíec^pricljosamente h u bo una elección en los nombreí de aquellos, y aibitíaiisi?}ente fueron destinados, de tal mido, qua ni todos los mas aiitigg.0?! quedaron como debiera habar sucedido en la Junta, viítoilós Icíi nia5 modernos fueron á las provincias; .sobre esto daremos, si es Y»rt»oÍ3r,, ¡ÍJS mis completas é irrefutalíles pruebas; así las diera Lv IBERÍ'V desús atei;~ ciones, de que coi» la creación de las ins¡>eccion3s se aseguvál5 resistencia á los abusos, en lo cual hay mas pretensiones qitfe «»actitud; la fistabilid id én los principios, —lo cual no entendeiisos,-fy ]s c^iyision del trabajo, lo cual entendemos de sobra. r dísñ á los inspectores áft^enieros loa á»dto3 nace.sarios para que-su gestión sea«l<»^z; modifiqufse la actu.al legiídaeion, «ue no las a d o p e , oyf«do á quien corresponda, y satismgaso el p r i E ^ i o de rigorosa autigüMad á qíie obedece k constitución de los cuernos facultativos, haciendo que formen esclswivamente la Junta facultativa los ingenieros mas antigafe y que se destinan á las ins pe,ec1onas lo.s que sean m^» naodemos que aquellos. '" ' ' ''I'" ESTÉB-ANNAOUUA.^ Madrid 2» dé febrero « 1 8 7 . 5 . BENSIFICENCIA. Crecmds no eqiúvocaraos al aArmar que se verifica "?y »»,H^cha cañíj^^or | | n Espa¡5st. Ai ;mismo tiempo qué por un lado H% yé el ré^ugnan1;=! pugilato de los que liiehan ah'sios,i é innoblemente por el presupuesto; pwr otro lado, compIets\mante « r t i ^ t o , aparecen grupos ó indi Tlduós,—fiKl-tea ^ r stisrlittíiiidades y a q u e no por su n ú m e r o , ^ u e fijan sin fceauw)a;Tista en los malea de la patria confiados eti que aun Iwy.pswfa ^Uoe remedio. .%tuwl « i que. asi 8)io|f|^: «^ avenimiento de un nuevo Btonurca, que desde» J ) s primeros momentos ha demastr^d^ altas prendas «óoblesáehtimientos, es sin 4ud& ocasión oportuna dCábrit el ánimo a l a esper a n » : . .' . - '• • 'J i... :• • . ' Bien síf comprende que á esceso de los pasados sufrimientos mantenga aun ea a u c h o s triste desconfianza; al ,Ter, si|i,*m)»cgo,;có^no_jlg^nos se. esfuerzan por a r rancar del campo de la mflfela la venenosa hierba de la indisciplina, con tanta saña durante W g o tiempo cultivada; al considerar cómo OKOS se afanan por conseguir qtie el soldado ame al rey (j|mo á padra y como á jefí, anulando a los hombres fun<«tos que, de.?pu3S d? prometer refagas de gloria, solo Kaía dejado rastros de miseria, ruinas y iáíft^reí al mirar cóMio de este modo se Intenta fundar o» ejército que sea d J r e y , — ó lo qu3 es lo mismo, de la pato!»,—y no el ciego Instrumento de una ú otra bándei^; al observar que | » # distinto pero igualmente recto caípího, a^it.eéen otr^^esforzados campeones que con i a s l ^ fü'éfte J f ánimc^ Sgi^&o" no dudan en descubrir toid4la|áflií|rfl4nío hediondei^ del cáncer quf! en la m a nera "de jttOVéer los empleos*^úblicos esteriliza la adminiatraoio», pertúrbala polítie|>y jwruina al país; al contwnplat sobre todo .copióla ¿ i M o n acoge tan varios y generosos esfuerzos, permítalo es crear que España no debe tomar para si el leatt e.serito sobre las puertas del lugar, donde las esperanzp acaban. Ninguna aspiración mas ij,triótica cabe que la de contribuir á rodear al trouo tffl la mayor suma de afecto y de respeto posible; cuándo ionocidos revolucionarios d i n con sus palabras.—qué detemos creer fieles precurSKM*3 de sttáítctoa futuros—miléstras de arrepentimiento por 8Ú3 errores pa.<»dos, lo» Jiopbres que por fortuna no ípn^jnos, que llorar el haber .cafiinado, tropezado y caído por los escabrosos senderos de te conspiraciones, sublevaciones y pronunciamientos..... estos hombres, decimos, tenemos mas, que otros el deber de ayudar á la obra coDiiun, aun caando no podamos^ aportar mas que lin grano de avena, pues al fin y al cabo Dios ha querido ^ u « no haya hierbecll^, pQjJieq»»^ q»e se*, q u i m dé, ai el sol la toca, alguna sostoni. Puesto que el animoso, monarca ha sabido ya en los campos de batalla ganar el respeto y el afecto de nuestros hoy numerosos batallones, busquemos además otro ejército aun mas nuofiaroso que rodee al nuevo trono do amor y de bendiciones. Machos mas de 200,000 se nos dice que son los hombres que hoy empañan las armas en defensa de la legitimidad verdadera; y al doble se aproxima,—según los datos estadMticos,-^ cííaíTOOiertíj» mil se a(*rea el númeít) de los tíóibres dé solemnidad, sordomudos, ciegos é impedidos. Véase, partiendo de estas cifras, cuántas serian las f a l l í a s que se convertirian en ecos de alabanza del monarca, sí se escucharan las indicaciones, que S3 nos ha ocurrido publicar en estos mo nientos, eij qqe qo se debe hablar de muchas otras cosas. . Si estudiamos los datos oficiales de épocas en que en la administración hubo la ordenada publicidad, q u j es necesidad y alimento de la opinión en nuestros dias, an contramos hechor muy importantes. Pagaban ó pagaron entonces,—no nos atrevemos á decir pagan boy,—para la beneficencia, sin contar la manutención de presos p o bres; Las provincias. . . . . . Rs. vn. 60.77i),10.') (1) Los Ayuntamientos . 15.205,00.1 En junto 7.}.y31,703 En igual concepto las provin {¡ias yascqngad»"' y Navarra .satisfacían la eaatiaad de 3.122,314 Aparece, pues, una suma de rs. vu. 79.103,92^; paro hay que agregar todavía otra cantidad da cerca de 4..500,00a rs., consignada en los presupuestos generalas ! áñl BstadOj d.i manera qua asciende á oche.ata y tres m>Uoiufii y méiio lo q i e en íorma de ecatribucicine-i gauatale.s, provinciales ó manieipales paga ó pudo pagar el país por razón da beneficencia. Cualquiera comprenderá que esta saina, cju ser importante, crecaria aun muv a.:};;siderablein!nte, si á ella se aumantara el producto de laVqiía la iiioíu.aabu}«aridaa áelasseaoi^-s de tqda líspaiía, y muy cspaclalmenta de Madrid, diariamauti Ijusca y Bucuentra, hasta el punto de qua solo Dios .sabe lo qua en lo? aciagas tiempos pasadoí hubier.i sido da los ^(ftósito-s. daloB enfarino.s, dalos impedidos, da los an - ' (1) Datos da 18 )0 publicados par U Dirección da administracion local dal minjsterio da Gabarnacion. toncas .supo que yo continuaba luchando sin desmayar con trabajos y mi.seríaa tan grandes como los que un dia estuvieron á punto de hacerle desertar del puesto que Dios le habia confiado, y al morir poco después, me dejó heredero do toda su fortuna, que a.scendia á un millón de reales. Vea V., Sr. D. Eugenio, por el ejemplo de mi amigo (que esté en gloria) y el mío, cómo el holnbre debe resistir siempre y no desesperar nunca. No sa ofenda V. por lo que le voy á decfr, que quien és agradecido como yo no puede ofender á quien le ha favorecido como usted. D. Ezequiel me ha dicho, que Y. ha sido muy desgraciado en toda.s sus empresas, y .sospecho que pueda V. necesitar medios para seguir luchando contra su mak fortuna: si mis sospeclias son ciertas, disponga usted siquiera de la mitad de mi inesperada fortuna, que á mi con k otra mitad me sobra para .ser rico, y la mayor d i cha que puedo alcanzar en «ate njüRdo es que acepte el dinero que me sobra, el qua me salvó la vida que me hacia falta.» Tal ora sustancialmente k carta de Tumba liebres, que si alguien cree incongruente con este libro, Guendiaga no creía incongruente con su situación, aun cuando se limitase á agradecer la noble oferta que en e l k se la hacia. Aquella carta avivó en el corazón de D.José Miguel la ternura y el noble propósito con que el buen caballero se acercaba á Guendiaga, y dicho esto, y conocido lo que ya conocemos, fácil es comprender con qué entrañable elocuencia y emoción contestark al fin afirmativamente D.José Miguel á k petición que Guendiaga le habia d i rigido hacia mucho tiempo. Guendiaga se arrojó en_ sus brazos no encontrando medio mas eloauente de espresarle su agradeéimiento y su gozo. Cuando hubo .satisfecho esta necesidad de su alma, creyó (lue debía satí.skcer otra de su pundonor. —Sr. D, José Miguel, dijo sonriendo afectuosamente ya que está V. hoy para mei'cedas, una mas tengo que pedirle. No sé qué misterioso y bonáíleQ espíritu yaga Ijoy Invisible en torno mió anunciándome que la í'ortuna se eje hí;, torpedo de adversa en favorable. Qui- siera que antes de que V. y mí señora doña Ana-María reciban licencia de Dios para llamarme hijo, y yo la reciba para llamar á Vds. padres, me permitan Vds. averiguar si estos faustos anuncios eran verdaderos ó falsos. —¿Y cómo lo ha de averiguar V., D. Eugenio? —Arriesgando en una nueva empresa el poco dinero, propio ó ageno, que me queda. D. José Miguel reflexionó un momento antes de.contestar j contestó afirmativamente. Su perspicacia no era grande, pero como su bondad k suplía, comprendió que Guendiaga obraba como delicado y bueno aspirando á entrar afortunado por las puertas que no se le habían abierto ile par eñ par cuando su fortuna era dudosa. • IX. Pos días después de haber recibido Guendiaga la carta de Tumba-liebres, llegó á Isgalde un caballero de.sconocido. Las gentes del pueblo le calificaron inmediatamente Ae franchnte, por la, para ellos, conoluyente razón de que apenas liabkba el castellano; pero Guendiaga, que desde la ventana de su casa k vio asomar por la Atakya,le calificó inmediatamente de inglés. Después de molerle las mujei-es que encontraba á su ptt.so ofreciéndole una buena casa de liué.spedes, le encaminaron á casa de 1{« señores, única donde, en su con cepto, podrian entender su revesada lengua. Recibióle D. José Miguel en k verja del jardinito; pero como no entendiese el mal francés quo el inglés hablaba, llamó,» Casilda y esta se entendió perftetamonte con él. , FJ inglés era un viajero instruido y curioso que venía á recorrer k s cercanía» de IsgaJde, y deseaba encontrar un eioerone que le acoiopuikae en aquelk eseursion. D. José Miguel, oon su acostumbrada afabilidad y cortesía, le hizo pasar á su despachito y mandó llamar á Guendiaga, seguro de que este ,se prestaría ú acompañarle con tanta ma» gusto cuanto que Guendiaga poseía lag lenguas francesa é inglesa, Por nuestra parte, lamantando los mismos males y po.seyendo mas clámenlos naturales, cuya propesióu puede aumentarse ú proporción que sea mayor el impulso que reciban, crviemM que, á bitu no podemos pre.-iciiudir del recuerdo do los escelentes productu.s dcbidfw k la yeguada del que antes de la primem guerra civil fué iufdute D. Carlos, y á la que en Aranjuez fue en hom aeiivg-.i malrotada, ersistema de roería pueda producir conveuientas y conocidos resultados siempre que al criador de caballos tanga una protección efectiva, qua falte ul qiM» ;^ehe sus yeguas al contrario, y una seguridad raeloual do que IMS rwmtmtas proporcioñürán salida no interrumpida á su mercaneia, como podrá esperar si el arma de caballería sostiene en tiemjw ds paz el efectivo iKx'Pstrirt, y que no pueíle-improvissame tn los momentos dr la eíanos albergados «n los asilos de beneficencia, si nuestras madres, nuestras esposas, nuestras hermanas y nuestras hijas, no se hubieran convertido en providencia y consuelo de t^nto desvalido. Pai-a completar ios ligeros apuntes que acabamos de consignar, quisiéramos poder decir el número da los desgraciados acogidas en todos los asilos, y comparar la eftcicia da los esfuerzos oficiales, auxiliada por sus legiorias de empleados, con la da la caridad privada y.con los resultados que ofrecen algunos instituto religiosos que, como el nombrado de las Ilefimmifas de los poorét, alcanzan con escasísimos recursos á hacer verdaderos; milagros. Fuerza libs es, sin embarco, reM^amos k no ver satisfecha nue.strá curiosidad ni d»ipadrt%íiaistra fgaorancia, porque las publicaciones oficiales! suministran en esto puntó datos muy ittcomplatos: Bfortunadwnente, las señoras, para quienes en gmn parto eseribimos, saben en este punto masque el goDwrno y qqe npsotros. Ahor» bien; del mas ligero estudiOí que • del ramo de beneficencia se haga, resiilta'f qu§ por ^a^tar on empleados nías de lo coq.venient^, >e destiña a !ss pobre menos dé tó nécégartb —qtta, por lo tanto, MÍOrgánizafeioñ «atñal es defectuosa y aun viciosa; ^ y .«obre toSoy q'üe es ur gente el remedio. " , . . , , ' Cuál sea el alstemaquesaidebaadoíijtarilo demuestran diariamente los resultados qn£ las .luniks do señoras obtienen; creemos, por lo twitp, que álainagotable caridad de las mismas conviene confiar todo lo que el Estado, la provincia y el municipio hacen hoy tan mal en este punto, no porque les falte el b.uan desSO, sino porquano tienen posibilidad de hacerlo bien.—Partiendo4e esta base, las señoras habrían de recibir cántidadas qué wó fueran menores que las que anteriormenta liemos esprésado; y uiia-ve?, decretada, com>» íieria muy fácil hacerlo, lá orn|zaciou consiguiente á este sistema, convendría que, rtl frente d'! ella, estuviera como protector i\l joy. sustituyendo á 8. M., en la resolución y despacho diario ils los negocios, S. A. la princesa de Asturias, que, cou el auxilio y simpatías de las Juntas de señoras, llsvaria inagotabla raudal da consuelos á ianumarables desgraciados, y traería sobre el monarca Incalculable tesoro de bendiciones, dando al trono la incontrastable fuerza del amor del pueblo.—O. K. V. gueriii, C«rreo IWilitiir. PUENTE DE LV M,VNOfí\. La junta gMieril d'! los fundadores de la «.Sociedad del puants sobro el canal d« l a . ^ n | h a , s ha acordado por unanimidad "dirigir una p e t ^ p n ' a la Asamblea uncional tVancasa, a ^ n de (|ue ffi^mine el proyecto de dicho puente pí>r la c<»mi8ioBiiy»í}^ué no se conceda piivilagíoalguno quacompromata el porvenir, hasta que Cusayos dícisivos hayan damostrudo la superioridad del uiw ó delotro de los iñédios pro^^tesies para enlazar á Insrlataarra ean al aontinínts, t a n t ^ ^ o el punto de vist^de la sejifuridad^como de la rapi^»<|f ej-cneion y laeaou.iuila en los (fastos; '».> La Sociedad i#4olieit«'pi'subvención, ni privilegio, ni coneasion da ntegana clasa; s j propone probar, ante todo, con hechos, que el pumita puede coiv^truir.s! üii tres afiós, .y que su costa tota! no weederia de 3'V.i JTÍ'.HOnes de frijicos. Esta proyecto, pr9*3atado por Mr. Vérard daMointeAnne, tien.' por objetó al construir un Tcrro-caiTil á cielo abierto k t «vés defeanal da k Mancha. El autor, eu UUH sucinta í»l;moriti, propouí! estihlewr u i » néria deímwlleras (^jotáo un largo sspigouj, y una «oiistruecioa .i'ua ' dada en ellas, de arcoí, siiiralos cualas dascansarin un puente ttibular de hierro, da construcción análog* á lu inventada por el inganiero Kobert Stephenson, que e m pleó sobra el Menai para enlazir la isla de Anglesay con Inglaterra, y por bajo dal coal pasan libremente desda tató8 valuta ttilo* los buques mercantes d e gran porte y los de gi^arin de mas alto bordo. En el centro del estrecho sé construiría una espacio de isla ártiñcial pam la cireulaeion de las aguas y el paso de los barcos. A fin de disipar algunos errores y ciartas pi-cocupaj cienes que sa apoderan de la opinión pública desde que se habla del establacimieato da una comunicación á (ielti abierto eatee Inalat-írra y Francia, Mr. da Sainte-/Viiíís añade á la eircukr que lia publicado »n plano, do'^.áe, 4 las estremidades del p.^rftt ddp.aso dal^anal, ajMtrecen én perspectivas las iglesias de San Pai^lq de t^óndres v dA JiaSStrtkíííaoPa de París. ' , A cuantas considaran qii« t&da obra sólida v duradera qus haya da ejeci^tar*e wn plena mar está fiin-a del alcance delpoikr humano, ei autor del provecto re^pondc-deeste-iwidoB-• • - • -- r-.-' i.^. - • ^ íKa-sulta de los sondares practicados por los ahutrantazgos inglés y francés, quo an la parte da In^isuert-.i la profundidad es de 25» metros, y de 11 en la d • Fríui.-ia: v qua en el «enteo del estracho. él paraje ma^ íK'oíundo. al que se llega,por una psBíiiíuta suave, el íaiido MU tu>i* de 53-90 metros.Si se acercan con el pensamiento i\ aste panto m i s profundo, la iglesia de tí*n Publo por una parte, v k s torres de Nueatra Señora de Pavis por otra, sa v¿ q m lus obras njas importantes qua hj'iri.au de iiacersa par.i e s taMocar la comunicación á cielo abierto no llegarían, ni auncon tres metros mis, á la mitad <h la altiira da k catedral da S m Pablo, ni coa seis metros á la mitad é% la elevación de las toriw da Nuestra Sañora da París.» LA. REMONTA DBL EJi^lRCíTO. En el acreditado pariódico ¡francés titubwlo BÜLLETIN' DE LA REUNIOS DES OFFICIERS, leemos un interesante a r - tículo dedicado á demostrar la conveniencia da la creación de yeguadas árabes por cuanta del Estado para la remonta del ejército, y como asunto d^ ai;tualid,id para el nuestro, creemos que merece atención Iftleetut^ de algunos párrafos, cuya doctrina puede tener mucha aplicación en este país; í La dificultad qu?. existe para remontar la caballería ligera merece llamar la atención del departamento de la Guerra. Ya no exi-steu las razas llamadas da silla; d^fjrentes causas nos.haa traído á esta enojosa situ.acíóa, ylas principales son las siguiéntiss: lamajora dé los caminos y U BMariarga^ffl»ile gte>ta«i;^Ba^aft.ltt».4¡4Mla^ vitlor al caballo esclusivaiáéritcdisslflsre! «amentodelprecto de la carna para el consumo público, por lo cual es mas productivo el buey que el caballo; la inoertidumbre del mercado'que desanima al criador, el cual ao puede contar con la regularidad de las compras, cuya i mpoitan^ia varia con las necesidades de la remonta. Diferentss vacas nos hamos visto precisados á acudir al estranjero para remontar nuestros regimientos de caballería ligera. Es urgente evitar esa madida que produce la esportacion da nte-stros capitales, sin contarla dificultad rfue podría ofrecer semejante prooedimiantü en una crisis europea. Tenemos á Sü^ Horas doMarsalla una colonia, cuyos recursos no son bastante oonocidoí en Francia.» Pasa después el articulista á enumarar detalladamente las condiciones del caballo árabe, y.al establecer dos sistemas de majoramiento da raza, uno por la salwjoiaii El orden y la tranquilidad no se liau restable<c¡do deíieiitre productos da una misma, y otro por la inñigioiiL da nitivam»;nte"á oriltos del Amon-Daría: por e\ contrario, sangre estranjera, considera que paía el primero basta el Kanato da tthlva continúa entregado á l a a n a r q u k , á buena elección, alimentación abundante é higiene conpas;ir de las disposiciones adoptadas j»ov el kan para daveniente, y que ninguna comarca es mas á -propósito iniftár á las hordas salvajes que lo recorren. para hallar buenas madres que la provincia da OonstanLas tribus nót«adas que ss refugian en las estj^pas de tiua, por el lado de Sétif y de Ain-Baida. la orilla iaquier»^iWl ría, cuandoWvoa «osada., ha.^en Crea asimismo que el segundo sistema, ó saa el de const.inta-í inuursionas, y hasta loi Quininas do las oaminfusión de sangre estranjera,- debe verlilc.ir.se bajo la vántts antra el Kanato y los fuertes ru.so, del latfo de. base de la yegua importada de Siria, y aparte de la difiArri y dal m*r Caspio se hallan infestad»- de b.iudidos cultad que proporciona \% iispürtiiiici.i que los pueblos turcomanos. En vista d» lo cual, paf«>e3 que .sa trwta- de orientales dan a la ya^ruá, dice: otra nueva espadipion do \i% tropas rasas, nai-o eu niavur tUua comisión en Siria esparimautaría grandes obseseak. ' •• . ' táculos; tendría precisión de servirse Ai), intarmediaries muy onerosos, los cuales emplearían todo sii s*thw «n cngañ.ar á los ensinigos do si{ i^allsion. íii se euo&rgamdá El ministro da la Guerra da P.ii-tugal prasentó á la li^ ^4qijl5ieiciii 4 un tratante do caba'los, habrií^ impasi- ' ' Cámara electiva una relación da las rufermas que probilidad de rechazar los aaimtles que presontara, iTórqua yaeta en su dt.paa:tamanto, sometiendo á sti deliberación saría lo mismo que arruinarle, á causa de lo elevado da un Código de justicia militar y h creación del cuarto resu precio, y no habría medió de obligarle á emprender • ^ gimiénto de artillería. Hap'oiouesto también quí». la fuífun segundo viaje. Adamas, ^^qr, ; ^ d r á garantir isufl - ' la d d •'^ércíto m fijo en 30,0iy.» plazas, y cu 10,000 los is'ciarjtemeate la ^üd^tt de las pi-üductos, ni el grado de clutas para al año actail, su sangre, porque, por uesgracia, el tipo del caballo sirio --'«— no tiena esa sallo da gran raza que hace qua á primera , Anuncian da Aden, qa<; fuai-za,s in'íV'sas Ima Oft:;o.avista sa diiting-t la pura sangre inglesa, •> ' ¡ do el 19 dal mes pasado el fuerte d? Mozambiqua. d e s El autor de este ¡nterovinte trabajo entra ya 4 oaupar- i pues Ide un bombardeo da cinco hoi'as, veritteadj por las SA del eslableeinilento da io qué podemo? llamar colonias rías del vapor Masiaii,. Parece que los dalVuitíoves tubaterías paouarias, dada la organización qua Indica para su disvieron 17 muertos y I.T horido.~; los inglasc's no h-n» CHtribución, pastos, cultivos, oonstniacion da edificios, gixs- , i psrimentado•pérdidas, y oadiarou despu&s al fuerto al tos y personal a^ljunto. 11 ^ultau de atüílbüi'. 1 En efecto, D. Eugenio se prestó k acompañar al inglés, que se alugrú inn«ho al ser .•-(dudado en su lengua nativa. Mr. James Bortón (que con esto nombre se ofreció á los señores al despedirse de ellos) quiso examinar ante todo, k s curiosidades del pueblo. Guendiaga lo Sintió, porque la única cosa que habia en Isgalde digna de k atención del viajero, era la iglesia parroquial, y aun esta, si era curiosa en un sentido, no lo era en otro. La suciedad de las calles, de k s facliadas y portales de las casas y hasta de las personas, que no pasaba desapercibida para el villero conforme este y sn g u k s e d i r i g k n á la parroquk, causaba verdadero rubor á Guendiaga. Lo mas notable que liabia ea la parroquia eran algunas imágenes de mérito artústíco indisputable, y Guendiaga hizo notar este mérito al inglés, que se sonrió Con una especie de desden y lástima, como liabia hecho ál ver á algunas mujeres erando en la capilk de k Saledad. Cuando salieron de k iglesia, en k cual el vkjero había tkdo pruebas de poco respeto á aquel santo lugar, Guendiaga k preguntó qué opinaba aeerca <kl mérito artístico de las imágenes hacia las cuales había llamado su atención, y el inglés le contestó: —No he tenido valor para examinar el mérito de e/sas esculturas, porque me repugna todo lo que contribuye á fomentar k tontería humana. —¿A qué llama V. tontería? le preguntó D. Eugenio admirado de aquella contestación. —Por ejemplo, fi lo qué liacen esas mujoras que hemos visto arrodilladas delante de un pedaza de madera ó de piedra mas ó menos artísticamente labrado, —Pero, caballero, esas|TOUjei«as no se arrodillan ante un padazü do madera 9 piedra, que sa airodilkn ante Dios. —Y ¿dónde está Dios, señor mió'! —Ea el cielo y en k t»eri«,., ~ Y o no le veo en ninguna parte, —Si es así, permítame V, decirle, caballero, que es usted digvo de compasión. El inglés SG volvió ásonrtúr con aire da burla y lástima y esckmó: —¡Esta pobre España siempre será k mismal Guendiaga no tuvo valor para pedir al viajara qu.' e s pliea.se sus palabras, porque lemió quf; e.splicándolaa ofendie.se aun mas su fe y su patriotismo y L^ oblip^ise h faltar á los miramientos que á todo estmnjero se deban. Por el contrario, muda de conversación, y se div¡gii>nm krtcia k Atalaya con objeto de contempkr dsíúe aili el mar y el hernioso paisaje que se estandia hacia el Esto y luego bajar á la margen izquici-da del Achaba!, segoir hacia el peñascal que dal» nombre al rio, torcer k mano derecha p«r los amenos eolkdos qua dorainfvbau {»r el Sur á k villa, descender á k cañada de la Apaña dal Diablo (cuya tradición, como también la de la Boca dol interno, so proponía Guendiaga callar al inglés para quit a r á este o(»sion de volvor á compadecer á. B^aña), r e correr las colinas y cañadas que se sucedían hasta dominar k p k y a de Mojijones, bajar á tsta, y siguiendo k orilla del mar, volver 4 I ^ a l d e y descansar bajo los n a ranjos y entre las flores de su huerto del muelle, cuyo cuidado no habia abaldonado á pesar de sus p e bres, AqueUa hermosa Uaanra cubierta de frondosas arboledas que se estandia detóe el puente d ^ Acliab&l hasta carca de la cuesta de Venta-nueva, regada en toda su estension por el eaudabso Andibay, cnaruoró al viajení, contemplada desde k Atalaya , y 1,0 k enamoraron menos k s cortas, pero variadas y amenas, riberas del Aehabal. —Veo, dijo Mr. Bqvtoíí, que toda la costa cantábrléa es sumamente hermosa, aunque su hermosura an poco 6 en t»dii m pai-ezca á k , también encantadora, de las proTínoiaH maridionaks de España que años atrás rPeorrí. (Sí cmlhmM.)