nueva evangelización y palabra de dios

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NUEVA EVANGELIZACIÓN Y PALABRA DE DIOS
Javier Leoz
Delegado de la Religiosidad Popular
(Pamplona-Navarra)
"En la celebración litúrgica, la importancia de la Sagrada Escritura es sumamente grande. Pues
de ella se toman las lecturas que luego se explican en la homilía y los salmos que se cantan; las
preces, oraciones e himnos litúrgicos están penetrados de su espíritu y de ella reciben su
significado las acciones y los gestos" (SC 24).
1.La liturgia es un espacio de encuentro, de diálogo y de comunicación entre Dios y el
hombre, entre Jesús y el pueblo cristiano. Es un momento en el que se escucha. Hay
comunicación con palabra y respuesta.
2.Muchos cristianos han dejado de asistir a las celebraciones litúrgicas: “La misa no me
dice nada” ¿Qué está ocurriendo en la transmisión de la Palabra para que, esa Palabra, no diga
nada? La NE nos exige hacer esfuerzos renovados (sin añadidos y con más seriedad) para que al
leer o proclamar las Escrituras conozcamos más a Cristo y, con Él, vayamos caminando hasta el
final de los tiempos.
3.No es lícito ni lógico el sustituir las lecturas y el salmo responsorial que contienen la
Palabra de Dios. A la liturgia, donde está presente siempre la Palabra del Señor, no se acude
para escuchar un poema que gusta a un determinado auditorio y mucho menos para introducir
mensajes que nada tienen que ver con el sentido de lo que se celebra. En la casa del Señor habla
el Señor y no autores que nada dicen de la esperanza futura, del cielo, de la resurrección, de la
Iglesia o de los sacramentos.
4. La liturgia de la palabra comprende las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, que
son desarrolladas con la homilía, la profesión de fe (el credo) y la Oración de los fieles. Ya el
Papa Juan Pablo II afirmaba que la homilía debía de ser una reflexión viva sobre la Palabra de
Dios. El Papa Benedicto XVI el 26 de febrero del 2008 pedía a los sacerdotes que las homilías no
durasen más de diez minutos y que no se olvidase que, las mismas, no son la parte más
importante de la misa sino el canon y el momento del sacrificio en el que el pan y el vino se
convierten el Cuerpo y Sangre de Cristo.
5.La homilía ha de ser breve y dulce. En su defecto puede ser como un avión que intenta
aterrizar pero da vueltas y vueltas sin conseguirlo. Para ello, quien dirige el avión, ha de haber
preparado previamente la ruta y el plan de aterrizaje. Cuánto más se prepara una homilía más
breve y sustanciosa resulta. Cuanto menos se prepara más sensación de inseguridad y caos
ofrece.
6.Las formas son importantes para escuchar y predisponernos a la escucha de la Palabra
de Dios. De igual manera que, mientras se está realizando la maniobra de despegue de un avión
se nos avisa que no es conveniente estar fuera de nuestros asientos, tampoco resulta respetuoso
la proclamación de la Palabra de Dios con fieles entrando o saliendo de la iglesia. Es bueno, por
lo tanto, volver a educar sobre cómo hay que actuar y comportarse ante la Palabra del Señor.
Cuándo hay que levantarse, sentarse, persignarse o guardar silencio.
7.La proclamación de la Palabra de Dios ha de contar no con profesionales de la
comunicación sino con personas que saben lo que leen, por qué leen y para qué leen. Para
ello es necesario un conocimiento mínimo de las sagradas escrituras y saber que son voz que el
Señor toma para hacerse audible en la comunidad cristiana. Las lecturas de la Palabra de Dios
debieran de ser proclamadas por personas asiduas a la celebración e incluso por lectores que,
por su interés y formación, están capacitados para ello. No son necesarios profesionales de la
palabra pero sí personas que sepan leer con respeto, cariño, claridad y conocimiento de lo que se
proclama. La improvisación en los lectores de la Palabra de Dios no es buena ni recomendable.
8. El Vaticano II, siguiendo antigua tradición, ve en la eucaristía «la doble mesa de la
Sagrada Escritura y de la eucaristía» (PO 18; +DV 21; OGMR 8). Desde el ambón se nos
comunica Cristo como palabra, y desde el altar se nos da como pan. Y así el Padre, tanto por la
Palabra divina como por el Pan de vida, es decir, por su Hijo Jesucristo, nos vivifica en la
eucaristía, comunicándonos su Espíritu. Los dos lugares, ambón y mesa del altar, han de tener su
consistencia y su único cometido. Es llamativo que, el ambón sea un micrófono abierto para todo
y que la mesa se convierta en una plataforma donde tiene cabida todo tipo de objetos: bolígrafos,
jarrones, agendas, gafas, aparatos de música, etc.
9.En la NE hay que insistir en la constitución de grupos de lectores de la Palabra de Dios.
Para ello hemos de incrementar esfuerzos en la formación y preparación de los mismos. Es
importante alcanzar una comprensión básica de la Escritura: qué es, de dónde viene, cómo leerla
y cómo interpretarla. De igual forma el modo de proclamarla es substancial: cuando se proclama
la Palabra, Dios cobra vida. Cuando no se proclama convenientemente la comunidad no se siente
interpelada. Y no porque la Palabra no tenga fuerza en sí misma sino porque tal vez el modo de
anunciarla no ha cobrado la vital importancia que debiera para que los oyentes puedan sentir
fuertemente la experiencia del mensaje que se proclama.
10. Por respeto a la Palabra de Dios y por su dignidad no es adecuado utilizar una hoja
cualquiera. Cristo está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada
Escritura, es Él quien habla “( SC7). Y qué gran lección para toda la comunidad , cuando el lector,
antes de proclamar la Palabra se inclina hacia el altar.
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