CONGRESSO TOMISTA INTERNAZIONALE L’UMANESIMO CRISTIANO NEL III MILLENIO: PROSPETTIVA DI TOMMASO D’AQUINO ROMA, 21-25 settembre 2003 Pontificia Accademia di San Tommaso – Società Internazionale Tommaso d’Aquino La universalidad de la causa primera Dr. Ignacio Mª Azcoaga Bengoechea Donostia-San Sebastián (España) The third part of the 24th thesis of St. Thomas Aquinas proposed by the Church as a definitive teaching because it has been declared its connection (link) with the truth of faith in God the Creator in the Catechism of the Catholic Church (Part 1, Section 2, Chapter 1, Article 1, Paragraph 4, n. 308): “The truth that God is at work in all the actions of his creatures is inseparable from faith in God the Creator. God is the first cause who operates in and through secondary causes...” In the 22nd metaphysical dispute, Francisco Suarez calls cooperation to the action of the first Cause that concurs to the production of the effect of the second Cause and he analyses it from different points of view. He considers the cooperation as an action of the first Cause. That mentioned action is founded in the second Cause, but F. Suarez denies that the first Cause must move, apply or determine the Second Cause. “Deus est causa actionis cuiuslibet in quantum dat virtutem agendi, et in quantum conservat eam, et in quantum applicat actioni, et in quantum eius virtute omnis alia virtus agit.” (De pot. q.3 art.7). In the subordination of the causes that concur in the production of one effect, and the necessity of arriving to one first cause that is not caused (second way to demonstrate the existence of God), is sustained one part of the argumentation which is completed with the comparison “ipsum esse subsistens” and “ens” for participation that leads to the necessity of the divine virtue in the production of the being.. En torno a la tesis tomista 24: si el agente creado para influir en el ser, necesita la moción de la causa primera, El Catecismo de la Iglesia Católica, al tratar de la providencia y las causas segundas, en el número 308 afirma: “Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas: "Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece" (Flp 2, 13; cf 1 Co 12, 6). Esta verdad, lejos de disminuir la dignidad de la criatura, la realza. Sacada de la nada por el poder, la sabiduría y la bondad de Dios, no puede nada si está separada de su origen, porque "sin el Creador la criatura se diluye" (GS 36, 3); menos aún puede ella alcanzar su fin último sin la ayuda de la gracia (cf Mt 19, 26; Jn 15, 5; Flp 4, 13) 1 . Es digno de notar que una cuestión debatida entre distintas escuelas filosóficas de la escolástica, quede formulada de una forma definitiva, al afirmar 1 Catecismo de la Iglesia Católica nº 308 © Copyright 2003 INSTITUTO UNIVERSITARIO VIRTUAL SANTO TOMÁS Fundación Balmesiana – Universitat Abat Oliba CEU I. M. AZCOAGA BENGOECHEA, La universalidad de la causa primera que Dios actúa en las obras de sus criaturas, Dios es la causa primera que opera en y por las causas segundas, es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador. De manera que en el primer artículo del credo: Creo en Dios Padre Todopoderoso creador del cielo y de la tierra, no se menciona de forma expresa ni la conservación, ni la providencia, ni el gobierno del mundo. Ahora, sin embargo, el Catecismo de la Iglesia Católica, enseñanza del Magisterio Ordinario de la Iglesia, afirma, que la fórmula: la causa primera opera en y por las causas segundas, es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador. La cuestión que nos ocupa, la universalidad de la causa primera, o lo que es lo mismo, que ninguna causa segunda puede obrar si no recibe previamente la moción de la Causa primera, es una cuestión filosófica muy debatida. Vamos a partir de la formulación de la tesis tomista número 24, después realizaremos un resumen de la postura de Suárez, luego sintetizaremos la enseñanza de Santo Tomás al respecto, y concluiremos mostrando las diferencias. Esta comunicación, en resumidas cuentas, trata de expresar filosóficamente que Dios no sólo ha creado el mundo y cuanto hay en él, sino que también que lo conserva y gobierna para lo que ha dado a las criaturas virtudes operativas que obran por moción de Dios, si bien con causalidad propia. El olvido de esta cuestión filosófica conduce a la desaparición de la criatura como pone en evidencia el Concilio Vaticano II en la Constitución Gaudium et Spes nº 36 “Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creada y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores ..… responde a la voluntad del creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar. ...Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios ... no hay creyente alguno al que se le escape la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el criador se esfuma”. LA TESIS TOMISTA SOBRE DIOS CREADOR – TESIS 24 La Sagrada Congregación de Estudios, el 27 de julio de 1914, promulgó las XXIV Tesis tomistas. El texto termina diciendo: «Esta Congregación, después de consultarlo al Santo Padre, y por mandato del mismo, responde que estas tesis contienen los principios y proposiciones mayores (principia et pronunciata maiora) del Santo Doctor». La tesis 24, de la que una parte se refiere a lo que en esta comunicación se trata, dice lo siguiente:. Así pues, por la misma pureza de, ser se distingue Dios de todas las cosas finitas. De donde se infiere, en primer lugar, que el mundo sólo pudo proceder de Dios por creación; además, que ni milagrosamente es comunicado a ninguna p. 2 Congresso Tomista Internazionale naturaleza finita el poder de crear, que alcanza principal y esencialmente al ente en cuanto ente y, por último, ningún agente creado puede influir en el ser de cualquier efecto, si no recibe previamente la moción de la Causa primera» (AAS 6, 1914, 383386)2 . Tratamos de la tercera parte de la tesis, de la afirmación: «ningún agente creado puede influir en el ser de cualquier efecto, si no recibe previamente la moción de la Causa primera». Entendemos que se afirma la universalidad de la causa primera, de manera que el obrar de las causas segundas no puede darse sin la moción de aquélla. Por otra parte, esta cuestión incluye el obrar de las causas segundas naturales y libres. Ahora bien, el obrar de las causas segundas en el orden sobrenatural, lleva anexa una polémica enconada entre escuelas diferentes sobre la relación entre libertad y gracia, conocida con el nombre “De auxiliis”, términos, con los que comenzaba la fórmula enviada por Paulo V a los Superiores Generales de la Orden de Predicadores y de la Compañía de Jesús el 5 de septiembre de 1607 para zanjar la polémica pero sin solucionar el problema de fondo de la misma. Esta cuestión no se va a tratar en esta comunicación que se mueve en el ámbito filosófico de la causación de las causas segundas en el orden natural. La tesis tomista número 24 afirma que en la distinción entre Dios y las demás cosas, por ser Dios el mismo ser subsistente y las demás cosas ser por participación, se funda que el mundo sólo puede proceder de Dios por creación, poder que no puede ser comunicado al ente finito o criatura ni milagrosamente y la necesidad de la moción de la causa primera para la acción de la causa segunda. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma, que Dios actúa en las obras de las criaturas es una verdad fundada en la fe en Dios creador, añadiendo a la formulación de la tesis 24 que la universalidad de la causa primera en la acción de las causas segundas es una verdad inseparable de la fe en Dios creador. El término “concurso” Conviene advertir que en la polémica entre escuelas filosóficas escolásticas, a la influencia de Dios sobre la criatura en la causación de ésta, se le denomina concurso. Nótese que este término así como el de premoción y el de predeterminación física, formulados para explicar la enseñanza de Santo Tomás, no se encuentran en sus escritos. El término concurso es el que se aplica para señalar la participación de Dios y de la criatura en la producción de un efecto de esta última. Aunque Santo 2 AAS 6, 1914, 383-386. En Id a Tomás – Gratis Date – Eudaldo Forment – p.40 p. 3 I. M. AZCOAGA BENGOECHEA, La universalidad de la causa primera Tomás no emplea el término concurso que tiene una connotación de participación de dos agentes cada uno en una parte para la realización de un efecto, en la tradición tomista se ha aceptado el término concurso previo, para diferenciarlo del empleado por Molina, concurso simultáneo, cuando explica la participación de la gracia divina en el alma del hombre para la realización del acto bueno meritorio. Santo Tomás emplea el término moción previa, la escuela tomista dice premoción, para designar la influencia de la causa primera para que se mueva a obrar la causa de la segunda. Así como el término concurso se refiere a la segunda vía, el término premoción, se refiere a la primera vía para demostrar la existencia de Dios. En cualquier caso, el Aquinate deja claro que nada se mueve, sin una intervención previa de la causa primera que no sólo da el ser a la criatura, lo conserva y le da las facultades apropiadas para obrar, sino que no se movería, entendiendo movimiento en sentido amplio sin una moción previa de Dios. Durando negó la existencia en el orden natural de todo concurso o cooperación de Dios en las acciones y en los efectos de las criaturas. Para él, toda la causalidad de Dios respecto de las causas segundas concluye con dar y conservar las virtualidades operativas de las cosas creadas. Suárez en la Disputación Metafísica XXII sº nº6 afirma, contra Durando, que Dios influye inmediata y per se en toda acción de la criatura, pero niega, contra lo afirmado por Santo Tomás, la moción divina, en el sentido tomista de premoción por la que Dios realiza algo, sin lo que no se daría el movimiento que da lugar a la acción de la causa segunda. DISPUTACIÓN METAFÍSICA XXII DE SUAREZ 3 Suárez trata de esta cuestión en la Disputación Metafísica XXII, que titula: “la primera causa y otra de sus acciones que es la cooperación o concurso con las causas segundas”. En relación con la necesidad del concurso divino 4 considera dos opiniones: la primera, la atribuye a Durando, Alberto, Enrique y otros, que piensan que Dios hizo el mundo y las demás cosas son producidas por el mundo mismo. Según esta concepción, el concurso no es nada esencial e inmediato de Dios. La segunda opinión, es la que sostiene que Dios interviene esencial e inmediatamente en el causar de las causas segundas. 3 4 Disputación Metafísica XXII t. III p. 593 Edit Gredos Madrid 1961 Disputación Metafísica XXII t. III Sección primera p. 595 Edit Gredos Madrid 1961 p. 4 Congresso Tomista Internazionale Naturaleza del concurso divino 5 Considera el concurso divino como una acción o principio de acción y expone tres modos de entenderlo. Primero, el concurso es algo por modo de principio esencial, la posición de Duranto y otros. Segundo, el concurso es una realidad procedente de la causa primera y recibida en la causa segunda que la completa y determina a realizar un efecto, la de los tomistas. Tercero, el concurso divino es esencialmente algo por modo de acción de producción de la misma acción o de efecto de la criatura. El primero: el concurso es algo por modo de principio esencial. Rechaza que el concurso es algo por modo de principio esencial, porque en realidad así se viene a negar la real participación divina en el concurso para la acción de la causa segunda. El segundo6 : el concurso sería una realidad procedente de la causa primera y recibida en la causa segunda que la completa y la determina a realizar un efecto. Suárez señala que esta forma de entender el concurso se funda en unos principios de las obras de Santo Tomás. Primer principio: Los agentes segundos no obran si no son movidos por el primero. Segundo principio: la causa segunda es aplicada por la primera a obrar. Tercer principio: la causa primera excita a la segunda para la operación. Cuarto principio.- la causa segunda es determinada por la primera y exige esencial y necesariamente tal determinación. Quinto principio. Las causas segundas están esencialmente subordinadas a la causa primera, como los instrumentos al artífice. Sexto principio. Este modo de concurrir de la primera causa, utilizando mediante su moción a la causa segunda y sometiéndola perfectamente de esta manera a sí misma, implica una mayor perfección en el modo de obrar de la causa primera con las segundas y no incluye ninguna contradicción. Suárez rechaza esta manera de concebir el concurso porque, o bien es concebido como una condición previa, pero que no tiene ninguna eficacia en la causa segunda, o bien es incoado por esta moción o aplicación de la causa segunda, pero se consuma en la realización inmediata y esencial del mismo 5 6 Disputación Metafísica XXII t. III Sección segunda p. 614 Edit Gredos Madrid 1961 Disputación Metafísica XXII t. III Sección segunda p. 619 Edit Gredos Madrid 1961 p. 5 I. M. AZCOAGA BENGOECHEA, La universalidad de la causa primera efecto o acción de la misma causa segunda. Suárez considera que la opinión de los tomistas discrepa extremadamente de la de Durando, pero añade a la verdad algo como la moción previa, la determinación, la excitación, la subordinación esencial, que ni es necesario, ni resulta inteligible y que puede ofrecer ocasión de caer en algún error principalmente sobre el uso de la libertad humana. El tercero: el modo de concebir el concurso divino por Suárez 7 . Se puede resumir la explicación de Suárez en la Disputación Metafísica XXII con las siguientes afirmaciones: El concurso divino en cuanto que es algo “ad extra”, es esencialmente algo por modo de acción que emana inmediatamente de Dios. El concurso de Dios está incluido íntima y esencialmente en la misma acción de la criatura y también tiende esencial e inmediatamente al mismo término al que tiende la acción de la criatura. Luego, por sí mismo y esencialmente, es algo por modo de acción; de producción de la misma acción o de efecto de la criatura. El concurso de la causa primera, además de aquello que es por modo de acción, contra lo que afirman los tomistas, no incluye por necesidad intrínseca algo infundido de nuevo a la misma causa segunda, que sea principio de su acción o condición necesaria par ello. El concurso de la causa segunda supone en ella la virtud activa dada y conservada por la causa primera. No es preciso que se añadido por parte de la causa primera, además de aquella virtud. • • • Suárez niega que las causas segundas sean aplicadas a obrar por la primera. Porque, según él, no puede concebirse ninguna condición semejante. A este respecto, niega que la aplicación de la causa segunda a obrar que aparece en los textos de Santo Tomás sea algo real previo a la acción, tampoco moción previa porque sería tanto como negar la acción de la causa segunda, tampoco excitación de la virtud y menos aún que la causa segunda sea determinada por la eficiencia de la causa segunda, porque no tiene sentido en las que obran naturalmente ya determinadas en su naturaleza, no por concurso sino por infusión y conservación de la naturaleza. Y en el caso de las libres, se negaría la autonomía de la libertad. 7 Disputación Metafísica XXII t. III Sección degunda p. 624 Edit Gredos Madrid 1961 p. 6 Congresso Tomista Internazionale Aclaraciones de Suárez De qué modo es determinada la causa segunda por la primera a un efecto individual Suárez considera que en el caso de admitir una determinación de la causa segunda por la primera, no es necesario imaginar que dicha determinación se lleve a cabo mediante alguna acción de la causa primera sobre la segunda. Lo cual es mucho menos necesaria en las causas segundas libres, en virtud de la esencial subordinación y dependencia de la causa segunda con respecto a la primera. La predeterminación física inferiría necesidad a la causa libre Para Suárez, la condición llamada predeterminación no sólo no es necesaria a la causa libre, sino que incluso le repugna si ha de obrar libremente en cuanto al ejercicio y a la especificación porque el uso de la libertad quedaría impedido, en lo concerniente a ambas partes por tal predeterminación. En cuanto a la especificación del acto, pues como se dice que solo la primera causa realiza esta predeterminación, la voluntad se encuentra en potencia pasiva para ella; por tanto, no es libre con respecto a la misma. En cuanto al ejercicio, puesta en la voluntad la condición denominada predeterminación, no es posible que ella no ejerza su acto, ni puede resistir a su determinación o moción, luego nunca tiene potestad de realizar o no realizar el acto, luego desaparece la indiferencia en cuanto al ejercicio, que consiste en dicha potestad. La subordinación esencial de la causa segunda respecto de la segunda y la necesidad de la moción previa no tiene fundamento porque ser cooperadoras no requiere una moción o aplicación distinta del concurso entendido a su manera. Suárez entiende que la causa segunda, además de su ser y toda su virtud activa connatural que posee, no necesita un nuevo movimiento verdadero y real recibido en sí misma para obrar, como se deduce de las afirmaciones de santo Tomás. Considera que la reducción de todos los movimientos al primer motor, la de todos los entes al primer ente no demuestra la necesidad de la moción previa, porque la argumentación se apoya en la proporcional dependencia de todos los efectos con respecto a sus causas, pero no en la premoción que no se fundamenta en ninguna razón. Finalmente, para explicar la subordinación y esencial dependencia de las causas segundas respecto a la primera en el obrar, dice que las causas segundas p. 7 I. M. AZCOAGA BENGOECHEA, La universalidad de la causa primera no obran sino movidas por la primera. Para él, el sentido propio de esto es que no obran sino ayudadas por la primera, o en calidad de cooperadoras de la primera. De semejante manera, dice que la proposición: la causa segunda es aplicada por la primera, debe explicarse en ese mismo sentido, diciendo que tanto la moción como aplicación no son otra cosa que el mismo concurso por modo de acción. Qué es el “concurso” de Dios para Suárez La acción de la causa primera y la de la segunda es una sola Dios es causa de todos los efectos y acciones de la criatura La acción de la causa segunda no procede de ella sola, sino que, al mismo tiempo, proviene esencial e inmediatamente de la causa primera, entonces es una sola e idéntica la acción de ambas causas; y resulta superflua otra acción distinta que proceda de la sola causa primera en orden al mismo efecto, ya que con la primera acción influye suficientemente en él, según su orden. La acción de la causa segunda depende por sí misma de Dios El concurso de Dios ad extra no es otra cosa que la misma acción de la causa segunda, en cuanto fluye esencial e inmediatamente de la primera. Si la acción de la causa segunda procede de la acción de la primera Al influjo universal de la causa primera únicamente pertenece el que toda acción de la causa segunda proceda de la voluntad y potencia de la misma causa primera, mas no que proceda mediante otra acción externa, sino que puede proceder por sí misma inmediatamente de la voluntad o virtud de Dios. Es más propio decir que la acción de la criatura procede también de Dios y, en cuanto tal, es el mismo concurso de Dios a la acción de la causa segunda, de la cual no se distingue en la realidad, sino únicamente según la razón o relación. Si se da un orden de naturaleza entre la acción de la causa primera y la de la segunda Hablando de la acción externa, tanto de Dios como de la criatura, ya no puede decirse que una sea anterior en naturaleza a la otra con prioridad de causalidad, porque, como se ha demostrado, por ser una sola e idéntica acción, entre ellas no puede darse verdadera causalidad. A pesar de eso, distinguiendo conceptualmente esa acción en cuanto procede de la causa primera o en cuanto procede de la segunda, cabe decir que de la primera procede de modo más primario y principal que de la segunda; y, de manera semejante, se dirá que la p. 8 Congresso Tomista Internazionale causa primera influye en tal acción con prioridad de naturaleza sobre la segunda. En qué sujeto se encuentra el concurso de la causa primera La pregunta sólo tiene lugar en el concurso transeúnte, ya que el inmanente no se recibe en el sujeto, sino que es la misma volición subsistente de Dios. Hay que responder que el concurso de Dios se encuentra en aquel sujeto en el que está la acción de la causa segunda. Es evidente, puesto que no se distinguen en la realidad; luego tampoco pueden distinguirse en el sujeto. LA POSTURA DE SANTO TOMAS DE AQUINO Toda criatura obra por virtud de Dios En el libro III de la Contra Gentes capítulo 66 afirma Santo Tomás: “todos los agentes inferiores no dan el ser sino en cuanto obran por virtud divina” 8 . Lo cuál se fundamenta: primero, en que Dios conserva las cosas en el ser por su providencia, segundo en que el efecto común de los agentes es el ser, lo que exige que estén ordenados bajo el primer agente y que obren en virtud del mismo y tercero que lo que es por esencia es causa de lo que es por participación y como Dios es el único que es ente por su propia esencia y los demás son por participación, el ser de cualquier existente es efecto propio de Dios, de modo que todo lo que produce algo en el ser, lo hace en cuanto obra por virtud de Dios. Ilustra esta argumentación la evidencia de que ningún agente particular unívoco puede ser causa absoluta de la especie 9 . En efecto, un hombre no puede ser causa de la especie humana, pues en ese caso sería causa de todo hombre y por lo tanto de sí mismo, lo cual es imposible. De manera que, un hombre es causa de otro hombre en cuanto que es causa de que la forma humana se realice en una materia y esto es ser principio de la generación de un hombre, no principio de la especie humana. Ésta tiene que tener una causa agente absoluta. La causa mediata o inmediata de la especie humana es Dios que es la causa primera de todas las cosas. Ahora bien, ningún ser corpóreo es causa de algo, sino en cuanto se mueve, luego ningún cuerpo es causa del ser de una cosa, considerado el ser como tal, sino que es causa de su movimiento hacia el ser, que es el hacerse, el generarse. El ser de una cosa es participado, porque 8 9 Contra Gentes lib III cap. 66 BAC Contra Gentes lib III cap. 65 BAC p. 9 I. M. AZCOAGA BENGOECHEA, La universalidad de la causa primera fuera de Dios ninguna cosa de su propio ser. Es preciso que Dios que es su propio ser sea la causa primera y por sí de todo ser. La operación divina es con respecto al ser de las cosas como la moción del cuerpo que mueve al hacerse y al moverse de las cosas hechas y movidas. En el capítulo 67, Santo Tomás afirma que Dios es la causa del obrar de todos los que obran porque todo el que obra es de alguna manera causa del ser, sea substancial o accidental. Ahora bien, nada es causa del ser, sino en cuanto obra por virtud de Dios. Santo Tomás afirma que Dios no es sólo causa de la virtud operativa, sino también es causa de la acción de la virtud operativa porque Dios aplica a la virtud operativa a obrar, ya que la aplicación a obrar de la virtud operativa se realiza por algún movimiento y todo lo que se mueve en último término requiere ser movido por Dios primer motor inmóvil 10 . En la línea de la causalidad eficiente, en la que se articula la segunda vía para demostrar la existencia de Dios, también encuentra Santo Tomás otro argumento para demostrar que las causas segundas obran en virtud de la primera. En efecto, en todas las causas eficientes ordenadas siempre es preciso que las causas secundarias obren en virtud de la causa primera. En el orden de las causas eficientes, Dios es la causa primera. Todas las causas agentes inferiores obran por virtud de Dios. La causa de la acción es más bien aquel por cuya virtud se obra en el que obra, así Dios es más causa de cualquier acción que incluso las causas eficientes secundarias. En el capítulo 68, Santo Tomás deduce la inmensidad de Dios o presencia en todas las cosas, de que sea la primera causa de todas las cosas ya que Dios mueve todas las cosas a sus propias operaciones respectivas, para lo cual es preciso que esté en todas las cosas. También deduce la presencia de Dios en todas las cosas de la conservación de las mismas por haberlas creado. Las causas segundas producen sus propias acciones 11 En el capítulo 69, Santo Tomás rechaza el error de los que privan a las criaturas de actuar en la producción de los efectos naturales. Esta afirmación la basaban en que no se puede dar el ser a ninguna forma sustancial o accidental, sino por vía de creación, negando cualquier causación eficiente que no fuera creación, sea generación o algún otro tipo. 10 11 Contra Gentes lib III cap. 67 BAC Contra Gentes lib III cap. 69 BAC p. 10 Congresso Tomista Internazionale Contra esto dice Santo Tomás que quien da a alguna cosa lo principal, le da también todo lo que de ello se deriva. Ahora bien, hacer algo en acto se deriva de que algo es ser acto como en Dios que El mismo es acto puro y es también la causa del ser de todas las cosas y si comunicó a los demás su semejanza en cuanto al ser, al darles el ser, resulta natural que les comunicase su semejanza en cuanto al obrar, de modo que las cosas creadas tuvieran sus propias operaciones. Por otra parte, que las causas segundas puedan obrar lo que Dios podría haber hecho sin ellas no es signo de debilidad en Dios, sino de su grandeza. Utiliza dos argumentos: uno, basado en la perfección de la criatura y la de la causa y otro, fundado en que el bien es comunicativo. Ambos argumentos responden con razones a esta idea que se halla literalmente expuesta en un texto del Catecismo de la Iglesia Católica, en el que se emplea los términos concurso y cooperación, para designar la participación de las criaturas para llevar a cabo la acción de la divina providencia. Términos que no aparecen en Santo Tomás y sin embargo, se hallan en Suárez para designar la participación de Dios en el obrar de las criaturas o causas segundas. 306 Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se sirve también del concurso de las criaturas. Esto no es un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios Todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas la existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de otras y de cooperar así a la realización de su designio 12 . A este respecto, dice muy bellamente Santo Tomás: No es superfluo que pudiendo Dios producir por sí mismo todos los efectos naturales los produzca mediante algunas otras causas. Pues ello es efecto no de la insuficiencia de la virtud divina, sino de la inmensidad de la bondad de Dios, por la cual quiso comunicar su semejanza a las cosas no sólo para que existieran, sino también para que fueran causas de otras cosas ... Esto hace patente, a la vez, el esplendor del orden que reina en las cosas creadas. 13 Realización conjunta de efectos naturales por Dios y los agentes naturales 14 En el capítulo 70, Santo Tomás trata de qué modo el mismo efecto pertenece a Dios y a la naturaleza del agente. La dificultad es comprender cómo se puede atribuir a Dios y a los agentes naturales la realización conjunta de los efectos naturales porque parece que de dos agentes no puede resultar un única acción y si un efecto proviene de un agente natural no puede venir de Dios, o si Dios produce 12 13 14 Catecismo de la Iglesia Católica nº 306 Contra Gentes lib III cap. 70 BAC Idem p. 11 I. M. AZCOAGA BENGOECHEA, La universalidad de la causa primera el efecto natural en su totalidad, al agente natural no le queda nada para producir. Resuelve la dificultad señalando que en todo agente se deben considerar dos cosas: la cosa misma que obra; y la virtud por la que obra;. Ahora bien, la virtud del agente inferior depende de la virtud del agente superior porque el superior le da la virtud con la que aquél obra, o se la conserva, o la aplica para obrar, como aplica el artífice el instrumento para producir el propio efecto con la diferencia de que el artífice no da al instrumento la forma por la que obra, ni se la conserva, sino que le da solamente el movimiento. De aquí deduce que es preciso que la acción del agente inferior no sólo proceda de él como resultado de su propia virtud, sino también como resultado de la virtud de todos los agentes superiores, pues obra en virtud de todos ellos. Y así como el agente ínfimo tiene actividad inmediata, así también el agente primero tiene virtud inmediata para producir el efecto, pues el agente ínfimo no tiene de suyo virtud para producir tal efecto, pues lo recibe del superior y éste de otro superior y así hasta llegar al agente supremo que de esta manera produce el efecto como si fuese causa inmediata. Así que de la misma manera que no hay inconveniente para que una acción sea producida por un agente y su virtud, tampoco lo hay para que un mismo efecto sea producido por Dios y por el agente inferior; por ambos inmediatamente aunque de diferente manera. En la Suma Teológica I q.105 art.5, si Dios obra en todo el que obra 15 , explica la relación entre la causa primera y la causa segunda en la producción de los efectos de ésta, teniendo en cuenta el fin, el agente y la forma que son principios de acción, pero con cierto orden y distinción. Porque el primer principio de la acción es el fin, que mueve al agente; el segundo es el agente, y el tercero es la forma de aquello que el agente aplica a obrar, sin que quiera decir esto que el agente no obre también por su forma propia. Para Santo Tomás, Dios es causa de las acciones no sólo en cuanto da la forma que es el principio de la acción, como se dice ser causa del movimiento de los cuerpos, sino también en cuanto que conserva las formas y las potencias de las cosas. Y como las formas de las cosas están dentro de ellas, y tanto más cuanto más universales y, por otra parte, Dios es propiamente en todas las cosas la causa del ser mismo en cuanto tal, que es en ellas lo más íntimo de todo, síguese que Dios obra en lo más íntimo de todas las cosas. Aclara, además, que Dios no sólo da las formas a las cosas y las conserva en ser, en cuanto ser necesario y causa formal, sino que también las aplica a obrar, en cuanto primer motor; y es el fin de todas las acciones, en cuanto causa final. 15 Suma Teológica I q.105 art.5 BAC p. 12 Congresso Tomista Internazionale Dios obra en la naturaleza y en la voluntad En “de potentia” q.3 art. 7 16 – Si Dios obra en la operación de la naturaleza, examina detalladamente la relación entre la causa primera y la causa segunda en la producción de los efectos de estas últimas. En la respuesta a esta cuestión incluye las causas naturales necesarias y libres. En absoluto, afirma, debe concederse que Dios obra en la naturaleza y en la voluntad de los que obran. Debe entenderse que la acción de una cosa puede decirse causa de otra de forma múltiple y así Dios es causas de las acciones de las causas segundas. Primer modo. Dios obra todas las acciones de la naturaleza porque dio a las cosas naturales virtudes por las que pueden obrar; no sólo como el que genera la virtud y luego no la conserva, sino como quien sostiene la virtud en el ser porque es causa del poder conferido en cuanto al ser. Segundo modo. Dios obra en cuanto que conservar la virtud se dice hacer la acción, como se dice que las medicinas que conservan la vista hacen ver. Tercer modo. Dios es causa de la acción de las otras causas, en cuanto las mueve a obrar. Aquí se entiende como la aplicación a la acción. Y porque el agente de naturaleza del agente inferior no obra si no es movida y esta sucesión no se termina hasta llegar a Dios; se sigue necesariamente que Dios se la causa de la acción de cualquier cosa natural como motor y aplicando la virtud a la acción. Cuarto modo. Dios es causa de toda acción de la cosa natural como el agente principal es causas de la acción del instrumento. Pues cuanto más elevada es una causa, es tanto más común y eficaz, y cuanto más eficaz es, tanto más profundo se hace presente en el efecto, y de la más remota potencia el mismo la reduce al acto. Cualquier cosa natural es: primero, ente, segundo, cosa natural, tercero, tal o cual naturaleza, y cuarto, tal o cual sujeto determinado. Lo primero es común a todas los entes; lo segundo a todas las cosas naturales, lo tercero es en una especie y lo cuarto, si añadimos los accidentes, es lo propio de este individuo. Por tanto, el individuo obrando no puede constituir otro individuo en semejante especie, sino en cuanto que es instrumento de aquella causa, que recibe toda la especie y posteriormente todo el ser de naturaleza inferior. Y por esto nada produce la especie en estos inferiores sino por virtud de un ser superior, ni nada obra al ser sino por virtud de Dios. Pues el ser mismo es el 16 De potentia” q.3 art. 7 Marietti p. 13 I. M. AZCOAGA BENGOECHEA, La universalidad de la causa primera primer efecto más común e íntimo a todos los demás efectos; y por ello sólo compete a Dios, por virtud propia, tal efecto; de donde también, como se dice en el libro de Causis, la inteligencia no da el ser sino en cuanto está en ella el poder divino. Así, por tanto, Dios es causa de toda acción, en cuanto cualquier agente es instrumento de la virtud operante divina. Si consideremos supuestos los agentes, cualquier agente particular es inmediato a su efecto. Pero, si consideramos la virtud por la cual se hace la acción, así la virtud de la causa superior será más inmediata al efecto que la virtud inferior; pues la virtud inferior no une al efecto sino por la virtud superior; de donde se dice en el libro de Causis que la virtud de la causa primera antes obra en lo causado y más vehemente ingreditur en el mismo. Así pues es preciso que la virtud divina esté presente a cualquier cosa, como la virtud de las causas intermedias están presentes al obrar de cualquier cuerpo elemental. Pero difiere la forma de estar presente, porque la virtud divina está en todas partes; pero la esencia de las causas intermedias no están en todas partes por su virtud. Por ello, puede decirse que Dios obra en cualquier cosa, en cuanto cualquier cosa necesita de su virtud para obrar Por lo tanto, se concluye en la cuestión que Dios es causa de la acción de cualquier cosa en cuanto da la virtud de obrar, y en cuanto la conserva, y en cuanto la aplica a la acción, y en cuanto por su virtud toda otra virtud obra. Y como uniendo estas cosas, se dice que Dios es su poder, y que está dentro de cualquier cosa no como parte de su esencia, sino como sosteniendo la cosa en el ser, se sigue que El mismo en cualquier agente obra inmediatamente, no excluida la acción de la voluntad ni de la naturaleza. Dios mueve a la criatura racional a pensar y a obrar el bien 17 En Suma Teológica I-II q. 109 art.1, a la cuestión de si el hombre sin la gracia puede conocer alguna verdad, responde Santo Tomás que el hombre por sí mismo, sin el auxilio de la gracia, puede conocer la verdad. Sorprende la línea argumental utilizada por el doctor angélico, ya que se centra más en afirmar la capacidad natural del hombre para conocer la verdad natural, asequible a su naturaleza, que en recalcar la necesidad de la gracia para conocer las verdades que exceden la capacidad natural de la razón, esto es, las verdades sobrenaturales para las que necesita de la fe, virtud sobrenatural. En la segunda y tercera dificultades que parten de la necesidad del auxilio divino para obrar, en la segunda tomando de San Agustín la necesidad de la luz divina para que nuestro entendimiento conozca, y en la tercera de que el hombre en su actividad de raciocinio necesita la ayuda divina, concluye que el auxilio divino que necesita el hombre para obrar no 17 Suma Teológica I-II q. 109 art.1 BAC p. 14 Congresso Tomista Internazionale es la gracia santificante. Santo Tomás afirma que conocer la verdad es cierto uso de la luz del entendimiento y que todo uso implica movimiento, entendiendo este término en sentido amplio, en cuanto que entender y querer se dice que son un cierto movimiento. Ahora bien, en el movimiento de las cosas corporales, no basta para el movimiento, la forma que es principio del movimiento o de la acción, sino también se requiere la moción del primer motor y de ahí que todos los movimientos tanto corporales como espirituales, se reducen absolutamente al primer motor. Por lo tanto, cualquier naturaleza, sea corporal o espiritual, por más perfecta que se considere, no puede proceder a su acto si no es movida por Dios. No sólo procede de Dios toda moción, en cuanto primer motor, sino también procede de Él la perfección de toda forma, como del acto primero. Así pues, la acción del entendimiento y de cualquier ente creado depende de Dios en cuanto a dos cosas: Una, en cuanto que por Él tiene la forma por la que obra; otra, en cuanto que es movida por El para obrar En Suma Teológica I-II q. 109, art. 2, a la cuestión de si el hombre puede querer y hacer el bien sin la gracia, Santo Tomás responde que el hombre no puede querer y hacer el bien sin la gracia, si bien puede hacer algún bien natural sin el auxilio de la gracia. Hace dos distinciones, una primera, en el orden de la naturaleza y considera dos estados distintos, el anterior y el posterior al pecado original, es decir, el estado de naturaleza íntegra y el de naturaleza caída y la segunda, entre el orden natural, y el orden sobrenatural. Pues bien, para responder que el hombre necesita de la gracia para querer y obrar el bien, debe responder a la dificultad, mediante la que parece negarse esta necesidad porque el hombre es dueño de sus actos, y por tanto es dueño de querer y obrar el bien sin necesidad de la gracia. En la respuesta Santo Tomás afirma que el hombre es dueño de sus actos de querer y no querer, por la deliberación de la razón. Pero, aunque también es dueño de deliberar o no deliberar, necesita una deliberación precedente para proceder al acto de querer y como no se puede prolongar indefinidamente la sucesión de deliberaciones esencialmente subordinadas, es necesario llegar finalmente a la conclusión de que el libre albedrío del hombre es movido por un principio exterior que está sobre la mente humana, es decir, por Dios. De manera que la mente humana, aun en el estado de integridad natural, no tiene un dominio tal de su acto que no necesita ser movido por Dios y mucho menos, el libre albedrío del hombre después del pecado que le impide para el bien por la corrupción de la naturaleza. p. 15 I. M. AZCOAGA BENGOECHEA, La universalidad de la causa primera Dios es causa directa de las elecciones y voliciones 18 Es ley de la providencia, dice Santo Tomás en III Contra Gentes c. 88, sólo Dios puede ser causa directa de nuestras elecciones y voliciones, que cada uno se mueva inmediatamente por su causa próxima. Pues tal causa superior creada no puede mover ni obrar algo fuera de ese orden. El motivo próximo de la voluntad es el bien entendido que es su objeto y se mueve por él como la vista por el color. Cada cosa está por naturaleza dispuesta a recibir la moción y la influencia del agente cuya forma puede pasarla al acto, pues todo agente obra por la forma. La voluntad se reduce al acto por lo apetecible que aquieta el deseo de la voluntad como último fin. Así sólo Dios puede mover la voluntad a modo de agente. Así como en cada cosa inanimada se tiene inclinación natural al propio fin que se llama apetito natural, así se tiene la voluntad en la sustancia intelectual que se llama apetito intelectual. Pero sólo puede dar inclinaciones naturales, el que instituye la naturaleza. Luego, inclinar la voluntad a algo no es propio sino del que es causa de la naturaleza intelectual lo cual es privativo de Dios. Ahora bien, en III Contra Gentes capítulo 89, Dios no-solo es causa de la voluntad, sino también de su movimiento, Santo Tomás explica en qué sentido hay que entender que Dios causa en nosotros el querer y el obrar y dice que no debe entenderse en cuanto causa en nosotros la potencia de querer, pero que no nos hace querer esto o aquello. Dios no sólo da el poder de obrar a las cosas, sino que ninguna puede obrar por virtud propia, si no obra en virtud de Dios. Dios es causa no sólo de nuestra voluntad, sino también de nuestro querer. Alguien ha de ser causa necesariamente de que uno entienda y se aconseje, elija o quiera. Mas si su causa es otra voluntad y otros dictámenes precedentes, como no es posible proceder indefinidamente, será necesario llegar a algo primero que es Dios. LAS DISCREPANCIAS ENTRE SANTO TOMÁS Y SUÁREZ Las discrepancias entre la posición de Santo Tomás y la de Suárez se ven en la Disputación Metafísica XXII de Suárez y en los textos de Santo Tomás allí analizados Contra Gentes III cap. 67-70; Suma Teológica I q.105 a.5; De Pot. q.3 a.7 y I-II q.109 a.1 y 2. Las discrepancias surgen al explicar cómo influye Dios sobre la causación 18 III Contra Gentes c. 88 BAC p. 16 Congresso Tomista Internazionale de las criaturas, no al explicar el influjo sobre la acción y el término o efecto de la acción. Es decir Dios influye en el efecto que producen las criaturas o causas segundas, pero ¿influye en la causa de tales efectos, la causa segunda?. Y si se responde afirmativamente en qué medida y bajo qué razón se da este influjo, es decir de qué naturaleza es dicho influjo. La cuestión es que si un influjo tal es necesario para que la criatura obre, existe y si existe es antecedente a la acción por lo que deberá llamarse influjo o moción previa. Visto desde Dios, se tratará de una moción anterior por naturaleza a la acción de la criatura por la cual la causa primera, Dios, mueve a la causa segunda, la criatura, al ejercicio de una acción determinada. Vista desde la criatura, se tratará de una moción previa o determinación física, se trata de un influjo verificado por causalidad eficiente y no por causalidad final, atrayendo. El tránsito de la potencia operativa al acto de obrar contiene tres momentos: - la criatura, en cuanto existente ya, todavía no obra, pero está en potencia para obrar. La criatura, en cuanto está obrando en acto La criatura, en cuanto que pasa de la potencia al acto, cuando transita del no obrar al obrar, es movida En esta tercera posición se sitúa la moción previa física que es la moción divina por la cual la causa segunda se reduce de la potencia de obrar al acto de obrar. La necesidad de un influjo divino sobre la potencia operativa de la causa segunda para que sea reducida al acto de operar, se pone de relieve por parte de la criatura y por parte de Dios. Por parte de la criatura, porque obrar es la actualidad de la potencia operativa. Toda causa segunda, antes de obrar, está en potencia para cualquier operación. La potencia operativa de la criatura es realmente distinta de su acción. Ninguna criatura tiene de sí misma el acto de la operación y en consecuencia para que opere necesita ser movida por otro. Y como no tiene por sí la operación, no tiene tampoco por sí el dominio sobre la operación, la aplicación al acto segundo o acto causal. Toda causa segunda necesita ser aplicada también a la operación. Y como el proceso infinito es imposible, toda causa segunda necesita de la causa primera, cuya potencia de obrar es el mismo obrar para ser determinada y aplicada a la acción. Toda criatura necesita de Dios no menos en el orden operativo que en el entitativo para ser reducida de la potencia al acto. “Toda aplicación de poder para una operación proviene principal y primeramente de Dios” (III Contra Gentes capítulo 67). p. 17 I. M. AZCOAGA BENGOECHEA, La universalidad de la causa primera Por perfecta que se suponga una naturaleza corporal o espiritual no puede prorrumpir en su acto si no es movida por Dios. La acción del intelecto y de cualquier otro ser creado depende de Dios por dos capítulo: primero, en cuanto que de El recibió la forma mediante la cual obra, y segundo, en cuanto que de El recibe la moción para obrar. Por parte de Dios, porque por ser el ipsum esse subsistens es agente por esencia. Al agente por esencia compete por derecho propio e intransferible operar en todo operante, no solo en cuanto da los formas a las cosas (creación) y las conserva el ser (conservación), sino también en cuanto las aplica a la operación (moción). Dios es el único agente por esencia, los demás lo son por participación. Más para obrar un agente por participación, necesita pasar de la potencia al acto, es decir, moverse. Todo lo que se mueve, se mueve por otro y el proceso infinito es imposible, es por tanto necesario la existencia de un primer motor inmóvil por el cual todo movimiento se explica el paso de toda causa segunda desde el no obrar todavía potencia, al obrar ya, acto. p. 18