LA NUEVA LEY REGULADORA DE LA JURISDICCIÓN SOCIAL

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LA NUEVA LEY REGULADORA DE LA JURISDICCIÓN SOCIAL
Carlos L. Alfonso Mellado
Catedrático de Derecho del Trabajo
Universitat de València
La nueva Ley Reguladora de la Jurisdicción Social (LJS), Ley 36/2011, de 10 de
octubre, ha venido a sustituir al anterior texto refundido de la Ley de Procedimiento
Laboral, aprobado por Real Decreto Legislativo 2/1995, de 7 de abril.
1. Cuestiones generales a tener en cuenta.
Debe observarse el cambio de denominación que se ha producido, que es más ambicioso
y que, sin duda, responde a una regulación más global de la jurisdicción social, que se
aprecia, por ejemplo, en la expansión competencial a la que me referiré, lo que no ha
impedido mantener, en cuanto ha sido posible, la estructura de la ley anterior, por lo que
los cambios son perfectamente reconocibles y pese a que son muchos, no cuestionan los
grandes pilares del proceso y el procedimiento laboral. Seguimos estando ante un
proceso de partes, esencialmente privado pero con la debida atención a los intereses
públicos y sociales, precedido por intentos de solución extrajudicial, con un amplio
juego del principio de subsanación y con respeto a los restantes grandes principios del
procedimiento: oralidad, inmediación, concentración, celeridad, impulso de oficio,
gratuidad, etc. Además se mantiene la centralidad del juicio oral, si bien con mínimas
concesiones a la ruptura de la oralidad y con mejoras en la estructura del juicio.
Se mantiene también, en lo esencial, el esquema de recursos característico, perdiéndose
una nueva ocasión de implantar un recurso de apelación.
Otra característica general destacable de la nueva regulación es el amplio consenso
parlamentario alcanzado en relación con el texto final y ello pese a que, por primera
vez, el parlamento democrático ha discutido plenamente el texto regulador concreto.
Ese amplio consenso debería ofrecer una razonable estabilidad a la nueva regulación, a
la que habría que dejar desplegar sus efectos, previsiblemente positivos.
Es cierto, no obstante el amplio consenso parlamentario alcanzado, que subsisten
interrogantes muy importantes, como la incógnita acerca de si se dará cumplimiento a
dos previsiones legales de aplicación diferida: 1) la efectiva competencia en materia de
dependencia, concretamente en la impugnación de resoluciones administrativas
adoptadas en las materias prestacionales reguladas en la Ley 39/2006, de 14 de
diciembre, que se difiere hasta la fecha de entrada en vigor que se fije en una nueva ley
que debería ser remitida por el Gobierno en el plazo de tres años desde la entrada en
vigor de la nueva LJS (Disposición final séptima LJS); y 2) la aprobación de un baremo
o sistema de valoración de los daños derivados de accidentes de trabajo y enfermedades
profesionales, que debería realizar el Gobierno en el plazo de seis meses desde la
entrada en vigor de la LJS (Disposición final quinta LJS).
Otro interrogante que me suscita el nuevo texto legal es la determinación de si va a
poder desplegar todos sus efectos, potencialmente beneficiosos, sin una mayor dotación
de medios a los órganos judiciales y sin una cierta revisión de la planta judicial,
especialmente por lo que hace a los órganos de instancia, cuyas competencias crecen
considerablemente. Al respecto lo único que cabe es esperar que esa dotación de medios
materiales y humanos, en los términos en que sea necesaria, se produzca lo antes
posible.
Es destacable también, que, en atención a la consideración de la necesidad de la reforma
legal, especialmente en cuanto a la reordenación competencial que la misma implica y,
sin duda también, ante el alto consenso alcanzado, la norma opta por una entrada en
vigor relativamente rápida, que se ha producido en el corto plazo de dos meses desde su
publicación e incluso aplicándose en ciertos aspectos de los recursos y en la ejecución a
los procesos en trámite.
Cabe preguntarse si no hubiese sido deseable una entrada en vigor más paulatina para
que los órganos judiciales y los profesionales se adaptasen a la nueva ley, aunque eso,
sin duda, plantearía también otros problemas.
2. Las grandes direcciones reformadoras de la nueva ley.
Expuestas las consideraciones generales que preceden y centrando ya la atención
exclusivamente en el texto legal, en el mismo aparecen algunas grandes direcciones
reformadoras que se exponen a continuación:
A) La reordenación competencial.
Esta reordenación se produce para atender sustancialmente a criterios materiales,
atribuyendo al orden social lo más plenamente posible la materia social.
Esa reordenación permite superar la dispersión judicial que producía la contradictoria
jurisprudencia entre los diversos órdenes jurisdiccionales implicados en ciertas materias,
concretamente en las reclamaciones de daños, especialmente en situaciones como el
accidente de trabajo, pues todas ellas pasan a ser competencia del orden social, e incluso
la reordenación sobre bases materiales se lleva al extremo en toda la materia de
prevención de riesgos laborales, declarando al orden social competente incluso aunque
el trabajador afectado o reclamante esté sujeto a una relación funcionarial o cualquier
otra de naturaleza administrativa, como la de personal estatutario de las instituciones
sanitarias públicas.
De este modo, la reordenación competencial permite confirmar la competencia del
orden social en aquellas materias que tradicionalmente le venían atribuidas (laborales,
sindicales y de seguridad social), pero además se confirma su competencia en casi todos
los litigios sobre prevención de riesgos laborales.
También se le atribuye competencia en los recursos o impugnaciones contra actos
administrativos en materia laboral y especialmente en dos aspectos muy destacados:
recursos contra resoluciones en expedientes de regulación de empleo y contra
actuaciones sancionadoras al amparo de la Ley sobre infracciones y sanciones en el
orden social, cuyo texto refundido se aprobó por Real Decreto Legislativo 5/2000, de 4
de agosto (LISOS).
El orden social es así el orden competente de forma natural en: 1) las acciones derivadas
del contrato de trabajo y otros afines (puesta a disposición, trabajo autónomo
económicamente dependiente, etc.); 2) prevención de riesgos laborales (exigencias de
cumplimiento y reparación de daños); 3) materias sindicales (incluidas algunas que
afectan a todos los empleados públicos – elecciones a órganos representativos -, pero no
otras – negociación de funcionarios y conjunta, tutela de libertad sindical y huelga de
los empleados sujetos a relaciones funcionariales y estatutarias -, lo que puede ser
criticable pues hubiera sido mejor una unificación competencial al respecto); y 4)
protección social pública con las salvedades ya vigente con anterioridad – clases
pasivas, gestión recaudatoria, etc. -.
No cabe sino valorar positivamente esta gran opción reformadora, clarificadora y
coherente con la atribución general de competencia al orden social en las materias
individuales y colectivas propias de la rama social del Derecho (art. 1 LJS). Incluso la
crítica vendría de no haberse llevado al máximo esa unificación competencial pues, por
ejemplo, en materia de funcionarios y estatutarios, no los aspectos individuales, pero sí
posiblemente todos los sindicales, al igual que se ha hecho con la prevención de riesgos
laborales podían haberse atribuido al orden social sin excesivos problemas.
B) Modernización y agilización de la tramitación social.
A este efecto se incorporan a la regulación procesal numerosas reglas adoptadas en
soluciones jurisprudenciales, aunque también se rectifican otras y, sobre todo, se
articulan una serie de reglas que permiten evitar procedimientos innecesarios y dar
solución más eficaz y ágil a otros; se introducen aquí reglas en materia de acumulación
y reparto y, muy especialmente, las reglas sobre medidas cautelares, tanto las generales
como las que aparecen en algunas modalidades específicas.
Se intenta potenciar la solución extrajudicial y agilizar el uso de medios basados en las
nuevas tecnologías, etc.
Además se intenta limitar el número de recursos, elevando las cuantías del acceso a la
suplicación que pasa a quedar fijada con carácter general en 3000 euros.
Pero, a su vez, se intenta limitar el frecuente uso del recurso de amparo, ampliando la
posibilidad de los recursos en vía laboral, posibilitándolos frente a resoluciones que
antes no eran recurribles pero que cerraban el proceso social; reformando la modalidad
de tutela de derechos fundamentales y libertades públicas para facilitar la garantía de los
mismos en el propio proceso social y, por fin, ampliando el ámbito de la contradicción
de sentencias a efectos del recurso de casación para la unificación de doctrina,
admitiendo la cita de sentencias de los tribunales europeos y del constitucional, y
legitimando al Ministerio Fiscal para interponer este recurso en casos en los que las
partes no podrían.
En todo caso la agilidad y los principios propios del procedimiento social producían
algunas disfunciones que ahora se corrigen, estableciéndose medidas que permiten un
mejor conocimiento de las pruebas voluminosas, con mayores garantías, en
consecuencia para los trabajadores, frente a estas pruebas de habitual uso por los
empleadores.
También esta gran opción merece una valoración positiva
Además cabe citar aquí la introducción del proceso monitorio, aunque su uso es
limitado (deudas presumiblemente no controvertidas y líquidas de hasta 6000 euros pero
solamente frente a empresarios localizables y no concursados) y posiblemente podría
haberse abierto más.
C) Reforzamiento de los intereses sociales y públicos.
La reforma ha tenido muy en cuenta los intereses sociales presentes en el proceso que se
regula, que juega también una función equilibradora entre sujetos con un poder
desigual, así como la presencia de intereses públicos que merecen una especial
protección.
En orden a la mejor defensa de los intereses sociales van dirigidas reglas como las
novedades establecidas en materia de distribución de la carga de la prueba,
especialmente en todo lo relativo al accidente de trabajo y enfermedad profesional,
obligando al empleador y a los sujetos responsables de los daños a demostrar que
cumplieron con sus obligaciones preventivas. A ello se podrían añadir algunas
regulaciones en materia cautelar. También la exención de consignaciones y depósitos a
favor de los trabajadores, beneficiarios, funcionarios y estatutarios cuando litiguen en
defensa de sus derechos, y sindicatos – y en general estructuras representativas – cuando
lo hagan en defensa de los intereses colectivos que les son propios.
También, sin duda, la concreta regulación de la ejecución colectiva, que puede seguir
ahora a los procesos de conflicto colectivo, concretando sus consecuencias individuales
sin necesidad de nuevos procesos. influye en esta dirección, además de facilitar la
intervención sindical en el proceso.
Intereses sociales han estado presentes, sin duda, también en la modificación de la
regulación del trabajo autónomo económicamente dependiente, no sólo en aspectos
procesales, sino también sustantivos, especialmente en orden a considerar no
constitutivo el contrato escrito, facilitando así la expansión de esta institución que no
parecía estar desplegando los efectos protectores para los que se creó.
Otras cuestiones podrían citarse, pero las expuestas son suficientemente expresivas de
esta dirección reformadora.
En cuanto a la preocupación por los intereses públicos se puede apreciar en la
regulación de la intervención del Fondo de Garantía Salarial y de las diversas entidades
de la Seguridad Social, en el proceso laboral. Esta intervención ya era conocida y las
reglas en cierta manera ya existían pero ahora se completan y perfeccionan.
A su vez, las nuevas competencias en materia de impugnación de actos administrativos
fuerzan la regulación del cauce procesal al respecto (arts. 151 y 152 LJS), en términos
suficientemente garantistas para las Administraciones implicadas y los derechos de los
ciudadanos.
También esta gran opción puede compartirse pues mejora la tutela de los derechos de
los ciudadanos y de los intereses sociales y públicos que pueden verse afectados por los
litigios laborales.
D) La atención a problemas concretos.
Finalmente, puede verse que la LJS atiende a lo largo de todo su articulado a problemas
concretos que se han planteado y que merecían una solución que mejorase la tutela y la
agilidad y eficacia de la respuesta judicial.
Muchas de estas soluciones a problemas concretos se producen en el proceso ordinario,
desde la regulación mejorada de las diligencias finales hasta la mejora en la regulación
de muchos aspectos relacionados con la prueba – vulneración de derechos
fundamentales, régimen de medios concretos de prueba –, o cuestiones tan simples pero
necesitadas de claridad como la retribución de los jornales perdidos por la asistencia a
trámites judiciales, o tan importantes como las relativas a las medidas cautelares y
ejecución provisional de las acciones entabladas al amparo del artículo 50 ET para
proteger mejor a los trabajadores, permitiendo incluso que se les exonere de prestar los
servicios sin pérdida de sus salarios ni de la cotización a la seguridad social.
Otras muchas aparecen en las modalidades procesales, en los recursos y en la ejecución
y serían innumerables, pero, por ejemplo, citando algunas que afectan a las modalidades
procesales, pueden verse regulaciones tan necesarias como la regulación especifica de la
impugnación de las altas médicas, intentando deparar una tutela más ágil; o, por citar
otro caso, las novedades en la regulación de la modalidad procesal de despido,
permitiendo por ejemplo sustituir la sanción de despido por otra inferior o considerando
vinculante para el empleador sus manifestaciones sobre reconocimiento de la
improcedencia o cuantía de la indemnización.
Sin duda puede discutirse alguna de las soluciones concretas, pero la nueva ley ha sido
muy cuidadosa para analizar los problemas prácticos e intentar darles solución
coherente con el marco general de la reforma propuesta.
En conclusión, estamos ante una ley importante, que creo que debe ser valorada
positivamente y que, desde luego, no se enmarca en la dirección de otras reformas
simultáneas de reducir derechos de los trabajadores y beneficiarios del sistema público
de seguridad social. Ya sólo por eso merece una valoración favorable, en todo caso el
tiempo dirá si sirve para desplegar los efectos positivos que cabe esperar.
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