¿Adictos al celular? Una publicación de la Escuela de Padres del Colegio de La Enseñanza Materiales de Trabajo En España, el diagnóstico fue hecho a un par de jóvenes que, por esta dependencia, fueron internados en un centro de salud mental. Se trata de un diagnóstico que incluía un trastorno de conducta que había afectado su rendimiento escolar. Por ahora, llama la atención de los especialistas en comportamiento la necesidad cada vez mayor de muchos de permanecer conectados al aparato. Para el psiquiatra Rodrigo Córdoba, "sí hay elementos psicopatológicos en la relación de los niños y jóvenes con su teléfono", pero no es una cuestión que esté categorizada como adictiva. Con él coincide la psicóloga infantil María Isabel Guerrero al advertir que lo que hay es "dependencia al celular", porque una adicción implica la pérdida de libertad sobre los propios comportamientos o incluso destrucción de las relaciones interpersonales, síntomas que no parecen estar presentes en la conducta de los jóvenes colombianos. De hecho, ninguno de los dos especialistas manifiesta haber recibido consultas en las que el motivo principal sea la relación con el teléfono. Sin embargo, coinciden en aceptar que durante los últimos años ese vínculo de niños y adolescentes con su celular se ha estrechado. Para los jóvenes "el aparato es el cordón umbilical con el mundo", dice Córdoba, y Guerrero critica el "cortocircuito en la comunicación presencial" que está generando esa relación y que incluso interfiere en los procesos familiares. Pero no por eso habría que privar a los muchachos de tener su propio teléfono celular, porque no se puede desconocer que ofrece ventajas en cuanto a la facilidad de contacto con los padres mientras están separados, dicen. "Es un medio para saber que está bien", explica Carlos Guerrero sobre el uso que le han dado al teléfono con su hija de 15 años. Ellos establecieron reglas claras para el buen manejo del teléfono. Así que la niña, a quien consideran "con la madurez necesaria para tener celular", sabe que no debe prestarlo, que si lo pierde no se lo reponen, que si lo lleva al colegio debe tenerlo apagado, que solo puede darles el número a sus compañeros de salón y a los miembros de su familia, y que mientras está con ellos no hace falta mantenerlo encendido. Esas medidas han permitido que, por ahora, la niña no considere su teléfono como un elemento "insustituible, indispensable e imprescindible", como muchos jóvenes lo sienten. De forma que la clave de una relación sana entre los jóvenes y los celulares está en la fortaleza de la familia para conservar los espacios tradicionales de comunicación y la vigilancia permanente de su uso por parte de los padres de familia, concluye Guerrero. Un caso colombiano "Me siento incompleta cuando se me descarga o se me olvida", dice Sonia Rojas al referirse a la relación que tiene con su celular. Ella tiene 16 años y un teléfono de última tecnología que utiliza para 'chismosear' con sus amigas, enviar mensajes de texto, tomar fotos, mirar la hora, jugar, escuchar música, hacer operaciones matemáticas y consultar fechas, como cumpleaños. A los 10 años sus papás le dieron su primer aparato para "estar en contacto permanente", algo que ella no consideraba necesario. Y ahora que se ha convertido casi en un apéndice de su cuerpo, ha recibido varios regaños y castigos porque sienten que prefiere hablar por teléfono que estar con ellos. (Tomado de Carolina Lancheros Redacción de Vida de Hoy) Quién gana ¿La presencia, la conversación, el diálogo? o ¿el celular, el chat, el facebook?